Salir a buscar historias; contarlas. Esa fue la motivación de este número. En tiempos en los que el periodismo se hace desde una silla, frente a una computadora, en una oficina, dejarlo todo, nuevamente, y lanzarse a los caminos —como concluye el Primer Manifiesto Infrarrealista (1976)— es una invitación que no podemos rechazar. ¿Y qué encontramos? Usted, lector, podrá ser acompañante de un conejillo de indias en la industria de los medicamentos genéricos; ser testigo de la muerte de la locura en un hospital psiquiátrico; visitar la Sierra Mazateca para comer hongos enteógenos; desentrañar el extraño oficio de un cadenero; ser testigo de primera mano del crecimiento desbordado de edificios en la Ciudad de México; adentrarse en la Selva Lacandona y retratar a sus habitantes; escuchar el rock del muerto, y platicar con Narciso Contreras, fotógrafo de guerra y paz. Nuevos colaboradores, más páginas: dos motivos que nos mueven a permanecer, para seguir contando historias.