ASOPRUDEA 1962-2014 52 años defendiendo la universidad pública
Magazín SPN
Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia –ASOPRUDEA– No. 52 • Diciembre de 2014 Bloque 22 oficina 107 - Teléfonos: 219 5360 - 263 6106 - Correo: asoprudea@udea.edu.co http://asoprudea.udea.edu.co
ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Magazín SPN
Víctor Villa Mejía –compilador–
Contenido Prólogo. Compilar, Editar y Otras Responsabilidades del Escribidor....... 7 María Cecilia Plested
Presentación...................................................................................................... 9 Víctor Villa Mejía
Magazín SPN Nro. 1: El otro violinista en el tejado................................... 11 Magazín SPN Nro. 2: La chica del overol y de la moto.............................. 17 Magazín SPN Nro. 3: Los gurús de la neurolingüística.............................. 23 Magazín SPN Nro. 4: Homenaje a Neruda.................................................. 29 Magazín SPN Nro. 5: Adiós a la competencia lectora................................ 35 Magazín SPN Nro. 6: Bienvenida a la lectura crítica................................. 41 Magazín SPN Nro. 7: El examen de admisión (1)....................................... 47 Magazín SPN Nro. 8: El examen de admisión (2) ...................................... 53 Magazín SPN Nro. 9: La revitalización del idiolecto.................................. 59 Magazín SPN Nro. 10: La magia de las palabras....................................... 65 Magazín SPN Nro. 11: Los juegos de lenguaje............................................ 71 Magazín SPN Nro. 12: Diccionario de vicios (1) ........................................ 77 Magazín SPN Nro. 13: Diccionario de vicios (2)......................................... 83 Magazín SPN Nro. 14: Diccionario de vicios (3)......................................... 89 Magazín SPN Nro. 15: De todo como en botica ......................................... 95 Magazín SPN Nro. 16: Lengua vs idioma ................................................. 101 Magazín SPN Nro. 17: Refranario............................................................. 107 Magazín SPN Nro. 18: Dos literaturas (1) ................................................ 113 Magazín SPN Nro. 19: Dos literaturas (2) ............................................... 119
Magazín SPN Nro. 20: Saludo vs dedicatoria........................................... 125 Magazín SPN Nro. 21: Cosas del idioma (1).............................................. 131 Magazín SPN Nro. 22: Cosas del idioma (2).............................................. 137 Magazín SPN Nro. 23: El género, otra vez................................................ 143 Magazín SPN Nro. 24: Clasificaciones....................................................... 149 Magazín SPN Nro. 25: Maravillas de la tecnología.................................. 155 Magazín SPN Nro. 26: Manual de instrucciones...................................... 161 Magazín SPN Nro. 27: Más instrucciones................................................. 167 Magazín SPN Nro. 28: El barboseño Luis Tejada.................................... 173 Magazín SPN Nro. 29: Punto cadeneta punto........................................... 179 Magazín SPN Nro. 30: La crónica periodística......................................... 185 Índice de autores.......................................................................................... 195
Prólogo. Compilar, Editar y Otras Responsabilidades del Escribidor La primigenia opción de comunicación: la lengua materna (plested, 1987)1.
Esta edición de La Palabra brinda una mirada sagaz sobre una serie de asuntos cotidianos de nuestro entorno que, a su vez, son clave para comprender nuestra sociedad, cuya conversación nos permite tejer reflexiones compartibles. Tarea que, muy posiblemente, realicemos en los albores del 2015. Dice su autor, Víctor Villa2, que Magazín SPN es una compilación de textos destinada a la lectura solaz, para esos días de vacaciones en que el profesor universitario anhela tener a mano algo para leer y desconectarse, así, de la compulsión por Internet.
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Apoyada, en los criterios editoriales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, para reflexionar sobre ‘las responsabilidades de un compilador’, retomo su definición:
Pues como diría de Víctor en sus propias palabras, “sí puede abrigarse la esperanza de encontrar un lector co(n)textual que se parezca al lector exegético que siempre ha modelado tanto la hermenéutica jurídica como la literaria” y justamente en esta obra deja su huella como buen compilador. El Poder de las Palabras, según Georg Klaus, funde, conjuga y fortalece la correlación contextualizada del concepto abstracto o el objeto y la capacidad humana de comprender la estructura y el contexto por medio Plested, María Cecilia. La primigenia opción de comunicación: la lengua materna. VI Encuentro Regional de Semiótica, Medellín, 1987. 2 Víctor Villa, profesor universitario por 40 años, quien fue y ha continuado como editor de los Medios para el Activismo de Asoprudea, y en esta edición de La Palabra obra al mismo tiempo de compilador y editor. 3 Tomado de: http://www.esteticas.unam.mx/sites/default/files/files/publi_compilador.pdf 1
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‘Compilador’ es el término legal, es decir el que se usa en la Ley federal del derecho de autor y que corresponde a la persona que se ocupa de los libros multiautorales, de las memorias de coloquios o de las antologías (traducidas o no). Con frecuencia los académicos utilizan “editor”, “edición”, “edición a cargo de” o “coordinador” para la persona que realiza la función de compilador. Estas responsabilidades son las mismas que tienen los directores de las publicaciones periódicas3.
del lenguaje en escena4, una labor que nuestro editor ha desarrollado con creces tanto en su propia producción académico-científica, plasmando el conocimiento aplicado en una pragmática de la comunicación de saberes en el contexto específico que lo precisa y universaliza al mismo tiempo, como en su amada labor de editor, porque para Asoprudea, Víctor es un excelente editor. Ser capaz de seguir con minucia la palabra del otro en la edición, de mantener la estética de nuestra lengua y sopesar los signos que acunan los sentidos para que cada conceptualización se conserve en su justo punto de acuerdo con su autor es una labor académica donde confluyen la visión de mundo, la ideología y la capacidad de comprensión e interpretación textual con la semiótica, la hermenéutica y el conocimiento profundo de la estructura conceptual de lo expresado5, mantenerla en el rigor del autor al realizar la revisión y edición es responsabilidad social y civil de quien asume dicho reto. Esa función de corregir cada artículo respecto al contenido y comprobar la exactitud y pertinencia de las referencias bibliográficas, las citas textuales y la bibliografía a fin de poder establecer un estilo uniforme; es decir, entregar la impresión del manuscrito completo para su publicación6; es su mayor responsabilidad como editor.
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Nada más gratificante para un lector crítico o simplemente superficial que encontrarse con una obra, cuya lectura por profundo, complejo o entretejido que sea su contenido, brinda esplendor a la palabra, donde su lectura permita solazarse con el contenido, porque la labor del editor ha sido impecable. En nombre de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia y en el mío propio, agradezco, a quien ha caminado y combatido desde el gremio por la labor de escribidor, compilador y editor, entre muchas otras que van de la mano con La Palabra.
María Cecilia Plested Presidenta Asoprudea Coordinadora GITT, Universidad de Antioquia
Klaus, Georg. Die Macht des wortes. Ein erkenntnistheoretisch-pragmatisches Traktat. Berlin, Deutscher Verlag der Wissenschaften, 1968. 5 Heinrichs, Johannes: Sprachtheorie. Reflexionstheoretische Semiotik; Teil 2. Bonn: Bouvier (Abhandlungen zur Philosophie, Psychologie und Pädagogik), 1965. 6 Responsabilidades del editor. http://www.esteticas.unam.mx/sites/default/files/files/publi_ compilador.pdf 4
Presentación En 1997 la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia aprobó los Medios para el Activismo. De ese proyecto hacían parte la columna “Ágora” del periódico institucional Alma Máter; el semanario “Co-Respondencia”; el periódico trimestral “La Palabra”; la revista semestral “Lectiva”; el sello editorial semestral “Colección Asoprudea”; y el anuario “Ágora”. Todos estos medios están vigentes –con la excepción de “Ágora”– aunque con periodicidad diferente.
Asimismo, el boletín Palabra pasó de impreso a digital. El último número es el 51, editado en enero de 2014. Este número 52 vuelve a ser impreso, para que sea parte del aguinaldo que la Junta Directiva obsequia a todos sus asociados. Magazín SPN es una compilación de textos destinada a la lectura solaz, para esos días de vacaciones en que el profesor universitario anhela tener a mano algo para leer y suspender, perentoriamente, la dependencia de Internet. La labor de compilación es bastante familiar para el docente universitario. Con el nombre de “Lecturas de…” las editoriales universitarias como la Eudeba y la Unam re-editaron textos para fines docentes. Emergió así, en el proceso lector, la función de compilador. El profesor Luis Bernardo Peña postula cinco mediaciones constituyentes de la lectura: el autor, el editor, el impresor, el librero, el animador y el lector (“La lectura en cinco movimientos”, en Jurado, Fabio y Bustamante, Guillermo –compiladores–. Los procesos de la lectura. Cooperativa Editorial Magisterio). El compilador sería el sexto eslabón de la cadena lectora, mancomunado con el editor y el animador (el que recomienda); al compilar o seleccionar dota de un sentido nuevo al texto que produjo ese autor para esa revista, o para ese periódico o para ese blog.
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El nombre del periódico trimestral fue el resultado de un concurso que la Junta Directiva impulsó entre los asociados. Sobre “La palabra”, en Lectiva No. 16 –diciembre de 2008– se lee que “a Lectiva le siguió el periódico trimestral La Palabra. Alcanzamos a editar once números del periódico, entre diciembre de 2004 y octubre de 2007. A partir de febrero de 2008 La Palabra se convirtió en boletín, sin interrumpir el consecutivo, con extensión y periodicidad variables. El último número del boletín La palabra es el 20 […] De la conversión de periódico a boletín de La Palabra dio cuenta nuestro semanario Co-Respondencia No. 42, marzo 3 de 2008 […] Su nueva identidad de boletín y su carácter monotemático le permitirá a este ‘medio para el activismo’ estar más atento a los acontecimientos, agendas y necesidades de los asociados” (Villa Víctor, “Los ‘Medios para el activismo’ y la agitación gremial”).
El término ‘magazín’ es un anglicismo, magazine, que se pronuncia [mágasin] (revista ilustrada que trata de varios temas); y SPN es un acrónimo de “sí, pero no”. Este frasema es muy escuchado, a modo de muletilla, en el ámbito universitario. Si el contenido de un texto se presta para el sí –adhesión– y acto seguido para la adversación –el pero– es porque en ese texto hay un germen de controversia, que puede convertir la lectura de solaz en lectura de reflexión. En los números 4, 10 y 11 de Magazín SPN se hace honor al nombre del boletín La Palabra, en el Homenaje a Neruda, La magia de las palabras y Los juegos de lenguaje, respectivamente. Víctor Villa Mejía
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Magazín SPN Nro. 1: El otro violinista en el
tejado
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“Déjelo que él no está haciendo nada malo”. Dice uno de los usuarios del metro en el momento en el que un cooperado de estación, acompañado de policías y auxiliares, le pide a un joven que interpreta en su violín ‘La pollera colorá’ que se retire del tren […] El músico ya había sido advertido por personal del Metro en estaciones anteriores […] El joven intentó evadir la acción policial, y cuando por fin logran conducirlo a la plataforma él los evade y regresa a otro vagón. Los policías de nuevo lo detienen y le hacen una llave de sujeción para doblegarlo. Al final el tren sigue su marcha y la situación no pasa a mayores” (Diario ADN). Mora y Mercado se refieren a la Cultura Metro; ambos corren el mismo riesgo: que se les vaya la mano.
Rumores que lleva el metro Fernando Mora Meléndez
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C
uan regocijado se sentiría don Manuel Antonio Carreño si hubiera pisado el metro de Medellín. En su Manual de Urbanidad, de 1853, ya había escrito: “Cuidemos de no recostar nuestra cabeza en el respaldo de los asientos, para preservarlos de la grasa del pelo”. Se ve que pensaba en grande porque los hombres pasan, pero la grasa queda. “Las mujeres deben procurar no estar desaliñadas dentro de su casa, aunque realicen labores domésticas”. Eso también lo decía el visionario de don Manuel, que parece haber inspirado la Cultura Metro. En la Estación Estadio un niño que venía de patinar fue detenido por los guardias que preservan el sagrado recinto. El chiquillo había perdido sus zapatos de diario y como no podía entrar en patines decidió hacerlo en medias. Claro está que esto es un acto sacrílego; y al párvulo (cómo diría don Manuel en impecable castellano) no le fue permitido acceder al tren. ¿Qué dirían los turistas que ahora nos visitan? ¡Que esta es una ciudad de niños pecuecudos! ¡Que aquí los infantes van en medias al metro sin que se les dé nada! Por fortuna el niño fue puesto a buen recaudo y debió irse a la calle a buscar al ladrón de sus zapatos.
Cómo se ve que la Cultura Metro está bien cimentada, porque ¿quién tendría mejores cimientos que nuestro metro? He aquí algunas muestras gratuitas que lo confirman: Un cajero de banco había salido agotado de doblar el lomo todo el día, se tomó un par de cervezas en una tienda y, mientras iba a cruzar el torniquete de la entrada, un policía bachiller le advirtió: “¡El señor no puede entrar en ese estado!”. “¿Cuál estado, home?”, dijo él, en sano juicio. “En estado de ebriedad”, respondió el muchacho, picado de acné y estrenando bolillo. El asalariado dio vuelta atrás, con apenas quinientos pesos en el bolsillo. Se acercó a una buseta de Itaguí y cuando le contó al chofer su infortunio, este alcahueta lo llevó gratis. Inculto de Cultura Metro, este conductor que ni sueñe que algún día manejará el limpísimo tren metropolitano. Al mismo tiempo un bebedor consumado, de cuyo nombre no quiero acordarme, se despertó en un vagón preguntándose qué hacía allí, quién lo había subido, de qué estación venía y hacia dónde iba. Era increíble cómo había burlado el olfato de los sabuesos, que no distinguen entre haberse tomado dos cervezas y estar jincho de la perra. Mientras tanto nos han contado que en el metro de Moscú son los propios policías los que llevan a los beodos al vagón para evitar que conduzcan embriagados. ¡Habrase visto incultura!
Un usuario nos contó que, mientras esperaba la llegada del vagón, orgullo paisa, autografiado por Botero, estaba contemplando, con agrado, las colinas del oriente de la ciudad desde un extremo de la plataforma, en San Antonio. Como no tenía afán dejó pasar dos trenes más. De inmediato se vio tomado de un brazo por el guardián que lo conminó a abandonar ese lugar, con el pretexto de que se estaba recostando demasiado en el muro. “¿No tengo derecho a ver la tarde?”, preguntó el muy cándido. “¿Cuál tarde, le contestaron, no ve que allí hay un vacío?”. Ante ese gesto intimidante, carcomido por el aburrimiento, este hombre confiesa que fue
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También hemos sabido, de buena fuente, que desde sus comienzos son decenas los adoloridos que deciden acabar sus días en alguna estación del viaducto. ¿Es este un buen lugar para decirle adiós al mundo, después de un duro tren de vida? ¿Los atrae el frío de esas lozas, tan blancas como sepulcros? Todavía no se ha logrado establecer si los que se tiran a la vía ya vienen decididos o es un efecto de la música ambiental, la asepsia de hospital y las letanías del Gran Hermano, tipo: “El Metro lo lleva a su destino”. ¡Oh, destino fatal! Tal vez si hubiera una mota de polvo sin limpiar, un ricito de bebé, una huella humana, el suicida no se atrevería. Mientras tanto más vale ocultar esas tragedias que no consiguen sino manchar la hoja de vida del transporte masivo. La Cultura Metro prefiere hablar de cosas lindas como la higiene, no sentarse en el piso, alejarse de la franja amarilla y, sobre todo, de la prensa amarilla.
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la primera vez que pensó en un suicidio. Se craneó hasta una frase final: “¡Adiós metro cruel!”. Sería admirable que algún día el metro ya no tuviera que inocular sus mensajes por parlantes porque si esto sucede es porque la tal Cultura Metro no existe. A un hombre de cultura hindú, por ejemplo, no le tienen que escupir mensajes que refuercen su hinduismo porque es posible que ante esto él se haga el indio. A nosotros en cambio nos toca acatarla. La cultura es lo que queda después de haber olvidado todo, eso han dicho. Y subido en un vagón del metro nunca olvidaremos que estamos vigilados por el ojo impecable del metro más limpio y más moderno de este lado del Atlántico.
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Desde esa mirada ¡qué horrorosos resultan esos metros como el de Nueva York donde se puede ver a un judío comiéndose un muffin, al lado de un africano que escucha su música ancestral en una grabadora gigante! ¡Metros donde la gente no guarda el debido silencio y conversan, cantan y bailan como en la vida real! ¡Cómo es posible que un yuppie de Wall Street se siente al lado de un yonqui enlagunado! ¡Y que una cansada secretaria vaya de tenis y lleve los zapatos de tacón en la mano! ¡Qué tan maleducados esos metros! Como el tren de palo de Buenos Aires, con sus lámparas ya viejas y ese traqueteo romántico tan sospechoso. O ese de México donde venden libros de segunda y escapularios de la Virgen de Guadalupe en los vagones. ¡Qué mal gusto! Por eso tenemos que conservar la Cultura Metro. Más aún, hay que reforzarla porque todavía es tolerante con el ciudadano. La gente entra a las estaciones sin saludar, por ejemplo. Si se reforma el reglamento hay que exigirle al usuario que se quite esa gorra por respeto antes de entrar al vagón. Que detrás de la línea amarilla realice una venia con genuflexión, y diga con fervor de patria chica: “¡Ave maría Metro, los que van a viajar te saludan!”. Una vez dentro se deben cruzar los brazos en el puesto y bajar la mirada como un gesto de humildad. Escuchar las letanías de la bocina con respeto y recitar la invocación ante los propios y extraños, sobre todo ante los extranjeros que son los que deben llevarse la mejor impresión. “Loado sea el metro porque nos lleva a todas partes. Benignísimo Metro de plataforma esclarecida, jamás hollado por la pezuña del chicle y del grafiti. ¡Oh Metro inmaculado, orgullo paisa, que ninguna mugre te mancille, que seas para siempre el más desinfectado!”. Tomado de: Universo Centro, No. 10, marzo 2010.
Cultura de Carreño Heiner Mercado Percia ¿Es necesario que normas de buen comportamiento, que permitan trasportarse de manera segura y rápida, se terminen comprendiendo como normas de conducta de higiene moral definidas por algunos que consideran a un músico como el principio de la degeneración de un espacio? Elevar la urbanidad de Carreño a cultura impide que una manifestación artística se dé espontáneamente. La discusión sobre el violinista sacado a empellones por policías del Metro no se centra en si la empresa de transporte apoya o no el arte, sino en la idea de que se debe pedir permiso y concertar el cómo, cuándo y dónde presentar un acto musical o de lectura de poemas. Sin embargo, parece reiterarse en las opiniones de quienes defienden la respuesta del Metro al violinista el hecho de que si no se hubiera hecho de esa manera, al día siguiente, los vagones estarían llenos de cientos de vendedores de frunas, cantantes de rap y luego vendedores de ungüentos.
Como esto es Cundinamarca y no Dinamarca, y a veces hay que salvar la democracia como sea maestro, en el imaginario de muchos de nosotros está la idea de que si ofrecemos el dedo se nos toman el brazo –y hasta más– y, en consecuencia, no hay que dar papaya. Por otro lado, un metro convertido en plaza de mercado es inaceptable porque ya no sería un lugar de mostrar, ni orgullo por su organización e higiene. Precisamente, esto es lo que destacan las personas en sus opiniones de apoyo a la reacción de la policía contra el violinista. Para el Metro, el violinista irrespetó el Reglamento del Usuario (Resolución No. 6583 de 2012); supongo que se refieren al apartado 14 del capítulo IV, de las Prohibiciones, que prohíbe el uso del espacio para el comercio informal, mendicidad y prostitución dentro y en las áreas de influencia del Sistema. Pero, en el mismo apartado también se prohíbe “cualquier otro acto contrario a la moral y a las buenas costumbres”. Es así como las normas de comportamiento relacionadas con la seguridad y la buena prestación del
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Este argumento –llamado también argumento de la pendiente resbaladiza– básicamente busca sembrar el temor de que si se acepta A (tocar un violín), provocará luego B (artistas pidiendo dinero) y, luego de ser aceptado B, provocará un efecto C (ventas de frunas) y así sucesivamente hasta llegar a Z (el metro convertido en plaza de mercado). Pero dado que Z es inaceptable, rechazable y una falta al decoro, la elegancia y las buenas costumbres resulta un imperativo rechazar A. La pregunta que surge entonces es si necesariamente de A resulta Z y, si esto fuera así, ¿por qué Z es inaceptable?
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servicio se mezclan con la urbanidad de Carreño. Por ello, aunque en el reglamento no esté explícita una prohibición sobre las expresiones de cariño entre personas del mismo sexo en las plataformas o en los vagones, esto puede ser considerado por el Gran Hermano del Metro que todo lo ve y lo vigila como un acto que atenta contra las buenas costumbres, y debe ser controlado por una policía que aplica métodos similares a las de una riña de borrachos. Basta ver imágenes de noticieros o en YouTube en donde se muestra cómo luego de repetir mil veces la bendita frase para disuadir e invitar a respetar la ley, el popular “colabóreme, colabóreme”, se necesitan hasta cinco policías para detener a un solo infractor y rápidamente se llega a una confusión tal que un procedimiento policiaco termina como una pelea de perros y gatos en donde la gente termina perdonando al infractor y condenando a la policía. Si no me creen miren nuevamente el video del violinista.
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Creo que lo que pasó con el violinista nos deja dos preguntas: la primera, de si es necesario que normas de buen comportamiento que permitan transportarse de manera segura y rápida se terminen comprendiendo como normas de conducta de higiene moral definidas por algunos que consideran a un músico como el principio de la degeneración de un espacio que siempre se muestra con orgullo a los extranjeros de Barranquilla, Bogotá y París. Lo anterior demuestra que el Metro no solo son un montón de trenes eléctricos amigables con el medio ambiente, sino un símbolo que representa el lado Jekyll de los ciudadanos que no botan basura en él, dicen buenos días y dan el puesto a los ancianos y embarazadas, pero hacen lo contrario cuando toman un Coonatra o un Circular Sur y, de repente, brota el temible Hyde. Y en segundo lugar, cómo los argumentos para disuadir a un artista infractor de realizar su acto pueden parecerle a este de poco valor; recurrir a procedimientos policiales indignos refuerza la idea de lo equivocado que es esa confusión entre cultura y urbanidad. Es decir, la transformación de la cultura como aquellas cosas que permiten desarrollar un juicio crítico en normas del decoro, el pudor y las buenas costumbres, algo que aplica diariamente la famosa Cultura Metro.
Publicado el 21 de agosto de 2014 en: http://www.udea.edu.co/portal/page/portal/bActualidad/Principal_UdeA/UdeANoticias/Cultura%20 de%20Carre%C3%B1o
Magazín SPN Nro. 2: La chica del overol y de
la moto
Una muchacha parquea en lugar indebido su moto. Un profesor por encima del bien y del mal le increpa tal acción. Como en la canción de Celia Cruz, ‘Tongo le dio Borondongo…’. El profesor Ochoa lo dice claro: ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.
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Al profesor cuchilla
S
uele ocurrir que cuando sorprendemos a un estudiante cometiendo una falta grave, procedemos a llevar el caso hasta las últimas consecuencias. Los reglamentos dicen exactamente cuál es el procedimiento y cuáles las sanciones, así es que debemos actuar sin miramientos. Con esa actitud pedagógica centrada en el profesor, que nos hace fungir como dueños supremos del conocimiento y máxima autoridad de la clase, hacemos recaer sobre el transgresor todo el peso de la ley. Es probable que el sujeto no haya leído esos textos inspiradores que son los reglamentos. Pero el desconocimiento de la norma no es óbice para cumplirla. Nosotros mismos, de pronto, tampoco nos ocupamos de que el estudiante hubiera aprehendido esos códigos, pero he aquí un capturado en flagrancia. Llevábamos mucho tiempo sospechando que todos eran unos ladrones del conocimiento, y esos forajidos habían burlado nuestras estrategias. Paranoicos, como estábamos, hasta adquirimos un software sofisticado que detecta el más ligero asomo de plagio. Y
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Alberto Martínez
hoy tenemos la cabeza de uno. Por fin. Ya no se volverán a burlar de nuestra potestad. Que el castigo sea ejemplarizante. Los demás, aprenderán. El bandido no sabe lo que se le viene encima. O, ¿tal vez sí? Cuando la decisión final del tribunal conspicuo de las buenas normas dicte su veredicto, el mundo se le vendrá encima. De nada servirán el historial de conducta que traía hasta la fecha, ni el compendio honesto de trabajos que presentaba, pues para los efectos, todo su expediente hoy queda bajo recelo Tampoco, sus manifestaciones de arrepentimiento ni sus pedidos de perdón en público cuando se enteró, finalmente, de la gravedad de su acción.
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Y, mucho menos, las lágrimas de la madre que, como pudo, averiguó el nombre del profesor y lo esperó a la salida de una clase para implorarle clemencia. Aquí no hay nada que hacer, mi señora. Dura lex sed lex. No me venga ahora con que es madre soltera, o que su hijo estaba pasando por un mal momento emocional, o que está becado y perderá ese beneficio, o que asiste a tratamiento psicológico. ¡Imagínese! Si uno se pusiera a revisar la historia de cada delincuente, no habría presos en las cárceles. No valen atenuantes. La decisión final será la más severa. Como tiene que ser. Una carta que citará con cuidado cada norma violada y exaltará la condena como ejemplo ante toda la comunidad, dará cuenta del veredicto. El fallo es definitivo e irreductible, y no contempla siquiera una posibilidad de resocialización como la que el sistema carcelario propone, inclusive, para los peores delincuentes, a fin de educar o acompañar a este condenado. Que él vea lo que hace. Si se acaba su proyecto de vida profesional, es su problema. Nosotros seguiremos impartiendo sabiduría, con el pecho pomposo, y mostrando el trofeo de nuestra pericia, así del otro lado esté destrozando a una familia. No es, estimados colegas, para hacer laxas las obligaciones en un sistema que tiene que ser reglado para que funcione. Es simplemente para tener en cuenta que cuando solo miramos la norma dejamos de ver las historias de vida. Tomado de: elheraldo.co 29 de julio de 2014
Respuesta a dos comunicadores apresurados Raúl Humberto Ochoa Carvajal A raíz del incidente protagonizado por una dama, un estudiante de Derecho y un vicedecano de la Universidad, tuve oportunidad de leer las columnas publicadas en la revista Semana por Juan Diego Restrepo Echeverri y en el periódico El Colombiano por Jorge Giraldo Ramírez. Ambos pertenecientes a la comunidad universitaria. Al primero no lo conozco pero sí le he leído algunas de sus columnas que me han parecido muy interesantes, independientes y analíticas. Jorge fue mi compañero en la Maestría de Filosofía Política en el Instituto de Filosofía de esta Universidad. Ambos me merecen toda consideración y respeto y por eso me motivo a escribir estas líneas porque creo que se equivocaron gravemente.
Es preocupante que un miembro de la comunidad universitaria se pronuncie en esos términos frente a su Alma Máter. Me parece que fue ligero y exagerado en sus apreciaciones. El sujeto agredido es plural. Pero más preocupante me parece señalar a la Universidad como un centro de delincuencia, de vicio, de atracos a mano armada, donde no se respeta el espacio público, de hacinamiento vehicular. Por favor, coloquemos las cosas en su punto: de todo esto hay pero no en esa proporción. La Universidad acaba de realizar un esfuerzo serio para sacar todas las motos del campus universitario. Todos sabemos que el consumo de sustancias alucinógenas ha rebajado. La defensa del espacio público a costa de los venteros ambulantes, en una sociedad con tantas desigualdades, revienta más fácil en la universidad pública donde se reproduce lo que ocurre en la ciudad. Yo que llevo en esta Universidad tantos años, puedo dar fe de lo mucho que se ha hecho a pesar de lo mucho que falta. Hemos tenido épocas aciagas que es mejor no recordar. Jorge Giraldo se muestra especialmente indignado por la agresión a un profesor en un claustro universitario y le parece que no tiene presentación que un directivo de la
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Dice Diego que “la golpiza al vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas revela el nivel de intolerancia que se respira en este centro universitario, uno de los más importantes del país”. Luego agrega: “Ventas ambulantes por doquier y sin ninguna regulación, degradación de los espacios comunes, hacinamiento vehicular, atracos a mano armada y expendio de sustancias alucinógenas son parte de los problemas que padecemos no solo quienes hacemos parte de la comunidad universitaria por razones de trabajo y estudio, sino de aquellos que nos visitan, entre los que se encuentran numerosos académicos extranjeros”.
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas se hubiera abstenido de pronunciarse “poniendo en pie de igualdad la versión de uno de los agresores ‒un estudiante de su unidad académica‒ y la del agredido. Una muestra fehaciente de la manera como se pueden formar abogados sin moral, pensando solo en términos jurídicos. Un agresor no es igual a un agredido, independiente de los pormenores de una querella judicial”. Por supuesto que acá está ofendiendo a toda la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Todos los profesores, independientemente de que el estudiante lo sea de esta facultad, hubiéramos hecho lo mismo. Es nuestra obligación moral y jurídica. Antes de acusar y de condenar tenemos que averiguar la verdad verdadera, que entre nosotros no es un pleonasmo burdo sino una figura literaria que da fuerza a la expresión. Esa misma obligación se le debe exigir a los comunicadores.
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No me puedo poner a hacer juicios como los que estoy criticando, pero sí invito a los dos comunicadores a que investiguen ‒como lo debieron haber hecho antes– la realidad de las circunstancias que rodearon los lamentables hechos y, si encuentran que están en lo cierto, se reafirmen en lo dicho, pero si la realidad es otra, presenten sus explicaciones racionales. Eso sí es de moral. Y todo esto lo digo porque tengo informaciones no originadas en ninguno de los tres vinculados a los hechos, pues no conozco a ninguno de ellos, en el sentido de que no se puede atribuir al estudiante de Derecho lo que los comunicadores le han atribuido, ni al vicedecano colocarlo simplemente como agredido. En todo caso, en los hechos no participó como vicedecano ni como profesor, y si fue agredido no fue por esa condición. Lo que no me parece moral es que por espíritu de solidaridad gremial con toda rapidez pongamos a la Universidad y a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas en esa condición tan baja. A mis estudiantes, a propósito de la ética de los abogados, les digo que los conocimientos que nosotros manejamos deben tener una función social en su utilización, y que un abogado inescrupuloso, que se dedique al comercio, es tan peligroso como un médico que tiene una funeraria. Hoy agregaría: o como un comunicador que no investiga la verdad antes de pronunciarse. Tomado de: Revista Debates Universidad de Antioquia, No. 68, may.-ago./2014.
Comunicado a la opinión pública He actuado como mediadora para resolver el conflicto que surgió entre un docente (actualmente con cargo directivo) y un estudiante de la Universidad de Antioquia; mediación que les ha permitido superar todas las dificultades que les produjo el desafortunado incidente que los involucró y me han encargado, que ahora como su vocera, le dé a conocer a la opinión pública y especialmente a la comunidad de la Universidad de Antioquia, lo siguiente: PRIMERO. La mediación construyó un espacio donde fue posible un encuentro que les permitió decirse, con toda libertad, la percepción del incidente del que fueron parte, espacio en el que cada uno se sintió reconocido y respetado; donde pudieron interpelarse mutuamente sin ninguna cortapisa, y admitir, de parte y parte, que fue un momento de exacerbación de los ánimos, con intercambios donde el ambiente se caldeó y el discurso subió de tono pero, a pesar de estas circunstancias, finalmente las partes admitieron la responsabilidad que a cada una cabía en los hechos y señalaron que se sentían plenamente resarcidos por el carácter de los acuerdos logrados. Quieren resaltar que, a pesar del conflicto, la mediación produjo el efecto de permitir reconstruir una versión de lo sucedido casi coincidente, con la sostenida individualmente por cada una de las partes.
Señalan que debe acudirse a las instancias institucionales competentes para dar salida a situaciones de presunta trasgresión de normas por algún integrante de la comunidad universitaria, para que se adelante el trámite respectivo y prevenir así, confrontaciones violentas, como la que efectivamente se suscitó entre ellos. SEGUNDO. Después de este acercamiento, lo único que no lograron resarcir fueron los efectos producidos por el cubrimiento mediático y de una serie de opiniones que se publicaron no buscados por ninguno de los dos, algunas de las cuales, desde su sentir, en gran parte tergiversaron los hechos, o los presentaron de una manera incompleta ocasionando básicamente un desequilibrio en el trato a los actores, que por tanto, afectó negativamente, a uno más que al otro y desafortunadamente desencadenó odios irracionales bastante perniciosos o despertó lealtades incondicionales, todo ello encubierto con un lenguaje de alta carga punitiva; cuando es claro para ambos, que siempre las cosas admiten matices, que no pueden presentarse en blanco y negro.
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Todo lo anterior les lleva a señalar la importancia de dar cabida a otras miradas diferentes a las coercitivas al momento de gestionar los conflictos, a las que se les atribuyen ventajas como posicionar a las partes, valorizar la palabra, construir la verdad de manera conjunta y sobre todo, reconstruir relaciones en la medida en que al otro se le mira como un igual y se le dimensiona como digno de respeto.
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TERCERO. Como universitarios, quieren resaltar el valor que representa el poder expresar, escuchar y de hacer compromisos para responsabilizarse de sus actos, en un país y una ciudad como la nuestra, donde la construcción de la paz se teje desde las relaciones cotidianas, de encuentro con el otro que promueve la alteridad. La mediación la destacan como un escenario que debe ser explorado por su gran potencialidad para enaltecer la palabra, para construir o reconstruir relaciones interpersonales, para escuchar y ser escuchado con respeto, para argumentar, disentir, acordar y comprometerse; en últimas, como un modelo de ventajas superlativas para resolver conflictos y diferencias. Entre los dos, la mediación les permitió satisfacer todas las expectativas que tenían al acercarse a la mesa de negociación y quieren proponerlo como una opción válida para muchas de las diferencias y conflictos de nuestra Universidad. Reiteran finalmente, que se trató de un momento desafortunado, que no debe volver a repetirse en los predios universitarios.
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ISABEL PUERTA LOPERA Integrante del Programa de Mediación Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Medellín, 21 de agosto de 2014
Magazín SPN Nro. 3: Los gurús de la
neurolingüística
A los que no somos ni psicolingüistas ni neurolingüistas nos gusta leer artículos como los de esta edición de Magazín SPN. Con su lectura, a uno le pasa casi lo mismo que cuando escucha la homilía en alguna misa: ¿a quién le digo que no estoy de acuerdo? De otro lado, el artículo de Semana trae a la memoria la canción de Roberto Ledesma, llamada “Se me olvidó tu nombre”.
lector Federico Kukso
E
n un pasillo de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, un hombre lee. Devora con la mirada. Sus ojos saltan de una palabra a otra sin arrojar ancla en puntos, comas o paréntesis. Ninguno de los alumnos que corren desesperados esquivando carteles rosas de la agrupación estudiantil “La Freud” para llegar a tiempo a una clase –teórica– sobre libido y sexualidad sospecha que este lector obsesivo no lee como cualquiera. Manuel Carreiras se alimenta de frases, párrafos y capítulos con una ventaja: este psicólogo español conoce de primera mano los secretos científicos de la lectura, aquellos procesos silenciosos que se activan en nuestros cerebros en el preciso momento en que un libro –novela o ensayo– nos hipnotiza y nos secuestra del mundo. “Al leer, tres áreas de la corteza exterior del cerebro trabajan: el lóbulo frontal, encargado de procesar las imágenes; el lóbulo occipital, que asocia los símbolos que
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Secretos íntimos del cerebro
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percibimos, o sea, las letras con un significado, y también el lóbulo temporal. Se ven claras diferencias morfológicas entre los cerebros de aquellos que leen y aquellos que no” –cuenta el director científico del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje (BCBL) en San Sebastián, sin quitar los ojos del libro El tiempo entre costuras de María Dueñas–. A diferencia del carácter instintivo del lenguaje –solo basta con estar inmerso en una comunidad para aprender un idioma–, la lectura y la escritura requieren una instrucción formal. Y, pese a que ahora convivamos con estas capacidades tan naturalmente, no existen desde siempre: la lectura es una invención relativamente reciente en la historia de la humanidad. Apareció en diversos sitios del planeta en distintas épocas. En Mesopotamia en el 3000 a.C., en China en el 1200 a.C. y en Mesoamérica en el 500 a.C.
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Fue, sin embargo, hace poco que psicólogos y neurocientíficos corrieron la cortina y descubrieron algo ya sabido desde hace siglos por escritores, libreros, profesores de literatura, promotores de editoriales y suplementos literarios: leer nos transforma por dentro. Y mucho. Carreiras y su equipo de investigadores fueron más allá del sentido común y lo pusieron a prueba. Para ello, compararon las imágenes de resonancia magnética de los cerebros de veinte ex guerrilleros colombianos adultos, que habían completado un programa de alfabetización, con imágenes cerebrales de otros veintidós ex guerrilleros adultos analfabetos. Y los resultados, publicados en la revista Nature, fueron sorprendentes: las personas alfabetizadas mostraron un incremento importante en la materia gris, es decir la densidad neuronal, y en la materia blanca, aquella encargada de conectar los dos hemisferios del cerebro. “Cada vez que leemos, nuestro cerebro cambia. La lectura provoca alteraciones estructurales como todo aprendizaje. El cerebro es un órgano muy plástico. Y leer es para la mente como ir al gimnasio. Desencadena procesos complejos y automatizados. Por eso nos parecen tan simples” –dice Carreiras, fanático de John Le Carré e invitado por la Asociación Argentina de Ciencias del Comportamiento–. La lectura está omnipresente en nuestra sociedad de la (hiper)información. Curiosamente, una vez que aprendemos a leer no podemos hacer otra cosa que leer palabras. Y lo hacemos a una velocidad tremenda: cuatro palabras por segundo. O sea, una palabra cada 250 milisegundos. Ninguna actividad humana moviliza y ejercita tantas variedades de memoria como la lectura: al leer ponemos en acción la memoria verbal y visual, realizamos varias operaciones complicadas de codificación ortográfica, semántica, fonológica. Nuestro cerebro, por ejemplo, es sensible a la ortografía, a la posición de las letras en una palabra. No es lo mismo “sol” que “los”. Cuando leemos, cuenta Carreiras, no nos detenemos letra por letra. Escaneamos el texto. Si bien no dejamos de reconocer letras, no somos conscientes de eso. Leemos
a pantallazos. Extraemos información a través de muchas fuentes de información. De ahí, la importancia de la tipografía, la relevancia del diseño gráfico, del “traje” que viste a un texto. Lo cual explica también por qué no es exactamente lo mismo leer en un libro, en Internet o en un Kindle, aunque se trate del mismo texto, de las mismas palabras escritas por el mismo autor. “Además, cuando leemos un texto predecimos, rellenamos. Hay procesos de reconocimiento de palabras. La lectura es dinámica y se hace salteando letras y pedazos de palabras. Por eso, para ejercitar la memoria y retrasar los síntomas del Alzheimer la mejor recomendación es leer habitualmente y hablar una segunda lengua”, revela este especialista en psicolingüística y neurocognición conocido también por investigar porqué ciertos chicos tienen problemas de lectura. Leer, así, no es una actividad marcada por la pasividad. Es el combustible de las neuronas, una actividad que nos enriquece cerebralmente. Y que mueve también nuestro cablerío interno. Según un estudio realizado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, si una palabra viene acompañada por una serie de estímulos no lingüísticos cuando la leemos –ya sea un sonido, un olor, una sensación– cada vez que nuestro cerebro vuelva a percibirla se estimularán también las áreas encargadas de procesar el estímulo no lingüístico asociado. O sea: cuando leemos palabras como “chocolate”, “medialunas” o “huevo frito” en nuestro cerebro se activan también aquellas zonas que utilizamos para captar olores y gustos.
Sin la lectura viviríamos en un mundo meramente inmediato, en un presente continuo como lo hace el resto de los animales. O peor: no tendríamos la capacidad de abstracción e imaginación que la escritura y la lectura incentivan. Leer también nos vuelve más veloces mentalmente y permite que nuestra experiencia sensorial sea más rica. En el caso de los libros gordos, aquellos que superan las 300 páginas, la lectura inmersiva y profunda es el antídoto contra la tiranía de la superficialidad (y brevedad) de las redes sociales que nos bombardean de estímulos dejándonos siempre como adictos o, peor, como los perros de Pavlov que salivaban ante un nuevo sonido. En nuestro caso, la lucecita del celular. Como explica Emanuele Castaño, profesor de psicología en la New School for Social Research de Nueva York, en un paper publicado en la revista Science, leer –y no
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Pero esta habilidad y costumbre, además de fortalecer la imaginación y la concentración, trasciende el mero hecho de consumir símbolos. “La lectura nos permite hablar con los muertos”, decía Francisco de Quevedo en el siglo XVI. Conecta personas a través de décadas y kilómetros, rompe las barreras del tiempo y el espacio: la lectura (y su hermana siamesa la escritura) nos permite transmitir pensamientos de generación a generación. Se puede legar toda una cultura porque ha quedado impresa mientras que los rasgos de la oralidad se pierden en el aire (¿cómo hablaban los egipcios?).
