Alkymia 04: R.E.M.

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Dirección:

Melissa Ceja

Tamara Fromm

Sofía Muñoz

Ana Torres

Patricio Ventosa

Colaboradores:

Bellumari

Galileo R. Cuevas

Camila Camargo

Estefanía Denise

La Eugenia

Carlos Guineo

Laura León

Melissa Medina

Isaí Rodríguez

Daniella Serrano

Leonardo Silva

Joaquín Tarazona (ZDX)

Eustaquio Vasconcelos

Diseño: Ana Torres

“Se puede volar en la piedra”

Óleo sobre tela

40 x 60 cm

2024

“Puede la luz trascender este instante lúgubre”Óleo sobre tela

80 x 100 cm 2023

De Leonardo Silva

Trastorno de la cabeza explosiva

De Isaí Corona

Nuevo escenario contigo sin recibir un castigo

Velo pegado a mi cara, dichosa explicación clara,

Me duermo todas las horas ahora que me valoras Medicado con Lunesta el pasado ya no apesta,

Quieres ser primaveral inmune de lo burral Ángel en la oscuridad, aislado de la verdad

luciendo mismos errores festejamos entre ardores. nunca fui mi propio dueño no es un mito el metasueño.

para que se acabe el día mi mente está en estantía. la vida es menos lesiva tu ensoñación excesiva.

en carnaval invernal debes ser el criminal. desconocido en la luz despierto con arcabuz.

la existencia puede ser bella o fea, pero está en ti decidir cómo sé cuál es para mí? sueña

La singularidad No. 4

El dormir

Sin lugar a dudas, una estrella y media de cinco. Hay pocas cosas que deteste yo tanto como dormir. Y más que eso, la necesidad de hacerlo. Yo entiendo que, en el mundo real, es importante. Es un oasis fresco y libre de la sobreestimulación cotidiana. Es consecuencia directa sobre nuestra decisión por estar vivos y, además, pensar. Perder un tercio de nuestra vida en la vulnerabilidad de la inconsciencia es el castigo divino que recibimos por la consciencia misma. En otras palabras, nos cansamos y es horrible.

Detesto dormir porque (atreviendo a proyectarme), no tenemos una onza de control sobre lo que sucede. Solo me llego a dormir porque mi cuerpo me convence de que eso quiero. No solo no me quería dormir para empezar, pero ¿después resulta que no me quiero despertar? El sueño induce incongruencia y todo se siente como si fuera en contra de mi voluntad. No controlamos cuánto sueño tenemos, cuándo nos dormimos, cuándo nos despertamos y mucho menos lo que soñamos.

Hace no mucho, soñé que me desperté, de la nada, completamente jorobado. Fui al cuarto de mi mamá como si aún viviera con ella y le pedí ayuda. Mi mamá respondió “Uy, no. Eso ya no se quita ¿Ya ves? Por estar cargando tanto”. Díganme ustedes quién querría soñar eso. En fin.

Biológicamente, el cerebro necesita entrar en modo reposo. Sea para descansar, consolidar memo rias o soñar con temitas que merecen seguir dormidos en tu subconsciente. Sin sorprender a nadie, confie so que vivo en un perpetuo estado de guerra en contra del insomnio desde hace muchos, muchos años. A pe sar de tener rachas mejores y peores, inevitablemente desarrollé miedo a la simple idea de ir a dormir. Saber que podría quedarme dormido en diez minutos o verme obligado a ver el alba me regala energía para trabajar bajo la luna. Que, además, es el mejor momento para trabajar.

Dormimos durante el momento más interesante del día. El silencio exponencia la intención detrás de cada movimiento nocturno. Un coche de noche señala, tal vez, a alguien volviendo de un evento. El pip-pup del cruce peatonal se escucha por sobre todo lo demás, guiando al caminante nocturno como lo solían hacer las estrellas. Esas que ya no se ven en la ciudad.

Volviendo al deleznable acto humano de inconsciencia, si eres como yo, a diario ganas batallas solo para perderlas. Ganas porque no te dormiste, pierdes porque no te dormiste y lo contrario. A pesar de la exhaustión de la guerra, el proceso de caer en el sueño es igual de tortuoso. Frecuentemente me encuentro despertando porque me di cuenta de que me estaba quedando dormido.

