Revista Argentinos.es #50

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ARGENTINOS EN ESPAÑA

SERGIO MARAVILLA MARTÍNEZ

UN BOXEADOR DE LIBRO ENTREVISTA A LOS SUPER RATONES VIGGO MORTENSEN ESTRENA PELÍCULA ARGENTINA

Año 9 · Nº 50 · septiembre / octubre 2012



EDITORIAL // 3

Portada: Biblioteca Nacional.

ARGENTINOS EN ESPAÑA

AÑO 9 · Nº 50 · SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2012

Edita: ARGESPAÑA de imagen y comunicación s. l. Calle Oña, 151, 2º 3 28050 Madrid Direccción y producción: NORBERTO NAVARRO norberto@argentinos.es Redactora jefa: BETIANA BAGLIETTO betiana@argentinos.es Colaboradores permanentes: ALEJANDRO TALLARICO CARLOS OCHOA BLANCO CINTIA MORROW LYLIANA COLOTTO MIGUEL PEDANO SERGIO GONZÁLEZ BLANCO Colabora en este número: GRETA AIRA Publicidad: NORBERTO NAVARRO 630 95 46 65 Diseño Grafico: APB Impresión C. G. A. Depósito Legal: M-25327-2004

COSAS QUE NOS HACEN FELICES La consigna la lanzó la ahora ex periodista de TVE (Los desayunos) Ana Pastor a través de su cuenta de Twitter. Se trataba de que sus seguidores apuntaran los detalles de la vida que nos roban una sonrisa entre tantas malas noticias. Ella arrancó con “la mirada de mi hijo en el retrovisor” y la avalancha de los pequeños placeres que salpican la rutina cotidiana de la gente fue enorme. Una llamada, un plato casero, una canción, la brisa contra la cara mientras corres, una excursión, una charla en buena compañía, la lista de las cosas que nos hacen felices y no cuestan casi dinero puede ser interminable. Desde nuestras páginas, agregamos el hecho de contar número a número con la confianza de nuestros anunciantes y, sobre todo, saber que hay un nutrido grupo de lectores que espera con ilusión la llegada de Argentinos.es a sus manos. No es un mal ejercicio para los tiempos que vivimos agarrar lápiz y papel y apuntar esos homenajes diarios. n


4 // LA ENTREVISTA

Los SÚPER RATONES ‘torean’ a la crisis europea La banda marplatense aterrizó a principios de julio en Madrid para llevar a cabo su gira número doce por el viejo continente GRETA AIRA Fotos: ANA GONZÁLEZ MARTÍN

¿Cómo estamos hoy, España? Conocedores de la recesión económica en Europa, el quinteto argentino vino blindado con un tour ‘Anti-crisis’ para España y Portugal. Así, los Súper Ratones se movieron del 6 al 30 de julio por Galicia, Cataluña, Asturias, Madrid y Lisboa, ofreciendo conciertos a bajos precios o, incluso, gratuitos. Sin embargo, y pese al modo “ahorro” de estos shows, no faltaron sus características armonías vocales, guitarras potentes y grandes canciones.

Carlos Tarque con los Súper Ratones en Madrid.

Poner el hombro Estamos acostumbrados, en la época de crisis argentina hacíamos eventos gratuitos a favor de la educación pública”, afirmó Person Properzi (batería y voz). Y es que fue el mismo grupo quien habló con los empresarios responsables de la gira para poder hacer los conciertos más económicos. “España siempre supo acogernos de la mejor manera, así que teníamos que decir presente esta vez”, destacó Mario Barassi (guitarra y voz).

Burlarse de la crisis “De todas las crisis salen maravillosas oportunidades artísticas”, opinó Person. Y razones no le faltan: esta banda es uno de los pocos grupos que puede presumir de haber cosechado más reconocimientos que nunca en plena crisis argentina del 2001, cuando su tema, ‘Cómo estamos hoy’, fue casi el reflejo del contexto en el que vivía el país austral. “No vamos a decir que fue una cuestión premonitoria, pero uno como artista es una especie de antena de todo lo que sucede”, aclaró Barassi. España, Argentina y sus ‘corralitos’ El grupo marplatense, que siempre se movió entre los dos países, considera que en ambas crisis existen ciertas similitudes. Sin embargo, el caos en la Argentina les parece haber transcurrido de un modo “más inmediato” ya que, como afirmó Oscar Granieri (guitarrista), “en España hay como un colchón más de seguros de desempleo, cosa que allá no había”. Además, Person recordó que, entonces, la Argentina “realmente quedó sola porque se fueron todos los bancos del país y no había socios como la Unión Europea”. Rockeros comprometidos Conectados con la realidad social que los rodea, estos artistas no quisieron dejar de incluir en su último trabajo, “Súper Ratones” (2009), los números de contacto de las Abuelas de la Plaza de Mayo. Y es que, aunque también se pronunciaron a favor de otras realidades sociales, como los ‘Indignados’ de España, la banda considera el problema de crímenes contra la Humanidad como un asunto de especial relevancia. De acá y de allá Los Súper Ratones, que llevan varios años girando constantemente a los dos lados del “charco”, fueron testigos del numeroso éxodo de argentinos hacia España cuando estalló el corralito financiero en el país suramericano. “Algunos se fueron, otros regresamos. Pero siempre es bueno encontrarse a alguien que hable como uno y tomarse unos mates” puntualizó



6 // OPINIÓN

Hoy escribiría… LYLIANA COLOTTO

Hoy escribiría sobre muchas cosas. Escribiría, por ejemplo, sobre mi último viaje a Córdoba, de cómo la encontré, de cuántas cosas siguen igual (¡felizme-nte!) y de aquéllas que han cambiado. Sobre cómo encontré a mi familia, a mis padres, de su andar despacito ‘como perdonando al tiempo’ decía Piero, de su ingente cariño y generosidad, del día a día de mis hermanos luchando como todos con sus hijos, su trabajo, sí, como todos, pero con más tesón ya que por aquellos lares todo cuesta, todo se hace más arduo, más heroico. Me gustaría escribir sobre la nostalgia que invade mi cabeza y corazón cuando paso o paseo por ciertos lugares que me traen recuerdos varios, o momentos que me trasladan a épocas ya idas o sencillamente sensaciones al revivir esto o aquello. Escribiría sobre aquellas marcas de productos de mi niñez y juventud y que cada vez que las vuelvo a ver es como si redescubriera el mundo: Kolinos, Ayudín, Criollitas, Cabsha, Havanna, Cuartirolo, todas me despiertan sus sabores de antaño. Escribiría sobre el gusto que me da llegar a mi Córdoba y saber que me espera mi familia y su incondicional afecto, pero también del placer que siento al volver a pisar mi tierra española, mi casa, mi hogar aquí. Me gustaría escribir sobre todos esos sentimientos sinceros y contradictorios de esta vida duplicada. Escribiría sobre la pizza de mi madre, única, echa con harina blancaflor y soda, la mejor, alta, crocante, exquisita. Escribiría sobre la nueva integrante de mi casa madrileña: la gatita Caty que desde sus 30 centímetros me enseña tantas cosas día a día, de su curiosidad por todo lo nuevo, de su dulzura, de su cariño incondicional, de la tenacidad con la que persigue a sus diminutas presas con las que se cruza en el jardín, de su permanente compañía, mi sombra. Contaría lo feliz que me siento por estar viva, por tener lo que tengo y por las personas que quiero. Escribiría sobre esta Madrid tan querida por muchos y tan maltratada por tantos. De lo

guapa que está en esta primavera en la que la lluvia ha cumplido una de sus inigualables tareas, la de quitarle el polvo y dejar que las nuevas hojas luzcan su verde nuevo. Escribiría sobre la fuerza de la vida que lucha por mantenerse a flote cuando ya nos parece que nuestra fortaleza ha llegado a su cima. Escribiría de los cielos impecablemente azules con que nos mima Madrid a diario y de lo poco que reparamos en ello. De los pájaros que con el buen tiempo sobrevuelan mi jardín cantando cual tenores, gargantas prodigiosas, su himno a la vida y a la alegría de vivir. De las irresistibles noches de lunas llenas. De los que se manifiestan en la Plaza del Sol reclamando a los que mandan que las utopías no sólo pueden tener lugar aquí y ahora, sino que ‘deben’ porque la sociedad, al igual que la vida, puede y debe cambiar, y evolucionar para mejorar siempre y nunca para destruir los logros conseguidos. Escribiría sobre este presente, nuestro presente y único, el más valioso, el mejor tiempo que, aunque nos parezca convulso, injusto, corrupto, lo mejor que nos puede pasar es tener la inmensa suerte de vivirlo. Escribiría sobre los escritores que se nos han ido: José Saramago, María Elena Walsh, Ernesto Sábato, Carlos Fuentes, pero también de los que están aquí y nos siguen regalando sus ricas historias para llenar nuestras realidades cotidianas con momentos de placer y de imaginación donde poder vernos reflejados en otros o ser y sentirnos ‘otros’, o sencillamente saborear cada página, cada capítulo atrapados en sus tramas. Escribiría sobre Tolstoi y Dostoyevski, estos genios rusos que a través de sus novelas nos transmitieron la lucidez con la que vieron, percibieron y descifraron la mente y el alma humana, bastante antes de la llegada de Freud. Ha pasado la primavera, ha llegado puntual el verano y estamos a un paso de recibir el otoño, y hoy escribiría sobre los programas de radio nacional que los cambios políticos me han arrebatado dejando huérfanas mis mañanas de sus cálidas voces, de sus sabias palabras tan llenas de contenido, de su sentido común y de sus invitados de lujo, convirtiéndonos a los oyentes en ávidos escuchantes. Hoy escribiría… n


