¿solo una cita

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Alexia Andrade 多Solo Una Cita?


SINOPSIS Julieta Rose ha odiado toda su vida a Sebastián, el más arrogante y desagradable chico de su colegio, pero entonces él tenía que venir y darle el mejor beso de su vida. ¿Por qué tenía que hacer eso? De alguna forma y aunque ella cree que no tienen nada en común, Sebastián logra convencerla de ser amigos y peor aún, de hacer una apuesta que parece fácil en un inicio, pero que rápidamente se convierte en la principal fuente de frustración para ella. ¿Podrá Julieta ganar esta peligrosa apuesta y alejarse de él? o ¿Será demasiado tarde cuando ella se dé cuenta de que él tenía razón desde el principio?...

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Capitulo 1

–¡Ya basta! –¡Basta! ¡Déjame en paz! ¡Vete de aquí! –Grito de frustración y le frunzo el ceño, pero no se ve afectado por eso. Solo sigue allí molestándome como siempre, esta vez mucho más molesto que antes. –¡Dije que te fueras! –¿Julieta? – Mi mamá entra en la habitación y hace una mueca al verme encaramada en el respaldo de la cama. Ella saca al gato que se había acostado en la cama – Mi cama – y lo acuna entre sus brazos. Lanzo un suspiro de alivio al verme libre por fin del – Posiblemente gato del mismísimo Satanás – y me dejo caer en la cama con toda la gracia que puedo, es decir con cero gracia. –Gracias al cielo que viniste, ya se me estaban acalambrando las piernas. –Julieta – Ella me mira severamente –Hasta el señor del edificio de al lado te podría haber escuchado con lo alto que gritabas. Toda la sangre se apresura hacia mis mejillas al pensar que nuevamente hice una escena gritando como siempre. ¿Por qué siempre tengo que gritar? Tal vez ya estoy sorda con lo alto que Sofi me habla cuando hablamos por celular. –Estaba asustada –Le digo, ni siquiera entiendo porque trajo al maldito gato aquí. ¿No podía solo dejarlo en la casa de la vecina o algo así? –¿Asustada? Pero si solo es un bebé, no podría hacerte nada. Lo miro allí todo feliz y ronroneando mientras mi mamá lo balancea como a un verdadero bebé y juro que lo veo sonreírme como si me estuviera diciendo que no voy a ganar esta guerra. Hablar con mi mamá sobre esto es como hablarle a una maldita pared. ¡Ella solo no me cree! Como si yo fuera solo a inventar algo así.

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No entiendo porque no le caigo bien. Había estado acostada en la cama cuando él llegó y solo se subió encima como si fuera de su propiedad, luego prosiguió a sisearme como si me estuviera echando de mi propia cama. Comencé a intentar echarlo con una almohada, pero eso solo hizo que se me acercara aun más. Fue entonces cuando perdí la paciencia y comencé a gritarle. Nadie me echa de mi cama. ¡Nadie! Pero entonces comenzó a mostrarme los dientes y ahí fue cuando realmente me asusté. Empecé a retroceder y pronto estuve encaramada al respaldo de la cama con las piernas aferradas a ella con un agarre de muerte. Le estrecho los ojos a príncipe intentando comunicarle telepáticamente que esto no se va a quedar así y mi mamá me mira como si estuviera estudiándome. –¿Acaso echas de menos pelear con alguien? Saco mi celular de la mesita de noche contemplando prenderlo, pero sabiendo que no debo hacerlo. –No sé de que estas hablando. –¿En serio? –Si. –Bien –Mi mamá sabe cuando no quiero hablar sobre algo, así que solo suspira y rápidamente cambia de tema – De todas formas, venía a decirte que vamos a ir al parque a ver qué tal. –¿Al parque? –Si, el que vimos cuando pasamos en el auto. Hace más de tres días que estamos arrendando un departamento en la playa, mi mamá logró convencer a papá de que estaba demasiado estresado y necesitaba relajarse, así que pidió unos días en el trabajo y aquí estamos. Gato incluido. La playa no está lejos de casa. Solo a unas cuantas horas en auto, y tal vez podríamos haber ido más lejos pero mamá había estado preocupada por si alguno de sus pacientes necesitaba su ayuda, así que esta era la opción más viable. –Está bien, solo voy a cambiarme de ropa.

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Media hora después estoy mirando a todos los niños subirse a los juegos mecánicos. Hay una gran montaña rusa, un carrusel, una rueda de la fortuna y mucho otros juegos para niños más pequeños. Todos están gritando y riéndose tan alto que el gato de mamá se puso nervioso mientras ella lo sostenía en sus brazos, así que se habían ido a pasar a pasar un rato en la playa. Logré convencerlos de quedarme un poco más para poder comprar algo ya que muero de hambre. Observo las cosas que venden aquí y se me hace agua la boca. Dulces, jugos y helados de diferentes sabores. Es como pienso que sería el cielo. Solo faltaría mi celular para ser completa y absolutamente feliz. ¡Dios, necesito mi celular! Ni siquiera sé como he podido sobrevivir tanto tiempo sin él. He estado casi 4 días enteros sin celular. ¡Cuatro días! ¡Toda una eternidad! Es totalmente extraño para mí que solo lo haya tenido por un par de semanas y ahora sea casi un suplicio permanecer tanto tiempo sin él. Es como una parte de mí ahora. Aun estoy pensando en esto y mirando hacia los dulces cuando veo una aparición. Tiene que ser una aparición, no hay forma de que este viendo esto aquí, ahora. Simplemente no está sucediendo. Todo esto de que hay una extraña fuerza que nos une a donde quiera que vayamos se está haciendo cada vez más plausible y, a decir verdad es un poco espeluznante. Entonces como si él sintiera que lo estoy mirando, su cabeza se mueve en mi dirección y nuestros ojos se encuentran. No lo he visto en casi cuatro días, y es como si corazón se estuviera poniendo al día, saltando felizmente en mí pecho. Está apoyado en la parte donde están los autos chocones, su barbilla ensombrecida como si no se hubiera afeitado en unos días, está usando una polera azul sin mangas y la visión de sus brazos bronceados me quita el aliento. Me quedo allí mirándolo hasta que creo ver un calor en sus ojos que he visto antes y no hace nada bueno con mi corazón. Oh, no. Mejor me voy de aquí. Comienzo a retroceder para muy posiblemente correr de aquí y esconderme en el departamento, cuando mi espalda choca contra algo. Mis manos se mueven como para evitar desplomarme contra lo que sea con lo que acabo de chocar, pero es demasiado tarde. Escucho cosas caerse y entonces estoy cayendo también.

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Capitulo 2

No vi pasar mi vida por delante de mis ojos. En realidad no vi nada además de un montón de colores moviendose rápidamente, pero se sintió como la caída más larga del mundo. Y entonces me encuentro en el suelo con una sustancia pegajosa por todo mi cabello y cara. Un poco cae en mis labios y saco mi lengua para probarlo, pero me estremezco y hago una mueca por el sabor. Sip, allí se fue mi hambre. –¿Estas bien? –Miro hacia arriba y allí está Sebastián con preocupación llenando sus ojos. Me ofrece su mano para levantarme y la tomo sin pensar en ello. –Esto no sabe tan bien como pensé –Murmuro mirando hacia abajo a mi ropa que se está manchando rápidamente con el jugo en el que caí. Mi brazo comienza a temblar y miro hacia arriba para ver a Sebastián riendo silenciosamente, mi brazo moviendose porque su mano aun está entrelazada con la mía, la preocupación cambiando por humor ahora que vio que estaba bien. –Me alegro de que pienses que es gracioso. Aprieta sus labios para evitar sonreír, pero no lo logra del todo –Lo siento, pero te ves un poco graciosa. Hago una mueca dispuesta a alejarme de aquí ahora que tengo una explicación plausible que dar, pero un gran jadeo y un par de palabrotas en voz alta hacen que olvide lo que estoy a punto de hacer. –¿Qué demonios? ¿Qué ocurrió aquí? Sebastián y yo nos damos vuelta para ver a un señor un tanto calvo que se agarra lo poco que le queda de cabello a los lados de su cabeza con una mirada aterradora en su rostro. Mis mejillas arden de vergüenza al darme cuenta de que posiblemente acabo de caer encima de su negocio. –Yo… lo siento… no fue mi intención… Pero él me mira como si quisiera matarme allí mismo. Mi estomago se agita y siento que estoy a segundos de vomitar. ¡Por favor Dios, no me dejes avergonzarme aun más!

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–Acabas de destruir mi negocio niña. Se suponía que el dinero de hoy iba a ayudarme a pagar por los productos de los próximos días y la renta. –Lo lamento mucho, de verdad no quería… –Ya basta –Sebastián se pone delante de mí obstruyendo mi mirada del señor y callando mis disculpas –No tienes que seguir disculpándote, no fue tu culpa. –Claro que fue su culpa, tiene que pagar por esto –Refunfuña el tipo dándome una mirada de muerte. Sebastián se aclara la garganta moviendose de modo que el tipo solo lo está mirando a él – Yo me encargo de eso, señor… El tipo se gira hacia Sebastián y sus ojos se amplían, se eleva un poco más en sus pies y endereza su postura –Oliver Veliz. He trabajado aquí hace más de tres años y ahora esta niña arruinó todo. Veo la mandíbula de Sebastián endurecerse hacia el tipo como si estuviera conteniéndose de hacer algo –Ya dije que me ocuparé de eso, pondré a alguien para que ordene todo y trabaje para usted si es lo que quiere. El tipo asiente y nos da una última mirada antes de desaparecer entre las personas. Observo a mi alrededor y me doy cuenta de que hay un par de personas mirándonos, pero tan pronto como los veo ellos evitan mi mirada y se van también. Estoy tan concentrada mirándolos que cuando Sebastián toma mi mano me sobresalto un poco –Ven, tienes que limpiarte. Solo dejo que me guie, ni siquiera tengo la tarjeta–llave para entrar al departamento así que no sé adónde vamos a ir, pero no estoy pensando mucho en eso. ¿Por qué Sebastián le dijo al tipo que pagaría por todo? Quiero decir, si, sé que tiene mucho dinero, pero la forma en la que él lo miraba como si debería tener miedo de Sebastián no tiene sentido. Me sube a su auto sin siquiera importarle que deje todo cubierto con lo que sea en lo que caí y arranca el motor antes de que pueda decir una sola palabra. Y es solo cuando empiezo a ver calles y edificios familiares que comienzo a hablar. –¿Adónde vamos? Sebastián me mira como si hubiera olvidado que yo estaba allí –Lo siento, no estaba pensando, estaba conduciendo hasta el departamento donde me estoy quedando.

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Apaga el motor y se saca el cinturón de seguridad para luego bajar rápidamente. Me bajo también llena de incredulidad. –Debes estar bromeando –Murmuro al mirar hacia el departamento. Sebastián me frunce el ceño y se acerca a mi lado. –¿Qué pasa? Miro hacia atrás, hacia el edificio que está cruzando la carretera. El edificio donde yo me estoy quedando y luego miro a Sebastián. –Nada –Digo caminando hacia las puertas del edificio dejando a Sebastián detrás de mi –No pasa nada. Se apresura hacia mí y abre la puerta para que pase, y puedo oler su agradable olor a colonia y ropa limpia mientras lo hace. Y me siento avergonzada de estar a su lado llena de esta sustancia que todavía tengo que adivinar de qué se trata. Entramos rápidamente subiendo al ascensor sin siquiera una palabra pronunciada entre nosotros. Pronto estamos dentro de su departamento y no sé qué hacer, así que me quedo parada como una idiota intentando que mi cabello no gotee la alfombra blanca de la sala, aunque no está funcionando muy bien que digamos. Bueno, no deberían poner alfombras blancas de todas formas. Sebastián tira de mi mano llevándome al baño y entonces me dice que me siente en el inodoro y le hago caso, pensando que se parece demasiado a cuando curé su herida de bala hace solo un par de semanas. Hablando sobre eso, ya que sus brazos están al descubierto puedo ver una pequeña cicatriz en su hombro por donde pasó la bala. De solo pensar en ese día se me eriza la piel. Lo veo sacar una toalla blanca de un cajón para luego dejarla debajo de la llave del lavamos para mojarla con algo de agua. Se mueve cerca de mí y se agacha para estar a mi altura. Mueve la toalla hasta tocar una de mis mejillas y comienza a pasarla suavemente, la toalla es tan suave como una nube y si no fuera porque él esta tan cerca de mí que no puedo notar nada más, estaría disfrutando realmente de esto. Pero sus ojos están fijos en los míos y no sé qué hacer. Luego de un momento, él pasa la toalla por encima de mis labios y mi corazón tartamudea, es tan delicado, tan gentil que estoy tentada a decirle que no se detenga. Pero aun así detengo con mi mano la toalla que aun está sobre mi piel y lo miro. ¿Por qué sus ojos tienen que ser tan hermosos? 8

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–Creo que tengo que, ah, lavarme el cabello antes de que esta cosa se pegue. Sebastián solo asiente y se para rápidamente para dejar la toalla en el lavamanos y saca otra mucho más grande y me la entrega –Hay shampoo y acondicionar debajo del mueble. Asiento y entonces él sale de la habitación dejándome sola con mis pensamientos. Me paro para agarrarlos y cuando me dejo caer en el inodoro cerrado doy un respingo porque dolió como el maldito infierno. Supongo que me van a quedar moretones por la caída. Tomo la ducha teléfono encima de la bañera y mojo todo mi cabello, aplicando el shampoo que encontré debajo del mueble como dijo Sebastián. Puede que lo haya terminado, pero oye, mi cabello está un poquito demasiado largo. Debí haberlo cortado hace un tiempo, pero creo que me encariñe un poco con él. Cuando acabo con todo rastro de sustancia extraña lo seco con la toalla, cepillándolo después con mis dedos para que se vea un poco más presentable y entonces reúno toda mi fuerza interior para salir fuera. Sebastián está sentado en el sillón cuando entro en la sala escribiendo rápidamente en su celular. Dios, extraño mi celular. Aunque supongo que ahora ya no tiene caso tenerlo apagado. Me siente caminar y eleva su cabeza para mirarme –¿Te encuentras mejor? –Sí, pero debo irme, les dije a mis padres que los alcanzaría en unos minutos. Asiente, pero no se mueve de su lugar, así que me muevo en dirección de la puerta para poder irme, pero mi curiosidad en mas grande que mis ganas de salir de aquí así que me detengo y lo miro. –¿Qué estabas haciendo en el parque? Creí que debías supervisar el local hasta que llegara tu papá. Sebastián pasa una mano por su cabello y deja el celular en la mesa de centro –Lo hizo, llegó ayer en la noche, así que vine a hacer lo que hago siempre al final del verano. –¿Subirte a un montón de juegos mecánicos? Sonríe pero solo un poco –No, hacerme cargo del parque.