Lo cierto es que me da coraje. Pienso en todo lo que podríamos hacer si el acto de dormir simplemente no existiera. Si pudiéramos descansar de la misma forma a través de silencios cómodos, rompecabezas y risas. O cursilerías similares. Lo dije desde un inicio y lo volveré a decir: dormir

“INFIERNO METAFÍSICO”

“Infierno Metafísico”

Animación (Stop motion)

Duración (1:34 minutos)

2022

Balaam & bağlama (El jaguar y el laúd)

Despertar. Otro día inclemente, absurdo. Ojos abiertos en medio de la devastación. Entre polvo, viento y pilares. Algún día en estos vastos paisajes de piedra y metal se alzaban las masas inertes de lo que algunos primates frívolos decidieron llamar civilización, empresa sostenida gracias a cuerdas, tensas y gruesas fabricadas con una imitación sintética de destino, haladas en poleas por la fuerza de los cuerpos de una cantidad industrial de soñadores incapaces de dormir.

Por algún motivo fantástico — no necesariamente afortunado, más bien nefasto —, de ese proyecto sólo restamos los que decidimos renunciar, mas no rendirnos.

Para nuestra desgracia, somos pocos, o existe algún impedimento macabro que no nos permite encontrarnos con facilidad. Tal vez nuestro espesor sea más denso, pero no he encontrado el modo de ver a los otros más a menudo.

Me mantienen cuerdo la belleza de los lugares donde se adoraba a lo divino, por obra del Sol o por obra del hombre inspirado por el Sol.

La memoria del encéfalo es mezquina, pero la memoria del espíritu, que anida en el corazón, es fuerte y dulce, en la misma medida que existen placeres para ser gozados y esos mismos se multiplican por la cantidad de formas que existen para percibirlos.

Un día extraño, de esos en que se ve gente, divisé

Era una caravana de siete jinetes: cuatro mujeres y tres varones. A sus espaldas, caminaba con hastío un un jaguar enfermizo. Logré llamar su atención a los pies de un edificio relativamente bajo, de lo que antaño parecía haber sido un complejo de departamentos con estacionamiento, o quizás un hotel.

No conseguimos entendernos, pues nuestras lenguas eran muy distintas. Una de las muchachas bajó de su camello, me miró detenidamente a los ojos e hizo señas de que permaneciera ahí. Obedecí por algún motivo. En la palma de su mano morena, mezcló arena que vertió de un saco de tela y con kohl. La recibí en mi mano izquierda. Luego, en la mano derecha se hizo una pequeña hendidura con una daga. Dejó caer una gota de sangre sobre la mezcla de arena y kohl que había en mi mano izquierda y esta se esfumó. Ahora conocía su nombre: Tanina. Escuchaba su pensamiento en mi cabeza. Le extendí mi mano derecha para que la hiciera sangrar también. Juntó nuestra sangre, nos volvimos hermanos y así me hice con el conocimiento de su lengua. En mi mente la escuche decir: Wa isawalen Tamahaq, imda Imuhar (Aquel que habla Tamahaq, es un Imuhar, uno de los nuestros).

Santiago de Chile

Collage análogo a partir de recortes de revistas y diarios en papel de 140 gr.

37,5 x 27 cm

2023

En Alemania no sedalaguanábana

Federico recuerda la primera vez que despertó sabiendo que estaba vivo. Lo recuerda casi a diario, poco se habla de lo cinematográfico que puede ser el adquirir consciencia. Cierra los ojos y se convierte en esa cámara que caía en picada hasta un grupo de casas, como cuando agarras el muñequito de Google maps y lo dejas caer sobre donde vives.

¿Será que es diferente para cada persona? Es difícil creer que tu primer recuerdo vívido esté en lenguaje onírico.

Mi primer recuerdo es un sueño —dijo Federico.

¿Ese sueño es el motivo de la consulta de hoy? — contestó la doctora.

No, es este dolor de espalda que no me deja trabajar.

¿Está comiendo bien?

Sí.

¿Hace ejercicio?

A veces.

¿Cómo está durmiendo?

Terrible, el dolor de espalda no me deja.

PorCarlos Guineo

—¿Y que fue primero? ¿el dolor o el insomnio?