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8 // CINE: ESTRENOS

El plan argentino de Viggo Mortensen El actor produce y protagoniza ‘Todos tenemos un plan’, ópera prima de la argentina Ana Piterbag, que se estrena en septiembre en España

Conocidos son los lazos que unen al actor de ‘El señor de los anillos’ con Argentina, aunque esa unión todavía no se había visto plasmada en la pantalla gigante, escenario tan habitual para Viggo Mortensen. Esa cuenta ha quedado ya saldada con el rodaje de ‘Todos tenemos un plan’, filme que protagoniza junto a Soledad Villamil, Daniel Fanego, Sofía Gala y el español Javier Godino.

La película, que se estrenó en Argentina a fines de agosto y en España debuta el 7 de septiembre, cautivó tanto al artista neoyorquino con infancia porteña que se involucró también como productor. En una de sus tantas visitas a la sede de su amado San Lorenzo de Almagro, Mortensen coincidió de casualidad en el vestíbulo con la novata directora Ana Piterbag, quien había imaginado para él el rol principal de su guión y,


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10 // CINE: ESTRENOS

al tenerlo frente a frente, no dudó en comentárselo. Mortensen recibió y leyó la historia en Estados Unidos y enseguida se sumó al proyecto de este oscuro thriller psicológico que transcurre en el Delta del Tigre durante un duro invierno bonaerense. Todos tenemos un plan’ cuenta la historia de Agustín, un hombre desesperado por abandonar lo que para él, después de años de vivir en Buenos Aires, se ha ido convirtiendo en una existencia frustrante. Luego de la muerte de su hermano gemelo, Pedro, Agustín se propone comenzar una nueva vida tomando la identidad de su hermano y regresando a la misteriosa región del Delta, donde los dos vivieron de pequeños. Sin embargo, poco después de su regreso Agustín se encuentra inadvertidamente envuelto en el peligroso mundo criminal del que su hermano formaba parte. "El título es muy interesante, porque en la historia casi

todos tienen una idea de lo que quieren lograr. Un plan, algo pensado para mañana o para el futuro, pero que en el fondo nunca llega a ser exactamente lo que deseaban. Una de las cosas más bellas de este cuento es que me sorprende continuamente. Para un actor es maravilloso no saber hacia dónde va exactamente cada personaje", ha dicho del filme Mortensen, durante su presentación en Buenos Aires. “Me pareció una historia bastante original y con personajes bien escritos, especialmente la idea de estos dos hermanos a quien yo interpreto. Me gustó la sorpresa de la historia, y que todos, incluso los que tienen buenas o mejores intenciones como personajes, también tienen sus pro-

blemas, sus historias complicadas, sus cicatrices y sus mentiras. Todos, en algún lugar, escondemos algo”, detalló. La película se sitúa en el peculiar paisaje del Delta, un laberinto de islas y ríos que tiempo atrás hacían las veces de parques recreativos para la elite de Buenos Aires, y en donde todavía pueden encontrarse mansiones de estilo francés e inglés a lo largo de los canales, que recuerdan la opulencia de la que gozó el lugar tiempo atrás. Pero cerca de los pantanos hay rincones más oscuros y escondidos, en donde aquellos que viven fuera de la ley imponen reglas de conducta no escritas y códigos de silencio. Es en estos peligrosos remansos, los cuales siempre han servido como escondite de criminales y marginados, donde Agustín luchará por sobrevivir, reinventándose a sí mismo para dejar atrás el pasado. La realizadora también dio su particular opinión de su obra en distintas entrevistas de promoción: "Pienso la película como el viaje de un personaje que pone en cuestionamiento una vida que ya está planificada en apariencia. Como un adentrarse en el Tigre, que es conocer una estación nueva y a partir de ella descubrir cosas que pertenecen al pasado y, a la vez, surgen como posibilidad de algo nuevo. Es una película de suspenso, quizá no tratada a la manera de un thriller clásico, sino con más peso del ambiente y de los personajes." “Habla de la necesidad de controlar las cosas. Y esto es aplicable a cada uno de los personajes. Todos tienen su plan, pero ninguno funciona como pensaba... Las mujeres de esta historia son más fuertes que los hombres, pero lo interesante es que la mentira lleva siempre a otra realidad, a lugares impensados”, profundizó el famoso Aragorn de ‘El señor de los anillos’, en consonancia con la frase que se publicita la obra, “Las mentiras tienen vida propia”. Mortensen habló también de sus planes de volver a rodar en Argentina, si encuentra “un guión tan bueno o algún otro cuento lindo”. Y de sus planes de vida: “Los planes para mí son sueños conscientes. Me gusta mucho algo que se dice en la película: ‘Hacer el bien sin mirar a quién’, si pudiera hacer eso consistentemente ya no me haría falta tener otros planes”. n



12 // EL CONSULTORIO

Nosotros, los vende-patria MIGUEL PEDANO

Una paciente me relataba en sesión cómo le afectaba que en su mes de vacaciones en Argentina pudiera ser tratada de “vende-patria”, ser acusada de haber abandonado el barco (que por entonces se hundía) como las ratas. Veo con estupor una nota en el diario El País del 15 de junio de 2012 que cuenta las vivencias de algunos argentinos que, tras la crisis en España, se están volviendo. Se lee en el título: “Allí nos llaman vende-patrias porque no nos quedamos a pelear la crisis”. Mirado a la distancia (física y temporal) suena un tanto curioso y hasta podríamos decir divertido. Vende-patria. Alguien que vende una patria, al final una abstracción. ¿Y quién se la compraría?,¿a cuánto?, y lo que me llama más la atención: ¿Para qué compraría una patria? ¿Habrá un oscuro mercado de patrias donde los despatriados y nómadas involuntarios pugnan por conseguir tan preciado tesoro?

¿A cuánto cotiza la patria argentina? Nos vinimos buscando un futuro, ya ni mejor, sólo un futuro. No recuerdo que nadie valorase allá si éramos más o menos patriotas. Nadie me hizo nunca un ofrecimiento por mi sentimiento patrio. Nunca nadie lo pesó ni lo tasó. Creo que nadie nos lo hubiera comprado. Aquí en España nadie compra patrias tampoco. Es más, aquí es como un objeto rancio, anticuado, prescindible. También podríamos jugar con las ideas. Si los que nos vinimos somos unos vende-patrias podemos pensar que los que se quedaron son masoquistas incurables. La maquinaria ideológica del poder. Lo desmiento. Mi patria es mi lengua, mis amigos, mis recuerdos. Y estos siempre quedan fuera del mercado. n MIGUEL PEDANO Psicología y Mediación - Consulta de psicólogos en Madrid 912 569 869 www.psicologiaymediacion.com



14 // DEPORTES

Selección Argentina

¿la hora de la reconciliación? SERGIO A. GONZÁLEZ BUENO www.laculturadelapelota.com

