En el hospital de la Fundación Grad se encontraba Jabu recuperándose de su combate contra Hyoga. A su habitación, acudieron a visitarle Shiryu, e incluso Seiya, que mostraron interés por el estado de su antiguo compañero de orfanato. - ¿Qué tal te encuentras, Jabu? – le preguntó Shiryu. - Los médicos no quieren que prosiga en el Torneo Galáctico – dijo Jabu. - ¿Cómo? - preguntó sorprendido Seiya. - A pesar del avanzado sistema sanitario del hospital de la Fundación Grad, dicen que ven inviable salvar mis piernas – afirmó en un tono triste Jabu, a la vez que Seiya y Shiryu palidecieron al escuchar estas palabras - . ¡Pero yo soy un caballero! ¡No puedo darme por vencido tan fácilmente! - ¡¿Estás loco, Jabu?! – preguntaba aterrorizado Seiya. - Además, deseo que pases a semifinales, Seiya – le dijo Jabu - . Deseo enfrentarme contra ti y darte una buena paliza. - ¡Pero Jabu! ¡Si sigues luchando a parte de perder ambas piernas puedes llegar a morir! – exclamó Seiya alarmado. - Jabu tiene razón – irrumpió Shiryu en la conversación. - ¿Cómo dices? – preguntaba sorprendido Seiya.
- Estamos siendo espiados por alguien – aclaraba Shiryu - . Somos caballeros. No conviene que mostremos signos de debilidad ante nuestro enemigo. Como caballeros que somos, debemos darlo todo siempre que sigamos vivos. Si el enemigo ve que estamos debilitados, no dudará en atacarnos. - En cualquier caso, sigo sin entender este torneo – afirmaba Seiya - . Todos vamos a acabar bastante mal parados tras nuestros enfrentamientos. - Ahora no es momento de pensar en eso – le dijo Shiryu - . ¡Vayamos de inmediato al Coliseo! ¡Hoy nos enfrentaremos en singular combate! El Coliseo estaba a rebosar de gente, como todos los días. Y en su interior, ya se estaba dando la bienvenida a todos los asistentes. - ¡Bienvenidos de nuevo al Coliseo de la Fundación Grad! – la megafonía del Coliseo ya estaba en pleno funcionamiento - . ¡Hoy asistiremos a los combates entre Lobo e Hidra, y entre Dragón y Pegaso! ¡Los ganadores de los combates de hoy se clasificarán para semifinales! Sin más preámbulos, ¡que salten al escenario el Lobo y la Hidra! La gente empezó a gritar de júbilo, y por las escaleras empezó a correr, en dirección al ring, Nachi, el Caballero del Lobo, quien pegó un salto y gritó el nombre de su constelación en el aire. - ¡Looooooboo! – gritó Nachi. Las rodilleras, el cinturón, los guantes, la pechera, los hombros, y finalmente la diadema, se acoplaron en el cuerpo de Nachi de una forma bastante espectacular. Nachi finalmente aterrizó en el ring. - ¡Auuuuuuuuuuuuuu! – gritó Nachi a modo de aullido, provocando que el público presente estallara de júbilo ante tal espectacular aparición en escena. - ¿Es necesaria tanta chulería? – preguntaba Seiya a Shiryu. - Nachi siempre ha sido muy parecido a Jabu – le respondió Shiryu. Mientras Seiya y Shiryu hablaban, ya podía verse a Ichi correr por las escaleras en dirección al ring, pegando el habitual salto y gritando el nombre de su constelación guardiana. - ¡Hidraaaaa! – gritó Ichi. La caja de Pandora de la Hidra se abrió siguiendo la orden de su dueño y se desarmó para acoplarse en el cuerpo de Ichi. Las rodilleras, el cinturón, los guantes con sus garras de la Hidra, la pechera, las hombreras, y la diadema. Ichi aterrizó en el ring. Ambos contendientes ya estaban listos para la batalla. - Nachi, tu espectacular aparición habrá sido en vano – le dijo Ichi a Nachi. - ¡Ichi, tendrías que mirarte al espejo! – le dijo Nachi a Ichi.