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solo leer cualquier cosa sino libros de ficción de calidad, no obras light de Paulo Coelho u Osho– mejora un conjunto de habilidades que nos dan mayor empatía con el prójimo. Aceita procesos de pensamiento fundamentales en las relaciones sociales complejas como los que intervienen en el acto de entender el pensamiento y las emociones de otros. Stéphane Mallarmé, el gran crítico y poeta francés del siglo XIX, decía que, al leer, un concierto solitario y silencioso se produce en nuestra mente. Todas nuestras facultades mentales están presentes en esa exaltación sinfónica. Neurocientíficos y psicólogos como Carreiras ahora amplían esta imagen: leer es una actividad tan musical como eléctrica. Todo un festín para el cerebro. Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Secretos-intimos-cerebro-lector-neurociencias_0_1009699058.html
Trucos para aprender los nombres
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de sus estudiantes Los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo tienen la función de ayudar en la memorización. Si las palabras se repiten una y otra vez para aprenderlas se utiliza el hemisferio izquierdo, pero si se crea una imagen mental para relacionarla, el lado derecho entra en acción. Así lo afirma Jorge Fiszer, médico argentino facilitador de procesos de aprendizaje. “Cualquier palabra puede ser transformada en imagen mental, solo es necesario dejar que el lado derecho del cerebro trabaje sin censuras ni barreras inhibitorias. Para memorizar un compromiso, visualice en una imagen mental creativa, con color y movimientos, el acontecimiento que debe recordar. Para no olvidar un rostro, construya en su mente la imagen de esa persona, agréguele detalles a modo de caricatura, diviértase con el ejercicio y verá cómo su lado derecho cerebral comienza a trabajar mejor”, asevera Fiszer. Estas técnicas para ejercitar la memoria son muy útiles para maestros que deben memorizar hasta 30 nombres por clase. Los expertos coinciden en que cuando un profesor llama a cada alumno por su nombre, esto ayuda al estudiante a sentirse más identificado con la materia y a motivarse por el aprendizaje. Semana Educación recogió cinco consejos que pueden ayudar a los profesores a aprenderse los nombres de los alumnos en corto tiempo: 1. Durante la primera semana de clases asigne varias tareas cortas. Practique los nombres de sus estudiantes en el momento en que reciba y entregue estos trabajos.
2. Tome fotos de los estudiantes y márquelas con sus nombres. Revise esas fotos antes de cada clase. También puede escribir sobre esas imágenes las cualidades y rasgos particulares de cada uno, así como las anécdotas que ha tenido con algunos de ellos. 3. Póngase una meta diaria, por ejemplo, aprender cinco nombres por clase. 4. Salude a sus estudiantes por su nombre a medida que entren al salón de clase, si no recuerda alguno pida que se lo recuerden. 5. Cuando un alumno le diga cómo se llama, repítalo, pregúntele si la pronunciación es correcta y si le gusta que lo llamen por su primer o segundo nombre; así ambos se sentirán cómodos. Tomado de: Semana.com 07/09/2014
Se me olvidó tu nombre Roberto Ledesma
En vano desfilaron por mi mente aquellas a quienes diera mi querer mas fue inútil, no pude recordarte sólo sé que te quise alguna vez. Qué raro, ayer te vi pasar y al quererte llamar la verdad, es para que te asombres a pesar de lo mucho que te amé me puedes tú creer: se me olvidó tu nombre. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=uK3SkQIaIEQ
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Qué raro, ayer te vi pasar y al quererte llamar la verdad, es para que te asombres a pesar de lo mucho que te amé me puedes tú creer: se me olvidó tu nombre.
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Anillo para no olvidar Si eres un despistado, y no hay manera de que te acuerdes de las cosas, pero ya lo has probado todo: agenda en papel, calendario en el móvil, apuntártelo en la mano, llenar de post-it el escritorio... Prueba suerte con el anillo Don´t forget.
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Es el típico lacito con el que tendrás que recordar qué es lo que querías recordar.
Magazín SPN Nro. 4: Homenaje a Neruda
La palabra Pablo Neruda
T
odo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero
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Que la presentación la haga Wikipedia: Pablo Neruda, de nacimiento Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (Parral, 12 de julio de 1904 – Santiago, 23 de septiembre de 1973), fue un poeta chileno, considerado entre los mejores y más influyentes artistas de su siglo; «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma», según Gabriel García Márquez. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nobel de Literatura en 1971 y un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford. «Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él», ha escrito el crítico literario Harold Bloom, quien lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos.[3] Además, fue un destacado activista político, senador, miembro del Comité Central del Partido Comunista, precandidato a la presidencia de su país y embajador en Francia.
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poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar la patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras. Tomado de: NERUDA, Pablo. Confieso que he vivido. Buenos Aires, Losada, 1974.
Poema 15 Pablo Neruda ME gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
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Las palabras Rafael Fauquié Las palabras nos escogen, nos adoptan. Las llevamos con nosotros, trazos de nuestro rostro, herramienta, recurso, confidencia. Ellas nos muestran u ocultan, nos aíslan o comunican. Son escudo, espejo, emblema. Su fidelidad exige tiempo. Dominarlas implica una pasión, esforzarse en una pasión. Nos entregamos a las palabras con la fuerza del amador o con la devoción del místico. Fuera de las palabras se encuentra la grosera simpleza, la estupidez innumerablemente repetida, el vacío, la homogénea vulgaridad, la cháchara y el asentimiento, el ruido, la estridencia, la cobardía y el abandono. Las palabras nos rescatan de la rutina. Ellas son desahogo frente al hastío, tiempo dentro del tiempo, espacio robado a la marcha de los días. En soledad, en silencio, rumores y gritos, murmullos y ruidos, alegrías y tristezas, convicciones y dudas, vida y muerte, se metamorfosean en palabras…
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1924
Las palabras suplantan a los nombres y a los rostros. Dan sentido al vacío del presente. Son murallas de luz y de calor, puentes de fuego y de diamante. ¿Su reto? Ser únicas e irremplazables, dibujar las imágenes de los recuerdos, decir los sentimientos, nombrar nuestras jornadas, escribir la poesía. Fuerza de la palabra irrepetible, vigor de la palabra exacta. Poder de la palabra: irrenunciable potestad de quien escribe. Palabra: abanico de decires, herramienta, entramado de formas y de imágenes, figura abierta a todas las figuras, vocablo nube sobre el que descifrarnos constantemente, espejo-máscara de nuestra faz, mirada que atrae a la mirada, voz que llama a la voz, idea que grita a la idea. Palabra herida o muerta. Palabra sangrante en la página inconclusa. Palabra rota: letras esparcidas por doquier. Palabra arma: coraza, yelmo, escudo, lanza, espada, maza. Palabra metal: acero, hierro, bronce, plata, oro. Palabra cosa: piedra, barro, espina, hoja. Dolorosa palabra de violencia, ritual de guerra, sangrante carmesí de llaga abierta.
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Palabra de amor: Armonía. Por Armonía todas las palabras comenzaron a brotar, irresistibles, desde hasta ese entonces desconocidos centros: inundándolo todo, impregnándolo todo, dándole sentido a todo. Armonía fue palabra mágica y definitiva, palabra siempre talismán para todas las demás palabras. Admiración por las palabras: atracción por su sonoridad y sus formas dentro de las páginas que las contienen. Las palabras son comienzo. Escriben las metáforas del universo. Entre el signo y el poema, entre la enumeración y el símbolo, las palabras dicen la verdad de los nombres y la eternidad de las ideas. Ellas hablan de las infinitas imágenes del tiempo interior del hombre y del tiempo exterior del mundo. Las palabras zahieren, magnifican, argumentan, engañan, ironizan, convencen, desafían… Pueden ser lema, acto indudable, señal, susurro, gesto, caricia. Palabras para un día cualquiera: recurso de la voz y del grito, del gesto y la mirada. Palabras de recuerdo para adornar con sentido multicolor el tiempo transcurrido. Claustrofobia de las palabras: les son necesarios el aire y la luz. Viven en contacto con la vida y con el universo. En ellos respiran, en ellos se mueven, en ellos mueren. Las palabras murmuran desde algún estrecho rincón o se dejan escuchar, sobrecogedoras, en la amplitud de inmensos espacios. Las palabras hierven en el calor de larguísimos días sin noches y germinan, incesantes, en el desasosiego de larguísimas noches sin días. Hay momentos en que las palabras son inútiles. Uno es el instante de la comunicación amorosa, cuando se decide la definitiva cercanía de dos cuerpos; el otro es el de la violencia: tiempo imprevisible en el que sólo cabe como única respuesta
posible la eficacia del instinto. En ambos casos: no la palabra sino el grito. Cuando las palabras han dejado de ser suficientes, llega el grito: de pasión o de guerra, gemido o alarido, exclamación o apenas balbuceo. Las palabras chisporrotean en las manos del poeta. Arden en las formas de sus llamas, imágenes de brillo desconcertante; luego, consumidas cenizas, se apagan, taciturnas, esparcidas por el viento de los días. Las palabras concluyen la marcha de nuestros instantes: resuenan sus voces de adiós mientras reiniciamos caminos junto a nuevas palabras que seguirán ese rumbo nuestro que aguarda a ser escrito. Disponible en: http://artespoeticas.librodenotas.com/artes/959/las-palabras-1996
Crear realidad, con palabras Juan Carlos Botero
Eso explica por qué somos todos, biológicamente, casi idénticos. Y también explica por qué somos todos, culturalmente, tan distintos. Hay más. Aunque es aprendido, el lenguaje es tan necesario a nuestra condición que solo sabemos lo que pensamos, vivimos, recordamos o sentimos cuando lo moldeamos en palabras. Sin lenguaje, no tenemos verdadera conciencia de nuestra existencia. No me refiero a nuestras reacciones más inmediatas. No tenemos que
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Curiosa la condición humana. Una abeja nace y eso basta para que sea, plenamente, una abeja. Pero un ser humano nace y todavía le falta, en efecto, hacerse. Y se termina de hacer humano mediante la enseñanza. Somos animales bípedos con capacidad de lenguaje, pero esos dos atributos de nuestra existencia, quizás dos de los que más nos definen como seres humanos, son tan recientes en nuestra evolución de primates que aún no están incorporados en nuestro código genético. Por lo tanto, si no nos los enseñan, no los aprendemos. Es decir, si nuestros mayores no nos enseñan a erguirnos y a caminar en los pies, no lo haremos, como lo demuestran los casos de los niños perdidos en la selva que han sido criados por simios o lobos. Tampoco podremos hablar si no nos enseñan a hacerlo. Crecemos oyendo el idioma de nuestros padres y lo terminamos reproduciendo, incluso con su acento, pero eso también es algo aprendido. En varias palabras: caminamos y hablamos gracias a una enseñanza. Y en una palabra: cultura. Eso significa que, como señala el filósofo José Lorite Mena, “nacemos biológicamente, pero nos hacemos humanos culturalmente”.
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usar palabras para saber que estamos padeciendo un calor insufrible si tocamos una plancha encendida. La sensación la registra nuestro cuerpo y sale disparada a la mente, y eso nos permite reaccionar para evitar o manejar la realidad. Me refiero a lo que viene después. Para saber qué pensamos, qué sentimos, qué creemos, qué recordamos y hasta qué hicimos en el pasado, tenemos que articularlo en palabras. Esas vivencias y esos pensamientos no existen en nuestra mente en estado puro, sin el ropaje del lenguaje. Nuestras experiencias (qué significan, cómo las evocamos, qué opinamos de ellas y cómo las valoramos) dependen de las palabras que escogemos para articularlas. O sea: dependen de nuestra interpretación. De nuestro discurso.
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¿Esto qué significa? Tal como lo han demostrado incontables filósofos, lingüistas y antropólogos, nuestra interpretación de la realidad no sólo depende de lo que efectivamente hemos vivido, sino, principalmente, de las palabras que después seleccionamos para enmarcar, expresar y articular esas mismas experiencias. De modo que si en gran medida somos responsables de nuestra existencia, somos, en cambio, enteramente responsables de las palabras que utilizamos (podríamos utilizar otras) para entenderla o interpretarla. Nuestro discurso depende de nuestra voluntad, y en consecuencia somos libres de cambiarlo. Es decir, si cambiamos las palabras de nuestra interpretación, a lo mejor no podremos cambiar del todo nuestras experiencias que ya ocurrieron, pero sí algo igual o todavía más importante: lo que esas experiencias significan. Mucha gente piensa que es víctima de la realidad, cuando a menudo es sólo víctima de su propio discurso. Tomado de elespectador.com 24 nov. 2011
Magazín SPN Nro. 5: Adiós a la competencia
lectora
Primero fue la educación idiomática. Luego vino la aptitud verbal. Después apareció la comprensión lectora. Esta se trasformó en competencia lectora. Hasta que los magos del ICFES se acordaron del ideal de la acción lectora: la re-acción llamada ‘crítica’. En la lectura crítica no solo se repara en el significante sino que se interviene el significado. Por fin se produce el encuentro anhelado entre la forma y el contenido.
Noelia Alcaraz
L
a definición de competencia que aparece en el Informe Deseco, de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), entiende las competencias como conjuntos complejos de conocimientos, habilidades, actitudes, valores, emociones y motivaciones que cada individuo pone en acción en un contexto concreto para hacer frente a las demandas peculiares de cada situación. Las competencias fundamentales o “key competences” son aquellas que son importantes para muchas áreas de la vida, que contribuyen a una vida satisfactoria y al buen funcionamiento de la comunidad social. Este concepto de competencia “supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamientos que se movilizan conjuntamente para lograr
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Debate teórico sobre los conceptos de “competencia” y “competencia lectora”
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una acción eficaz” (Pérez Gómez, 2007: 10). La característica básica de las competencias es, por tanto, su carácter holístico (conocimientos, valores y emociones) y situacional, porque se concretan y desarrollan en contextos de acción. Asimismo, implican procesos permanentes de reflexión para actuar según las posibilidades de cada contexto.
La competencia lectora: el planteamiento de PISA La lectura aparece en el documento DESECO como una competencia específica, dentro del ámbito general de las competencias comunicativas, con el enfoque, calado e implicaciones que establece el marco integrado de las tres competencias clave. Por ello, la definición de lectura abarca, en su particularidad, las dimensiones concurrentes que trazan esas competencias centrales: la cognitiva, la afectiva o personal y la social.
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En PISA, la definición expuesta en el año 2000 sobre competencia lectora fue: “La capacidad lectora consiste en la comprensión, el empleo y la reflexión personal a partir de textos escritos con el fin de alcanzar las metas propias, desarrollar el conocimiento y el potencial personal y de participar en la sociedad” (MECD-INCE, 2000: 38). Este concepto de competencia lectora que propone PISA es similar a la definición de comprensión lectora que maneja PIRLS: “Habilidad para comprender y utilizar las formas lingüísticas requeridas por la sociedad y/o valoradas por el individuo. Los lectores de corta edad son capaces de construir significado a partir de una variedad de textos. Leen para aprender, para participar en las comunidades de lectores del ámbito escolar y de la vida cotidiana y para disfrute personal” (Mullis, I.V.S. y otros, 2006: 3). Estas definiciones de los distintos programas de evaluación superan efectivamente la idea tradicional de la lectura como proceso de descodificación y comprensión literal y toma en cuenta el papel activo del lector que construye significados al interactuar con un determinado tipo de texto y que implica procesos de comprensión, aplicación y reflexión. Además recoge y contempla la variedad de situaciones de lectura en los ámbitos público, privado, profesional y laboral, así como un enfoque funcional de la lectura para responder a objetivos personales, sociales, educativos o profesionales.
Dimensiones de la competencia lectora en PISA ·
El formato de texto: Según el marco teórico, a menudo las evaluaciones sobre la lectura se han centrado en textos continuos, pero PISA introduce además los textos discontinuos (tablas, gráficos, etc.). Se basa en el principio de que en
la vida adulta los individuos se encontrarán con una gran variedad de textos, de modo que no será suficiente con saber leer el limitado número de tipos de textos que se presentan habitualmente en los centros educativos. ·
El proceso de lectura: PISA espera que el alumnado demuestre su capacidad para extraer la información, desarrollar una comprensión general del texto, interpretarlo y reflexionar sobre su contenido y sobre su forma y características. Estos cinco procesos son resumidos en tres subescalas en la presentación de resultados: “obtención de información”, “interpretación de textos” (de aunar los procesos de comprensión en interpretación) y “reflexión y valoración” (de la reflexión sobre el contenido de un texto y la reflexión sobre la forma). A su vez las tres subescalas se dividen en cinco niveles de rendimiento tal y como se puede apreciar en la figura 2.9 en PISA 2003.
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La situación: Viene definida según el uso al cual está destinado el texto. Contempla las siguientes situaciones: lectura para uso personal, uso público, uso laboral y uso educativo.
La lectura en PISA ¿una capacidad o una competencia?
En consecuencia, se podría decir que PISA no evalúa la competencia lectora, sino la capacidad lectora, porque sólo evalúa conocimientos y procesos cognitivos como: obtener información, interpretar, reflexionar y valorar, así como el conocimiento de los diferentes y variados tipos de textos que existen en el contexto académico y escolar; pero no evalúa la puesta en acción de todos esos conocimientos, capacidades, actitudes, valores y emociones en contextos concretos de la vida real. De manera que, aunque la explicación de la lectura se exhibe con la profundidad y el alcance de una competencia, los términos competencia y capacidad se vienen esgrimiendo prácticamente de forma intercambiable, como palabras equivalentes, si bien el concepto que al final prevalece es el de capacidad.
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Si hacemos un breve repaso sobre la definición que hace PISA de competencia lectora a lo largo de sus tres ciclos, se observa que en el año 2000, esta se presenta a menudo como una capacidad; en el año 2003 lo frecuente es utilizar el término de competencia ‒aunque se especifica que debe “entenderse como capacidad” (conocimiento más destrezas)‒; y, en el año 2006, se vuelve a emplear reiteradamente el concepto de capacidad para referirse a la lectura. Se aprecia, por tanto, que la definición de competencia lectora elaborada por PISA en términos de capacidades, que pueden concretarse o no en la vida real, no es la definición de competencia que aparece en el Informe Deseco de la OCDE.
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La definición de lectura en PISA: algunos elementos innovadores
Entre las fortalezas que nuestro equipo ha localizado en el Marco Teórico de PISA es de destacar tanto las finalidades de la evaluación, como la definición de lectura que propone. PISA, tal y como indica en su marco teórico, no pretende evaluar los currículos académicos de los sistemas educativos participantes, sino evaluar las competencias (aunque solo sea en términos de capacidades) que los estudiantes de 15 años han desarrollado para resolver problemas de la vida real. Para ello, presenta un marco teórico para la evaluación de la lectura que está fundamentado, que ha sido consensuado entre los expertos de los distintos países que participan en la evaluación, que tiene un carácter internacional e intercultural y que, finalmente, constituye un referente importante para establecer políticas educativas de mejora en los diferentes sistemas educativos.
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Por otra parte, en el marco teórico de PISA, la definición de la lectura tiene una serie de connotaciones innovadoras que apuntan a un cambio en la manera de entender la competencia lectora y que requiere por tanto una nueva forma de trabajarla en los centros educativos. Primero, porque se presenta como una capacidad que evoluciona a lo largo de toda la escolaridad y de la experiencia de cada persona. No solo se da en el contexto escolar sino en diversos contextos personal, social, laboral y en múltiples tareas lúdica, cognitiva, social, lo que implica una concepción funcional de la misma porque utilizamos la lectura en distintos ámbitos de la vida y para distintos fines; y segundo, se abandona el enfoque de la lectura como decodificación y proceso pasivo de recibir significados y se plantea como un proceso activo de construcción de significados, donde tiene cabida la reflexión personal y la valoración crítica de lo que se lee. PISA se basa en los enfoques cognitivos, que entienden que el lector genera un significado a partir del texto, mediante su conocimiento previo y una serie de pistas textuales y situacionales, que suelen tener un componente social y cultural común. Coincidimos con PISA, por tanto, en que para leer es necesario ir constantemente del texto a la mente y de la mente al texto. El significado no está “por completo” en el texto sino también en la mente de quien lee. En este sentido, otros psicólogos cognitivos que han estudiado la comprensión lectora en nuestro país (García Madruga y otros, 1999; Sánchez Miguel, 2003; Solé, 1997; Vidal-Abarca, 2001) definen la lectura como un proceso interactivo, constructivo y estratégico. Interactivo porque la extracción del significado se hace mediante la interacción entre la “entrada” literal y los conocimientos, ideas y representaciones almacenadas en la memoria a largo plazo; esto incluye no solo informaciones acerca del tema del texto sino también conocimientos lingüísticos que le dan pistas al sujeto que lee para saber ante qué tipo de texto está. Constructivo, porque el lector introduce conexiones nuevas
y reelaboraciones, quizás no previstas por el autor del texto, que le dan sentido a este. Y estratégico, porque al leer se desarrolla una serie de estrategias y de toma de decisiones, como elaborar información, eliminar la que no sirva, seleccionar la relevante y mantener e integrar la más apropiada en proposiciones más globales. Así pues, en PISA se pretende evaluar “el saber hacer”, la aplicación de los conocimientos, actitudes y valores aprendidos para resolver situaciones reales. Y esto debe entenderse como una fortaleza porque puede convertirse en el referente hacia el cual los sistemas educativos orienten sus políticas de mejora, al plantear otro enfoque de enseñanza y aprendizaje centrado en la aplicación práctica de los conocimientos y en la autonomía, participación, creatividad y cooperación del alumnado, para que aprenda con sentido. Ello entraría en contradicción con los esquemas academicistas, mecánicos y reproductivos del concepto de enseñanza y aprendizaje que aún están presentes en algunos sistemas educativos, entre ellos el nuestro. Fragmento de: Alcaraz, Noelia et al. ¿Evalúa PISA la competencia lectora? Revista de Educación. Madrid, No. 360, enero-abril 2013.
Avisos parroquiales
Primera tanda 1. Para los que tienen hijos y no lo saben, tenemos en la parroquia una zona arreglada para recreo de los niños. 2. El grupo de recuperación de la confianza en sí mismo se reúne el jueves por la tarde, a las seis. Para entrar, usen la puerta trasera. 3. El viernes, a las siete, los niños del Oratorio representarán la obra “Hamlet”, de Shakespeare, en el salón de la iglesia. Se invita a toda la comunidad a tomar parte en esta tragedia. 4. Estimadas señoras: no se olviden del bazar de beneficencia. Es una buena ocasión para liberarse de aquellas cosas inútiles que estorban en la casa. Traigan a sus maridos. 5. El coro de los mayores de sesenta años se suspenderá durante toda la temporada de verano, con agradecimiento de toda la parroquia. 6. Recuerden también que el jueves empieza la catequesis para niños y niñas de ambos sexos.
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Con el debido respeto por la Santa Madre Iglesia, les ofrecemos algunos avisos parroquiales, recogidos en algunos templos, reales todos ellos, que seguramente han sido redactados con toda la buena voluntad e inocencia.
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Segunda entrega 7. Tengan en cuenta en la oración a todos aquellos que están cansados y desesperados de nuestra parroquia. 8. El precio para participar en el cursillo sobre oración y ayuno incluye también las comidas. 9. Por favor, pongan las limosnas en el sobre, junto con los difuntos que deseen que recordemos. 10. Les recordamos a los fieles que noviembre terminará con un responso Cantado por todos los difuntos de la parroquia. Y la última 11. En una parroquia, en la que se leía los domingos este aviso: “Vendemos empandas de Iglesia, pero con carne”, produjo gran hilaridad esta pequeña pancarta adicional: “El próximo martes por la noche habrá cena a base de guiso de fríjoles con coles, en el salón parroquial. A continuación tendrá lugar un concierto”.
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40 El lector competente debe exhibir la capacidad de desambiguar el significado de oraciones complejas, como las que se ofrecen en los anteriores once casos (N. del C.).
Magazín SPN Nro. 6: Bienvenida a la lectura
crítica
Se buscan Víctor Villa Mejía
E
l Icfes ha decidido modificar la prueba Saber 11. Los usuarios de dicha prueba son casi los mismos del examen de admisión de la Universidad de Antioquia. En sana lógica, el Comité de Competencia Lectora del examen de admisión de la Universidad de Antioquia debe estar atento a las trasformaciones que se operen tanto en la prueba Saber 11 como en la Saber Pro. De los cambios anunciados (elespectador.com
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En Jn 18. 3-5 se lee: “Así que Judas llegó con una tropa de soldados y con algunos guardianes del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Estaban armados y llevaban lámparas y antorchas. Pero como Jesús ya sabía todo lo que le iba a pasar, salió y les preguntó: “¿A quién buscan?” Ellos le contestaron: “A Jesús de Nazaret”. Jesús dijo: “Yo soy”. De los aspirantes a la Universidad de Antioquia solo pasa, en promedio, un diez por ciento; pero el porcentaje que responde “Nosotros somos lectores críticos” asciende al treinta por ciento. Después de haber visto varias finales de las Olimpiadas del Conocimiento es inevitable concluir que el razonamiento lógico (competencia matemática) y el razonamiento crítico (lectura crítica) se dan por cantidades industriales en la generación actual, bien o mal llamada “de los nativos digitales”.
20/02/14), uno merece especial atención: la presunta sustitución del paradigma “competencia lectora” por el de “lectura crítica”. Al decir ‘presunta sustitución del paradigma competencia lectora’ se está significando que el ideal de lectura crítica ya estaba inmerso en el paradigma de la competencia lectora. Dos ejemplos son suficientes; el primero, de Kabalen y De Sánchez (La lectura analítico-crítica, 2005) quienes hablan de lectura analógico-crítica: “Consiste en relacionar lo que se decodifica directamente en el texto, o lo que se infiere, con otra información extraída de otro texto o tomada de la realidad o de algún otro contexto del pasado, presente o futuro. La lectura analógica permite comparar la información y extender el conocimiento más allá de lo dado en el texto”.
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Y el segundo ejemplo es de Jurado et al. (1998:69-70) quienes, al sustentar el nivel de la lectura crítico-intertextual, afirman: “Hay un momento de la lectura en donde todo lector se posiciona críticamente, entendiendo por ello la emisión de juicios respecto de lo leído; se trata de lo que Eco identifica como lo propio de la abducción creativa, mediante la cual el sujeto lector activa sus saberes para conjeturar y evaluar aquello que dice el texto e indagar por el modo como lo dice; tales movimientos de pensamiento conducen a identificar intenciones ideológicas de los textos y de los autores y, en consecuencia, a actualizar las representaciones ideológicas de quien lee”. El Icfes (Módulo de lectura crítica, 2013) plantea que la lectura crítica es un recorrido e instalación por parte del lector en cinco dimensiones, más o menos acumulativas: 1) dimensión textual evidente; 2) dimensión relacional intertextual; 3) dimensión enunciativa; 4) dimensión valorativa; y, 5) dimensión sociocultural. Al ser acumulativas, las cinco dimensiones configuran la competencia de la lectura crítica. Ello equivale a considerar la crítica como el resultado de una travesía que va de la dimensión textual a la sociocultural. En ello se coincide con un planteamiento de Kabalen y De Sánchez, quienes consideran que la lectura crítica: “Es un proceso que implica el raciocinio y el juicio crítico del lector para fundamentar sus puntos de vista acerca de la información que extrae de un texto; o para identificar falacias de razonamiento, inconsistencias estructurales en la organización de la información que se da, y falta de validez o de confiabilidad de la información. Cada nivel de lectura (literal, inferencial y analógico) proporciona un tipo de información diferente. La lectura crítica debe aplicarse en todos los niveles, razón por la cual no está considerada como un nivel independiente” (p. 21). En ese orden de ideas, lo que parece insinuar el Icfes es que en la lectura crítica el texto no lo es todo; se precisa también incorporar el contexto, materializado en las dimensiones valorativa y sociocultural. De la dimensión valorativa dice el Icfes: “En esta dimensión se hace uso de recursos pragmáticos (que han sido evidenciados en las dimensiones anteriores) y críticos, que le permiten al lector adentrarse en el tex-
to desde la visión crítica del uso del lenguaje. Se hace evidente aquí que la situación de comunicación propicia la circulación de un punto de vista que el autor quiere presentar a su potencial lector, y que ese punto de vista lleva consigo una particular visión del mundo, configurada a partir del conjunto de valores determinados por las condiciones sociales, históricas, culturales, políticas, académicas, etc., que constituyen la subjetividad del autor y que se encuentran, por lo general, de manera implícita en los textos que se ofrecen para la negociación comunicativa” (p.5). Y que la dimensión sociocultural: “Considera tres aspectos fundamentales: la intención y el propósito que le subyace al texto, en lo que se refiere a la orientación de un comportamiento en su audiencia; las estrategias discursivas que se utilizan para alcanzar los propósitos que el autor se traza con el texto o con la situación de comunicación; y, finalmente, la forma como los discursos validan o invalidan prácticas socialmente reconocidas. Con esta última dimensión se completa el mapa de datos e informaciones de que dispone el lector crítico para dar cuenta de una competencia como la que nos ocupa [la lectura crítica], fundamental para responder a las necesidades de formación que plantea el mundo actual (p. 6).
Descontadas las reservas sobre las reales posibilidades de evaluar la competencia en lectura crítica en un examen de admisión, sí puede abrigarse la esperanza de encontrar un lector co(n)textual que se parezca al lector exegético que siempre han modelado tanto la hermenéutica jurídica como la literaria.
La evaluación de la lectura crítica Diana Ospina Pineda Mauricio Pérez, en Evaluación de competencias en comprensión de textos ¿qué evalúan las pruebas masivas en Colombia?, postula que el nivel críticointertextual explora la posibilidad del lector de tomar distancia del contenido del texto y de asumir una posición al respecto, lo cual supone la elaboración de un punto de vista. Agrega que para realizar una lectura crítica es necesario identificar
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Recapitulando, para Cassany (Aproximaciones a la lectura crítica, 2003) la lectura crítica: “Se refiere a la capacidad de comprender qué pretende el autor con el texto; por qué lo escribió, con qué otros discursos se relaciona (contexto, comunidad, etc.); y a poder articular una opinión personal respecto a las ideas que expone, con argumentos coincidentes o no; se trata, sin duda, de una respuesta externa al texto, de un grado de comprensión que exige disponer de mucha más información de la que aporta el texto o de la que este reclama que el lector aporte” (p. 116).
las intenciones de los textos, los autores o los narradores presentes en estos, así como reconocer las características del contexto que están implícitas en el contenido del mismo. Por otra parte, indaga la posibilidad del lector de establecer relaciones entre el contenido de un texto y el de otros. Según esto, concluye que en este nivel se evalúa fundamentalmente la competencia pragmática, aunque las competencias textual y semántica juegan un papel importante. Si los estudiantes desarrollan una competencia crítica lectora se piensa, desde la propuesta de Cassany, Van Dijk y otros autores, que en una prueba de competencia lectora1 en su componente crítico los estudiantes deberían poder: 1. Situar los discursos en un contexto sociocultural e identificar la ideología: quién lo escribe, con qué objetivo, a quién se dirige, cuáles son los valores –explícitos e implícitos–, situarlo en un contexto; reconocer qué contenido se incluye y a cuál no se le da cabida, así como a quién se cita y a quién no; y detectar qué posición adopta el autor, los estereotipos y las representaciones culturales.
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2. Reconocer en la práctica discursiva: los tipos de textos y relacionarlos con finalidades, qué se lee y para qué se lee en cada comunidad, identificar el género discursivo particular en el que se inscribe el texto en cuestión y explorar la apropiación que hace el autor en este texto de los parámetros y de la tradición del género. 3. Calcular los efectos que provoca el discurso en una determinada comunidad: saber situarse respecto a una comunidad –pensar “qué lugar ocupo yo”–, pensar en las interpretaciones que pueden hacer los demás e integrarlas en un conjunto, es decir, llegar a hacer interpretaciones sociales. Tomar conciencia de la situacionalidad y de la relatividad de la interpretación personal. Calcular las interpretaciones que otras personas –relevantes para nosotros– van a dar al discurso. Integrar las interpretaciones que hacen otros lectores del discurso cuando se formulan. La Prueba Saber Pro del pensamiento crítico presenta varios puntos comunes con los desarrollados en este apartado. Dicha prueba2 contempla los siguientes aspectos: *
Comprensión (contenido y puntos de vista del escritor o del interlocutor).
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Análisis (identificación de líneas de razonamiento, evidencia, conclusiones, argumentos).
Cualquier test que pretenda evaluar una competencia, tiene que ser fiable y válido. Para que una prueba sea fiable, tiene que dar resultados constantes, seguros; para que sea válida, es preciso que sea acorde con los objetivos, con lo que pretende medir. La fiabilidad se puede conseguir suministrando la prueba varias veces; la validez, asegurándose de que el contenido de la prueba sea coherente con los principios teóricos. 2 Documento de la Guía de competencias genéricas, 2011. 1
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Identificación de deficiencias en argumentos: inconsistencias lógicas, supuestos infundados, consecuencias no intencionadas, recursos retóricos distorsionantes, falsas analogías, etcétera.
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Evaluación (credibilidad y validez de la evidencia, credibilidad de líneas de razonamiento, validez de argumentos, solidez de las conclusiones, etcétera) […].
Vale la pena pensar en las estrategias que se deberán utilizar en este tipo de pruebas para validar las preguntas de tipo crítico y analógico. Si bien es el evaluador quien inicialmente hace el ejercicio de interpretación y de crítica, efectivamente ¿qué tipo de razonamiento haría el estudiante si va a partir de una hipótesis o de una interpretación? y ¿cómo evaluar el pensamiento crítico del estudiante con una prueba estandarizada? Con lo cual de nuevo surge la necesidad de pensar en otras tipologías textuales que permitan por ejemplo, según una serie de opciones, caracterizar distintos puntos de vista y discursos. Creo que otra razón importante para promover la lectura crítica desde la prueba de ingreso es la posibilidad de movilizarla y estimularla en las instituciones educativas que preparan a los estudiantes que luego se presentan, a fin de propender por una comprensión más integral.
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Fragmento de: OSPINA, Diana. Defensa de la lectura crítica: hacia una comprensión integral. Medellín, GTA Competencia Lectora, 2011.
desperdiciado Andrés Burgos […] El cuadernillo de esa primera sesión indagaba sobre Matemáticas, Ciencias Naturales, Sociales y Lectura Crítica. De esas cuatro áreas del conocimiento a mí me interesaba particularmente la última, de la que el Icfes había dicho que sería la síntesis entre las áreas de Español y Filosofía que se evaluaban antes por separado […]. La prueba de Lectura Crítica incluye 34 preguntas de selección múltiple y dos preguntas abiertas sobre textos breves de diferente tipología. Me pareció sencilla en la medida en que los textos no representaban mayor dificultad de comprensión ni eran grandes piezas de la lírica o la narrativa. De hecho, la mayoría de textos eran to-
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Así me fue con el nuevo Icfes: crónica de un domingo
mados de páginas de Internet o de notas de prensa, algunos con serios problemas de redacción. Cortázar y Borges, que solían aparecer en pruebas anteriores con sus clásicos “Breve coda del cuento fantástico” y “Arte poética” respectivamente, fueron reemplazados sin pudor por el “maestro” Alejandro Jodorowsky y “Checho, el deshecho” una tira cómica del periódico ADN, de circulación gratuita. Con estas nuevas incursiones había también un par de tiras cómicas de Quino, un fragmento de “El leviatán” de Hobbes y una “carta del lector” de la revista “El malpensante” […]. Después de no sé cuántos años de depuración de currículos, metodologías y enfoques, aún el Icfes no tiene claro qué carajos es lo que quiere evaluar ni cuál es la mejor forma de hacerlo. De hecho, pareciera que su principal función es llevarle la contraria al Ministerio de Educación, pues al menos en la prueba que respondí no había una correlación directa (ni indirecta, ni remota) entre los contenidos del currículo de las asignaturas de Español y Filosofía y los textos seleccionados para evaluar a los estudiantes. Me demoré algo más de una hora en responder a conciencia el cuestionario de Lectura Crítica […].
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Publicado en eltiempo.com el 6 agosto de 2014.
Magazín SPN Nro. 7: El examen de admisión (1)
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En un documento oficial de la Universidad de Antioquia se lee: “La selección de aspirantes se hace mediante la aplicación de un examen que consta de dos partes: razonamiento lógicomatemático y competencia lectora. Busca evaluar funciones como el análisis, la deducción, la inferencia y el razonamiento frente a un problema o situación a resolver o a comprender, para deducir una respuesta correcta. [Dichas competencias] son fundamentales para la adquisición de conocimientos generales y la apropiación de saberes específicos necesarios para que los admitidos se desempeñen adecuadamente como integrantes de una institución de formación superior como lo es la universitaria […] La admisión de aspirantes se convierte en una etapa de especial significancia para la esencia misional de las universidades, siendo necesario aplicar pruebas objetivas que permitan evaluar competencias y funciones mentales, dejando de lado la valuación de conocimientos repetitivos y memorísticos”. Se incluye el artículo del periodista Antonio Caballero porque, al margen del tema, este autor exhibe las características que el canon le atribuye a un lector crítico.
Importante revisar el examen de admisión a la U Carlos Arturo Soto Lombana
A
finales de 2012 visitó el país la reconocida autoridad mundial en educación Jeannie Oakes. Su mensaje relacionado con la necesidad de que el país revise la política de ingreso a las universidades tuvo poco eco. Hoy cuando la Universidad de Antioquia se dispone a recibir un nuevo contingente de estudiantes para los programas de pregrado es importante traer de nuevo las recomendaciones de esta importante autoridad en educación, actual directora de educación de la Fundación Ford.
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Según Jeannie Oakes, un sistema de ingreso a la universidad soportado únicamente en la aplicación de un examen de admisión, pone en desventaja a los jóvenes que salen mal preparados de la educación media. La Universidad de Antioquia, con excepción de los procesos de selección para los programas de pregrado en MúsicaCanto, Música y Licenciatura en Música de la Facultad de Artes3 y Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra de la Facultad de Educación4, utiliza para la admisión la misma prueba para los demás pregrados. Atender una población de aspirantes que puede oscilar entre 20.000 y 40.000 individuos, que semestre tras semestre busca cupos en los programas de pregrado de la Universidad de Antioquia, demanda una logística que responda con transparencia, objetividad y prontitud a la entrega de resultados. Este reconocimiento en ningún momento puede esconder que la Universidad está lejos de tener el mejor instrumento que permita seleccionar los “mejores” candidatos para las diferentes carreras que ofrece la Universidad. El asunto se encuentra en lo que la prueba puede aportar para seleccionar “los mejores”, dado que existen diferencias sustanciales entre las competencias que se requieren para estudiar una carrera como el derecho o la odontología, por ejemplo. Cada facultad, instituto o escuela define el cupo máximo de estudiantes que admite cada semestre y el puntaje mínimo de “aprobación”. Lo segundo, el puntaje de Para estos tres programas el examen de admisión consta de tres pruebas: una prueba específica (PE) del área instrumental, vocal o creativa que evalúa las habilidades y aptitudes del aspirante en su instrumento, en canto o en sus composiciones. Una prueba de aptitud musical (PA) que evalúa la capacidad básica musical innata de cada aspirante. Y la prueba de conocimientos teóricosmusicales (PC) que evalúa las habilidades teórico-musicales del aspirante. 4 Para seleccionar los aspirantes a esta licenciatura, la Facultad de Educación hace una convocatoria cerrada dirigida a las comunidades indígenas; y a los aspirantes se les aplica una prueba relacionada con el conocimiento general que tienen los aspirantes sobre las culturas indígenas. 3
aprobación, se determina atendiendo al comportamiento histórico que han tenido los grupos de candidatos a cada programa; por ejemplo, para ingresar a la carrera de medicina5 el puntaje de corte está por arriba de los 70 puntos, mientras en los programas de la Facultad de Educación este puntaje está por arriba de los 53 puntos. Atendiendo a lo anterior la Universidad asigna los cupos por orden de mayor a menor puntaje por programa académico hasta que los cupos se agoten. No obstante, los aspirantes a la Universidad pueden seleccionar un programa académico como segunda opción, en caso de que no logren conseguir cupo en la carrera a la que por primera opción aplicaron. Lo anterior permite consolidar grupos de estudiantes en carreras en donde todos los aspirantes están por primera opción y un grupo de carreras en donde la conformación estudiantil mayoritariamente se da por segunda opción. Los dos casos extremos son el pregrado de Medicina y los pregrados de la Facultad de Educación.
Para la experta Oakes, las universidades deberían desarrollar políticas de admisión que reconocieran las especificidades propias de las profesiones, las competencias laborales requeridas para el desempeño y las cualidades que deben tener los jóvenes en términos de liderazgo, servicio a la comunidad, estilos de aprendizaje, entre otros. La pregunta que emerge es: ¿cuántos de esos 1.544 jóvenes que se presentaron a la Facultad de Educación y no pudieron conseguir cupo, son potenciales educadores con el entusiasmo, la vocación y las competencias que requiere la educación de hoy? Dado que el examen de admisión de la Universidad de Antioquia no fue construido para seleccionar a los estudiantes bajo estos aspectos, la pregunta por el momento no tiene respuesta. Publicado en Alma Máter el 02 de mayo de 2014. Este puntaje no está relacionado con la complejidad de la carrera; su definición está dada por la demanda por cupos que tiene cada pregrado. Por ejemplo, en la convocatoria del semestre 20112, el número de personas que concursaron por uno de los 141 cupos que ofreció la Facultad de Medicina fue de 8.124. 6 A primera vista este resultado confirma lo que muchos informes y expertos han señalado, que los estudiantes con menores desempeños en los colegios y/o en las pruebas Saber son los que se presentan a las carreras de las facultades de educación. 5
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En la última admisión para recibir estudiantes para el semestre 2014-1, el efecto del mecanismo de asignación de cupos por primera y segunda opción fue claramente desastroso para la Facultad de Educación. De una población de 1.653 aspirantes que se inscribieron a la Facultad de Educación por primera opción, sólo 109 individuos (el 6,6%) obtuvieron puntajes por arriba de 53 puntos46. En esa ocasión la Facultad de Educación ofertó 345 cupos para siete programas. En la lógica de la Universidad de Antioquia quedaron 236 cupos vacíos, los cuales por el mecanismo de la segunda opción, fueron ocupados por aspirantes que se presentaron a otras carreras y no obtuvieron cupo pero que su puntaje de admisión estuvo por arriba del punto de cohorte de 53 puntos.