Bastaron un par de triunfos de peso para que el escéptico hincha argentino se adhiera al once de la ilusión. Verdugo de Brasil y de Alemania, el Sabella team empezó a saldar deudas pendientes. De juego, identidad… y ¡Messi! Asentado en su rol de líder silencioso, Leo le propinó un antológico triplete a la canarinha. Acto seguido, dirigió la orquesta albiceleste en Múnich (1-3 ante los teutones), secundado por músicos de élite como Higuaín, Agüero y Di María. Curtido por los insolentes voceros del fango, Messi asimiló sin trauma su fallida ejecución del primer “código” penal de Selección. Y donó al público la poética saga de un complemento sazonado por la prosa de una zurda atemporal. Para regocijo de los ávidos comensales del fútbol. ¿Cuándo fue que Messi pasó de ser ¡español! a ser bandera de la Selección? Cuando la esquiva victoria tocó la puerta de Argentina y le dio la llave “ganadora” a Lionel Messi. Exitistas como somos, gozamos del triste papel de victimarios en la sórdida película de “Aniquilar ídolos”. Ergo, descalificamos con vulgaridad en tiempos de magras cosechas. Porque difamar está en nuestros genes… tanto como la posterior reconversión. ¡Siempre que el éxito acompañe! Así nos educó la sociedad del óbito a los valores. Disciplinados, le respondemos con la repulsiva diatriba del campeón. ¿Acaso no saben que ser segundos es un delito de lesa humanidad en Argentina? Volviendo al fútbol, ¿existe vida de Selección más allá de Messi? Los nombres están. Dependerá de Sabella gestionar el plantel y plasmar el ideario colectivo que él pretende. Tempranero balance. En el haber: Romero (¡gran acierto de Maradona DT) está consolidado; Fernández y Garay tienen juventud, roce europeo y altura; Gago (a lo ¡Caniggia!) rinde mejor en la Selección que en sus clubes; Mascherano volvió a ser el “Jefe” del centro del campo; Di María está en llamas… aunque deberá corregir sus insufribles dotes “actorales”; Agüero e Higuaín son dos puñales con gol. En el debe: ¡el dilema de los marcadores de punta! Por ahora, Zabaleta y Rojo no convencen. ¿Por qué la Argentina adolece

de un Dani Alves o un Jordi Alba? Los formadores tienen la respuesta. ¿Sosa? Alterna luces con apagones. Sabella lo considera vital. Tanto, que lo premia seguido con la titularidad. ¿Y el recambio? ¿Cómo viene? Escaso. Por conocimiento, Sabella cita repetidamente a sus “soldados” de Estudiantes. Jueguen o no en el Pincha. ¿Nombres? Enzo Pérez, Braña, Desábato… De abajo, empujan promesas como Sánchez Miño, el


niño mimado de Boca. Poco más. El entrenador sorprendió con la citación de Hernán Barcos, exjugador franquicia en la Liga de Quito de Edgardo Bauza. El cordobés está dando sus primeras brazadas goleadoras en el Palmeiras. ¿Dispondrá de minutos? ¿O será una citación nominal? Apellidos al margen, el hincha se dio licencia para soñar. Y no está mal. Brasil 2014 se acerca sin prisa

pero sin pausa. La Eliminatoria será un exigente banco de pruebas. De carácter y funcionamiento. Lo sabe Sabella y lo saben los futbolistas. La cuenta regresiva está en marcha. ¿Reconciliación? Depende más de Sabella que de Messi. Animarse a poner los ases de espada es la cuestión. La patología temerosa enciende al hincha. Llegó la hora de jugar. Por suerte, tenemos al Fontanarrosa del fútbol: ¡Lionel Messi! n


16 // EL PERSONAJE

SERGIO MARTÍNEZ

El boxeador de los tres libros por mes Sergio ‘Maravilla’ Martínez, argentino exiliado con el corralito a España, es hoy uno de los tres mejores de su deporte y se enfrenta a su mayor reto B. B.

La noche del 15 de septiembre el mundo del boxeo estará pendiente de una de las peleas más esperadas de los últimos tiempos, entre dos hombres que se enfrentarán en Las Vegas por el título mundial de los pesos medianos: el argentino Sergio ‘Maravilla’ Martínez y el mexicano Julio César Chávez Jr. El primero de ellos, a quien todos comparan con Monzón, tiene una historia que trasciende sus actuaciones en el ring y que, una vez más, vuelve a unir a Argentina y España. Sergio Martínez nació el 21 de febrero de 1975 en la localidad bonaerense de Avellaneda, aunque pronto su familia se mudó a vivir a Quilmes. Allí Sergio hizo la Primaria y luego estudió algo de inglés y secretariado comercial, pero tuvo que abandonar para trabajar con su padre. Desde pequeño se destacó en todos los deportes que practicaba y llegó incluso a jugar en Claypole y hasta estuvo a punto, a sus 20 años, de fichar por Los Andes, aunque al final se decantó por el boxeo, disciplina que mamó de su tío, el ex boxeador Rubén Paniagua. “El boxeo siempre me gustó. Tengo familiares que lo practicaron y me inculcaron que practicarlo con responsabilidad podía ser mi arma primordial para poder salir adelante en la vida. Estaba convencido desde los 13 años de que iba a triunfar en el boxeo”, contó alguna vez. Su historial de peleas profesionales arranca en 1997,

ya con casi 23 años, en Argentina y ante todos rivales de su país, frente a los que consigue 16 victorias de 17 posibles y ninguna derrota. Su exitoso comienzo le hace dar el salto internacional para pelear en Las Vegas frente al mexicano Antonio Margarito. Maravilla perdió esa pelea por KO en el séptimo asalto y regresó a competir otra vez en el ámbito nacional. En 2001 estalló una de las mayores crisis sociales y económicas en la Argentina del corralito y Martínez fue una víctima más de ella y uno más también de los miles de argentinos que hicieron las valijas para buscar nuevas oportunidades fuera de su tierra. Sergio, como tantos otros, eligió España. Aquí llegó en 2002 y se instaló primero en Alovera y luego en Azuqueca de Henares, ambos pueblos de Guadalajara muy cercanos a la madrileña Alcalá de Henares, donde entrenó durante varios años y donde su carrera se unió a la del coach Gabriel Sarmiento. "Los primeros años en España fueron complicados. Tuve que trabajar de lavacopas, seguridad en discotecas y hasta de albañil. Tuve trato de inmigrante. Pero yo estaba convencido de que debía mejorar mi condición de vida para lograr trascender como boxeador. Fui indocumentado, estuve preso, pasé hambre y los domingos pedía comida en la puerta de una iglesia con los mendigos, eso fue duro, sí, no fue bonito. Por suerte, la lucha de tantos años de sacrificio hoy tiene


EL PERSONAJE // 17

sus frutos", confesó Sergio en una entrevista con La Nación, en diciembre de 2010 y en otra televisiva con Alejandro Fantino. El primero de esos frutos llegó en 2003 con la conquista de su primer título internacional, el campeonato mundial de peso superligero de la IBO, frente a Richard Williams. Luego vendrían muchos más como el título mundial latino del Consejo Mundial de Boxeo (2005) o el de campeón mundial del Consejo Mundial de Boxeo y de la Organización Mundial de Boxeo en división media al vencer al ex-campeón Kelly Pavlik en 12 asaltos por decisión unánime (2010), su gran consagración. En el camino, su nombre se hizo reconocido con un regreso triunfal a Las Vegas en el que apabulló al mexicano La Fiera Román. Martínez tuvo además inolvidables combates frente a los ingleses Darren Barker (2011) en el Boardwalk Hall de Atlantic City y el último, en marzo de este año, ante Matthew Macklin, en el Madison Square Garden de Nueva York. Pero más allá de sus éxitos deportivos, Sergio ‘Maravilla’ Martínez se ha hecho conocido y admirado, tanto en Argentina como en España, por lo que se sabe de él fuera del cuadrilátero. Comprometido con causas como la violencia de género o el acoso escolar, el quilmeño es un boxeador atípico quien, cuando tuvo que abandonar su formación académica, se prometió a sí mismo leer al menos dos o tres libros al mes y seguir su formación de manera autodidacta. Y eso salta en seguida cuando se lo escucha hablar. Más allá de su estilo provocador cuando le toca contestar sobre sus rivales, Martínez, con su acento porteño con pinceladas de Madrid –suele terminar sus frases con “¿sabes?”, no puede evitar el “vale” o el “vamos” típicos de aquí- se expresa con una claridad inusual en la mayoría de boxeadores. “El boxeo es tiempo y distancia. La psicología encima del ring lo es todo, el 99% de la pelea. Yo siempre me digo, ‘vamos

