Todavía faltaban unas horas para el comienzo del combate entre Jabu y Hyoga. En la Fundación Grad, estaban reunidos en una sala común algunos de los caballeros de bronce: Seiya, Shiryu, Shun y Jabu. - ¡Jabu! ¡No te confíes en el combate contra Hyoga!- le decía Shiryu a Jabu. - ¡Descuida! Yo no me retiraré del combate tal como hizo Shun – dijo Jabu, arremetiendo contra Shun. - Lo siento, chicos. Es mi hermano, y como tal no puedo atacarle – intentaba defenderse Shun. - ¡¿Pero te has dado cuenta de lo que has hecho?! – le preguntaba Jabu - . ¡Le has regalado a Ikki una plaza en las semifinales! ¡No vamos a poder ni ver sus técnicas antes de enfrentarnos a él! - ¡Ya basta, Jabu! – intentó detenerle Seiya - . Ese combate fue un dilema moral muy fuerte para Shun. De igual forma, este combate también será muy duro para ti, ya que Hyoga y tú eráis muy buenos amigos. - Sí, pero a mí no me importará atacarle – respondió Jabu - . Al contrario, se ha declarado rival de todo el mundo, y como tal, no pienso dejarle ganar. - Y sin embargo, es posible que Hyoga no sea tu auténtico rival – dijo Shun, dejando a todos sorprendidos. - ¿Qué quieres decir? – preguntó Jabu.
- Las cadenas de mi armadura estaban nerviosas cuando estuve en el ring delante de mi hermano – explicaba Shun - . Pero la causa no era por tener que enfrentarme contra mi hermano. Durante el combate entre Ban e Ichi, también se mostraron nerviosas. - ¿Quién es entonces el enemigo de Jabu si no lo es Hyoga? – preguntó Seiya en un tono confuso. - Te equivocas – le respondió Shun - . Las cadenas están indicando la presencia de un enemigo común a todos nosotros. Mis cadenas no parecen considerar a Hyoga un rival. - ¿El enemigo puede ser entonces Ikki? – preguntó Shiryu. - Es cierto que mis cadenas se muestran nerviosas ante la presencia de mi hermano – aclaraba Shun - , pero parece como si Ikki no fuese el único rival. Parece como si hubiese alguien observándonos… - Analicemos la información… - dijo Jabu seriamente - . Somos caballeros. Si alguien quiere atacarnos, ¿será porque es enemigo de Atenea? - ¿Qué sentido tiene que quieran atacarnos? – preguntó Shiryu a todos - . Estamos luchando y lastimándonos entre nosotros mismos, no estamos luchando contra ningún otro ejército. Si aquí estuviese Atenea, tendría lógica que quieran realizar un ataque en Tokio. - Atenea está en el Santuario, en Atenas – afirmó rotundamente Seiya - . ¿Será que quieren espiar nuestras técnicas antes de enfrentarnos a ellos? - “¡Las disputas personales están completamente prohibidas por el Santuario! Si el Patriarca me lo ordena, dá por seguro que yo mismo iré a por ti, llegando a matarte si llego a recibir esa misma orden” – empezó a recordar Jabu en su mente las palabras de su maestro Milo - . ¿Será que mi maestro ya ha recibido esa orden? - ¡Jabu! ¿Qué te ocurre? ¡Parece como si te hubieras puesto pálido en un instante! – le dijo Seiya. - ¡Nada! ¡Vayamos al Coliseo! – le respondió Jabu, evitando que le hicieran preguntas comprometidas. Una vez más, el Coliseo estaba a rebosar. Tras visualizar el combate entre Ban e Ichi, la gente estaba ansiosa por ver otro emocionante combate. - ¡La Fundación Grad les dá de nuevo la bienvenida al Coliseo! – ya sonaba una voz por megafonía - . ¡Hoy, veremos los combates entre Cisne y Unicornio, y entre Pegaso y Oso! ¡Que salten al escenario los dos primeros contrincantes! Por las escaleras ya podía verse a Hyoga correr en dirección al ring. Saltó al aire mientras gritó el nombre de su constelación. - ¡Cisneeeeeeee! – gritó Hyoga en el aire.
