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Julieta Crivisqui / El Mesón de Fierro
from Nuevo Nan 2
Julieta Crivisqui
Esta nota es un fragmento del texto “La familia Meteorita” en el que la autora describe la apasionante historia del meteorito que cayó hace unos 4.000 años en el chaco santiagueño y ocupa un lugar singular en nuestra historia. Además de Mexía de Miraval y Rubin de Celis lo buscaron Juan Francisco Borges en 1810 y Alejandro Gancedo en 1890.
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El meteorito El Chaco, el más grande de Campo del Cielo, a 350 kilómetros de Resistencia.
El Mesón de Fierro
Se sabe que los españoles, al ver que los indígenas resistían la conquista con boleadoras hechas de metal, enviaron en 1576 a Mexía de Miraval y sus expedicionarios en busca de una "gran mina"... pero solo encontraron fragmentos metálicos dispersos y un objeto que "brillaba al sol como si fuera plata". Así nació la leyenda del Mesón de Fierro, que despertó la codicia de muchos y fue avistado por pocos. Entre otros Francisco de Ibarra, quien llegó a medirlo: 3,89 metros de largo, 1,85 de ancho y una altura máxima de 1,5 metros. En su Crónica Misional, el jesuita Dobrizhoffer narra haber escuchado, antes de 1767, que "a ochenta leguas de la ciudad, hacia el Chaco, existe en alguna parte una mesa o un tronco de árbol que semeja al hierro, pero que bajo el resplandor del Sol reluce como plata". En 1783, a pesar de conocer los últimos análisis que desmentían la idea de un yacimiento de plata, el Virrey Vértiz cedió ante las continuas denuncias que hablaban de su existencia y envió al Teniente de Fragata Miguel Rubín de Celis a efectuar una expedición científica al “Mesón de Fierro”. Junto a él, doscientos expedicionarios recorrieron 330 km hasta llegar a la masa metálica. Allí realizaron exámenes metalúrgicos y calcularon nuevamente su peso y medidas. Excavaron a su alrededor y determinaron que se trataba de una masa aislada. Rubín de Celis logró localizarlo e incluso llevó consigo a un dibujante que lo retrató; pero cuando intentaron fraccionarlo con cargas de pólvora en su base, el Mesón volvió a esconderse bajo la tierra, y nada se sabe de él desde hace 221 años. El dato más importante que aportó esta expedición es la latitud en la que se encontraba, en 27” 28 Sur.
El Mesón de Fierro es el segundo en importancia de los meteoritos encontrados en la tierra, calculándose su peso en 40 toneladas, aunque este dato es sumamente variable según la fuente que se consulte. Si bien este meteorito no volvió a encontrarse desde entonces, sirvió de referencia y punto indicativo para la cartografía de la época, tanto argentina como europea. Según un artículo de José Sellés-Martínez, investigador de la Facultad de Ciencias Naturales de la UBA, titulado “El registro del Mesón de Fierro en la cartografía de los siglos XVI a XIX”, este meteorito sólo fue visto por la expedición de Celis. “Sin embargo, a partir de la misma, toda la cartografía registra la localización del Mesón de Fierro y los itinerarios de las expediciones han sido reconstruidos a partir de los datos tabulados (distancias recorridas entre puntos) o copiados del mapa de Celis. Como dato curioso, se incluye la localización del “Peñol de Fierro” en un mapa holandés del año 1640, que es la mención más antigua encontrada por el autor, y la anacrónica mención a una localidad “Native Iron” en un mapa inglés de 1850”. (“El registro del Meson de Fierro en la cartografia de los siglos XVI a XIX”, Jose Selles-Martinez, Departamento de Geologia, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires, Argentina). Los avances en la investigación de fragmentos del meteoroide y la búsqueda de Campo del Cielo han producido hallazgos de cuerpos de gran tamaño, como “El Chaco” y más recientemente el “Gancedo”, de 28 y 30 toneladas de peso, que superan ampliamente al Mesón de Fierro, cuyo peso, según lo estimado por Rubin de Celis, era de unas 18 toneladas de la época, es decir algo más de 16 toneladas actuales.” (ídem).