a jugar a que boxeo y este tipo no me va a pegar’”, cuenta del deporte que lo ha convertido en millonario y, en eso sí, le ha hecho vivir como los grandes del boxeo, rodeado de coches y hoteles de lujo y con una agenda de vértigo que lo lleva a diez países distintos en diez días. A sus 37 años, Sergio entrena ocho horas diarias y tiene un estado físico que no se corresponde con un boxeador de su edad, pero él lo explica por lo tardío de su inicio. “Empecé a los 20 años, por eso estoy en mi plenitud física, a los casi 23 me hice profesional, tengo pocos golpes recibidos, y un estilo defensivo y conservador. Por eso mi carrera y mi cabeza están en plena progresión”. No es difícil ser campeón del mundo. Hay que saber aceptar el rol y ser comprensivo. Estoy preparado para convivir con esas cosas, porque me inculcaron el respeto y la educación. Como persona pública debo decir cosas positivas para no convertir mi éxito deportivo en un fracaso general. Cuanto menos hable un campeón, mejor. Y cuanto más pelee y gane, mucho mejor todavía. La vida del campeón es una mentira. Es fugaz. La vida real es llegar a mi casa, estar solo, lavar los platos. La vida y el boxeo tienen algo en común; no se cansan de dar golpes duros”, aseguró en aquellas mismas charlas, cuando todavía residía en España, donde se convirtió en socio capitalista de una empresa que financia proyectos de pequeñas y medianas empresas. Hoy, a pocos días de su desafío más grande ante Julio César Chávez Jr, vive en California y con su franqueza habitual explica el porqué: “Acá en Estados Unidos tengo la cantidad de ceros que necesito en mi cuenta bancaria. Mi meta es salvarme económicamente con una o dos peleas grandes. Cuando logre traducir mis éxitos en plata, no boxearé más". Aunque la última sueña con que sea en el Luna Park, ante su público: Me gustaría quedar en la memoria de la gente. n


18 // LAS CRÓNICAS DE CINTIA

Un día en Londres CINTIA MORROW

Cuando llegamos a Paddington Station quedé en estado de shock. Primero por el frío, ya era de noche y todo estaba semi congelado. Y segundo, porque la estación de Paddington es increíble. Con unos techos altísimos cruzados por grandes vigas de hierro, las plataformas de ladrillo, los tableros con los horarios de los trenes y las grandes arcadas por las que se accede a la ciudad. Es como la estación de Retiro pero dentro de una película antigua de James Bond. Impresionante. Salimos de la estación a las patinadas porque estaban congeladas las veredas y caminamos por las calles de Londres mientras nevaba sin parar. Los edificios de ladrillo que se alzaban en cada manzana, me parecieron encantadores. Todos con sus luces navideñas y con los arbolitos en las ventanas, los portales llenos de nieve y las chimeneas largando humo. ¡Que hermoso! Me parecía estar caminando por un mundo de mentira, salido de una historia de Agatha Christie, de Edgar Allan Poe o de A. J. Rowling. Después del shock, me puse a pensar que esos autores solo inventaron las historias, no inventaron la ciudad. La contaron como era. Solo que yo, en mi desconocimiento, pensé que esas calles de Londres formaban parte de la fantasía también. Y ahí estaba, caminando por las calles de una ciudad tan mágica como

misteriosa. Fueron solo unas cuadras hasta llegar al hotel, pero causaron la mejor de las primeras impresiones. A la mañana siguiente me levanté temprano para tomarme un chocolate caliente mientras miraba por la ventana la asombrosa ciudad nevada. Una bruma blanca cubría los edificios y no me alcanzó la vista para reconocer mucho. Cruzamos Hyde Park, un parque inmenso en medio de la ciudad. Es comparable al Central Park de Nueva York, pero su hermano londinense (tal vez debería decir "su padre londinense") tiene fuentes y esculturas en honor a personajes de la familia real. Lo cruza un río, que ahora estaba congelado, con lo cual los patos caminaban por encima; y también es el hogar del Palacio de Kensington, antigua residencia de princesas. A través de los jardines de Kensington, fuimos a parar al Prince Albert Memorial, un monumento que parece más propio de un Papa que del príncipe consorte. Frente al Hyde Park, nos encontramos con el Royal Albert Hall, un edificio redondo y rojo que recibió a los más distinguidos músicos y artistas de esta era. Ahí se realizó el concierto homenaje a Lady Di, donde Elton John cantó la famosa canción "Candle in the wind". Debo confesar que me sorprendió enterarme que el nombre de este edificio hace referencia al previamente



20 // LAS CRÓNICAS DE CINTIA

homenajeado Príncipe Alberto. Toda la vida pensé que le habían puesto ese nombre por un señor llamado Albert Hall, asumí que se habría destacado en algo. Albert Hall, que error, acaba de desaparecer una persona para mí. Tomamos el subte (o, como lo llaman los londinenses “tube”) y viajamos hasta Piccadilly Circus, que no es un circo; es como una plazoleta con una fuente en el centro. Lleno de gente, luces, carteles de neón y pantallas gigantes anunciando propagandas de los musicales del momento. Recorrimos la finísima calle Regent, mirando las vidrieras de las mejores marcas del mundo y los hermosos adornos navideños que visten la ciudad. Pasamos el St. James Park y llegamos a la famosa calle The Mall, por donde desfila la Reina cuando sale a pasear, o algo así. Yo, como no había llevado la guía de Londres, no me enteré de casi nada. Al cabo de unas cuadras, nos topamos con el Buckingham Palace, palacio donde vive la Reina de Inglaterra y también donde se hace el cambio de guardia. Escuchando la banda militar, rodeamos el parque y, medio congelados y faltos de energía, conseguimos arrastrarnos hasta Westminster Abbey. Esta abadía/iglesia, donde se hacen las ceremonias de coronación de los reyes (y también donde se casaron el Príncipe William y Kate Middleton), me pareció alucinante. Qué edificio majestuoso, tan alto y como sacado de un cuento medieval. Las narices nos guiaron hasta un puestito de chocolate caliente, donde repusimos fuerzas y reanimamos nuestras extremidades. Un giro de la cabeza y... ¡el Big Ben! Uno como que espera verlo, y pasan unos segundos hasta que las neuronas hacen la conexión

mental: Big Ben-Cintia-Londres. ¡Estoy mirando el Big Ben! Qué maravilloso, es casi irreal que una esté efectivamente parada en esos lugares. Lo que más me impresionó fue The Houses of Parliament (el Parlamento). Es indescriptible, tan grande y tan lleno de detalles, con el Big Ben en uno de sus extremos. Y esa ubicación… a orillas del río Támesis, con una vista maravillosa de la ciudad. Quedé impactada. Nos quedamos ahí por un rato hasta que se hizo de noche y prendieron las luces, es aún más lindo. Frente a todo esto, del otro lado del río, está el London Eye. Una mega vuelta al mundo iluminada de colores. Caminamos por los puestos de una feria, donde compramos las gomitas más caras de nuestras vidas, 8 libras; y volvimos a cruzar el río por el Jubilee Bridge. A esta altura, ya hacía como 3 horas que había perdido mi mapa de Londres. El único resguardo informativo que tenía. En algún momento del recorrido se me habrá caído del bolsillo o se me habrá deslizado entre mis entumecidos dedos y no me di cuenta. Así que solo nos guiaba el instinto felino de mi marido… Nos llevó hasta Trafalgar Square donde nos detuvimos a mirar el gigantesco árbol de Navidad (verdadero) que le regala Noruega a Inglaterra, todos los años. Al pie del árbol, cantaba un coro de niños para recaudar fondos para un hospital. ¿Lo pueden creer? En esta plaza está la National Gallery, una galería de arte sumamente importante que alberga algunas de las obras más conocidas del mundo. Entramos un rato (es gratis) y nos apuramos a ver los cuadros más destacados, como el autorretrato de Rembrandt, “Trigal con ciprés” y “Los girasoles”, de Van Gogh. En el barrio de Knightsbridge están los famosos alma-


