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Reflexiones sobre la Defensa y la estabilidad
AUTOR
Luis F. de León Rodríguez
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General de Brigada, E.N. (DEM)
La Defensa es un bien público raramente consumido por la gente, a diferencia de la electricidad, transporte, comunicaciones, alcantarillado, educación y salud cuya necesidad es diaria y lo normal es que no pase una semana en el que el ciudadano promedio deje de recibirlos. Sin embargo, la Defensa se mantiene a la espera, casi nunca es empleada y raras veces es visible.
En nuestra nación se trató el tema, por primera vez, en el artículo 6 del Acta Constitutiva de la Independencia de Núñez de Cáceres, en 1821, que establecía un tratado con Haití “de amistad, comercio y alianza para la común defensa y seguridad de ambos territorios en caso de invasión enemiga, de maquinaciones internas contra su libertad e independencia”; y la Constitución de San Cristóbal, del 6 de noviembre de 1844, que establecía en su artículo 210, lo siguiente: “Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales, y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y seguridad de la Nación; pudiendo, en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna. Desde el inicio, nuestra Constitución definió la necesidad de que el país tuviera el derecho de formar su fuerza armada, expresando en su artículo 183, que “La fuerza armada es la defensora del Estado, tanto contra las agresiones externas, como contra las conmociones internas, y la custodia de las libertades públicas”, para defender los principios de libertad y equidad, otorgándole la ejecución de esa función a su pueblo, el mismo que formó el Ejército patriota, organizado y dirigido por sus caudillos, que paseó invicto el lábaro del triunfo por los agrestes campos de batallas, durante las guerras de Independencia y de la Restauración, hechos que cimientan la conciencia de la nación y, a su vez, produce la creación de sus fuerzas de Defensa. Cuando se habla de Defensa Nacional la mayoría de la ciudadanía piensa en la defensa militar y que ésta le corresponde a los institutos castrenses y la responsabilidad al Señor Presidente de la República y al Ministerio de las Fuerzas Armadas, no percibiendo que la Defensa Nacional se ejerce todos los días por aporte de todos, defendiendo la forma de gobierno elegida por el pueblo, los recursos naturales y el medio ambiente del país, nuestros valores culturales y de identidad nacional, los cuales nos distinguen y nos permiten ser un país libre y soberano. Para una mejor Defensa, debemos crear un país equitativo y solidario, dando forma a las esperanzas, para que nadie se sienta excluido, de manera que todo ciudadano se sienta parte integrante de la Nación, ya que lo primero que un adversario estratégico quiere lograr, es que el ciudadano del Estado Nación que confronta, perciba que no forma parte del mismo y que por lo tanto busque únicamente su bienestar personal, llevándolo este pensamiento a concluir que si ese adversario consigue sus objetivos él podría satisfacer sus necesidades de una mejor forma. Esta forma de Defensa se ejerce todos los días, pero para que cada ciudadano la perciba no solamente basta con las acciones que el gobierno realice, sino, que es necesaria una política de Estado, que trascienda los sectores y partidos que conforman el pueblo de la Nación,
así como también es necesario educar en valores, que permitan formar ciudadanos concientes de su derecho de ejercer la Defensa de su país y que ese derecho se transforme en un sentimiento de deber para consigo mismo y para sus conciudadanos. Esta educación es necesaria para entender quienes somos y por qué somos una nación, que el pueblo tome conciencia de los desafíos que plantea mantener nuestra forma de vida, basado en libertades, valores democráticos y riquezas que posee nuestro país. En la actualidad el agua es un problema a nivel del mundo y la comida escasa, no muy lejano, el agua y la comida se transformarán en bienes estratégicos, como hoy lo es el petróleo o determinados minerales, por lo tanto en el futuro será necesaria una defensa más activa y profunda de los mismos, la que solamente se podrá ejercer si nuestro pueblo se encuentra educado en la cultura de la Defensa, y lo más importante, unido como Nación.
