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Aduana´s feelings

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Manualidades

Manualidades

Carmen Tejero Guzmán

Aún recuerdo el día que entré en la residencia por primera vez. Iba un poco perdida, quizás debido al calor sofocante que hacía (aun siendo temprano, las 9.00 de la mañana). Había llegado el día anterior a Córdoba, procedente de Cádiz. Atrás había dejado una temperatura ideal con ambiente caluroso (soportable) durante el día y unas noches frescas y agradables. Nada que ver con el calor insoportable que encontré a mí llegada a Córdoba. De esto han pasado ya casi 4 años y medio y son multitud las historias vividas durante este tiempo en nuestra residencia.

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Cuando entras por primera vez encuentras unas instalaciones antiguas y carentes de encanto. Durante la primera quincena de septiembre, especialmente, resulta bastante triste pasear por ellas. Si entras en cualquiera de las habitaciones, de las muchas que tiene la residencia, comprobarás lo poco atractivas que resultan. Y si nos paramos a pensar con detenimiento, es normal. Después de dos meses sin que nadie la haya «pisado», el polvo se ha acumulado. Además, el hecho de que el mobiliario esté antiguo y maltratado por el alumnado a lo largo de los años, ayuda bastante a que no sea nada sugerente.

Aquel primer día, las compañeras veteranas se ofrecieron a enseñarnos las instalaciones. Nos detuvimos en una de las habitaciones. Mientras estaba allí pensaba: ¿De verdad que es aquí donde duermen y conviven durante un curso completo? Me pareció tan fría! Pues sí, es ahí donde duermen y conviven. Es increíble cómo cambia esa misma habitación cuando es ocupada por nuestros alumnos y alumnas. En tan solo 15 días pasa de ser ténebre y triste a rebosar de alegría. Y todo ello es gracias a ellos, a nuestro alumnado. Aquellos que le dan calidez y luz a esos cuartos que en un principio resultaban tan poco atractivos.

Esas habitaciones han sido testigos de miles de historias: risas, lágrimas, momentos emotivos,…y hasta desencuentros. Es principalmente, ahí, donde transcurre la mayor parte de la vida de la residencia. En ellas, a lo largo de todos estos años, han convivido todo tipo de jóvenes de diversa procedencia. Alumnado que sin conocerse han pasado a forjar grandes amistades que perduran con el paso del tiempo.

La mayoría de nuestro alumnado procede de familias de clase media que encuentran en la residencia un recurso fundamental para facilitar el que sus hijos puedan estudiar, contando con la tranquilidad de que los dejan en «buenas manos». Pero no todos cuentan con situación familiar adecuada. Algunos presentan problemáticas bastante

Aduánate, 1(2021) importantes. Supervivientes, diría yo, de la vida que les ha tocado vivir. Y es que a todos los que procedemos de «ambientes normalizados», aquellos que hemos recibido amor y cariño de nuestras familias, nos cuesta entender que existe una realidad diferente a la que vivimos. Pues sí, existe. Y en ocasiones es bastante dura. Es aquí donde queda patente los valores que inculcamos al alumnado desde nuestra residencia. Esto es lo que nos impulsa a actuar como una familia sustitutoria.

Algo que he aprendido a lo largo de estos años es que no hay «niño» o «niña» mala. Todos son consecuencia de aquello que les rodea. Y todo aquel que manifiesta un comportamiento inadecuado es fruto de una necesidad imperiosa de llamar la atención. Comportamientos que en la mayoría de los casos se arreglan mostrándoles un poco de cariño y comprensión. Algo que piden a gritos, porque nunca lo han recibido en sus hogares. Pues sí, esos son algunos (pocos) de «nuestros niños y niñas» a los que les tenemos un cariño especial, especialmente, por saber de su situación personal. Éstos junto con los demás cuentan con un equipo profesional que los atiende e intenta que se encuentren bien. Bastante duro es el estar alejado de nuestras familias como para que encima la estancia fuera del hogar sea desagradable. Y termino, no sin antes destacar la importancia de la residencia como recurso educativo fundamental. Gracias al cual se forman grandes personas que, quizás, sin él no puedan llegar a ser buenos profesionales y mejores personas, en un futuro.

Carmen Tejero Guzmán.

Nacida en Trebujena (Cádiz). Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Málaga. Además, Técnico Superior en Administración y Finanzas y Técnico Superior en Documentación Sanitaria. Mis inicios laborales fueron en una empresa de comunicación. Posteriormente, trabajé durante varios años en Sanidad y finalmente en Educación. Cinco años en la Residencia Escolar La Aduana ejerciendo el cargo de «Jefa de Actividades».

Y ahora... pienso en mí

Susana de Ángeles Toledano

Como cada 25 N, en todos los centros educativos celebramos el «Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer», lo hacemos como un día conmemorativo más pero este, no es igual a otros días... Entre nuestro alumnado, por la edad que tienen, no debería haber víctimas de violencia de género pero, las ha habido y desconocemos si las hay. Esta es la historia real de una exalumna de nuestra residencia que, con mucha fuerza y valor, decide recordar y contar todo lo que vivió y sintió en aquella época tan oscura de su corta vida.

