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El Secreto – Ana Primera

Imagen: Ana Primera

El Secreto

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Su nombre era Demián, un chico apuesto de 20 años de unos 1,80 m de alto. Siempre tan amigable y respetuoso con todos, su trabajo de delivery y carrera de administración le absorbían el tiempo. Siempre usaba sus converse blancos, casi marrones del sucio que tenía, con unos Jeans negros y camisa de su equipo favorito de fútbol del Real Madrid, tampoco le podía faltar sus auriculares negros, con que escuchaba música mientras trabajaba. Una tarde fue a entregar un delivery al este de Caracas, donde vivía una señora de unos 38 años llamada Estela. Al llegar a la zona, Demián saca la pequeña, pero pesada caja y se dispone a tocar la puerta, pero justo antes de hacerlo se abre y aparece una señora con muchos tatuajes en el brazo. —Buenos días, joven. Lo estaba esperando —dijo ella. —Muy buenos días, señora ¡Ehm! —mira la hoja para buscar su nombre— Señora Estela, es un gusto servirle, ¿cómo se encuentra? Espero disfrute su pedido. —¡Muchas gracias! Estoy muy bien, pero tú te ves muy cansado, ¿quieres entrar a tomar un vaso de agua? Pase —le dijo, sin dejar de mirarlo a los ojos y llevando su mano al hombro de Demián. Justo cuando Demián iba a aceptar la invitación se percata que en el fondo de la sala está otro joven que desde lejos le hace seña que no entre, que se vaya. Esta acción le pareció extraña. El

chico tenía los mismos rasgos de Estela, parecía ser su hijo. Pero no tomó en cuenta la acción del joven y entró a la casa. La señora va a la cocina a buscar el vaso de agua y deja en la sala a Demián con el joven. —Hola, mi nombre es Martin —dijo con desagrado a su desobediencia de haber entrado a

la casa.

—Hola, Martin, gracias por la sugerencia, pero muero de sed. ¿Eres su hijo? Te pareces mucho a ella.

—Pero qué metiche… Y sí, soy su hijo, el único —dijo con orgullo. —Disculpa, amigo. Qué triste ser único hijo —respondió lamentándose. La señora Estela regresó con el vaso de agua y un sobre amarillo en el que a simple vista se notaba que llevaba una cajita por dentro. Demián tomó el vaso de agua, y salió de la casa —Bueno, gracias por ser tan amable, ha sido un gusto servirle —dijo él. —Toma, Demián, esto es para ti. —¿Qué es eso, señora? ¿Y por qué para mí? —respondió intrigado. —Es uno de los regalos que siempre me llegan en anónimos. Normalmente los regalo y éste es para ti, ábrelo cuando estés en casa. —Nuevamente gracias, Dios le multiplique, que esté bien —dijo apenado—, adiós, Martin. Es un placer. Al finalizar la tarde Demián llega a su casa, entra en su cuarto sin saludar a nadie y con la intriga de lo que contenía el sobre, desesperado rompe el papel y saca la cajita, y junto con ella un papel que decía ―EL SECRETO‖. Demián abre la caja. Dentro había unos diamantes y rubíes pequeños incrustados en una barra de chocolate. Perplejo por lo que sus ojos estaban viendo, no puede creer de tan semejante regalo que le han dado. Muchas cosas pasaban por su mente y solo exclamaba:

—¡LOS MILAGROS EXISTEN, LOS MILAGROS EXISTEN! Emocionado deja la cajita abierta en la cama, va a la cocina a tomar un poco de agua, para asimilar el semejante milagro que le ha ocurrido. Pero cuando llega al cuarto, se percata de que su perrito se había comido el chocolate junto con los diamantes y rubíes. Ahora tenía que esperar a que el perro hiciera popo, pero al pasar las horas el perrito había muerto. Esto le parece extraño. Triste por la muerte del perro, no halla qué hacer para recuperar los diamantes por lo que tiene que operarlo, abrirlo el mismo, porque a esas horas de la noche ningún veterinario estaría abierto. En su desesperación pensaba que los jugos gástricos del perro iban a deshacer los diamantes.

Demián con mucha tristeza decide abrir al perrito y con las manos ensangrentadas saca el primer diamante, luego otro, hasta que logra sacar 7. Puso al perro en una bolsa y lo llevó al basurero. De regreso a casa solo pensaba en que no podía contarle a nadie de todo lo que había sucedido, debía callar y usar bien ese recurso. Al pasar las horas, Demián que había hecho la operación al perro, comienza a sentirse mal y decide acostarse a dormir. Y sin nadie darse cuenta deja de respirar, eran los diamantes los que contenían un mal.

Nevada.

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