- ¿Cómo? – preguntó Ichi. - ¡¿Has visto lo feo que eres?! – preguntó Nachi en un tono burlón. Las carcajadas se hicieron eco entre todo el público. - ¡¡¡¿Cómo te atreves a decir eso?!!! ¡Yo soy muy bello! – Ichi intentaba defenderse, pero eso sólo provocó más carcajadas entre el público allí presente. - ¡Que empiece la batalla! – se anunció por megafonía el inicio del combate, interrumpiendo la discusión entre ambos contendientes. - ¡Pagarás caras tus palabras! – exclamó Ichi mientras se lanzaba contra Nachi para asestarle un puñetazo. - Ichi, tu punto débil siempre ha sido tu escasa velocidad. – le dijo Nachi, quien logró esquivarle con suma facilidad y le golpeó un rodillazo en el estómago. Ichi se quedó asfixiado tras recibir ese golpe, llevándose ambas manos a su estómago y casi cae desmallado al suelo, pero aun así logró mantenerse en pié para hacer frente al siguiente ataque. - ¡Recibe mi ataque, Ichi! ¡Aullido Mortal! - Nachi lanzó un poderoso puñetazo que atravesó el aire e impactó sobre el cuerpo de Ichi a la velocidad del sonido, haciéndolo sufrir como si hubiese sido mordido por las mandíbulas de un lobo salvaje, y haciéndole caer al suelo. El público estalló una vez más en júbilo al observar el poder del Caballero del Lobo, pero Ichi no se iba a dar por vencido tan fácilmente. El Caballero de la Hidra se levantó como buenamente pudo y le dirigió unas palabras a Nachi. - ¡Nachi! ¡No cantes victoria tan pronto! – exclamó Ichi - . Puede que a mí me cueste más que a los demás realizar ataques que alcancen la velocidad del sonido, pero la victoria no consiste sólo en alcanzar velocidades impredecibles. - ¿Y cómo piensas vencerme si no? – preguntaba Nachi - . ¿Has visto el estado en el que te encuentras? Está bién, volveré a ejecutar mi ataque contra ti, pero esta vez no tendré piedad alguna. Nachi volvió a hacer un gesto con sus brazos y realizó un poderoso ataque, todavía más rápido y feroz que el anterior, que impactó de lleno sobre Ichi, quien no pudo hacer nada esta vez por esquivarlo. Ichi volvió a caer sobre el suelo, retorciéndose de dolor. Por su parte, Nachi se dirigió hacia él y le agarró de su muñeca derecha, sosteniéndole en el aire, de igual forma que si de un cadáver se tratase. - ¿Qué era lo que decías, Ichi? – preguntaba orgulloso Nachi - . ¡¿Pero cómo?! En ese momento Nachi descubrió que tenía clavadas en ambos brazos las garras de la Hidra.
- ¡Veamos por la gran pantalla lo que ha sucedido! – anunciaba una voz por megafonía, mientras que unas pantallas gigantes mostraban a cámara súper lenta lo que había ocurrido momentos antes. En el ataque que realizó Ichi y acabó recibiendo el rodillazo de Nachi, pudo observarse que la Hidra le clavó sus garras en la parte trasera de su brazo izquierdo. En el primer ataque de Nachi, se pudo ver que antes de que ejecutara su técnica Ichi logró acercarse a gran velocidad y clavarle otras garras en la parte superior de su brazo derecho. En el segundo ataque de Nachi, también pudo observarse cómo Ichi intentó clavarle sus garras directamente en la cabeza de Nachi, pero esta vez Ichi estaba tan debilitado que no logró clavarle las garras a tiempo y recibió de lleno el ataque de Nachi. - ¡¿Cómo?! ¡Tengo garras de la Hidra clavadas en ambos brazos! – exclamaba Nachi, - ¡Y más garras que tendrás clavadas en tu mano derecha! – exclamó Ichi mientras que otras garras surgieron de su mano derecha y se clavaron directamente en la mano derecha de Nachi, quien soltó a Ichi de inmediato y se agarraba su mano retorciéndose de dolor, arrancándose de inmediato todas las garras. - ¡Está perdido! – exclamaba la gente del público. - ¡Nachi, estás derrotado! – exclamaba Ichi. - ¡No cantes victoria, Ichi! ¡Todavía puedo seguir luchando! – afirmaba Nachi. Nachi una vez más hizo su gesto con sus brazos para realizar una vez más su Aullido Mortal, provocando el asombro del público al ver la resistencia del Caballero del Lobo. - ¡Aullido Mortal! – volvió a exclamar Nachi, quien dirigió su ataque contra Ichi. - ¿Qué te ocurre, Nachi? Parece que ahora yo soy más rápido que tú – se jactaba Ichi. El público se sorprendió al ver que Ichi había logrado esquivar el ataque de Nachi, a pesar del lamentable estado en el que se encontraba. - ¡Maldito! ¡Sigues siendo tan lento como siempre! – exclamaba Nachi. - ¡Correcto! ¡Pero mi veneno ya corre por tus venas y ha ralentizado todo tu cuerpo! – le explicaba Ichi. Acto seguido, Nachi ya era incapaz de mantenerse en pié y cayó inconsciente al suelo. La megafonía empezó a sonar en el Coliseo: - ¡Ganador: Hidra! – anunció la megafonía. Tras anunciar al ganador, Ichi levantó el brazo derecho en señal de victoria, y cayó inconsciente al suelo. Los servicios de emergencia entraron de inmediato al ring y se llevaron a ambos caballeros en sus respectivas camillas.