LAS CRÓNICAS DE CINTIA // 21

cenes Harrod’s. Son una institución en Inglaterra, aunque estrictamente hablando son una gran shopping, solo que cien veces más elegante. Se pueden ver y encontrar las mejores cosas del mundo, se trate de lo que se trate. Solo por seguir mi inclinación natural, fuimos directamente al sector alimenticio. No tiene sentido que les explique la cantidad, ni la calidad, ni la diversidad de las cosas que hay ahí dentro. Solo háganse la idea de que está todo lo más fino y excepcional del mundo. Lo lindo que tiene Harrod’s es la ambientación en general. Los que te atienden están vestidos con atuendos especiales y las vidrieras son verdaderas obras de arte. Lo más sorprendente es la escalera egipcia, construida como aquellas de la época de los faraones. Simplemente la tienda más selecta y refinada que vi. El medio día que me quedaba en Londres me tocó pasear sola. Tomé el subte hasta Tower Hill donde me esperaba La Torre de Londres… que, oh sorpresa, no es una torre, sino un castillo. Es el castillo donde vivió

pizzería

Enrique VIII, donde se produjo el quiebre con la Iglesia Católica y donde se cortaron tantas cabezas traidoras. En el lugar se respira historia y está lleno de personajes y leyendas de todo tipo. Es, probablemente, el lugar más escalofriante en el que estuve. Y ver las colosales puertas de madera (Traitor’s Gate), por donde entraron Ana Bolena y tantos otros, para luego ser decapitados, resulta asombroso, por decir algo. Un día volveré para que un “beefeater” (guardias de la torre) me lleve de paseo por la historia del castillo. Pasando la Torre de Londres, cruza el río el famoso Tower Bridge (Puente de la Torre). Una construcción fantástica, de hierro, con detalles azules y rojos. Junto a unas decenas de personas, crucé el puente, maravillada de mi suerte… mientras miraba el Támesis, la Torre y la zona moderna al otro lado del río. De vuelta al hotel, me despedí de Londres con un té con leche, como corresponde. Agradecida con mi paseo de un día y medio por la ciudad, que me pareció sensacional; ¡espero poder volver! n

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22 // LITERATURA

Veranos de novela BETIANA BAGLIETTO

Hay muchas maneras de guardar los recuerdos. Algunos lo hacen a su antojo, sin más, y nos asaltan cuando quieren. Otros regresan en forma de olores o sabores. Muchas personas pueden armar su biografía en base a canciones o grupos musicales asociados a diferentes momentos de sus vidas. Los muy fanáticos del fútbol, por ejemplo, los archivan de acuerdo a los éxitos, fracasos, fichajes o estrellas de su equipo, como Nick Hornby, en su exitoso ensayo ‘Fiebre en las gradas’. Estamos también los que recordamos etapas pasadas en base a los libros que teníamos entre manos. En mi línea de tiempo literaria los puntos se acumulan sobre todo en verano, época donde tirar aunque sea una semana seguida la toalla en la arena me permite devorar con mucha más constancia y rapidez la obra elegida. El resto del año, un libro tarda mucho más en ceder su espacio a otro en la mesita de luz. Con el halo de energía que te deja la rutina diaria apenas alcanza para algunas páginas cada noche. Por eso, a los libros de verano los elijo con especial cariño, prestando atención un año a clásicos pendientes, otro a algún autor recomendado por algún amigo/a o escritor admirado, o incluso por referencias literarias encontradas en novelas anteriores. Si bien mi amor por la lectura empezó en la infancia, con libros como ‘Las mil y una noches’, ‘La Biblia para los niños’ o ‘La Cabaña del Tío Tom’, esta relación mar-arena-libro nació ya hacia los finales de la adolescencia cuando los veranos en Villa Gesell eran muy largos gracias al periodo de descanso entre curso y curso de la universidad. Ahí podías aparcar por un par

de meses los apuntes obligados y elegir a tu antojo. Algunas pistas nos las daban también los profesores que nos hacían leer a Rodolfo Walsh, Truman Capote, Baudelaire, Nietzsche o el ‘Tristram Shandy’ de Laurence Stern. Fue ‘Rayuela’, de Julio Cortázar, el primero que asocio a aquellos momentos, saltando de un capítulo a otro por las calles de un París que entonces parecía tan lejano, de la mano de La Maga, y por un Buenos Aires que ya no era acompañados de Oliveira, Talita y Traveler. Esa novela con nombre de juego fue, paradójicamente, como un abrir la puerta de la edad adulta, a la qué mejor que entrar con ese espíritu de bohemia y rebeldía que inspiraba la historia. Los veranos geselinos se acortaron cuando hubo que empezar a compaginar estudio y trabajo pero siempre había tiempo para sumar descubrimientos: ‘1984’ de George Orwell, muchos de Italo Calvino, Balzac y su ‘Eugenia Grandet’, o ‘El retrato de Dorian Gray’, de Oscar Wilde, estos dos últimos parte de una colección de libros rojos de tapa dura comprada por mi madre y que había inaugurado nada menos que con la mágica ‘Cien años de soledad’. En ese estante aguardaban dos gordos tomos para un momento especial, que llegó con el fin de la carrera de Comunicación y un viaje a esas playas de arena blanca, palmeras y mar turquesa tan de oferta en la década del 90. En una reposera en el medio del paraíso me enamoré de la sórdida historia del joven Raskolnikov. ‘Crimen y castigo’ de Dostoievski siempre tendrá ese olor dulzón del Caribe. El ‘verano’ más largo apareció con la mudanza al otro

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LITERATURA // 23

lado del charco. El tiempo que me llevó conseguir trabajo en España lo empleé en leer todo lo que cayera en mi mano. Y la segunda mano de la Cuesta de Moyano mucho tiene que ver en eso. Con fluorescente figuran ‘El guardián entre el centeno’ de Salinger, ‘Boquitas pintadas’ de Manuel Puig, o ‘Diario de la guerra del cerdo’ de Bioy Casares. Para las próximas vacaciones siempre quedaba Borges, del que solo había leído algún cuento suelto, pero cuyo nombre nunca deja de aparecer en las columnas de todos los escritores habidos y por haber. No debe

existir autor más citado por otros colegas. Cómo no leerlo, y cómo leerlo. Fue en el verano de 2008, en las playas de Campello, Alicante, a punto de nacer mi segundo varón, con los ejemplares de ‘El Aleph’, ‘Historia universal de la infamia’ y ‘Narraciones’ sobre una panza de ocho meses, y dos páginas para adelante y cinco para atrás, hasta llegar al final y quedar apuntado para una futura relectura. Borges es como un diccionario, hay que volver siempre a él. Si hay veranos ausentes es porque las novelas no estuvieron a la altura de las expectativas y no merecen ser rescatadas y entonces el recuerdo de ese sitio es algo más borroso, sus playas artificiales y su gente menos simpática. No son lugares para regresar, o hay que hacerlo con la historia adecuada. Por eso será que a partir de ahora habrá que volver todas las veces que se pueda a los acantilados del Algarve, donde entre baños en un Atlántico tan fresco como el de Gesell pero de un azul verdoso, y tumbadas al sol en una arena dorada, compartí aventura con Watanabe, Naoko y Midori, los personajes principales del ‘Tokio Blues’, la novela más conocida del japonés Haruki Murakami, llena de tragedia pero que te inyecta dosis de vida a raudales. Al final, la costa bonaerense, el sur de Portugal, París, San Petesburgo y Japón, no están tan lejos unos de otros. n

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24 // DE CUENTO

Realidad virtual

ALEJANDRA TALLARICO aletallarico@yahoo.com.ar

Mientras se abotonaba la camisa, pensaba en que apenas saliera del hotel iría a comprar el último ensayo de una socióloga alemana, cuyo título no recordaba, pero subtitulado “la insatisfacción de la mujer de clase media, en los países del primer mundo”. - ¿Te gustaría ir al teatro la semana próxima? – dijo él, atándose los cordones. - ¿A ver...? - Dan Rigoletto en un teatro alternativo y sé que la ópera italiana es tu preferida. - ¡Ópera en un teatro alternativo! Suena dudoso… pero ¿Por qué no ver una versión más?- sonrió indulgente. - Dicen que será una adaptación modernista y que el tenor es un japonés. - ¡Un japonés, cantando en italiano, en un teatro alternativo!, eso habrá que verlo – dijo ella riéndose sin maldad. Se habían reencontrado en la celebración de los quince años de egresados de la escuela secundaria, hacía poco más de año y medio, y desde entonces se veían esporádicamente y sin compromiso, para disfrutar de una muy buena performance sexual. Él se esforzaba por parecer culto y, sin vocación, trataba de armar planes que incluyeran teatro o música, porque sabía que a ella le gustaban. Era el único hombre en los últimos años, al que ella podía definir como un artista innato en cuestiones amatorias; disfrutaban tanto cuando hacían el amor, que más de una vez les llamaron la atención en algún hotel, o rompieron, sin querer, copas o lámparas de mesa durante sus afanes. Eran muy parecidos en lo que esperaban del desem-

peño del otro; él la quería profundamente, y no terminaba de dar crédito a su suerte por tenerla en su cama. Ambos contaban con un historial de más frustraciones que satisfacciones en la búsqueda de la plenitud sexual; no era común encontrar amantes talentosos, y no había manera de reconocerlos en la calle por algún rasgo característico. Ella no podía corresponder el amor que él le profesaba, aunque lo había intentado seriamente tratando de prescindir de algunas cosas y de minimizar otras. No obstante, él esperaba algún día hacerla su esposa, a pesar de la dulce claridad con la que