En 1811 el primer gobierno argentino envió una pequeña partida militar a la zona: no se sabe si desenterraron el esquivo "Mesón", pero sí metal suficiente para fabricar unos cuantos fusiles. En los últimos años del siglo XIX, el gobierno de Santiago del Estero ofreció una cuantiosa recompensa por el "buscado", con resultados nulos. Algunos sospechan que fue robado y llevado fuera del país, pero los expertos afirman que sigue oculto en la maraña del monte. En distintas expediciones producidas de 1870 a 1884 se hicieron búsquedas de este meteorito, sin resultados positivos (ACHA, Asociación Chaqueña de Astronomía). Un trabajo de campo y cartográfico realizado por la Asociación Argentina de Astronomía con la Universidad Nacional de Córdoba, titulado “El Mesón de Fierro: Un misterio de más de 2 siglos que apasionó a exploradores y científicos”, expone la teoría que confirma la localización del cráter del Mesón en el lugar indicado por Céliz, pero el meteorito es inexistente. En el informe de Celis a la Royal Sociality inglesa, realizado años después de su informe a la corte española, indica que cavó debajo de la mole metálica para determinar su naturaleza y la volcó por medio de palancas. Estimó el peso en 41.000 kg (900 quintales), brindando sus dimensiones; 2,89 m x 1,28 m x 1,37 m. La dibujó y describió como “una inmensa mesa de fierro que sobresalía de la llanura”. De allí su nombre último y definitivo de “Mesón de Fierro”. El mismo trabajo cita una información de la Sociedad de Física Argentina, de 1822, en la cual el eminente geógrafo inglés Sir W. Parrish recorre la zona e informa al gobierno inglés:
“Después de la revolución se trajo a Buenos Aires un trozo de este fierro y se depositó en la fábrica de armas: pesaba ese fragmento como 25 quintales. En aquel entonces la fábrica de armas estaba bajo la dirección del meritorio Cnel. D. Esteban Luca, y allí se construyó con ese material un par de pistolas que el Sr. General Pueyrredón, Director
Supremo del Estado, mandó de obsequio al presidente de los Estados Unidos de
América”. También se concluye en este trabajo que, visto el avance de las técnicas de detección de metales utilizadas en la actualidad, se puede afirmar que “el Mesón de Fierro de 40 toneladas, ya no se encuentra en el tan rastrillado Campo del Cielo. No se ha esfumado, simplemente circula por ahí disperso en miles de adornos de rastras, aperos, machetes, puñales, espuelas, bombillas y mates que orgullosos exhiben nuestros criollos en las fiestas domingueras.” (“El Mesón de Fierro”. E. Minniti y S. Paolantonio Asociación Argentina de Astronomía - AAABS, Vol. 2 (suplemento), 2009). Desde su primera excursión al área de Campo del Cielo en 2006, dos artistas argentinos, Faivovich y Goldberg han buscado rastros de este fragmento perdido y luego de una extensa investigación en bibliotecas, archivos y colecciones de todo el mundo, detrás de pistas y rastros, hallaron en la colección del museo vienés un fragmento de 19 gramos al parecer asociado con el Mesón de Fierro, lo que abonaría la tesis de que fue fragmentado y está repartido en el mundo (Faivovich & Goldberg: “Una guía a Campo del Cielo”). El museo de Historia Natural de Viena posee una de las colecciones de meteoritos más grandes y antiguas del mundo y es allí, en el ala de mineralogía donde estos artistas argentinos expusieron su obra. Inaugurada en noviembre de 2.018, la exposición de los argentinos es una instalación que incluye, además del fragmento meteórico, un mapa publicado en 1884, una pintura que retrata al Mesón de Fierro en tamaño natural, en base a un dibujo de 1783, y una pieza sonora que reproduce música y cantos de las etnias Mataco y Chorote, grabadas en el Gran Chaco durante los años 60.
Mapa de la expedición de Miguel Rubin de Celis de 1873 en el que se muestra el recorrido desde Santiago del Estero hasta “El Fierro” (copia existente en el Archivo General de Indias).
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En los sucesivos mapas puede verse, también, que los nombres de las tribus que habitaban las regiones son reemplazados por los de poblaciones y accidentes geográficos. Dan paso a mapas más fidedignos, aunque sigue representándose, durante más de un siglo, la localización de un objeto que, desde fines del siglo XVIII y hasta la actualidad no ha podido ser encontrado.
El fragmento como una joya en una inmensa mano, Viena, 2018.
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