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La caminata de Marco – Natalie García
Imagen: Freepik
La caminata de Marco
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abía una vezH un niño llamado Marco, su tristeza era un rastro que dejaba a su paso. Sus padres, aunque amorosos, también eran testarudos. No entendían que Marco quería ser pintor, ilustrar la naturaleza y ser parte de ella. Por eso estaba tan fascinado con su tío, esa alma libre que vivía viajando y al cual tenía tanto tiempo sin ver. Marco, un niño de once años de edad, introvertido pero creativo sentía que el mundo de su familia se cernía sobre sí mismo. No podía decir lo que sentía y tampoco ser lo que decía su corazón. Sus padres lo amaban, pero no entendían esa forma tan colorida de pensar pues ciertamente siendo doctores de unos de los hospitales más importantes de la ciudad, el Hospital Édouard Herriot, no le veían muchos colores a sus vidas. Para ellos, Marco era un niño con grandes talentos que necesitaba ser traído de vuelta a su realidad. Una mañana de abril, Marco decidió ir al bosque. Tener un maravilloso bosque en la parte trasera de su casa era una fortuna, era nada más y nada menos que el famoso bosque de Lyon. ―Hora de caminar‖, pensó Marco mientras se dirigía a la puerta trasera de su casa. El día estaba soleado, y alguien había dejado algunas maletas en el jardín. ―¿A dónde se irá mi padre ahora?‖, pensó Marco mientras bajaba las escaleras hacia el bosque con su carita sin emoción alguna. El niño era la viva imagen de su madre, ojos color azul como el mar revuelto y las mejillas sonrojadas perennemente, su cabello color avellana brillaba con el sol y sus manitos
pequeñas y frágiles sólo dejaban constancia de lo débil que era, con tan solo 1.45cm de altura emprendió su ruta a la parte más profunda del bosque. Orlando descargaba las últimas maletas de su camioneta Ford. Había dejado algunas en el jardín de la casa de su hermano. —¿Estás cansado? —preguntó su cuñada mientras le servía un café— Deberías dormir más. Orlando sonrió como siempre, su alma aventurera y su trabajo le habían enseñado a dormir
poco.
—Estoy muy bien no te preocupes, solo quiero hacer una cosa y es ver a mi sobrino favorito. ¿Dónde está? —Marco salió a caminar temprano al bosque —respondió ella. Orlando había empacado su cámara fotográfica favorita, se cambió su tenis y emprendió su ruta hacia el bosque, ya quería sentir el sol y tomar algunas fotos para su trabajo. Una de las cosas que más amaba en el mundo era a su familia y la fotografía. Con esta última se sentía libre y su espíritu aventurero lo reclamaba a gritos. Con apenas dos zancadas ya estaba dentro del bosque. Claramente era un hombre que se ejercitaba. A diferencia de su hermano, Orlando tenía una altura aproximada de 1.80 cm, sus ojos y su cabello color avellana combinaban perfectamente con su chaqueta Nike color neón. Mientras se adentraba en el bosque de Lyon solo podía pensar en aquel risco al que tanto le gustaba tomar fotos. ―Pues andando‖, pensó el apuesto deportista mientras caminaba, ―Tomaré las mejores fotos‖. Si, definitivamente la mañana era prometedora. Lo que jamás pasó por la mente de Orlando fue que en la punta del risco estuviera su sobrino Marco con la mirada más triste y ausente que haya visto nunca.
—Nadie entiende lo que realmente quiero. Para qué nací entonces si no puedo hacer ni decir lo que me dice mi corazón. La vida no tiene importancia alguna si no eres feliz —repetía Marco una y otra vez mientras caminaba hacia la cima. Cuando llegó pudo sentir la corriente de aire por todo su cuerpo, y al llegar a la cumbre podía ver gran parte del bosque y el agua, agua tan calmada como siempre. Por un segundo pensó en saltar, pero se frenó y giró sobre sí, viendo los árboles pero no distinguió nada. Vio tan rápido que no pudo notar al hombre que corría para llegar hasta él. Y creyendo que estaba solo en el bosque y en su vida, decidió saltar y lo hizo, vaya que lo hizo. Orlando se lanzó tras Marco. Él había saltado en su adolescencia en repetidas ocasiones y no podía imaginar el cuerpo de su pequeño sobrino impactando contra el agua. ―Morirá en segundos‖, pensó Orlando mientras en el aire atrapaba en sus brazos fornidos a su sobrino Marco.
El niño estaba atónito, no solo por la caída sino también por ver a su tío Orlando junto a él. En cuestión de segundos habían entrado al agua. El tío recibió todo el impacto en su espalda mientras que Marco solo se preocupó del agua que había entrado por su nariz. Sin pensarlo dos veces, Orlando comenzó a nadar hasta la orilla. Marco estaba siendo remolcado por su tío, quien al ver a su sobrino seguro en tierra respiro lentamente. Marco lo vio, todavía no podía creer que él estaba allí.
—No se realmente que pretendías —dijo Orlando—, pero solo te diré que te amo. Y yo moriría contigo.