- Ichi ha logrado clasificarse para las semifinales, pero dudo mucho que logre hacer algo frente al Fénix, quien llega al combate completamente fresco y sin ningún rasguño – comentaba Tatsumi a Saori en el palco. - Es probable que ni si quiera llegue a realizarse ese combate – dijo Saori. - ¡¿Cómo?! – preguntó sorprendido Tatsumi. - ¡Tatsumi! ¡Anuncia el siguiente combate! – ordenó Saori a Tatsumi. - Sí, señorita Saori – dijo Tatsumi, a la vez que le hacía la debida reverencia. Tatsumi hico el correspondiente ademán, y empezó a sonar por megafonía el anuncio del siguiente combate. - ¡A continuación se inicia el segundo combate del día, que será entre Dragón y Pegaso! ¡Que salten ambos contendientes al escenario! – se anunció por megafonía. Shiryu empezó a correr por las escaleras hacia el ring y realizó el habitual salto para exclamar el nombre de su constelación. - ¡Dragóóón! – exclamó Shiryu. La caja de Pandora del Dragón se abrió, mostrándose en su interior la Armadura del Dragón, la cual se desarmó para acoplarse en el cuerpo de Shiryu. Las rodilleras, el cinturón, el brazalete, el escudo, la pechera, las hombreras, y finalmente la diadema. Una vez vestida la armadura, Shiryu aterrizó en el ring. Acto seguido, Seiya realizó el mismo procedimiento. Corriendo las escaleras hacia abajo, realizó el habitual salto para gritar el nombre de su constelación guardiana. - ¡Pegasoooo! – gritó Seiya. Una vez más, la caja de Pandora de Pegaso se abrió por sí sóla para que la armadura se desarmara para acudir en ayuda de su portador. Las rodilleras, el cinturón, los guantes, la pechera, las hombreras y la diadema. Ambos contendientes ya estaban listos para enfrentarse el uno contra el otro. Pero algo despistó a Shiryu. Giró de una forma muy automática su cabeza en dirección a un punto muy específico de las gradas. Allí se encontraba una joven, de larga trenza, que por su rostro y sus vestimentas se averiguaba fácilmente que era una mujer china, de gran belleza. - ¡Shunrei! ¿Qué haces aquí? – se preguntaba Shiryu. - ¡Que empiece el combate! – se anunció por megafonía. - ¿Algún problema, Shiryu? – preguntó Seiya. - No, ninguno. Simplemente me pareció reconocer a alguien de entre el público – dijo Shiryu - . Será mejor que acabe este combate ya mismo.