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Capitulo 3

Mi boca cae abierta, ¿En serio? ¿Cuántas empresas tiene su papá? ¿Acaso es dueño del maldito mundo? –¿También es de tu padre? Niega con la cabeza y se levanta, camina lentamente hacia mí y se detiene a solo unos centímetros de distancia. Lo veo examinar mi cabello y entonces sonríe como si le pareciera gracioso. –Tu cabello se ve bien mojado. Hago una mueca lo que solo logra que sonría más ampliamente. Pero entonces es como si su cerebro le recordara algo y su rostro se ensombrece. –Así que, fuiste tú la que se alejó esta vez. Mi boca se seca repentinamente y trago saliva ruidosamente. –No me estaba alejando. El sábado en la mañana después de encontrarme con Sebastián en el bar, mamá me dijo que iríamos a la playa para pasar unos días, ni siquiera lo pensé, solo empaqué mis cosas y apagué mi celular cuando comenzó a sonar y el nombre de Sebastián, el cual él había registrado la noche anterior apareció en mi pantalla. –Hay algo mal con tu celular –Me había dicho una vez que nos sentamos nuevamente. Le fruncí el ceño – No hay nada mal con él, lo compré hace menos de una semana. Negó con la cabeza y comenzó a presionar en la pantalla rápidamente sin que pudiera ver lo que estaba haciendo. Cuando finalmente me lo pasó estaba sonriendo. –Ahora está bien –Dijo, sus ojos brillando con las luces del local. Lo tomé de sus manos y miré la pantalla. Había registrado su número en mi celular poniendo su nombre y una carita feliz al lado que me había hecho sonreír. Unos minutos después él había tenido que irse, no sin antes darme un beso tan profundo que tuve que respirar varias veces para recuperar el aliento una vez que nos habíamos separado. Me sentía muy bien, más que bien. 10

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Fue solo cuando llegué a mi casa y tuve tiempo para pensar, que empecé a enloquecer un poco. Es por eso que me gusta estudiar, cuando lo hago todos los pensamientos escapan de mi mente y no me torturo con cosas que aun no han pasado. Pero eso no estaba sucediendo esa noche. No tenía nada que hacer salvo auto convencerme. Eso es lo que hago. Me convenzo de que no puedo hacer algo y entonces simplemente no lo hago. Y toda esta cosa con Sebastián. Sí, eso tampoco iba a pasar. Pero todo era mucho más fácil cuando no estaba cerca de él. Más simple. Me decía a mi misma que era una tontería siquiera pensar que podría haber algo más entre nosotros porque somos demasiado diferentes. Pero aquí, tan cerca de él, me es difícil recordar porque estaba escapando. –Aja – Murmura acercándose un poco más a mí –Por eso no contestaste tu celular. –Se le agotó la batería. –¿Hace cuatro días? ¿No lo cargaste? –Olvide el cargador en casa. Me mira estudiando mi cara, sus ojos azules moviendose por mi rostro rápidamente. Me hace sentir vulnerable, como si pudiera ver dentro de mí. –Es solo que creo… creo que esto no va a funcionar. Se queda callado por unos segundos y luego pone sus manos en sus bolsillos mirando hacia otro lugar. –Si esto es por tu novio, ya te dije que no me importa. –No, no es por eso. En realidad yo… Lo miro. ¿Debería decirle la verdad? ¿Qué inventé toda la cosa del novio para alejarlo de mí y no parecer una de sus fans? –¿Terminaste con él? Trago saliva y asiento. Bueno, eso es casi verdad. ¿Cierto? Además, es más fácil que tener que explicar toda la historia y mis confusos sentimientos que me hicieron cometer locuras… Sin previo aviso sus manos se mueven a mi cintura y me atrae hacia él causando hormigueos donde sus dedos están tocando. Mi respiración se atasca en mi pecho. –Bien –Dice sonriendo y mirando mis labios –Entonces todo está bien. 11

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Sebastián Intenta apartarse un poco, pero no aflojo mi agarre en ella sobre todo ahora que se que no está con ese tipo. Sus ojos resplandecen cuando me miran y no puedo hacer nada más que mirarla. –No, no está bien Sebastián. Ni siquiera nos conocemos. La miro, consciente de mi ceño fruncido, pero siendo incapaz de borrarlo –Hemos estado en el mismo colegio por casi 10 años. –Si, pero eso no quiere decir que nos conozcamos. No realmente. Me quedo callado por unos segundos pensando, estoy seguro de que puede ver las ruedas girando en mi cabeza. Tiene que haber algo que la haga cambiar de opinión. –Bien –Digo finalmente –Así que, ¿Piensas que no nos conocemos? –Sabes que es cierto. –Entonces supongo que no vas negarte a que seamos amigos. —¿Amigos? –Pregunta con suspicacia y frunce el ceño como si no le gustara como suena esa palabra –No voy a ser tu amiga Sebastián. Suspiro y miro sus ojos cafés. –¿Por qué no? Dijiste que no nos conocíamos. –Sí, pero no creo que sea buena idea… –Si lo que quieres es ir despacio, entonces que así sea –Le sonrio mientras se me ocurre algo –De hecho me gusta lento. Y me encanta haberla hecho enojar porque frunce sus labios tan hermosamente que estoy muriendo por besarla. —¿Por qué tienes que hablar en doble sentido? —¿Quién está hablando en doble sentido? –Pregunto haciéndome el desentendido —Solo estoy señalando los hechos —Explico intentando poner una expresión seria en mi rostro —Así que vamos a ir lento, vamos a ser “amigos” que salen y se divierten. Digo amigos, haciéndola sonar como algo entre comillas para que entienda que para mí va a hacer algo mucho más. Se queda callada solo mirando atentamente mis ojos. Me estoy poniendo impaciente.

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—Entonces, ¿Eso es un sí? Ella toma un gran respiro como si fuera difícil decir las palabras –Está bien –Dice finalmente y Dios, ya no puedo aguantarlo más. Me inclino para besarla, pero cuando estoy a centímetros de sus dulces y suaves labios ella me aparta con sus manos en mi pecho. —Mmm, se que tal vez la palabra amigo es nueva para ti, pero uno no va por ahí besando a sus amigos. Frunzo mis cejas hacia ella sonriendo para enmascarar el dolor que siento al no poder besarla ¿Qué si nunca me deja hacerlo otra vez? —¿No lo hacen? Ella niega con la cabeza y lanzo un suspiro dramático para intentar hacerla reír. —Está bien, nada de besos –Me acerco a su oído y susurro –Por ahora. Ella se queda quieta un momento y me gusta saber que al menos mis palabras la afectan tanto como ella me afecta a mí. Se aparta un poco y aflojo mis brazos para que pueda separarse de mí aunque es lo último que quiero. Parece recomponerse lo suficiente como para seguir hablando. —Si vamos a hacer esto entonces tienes que dejar de intentar besarme –Replica seriamente y lucho contra una sonrisa al ver su rostro determinado —Y dejar de hablar en doble sentido. Me hago el tonto otra vez solo para ver su expresión – No estoy seguro de a lo que te refieres con doble sentido —Claro que lo sabes, no me hagas decírtelo –Su rostro se arruga de frustración y cedo rápidamente ante ella. —De acuerdo, bien —¿Por qué tiene que ser tan linda? Pero no le digo eso, en cambio lo que sale de mis labios es —¿Por qué tienes que ser gruñona? —¿Y tu porque tienes que ser tan idiota? –Responde rápidamente como sabía que lo haría y sonrio por haber adivinado su reacción. Me muevo más cerca y ella da un paso hacia atrás solo para encontrarse con la pared. Sonrio sabiendo que no tiene adonde ir. —¿Te había dicho que me encanta cuando hablas así?

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Pone los ojos en blanco y entonces una idea, una gran idea se forma en mi mente. Una que podría destruirlo todo, pero que también podría llevarnos adonde quiero. El que no arriesga no gana ¿No? —¿Estas segura de que quieres solo ser amigos? –Digo con mis labios cerca de los suyos y es el cielo y el infierno todo al mismo tiempo. La tortura y el placer. Asiente y puedo sentir que su respiración está un poco más acelerada que hace unos segundos. —Bien, si estas tan segura entonces —Digo —No te molestaría apostar por ello. Me mira como si no hubiera escuchado bien lo que acabo de decir, pero sigo adelante –Hagamos una apuesta. —¿Una apuesta? –Pregunta sin aliento. Asiento –Una apuesta. —¿Qué tipo de apuesta? —No voy a besarte, pero si termino haciéndolo de todas formas entonces, tú ganas y te dejo en paz. Ni siquiera tienes que ser mi amiga si eso es lo que quieres. Lo que es muy, demasiado probable que suceda considerando que es casi en lo único que he podido pensar desde hace semanas, pero voy a hacer esto bien. Si esta es mi última oportunidad con ella, entonces voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para no perder esta maldita apuesta. —Pero si yo gano… Tienes que darle una oportunidad a esto y aceptar tener una cita conmigo. —¿Una cita? Estoy esperando que no se dé cuenta de mi nerviosismo porque en realidad no se mucho sobre citas. Nunca había necesitado de una antes. —¿Y cómo… cómo ganarías tu? —Balbucea y no puedo evitar sonreírle con lo digo a continuación. —Si no logras contenerte y terminas besándome tú. —No creo que eso vaya a suceder.

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Incapaz de detenerme a mí mismo, me inclino hacia ella y beso su frente. Su cabello huele tan bien. Un olor refrescante con un toque dulce. Mis labios se quedan allí en su frente disfrutando del momento y perdiéndome en su aroma. —Rose –Susurro contra su frente –No sabes lo que estas diciendo. Espero como el infierno tener razón sobre esto. Tengo que confiar en que esto va a resultar, por el bien de mi cordura y mis noches de sueños.

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Capitulo 4

Julieta

Dos días. Han pasado dos días desde la última vez que vi a Sebastián. Ni una llamada. Ni un mensaje. Nada. Yo estaba bien. Tanto como podía. Y entonces él tenía que venir, decirme todas esas cosas y luego desaparecer. ¿Quién demonios se cree que es? Está bien, yo también desaparecí de forma inesperada, pero es diferente. Tenía mis razones para hacerlo. Razones que parecían ser lo suficientemente racionales en ese momento… Ahora no tanto, pero ese no es el punto. Sigo pensando en lo idiota que fui en aceptar esa apuesta y en la cosa de ser amigos, que claramente no es cierta. Pero casi me derretí en el suelo al ver aquella mirada en sus ojos al observar mis labios como si no hubiera nada que quisiera más. Dios, ¡Malditas hormonas! Ahora mismo estoy de camino a la playa para poder tranquilizarme un poco y con suerte poder dormir aunque sea unos minutos después de haber dado vueltas en mi cama estos últimos días. Aun es temprano y estoy cruzando la calle cuando un cabello rubio llama mi atención, no quiero parecer una mirona así que sigo caminando pasando de ella sin una segunda mirada, pero entonces siento una mano en mi hombro haciendo que me dé la vuelta. —Oye, ¿Eres de por aquí? – Pregunta la chica con una sonrisa. La miro con desconfianza —Algo así ¿Por qué?

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—Bueno, estoy buscando a alguien. Sebastián me dijo que se estaba quedando por aquí, pero no recuerdo muy bien donde, solo sé que es el departamento 12. Estoy un poco perdida. Mi corazón late rápidamente — ¿Sebastián Gavin? Ella brilla de alegría – ¡Sí!, ¿Lo conoces? Siento una punzada horrible en mi pecho. Miro a la chica rubia. Definitivamente es su tipo. Ojos claros, cabello fantástico, cuerpo genial. De seguro está con ella ahora. Mi corazón se retuerce duramente en mi pecho. Solo asiento. — ¿Este es el departamento, verdad? Se suponía que teníamos que juntarnos para una reunión con la municipalidad y no apareció. Lo he estado llamando, pero no contesta ¿Crees que podrías acompañarme así no me pierdo? Elevo una ceja hacia ella. Supuse que Sebastián habría traído a sus conquistas aquí y que ella de seguro ya se sabía el camino de memoria. Por otro lado, ¿Qué quería decir con que iban a tener una reunión con la municipalidad? Debería simplemente alejarme, pero creo que aun estoy un poco dormida – O tal vez simplemente soy estúpida - Porque paso delante de ella y camino dentro saludando rápidamente al conserje. — Buenos días – Le digo ofreciéndole una sonrisa. Él ya me vio antes cubierta de esa cosa pegajosa y de seguro no le di una buena impresión. Camino hacia los ascensores para poder llegar más rápido a su piso. La chica me sigue y tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no mirarla de arriba a abajo. Aun así me las arreglo para mirar su rostro y sus ojos me hacen recordar a alguien. Realmente, realmente desearía estar molesta con ella, odiarla, pero por alguna extraña razón no puedo hacerlo. Tiene esta cosa que estoy segura me recuerda a alguien, está en el borde de mi conciencia cuando el ascensor se detiene interrumpiendo mi flujo de pensamientos y ambas damos un paso para salir. Su puerta está enfrente del ascensor así que solo tenemos que dar unos pasos para poder llegar a ella. Miro hacia la chica y hago un gesto con la cabeza para que toque la puerta. Ya la traje hasta aquí. Ahora quiero desesperadamente irme. No quiero ver cuando él abra la puerta y la vea. No quiero ver su mirada sobre ella toda cálida, como hace unos días me había mirado a mí.

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— Bueno, ya estas aquí – Digo caminando otra vez hacia la ascensor – Tengo unas cosas que hacer… — No, espera – Su mano se lanza hasta conectar con mi brazo deteniendo mi avance – Quédate hasta que abra la puerta ¿Sí? Hace días que ha estado todo gruñón y tal vez si te ve no se pondrá tan furioso porque me haya aparecido aquí. Frunzo el ceño, pero no digo nada mientras ella golpea la puerta, y espera unos segundos, pero nada ocurre. Vuelve a golpear esta vez con más insistencia, pero la puerta no se abre. Siento el indicio de una punzada en mi pecho y me acerco para golpear mientras ella se lleva su celular hasta su oído. Una música comienza a sonar y no me doy cuenta de lo que es hasta que los ojos de la chica chocan con los míos y el entendimiento me golpea de repente. Su celular está sonando. Dentro del departamento. Pero entonces, ¿Por qué no contesta? Y si está dentro del departamento ¿Por qué no viene a abrir la puerta? Mi primer pensamiento es que solo no quiere ver a nadie, pero… Mi corazón comienza a latir con fuerza y sin pensarlo dos veces empiezo a correr por las escaleras con demasiado pánico como para esperar por el ascensor, mis pasos resonando por las escaleras y los tacos de la chica cliqueando detrás de mí. Me lanzo hasta la recepción donde el conserje aun está sentado en una de esas sillas con ruedas, moviendose lentamente con el pie y dando vueltas a una cuchara dentro de un tazón de café. — Necesitamos la llave del departamento 12 – Suelto casi sin aire por mi loca carrera hasta aquí. El conserje ni siquiera me mira cuando dice – No puedo hacer eso. Va contra las reglas. — Él está allí dentro, podemos oír su celular sonando, pero no nos responde – La chica se mueve hasta el mesón y habla con sus ojos fijos en él — Tiene que abrir la puerta para nosotras, podría haberle pasado algo. — Lo siento señoritas, no estoy… — ¡Tiene que hacer algo! – Grita ella de repente sobresaltado tanto al conserje como a mí. Finalmente el levanta la mirada y nos mira a las dos por unos segundos. A ella primero. Luego a mí. Estoy segura de que ve nuestras caras de desesperación porque suspira y abre un cajón para buscar algo. — De acuerdo, pero esto no pasó. Si pierdo el trabajo por esto… 18