Derecho de Petición Pedro Claver Vallejo
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[…] Es la tercera vez que me presento a la Universidad desde que terminé el bachillerato en el año 1975 […] Quiero manifestarle categóricamente que me siento indignado y atropellado intelectualmente por la forma en que se proyectó dicho examen de admisión, el cual considero que los promotores que idearon este examen no tuvieron en cuenta la trayectoria de enseñanza que se ha impartido en la educación secundaria del país, porque este examen se limitó a dos fases consistentes en lógica e interpretación de la lectura y lógica matemática, cálculo diferencial y trigonometría, lo cual en mi concepto este es un examen técnico para aspirar solamente a la carrera de cualquier rama de la Ingeniería, mas no para otras carreras donde no se ponen a prueba los demás conocimientos que ha adquirido el estudiante en su ciclo secundario y en la vida estudiantil, donde además de los programas que han visto en sus clases ignoran la educación y la recepción que han aprendido en su entorno familiar, en los medios de comunicación, llámense radio, televisión, Internet, prensa habada y escrita, seminarios y otros eventos donde el estudiante o joven va ampliando sus conocimientos para ir engrandeciendo su intelecto el cual puede enfrentar fácilmente un examen donde se exploren todos esos conocimientos […]. Es un examen de admisión muy pobre intelectualmente, no es práctico; más bien parece un examen técnico para ingresar a una carrera tecnológica, no refleja la verdadera vocación democrática que debe tener toda universidad pública. Considero que se ha violado el derecho que tenemos todos al acceso a la educación superior. Debe proyectarse un examen heterogéneo que haga énfasis en las áreas afines a la facultad a que aspira cada uno de nosotros […]. Siendo ello así, sería mucho mejor para la Universidad que se repitiera el examen, ampliando el esquema de preguntas a las del área del saber o intelecto, con el fin de calificar positivamente o negativamente al estudiante que se presentó […].
La lengua bífida* Antonio Caballero El senador Álvaro Uribe y su circo de marionetas amaestradas tienen dos métodos para imponer sus verdades, es decir, sus mentiras. El primero, largamente refinado por Uribe en sus ocho años de gobierno, es el de eludir la pregunta formulada o el asunto en cuestión hablando de otra cosa. Esa figura se llama non sequitur. El otro es la mentira pura y simple. Para decirlo en el contralenguaje uribista: la mentira “frentera”. Y aprendieron del ministro nazi de propaganda, Joseph Goebbels, que una mentira repetida cien veces se convierte en verdad. Es la misma técnica con la que consiguió el dirigente conservador Laureano Gómez incendiar la República hace setenta años, y un buen ejemplo de ella es su famosa y falsa afirmación de que el Partido Liberal guardaba “un millón ochocientos mil cédulas falsas” que le servirían para ganar las elecciones.
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El uribismo anda en estos días dando una demostración de su lengua bífida con las 68 refutaciones a los borradores de los acuerdos de La Habana publicados hace unas pocas semanas. Son 68 tergiversaciones, o mentiras descaradas, que con su habitual ambigüedad semántica los uribistas llaman “capitulaciones”, sin aclarar en cuál de sus sentidos usan la palabra: si en el de que el gobierno de Santos ha capitulado ante las Farc, es decir, se ha rendido ante ellas; o si en el más burocrático de que uno y otras han establecido las condiciones de un contrato, como en el caso de las capitulaciones matrimoniales; o si, en fin, en el que el diccionario de María Moliner advierte como “poco frecuente”: el de “hacer cargos a alguien por faltas o delitos cometidos en el ejercicio de su empleo”. A veces quieren decir lo uno, a veces lo otro, según les convenga. Ese es su estilo. Dan por hecho de antemano que las Farc no van a cumplir sus compromisos, tal como no cumplieron los paramilitares ante el gobierno de Uribe, ni el gobierno de Uribe ante los paramilitares. Dan por hecho que convertidas a la política sin armas, las Farc seguirán intimidando con sus armas para conseguir votos. Dan por hecho que seguirán narcotraficando, aunque se comprometan a no hacerlo. Más aún: señalan, como prueba fehaciente de ese engaño que vaticinan, el hecho de que las Farc no hayan cumplido todavía lo que todavía no han firmado. Y a toda posible salida del laberinto interponen como exigencia previa sus llamados “inamovibles”: la rendición pura y simple del grupo guerrillero. Sin condiciones: es decir, sin capitulaciones. Que son, según la primera acepción que le da a la palabra el diccionario, las condiciones que se estipulan en el trato con el enemigo para la rendición.
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Pero veámoslo en la versión del ventrílocuo supremo, el senador Uribe, de acuerdo con la entrevista que le dio el domingo pasado a la directora de El Colombiano de Medellín, Martha Ortiz Gómez. Uribe empieza por definir la historia de las últimas décadas acudiendo al concepto machaconamente reiterado por su asesor José Obdulio Gaviria: En Colombia no hay conflicto armado. “Aquí lo que ha habido –dice– es un narcoterrorismo contra una democracia”. De donde deduce que “la paz en una democracia no puede ser sobre la base de negociar la agenda nacional con el terrorismo”. De ahí llega “a la conclusión (de) que pretenden expropiar 20 millones de hectáreas (…) Ya un funcionario del gobierno ha dicho que la cuota inicial sería de 6 millones de hectáreas”. Y concluye; “Empiezan con la tierra y después seguirán con otros sectores de la economía. Eso se parece mucho a lo que hicieron Castro y Chávez”.
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Así funciona la retórica uribista: sacando inferencia tras inferencia de premisas falsas. Otra más es la que “las Farc es el principal cartel de cocaína del mundo y el gobierno ahora lo elige en la calidad de diseñador de la política antidroga”. Y otra (hay al menos una por párrafo), la de que lo vuelva también “el diseñador de la democracia colombiana”. Y la de que “ha acordado con las Farc unas circunscripciones políticas especiales donde solamente podrán presentarse candidatos de las Farc”. Asegura que su alto comisionado de Paz, hoy prófugo, “fue el artífice (de) que gracias a la política de seguridad democrática se hubieran desmovilizado 52 mil terroristas”. Ya van 52 mil. Yo recuerdo que cuando el gobierno de Uribe propuso su primera versión de la Ley de Justicia y Paz los narcoparamilitares eran diez mil, y que a estos a quienes hoy llama “terroristas” les reconocía entonces el tratamiento de delincuentes políticos. Y se hace una pregunta retórica: “¿Qué democracia en el mundo, negociando con terroristas, aceptaría dialogar mientras sigan en esa orgía criminal?”. Si mirara en torno –hacia el Oriente Medio, por ejemplo, y las muchas democracias occidentales allá empantanadas–, se respondería con la verdad secreta: todas. (O por lo menos esas muchas). No se negocia la paz cuando se está en paz, sino cuando se está en guerra. Ya llegando al final de la entrevista –en la cual se ha dado el lujo de no contestar ninguna de las preguntas, saliéndose siempre por la tangente–, el senador Uribe le lanza una flor a su Centro Democrático: “Es la primera vez que Colombia, dentro del establecimiento democrático, tiene oposición”. Se nota que no ha leído ni los más elementales textos de historia de Colombia. Publicado en semana.com el 25 de octubre de 2014. * La lengua bífida, bifurcación de lengua o lengua dividida, es una modificación corporal en la que la lengua se corta desde la parte central hasta la punta, bifurcándose al final. Pretendiendo separar verticalmente la parte anterior de la lengua, con el fin de que ésta tome una apariencia bífida, característica de las serpientes (Wikipedia).
Magazín SPN Nro. 8: El examen de admisión (2)
Carta abierta a nuestro aspirante Víctor Villa Mejía
“No hay vientos favorables para aquel que no sabe a dónde quiere ir”: Séneca Apreciado aspirante: La cartilla que tienes en tus manos es la concreción del derecho constitucional a la información. Desde el momento en que has adquirido el Pin o el Sobreflex eres ya miembro virtual de nuestra comunidad universitaria, y como tal tenemos la obligación de guiarte –informarte– en el camino a nuestra Universidad.
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En el número anterior de Magazín SPM quedó en evidencia la fuerte tendencia a especular sobre el examen de admisión. Especular viene de speculum, espejo; por lo cual cada quien se mira allí con un interés predeterminado. Si la demanda fuera igual a la oferta, no habría necesidad de examen de admisión. El examen lo ganan muchos aspirantes, pero solo hay cupo para un máximo de 15%. Para el semestre académico 2015/1 se presentaron 48,435 aspirantes a los, aproximadamente, 100 programas. La magnitud del desequilibrio entre la demanda y la oferta se aprecia nítidamente en el programa de Medicina: 8,261 aspirantes a 120 cupos (ver Alma Máter, No. 637, nov./2014).
En general, donde hay un derecho también hay un deber. Fue Hemingway quien mejor expresó esta gran verdad. En El viejo y el mar la pesca es un derecho; pero una vez que el Viejo ha cautivado al pez, aparecen los deberes: con el propio pez, con los tiburones que seguramente también reclaman sus derechos, con el Muchacho que no lo pudo acompañar y con su propia comunidad. Cuando aspiras a la Universidad de Antioquia, los deberes y derechos se implican. A modo de ejemplo, te comento dos derechos-deberes. El primero lo enuncia el artículo 5 del Acuerdo Académico 236 de 2002, que a la letra dice: “Todo aspirante tendrá derecho a inscribirse en dos programas de los ofrecidos por la Universidad, expresados como primera y segunda opción”. Tu deber al escoger el programa de primera opción es reconocer que hay variables concurrentes en la decisión: los cupos, la tendencia del número de aspirantes y el puntaje exigido (punto de corte). En relación con la segunda opción, tu deber es asumirla como voluntaria, máxime que hay programas de alta demanda cuya tendencia en las últimas diez admisiones fue la de coparse con los aspirantes a la primera opción.
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El segundo derecho-deber tiene que ver con la presentación del examen. Gracias a la tenencia de la credencial, tú has adquirido el derecho a la presentación del examen. Pero, asimismo, tienes el deber de la rectitud frente a las restricciones y al contenido mismo del examen. Este está constituido por las pruebas de razonamiento lógico y competencia lectora; la prueba de razonamiento lógico consta de cuarenta preguntas, distribuidas en cuatro esquemas: razonamiento abstracto (manejo de operaciones no convencionales, razonamiento aritmético, series aritmético-alfanumérica, y constitución de lenguajes no convencionales); razonamiento geométrico (áreas y perímetros, volúmenes, relaciones espaciales, series gráficas, y análisis de gráficos); esquemas de proporcionalidad (relaciones directas e inversamente proporcionales, compensaciones multiplicativas, interpretación de porcentajes, y probabilidad simple); razonamiento lógico (información fundamentada en procesos físicos, análisis del lenguajes, control de variables, y posibilidades lógicas). La prueba de competencia lectora consta también de cuarenta preguntas, en las que están implícitas las cinco dimensiones textuales que deben ser captadas por todo lector competente: dimensión textual evidente, dimensión relacional intertextual, dimensión enunciativa, dimensión valorativa y dimensión sociocultural. Tu derecho es claro: recibir toda la información sobre el proceso de ingreso a la Universidad de Antioquia. Empero, tu deber es también claro: tomar decisiones ajustadas a tus sueños académicos, pero siempre con base en la información disponible. El ingreso a la Universidad lo tienes en tus manos, en igualdad de condiciones de los miles de aspirantes que tienen como proyecto de vida estudiar en la Universidad de Antioquia. El camino a la Universidad existe, pero eres tú quien debe recorrerlo, informándote sobre lo que hay que hacer en cada estación, tal como lo muestra esta cartilla.
Es cierto caminante: se hace camino al andar. Así lo dice el poeta Antonio Machado: “Caminante son tus huellas el camino, y nada más / Caminante no hay camino, se hace camino al andar / Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar / Caminante no hay camino, sino estelas en la mar”. El examen de admisión de la Universidad de Antioquia selecciona a los mejores bachilleres. Y tú eres uno de ellos. ¡Que tengas buen viento y buena mar! Tomado de Camino a la Universidad, 2014.
La maldición de la matemática Julio César Londoño
La perfección formal de la matemática facilita la pedagogía de la materia. Explicar matemáticas es menos difícil que explicar gramática, digamos. Un profesor puede asegurar a sus alumnos que a+b=b+a es una identidad válida para todos los números, aquí y en la China. En una clase de gramática, al contrario, es frecuente oír ‘leyes’ como: todas las palabras que terminan en –cion se escriben con c, excepto tensión, extensión, posesión, cesión, presión, secesión, irrisión, prisión, ascensión, aspersión, pasión, intrusión, permisión y persuasión. Entonces, ¿cómo explicar el fracaso de los estudiantes en matemáticas? Primero, la palabra ‘fracaso’ es injusta. Mal que bien, un estudiante promedio avanza, en los once años del ciclo básico, de las operaciones elementales a las derivadas y las integrales del cálculo. Ninguna otra materia puede exhibir una curva tan empinada. La curva de la lengua materna, por ejemplo, no es muy alentadora: en el ciclo mencionado los estudiantes tropiezan con la morfología, alcanzan logros discretos en ortografía y entran en contacto con la obra de algunos autores; pero fracasan en redacción y hasta en comprensión de lectura. En el estudio de las lenguas extranjeras el panorama es más desolador. En una sincronización maravillosa, la historia y la geografía logran dejar al estudiante completamente perdido en el tiempo y en el espacio. Omitiré, en aras de la brevedad, los balances de las otras materias.
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La matemática es la ciencia que mejor conocemos porque el número es una creación humana. La naturaleza, en cambio, es obra de Dios o del azar, y apenas estamos descubriendo sus leyes. Esta ignorancia se traduce en los problemas pedagógicos que presenta la enseñanza de las ciencias naturales, porque ¿cómo explicar lo que aún no entendemos bien?
Pero es inocultable que la matemática es un lío para los estudiantes, y que su ‘mortalidad’ supera holgadamente a la que presentan las demás asignaturas. ¿Cómo explicar esta realidad después de hablar de su orden y perfección? La razón estriba en el estrecho eslabonamiento que hay entre los capítulos de una misma rama de la matemática, e incluso entre sus diversas ramas. Esto hace que si un estudiante tiene una formación deficiente en un curso, por apatía suya o del profesor, por un problema personal, etc., ya no podrá moverse nunca con soltura en la materia. Las deficiencias en aritmética o álgebra, e incluso en capítulos claves de ellas (fraccionarios, logaritmos, despeje de ecuaciones, factorización), son fatídicas siempre. El eslabonamiento de sus partes no es tan estrecho en las otras materias. Los cursos de lenguas son reiterativos y el estudiante tiene la oportunidad, si se le atraviesa un mal año, de ponerse al día en el siguiente. La relación entre los sucesos de la historia es tan polémica, tan nebulosa, que un estudiante puede fracasar en historia universal y descollar luego en el estudio de la historia de su país. Igual sucede en las otras materias.
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Llegamos así a la paradójica conclusión de que el problema de la enseñanza de la matemática es consecuencia de su orden y organicidad. La matemática es un bello juego axiomático, pero juego al fin; mientras que las otras materias tienen que vérselas con la arisca realidad, con los misterios de las ciencias naturales, con los abismos del alma, con los laberintos de la filosofía, con los secretos de la historia, con los caprichos de las lenguas. Quizá por esto mismo los profesores no le exigen mucho al estudiante de filosofía, por ejemplo, mientras que del estudiante de matemáticas esperan un rigor semejante al que ostenta esta asignatura. Publicado en el elespectador.com el 4 de junio de 2010.
¿Y por qué temerle a la matemática? La eme de miedo no puede ser la misma eme con que la se escribe matemáticas. Ese deslinde ha sido un propósito del profesor Grimaldo Oleas Liñán en su ya largo proceso de formación con varias generaciones de alumnos, a quienes les recalca que la raíz de tal problema radica en muchas ocasiones en la carencia de una buena comprensión lectora. “¿Y qué se entiende por saber leer?”, se pregunta y a renglón seguido responde: “Por supuesto que no consiste simplemente en estar en capacidad de articular o producir una cadena de sonidos con la intención de descifrar un escrito. La capaci-
dad de leer tiene implícito un conjunto amplio y variado de capacidades y habilidades, que permiten hacer de la lectura no sólo una actividad permanente sino objeto de aprendizaje y perfeccionamiento constante”. En los talleres que dicta en la Universidad de Antioquia, con preferencia para alumnos de la Facultad de Ingeniería de los primeros niveles y para aquellos que están en riesgo de desertar o de perder el cupo por rendimiento académico insuficiente, Oleas Liñán echa mano de ejemplos y argumentos que convenzan al estudiante de que la lectura es una de las vías de aprendizaje del ser humano. “Ellos deben comprender que la lectura es un medio ordinario para la adquisición de conocimientos que enriquece nuestra visión de la realidad, fortalece nuestro pensamiento y facilita la capacidad de expresión, y que además juega un papel primordial en la eficacia de nuestro trabajo intelectual, cualquiera que él sea”. Con la finalidad de que los jóvenes comprendan que “muchas veces, por no saber leer o por leer sin la suficiente concentración, sacamos conclusiones apartadas del contenido del texto”, expone el siguiente ejemplo: Una persona tiene en su billetera un total de $15.000 en dos billetes. Se sabe que uno de los billetes no es de $5.000. ¿Puede usted determinar las denominaciones de los dos billetes? Una lectura deficiente del enunciado podría conducir a soluciones erróneas. He aquí algunas:
• Con base en la interpretación anterior, podrían proponerse soluciones rebuscadas como: un billete entero de $10.000 y medio billete de $10.000. Ambas “soluciones” tienen el mismo origen: interpretación incorrecta del enunciado. La expresión “uno de los billetes no es de $5.000”, suele confundirse con “ningún billete es de $5.000”. Una lectura adecuada del texto permite concluir que el problema sí tiene solución (única, además): la persona tiene un billete de$10.000 y uno de $5.000. Este resultado se ajusta al enunciado. En efecto, uno de los billetes no es de $5.000: se trata del billete de $10.000. A manera de conclusión, afirma: “Sabemos leer cuando somos capaces de identificar las ideas básicas de un texto, captar sus detalles más relevantes y emitir un juicio crítico sobre su contenido”. En sus exposiciones también hace hincapié en la creatividad como elemento fundamental para alcanzar éxito en el aprendizaje y dominio de la matemática. “La creatividad –dice– es esencial en la solución de problemas difíciles, aquellos en que la persona debe descubrir nuevos caminos no trajinados anteriormente, o caminos
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• “Teniendo en cuenta que en el enunciado se afirma que ninguno de los billetes es de $5.000, el problema no tiene solución”.
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conocidos, pero que no han sido utilizados para enfrentar el problema particular. La creatividad se funda, sobre todo, en la capacidad para adoptar un punto de vista distinto”. Entre los muchos interrogantes que se suscitan en los talleres, está aquél que indaga por el origen del miedo y la aversión de tantas personas a la matemática. “Sin duda –dice el profesor Oleas– los culpables de este miedo irracional somos los mismos docentes debido a que o no sabemos enseñar o no conocemos bien lo que vamos a enseñar o le metemos miedo al aprendizaje de la materia. Y si somos los culpables, también somos los responsables de que esa situación se corrija”. Tomado de Alma Máter, No. 611, julio de 2012.
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Magazín SPN Nro. 9: La revitalización del
idiolecto
Lo que sigue se entiende a la luz de la Hipótesis Sapir-Whorf, y en el marco de los planteamientos de Michel Foucault en Las palabras y las cosas. Se le reconoce a la periodista María Alejandra Medina el esfuerzo por telegrafiar su sospecha, con la segunda de la profesora Olga Ardila.
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¿En el idioma de quién?
“
No han podido acabarnos porque cargamos en la sangre códigos colectivos”, dice, en lengua nam trik, un dibujo animado de un fruto de maíz que personifica a un miembro del pueblo misak o guambiano, que habita mayormente en el departamento del Cauca. El maíz se dirige a otro fruto que ha sido modificado genéticamente en un laboratorio. La mazorca mutante amenaza a los misak con acabar sus cultivos ancestrales. De fondo, suena una canción de la banda alemana de metal Rammstein. Ese es uno de los productos audiovisuales que se han hecho por medio de la plataforma En mi Idioma, desarrollada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Mintic). La herramienta, que se realizó con apoyo de la Unesco y en trabajo conjunto con Colnodo, es, según el Mintic, un medio “de apropiación educativa y cultural para los pueblos indígenas y palenqueros, que busca preservar las lenguas y el patrimonio cultural de esos pueblos”. Las dudas han surgido, entre otras cosas, al hacer un acercamiento a los métodos de enseñanza de lenguas que utiliza la plataforma, pues algunos podrían considerarlos inadecuados.
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María Alejandra Medina
A través de En mi Idioma, miembros de las comunidades embera chamí, kichwa, misak, motilón barí, nasa, wayuu y palenqueros de San Basilio han podido registrarse y generar contenidos audiovisuales y tutoriales de sus lenguas. Se abre, entonces, el interrogante de lo conveniente que es aplicar estándares prestablecidos, como cuestionarios de selección múltiple luego de lecciones de vocabulario, en la enseñanza y preservación de lenguas y culturas que, de hecho, son muy distintas una de la otra y de gran riqueza oral. “Cada lengua es un asunto aparte. Por más que haya lenguas emparentadas, familias lingüísticas, todos los casos son diferentes”, dice Olga Ardila, profesora del Departamento de Lingüística de la Universidad Nacional, quien conoce de cerca la diversidad lingüística colombiana, a través de trabajos sobre comunidades como los uitoto y los tucano.
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Ahora bien, hay universales lingüísticos. Todas las lenguas tienen vocales y consonantes, por lo tanto se podría hacer un curso de wayuunaiki, así como se puede hacer un curso de francés o inglés. “Este tipo de plataformas son para difundirlas de pronto entre los hispanohablantes, pero para los indígenas no veo que sea tan adecuada, porque creo que ellos necesitan otro tipo de enseñanza”, agrega Ardila. Pero, ¿cómo saber cuál es la forma adecuada de abordar la tarea? Para la lingüista, “este tipo de esfuerzos son muy importantes, pero se necesita del acompañamiento de especialistas. Un antropólogo y un lingüista me parecen indispensables”. Durante el evento de presentación de En mi Idioma el pasado 30 de julio, la viceministra TIC, María Carolina Hoyos, afirmó que “no hay ninguna persona en el Mintic experta en el tema de etnias ni preservación de la cultura porque somos entes rectores de la tecnología”. Entre los expertos hay consenso, además, en que la necesidad no es solo de un antropólogo o un lingüista, sino de uno que sea conocedor de la lengua de la comunidad con la que se está trabajando, o, a lo menos, que haya trabajado en la región. “Mintic tiene muy buena voluntad, ellos tienen el conocimiento formal, pero detrás tiene que haber un equipo de expertos asesorando y, por supuesto, la comunidad”, dice Ardila. La pregunta ahora es la del diálogo entre ministerios y de estos con instituciones competentes. “No hubo ningún contacto con el Ministerio de Cultura”, dijo Julián Casasbuenas, director de Colnodo, que se encargó de la capacitación digital para las comunidades. Según él, la aplicación de la estrategia en Colombia se hizo replicando un modelo similar que se implementó en Canadá y Guatemala, también con apoyo de la Unesco. La idea, de acuerdo con Casasbuenas, es que “estas comunidades se apropien (de la plataforma) y sean ellas quienes desarrollen las lecciones”. El acompañamiento, en ese sentido, ha sido mayormente en la familiarización con las herramientas digi-
tales. Según Colnodo, a través del portal se han capacitado 17.851 personas y las estadísticas de navegación dan cuenta de más de 3.000 usuarios. En materia de alfabetización digital, entre 2010 y 2014, el Mintic, por su parte, ha trabajado con 24.602 indígenas en el país, con una inversión aproximada de $983 millones. Santiago Aparicio, director de Apropiación del Mintic, afirma que “no es tan fácil coordinarnos todos”. De acuerdo con Aparicio, la cartera a la que pertenece es la encargada del despliegue tecnológico, que este nuevo cuatrienio está enfocado a reducir la pobreza. Entonces, es fundamental entablar diálogo entre ministerios, pues, por poner un ejemplo, “los que más saben de educación son el ministerio de Educación, los que más saben de plagas es Corpoica”. Mintic tiene la tecnología, pero, ¿quién tiene el resto del conocimiento?
Mintic, Mincultura y Colnodo, concuerdan en que efectivamente se han generado espacios de discusión con especialistas en el trabajo con comunidades indígenas. Mintic y Mincultura hacen parte del Consejo Nacional de Lenguas, en donde Mintic incluso coordina una de las comisiones. Además, han trabajado durante más de un año en la formulación de las políticas de comunicaciones indígenas. Colnodo, por su parte, ha participado del foro de Gobernanza de Internet, en donde se discute sobre diversidad y acceso para las poblaciones. El Consejo de Lenguas se reúne una vez al año. Sin embargo, según fuentes consultadas por El Espectador, no son muchos los resultados que se han hecho visibles. Un agravante es que los representantes ante los comités han cambiado con frecuencia, razón por la cual es difícil darles continuidad a los procesos. El ente encargado de coordinar proyectos y trabajar por la revitalización de las lenguas fue en su momento el Comité Nacional de Lenguas, en cabeza del Instituto Colombiano de Antropología (hoy, ICANH). En la actualidad, el consejo creado por la ley del 2010 lo rige directamente el Ministerio de Cultura. Por ahora, el director de Apropiación resalta que la plataforma es de código abierto y que se espera que evolucione. Colnodo, por su parte, afirma que “mientras más actores haya involucrados, mejor”.
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Desde la Dirección de Poblaciones del Ministerio de Cultura, consultada por El Espectador, se han dispuesto cartillas de carácter público como la del Programa de Incorporación del Enfoque Diferencial y la Acción sin Daño, que da orientaciones a funcionarios y otras personas que estén interesadas en desarrollar proyectos dirigidos a poblaciones indígenas. Ahora, cabe recordar que el espacio para el encuentro entre ministerios existe y es el Consejo Nacional de Lenguas, que se creó bajo la Ley 1381 de 2010. Según la norma, el principio de concertación es clave, es decir, se espera que la entidad que desarrolla los programas llegue a un acuerdo autónomo con las comunidades involucradas para la implementación de estrategias y proyectos.
La situación en la que se enmarca la plataforma, para la profesora Ardila, quien además es representante de la Universidad Nacional ante el Consejo de Lenguas, habla de una problemática más profunda. “Las lenguas se están dejando de hablar, porque las generaciones jóvenes prefieren el español”. La enseñanza de la lengua es clave y, por lo tanto, el tipo de iniciativas como En mi Idioma, necesarias. Pero, “para poder desarrollar esas tareas lo primero es haber estudiado las lenguas. Si no hay información sobre ellas, nada se puede hacer”, dice Ardila. En Colombia todavía faltan estudios básicos sobre muchas de las más de 60 lenguas que se hablan en el país. “Hay lenguas de las que no hay información”. Tener un panorama general sobre el estado de la diversidad lingüística en Colombia es vital para definir prioridades. “Lo que se haga tiene que hacerse ya o será muy tarde”.
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Para que los presupuestos y los esfuerzos no se subutilicen, los expertos están de acuerdo en que hay que tomar como ejemplo casos internacionales que muestran avances en revitalización lingüística, como México. “El caso de la revitalización del euskera en España es muestra de que es necesario el trabajo con un grupo de especialistas”, asegura Ardila. La situación colombiana es compleja por su diversidad de lenguas, de las cuales muchas tienen menos de 1.000 hablantes. La inquietud también es a quién le están, o estarían, llegando las iniciativas. Es decir, con las condiciones de infraestructura, conectividad y dispositivos del país, ¿el servicio realmente puede llegar a las comunidades indígenas? La idea es que sí. Según el Mintic, a la fecha se han entregado 135.973 computadores y 13.510 tabletas en municipios con población indígena, con una inversión de $198.000 millones. Para finales de 2014, la meta es conectar a la red troncal de fibra óptica a 151 municipios que también comprenden a este tipo de población. Con esto, según el ministerio, se estaría cubriendo el 85% de la conectividad para las comunidades. El porcentaje faltante (34 municipios) se incluyó en el Proyecto de Conectividad de Alta Velocidad. Sin embargo, personas que trabajan de cerca con las comunidades no lo ven tan claro, sobre todo porque difícilmente se puede sacar todo el provecho de herramientas digitales cuando las necesidades básicas no están satisfechas. La hermana Rubiela Marín, misionera laurita y vicaria provincial que ha trabajado de cerca con población indígena en Antioquia, afirma que “lo más importante son los servicios de agua potable, salud y educación. Es cierto que durante estos años eso se ha venido impulsando, pero todavía hay muchas comunidades que los carecen”. Ramiro Epiayuu Morales, fundador de la Asociación de Autoridades Tradicionales Wayuu Achijirawaa, afirma que con el uso de En mi Idioma “el status de los maestros ha cambiado”. Sin embargo, agrega que “hay un problema por resolver y es la conectividad. La zona rural es muy dispersa”.
Durante el evento de lanzamiento, Solmery Casseres, en representación de las comunidades palenqueras de San Basilio, también contó su experiencia con la herramienta. “(Los niños) hacen sus cuentos, los mitos, las leyendas. Y se emocionan, se interesan por la lectura, la lengua palenquera y las costumbres que se han ido perdiendo (…) Desafortunadamente no contamos con todas las herramientas necesarias, como equipos de trabajo”. Misael Domicó, gobernador mayor de las comunidades indígenas de Dabeiba, a pesar de ser líder embera, no tenía conocimiento de la plataforma. El Espectador intentó contactar a la representante embera chamí que participó en el desarrollo de En mi Idioma, pero no recibió respuesta. Domicó, sin embargo, afirma que proyectos semejantes “se requieren y se necesitan”. Cree que serían un complemento para “defender lo que hemos ido perdiendo: la cultura, la lengua y el territorio”. El panorama general es diciente de ruidos en la comunicación entre ministerios, instituciones e incluso con la población, que no es poca. Según cifras del Dane, en Colombia la población amerindia representa el 3,4% del total, es decir, son aproximadamente 1.378.884 personas. Tomado de: elespectador.com 17 ago. 2014
Unos ladrones entraron al banco gritándoles a todos: “Que nadie se mueva, el dinero no es de ustedes, su vida en cambio les pertenece”. Todos en el banco, en silencio y lentamente, se tiraron al piso. Esto se llama CONCEPTOS PARA CAMBIAR MENTALIDADES. ¡Cambia la manera convencional de pensar en el mundo! En eso, una mujer se acostó provocativamente en uno de los escritorios, pero el ladrón le gritó: “Por favor, compórtese, ¡se trata de un robo, no de una violación!”. Esto se llama SER PROFESIONAL. ¡Enfócate en lo que estás especializado en hacer! Mientras los ladrones escapaban, el ladrón más joven (con una especialidad MBA) le dijo al ladrón viejo (que apenas terminó la primaria): “Oye viejo, contemos cuánto es”. El ladrón viejo, evidentemente enojado, le replicó: “No seas estúpido, es mucho dinero para contarlo, esperemos a que en las noticias nos digan cuánto perdió el banco”. Esto se llama EXPERIENCIA. ¡Hoy en día la experiencia es más importante que un papel de una institución académica!
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En el idioma nuestro, esto se llama…
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Una vez que se fueron los ladrones, el gerente del banco le dijo al supervisor que llamara de inmediato a la policía. El supervisor le dijo: “Alto, alto; antes consideremos los 5 millones que nos faltan del desfalco del mes pasado y lo reportamos como si los ladrones también se los hubieran llevado”. Esto se llama NADAR CON LAS MAREAS. ¡Sacar ventaja de una situación desfavorable! Al día siguiente en las noticias de la televisión se reportó que se habían robado 100 millones del banco. Los ladrones solo pudieron contar 20 millones. Los ladrones, muy enojados, reflexionaron: “Arriesgamos nuestras vidas por miserables 20 millones, mientras el gerente del banco se robó 80 millones en un parpadeo. Por lo visto conviene más estudiar y conocer el sistema que ser un vulgar ladrón”. Esto se llama EL CONOCIMIENTO ES TAN VALIOSO COMO EL ORO. El gerente del banco, feliz y sonriente, se sintió satisfecho ya que sus pérdidas en el mercado cambiario fueron cubiertas por el robo. Esto se llama APROVECHAR LAS OPRTUNIDADES. ¡Atreverse a tomar riesgos!
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Conclusión: DALE UN ARMA A UN HOMBRE Y PODRÁ ROBAR UN BANCO. DALE UN BANCO A UN HOMBRE Y PODRÁ ROBARLE A TODO EL MUNDO.
Magazín SPN Nro. 10: La magia de las palabras Después de ‘Ábrete Sésamo’ vino ‘Hágase la luz’. Hasta que apareció ‘¡Cuidado!’. ¿Y dónde quedó ‘Abracadabra’?.
El poder de la palabra Doria Constanza Lizcano
L
as palabras se someten a cada instante al filtro de nuestros pensamientos. Pensamos, identificamos e intuimos y buscamos racionalmente darle forma a nuestras ideas a través de la palabra.
Lo primero que hacemos frente a la realidad desconocida es nombrarla, bautizarla; lo que ignoramos no lo podemos nombrar. Aun así parafraseamos y asignamos palabras a lo nuevo y desconocido. Códigos y jergas se inmiscuyen en nuestro lenguaje. Todo aprendizaje comienza como enseñanza de los verdaderos nombres de las cosas –o así lo hemos creído– y termina con la revelación de la palabra, piedra angular donde se soporta todo el saber, y desnuda nuestra ignorancia. Aun el silencio dice algo, pues trae consigo signos que revelan y expresan. Es de esta forma que nos damos cuenta que no podemos huir del lenguaje; siempre comunicamos, incluso en estados de inconciencia estamos atrapados por el poder del lenguaje. Por el poder de las palabras que son la cristalización de los pensamientos.
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Se habla permanentemente de todo tipo de poderes: del poder de la política, de la tecnología, del armamento militar de tal o cual país. Incluso, se habla del poder de la prensa, a la que el estadista inglés Edmund Burke definió, justamente, como el “cuarto poder”, detrás de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de las democracias occidentales. Y todavía se pude hablar de más poderes: el poder de la espiritualidad, el poder de la imaginación humana –que no tiene límites– y hasta del poder de la naturaleza. Sin embargo, hay un poder que sobrepasa a todos estos: el poder de la palabra. Todas las acciones humanas, desde la articulación del pensamiento, su cultura, sus quehaceres diarios, etc., están entrelazados y sustentados en solo 28 signos que representan un alfabeto que, a su vez, es capaz de representar en sonidos, absolutamente, toda la realidad humana, todo lo que le rodea, todo lo que lo hace ser un ser pensante; el único ser que se da cuenta de que se da cuenta.
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Las palabras para el hombre oral eran poderosas, estas podían herir como flecha o lanza; se pensaba en ellas como eventos, como en algo verídico que sucedía; se creía en dicho poder, simplemente porque las palabras venían de hombres libres e impredecibles y tenían impreso ese potencial impredecible. Para muchos después de Gutemberg las palabras reposaban pasivamente sobre hojas y páginas, esperando a que alguien les diera vida y realidad. Ese código compartido por cada humanidad lingüística es la que posibilita la comunicación. Las palabras no viven fuera de nosotros, nosotros somos su mundo y ellas el nuestro.
Palabras y cultura La conducta del hombre al hablar responde a ciertas necesidades de las apetencias humanas. Es así que la palabra soporta al ser humano en cuatro parámetros fundamentales: contribuye a que se conozca a sí mismo, a que encuentre placer, a que investigue su entorno y a que pueda comunicarse con los demás.
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Otros enfatizan en el papel preponderante de la palabra como trasmisor de cultura. Asignan al curso de las culturas y civilizaciones la influencia del habla como llave que abre la puerta a todo nuestro legado. La misma condición humana ha condicionado a través de las palabras la manera como los hombres se relacionan entre sí. Y aunque para muchos las palabras sean solo eso: palabras, la manera como se ordenan y se dicen también marca y determina la diferencia. Se atañe el poder de la palabra, no al código en sí, sino al sentido, la carga y todos los aderezos que la acompañan al ser articuladas. Independientemente de que sea justo o no, se nos juzga por la forma en que hablamos. “Saber hablar” se convierte en un recurso estratégico correlacionado con la riqueza, el prestigio, el poder y el conocimiento. Sin la palabra no seríamos nada. Parece obvio, pero con el desarrollo del lenguaje, allá en los tiempos que separan a la historia del más remoto pasado, los seres humanos descubrieron el verdadero poder, el que nos ha hecho la especie más poderosa –y más peligrosa– de este frágil planeta que compartimos con cierta irresponsabilidad. Es tan poderosa la palabra que en algunas culturas orientales y del Medio Oriente se decía que ella había sido entregada a los hombres por los dioses, y que era potestad de ellos. Los sumerios aseguraban que el Dios Marduk, el más importante del panteón antiguo en la Mesopotamia, se había compadecido con esos seres que había inventado y que no podían comunicarse. Entonces les entregó la palabra, les enseñó a hablar…
En El génesis, por ejemplo, tras la expulsión de Adán y de Eva del paraíso, Dios les quitó a los animales la capacidad que tenían para comunicarse con los hombres. Porque hasta antes del pecado todas las especies podían comunicarse. Sin olvidar que en castigo por querer construir una torre que alcanzara los cielos, Dios castigó al hombre con la confusión de las lenguas. Y desde entonces intentamos comunicarnos a través de una maraña de signos y símbolos que nos hacen, otra vez lo obvio, seres humanos. ¡Quién no ha quedado fascinado y sorprendido con los gracejos de los culebreros paisas!, que confunden con ese manejo tan fascinante y castizo de la palabra, que nos obliga a comprar, como si fueran las mejores gangas, aquellas baratijas innecesarias y aquellas chucherías de bolsillo que se deshacen al primer momento. La palabra lo es todo: es como un túnel o una máquina del tiempo, que nos permite reconstruir, con la minuciosidad del relojero y con la paciencia del artista, el pasado, el presente y el futuro.
El maltrato a la palabra
Siendo conscientes del daño que puede causar pronunciar una sola de ellas, acudimos a estas de manera instintiva como seres humanos, para construir o destruir. Pero lejos de esta afirmación maniquea, este poder ostentado por siglos encarnado en hombres y mujeres que han hecho historia por el rumbo que causaron sus palabras y actos no resulta en vano. Algunos han preferido trascender en el mundo por la elocuencia, otros por la integridad en su uso, o en su exagerada pulcritud al usarla. También por traspasar los límites que la misma permite, haciendo un uso indiscriminado de este don. Y aunque se exhiba como un trofeo, ¿quiénes ostentan el título de tratar peor su propia lengua? Esto más que ser un escarnio, es una realidad inevitable. Es indiscutible que la infinidad de recursos, estrategias y posibilidades que ofrece el uso de la palabra exceden en demasía cualquier otra forma de expresión. Y lo que para unos es una simple “representación gráfica de los sonidos”, para otros sigue siendo el más importante elemento de comunicación. Las palabras tienen primacía sobre otras formas de comunicación; las palabras escritas parecen marcas superficiales sobre el papel en espera del sentido y realidad que adquieren cuando se verbalizan.
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Sin duda alguna a diario atropellamos y somos atropellados por las palabras; esas mismas que vienen de hombres libres e impredecibles, y que se presentan ante nosotros como realidad y verdad. Y aunque ya no se dé ni la mitad del crédito del que gozaba antes, estas nunca pueden pasar inadvertidas. No dejarán de hacerlo aunque por años nos sigamos preguntando ¿Por qué seguimos utilizando mal la palabra?
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Será por ello que frente a su importancia, la palabra sigue siendo impotentemente maltratada. Sigue siendo esta hermosa herramienta propia de los seres humanos con la que razonamos, trascendemos, sentimos y destruimos. Esta que nos ha sido dada como una extensión más de nosotros mismos, la cual nos permite comunicarnos y en muchas circunstancias utilizarla. Palabra, pensamiento y acción, aspectos íntimamente ligados a nuestro ser. Pero ante todo, palabra. Disponible en: http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/poder_palabra.htm
El poder de las palabras y su impacto en el cerebro
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José Saramago, el fallecido premio Nobel de literatura, dijo en un discurso en el 2004 que las palabras no son ni inocentes ni impunes. “Hay que decirlas y pensarlas en forma consciente”, puntualizó. Así como este escritor aplicaba esa interpretación a la literatura y a la vida cotidiana, varios científicos y publicaciones han abordado el punto: el poder de las palabras y su impacto en el cerebro y, además, en la salud y el bienestar. El pasado 14 de junio, en Estados Unidos, Mark Waldman y Andrew Newberg, psiquiatras y profesores de las universidades de California y Thomas Jefferson, lanzaron el libro Las palabras pueden cambiar tu cerebro, una reflexión sobre las cargas de las palabras negativas y positivas. Una reseña del diario La Tercera, de Chile, explica la propuesta: cuando se escucha la palabra ‘no’ al comienzo de un diálogo, el cerebro empieza a liberar cortisol, la hormona del estrés y la que nos pone en alerta. Y cuando escuchamos un ‘sí’, se activa una liberación de dopamina, la hormona de la recompensa y el bienestar. Leonardo Palacios, neurólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario, asegura que toda expresión hablada, sea positiva o negativa, produce una descarga emocional desde el cerebro. Una palabra negativa o insultante activa la amígdala, estructura del cerebro vinculada a las alertas, y genera una sensación de malestar, ansiedad o ira. Y es ahí cuando la persona ‒explica Palacios‒ tiene dos posibilidades: responder de una manera similar (incluso con una agresión física) o actuar con indiferencia, acudiendo a la razón. Las palabras positivas o estimulantes son asimiladas por el hemisferio derecho del cerebro, que es el de las emociones. Por lo tanto, van a generar placer, sorpresa y alegría. Sin embargo, aclara Palacios, todo depende del tono, el volumen y el contexto. “Hasta la ofensa más horrible puede ser asimilada coloquialmente si se dice en tono suave”.
Ariel Alarcón Prada, psicoanalista y director del programa para la reducción del estrés de la Clínica de Marly, afirma que, antes que analizar las palabras hay que revisar los procesos mentales y emocionales que las producen, pues aquellas son una consecuencia final. La persona siente una emoción, la procesa internamente y luego escoge una palabra para denominar una emoción, y la comunica. Y ese proceso ‒afirma Alarcón‒ es inconsciente. Por eso, según él, pretender cambiar el lenguaje, “como si fuéramos grabadoras o loras, no funciona”. Y agrega que lo realmente importante es analizar el estado emocional de las personas y el porqué de la amargura o agresividad que las lleva a usar malas palabras. Es decir, tienen que buscar una reparación emocional para que puedan comunicarse mejor. Publicación: eltiempo.com Fecha: 3 de noviembre de 2012 Autor: REDACCIÓN VIDA DE HOY.
