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XIII. Complejidad del código
ahora se presenta como dialéctica y circular, y que con toda probabilidad deberá ser aceptada en esta circularidad. Porque, como veremos en A.2.XIV., esta circularidad se complica con la presencia de la circunstancia de la comunicación, que interviene a su vez en el contexto del mensaje para determinar las selecciones de los recorridos de sentido.
XIII. Complejidad del código
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XIII.1. Lo anterior nos obliga a revisar una vez más la noción de código. Dijimos en A.l.III. que el código no es un sistema sencillo de oposiciones, aunque tal vez pueda llamarse código a un sistema, por el mero hecho de que éste pone orden en una situación con una entropía muy alta. Después pareció que el código establecía equivalencias, término por término, entre los elementos de dos sistemas. El código Morse parecía ser el ejemplo típico de un sistema de significantes (puntos y líneas combinados diversamente) que se aparejaba, término por término, a un sistema de significantes, que eran las letras del alfabeto. Pero el estudio de los campos semánticos nos ha demostrado que (cuando se habla de una langue como «código») es preciso pensar en una vasta serie de pequeños sistemas (o campos) semánticos que muchas veces se aparejan con las unidades del sistema significante. En este punto, el código empezaba a perfilarse como a) el sistema de las unidades significantes y sus reglas de combinación;17 b) el sistema de los sistemas semánticos y de las reglas de combinación semántica de las distintas unidades (que se distinguen de sus componentes semánticos y se hacen mutuamente compatibles o incompatibles); c) el sistema de sus aparejamientos (couplings) posibles y las reglas de transformación del uno al otro; d) un repertorio de reglas circunstanciales que prevé diversas circunstancias de comunicación correspondientes a diversas interpretaciones (cfr. A.2.XIV.4.)18
17 Aunque seria lícito pensar que las reglas de combinación no son otra cosa que el significado de los términos sincategoremáticos. 18 Se podría decir también que forman parte del código, z) los sistemas morfológicos; x) las reglas gramaticales; y) los sistemas semánticos; w) las reglas de aparejamiento y de deslizamiento entre sistemas morfológicos y semánticos; v) las reglas de proyección semántica.
XIII.2. Pero el hecho de que las parejas de c) sean múltiples y complementarias hace que para cada lesema deban existir también varios árboles KF que las liguen a la vez a distintas posiciones de los campos semánticos. Por ello, el sistema de los campos semánticos, envueltos en deslizamientos múltiples, está atravesado (en otra dimensión que ningún gráfico puede llegar a homogeneizar con la precedente) por diversos recorridos en cada semema. La suma de estos cruces compone el modelo Q.
Por ello, un código como langue se ha de entender como una suma de nociones que por razones de comprensibilidad se puede indicar como compétence del parlante, pero que en realidad constituiría aquella suma de competencias individuales que forman el código como convención colectiva. El código como langue, pues, es más bien un retículo complejo de subcódigos y de reglas combinatorias que va mucho más allá de nociones como «gramática», aunque estas sean comprensivas en otro sentido. Se trata de un hipercódigo, de la misma manera que existe un hiper-cubo, que vincula subcódigos diversos, más fuertes y estables, como los aparejamientos denotativos, a otros débiles y transitorios, como los aparejamientos connotativos periféricos.
Pero esta dificultad en definir todas las reglas que forman el código, en sus características y en su número, no depende solamente del hecho de que la investigación se encuentra todavía en una fase primitiva. Depende también del hecho de que sin duda el código no es una condición natural del Universo Semántico Global ni una estructura subyacente, de una manera estable, al complejo de vínculos y ramificaciones que constituyen el funcionamiento de toda asociación de signos. Volvamos a la metáfora de la bandeja de las bolitas. Se ha dicho que si las bolitas en libertad representan un modelo de fuente de información de alta entropía, el código es la regla que magnetiza las bolitas siguiendo un sistema de atracciones y repulsiones. Ahora bien, como veremos en la sección D, sostener que existe una estructura del Espíritu Humano, que es la misma estructura de toda comunicación, quiere decir que la magnetización se inserta en las bolitas como una especie de cualidad propia. En cambio, el código es una convención social que puede cambiar en el tiempo y en el espacio y la magnetización es una condición transitoria del sistema. Al rechazar el estructuralismo «ontológico», como haremos en la sección D, precisamente queremos afirmar que las magnetizaciones son
fenómenos culturales y que la bandeja es, en su grado máximo, el lugar de una combinatoria, de un juego altamente indeterminado que no interesa a la semiótica, antes de que entre en juego la magnetización. Si esto es cierto, será preciso admitir que lo que llamamos códigos (por ejemplo, un tipo más que otro, complementario, de asociaciones connotativas entre los elementos de dos campos semánticos) son fenómenos transitorios que, salvo en algunos casos raros de magnetización fuerte y duradera, como son las definiciones científicas, es imposible instituir y describir como estructuras estables. Además, el hecho de que cada elemento del juego pueda mantener relaciones a la vez con otros muchos elementos, hace difícil simplificar los casos de sustitución simple como, por ejemplo, el aparejamiento de dos campos semánticos aislados, elemento por elemento, o la constitución de gráficos explicativos aunque simplificadores, como el árbol KF.
