Semanario Orientación - Boletín informativo n° 5.

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B o l e t í n N° 5 • Mayo 2020 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas… yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí (Jn 10,11.14)

El Señor es mi pastor Hace varios años leí una pequeñita historia en un libro del cardenal B. Hume, aquel sabio hijo de san Benito arzobispo de Westminster de finales del siglo pasado. Era un relato sobre un jovencito pastor a quien encontraron dos sacerdotes católicos mientras hacían una caminata de vacaciones por las montañas del norte del país. Les llamó la atención al verlo con su pequeñito rebaño. Se aproximaron, saludaron y le preguntaron si conocía el salmo El Señor es mi pastor. El jovencito no tenía idea de qué hablaban. Entonces uno de ellos inmediatamente sacó su breviario y lo mostró incisivo el salmo, pero el pastorcito les dijo: “No sé leer”. El joven no sabía nada acerca de Dios; todo lo que él sabía era cuidar las ovejas. Entonces los padrecitos le leyeron recitando el salmo y lo fueron explicando por partes. Le decían: Dios es el Gran Pastor y todos nosotros somos parte de su rebaño. Él cuidará de ti. Trata de recordar siempre esa

frase: El Señor es mi pastor. Tómala en tus manos y apriétala bien con tus cinco dedos. No la olvides, le dijeron despidiéndose de él. Un par de años más tarde, aquellos curitas se hallaron paseando por los mismos lugares de verdes colinas y clima fabuloso. Se aproximaron a una casa que podían divisar y pidieron agua para hacerse un par de tasas de té caliente. La señora, amable los invitó a pasar. Se sentaron a la mesa y se encontraron en uno de los individuales con una foto: ¡era de aquél jovencito pastor! “Nos lo encontramos hace un par de años”, dijeron. Refirieron la historia y preguntaron qué era de él. La señora dijo: “él está muerto”.Y empezó a contar lo que había sucedido. En una noche de mucha neblina, una ovejita se había extraviado y fue camino a un acantilado. El jovencito pastor la buscó y buscó hasta encontrarla. Ya para atraparla porque estaba para

deslizarse en el precipicio él mismo se deslizó y cayó. Cuando lo encontraron al día siguiente, notaron que su mano derecha estaba apuñando sus cinco dedos mientras la apretaba también con su mano izquierda. La historia es triste. Y nos recuerda las palabras del Señor Jesús: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas… yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí (Jn 10,11.14). También nos recuerdan aquellas otras del segundo final del mismo evangelio: Simón hijo de Juan, ¿me amas?... Y continúa: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Sabemos las respuestas, hablan de pastar, buscar y caminar. No solo son para Pedro y los obispos. Calan y golpean, preguntas y palabras en tiempos de pandemia. En tiempo en que experimentamos aún más el desamparo humano y por lo mismo dejan ventana abierta a ocasión de experiencia del consuelo divino. Por: Pbro. Carlos Peraza


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