sus ojos. La creatividad en la cama, cierta sofisticación y las inquietudes intelectuales, formaban parte del atractivo de un hombre, pero para ella no bastaban si no se daban juntas. Estaba cansada de los encuentros mediocres; parecía mentira que la mayoría de sus citas no tuviese talento amatorio y que, a pesar de eso, creyese que en nada debía instruirse. Se sentía afortunada por los tres enamoramientos conseguidos a lo largo de su vida, por el aprendizaje que implicó cada ocasión y por haber sido lo suficientemente feliz mientras dura-

había escuchado -ya tres veces- que no sucedería. Ella sabía que lamentablemente la cosa no podría durar mucho más. Era un muchacho muy tierno e idealista, de esos que no pocas veces se han enredado a puñetazos por altruismo; la alta frecuencia con la que se sorprendía evidenciaba su básica relación con la vida; trabajaba demasiadas horas en el sector fabril, cosa de la que daban cuenta sus manos, sus errores ortográficos y la desproporción entre sus arrugas y la juventud de

ron. Hacía más de cuatro años que se había separado de su último amor y desde entonces -como cada vez hasta volverse a enamorar- no encontraba otro diestro que supiese que no sólo era cuestión de potencia, sino de todo el regodeo que la circunda. Odiaba escuchar ‘¡Qué bien ¿no?!’ cada vez que alguno daba por terminada la sesión, porque si ella respondía sinceramente ‘no’, lo siguiente sería ‘¿por qué no?’, pregunta que de por sí verificaba la infranqueable incompatibilidad.

Descontando los salvables problemas de impotencia en sus diferentes grados y raíces, el muestrario era variado; estaban los que pedían permiso para todo quitándole emoción a cada maniobra, así como aquellos que creían tener derecho a todo sin preguntar nada. Había quienes prohibían ciertas zonas de su cuerpo, mientras consideraban natural tener acceso total al cuerpo ajeno, o por el contrario, los que no frecuentaban ciertas partes de sus compañeras por aprensión, pero requerían la atención sin remilgos de sus propios recovecos y humores. Algunos preguntaban reiteradamente ‘¿te gusta?’, en momentos tan inoportunos que decir la verdad hubiera implicado cortar el clima; otros no entendían con pequeñas señales corporales que tenían que cambiar de posición, mover una pierna o un brazo, y al final había que decirles claramente ‘quisiera que te coloques detrás de mí’, o ‘ponte así’, o ‘me estás aplastando un brazo’, o ‘tócame aquí’, o ‘detente, porque me estoy golpeando la cabeza contra la pared’. También pululaban los clásicos, que no aceptaban posiciones que no indicaran dominio masculino, así como los que sólo se tumbaban boca arriba y esperaban que el maná bajara del cielo. Los muy veloces ponían cara de resignación y algunos hasta se disculpaban, pero nunca consideraban la posibilidad de compensar su falta mediante otras prácticas. Los besos eran un capítulo aparte. Se veían besos con lengua sin que esta saliese de sus bocas o, por el contrario, lenguas que invadían la boca ajena sin permitir a su propia boca ser conquistada, así como aquellas que ingresaban rígidas como un ariete y se quedaban de esa manera, sin


DE CUENTO // 25

presentar juego a la otra lengua que se lo pedía; también estaban las que, aunque laxas, permanecían inmóviles ante la invitación a entrelazarse, o las bocas que para iniciar un beso avanzaban abiertas y con la lengua en posición adelantada y -lo que es peor- se retiraban de la misma manera. Ella aprendió a asociar algunas variables para anticipar si valdría la pena llegar hasta las sábanas, entonces, sin miramientos, declinaba la invitación ante la primera señal de alarma. También notaba quién tenía ·Mudanzas contenedores toda Sudamérica ·Barcos semanales ·Baja consular ·Grupaje marítimo o aéreo ·Exceso de equipaje a todo el mundo

posibilidades y predisposición de aprender, pero si bien alguna vez la espera y la dedicación habían arrojado buenos resultados, su paciencia estaba agotada, así que sólo aceptaba a los que creía que venían con la lección estudiada. Metía las manos en el fondo descosido sus solitarios bolsillos, pero cuando no hacía caso a su intuición y accedía de todos modos al encuentro, en el camino de vuelta a casa iba maldiciendo y pensando en una gran coctelera donde poder mezclar las contadas habilidades de cada uno.

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riablemente llega- en la que todo lo que dice, piensa o hace la madre es erróneo, y esta pasa de ser perfecta a ser una vieja que no tiene ni idea de nada, cuya vida, incluso amorosa, es cuestionada. Pensar en un hijo adicto, con dificultades en el aprendizaje o con alguna enfermedad que implique cuidados perennes, le parecía un riesgo demasiado grande a cambio de tener a alguien que la cuide durante la vejez. No estaba dispuesta a dar cuenta de sus decisiones, y mucho menos a otorgar semejante poder sobre su persona a nadie. A veces le dolía un poco no encajar en el standard, no contentarse -como algunas de sus amigas y colegassimplemente con lo que se puede obtener, pero a pesar de esas veces, se descubría casi siempre mirando a esa gente como desde afuera, con cierto rechazo, con la certeza de que usaban una jerigonza que ella no deseaba aprender. Lo que esperaba de un hombre era la posibilidad de compartir vivencias sin cohabitar, y una sexualidad altamente satisfactoria, cosas que ella estaba dispuesta a ofrecer también. Trabajaba en una empresa de video juegos, ocupaba un cargo jerárquico y no podía quejarse de su sueldo, pero ella quería más que entretener personas que eluden los libros; era una estudiosa incansable desde antes de obtener su

No era de las personas que valorizan la convivencia o la vida en pareja, por el contrario, pensaba que la simbiosis de las relaciones conyugales -aún en las parejas más sanas- conlleva la ralentización del desarrollo personal, intelectual y el intercambio social se limita especialmente con personas del sexo opuesto. No creía en el tan mentado instinto maternal y, si en verdad existía, ella carecía de él. Sí creía en que una vez parido un hijo, el enamoramiento es tan profundo que lastima, especialmente a la hora –que inva-

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26 // DE CUENTO título de ingeniero informático. Se embarcó en un proyecto propio de realidad virtual, del que tenía la convicción que mejoraría la salud psíquica de mucha gente, ella incluida. La idea se basaba en desarrollos que ya se estaban intentando en el mundo, para obtener sensaciones táctiles reales a través de un programa, pero sin el uso de guantes u otros implementos. El software debería permitir interactuar con la computadora mediante un sistema de ultrasonido, con imágenes en tres dimensiones en una pantalla. Corría el 2004 y los avances en técnicas de interacción háptica eran todavía deficientes; el famoso y muy pesado guante equipado con sensores que decodifican los movimientos de la mano, aportando sensaciones ‘calculadas’ en tiempo real, no era suficiente para conseguir el tipo y nivel de realismo que ella pretendía, así que tenía mucho trabajo por delante. Se centró en la sensación táctil, dado que la audición y la mirada ya eran fáciles de estimular, pero el tacto, el olfato y el gusto no lo eran -al menos satisfactoriamente- mediante la realidad virtual. Siempre se había preguntado qué harían para lograr pleno goce sexual y genital las personas discapacitadas, las infelices pero fieles a pesar de ello, las que se ahogaban en negativas y negaciones, las postradas o simplemente las severamente tímidas, avergonzadas de su cuerpo o muy reprimidas. Indefectiblemente la respuesta que encontraba a su pregunta era ‘nada’. No había más que pensar en la proliferación de síntomas neuróticos y psicosomáticos, de los que daba cuenta la historia del psicoanálisis y de la medicina, por eso ella creía que su desarrollo ayudaría mucho a todos, siempre que se

animaran a usarlo. Le interesaba especialmente la irradiación de ondas de ultrasonido producidas por múltiples transductores, que trabajaban con uno de los fenómenos no lineales del ultrasonido. Se basaba en técnicas de síntesis de ondas, formando campos de alta fidelidad que pueden dirigirse o enfocarse directamente sobre la piel, presionándola, al parecer sin riesgo de atravesarla, como sí ocurría con el tímpano. Tocar imágenes tridimensionales que aparecen en el ordenador o ninguna imagen, pero sentir la presión en la mano, siempre sería

quisiera experimentar, sin depender de otro que tenga la voluntad o la pericia para prodigarlos. En la empresa que la contrataba, lo más importante era que el jugador pudiese mover cosas, mientras que en su proyecto privado el objetivo era que, además, el jugador pudiese ser movido, o al menos creer que lo estaba siendo. Quería que las bocas dejaran de besarse en los espejos o de usar el hueco entre el pulgar y el índice. En todas las investigaciones de las que tenía conocimiento, el espacio de contacto de una onda ultrasónica de un KiloHertz era

