Capítulo 3: El Caballero del Unicornio

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En la capital de Argelia, Orán, a orillas del Mar Mediterráneo, todavía existen unos seres que mucha gente considera inexistentes, o bién opinan que nunca han llegado a existir. Ya existieron en la lejana Era Mitológica, y con el paso del tiempo han pasado a formar parte de la leyenda. - ¿Por qué han tenido que mandarme a este lugar tan caluroso a entrenar a este mocoso? dijo un hombre de gran estatura. De pelo largo y rubio, tenía una mirada preciosa de ojos azules, a la vez que benévola. - ¡Maestro Milo! ¡No me llame así! ¡Todos mis compañeros del Orfanato se reirían de mí si escucharan sus palabras! - le respondió cabizbajo Jabu. - ¡No me contradigas! - le arremetió Milo a la vez que le propinaba un golpe en la cabeza - . Estoy aquí porque así me lo ha ordenado el Patriarca, y por lo tanto estoy aquí por tu culpa, así que debes aceptar como válido todo lo que yo te diga. - Sí... maestro... - dijo Jabu a regañadientes - . Pero maestro, lo que yo no logro comprender es… ¿acaso existen unicornios en Argelia? Porque es ésa la Armadura por la que voy a luchar, ¿no? - ¡Jabu, eres un ignorante! - le respondió Milo - . La historia ha considerado como leyendas muchos de los hechos que han transcurrido, y así es como han pasado a la posteridad todos los reveses de la historia provocados por los caballeros. Los unicornios aparecen en multitud de leyendas de todo el mundo, pero no son simples leyendas, sino seres reales. - Un momento, ¿me estás diciendo que los unicornios existen? - preguntó Jabu. - ¡Jabu, no me interrumpas! En el caso de Argelia, hay incluso evidencias escritas de su existencia por los españoles; de hecho así lo constató Antonio Clariana en su libro Historia de Argel - respondió Milo, dando una lección de historia a su discípulo. - ¡Oh, maestro! ¿Cómo es que sabes esas cosas? - se atrevió a preguntar Jabu. - ¡Idiota! - le insultó Milo - ¡He tenido que aprenderme todas estas cosas por tu culpa para enseñártelas! ¿Cómo te atreves a preguntar eso? Estaba claro que la relación al principio no iba a ser un camino de flores para ambos. Y aunque no creía en los unicornios, Jabu ya sospechaba algo. - Unicornios, leyendas... entonces, esos sueños que tengo... esas criaturas que veo... ¿sí son reales? ¿qué quieren de mí? Jabu no tenía la menor idea de lo duro que iba a ser su entrenamiento. Él creía que lo vivido en el orfanato Niños de las Estrellas era más duro que lo que iba a vivir ahora en Orán. - Jabu, ya es hora de que empieces tu entrenamiento - le dijo Milo a Jabu -, pero antes, dime, ¿por qué deseas convertirte en caballero? - ¡Maestro! No lo diré hasta que de verdad posea la Armadura, ¡se lo prometo! - le respondió Jabu.


