En la capital de Argelia, Orán, a orillas del Mar Mediterráneo, todavía existen unos seres que mucha gente considera inexistentes, o bién opinan que nunca han llegado a existir. Ya existieron en la lejana Era Mitológica, y con el paso del tiempo han pasado a formar parte de la leyenda. - ¿Por qué han tenido que mandarme a este lugar tan caluroso a entrenar a este mocoso? dijo un hombre de gran estatura. De pelo largo y rubio, tenía una mirada preciosa de ojos azules, a la vez que benévola. - ¡Maestro Milo! ¡No me llame así! ¡Todos mis compañeros del Orfanato se reirían de mí si escucharan sus palabras! - le respondió cabizbajo Jabu. - ¡No me contradigas! - le arremetió Milo a la vez que le propinaba un golpe en la cabeza - . Estoy aquí porque así me lo ha ordenado el Patriarca, y por lo tanto estoy aquí por tu culpa, así que debes aceptar como válido todo lo que yo te diga. - Sí... maestro... - dijo Jabu a regañadientes - . Pero maestro, lo que yo no logro comprender es… ¿acaso existen unicornios en Argelia? Porque es ésa la Armadura por la que voy a luchar, ¿no? - ¡Jabu, eres un ignorante! - le respondió Milo - . La historia ha considerado como leyendas muchos de los hechos que han transcurrido, y así es como han pasado a la posteridad todos los reveses de la historia provocados por los caballeros. Los unicornios aparecen en multitud de leyendas de todo el mundo, pero no son simples leyendas, sino seres reales. - Un momento, ¿me estás diciendo que los unicornios existen? - preguntó Jabu. - ¡Jabu, no me interrumpas! En el caso de Argelia, hay incluso evidencias escritas de su existencia por los españoles; de hecho así lo constató Antonio Clariana en su libro Historia de Argel - respondió Milo, dando una lección de historia a su discípulo. - ¡Oh, maestro! ¿Cómo es que sabes esas cosas? - se atrevió a preguntar Jabu. - ¡Idiota! - le insultó Milo - ¡He tenido que aprenderme todas estas cosas por tu culpa para enseñártelas! ¿Cómo te atreves a preguntar eso? Estaba claro que la relación al principio no iba a ser un camino de flores para ambos. Y aunque no creía en los unicornios, Jabu ya sospechaba algo. - Unicornios, leyendas... entonces, esos sueños que tengo... esas criaturas que veo... ¿sí son reales? ¿qué quieren de mí? Jabu no tenía la menor idea de lo duro que iba a ser su entrenamiento. Él creía que lo vivido en el orfanato Niños de las Estrellas era más duro que lo que iba a vivir ahora en Orán. - Jabu, ya es hora de que empieces tu entrenamiento - le dijo Milo a Jabu -, pero antes, dime, ¿por qué deseas convertirte en caballero? - ¡Maestro! No lo diré hasta que de verdad posea la Armadura, ¡se lo prometo! - le respondió Jabu.