una alternativa más real que la mera fantasía, - tan útil para descomprimir en parte las tensiones de todo orden, pero nunca suficiente-. Los objetivos de estos estudios eran diversos, y algunos de ellos tan elevados como poder operar a un paciente a la distancia manipulando, por ejemplo, la imagen de un segmento de nervio representado por un holograma flotante; pero ella trabajaba sobre un efecto recíproco, en el que el cuerpo propio pudiese ser tocado virtualmente sin la participación de otra persona. Se podría programar el tipo de tocamientos y de estímulos que el usuario

de no más de treinta centímetros cúbicos, lo que equivalía a un centímetro de la mano y a una presión de diez gramos, y sólo podía darse en un plano vertical. Todo estaba “muy verde” decía siempre; ella deseaba que no fuese simplemente como un sueño, sino como el sueño que cada uno tiene. Se dedicó cada vez con más ahínco a su idea; repartía el tiempo entre su empleo, la investigación y la atención de sus inversiones de distinta índole, que le aportaban bastante dinero extra para comprar equipo, y hasta para contratar trabajadores autónomos. Delegaba las tareas más

sencillas o monótonas que la alejaban de lo esencial. Su teléfono personal poco a poco dejó de estar disponible, lo mantenía apagado casi todo el tiempo, pero no así el de la empresa, al que estaba obligada de ocho a dieciocho. Algún vecino curioso podía ver cómo tocaban a su puerta más asiduamente de lo habitual, mensajeros con paquetes, motociclitas de comida a domicilio, el cartero y otros servidores puerta a puerta. Salía cada vez menos, pero -aunque extrañaba la música en vivo y el teatro- sabía que su sacrificio valdría la pena. Una noche cenando, volvió a rechazar la propuesta de convivencia de su ex compañero de clase, y le pidió dulcemente que ya no la volviera a llamar. Él era algo rústico pero no tonto; entendió que si continuaba con sus pretensiones sufriría muchísimo más. Su dedicación a la investigación se convirtió en devoción. Los avances eran muchas veces frustrantes por su lentitud, pero también eran complacientes por el tipo de realismo que -a comparación con lo existente- iba consiguiendo. Por la índole de su invento, y por la renuencia de las personas a declararse insatisfechas, le era difícil encontrar voluntarios para los test del producto, lo que la obligaba a realizar personalmente las pruebas. Entre su empleo y su proyecto se sentía exhausta, así que pidió una reducción de horas y de sueldo y, de a poco, comenzó a prescindir de los trabajadores independientes de los que echaba mano sólo de vez en cuando, porque no terminaban de entender los objetivos. Ya no pudo salir a divertirse ni durante los fines de semana. Se levantaba, algunas veces ni se duchaba, y corría a la oficina mal entrazada, porque hacía un par de meses que no planchaba la ropa.


DE CUENTO // 27 Su jefe le llamó la atención sobre esto luego de una reunión con un cliente importante y, en lugar de ofenderse, ella hizo las cuentas y notó que con lo que obtenía de sus inversiones le alcanzaba para vivir, achicando los gastos generales y planificando un poco mejor. Tenía la esperanza de que cuando el software estuviese terminado le diese dividendos tales, que justificaran el tiempo invertido y los sacrificios hechos. La casa estaba muy sucia y las sábanas las cambiaba una vez por mes; su única preocupación era avanzar con el prototipo, pero lo que sobre todo la emocionaba era el momento de probarlo. Comenzó a llevarse la computadora a la cama, la programaba, se calzaba el casco, los cada vez más sutiles guantes –a los que esperaba reemplazar con electrodos adhesivos- y se entregaba al goce y a los placeres calcados de su fantasía. Respondiendo al nivel de obsolescencia calculada de todos los productos informáticos, una mañana, luego de una larga noche de pruebas, decidió que aunque no era perfecta ya estaba terminada la primera entrega. De las actualizaciones ya se encargaría. Había llegado la hora de pensar en un nombre comercial. Empezó a escribir diferentes palabras en la pantalla, como una especie de tormenta de ideas pero

en solitario: Partner, Aliance, My Style, My Way, Satisfaction, Noi, Us,…Juan…Juan…Juan... ¿Juan? Así se llamaba su ex compañero de la escuela secundaria, ese amante estupendo del que no había podido enamorarse. Juan. Sabía que no era un nombre apto, porque circunscribía como público objetivo a mujeres, a bisexuales o a homosexuales hombres; debería encontrar una marca que pudiese atraer a todos los que necesitaran de su invento. Por ahora lo llamaría Juan, como un juego, después, a la hora de las patentes y marcas, volvería sobre esa cuestión seriamente. Era el cumpleaños de su madre, por lo que no tuvo más remedio que quitarse las pantuflas, darse una ducha y salir a cenar con ella, sus hermanos y algunos de sus sobrinos. La cena fue muy agradable, excepto porque recibió una andanada de comentarios sobre lo poco que se la veía, lo diferente que estaba en cuanto a su aspecto y cómo había cambiado su manera de vestir. Se hizo hincapié en que no se había maquillado -cosa que ella hacía de manera casi religiosa- pero el hecho de estar trabajando en un desarrollo importante, fue la justificación para todo lo reclamado. En cierto punto de la cena, un malestar la invadió; estaba inquieta, con desazón y no se daba cuenta del por qué; el estó-

mago le latía y pensó que tal vez era culpa de la comida, pero poco a poco comprendió que extrañaba a ‘Juan’. Cuando llegó a su casa no pasó por el living, donde tenía instalado y siempre funcionando el ordenador principal, sino que entró por la cocina y se metió en el baño a maquillarse. Mientras estaba frente al espejo pensó ‘¿por qué me estoy maquillando si es casi la hora de dormir?’. Se sentó frente a la computadora, cargó el programa y al abrirse dijo ‘Hola mi amor. Te extrañé. La cena no estuvo mal, pero faltabas tú’. Al día siguiente limpió la casa, a la hora de almorzar cocinó algo simple en lugar de pedir pizza, y se acomodó frente a la pantalla. Aplazaba constantemente el trámite de la registración y del cambio de nombre. Sonó el teléfono mientras comía y pensó ‘responderé más tarde’. Cerró el programa luego del almuerzo, pero no veía la hora de cargarlo de nuevo. No quería agobiarlo, tenía que darle espacio. El teléfono volvió a sonar y se detuvo al timbre número doce. Lo cargaría a las ocho y media, cuando la cena estuviese casi lista y ella se hubiera quitado el delantal. El teléfono llamó de nuevo. Se apuró a pagar la tarjeta de crédito, a transferir dinero entre sus cuentas desde uno de los ordenadores adicionales, y también con-

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troló los víveres en la cocina para hacer el pedido del supermercado por Internet. El teléfono parecía incansable. Cuando lo atendió, la voz de una amiga le dijo: - Estoy preocupada por ti. Me gustaría verte. Te pido que esta vez no pongas excusas. - Te juro que hoy no puedo; tengo una cita. - ¿Sales con alguien? No lo sabía. ¿Por eso estás desaparecida? - Se llama Juan y estoy muy enamorada. - Enhorabuena ¿Es el Juan que yo conozco? ¿El del instituto secundario? - Sí, pero está muy cambiado, te diría que es perfecto, es quien más feliz me ha hecho en toda mi vida. Ahora que de verdad estamos juntos, me pregunto cómo hacen algunas mujeres para vivir con hombres que les llevan la contraria, que son necios, violentos o desaseados. - Son las cosas que muchas hacemos para no estar solas – suspiró la amiga. - En general son pésimos amantes y además, exigen cosas que ellos mismos no son capaces de ofrecer. Su interlocutora no supo qué responder, al fin y al cabo ella vivía con uno de esos. Luego de un par de confidencias y la descripción de algunas sensaciones, que eran el sueño de ambas, la amiga volvió a felicitarla y colgó pensativa sintiendo, ‘para qué negarlo’, un poco de envidia. n