La estabilidad visualizada desde la óptica de Maquiavelo
Maquiavelo es considerado como un teórico de la estabilidad política, toda vez que buena parte de su obra está dedicada a las condiciones que permiten construir un orden político estable y permanente, en el cual son beneficiados tanto los gobernados como los gobernantes, manifestado en su expresión “Nada
contribuye más a la estabilidad y firmeza de una república como organizarla de suerte que las opiniones que agitan los ánimos tengan
vías legales de manifestación”. Para conseguir la estabilidad política, debe echarse mano de diversos medios, según las circunstancias, y aprovechar una tendencia natural en los hombres, que también
constituye una premisa básica del realismo político. El hombre teme más a su propia inseguridad que a cualquier otra cosa. La idea de la racionalidad del Estado, de Tomas Hobbes, se fundamenta en que éste permite superar la anarquía natural de los hombres, reduciendo drásticamente su inseguridad, es decir que el poder despótico es preferible para los hombres al caos político y que la centralización debe ser completa en una situación en que el desorden social es extremo.
Para Maquiavelo existen dos momentos en que es indispensable un poder absoluto: al fundar un
Estado o al reformarlo, toda vez que para organizar un gobierno se deberá acudir mejor a instituciones monárquicas que populares, a fin de que los hombres, cuya insolencia no pueden corregir las leyes, sean refrenados por un poder casi regio. En un proceso de reforma del Estado, considera el florentino también necesario concentrar el poder para neutralizar la reacción de los grupos que saldrán perjudicados con tal reforma, que en el caso de los cambios que exigía la modernización que estaba teniendo lugar en toda Europa, en general se trata de los nobles y oligarcas “…donde la
corrupción es tan grande que no bastan las leyes para contenerla, se necesita la mayor fuerza de una mano real, cuyo poder absoluto y excesivo ponga freno a las ambiciones y a la corrupción de los magnates... Esos caballeros, que viven en la ociosidad, manteniéndose con el producto de sus riquezas y sin prestar ningún servicio útil, son perniciosos en cualquier república
o Estado”. En El Príncipe, Maquiavelo considera el absolutismo como el único régimen capaz de unificar y poner orden a la dividida y anárquica Italia del Renacimiento, con la salvedad de que el soberano deberá Maquiavelo es considerado como un teórico de la estabilidad política, toda vez que buena parte de su obra está dedicada a las condiciones que permiten construir un orden político estable y permanente, en el cual son beneficiados tanto los gobernados como los gobernantes
tomar en cuenta la naturaleza de sus súbditos y autoimponerse un límite en el ejercicio del poder, si desea conservar su Estado. Si no garantiza al pueblo la seguridad mínima que éste necesita, no verá ganancia en apoyar el régimen establecido, pues: “Los hombres que viven inciertos de su seguridad
personal, procuran por cualquier medio librarse de este peligro, y al efecto se aumenta su audacia y atrevimiento contra el orden de
cosas establecido”. En ese sentido recomienda al príncipe “no robar
el patrimonio de sus súbditos, ni tocar a sus mujeres, y en cuanto sea posible, no recurrir a la crueldad ni a la represión. Todo ello, en exceso, causa a la postre la ruina del Estado, situación en la que todo el mundo sale perdiendo, tanto los
gobernantes como el pueblo”. Sin embargo, pese a la necesidad del absolutismo en momentos específicos, a la larga éste llega a convertirse en un enemigo natural de la estabilidad, precisamente, porque no hay nada que obligue al soberano a refrenar sus ambiciones. Incluso si subiese al trono un hombre responsable y justo, al desaparecer éste probablemente sería sucedido por otro sin esas nobles cualidades, como se señaló antes.
Si no prevalece el imperio de la ley que contenga los excesos de los poderosos, nada evitará el ciclo de la violencia y la inestabilidad. Alguna forma de participación popular debe también estar contemplada en la constitución del Estado, si éste tiene pretensiones de continuidad y permanencia. Maquiavelo señala como principal causa de decadencia de las diversas constituciones florentinas hasta su época el que “las reformas no se hacían
atendiendo al bien común, sino al dominio y la seguridad de los partidos (y que)...el pueblo no tenía in-
tervención alguna en el gobierno”. De los escritos de Maquiavelo se puede colegir como principio general que las democracias resultan, a la larga, la forma más estable y continua de gobierno, y por lo mismo, recomienda su institución una vez que hayan sido superadas las condiciones que obligaron en un momento determinado a concentrar el poder en pocas manos.