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— No lo hará – Prometo – No le diremos a nadie. Solo queremos asegurarnos de que él esté bien. Mis manos sudan para el momento en que llegamos nuevamente al departamento y el conserje desliza la tarjeta para abrir la puerta. Se mueve hacia atrás y paso rápidamente de él para poder entrar. Entonces me detengo en seco. Todo está silencioso. La sala donde había estado hace solo unos días esta mortalmente silenciosa. Veo algo en uno de los sillones y me inclino hasta levantarlo. Me doy la vuelta y se lo muestro a la chica. Su celular. Camino por el pasillo y la chica me sigue hasta que llegamos a la puerta de su habitación cuya puerta está cerrada. Me detengo y la chica se para a mi lado y golpea la puerta. — ¿Sebastián? – Pregunta mientras sigue golpeando. — Vete – Gruñe una voz desde dentro y mis piernas casi ceden de alivio al oír su voz. — Sebastián, soy Romina ¿Estas bien? ¿Puedo pasar? — No – La voz de Sebastián se escucha amortiguada por la puerta, pero también hay algo allí que de inmediato me pone alerta. Algo no anda bien. Me adelanto y pongo mi mano en el pomo de la puerta. — No… Ignoro a la chica rubia y su mano en mi brazo. Abro la puerta y doy unos pasos tentativos hacia dentro. Las cortinas de la habitación están cerradas, pero aun así se puede ver claramente a Sebastián recostado en la cama tapado casi hasta sus ojos y una arruga en frente que me dice que no está exactamente dormido. Camino con cuidado hacia él, pero la chica solo se queda parada en el marco de la puerta mientras yo camino hasta su cama deteniéndome al lado. — ¿Sebastián? Se mueve hacia el otro lado de la cama con un gruñido que suena más como un gemido. Frunzo los labios y me desplazo hasta su otro lado dejando su celular en la mesita de noche. Aparto las sabanas de su cara, esperando que con eso despertara, pero nada sucede. Su rostro sigue arrugado como si algo le doliera y entonces mi mano se mueve por voluntad propia hasta su frente. Casi salto cuando siento su temperatura. Esta realmente caliente. Tiene tanta fiebre que sus labios se están casi morados. 19

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— Tiene fiebre – Le susurro a la chica y la siento caminar hacia la cama. — ¿Debería llamar a alguien? – Pregunta con tono nervioso. Sacudo mi cabeza hacia ella, mi mano aun moviendose por el rostro de Sebastián. No puedo recordar cuándo fue la última vez que tuve fiebre, pero sé que con unas pastillas él estaría bien en unos minutos. — No, solo tienes que darle unas pastillas y quedarte hasta que se sienta mejor. Estoy a punto de apartar mi mano de la mejilla de Sebastián cuando su mano sale disparada y agarra la mía. — No te vayas – Susurra contra mi mano haciéndome detener en seco. Me inclino un poco hacia él para que me escuche – Romina va a quedarse contigo. Todo va a estar bien. — Julieta… — Sus ojos aun estaban cerrados con fuerza. Suelta mi mano y se da la vuelta hacia el otro lado lanzando su brazo por encima de las sabanas – Quiero a Julieta. Mi corazón retumba en mi pecho y escucho a la chica reírse entre dientes detrás de mi – Bueno, creo que ya lo dejó claro. Llámame en cuanto se sienta mejor. Asiento distraídamente mientras la puerta suena al cerrarse. Suspiro y voy hasta el baño de la habitación para encontrar un botiquín. Tienen que haber unas pastillas en alguna parte. Cuando por fin logro encontrarlas lleno un vaso de agua y lo llevo hasta su cama. Me siento en la orilla y le aparto las sabanas hacia atrás. No puede estar tan abrigado si tiene fiebre. — No – Gime agarrando las sabanas entre sus puños – Hace frio. — Pero no puedes estar tan abrigado, vas a enfermarte más – Cuando se niega a dejarlas ir resoplo y lo ayudo a sentarse un poco para lograr que se tome las pastillas junto con un poco de agua. Después de beber un poco se deja caer una vez más en la almohada tapándose hasta donde más puede agarrando las sabanas con fuerza. Recuerdo lo que solía hacer mi mamá cuando me enfermaba así y saco unas toallas del baño para humedecerlas un poco y luego las pongo en su frente rezando para que funcione. Después de unos minutos la expresión de dolor se va de su rostro, pero aun sigue teniendo un poco de temperatura. 20

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Paso mi mano por su frente apartando un mechón de cabello oscuro preguntándome cómo voy a ser para superar esto. Claro que sé que fue mi culpa para empezar, si yo no me hubiera ido así sin decirle nada tal vez nosotros… No, solo estoy divagando. Tal vez para este tiempo él ya se hubiera aburrido de mí y seguido adelante con alguien más. Suspiro. Un poco demasiado alto al parecer porque los ojos se Sebastián se abren. Sus ojos azules me observan como si no estuviera seguro de que estoy aquí y luego vuelven a cerrarse lentamente.

Sebastián Estoy soñando con ella otra vez. Solía volverme loco las primeras veces que sucedió. Justo después de la fiesta en mi casa. No lograba entender porque seguía sucediendo cuando ni siquiera había vuelto a verla. Pero entonces la vi en el local y todo empeoró. Es extraño como tu mente puede conjurar a alguien así de bien. La forma de sus ojos, su pequeña y respingada nariz… Sus labios. Tanto que incluso tengo muchas, demasiadas ganas de besarla. Pero eso sería estúpido. No vale la pena fingir que puedo besarla para luego despertar y saber que no es real. Las veces en que ocurrió estuve de mal humor y gruñón todo el día. A Romina no le gusta eso. Pensándolo bien, creo solo debería besarla y ya. Así cuando la vea realmente no tendré que torturarme con la visión de sus labios. Demonios ¿A quién estoy engañando? Sé que lo haré igualmente. De todas formas ¿Qué hora es? Sé que tenía que hacer algo temprano en la mañana, pero por mi vida que no puedo recordarlo. Intento levantarme, pero mi cuerpo no coopera. Siento como si mis piernas pesaran toneladas y mi cabeza duele como el infierno. Me doy la vuelta en la cama. Ni siquiera recuerdo como llegué aquí. 21

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Saco el brazo por encima de las sabanas porque de repente siento como si estuviera sudando y mis ojos se abren de golpe al sentir el cuerpo de alguien a mi lado. ¿Qué demonios? Me paro de un salto, mi corazón latiendo con esfuerzo y fijo mi mirada en la persona acostada en mi cama. Tengo que parpadear para aclarar mi visión, pero incluso sin hacerlo sé a ciencia cierta quién es. Hay una pequeña arruga en su frente mientras se acurruca hacia el otro lado y sonrio inconscientemente al mirar su rostro apoyado en mi almohada. Gracias, pienso sarcásticamente, ya tenía suficientes cosas metiéndose en mis sueños como para ahora agregar más a la lista. Suspiro mirando su cabello castaño esparcido y me pregunto qué está haciendo aquí. No la he visto en casi dos días. Tiempo en el cual tuve que resistir la tentación de llamarla, mandarle un mensaje o pasar por su departamento para poder verla. Había tenido tanto trabajo con el papeleo del parque que no quería que las veces que pudiera verla solo fuera por unos minutos y dejarla rápidamente para lidiar con los impuestos. Quería ser capaz de estar con ella todo el tiempo que quisiera. Y entonces ella estaba aquí y… Un minuto. Eso quiere decir que no había estado soñando. Julieta estaba aquí. Así que cuando me la imaginé entrando aquí, cuando soñé con el sonido de su voz y su suave aliento chocando contra mí. En realidad era así. Siento algo húmedo deslizarse por mi mejilla y sin pensarlo mi mano se mueve y la atrapa antes de que caiga al suelo. La miro. Una toalla. Una de esas toallas blancas para secarse las manos que estaba en el baño la última vez que la vi. Frunzo el ceño dándola vueltas en mis manos. ¿Cómo llegó hasta aquí? Intento recordar algo sobre ayer, sobre anoche, trabajé como todos los días desde que llegué aquí intentando ordenar un poco el caos en la oficina del parque mientras no estuve, entonces cuando eran casi las 4 de la mañana me obligué a dejarlo y venir al departamento. Me estaba sintiendo un poco extraño, pero pensé que era solo el agotamiento, colapsé en el sillón de la sala y luego cuando tuve un segundo de lucidez de alguna manera me arrastré hasta la cama. Creo que me estaba enfermando.

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Entonces recuerdo… La Julieta de mis sueños había dicho que tenía fiebre. Parpadeo, ella puso esa toalla en mi frente para bajar mi temperatura. No recuerdo que alguien haya hecho eso por mí en mucho tiempo. Se quedó aquí, conmigo. La miro y frunzo el ceño, se ve cansada, como si no hubiera estado durmiendo bien. Tanto como me gusta la idea de ella quedándose conmigo para asegurarse de que estuviera bien, no quería que lo hiciera cuando obviamente estaba tan cansada. Tomo mi celular que está en la mesita de noche al lado de la cama que llegó ahí de alguna forma. Y veo todas las llamadas perdidas y mensajes de Romina. ¡Maldición! Lo olvidé por completo. Paso una mano por mi pelo y me doy cuenta de que estoy todo sudado. Hago una mueca, dando unos pasos al baño para darme una ducha, y entonces voy a despertarla. Aunque no puedo mentir, me encantaría que se quedara conmigo. Suspiro y beso su frente antes de alejarme. Por ahora lo mejor es que la deje dormir un poco más. Entonces podré llamar a Romina y esperar como el infierno poder solucionar esto.

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Capitulo 5

Julieta

Está lloviendo. Puedo sentir las gotas rebotando contra el suelo gris y camino fuera de mi cama y hasta la calle para poder mojarme, pero entonces… nada pasa. Frunzo el ceño hasta el cielo, pero ninguna gota cae encima de mi rostro. Entonces recuerdo… No puede estar lloviendo. ¡Es verano! Mis ojos se abren abruptamente y luego casi me caigo de la cama asimilando la habitación. No es mi habitación. Ni siquiera es la habitación del departamento. Me quedo sentada hasta que parece que mi mente se sacude las telarañas del sueño y escucho nuevamente agua cayendo. Agudizo el oído y me doy cuenta de que viene del baño. Alguien se está bañando. Sebastián. Sebastián se está bañando. ¿Ya se siente mejor? Miro la hora en mi celular y me doy cuenta de que ya pasa de la hora de almuerzo. Le mando un mensaje a mi mamá diciéndole que estoy bien y que solo comeré algo por ahí para que no se preocupe. Entonces lo llevo devuelta a mi bolsillo y recuesto mi cabeza en la almohada nuevamente. Solo para caer dormida otra vez. — Julieta Siento una mano cálida pasar por mi frente, el aroma a jabón rodeándome y me obligo a abrir mis ojos, parpadeando para recuperar la conciencia. — Te quedaste dormida – Dice Sebastián, sus ojos moviendose por mi cara deteniéndose en mis ojos. Está vistiendo unos jeans azules y nada más. Sus pies están descalzos y sus brazos están sacudiendo una toalla por su cabello, despeinándolo y haciendo que trague saliva para no atragantarme con ella. — ¿Cómo te sientes? – Me oigo preguntar. Sebastián arrastra la toalla de su cabeza y me mira detenidamente. Entonces una sonrisa estalla en sus labios. — Mejor – Entonces su sonrisa desaparece y su ceño se frunce – No debiste haberte quedado tanto tiempo sin embargo. Estas cansada. 24

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Me encojo de hombros – Ahora estamos a mano. Enarca sus cejas y se acerca hasta el armario para sacar una camisa. — Tú me cuidaste cuando estaba enferma en el local. Se gira hacia mí deslizando la camisa por su cuerpo y una expresión severa en su rostro – Solo te lleve hasta tu casa, difícilmente cuidé de ti. Además – Añade con dureza – Fue mi culpa que te enfermaras para empezar. Hago rodar mis ojos – Ya hablamos sobre eso… — Si no hubiera sido porque yo… — Si no hubiera sido por ti — Lo detengo – Ni siquiera sé si estaría hablando contigo ahora. Saco mi celular y muevo mis dedos por él pretendiendo que estoy haciendo algo con él. — No me estoy quejando, pero…– Dice, luego se sienta en la cama cerca de mi — ¿Por qué viniste hasta aquí? Respondo con honestidad — Bueno, en realidad fue Romina quien me pidió que la ayudara a entrar. Estaba preocupaba. Sebastián solo me mira, sus ojos moviendose sobre mi rostro, luego asiente y sus ojos viajan hasta la cama – Si, ya vi sus mensajes. Había olvidado por completo lo de la reunión con la municipalidad. Asiento y siento la cama moverse mientras él se inclina más cerca. — Sabes que es mi prima, ¿cierto? Oh — Me está ayudando con la administración del parque – Continua — Ya que ella es mayor de edad. — Claro – Eso tiene sentido. Quiero decir, ¿Qué tan loca puedo ser? Por supuesto que tenía algún tipo de parentesco, tal vez sus ojos eran de un diferente tono de azul, pero su forma almendrada era la misma. — Bien – Me mira entonces y yo levanto mi mirada también. — Así que ¿Cuál es la historia con eso de todas formas? – Se que no debería estar preguntando, pero es algo que me ha estado molestando hace días.

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— Era de mi madre – Se encoge de hombros – Mi padre no quería tener nada que ver con él después de su muerte, así que decidí hacerme cargo. Aunque tengo representante legal y eso por lo de la edad. Se aclara la garganta y entonces continua — Y con respecto a la apuesta… Lo miro con sorpresa, pensé que era solo una especie de broma. — ¿Qué pasa con eso? — ¿Aun sigue en pie? Porque estoy seguro de que vas a terminar perdiendo. Es bastante obvio que no puedes estar lejos de mí. Me sonríe con arrogancia y frunzo mis labios, casi sin pensarlo, pero entonces sus ojos caen a mi boca y sonrio hacia él. — No tienes ni idea – Me burlo. No le pregunto por los dos días en que no nos vimos. Una parte de mi simplemente no quiere saberlo. Eleva una ceja hacia mí con una sonrisa sexy en su rostro – Se que me extrañaste estos últimos días. - Claro que no – Digo apretando los labios. Sus ojos se estrechan sobre mí, su rostro volviéndose pensativo – Mmm… ¿Por qué creo que estas mintiendo? - ¿Por qué eres un arrogante? Se ríe y entonces se acerca aun mas a mi haciéndome que mi respiración se detenga de golpe y toma un mechón de mi cabello para ponerlo detrás de mi oreja. – Créeme, tengo tan listo esto que solo deberíamos saltarnos a la parte buena– Su expresión vuelve a ser la misma de antes y mi corazón se salta un latido. Me siento infinitamente más ligera al saber que la chica de ayer era solo su prima y ver que su sonrisa coqueta regresó. – No hay forma de que vayas a ganar – Digo con mi respiración agitada. El solo sonríe.