La Caja de Pandora del Cisne se abrió para mostrar la Armadura de su interior, la cual se desarmó para ensamblarse en el cuerpo de Hyoga antes de que su salto terminara en el suelo. Las botas, las rodilleras, el cinturón, los guantes, el escudo, la pechera y la diadema. Hyoga finalmente cayó en el interior del ring. En la otra punta del Coliseo, ya podía observarse a quien sería su rival, Jabu, corriendo por las escaleras en dirección al ring, realizando un salto y gritando el nombre de su constelación guardiana. - ¡Unicorniooooooo! – exclamó Jabu en el aire. La Caja de Pandora del Unicornio se abrió mostrando la Armadura de su interior. La Armadura se desmontó y empezó a fusionarse con el cuerpo de Jabu para protegerle. Las rodilleras, el cinturón, los guantes, la pechera y la diadema. Jabu aterrizó en el interior del ring y ambos contrincantes ya estaban listos para el combate. - Maestro, si de verdad estás observándonos en secreto, quiero que veas de lo que soy capaz – dijo Jabu para sí mismo. - ¡Que empiece la batalla! – la megafonía indicó el inicio del combate. - ¡Por fin podré daros la lección que os merecéis, empezando por ti, Jabu! – le dijo Hyoga. - No esperes que te lo ponga fácil – le respondió Jabu - . Te has opuesto a todos nosotros, y pagarás caro tu individualismo. - ¡Dejémonos de charla y empecemos! – dijo Hyoga, mientras que empezaba a realizar una especie de baile moviendo sus extremidades. Los termómetros del Coliseo empezaban a bajar muy rápidamente. El público empezaba a abrigarse y a preguntarse por qué de repente hacía tanto frío. No sólo bajaron las temperaturas, sino que misteriosamente empezó a nevar dentro del Coliseo… - ¿Qué está pasando? ¿Cómo puede nevar dentro de un espacio cerrado? – empezaba a preguntarse Jabu - ¿éstos son los poderes que tiene Hyoga? - ¡Jabu, estás muerto! - gritó Hyoga - ¡Polvo de Diamante! Hyoga estiró su brazo apuntando a Jabu y de él empezó a surgir una poderosa tormenta de afilada nieve cristalizada. Jabu intentó protegerse del ataque con sus dos brazos, pero de nada sirvió su defensa, ya que se formó una película de hielo por todo su cuerpo. Finalmente, Jabu cayó al suelo. - ¡Vaya! Se vé que no nieva mucho por Orán – se jactó Hyoga de Jabu - . Ha sido demasiado fácil vencerte, me has defraudado, Jabu. - ¿Ya estás cantando victoria? – Jabu empezó a levantarse del suelo, rompiendo el hielo que le cubría el cuerpo. - ¿Cómo has podido resistir mi gélido ataque? – preguntó Hyoga sorprendido.
- ¿Te has olvidado de que tengo una armadura de bronce? – le dijo Jabu - . Parece mentira que siendo un caballero de los hielos que no sepas que para hacerme daño que deberás superar los 150 grados bajo cero, que es el límite que soportan nuestras armaduras. ¡Vamos! ¡Te desafío a que me ataques de nuevo! - Ya está Jabu haciéndose el chulo – empezaba a decir Seiya a sus compañeros - . Lo puede pagar muy caro si se confía tanto en sí mismo. - Por cierto, Shun, ¿están tus cadenas alteradas? – preguntó Shiryu a Shun un tanto a escondidas, sin que se enterase Ikki en particular. - Sí, nos observan por todas partes – afirmó sorprendido Shun - . Pero en ningún caso Hyoga es nuestro enemigo. - ¡Está bién! ¡Si eso es lo que quieres, así será! – exclamó Hyoga - . ¡Polvo de Diamantes! Una nueva corriente gélida se estrelló contra Jabu, pero esta vez el Caballero del Unicornio fue capaz de mantenerse en pié. - ¿De veras crees que vas a vencerme realizando el mismo ataque? – se jactó Jabu - Yo diría que el ataque ha sido incluso más débil que el anterior. - ¿Por qué no miras tus piernas? – preguntó Hyoga en un tono frío. - ¿Cómo…? – Jabu se sorprendió al ver sus piernas completamente congeladas y completamente pegadas al suelo - ¡Estoy perdido! Hay veces que tengo que darle la razón a ese burro alado… - ¡Muere, Jabu! ¡Kholodnyi Smerch! – exclamó Hyoga unas palabras en ruso a la vez que propinaba un puñetazo a Jabu que le lanzó por los aires, separándose por fin las piernas del suelo. El cuerpo de Jabu se estampó contra el suelo del ring, donde las piernas del Caballero del Unicornio estaban completamente entumecidas debido al poder congelante de Hyoga. - ¡Mis piernas! ¡Con mis piernas en este estado no podré hacerle nada! – exclamó Jabu para sí mismo. - “Los caballeros de los hielos se caracterizan por paralizar por completo el movimiento de los átomos” – una voz le vino a la mente de Jabu. - ¡Maestro Milo! – Jabu recordó las palabras de su maestro en Orán. - “Un caballero convencional utiliza su cosmos para destruir los átomos” – prosiguió recordando Jabu. - Mi maestro tiene razón – empezó a afirmar Jabu - . - ¡Jabu, estás acabado! – gritó Hyoga - . En tu estado actual, no podrás resistir otro ataque mío. ¡Admite tu derrota si no quieres morir!
