Boletín N° 9 • Año • 31 Mayo 2020 4 de junio. Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote El jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés, celebramos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Aunque no figura en el calendario de la Iglesia universal, esta fiesta se ha ido extendiendo por muchos países y diócesis. La fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, fue introducida en España en 1973. Posteriormente fue solicitada por numerosos Episcopados de todo el mundo. Se celebra el jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés. Tiene categoría de fiesta y cuenta con textos propios para la Misa y para el Oficio. En muchas diócesis se celebra también en este día la Jornada de santificación de los sacerdotes. Jesús, Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. En el Nuevo Testamento con la palabra “sacerdote” no solo se nombra a los ministros, sino que se reserva especialmente para denominar a Cristo y a todo el pueblo de Dios, unidos como un Sacerdocio real: “Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación
santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz” (1 Pedro 2,9) En el capítulo 4 de Hebreos se explica el Sumo Sacerdocio de Jesucristo de esta forma: “Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos−Jesús, el Hijo de Dios− mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hebreos 4,14-16) La carta a los Hebreos también interpreta el sacrificio de Cristo como el nuevo, único y definitivo sacerdocio, diferenciándose así de los sacrificios de los sacerdotes de la antigua alianza: “Así también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios mismo le había dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice también en otro lugar: Tú
eres sacerdote para siempre igual que Melquisedec” (Hebreos 5,5-6) La misma carta a los Hebreos añade: “Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos” (Hebreos 9,11) En relación con Cristo, la carta a los Hebreos interpreta su sacrificio, en oposición a los sacrificios de los sacerdotes de la antigua alianza, como el nuevo, único y definitivo sacerdocio: «Así también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios mismo le había dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice también en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre igual que Melquisedec» (Hb 5,5-6). La misma carta añade: «Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hb 9,11). Mediante el bautismo, todos hemos sido configurados con Cristo Profeta, Sacerdote y Rey. Nuestra vida es sacerdotal en la medida en que, unida a la suya, se convierte en una completa oblación al Padre.