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– De acuerdo, escúpelo. Quito la vista de mi helado y miro a Sofí. – ¿Qué cosa? Ella rueda sus ojos – Has estado toda distraída viendo como el helado de derrite, así que hay algo que no me estas diciendo. ¿Qué es? ¿Al fin prendiste tu celular y hablaste con Sebastián? Eso es lo malo de tener mejores amigas, a Sofí solo le basta una mirada para saber que algo me pasa. Ella estaba aquí con su papá, pero había llegado unos días después que nosotros. Minutos después de que habíamos llegado al departamento ella llamó al celular de mi mamá y hasta yo pude escuchar su voz frenética por el auricular. Mi mamá ni siquiera se inmutó, solo la saludó alegremente como si nada pasara y luego me pasó su celular susurrando: Es para ti. Cuando tomé el celular de la mano de mi mamá casi lo dejo caer por el grito que Sofí me dio: ¡¿Estas loca?! ¿Por qué no contestaste el celular? Fui hasta tu casa y no había nadie. Llamé a tu mamá pero tampoco me contestó. ¡Estaba a punto de ir a la policía a reportar un posible secuestro familiar! Ya que había apagado mi celular, en realidad había olvidado decirle a Sofí que nos veníamos a la playa y se le había agotado la batería al de mi mamá. Fue solo cuando llegamos y ella lo conectó para cargarlo que vio que Sofí había llamado. Muchas veces. – En realidad no – Hago una mueca – Me encontré con él hace unos días y… Detiene la cuchara de helado a medio camino de su boca y me mira sorprendida– ¿Qué? ¿Dónde? ¿Por qué no me dijiste antes? – Aquí. Bueno, más bien en ese parque que esta de camino a acá. No quise decirte porque estabas emocionada por salir con mi primo, no quería hacerte perder el tiempo con esto. – Ja. No debí haber estado emocionada, recuérdame hacerte caso la próxima vez que me digas que alguien es un idiota. Mi primo coqueteó con todo lo que se le puso en frente mientras estaba en una cita con Sofí. Ella me lo había pedido, pero de todas me sentí como una horrible mejor amiga. Y una horrible Cupido también. Así que cuando me llamó hoy en la mañana y me contó todo, sabía que lo mejor era ahogar las penas con helado. Y tal vez un poco de chispas de chocolate. 27

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Finalmente le cuento toda la historia desde que choqué con aquel negocio hasta cuando nos vimos ayer y que vamos a salir hoy en la tarde. Sofí me mira como si estuviera loca. Cosa que podía ser cierta o no. Estoy deliberando sobre eso aun. – ¿Recuerdas cuando te dije que estabas haciendo todo más difícil de lo que realmente era? – Asiento otra vez. Fue después de que finalmente la había calmado y convencido de que realmente no habíamos sido secuestrados. Le dije que había apagado mi celular porque no quería tratar con Sebastián. Ella continua – Bien, pues acabas de hacerlo aun mas difícil. Gimo y como un gran bocado de helado. Está bastante derretido. – En realidad no sé lo que estoy haciendo, tengo sentimientos por él – Demasiados, demasiados sentimientos – Pero todo esto pasó tan rápido que yo… Sofí asiente entendiendo – Te asustaste. Es comprensible. Quiero decir, solo bastó un beso y entonces ¡pum! Sentimientos al instante. Deja salir un suspiro y me doy cuenta de un chico que estuvo a segundos de chocar contra una mesa por mirarla cuando lo hizo. Sonrio ante eso y ella me levanta una ceja rubia en mi dirección. – Así que ¿Te pidió salir a una cita? – Sí, quiero decir no, solo vamos a salir. Como amigos. Ayer en la tarde después de darme un muy merecido baño mi celular me notificó de una serie de llamadas perdidas de Sebastián, haciendo que mi pecho se retorciera en nudos al ver su nombre en la pantalla. Segundos después me llegó un mensaje instantáneo. Vamos a comer algo mañana Mi corazón saltaba alegremente, pero tipié rápidamente una respuesta en la pantalla: No creo que sea una buena idea. Me respondió: Somos amigos, ¿no? Además ¿cómo se supone que alguien gane la apuesta si no nos vemos? Tenía un punto, pero aun así… ¿O tienes miedo de no poder resistirte a mis encantos? 28

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Rodé los ojos. Hasta por mensaje él era irritante. Y terriblemente arrogante. En tus sueños. Su respuesta fue rápida: Cuento con eso. Apreté los labios y comencé a escribir una negativa cuando otro mensaje me llegó rápidamente. Paso por ti a las 6. Y segundos después el ya se había desconectado. Sofí se me queda mirando otra vez con incredulidad y come un poco más de su helado – ¿A dónde van a ir? – No lo sé, a comer tal vez. – ¡Entonces es una cita! – ¡No lo es! – Bien, de acuerdo. Lo que digas. Hablamos de otras cosas mientras terminamos de comer nuestros helados mientras Sofí intentaba y fracasaba de ocultar su diversión cada vez que recordaba la historia de mí cayendo en un montón de sustancia pegajosa de dudosa procedencia. Finalmente y después de pagar la cuenta, Sofí toma su bolso del asiento y se lo pone en su hombro. – Bien, me tengo que ir. Mi papá quiere que lo acompañe a comprar algo para su novia. Hace una mueca y yo también. Nos abrazamos y nos despedimos, pero cuando va como a medio camino delante de mí, grita sobre su hombro: – ¡Ah, y que te vaya bien en tu cita! – ¡NO ES UNA CITA! La escucho reír y entonces la veo desaparecer de mi vista. Miro hacia los lados en donde algunas personas me están mirando como si fuera una loca por haber gritado y me hundo en mi asiento avergonzada. ¿Por qué siempre tengo que avergonzarme de esta forma?

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Capitulo 6

Cuando abro la puerta más tarde ese día él está allí está mirándome con una sonrisa torcida en sus labios, todo guapo y espectacular en pantalones a la medida y polera blanca con botones desabrochados en la parte superior. Le había mandado un mensaje porque no tenía ganas de ir a comer hoy. Después de haber llegado de la playa con Sofí tuve una visita, ya saben, la de todos los meses, y no tenía ganas de hacer nada realmente. Sebastián no me había respondido nada, pero de verdad desee que no viniera. – ¿Qué estas haciendo aquí? – Pregunto porque sé que leyó mi mensaje. Con esta cosa de los mensajes instantáneos, sabes perfectamente cuando alguien lee o no tu mensaje. – ¿Estas lista? – Me pregunta a cambio sin responder mi pregunta. Lo fulmino con la mirada por responderme con otra pregunta Y entonces recuerdo algo y mis cejas se juntan. — Nunca te dije que me estaba quedando aquí, ¿Cómo supiste donde encontrarme? Me sonríe maliciosamente – Tengo mis fuentes ¿recuerdas? Claro que si, sus fuentes. ¿Cómo podría olvidarlo? Pienso sarcásticamente. Mi mamá pasa caminando hacia la cocina americana y se detiene en cuanto nos ve. – Hey chicos, ¿Van a salir? – No – Digo al tiempo que Sebastián dice: – Si. Le lanzo una mirada llena de odio lo que lo hace sonreír. – Que bien – Dice mi mamá alegremente – A Julieta le hace falta salir un poco. Mis ojos se abren con indignación hacia ella – ¡Mamá! – ¿Qué? Es verdad cariño. Tienes que aprovechar tu juventud y has estado encerrada en tu habitación viendo dibujos animados desde ayer. Oh Dios. Me tapo la cara con las manos. ¿Esto podría estar yendo peor? 30

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Escucho a Sebastián reír disimuladamente y desesperadamente deseo que se abra un agujero y me trague. – Es bueno saberlo – Dice suavemente cerca de mi oído. En serio. ¡Agujero ¿Dónde estas?! – Así que ¿A dónde van a ir? – Pregunta sentándose en la punta del sofá. – Bueno – Dice Sebastián – Pensé que primero a ver una película y luego a comer algo. Me doy la vuelta para mirarlo, para decirle lo mismo que le envié por mensaje. – No creo que… Mi mamá me Interrumpe levantándose para dejarnos – Eso es genial chicos, solo recuerden llegar temprano. – No se preocupe señora Rose, la traeré a las 9 en punto. – Bien – Mamá se dispone a levantarse para irse, pero entonces le echa un vistazo a mi atuendo y me observa – ¿Vas a ir así? Miro hacia mi vestuario que consiste básicamente en unos jeans apretados y una vieja chaqueta con capucha que tuvo días mejores. Completando con mis zapatillas de lona y una cola de caballo apretada detrás de mi cabeza. – Si, ¿Qué tiene? Ella niega con la cabeza y se aleja alegando que se le había olvidado la llave del agua abierta del baño. Me doy la vuelta para mirar a Sebastián quien aun sonríe como un idiota. – Te ves bien – Dice – Aunque debo admitir que voy a extrañar verte con el uniforme del local. Sonríe maliciosamente guiñándome un ojo después y aprieto mis labios recordando la forma en la que me había mirado la primera vez que nos habíamos visto en el local. – Bien – Digo suspirando – ¿Vamos? Minutos después estoy mirándolo mientras se acomoda en el asiento del cine. Sus grandes brazos apoyándose en los bordes del asiento y cerca de los míos. Disimuladamente quito mi brazo cuando una pequeña chispa salta de su brazo al mío. – No puedo creer que vayas a ver esta película – Le digo y él me mira. 31

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– No es algo que hubiera elegido por mí mismo, pero creo que estará bien – Dice – Aunque me la debes, la próxima vez veremos una que yo escoja. De preferencia algo más masculino. Pongo los ojos en blanco – Claro que sí. – Me debes una película – Amenaza – Y siempre cobro lo que me deben. Le frunzo el ceño, pero entonces las luces se apagan y los avances comienzan a reproducirse en la pantalla. Una hora y media después salimos de la sala de cine, yo un poco desorientada después de estar sentada tanto tiempo y casi en la completa oscuridad. Y también un poco sorprendida al descubrir que en realidad pasé un gran rato. Creí que Sebastián se aburriría como una ostra, pero lo descubrí varias veces riéndose de las locuras de Olaf mostrando su hoyuelo y mi pecho se apretó al verlo feliz. ¡Maldito cuerpo traidor! Sebastián comienza a caminar a donde había estacionado su auto y cuando me abre la puerta frunzo mi ceño hacia él. – Pero, creí que íbamos a ir a comer algo – Le digo, aliviada y decepcionada en partes iguales una vez que él cierra la puerta de su lado y empieza a mover el auto. Los locales de comida están casi al lado del cine. Bueno, los locales de comida chatarra. Pero eso es lo quiero comer en estos momentos. De preferencia algo grasoso y frito. Sus labios se curvan lentamente en una media sonrisa y sus ojos brillan – Sabia que realmente querías salir conmigo. Aprieto mis labios enojada de cómo salió eso. – Solo pensé que te gustaría algo más sencillo que ir a un restaurant o Mcdonals. Cruzo mis brazos sobre mi pecho – Oye, no te atrevas a decir nada sobre Mcdonals. Se ríe y aparca en el estacionamiento de la playa. Llegamos muy rápido. Esta cosa de que le gusta manejar rápido realmente me asusta – Lo tendré en cuenta. Ahora, solo quédate aquí unos minutos hasta que tenga todo listo. ¿Todo listo? ¿A qué demonios se refiere? Lo miro mientras se baja del auto y abre la parte de atrás sacando algo que no puedo descifrar de que se trata. Me quedo sentada por un minuto más hasta que ya no puedo soportar más la curiosidad y me bajo del auto. 32

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– ¿Qué es esto? – Le pregunto una vez que llego hasta donde está. Miro hacia todos los potes puestos en una manta color beige encima de la arena y elevo mi ceja hacia Sebastián. – Un picnic – Responde simplemente aun sacando cosas desde su auto y dejándolas caer en la manta. Me siento en una esquina de la manta y lo miro – Esto no es cursi ni nada. Sebastián se ríe, pero no dice nada. Quita la tapa de uno de los potes dejando ver unas deliciosas frutillas. – Puedes decir lo que quieras – Dice – Pero no puedes negar que te encanta. Cruzo mis brazos sobre mi pecho – Claro que no. – Lo amas y lo sabes. – Eres tan idiota. Como siempre que digo cosas así sonríe mostrando sus hoyuelos. Y de ninguna manera voy a admitir que me encanta. No voy a hacerlo. – No voy a comer nada – Sentencio aun con mis brazos cruzados. Media hora y mucho potes de comida vacios después, estoy total y absolutamente satisfecha. Ambos estamos acostados sobre la espalda viendo las estrellas aparecer una a una en el cielo con solo el sonido de las olas chocando contra la orilla. – Las estrellas son geniales, es una pena que las personas no se detengan un momento a simplemente observarlas. Miro a Sebastián, pero está mirando hacia arriba sonriéndole al cielo. – Si, nadie tiene tiempo para eso. Nos quedamos en silencio por el resto del tiempo y cuando el celular de Sebastián comienza a sonar como un gran despertador antiguo me levanto rápidamente frunciendo el ceño. – ¿Pusiste una alarma? Sebastián alcanza su celular en el bolsillo de su chaqueta y cuando por fin logra apagar la maldita cosa, el silencio se siente casi celestial. – Dije que iba a llevarte a las 9 a tu casa y eso voy a hacer. 33

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Ruedo mis ojos y me levanto para comenzar a recoger las cosas de la manta. – ¿Y tenias que poner una alarma? – ¿Qué? Es nuestra primera cita. De amigos – Dice intentando no sonreír – Y tengo que llevarme bien con tus padres. Frunzo los labios y él pierde la batalla con su sonrisa y comienza a reír abiertamente. – Esta no fue una cita – Digo obstinadamente. – Lo que tu digas Rose, lo que tu digas.

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Capitulo 7

Al día siguiente estoy a punto de prender la televisión y relajarme en el sofá cuando el timbre suena y me sobresalta. Sofi se fue ayer, así que no puede ser ella. Frunzo el ceño y me paro reticente hacia la puerta. — ¿Qué dem… Sebastián pasa por mi lado tan rápido que no me da tiempo de cerrar la puerta. — Traje Pizza – Dice casualmente como si lo hubiera invitado a estar aquí. Cosa que obviamente no hice. Me paro frente a él con las manos en la cintura— ¿Qué crees que estas haciendo? Deja la pizza sobre la mesa de la sala y se da la vuelta para sonreírme. — Me enteré de que tus padres se fueron al casino y que no van a estar aquí hasta mañana, y no me gusta la idea de que quedes sola en este departamento. Mis manos se deslizan de mi cintura y quedan inútilmente colgando a los lados. Lo miro admirando la forma en la que se ve tan bien con unos simples pantalones de tela blanca y una polera gris con cuello en v. — Bueno, pues estoy bien sola. Hay un guardia en el edificio y estoy segura de que no va a pasar nada, así que… Hago un gesto hacia la puerta, pero él me ignora. — ¿Quieres jugo o bebida? Dios, esto no está sucediendo. Es como si el supiera que estoy al último de mis fuerzas contra esta cosa de la apuesta. Suspiro rindiéndome – Solo jugo. Ignoro su sonrisa de triunfo y entro en la habitación para ponerme un polerón encima de mi piyama. Deteniéndome en seco cuando recuerdo que en realidad no se rió de mi por eso ni dijo nada al respecto. Cuando estoy lista y pongo un pie dentro de la sala freno de golpe al verlo sentado en el sillón con el gato en su regazo mientras él acaricia su cabeza. 35

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¿Está ronroneando? – No puedo creer que te haya dejado hacer eso. A mí me odia. Sebastián me da una sonrisa brillante – ¿Cómo no quererme? Soy irresistible. Claro que lo es, pero no hay manera en el infierno que vaya a decírselo. El olor a limpio en su piel junto con su shampoo y desodorante me está matando. Aun así me obligo a poner los ojos en blanco y me siento a su lado, haciendo que príncipe sisee en mi dirección. – No es como si fuera una gata. – Bueno, eso te demuestra que en realidad nadie puede resistirse a mis encantos. – ¿Siempre tienes que ser tan humilde? – Le digo, mis palabras goteando con sarcasmo. Para su beneficio él solo me mira a los ojos y me sonríe. Le frunzo el ceño, pero no me responde y en su lugar toma a príncipe y lo baja al suelo — Bien amigo, es hora de irse. Príncipe ronronea un poco más en su mano y luego se aleja hacia la cocina. — ¿Qué película tienes? – Pregunta sonriendo — Me debes una ¿Recuerdas? Ruedo los ojos y comienzo a enumerar las películas que tengo guardadas, en su mayoría son películas de acción, ya que mi papá estuvo guardando películas ayer, pero también hay algunas de terror y suspenso que estoy rezando para que no elija. Su sonrisa se vuelve malvada mientras piensa y me levanto para tomar el control y dejarlo en su mano. No soy de las que les gusta ver películas de terror, ni siquiera cuando era más joven y todas mis amigas estaban metidas en toda la cosa de Destino Final y todo eso. Me siento, no donde estaba antes, si no al otro extremo del sillón mientras Sebastián elije la infame película de terror. Maldición. Claro que lo hizo. Estoy bastante segura de que lo hizo a propósito. No debí dejar que eligiera. Solo debí haber puesto Enredados y ver cómo se las arreglaba con eso. A medida que la película avanza, quiero tapar mis ojos con algo, pero no voy a hacerlo con Sebastián aquí. No quiero quedar como una débil asustadiza, así que hago de todo para no gritar mientras las imágenes de salto pasan en la película. De repente pone la película en pausa y se gira para mirarme haciendo que me sobresalte 36

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– ¿Estas bien? Me mira a los ojos y para enmascarar mi nerviosismo pego una sonrisa a mi rostro. – Claro, bien. Muy bien – Dios, ¿Puedo ser más evidente? Sonríe y me hace un gesto con su mano – ¿Por qué estas tan lejos? Ven aquí. – Estoy bien aquí. – Vamos Rose, no muerdo – Dice, sus ojos brillando hacia mi – A menos que quieras. – Solo veamos la película ¿Bien? – Digo en un susurro atragantándome. – Pero estas asustada. – No estoy asustada – Digo tercamente. Y no lo estoy. Estoy ATERRADA. Esa es la palabra. A-TE-RRA-DA. Parece que va a decir algo más, pero parece pensárselo mejor y pone play nuevamente en la película para terminar de verla.