El poder de la palabra Gabriel García Márquez
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global. La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia
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A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!». El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
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cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo […].
Fragmento de “Botella al mar para el dios de las palabras”, discurso ante el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, abril de 1997.
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Magazín SPN Nro. 11: Los juegos de lenguaje En el anterior Magazín SPN decía la profesora Lizcano que “¡Quién no ha quedado fascinado y sorprendido con los gracejos de los culebreros paisas!, que confunden con ese manejo tan fascinante y castizo de la palabra, que nos obliga a comprar, como si fueran las mejores gangas, aquellas baratijas innecesarias y aquellas chucherías de bolsillo que se deshacen al primer momento”. El homo ludens es así. Por eso inventó la poesía.
Rafael Fauquié
E
l límite físico de todo ser humano es su cuerpo; pero, como una especie de lindero final o de tensamiento máximo, ese límite se extiende hasta donde lleguen sus palabras, trasciende hasta los lugares que ellas ocupan y hasta los momentos en que puedan escucharse sus ecos. Borges dijo que los seres humanos éramos, esencialmente, signos. Los seres de palabras seríamos, entonces, signos reflejados sobre otros signos; y la escritura que nos expresa sería una exacerbación de nuestra individualidad. Y hay algo de paradójico en el hecho de que la escritura, signo de otro signo, realidad irreal, afirme y extienda nuestra presencia; que cobremos una mayor dimensión o un más nítido sentido gracias a la irrealidad de las palabras que enunciamos. Hay también algo de peculiar en el hecho de que la realidad pueda hacerse menos áspera o más soportable por medio de esas voces que escribimos. Este último fenómeno, sobre todo, es algo que cualquier ser de palabras conoce muy bien: a la realidad excesiva y contundente, obesa y torpe, puede siempre oponérsele la lige-
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El juego de la palabra
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reza, la alada irrealidad de las voces. “El peligro para la vida es de asfixiarse bajo el peso de la existencia”, dijo alguna vez María Zambrano. Para no ser asfixiados por la existencia, para sobrevivirla, los seres de palabras nos entregamos a nuestro juego. Hacerlo es una respuesta y un conjuro en contra de la incesante intromisión de lo real en nuestras vidas.
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Irrealidad de la escritura e irrealidad de las razones que conducen hacia ella; importancia de lo irreal que no deja de albergar un peligro para los seres de palabras: clausurarnos en medio de nuestros espejismos, aislarnos excesivamente al interior de nuestro mundo de deseos y propósitos y sueños. Lo que nos consolida en nuestras voces, lo que nos centra en nuestras creencias y fantasías y memorias puede, igualmente, colocarnos peligrosamente al margen de todo lo que nos es exterior. El conjuro de la incomunicación solo podrá llegar junto a nuestra curiosidad y junto a la capacidad de convertir nuestro juego de palabras en un acto ético que nos humanice, que muestre nuestra humanidad, que nos comunique desde ella. Ética de la escritura que es, de alguna manera, una justificación de la escritura a través de la dignidad de lo poético. Octavio Paz, en el último capítulo de su libro La otra voz, otorga al término “poético” un rango casi cósmico; todo lo armonioso y pleno, todo lo que dentro del universo humano alcance un sentido de equilibrio, de armonía y plenitud es definido de “poético”. Según Paz podría hablarse de poesía en relación a comportamientos y comunicación humanas, en medio de realidades políticas y de espacios culturales. Todo cuanto dentro del cosmos de los hombres logre expresar solidaridad o fraternidad posee, según Paz, rasgos poéticos. Por su parte, Edgar Morin, en su libro Amour, poésie et sagesse, coloca el calificativo de poético sobre las cosas más estrechamente relacionadas con la individualidad. Maravilla, ilusión, sueño, esperanza, sensibilidad, sorpresa, creación son consideradas por Morin como actitudes “poéticas”. Morin concluye que la poesía nace, esencialmente, en la pulsión de algunos seres de palabras por nombrar, en total libertad, sus más genuinas visiones, sus comprensiones más legítimas, sus descubrimientos más auténticos. Existe poesía, dice Morin, en el acto de un individuo que decide nombrar lo más verídico y pleno que haya en él. Sin embargo, en un determinado momento, aclara: “El individualismo posee una cara luminosa, clara: son las libertades, las autonomías, la responsabilidad. Pero también posee una cara sombría (…) la soledad, la angustia”. Así, pues, la individualidad posee dos rostros posibles: uno, que sugiere autonomía y otro que expresa aislamiento; uno que alude a libertad, otro a clausura; uno que señala creatividad, otro que solo dice silencio; uno fundacional y adánico y espermático, otro epigonal y decadente y agónico. Para Morin, lo poético sería, pues, el impulso creador capaz de trascender los estrechos límites de una individualidad clausurada hasta alcanzar una válida comunicación con lo colectivo y lo plural. Poética sería la proyección de un yo irradiándose hacia el afuera en medio de la belleza o la intensidad o la corroboración o la exactitud.
Entre todas las posibilidades que ofrece la escritura, hay dos que, rotundamente, se oponen: una, la que sugiere al ser de palabras la posibilidad de escribir para esquivar la vida, para inventar otra vida muy distante a la que enfrenta cotidianamente; otra, la que le ofrece la oportunidad de aprovechar mejor las experiencias vividas. Esta segunda opción no cesa de sugerir para cualquier escritor y para cualquier lector, que la vida pueda ser entendida como un camino y como un escenario. Pero tanto para la primera como para la segunda opción, existe el mismo riesgo de clausura o lejanía o inhumanidad para el ser de palabras arrastrado por una voluntad de distanciarse de casi todo. Y como dije antes: nadie puede alejarse demasiado de los afueras que lo rodean. En algún momento, siempre será necesario el acercamiento, el compromiso con eso a lo que el yo está obligado a enfrentar. Como una forma de conjuro ante el solipsismo en que ella podría convertirse, la escritura precisa hacerse diálogo, vocablo de comunes comprensiones. El ser de palabras necesita enfrentar las limitaciones o deformaciones de su individualismo naturalmente egoísta a través de una escritura concebida como encuentro, construcción compartida, diálogo de humanizaciones. Fragmento de: FAUQUIÉ, Rafael. El juego de la palabra. Caracas, Monte Ávila.
Víctor Villa Mejía Cita 1: “Eso podría haber provocado entre los malquerientes del exdirector Rodrigo Fernández un enorme malestar…”. Ospina, Luis Fernando. “De buena fuente”. El Colombiano. Medellín, 5 de febrero de 2012, p. 2a. Cita 2: “Por docenas han muerto. A algunos les ayudamos a mal morir […] Don Rufo, dueño del único café, malduerme contra el mostrador […] ‘El Gitano’ me nombran, por mal mentao”. Mejía Vallejo, Manuel. “Palo Caído”, en Cuentos de zona tórrida. Bogotá, Procultura, 1986, pp. 13-20.
Cuando el adjetivo mal determina a un verbo o a un sustantivo pierde su carácter adjetival y se convierte inmediatamente en sustantivo o en algunos casos en verbo (como en malgastar, maldecir o malversar). Al dejar de ser adjetivo pierde también la posibilidad de escribirse separado y de pluralizarse. En la cita de Ospina no se hubiera podido escribir ‘el mal queriente’ ni ‘el mal estar’ y menos ‘los malos querientes’ ni ‘los malos estares’.
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El adjetivo mal-
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Los diccionarios están llenos de términos formados con el adjetivo mal. Uno de ellos es ‘malentendido’ (adjetivo + participio), con el significado de equívoco y mala interpretación. Los diccionarios no dan los plurales de los nombres o sustantivos; si lo hicieran, habría aparecido ‘malentendidos’: equívocos, malas interpretaciones (el malentendido, como se sabe, es imputable al receptor a diferencia del sobrentendido que lo es al emisor). Otros términos que dan los diccionarios es el chilenismo ‘malura’, malestar, y el colombianismo ‘maluquera’, indisposición (con su campo semántico ‘maluco’, que no se halla bien de salud y ‘maluquearse’, indisponerse o desmayarse por debilidad); luego vienen sustantivos plenos no menos interesantes, como maloso, maleante, malandro, malevo y malechor.
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El cuento “Palo Caído” de Manuel Mejía Vallejo sorprende por el uso prolijo del término mal, con casi todas la funciones sintácticas. El efecto de sentido de “mal morir” no surge del adjetivo mal, sino de su antónimo ‘buen morir’, lo usual en el idioma; el sentido de “malduerme” es la conversión del adjetivo en verbo, para remplazar al adverbio ‘duerme incómodamente’, no muy poético; y el sentido de “mal mentao” puede ser una ampliación de los adjetivos ‘odiado’ e ‘indeseado’, injustamente asignados a los gitanos. Algunas canciones populares incorporan la construcción mal + verbo, mal + participio y mal + sustantivo. De las dos primeras da cuenta Javier Solís, en El malquerido: “Pobre de mí, porque al quererla, me malquería / Soy malquerido, por la mujer, que yo más quiero / Y esa mujer vive conmigo, queriendo a otro […] Soy malquerido, pero dejarla, por Dios no puedo / Ay qué agonía, pobre de mí, ser malquerido”. La tercera se escucha en la canción igualmente mexicana Consejos de una madre: “En las cantinas se da lo peor del mundo / Decía una pobre madre a su hijo malviviente / Aunque rodeado te encuentres de placeres / El vino y las mujeres, serán para perderte”. A mí me suenan innovadores los sustantivos ‘malqueriente’, ‘malviviente’ y ‘malpensante’, derivaciones de mal + verbo + -nte: queriente, viviente y pensante, derivados de los infinitivos querer, vivir y pensar, respectivamente. La revista El Malpensante es una de las pocas en Colombia donde se puede encontrar, nítida, la esencia de lo que la psicología cognitiva llama pensamiento divergente = pensar diferente. Tomado del blogspot La chimenea informativa.
Pentavocálicas José Fernando Blanco La famosa escritora española Lucía Echevarría [Etxebarría], ganadora del Premio Planeta, dijo en una entrevista, que “murciélago” era la única palabra en el idioma español-castellano que contenía las cinco vocales. Un lector, José Fernando Blanco Sánchez, envió la siguiente carta al periódico ABC, para ampliar su conocimiento. “Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que murciélago es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales. Mi estimada señora, piense un poco y controle su euforia. Un “arquitecto” escuálido, llamado Aurelio o Eulalio, dice que lo más auténtico” es tener un abuelito que lleve un traje reticulado y siga el “arquetipo” de aquel viejo reumático y repudiado, que consiguiera en su tiempo ser “esquilado” por un comunicante, que cometió adulterio con una encubridora cerca del “estanquillo”, sin usar estimulador.
Y repita conmigo, como diría Cantinflas: ¡Lo que es la falta de ignorancia!”.
Falsas pentavocálicas: arquitecto, arquetipo, esquilado, estanquillo, jerárquico y milonguera.
Los falsos amigos Víctor Villa Mejía En lingüística, un falso amigo es una palabra de otro idioma que se parece, en la escritura o en la pronunciación, a una palabra en la lengua materna del hablante, pero que tiene un significado diferente. La anterior definición la da Wikipedia. El verdadero falso amigo es aquel término parecido, pero con diferente significado. Del italiano se pueden mencionar tres: ‘guardare’, ‘burro’ y ‘antipasto’; guardare es mirar; burro (pronunciado buro, género masculino) es mantequilla, de ahí las pastas al bur-ro (pastas enmantequilladas); y antipasto, donde ‘anti’ no es contra sino antes y ‘pasto’ no es grama sino comida (por eso antipasto es entrada o, a
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Señora escritora, si el peliagudo enunciado de la ecuación la deja irresoluta, olvide su menstruación y piense de modo “jerárquico”. No se atragante con esta perturbación, que no va con su “milonguera” y meticulosa educación.
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veces, abrebocas). Del inglés son comunes exit, que significa ‘salida’ y no éxito; actual, que significa ‘real’ y no actual; army, que significa ‘ejército’ y no armada; y literacy, que significa ‘alfabetización’ y no literaturidad. El médico y filólogo Federico Díaz (Del idioma, Universidad de Antioquia, 2009, pp. 188-190) trae el falso amigo appreciable, usado equívocamente como apreciable, cuando lo que traduce es considerable, largo, mucho.
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Agrega Wikipedia que “muchos falsos amigos se deben a una etimología común que ha derivado en significados distintos en cada lengua; todos los idiomas son víctimas de los falsos amigos; normalmente los falsos amigos son cognados y excepcionalmente pueden ser falsos cognados”. En lingüística histórica se llaman cognados a aquellos términos con un mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética. La ilustración de Wikipedia es suficiente: noche (español), night (inglés), nuit (francés), Nacht (alemán), nat (danés), noc (checo y polaco), noch (ruso), noć (serbio), nox (latín), nakti- (sánscrito), natë (albanés), nos (galés), nueche (asturiano), nueit (aragonés), noite (gallego y portugués), notte (italiano), nit (catalán), noapte (rumano), nótt (islandés), nyjta (griego) y naktis (lituano). La similitud fonética evidente se debe a que todos esos términos provienen del protoeuropeo nikt, ‘noche’. Pero también hay falsos cognados. Un falso cognado es una palabra que, debido a similitudes fortuitas de apariencia y significado, parece guardar parentesco con otra palabra de un idioma diferente, pero que en realidad no comparte su mismo origen etimológico (no son verdaderos cognados). Este es el caso de ‘Teología’ (del griego theos, dios, y logos, estudio) y ‘Teotihuacán’ (en nahuatl, templo de adoración al dios de los mexicas: Quetzalcóatl). Los dos ‘teos’ no guardan relación alguna. Son falsos cognados. Tomado del blogspot La chimenea informativa.
Magazín SPN Nro. 12: Diccionario de vicios (1) Universo Centro inició una sección llamada Diccionario de Vicios. En la presentación (nro. 55, mayo 2014) se lee: “Hace años, algunos intelectuales italianos intentaron construir un diccionario de virtudes con las conferencias de artistas, filósofos y escritores invitados a alentar un atributo humano. En Universo Centro hemos decidido comenzar un Diccionario de vicios con los aportes de nuestros amigos y de quienes quieran exhibir sus flaquezas, resabios o perversiones. Será un trabajo en permanente construcción”. Gentilmente fueron cedidos a Magazín SPN y están disponibles en www.universocentro.com.
Eduardo Escobar
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o soy un adorador de los vicios como los poetas fundadores de la modernidad, a la manera de Baudelaire, por ejemplo. Creo por el contrario que todos los vicios resultan cargantes a la postre. El opio, la gula, la pereza, la marihuana y el alcohol, lo mismo que los de la carne, tan socorridos que ya no cabemos, fueron cantados muchas veces por poetas amargos y cínicos para hacerse perdonar sus debilidades y fingirse más inteligentes que los demás, o parecer más interesantes por sus negros adornos. Pero la historia está llena de tristes ejemplos de viciosos arruinados en aras de algún dios torcido. Los vicios no son más que unas adherencias más o menos viscosas que se nos van entreverando entre los hábitos comunes hasta que se nos quedan pegadas contra nuestra voluntad muchas veces. Parásitas de la conciencia. Huéspedes abusivos que en ocasiones acaban por consumir la casa de la carne donde fueron recibidos con alegría. Y al fin matan el alma también por consunción.
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Un vicio complejo
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Todo vicio se sufre a la larga. Al principio los vicios nos halagan, nos dan la ilusión del lujo de una soberanía nueva, de un hallazgo. Nos ilusionan. Pero después nos humillan. Y es cuando llega la fecha de decidir que no lucharemos más por vencerlos. Y que viviremos con ellos como con una familia de díscolos. Pues nos han ganado la partida con cartas marcadas. Yo no sé si existe una santidad del vicio. Algunos han creído que se puede llegar a donde estamos destinados por el dios interior, a través de caminos perdidos y sombríos. A mí los vicios por fortuna acabaron por cansarme. No tuve, no tengo, madera de vicioso. Ni para eso serví. Pero aún convivo con algunos vicios menores que no voy a nombrar por respeto con ellos y conmigo. El más persistente, y compenetrante, el mayúsculo, del cual no he conseguido liberarme, y que a veces se me parece a una perversión a pesar del prestigio universal que tiene, lo aprendí temprano en la vida. Es el maldito vicio de leer. Que se prolongó en el otro vicio mío predominante: el de escribir, lo que los médicos llaman la grafomanía.
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La obsesión por los libros es el único vicio que no he podido desarraigar, con el cigarrillo, que lo complementa, pues mientras leo y leo y leo libros y libros y revistas y periódicos viejos y nuevos, fumo sin parar, como un condenado, como una fábrica abstraída en el cuento del otro. Está tan arraigado en mí el vicio de leer, que leo, todos los días, bajo la ducha, como otros van a misa, la etiqueta del frasco de champú. La lista de los ingredientes que lo componen, la dirección del laboratorio que lo fabrica, el teléfono del servicio al cliente. Si hasta me engolosina el código de barras y trato de encontrar la música lógica de los alargados neumas y el sentido último y quizás divinamente platónico de la serie de los números enigmáticos, azarosos, que se repiten sin orden ni concierto bajo el código de barras. Mi padre solía preguntarme ya en la infancia: “Y vos ¿te vas a pasar la vida detrás de un libro?”. Yo respondía con un gruñido porque lo que más me embejuca es que me dirijan la palabra cuando estoy entregado a mi concupiscencia solitaria. Y sobre todo si la interrupción está llena de esa desesperanza y esa tristeza de los padres que es la peor de todas porque mezcla el fastidio que siente todo padre por su hijo, para balancear el fastidio que siente todo hijo por su padre. Pero… por este camino acabaremos donde el doctor Freud y en su famoso complejo de Edipo, fruto nada más, además, de su adicción a la cocaína, cuando todavía la cocaína no era vicio de tanguistas y baladistas y toreros […]. El último vicio persistente en mí, el indestronable, es el vicio de leer, entonces. Leo libros y libros como otros los acumulan para fotografiarse con su biblioteca y descrestar a las visitas. A mí lo que me gusta es leerlos, desde los pormenores legales de la portadilla hasta el colofón. Y en el leerlos debo incluir el subrayarlos. Es mi manera de poseer los libros, de tomar mi venganza con ellos, cruzarlos de rayas, rayitas y rayones y notas al margen y piques de mi invención según los asombros que prodigan. Además así se hacen imprestables. Pues un lector de la clase de los escoliastas, como yo, sabe que dejarle sus subrayados a un vecino póstumamente, inesperadamente interesado en
enriquecer el intelecto, es como exponer en paños menores el alma y los sueños más secretos en la mano o como mostrar una radiografía de los entresijos en el documento de identidad. Al contrario de Baudelaire, que alabó el envilecimiento (Carrasquilla elogió la pereza), yo no le encuentro ventajas a mi vicio fuera del aislamiento que me proporciona. Borges se enorgullecía de los libros que había leído más que de los que escribió. A mí en cambio el vicio no me envanece. Leo porque no tengo remedio. Por compulsión. Y porque lo demás en este mundo me parece superfluo frente al placer de sentarme a bracear en el oleaje oceánico de la tinta de imprenta en que se convirtió el habla humana con el descubrimiento bendito de la prensa […]. En cierto sentido la tinta de imprenta tiene el poder de sumergirnos en el otro que se nos articula en juegos de espejos enfrentados. Pero los libros a veces conducen al vértigo más allá del reconocimiento con un prójimo. Yo tuve que expulsar los míos de mi dormitorio el día que en el umbral por donde accedemos al ensueño me asaltó el terror de imaginar cuántas palabras me rodeaban, iguales y distintas, cuántas comas, cuántos signos de interrogación, cuántas voces virtuales cerradas en fila en la pared, en diversos niveles del ser, cada uno con su propia discusión; y vi el desfile de los espectros de esos autores convertidos ya en puñados de polvo, en sombras en el gran desfile de los nombres que alguna vez fueron llamados en este mundo.
León de Greiff, un lector insaciable, al final de su vida, después de leer todo lo que debía leer un hombre de su tiempo, se dedicó a consumir las novelitas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía a la venta entonces en las farmacias de esquina. La vida había dejado de interesarle. Pero seguía vivo para la concupiscencia de leer. Una periodista le preguntó una vez si con esa lectura no se sentía perdiendo el tiempo. Y el gran poeta, hosco como era, le respondió: “No se preocupe por eso, señorita. Mi tiempo es mío”. Y le tiró la puerta en las narices. Fragmentos de: ESCOBAR, Eduardo. “Un vicio complejo”. Universo Centro. No. 56, junio 2014.
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Todo vicioso de los libros al fin se da cuenta de que todos están diciendo lo mismo, desde el venerable Mahabarata y el alegre Ramayana o la Biblia con su conciencia paranoica de Dios. Pero uno sigue leyendo. No porque la lectura sea placentera, porque hay libros aburridos y angustiantes, y aun los más jubilosos y expresivos de la buena salud, como el de Whitman, rezuman lo trágico de la vida tanto como Pascal. No creo que la lectura nos haga mejores ni sabios. Siempre hubo montones de pequeños hijosdeputa que leyeron montones de textos esenciales que solo los empeoraron. Y hay tomos y tomos de crónicas de guerras justificadas en algún libro como la Biblia, el Corán, El capital. Tampoco creo ya que exista, como fue mi esperanza cuando empecé a leer, el libro que explique el porqué de las cosas y el para qué y en qué clase de tiempo sucede lo que sucede; no el cómo, que es la migaja que nos dan los libros de la ciencia ahora, donde todo para invariablemente en el cuento negro del agujero negro del corazón de la galaxia.
El lector de nariz roja Jaime Alberto Vélez El lema publicitario de “envíciate a la lectura”, utilizado desde hace algún tiempo para promocionar el libro, no resulta tan inocente como pudiera parecer a simple vista. Esta campaña supone que el vicio posee un carácter positivo o deseable, de modo que así como alguien se habitúa la droga, también podría enviciarse a la lectura. Lo que se sugiere en el fondo, por lo menos, es que se trata de experiencias análogas. Antes que suscitar una posible regeneración, el lema rinde tributo a las sustancias que producen dependencia, asimilada a esa droga lícita llamada libro. Para un enfermo, la lectura representaría un mero cambio de vicio, mientras enviciarse a la lectura, para el ano, se convertiría en el primer paso en el camino tortuoso de la drogadicción.
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Un vicioso de la lectura, si se aceptara la inocencia y la validez del lema, no puede considerarse un lector normal, ni, mucho menos, ejemplar. La invitación figurada o metafórica al vicio supone también, por simple lógica, el extravío, el abandono, la perdición, el desenfreno y la disolución por medio de ese fármaco al que fustigó Platón (Rep. X, 595), en no menor medida que las Sagradas Escrituras, o Séneca, por ejemplo. Este lema publicitario da por supuesto, torcidamente, que la lectura no resulta recomendable por sí misma. En efecto, un vicio no se apoya en la calidad intrínseca del producto, sino en una necesidad impostergable que padece el vicioso. Así que, mientras existan adictos a la lectura, las ventas de la industria editorial estarán garantizadas, para felicidad de estos ávidos fenicios que suelen posar de atenienses. El lema en cuestión opera como afrenta a la literatura misma, al menos a aquella que se funda en el respeto por el alcance de las palabras. Este puritanismo al revés no obedece a una actitud abierta y tolerante, sino a una torpe justificación de los medios por el fin perseguido. Ahora bien, así como las campañas encaminadas a suprimir un mal hábito pueden provocar un efecto contrario, la publicidad al vicio de la lectura, en este caso, podría degenerar en un exceso de virtud que llevara a los actuales lectores a abandonar su enfermedad. A propósito: ¿no se originará en la salud mental de los colombianos la baja adicción a los libros? Puesto que los libros ilícitos son drogas que envenenan el cuerpo social”, según Robert Lepape, las ferias del libro podrían promocionarse como un suicidio colectivo. Para los aficionados a la muerte lenta, quedaría la habitual dosis personal de lectura viciosa, ese placebo que sustituiría la acción por la contemplación pasiva, en detrimento de la voluntad. No cabe duda: el problema de la sociedad actual consiste en un exceso de templanza y de sobriedad, especialmen-
te entre la gente allegada al libro. Los responsables de esta campaña, por ejemplo, se deberían meter algo en la cabeza (así fuera el folleto), aunque no se les puede desconocer el acierto de unir los contrarios. Como Suarez Lynch o como Bustos Domecq, el genial Borges Maradona escribió: “Envíciate a la lectura”. Quienes promueven cruzadas en favor de la dependencia no deberían ignorar la naturaleza del vicio. Malcolm Lowry, capaz de beber hasta la sobriedad, se habría sentido aquí reconocido y realizado, pero preferiría las convicciones privadas al beneplácito general. La razón obedece a que ninguno, según Poe, “sabe nada de alcohol, excepto los borrachos; y este secreto, por supuesto, no debe comunicarse a nadie”. La campaña en favor de la lectura supone, candorosamente, que el vicio requiere propedéutica o motivaciones argumentadas, como la moral o las buenas costumbres. Para este pensamiento pueril, Baudelaire leyó provechosamente a De Quincey. En este terreno, sin embargo, los grandes viciosos actúan como maestros de sí mismos, y se desconoce hasta ahora, en ese arte, la acusación de plagio. Lowry nada debe a Poe, pero la huella de ambos se manifiesta en todos: espíritu pendenciero, inexplicable buen humor o repentino silencio hostil, risas sin sentido, inclinación a la blasfemia y a la rijosidad, inmodestia y, con el tiempo, enrojecimiento permanente de la nariz.
Tomado de: Satura: ensayos. Medellín, Universidad de Antioquia, 2013, pp. 63-65.
El vicio de la lectura Edith Wharton […] La difusión del conocimiento clasificada habitualmente con entusiasmo y aprobación universal en la categoría de los progresos modernos, ha dado lugar incidentalmente a la producción de un nuevo vicio: el vicio de leer.
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Si al lector se le puede tildar de vicioso, así sea en sentido figurado, a los negociantes de libros, también con igual lógica, se les podría denominar gángsters. Esta campaña, que empieza como una aparente “despenalización de sustancias prohibidas”, puede conducir, de igual manera, al enriquecimiento ilícito, a la formación de bandas y al crecimiento de la ilegalidad. El auge desmedido del vicio augura, en cualquier época, la proximidad de la moral. Después de estas campañas masivas para enviciar a la población, vendrá como consecuencia el Santo Oficio y la Policía Literaria. Indicios de su presencia pueden presagiarse ya entre algunos funcionarios culturales. Montaigne, yerba, láudano y vino, escribió que el fervor obra portentos, sobre todo cuando sirve de apoyo a la ambición.
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Ningún vicio es más difícil de erradicar que el que se considera popularmente una virtud. Entre estos vicios destaca el vicio de la lectura. Se admite de modo general que leer basura es un vicio; pero la lectura per se ‒el hábito de leer‒, nuevo como es, ya está a la altura de virtudes tan acreditadas como el ahorro, la sobriedad, el levantarse temprano y el ejercicio regular. Hay, en verdad, algo peculiarmente agresivo en la actitud virtuosa del que lee por sentido del deber. Los que se han mantenido en los humildes caminos de la preceptiva lo veneran como a alguien que sigue un consejo imposible de cumplir. “Ojalá hubiese leído tanto como usted”, declara el novicio iletrado a este adepto de lo supererogatorio; y el lector, acostumbrado al incienso del aplauso acrítico, considera de forma natural que su ocupación es una hazaña intelectual notable. La lectura llevada a cabo deliberadamente ‒lo podríamos llamar la lectura volitva‒ no es lectura, al igual que la erudición no es cultura.
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La lectura verdadera es una acción refleja: el lector nato lee de forma tan inconsciente como respirar. Cuanto más meritoria se considera, más estéril se vuelve. ¿Qué es la lectura, en última instancia, sino un intercambio de ideas entre el escritor y el lector? Si el libro penetra en la mente del lector tal como ha salido de la del escritor ‒sin ninguna de las adiciones y modificaciones que inevitablemente produce el contacto con el nuevo cuerpo de pensamiento‒, se ha leído en vano. En estos casos la culpa, claro está, no es siempre del lector, hay libros que son siempre iguales ‒ incapaces de modificar o de ser modificados‒, pero éstos no cuentan como factores literarios. El valor de los libros es proporcional a lo que podemos llamar su plasticidad: su cualidad de ser todas las cosas para todos los hombres, de ser modelados diversamente por el impacto de formas nuevas de pensamiento. Cuando por una u otra razón, esta adaptabilidad recíproca está ausente, no puede haber ninguna relación real entre el libro y el lector […]. Fragmento tomado de la primera edición: 1903 ☺.
Magazín SPN Nro. 13: Diccionario de vicios (2) La reproducción de los textos del Diccionario de vicios de Universo Centro se hace por la calidad de la escritura. Luego de la fumofilia y de la onirofilia, seguramente vendrán otros vicios o adicciones: a los círculos, al celular, al exhibicionismo en fascebook, al Dim cuando gana. Podría pensarse, de manera perversa, que son más los viciosos que los virtuosos.
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Bocanadas de Bocagrande
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abía que el tinto y el cigarrillo se la iban muy bien porque cuando estaba en séptimo grado, antes segundo de bachillerato, un profesor de español, que no era muy bueno que digamos, se fumaba de dos a tres cigarrillos por clase, uno de ellos acompañado de un tinto. Mientras hablaba, el humo le salía por la nariz y por la boca y aquello me parecía mágico. Era un colegio privado, perteneciente a la comunidad de los salesianos, que quedaba (y aún queda) al frente de las bóvedas, en Cartagena, y desde cuyas ventanas se veía el mar. Estudiaba gente de Bocagrande, de Castillo Grande, de Manga, del Cabrero, en fin, era un colegio que albergaba a cierta clase media cartagenera, llena de prejuicios, para la cual la gente de bien era la que pertenecía a su mismo estrato social, sin importar que fueran unos políticos compra votos, brutos y corruptos. Así que tres años después, cuando empecé a fumar, lo hice teniendo en la mente la imagen de ese profesor, con el humo saliéndole por la nariz y por la boca, y tomando a sorbitos el tinto caliente. Para entonces estudiaba en un colegio oficial, ubicado en la avenida Pedro de Heredia, un colegio desde cuyos calados se veía la ciénaga de La Virgen, rodeada de casuchas miserables, barriadas en las que los
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Líderman Vásquez
políticos conseguían votos a cambio de unas cuantas láminas de Eternit, dinero en efectivo, botellas de ron Tres Esquinas (un ron que olía a alcohol Alelí y que los tomadores amansaban con agua de coco) o la promesa de que taparían los huecos de las calles, convertidos en verdaderos lodazales por efecto de las lluvias.
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A diferencia del otro colegio, éste era un nido de revolucionarios que se enfrentaban a la policía con piedras e improperios, y gritaban vivas a la Revolución Cubana y al Che Guevara, y decían que el proletariado tarde o temprano se tomaría el poder y volvería papilla a la burguesía. Era cuestión de tiempo. Muy pronto me hice trotskista y gritaba en los mítines baldones contra los políticos, contra la policía y contra la burguesía. En una de las muchas manifestaciones de ese año, motivada quizá por la visita de algún duro del gobierno norteamericano o por la detención de un sindicalista o el asesinato de algún estudiante, nos tomamos el Centro Amurallado, la Ciudad Vieja. Habíamos salido del Castillo de San Felipe, el mismo que por un tiempo apareció en los billetes de cinco pesos, hoy objetos de colección, y cuando íbamos por la glorieta donde estaba ubicada la India Catalina un compañero, José Hilario López, que tenía un puesto de ropa en Basurto, gritó: “Abajo Turbay y su maldita abuela”; y de las ventanillas de los buses que habían quedado en medio del gentío, salieron puños amenazantes y se escucharon voces Bocanadas de Bocagrande que respondieron: “Abajo”; y otras que gritaron: “Liceístas hijueputas”; y carcajadas, muchas carcajadas. Aprovechando la soledad de las tardes en la casa fumé mis primeros cigarrillos, no tan a escondidas, ya que podía pasearme de aquí para allá, incluso sentarme debajo de un frondoso matarratón que había al frente. De esa manera adquirí la confianza necesaria para que fumar fuera algo normal, lo que me permitió, en pocas semanas, hacerlo delante de mi hermana mayor, que también fumaba, y de su esposo que era una verdadera chimenea. Nadie dijo nada. Los domingos en la tarde llegaban mis amigos Álvaro Álvarez y Juan Noriega, cada uno con su paquete de cigarrillos, y mi madre, diligente y humilde, nos preparaba un tinto mientras hablábamos de Vargas Vila; y mientras Álvaro nos contaba de los besos furtivos con su prima, bella, con esa frescura de la adolescencia, y de la decepción que sufrió el día que entró al baño justo cuando la prima acababa de abandonarlo y sintió ese olor a mierda fresca que persiste, contumaz, después de una buena cagada. Tuvieron que pasar muchos años para que aceptáramos que las mujeres bonitas vacían sus intestinos, que el olor de la mierda humana es universal, que huele lo mismo si se es sueco o somalí, bella o fea, y que el acto amoroso es un intercambio de fluidos corporales en el que no sólo están presentes la saliva y las lágrimas de la mujer amada. Todos los sábados hacíamos reuniones, la mayoría de las veces en colegios o escuelas conseguidos para ese propósito durante la semana, diciendo cualquier mentira a
la familia encargada de la vigilancia. En esas reuniones procuraba tener un paquete de cigarrillo Marlboro, que eran los cigarrillos que fumaba mi hermana y con los cuales me inicié, aunque en muy poco tiempo también incursioné en el Pielroja sin filtro, imitando con ello a los compañeros y compañeras de la universidad, estudiantes de medicina, economía, derecho, enfermería, etc., entre las cuales se encontraba Judiht Pinedo, que llegó a ser alcaldesa de Cartagena. Se daban discusiones que hoy me parecen tontas, en las que se intentaba definir la naturaleza del movimiento estudiantil y su papel en la historia, si éramos unos simples catalizadores de las contradicciones sociales o si por el contrario éramos algo más y podíamos algún día tomarnos el poder. Nuestro grupo, a diferencia de los M.L. (Marxistas Leninistas) hacía énfasis en la formación teórica, teníamos una amplia bibliografía, aunque lo que me fascinaba era leer a Marx y un libro de Engles, el Anti-Dühring.
Algunos profesores nos ofrecían cigarrillos en los descansos. Todo tan natural, tan sencillo como pasarle a alguien la bolsa de papitas mientras se conversa de cualquier cosa. Aquella imagen del profesor botando humo por la nariz y por la boca se fue desvaneciendo con los meses y fue remplazada por la del mundo salvaje, montaraz, el mundo de los comerciales de Marlboro, o por la del pistolero del oeste que atraviesa una calle polvorienta con un cigarrillo en la comisura de los labios y un ojo medio cerrado por efecto del humo, atento al más mínimo movimiento. Con esta última estampa salía de mi casa, quince años recién cumplidos, el cabello húmedo, el cigarrillo precariamente sostenido en los labios y un ojo medio cerrado. Y podías fumar en los buses y nadie decía nada, en los descansos, entrando o saliendo del colegio. Después del almuerzo lo correcto era fumar un cigarrillo y saborear un tinto entre bocanada y bocanada. Fumar fue un descubrimiento maravilloso como besar, pajearse y leer a Marx. Tomado de: Universo Centro, No. 57, julio 2014.
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Mi entrada en el mundo del cigarrillo fue simultánea con el descubrimiento de los libros; libros que de alguna manera estaban por fuera de la ley y que teníamos que forrar con papel de regalo para no llamar la atención de la policía. Por ser algo casi ilegal, clandestino, el libro, y la lectura, tenían un significado especial. En los descansos fumábamos y nos leíamos párrafos de alguna obra de Marx, disfrutábamos la elegancia de sus frases: “Los dioses de Grecia un día heridos en el Prometeo encadenado de Esquilo hubieron de morir otra vez cómicamente en los coloquios de Luciano”. Frases que repetíamos en las clases de filosofía y que sirvieron para que personajes como José Hilario López bautizara a los compañeros: Mao, Carlos Marx, Nikitin…, aunque lo común era que los seudónimos se los colocara uno mismo. Por ejemplo, había un muchacho que se hacía llamar Mandel, como el trotskista belga, y usaba unas botas ecuatorianas, feas, pero que en esos años era el distintivo de los revolucionarios. Siempre parecía malgeniado y le gustaba arengar como si estuviera regañando o echando cantaleta.
De la onirofilia y sus viciosas prácticas José Gabriel Baena
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¿Vicio? ¡Vicio! ¿Me preguntáis por mi vicio preferido y el más solitario de los vicios humanos? Tengo uno solo: la onirofilia o el amor desmesurado y contumaz por soñar de noche entera y en los amaneceres y sin compasión por los despiertos seres que me rodean. Un vicio decididamente anticristiano y cuyos componentes principales podrían definirse recurriendo a la antigua y primera explicación del Catecismo del Padre Astete (1599) sobre pecados mortales: “¿Quiénes pecan mortalmente contra Dios en las abominaciones de la carne y de la mente? Los que advertidamente se deleitan en pensamientos impuros aunque no los pongan ni deseen por obra; los que hablan y cantan cosas torpes o con complacencia las oyen; y los que consigo mismo o con otras mujeres del prójimo tienen tocamientos o acciones deshonestas o las deseen ejecutar”. Yo, el más asiduo de sus gozosos practicantes en los reinos del sueño, agrego a esto que en mis viajes por esos territorios he encontrado la solución a los más terroríficos enigmas que han atenazado a los humanos desde que se presumen racionales; enigmas ya planteados por la Esfinge de Ghizé y las inmortales siete tragedias de Sófocles de Tebas, entre otras: ¿Quién es el hombre y a dónde va? ¿Será o no será? ¿Tienen las mujeres alma o son un puro cuerpo que aunque sucio es delicioso y mientras más sucio mucho más? Teniendo las respuestas a estas cuestiones, tan diáfanas y abrumadoramente transparentes a la enceguecedora luz de la profunda medianoche, respuestas que no os revelaré, digo, hace ya varios años que navego sin vergüenza alguna y en pijamas Pleetway en este vicio que me llegó sin buscarlo después de que dejé casi todos los vicios menores ‒menos uno‒ considerados por la sociedad, los psiquiatras y la Fiscalía General como de altísima peligrosidad: los cigarritos verdes, el talco Johnson para niños y para polvearse la nariz como en Hollywood, el rock satánico de los Stones, el onanismo imaginario en el Metro... Y otros pocos. La onirofilia me ayudó a dejar de pensar en compunción y contrición de alma, en que soy sujeto activo de ese otro vicio incalificable, resistente a cualquier adjetivo, de la procrastinación: la obsesión de dejar para mañana lo que debes hacer hoy, algo que según dicen va en dirección contraria a todas las estrictas y buenas reglas de comportamiento que se exigen de los ciudadanos de esta Medellín, mientras más innovadora más inmóvil: madrugar, trabajar a lo bestia, casarse, procrear, pagar catastro y valorización, rendirle culto a nuestro banco amado e innombrable aquí. En mi onirofilia reverenda practico toda clase de procrastineidades, puesto que reclinado en mi diván de tres puestos no hallo ni tengo necesidad ni menester de salir al mundo mundial, si se me permite, a demostrar lo que no soy, un hombre emprendedor y ejecutivo de maletín
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Samsonite, ni mucho menos viajar en bicicleta de abajo arriba y de arriba abajo por las montañas que circundan mi urbanización. Amo las bicicletas, sí, vicio de niñez y juventud, y tengo una tamaño natural en mi salita, pero otra cosa es montarla después de bajarla cinco pisos en mi edificio sin ascensor y después subirla. ¡Oh vicio tan amado, hoy abandonado! ¿Y con qué sueña el señor, pues, en su viciosa onirofilia tan anunciada? preguntaréis. Golpe a la cabeza: hoy ya tan viejo, calvo y sin dientes, sueño con mis sueños y con las dueñas de mis viejos sueños, escritos en mis exnovelas, ya casi sus nombres olvidados: Kahla Matisse, Beatriz de Francia y Borgoña, la Virgen Luna, Dánae Klossowski, Sor Lillywhite Lilly, Funeralda Dulcelumbra Saturnalda Llamaralda Piedralumbra ¡Nostralumbra! ¿A dónde fueron todas ellas, con las palabras que las nombraban, cantos rodados del corazón ferviente? En mi onirofilia las he vuelto a poseer, más poseso yo y en silencio decidor, en aventuras fellinianas y al final felinas, puesto que mis gatitos siempre me despiertan por un rato a las cuatro de la mañana, cuando con ellas yazgo en mi lecho de rosas sin espinas, para que les dé su desayunito. Y a soñar de nuevo, en fervor amándolas y en góndolas viajando por nuestras Venecias particulares. Y hablando de las Italias, ahora sospecho que el travieso señor Fellini se administraba para soñar la misma o semejante dosis que yo me aplico y os receto: un vasito de Cocacola potenciado con brandy Osbourne, medio cigarrillo y, lo más importante, una cucharadita de 450 miligramos de opio sintético código ATC N03A, análogo del ácido γ-aminobutírico (ácido (S)-3- (aminometil)-5-metilhexanoico): toda una onda, brothers and sisters, que se consigue sin fórmula en vuestra botica preferida, pero no recomendable si antes no habéis pasado por tres comas inducidos o igual número de terapias de electroshock, que os dejarán la mente y el corazón cual tabula rasa, un desierto blanco para pintarlo al amaño. La dosis se puede repetir máximo tres veces/ día, cuidando, eso sí, de comer algo entre sesión y sesión, no contestar al teléfono ni frotarse impuramente con el móvil, no prender la tele, no consultar el estado de tu cuenta de ahorros. Y así te irás entre amanecer y amanecer y amanecer cantando con Led Zeppelin (1969) “vivo sólo para mis sueños y un bolsillo lleno de oro”, sin afán de llegar al fin de los veintidós mil días de la vida del hombre prescritos en la Kábalah. ¿Que los más sanguinarios terroristas nos van a dictar las leyes? Déjalos, déjalos pasar, todos ellos pasarán. ¿Que ya se viene el Niño con sus calores de horror? Llevás dentro de vos el más gris de los inviernos, tu santa estación portátil. A las once de la mañana de este sabbatt me tomo un tinto con una aspirina para sentarme a escribir este artículo, que rodará como los cantos de los ríos monte abajo hacia la mar del olvido. Y no soñéis conmigo más, ¡oh mis mujeres soñadas! Pues soy definitivamente peligroso y mucho más en amores. Pues soy El Onirófilico Entusiasta, el hondero de las mil profundidades y de los desapegos despiadados. Dejadme ser durmiente, dejad que me desintegre en llamas puras bajo las frazadas y que me vaya en el tren de la jodida medianoche por las comarcas de Oniris. Hasta muy nunca me despido ahora, me escriben desde Amazon: ya me han enviado mi
nuevo libro de Tarzán y la Ciudad Dorada, por cierto un excelente inductor para onirofílicos principiantes. A comprarlo, jóvenes. Tomado de: Universo Centro, No. 55, mayo 2014.