- ¿Cómo? ¿A qué te refieres? – preguntaba Seiya. Sin darle respuesta a Seiya, Shiryu lanzó un puñetazo, al igual que una lanza afilada, contra la cara de Seiya, derrumbándole con ese simple golpe. La gente del público empezó a murmurar que el Dragón había logrado vencer al Pegaso de un solo golpe. Pero la joven Shunrei se dirigió a la primera fila de las gradas, donde Shiryu ya pudo verla perfectamente e incluso conversar con ella. - ¡Shunrei! ¿Por qué estás aquí? – preguntó sorprendido Shiryu - ¿Ha pasado algo malo? - ¡Shiryu! ¡El viejo maestro está muy enfermo! – le exclamó la joven Shunrei. - ¡¿Cómo?! ¿Mi maestro…? – dijo Shiryu en un tono apenado – Mi maestro fue quien me enseñó todo para convertirme en caballero. ¡No puedo quedarme aquí! ¡Ahora que he logrado derrotar a Seiya, vayamos rápidamente a China a socorrerle! - ¡Shiryu, detrás tuya! – le advirtió Shunrei. - ¿Cómo? ¿Has logrado resistir mi golpe? – preguntó sorprendido Shiryu. - Shiryu, tu golpe es afilado como una lanza, pero con un ataque así no podrás derrotarme – le dijo Seiya. - Está bién. Shunrei, espera unos segundos más. En el siguiente golpe le derrotaré – dijo Shiryu confiado. Shiryu empezó a realizar unos gestos con sus brazos, y pareciese como si un auténtico dragón estuviese recorriendo el cuerpo de Shiryu por los huecos que iban dejando sus brazos alrededor de su cuerpo. - ¡Dragón Ascendente! – Shiryu realizó un golpe el vertical que lanzó a Seiya por los aires y le hizo caer de cabeza contra el suelo - ¡Venga, Shunrei! ¡Vámonos! - ¡Shiryu! Pegaso… - le decía Shunrei a la vez que señalaba hacia el ring. - ¡¿Cómo es posible?! ¡Ahora deberías de estar muerto! – exclamaba Shiryu. - ¡Te estás olvidando de que soy un caballero! Y no sólo eso, sino que además puedo contra atacarte. ¡Toma esto! ¡Meteoros de Pegaso! – dijo Seiya a la vez que ejecutaba su ataque. Shiryu empezó a mover su escudo en todas direcciones bloqueando todos y cada uno de los golpes de Seiya. - ¡Muy bién, Seiya! – dijo Shiryu - . En efecto, eres capaz de lanzar 100 golpes por segundo, pero para vencerme a mí deberás superar los mil golpes por segundo. - ¡¿Cómo?! ¡Ha logrado bloquear todos mis golpes con el escudo! – se sorprendía Seiya - . ¡Y ese escudo no ha recibido ni un solo rasguño! - ¡Seiya, mi escudo no es un escudo convencional! – dijo Shiryu orgulloso de su escudo – Recuerda que yo fui mandado a entrenar a Rozan, en el Pico de los Cinco Ancianos. Dice la
leyenda, que la cascada de los Cinco Picos cae desde los mismísimos cielos, y en el fondo de esa cascada reposaba la Armadura del Dragón. Sobre este escudo ha caído la fuerza de esa cascada desde los propios cielos desde la Era Mitológica, y por lo tanto y resistencia es superior a la del diamante más duro. Por lo tanto, por muy fuertes que sean tus golpes, no tienes forma ni de destruir este escudo ni de vencerme. ¿Lo entiendes, Seiya? - ¡Recuerda que soy un caballero! ¡No me rendiré ante nada! – le exclamó Seiya. - ¡Está bién! ¡Cómo tú quieras! – le exclamó Shiryu mientras se lanzaba contra él con su puño. Seiya detuvo el ataque con su brazalete izquierdo, pero el afilado puño del Dragón destruyó el brazalete y logró golpear de nuevo a Seiya, quien salió disparado por los aires y cayó contra el suelo. - Veo que no lo has entendido, Seiya – dijo Shiryu - . Tanto como mi escudo como mi puño, tienen la misma fuerza. En otras palabras, mi armadura tiene la defensa perfecta. Pero Seiya se levantó de nuevo, como si de repente, se hubiese acordado de algo. - ¡Shiryu! ¡Sé cómo destruir tu puño y tu escudo! – le exclamó Seiya. - ¡Imposible! ¡Mi escudo y mi puño son irrompibles! ¡Un momento! ¡¿Por qué te lanzas así contra mí?! – empezó a exclamar Shiryu. Seiya se lanzó de frente contra Shiryu, de una manera