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Primer puente aéreo
AUTOR
César Leonidas Báez
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Coronel E.N. (DEM)
Reseña histórica Primer puente aéreo
El 22 de julio de 1936, en la ciudad de Tetuán, Marruecos español, el Gral. Francisco Franco se entrevistó con el nazi Johannes Bernhardt, quien vivía en Marruecos como un comerciante alemán, pero en realidad era un agente de las SS en Tetuán, con buenas relaciones dentro del partido en Alemania.
Consciente de que su situación era desesperada, Franco le contó a Bernhardt que la rebelión de los nacionales no adelantaba según lo previsto. El general dibujó en una hoja de papel corriente un mapa de España en el que trazó la zona en poder de los rebeldes y las que se hallaban todavía en poder del Gobierno, que incluían las principales ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao. Se necesitaban tropas aguerridas y fogueadas para la guerra civil inesperada pero inevitable.
Ambicioso y astuto, Bernhardt olfateó dinero e influencia. Comprendió que sólo Hitler podía tomar una decisión tan súbita. Sería preciso llegar hasta el Führer en persona. Y esto sólo podía conseguirse mediante los canales del partido. Franco le entregó a Bernhardt una carta personal, de su puño y letra, así como un mapa de la situación puesta al día. También, un oficial español que le serviría de credencial humana para el caso de que las autoridades de Berlín pusieran en duda la autenticidad de la misión. A las 5 de la tarde del 23 de junio, salió rugiendo de Tetuán el avión Max Von Muller y aterrizó poco más de veinticuatro horas después en el aeropuerto Tempelhot de Berlín, tras haber repostado (y haber recibido reparaciones) en Sevilla, Marsella y Stuttgart. La entrevista con Hitler fue canalizada por Rudolf Hess para esa misma noche en Beyreuth. “Bajo una tensión increíble”, los humildes emisarios de Tetuán se presentaron a la ordenanza de Hitler. El Führer les recibió de pie en un modesto salón. Les dio un apretón de manos cálido y fuerte. Como era obligado, Bernhardt pronunciaba un pequeño discurso cuidadosamente ensayado y entregaba a Hitler la carta autógrafa de Franco, una sencilla hoja plegada en cuatro. Haciendo hincapié en la causa común contra el caos y el bolchevismo, el “comandante jefe de las fuerzas del Marruecos español solicitaba diez aviones de transporte, seis caza Heinkel y algún otro equipo más. Al traducirle la carta a Hitler, dijo que había comprendido; el mapa anexo, dibujado por Franco le interesó más, representaba las ideas optimistas de Franco sobre la situación militar del 23 de julio. Hitler pidió el informe de la embajada alemana en Madrid; éste vaticinaba una guerra civil prolongada.
Hacia media noche, y sin consultar más, Hitler anunció que suministraría lo que Franco había pedido. El Estrecho de Gibraltar no debe pasar a los rusos (declaró). Una península ibérica dominada por los soviets arrastraría a Francia y conduciría a la formación de un bloque rojo en Europa occidental, lo cual sería peligroso para Alemania. Hitler ofreció aumentar el número de aviones a veinte todos camuflados como aparatos civiles. El Führer informó al alto mando aéreo alemán de su decisión, le hizo ver que España iba a constituir un polígono ideal para ensayar armas nuevas bajo condiciones de combate, las más reveladoras. Tratábase, en particular, del bombardero en picado Stuka (en alemán Sturzkampffugzeug). El Junker Ju 87. Este avión se convirtió más tarde en la principal arma de terror de la Segunda Guerra Mundial; dominó la fase de Blizkrieg (guerra relámpago) de dicha guerra; o guerra aeroterrestre como se le llama en la actualidad. Fue muy utilizado en las primeras campañas alemanas de Polonia, Francia, en la invasión a Rusia, en el norte de África y en el mar Mediterráneo, con buenos resultados, especialmente, en los ataques a buques y a unidades móviles. Para intervenir en las batallas aeroterrestres, eran enlazados con los blindados alemanes, por medio de la radio. Hitler se despidió de todo el mundo con un apretón de manos y le dijo a Bernhardt: “comunícale al Gral. Franco mis mejores augurios”. Al regresar a Tetuán se le informó a Franco el éxito de la misión, él dijo: Gracias, “esto nunca lo olvidaré”.
El primer grupo de 68 voluntarios de la fuerza aérea alemana llegó a la ciudad de Cádiz, España, el día 6 de agosto; tenían instrucciones de fingirse hombres de negocio, técnicos y fotógrafos. Von Hoyos y el resto de los voluntarios que llegaron fueron recibidos por el Capitán Alfred Henke, desde el 28 de julio el puente aéreo lo había hecho él solo, volando hasta cinco veces al día entre Tetuán y el aeropuerto de Jerez de la Frontera, un viaje de 150 millas entre la ida y la vuelta. En cada ida transportaba en su Junker 52, unos cuarenta legionarios españoles y moros. La capacidad era de diecisiete viajeros. Después de un arreglo con Mussolini a través del Conde Galeazzo Ciano, los italianos enviaron a Marruecos doce bombarderos pilotados por italianos vestidos de paisanos. Sélo llegaron nueve. Cuando llegaron de Alemania los otros diez Junker, el jefe de escuadrilla, Von Moreau, formó a sus pilotos y los instruyó: “Todo lo que tenéis que hacer es seguirme y aterrizar donde yo lo haga”. Von Hoyos quedó asombrado cuando aterrizaron en Tetuán. Cientos de soldados, que pronto pasarían a ser miles, acampaban en las colinas o sitiaban el pequeño aeropuerto. Indiferentes a la eficacia germánica, los hombres de las tribus marroquíes, vestidos con chilaba y fez rojo o turbante bien apretado sobre su cabeza, asaltaron aquellos aviones a menudo tan calientes que no podían tocarse con la mano. Von Hoyos despegaba tan pronto como oía el grito “¡Voll!” (lleno). Hasta llegar a España nadie contaba los BOMBARDERO ALEMAN STUKA pasajeros. A veces se apeaban del
avión, dando tumbos, hasta cuarenta y dos. Agazapados en el piso del avión en fila de cinco, con la barbilla sobre las rodillas, los moros murmuraban oraciones o cantaban himnos, sobre todo, a mediodía, cuando los vientos soplaban más fuertes. Muchos se mareaban y vomitaban en el suelo, o los unos sobre los otros. Lo único que consolaba a Von Hoyos era advertir que aquellos “hijos de la naturaleza” parecían admirar todo lo que fuese o pareciese alemán. Los grupos de mantenimiento de la Luftwaffe también estuvieron a la altura de la situación. El mantenimiento se hacía de noche, a la luz de los faros de automóviles. Cuando había que reparar motores, los indígenas levantaban los fuselajes y los calzaban con pilas de madera. La gasolina fue otra dificultad. Von Moreau necesitaba de 15,000 a 20,000 litros diarios. Tales cantidades no se habían visto jamás en Tetuán. Mediante camiones trajeron gasolina suficiente, pero era de la normal que se utilizaba para los automóviles; para los aviones había que mezclarla con queroseno, pero no había, y entonces Von Moreau hizo amistad con un residente en el vecino Marruecos francés para poder conseguirlo. Al día siguiente, las cubas del agua del francés, tiradas por caballos, hacían su entrada en Tetuán. Iban llenas de bidones de dicho carburante, escondidos dentro del agua. Con el tiempo, 13,962 soldados aguerridos y duros, el núcleo profesional del ejército de Franco, pasaron a Sevilla en los 868 vuelos de ida y vuelta del primer puente aéreo de la historia. Franco ponía manos a la obra.