- Lo siento Hyoga, pero yo soy más cabezota que el burro alado – dijo Jabu, a la vez que se burlaba de Seiya. Las piernas de Jabu empezaron a humear, derritiendo el hielo que las había entumecido y logró volverse a poner en pié, causando furor entre el público. - ¡Hyoga! ¡Me has subestimado! – exclamó Jabu - ¡Recibe como muestra la mejor de mis técnicas! ¡Galope del Unicornio! Jabu se dirigió a toda velocidad contra Hyoga y de un único salto le asestó varios centenares de patadas al Caballero del Cisne, que acabó derribado y prácticamente inconsciente. - ¡Ganador: Unicornio! – se anunció por megafonía. - ¡Hyoga! Si yo hubiese sido otro caballero, seguramente le habrías vencido sin problemas, pero mi poder se basa en mis piernas, por lo que simplemente me bastó con incrementar mi cosmos para contrarrestar tu frío – le explicó Jabu. - ¡Jabu! Aunque ahora me hayas vencido, tengo una misión que cumplir – le dijo Hyoga en un estado moribundo - . Aunque no lo consiga yo, otros lo harán en mi lugar. Acto seguido, Jabu cayó al suelo, a la vez que se agarraba ambas piernas. - ¡Mierda! ¡¿Qué es este frío?! – Jabu sufría ahora los efectos sufridos tras el entumecimiento de las piernas. - ¡Que entren las camillas! – exclamó Tatsumi desde el palco. El servicio de emergencias entró en el ring con un par de camillas para llevarse a ambos caballeros. - ¡Jabu! ¡No creas que la medicina convencional te salvará tus piernas…! – le dijo Hyoga, antes de caer inconsciente. Pero la función no podía detenerse, y en cuanto se llevaron a Hyoga y a Jabu, empezó a anunciarse por megafonía el siguiente combate - ¡El siguiente combate es entre Pegaso y Oso! ¡Que salten ambos contendientes al campo de batalla – se anunció por megafonía. Seiya empezó correr por las escaleras en dirección al ring. Realizó el debido salto y gritó el nombre de su constelación guardiana. - ¡Pegasooooo! – exclamó Seiya. La Caja de Pandora en la cual estaba guardada la Armadura de Pegaso se abrió respondiendo a la llamada de su portador, y en su interior apareció la Sagrada Armadura, que se desmontó para ensamblarse en el cuerpo de Seiya. Rodilleras, guantes, cinturón, pechera, hombreras y diadema. Posteriormente Geki, el Caballero del Oso, hizo lo mismo para adentrarse en el interior del ring. Corrió por las escaleras hacia abajo y realizó el correspondiente salto, gritando el nombre de su Armadura.
- ¡Osooooo! – gritó Geki. La Armadura del Oso apareció tras abrirse la Caja de Pandora, y la Armadura se desmontó para acoplarse en el cuerpo de Geki. Las rodilleras, los guantes, el cinturón, las hombreras (ampliamente abultadas) y finalmente la diadema. Se produjo un gran estruendo al caer Geki finalmente en el suelo, ya que su volumen corporal era ampliamente el de mayor tamaño de entre los caballeros participantes en el Torneo Galáctico. - Es una lástima que me haya tocado luchar contra ti – dijo Geki a la vez que ponía su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Seiya - . ¿Pero qué…? Geki sintió cómo su mano derecha empezó a calentarse de manera inusual, y la retiró de inmediato como si estuviera a punto de empezar a arder. - No deberías tocarme así justo antes de empezar un combate – le informó Seiya - . Ahora mismo estoy completamente concentrado y yo y mi armadura estamos compenetrados al unísono, por lo que mi energía cósmica produce ese calor que acabas de sentir. - ¡Venga, Seiya! ¡No me vengas con tonterías! – le dijo Geki - . Pero tranquilo, como antiguo compañero del Orfanato que eres, iré con cuidado para no matarte. - ¡Seika! ¡Espero que me estés viendo! – pensaba Seiya - . demostrarte que estoy aquí!