prácticamente suicida. Sin embargo, unas décimas de segundo después, pudo presentarse una escena realmente dramática. El puño y el escudo del Dragón estaban completamente destruidos. Y no sólo eso, sino que la diadema de Seiya estaba destruida y le sangraba la cabeza. La gente no entendía lo que acababa de suceder. - ¡Atentos, por favor! – empezó a sonar la voz por megafonía – A continuación vamos a mostrar por las pantallas qué es lo que acaba de suceder. Las pantallas mostraban a Seiya atacando de frente a Shiryu, en lo que parecía un ataque suicida, en dirección al escudo del Dragón. Al acercarse Seiya, Shiryu puso su escudo para protegerse, provocando el impacto de la cabeza de Seiya contra en escudo y su correspondiente sangrado. Tras eso, aprovechando que Seiya reposaba su cabeza contra el escudo, Shiryu quiso aprovechar para golpearle con su puño derecho, pero eso fue un ataque que se esperaba Seiya, y se agachó a tiempo para que el puño del Dragón golpeara contra el escudo de Dragón, acabando ambos destruidos en el acto. - ¡Seiya! ¡¿Cómo has podido llegar a este extremo?! – preguntó sorprendido Shiryu. - Muy sencillo – le respondía Seiya - . Me acordé de una leyenda china que me contó mi maestra Marin. Según esa leyenda, había un hombre que vendía lanzas que penetraban cualquier escudo, y escudos que no podían ser penetrados por ninguna lanza. Cuando ambos objetos se enfrentaron entre sí, acabaron destruyéndose mutuamente. ¡Shiryu! ¡Tú deberías conocer esta historia mejor que nadie!
- ¡Cierto! ¡Pasé por alto esa leyenda que me contó el viejo maestro! – exclamó Shiryu para sí mismo. Entonces, Seiya cayó inconsciente al suelo, como producto de la sangre derramada tras impactar su cabeza contra el escudo del Dragón. Entonces, una serie de voces le vinieron a la mente de Seiya. - ¡Seiya! ¡Te estoy viendo por la televisión! - ¿Hermana? – preguntaba Seiya. - ¡Demuéstrame que no he malgastado siete años de entrenamiento con un niño mimado! - ¿Marin? – la voz de su maestra le habló. - ¡Seiya, no te rindas! - ¿Miho? – también le apoyaba Miho. - Es cierto, debo pelear por mi hermana y no rendirme – afirmó Seiya. - ¡Señorita Saori! – le suplicaba Tatsumi – le ruego que detenga esta disputa. ¡Si uno de los dos muere, la imagen de la Fundación Grad acabará seriamente manchada! - La lucha debe continuar – dijo Saori con un tono frío. A continuación, y para sorpresa de muchos, Shiryu decidió desprenderse de toda su armadura. El público estaba más que confuso. - ¡Shunrei, ruego que me disculpes! – le dijo Shiryu a Shunrei – Seiya es un digno adversario y el combate durará más de la cuenta. Ruego que esperes un poco más. - ¡Pero Shiryu! ¿Por qué te has quitado la armadura? – le preguntó alarmada Shunrei. - Con mi escudo y mi puño destruidos, la armadura me es inútil – afirmó Shiryu. - Está bién, Shiryu, yo también me quitaré la armadura para que luchemos en igualdad de condiciones – dijo Seiya mientras se quitaba la armadura. - ¡Estáis más locos que yo! – exclamaba Jabu desde su habitación del hospital, quien estaba viendo el enfrentamiento por televisión - ¡las armaduras protegen vuestros cuerpos! ¡Un cuerpo sin armadura no es capaz de soportar el golpe de un caballero de bronce! - ¿Por qué luchan con esa determinación hasta el final? – se preguntaba Hyoga desde su habitación del hospital - ¿De verdad luchan por motivos personales? ¿O hay algún otro motivo más? En cualquier caso el combate está acabado. El primero que reciba un golpe de su oponente acabará derrotado. - ¡Seiya! ¿Por qué continuamos con esta batalla? – preguntaba Shiryu – Está claro que ninguno de los dos está luchando por la Armadura de Oro. Cuando llegué a los Cinco Picos, mi vida no tenía sentido. Fue mi propio maestro quien me arrojó algo de luz. Mi maestro no sólo hizo de