El vicio de quererte Jorge Valente El vicio, el vicio, el vicio de quererte me domina Tus manos me matan cada vez que me acarician Te juro que a veces quisiera yo alejarte de mi mente Y siempre regreso, regreso aunque no quiera regresar Camino de mis angustias, razón de mi sinrazón Tú vas en mi pensamiento muy dentro de mi obsesión.
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El vicio de quererte me domina Me gustas y a tu lado soy feliz Te quiero sin remedio y sin medida Te quiero para el resto de mi vida No importa lo que tenga que sufrir. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=jIcOCQMzNKo
Magazín SPN Nro. 14: Diccionario de vicios (3) Al leer nuevamente el cuento de García Márquez “La siesta del martes”, se entienden nítidamente las alusiones de Mora Meléndez al ‘hermano afrocaribe’. En el título del segundo texto no es explícito el vicio del voyerismo, que podría llevar a otro título del cuento como ‘El lector voyerista’, por ejemplo.
El ronquido de un fauno Fernando Mora Meléndez
Durante la siesta surgen imágenes de inspirado numen. Quizás en una siesta se gestaron no solo los mejores y los peores hijos, sino los libros, los cuadros y esas piezas maestras como La siesta de un fauno. Dicen que los faunos eran divinidades que los romanos adoraban porque cuidaban sus ganados y les traían buena suerte en las cosechas. Según el ritual pagano, los devotos del fauno debían sacrificar un cordero y hacer la siesta sobre su piel. En lo profundo de este reposo el dios revelaría los presagios. Un fauno, mitad macho cabrío y mitad humano, vendría a susurrar al dormilón su futuro. Tal parece que a los faunos también les gustaba dormitar a la orilla de los pantanos, y de vez en cuando pelaban el ojo para ver pasar las ninfas, echarles mano y rematar el banquete. La sobremesa de los faunos avergüenza a esas mentes biempensantes que prefieren un café como bajativo, o un periódico. Se cuenta que Winston Churchill, en cambio, no perdonaba siesta; era su rito de longevidad al final de la guerra. Nada qué ver con otros sátrapas del Sagrado Corazón que sueñan con excluir la palabra cansancio del diccionario.
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Si existe alguna hora feliz es la de la siesta. Aquella en que los obreros de la urbe, en cansado desmayo se tiran bajo un árbol, de profundis, a esperar que la digestión los provea de ensueños saludables. Tal vez este abandonarse bajo las ramas, sin nada que perder, sea aquello que llaman el sueño de los justos.
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A pesar de todo, la siesta sobrevive, en estricto orden, después de la sobremesa. Es el ritual que hermana a ricos y pobres, a cronopios y famas. Sea en hamaca, por allá en la ranchería, o en el suburbio de latón, todo humano merece su siesta. Un lapso de descanso que le permita a un esclavo estar en el limbo de los sueños y aflojar el lazo o la corbata. Creo que hasta Job descansó de sus penurias a la hora de la siesta. No lo arrullarían telenovelas de espeso letargo, ni los ruidos laboriosos de la urbe, tal vez otros cantares de palomas en hebreo o salmos de ranas en charcas vecinas. Porque cualquier música es arrullo a la hora de la siesta, hasta la zumbante melodía monocorde de una mosca en un mantel o el chasquido de los dados en un parqués. Pienso en la siesta tropical, la misma que sume a las aldeas costeñas en aquel bochorno que tira al piso a las pobres gentes como en un fulminante nocaut. En alguna de esas siestas nació el realismo mágico, que no es más que la siesta caribeña hecha prosa.
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Y por eso, ya es tiempo de no tildar de perezoso al hermano afrocaribe por reincidir cada tarde en el vicio de la siesta. Seamos indulgentes con su lucha interna contra el clima, que hasta el padre Bolívar en su hamaca libró. Valga decir que la siesta no es solo oriunda del calor, o de la fiebre mediterránea que hizo exclamar al poeta: “¡Estas ninfas, quisiera perpetuarlas!”. También prosistas paramunos han exaltado esos letargos de inspiración que produce el consumo de cacao espumoso o la abulia de convento. Dicen que los niños son los que más requieren de la siesta. Parece que la ingesta de leche cierra los párpados. Y que en edades tempranas es necesaria para que crezcan los huesos. Nunca como en aquellos meses se duerme tanto la siesta. Ese vicio que nos vuelve felices como bebés despreocupados. A los ancianos les preserva la memoria: así recuerdan que deben dormir, tal vez soñar. Si no fuera por la siesta habría más neuróticos por ahí. Esta es la única licencia que tenemos para apartarnos por un momento del mundo. Los místicos se retiran en silencio a hablar con Dios, los paganos se echan a deshacer sus desdenes. Entonces, no se necesita ser Mallarmé o Debussy para tener ensueños mágicos o proféticos. Los adultos necesitamos la siesta como el pan diario. Ya es hora de que en los pliegos sindicales aparezca, con perezosa caligrafía, el privilegio de la siesta. Tomado de: Universo Centro, No. 58, agosto de 2014.
En el metro Juan Carlos Orrego
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Esperar, lo han dicho todos, es horrible, así que no queda otro camino que entretenerse en cualquier cosa, y yo soy de los que van en el metro y se ponen a mirar a la gente, como por ejemplo ahora que veo a una señora leyendo un libro, aquí abajo, al frente mío, con su cabeza al mismo nivel de mi ombligo pero, afortunada, ella no lo sabe: solo lee, lee un libro que yo quisiera saber cuál es. Confesémoslo de una vez: es este mi vicio, saber qué lee la gente. Así pues que ¿qué lee esta señora?... ni modo, no lo sé, tiene aferrado el libro como si le faltaran veinte kilómetros para llegar a su casa y así no hay nada que hacer, porque yo me bajo dentro de unos minutos apenas, cinco o seis, y entonces ella seguirá con el libro en la misma posición, e incluso en la misma página si lee tan despacio como yo, pero eso no s malo, ¿quién dijo?, eso se llama “rumiar”, ¡me cago en la lectura rápida!, eso de que “lea Cien años de soledad en dos horas”, y sí, hay gente que lo lee, pero a las dos semanas uno les pregunta cómo se llamaba el coronel… ¿Qué coronel?... Pues el coronel, el que sale ahí home… ¡Ahí no sale ningún coronel, oigan a este man… Nada que hacer, pues. Pero me desvío: estaba en que no puedo saber qué lee la vieja porque para eso necesito que cierre el libro y que cuando se esté parando lo apoye contra las tetas o la barriga, es igual, y entonces yo pueda leer en la pasta algo como “Valórese a sí mismo” o “Todo está en ti”, porque con esa cara que tiene esta señora, nariz aplastada, cachetona, churrusca, qué otra cosa puede leer, solo basura moralista de ese estilo, aunque uno a veces se engaña, a mí por lo menos me ha pasado: un día iba para Bello también en este metro, y venía un viejo gordo con una camisa hawaiana que le quedaba chiquita, tan tallada tenía la barriga que los botones parecía que le iban a brincar, sí, y estaba mal afeitado, llevaba una bolsa del Ley en una mano y tenía mocasines sin medias, así como los usan los que manejan taxis y busetas, y entonces estaba leyendo un libro, amarilloso, viejo, “Cuál será”, pensaba yo, porque ya era raro que un man así leyera algo, pero en fin, podía ser cualquier código de comercio o cosa similar, tal vez era un carnicero y lo iban a demandar, ¡uno que va a saber!; entonces yo miraba y miraba, pero no alcanzaba a distinguir lo que decía en la parte de arriba de las páginas, cuando de pronto el gordo se paró llegando a la Estación Madera y yo pude ver: ¡Qué código de comercio ni qué hijueputas! ¡El mancito estaba leyendo El proceso, de Kafka! Era una edición pirata de esas de mil quinientos, está bien, pero era Kafka en todo caso, y yo pensé: “Mierda, mientras yo imaginaba que ese gordo estaba leyendo el parágrafo yo no sé qué sobre tiendas de abarrotes o expendios de carne, nada, el tipo estaba leyendo que Josef K. entraba al juzgado y se asfixiaba por allá en un
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tercer piso…”. Eso le pasa a uno por güevón, por creer que sabe mucho cómo es la gente. Pero sigo con la vieja: ahí sigue sentada, imperturbable, lea que lea, y yo sin saber… ¿Y si me equivoco otra vez? ¿Y si esta puta vieja es un psicóloga desempleada y está leyendo a Freud, por ejemplo El malestar en la cultura o Totem y tabú? No, pero no, imposible: está poniendo una cara muy beatífica, muy serena, como de quien está leyendo algo inofensivo, algo que le tranquiliza el alma… Pues, que a esta vieja le tranquiliza el alma, aclaro, porque yo me muero leyendo una porquería de esas que dije, esas maricadas de superación personal o… ¡Se movió, se movió!... Ah, alcancé a ver algo de la pasta, pero muy poquito porque ya se quedó otra vez como una estatua, pero algo vi, por lo menos: el título termina en la, eso vi… Sí, solo eso, pero mire que, por ejemplo, ya puedo decir que no es esa psicóloga desempleada que dije antes, porque el título no termina en ra ni en bu, sino en la… En la, a ver, qué podrá ser entonces, mmm… Tal vez está leyendo El diablo de la botella, de Stevenson, uno que va a saber que esta cachetona sea bien ilustrada y esté haciendo una monografía sobre la vida y la obra del Tusitala, o como sea que los samoanos le decían a Stevenson porque les contaba historias, en fin, o en el peor de los casos esta vieja está leyendo ese librito para ayudarle a un hijo con una tarea del colegio, porque quizás el niño está en séptimo grado y ahí es cuando ponen a leer esas obras de aventuras, en octavo es literatura colombiana, no alta María, en noveno latinoamericana, Pedro Páramo lo leemos casi todos los medellinenses, pero a mí no me gustó, vea usted, prefiero los cuentecitos de El llano en llamas… Pero me desvío otra vez. ¿Qué leerá?... ¿Cómo una novela de Pennac? ¿Calígula, de Camus? ¿El Sakuntala…? Hay que arrimarse más, así puedo entender lo que dice en la parte de arriba de… “Ah, perdón señor”… Esto lo dije duro, porque lo otro lo he estado pensando, lógico, pero ocurrió que por correrme más para el lado de la vieja le puse un codo en la cara a un cucho que estaba al lado mío, camisa de cuadros de manga corta, pantalón ancho, gafas de montura metálica, chivera pulida, sí, pura cara de filósofo o intelectual riguroso, de esos que leen los cuentos de Pedro Gómez Valderrama, La reliquia, de Eça de Queiroz, o cualquier cosa buena y después salen a hablar de la polifonía del texto, de las lógicas internas, las estructuras, la intersubjetividad de yo-no-sé-qué-putas, y como son directores de revistas o decanos de facultades de humanidades piensan que su deber es hablar y escribir toda esa mierda, pobrecitos, no saben que uno lee para después sentarse con los amigos a tomar cerveza y hablar de literatura: por ejemplo, un día nos cagamos de la risa porque en Gran sertón: veredas, unos manes matan a un bobo y se lo comen porque lo habían confundido con un mico, pero, en fin, también es verdad que cada uno verá qué hace, aquí en Medellín dicen que cada quien es libre de hacer de su culo un balero. Bueno, otra vez me desvié de que estaba contando: íbamos en que le puse un codo encima al Ph.D. Carreño, porque voy a suponer que se llama así, tiene cara de llamarse Luis Fernando Carreño, yo qué puedo hacer, disculpe don, si le dolió de malas, pero yo voy a seguir corriéndome para allá
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a ver si puedo leer lo que dice en la página que está leyendo esta vieja… ¡Maldita sea! ¡Vamos a llegar a la Estación Aguacatala y yo sin saber todavía! Pero por lo menos ya me corrí, estoy casi encima de ella y desde aquí le veo ese escote todo profundo, qué tetas, pero también veo el libro, al revés, pero lo veo… mmm… está en la página 202 y en el segundo párrafo dice dizque… mmm… “El mundo es ahí…”. No, güevón, eso no es una “h” sino una “s”… “El mundo es así, sorprendente y difícil: mantenía…”. ¡Ah, se volvió a mover esta puta vieja!... ¡Ah! Pero era un libro de literatura, porque de reojo alcancé a ver unos diálogos, pero qué letra tan chiquita, casi ni se ve… y ese rengloncito que alcancé a leer no dice mucho, bien puede tratarse de un libro de Sartre, bien hondo y abstruso, bien puede tratarse de un novelón metafórico sobre los valores o sobre cómo gerenciar su empresa… ¡Qué asco! ¡De la noche la mañana nos invadieron las librerías con esas pestes!... ¿Qué será, ah, qué será? Se olvidaba que termina en la… ¡Mierda! “¡Próxima Estación Aguacatala”… y termina la, qué ironía, y ya me toca bajarme, sin saber… si por lo menos el rengloncito que leí al azar hubiera sido algo como “Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento…”, o “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, o “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre”, pero no, nada de eso, solo “El mundo es así…”. ¿Quién putas diría es?... No, ni modo, ya está parando este vagón, ya veo la gente parada en la plataforma de la estación esperando que “el tren se detenga y abra sus puertas”, ese estribillo lo dicen los empleados del metro doscientas dos veces al día, aunque hoy no lo he oído, hoy que he estado tan concentrado en este problema, lo que lee esta vieja, cosa que aún no sé… tendré que arrebatarle el libro, mirar el título y devolvérselo, decirle “Disculpe, soy paranoico, loco o lo que usted quiera, leo libros y quiero saber qué leen los otros, por ejemplo quería saber qué leía usted, solo había visto que el título terminaba en la, usted sabe, eso no es suficiente, doscientos millones de títulos pueden terminar así, uno tiene que ingeniárselas para averiguar exactamente de qué libro se trata, aunque hay gente como este cucho que viene aquí a mi lado que ha leído muchas cosas, pero no parece, pues solo habla de secuencias, narradores exodiegéticos, elementos del drama, qué sé yo… este tipo, que se llama Luis Fernando Carreño, él, por ejemplo, leyó, lo podría asegurar, El coronel no tiene quién le escriba, y podría asegurar también que cuando leyó, al final de la obra, eso de ‘dime qué comemos’ y que el coronel había necesitado un montón de años para llegar a ese momento y responder ‘Mierda’, apuesto, voy lo que quiera, apuesto a que Carreño no se rio, y que simplemente cerró el libro pensando en connotaciones políticas o construcción de personajes, hay gente así, fíjese…”. Bueno, desvarío nuevamente, yo podría decirle eso a esta vieja y… ¡Pero qué vieja ni qué vieja! ¡Si ya arrancó otra vez esta chatarra y no me bajé!… Fue ella, con su libro titulado …la, quien se bajó y ahora camina por la plataforma, tranquila, con el libro apoyado en las tetas, y yo aquí, desesperado, encerrado como un pez en la pecera, pegado al vidrio, casi dándole golpes y viendo cómo se aleja la vieja… ¡No me bajé
donde debía, y ahora a esperar nuevamente! ¡Ah, si tan solo alguien estuviera por aquí leyendo otro libro!... Usted, don Carreño, ¿no tiene algo ahí? Tomado de: Una ciudad partida por un río. Cuentos en Medellín. Bogotá, Paneta, 2007, pp. 141-148.
Vicio Maelo Ruiz Vicio Infinito de arañarte En mis entrañas encontrarte Contra el viento y contra el mar.
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Dime Como puedo parar este vicio Como puedo parar este vicio Este vicio fatal.
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=y_SHZ9mE4VE
Voyeur El voyerismo es un vicio. El voyerista es un mirón. El más moderno lo es de escotes profundos (esternones), en el metro. Como sinónimo del verbo voyeur, el Diccionario de antioqueñismos de Julio C. Jaramillo trae gatear: “Entre nosotros, fuera de andar a gatas como los niños, lo decimos de las personas que buscan la manera de sorprender a las muchachas en el baño o cuando se mudan de ropa”. En los pueblos también existen los gatiadores o buscadores de carrizos, cuando las mujeres llevan falda corta (N. del C.).
Magazín SPN Nro. 15: De todo como en botica La botica era un establecimiento donde se preparaban y vendían medicinas. La operación de preparar medicinas implicaba la disposición de variados insumos, instrumentos y recipientes. Por eso surgió la locución “haber de todo como en botica”. Más tarde la locución perdió el verbo, y a ese establecimiento la industria farmacéutica le robó la competencia de preparar medicamentos. Después aparecieron las farmacias y las droguería, aunque a estas últimas se les mira con recelo por la prevención hacia las ‘drogas’. Y de la botica no queda ni siquiera el botiquín (caja para guardar y trasportar medicamentos).
el tiempo Fernando Ávila Cita: “Mamá no se dio cuenta y, a decir verdad, yo estaba tan ensimismada que no advertí que Meli se arrastraba hacia mi abismo, en un espiral infinito de pesares” (La extraña en mí, novela de Antonio Ortiz). Comentario: En algún tiempo se pensó que ensimismarse era verbo imposible de usar en primera persona, yo me ensimismé o yo estaba ensimismada, y en segunda, tú te ensimismaste o tú estabas ensimismada, debido a que ensimismar viene de en sí mismo, tercera persona, y no de en ti mismo, segunda, o en mí mismo, primera, que darían lugar a verbo inexistentes como entimismarte o enmimismarme. Unamuno advirtió en 1924: “No vayamos a caer en lo de aquel pobre bobo que conjugaba
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Yo me ensimismo / El lenguaje en
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“me enmimismo, te entimismas, se ensimisma…” ”, aunque él mismo había escrito en su diario “Esa oculta delectación de mí mismo, ese enmimismarme…”. Otros escritores que han usado enmimismado, son Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez, y que han usado entimismado, Salinas, Benedetti, y Semprún. La noticia es que ensimismarse se conjuga también en primera persona, yo me ensimismo, me ensimismé, me ensimismaré, me ensimismaría, me ensimismaba, y en segunda, tú te ensimismas, te ensimismaste, te ensimismarás, te ensimismarías, te ensimismabas. También es válido el uso del participio con verbos auxiliares, yo me había ensimismado, tú estabas ensimismada, nosotros terminamos ensimismados. En consecuencia, la cita de la novela de Ortiz es correcta. Ensimismado no es palabra derivada del griego ni del latín, sino creada por hispanohablantes en el siglo XVIII, y es voz que no existe en otros idiomas. Algún diccionario portugués registra ensimismar-se como españolismo.
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El significado de ensimismarse es ‘abstraerse’, ‘recogerse’, pero Cuervo dice en sus Apuntaciones del lenguaje bogotano, 1907, que en Bogotá se usa con el sentido de ‘engreírse’ o ‘envanecerse’: “Parece haber coincidencia de dos formaciones diferentes en el verbo reciente ensimismarse, que para los españoles es ‘entrar en sí mismo’, ‘recogerse’, ‘abstraerse’, y también para ellos y para nosotros ‘gozarse en sí mismo’, ‘envanecerse’, ‘engreírse’. La Academia registra este último sentido como usual en Colombia, Bolivia y Honduras. El DRAE también registra el sustantivo ensimismamiento, para significar ‘recogimiento en la intimidad de uno mismo, desentendido del mundo exterior’. Agrega que se opone a alteración. Publicado en: eltiempo.com 9 de septiembre de 2014.
Saber distinguir el oro del oropel Víctor Villa Mejía Cita: “Por supuesto, no todos los políticos en Colombia son así. Muchos de ellos hacen corresponder sus palabras con los hechos. Son decentes y ejercen el poder dentro de la verdad y la corrección. Son los que les enseñan a los ciudadanos la diferencia entre el oro y el oropel”. Monsalve, Alfonso. “La palabra como engaño”. elmundo.com Medellín, 29 de enero de 2012.
Alfonso Monsalve es filósofo; y también profesor de filosofía. Digo también, porque no todos los profesores de filosofía son filósofos. Lo mismo pasa con casi todas las áreas del saber: la matemática, la química, la lingüística y la política. Ser profesor implica profesar un saber; si no se profesa el saber que se dice enseñar, la sociedad espera como mínimo que el saber poseído sea el pedagógico o, como última esperanza, el didáctico. Dado que el profesor Monsalve sabe de filosofía del lenguaje, ¿por qué no dijo que el verdadero político debe enseñar la diferencia entre ocho y ochenta, y que lo debe enseñar? ¿O que muchos políticos sí saben cuántos pares son tres moscas; o por dónde va el agua al molino; o dónde ponen las garzas, y lo deben enseñar…? No; dijo que lo que un político debe saber es la diferencia entre el oro y el oropel y, claro, enseñársela a sus ciudadanos. Del artículo completo del profesor Monsalve se colige la analogía léxica de que ‘oro’ es a ‘palabra’ como ‘oropel’ es a ‘engaño’. Fuera de saber que el oro es un metal precioso ¿qué más sabemos del oro? Y ¿qué sabemos del oropel? El Larousse dice de oropel: “Del latín aura pellis, hoja de oro (yo creo que el diccionario se equivoca en la traducción, porque pellis es piel, que dio origen a pellejo y despellejar). Lámina [hoja] de cobre batida y delgada que imita el oro. Fig. Cosa brillante y de poco valor. Adorno de oro falso”.
Vale la pena indagar por la idea subyacente en la canción Oropel, de Jorge Villamil. Dice en la última estrofa: “Amigo cuánto tienes cuánto vales / principio de la actual filosofía / amigo no arriesgues la partida / tomemos este trago / brindemos por la vida / pues todo es oropel”. O sea, lo único verdadero es estar vivo; lo otro es falso, engañoso, ilusorio. ¿Y qué es lo otro? Lo dice la primera estrofa: “No vuelvas a decir jamás / que has triunfado en la vida / en cosas de fortuna / o en cosas del amor […] Hoy juegas la ruleta / y en sus vueltas locas ganas oropel”. Al mirar la trilogía ‘salud, dinero y amor’, para Jorge Villamil el único oro real es la salud, porque lo otro = todo (la fortuna y el amor) es oropel. Aun así, el muy conocido vals de Enrique Rodríguez recomienda: “El que tenga un amor, que lo cuide; la salud y la platica, que no la ire”.
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A propósito de ‘oro falso’, fue Feruccio Rossi-Landi (El lenguaje como trabajo y como mercado) quien acuñó la analogía entre palabra y moneda, para postular la existencia de falsas palabras. Cuando la falsedad (oropel) imita a la verdad (oro) aparece el engaño, según el columnista de El Mundo. También existe la posibilidad de la verdad a medias, cuando se acepta que el oropel sea solo piel, como en ‘piel de cordero pero corazón de lobo’. Un ejemplo de verdad a medias es el oro golfi; golfi es acrónimo de gold field, revestimiento o piel o baño de oro, donde de todas maneras lo revestido no es oro. Con razón dicen que las verdades a medias son a la postre mentiras, i.e. engaños.
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La locución ‘No todo lo que brilla es oro’ −no hay que fiarse de las apariencias− para el filósofo del lenguaje cobra inusitada actualidad. Basta mirar las galas de las reinas: mireyas, cañutillos, lentejuelas y bisutería, todo brillante. ¿Todo? Tomado del blogspot La Chimenea Informativa
La jornada única y la calidad de la educación Julián de Zubiría Samper
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“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes”
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A. Einstein El presidente de la República y la ministra de Educación lanzaron un plan piloto para evaluar el impacto de la jornada única en la calidad de la educación. La idea es poner a prueba la medida en 550 colegios en algunas regiones del país. En su fase experimental, el programa trabajará con 5.400 estudiantes del grado noveno y, según el balance, se generalizará la experiencia a mediano plazo en el país. En términos generales es difícil oponerse a la extensión de la jornada para los estudiantes, ya que los aleja de otras actividades de riesgo para su desarrollo social, psicológico y emocional. Así mismo, garantizar la alimentación de los estudiantes contribuye a asegurar el derecho a la educación, del cual siguen careciendo buena parte de los niños colombianos en su edad inicial y de los jóvenes en la educación media. Sin embargo, pese a los efectos positivos, esta propuesta incidirá relativamente poco en la calidad pues no interviene los factores esenciales que causan la baja calidad en la educación del país. La jornada única para la educación básica del país es supremamente costosa, ya que implica nuevas contrataciones de docentes, ampliación de infraestructura y cubrimiento de la alimentación para la población estudiantil. Proporcionalmente puede ser una de las medidas que genere menor relación costo-beneficio sobre la calidad de la educación.
El plan piloto parte del hecho de que los colegios privados obtienen mejores resultados porque trabajan ocho horas al día, en tanto en los públicos solo lo hacen 5,5 horas. Esta afirmación es solo parcialmente cierta, pero, lo que es más importante, es muy poco explicativa. Es cierto que solo un 10 % de los estudiantes de los colegios públicos asisten en jornada completa a sus clases, pero no es por ello que sus resultados son tan bajos. Sus resultados son muy bajos porque trabajan anualmente con trece o quince asignaturas que siguen abordando currículos totalmente impertinentes, centrados en informaciones fragmentadas y descontextualizadas; porque sus maestros tienen bajos niveles de formación pedagógica y de reconocimiento social y cultural; porque los docentes no desarrollaron en las Facultades de Educación a las que asistieron, verdaderas competencias profesionales que les ayuden a cualificar las competencias argumentativas, interpretativas y ciudadanas de sus estudiantes.
En los colegios privados con mejores resultados, casi todos los niños que asisten a sus aulas previamente han estado por lo menos tres años en la educación inicial, vienen de entornos socioculturales más enriquecidos y poseen para sus docentes mejores criterios de selección, estímulo y reconocimiento. En estos colegios, la evaluación de docentes es pensada para el mejoramiento continuo, y por ello va acompañada de estrategias y compromisos para superar las debilidades que se detectan en los procesos. En los colegios públicos la evaluación de docentes es débil, nominal y rutinaria en los casos en que se realiza. Los colegios privados con mejor balance asumen en mayor grado la autonomía que les da la Ley General para repensar el currículo y contextualizar su trabajo; pero muy especialmente, en éstos hay mayor cohesión, liderazgo pedagógico y especial énfasis en la formación in situ de los docentes. Los maestros, muchos de ellos profesionales y no licenciados, se reúnen semanalmente para repensar el PEI, el currículo, las evaluaciones y las didácticas, para evaluar el desarrollo de los procesos pedagógicos. Convierten así,
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En las instituciones públicas falta mayor articulación y trabajo en equipo, para priorizar lo que debería hacerse en la educación básica en todos los grados y áreas: el desarrollo de las competencias básicas para pensar, comunicarse y convivir. Los resultados son bajos porque los Rectores están dedicados a resolver problemas administrativos, derechos de petición, tutelas y trámites ante las Secretarías de educación y las entidades de control; y debido a ello, tienden a dejar de lado el liderazgo pedagógico y no logran cohesionar a la comunidad educativa en torno a las metas institucionales. Los resultados son bajos porque las instituciones educativas públicas no cuentan con la participación suficiente de la comunidad ni con la autonomía necesaria para consolidar el PEI, ya que la que les concedió la Ley General de educación de 1994, se refundió y empapeló durante los dos gobiernos de Álvaro Uribe, periodo en el cual se privilegiaron los aspectos administrativos en las instituciones educativas en detrimento de los pedagógicos.
sus prácticas en praxis y cada año que pasa van enriqueciendo su labor pedagógica. Por el contrario, en la educación pública los docentes tienden a la rutina y por ello, la antigüedad está negativamente asociada a la calidad, como lo verifican diversas investigaciones recientes. Así como la calentura no está en las sábanas, en la duración de la jornada no se encuentra la explicación de los bajos resultados que obtienen nuestros estudiantes en las pruebas nacionales e internacionales. En Finlandia, por ejemplo, niños y jóvenes estudian en una jornada casi igual a la que se realiza actualmente en la educación pública del país (seis horas) y todos sabemos que ellos son los primeros del mundo en las pruebas PISA para el acumulado del periodo 2000 - 2012. La solución no es alargar las jornadas o los años de estudio, sino hacer un trabajo más pertinente, colectivo, integral y contextualizado durante la jornada de trabajo escolar.
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En consecuencia, si queremos mejorar la calidad de la educación que se brinda en las instituciones de educación pública, tendremos que disminuir el número de asignaturas y realizar una profunda transformación de los currículos actuales priorizando las competencias transversales. Necesitamos reuniones semanales de profesores en todas las instituciones educativas y cualificar el trabajo pedagógico durante las semanas institucionales; hay que garantizar que estén al frente de estas instituciones verdaderos líderes pedagógicos y asegurar los 3 años de educación inicial que estableció 20 años atrás la Ley General de educación para todos y todas, pero que siguen incumpliendo cada uno de los gobernantes. Hace ya mucho tiempo deberíamos habernos dado cuenta: si seguimos haciendo lo mismo una y otra vez, no vamos a obtener resultados diferentes. Por ello, también preocupa que esas horas adicionales de la jornada se dediquen al refuerzo de matemáticas y ciencias, no a desarrollar procesos poco trabajados en la educación pública y ligados al arte, el deporte, las competencias ciudadanas, el desarrollo del pensamiento y la formación ética. Tomado de semana.com 31 de octubre de 2014.
Magazín SPN Nro. 16: Lengua vs idioma ¿Quién no ha empezado un curso de Lingüística con la distinción entre lenguaje, lengua y habla? El pobre idioma no era objeto de disquisición de ningún principiante de la otrora ciencia madre. Aún hoy, si en alguna entrevista para copar una plaza docente en ciencias del lenguaje se presentara la pregunta sobre la diferencia entre lengua e idioma, se podría asegurar que las respuestas ruborizarían a la ministra de educación.
El lenguaje juvenil es todo un reto Solo han pasado diez años desde los tiempos en que mi hija Isabella usaba la palabra chévere para referirse a cualquier cosa que le gustara. La pronunciaba, eso sí, con un silbido de serpiente anglosajona que a ella le parecía elegante: ‘shévere’. A la hora menos pensada la palabrita desapareció porque era cosa de viejos. Mi amigo Lejandro, que está en el último curso de bachillerato, y carga bajo el brazo la libreta electrónica en lugar del cuaderno, me manda una nota desde su computadora: “Sería kiut que me enviaras el video para subirlo a la cloud y las fotos en streaming. Nos chateamos por el BB”. Sentí que la cabeza me daba vueltas. Estuve a punto de encomendarme a la Virgen del Carmen. De toda esa retahíla solo entendí la palabra foto. El Yiyi, mi nieto, me hizo la caridad de traducir semejante galimatías y me explicó, con un aire de compasión, que BB no es Belisario Betancur, como yo estaba pensando, ni la hermosa Brigitte Bardot de mis fantasías moceriles, sino la sigla de unos celulares que vienen equipados con máquina de retratar, baño portátil, cepillo de dientes, cocina y garaje. Son tan útiles que sirven hasta para llamar por teléfono.
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Juan Gossaín
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Hace pocos años las señoras iban al gimnasio a hacer ejercicios. Ahora van al spa a hacer aerobics mientras oyen música crossover en el iPod. Qué chimba. Atrás quedó la época del walkman, que en un santiamén se volvió prehistórico, y no menciono la palabra longplay para ahorrarme más vergüenzas. Son efectos inevitables y refrescantes de la globalización humana. Se trata, sin duda, de un idioma pasajero, una especie de vaso desechable que con los años, víctima de su propio invento, será sustituido por otro semejante. Una moda efímera, o light, como diría Lejandro. No hay razón para alarmarse por la sumatoria de quienes quieren tomarse el emprendimiento de todo la problemática. ¿Me captas?
Cocteles y regalos
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El nuevo lenguaje también recibe aportes fundamentales que provienen de la vida social. Ya no hay reunioncita de pipiripao ‒qué terminacho tan boleta‒ que no se autodenomine coctel. Los invitados, adultos de grandes negocios, se reúnen para hablar de sus business mientras toman un drink y devoran un sushi. La muerte, que está en el otro extremo de la fiesta, tampoco escapa a la muerte de su propio lenguaje. Antes, cuando alguien descansaba en paz, lo sepultaban en un ataúd, o, más modestamente todavía, en un humilde cajón. Ahora, con su remozado lenguaje chic, las empresas de entierros lo llaman cofre funerario. Menos distinguido es el tratamiento que le dan al cadáver: se le conoce como “el fiambre”. Nadie está a salvo de este tsunami, palabra que le imprime un aire de caché al que la usa. En las oficinas públicas o privadas las secretarias están creando a diario su propio léxico, con la valiosa ayuda de la recepcionista y el mensajero. A propósito: no vuelva a decirle “mensajero” porque se puede ofender; su nuevo nombre es “ingeniero de comunicaciones”. Uno de los aportes más curiosos a esta revolución del lenguaje colombiano ocurre cuando uno entra, accede o “accesa” a cualquier despacho y pregunta por el jefe. —¿Me regala su nombre, por fa? -dice la secretaria. —Y si se lo regalo‒le respondí a una de ellas‒, ¿cómo diablos me quedo llamando yo? Estuvo a punto de ahorcarme por bruto. Si la comunicación es telefónica, además del nombre le pedirán que les regale la dirección, les regale su cédula, les regale el teléfono y les regale el nombre de la compañía donde trabaja. El asunto está tomando ya unas proporciones cómicas. Me llega por correo un documento que debo firmar. “En los lugares indicados”, dice la carta remisoria, “le rogamos entregar la huella”. Ya no sé qué será más grave: si regalarles mi nombre o entregarles mi huella.
Gallinas y verbos Eso me recuerda que la peor entre todas las víctimas de este sancocho de lenguajes ha sido el verbo poner. Como acaban de comprobarlo, ha llegado la hora en que no le piden a uno que ponga su propia huella, sino que la entregue. Óscar Domínguez comenta, perplejo, que al verbo poner ya nadie le pone bolas ni en el salón de billares. La desgracia comenzó el día en que alguna señora remilgada se atrevió a repetir, sin saberlo, un infortunado proverbio que los catalanes habían hecho célebre desde el siglo XIX: solo las gallinas ponen. La otra tarde le oí decir a una cocinera que, por haberlas dejado fuera de la caja, las galletas de soda, a las que ella les dice crackers, se colocaron rancias. Me hicieron una generosa invitación recientemente. (Paréntesis: a los colombianos les ha dado por decir recién, copiando a los futbolistas argentinos.) Se trataba de una conversación, que hoy llaman conversatorio, con Daniel Samper Pizano en el Festival de Literatura. Confieso que hubo un momento en que no supe si lo que estábamos presentando era una ponencia o una coloquencia.
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Emoticones y abreviaturas
Los adolescentes electrónicos han reducido el pronombre relativo ‘que’ a una mísera k, de manera que las seis letras de porque se comprimen en ‘xk’. Como si fuera poco, hace su entrada triunfal el lenguaje de las figuritas. Se las conoce como emoticones: íconos de las emociones. Ya nadie dice símbolos sino íconos. Mi parce Lejandro se despide diciendo que me desea (::). Pensé que se había equivocado de teclas. Y, con el mismo fervor de Einstein cuando logró desintegrar un átomo, me anuncia que este año saldrá al mercado el blue ray con player. Que Dios nos coja confesados. En estos tiempos frenéticos hay palabras que anochecen pero no amanecen. El vocabulario coloquial de los colombianos se transforma con una rapidez que marea a cualquiera. Es natural que eso ocurra: cuando cambian las costumbres, las palabras cambian en los salones de clase, en la discoteca de los sábados, en las páginas de las redes sociales, en las oficinas, en las busetas. “Por fortuna”, anota Pacho Celis, un periodista que escribe diccionarios, “porque si no fuera así estaríamos hablando en sánscrito”.
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El nuevo lenguaje comienza a devorarse a sí mismo, como ciertos monstruos de la mitología griega. En estos días las letras ya no se usan para escribir palabras, sino abreviaturas. Es la parábola del alacrán que termina por morder su propia cola envenenada.
Lo que pasa es que, tercos como siempre hemos sido, los viejos nos negamos a aceptar que el lenguaje de los muchachos es un órgano palpitante que se renueva todos los días, de forma que no ha terminado uno de aprenderse seis palabras cuando desaparecen ocho. Esa misma flexibilidad le ha permitido al inglés convertirse en el idioma universal. Entro a un restaurante. Se acerca un señor atildado que lleva una cucharita de plata al cuello. La mesera me dice con rimbombancia que se trata del sommelier. En mis tiempos lo llamaban catador de vinos. Y empiezo a dudar de nuevo. ¿Sommelier no es un soporte para poner el colchón? El señor de la cucharita debe ser un somier. ¿O es al revés? Sospecho que me estoy volviendo loco. Mejor me abro del parche. Publicado en: eltiempo.com el 5 de marzo de 2012.
Día del idioma o del hedioma
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Andrés Hurtado García ¿Día del qué? ¿Del idioma? ¿O día del occiso? Porque al paso que vamos el idioma marcha a un cementerio. También hay cementerios de idiomas. Sí, los idiomas evolucionan, aceptan neologismos; lo sé muy bien, pues fue eso lo que estudié. Pero reducir el idioma, la conversación diaria a tres o cuatro palabras, especialmente si son insultos, se constituye en lento “idiomicidio”. Hice mi doctorado en Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, la grande de España, y sacaba pecho entre los estudiantes españoles e hispanoamericanos cuando los catedráticos decían, y lo dijeron muchas veces, que el mejor castellano del mundo se habla en Colombia. Y era verdad. Pero ahora habría que repetir el verso de Eduardo Carranza: “Ah, tristemente os aseguro, tanta belleza fue verdad”. El castellano entre la juventud de las grandes ciudades y de otras no tan grandes se ha convertido en Colombia en la repetición machacona de dos palabras: ‘marica’ y ‘güevón’, vomitadas por lo menos 15 veces por minuto. Algo así: “Marica, en el colegio el güevón del profe pone muchas tareas, marica, como si no tuviéramos que hacer más cosas, güevón; el cucho marica ese no sabe que tenemos que oír música, güevón, y que hay que ir a cine con la pelada, marica. ¿Sí o no, güevón?”. Y eso cuando no se añaden bellezas del idioma como la palabra gonorrea. “¿Sí o no, gonorrea, que el cucho marica cree que no tenemos que hacer en la vida otra cosa que estudiar, güevón?”. Y así hablan ya niños de primaria, por supuesto los adolescentes y universitarios y muchos adultos jóvenes y… qué tristeza, el otro día
oí una conversación de tres profesores de universidad, cuarentones ellos, y hablaban exactamente igual. De su sapiente y doctoral boca salían disparados ‘maricas’ y ‘güevones’ a increíble velocidad. Entonces vienen como anillo al dedo las anécdotas de dos rectores de colegio, civil el uno, madre superiora la otra. El primero entró al salón y comenzó a tomar lista así: marica 1, marica 2, marica 3, marica 4 y así sucesivamente, hasta marica 30, porque en el salón eran 30 los (maricas) alumnos. Uno de los alumnos, indignado, exigió respeto al ‘profe’, quien le contestó: “No, joven, no soy yo el que los llamo así; son ustedes que en vez del nombre se dicen continuamente los unos a los otros ‘marica venga’, ‘marica vaya’, ‘marica présteme el celular’ ”. Y la religiosa, que al grupo de alumnas les preguntó por qué sus padres tenían tan poca creatividad e imaginación y les habían puesto a todas el mismo nombre. “¿Cuál?”, dijo una alumna, indignada. “Marica –les respondió la inteligente religiosa–. Yo oigo que todas ustedes se llaman constantemente ‘marica’. Marica López, Marica Pérez, Marica Rodríguez, etc.”. De esta manera, no sé ya si es el día del idioma, del idiota o del hedioma; porque esa manera de hablar huele feo […]. Publicado en eltiempo.com el 29 de abril del 2013.
Guillermo Jaim Etcheverry ¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se enseña en las escuelas. Cuando se emplea una lapicera, en general se lo hace para escribir con letra de imprenta. Stefano Bartezzaghi y María Novella de Luca, periodistas italianos interesados en el tema, se preguntan si la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia o constituye una emergencia cultural. Muchos expertos se inclinan por la última alternativa. En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros. Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar. En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas
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Escrito a mano
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una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras. Por su parte, el escribir en letra de imprenta, alternativa que se ha ido imponiendo, implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.
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Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros. Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Es ilógico suponer que la tendencia actual se revertirá, pero al menos los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere. En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Muchos escritores, habituados a escribir en un teclado, desearían a veces volver a realizar incisiones en una tableta de arcilla, como los sumerios, para poder pensar con calma. Eco propone que, así como en la era del avión se siguen tripulando barcos a vela, sería auspicioso que los niños aprendieran caligrafía, para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollo psicomotor. Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ese un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, “nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. Y, sí −admite su autora, Claire Suddath−, tal vez seamos algo más perezosos. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer”. Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo. Tomado de Google.