Ella estaba estudiando un ciclo formativo de grado medio que no fue lo que esperaba, no le gustaba y cada día que pasaba estaba más desmotivada. Como sus padres eran feriantes, una vez comenzada la temporada de ese año, abandonó temporalmente los estudios y se fue a trabajar con ellos. Con su padre había un nuevo trabajador, ocho años mayor que ella, del que, poco a poco, se fue enamorando sin darse apenas cuenta. Su madre sentía «algo» que no le gustaba de ese chico y así se lo hizo saber, pero ella ilusionada en ese momento y feliz con él, decidió dejarlo todo para estar a su lado. Se fue a vivir a otra provincia de donde él era y al poco tiempo, se mudó con él. A pesar de tener familia paterna en esa nueva ciudad, no tenía ninguna relación con ellos. Su vida era sólo él. Recuerda que al principio se sentía como una «princesa Disney», pero pronto todo cambió. Descubrió algo que ella desconocía: él era adicto a sustancias que, cuando las consumía, lo transformaban en alguien agresivo. En ese estado no soportaba que le llevasen la contraria y, si eso sucedía, no dudaba en hacer uso de su fuerza: gritos, puñetazos, violencia... Ella, cuando eso ocurría, se sentía «chiquitita», pensaba que no valía nada y sólo deseaba que acabase pronto. Se decía a sí misma que no tenía que haberlo enfadado. Sabía que lo que le estaba pasando no estaba bien, pero pensaba que si no hubiese hecho ese comentario, eso no habría ocurrido... Ella se creía culpable.

Durante cuatro meses vivió un infierno sola: ni veía a su familia ni salía a la calle sola. Un día, aprovechando un cumpleaños de un familiar, le dijo que iría a pasar el fin de semana a casa de su madre. Sabía que no debía volver con él y aprovechando la fuerza que le dio estar de nuevo con los suyos, le mandó un mensaje diciéndole que las cosas no iban bien, que necesitaban darse un tiempo. Al día siguiente, él se presentó en su pueblo y fue a buscarla. En cuanto lo vio, ella se apartó de sus amigos y se fue con él. Tenía que tranquilizarlo, él

Aduánate, 1(2021) estaba nervioso, quería que volviese a toda costa con él y ella temía su reacción. Empezaron a hablar dentro del coche y, en un momento de enfado, él aceleró, con ellos dentro, hasta chocar contra un contenedor de vidrio. En ese momento ella comprendió que podría perder la vida y no lo iba a permitir. Asustada salió corriendo del coche y se dirigió a su casa. Cuando llegó, él ya estaba allí dentro, hablando con sus hermanas. Por miedo a que él contara algo que ella todavía no les había dicho, decidió volver a salir a la calle con él. De nuevo se montaron en el coche destrozado y la llevó hasta un parque donde continuaron discutiendo. De pronto, empezó a agarrarla del brazo, a pegarle patadas, la cogió por el cuello y la levantó del suelo. Ella empezó a llorar y a gritar, suplicándole que parara y los vecinos de los bloques colindantes, al escucharla, se asomaron y la defendieron. Entonces él la soltó y huyó. Ella volvió a casa atemorizada, pero no contó nada; muchas personas habían sido testigos de lo ocurrido... Los días pasaban y él seguía pidiéndole que volviera. Ella creía que por seguir hablando con él a través de WhatsApp, no pasaría nada. Un día que ella no tenía batería en su móvil, él la localizó a través del teléfono de su madre, mantuvieron una conversación y ella cometió el error de no borrarla... su madre se enteró de todo. Intentó ayudarla, la llevó a terapia y la animó a denunciar.

Contaba con el apoyo de toda su familia, sintió que su vida no empezaba de nuevo pero continuaba y podía volver a ser feliz. Retomó los estudios y cuando tuvo fuerzas y después de mucho miedo, ocho meses más tarde, lo hizo: le puso una denuncia. El día antes del juicio, él le mandó un mensaje: «si el juicio sale a tu favor, tú a tu casa no llegas». Sin pensárselo, cogió todas las pastillas que tenía en casa para la depresión que atravesaba junto a las que necesitaba tomar para poder dormir. Cogió su moto, se subió a un cerro y allí se las tomó. En ese momento se acordó de su hermana pequeña y le mandó un mensaje a su mejor amigo: «cuida de mi hermana». No hizo falta más. Su

Tatuaje de un lazo de color morado y rosado que representa la lucha contra la violencia de género y contra el cáncer. de mama

amigo lo entendió todo... cogió su coche y supo dónde tenía que ir. Llegó a los pocos minutos y allí la encontró. Avisó a su madre y fueron al centro de salud y de ahí al hospital donde le realizaron un lavado de estómago. Al día siguiente, en el juicio, él no se presentó. En un segundo juicio, tampoco y en el tercero, dictaron orden de búsqueda y captura. Ella sigue necesitando, a día de hoy, ayuda profesional para volver a vivir sin miedo, pero hay algo que por fin ha conseguido, después de estos tres años que han pasado: AHORA, PIENSA EN ELLA.

Susana de Ángeles Toledano

Diplomada en Estadística y Técnica Superior en Desarrollo de Aplicaciones Informáticas. Profesora Técnica de Formación Profesional de Servicios a la Comunidad desde 2008. Educadora en Residencias Escolares desde 2015.

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