¡Lucharé y venceré para
- ¡Que empiece el combate! – sonó por megafonía. Seiya se abalanzó contra Geki y le propinó una buena patada en la barbilla, haciendo caer a Geki al suelo. Por las pantallas del Coliseo podía verse la potencia del impacto, que alcanzó los 1375 kilos. - ¿Sólo 1375 kilos? – preguntó Geki a la vez que se levantaba - . Creía que en el Santuario te habrían dado un mejor entrenamiento. A continuación Geki realizó una embestida contra Seiya, quien logró detener la embestida con ambos brazos. ¡La embestida alcanzó los 1403 kilos! - ¿A duras penas has logrado superar los 1400 kilos? – preguntaba Seiya. - ¡Seiya, has caído en mi trampa! – le dijo orgulloso Geki, quien agarró a Seiya del cuello con ambas manos - ¡Vamos, Seiya! ¡Ríndete si no quieres acabar muerto! La presión ejercida sobre el cuello de Seiya ya alcanzaba los 1870 kilos, una presión que acabaría con la vida de cualquier ser humano si no fuese un caballero. Pero Seiya no parecía querer darse por vencido. - ¡Ríndete, Seiya! – le insistía Geki - . Mi entrenamiento consistió en matar osos con mis propios brazos en las Montañas Rocosas de Canadá para poder sobrevivir. Al igual que el poder de Jabu reside en sus piernas, mi poder reside en mis brazos. - ¡Seiya, Seiya! – empezaba a resonar una voz en la mente de Seiya - ¡Seiya, despierta!
La presión ejercida sobre el cuello de Seiya ya alcanzó los 1940 kilos, pero parecía como si la voz de su maestra Marin se manifestara en su mente. Seiya se había quedado inconsciente en los brazos de Geki, pero aun así estaba recordando una antigua enseñanza de su maestra de hace varios años trás. - ¡Seiya, despierta! – le gritaba Marin - ¡Seiya, deja de quedarte dormido durante mis explicaciones! – le reprochaba Marin - . Ahora quiero que me prestes mucha atención, porque lo siguiente podrá salvarte la vida si te encuentras ante un rival que te supera en fuerza física. - ¡Sí, Marin! – le respondía Seiya, que a duras penas lograba mantenerse despierto. - Bien, escúchame – le decía Marin - . Si tu oponente tiene poderosas piernas, debes atacarle a las piernas; si tiene unos poderosos brazos, ¡rómpele los brazos! ¿Me escuchas, Seiya? ¿Seiya? ¡Seiya! Seiya volvía a quedarse dormido, pero su mente ya estaba regresando al presente rememorando las palabras de su rival y de su maestra… “mi poder reside en mis brazos”, “¡rómpele los brazos!”… De una forma un tanto inconsciente, los brazos de Seiya se movieron y se agarraron a los brazales de Geki. Mientras tanto, el video marcador ya empezaba a mostrar la desorbitante cifra de los 3000 kilos. - ¡El cuello de Seiya se va a partir! – empezaba a gritar la gente del público. Y sin embargo, lo que empezó a romperse fueron los brazales de Geki, que empezaron a agrietarse, pero la presión ejercida por los brazos de Geki sobre el cuello de Seiya ya alcanzó los 4000 kilos. Pero repentinamente, Seiya ejecutó una patada que rompió la armadura de Geki y le hizo caer contra el suelo. Mientras que por las pantallas se anunció el ganador: ¡Pegaso! La gente se quedó atónita, pues no podían entender cómo el cuello de Seiya logró soportar toda esa presión y cómo logró derrotar a Geki con una sóla patada. - Creo que las pantallas no estaban mostrando la presión que estaban ejecutando los brazos de Geki sobre el cuello de Seiya – afirmó Ichi desde la zona donde se encontraban los otros caballeros aún participantes. - Tienes razón – le confirmaba Nachi - . Ha llegado un punto en el que la pantalla mostraba la presión de las manos de Seiya sobre los brazos de Geki. Si hubiese sido al revés, ni si quiera un caballero habría logrado superar esa presión. - En cuanto a la patada, en realidad no fue una única patada – decía Shiryu. Una persona normal no es capaz de verlo, pero en realidad Seiya ha propinado al menos 10 patadas a la velocidad del sonido. Sólo los caballeros somos capaces de ver esos ataques a semejantes velocidades.
- ¡Señorita Saori! ¡Convendría detener el avance de Seiya como sea! – le decía Tatsumi a Saori en el palco - . Seiya está decidido a ganar como sea y no me fío de lo que pueda hacerle a la Fundación Grad. - Tranquilo, Tatsumi – intentaba calmarle Saori - . Todavía queda mucho torneo y tampoco creo que Seiya vaya a hacerle algo malvado a la Fundación.