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Yo iré: el grito de la necesidad desesperada

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Juventud viva

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Viaje conmigo, en su imaginación, a la antigua ciudad de Troas. Es medianoche. Completamente agotado por el difícil viaje, el apóstol Pablo duerme profundamente. De pronto, despierta sobresaltado. Se sienta y mira alrededor. Allí no hay nadie. ¿Fue solo un sueño?, se pregunta. Se acuesta nuevamente, intentando recobrar su interrumpido descanso, pero se le va el sueño. En lugar de eso, lucha con pensamientos que le dan vueltas sobre el sueño, su significado y qué acciones personales debe realizar.

Hacía poco tiempo, Pablo había terminado su primer viaje misionero con Bernabé, a través de lo que hoy se conoce como el sur de Turquía. Al regreso de Pablo a Antioquía, los líderes de la naciente iglesia se dieron cuenta de que la herejía estaba progresando entre las congregaciones establecidas recientemente y le pidieron que volviera y alentara a los creyentes en la verdad.

Puesto que Pablo y sus nuevos compañeros de viaje, Silas y Timoteo, iban de aldea en aldea a lo largo de la ruta ahora familiar para ellos, compartían tanto con judíos como con gentiles el bello mensaje de Jesús y su vida, muerte y resurrección; sus propios testimonios personales de cómo Él cambió sus vidas; y enseñanzas de las Escrituras. Como resultado de su labor, la Biblia dice que las iglesias eran “confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día” (Hechos 16:5, RVR1960).

Ahora, mientras Pablo dormía profundamente en Troas, repentinamente se le apareció un hombre en una visión. Sus súplicas interrumpieron el apacible sueño de Pablo: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!” Estas palabras no eran una sugerencia, sino un desesperado pedido de ayuda, que no estaba en su plan original. ¿Sería que Dios estaba pidiendo a Pablo y a sus compañeros que cambiaran sus planes y llevaran el evangelio a un nuevo territorio, con nuevas personas, idiomas y costumbres y, ciertamente, nuevos desafíos?

Mientras la Iglesia Adventista del Séptimo Día analiza su plan estratégico para los próximos cinco años, las palabras del hombre macedonio -cuyo nombre no se menciona- aún resuenan en nuestros oídos. Mientras, a veces, somos tentados a cubrir el mismo territorio, a recorrer los mismos caminos hacia los lugares conocidos donde la obra de Dios está firmemente establecida, el grito de la necesidad desesperada de los territorios donde no hemos entrado demanda nuestra atención.

Hoy, el 41,6 por ciento de la población mundial se considera no alcanzada. Esto significa que no hay presencia cristiana y no hay recursos cristianos en esa zona. Otro 27,2 por ciento de la población mundial no es cristiana, pero tiene acceso a los recursos. Combinados, significa que casi el 70 por ciento todavía tiene que ser tocado por el mensaje de Jesús y Su amor.

El segundo objetivo del plan estratégico de la iglesia es “fortalecer y diversificar el alcance adventista en las grandes ciudades de la ventana 10/40, entre los grupos de personas no alcanzados y poco alcanzados, y a las religiones no cristianas”. Aunque la iglesia siempre ha puesto un énfasis estratégico en la misión, siempre hay espacio para mejoras y crecimiento.

Lamentablemente, la tendencia en todo el mundo cristiano es que la mayoría de los recursos generados a través de los diezmos y las ofrendas se inviertan en territorios donde la obra de Dios está bien establecida, y no en los lugares más necesitados donde el evangelio todavía no ha entrado.

Si somos sinceros, es más fácil para nosotros invertir recursos para fortalecer iglesias establecidas en lugares como Norteamérica o Sudamérica, o África subsahariana, mientras que lugares como el norte de África, el Medio Oriente y los países densamente poblados de Asia sufren por falta de apoyo financiero y físico. Este segundo objetivo nos saca de nuestra zona de confort y nos llama a abrir nueva obra entre los grupos de personas no alcanzados que todavía están esperando oír acerca de Jesús.