- Estás en tu derecho de guardarte la respuesta, pero si de verdad ansías tanto tener la Armadura del Unicornio, será mejor que empieces ya mismo. ¿Ves esa piedra de ahí? ¡Pues ya deberías ser capaz de romperla! - dijo Milo, a la vez que señalaba a una piedra del tamaño de un puño. - ¿Esa piedra? ¿Cómo voy a romper una piedra con un puño desnudo? Está bién, si de verdad los caballeros son capaces de hacer tal cosa, lo haré - dijo Jabu, a la vez que levantaba su puño al aire. Con el puño en el aire, la mano de Jabu adquirió una pose igual a la de un karateka que va a partir una tabla. Lanzó su mano contra la piedra, pero sólo consiguió hacer que su mano sangrara al estamparla contra la roca. - Está claro que estás muy verde - dijo Milo, a la vez que se reía de su alumno - . Si de verdad quieres ser un caballero, deberías ser capaz de hacer añicos cualquier piedra con facilidad. A continuación, Milo agarró la piedra y con sólo cerrar su puño la piedra se hizo migas, a la vez que salía un destello de luz de su puño. - Jabu, si deseas convertirte en un caballero, deberás encender tu cosmos - le comentó Milo a Jabu - . El cosmos es una energía que reside en todos nosotros. En vez de utilizar nuestra fuerza física, nuestro poder reside en el cosmos. Si logras despertar tu cosmos, serás capaz de destruir los átomos, que es de lo que está compuesta toda la materia. Los animales, las flores, tanto tú como yo, e incluso las estrellas... ¡todo está compuesto de átomos! Jabu, si logras comprender eso, serás un enemigo temible para todos tus adversarios. Pero romper piedras con la mano desnuda era sólo lo más básico. El entrenamiento iba a ser mucho más duro… - ¡Maestro! ¿No se supone que los caballeros utilizan su cosmos en vez de la fuerza física para combatir? ¿Por qué estoy boca abajo con los piés atados colgando de una rama sobre el mar? - preguntó Jabu a Milo. - ¡Idiota! Si no te fortaleces físicamente no serás capaz ni de levantar tu caja de Pandora - le respondió Milo. - Pero maestro, la marea está muy alta y muchas veces las olas me golpean la cabeza, y a estas horas la marea sube y el agua está muy salada y... - ¡Estás en el Mar Mediterráneo, imbécil! - le interrumpió Milo - . ¿Cómo quieres que el agua no esté salada? Si la marea sube es porque tienes que darte prisa. ¡Vamos! ¡No te sacaré de ahí hasta que hagas 1000 flexiones! ¡Vamos, Jabu! ¡Galopa como un unicornio! Milo le miraba fijamente mientras observaba cómo su discípulo hacía las flexiones a gran velocidad.


- Es terco como una mula - pensaba Milo para sí mismo -, pero se compromete con su trabajo y mejora día a día. Muchas veces tengo la sensación de que hay un unicornio observándole desde el otro lado del acantilado. Pero Jabu no se conformaba sólo con el entrenamiento que le daba Milo, sino que todos los días intentaba romper una piedra del tamaño que le indicó su maestro el primer día. - ¿Cómo hizo él para romper la piedra sólo con cerrar la mano? - se preguntaba Jabu - . Por mucho que lo intento todos los días, sólo logro lastimarme la mano. Y encima dice que me ponga a galopar como un unicornio... un momento, galopar como un unicornio... Pero el tiempo pasaba, y con él los años. El entrenamiento fue muy duro, pero Milo no vio progreso alguno en Jabu. - ¡Jabu! Tengo malas noticias para ti - le advirtió Milo a Jabu. - ¿Qué ocurre, maestro? - le preguntó Jabu. - Han pasado 7 años, y el Santuario se muestra muy preocupado, ya que según yo mismo les he informado, todavía no eres capaz ni de romper una piedra - le informó Milo a Jabu - . Por eso, han decidido enviar a un aprendiz del Santuario para que se enfrente contra ti. El ganador de ese combate se enfrentará a un desafío final para conseguir la Armadura del Unicornio. - Vaya, ¡por fín una prueba de verdad! - se atrevió a afirmar Jabu. - ¡No le subestimes! - le advirtió Milo - . El Santuario es famoso por someter a sus candidatos a caballero a los más duros entrenamientos del mundo. ¡Es todo un prestigio entrenarse en el Santuario! Por otro lado, el Santuario no se responsabiliza del resultado de este combate. Eso quiere decir que si uno de los dos acaba gravemente herido o muerto, el Santuario no se responsabiliza. Mi obligación como maestro es protegerte, así que es momento de que te enseñe dónde está guardada la armadura. Jabu, acompáñame. Milo llevó a su discípulo al otro lado del acantilado en el que Jabu solía hacer sus abdominales sobre el nivel del mar. Sobre el acantilado había un peñasco que sobresalía en el terreno. - Esta roca que ves aquí fue golpeada por Asallam, el primer unicornio - le informó Milo - . Ya que no eres capaz de romper una simple piedra, esta vez te ordeno que descubras la hendidura que dejó Asallam sobre esta piedra al golpearla con su cuerno. Si concentras en ese punto toda tu energía cósmica, serás capaz de romperla. Acto seguido, Milo se retiró y dejó a Jabu en solitario. El aprendiz de caballero concentró toda su fuerza en un único punto de la roca, pero no le hizo ningún rasguño. Estaba claro que esa roca era muy diferente. Con sólo golpearla, Jabu pudo notar que esa roca emanaba una energía inusual. - ¿Pero qué le ocurre a esta roca? Noto como si emanara una extraña energía - sospechaba Jabu - . Un momento; Milo me ha dicho que Asallam dejó una hendidura en esta roca. ¿Por qué no puedo verla?