Magazín SPN Nro. 17: Refranario El computador le pone una culebrilla roja a refranario, para que cambie la palabra por refranero. Y no. El sufijo –ario informa que es un lugar donde se reúnen o coleccionan cosas de la misma especie: herbario, acuario, abecedario (¿y el boticario de un número anterior de Magazín SPN?). El sufijo –ero es para ciertos oficios, como el plomero, el gatillero, el portero y el partero. Este número de Magazín SPN colecciona refranes, vengan de donde vinieren, como dicen los oradores ‘braveros’.
ciencia explica Carlos F. Fernández Estos dichos plasman cómo la mente y el cuerpo reaccionan ante estímulos fuera de su control.
1. El amor es ciego El enamoramiento desencadena en el cerebro una serie de reacciones físicoquímicas lideradas por sustancias como la oxitocina, la dopamina y la serotonina, que al impregnar el sistema nervioso generan una sensación de serenidad, tranquilidad y de un “caminar sobre las nubes”, lo que impide ver con claridad otras cosas. El ensimismamiento es tal que todo lo malo de la relación o de la otra persona queda cubierto por las señales de placer y de gusto que se emiten desde el cerebro a todo el organismo. Esta condición es temporal y persiste mientras la relación sea capaz de producir estímulos que promuevan la síntesis de estas sustancias. Todo esto ocurre, por lo general, durante el cortejo, la conquista y las primeras etapas del vínculo.
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Ocho refranes de amor que la
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2. Un clavo saca otro clavo Nada requiere más energía del organismo que una pena de amor. El despecho es emocional y físicamente doloroso; sin embargo, en la medida en que se movilicen neurotransmisores y hormonas que venzan o se sobrepongan a las que actúan con efecto depresivo, la ‘tusa’ va cediendo. Durante este proceso el organismo busca equilibrar el disbalance por la caída de serotonina, las endorfinas y la dopamina, frente al aumento del cortisol y las hormonas del estrés. Este disbalance mejora a partir de las buenas relaciones, de los momentos alegres y de las buenas conversaciones y puede dispararse ante la presencia de otras personas que generen estímulos gratos, similares al del enamoramiento. La idealización del otro cae.
3. Del amor al odio hay un paso
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Las dos son percepciones intensas que comparten estructuras cerebrales. Imágenes de resonancia magnética en el cerebro han encontrado que el putamen (núcleo situado en el centro del cerebro) y la ínsula (en la parte lateral de este) activan el amor romántico, pero también reacciones agresivas o de disgusto. Si bien el amor y el odio cursan por circuitos diferentes desde el plano neuronal, estas coincidencias desde el plano biológico afianzan el refrán.
4. Cada tiesto con su arepa, cada oveja con su pareja No es del todo cierto decir que las parejas poco a poco se van pareciendo. En realidad se van ajustando. De hecho, las relaciones duraderas son complementarias; por ejemplo, si uno es irritable, el otro tiende a ser calmado; si uno es efusivo, el otro tranquilo. Lo que le falta al uno, lo tiene el otro. También existe la versión de que biológicamente se experimenta atracción por personas que de una u otra forma compensan las necesidades tanto eróticas como físicas.
5. Lo prohibido es lo más apetecido Las sensaciones promovidas por efectos adrenérgicos (las más estresantes) pueden resultar muy estimulantes, al punto que el riesgo, inconscientemente, incrementa la atracción entre dos personas. Entre más cosas hay en juego es mayor la atracción. Infortunadamente, la base del estímulo es esa; y cuando ese factor de riesgo desaparece, la atracción disminuye. Ese es el caso de las parejas de infieles que, cuando optan por separarse de sus respectivos compañeros y vivir juntos, dejan de sentir el vértigo y el encanto de antes.
6. Donde labores no enamores Nada más difícil de llevar que la mezcla de sentimientos con funciones administrativas dentro de un trabajo. Cuando entre las parejas hay relaciones de jerarquía o inter-dependencia, fácilmente se confunden los límites entre el amor y la labor, al punto de que uno puede influir sobre la otra, de manera indebida. Una orden estricta puede interpretarse como una agresión al afecto e incumplimiento al trabajo, o la falta en una tarea puede justificarse a partir de la relación de afecto. Los dos son, por lo general, incompatibles. De ahí que con razón muchas empresas tienen como norma prohibir las relaciones amorosas entre sus trabajadores.
7. Amor de lejos, amor de pendejos
8. Amigo el ratón del queso La cercanía entre personas puede movilizar sentimientos, al punto de que algunos consideran que las amistades más cercanas pueden llegar a cruzar la frontera del amor e incluso llegar a manifestaciones de tipo físico, que si bien tienen una connotación afectiva, casi siempre están encubiertas por un ropaje de amistad. Aunque hay quien logra manejar estas situaciones, la mayoría de las veces terminan en conflicto, pues estas relaciones no están exentas de reclamos, celos y disgustos. Publicado en: eltiempo.com el 21 de setiembre de 2014.
Cultismos Tal como llegó el correo, los refranes en mayúscula son llamados “cultismos”; y a la traducción entre paréntesis los llaman “vulgarismos”, de ‘vulgo’ pueblo. Agrega que si se recurre al paréntesis, se es ‘inculto’. También es posible que los primeros
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Es claro que la cercanía entre dos personas es la base para que a nivel físico y bioquímico se produzcan estímulos que elevan sustancias que pueden mantener la atracción por otra persona o incrementar el gusto por ella; esto es más frecuente en parejas que llevan poco tiempo, a tal punto que la reducción del contacto puede hacer que estas sustancias decaigan y disminuya el interés. La persona que está lejos puede ser fácilmente reemplazada por otra que le produzca este estímulo. Es importante aclarar que la presencia no solamente es física; como también hay neurotransmisores y hormonas en juego, el gusto se mantiene a través de la comunicación.
sean acrolectalismos, y los segundos basilectalismos. Otra taxonomía dice que los primeros son poetolectos (o tecnolectos), mientras que los segundos son cotidiolectos. Parece que Saussure tenía razón: el punto de vista crea –nombra– el objeto (N. del C.). 1. EL GLOBO OFTÁLMICO DEL POSEEDOR TORNA OBESO AL BRUTO VACUNO. (Al ojo del amo engorda el ganado). 2. RELÁTAME CON QUIÉN DEAMBULAS Y TE MANIFESTARÉ TU IDIOSINCRASIA (Dime con quién andas y te diré quién eres). 3. EL RUMIANTE CÉRVIDO SIEMPRE PROPENDE AL ACCIDENTE GEOGRÁFICO. (La cabra siempre tira al monte). 4. NO EXISTE ADVERSIDAD QUE POR SINECURA NO SE TRUEQUE. (No hay mal que por bien no venga).
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5. MÁS VALE PLUMÍFERO VOLADOR EN FOSA METACARPIANA QUE SEGUNDA POTENCIA DE DIEZ PULULANDO POR EL ESPACIO. (Más vale pájaro en mano que cien volando). 6. CRUSTÁCEO DECÁPADO QUE PIERDE SU ESTADO DE VIGILIA ES ARRASTRADO POR EL ÍMPETU MARINO. (Camarón que se duerme se lo lleva la corriente). 7. A EQUINO OBJETO DE UN OBSEQUIO NO SE LE AQUILATAN LAS PIEZAS ODONTOBLÁSTICAS. (A caballo regalado no se le miran los dientes). 8. QUIEN A UBÉRRIMA CONÍFERA SE ADOSA, ÓPTIMA UMBRÍA LE ENTOLDA. (El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija). 9. A PERTURBACIÓN CICLÓNICA EN EL SENO AMBIENTAL, ROSTRO JOCUNDO. (A mal tiempo, buena cara). 10. LA AUSENCIA ABSOLUTA DE PERCEPCIÓN VISUAL TORNA INSENSIBLE AL ÓRGANO CARDÍACO. (Ojos que no ven, corazón que no siente). 11. H2O QUE NO HAS DE ENGURGITAR, PERMÍTELE QUE DISCURRA POR SU CAUCE. (Agua que no has de beber, déjala correr). 12. OCÚPATE DE LA ALIMENTACIÓN DE LAS AVES CÓRVIDAS, Y ESTAS TE EXTIRPARÁN LAS ESTRUCTURAS DE LAS FOSAS ORBITARIAS QUE PERCIBEN LOS ESTÍMULOS VISUALES. (Cría cuervos, y te sacarán los ojos).
13. CAVIDAD GÁSTRICA SATISFECHA, VÍSCERA CARDÍACA EUFÓRICA. (Barriga llena, corazón contento). 14. AL QUE EMBRIOLÓGICAMENTE ES TRAÍDO AL MUNDO CON EL DIÁMETRO ANTEROPOSTERIOR DE LA CAVIDAD ABDOMINAL AUMENTADO, NO LOGRARÁ REDUCIR SU CONTENIDO VISCERAL POR MÁS INTENTOS FORZADOS EXTRÍNSECOS DE REFORZAR DICHA PARED EN SU INFANCIA. (El que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito).
Adagios indecentes A palabras embarazosas… oídos anticonceptivos. Al que madruga… le da sueño. Cuando la quebrada suena… se ahogó una orquesta. Del dicho al lecho… hay mucha lucha.
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Donde come uno… comen dos.
El que con niño se acuesta… cagao amanece. El que ríe último… no entendió el chiste. Indio comido… indio cacorro. Más vale pájaro en mano… que padre a los 18.
No por mucho madrugar… se ven las vacas empiyamadas.
¿Cuál es la palabra que falta? 1. Cuando el __________ duerme bailan los ratones. 2. Lo _________ sale caro. 3. No es _________ todo lo que reluce. 4. Más vale pájaro en mano que _________ volando. 5. Poner toda la __________ en el asador.
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El que madruga… encuentra todo cerrado.
6. Al perro que _________ no lo despiertes. 7. Peor es el __________ que la enfermedad. 8. Antes de __________ pensar. 9. Quien siembra __________ recoge tempestades. 10. Loro __________ no aprende a hablar.
Respuestas en: http://www.cyberkidz.es/cyberkidz/juego.php?spelUrl=library/taal/groep7/ taal1/&spelNaam=Dichos%20y%20refranes&groep=7&vak=taal
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Magazín SPN Nro. 18: Dos literaturas (1) En lexicografía se diferencia el regiolecto castellano del regiolecto andaluz situando al primero en las tierras altas y al segundo en las tierras bajas. Surgen, así, dos acentos: el montañero y el costeño. En Colombia, México y Perú se habla tanto el español castellano como el español andaluz. Apenas ahora se constata que la literatura de esas regiones es diferente.
Corrido
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maíz.
Así es la Plazuela de Ameca, con su esquina ochavada y sus casas de grandes portones. Y en ella se encontraron una tarde, hace mucho, dos rivales de ocasión. Pero hubo una muchacha de por medio. La Plazuela de Ameca es tránsito de carretas. Y las ruedas muelen la tierra de los baches, hasta hacerla finita, finita. Un polvo de tepetatec que arde en los ojos, cuando el viento sopla. Y allí había, hasta hace poco, un hidrante. Un caño de agua de dos pajas, con su llave de bronce y su pileta de piedra. La que primero llegó fue la muchacha con su cántaro rojo, por la ancha calle que se parte en dos. Los rivales caminaban frente a ella, por las calles de los lados, sin saber que se darían un tope en el testerazo. Ellos y la muchacha parecía que iban de acuerdo con el destino, cada uno por su calle. La muchacha iba por agua y abrió la llave. En ese momento los dos hombres quedaron al descubierto, sabiéndose interesados en lo mismo. Allí se acabó la calle
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H
ay en Zapotlána una plaza que le dicen de Ameca, quién sabe por qué. Una calle ancha y empedrada se da contra un testerazob, partiéndose en dos. Por allí desemboca el pueblo en sus campos de
de cada quien, y ninguno quiso dar paso adelante. La mirada que se echaron fue poniéndose tirante, y ninguno bajaba la vista. —Oiga amigo, qué me mira. —La vista es muy natural. Tal parece que así se dijeron, sin hablar. La mirada lo estaba diciendo todo. Y ni un ai te va, ni ai te viene. En la plaza que los vecinos dejaron desierta como adrede, la cosa iba a comenzar. El chorro de agua, al mismo tiempo que el cántaro, los estaba llenando de ganas de pelear. Era lo único que estorbaba aquel silencio tan entero. La muchacha cerró la llave dándose cuenta cuando ya el agua se derramaba. Se echó el cántaro al hombro, casi corriendo con susto.
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Los que la quisieron estaban en el último suspenso, como los gallos todavía sin soltar, embebidos uno y otro en los puntos negros de sus ojos. Al subir la banquetad del otro lado, la muchacha dio un mal paso y el cántaro y el agua se hicieron trizas en el suelo. Esa fue la merita señal. Uno con daga, pero así de grande, y otro con machete costeño. Y se dieron de cuchillazos, sacándose el golpe un poco con el sarapee. De la muchacha no quedó más que la mancha de agua, y allí están los dos peleando por los destrozos del cántaro. Los dos eran buenos, y los dos se dieron en la madref. En aquella tarde que se iba y se detuvo. Los dos se quedaron allí bocarriba, quién degollado y quién con la cabeza partida. Como los gallos buenos, que nomás a uno le queda tantito resuello. Muchas gentes vinieron después, a la nochecita. Mujeres que se pusieron a rezar y hombres que dizque iban a dar parte. Uno de los muertos todavía alcanzó a decir algo: preguntó que si también al otro se lo había llevado la tiznadag. Después se supo que hubo una muchacha de por medio. Y la del cántaro quebrado se quedó con la mala fama del pleito. Dicen que ni siquiera se casó. Aunque se hubiera ido hasta Jilotlán de los Doloresh, allá habría llegado con ella, a lo mejor antes que ella, su mal nombre de mancornadorai. Municipio del estado mexicano de Hidalgo. b Frontón de una finca o casa que a modo de proa de barco parte en dos la calle. c Tierra de mina que no tiene metal. d Acera. e Ruana sin ranura en el centro, poncho. f Alma. g Parca, huesuda. h Municipio del estado mexicano de Jalisco. i Mujer que tiene varios amantes (N. del C.). a
Algo muy grave va a suceder en este pueblo Gabriel García Márquez Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: —No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: —Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá y una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice: —Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. —¿Y por qué es un tonto? —Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Entonces le dice su madre: —No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: —Véndame una libra de carne ‒y en el momento que se la están cortando, agrega‒: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
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—Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
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—Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas. Entonces la vieja responde: —Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras. Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: —¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? —¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! (Tanto calor que era un pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos).
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—Sin embargo −dice uno−, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. —Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
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—Sí, pero no tanto calor como ahora. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: —Hay un pajarito en la plaza. Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito. —Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. —Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. —Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: —Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: —Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa. Y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: —Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.
Cuatro preguntas Espinosa y Bedoya Niegas con él lo que hiciste y mis sospechas te asombran pero si no le quisiste ¿por qué te pones tan triste cuando en tu casa le nombran? Dices que son cosas mías y que te estoy engañando mas ¿por qué le sonreías cuando él te estaba mirando?
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Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=zBgZIb7zHNE
El santo cachón Los Embajadores Vallenatos Me dijeron que te vieron, te pillaron el otro día sabroseando con un señor que no era yo.
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Si ahora, en no ser te empeñas culpable como pareces si él te odia y tú le desdeñas ¿por qué, por qué tantas veces os vi entenderos por señas? Si no dejaste en derroche de amor que te acariciara ¿por qué te azotó una noche una noche con el pañuelo la cara?
Me contaron los que te vieron en una forma que Dios mío que uy mejor no digo no fue uno ni fueron dos fueron tres los amigos que te vieron con él moliendo caña. Ay mientras yo muy solitario como el llanero porque tú a mí me dijiste que ibas de viaje donde tus viejos del alma. Y ahora dices tú que no es así que ese era un primo que estaba allá que te invitó a salir y te dio pena decir que no.
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Que te perdone yo, que te perdone como si yo fuera el santo cachón mira mi cara ve yo soy un hombre y no hay que andar repartiendo perdón. Ajuiciate mama busca el juicio busca el juicio muchacha ajuiciate yo me iba a casar contigo por poco meto la pata y ahora no puedo ni verte puedo hacer un disparate. Tu primito si te quiere que te exprima de mí no podrás quejarte porque te divertiste también. Sé que hay cosas en la vida que un hombre sale ganando cuando las deja perder entre el cielo y la tierra dice un dicho que no existe nada oculto y todo se llega a saber. Te pillaron te caíste así de pum si te perdono tendría que aguantar callado si tú lo vuelves a hacer. Mujer si un día te vi no te conozco y si fue así ya ni me acuerdo como dicen por ahí a otro perro con ese hueso. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=sVlAVPPuFtY
Magazín SPN Nro. 19: Dos literaturas (2) La hipótesis de las literaturas diferentes (signadas por el nivel del mar) no fue del todo convincente. Este número de Magazín SPN amplía el corpus. El cuento de Mejía Vallejo y la canción Señora bonita complementan el cuento de Arreola y la canción Cuatro preguntas (tierras altas). Por su parte, el cuento de Sánchez Juliao y la canción La tienda complementan el cuento de García Márquez y la canción El santo cachón (tierras bajas). Se ratifica entonces la existencia de dos literaturas, lo cual se quería demostrar.
Manuel Mejía Vallejo Ya era tarde cuando el muchacho recorrió la plaza de Balandú. —¡Se van a matar! −gritó con orgullo desesperado en la manera de anunciarlo. Fue también tarde cuando el teniente salió al trote elegante hacia el local. Y tarde cuando golpeó a la puerta y la gente se apretujaba por presenciar lo que era imposible de ser presenciado. Todos se hundieron en esa espera corta y respetuosa que intuye el ruido que debería producir la muerte: adentro el duelo era silencioso e implacable. —¿Quiénes? —Ellos. Juraron darse cuchillo agarrados a un pañuelo. En un principio fueron amigos extremos. Solo ellos podían llegar a ser enemigos hasta la obsesión, unidos en la vida y en la muerte por ese rencor que les llenaba las horas.
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Duelo a cuarto cerrado
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Nadie respondió a los golpes del teniente, nadie respondió a los llamados del muchacho ni de la mujer vestida de negro que ponía en el grito su último vigor. —¡Abran la puerta! En medio del silencio pareció abrirse paso un ruido sordo que salía del cuarto, dos respiraciones apretadas, zapatos que pisaban el suelo macizo. —¡Apagaron la luz! —Se están matando en el oscuro. El oficial hizo una seña al agente que llegó a su lado; cuando el agente regresó con un hacha y una barra, el oficial llamó de nuevo. Nadie adentro se acercó a la puerta. La mujer de negro miró al muchacho, miró al oficial, miró a la puerta. Después los ojos se sacudieron como si las miradas quisieran salir juntas. —¡Brutos! −dijo, y con sus manos abiertas se tapó lo que pudo de la cara−. El muchacho se arrimó con la cabeza caída.
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—¡Véanla! −señaló alguien cuando el primer hachazo dio contra el borde de la chapa de gruesa llave−. Unos rostros se empinaron sobre las cabezas para ver dos caminos de sangre que resbalaban debajo del portón y caían lentos al escalón del quicio. Ni una queja salía del cuarto, ni una protesta: sólo movimientos sordos, el jadeo de dos hombres en duelo a muerte. Los de afuera empuñaron sus dedos violentamente como para no soltar el cuchillo que no empuñaban. Cuando la puerta crujió con más violencia al abrirse, empezó a crecer la sangre junto a una bota del teniente; la otra bota pisó el quicio, avanzó una mano en la oscuridad y soltó la luz. De espaldas a lo que se volvió murmullo, el oficial ordenó al agente: —Haga retirar a los demás. Se fijó en el pañuelo lleno de sangre que todavía apretaban los puños de los cuerpos tendidos y que no soltaron con las cuchilladas. Solo agregó, casi en silueta, la luz contra el poderío de su quijada: —Estos dos ya se mataron.
El telegrama David Sánchez Juliao Con la persistencia que sólo los colombianos tienen, un monteriano se enfrentaba aquella tarde a una entrevista más para intentar conseguir un empleo.
Llegando a la oficina que le indicaron, frente al entrevistador, esto fue lo que sucedió: —¿Cuál fue su último salario? —Salario mínimo - responde el monteriano —Pues me alegra informarle que si usted es contratado por nosotros, su salario será de US$10.000 por mes. —¿Jura...? —Por supuesto! Y dígame, ¿qué carro tiene usted? —La verdad es que yo tengo un carrito para vendé raspao en la calle, y una carretilla pa transportar escombros... —Entonces, sepa que si usted viene a trabajar con nosotros, inmediatamente, le daremos un BMW convertible último modelo, y un Audi A6 para uso de su esposa, ambos cero kilómetros. —¿Jura...? —¡Sí señor! ¿Usted viaja con frecuencia al exterior?
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—Bueno compa... lo más lejos que yo viajé fue a Moñito, a visitar unos parientes.
—¿Jura...? —Es como le digo, señor.... y le digo más: ¿el empleo es casi suyo!. No puedo confirmarle 100% ahora, porque tengo que cumplir un requisito de informarle antes a mi Gerente, ¡pero está casi garantizado! —Si hasta mañana viernes, a las doce de la noche, usted no ha recibido un telegrama de nuestra empresa cancelando todo el proceso, ¡significa que puede venir a trabajar el lunes a las 8:00 de la mañana...! ¡El monteriano salió radiante de la oficina! Ahora era sólo esperar hasta la medianoche del viernes, y rezar para que no apareciera ningún maldito telegrama. Al día siguiente todo era optimismo... no podía haber existido un viernes más feliz que aquel. El monteriano reunió a toda la familia y les contó las buenas nuevas. Después convocó al barrio entero, y les informó que estaba comenzando un asado gigante, con música en vivo y ron pa todo el mundo, al cual estaban todos invitados. Cuando eran las cinco de la tarde, ya se habían mamado varias cajas de cerveza y ron y muchos kilos de carne asada al carbón.
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—Pues si usted trabaja aquí, viajará por lo menos diez veces por año, con agendas entre Paris, Londres, Roma, Mónaco, New York, Moscú... entre otros países.
Conforme avanzaba el día, más personas llegaban y la alegría desbordaba. A las nueve de la noche ¡el barrio estaba extasiado y la fiesta hervía! La papayera tocaba sin parar en tarimas improvisadas, el pueblo bailaba y comía, mientras el ron rodaba sin cesar. A las diez de la noche la mujer del monteriano empezó a preocuparse, pues le parecía que aquello ya era demasiada exageración... pero todo continuaba. La vecina buenota, la apetecida del barrio, ya comenzaba a bailar descaradamente y a apretarse contra el monteriano, haciéndole descarados coqueteos. La banda seguía tocando, el volumen aumentaba, la cerveza corría por litros, el ron ni se diga, el pueblo bailaba desaforado, la carne humeaba en las parrillas y era consumida en cantidades.... A las once de la noche ¡el monteriano ya era el rey del barrio! Las cuentas de gastos, para divertir y para llenar la barriga del pueblo, a esas alturas ya sumaban cifras gigantes... pero todo sería por cuenta del primer salario!
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La mujer del monteriano seguía medio afligida, medio preocupada, medio celosa, medio resignada, medio alegre, medio boba y medio asustada. Once horas y cincuenta minutos... y doblando la esquina, al final de la calle, aparece un motociclista vuelto loco, entrando en la calle de la fiesta a toda velocidad y tocando insistentemente el pito de la moto. ¡¡¡Era el cartero!!! La fiesta paró en un segundo... La banda se silenció al unísono... El primo del monteriano se atragantó con un trozo de yuca... Un borracho eructó... Un perro comenzó a aullar... ¡¡¡Dios mío!!! ¿Y ahora quien va a pagar la cuenta de esta fiesta? ¡¡Pobrecito el corroncho!!’, era la frase que la multitud murmuraba, y se repetían unos a otros. Tiraron unos baldes de agua encima de las parrillas de la carne, y hasta los carbones humeantes parecían llorar. Desconectaron los refrigeradores que contenían los barriles de cerveza. Los músicos se bajaron de la tarima. La mujer del monteriano se desmayó cuando la moto del correo paró frente a su casa, y preguntó:
—¿Señor Lawandio Barguil de la Hoz? —Sí, sí... sí se... sí señor... soy... soy yo... El telegrama. La multitud no resistió más. Un ‘oooohhhh’ apesadumbrado se escuchó en todos los alrededores. Algunos comenzaron a recoger sus cosas para retirarse a sus casas. Las mujeres lloraban abrazadas. Los hombres se daban palmaditas de consuelo en los hombros, los unos a los otros. El mejor amigo del monteriano estrellaba repetidamente su cabeza contra la pared. La vecina buenota se componía la falda y se arreglaba el cabello. —¡Telegrama para usted...! El monteriano no lo podía creer. Agarró el telegrama con sus manos temblorosas y con los ojos llenos de lágrimas. Irguió la cabeza y miró con valentía y tristeza a toda la multitud que aguardaba expectante. Un silencio total se apoderó del barrio... Respiró profundo y comenzó a abrir el telegrama. Sus manos temblaban y una lágrima se deslizó, cayendo sobre el pavimento. Miró de nuevo a todos los que hacía unos minutos lo idolatraban; todo era consternación general. Logró sacar el telegrama del sobre, lo abrió y comenzó a leer.
El monteriano comenzó a leer el telegrama. A medida que lo hacía, su rostro cambiaba de expresión y fue quedando muy, muy serio. Terminó su lectura y se quedó abstraído, mirando hacia la nada. Levantó de nuevo el papel y volvió a leerlo. Al final dejó caer los brazos, levantó lentamente la cabeza, sacó pecho y miró al pueblo que lo esperaba. Entonces... ¡una sonrisa comenzó a dibujarse lentamente en el rostro del monteriano! En ese momento comenzó a saltar, a aullar de felicidad, brincando como un niño, abrazándose con los que estaban a su lado en la mayor demostración de felicidad ya vista, mientras gritaba eufórico: —Menos mal hijueputa....... Se murió mi mamá............ HIJUEPUTA…….... Se murioooooó! ¡¡¡NOJODA!!! Todo el pueblo brincó de alegría y continuaron festejando el nuevo empleo de Lawandio Barguil de la Hoz.
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El pueblo aguardaba en silencio y se preguntaba: ‘¿Y ahora quién va a pagar toda esta cuenta?’.
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Señora bonita Leo Marini Señora bonita hay algo en su boca Tiene algo su cuerpo que al verla que cruza Amor, amor me provoca. Señora bonita usted me castiga Y aunque no me quiera le digo mil veces Que Dios, que Dios la bendiga. Señora bonita su cara es dulzura Mis brazos le ofrecen el discreto Instante de una aventura.
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Señora bonita yo siempre la sueño Mire que ironía yo amándola tanto Y usted tiene dueño.
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Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ntiqtiV8VJs
La tienda Vicente Fernández Dile al que vive contigo que sea precavido Que no te descuide tanto Dile que cierre bien la capilla porque hay muchos fieles Que quieren rezarle al santo. Dile que entienda que tú eres manjar para reyes Que incitas a los excesos Dile que hay lobos hambrientos que quieren comerte Y yo soy un lobo de esos... El que tenga tienda que la atienda buen amigo O se debe el cliente a otro changarro bien surtido No abras la canasta aunque la carne esté reseca Que en el arca vieja hasta el ser más justo peca. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Q2vR21RrtbU
Magazín SPN Nro. 20: Saludo vs dedicatoria Si bien en la teoría de los actos de habla saludar y dedicar son acciones distintas, en el espíritu de lo planteado por Vélez, la dedicatoria se puede homologar a un saludo. Lo que sucede es que hay otro tipo de dedicatoria y es el usual en algunas emisoras, mediante la cual una persona le dedica a otra el tema de una canción, para que el cantante diga lo que el ‘dedicador’ es incapaz. Cosa diferente a la esencia del saludo, tal como lo interpretó Semana.
Semana
Ser mencionado por un cantante de vallenato tiene su costo. Todo se logra mediante un comisionista de saludos, que sirve de puente entre el dedicatario y el artista. “¡Para el doctor!” es una frase que se oye con tanta frecuencia en un vallenato, que resulta fácil pensar que esos saludos y dedicatorias son simple agradecimiento. A veces es así, pero en la mayoría de los casos esas frases surgen tras un pago. El tema no es ningún secreto, y para explicar el tema, entrevistamos a Álvaro Álvarez, más conocido en Olímpica Stereo Valledupar como “Triple A”, quien está al frente del programa Vallenatos de Oro y que también sirve de enlace entre los músicos y quienes quieren ser mencionados en sus canciones.
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¿Cuánto cuesta un saludo en un vallenato?
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SEMANA: ¿Cómo funciona este trabajo? Álvaro Álvarez: Con Diomedes Díaz, que fue con el que más trabaje en cuestión de saludos, se recibía una remuneración y él en agradecimiento con lo que uno hacía pues él le daba a uno un porcentaje. Él me decía “voy a saludar a fulano de tal; eso vale 25 millones de pesos” y de ahí él me daba 3 o 4 millones. Eso no es nuevo en el folclor.
SEMANA: ¿Cuánto tiempo trabajó con Diomedes?
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A. A.: Más de 15 años. Yo siempre estaba con Jorge Oñate y con Poncho Zuleta. Eso de cobrar por los saludos era normal en ellos, que eran los tres grandes. En el departamento de la Guajira para nadie es un secreto que tuvo muchos vínculos con la etapa de la marihuana. Ha sido un departamento de contrabando. Ellos conformaron su grupo y en agradecimiento, por ejemplo, Poncho nombraba a José Miguel Cotes, ‘Lucky’ Cotes, el gavilán Mayor, Chijo López… los que estaban conectados con el negocio. Los saludaban y ellos les regalaban carros y hasta apartamentos. Después eso fue desapareciendo por las investigaciones y mucha gente se apartó. Más tarde se convirtió en una manera de hacer publicidad para candidatos a alcaldías, al congreso, a cualquier cargo de elección popular. Ellos se veían más beneficiados con un saludo de estos cantantes que con la misma publicidad política de un afiche o de un programa político en alguna emisora.
SEMANA: ¿Quiénes solían comprar estos saludos? A. A.: En general eran políticos o narcotraficantes y personas de esos negocios. No es un secreto. Una vez en Cali, Jorge Celedón mencionó en un concierto a fulano de tal y dentro del espectáculo estaba otro señor que le preguntó por qué había nombrado a esa persona. Le dijo a Celedón: “No lo vuelvas a hacer; mejor que no porque te buscas problemas”. A raíz de eso Jorgito Celedón es el único cantante que no menciona a nadie en sus trabajos musicales. De la Guajira ya pasamos al interior del país. En todo caso con Diomedes, Poncho y Jorge Oñate siempre se dio la cuestión de la dádiva, de la gratificación porque ayudaron a una persona a llegar a un cargo, por un negocio exitoso o porque hicieron popular a alguien. Se fue regando tanto eso del saludo que ya los políticos, los médicos, etcétera, quieren que los saluden. Todo el que termina la profesión quiere que lo mencione Silvestre, Peter Manjarrés y Martín Elías, porque es una plataforma para vender su imagen. Con Diomedes se llegó al extremo que las casas disqueras no pagaban como antes el CD o el LP. Antes le pagaban al músico 100 o 200 millones de pesos por la grabación. Eso desapareció debido a la piratería. ¿Qué pasó? Que ellos consiguieron unos amigos que
estaban en el congreso, que aspiraban a un cargo de elección popular y les pasaban 15 o 20 millones. De los más mencionados era Emilio Tapia que le daba por debajo de cuerda una remuneración al Cacique. También nombró a Carlos Alberto Medina, como el mejor ortodoncista. Diomedes también nombraba a su sobrino Daniel Fernando Zabaleta cuando se convirtió en profesional para impulsar su carrera. Diomedes, Poncho y Jorge, a raíz de que la casa disquera ya no pagaba, buscaron su forma de sostener a los músicos y de pagar el estudio de grabación. La piratería obligó a los músicos a que se agarraran de los pudientes, como los grandes contratistas del Estado. Luis Ángel González, que era un comerciante de Maicao, le regalaba novillos, ganado, o carros cargados de whisky. Santa López Sierra ex senador y que está extraditado, también le daba dinero a Diomedes porque tenía aspiraciones políticas
SEMANA: ¿Cuántos saludos podía haber por álbum?
El saludo más caro coordinado por mí fue de 30 millones de pesos; por el lado de José Sequera, 40 millones. Nelson Wilches en Santa Marta también estaba autorizado y alcanzó a recoger entre 90 y 100 millones.
SEMANA: ¿Todos los saludos son pagos? A. A.: No; hay saludos de agradecimiento. Por ejemplo a veces se nombra a Javier Fernández, director de Olímpica Estéreo Valledupar que es la emisora más escuchada en Valledupar, en agradecimiento porque promocionaba los lanzamientos de discos. Diomedes también me saludó en más de 8 o 10 canciones. Todos los artis-
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A. A.: En el último trabajo de Diomedes, que fue con el que más plata hizo, alcanzó a ganar 800 millones por saludos. Si se analiza ese disco uno encuentra muchas personalidades que llegaron al congreso, incluso futbolistas como el Tino Asprilla y el Pibe Valderrama. Ellos cuando se retiraron querían seguir siendo famosos, Diomedes les mandó saludos, y ellos le mandaban regalitos de 10 o 15 millones de pesos. Pero hay saludos más caros. Los hijos de Diomedes como Luis Ángel, Diomedes de Jesús y hasta el mismo Martín, Rafael Santos, recogían plata entre sus amigos y pudieron haber llevado 150 o 200 millones de pesos. El mánager de Diomedes José Sequera también negociaba. Todo eso era con orden de Diomedes; no era que uno lo hiciera arbitrariamente. Eso era para pagar a los músicos porque el Cacique empleaba a más de veinte. Él duró más de cuatro meses grabando el álbum y eso tiene un costo. La hora de grabación es carísima y las casas disqueras ya no responden por eso. Diomedes se agarró entonces de los saludos y yo por otro lado le pude haber entregado más de 100 millones de pesos.
tas vallenatos me han saludado en algún momento, excepto Beto Zabaleta porque nunca he sido cercano a él.
SEMANA: ¿Cuánto cuesta un saludo de otros artistas? A. A.: El más caro era Diomedes. El saludo con Silvestre también está en un nivel altísimo. Un saludo para una sola persona con Silvestre puede costar entre 30 y 40 millones. Peter Manjarrés cobra entre 20 y 25 millones. Todo depende de qué tanto está sonando el artista. Ahora los que están de moda son Silvestre y Martín Elías y ellos cobran caro.
SEMANA: ¿Hay más comisionistas de saludos?
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A. A.: Sí, hay varias. Está Joaco Guillén que hace el puente con Poncho Zuleta, o Mario Puerta, y hasta los mismos mánagers de los artistas. Como uno trabaja en esto del medio también es la forma de vender la publicidad, porque eso cuesta. Para vender el producto hay que anunciarlo y en la emisora uno publicita, eso es normal. Eso lo vienen denunciando. La Fiscalía no ha podido abrir investigación a ningún cantante porque el cantante no es juez ni fiscal. Por ejemplo a Silvestre y a Jean Carlos Centeno los contrató Fritanga pero él no les pagó directamente. Eso fue a través de un tercero o a través de los mánagers de ellos. Quienes tienen que ser responsables son los mánagers que deben saber a quiénes les van a cantar; el cantante llega a la tarima. En cualquier evento público cuando Diomedes se bajaba del escenario le daban plata porque él hacía mención de alguien durante el concierto. La gente le daba 5 o 6 millones para sus desplazamientos o para el whisky. Diomedes salía de los conciertos con plata. Publicado el 9 de setiembre de 2014.
Un disparate en la primera página Jaime Alberto Vélez Un escritor se conoce desde la dedicatoria del libro. Existe, a este respecto, una relación significativa entre el mal escritor y el amor declarado al padre y a la madre. Por lo general, a los progenitores se les dedica la tesis de grado o un opúsculo inicial, pero no una obra maestra. Si La tierra baldía hubiera estado presidida por
esta ofrenda filial, ni siquiera hubiera suscitado la atención de Ezra Pound, aunque es probable que la corrección hasta de este aspecto le haya merecido a Pound, por parte de Eliot, el reconocimiento público como il migliore fabbro. Tampoco suelen ser frecuentes en las grandes obras las dedicatorias amorosas. Si todas las cartas de amor son ridículas ‒según Fernando Pessoa‒, también los ofrecimientos de este estilo deben correr la misma suerte. Las obras inmortales carecen de dedicatorias amorosas porque casi siempre se escriben por falta de amor. Y es que un escritor enamorado y feliz, como se sabe, solo puede escribir tonterías. Detrás de todas las grandes obras palpita, por supuesto, un gran amor, pero este es irrealizable o ha desaparecido. ¿Habría escrito Dante la Divina Comedia de haber accedido Beatrice Portinari a sus requerimientos? Las once mil Lesbias, Cloris, Cintias y Perilas que pueblan la historia de la literatura constituyen una prueba de que, para el éxito del arte, no hay nada mejor que un fracaso amoroso del artista.
En las grandes obras son explicables las dedicatorias por razones económicas. Mecenas, los Médici, el marqués de Ayamonte y el duque de Béjar, por ejemplo, debieron de haber hecho por los artistas mucho más que la propia familia, convertida casi siempre en una carga, cuando no en un verdadero estorbo, a juzgar por la situación personal de Cervantes. Un escritor puede recurrir a un potentado para financiar su obra, pero en caso de apelar a una bella mujer, lo máximo que podría lograr sería el alejarse del proyecto durante nueve semanas y media por lo menos. ¿Qué sentido tiene que Borges hubiera dedicado una obra tardía a María Kodama si todas ‒aun las no publicadas‒ terminaron perteneciéndole? Las declaraciones públicas de un amor privado denotan un alma ingenua y elemental, y la mayoría de los grandes escritores se caracterizan por todo lo contrario. A pasión juvenil de Joyce por Norah Barnacle ha quedado registrada en cartas plenas de erotismo y de un atrevimiento que no bastaría, sin embargo, para merecer una mención en la primera página del Ulises. De ahí que resulte tan significativa la aclaración que Juan José Arreola consigna al comienzo de Palindroma: “La dediatoria se suprime a petición de parte”. En este sentido estricto, no hay dedicatoria que no corra, con el paso del tiempo, la misma suerte. Grandes obras de la literatura como Madame Bovary, Ulises o El extranjero carecen de dedicatorias por una razón muy simple: pertenecen al lector. Un gran escritor
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Las dedicatorias a la esposa, por su parte, poseen un carácter protocolario y, obviamente, no están movidas por un amor encendido, sino ‒en el mejor de los casos‒ por una suerte de agradecimiento. Estas efusiones sentimentales se mueven más en la esfera del arrepentimiento que en la de la pasión. Un buen escritor, pues no escribe por amor, sino para que lo quieran más sus amigos; el mal escritor, en cambio, escribe para que sus amigos quieran más a García Márquez.
parte del reconocimiento y aceptación de un artificio elemental, propio de la literatura: el que habla en el libro es el autor, no la persona. Si un autor dedicara su obra a un personaje, esta ofrenda formaría parte de la literatura, es decir, de la ficción; en el caso contrario, hace parte de la lógica de lo real. El brindis de un torero tiene al menos, como acicate de la emoción, la inminencia de la muerte. ¿Qué es lo que pretende, entonces, dedicar un autor? Si se mira mejor, ¿no merecerían todos los trabajos humanos un ofrecimiento público? La dedicatoria representa, en el fondo, un acto vanidoso, pues el escritor supone, antes del juicio del público y del tiempo, que la obra posee un valor que no es ni efímero ni insignificante. Si consistiera en un simple trabajo humano como todos, ¿qué ofrecería? El escritor confía en un por siempre cuando la obra ni siquiera ha traspuesto el ahora.
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Un poema con dedicatoria permite ver con mayor claridad los inconvenientes de esta costumbre. Si la poesía constituye una forma de comunicación entre el escritor y el lector, ¿qué papel juega un testigo entre los dos? Ahora bien, si el poema no comunica nada, queda claro que su contenido es un secreto que pertenece al poeta y al testigo. En tal caso, ¿qué hace allí el lector? Resulta ridículo, además, que las palabras de un poema se escojan con escrúpulo y cuidado, una por una, de acuerdo con su sonoridad y prestigio, y todo para que al final, roto el hechizo, se diga: Para Mechas. Tal ridiculez resulta solo inferior a la del desconocido literato de provincia que, lleno de solemnidad y automatismo, escribe al comienzo de su poema: A André Breton. Lejos del amor, del poder y de la gloria, muchas dedicatorias tienen una simple y modesta explicación psicológica. Cuando un escritor mediocre dedica su trabajo, trata de evitar, por lo menos, irse solo al olvido. Tomado de Satura: ensayos. Medellín, Universidad de Antioquia, 2013, pp. 51-54.
Magazín SPN Nro. 21: Cosas del idioma (1) Ese muchacho Juan David se demoró veinte días para escribir sobre redundancias (una por día) y un mes para para que se las publicaran. Por su parte, las conjunciones fueron escritas de un día pa’ocho. En cambio, sobre el palíndromo no se supo el tiempo invertido, ni las fechas de las modificaciones. ¡Es que con el idioma nunca se sabe…!.
El uñero en la uña: 20
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redundancias
N
o se dice ‘tengo un uñero en la uña’. Es una corrección que escuché varias veces en la escuela: el uñero siempre es de la uña. Ese uso innecesario de la palabra uña es una redundancia (también podría llamarse pleonasmo): una repetición o uso excesivo, dice la Real Academia, de una palabra o de un concepto. Hay otras redundancias, quizá más sutiles, que es bueno evitar para no afear lo que se quiere decir. Aunque, dicho sea de paso, no toda redundancia se considera incorrecta, cuidado… Decir, por ejemplo, “lo vi con mis propios ojos” es, por supuesto, una redundancia, uno, en sentido estricto, solo puede ver a través de sus ojos, no de los del vecino. Sin embargo, puede ser un recurso del hablante para darle fuerza a la frase, para adornarla quizá. Las siguientes son redundancias más bien incorrectas, aunque, a lo mejor en ciertos contextos adornen y funcionen. Para no ir muy lejos, el nombre de esta columna es una flagrante redundancia (pero aceptada). 1. Erario público: el erario es la plata (dinero, bienes) de la hacienda, es decir, del Estado, por lo tanto, no hay erario privado, todo erario es público siempre.