Aunque fuera posible, para explicar determinado mensaje, como en el caso del argumento sobre el ciclamato o en el de una frase como /the man hits the colorful ball/, la constitución de un aparejamiento de sistemas o un árbol KF, en esta ocasión no resultan explicativos.
XIII.4. Esto quiere decir que para los sistemas significantes o sistemas sintácticos (como ejemplo de código fuerte tenemos el código fonológico, que resiste durante siglos dentro de una misma cultura), el sistema se puede precisar en su integridad (sobre todo gracias al número limitado de elementos en juego, entre otras cosas). En cambio, para los sistemas semánticos, la constitución de un código completo se queda en mera hipótesis reguladora, ya que a partir del momento en que se describiera enteramente un código de esta especie, ya habría cambiado, no solamente por influencia de los factores históricos sino por la misma erosión crítica que produciría el análisis de sus elementos.
Así pues, se ha de considerar como un principio metodológico básico de la investigación semiótica que la delimitación de campos y ejes semánticos y la descripción de códigos tal como se practican actualmente, solamente puede llevarse a cabo con ocasión del estudio de las condiciones comunicativas de un mensaje determinado.
Lo que equivale a decir que una semiótica del código es un instrumento operativo que sirve para una semiótica del mensaje. En el momento en que
se afirma que existe la posibilidad de hacer una semiótica del código, ya se reconoce su parcialidad y su condición de revisión continua; y se ha de admitir que solamente tiene ocasión de constituirse cuando la postula la existencia de un mensaje, como su condición explicativa propia. Como sugiere el título de la sección D, la semiótica ha de proceder a individualizar estructuras vinculadas como si existiera una Estructura General definitiva; pero para poderlo hacer ha de admitir que esta Estructura General es una pura hipótesis operativa y que cada vez que se describe una estructura se ha producido algo en el universo de la comunicación que hace que ya no sea enteramente plausible. Esta condición de equilibrio difícil y de aparente falta de base no es una contradicción de la semiótica, sino que es condición común a otras muchas disciplinas, como la física, que se rigen por criterios de método, como el principio de la indeterminación o el principio de la complemenlaridad. Cuando se haya adquirido conciencia de los límites propios, sin aspirar a ser un saber absoluto, la semiótica podrá aspirar a ser una disciplina científica.
XIII.5. La semiótica puede afirmar que existe una forma de la expresión que ha segmentado la substancia de la expresión de modo semejante al que actualmente y dentro de un determinado modelo cultural, se considera que la forma del contenido ha segmentado la substancia del contenido. Cual sea la segmentación que se ha producido antes, corresponde a una decisión metafísica. La cultura existe precisamente porque se hace reconocible en una lengua y en los sistemas semióticos de su tipo. A lo más, se puede decir que una unidad de forma de la expresión se corresponde con varias unidades de forma del contenido (lo que da origen a modelos como el árbol KF o el modelo Q).
Esta complejidad, que difícilmente se puede representar por medio de un modelo sincrónico expresado en un gráfico bidimensional, nos induce a sostener, en las secciones que seguirán, la noción de código como una especies de término-paraguas que cubre una realidad muy articulada. Aunque, decir de un mensaje que existe un código, en modo alguno se ha de considerar una expresión metafórica o alusiva. Para regular la producción y la interpretación del mensaje sin duda