Unos fuertes brazos me aprietan mientras intento zafarme y alejarme de él, pero por más que lucho no puedo quitármelo de encima. Me estoy ahogando y el grito que quiero dejar escapar no sale de mi garganta. — ¡No! ¡Suéltame! Me retuerzo desesperada por que me deje, pero sus brazos son muy fuertes. Estoy atrapada. No va a dejarme ir y nadie puede escucharme. La bilis sube por mi garganta. — Julieta… — ¡No! ¡No! ¡No! — Julieta – Escucho la sueva voz cerca de mí y me toma un segundo reconocerla – Shhh, solo soy yo, estas bien. Estoy aquí. Por favor despierta. Mis ojos se abren y a pesar de que ahora sé que fue solo un sueño, mi corazón sigue latiendo rápidamente en mi pecho y el miedo aun está alojado dentro de mí. Respiro profundamente y el olor de Sebastián me tranquiliza mientras descanso mi cabeza en su pecho, no sé cómo pero instintivamente sé que es él, sus brazos están a mí alrededor y

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sus manos pasando por mi espalda suavemente en caricias reconfortantes. Siento su mentón en la cima de mi cabeza y me obligo a respirar más despacio. — ¿Qué estas haciendo aquí? – Pregunto mientras el velo del sueño se desvanece y puedo volver a pensar con un poco de normalidad. En realidad no recuerdo haberme ido a dormir. — Te quedaste dormida mientras veíamos la película y te traje hasta tu habitación. Me quedé en el sillón porque no quería dejarte sola. No sé qué pensar sobre eso. ¿Se quedo aquí durmiendo en ese incomodo sillón por mi? — Deja de pensar tanto – Me reprende de repente haciendo que eche mi cabeza para atrás para intentar verlo. Sus brazos dejan de rodearme instantáneamente y realmente no es una buena sensación. — No sabes lo que estaba pensando. — Si lo sé, a pesar de lo que creas, no soy un villano. No me aprovecho de chicas inocentes y no me aproveché de ti. Te escuché gritar y vine a ver qué estaba pasando, entonces vi que estabas teniendo una pesadilla y solo quise despertarte. Frunzo el ceño. No es lo que estaba pensando. No creo que sea un villano, ni que se aproveche de las chicas. De hecho jamás creí eso, ni siquiera cuando creía que él era arrogante y desagradable. — Sé que no lo eres –Susurro acurrucándome contra él y dejando escapar un suspiro de alivio cuando sus brazos vuelven a apretarse a mi alrededor – Gracias por venir a despertarme. Odio las pesadillas. — ¿Qué estabas soñando? Tal vez ayude si me dices. Suspiro y vuelvo a pensar en el sueño que ha estado persiguiéndome desde hace semanas. El sueño que había reemplazado a los sueños con Sebastián en la fiesta. Ahora solo había ese miedo, nauseas y la sensación de vacío en mi estomago. — Fue sobre el asalto al local. Sus brazos me aprietan aun más si eso es posible y deja escapar un ruido de desesperación. — ¿Es la primera vez? – Susurra contra mi cabeza. Sé sin tener que verlo, que su mandíbula está apretada por la forma en la que sus palabras salieron de su boca. Agito mi cabeza y lo escucho maldecir. 38

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— Lo siento Rose, si pudiera alejar tus pesadillas lo haría. Su voz es tan suave y reconfortante. Me acurruco aun más contra él y sonrio contra su pecho. Wow, hablando de cosas que nunca pensé que haría. Si mi padre me viera ahora de seguro le daría un ataque al corazón. — Es suficiente con que estés aquí ahora. Cierro mis ojos nuevamente y no puedo evitar sentirme aliviada y feliz de que esté aquí conmigo. Así que me alejo un poco haciendo que sus brazos me suelten para poder mirarlo, el sol aun no sale, pero puedo verlo gracias a las luces de la calle. — ¿Sebastián? — ¿Si? – Pregunta con sus ojos cerrados. Dudo un poco y él sintiendo mi vacilación abre sus ojos azules y me observa. — Creo que debemos dejar lo de la apuesta – Susurro en voz baja. — ¿Qué quieres decir? — Que ya no es necesario, entiendo lo que querías demostrar. Una amplia sonrisa se desliza en su rostro — ¿Qué pasó con la cosa de no conocernos? Me encojo de hombros – Tal vez saber que me gusta tu sonrisa, es todo lo que necesito saber sobre ti ahora mismo. Eso lo hace sonreír aun más — ¿Mi sonrisa? — Sabes de lo que estoy hablando – Ruedo los ojos. — No, a decir verdad no. Suspiro profundamente y toco con mis dedos el lugar donde descansa su hoyuelo – Estoy hablando sobre esto. — Oh – Dice él fingiendo sorpresa y luego sonriendo con arrogancia – Tienes razón, todas aman mis hoyuelos. Lo golpeo en el pecho y entonces mi mano se queda allí. Maldición, su pecho se siente bien. Me aclaro la garganta y espero que no pueda ver mis mejillas sonrojadas. —Estoy dispuesta a intentar, sea lo que sea esto – Me detengo de repente aterrada, ¿Qué pasa si él ya no quiere nada? – Quiero decir, si tu… ah… si tu todavía… 39

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Pone un dedo en mi boca para silenciarme – Quiero intentarlo también. Pero tienes que saber que tu sabes mucho más de mí de lo que piensas, jamás le había hablado a alguien sobre mi madre – Mi corazón retumba mientras él pasa sus dedos por mi labio inferior y luego susurra – Tú eres la primera. Contengo la respiración, me encanta saber que él se siente lo suficientemente cómodo como para hablarme de algo tan personal, y desde ahora en adelante quiero estar ahí para él y que me cuente todo, quiero saberlo todo sobre él. Paso mi mano por su mandíbula suspirando cuando mis dedos repasan sus labios. Todavía estoy en esa etapa donde no sabes muy bien lo que está pasando fuera del mundo onírico. Pero sé perfectamente que quiero. Me inclino poco a poco hasta que mis labios están a centímetros de los suyos. Lo siento inspirar y una calidez se desliza dentro de mí al saber que puedo provocar esa reacción en él, sabiendo que esto lo afecta tanto como a mí. Ni siquiera sé como hice para aguantar tanto tiempo sin esto. — Espera – Dice de repente alejando sus labios de los míos abruptamente, enderezándose y haciendo que tenga que hacerlo también. Lo miro confundida. Y de repente toda fría por dentro – Tanto como quiero besarte ahora mismo – Dice mirando mis labios y apretando sus ojos cerrados — Prometí que no iba a intentar besarte mientras fuéramos amigos, junto con la cosa del doble sentido, lo que he cumplido al pie de la letra si puedo añadir, y no quiero que corras como lo hiciste la última vez que te besé. Aprieto mis labios ante eso – No corrí. — Lo hiciste. Bufo – Solo caminé… Él me mira con escepticismo. —… Deprisa – Suspiro y continuo— Lo siento – Digo bajito, el calor viajando a mis mejillas. Sebastián me mira confundido — ¿Por qué? — Por haber hecho que me… persiguieras – Hago una mueca al decir la palabra. No soy esa clase de chica, y estoy avergonzada de haberlo hecho. Sebastián toma mi mandíbula con su mano para que lo mire – Esta bien, sé que no lo hiciste a propósito – Suelto un respiro de alivio — Además – Continua — Hay que perseguir las cosas buenas, no llegan así nada más. 40

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Cierro los ojos disfrutando la manera en la que eso sonó y lo que significa — Esta bien – Digo después de un rato — Podemos ser amigos, de todas formas la cosa de los besos tampoco es taaaan impresionante. Aprieto mis labios pensativamente y me rio por la cara que pone al mirarlos. — No – Dice negando con la cabeza seriamente – Nada de impresionante. — Nop. Me rio y el niega con la cabeza— Siempre arruinas toda la diversión. Me rio a pesar de mi misma y el ríe junto a mí. Su risa calentado mi pecho y haciendo surgir las mariposas en mi estomago. — Ven, vamos a dormir. Me atrae nuevamente hacia él, esta vez con mi espalda apoyada en su pecho y uno de sus brazos alrededor de mi cintura descansando suevamente contra mí estomago. Puedo sentir su aliento calentando mi cabello y me estremezco con el conocimiento de que solo está a unos centímetros de mí. Por suerte, de alguna manera logro quedarme dormida ahora mucho más tranquila, pero también mucho más consciente de mi misma y de mi respiración. — Buenas noches Rose – Es todo lo que escucho antes de sucumbir nuevamente al sueño. Para cuando despierto en la mañana con la luz del sol saludándome desde la ventana, Sebastián ya no está y siento una mezcla de decepción y alivio a la vez, aliviada ya que mi papá podría haberme mandado a un convento si llegaba a venir a mi habitación y Sebastián estaba allí, pero decepcionada al no poder ver su rostro temprano en la mañana. Me ducho y me visto en el baño. Para cuando salgo príncipe está enrollado encima de mi cama y levanta la cabeza cuando me acerco. No entiendo porque le gusta tanto mi cama. No es como si tuviera olor a carne o algo así. Mi celular emite el sonido de alarma de mensaje y me quito la toalla de la cabeza arrojándola a la silla junto a la ventana para llegar hasta la mesita de noche. Agarro el celular y deslizo mi dedo sobre la pantalla para desbloquearlo. ¿Sabías que roncas durmiendo? Eso es mentira. No ronco. ¿Verdad? Sofí me lo habría dicho. Mentiroso. Yo no ronco. 41

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Lo que digas Rose. Ruedo los ojos y entonces espero cuando veo que me está escribiendo algo más. Dormí muy bien anoche. Mis mejillas se enrojecen y escribo: Comparado con un sofá… Sabes que no es por eso que lo dije. No sé que responder ¿Qué se supone que diga? Dejo el celular en la mesita de noche y me paro frente a mi cama. Miro a príncipe y muerdo la uña de mi pulgar. Eso es nuevo. Jamás había mordido mis uñas. — ¿Crees que hice bien? El gato no responde. Comienzo a pasearme por mi habitación. — Ni siquiera sé porque seguía luchando contra esto, bueno en realidad si, él es arrogante, presumido y de seguro ha estado con mas chicas de las que puedo contar, además del hecho de que no supe nada de él en dos días – Hago una pausa y suspiro audiblemente – Pero también se preocupa por mí, ha estado allí para mí cuando más lo necesité, me hace reír y es guapo. Príncipe maúlla. — Esta bien – Le dije – Muy guapo. Pero ese no es el punto. Lo miro y pienso en llamar a Sofí, ella ya se fué para estar con su hermano, pero no quiero llamarla para hablar nuevamente de Sebastián, hablamos todas las noches y creo que podría estar volviéndola loca aunque no me lo diga. Es suficiente con que una de las dos lo esté. Solo espero que todo esto salga bien porque hasta yo sé que esto tiene el poder de romperme el corazón.

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Capitulo 8

Han pasado tres días desde que dimos por acabada la apuesta y cada día me siento más frustrada y desesperada. De hecho aunque fui quien le hizo prometer que no intentaría besarme, soy yo la que este cada segundo del día fantaseando con besarlo, mirando sus labios más tiempo del que debería y me siento cada vez mas enojada con él por hacerme sentir así. Me odio a mí misma. De hecho ayer cuando estaba bebiendo agua y una gota se aferró a sus labios casi sin pensarlo me incliné hacia él para besarlo, pero el muy idiota me detuvo con una sonrisa. — Se que estas muriendo por besarme, pero me hiciste prometer que no lo intentaría. ¿Recuerdas? Lo fulminé con la mirada. Y él se rió, sus ojos azules arrugándose en las esquinas y su hoyuelo apareciendo. — No me mires así. Fue tu idea no la mía. Entrecerré mis ojos hacia él. — ¿Estas disfrutando con esto, verdad? Estas vengándote de mí porque quisiste besarme en tu departamento y no te dejé, por la cosa de ser amigos. Se encogió de hombros – Tal vez… — Dijo, sus ojos brillando con diversión — Pero, tenias razón, los amigos no se besan. Y tenemos todo el tiempo del mundo para hacer eso cuando termine la semana. Una semana muy larga – Lo escuché murmurar para sí mismo unos segundos después y sonreí. Al menos no estaba sufriendo sola. A pesar de todo, y aunque no nos estamos besando – obviamente – nuestra relación ahora es mucho más cercana, mucho más de tocar. Ahora siempre que nos vemos Sebastián está buscando mi mano para tomarla mientras caminamos e incluso me encontré a mi misma haciendo lo mismo. Jamás me había sentido tan cómoda con alguien en mi vida, pero también terriblemente confundida. Primero no quería tener nada que ver con él. Luego sí. Después estaba aterrada ante la idea de que él me convenciera con toda la cosa de la apuesta y lo de ser amigos, y 43

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luego estuve totalmente molesta cuando no supe nada de él los días posteriores. No quería que me besara y ahora me estoy muriendo por eso. Cada vez me encuentro más enojada conmigo misma por hacerme esto. Soy una contradicción andante. – Te odio – Le digo. Es más fácil estar enojada con él. El solo se ríe de mi expresión y me atrae a sus brazos. – No puedes hacer esto – Digo aunque no me aparto de él y pongo mis brazos alrededor de su espalda. Dos palabras. Contradicción. Andante. Pero es que huele tan bien. ¿Por qué tiene que oler tan bien? – Dijiste nada de besos, pero nunca dijiste nada sobre los abrazos. Solo suspiro y me apoyo en él. Su calor es tan reconfortante que no puedo y no quiero apartarme. – Vamos, hay un lugar al que quiero que veas antes de que te vayas. Asiento y caminamos de la mano hasta donde estacionó su auto. Pero cuando logramos entrar y Sebastián cierra su puerta la voz de Carly Rae Jepsen llena el auto. ¡¿En serio?! ¿Justo ahora? ¡Es como si esa canción me persiguiera! – ¿Qué pasa? – Pregunta Sebastián. Oh ¿Porque, porque tenía que sonar justo ahora? – Nada – Respondo rápidamente intentando hablar para que no pueda escuchar la letra de la canción– ¿Cómo te va en las clases de inglés? Lo piensa por unos segundos mientras saca el auto del estacionamiento – Como en todas las clases, supongo. Soy del tipo que quiere sacar buenas notas, pero no estudia – Sonríe y entonces me mira – ¿Por qué? ¿Qué dice la canción? ¿Cómo supo que era eso en lo que estaba pensando? – Nada – Me inclino rápidamente para apagar la radio, pero él se adelanta también golpeando mis manos fuera y riéndose por mi insistencia en apagarlo. Pero entonces la letra de la canción termina y la he escuchado lo suficiente para saber que después de esto va a terminar. 44

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Sonrio triunfalmente. Feliz de haber ganado. Sebastián detiene el auto y me mira. Entonces aprieta un botón en el manubrio y pregunta. – ¿Qué canción está sonando? – This kiss, Carly Rae Jepsen – Responde una voz desde el auto y mis ojos se amplían. Mi sonrisa desaparece. Idiota. Tenía que tener eso en su maldito auto. – Mmm… This Kiss – Murmura Sebastián con voz sexy – Entiendo. Te hace pensar en… cosas. – No sé de que estas hablando – Maldición, eso suena terriblemente repetitivo.