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Juan David Villa
2. Funcionario público: un “funcionario” es un profesional que trabaja para el Estado, es decir, que tiene un empleo público (público: del Estado). Entonces, así como no hay erario privado, tampoco hay funcionario privado. 3. Un falso pretexto: todo pretexto es falso porque es un motivo simulado (falso) para no hacer algo o para justificar lo que debía hacer y no hizo. Algo así como un político explicando por qué la plata de las escuelas se gastó en armas. 4. Totalmente gratis: esto es como estar embarazada, está o no está, pero nadie se embaraza a medias. Lo mismo, si la entrada al parque de diversiones no cuesta nada, entonces, es gratis, del todo. Si vale un centavo ya deja de serlo. Por lo tanto, el “totalmente” sobra: o es gratis o no es gratis. 5. Volar por los aires: es muy difícil volar por otra parte. Volar es moverse por el aire. 6. Valoración positiva: valorar tiene ya la idea “positivo” porque significa reconocer (en el sentido de premiar, aplaudir) los méritos de alguien.
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7. Dar respuesta / dar comienzo: ninguna de las dos es incorrecta. Sin embargo, ¿para qué decir “dar comienzo” o “dar respuesta” si con “comenzar” y “responder” es suficiente? 8. Lapso de tiempo: como ya lo había mencionado en otro artículo, esta expresión es redundante, porque lapso ya tiene la idea de tiempo, pero está en el Diccionario de la Real Academia y es correcto usarla. 9. Hace dos años atrás: esta es mejor evitarla. Y decir “hace dos años” o “dos años atrás”. “Hace” indica transcurso de tiempo, es decir, tiempo que ya pasó, que quedó “atrás”. 10. Volver a repetir / repetir de nuevo / repetir otra vez: repetir es “volver a hacer”. Estas expresiones son correctas si el acto se repite más de dos veces. Volver a repetir sería: (1) hacer, (2) volver a hacer y (3) otra vez hacer… 11. Beber (tomar, decimos en Colombia) líquidos: aunque en el diccionario beber también significa “absorber, devorar, consumir” (sin especificar qué), en su sentido más estricto, beber es “ingerir líquidos”. 12. Base fundamental: si esta expresión se usa para indicar que algo es el apoyo de otra cosa, por ejemplo, “el diálogo es la base fundamental de la paz”, la expresión es redundante porque base es “fundamento de”, entonces, sobra decir que la base es fundamental. 13. “Su amigo de usted”: la redundancia está en que “su” se refiere a ese “usted”, es decir, su amigo siempre es de usted. Pero no, no siempre “su” se refiere a “usted”. Si yo digo “su amigo” también puedo referirme al amigo de él, al amigo de ella, al amigo de ellos, al amigo de ellas, al amigo de ustedes. Entonces, es correcto decir “su amigo de usted”, “su amigo de él”, “sus amigos de ellos”.
14. Accidente fortuito: si uno tiene un vaso en la mano, se le cae y se quiebra, eso es un accidente, es decir, un hecho involuntario y fuera del orden, fuera de la normalidad. Como fortuito significa “que sucede sin esperarlo, sin planearlo”, pues, con ese sentido, todo accidente es fortuito (en general, siempre habrá que mirar contextos). 15. Cita previa: no sé dónde más se use, pero en Colombia es muy común esta expresión para indicar que es necesario que se pida una cita para que, por ejemplo, el médico lo atienda a uno en su consultorio. Aunque sé que suena exagerado, toda cita es necesariamente previa, o sea, toca pedirla antes y antes, asimismo, la secretaria asigna día y hora… Eso no puede hacerlo después de la cita. 16. “Interrelacionados entre sí”: el prefijo “inter” indica la idea “entre tales personas o cosas”, por lo tanto, una “interrelación” es una relación entre… 17. Obsequio (regalo) gratuito: aclarar que es gratis sobra. Regalar y obsequiar (aunque el diccionario no las define igual) implican que se dio algo sin esperar nada a cambio, al menos nada directamente en compensación. Lo aclaro porque cuando la empresa que produce jabones, por ejemplo, ofrece una muestra gratis (regala su producto) pues espera que uno lo compre luego, pero no pide nada por el jaboncito que regaló, es un obsequio, por lo tanto.
19. Multa económica: como una multa es la obligación de pagar dinero por un daño causado, sobra decir que es “económica”, toda multa implica plata (dinero). Ahora bien, si con económica uno quiere decir que la multa es “barata” (de precio bajo), la redundancia desaparece. 20. Aproximadamente unos: para indicar que, por ejemplo, hubo casi 30 heridos se usa esta expresión. Pero tanto “aproximadamente” como “unos” indican esa idea, “casi, cerca de”, ambas dicen lo mismo.
Publicado en elmundo.com, el 29 de agosto, el 5, el 12 y el 19 de setiembre de 2014.
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18. Convivir juntos: “convivir” es vivir en compañía de otro (una persona, un animal, hasta una cosa) porque el prefijo (eso que se agrega a la palabra para cambiar su significado), en este caso “con”, indica reunión. Por lo tanto, no se puede convivir solo, siempre se convive con otros, siempre “junto” a, mínimo, alguien o algo.
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La conjunción ‘o’ ‘O’ es una conjunción disyuntiva que indica alternancia exclusiva o excluyente; se coloca entre los términos que indican la alternancia, o antepuesta a cada uno de ellos. Se emplea u cuando precede a una palabra iniciada por o u ho, para evitar la cacofonía. Otras veces, o indica que los términos unidos son equivalentes y sirven para designar una misma realidad. Así lo hizo el compositor de la canción “O” en 10 ocasiones; sus intérpretes son Los Tres Reyes (N. del C.). O te marchas para siempre de mi vida O no vuelves a decirme que te vas. O me quieres con pasión enloquecida O me dejas de querer y nada más.
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O te olvidas para siempre de mi suerte O recuerdas que eres toda mi ilusión. O me alientas a vivir para quererte O me matas de una vez sin compasión. O me quieres con pasión enloquecida O me dejas de querer y se acabó. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=ilKuhBFiMGs
La conjunción ‘y’ ‘Y’ es una conjunción copulativa, que sirve para reunir en una sola unidad funcional dos o más elementos homogéneos, e indica su adición. El compositor de la canción “Y” lo hizo 16 veces; su intérprete es Luis Miguel (N. del C.): Y qué hiciste del amor que me juraste Y qué has hecho de los besos que te di Y qué excusa puedes darme si fallaste Y mataste la esperanza que hubo en mí.
Y qué ingrato es el destino que me hiere Y qué absurda la razón de mi pasión Y qué necio es este amor que no se muere Y prefiere perdonarte tu traición. Y pensar que en mi vida fuiste flama Y el caudal de mi gloria fuiste tú Y llegué a quererte con el alma Y hoy me mata de tristeza tu actitud. Y a qué debo dime entonces tu abandono Y en qué ruta tu promesa se perdió Y si dices la verdad yo te perdono Y te llevo de recuerdo junto a Dios. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=LK6UmfC8N6E
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Palíndromo Un palíndromo (del griego palin dromein, volver a ir hacia atrás) es una palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Si se trata de un número, se llama capicúa. Habitualmente, las frases palindrómicas se resienten en su significado cuanto más largas son. Normalmente se entiende por palíndromo aquel que toma por unidad la letra, es decir, cuya última letra es la misma que la primera, la penúltima es la misma que la segunda, etc. Es el caso de palabras tales como reconocer o anilina. Sin embargo, también se puede tomar como unidad la sílaba (por ejemplo, gato con toga, aunque en este caso podría ser calificado como anagrama), la palabra o incluso el renglón.
Palabras palíndromos Ana, arenera, arepera, anilina, ananá, Menem, Neuquén, Oruro, oso, radar, reconocer, rotor, salas, seres, somos, sometemos, entre otras.
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Wikipedia
Frases palíndromos en español La ruta natural. ¿Acaso hubo búhos acá? (de Juan Filloy) Se van sus naves. Allí por la tropa portado, traído a ese paraje de maniobras, una tipa como capitán usar boina me dejara, pese a odiar toda tropa por tal ropilla. (de Luis Torrent) Allí si María avisa y así va a ir a mi silla. Átale, demoníaco Caín, o me delata. (usado por Julio Cortázar) Ateo por Arabia iba raro poeta. (de Juan Filloy) Dábale arroz a la zorra el abad. La ruta nos aportó otro paso natural. Anita lava la tina. Nada, yo soy Adán (de Guillermo Cabrera Infante) No di mi decoro, cedí mi don (de Juan Filloy) A la catalana banal, atácala.
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Curiosidad En latín también se conoce el palíndromo del cuadrado Sator: Sator Arepo tenet opera rotas (el sembrador Arepo guía con destreza las ruedas), que tiene la particularidad de que puede escribirse como un cuadrado y que se puede leer tanto horizontal como verticalmente: SATOR AREPO TENET OPERA ROTAS
Magazín SPN Nro. 22: Cosas del idioma (2) El aprendizaje de un segundo idioma, la homofonía que se cuela en palabras que ni siquiera son homógrafas y la evolución del nombre de esa figura que en otro tiempo fue el pater (padre, papá, papí y cucho) son tópicos que Magazín SPN aborda para cerrar la miniserie Cosas del idioma. El título del texto de Esther Balac hace recordar un fenómeno lingüístico que se dio solo en Puerto Rico: el bitonguismo, ya que toma del español el prefijo bi- y del inglés tongue (músculo) para nombrar al bilingüismo como ideal de la competencia lingüística del portorriqueño. De ahí lo toma Balac para instaurar una ilusoria anfibología.
Esther Balac
“
No hablo, pero lo entiendo”, “me defiendo” y “no pronuncio, pero leo bien” son disculpas que se inventan las personas a las que un idioma distinto al de su mamá les vuelve la lengua un ovillo, para no aceptar que no entienden ni jota. Lo cierto es que dominar más de una lengua en el mundo de hoy es una mera condición para la supervivencia, pero se tiende a elevar a la condición de iluminados a quienes se les facilita la tarea de aprender otro idioma. Hay quienes, ante el primer fracaso, se dan por vencidos, siguen viendo películas subtituladas y van de vacaciones a donde puedan pedir comida en lengua nativa. Pero no hay tal. Aunque muchos no lo crean, aprender idiomas produce tanto placer como un buen polvo. Y antes de que critiquen les diré que eso no es invento mío.
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Lengua y sexo: dos placeres iguales
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Resulta que unos estudiosos de la Universidad de Barcelona (España) y dos renombrados institutos alemanes acaban de demostrar que al estudiar una lengua nueva el cerebro utiliza las mismas zonas que se activan con las faenas bajo las sábanas, una buena comida, el juego o las drogas. En otras palabras, pone en funcionamiento las áreas de la recompensa y el placer. De acuerdo con estos investigadores, que publicaron sus hallazgos en la prestigiosa revista Current Biology, este proceso del lenguaje genera tanta satisfacción, cuando se asume con juicio, persistencia y dedicación, que puede incluso llegar a ser adictivo. Me explico: durante el proceso no solo se ponen en funcionamiento estas áreas del cerebro, sino que las conecta con otras de la corteza prefrontal y la amígdala cerebral, que convierten la charla en otro lenguaje, en un verdadero gusto.
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Algunos dan interpretaciones a este descubrimiento y sostienen que el asunto tiene que ver con la ineludible necesidad humana de comunicarse, y que, en ese sentido, la evolución ha puesto en el mismo lugar algo tan básico para la supervivencia como el sexo y una herramienta indiscutible que lo complementa como el lenguaje. Qué bueno por los políglotas. Bien dicen algunos que lengua y sexo van de la mano. En eso son sabios los franceses; son ellos los que aseguran que la mejor forma de comunicarse, y de aprender ese idioma, es en la cama. Publicado en eltiempo.com | 1 de noviembre de 2014
Las trampas de la equis Víctor Villa Mejía “−Te he dicho que te salgas del excusado, muchacho. −Sí, mamá. Ya voy. […] −¿Por qué tardas tanto en salir? ¿Qué haces aquí? −Estoy pensando. −¿Y no puedes hacerlo en otra parte? Es dañoso estar mucho tiempo en el excusado”. Rulfo, Juan. Pedro Páramo. Obras. México, FCE, 1987, p. 157.
En el español americano tanto la equis (x) como la doble ce (cc) suenan ka + ese [ks]. En laxo, sexo y sección la palatal k, por ser final de sílaba, se vuelve implosiva
y, en consecuencia, este sonido tiende a ensordecerse –laxo-laso], [sexo-seso] y [sección-sesión]– y ceder su lugar a la sibilante [s], por lo cual la diferencia en la escritura (sección, cesión y sesión) desaparece en la pronunciación y, en América, inducen a que dichos vocablos resulten homófonos. En la canción Besos y cerezas, del Dueto de Antaño, la letra dice que “No hay quien pueda resistirse a dar un beso / porque el hombre enamorado pierde el seso / y le dice con amor vida mía por favor / bésame que tus besitos son de amor” ¿qué es lo que se pierde, el sexo o el seso? El contexto informa que es el ‘seso’, porque el Larousse dice de seso: cerebro, prudencia, ‘perder el seso’: volverse loco, y ‘devanarse los sesos’: preocuparse mucho por resolver una cuestión La [sesión], en la pronunciación, es a la vez sección, cesión y sesión. ‘Cada una de las partes en que se divide un todo’, ‘acción de ceder’ y ‘tiempo durante el cual permanece reunido un cuerpo deliberante’, respectivamente, resultan pronunciadas de la misma manera como si fueran homógrafas, sin serlo.
La tabla ‘cuadrilonga’ evolucionó a cajón de madera y, por extensión semántica, pasó a escusado: reservado; el escusado le dio paso al retrete: instalación de madera para orinar y evacuar el vientre; luego aparecieron la letrina: lugar excusado, sic, en el Pequeño Larousse), el inodoro (no confundir con inoloro), el sanitario (tal vez los privados), el baño (sin ducha) y, como anglicismo, el uicé. Bien diferente es excusado, participio pasado del verbo excusar. Excusado es ‘disculpado’ o ‘perdonado’, de excusar: perdonar, justificar; del latín excusare ‘excusar’, de ex ‘quitar’ + cusare, de causa ‘acusación’. Como sustantivo, excusa es ‘explicación pidiendo perdón, motivo dado para disculparse’. ¿A quién no le
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El [escucusado], también en la pronunciación, es tanto excusado como escusado. El ‘excusado’ de Rulfo no es ni mexicanismo ni americanismo. Es un descuido, tanto del autor como del editor. El escusado existe, con el significado de reservado. El término se deriva de escusa. En la nota 143 del Diccionario abreviado, Rafael Uribe Uribe dice de escusa: “Hay en las cocinas o despensas de todas las casas antioqueñas una tabla cuadrada, como de una vara por lado, suspendida al techo por sus cuatro ángulos, por medio de cuerdas. Ese aparato tiene por nombre ‘la escusa’ y sirve para poner la leche, el queso, el dulce y otros comestibles con el fin de evitar que ratones, cucarachas, hormigas y demás animalillos los roan y empuerquen”. Y Günter Haensch & Reinolld Werner en Diccionario de colombianismos dicen: “Escusa f, Ant, Cald, Quind, Risar, Tol Tabla cuadrada o cuadrilonga que, en las cocinas o despensas, se suspende del techo por medio de cuerdas y sirve para guardar comestibles al amparo de los gatos y las ratas”. La locución “Desde que se inventaron las escusas no comen quesito los ratones”, con la variación “Desde que se inventaron las escusas los gatos no comen carne”, hace alusión a una escusa más pequeña para el uso exclusivo de la carne de la semana.
pidieron la “excusa” por haber faltado a la escuela? Nada tiene que ver lo anterior con el “excusado” de Pedro Páramo. Otro caso, entre muchos, es el de ‘acceso’. Ya se dijo que el complejo fónico cc se realiza como k + s. También se dijo que la k se va ensordecer, al formar sílaba en ac-. El peligro de la homofonía aparece cuando acceso es ‘ataque de tos, fiebre o cólera’, es decir, ‘repetición o acometida repentina de un estado’. Ese es otro acceso, e incluso otro ‘accesar’, el neologismo informático. Y, entonces ¿cómo se pronuncia absceso, si nosotros no tenemos la ce interdental de los españoles? Son tres sílabas: abs-, -ce- y -so; la be, de abs- se torna implosiva y no va a sonar; la -ce- se vuelve sibilante; y la -so no abandona la sibilación. En síntesis, aparece un tercer [aseso], con la acepción de ‘acumulación de pus en los tejidos orgánicos’. Corolario: la palabra pronunciada como [aseso] tiene las siguientes acepciones: 1) entrada, camino 2) acometida repentina de un estado y 3) acumulación de pus en los tejidos orgánicos. Especial para Magazín SPN
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Padre, papá, papi Daniel Samper Pizano Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre. La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir la falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra. -Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey? ¡Qué berraquera era el padre! Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero: demasiada con-
fiancita. Además –segunda derrota– “papá” es una invitación al infame tuteo. Con el uso de “papá” el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre: −¡Pero, papá, me parece el colmo que no me prestes el carro…! A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban: −Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no están en quién-sabe-dónde. El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de “señor González”, como habría hecho el padre, lo llamara “Tato”.
Y entonces vino papi. Papi es invento reciente, de los últimos veinte o treinta años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica. −Papi me llevo el carro, dame para gasolina… A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entre en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora eléctrica, el computador, las llaves… Lo tutean, pero siempre en plan de regaño: −Tú sí eres la embarrada, ¿no papi? −Papi, no me vuelvas a llamar chiquita delante de Jonathan! Aquel respeto que inspiraba el padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi:
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Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada.
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Oye, papi, me estás dejando acabar el wisky… ¡Oye papi, anda a comprar pan! No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro definitivo. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme “bebé”. Publicado en eltiempo.com el 10 de junio de 2009.
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Magazín SPN Nro. 23: El género, otra vez Después de Gazapera, Ojo de lince y Pida palabra vino El lenguaje en el tiempo. Cualquiera pudiera pensar que hablar sobre el género lingüístico es llover sobre mojado. ¡Ya ve que no! Las alusiones al alemán de Abad Faciolince y García Meseguer, por ejemplo, no dejan de ser novedosas para un hispanista.
Género / El lenguaje en el tiempo Fernando Ávila
Para los animales hay además palabras de género epiceno, que exigen determinar el sexo por los modificadores macho y hembra, como canguro, “El canguro macho y el canguro hembra se aburrieron”. Para las cosas hay también palabras de género ambiguo, que pueden usarse en masculino o en femenino, sin cambio de significado, como azúcar, “El azúcar es blanco” o “La azúcar es blanca”. Gerente es palabra de género común, como lo son también estudiante, dirigente, cantante, periodista, economista, analista. Estas voces son invariables para hombre y mujer, pero permiten la diferenciación mediante el artículo o adjetivo que las acompañen, el gerente y la gerente, nuestro analista y nuestra analista. Sin embargo, la opción gerenta es válida para el femenino. En consecuencia, se puede decir “La gerente de Ecomoda” o “La gerenta de Ecomoda”. No así, estudianta, dirigenta ni cantanta.
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no de los indicadores de corrección en el lenguaje es el acertado manejo del género de las palabras. Hay palabras que tienen masculino y femenino distintos, como analfabeto (hombre) y analfabeta (mujer); palabras que siempre son masculinas, aunque se refieran a mujer, como as, “El as del equipo es Pilar”; palabras que siempre son femeninas, aunque se refieran a hombre, como víctima, “La víctima fue el marido”, y palabras de género común, que son invariables, como pediatra, “El pediatra y la pediatra están de acuerdo”.
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La palabra calor es de género masculino, el calor, aunque el Diccionario de la lengua española, DRAE, registra el uso extendido del femenino, la calor. Si las dos formas fueran igualmente aceptables, el DRAE habría catalogado calor como palabra de género común, pero no lo ha hecho así. Simplemente registra un uso extendido, y deja como norma el carácter de sustantivo masculino para este vocablo, el calor. La voz autoestima (‘estima de sí mismo’) es de género femenino, la autoestima, “Tiene la autoestima bastante disminuida”, igual que estima, de la que es derivada, la estima, “Una gran estima los acercaba”. En algunos casos la Academia ha cambiado su criterio, por el uso masivo. Así, terminal, como ‘estación de transporte’, venía en el DRAE de 1992 como palabra de género femenino, “La terminal aérea está congestionada”, “Las terminales marítimas operan normalmente”, pero en la edición del 2001 quedó como palabra de género común. Por lo tanto, hoy son igualmente correctas “El terminal de buses” y “La terminal de buses”. Tomado de: eltiempo.com 22 de octubre de 2014.
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El género gramatical […] En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es “atacante”; el de salir es “saliente”; el de cantar es “cantante” y el de existir, “existente”. ¿Cuál es el del verbo ser? Es “ente”, que significa “el que tiene identidad”, en definitiva “el que es”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación “ente”. Así, al que preside, se le llama “presidente” y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice “capilla ardiente”, no “ardienta”; se dice “estudiante”, no “estudianta”; se dice “independiente” y no “independienta”; “paciente”, no “pacienta”; “dirigente”, no dirigenta”; “residente”, no “residenta”. Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son “periodistos”), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes (a ellos y a sus seguidores). Les propongo que pasen el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no “ignorantas semovientas”, aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto! Fragmento de “Carta de una profesora”, interceptada en las redes sociales.
Género masculino para el plural Héctor Abad Faciolince
Creo que en ese debate hay un exceso de susceptibilidad de parte de algunas mujeres. Sé que no todas ellas se sienten excluidas cuando se usa el género masculino para el plural, por simple economía de lenguaje, y no para discriminar. Al fin y al cabo, todas las personas que existen en el mundo pueden ser calificadas con adjetivos negativos, y también la mitad de los oficios y actividades pueden tener una connotación peyorativa. Y en todas esas acepciones negativas, el género masculino carga con la abominación, sin que los de mi sexo protestemos. Si usáramos de verdad un lenguaje incluyente, tendríamos que decir no sólo colombianos y colombianas, sino también asesinos y asesinas, borrachos y borrachas, secuestradores y secuestradoras, violadores y violadoras, feos y feas, brutos y brutas, estúpidos y estúpidas. ¿De verdad les parecería bueno usar el lenguaje así? Tomado de: “¿Colombianos y colombianas, ridículos y ridículas?”. Semana. Bogotá, agosto 19 de 2006, pp. 52-53.
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[…] Como el género, insisto, es un asunto gramatical y no sexual, hay una convención en varias lenguas occidentales (español, francés…) según la cual ante un número plural de personas, se usará, por economía verbal, el género masculino, lo cual no excluye a las integrantes de ese grupo específico que tengan sexo femenino […] Niño en alemán es neutro: das Kind. El género es una cosa arbitraria y rara. La palabra mano en italiano es femenina como en español, pero su plural (mani) usa la i, que es una típica terminación de género masculino. Se sabe que ‘sol’ es femenino en alemán (die Sonne, la sol), y luna se dice der Mond (es decir, el luna), y para mayor enredo, ni siquiera la palabra ‘muchacha’ es femenina, sino neutra: das Mädchen. Con esto quiero demostrar la arbitrariedad que tiene el género gramatical. Es más, hay lenguas no occidentales con muchísimos otros géneros: animal, neutro, dual, de cosa animada, de cosa inanimada, para vegetales, para minerales […].
Lenguaje y discriminación sexual Álvaro García Meseguer […] Un hablante incurre en sexismo lingüístico cuando emite un mensaje que, debido a su forma (es decir, debido a las palabras escogidas o al modo de enhebrarlas) y no a su fondo, resulta discriminatorio por razón de sexo. Por el contrario, cuando la discriminación se debe al fondo del mensaje y no a su forma, se incurre en sexismo social. Una misma situación de la realidad, sexista o no, puede describirse con un mensaje sexista o no. Sexismo social y sexismo lingüístico están relacionados entre sí pero no deben identificarse.
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Ejemplos. Quien diga que Las mujeres son menos inteligentes que los hombres incurrirá en sexismo social pero no en sexismo lingüístico. La frase A la manifestación acudieron muchos funcionarios y también muchas mujeres describe una situación no sexista con una frase sexista. A sensu contrario, la frase El consejo estaba compuesto por once varones y tres mujeres describe una situación sexista con una frase no sexista. Hay dos de sexismo lingüístico: el sexismo léxico y el sexismo sintáctico. Se incurre en el primero por razón de utilizar ciertas palabras que pueden identificarse aisladamente. Se incurre en el segundo cuando la discriminación se debe a la forma de construir la frase y no al empleo de una cierta palabra aislada […] En cuanto al sexismo sintáctico, es más importante y significativo que el léxico, pues revela en quienes incurren en él un arraigo más profundo de la mentalidad patriarcal que yace en el fondo de sus subconscientes. Como el anterior, es un fenómeno en el que se cae de forma inadvertida. Por ello, el primer fruto que se obtiene al estudiar el sexismo lingüístico es descubrir las raíces androcéntricas de nuestra propia mentalidad. Por ello también, conviene, de una parte, estar prevenidos para no incurrir nosotros en sexismo lingüístico; y de otra, analizar cuidadosamente cada caso antes de acusar a otro de sexismo lingüístico, ya que podría resultar que el sexista es el acusador y no el acusado. Hay tres formas de sexismo sintáctico: estereotipos sexistas, androcentrismo u óptica de varón, y salto semántico. Estereotipo: El fiscal resultó ser una mujer, bastante guapa por cierto (de haber sido un varón no se habría dicho el añadido final). Androcentrismo: Gente que sólo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz (se identifica gente con un colectivo de varones). Salto semántico: Los ingleses prefieren el té al café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas (de una frase a otra, la voz ingleses salta semánticamente de colectivo de personas a colectivo de varones) […].
La confusión entre género y sexo. Si se pregunta a cualquier hablante de español si es posible que la siguiente frase aparezca en una conversación de forma correcta o si, por el contrario, es una frase siempre incorrecta:
Todas eran varones. la respuesta será, con gran probabilidad, que es una frase incorrecta. De ser así, estará revelando que confunde el género con el sexo y que su mentalidad sexista le impide imaginar contextos en los que la frase encaje. Obsérvese:
La epidemia ocasionó nueve víctimas. Todas eran varones.
Este fenómeno de confusión género-sexo se da también en otros idiomas, como tuve la ocasión de comprobar por medio de un sencillo experimento que describiré a continuación. En dos escuelas diferentes de educación primaria se pidió a los alumnos (niños y niñas de unos siete u ocho años) que hiciesen un dibujo sobre el siguiente tema: Cuchara y tenedor se casan. Hacer un dibujo de la boda. El resultado fue el siguiente: en una de las escuelas, la totalidad de los dibujos representaban al tenedor como novio y a la cuchara como novia; en la otra, tan sólo la mitad de los dibujos mostraban esa configuración, en tanto que la otra mitad mostraban al tenedor de novia y a la cuchara de novio. La explicación es bien sencilla. La primera era una escuela española y la segunda una escuela alemana. En alemán, al contrario que en español, la palabra cuchara (Löffel) es de género masculino y la palabra tenedor (Gabel) es de género femenino. Al repetir el mismo ejercicio en una escuela catalana (en catalán, los dos términos, cullera y forquilla, son de género femenino) se repitió el resultado 50-50 de la escuela alemana.
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Una vez más, la importancia del contexto y el olvido de posibles contextos. Estamos tan acostumbrados a que los pronombres de género femenino tengan como referente a una mujer que no caemos en la cuenta, ni siquiera con una reflexión previa, de que en español la concordancia se establece por género y no por sexo. Ciertamente, el pronombre todas se usa muy a menudo con referencia a mujeres, pero no siempre. Lo que sí sucede siempre es que hay concordancia de género entre palabras; y como hay palabras que, siendo de género femenino, no tienen marca de sexo (en el ejemplo, la palabra víctimas) el resultado es el que acabo de exponer y revela cómo la sociedad hispanohablante (al igual que otras muchas sociedades cuyas lenguas poseen género) identifica género con sexo.
Lo que este experimento demuestra es que la lengua proyecta unas ciertas imágenes hacia la realidad. Nada de extraño tiene por ello el que los hablantes identifiquen de forma rutinaria el género con el sexo. Pero la lengua española, como sistema, no tiene ninguna culpa de eso, ni de que exista el sexismo lingüístico. La culpa, si alguien la tiene, es de la cultura patriarcal que hemos heredado, del contexto patriarcal en el que todos nos encontramos inmersos […]. Texto completo en: http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/45/pyc456.htm
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Magazín SPN Nro. 24: Clasificaciones De las elecciones hasta hace muy poco se decía que el que escruta manda. A modo de parodia, en epistemología se dice que “el que clasifica manda” –recuérdese la clasificación, en política, de los tres mundos–. Los jurados, las mujeres, los animales, los actos de habla, las formas de llevar el burro y el orden lógico para pasar el puente son eso: clasificaciones.
De animales
Emporio celestial de conocimientos benévolos (antigua enciclopedia china).
De jurados Hay jurados solapados, que muestran a todos unas cartas pero que tienen debajo de la mesa la que pondrá a último minuto. Jurados rivales, pues todo lo que dicen lo dicen con un tono de competición, como si el evaluado fuera su más férreo enemigo.
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a. Pertenecientes al Emperador b. Embalsamados c. Amaestrados d. Lechones e. Sirenas f. Fabulosos g. Perros sueltos h. Incluidos en esta clasificación i. Que se agitan como locos j. Innumerables k. Dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello l. Etcétera m. Que acaban de romper el jarrón y n. Que de lejos parecen moscas
Los hay, y muchos, autorreferenciales, pues el trabajo del estudiante no vale nada si no hacen un tributo a su ego con por lo menos unas 10 referencias de su majestad el jurado. Los hay, también, ambivalentes, pues nunca se sabe qué es lo que están diciendo (¿sugerencia? ¿crítica? ¿proposición?). Los invisibles: aquellos que no hacen críticas, aunque pronuncien algunas palabras; ni hacen propuestas, aunque muevan sus labios. Estos podrían entrar también en la categoría de inútiles. Pero hay otros, y son los más escasos, que suelo llamar ‘humanistas críticos’: un jurado que es capaz de hacer lo que, podríamos decir, hacía Ricoeur, “un complemento crítico”. Cuestionan con inteligencia y valoran con sentido. Sus críticas son constructivas.
De binomios
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Pedro Agudelo, semiólogo.
Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años y un burro. Decidieron viajar y conocer el mundo. Así que se fueron los tres con su burro. Al pasar por el primer pueblo, la gente comentaba: “Miren a ese chico mal educado. Él arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, llevándolo de las riendas”. Entonces, la mujer le dijo a su esposo: “No permitamos que la gente hable mal del niño”. El esposo lo bajó y se subió él. Al llegar al segundo pueblo la gente murmuraba: “Miren qué sinvergüenza ese tipo. Deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima”. Entonces tomaron la decisión de subirla a ella al burro, mientras padre e hijo tiraban de las riendas. Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: “Pobre hombre. Después de trabajar todo el día debe llevar a la mujer sobre el burro. ¿Y el pobre hijo? ¡Qué le espera con esa madre!”. Se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres, para comenzar nuevamente su peregrinaje. Al llegar al siguiente pueblo, escucharon que los pobladores decían: “Son unas bestias, más bestias que el burro que los lleva, van a partirle la columna”. Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: “Miren a esos tres idiotas: caminan, cuando tienen un burro que podría llevarlos”.
De pendejos El informático, que es un pendejo computado (basta con verles la cara).
El burócrata, que oficialmente pendejo. El optimista, que cree que no es pendejo. El pesimista, que cree que él es el único pendejo. El esférico, que es pendejo por todos lados (no lo puede ocultar). El fosforescente, porque hasta de noche se ve que por allá viene un pendejo. El de referencia ¿dónde está Juan? ¡Ah, allá, al lado del pendejo de la chaqueta gris! El consciente, que sabe que es pendejo. El de sangre azul, que es hijo y nieto de pendejos. Y el demagogo, que cree que el pueblo es pendejo.
Facundo Cabral
De canciones insultantes Insultos ambiguos “Señor”: Helenita Vargas. https://www.youtube.com/watch?v=X8sl0EvFrWM
Usted es un mal hombre sin nombre señor / es un cruel egoísta, masoquista, es un traidor / usted se siente ufano destrozando una ilusión / es ese vil payaso que rompió en pedazos a mi corazón. Usted es un mal hombre sin nombre señor / es un cruel egoísta, masoquista, es un traidor / es malo y caprichoso, engreído, vanidoso, rencoroso / y lo peor, señor, es que así lo amo yo.
Insultos caricaturescos “La estaca”: Aterciopelados. https://www.youtube.com/watch?v=3pnVj5mgBj0 Tus ojos son dos luceros / que alumbran los basureros. Tus patas son dos estacas / para amarrar muchas vacas. Tu pelo es como un trapero / enredado, sucio y feo. Tu corazón no palpita / y es peligroso cual dinamita. Tu cerebro retorcido / de serpientes es un nido.
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Pocos lo conocen, como lo conozco, lo conozco yo / pocos han probado esa hiel amarga que hay en su interior / pocos adivinan que guarda soberbia en lugar de amor / de mis desengaños todos estos años es testigo Dios. Usted es un mal hombre sin nombre señor / usted es un canalla que abandona sin razón / es el fiel prototipo del cinismo y del rencor / usted es una copa que guarda veneno en vez de licor.
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Tu estómago no siente hambre / el exceso de bilis le causó un calambre. Tus manos saben karate / quiera Dios que no me maten. Eres ave de mal agüero / y si no me alejo me muero. Tú no eres una persona / tú no eres más que un salvaje / y yo te quiero a morir / muerto es que yo te quiero. Adiós que te vaya bien / que te coja un carro / que te parta un rayo / que te espiche un tren. Adiós que te vaya bien / que te muerda un perro / que te lleve el diablo / y marqués calavera.
Insultos diplomáticos “Alma de mujer”: El caballero gaucho www.youtube.com/watch?v=QNXKk69oKLM
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Yo entiendo muchas cosas de la vida / mas no sé de secretos sobrehumanos / la traición que se oculta en los arcanos / de un alma de mujer. Yo sé qué es lo que dicen los suspiros / cuando salen de pechos virginales / y entiendo lo que cantan los turpiales / y entiendo algo de amor. Pero no sé qué piensan las mujeres / cuando están en los brazos de su amante / pues tienen en su pecho palpitante / un corazón traidor. Las hembras se enamoran por su gusto / del hombre que les dice cosas bellas / y van como fingidas magdalenas / buscando un bienestar. Y luego que les pase el primer susto / se vuelven unas víboras de huerta / de burdel en burdel de puerta en puerta / sin rumbo y sin hogar. Mientras dicen a uno yo te amo / están pensando en otro que está ausente / y el día menos pensado con el cliente / se van a recorrer. Aquí tienen amigos lo que entiendo / del genio voluptuoso de las bellas / me imagino que esto es por tener ellas / un alma de mujer.
Insultos exóticos “Baracunátana”: Aterciopelados. https://www.youtube.com/watch?v=bttFOOzcIHc No llevo para mi casa / una mujer baracunátana / porque pueden pensar / que estoy loco locolocoló. Anoche te vi / había otro que te llegaba / montaste su moto / te brindó chicle / también galleta. Prendió su motoneta / y te marchaste con el mono / del jean, el overol y la chaqueta. Y con el mono de la moto / eran nueve que tenía / y le ponían serenata. Por eso tu eres garulla, retrechera / abeja, vergaja, fulera, guaricha / garosa, morronga, farisea, gorzobia / baracunata, cucharamí / baracunata, baracunátana.
Insultos mordaces “La envilecida”. Antonio Aguilar https://www.youtube.com/watch?v=sBHxSwBPU_w Ya era tiempo de dejarte mujer, porque estás envilecida / ya procúrate buscar que te puedas hallar quién aguante tu vida. Con tus mañas ya no harás padecer, ya conozco tu perfidia ya muy bien / es veneno tu besar, falsedad tu mirar, maldición tu querer. Eres ya una vil escoria mujer de resoca y desperdicio / con pintura que te das nunca ya borrarás tus señales del vicio. Pero el tiempo no perdona en su ley y el castigo que mereces tendrás / y muy pronto vas a ver que ya es tarde volver de tu senda fatal. Parecida a la serpiente del mal arrastrándote has vivido / pero ya la pagarás y muy pronto estarás relegada al olvido.
Insultos parranderos “Totiao’e la risa”: Mario Tierra. https://www.youtube.com/watch?v=-Nm7ReEknbQ Yo me río porque te fuiste / rodillijunta patiapartada / te has creído la más bonita / boquichupona ojibrotada.
“La farsante”: Juan Gabriel. https://www.youtube.com/watch?v=zSU5Q7qLfGA Yo creí que eras buena / yo creí que eras sincera / yo te di mi cariño resultaste traicionera / tú me hiciste rebelde / tú me hiciste tu enemigo / porque me traicionaste sin razón y sin motivo. Este orgullo que tengo no lo vas a mirar / en el suelo tirado como una basura / o me quito hasta el nombre / y te doy mi palabra de honor / que de mí no te burlas. Yo te juro por todo lo que sucedió / que te arrepentirás de este mal que me has hecho / sabes que no descansaré hasta verte a mis pies / y eso dalo por hecho. Ya verás traicionera lo vas a pagar muy caro / yo soy bueno a la buena / y por la mala soy muy malo / no quisiste ser buena y ya ves lo que resulta / yo no quise ser malo pero tú tienes la culpa. Y es que tú ya de mí no te vas a burlar / hoy de puro capricho yo haré que me quieras / ya verás que hasta vas a aprender / cómo debes amar a Dios en tierra ajena. Porque tú a mis espaldas me hiciste traición / hoy por eso te voy a quitar lo farsante / voy a hacer que tú hincada me pidas perdón / y me implores amor delante de tu amante.
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Insultos pendencieros
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Insultos premonitorios “Veneno”: Los Visconti https://www.youtube.com/watch?v=d9UOlHM1-_8
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Cual reptil ponzoñoso / tu cuerpo se desliza / y tienen tus caricias / el frío del terror. Y es tu mirar tan triste / que a veces causa pena / igual que el de la hiena / que encuba una traición. A veces me pregunto / en qué estaba pensando / el día que mis ojos / se fijaron en ti. No me perdono nunca / el haberte mirado / del mal que me has causado / solo culpable fui. Quién sabe en qué momento / el gran creador te hizo / quién sabe en qué pensaba / al darte corazón. Yo puedo asegurarlo / que su intención fue sana / si tu naciste mala / la culpa no es de Dios. Engaña tu figura / por ser tan diminuta / tu cara es la trampera / donde tu corazón / oculta sus maldades / con toda simpatía / pero tu alma es fría / no tienes corazón. Cual un pequeño frasco / de extracto que perfuma / tiene con tu estatura / una similitud. Pero también recuerda / que un frasco en miniatura / trae mortal veneno / así como eres tú.
Insultos procaces “Rata de dos patas”: Paquita la del Barrio https://www.youtube.com/watch?v=9obV__MFMaY Rata inmunda / animal rastrero / escoria de la vida / adefesio mal hecho. Infrahumano / espectro del infierno / maldita sabandija / cuánto daño me has hecho. Alimaña / culebra ponzoñosa / deshecho de la vida / te odio y te desprecio. Maldita sanguijuela / maldita cucaracha / que infectas donde picas / que hieres y que matas. Rata de dos patas / te estoy hablando a ti / porque un bicho rastrero / aun siendo el más maldito / comparado contigo / se queda muy chiquito.
Magazín SPN Nro. 25: Maravillas de la
tecnología
Quién no se ha mostrado sorprendido con la incidencia del computador (tabletas y similares) en los métodos de estudio. Los e-books, las fotocopiadoras han hecho desaparecer el cuaderno de asignatura, la agenda para tomar notas, el texto guía. El que no estudie ahora es que le dicta otra cosa. Jáuregui y Díez simplemente comparten las maravillas de la tecnología.
Pablo Jáuregui
S
tephen Hawking (Oxford, 1942) ya no puede mover ni un dedo. La devastadora enfermedad que empezó a corroer su sistema nervioso, cuando sólo tenía 21 años, ni siquiera le permite manejar el ratón que usaba antes para seleccionar palabras en su ordenador y transmitirlas a través de un sintetizador de voz. Los músculos de su rostro se han convertido en las últimas herramientas corporales que le quedan para comunicarse, activando con la mejilla derecha un sensor acoplado sobre sus gafas. Gracias a esta impresionante tecnología diseñada especialmente para él, Hawking logra mover un cursor en una pantalla y activar así la legendaria voz robótica que habla en su nombre con acento americano. Pero pese al esfuerzo titánico que debe afrontar para compartir sus ideas, ha concedido una entrevista exclusiva a EL MUNDO.
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Entrevista con Stephen Hawking: ‘No hay ningún dios. Soy ateo’
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Cuando aparece sobre su silla de ruedas en el hotel de Tenerife donde tiene lugar nuestro encuentro, nos conquista nada más llegar, esbozando una entrañable sonrisa con esos pocos músculos de la cara que todavía le sirven para expresar pensamientos y emociones. Como los médicos ya no le permiten volar, Hawking ha viajado hasta la isla canaria en un crucero de seis días para presentar esta semana su visión del cosmos en el Festival Starmus, un congreso concebido para divulgar los hallazgos de la astronomía a toda la sociedad. De repente, me encuentro ante uno de los cerebros más brillantes del último siglo, a punto de realizar la entrevista con la que siempre he soñado. Pero cuando llega el momento de la verdad, me quedo tan impactado que no sé muy bien ni cómo debo saludarlo. Una de sus cinco enfermeras, Nikky O’Brien, se da cuenta de mis titubeos y resuelve mis dudas de inmediato, cogiendo la mano de Hawking y acercándola a la mía, para que pueda estrechársela.