—¿Qué fue primero?

Federico vuelve a sus pensamientos. Ahora recuerda con mayor certeza todas las casas y edificios del mapita de su sueño, todas eran de color amarillo. A medida que se acercaba al golpe final, las casitas iban adquiriendo una textura parecida a la tempera seca.

—No sabría decirle, doctora —vuelve al consultorio.

—¿Toma medicamentos?

—Solo vitamina D.

—¿Ya había tomado antes?

Recuerda que cuando se pegó el estrellón abrió los ojos por primera vez. O bueno, por primera vez tuvo consciencia de que los estaba abriendo. Fue consciente de su despertar.

¿Primera vez? —preguntó la doctora, sacando a Federico de sus pensamientos.

Si, doctora. Fue preciosa. Recuerdo a mi madre sentada en una mecedora de mimbre, la recuerdo con su pelo ondulado color castaño. La veo sacándole las pepas a una guanábana, seguro era para el jugo del almuerzo. Al lado tiene un pocillo vacío. Recuerdo el olor a baldosa limpia, el árbol de navidad en la sala, una bicicleta azul con rueditas...

—Que si primera vez tomando vitamina D —interrumpió la doctora.

—Ah, si.

—¿Nada más? ¿Seguro?

—Pues hace varias semanas que dejé las pastillas para dormir. Quería saber si usted me podía recetar más —dijo Federico mientras observaba el cabello castaño y ondulado de la doctora.

—¿Desde cuándo las toma?

—Desde navidad.

—¿De este año?

—No sé, ¿este año me regalaste una bicicleta azul?

El consultorio en el que se encontraban empieza a convertirse en trazos de crayolas, solo Federico y la doctora mantienen su silueta de carne, piel y huesos.

—Esa bicicleta te la di cuando tenías tres años, ¿todavía te acuerdas de eso?

—Si, mami. Me acuerdo que la sacaba por el parqueadero del conjunto de las casitas amarillas.

—Y yo me sentaba a tomar café y a sacarle las pepas a la guanábana, ¿Te acuerdas de eso?

—Si mami, ese es mi primer recuerdo.

Federico se quedó mirando a su mamá, la observó con cuidado de no perderse ningún detalle. Intentó subirse a la bicicleta azul, quitarle las rueditas. Varias veces quiso ver la hora, pero no podía reconocer ningún número, se borraban apenas su vista los tocaba. Acomodó el pesebre y puso el camello al lado del dinosaurio, cambió de lugar a los reyes magos y puso al niño Jesús a mirar el río.

—¡Ve, niño! ¡Pon ese Jesucristo en su puesto y vente pa’ acá!

Como si un corrientazo le hubiese recorrido la columna, el niño Federico corrió a sentarse en las piernas de su mamá para que le mostrase como es que se le sacan las pepas a una guanábana. Aprovechó que podía arrecostarse en las piernas de su madre. Hace años que no puede comprar un tiquete de avión para ir a verla. Cuando Federico abrió los ojos, sintió que solo un jugo de guanábana podía quitarle de entre los huesos el ardor nostálgico que causa el recuerdo de su madre y de su región fecunda en frutos tropicales. Sensación con la que se enfrenta todas las mañanas al recordar, después de despertar, que en Alemania no se da la guanábana.

Alkymia

Los sueños dejan una huella delicada en nuestro inconsciente. Los recordemos o no, se quedan se quedan de alguna forma; desde vagos recuerdos con sabor a deja vu, hasta detalladas películas mentales. A veces, nos enfrentamos al mismo sueño una y otra vez, hasta que el sentir de la noche nos persigue durante el día, solo para encontrarnos con él nuevamente en la almohada.

A partir de un sueño particularmente inquietante, Daniella Serrano decidió convertir la persecución en documentación de estas experiencias oníricas. Sus sueños fueron tan vividos que permearon días enteros de angustia y tensión. Estas experiencias imprimieron imágenes bizarras en su memoria para eventualmente llegar al papel.

