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Devocional
Devocional
El hermano mayor del hijo pródigo
Esperanza en momentos de agotamiento
Hijo, tú siempre estás conmigo y todas « mis cosas son tuyas» (Luc. 15:31). Hay momentos en que ser consecuentes parece pesarnos demasiado. Hemos procurado hacer lo mejor al ser diligentes en nuestros esfuerzos y oraciones, pero sin resultados. Lo peor es que a nuestro alrededor, todos los demás parecen estar colmados de bendiciones.
Quizá usted ha orado por más tiempo y trabajado más duro, pero parece que las oraciones de los demás fueron respondidas sin demora y las suyas no. Está acostumbrado a alegrarse por los que lo rodean, celebrando sus bendiciones y milagros, pero en lo más profundo de su corazón se pregunta: ¿Cuándo será el turno de alegrarme por algo mío? ¿Qué hacemos cuando sentimos que, aunque hemos trabajado, no tenemos resultados que premien nuestros esfuerzos? ¿Qué hacer cuando parece que nuestro esfuerzo solo cosecha silencios?
¿QUÉ HACER?
Cuando sentimos que hemos trabajado en vano, una hermosa historia de reflexión es la parábola del hijo pródigo de Lucas 15:11 al 32. Seguramente conoce la historia. En la parábola, el hijo menor se dirige al padre y le pide la herencia. Aunque el padre no tiene por qué hacerle caso, responde afirmativamente al deseo de su hijo. El hijo se va a un lugar apartado y gasta frívolamente toda la herencia viviendo como desea. Cuando lo azota la hambruna, está tan desesperado que come la comida de los cerdos que está cuidando. Solo entonces se da cuenta de que el siervo más humilde en la casa de su padre es tratado mejor que él en ese momento.
El hijo resuelve que volverá a su padre y le pedirá ser uno de sus siervos. Al llegar a su casa, enfrenta el amor del padre. No solo que lo está esperando, sino que le da la mejor ropa, coloca un anillo y sandalias en sus pies, y organiza una fiesta para celebrar su regreso.
Cuando pensamos en la historia del hijo pródigo, suele presentarse el amor inquebrantable de Dios como tema central. Pero por un momento me gustaría reflexionar en la experiencia del tercer personaje de la historia: el hermano mayor. Creo que el encuentro con su
padre puede dar descanso a su alma atribulada.
EL HERMANO MAYOR
Se nos presenta al hermano mayor diciéndonos que trabaja en el campo. Toma nota del regreso de su hermano cuando escucha la música y percibe que hay gran celebración. La Biblia nos dice que se llena de ira y no quiere unirse a la fiesta. Cuando el padre le pregunta la razón de su ausencia, con frustración, le responde que ha estado en la casa del padre trabajando sin descanso y obedeciendo todas sus órdenes, pero que jamás le organizaron una celebración.
Al explorar esta parábola, se enfatiza la amargura del hermano mayor. No obstante, evaluemos la situación desde su punto de vista. El hermano menor no solo recibe la herencia antes de tiempo y entonces la malgasta, sino que, al regresar después de tomar malas decisiones, recibe el regalo adicional de una celebración. Desde la perspectiva del hermano mayor, ve que se celebra al menor por su infidelidad al padre. Y mientras tanto, aunque él mismo ha sido fiel, no recibe ninguno de los presentes que ha recibido su errático hermano.
Desde esa perspectiva, es comprensible su frustración. Quizá se siente invisible o exhausto, y se pregunta dónde está su recompensa. Quizá está enojado porque siente que se ha recompensado la negligencia de su hermano, mientras que sus esfuerzos y fidelidad han pasado desapercibidos. Quizá está envidioso. Quizá se pregunta cómo podría haber sido su vida o qué alegrías podría haber experimentado si se hubiera llevado la herencia para vivir satisfaciendo sus propios deseos.
Parece ser que el hermano mayor está sufriendo un agotamiento emocional. Pero la respuesta del padre a su agobiado hijo encierra palabras que podemos aplicar a nuestra vida cuando nos sentimos exhaustos, más allá de todo alivio. Esto es lo que el padre le dice al hijo mayor: «Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas». ¿Cuál es la importancia de esta respuesta? El padre ha buscado mostrar a su hijo mayor que el presente anhelado no es la herencia, la percibida libertad o la celebración, sino el padre mismo. El gran regalo siempre fue el amor del padre.
¿CÓMO SE APLICA ESTO A MÍ?
Es fácil creer que cuando oramos por un trabajo, una relación, la estabilidad financiera o alguna forma de éxito y lo logramos, eso es señal de la bendición y bondad de Dios hacia nosotros. De igual manera, cuando las cosas por las que oramos y buscamos se hacen inalcanzables, cuando estamos desilusionados o se nos niega algo, o no podemos discernir una respuesta, solemos equipararlo con una señal del rechazo divino. Es también fácil, como hizo el hermano mayor, pensar que nuestro esfuerzo consistente es una manera de ganarnos el favor de Dios. Pero en algún momento, terminaremos como terminó el mayor: enojados cuando las cosas no salen según nuestros planes y amargados cuando otros sí lo logran.
Cristo quiere que comprendamos que lo que buscamos no se encuentra en cosas tangibles como una herencia, la estabilidad financiera, las relaciones o el éxito. Ni tampoco se puede descubrir en hábitos que nos produzcan satisfacción, como la obediencia, la diligencia o el empeño. No produce satisfacción trabajar mecánicamente en pro de esos objetivos. El anhelo más profundo del corazón es Dios, y él ya es nuestro. Y así como el padre salió a encontrarse con el hijo pródigo en el camino cuando regresaba a su hogar y también se encontró con el agotado hijo mayor en el campo, Dios se encontrará regularmente con
nosotros para recordarnos que él siempre fue el verdadero premio. Nos repetirá esa verdad de maneras casi desapercibidas e íntimas. Somos sus hijos; por lo tanto, tenemos acceso pleno a todo lo que necesitamos, sea que lo sintamos o no.
Cuando hayamos trabajado y dado todo lo que podemos y nuestra alma esté exhausta o cuando nos sintamos tentados a cuestionar si hemos sido olvidados o pasados por alto, desafiémonos con las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que realmente busco? ¿Por qué cosas estoy trabajando? ¿Qué es lo que creo que hallaré si recibo exactamente lo que quiero? ¿Cómo podría cambiar mi mentalidad y conducta si atesorara la idea de que ya tengo el don más grande de todos, que es el amor de Dios? ¿Cómo puedo ver que cada período, sea de abundancia o espera y cada presente, sea tangible o intangible, es simplemente una extensión y reflejo del amor que Dios me ha dado liberalmente? ¿Se siente cansado y tiene muy poco a cambio de todos sus esfuerzos? Lo invito a cobrar ánimo con la promesa que recibió el hijo mayor: Todo lo que pertenece al Padre también es suyo.
Ezrica Bennett es líder joven en la iglesia de la Universidad de Loma Linda en el sur de California,