mí un caballero, sino que me enseñó todos los valores de la vida, igual que si fuese un padre. Fue su hospitalidad la que me ha traído hasta aquí, para poner a prueba todo lo que he aprendido. ¡Por eso estoy aquí! ¡Para demostrarle a mi maestro que su entrenamiento no ha sido en vano! Según Shiryu decía estas palabras, el tatuaje de un dragón empezó a aparecer en su espalda. Pero el público estaba impacientándose. - ¿Por qué no luchan? ¿A qué esperan? ¿Por qué están quietos? – se preguntaba la gente del público. Estaba claro que no podían cometer el más mínimo error. Si uno de ellos recibía el más mínimo golpe, será mortal para él. - Ahora Shiryu no tiene el escudo – decía Seiya para sí mismo - . Por lo tanto, no le queda otra que bloquear mis golpes con su cuerpo. Así que ésta es mi oportunidad. ¡Meteoros de Pegaso! - ¡Son los Meteoros de Pegaso! ¡Esta vez Shiryu no podrá hacer nada! – exclamaba el público. Sin embargo, los espectadores estaban equivocados, ya que Shiryu logró moverse a gran velocidad y esquivar los golpes de Seiya. - ¿De verdad pensaste que me quedaría quieto recibiendo de lleno todos tus golpes? – preguntó Shiryu – Aunque no porte mi armadura, sigo siendo un caballero, y por lo tanto puedo esquivar tus golpes con la misma facilidad. En realidad, tus Meteoros de Pegaso no son lanzados a la velocidad del sonido. Eres capaz de lanzar unos 100 golpes por segundo, pero no todos ellos alcanzan esa velocidad, por lo que me resulta sencillo esquivar todos y cada uno de tus golpes… ¡Puaghh! Según Shiryu decía estas palabras, empezó a echar sangre por la boca… - ¿Pero en qué momento logró asestarme con uno de sus golpes…? – se preguntaba Shiryu. - ¡Meteoros de Pegaso! – Seiya aprovechó el desconcierto para lanzar otro ataque a Shiryu aprovechando la situación. - ¡Mierda! ¡Esta vez he notado que me ha impactado otras dos veces! – pensaba Shiryu - ¿De dónde saca su fuerza? Debo usar de nuevo el Dragón Ascendente y acabar con él de una vez por todas. - ¡Vamos Shiryu! ¡Utiliza tu Dragón Ascendente! – exclamó Seiya. - ¡¿Cómo?! – exclamó Shiryu. - ¡Utilízalo! – le instaba Seiya - ¡Quiero ver las garras del Dragón y así acabar contigo! - ¡¿Cómo es posible?! - exclamaba Shiryu - ¡Sólo te he mostrado el Dragón Ascendente una vez! ¿A caso te has dado cuenta…? Shiryu empezó a recordar las palabras de su viejo maestro…
- ¡Shiryu! A pesar del inmenso poder del Dragón Ascendente, tiene un importante punto débil – informaba el viejo maestro a Shiryu. - ¿Cómo es posible? – preguntaba sorprendido Shiryu – No puedo creerle, maestro. Usted me enseñó que este ataque es perfecto. ¿Qué fallo puede tener? - La garra del dragón – le respondió el viejo maestro. - ¡¿La garra del dragón?! – se sorprendía Shiryu. - Cuando enciendes tu cosmos al máximo nivel, en tu espalda aparece el dibujo del Dragón – le explicaba el viejo maestro - . En el lugar opuesto en el que está dibujada la garra del Dragón, se encuentra tu punto débil, ¡tu corazón! Cuando utilizas el Dragón Ascendente, inconscientemente bajas durante una milésima de segundo tu mano izquierda, dejando tu corazón al descubierto. - Entonces no habría por qué preocuparse, maestro – afirmaba Shiryu - . Dudo mucho que alguien en el mundo sea capaz de darse cuenta de ese detalle… Pero Shiryu estaba equivocado, y precisamente Seiya fue la persona que se dio cuenta de lo que indicaba la garra del Dragón. - Aun conociendo mi punto débil, me veo en condiciones de utilizar el Dragón Ascendente – afirmaba Shiryu para sí mismo - . En las condiciones en las que se encuentra Seiya, no será capaz de reunir la fuerza necesaria para realizar su ataque a la velocidad necesaria y concentrarla en ese punto. ¡Aquí lo tienes, Seiya! ¡Dragón Ascendente! - ¡Ahí