Unos minutos después estoy negando con la cabeza efusivamente. Oh no. No, no, no. Esta no es una buena idea. Es una mala, mala idea. Miro hacia la gran rueda y siento la bilis en mi garganta. Sebastián le pasa los tickets al encargado y él nos abre la pequeña puerta para dejarnos pasar. Siento los ojos de Sebastián en mi rostro, pero no soy capaz de mirarlo. Creo que voy a vomitar. Corrijo, estoy segura de que voy a vomitar. – No puedo hacer esto. Voy a morir. Sebastián ríe y niega con su cabeza. – No vas a morir. Ven, no me hagas pensar que eres una cobarde. Le disparo la mirada más cargada de odio que logro conjurar – No soy una cobarde. Él no se ve afectado por ella sin embargo – Bien, entonces vamos. Es nuestro último día, no querrás arrepentirte de esto después. Se sienta en la banca y palmea con su mano el lugar de al lado moviendo sus cejas de arriba a abajo. Frunzo los labios y a regañadientes me siento a su lado haciendo que ésta se balancee y yo lance un pequeño chillido del susto.

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Pronto la rueda comienza a moverse un poco para que todas las personas puedan subirse de dos en dos en cada una de las bancas hasta que estamos casi en la parte más alta y mi corazón se acelera notoriamente. Esto es todo. Voy a morir. Voy a morir en una gran rueda gigante. Tomo un gran respiro intentando calmar a mi corazón, pero es inútil, esta latiendo tan alto que hasta puedo sentirlo en mis oídos. Oh, por Dios, ¿Qué si soy enferma del corazón? El viento está un poco mas fuerte aquí arriba por lo que la banca se balancea y yo me agarro aun más fuerte de la barra de adelante hasta que mis dedos comienzan a doler con la presión. Una cálida mano se posa sobre una de mis manos y casi salto fuera de mi piel. Con todo casi había olvidado que Sebastián estaba a mi lado. – ¿Estas bien? Trago saliva y asiento intentando no moverme para que esta cosa loca no siga moviendose más de lo que ya lo está haciendo. Sus dedos se mueven hasta mi barbilla y dirige mi rostro hasta que se encuentra con el suyo. Sus ojos increíblemente claros se mueven para examinar cada parte de mi rostro y no puedo evitar cerrar mis ojos en reacción. – Rose, no dejaría que nada te pasará – Dice – ¿Lo sabes, verdad? Asiento, aun incapaz de hacer nada más. – Entonces confía en mí. Siento que sus manos dejan mi rostro para trasladarse a mis manos que aun están agarrando la barra con toda la fuerza que puedo, y con cuidado quita cada uno mis dedos hasta que mis manos están liberadas de la barra. Pero no puedo mirarlo, ni siquiera puedo moverme. Estoy tan asustada que no es gracioso. Estoy inmóvil en el asiento mirando hacia el frente pero con mis ojos increíblemente cerrados.

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Sebastián toma mis manos en las suyas y sus pulgares comienzan a cepillar el dorso de mis manos – Solo voltéate hacia mi ¿Sí? Niego con la cabeza furiosamente. No puedo hacer eso. – Puedes hacerlo. Prometo que no va a pasarte nada. Tomo un gran respiro y hago lo que me pide. Dando vuelta mi cabeza de modo que ahora estoy mirando hacia él. – Ahora abre tus ojos. Contengo la respiración y lo intento, pero cuando solo una pequeña rendija de luz pasa a través de mis ojos los vuelvo a cerrar nuevamente. – No puedo. – Si puedes, si te concentras puedes hacer todo lo que te propongas. Fuiste capaz de resistirte a mis encantos por más de dos semanas, lo que es algo casi imposible – Dice y casi puedo visualizar su sonrisa en mi mente lo que hace que sonría en respuesta – Puedes hacer esto. Tomo otra gran respiración y entonces solo abro mis ojos. El sol se refleja en sus ojos azules y los hace ver increíblemente claros, pero a la vez muy profundos como si pudiera ver dentro de ellos. Y eso es todo. El miedo se desliza de mí. Y solo quiero besarlo. Al diablo con la cosa de ser amigos. Yo fui quien dijo sobre lo de no besarse y puedo retractarme si quiero ¿Verdad? Me sostiene la mirada unos segundos y luego susurra: – Ahora mira hacia allá. Poco a poco giro mi cabeza un poco renuente a dejar su mirada. Tomo un respiro profundo y entonces me quedo sin aliento cuando al fin logro ver lo que él quería que viera. – Wow – Es todo lo que logro hacer que salga de mis labios una vez que logro asimilarlo todo. Casi no puedo alejar mis ojos de la vista de la ciudad, el mar que parece no tener fin y el sol ocultándose detrás de las montañas dejando un suave resplandor naranja en los edificios más altos – Si – Dice Sebastián cerca de mi oído – Desde aquí se puede ver toda la ciudad y el mar. Por eso quería que subieras conmigo. – Es hermoso. 47

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– Lo es. Algo en la forma que dice eso hace que de vuelta mi cabeza hacia él, pensando que aun está mirando la ciudad, pero en su lugar sus ojos están en mi. Sus hermosos ojos azules me miran detenidamente y no puedo ayudarme a mí misma. Lo dije, al diablo la maldita amistad. Nos inclinamos casi simultáneamente y cuando nuestros rostros están a escasos centímetros de distancia, la rueda da un tirón haciendo que vuelva a agarrarme de la barra como si mi vida dependiera de ello – Lo que en realidad así es. Y solo así el momento se fue.

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Capitulo 9

Estamos empacando las cosas para llevarlas al auto. Hoy regresamos a casa, Papá tenía una video-llamada con alguien del trabajo así que Sebastián me dijo que iba a venir a ayudarnos, pero aun no está aquí, así que salgo un momento a la calle para esperarlo mientras mi mamá sigue llenando sus maletas y guardando las cosas que había comprado en bolsas y cajas. Es casi medio día por lo que el sol está justo encima de mi cabeza, pero no hace tanto calor debido al aire refrescante de la playa. Realmente voy a extrañar eso. El sonido de las olas, la tranquilidad que hay aquí. Pero este verano se va a quedar marcado en mi memoria como uno de los mejores de mi vida. Suspiro, feliz de haber aceptado esta cosa entre Sebastián y yo, aunque todavía no sé cómo llamarlo aun, pero estoy segura de que me hubiera arrepentido de no haberlo hecho. — Oye preciosa, ¿Tienes fuego? Frunzo el ceño y me doy la vuelta para ver quién me está hablando. Es un chico, parado a unos centímetros de mí mirándome o más bien inspeccionándome de arriba abajo lo que me hace sentir incomoda. Pongo una expresión en blanco en mi rostro - Lo siento – Le digo – No fumo. - ¿De verdad? – Sus ojos se agrandan y me sonríe – Vaya, eso es extraño. Me encojo de hombros y espero a que se vaya, pero no lo hace. - Bueno, tengo que ir adentro – Me doy la vuelta para irme, pero su voz me detiene. - Espera – Me dice – Voy hacia la playa, ¿Quieres venir conmigo? Lo miro como diciéndole ¿En serio? Como si yo fuera a ir a alguna parte con un extraño. - No gracias. - Awww, vamos, sé que te gustara. - Lo siento, pero tengo planes. Me sonríe, casi como si no me creyera y quisiera convencerme - Podríamos ir y volver realmente rápido. 49

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Abro mi boca para decir que no nuevamente, lo más educado que pueda, pero un brazo se estira por mi cintura y me acerca a un tibio y dulce pecho. Sé quien es sin tener que verlo. — Ya la escuchaste. Será mejor que te retires si no quieres mi puño estampado en tu cara. Me tenso un segundo al oír la ira en la voz de Sebastián, pero me relajo cuando el chico le hace caso y se aleja rápidamente. – ¿Dónde están tus cosas? – Dice Sebastián una vez que el chico esta fuera de vista. Su aliento roza contra mi cara y trae hormigueos por todo mi cuerpo. — Adentro. – Bien – Dice Sebastián y se aleja un poco de mi, su agarre aflojándose en mi cintura. Antes de que pueda decirle algo más se aleja caminando hacia el departamento. Instintivamente sé que si esto hubiera sucedido antes habría estado enojada como el infierno con él, pero ahora no lo estoy. Lo que es tan extraño que me asusta. Me quedo un segundo allí solo mirando hacia la playa que parece estar tan cerca y a la vez tan lejos, con un suspiro entro en el departamento para ayudar con las cosas. Sebastián no dice nada mas mientras me ayuda a mí y a mi mamá a llevar nuestras cosas al auto y siento como si un ladrillo se alojara en mi estomago. Sé que debería hablar con él, decirle de una vez la verdad sobre Cristian de una vez por todas, porque no quiero que haya mentiras entre nosotros, pero mi mamá está justo aquí y no quiero que escuche esto. Cuando al fin esta todo en el auto, mamá me dice que va a cambiarse de ropa hasta que l legué mi papá y sé que lo hizo para darme tiempo a solas con Sebastián. Mis manos están sudando y mi corazón esta aun peor que ayer en la rueda de la fortuna. Estamos apoyados en el auto de papá, Sebastián mirando hacia la playa y yo mirándolo a él y como su cabello se mueve con el viento. — ¿Cuándo vas a volver? No me mira mientras responde – Mañana, solo tengo que dejar listo un par de cosas en el parque, reunirme con un par de personas, firmar unos contratos, nada que tarde demasiado. Asiento. — Voy a pasar a buscarte en cuanto llegué a la ciudad para que podamos salir. Niego con la cabeza – No tienes que hacerlo.

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Se da la vuelta para mirarme y toma una de mis manos en la suyas mirándola mientras me responde. — Quiero hacerlo – Dice y entonces sus cejas se fruncen – Con respecto a lo que paso recién, yo… si estas enojada por eso… Lo miro con confusión y me rio – No estoy enojada. Sus hombros se hunden con alivio – Que bueno, porque tuve que esforzarme mucho para no golpearlo como quería. —No tenías que hacerlo, él se asustó con solo verte. Sonríe arrogantemente y mientras lo veo, sé que debería hablar de una vez, mientras antes le diga esto mejor. — Sebastián, quiero hablar contigo sobre Cristian… yo… — No — Me detiene – No tienes que decirme nada sobre él – Entonces sus ojos se estrechan hacia mi — A menos que me digas que estas pensando en volver con él. Arrugo mis labios hacia él – Claro que no. — Bien, es todo lo que necesito escuchar — Sus ojos viajan hacia mis labios y mi pecho se estremece de anticipación. Todos mis pensamientos se escabullen. Solo deseo que me bese de una vez. Tanto que casi estoy ahogándome. Para mí es como un vaso de agua y me encuentro mortalmente sedienta. Sin embargo sus labios se acercan a mi rostro y besa suavemente mi mejilla dejándome mareada con el roce de su mandíbula. — Dos días – Susurra contra mi oído y suspiro en derrota. ¿Hará mucho daño si golpeo ahora mismo mi cabeza contra el auto? … Al día siguiente estoy tan nerviosa que incluso siento ganas de vomitar, apenas y pude comer. Racionalmente sé que salimos un montón de veces en los últimos días en la playa, pero hacerlo aquí en la ciudad por alguna razón se siente diferente. No digo nada mientras Sebastián me abre la puerta del lado del pasajero de su auto y me deslizo sobre el asiento. Lo veo subirse y entonces arrancar el auto rápidamente. Me quedo mirándolo, a sus hermosos ojos azules, su fuerte mandíbula y como su cabello oscuro se mueve ligeramente con el viento que entra por su ventana abierta. 51

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Estoy tan ensimismada mirándolo que ni siquiera me doy cuenta de que ya llegamos y que él ya tiene apagado el motor. Miro rápidamente hacia el frente por miedo a parecer una tonta, pero cuando siento sus ojos en mi me volteo rápidamente chocando con sus ojos y quedándome atrapada allí. Sus ojos azules parecen brillar con aquel calor que me he estado acostumbrando a ver cuando me mira y el auto se carga con electricidad mientras ambos nos miramos casi sin pestañar. Observo sus labios curvarse hacia arriba y entonces lo pierdo. No sé quien se acercó primero, quizás fue él o tal vez fui yo, no lo sé, pero nuestros labios colisionan de la misma forma en que lo hicieron la noche de la fiesta y suspiro contra sus labios aliviada de al fin sentir sus labios, pero me arrepiento de inmediato porque se aparta rápidamente al oírme. Trago saliva mientras mis labios aun hormiguean por su tacto. Quiero agarrar sus brazos y obligarlo a que me siga besando, pero él rápidamente aleja su mirada de mí y se baja del auto sin mirarme. Suspiro y me bajo también. Mi corazón se siente pesado con la sensación de que tal vez se está arrepintiendo de lo que acaba de suceder. — ¿Qué fue eso? Le pregunto una vez que bajo del auto y lo rodeo para llegar a él. Se encoje de hombros y mira hacia otro lado – ¿Un saludo? No respondo nada y él alarga su brazo para tomar mi mano y un escalofrió se filtra por mi cuerpo cuando siento la electricidad subir por mi brazo por su toque. Creo que aun no me recupero de ese “Saludo” como él lo llamó. Lo miro, pero él se niega a mirarme. Abre la puerta para mí y me deslizo dentro del local lleno de personas riendo y hablando. No me estoy sintiendo muy bien, así que antes de sentarnos me excuso para ir al baño. Camino rápidamente consciente de su mirada en mí mientras avanzo hacia el baño de chicas, pero me detengo cuando veo un papel pegado en la puerta que dice que no hay agua temporalmente, miro hacia los lados, nadie parece entrar por eso mismo. Abro la puerta y entro juntándola detrás de mí. Me miro en el espejo y pongo mis manos en mis mejillas intentando que el calor desaparezca de ellas. ¿Está mal sentirme decepcionada porque él no me siguió besando y porque lo llamó un maldito “saludo”?