Spotlight

En estos sueños, la artista nace de su propio cuerpo. Daniella se enfrenta al rol de madre sin desearlo, un tema que resuena tanto en sus sueños como en su vida consciente, entrelazándose con los mitos de género, el modelo familiar y las complejidades de la maternidad. La obra desafía la idea de la maternidad como destino inevitable y examina la angustia y el temor que pueden acompañar a esta expectativa social. Estamos felices de presentar Sueños de leche como la pieza de Spotlight en esta edición. Consideramos que no solo es un testimonio de estos miedos y deseos conflictivos, sino también una crítica a las presiones socioculturales sobre la maternidad. Esta bitácora en carboncillo y pasteles, sobre hojas de cuaderno, evoca una sensación de intimidad y vulnerabilidad, invitando al espectador a reflexionar sobre las expectativas impuestas por la sociedad y a cuestionar las narrativas tradicionales sobre la maternidad todo a través de un sueño.

“Sueños de leche”

Carboncillo y pasteles sobre hojas de cuaderno

22 x 14.5 cm

Disque un cadaver exquisito

Por el equipo de Alkymia

(Esto es el rincón del vago, por supuesto)

Por Estefanía Denise
Fotografías con Nikon D5300

La mosca fucsia de bombín

(nota al lector: antes, durante o después de leer a placer lo siguiente, favor de escuchar “If you leave me now” de Chicago)

Era una casita sin ninguna otra habitación, solo cuatro paredes, la de enfrente tenía la puerta de cristal con una sábana anaranjada como cortina, en las otras tres había ventanas totalmente desnudas, luego en el centro estaba la cama en donde yo soñaba. Todo tenía ese negro característico de las madrugadas, este fue apagado por una luz fosforescente fucsia que atravesó cada cristal de cada ventana. Sin embargo, aún no se iluminaba el silencio, sólo el zumbido de una mosca increíblemente hermosa y fastidiosa, de largas alas, patas estiradas y un cuerpo bien redondo, era inmensa, casi del tamaño de mi palma. Su aleteo rutinario únicamente paseaba por lo fucsia colado en la noche, hasta que un zumbido mucho más poderoso que el suyo la asustó; un motor apagándose, un auto, un Ford 77 estacionandose justo enfrente de la casa. Y comenzó:

“You’ll take away the biggest part of me”

Caminé hasta la puerta y salí pero ya no era enteramente noche, tampoco de día, era ese intermedio del cielo azul oscuro espeso causante de la huida del sol cansado, dejando atrás sombras rojas de personas que hace mil años no me había encontrado. El suelo era liso y cortante (arena) y un paisaje enteramente limpio, con una que otra montaña quizás a unos 19 kilómetros, pero a veinte pasos interrumpía un gran cactus con tres brazos, aunque no lo podía ver bien porque el Ford ya fente a mi estaba de costado; dentro veía otra sombra enfrente del volante, esta vez negra con un bombín.

“Oooh

no, baby please don’t go”

No se que tenía puesto, pero el frío neblinoso me besaba mis mejillas ardientes de fiebre y calmaba las plantas de mis pies sudorosos con pedazos de arena adheridos, creo, me abrazaba una cobija, o quizás solo era el viento. Creí que la radio del Ford estaba descompuesta, pues repetía una y otra vez la misma canción “If you leave me now” de Chicago. Sentí que pasaron cuatro meses, o un año, quizás un mes o dos semanas; yo ahí parada sin sentir absolutamente nada más que mi fiebre. Mi cabeza comenzó a danzar al ritmo de la única voz melodiosa que escuchaba. ¿Recuerdas las sombras rojas? estaban impregnadas en la arena, hasta que tres de ellas al movimiento de la pequeña alegría de mi cuerpo por comenzar a bailar (brazos alzados y deditos despegados) se desprendieron, seguían siendo sombras pero supe muy bien quienes eran. Tres de mis verdugos, tres de los causantes de mi fiebre, se lanzaron hacia mí pero corrí siete pasos hacia el auto, abrí la puerta y subí. -Buenas noches. - Le dije al conductor del bombín. No hubo respuesta.