la veo, es la garra del Dragón! – exclamó Seiya - ¡Meteoros de Pegaso! Un sinfín de meteoros llovieron sobre Shiryu, quien acabó recibiendo de lleno uno de ellos en el corazón durante la milésima de segundo que bajó su mano izquierda, dejando su corazón al descubierto, lanzando a Shiryu fuera del ring. El mensaje del ganador, se anunció por megafonía. - ¡Ganador: Pegaso! Seiya cayó completamente destrozado al suelo, y los servicios médicos acudieron de inmediato al lugar, pues Seiya estaba perdiendo mucha sangre por la herida de su cabeza. Pero Shiryu no estaba mejor… - ¡Oh, no! ¡El corazón del Dragón se ha detenido! – dijo el enfermero que le estaba tendiendo. El público se estaba quedando atónito, pues acaban de presenciar la muerte de un caballero. Ya se estaban llevando el cuerpo de Shiryu, pero Shunrei se dirigió corriendo a Seiya, a quien se estaban llevando en camilla. - ¡Esperen! – les suplicó Shunrei a los enfermeros que se estaban llevando a Seiya - ¡Honorable Seiya, usted puede salvar todavía la vida de Shiryu! El viejo maestro dijo una vez que recibiendo un golpe de la misma magnitud por la misma persona en el lado opuesto de su
cuerpo, puede devolverle la vida a la persona que ha recibido el ataque. ¡Se lo suplico! ¡Por favor, salve a Shiryu! - Señorita, Seiya está inconsciente y no está en condiciones de realizar un ataque de la misma magnitud… - dijo el enfermero. - Pónganme en pié… - logró hablar Seiya, para sorpresa de Shunrei y del enfermero. - ¡Yo sostendré a Shiryu! – una voz familiar se ofreció para ayudarles. - ¡Geki! – exclamó alegre Seiya. - Aunque me has derrotado, tengo aprecio por mis antiguos compañeros del orfanato – afirmó Geki - . ¡Vamos, Seiya! ¡Realiza el mismo ataque! El dragón que estaba dibujado en la espalda de Shiryu estaba empezando a desvanecerse. Seiya estaba a punto de lanzar su ataque, pero repentinamente, una mano cálida agarró el puño de Seiya y detuvo su ataque. - ¡Ikki! ¿A caso deseas la muerte de Shiryu? – le preguntó Seiya. - ¡Seiya! ¿Estás loco? Si le atacas desde esta distancia, reventarás su cuerpo en pedazos. – le respondió Ikki - . Retrocede tres pasos y ejecuta tu ataque. - ¡Ikki! Entonces tú… - Seiya se sorprendió del repentino acto benévolo de Ikki, a la vez que daba los tres pasos hacia atrás como buenamente pudo… - No te lo tomes como un favor – le decía Ikki - . Vuestro comportamiento me ha parecido tan patético que he decidido intervenir. ¿Seiya? Seiya perdió el conocimiento. Todo parecía perdido, e incluso la propia Saori le gritó desde el palco. - ¡Seiya! ¡No puedes dejar que Shiryu muera así! – le gritó Saori. El dragón de la espalda de Shiryu estaba desapareciendo, y se estaba empezando a dar por muerto al caballero de bronce. Pero cuando todo parecía perdido, Seiya despertó y lanzó un último meteoro contra Shiryu. - ¡Renace, Dragón! – exclamó Seiya mientras realizaba su ataque. El ataque impactó de pleno en la garra del dragón, y Shiryu y Geki fueron impulsados por el ataque, chocando ambos contra la pared de las gradas del Coliseo. Tras unos segundos de puro silencio en el Coliseo, Geki habló. - ¡Felicidades, Seiya, lo conseguiste! ¡Puedo escuchar latir el corazón de Shiryu! – afirmó Geki con una gran sonrisa en la cara. Entonces el Coliseo irrumpió en pleno júbilo y todos gritaron de felicidad. Por su parte, Tatsumi también se mostró muy feliz.
- ¡Perfecto! ¡Mañana la prensa hará una excelente publicidad de la Fundación Grad! – afirmó Tatsumi muy contento. - ¡Gracias, honorable Seiya! – agradeció Shunrei a Seiya, antes de caer de nuevo inconsciente. - Ha estado a punto de morir un caballero – afirmaba Hyoga desde su habitación - . Mi órdenes son las de acabar con todos vosotros, pero… ¿de verdad estáis luchando por motivos personales?