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De repente la puerta se abre de un tirón haciendo que mi ritmo cardiaco aumente. Pero se vuelve incluso peor cuando me doy la vuelta y veo a Sebastián cerrando la puerta detrás de sí. — ¿Qué estas haciendo? – Le susurro como si alguien fuera a escucharme afuera con la música tan fuerte. — Continuando lo que dejamos en el auto. Lo miro con el corazón latiendo frenéticamente mientras camina hacia mí lentamente y me toma por la cintura, casi como si fuera una pluma, haciendo que deje salir un chillido involuntario mientras me levanta del suelo para luego sentarme en el mostrador, logrando que mi rostro este unos centímetros más alto que el suyo. Sus ojos se fijan en los míos mientras pasa un dedo rozando mi labio inferior haciendo que hormigueé con su toque. Mi pecho ya se está elevando con cada respiración. Acerca su rostro, pero sus labios solo rozan los míos, casi como si pensara que voy a detenerlo, pero eso es ridículo. Quiero tanto esto que casi duele, así que alargo mis brazos para sostenerlo y besarlo como quiero, me aprieto contra él mientras el mundo parece desdibujarse a mí alrededor, lo único que sé es que no quiero que esto se termine nunca, sus labios se mueven sobre los míos con experta sincronía, nuestras cabezas girando para poder saborear más del otro. Es perfecto, es… mucho más que perfecto. Continuamos así, deteniéndonos gradualmente, lentamente hasta que me aparto para poder respirar y él sostiene su frente contra la mía. — Ese si fue un buen saludo – Le digo sin aliento, lo que lo hace sonreír. — No – Me corrige— Ese fue un maldito buen saludo. ... Sebastián se encontró con sus amigos Miguel y Sergio después de que salimos del baño y aunque estaba renuente a dejarme para ir a hablar con ellos y jugar billar como todos los demás aquí, lo convenzo de que estoy bien sola, hay unas chicas de mi colegio en otra mesa y tengo la intención de ir a pasar el rato con ellas por mientras. Apenas y estamos juntos, no quiero que se aleje de sus amigos por mi culpa. Eso sería estúpido. Siempre he sentido una pequeña molestia en mi pecho cada vez que veía a miguel, pero ahora cuando lo veo en realidad no siento nada. Y él parece no verme de todas formas. Miguel fue la razón por la que Sofí y yo nos decidimos a no hacerles caso a ese tipo de chicos, chicos como Sebastián y Miguel.

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Fue la razón por la que Sofí estuvo tan preocupada por mi después de que supo lo de Sebastián y yo hace unas semanas. No se suponía que cualquiera de las dos nos involucráramos con ninguno de ellos, mucho menos yo. Pasa un largo rato antes de que me levante de la mesa con las chicas para ir al baño, aunque les digo que no hay agua, todas van de todas formas para verificar su maquillaje. En cuento camino por el lado donde están las mesas de billar y paso por el lado de Sebastián, él deja de hablar con los chicos para darse la vuelta y guiñarme un ojo. Sonrio y entro al baño intentando reprimir las ganas de arrastrarlo nuevamente al baño para que volvamos a “saludarnos”. Ya que en realidad no llevo maquillaje, solo arreglo un poco mi cabello y me apresuro para salir antes que las chicas, pero entonces escucho una conmoción cuando salgo del baño. Unas chicas están gritando y me empujo entre las personas que están mirando hasta llegar al medio. Entonces jadeo. — ¿Estas loco? – Grita Miguel desde el suelo con una mano sobre su mandíbula que ya está hinchada. Sebastián está frente a él con furia grabada en toda su cara — No nos hemos visto en semanas ¿y ahora me golpeas? ¡Como si tú no hubieras hecho lo mismo con otras chicas! Sebastián se acerca como si fuera a golpearlo otra vez pero entonces un destello indescifrable pasa por sus ojos y se detiene. Llego hasta él y pongo una mano en su hombro, cierra sus ojos ante el contacto y luego da un paso hacia adelante como si fuera a golpearlo otra vez, su otro amigo, Sergio se pone delante de él agarrando sus brazos para evitar que vaya contra miguel otra vez. Sebastián se suelta de su agarre casi botándolo en el proceso y toma su chaqueta del taburete donde lo había dejado y sale de allí a grandes zancadas. Sin esperar agarro mi propia chaqueta y voy tras él. El aire frio me golpea y camino rápidamente hasta donde había dejado aparcado su auto. Entonces me detengo cuando lo veo parada a un lado con una mano en la ventana y su frente contra ella. La imagen es tan similar al día del asalto que me quedo parada por un momento solo mirándolo hasta que salgo de mi trance y camino hacia el deteniéndome detrás de él. – ¿Estas bien? – Pregunto suavemente. No me responde, en su lugar entra al auto y abre la puerta del copiloto para mi. Rodeo el auto y me deslizo en mi lugar sintiendo como si hubiera tragado un millón de rocas congeladas y aun estuvieran en mi estomago. El hielo expandiéndose por mis venas y enfriando todo mi cuerpo. 54

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Está conduciendo muy rápido, estoy agarrada de la consola principal luchando contra mi respiración que viene apresuradamente. ¿Cómo pudo este día volverse tan malo en solo un momento? Peor aún, ¿Qué fue lo que paso con Miguel para Sebastián se pusiera así y lo golpeara? Arriesgo una mirada a Sebastián. Tiene la mandíbula apretada y sus ojos no parpadean ni una sola vez mirando fijamente la carretera. Finalmente llegando a mi casa se detiene, pero no mira en mi dirección. – Yo… ¿Aun vamos a salir mañana? – Odio sentirme tan insegura, pero no sé en donde estamos ahora mismo. Asiente bruscamente y me bajo del auto. Tan pronto como estoy en la puerta de mi casa su auto vuelve a la vida acelerando hasta que desaparece de mi vista.

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Capitulo 10

Se suponía que íbamos a juntarnos en la plaza principal de la ciudad, Sebastián me iba a pasar a buscar. Eso iba a ser a las 3 de la tarde. Son las 5: 56 y aun estoy sentada en el sillón de la sala, cambiando de canales en la televisión con el control, parándome cuando no puedo soportar estar más sentada. Príncipe esta recostado en el sillón a mi lado, observando mientras me paro y camino de un lugar a otro, levantándome sobre mis dedos para mirar por la mirilla de la puerta, moviendo la cortina de la ventana hacia un lado disimuladamente para que no se note que estoy mirando hacia afuera en busca de un auto lujoso y negro. Príncipe ya no me gruñe como antes y ya no peleamos cuando se pone a jugar con los cordones de mis zapatillas o cuando quiere agarrar mi cabello. Estamos en una especie de tregua. O eso creo. Después de una hora finalmente reúno el coraje suficiente para llamar a Sebastián solo para ser mandada al buzón de voz. Sigo llamándolo, dejándole mensajes preguntándole si está bien, pero nunca me responde. Estoy a punto de desistir e irme a mi habitación cuando el timbre suena haciéndome sobresaltar. Abro la puerta pensando que puede ser la pizza que pedí hace unos minutos cuando me di cuenta de que probablemente iba a tener que comer sola, pero entonces me quedo congelada cuando veo a Sebastián allí, con la cabeza agachada. – ¿Sebastián? – Pregunto en un susurro, no muy segura de que hacer. El mira un segundo hacia arriba y se encuentra con mi mirada, pero la aparta rápidamente mirando hacia un lugar encima de mi hombro. – Siento no haber llamado, algo sucedió. Lo deja ahí y aunque estoy esperando a que diga algo más, no lo hace. – Esta bien – Digo mirándolo. ¿Por qué no me mira? El dolor que había estado sintiendo desde ayer se maximiza con cada segundo que pasa. Aprieta su mandíbula con fuerza y entonces sus ojos se centran en mí, pero no hay nada de la calidez que siempre estaba en sus ojos azules al mirarme. – Solo vine para decirte que tenías razón. 56

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– ¿Sobre qué? – Pregunto confundida. Mi corazón latiendo con fuerza. – Es mejor que nos olvidemos de esto, ser amigos fue una mala idea. Tenías razón desde el principio y no debí seguir presionándote. – ¿Qué? No Sebastián, yo… – No, está bien. Solo vamos a ser como si esto jamás hubiera pasado y todo estará bien. Aspiro el aire que le está faltando repentinamente a mis pulmones para poder decir algo, cualquier cosa, pero no puedo antes de que el mire nuevamente hacia el suelo y murmure. – Adiós Julieta. Y entonces se aleja. Se aleja dejándome parada en la puerta de entrada viéndolo subir a su auto e irse sin una sola mirada hacia atrás. Estoy tan pasmada al principio que solo me quedo parara allí sin hacer nada en por lo menos unos minutos, pero cuando siento mi pecho contraerse de dolor, cierro la puerta y corro por las escaleras hasta mi habitación, me abalanzo sobre la cama agarrando una almohada de mi cama y abrazándola justo en el momento en que las lágrimas se apresuran a mis ojos. … Estoy bastante segura de que mi corazón se va a salir de mi pecho por la forma en la que está golpeando dentro de mí como si estuviera peleando por poder escapar. No pude dormir ayer, fue peor que las otras veces. Ni siquiera pegué un ojo pensando en todo lo que había pasado, en las palabras de Sebastián, en su expresión fría y distante. Le di vueltas en mi cabeza ayer y sé que esto es lo único que puedo hacer ahora. Toco el timbre de su puerta recordando la última vez que estuve acá luego de vendar la herida de Sebastián. La herida que sufrió por mi culpa. Trago saliva ruidosamente mientras espero a que se abra la puerta y cuando lo hace mi pecho se agita ante la vista de él, con su cabello oscuro despeinado y una camiseta blanca junto con unos pantalones sueltos. — ¿Qué haces aquí? – Dice fríamente. Sus ojos no me miran directamente y mi estomago se aprieta con temor. Aun en la puerta me armo de valor y le pregunto – ¿Puedo pasar? — No creo que sea una buena idea – Murmura. — Por favor, solo será un momento. 57

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Aun con sus ojos fuera de mí, se mueve hacia un lado para dejarme pasar. Obligo a mis pies a moverse aunque quieren quedarse plantados allí mismo donde están y camino con piernas temblorosas dentro de su casa. Aunque más bien parece una mansión. Suspiro profundamente y me preparo para decir lo que debí haber dicho hace mucho. — Tenías razón – No responde nada y continuo – Jamás se trato solo de un beso, por alguna razón encajamos juntos. Es natural y terriblemente fácil, y estaba asustada, asustada de lo que eso significaba, asustada de pensar en ti como guapo y divertido cuando jamás te vi de esa manera antes. Pensé que me estaba volviendo loca, así que mentí. Mentí sobre que no había sentido nada cuando nos besamos y mentí sobre… Mi respiración se atasca en mi garganta, pero hago todo lo posible por hacer que las palabras salgan de mí– Sobre tener novio. Me mira entonces, buscando mis ojos para que me explique — ¿De que estas hablando? Sé que él podría odiarme después de decir esto, pero tengo que hacerlo. Tomo un gran respiro y lo dejo salir – Cristian, el nunca fue mi novio. — No entiendo. — El día en que nos viste en el local, era el primer día que yo lo veía. — Pero yo lo vi, el te estaba mirando como si fueras de él – Su voz fue casi un gruñido y lo miro esperando ver esa chispa de calidez en sus ojos cada vez que me ve. Pero no está por ninguna parte. — Solo estaba coqueteando un poco conmigo, yo lo iba a mandar a freír monos, pero entonces llegaste tu y creí que si pensabas que él era mi novio tal vez dejarías de hablar sobre el beso y no creerías que estaba muerta por ti como todas tus fans. — ¿Mis fans? Suspiro – Si, ya sabes, todas esas chicas que andan detrás de ti suspirando por los rincones. No quería ser una de ellas, no quería ser una más. Él parece aturdido por un segundo, pero entonces se pasa la mano por el cabello desordenándolo aun más viéndose un poco aliviado, pero rápidamente sus ojos se vuelven serios y su expresión tensa de nuevo – Eso ya no importa.

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Me trago la bilis con el conocimiento de que ya es demasiado tarde, que tardé demasiado en decirle, pero no puedo dejar que quede así. — ¿Por qué golpeaste a Miguel? – Veo su mandíbula endurecerse, pero continuo – Si fue por mí culpa, no tenias que… — Ese idiota se lo merecía – Ríe sin humor, una risa que jamás había escuchado salir de sus labios – Pero ahora entiendo porque seguías alejándote de mí, sabias que yo terminaría haciéndote lo mismo que él. Sacudo mi cabeza con fuerza – Eso fue hace mucho tiempo, él fue mi primer beso – Sus manos se endurecen en puños y miro al suelo avergonzada – Pensé que yo era especial para él, ya que él lo fue para mí, pero unos días después lo vi besando a otra chica de un curso superior – Sacudo mi cabeza y lo miro sonriendo tristemente – Supongo que desde ese momento me volví un poco más cuidadosa en el departamento de los chicos, pero tu me hiciste volver a creer otra vez. — No – Su voz nuevamente captura un tono serio, casi de negocios y me estremezco — Tenías razón, tengo problemas. Me había prometido a mi mismo que no volvería a golpear a nadie más y entonces ¡Puf!, lo hice de todas formas. Mereces a alguien en quien puedas confiar, porque no puedes confiar en mí, no con todos mis problemas de ira. Tal vez ese chico nunca fue tu novio, pero estoy seguro de que él sería perfecto para ti, mereces a alguien como él. El dolor se arrastra hasta mi pecho y se instala allí. Lo miro suplicante– No puedes saberlo y no puedes tomar esa decisión por mí. Yo confió en ti. – No Rose, no lo entiendes, no puedes estar cerca de mí, aun tengo toda esta rabia dentro de mí que pensé que ya se había ido, pero aun está ahí. Tu misma lo dijiste el día de la fiesta. Mi corazón se contrae en mi pecho. Quiero decirle que si no hubiera sido por él que estuvo allí cuando más lo necesité no sé lo que habría hecho, pero las palabras no son suficientes. No ahora. Él está mirando hacia la ventana tan lejos de mí como puede, sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y esta matándome verlo así. Me acerco lentamente y me paro delante de él, pero aun así no me mira, mi corazón repiquetea con fuerza. Dejo escapar un suspiro y pongo cada mano al lado de su cara, lo que logra que finalmente me mire. Y hay tanto dolor allí que si no lo estuviera viendo yo misma tal vez no lo creería. Me aprieto contra él, nuestros cuerpos tan juntos que puedo sentir su olor y me encanta. Dejo salir el aire por mis labios entreabiertos y paso mi pulgar por su labio como él hizo la última vez. Sus manos salen de sus bolsillos y se instalan a cada lado de mi cintura. 59

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– ¿Qué estas haciendo? – Susurra y el recuerdo de la vez que dije lo mismo cuando nos encontramos en el restaurant y él estaba a segundos de besarme antes de que llegara Cristian hace semanas viene a mi mente y me hace sonreír a pesar de que estoy tan nerviosa que podría desmayarme. – Hoy es el último día de la semana de amigos y… De nuestra apuesta – Digo y lo miro. Veo el entendimiento pasar por sus ojos azules, pero es solo un segundo antes de que me eleve en mis pies y lo bese. Es un simple roce de labios, pero siento como si mi corazón se fuera a salir de mi pecho. La calidez de sus labios se arrastra hasta mi pecho extendiéndose por todo mi cuerpo. Me aparto con dificultad y lo miro. Él solo está allí mirándome, su mirada azul estudiando mi rostro como si estuviera intentando descubrir que estoy pensando. Cruzo mis brazos en mi pecho y frunzo los labios haciendo una mueca hacia él – ¡¡¡Pfff!!! Ahora voy a tener que ir a una cita contigo. Sus labios se curvan un poco en las esquinas, pero pone una expresión seria en su rostro rápidamente como si no quisiera atreverse a sonreír – Rose, no creo que… Lo silencio poniendo un dedo en sus labios– Shhh…Será mejor que no sea en una montaña rusa, porque sabes que les tengo terror y no quiero morir tan joven. Esta vez sonríe sin ocultarlo y le sonrio devuelta. – ¿Estas segura? – Pregunta y entiendo que no solo lo está diciendo por lo de la montaña rusa. Me acerco y rodeo su cuello con mis brazos. – Estoy segura.