El día llegó. Acababa de amanecer, y el aprendiz del Santuario llegó a Orán, acompañado de su maestro. - ¡Vaya sorpresa! ¡No esperaba verte aquí, Aldebarán! - saludó Milo a su amigo del Santuario. Aldebarán era una auténtica mole que superaba los dos metros de altura y de gran grosor. De pelo rubio, tenía unas cejas fuertemente marcadas que muestran su ruda personalidad y cara de pocos amigos, pero aun así su rostro reflejaba que no era una mala persona, pero que era mejor no molestarlo. - ¡Hola, Milo! - saludó Aldebarán al maestro de Jabu. - ¿Es... ése mi rival...? - preguntó Jabu con una voz temblorosa. - No, Jabu, él es Aldebarán de Tauro, un caballero de oro como yo. - ¡Tu rival es Eneas, mi discípulo! - dijo Aldebarán señalando a su discípulo, que estaba siendo tapado por el enorme cuerpo de Aldebarán. - Vaya, así que todavía no has logrado romper una piedra en siete años... - se jactó Eneas de Jabu - . Me daría vergüenza. Yo le hice un juramento a mi padre Anquises, antes de que muriera. Le prometí que abandonaría la aldea de Rodorio en busca del legendario Santuario de los caballeros de Atenea con el fín de convertirme en caballero e ir en busca de mi madre Vesna, quien fue capturada por unos malhechores hace bastantes años. Hoy por fín lograré cumplir la promesa que le hice a mi padre y me convertiré en caballero. - ¿Ya has terminado de contar tu historia? - le preguntó Jabu en tono arrogante. - ¿Cómo puedes hablar así? ¡Empecemos el combate! - le dijo con enfado a Jabu. - ¡Eneas tiene razón! ¡Que empiece ya el combate! - anunció Milo. La furia de Eneas era tremenda por la falta de respeto que mostró Jabu hacia su familia. Eneas intentó asestar un puñetazo a Jabu, quien logró esquivar el golpe con facilidad, impactando el puño de Eneas en el suelo y provocando una grieta similar a la de el impacto de un meteorito. En ese momento, tanto los caballeros de oro como Jabu se percataron de varias cosas. - ¿No se supone que Jabu era un novato? ¿Cómo ha logrado esquivar el golpe de Eneas con tanta facilidad? - se preguntaba Aldebarán. - ¡Ha esquivado el golpe! ¿Cuándo ha aprendido a desplazarse a tanta velocidad? Y Eneas... me decepciona tu alumno, Aldebarán - pensaba Milo. - ¿Así que eso es lo único que has aprendido a hacer, Eneas? - le preguntó Jabu al pupilo de Aldebarán - . Dime, ¿has sentido alguna vez el cosmos? - ¿Cómo dices? - le preguntó Eneas. Entonces Jabu realizó un salto arremetiendo contra Eneas.