“And if you leave me now You’ll take away the very heart of me”

Quise evitar mirar por las ventanas porque las tres sombras nos habían rodeado, una frente al auto y las otras dos en cada ventana de costado, solo quedaba libre el retrovisor, lo miré pero inmediatamente se ensució con la mosca que me había acompañado dentro de la casa. Sentí un miedo asfixiante, las pupilas se me salían de los ojos, sudor frío y espasmos. Traté de gritar pero ese grito se atascó justo en medio de mi garganta como una bola de pelos gigante , mi boca se abrió pero no emitió ni un solo sonido y mi cuerpo ya era incapaz de moverse. Me sentí morir y acepté mi destino; no, no lo hice. Entonces sentí paz, supe que quería despertar.

“Oooh no, baby please don’t go”

De reojo supe que la sombra de bombín sacó algo de su bolsillo, parecía pesado así que lo recargó en mi cien, yo seguía inmovil, pero sentí la presión y el olor a futura pólvora quemada.

“Oooh girl, I just want you to stay”

En mi boca nació el único suspiro lento que quizás duró cinco días o tres horas . Entonces tiró del gatillo. Entonces, ¡un disparo a distancia corta!

“A love like ours is love that’s hard to find” después, ruido blanco ensordecedor, así a todo volumen.

después, la canción se repitió otra vez, sentí nuevamente la fiebre y la luz fucsia fosforescente entrando por mis ventanas.

“How could we let it slip away”

“Raíces oníricas” Rapidógrafo sobre papel opalina
34 x 24,5 cm

2024

El tiempo tuyo, el tiempo aquel, allá clavado, allá erguido, allá volado, siempre mármol y ala.

El tiempo aquel, a la vez siniestro y suntuoso, a la vez panteón y colibrí; la tierra aquella que devoró las menudas piñas de tu pecho, tu corazón azul, que se volvió caja de sándalo para guardarte, abanico de plata en cuyos pliegues duermes para siempre.

No olvido tu tiempo que es mi tiempo, oh, pequeña adolescente frutal.

No me olvido de los romeros y las rosas; de la abuela agobiada bajo su mantón de albahaca; de la cena luminosa siempre —como si siempre fuera tempo pascual, allí el dátil y el frasco irisado y el pez color perla; no. me olvido de los robos misteriosos perpetrados a mano armada, que bien acorazados íbamos con gladiolos oscuros y murciélagos y ciruelas; de las travesías nocturnas— el leve crimen cometido a filo de ala y a golpe de corazón oscuro, y la vuelta con la policía cerca del rocío y los ojos de los monstruos girando como bengalas, y la noche, apenas noche, siempre dulce y áspera y madura, y a punto de caer.

No me olvido del tiempo, avanzando siniestro y lujoso como un fúnebre; ni del golpe del abanico de plata.

El tiempo aquel, el tiempo tuyo, que es mi tiempo; la tierra aquella, donde creció y murió tu clavelina, tu corazón de ananá.

Poema 14 de su poemario Poemas de 1953

Yo y mi ensoñar con palabras atrapadas en nísperos, Marosa di Giorgio y sus escrituras casi místicas. Y nuestra compartida habilidad de estar en el constante devenir de un no-lugar y un no-tiempo; un sueño de palabras.

De notas y letras, por Eustaquio Vasconcelos

De Eustaquio Vasconcelos

Este número de Alkymia está dedicado a los sueños pero ¿dónde quedan los sueños rotos? ¿Dónde viven los sueños desesperados? ¿Dónde quedan los sueños desgarrados escondidos en guitarrazos? No tengo las respuestas pero si un claro ejemplo de un álbum de una banda que proyectaba ser la banda que salvaría el rock, pero que simplemente sus sueños se desvanecieron pero no sin antes pavimentar el camino del rock en Nueva York, dando paso a qué bandas como the strokes, Interpol, LCD Soundsystem y otras, lograran el reconocimiento y gloria que tienen hoy en día.

Hoy esta columna se la dedico sobre todo a la gente desesperada, a la gente impaciente de sueños grandes y que viven rápido. De igual forma quiero dedicar esta columna a David Murray, un duro.

“Amongst the motes of dust I can see them dance in the window now

On the city bus that we ride into this new life like a naked child

They’re gonna hear from me”

Una banda de Washington DC formada por miembros amigos de la infancia que más tarde se irían a Nueva York para estudiar y empezar a transitar por los circuitos de rock y ser portavoces (olvidados) de quienes vendrían a darle un nuevo aire al rock. Jonathan Fire Eater es una banda que proyectaba ser quienes salvarían al rock. Abriendo conciertos para Blur y consiguiendo ser firmados por una importante discográfica, quedaron solo en eso, sueños rotos captados en dos discos de estudio.