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Capitulo 11

Veo el bikini que me regaló Sofí y suspiro dejándolo encima de la cama. No puedo usarlo. Es demasiado pequeño. Demasiado rojo. Solo… demasiado. Y para colmo esta unido con una argolla en el medio. Estoy a punto de apagar mi luz cuando escucho un golpecito en la ventana. ¿Un zancudo? No debí haber dejado la ventana abierta tanto tiempo. Cuidadosamente me acerco a la ventana y tomo un gancho para colgar ropa de mi ropero y lo utilizo para mover un poco la cortina. Pero no hay nada allí. Frunzo el ceño y cuando estoy a punto de dejarlo e irme a acostar, escucho otro golpe, esta vez más fuerte que el anterior y casi salto cuando lo escucho. Me acerco aun más a la ventana y miro hacia afuera. Una figura alta y oscura está entre las plantas de mi mamá y estoy a segundos de gritar cuando él da un paso más cerca y veo quien es. – ¿Sebastián? – Susurró incrédula. ¿Qué demonios está haciendo? – ¿Qué estas…? Pone un dedo en sus labios y me sonríe. Comienza a escalar por la pared, cosa que no es muy difícil por la enredadera que mi madre puso allí junto con un montón de tablas para que crecieran bien, pero aun así estoy preocupada, podría romperse un brazo o una pierna si se llega a caer. Afortunadamente mi preocupación no dura mucho, ya que en unos segundos está en mi ventana, le paso la mano para que pueda subir, pero su impulso es demasiado fuerte y terminamos cayendo al suelo de mi habitación, con él encima de mí. Se me corta la respiración y sus hermosos ojos azules se clavan en los míos haciendo que un escalofrió se deslice por mi espalda. No es hasta que escucho unos murmullos en la habitación de mis padres que salgo de mi bruma y me incorporo del suelo haciendo que Sebastián finalmente se levante y me pase su mano para que pueda pararme. – Esa fue una buena caída. Pongo los ojos en blanco – ¿Qué estas haciendo aquí? – Susurro. Me mira con una sonrisa descarada al ver mi piyama de verano y de repente me siento extremadamente expuesta. Tomo mi bata del ropero y me la pongo rápidamente. 61

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Se sienta en mi cama sin pedir permiso. Palmea el lugar al lado de él para que me siente, y luego de un momento de vacilación le hago caso y me siento mirándolo con desconfianza. – Me di cuenta de algo. Lo miro con confusión sin saber a qué se refiere – ¿De qué? – Bueno, te fuiste demasiado rápido hoy y no dejamos claro en donde estamos. Le frunzo el ceño y él continua. – Lo mismo sucedió cuando nos encontramos en el bar y luego tú desapareciste. – No desaparecí – Repito, aunque es estúpido porque sé que él sabe que así fue. Y él sabe que yo sé que él sabe. Es un trabalenguas horrible, lo sé. – Como digas, pero no voy a arriesgarme a que pase lo mismo otra vez, así que no me voy a ir de aquí hasta que admitas que estamos juntos. – ¿Estas loco? Mi papá se va a despertar en cualquier momento y me va a matar si te ve aquí. Aunque obviamente va a matarte a ti primero. Se echa para atrás acostándose en la cama poniendo sus brazos detrás de su cabeza y sonríe – Vamos Rose, es de mi de quien estas hablando, todo el mundo me quiere. Niego con la cabeza y me levanto – Como digas, pero cuando venga mi papá con una escopeta no voy a salvarte. Sus hombros tiemblan al intentar no reírse fuerte – Bueno, no tienes que salvarme de nada si admites que estamos juntos. – ¿Por qué es tan importante? – Ya te lo dije, no quiero que mañana hagas como si nada hubiera pasado – Pone una mano en su corazón con fingido sufrimiento – No creo que mi corazón pueda soportarlo. No puedo evitar sonreír a su cara de cachorro perdido, pero entonces su mirada viaja hacia mi cama donde anteriormente había dejado mi traje de baño y mi sonrisa se desliza de mis labios. Lo toma rápidamente en sus manos mirándome con malicia – ¿Qué es esto? Me abalanzo hacia él para poder quitárselo, pero levanta sus brazos alejándolo lo máximo posible de mí. – ¿Por qué nunca lo había visto? Es sexy. – Y no lo vas a ver si no me lo pasas. Ahora. 62

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Levanta sus manos en señal de rendimiento y se lo quito de un tirón. – Tienes que ponértelo mañana así te llevo a la playa conmigo – Dice mirándolo y luego mirándome a mí como si me estuviera imaginando en él, sus ojos iluminados con un brillo que jamás había visto en sus ojos antes, pero luego su frente se arruga y un musculo en su mandíbula se aprieta – Olvida lo que dije, no te lo pongas en público, no quiero tener que golpear a cada idiota que se te quede mirando. Bufo incapaz de evitar sonreír ante lo que dijo – Hay millones de chicas en la playa, nadie me va a estar mirando. Pero Sebastián no se ve convencido y toma un par de respiraciones profundas evitando mis ojos. Luce tan frustrado que me siento a su lado enfrentándolo y paso mi mano por su suave cabello – Además, creí que ya no ibas a golpear a nadie. Levanta la cabeza y me mira con la frente arrugada – No creo que logre no romper esa promesa si te pones eso mañana, así que será mejor que solo lo uses cuando estemos en la piscina de mi casa. Así solo yo puedo disfrutarlo. Lo golpeo juguetonamente en el brazo y él aprovecha para tirarme encima de él. Sus labios a un susurro de los míos– ¿Vas a decirlo o no? – Dice seriamente – Porque Rose, puedo quedarme aquí toda la noche si es necesario. Me mira con tanta calidez en sus ojos que finalmente me rindo fácilmente – Estamos juntos – Digo rodando los ojos – ¿Estas feliz? – Feliz – Dice antes de inclinarse un poco más y rozar sus labios contra los míos – Pero habría estado más feliz si me hubiera quedado a dormir aquí. Mi respiración se agita y él sonríe sabiendo lo que causaron sus palabras en mí. Idiota. – Mala suerte, ya dije lo que querías oír, así que me temo que tendrás que irte – Digo burlonamente. Me mira por un segundo y entonces pone una mano en mi nuca, empujándome hacia su rostro y hacia sus labios. Me besa profundamente, lo suficiente para que tengamos que alejarnos momentos después para recuperar el aliento. Pone su frente en la mía y ambos nos quedamos allí solo intentando tranquilizar nuestra respiración. Justo cuando pienso que va a pararse e irse, me empuja nuevamente hacia sus brazos y comienza a besarme otra vez, una serie de besos mariposa en las comisuras de mis labios, en mis mejillas, en mi frente, hasta que nuevamente llega a mis labios y los rosa suavemente causando un rubor extremo en mis mejillas. Y cuando me doy cuenta de que no tiene la

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intención de terminar, reúno toda mi fuerza de voluntad y lo empujo un poco para que separe sus labios de los míos y me mire a los ojos. – Tienes que irte. A pesar de lo que dije recién, no quiero que mi papá te encuentre aquí y me prohíba volver a verte. Pone una mano en mi mejilla y susurra– Eso no va a pasar Rose, nada ni nadie va a separarte de mi ahora. Me levanto, no muy segura de que hacer con sus palabras y él se levanta de mi cama para luego caminar hasta la ventana. Se da la vuelta y me besa suavemente en la mejilla en señal de despido. – Pero aun estas en deuda conmigo. Frunzo los labios – ¿En deuda? Asiente y pasa una pierna por la ventana – Si, según mis cuentas, me debes unos… — Finge pensar en ello rozando su mano por su barbilla — 200 besos aun. – ¿200 besos? Sus labios se curvan en una sonrisa satisfecha – Te alejaste de mí y me privaste de tus besos por más de una semana, así que si, me debes 200 besos. Pasa su otra pierna y me guiña un ojo – Y siempre cobro lo que me deben.

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Epilogo

Sebastián me llevó a bailar para nuestra cita, no soy buena bailando. De hecho soy pésima. Sofí es la que baila en nuestra relación. Ella es la divertida y yo la que prefiere quedarse en casa viendo películas, pero ni siquiera sabía a dónde me estaba llevando Sebastián hasta que llegamos allí, así que no pude advertirle sobre eso antes. Sus ojos no se apartaron de los míos en ningún momento mientras me ayudaba a bajar de su auto, y cuando empecé a caminar para rodear el auto, sus brazos me detuvieron y me recargó contra la ventana. — Estas preciosa – Susurró contra mis labios y me estremecí. Me había puesto un vestido azul oscuro con tirantes y una chaqueta corta negra encima. Junto con unos zapatos de tacón que había elegido especialmente sofí. Y había dejado mi cabello suelto y hecho algunas ondas en las puntas. — Y tu… — Puse mis manos en su pecho y lo aparté un poco para poder mirarlo desde sus pantalones oscuros a su camisa celeste que combinaba con sus ojos y la chaqueta negra que llevaba encima, aunque se veía bien, lo que realmente me gustaba era la forma en la que había dejado crecer un poco de barba alrededor de su boca. Lo hacía ver mucho más maduro y sexy. Increíblemente sexy, pero no iba a decir eso, en su lugar dije – No estas tan mal. Se rió y aunque pensé que me iba a besar, no tuve suerte y en su lugar me atrajo hacia su lado para caminar hacia la entrada. Le mostró una tarjeta al gorila de la puerta y nos dejó pasar. Estaba oscuro y caluroso dentro. Había un montón de personas bailando y retorciéndose junta en el centro, pero Sebastián nos guió hacia una gran escalera y pronto estábamos completamente solos en el segundo piso viendo hacia abajo a la multitud por medio de un ventanal de vidrio. Había una mesa redonda con un mantel blanco y con cosas para comer junto con copas con bebidas que se veían realmente sofisticadas. Teníamos nuestra propia música, diferente a la que había escuchado debajo y había una luz tenue iluminando todas las cosas. Me volví hacia él y enarqué una ceja — ¿V.I.P? —No sé de que estas hablando – Se hizo el tonto y aunque había estado a punto de sentarme en uno de los asientos acolchados, tiró de mi mano y me apretó contra él. 65

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Estaba empezando a acostumbrarme a eso, ya que él lo hacía con regularidad, pero aun así no pude reprimir las mariposas que se agitaron dentro de mi estomago. Una canción lenta comenzó a sonar en ese momento y estuve casi segura de que él lo había orquestado todo. Puso una mano sobre mi cadera y la otra tomó mi mano para que nos balanceáramos lentamente. Suspiré y descansé mi cabeza en su hombro mientras una tranquilidad y hermosa familiaridad llenaban mi corazón. Estuvimos así un par de minutos hasta que la canción cambió a una mas movida y observé como él comenzó a moverse con el ritmo y me arrastraba con él. Di una vuelta completa con solo su mano en la mía y luego puso sus brazos a mis costados y me inclinó hacia atrás como todo un profesional. — Eres un buen bailarín – Le dije mientras mi cabeza aun colgaba hacia atrás y él besó mi garganta antes de sonreír. Su risa vibró contra mí y todo dentro de mí se estremeció. — ¿Eso te sorprende? – Respondió arrogantemente levantando mi cabeza y volviendo a nuestra antigua posición con sus brazos alrededor de mí – A estas alturas deberías saber que soy bueno en todo lo que hago. Apreté mis labios y disfruté de la mirada apreciativa que les dio antes de levantar su mirada hasta mis ojos. — ¿Nunca vas a dejar de ser un arrogante, verdad? Agitó su cabeza haciendo que un mechón de su cabello tapara su ojo izquierdo – Nunca, menos ahora que finalmente logré que la chica que quería se rindiera a mí. Puse los ojos en blanco y miré alrededor dándome cuenta de que la entrada a este lugar de seguro valía demasiado, mucho más a este lugar que era más privado. — Sabes, este lugar es demasiado para solo una cita. Él me miro entonces, sus ojos fijos en los míos. Pasó una mano por mi mejilla apartando un mechón de pelo y poniéndolo detrás de mi oreja – Esta no es solo una cita Rose, este es el comienzo de una de las cosas más importantes que me ha pasado jamás y ningún dinero en el mundo será suficiente comparado contra todo lo que estoy sintiendo en estos momentos por ti. Sentí que podría morir si no lograba besarlo en ese momento, así que me incliné hacia su rostro para poder besarlo, pero al parecer estábamos pensando lo mismo porque él se inclinó también mucho más rápido que yo y apretó sus labios contra los míos. El mundo se detuvo como siempre que me besaba y tuve que agarrarme contra su cuello para evitar caerme. Sus labios se movieron lentamente contra los míos tan suaves y perfectos, trazando mi labio inferior tan delicadamente que una de mis manos se apartó de su cuello y llegó hasta donde estaba su pecho para poder apretar su camisa en 66

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un puño y así acercarlo mucho más a mí. Pero entonces él se alejó bruscamente de mis labios dejándolos hormigueando. — Me retracto. — ¿Qué? – Mi corazón dejó de latir un milisegundo mientras esperaba a que el mundo dejara de girar a mí alrededor. — Estaba equivocado. Te dije que estaba contento con solo saber que estamos juntos, pero necesito más que eso. Julieta, ¿Quieres ser mi novia? Mi corazón volvió a latir a su ritmo normal y entonces latió con hiperactividad haciéndome marear aun más. Tragué saliva, amando la manera en la que dijo mi nombre completo, la forma en la que había escapado de sus labios como si fuera una palabra importante. En ese momento supe que él sería la única persona fuera de mi familia a quien dejaría llamarme así. Y tal vez no sería perfecto, tal vez mi corazón terminaría rompiéndose de todas formas. Pero no podía saberlo si no me arriesgaba. Y entendí lo que me dijo, esta no era una simple cita. Esto era algo más. Mucho más que solo una cita. Este era el comienzo.

FIN

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Para mas historias, visita: www.alexiandra.blogspot.com

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