- ¡Galope del Unicornio! - Un sin fín de patadas empezaron a golpear todo el cuerpo de Eneas, quien acabó tendido en el suelo. - Maldito... me has vencido... - se lamentaba mientras lanzaba una mirada de odio hacia Jabu. - Aldebarán, tu alumno no ha despertado el cosmos de su interior y sólo ha utilizado su fuerza física. ¿Por qué lo has traído? - preguntó Milo a Aldebarán. - Soy consciente de ello - afirmó Aldebarán - . Simplemente quería darle una buena lección, ya que se creía tan poderoso como un caballero simplemente por tener una gran fortaleza física. - ¡¿Qué es eso de ahí?! ¡¿Un unicornio?! - exclamó Eneas. - ¡No puede ser! ¿Cuándo lo has hecho, Jabu? - preguntó sorprendido Milo. Donde antes estaba la roca de Asallam, ahora sólo quedaban restos de arena, y sobre ella rebosaba brillante la caja de Pandora del Unicornio, la cual se abrió mostrando la armadura de su interior. Jabu pegó un nuevo salto en el aire, y la armadura se desmontó para ensamblarse en el cuerpo de su recién portador. La diadema, las hombreras, el torso, el cinturón, los brazos y finalmente las rodilleras, toda la armadura se colocó en su cuerpo. - ¡Jabu! ¡Has superado mis expectativas con creces! ¿Cuándo lograste despertar tu cosmos? preguntó Milo. - Me lo mostró el unicornio - afirmó Jabu. - ¿Cómo? - preguntó sorprendido Milo. - Asallam se me mostró mucho antes de lo que creías... - empezó a relatarle Jabu. Los sueños de Jabu con el unicornio no eran casuales. En sus diversas apariciones, podía ver cómo el unicornio realizaba un salto hacia la roca de Asallam para realizar una concatenación de golpes con sus patas traseras en un mismo punto de la roca, logrando así hacer añicos la roca. Recordando el sueño, días antes del enfrentamiento contra Eneas, Jabu fue capaz de concentrar toda su energía en ese punto, surgiendo a la luz la Armadura del Unicornio. - Te ha superado tu propio alumno, Milo - se jactó Aldebarán de Milo. - ¡No digas tonterías! - gritó Milo para intentar callar las carcajadas de Aldebarán. - Vamos, Eneas, levanta - le dijo Jabu a Eneas a la vez que le ofrecía su mano - . Tienes una importante promesa que cumplir. Jabu ya era caballero, y Aldebarán y Eneas ya habían regresado de nuevo a Atenas, pero Milo y Jabu todavía seguían en Orán. - Jabu, hace siete años, me hiciste una promesa - le recordó Milo a Jabu - . ¿Me dirás hoy por qué deseas la armadura?


- Hace siete años, antes de separarnos en el orfanato, le prometí a un amigo que volvería con la armadura para demostrarle lo fuerte que me he hecho - le respondió Jabu - . Se llama Hyoga, y a él le mandaron a entrenar a Siberia. Espero que él también cumpla su promesa de llevar la armadura a Japón. Ahora, sólo quiero enfrentarme a él y vencerle para demostrarle lo fuerte que me he hecho. Milo empezó a mirarle fríamente a la cara, como si no le gustaran las palabras que había dicho su alumno. - ¡Jabu! ¡Las disputas personales están completamente prohibidas por el Santuario! - advirtió Milo a Jabu - . Si el Patriarca me lo ordena, dá por seguro que yo mismo iré a por ti, llegando a matarte si llego a recibir esa misma orden. En cualquier caso, hemos pasado muchos años juntos y quiero salvarte la vida a toda costa. Si tu amigo Hyoga ha ido a entrenar a Siberia, entonces su maestro será el caballero de oro Camus de Acuario, mi mejor amigo, a quien llaman el Mago del Hielo. Mientras que un caballero convencional utiliza su cosmos para destruir los átomos, los caballeros de los hielos se caracterizan por lo contrario, por paralizar por completo el movimiento de los átomos. Si no vas a cambiar de opinión respecto a ese combate, más vale que tengas eso en cuenta si quieres salir vivo de esa batalla. Tras esas palabras, Jabu cogió su Armadura y se dirigió al aeropuerto, rumbo a Tokio.


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