Hoy no los invito, sino más bien los quiero obligar a escuchar “Wolf Songs For Lambs”, segundo disco de estudio de Jonathan Fire Eater para encontrarse con el soñar despierto, con correr más rápido de lo que se puede y disfrutar de un disco que bien podría ser el soundtrack de una de tus pedas favoritas, donde el frenesí se cierra con la madrugada tranquila y a la vez impaciente al sentir que lo vivido se queda en solo un sueño.

Quiero hacer hincapié en la canción que cierra el disco “Impatient Talent Show” la cual goza de la cualidad de volver el disco una escucha redonda, para cerrar los sentimientos y caer dormidos ante la realidad.

No olviden disfrutar este número de Alkymia y nos encontraremos en la próxima edición.

“Ah DE LOS VUESTROS!”

Técnica Mixta de dibujo digital con texturas y fotografías reales, usando Clip Studio Paint

4444 x 8888 px

2024

¿Quién eres?

Hay alguien allá, pasando el umbral de mis sueños y pesadillas ¿Quién eres? Te lo pregunté alguna vez y tu respuesta fue una mirada que no supe entender ¿Me escuchas? ¿Dónde estás? Ahora que quiero hablar de ti te difuminas en mi consciencia, te escondes en el mundo de mis miedos y mis deseos, al fondo de mi cabeza. ¿Habitas mi mente o yo habito la tuya? Te siento con tanta intensidad que al despertar mi piel guarda por unos minutos la sensación de tu ultima emoción. Si gritas, tu voz sin resonancia aprieta mis tímpanos. Si sonríes, no me dan ganas de despertar. Si mueres, me siento vacía y comenzar el día es difícil. Te quiero y te temo.

Tratas de huir hacia espacios inciertos. Estás desesperada. Tratas de ir hacia adelante pero los carros y las personas van hacia atrás. Quienes te buscan están justo encima de ti y ya no puedes aguantar la respiración. Pasas el alambre de púas y corres. A veces me pregunto si sigues corriendo cuando no te veo y si tus pesadillas ocurren cuando yo estoy despierta ¿Me observas ahora? ¿Cómo te llamas? ¿Quién eres? No sé tu nombre, pero te arrastras por mi mente inconsciente y te aseguras de dejar pedazos de ti que puedan colarse en mi realidad: en los ojos de la chica frente a mí, en el olor particular de la calle atrás de mi casa, en mi miedo y mis ganas de amar.

Allá donde habitas, las cosas son de colores que ríen, hay peces enormes que recorren el cielo y emiten un sonido apocalíptico. Saturno se asoma más grande que el sol. Las montañas se mueven según su estado de ánimo. No hay tiempo, pero sí muerte.

Mueres en todos los intentos.

Lo hiciste cuando te encontrabas en esa terraza y todos los que te acompañaban saltaron al vacío, cuando esos cuerpos sin rostro hicieron lo que quisieron contigo, cuando no lograste huir de la serpiente en el castillo y cuando te sacaron los ojos.

Me arrastras a tu dolor. Me dejas inmóvil en la cama, con ganas de llorar porque los cuerpos anónimos se acercan a mi creyendo que soy tú. Vienen a hacer lo que quieren conmigo. No puedo abrir los ojos, pesan como el miedo reprimido de toda una vida. Ruedo de la cama pero vuelvo al inicio. Grito y mi hermano no escucha. Creo llegar al espejo y no puedo ver mi cara.

Suéltenme, no soy ella, ella se ha ido, sigue huyendo. Dos segundos. Es un espacio minimal; el intersticio de la vida que se cuela en mi cabeza le permite al corazón reaccionar y a los pulmones llenarse, desesperados. Por fin, el cuerpo se mueve.

De todas las veces que has muerto en mis sueños

De todas las veces que he muerto en tus sueños despierto.

“Anochecer”

Óleo sobre tela

49 x 60 cm 2022

De Leonardo Silva
“Noctambula
Ceremonia” Óleo sobre tela 61 x 91 cm 2022
De Leonardo Silva

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