Para determinar cuán exitosos somos en alcanzar esta meta, los líderes de la iglesia han establecido, con mucha oración, 11 indicadores clave de rendimiento (KPIs, por sus siglas en inglés), para ayudarnos a evaluar nuestro progreso en esta obra tan decisiva. Estos KPIs incluyen:

• plantar grupos de adoración, de creyentes, en cada país dentro de la ventana 10/40, donde actualmente no hay presencia adventista (KPI 2.1)

• establecer, por lo menos, un Centro de Influencia para atender las necesidades de las personas en áreas urbanas de un millón de habitantes o más (KPI 2.4)

• desafiar a cada una de las 13 divisiones de la Asociación General para que identifiquen a todas las poblaciones numerosas de inmigrantes y refugiados de sus territorios, y pongan en marcha iniciativas para alcanzarlos con el mensaje salvador de Jesús (KPI 2.7)

• desarrollar para cada asociación y misión un plan de cinco años para aumentar el número de escuelas primarias y secundarias, dando a más niños la oportunidad de recibir una educación cristocéntrica (KPI 2.10)

Esta amplia serie de iniciativas aprovecha la energía y creatividad de los Centros Esperanza de Vida o los Centros de Influencia, que atienden a poblaciones urbanas a través de la educación para el bienestar y la salud física y espiritual; de los “fabricantes de tiendas” que, como Pablo, usan sus habilidades y actividades comerciales para vivir y trabajar en territorios no alcanzados, para encontrar nuevas personas para Jesús; y de otros esfuerzos misioneros creativos en la línea frontal, que crean nuevas oportunidades para conectarse con personas que no han escuchado el mensaje del tiempo del fin, que Jesús desea que Su pueblo proclame al mundo.

¿Cómo respondió Pablo a la visión? La Biblia nos dice que él y Silas zarparon inmediatamente desde Troas, con destino a Macedonia. Llegaron a Filipos, la capital, y se quedaron varios días. Un Sábado de mañana, descendieron al río, donde se reunía un pequeño grupo de personas para orar. Allí conocieron a Lidia, una mujer que tenía medios e influencia. Como Dios abrió su corazón al mensaje del evangelio que compartió Pablo, Lidia aceptó el mensaje, y ella y toda su familia fueron bautizados.

¿Qué habría ocurrido si Pablo hubiese desechado el llamado macedónico? Lidia podría no haber escuchado nunca el mensaje de Jesús y Su poder, que cambió su vida, y se habría retrasado el crecimiento de la iglesia incipiente en esa región.

Así que, ¿qué papel jugará Ud. en esta valiente iniciativa Yo Iré? ¿Consideraría, en oración, cómo puede conectarse con otras personas en su comunidad? Ud. no tiene que viajar al extranjero. Hay muchos inmigrantes en su vecindario, que provienen de países no cristianos. ¡Ud. puede descubrir formas creativas de alcanzarlos! Puede apoyar la educación cristiana para que los jóvenes de todo el mundo tengan la oportunidad de conocer a Jesús en un ambiente seguro. Puede asignar sus ofrendas a ministerios urbanos; para la ventana 10/40 de Misión Global; a los misioneros de las líneas frontales que van a regiones oscuras, donde no hemos entrado. ¿Ud. tiene un negocio o una empresa? Puede usar esas habilidades para emprender una nueva aventura con Jesús, tocando vidas para la eternidad.

Tal como lo hizo con Pablo, el Espíritu Santo interrumpirá nuestros planes, colocará una carga sobre nuestros hombros, y nos ayudará a reorientar nuestras energías para bendecir a la personas que podríamos estar pasando por alto. Cuando Él llame, ¿estará Ud. tan dispuesto como Pablo a responder a Su llamado? Por la gracia de Dios responderemos Yo iré.

Si desea más información respecto del plan estratégico Yo iré, visite IWillGo2020.org/es. Los siguientes recursos también le pueden ser útiles:

• Sitio, en internet, de Misión Global: global-mission.org

• Sitio, en internet, de Misión para las ciudades: missiontothecities.org

• Sitio, en internet, de los Centros Urbanos de Influencia: urbancenters.org

Adaptado con permiso de la Red de Noticias Adventistas.

Beth Thomas es una escritora y editora independiente que vive en Estados Unidos junto a su esposo y sus dos hijos.

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