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28 // OPINIÓN

Morir trabajando: un consejo del FMI CARLOS OCHOA BLANCO

El Fondo Monetario Internacional, que no para de dar consejos en su propio beneficio y cada vez estamos peor, ahora se le ha ocurrido aconsejar a los gobiernos europeos, que retrasen la edad de jubilación de sus ciudadanos. El consejo se fundamenta en que, según la ciencia, ahora vivimos más años. Esa afirmación científica despertó en los parásitos de la sociedad, la idea de que los trabajadores podrían ser explotados por más tiempo. Cuando había trabajo, los parásitos no se preocupaban en prolongar la edad de jubilación. Pero

la globalización, sumada a la aparición de nuevas tecnologías, ha beneficiado la fusión de empresas. El resultado es la destrucción de más empleo del que se está creando. Eso está logrando que las nuevas generaciones no tengan donde ganarse la vida. Con este panorama, los chupópteros que viven de las clases trabajadoras, se han dado cuenta que sin obreros no hay quien pague los impuestos de donde salen los magníficos sueldos, que mantienen a las clases parasitarias. Por tanto, el obrero que todavía tiene empleo, ya es

considerado un animal de trabajo, en peligro de extinción. Es decir, hay que mantener activos a los pocos obreros que todavía trabajan, con la esperanza de que haya un milagro y el empleo surja de la nada. Hasta la llegada de la bomba atómica, el gran capital y sus fieles servidores (léase políticos), lograban frenar el desempleo mediante las guerras. La operación era sencilla, es algo parecido al fútbol. Se crean equipos, que en política se llaman partidos, luego se buscan seguidores fanáticos, con un coefi-

ciente intelectual muy bajo, se los instiga un poco, culpando de lo que sea al contrario y el resto viene solo. Los fanáticos, con menos cerebro que un pato y más odio que un perro de pelea, se encargaban de desencadenar las guerras. Luego la cosa iba creciendo, y al final el gran capital terminaba montando una fructífera guerra, que podía ser mundial. En ese proceso se eliminaban mujeres y hombres, de todas las edades. Además se destruían ciudades, que luego había que reconstruir. Todo ello hundía al pueblo en el


OPINIÓN // 29 hambre y la miseria. El resultado era mano de obra barata y un montón de trabajo, que llenaba de oro las arcas de los bancos. Pero todo empezó a torcerse con el dichoso inventito de la bomba atómica. Ese artilugio, por el momento, mata tanto a pobres como a ricos y es ahí donde está el problema. Dicen que ya hay una bomba que solo elimina seres vivos y no destruye edificios. Pero hasta que inventen otra que solo mate pobres, las grandes guerras mundiales quedan suspendidas. Solo puede haber pequeñas guerras en países del tercer mundo, donde matar personas importa menos que pisar una hormiga. Con ese panorama, no es extraño que estemos en recesión. La gente no tiene dinero, porque no tiene trabajo y no hay trabajo,

porque la globalización redujo empresas y se las llevó a China, aglutinando en unas pocas industrias, lo que antes se hacia en muchas. Por ejemplo: donde antes había diez bancos, todos se han fusionado en uno, con lo cual, los empleados de nueve de esos bancos quedaron en la calle. Lo mismo pasa con fabricas de galletas, muebles, coches, etc. La cuestión es que sin trabajo, el dinero solo lo tienen los grandes capitalistas, y esos por más que consuman, no pueden consumir todo lo que producen sus empresas. Resumiendo, como no se puede hacer una gran guerra, entonces la única solución que se les ocurre a los parásitos que viven del obrero, es esclavizar hasta sus últimos días, a los trabajadores que todavía tengan un empleo. De

esa manera, el beneficio será doble. Por un lado muchos no llegarán a cobrar una jubilación, que quedará para el Estado, y por otro, los obreros que sigan vivos, serán el sustento de las clases poderosas y de la gente que, sin empleo, malvive de subsidios limosneros. En síntesis, que a los creadores de la globalización y chinalización europea, la única idea que se les ocurre, es seguir estrujando a los pocos proletarios que queden con trabajo. Por eso, “sabios” como los del FMI, proponen ideas como la que dio origen a este escrito. Lo malo es que esa “brillante” idea, ocasionará cambios en la sociedad, que lo mismo que la bomba atómica, la globalización, las nuevas tecnologías o la chinalización, no sabemos qué efectos secundarios ten-

drá. Quizás en un futuro habrá obreros que mueran de viejos en el puesto de trabajo y jóvenes que envejecerán esperando un empleo. En la juventud uno tiene el deseo triunfar en la vida, eso te impulsa a querer trabajar y estudiar. Si se pierde ese incentivo, la juventud se hunde, aumentará la drogadicción, el alcoholismo, la delincuencia, etc. Pero además, cuando uno se va haciendo mayor, la esperanza que nos incita a trabajar, es llegar a la edad de jubilación con la suficiente salud, para poder disfrutar de aquello que siempre deseamos hacer. Sin incentivos, el sistema cambiará, y será mejor ser un vago parasitario, que un trabajador al que solo le quede un reducido margen de vida, después de una jubilación tardía. Un saludo. n


30 // OPINION

Relatos ENRIQUE PINTI

Se habla tanto en estos tiempos de los relatos que algunos gobiernos arman para maquillar la realidad y brindar una imagen distinta a la verdad que uno no puede menos que puntualizar que el recurso ni es nuevo ni es privativo de un país. La tendencia nacional ha sido y sigue siendo descubrir la pólvora cada día y creer a pie juntillas que esas cosas sólo pasan acá. El hecho de que hayan ocurrido y ocurran en otras latitudes no exime de culpa a los que practican esa fórmula puertas adentro, y es muy razonable pensar que la prioridad es ocuparse de la propia casa sin estar tan pendientes de la del vecino. Pero eso no quita analizar los supuestos paraísos extranjeros que surgirán al cabo de un análisis objetivo basado en hechos concretos de la historia que nuestra frágil memoria olvida y que no transmite a las nuevas generaciones, para que los jóvenes no se dejen embaucar y no cometan el error de encerrarse en un limitado espacio interno maldecido e indeseable, idealizando peligrosamente otras realidades. Todos los gobiernos, sin excepción, relatan sobre la base de problemas reales y conflictos tangibles una

versión oficial de esos sucesos. Un pueblo culto e importante como el alemán, rodeado y acorralado por una hiperinflación real y desesperante después de la derrota militar sufrida en la Primera Guerra Mundial, no vaciló en creer y adherir fanáticamente al discurso de Hitler y plegarse masivamente a creer que la recuperación económica, y sobre todo social, dependía de la eliminación total de la colectividad judía, a la que se le cargó con la culpa de la especulación y la ruina económica. Se agregó a este disparate la proliferación de una teoría que buscaba en la pureza de la raza aria la regeneración basada en los ancestros de aquel Sigfrido y aquellas Walkirias wagnerianas. Visto en perspectiva parece inexplicable que las masas y también las élites de ricos y poderosos nobles hayan aceptado esa teoría que, evidentemente, atesoraban en su inconsciente colectivo y sólo esperaban la chispa de locura patriotera que

encendiera la hoguera del desastre. Creyeron en ese relato y sólo el horror de una nueva derrota militar, las ciudades arrasadas, la pobreza y la culpa por el exterminio genocida de millones de víctimas lograron despertarlos de lo que creyeron un sueño de grandeza y que sólo fue la pesadilla de la sinrazón. Lo mismo pasó con los italianos que asociaron la grandeza del Dante y la lucidez de Galileo Galilei con la caricatura patética de Mussolini, que se autotituló Duce, renovando los brillos del imperio romano y de la Venecia ducal. La lista es larga e incluye a Stalin con su comunismo de hierro, proclamándose demócrata y sometiendo a

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su pueblo a la más tremenda negación de la libertad. Pero también las grandes potencias democráticas basadas en constituciones progresistas de respeto, tolerancia y pluralismo ideológico, con enunciados muy explícitos acerca del derecho individual e inalienable de la libertad de expresión, han pasado por períodos oscuros como el macartismo o la segregación racial en Estados Unidos, y también han sostenido estas posiciones y otras justificando guerras costosísimas en dinero y sacrificio de vidas con relatos que tenían que ver mucho más con el petróleo que con la defensa de las democracias. Y contradictoriamente algunos de sus gobernantes han tenido buenas relaciones con las dictaduras de Oriente y de América latina. ¿Cómo se llega a esto? Con relatos, con habilidad mediática y con pueblos que se lo crean y se lo traguen sin pensar. Por eso nunca debemos archivar nuestra memoria en la comodidad de la masificación o en el error de sacralizar o demonizar tal o cual política. La reflexión se impone a los que viven y están en edad de hacer algo, y el relato objetivo será para los que ya en una tercera edad pensante aporten datos concretos, a favor o en contra, sin fanatismos ni hablando por boca de ganso, sino a través de lo que vivieron y vieron vivir. n

y la recibirás por correo

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