Un ‘gourmet’ en Canarias
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Tras agradecerle al científico más famoso y admirado del planeta el inmenso privilegio de habernos concedido una entrevista exclusiva, le enseño el maravilloso retrato de Ricardo Martínez que le hemos traído como regalo, y también el espectacular set que hemos preparado para hacerle fotos, ante un lienzo de constelaciones y galaxias pintado por otro de nuestros dibujantes, Ulises Culebro. «Espero que le guste. Si le parece bien, nos gustaría en primer lugar fotografiarle con este fondo cósmico», le explico. Su respuesta afirmativa, que tarda aproximadamente medio minuto llegar, es la primera palabra que nos transmite a través de los movimientos de sus mejillas: «Yes». La enfermera O’Brien, permanentemente pendiente de cada mínimo gesto de Hawking, empieza a peinarle con ímpetu y nos confirma la aprobación del astrofísico: «Adelante, no hay problema, le gustó mucho todo lo que han montado». Mientras Hawking posa como un profesional para la sesión de fotos, levantando los ojos para mirar a la cámara y regalándonos sus mejores sonrisas, le pregunto a Nikky O’ Brien si el profesor está disfrutando de su visita a Canarias. «¡Desde luego! Incluso ya ha probado las papas con mojo picón y le encantan», me asegura. A pesar de que su movilidad es cada vez más reducida, Hawking todavía puede masticar bien la comida y es un auténtico gourmet. Teniendo en cuenta la importancia crucial del sofisticado sistema informático que utiliza el astrofísico para comunicarse, le pregunto a la enfermera de Hawking si entre su equipo de cuidadores hay alguien con conocimientos de informática, por si surge algún problema con su ordenador o el sintetizador de voz. «Pues la verdad es que no, y el ordenador se queda colgado de vez en cuando», me confiesa O’Brien.
Sin embargo, si se produce una incidencia importante, la enfermera nos explica que un informático de Cambridge siempre puede entrar en el ordenador de Hawking mediante una conexión remota y resolver cualquier problema.
Tres palabras por minuto Con el sofisticado mecanismo que activa mediante el movimiento de sus mejillas, Hawking logra escribir una media de tres palabras por minuto. Por eso, para entrevistar al astrofísico británico, es una condición imprescindible enviarle las preguntas con antelación. De lo contrario, el diálogo se extendería durante muchas horas, e incluso días. En nuestro caso, le enviamos por correo electrónico un cuestionario de 10 preguntas a finales de agosto, tres semanas antes de que nos reuniéramos con él en Tenerife el pasado jueves.
Le pregunto en primer lugar si sigue creyendo, como dijo en el libro que le hizo mundialmente famoso, Historia del Tiempo, que algún día lograremos una «Teoría del Todo» para comprender las leyes que gobiernan el Universo, o si hay aspectos de la realidad en las que nunca podrá penetrar la mente humana. Su respuesta refleja una inquebrantable fe en el poder de la ciencia para desentrañar los misterios del cosmos: «Creo que sí conseguiremos entender el origen y la estructura del Universo. De hecho, ahora mismo ya estamos cerca de lograr este objetivo. En mi opinión, no hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance de la mente humana».
Ciencia ‘versus’ religión En mi segunda pregunta, le pido que me aclare su postura sobre Dios y la religión, que ha generado un intenso debate entre sus lectores. Por un lado, al final de Historia del Tiempo, escribió que si algún día lográramos esa «Teoría del Todo», conoceríamos «la mente de Dios». Pero posteriormente en su polémico libro El gran diseño, afirmó que el Universo puede crearse «de la nada, por generación espontánea», y que la idea de de Dios «no es necesaria» para explicar su origen. Le pregunto, ante esta aparente contradicción, si cambió su opinión en este terreno, y si se considera agnóstico o ateo.
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Cuando termina la sesión de fotos, que Hawking ha soportado sin una sola queja, me acerco a él y le pregunto si podemos empezar nuestro diálogo. De inmediato, empieza a mover el cursor en la pantalla de su ordenador a través del sensor acoplado a sus gafas, y veo que lo coloca sobre un documento de Word en su escritorio que ha llamado «EL MONDO». Me hace gracia la pequeña errata en el nombre de nuestro periódico, y sobre todo me emociona la idea de que el infatigable explorador del cosmos haya dedicado unas cuantas horas de su tiempo a contestar a las preguntas que le hicimos llegar por e-mail.
Su rotunda respuesta deja muy claro que aunque muchos han llegado a calificar como «un milagro» el hecho de que Hawking siga vivo, medio siglo después de que se le diagnosticara una enfermedad cuya esperanza de vida suele ser de un par de años, el astrofísico rechaza de plano todas las creencias religiosas: «En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos ‘la mente de Dios’ era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera. Pero no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero éstos no son compatibles con la ciencia».
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Antes de poder responder a cada pregunta, Hawking va seleccionando frases del archivo donde ha dejado preparadas sus respuestas y las vuelca en un programa llamado Speaker, que convierte textos escritos en frases que emite su sintetizador. El software que produce la famosa voz de Hawking es de los años 80, la época de la traqueotomía a la que tuvo que someterse le dejó definitivamente sin habla. En realidad, hoy existen programas más avanzados que suenan mucho menos robóticos, pero Hawking lleva ya tantos años utilizando esta voz, que se identifica plenamente con ella y no tiene ninguna intención de cambiarla. En una ocasión incluso le preguntaron si no preferiría instalarse un sintetizador con un acento british, que se parecería mucho más a la voz original de un nativo de Oxford como él. Pero Hawking respondió con su inconfundible sentido del humor, que sin duda le ha ayudado a soportar tantos años una enfermedad tan cruel: «con el acento americano, tengo mucho más éxito con las mujeres».
La conquista de otros planetas Tras dialogar sobre la religión, pasamos de lo divino a lo humano y le pregunto si cree que sigue mereciendo la pena invertir millones en enviar misiones con astronautas al espacio, o si le parece un despilfarro, como opinan muchos de sus colegas científicos. El astrofísico tiene muy claro que la conquista del cosmos debe continuar, no solo porque «la exploración espacial ha impulsado y continuará impulsando grandes avances científicos y tecnológicos», sino porque puede representar un seguro de vida para la futura supervivencia de nuestra especie: «Podría evitar la desaparición de la Humanidad gracias a la colonización de otros planetas». Tampoco puedo desaprovechar la incomparable oportunidad de poder dialogar en España con Hawking, para preguntarle sobre los recortes que ha sufrido el campo de la investigación científica en nuestro país en los últimos años. «¿Qué mensaje le mandaría al presidente del Gobierno español si lo tuviera delante, sobre la importancia de invertir en ciencia?». El astrofísico, una vez más, demuestra que no se anda con medias tintas. Este es su recado para Mariano Rajoy y toda la clase
política de nuestro país: «España necesita licenciados con formación científica para garantizar su desarrollo económico. No se puede animar a los jóvenes a estudiar carreras científicas con recortes en el campo de la investigación». El tiempo se nos acaba y la enfermera O’Brien empieza a hacerme la señal de la guillotina, pero veo en la pantalla de Hawking que aún tiene una respuesta más a una pregunta que le hice sobre cómo le gustaría que lo recordaran las futuras generaciones. «Espero que se me recuerde por mi trabajo en el campo de la cosmología y los agujeros negros», me contesta antes de que empiecen a llevárselo sus enfermeras. Me llama la atención que no dice absolutamente nada sobre el extraordinario ejemplo que ha dado con su vida, al demostrar hasta dónde puede llegar la capacidad de superación del ser humano ante la adversidad más cruel. Y mientras desaparece por los pasillos del hotel, me acuerdo de una de sus sentencias más inolvidables: «La Humanidad es tan insignificante si la comparamos con el Universo, que el hecho de ser un minusválido no tiene mucha importancia cósmica». Tomado de elmundo.com España, 20 de septiembre de 2014. Disponible en http://www.elmundo.es/ciencia/2014/09/21/541dbc12ca474104078b4577.html
para guiar a invidentes Pablo M. Díez La característica imagen del invidente guiado por un perro lazarillo y ayudándose con dificultad de un bastón para caminar puede tener los días contados. En Hong Kong, una ciudad futurista plagada de rascacielos y cuna de los más variados e inverosímiles inventos, están empeñados en que esa estampa forme parte del pasado cualquiera de estos días. Con tal propósito, tanto los fieles canes de los ciegos como sus inseparables bastones podrían ser sustituidos muy pronto por la más avanzada tecnología, ya que los investigadores de la Universidad Politécnica de la antigua colonia británica han desarrollado dos nuevos y revolucionarios métodos para ayudar a aquellos que no pueden ver. El primero de ellos consiste en unos zapatos con ‘ojos’ que, dotados con un pequeño sensor a modo de radar, detectan baches y obstáculos en la calzada, mientras que el segundo estriba en unas gafas que hablan, puesto que incorporan el mismo sistema adaptado para informar mediante sonidos, o incluso voces, al invidente que
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Crean zapatos y gafas con sensores
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las utilice. «Las ondas ultrasónicas son enviadas por ambos aparatos y, si rebotan al hallar algún obstáculo, son captadas por un receptor. Una vez localizada la incidencia en la vía, el zapato vibrará a medida que el obstáculo esté más cerca del portador», explicó con detalle al diario de Hong Kong ‘South China Morning Post’ el director del Instituto de Investigación de Productos Innovadores y Tecnologías, Wallace Leung Woonfong. Esa alarma en forma de vibración también puede transmitirse a un cinturón especial, ya que el elemento fundamental de tan singular calzado es un diminuto ordenador que lleva incorporado. «Diferentes tipos de vibraciones pueden ser empleados para distintos obstáculos», explicó el científico. Como complemento a calzado tan útil, destacan las gafas que hablan, creadas por la misma Universidad Politécnica. El reto consiste, además, en hacer este dispositivo lo más pequeño posible para que pueda ir oculto en la armadura de las gafas, que serán tan ligeras y «estilosas» como los diseños que ya se estudian para los zapatos parlantes.
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Con el objetivo de que la estética no esté reñida con la utilidad de estos inventos, el Instituto Textil de Hong Kong presentará, durante la muestra de la próxima temporada, unos modelos de calzado que van desde las zapatillas de deporte hasta las sandalias, pasando también por las botas más duras y resistentes o por los mocasines más finos y elegantes. Tomado de: http://www.diariosur.es/prensa/20061024/sociedad/crean-zapatos-gafas-sensores_20061024.html
Magazín SPN Nro. 26: Manual de
instrucciones
El siguiente es un fragmento del Manual de Instrucciones de Julio Cortázar. Para algunos lectores avezados basta con leer una parte de algún autor, para luego pasar a sentar cátedra sobre su obra. Con Cortázar este juego metonímico (convertir la parte en el todo) se dificulta, por la heterogeneidad de su producción; i.e., en este Manual no está Rayuela, por ejemplo. El neologismo ‘instructivo’ puede que suene mejor, pero no iguala la finura de las ‘instrucciones’ de Cortázar. Texto completo en http://www.taringa.net/posts/arte/2061648/Manual-deInstrucciones-Julio-Cortazar.html.
instrucciones
L
a tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero «Hotel de Belguique». Meter la cabeza como un toro desganado contra la masa transparente en cuyo centro tomamos café con leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal. Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, querida. Que te vaya bien.
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Introducción del Manual de
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Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para remover el café.
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Y no que esté mal si las cosas nos encuentran otra vez cada día y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por qué estaría mal? Pero como un toro triste hay que agachar la cabeza, del centro del ladrillo de cristal empujar hacia afuera, hacia lo otro tan cerca de nosotros, inasible como el picador tan cerca del toro. Castigarse los ojos mirando eso que anda por el cielo y acepta taimadamente su nombre de nube, su réplica catalogada en la memoria. No creas que el teléfono va a darte los números que buscas. ¿Por qué te los daría? Solamente vendrá lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y tiembla de frío. Rómpele la cabeza a ese mono, corre desde el centro de la pared y ábrete paso. ¡Oh, cómo cantan en el piso de arriba! Hay un piso de arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal. Y si de pronto una polilla se para al borde de un lápiz y late como un fuego ceniciento, mírala, yo la estoy mirando, estoy palpando su corazón pequeñísimo, y la oigo, esa polilla resuena en la pasta de cristal congelado, no todo está perdido. Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente; la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina.
Instrucciones para llorar Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la
manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Instrucciones para entender tres pinturas famosas
La dama del unicornio, por RAFAEL. Saint-Simon creyó ver en este retrato una confesión herética. El unicornio, el narval, la obscena perla del medallón que pretende ser una pera, y la mirada de Maddalena Strozzi fija terriblemente en un punto donde habría fustigamientos o posturas lascivas: Rafael Sanzio mintió aquí su más terrible verdad. El intenso color verde de la cara del personaje se atribuyó mucho tiempo a la gangrena o al soísticio de primavera. El unicornio, animal fálico, la habría contaminado: en su cuerpo duermen los pecados del mundo. Después se vio que bastaba levantar las falsas capas de pintura puestas por los tres enconados enemigos de Rafael: Carlos Hog, Vincent Grosjean, llamado «Mármol», y Rubens el Viejo. La primera capa era verde, la segunda verde, la tercera blanca. No es difícil atisbar aquí el triple símbolo de la falena letal, que a su cuerpo cadavérico une las alas que la confunden con las hojas de la rosa. Cuántas veces Maddalena Strozzi cortó una rosa blanca y la sintió gemir entre sus dedos, retorcerse y gemir débilmente como una pequeña mandrágora o uno de esos lagartos que cantan como las liras cuando se les muestra un espejo. Y ya era tarde y la falena la habría picado: Rafael lo supo y la sintió morirse. Para pintarla con verdad agregó el unicornio, símbolo de castidad, cordero y narval a la vez, que bebe de la mano de una virgen. Pero pintaba a la falena en su imagen, y este unicornio mata a su dueña, penetra en su seno majestuoso con el cuerno labrado de impudicia, repite la operación de todos
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El amor sagrado y el amor profano, por TIZIANO. Esta detestable pintura representa un velorio a orillas del Jordán. Pocas veces la torpeza de un pintor pudo aludir con más abyección a las esperanzas del mundo en un Mesías que brilla por su ausencia; ausente del cuadro que es el mundo, brilla horriblemente en el obsceno bostezo del sarcófago de mármol, mientras el ángel encargado de proclamar la resurrección de su carne patibularia espera inobjetable que se cumplan los signos. No será necesario explicar que el ángel es la figura desnuda, prostituyéndose en su gordura maravillosa, y que se ha disfrazado de Magdalena, irrisión de irrisiones a la hora en que la verdadera Magdalena avanza por el camino (donde en cambio crece la venenosa blasfemia de dos conejos). El niño que mete la mano en el sarcófago es Lutero, o sea, el diablo. De la figura vestida se ha dicho que representa la Gloria en el momento de anunciar que todas las ambiciones humanas caben en una jofaina; pero está mal pintada y mueve a pensar en un artificio de jazmines o un relámpago de sémola.
los principios. Lo que esta mujer sostiene en sus manos es la copa misteriosa de la que hemos bebido sin saber, la sed que hemos calmado por otras bocas, el vino rojo y lechoso de donde salen las estrellas, los gusanos y las estaciones ferroviarias.
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Retrato de Enrique VIII de Inglaterra, por HOLBEIN. Se ha querido ver en este cuadro una cacería de elefantes, un mapa de Rusia, la constelación de la Lira, el retrato de un papa disfrazado de Enrique VIII, una tormenta en el mar de los Sargazos, o ese pólipo dorado que crece en las latitudes de java y que bajo la influencia del limón estornuda levemente y sucumbe con un pequeño soplido. Cada una de estas interpretaciones es exacta atendiendo a la configuración general de la pintura, tanto si se la mira en el orden en que está colgada como cabeza abajo o de costado. Las diferencias son reductibles a detalles; queda el centro que es ORO, el número SIETE, la OSTRA observable en las partes sombrero-cordón, con la PERLA-cabeza (centro irradiante de las perlas del traje o país central) y el GRITO general absolutamente verde que brota del conjunto. Hágase la sencilla experiencia de ir a Roma y apoyar la mano sobre el corazón del rey, y se comprenderá la génesis del mar. Menos difícil aún es acercarle una vela encendida a la altura de los ojos; entonces se verá que eso no es una cara y que la luna, enceguecida de simultaneidad, corre por un fondo de ruedecillas y cojinetes transparentes, decapitada en el recuerdo de las hagiografías. No yerta aquel que ve en esta petrificación tempestuosa un combate de leopardos. Pero también hay lentas dagas de marfil, pajes que se consumen de tedio en largas galerías, y un diálogo sinuoso entre la lepra y las alabardas. El reino del hombre es una página de historial, pero él no lo sabe y juega displicente con guantes y cervatillos. Este hombre que te mira vuelve del infierno; aléjate del cuadro y lo verás sonreír poco a poco, porque está hueco, está relleno de aire, atrás lo sostienen unas manos secas, como una figura de barajas cuando se empieza a levantar el castillo y todo tiembla. Y su moraleja es así: «No hay tercera dimensión, la tierra es Plana, el hombre repta. ¡Aleluya!». Quizá sea el diablo quien dice estas cosas, y quizá tú las crees porque te las dice un rey.
Instrucciones para matar hormigas en Roma Las hormigas se comerán a Roma, está dicho. Entre las lajas andan; loba, ¿qué carrera de piedras preciosas te secciona la garganta? Por algún lado salen las aguas de las fuentes, las pizarras vivas, los camafeos temblorosos que en plena noche mascullan la historia, las dinastías y las conmemoraciones. Habría que encontrar el corazón que hace latir las fuentes para precaverlo de las hormigas, y organizar en esta ciudad de sangre crecida, de cornucopias erizadas como manos de ciego, un rito de salvación para que el futuro se lime los dientes en los montes, se arrastre manso y sin fuerza, completamente sin hormigas.
Primero buscaremos la orientación de las fuentes, lo cual es fácil porque en los mapas de colores, en las plantas monumentales, las fuentes tienen también surtidores y cascadas color celeste, solamente hay que buscarlas bien y envolverlas en un recinto de lápiz azul, no de rojo, pues un buen mapa de Roma es rojo como Roma. Sobre el rojo de Roma el lápiz azul marcará un recinto violeta alrededor de cada fuente, y ahora estamos seguros de que las tenemos todas y que conocemos el follaje de las aguas. Más difícil, más recogido y silencioso es el menester de horadar la piedra opaca bajo la cual serpentean las venas de mercurio, entender a fuerza de paciencia la cifra de cada fuente, guardar en noches de luna penetrante una vigilia enamorada junto a los vasos imperiales, hasta que de tanto susurro verde, de tanto gorgotear como de flores, vayan naciendo las direcciones, las confluencias, las otras calles, las vivas. Y sin dormir seguirlas, con varas de avellano en forma de horqueta, de triángulo, con dos varillas en cada mano, con una sola sostenida entre los dedos flojos, pero todo esto invisible a los carabineros y a la población amablemente recelosa, andar por el Quirinal, subir al Campodoglio, correr a gritos por el Pincio, aterrar con una aparición inmóvil como un globo de fuego el orden de la Piazza della Essedra, y así extraer de los sordos metales del suelo la nomenclatura de los ríos subterráneos. Y no pedir ayuda a nadie, nunca.
Costará saberlo, pero se sabrá. Entonces mataremos las hormigas que codician las fuentes, calcinaremos las galerías que esos mineros horribles tejen para acercarse a la vida secreta de Roma. Mataremos las hormigas con sólo llegar antes a la fuente central. Y nos iremos en un tren nocturno huyendo de lamias vengadoras, oscuramente felices, confundidos con soldados y con monjas.
Instrucciones para subir una escalera Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente
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Después se irá viendo cómo en esta mano de mármol desollado las venas vagan armoniosas, por placer de aguas, por artificio de juego, hasta poco a poco acercarse, confluir, enlazarse, crecer a arterias, derramarse duras en la plaza central donde palpita el tambor de vidrio líquido, la raíz de copas pálidas, el caballo profundo. Y ya sabremos dónde está, en qué napa de bóvedas calcáreas, entre menudos esqueletos de lémur, bate su tiempo el corazón del agua.
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variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
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Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Magazín SPN Nro. 27: Más instrucciones Queda claro a partir del número anterior, que las instrucciones son ya un género discursivo. Se ha oído decir a personalidades universitarias que la clave para ganar un concurso o una licitación es saber seguir las instrucciones. Y sí; algún entrevistado por obtener el máximo puntaje en el examen de admisión de la Universidad de Antioquia dijo a un periódico local que la clave había sido responder lo que pedía la pregunta, sin discriminar entre competencia matemática y competencia lectora. Si ello es así, toca entonces seguir las instrucciones de este número de Magazín SPN.
manos IPS Universitaria 1. Presione con el codo el dispensador una sola vez. 2. Frote palma con palma. 3. Frote palma con dorso en ambas manos. 4. Frote entre los dedos. 5. Frote circularmente el primer dedo en ambas manos. 6. Frote palmas con dedos en ambas manos. 7. Manos secas e higiénicas en 30 segundos.
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Instrucciones para asearse las
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Instrucciones para amar a una persona Julio Cortázar
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Pósese justo frente a la persona que se quiere amar. Mírela a los ojos, sonría delicadamente, no exagere. Haga lento el abrir y cerrar de ojos: baje lentamente los párpados, súbalos de igual forma. Así durante todo el procedimiento. Tome lentamente su cara y acérquela a la propia; inmediatamente verá la fusión de labios. Con suavidad, abra la boca y mezcle las lenguas, manteniendo las manos sobre la cara. Luego de algunos segundos sentirá una reacción química que liberará energía calórica, pero no se precipite, prosiga con las instrucciones. Tranquilamente aparte las manos de la cara del ser amado, deslizándolas suavemente por los hombros hacia abajo, hasta llegar a la espalda. Abrazar fuerte. Continúe con los procedimientos anteriores, verá que no experimentará ninguna dificultad para realizar estos pasos al mismo tiempo. Relaje las piernas y los brazos, sosténgase de pie sobre la persona que se quiere amar, verá que es el mejor soporte posible. Apague o disminuya la luz, el ambiente será más tranquilo. Aproxímese a una cama, preferentemente hecha sólo de sábanas. No se preocupe por las almohadas, sus propios torsos cumplirán esa función perfectamente. No se apresure, póngase, despacio, en posición horizontal, guíe al amado a ponerse en la misma posición, de manera que los dos queden acostados y de costado, mirándose una vez más. No deje nunca de abrazar. En silencio, recuéstese sobre el torso ajeno y déjese reposar un buen rato. La oscuridad le dará una sensación muy pacífica de la realidad y limitando la visión y el oído, podrá disfrutar de los sentidos que suelen dejarse relegados: el tacto, el olor, el gusto. Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto. Admirar todo lo que guste, deleitarse con las más inocentes excusas, detener el tiempo mientras se ve a la persona amada hacer algo tan simple como hablar, fruncir el ceño o jugar infantil y tiernamente con un peluche. Agregue dulzura a gusto. Añada sonrisas, payasadas y bromas (las lágrimas no hacen mal si están medidas en proporción y están bien batidas con amor), regalos insignificantes como un beso en un momento inesperado o un papel escrito a las apuradas. Pueden ser valorados más que una joya. Consejo: las caricias y besos extras a lo largo de todo el procedimiento producirá un mejor efecto y mejor resultado. No olvide las miradas. Secreto: Esta receta es especial para noches de lluvia; el sonido de las gotas rompiendo el silencio conforma una atmósfera imperdible.
Instrucciones para levantarse una gomela Santiago Rivas Nunca he sido muy tigre que digamos. No me quejo, pero así galán, galán, no. Habiendo dejado claro esto, he acá algunas técnicas que se me ocurren para que a una persona de izquierda, como yo, se le facilite conquistar a esos raros especímenes de cara bonita, cuerpo perfecto, que cargan consigo el cerebro de Alejandro Ordóñez o circunvecinos. No olvide que si no hay química nada de esto funcionará, pero nada pierde con intentarlo.
1. No se tome tan en serio El humor es el lubricante universal. Es un defecto fatal de la derecha en el mundo su dificultad para reírse, pero ante todo su incapacidad legendaria para burlarse de sí mismos. Eche mano de todo lo que pueda para hacerla reír, y si lo logra, seguro no tiene que leerse el resto del artículo.
Amigo de las ideologías libertarias: no va a llegar a ningún lado vestido como el estereotipo de la desunida izquierda. No sea un cliché. No se trata de que se disfrace de niño bien, nada de eso. Simplemente busque una forma de verse que no denote que a usted le importa un bledo su apariencia. Por supuesto, están prohibidos los sacos de lana virgen con su consabido olor a olla comunitaria, pero esos ya ni los izquierdistas los usamos.
3. Abajo la monarquía O mejor dicho, bájeles la caña. No estoy diciendo que dispare a matar o a acabar con la autoestima de la susodicha, simplemente que le haga entender que ser una niña mimada no es el culmen de la evolución humana y que en cambio a usted le parece que detrás de eso se esconde una mujer fuerte, autónoma y capaz de grandes cosas; si todo esto es verdad, tanto mejor. Recuerde que para esto se requiere de mucho tacto. Si no encuentra una manera sutil y elegante de decirlo, no diga nada.
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2. Vístase bien, compañero
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4. Pasión revolucionaria La razón por la cual el Che Guevara es el Juan Valdez del comunismo, un ícono que gusta a todo el mundo, aprovechado por los capitalistas, los comunistas y los socialdemócratas por igual, admirado por los jóvenes y codiciado en su momento por las mujeres, es porque se trataba de un hombre apasionado. Era un mal político y en poco tiempo se convirtió en un ejecutor despiadado de la justicia revolucionaria; poco se bañaba, me imagino, y exasperó por igual a su amigo Fidel y al soviético Kruschev, que aunó esfuerzos con los gringos para darle mate en la selva de Bolivia. Pero su corazón a toda prueba bastó para que todo el mundo lo quiera en sus afiches, con el escudo de su equipo o el nombre de su banda de rock. Pero no se sobreactúe. No se convierta en un mamerto recalcitrante, porque eso solo produce en ellas ganas de mandarle a uno a la CIA y la KGB al tiempo, y no es la idea.
5. Déjelas hablar
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Esta no tengo que explicarla, pero no sobra recordárselo; no en vano la fama de gente loruda que tenemos los izquierdistas.
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6. Pequeños aburguesamientos Es posible que a usted le parezcan pendejadas, pero nunca sobra disfrutar la vida. La comida, el trago, la ropa, todas las manifestaciones de la belleza y los objetos de placer es importante tenerlos en cuenta, siendo que en este caso el placer es el fin último, el gran sancocho de la sabana en la que se difuminan las fronteras entre las doctrinas, compañero. Es decir, de ninguna manera se pegue de los tragos y las comidas icónicas de la repetitiva izquierda, que son el vino caliente, el canelazo y cualquier cosa de comer. Por último, recuerde que estas técnicas sirven también con mujeres de izquierda. Las féminas que estén dispuestas a salir con usted a pesar de su apariencia descuidada, su lora incesante, su pedantería moral y su desprecio por todo lo terreno, no lo hacen por amor a usted sino por falta de amor propio. Recuerde también, si tiene éxito, que no tiene ninguna gracia ser como es y levantarse una princesita de derechas, si luego se va a convertir en un asqueroso yuppie, pero allá usted. Tomado de Soho. Disponible en http://www.soho.com.co/humor/articulo/instrucciones-para-levantarse-gomela/30432
Instrucciones para levantarse una mamerta Javier Uribe ¿Qué sabemos de una mamerta? Que rechaza la opulencia. Que repele la abundancia. Para el seductor no podría ser mejor noticia. Sobre todo para su bolsillo. Ahorros y economías de escala permiten seducir varias mamertas al mismo tiempo. Y ellas, radicales, no se oponen, pues descreen de las leyes del mercado. ¿Cómo debe hablársele a una mamerta? No existe respuesta. No por ser mamerta, sino por ser mujer. Es un asunto de género. Ellas mismas no lo saben. Lo cierto es que si se logra imitar el estilo de Andrea Echeverri, la de Aterciopelados, ha dado un paso gigante. Si quiere comunicarse por escrito, prefiera la carta escrita con un kilométrico sobre una servilleta que el chat o el mail enviado desde un Android. No use ningún tipo de expresión en inglés, y si le nace escribirle un poema, prefiera la expresión: “Te escribí un manifiesto”.
Por alguna razón, las mamertas asocian el hielo con la oligarquía. Vaya a usted a saber por qué. No importa qué trago ofrezca ‒sea sabajón, sea brandy o sea vino Sansón‒, hágalo siempre al clima, idealmente tibio. Y exija que no le traigan vasos, tome el trago compartido, a pico de botella. A eso se le llama la utopía comunista. Si se trata de una mamerta radical y recalcitrante, pídale un Cubalibre. ¿Cómo halagarla? Sea detallista, afine la vista. En ella, la ropa de la primera salida será la misma que la de la segunda, pero en vez de trenza traerá una cola de caballo: fíjese en esos pequeños giros con atención. Seguro tendrá un saco y una bufanda, que desprenderán una mezcla explosiva de olores ovinos y alimentador de TransMilenio. Disimule, respire por la boca. Si le gustan los deportes extremos, no se equivoque, no la lleve a hacer rafting ni a saltar en bunggie. Dígale que usted es un aventurero, que le gusta vivir al límite, y paso seguido llévela a la barra brava de su equipo de fútbol, seguramente será La Equidad. Cuando sienta que ha llegado el momento de dar el paso al contacto físico, escoja un café en Usaquén, una banca del Parque Nacional, un restaurante en La Candelaria o, mejor que todo lo anterior, gane tiempo y diríjase sin escalas a La Periquera
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Si acepta ir a bailar salsa, ser caballero nunca está de más en estas lides. “Ven te corro el taburete” es una expresión válida en aquellos bares sin salida de emergencia donde ponen esa salsa vieja que si se oye, dura cinco minutos, pero si se baila, 25.
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en Villa de Leyva, con la excusa intelectual de ir al Festival del Viento y la Cometa. Si es una mamerta con fundamento, invítela directamente a formar parte del sindicato del Festival. Sea cual fuere el lugar, exija por música de fondo Hasta siempre, comandante Che Guevara y, mientras la escucha, cierre los ojos al tararearla. Eso gusta, gusta mucho. Si la cosa no está tan simple, acuda al doping. Si es válido en el mundo del deporte, también lo es en el área de la seducción. Siempre funciona. Asuma que, como buena mamerta, conoce poco los fundamentos teóricos. Manipule la frase de Marx, dígale que el opio es la religión del pueblo. Ella accederá a trabarse y de paso accederá a otro par de cosas más.
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Al besarla por primera vez, puede que sienta un pequeño dejo amargo en las papilas. Un sabor como a tabaco y Chanel, es decir, a Pielroja e incienso. No se asuste. Lo fuman porque el filtro, argumentan sin razón, destruye la capa de ozono. Por eso no se echan desodorante, apenas talco. Y la cera del bikini se la hacen cada que hay un nuevo líder en Cuba. Sea paciente. Haga de tripas corazón. No se le ocurra sugerir depilación láser; podría acabar con su noche. Entréguese con estilo, con clase, con clase obrera. Cuando lance su mano a la parte noble, o parte obrera en este caso, y ella se oponga, diga: “No debe haber propiedad privada en los medios de reproducción”. Tome de manera sorpresiva su trasero, y si ella se queja, alegue: “Es la mano invisible, ¿ves que sí existe? Si ella le toma a usted alguna parte erógena, aplique el principio laissez faire. En ese momento, el de su desnudez, es el único en el que no le gusta hablar del movimiento de las masas. Absténgase de romperle la estima con algún comentario. Cuando salga de la ducha con la toalla enrollada en la cabeza, sea recursivo: “Pareces Piedad Córdoba”. Suéltele sin más. Cuando estén en el post coitum, alabe sus tetas, a las que usted puede llamar Fidelas para no sonar prosaico, y sugiérale, ya no como un deseo personal sino como uno nacional, que en vez de estar interrumpiendo las clases, tirando piedra o papas-bomba, haga la huelga de la forma más digna que ha encontrado la humanidad: haciendo un topless. “Deberías unirte al movimiento sextremista La Femme”, recomiéndele. Ella podría enamorarse en este instante. A las cuatro de la mañana, prepárese; ella exigirá que la acompañe en el taxi a su casa. En eso se comportará como toda una mujer de la aristocracia, una mujer regia, divinamente, una dama de pipiripao. Buena suerte. Tomado de Soho. Disponible en http://www.soho.com.co/humor/articulo/instrucciones-para-levantarse-mamerta/30416
Magazín SPN Nro. 28: El barboseño Luis
Tejada
Luis Tejada Cano (Barbosa –Ant.–, 1898 - Girardot –Cca. –, 1924). Solo 26 años de vida y una producción escritural que parece de más de medio siglo. Vidas cortas y aportes largos, como los de Jaime Alberto Vélez (Magazín SPN números 12 y 20).
El periódico del pueblo
La pared del inodoro público es el verdadero, el único periódico del pueblo, la sola prensa auténticamente popular posible en este mundo moderno, lleno de convencionalismos sociales. Lo que allí se escribe, a veces extraordinariamente terrible y justiciero, es, en un sentido profundo, bíblico, extrañable, la voz del pueblo. Allí quedan consignados los pensamientos y los sentimientos más recónditos, más íntimos de la muchedumbre oscura. El hombre que se encierra dentro del cuarto de un inodoro se encuentra singularmente a solas con su conciencia, se halla más aislado del mundo y de sus influencias sociales que en cualquier otra parte. Por eso está la posibilidad de ser absolutamente sincero, de expresar la verdad pura, tal como la siente bullir en sí mismo. Y lo hace irremediablemente sobre la pared, con esa violencia instintiva, desnuda y certera, llena de un realismo expresivo, con que se inician siempre en el légamo
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eyendo ayer los partes de policía –lectura fecunda, edificante y purificadora que debería hacer todo hombre cotidianamente– he visto que fue llevado a la cárcel un muchacho del pueblo porque se le encontró escribiendo en la pared de uno de esos sitios que, empleando una mentira convencional de la civilización, se llaman inodoros públicos. Al leer esta sencilla noticia he sentido, en mi calidad de periodista libre, un movimiento de indignación. El encarcelamiento de ese muchacho implica, aunque no se le quiera dar ese significado, una represión de la palabra escrita en su forma más sincera y revolucionaria.
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fecundo del alma los pensamientos y los sentimientos íntimos. Las cosas se escriben en forma de ultrajes rudos o de ardientes adhesiones; se consignan opiniones personales, sociales, políticas, religiosas; se comenta la actualidad pública en forma de epigrama o de sentencia… Se hace, sobre todo, crítica social, saturada de amargas y evidentes verdades que nadie se atreve a pronunciar públicamente en otra parte. Se escribe el pecado de la dama hermosa y aristocrática, las flaquezas vergonzosas del grande hombre, la caída secreta del sacerdote, la improbidad del alto empleado público, la incapacidad del gobernante, la crueldad del tirano. El pueblo desahoga allí su necesidad histórica de venganza, de reacción contra la opresión de los poderosos, de crítica a la corrupción de las altas clases sociales; manifiesta, en cortas frases rudas, sus odios y sus adhesiones, sus esperanzas y sus desalientos. Y la forma estilística, llena de una sincera crudeza, está de acuerdo con el significado violento de la frase.
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La literatura ardiente de los inodoros es en cierto modo la única supervivencia que nos queda, en esta decadencia espantosa de la sinceridad del estilo, de aquel magnífico realismo satírico de los clásicos del siglo de oro, que tuvo su representación más ilustre en Quevedo, el admirable. La prensa de hoy es excesivamente honesta, es demasiado prudente y convencional para que pueda recoger el grito verdadero del pueblo; pero el pueblo siempre ha buscado su medio de expresión. En la oscura edad media el proletariado artesano eternizó su instinto de reacción antirrealista, antiaristocrática, anticlerical, en la monstruosa florescencia y en la fauna extraña labrada en la madera y en la piedra de las sillerías corales y de los adornos murales de las iglesias y los palacios. La piedra y la madera fueron en ese momento la prensa del pueblo, y allí quedó escrita para siempre la sátira tremenda, la admonición candente, el insulto sacrosanto, contra las tiranías de toda especie. Hoy, el pueblo escribe con carbón sobre una blanca pared de tierra. El órgano es más pequeño y más efímero, pero el significado de esa bíblica literatura popular es todavía más terrible, más espantoso, más preñado de profundas y justicieras profecías. Tomado de De la Urbe. Medellín, No. 71, octubre de 2014, pp. 6-7.
Sobre la conversación y el conversador Yo me he quejado alguna vez de esa dificultad que hay entre nosotros para encontrar el tino auténtico, o siquiera aproximado, del interlocutor, ese ser legendario ya –hombre o mujer– cordial y preocupado, que ame el encanto de las ideas abstractas emitidas desinteresadamente sobre la alfombra de un sofá, mientras las horas insentidas y ligeras corren en derredor.
Murmurar es simplemente recordar; y como siempre es más fácil recordar que pensar, por eso se murmura más que se conversa. Y por eso también la conversación requiere, además, un cierto grado de selección en el ambiente y una viva curiosidad intelectual en los interlocutores; la curiosidad intelectual es ese deseo punzador de saber cosas inútiles, ese interés desinteresado por las ideas y por las teorías de los demás, ese querer escudriñarlo y discutirlo todo por el solo placer de hacerlo, sin fin determinado y sin objeto práctico ninguno. La necesidad torturante de satisfacer esa curiosidad viene a constituir al fin un vicio, el vicio de la conversación, que algunas mentes deliciosamente amaneradas prefieren al opio o a la morfina, porque siendo mucho más sutil produce una embriaguez igualmente delicada y fantástica. La conversación para ciertos seres que no sé si llamar desequilibrados o desadaptados, llega a ser un verdadero paraíso artificial. Pero no hay peligro de que ese vicio se propague demasiado: la conversación, para que se dé en toda su plenitud, requiere, además de la predisposición natural de las personas y del ambiente particular de cultura, de cierta composición especial de lugar y otros requisitos de tiempo y de modo. No es posible conversar bien en todas partes; para que las ideas fluyan con abundancia y nitidez y la embriaguez inefable de la conversación posea totalmente a los interlocutores, es preciso que el sitio les sea familiar, que conozcan a fondo los movimientos peculiares de las sillas “mece-
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Y no es que no se hable mucho en todas partes; se habla en los costureros, en los cafés y en las esquinas concurridas. Pero el hablador no es el interlocutor, el conversador; existe una diferencia especial entre hablar y conversar. Lo que se hace habitualmente en esos sitios es murmurar, entendiendo por murmuración todo lo que se refiere exclusivamente a las personas, bueno o malo. El murmurador es el que no alcanza a abstraer las ideas y sólo puede concebirlas fundidas a los individuos; el conversador verdadero es el que desarraiga las ideas de los individuos, elevándolas a una esfera pura e impersonal. El conversador, que procura siempre generalizar, dirá, por ejemplo, patinar es un ejercicio armonioso y saludable; el murmurador solo acertará a decir: fulano patina muy bien; porque no logra aprehender las ideas sino personalizadas.
doras” o sepan ya el secreto de apoyarse en los brazos del sillón o de recostarse en el espaldar del sofá; es preciso que hayan visto antes, varias veces, la disposición de los cuadros y adornos en la habitación, la situación de las ventanas y las puertas y que el paisaje o la perspectiva que aparecen a través de ellas les sean conocidos; es preciso tener cierta confianza, como para fumar cuando se quiera y estirar un poco las piernas cuando se tenga a bien; es preciso también que los interlocutores no estén demasiado separados para que el misterioso influjo vital, magnético, que se desprende de cada persona, obre sobre la otra o las otras, subrayando los ademanes y dando mayor fuerza de convicción a las palabras; es preciso, además, que no haya una preocupación aguda que distraiga, o un malestar físico que importune. Sólo así se consigue aquella concentrada atención, aquel interés vivo y sostenido que es necesario para entrar en la verdadera conversación, en el mundo abstraído y eminente de las ideas puras e impalpables, pero activas, que deleitan y exaltan la mente como el jugo luminoso de los pámpanos […].
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Algunos, peripatéticos, prefieren conversar paseándose por la estancia, mientras el oyente descansa sentado; en realidad el movimiento agita las ideas, las estimula, las suscita; dicen que Nietzsche sólo podía pensar bien subiendo por una cuesta. En todo caso, estando de pie se tiene más libertad en los movimientos y se infunde más energía, más convicción a los ademanes y a las palabras. Existen también modalidades diversas dentro del conversador verdadero. Hay, por ejemplo, el que conversa muy bien pero no sabe oír; es posible que, demasiado fervorosamente imbuido en sus ideas propias, no logre coger “el hilo” de las ideas del otro, sea porque saboree en silencio lo que acaba de decir o porque prepare lo que va a decir en seguida. Existe el que conversa muy poco, pero sabe oír con cuidado. Quizá despreocupado provisionalmente de sus ideas propias, desea conocer totalmente las del otro porque pueden enseñarle algo, o arrastrado simplemente por un interés sicológico. Para él, el interlocutor se convierte en un caso de observación y procura no interrumpirle para que se entregue por completo, para que desnude su alma. Se da, asimismo, aunque es muy raro, el que casi no toma parte en la conversación pero sabe suscitarla, hacerla posible con su sola presencia, elevando el ambiente: su actitud expectante y comprensiva infunde confianza al interlocutor que conversa ante él largas horas, con la seguridad de que es oído cuidadosamente; él, en cambio, silencioso y sencillo, posee el arte difícil de dirigir la conversación por caminos eminentes, como si con cada gesto, con cada monosílabo, clavara a intervalos un mojón indicador. La conversación tiene, ente otros, dos enemigos mortales: el juego y el amor. Los jugadores no conversan nunca, ni hablan apenas; embebidos en sus combinaciones interiores, sólo pronuncian de cuando en cuando y de manera automática, frases rá-
pidas y violentas, interjecciones, imprecaciones, estribillos, subrayados con golpes de manos sobre las mesas. La conversación está vedada a los jugadores y ese es el único defecto grave que yo le encuentro al juego. Y es el único defecto grave que le encuentro al amor; los besos, por ejemplo, son un juego preocupado que mata la espiritualidad alada de la conversación; desde que el amor se intercala como un intruso entre los interlocutores, la lengua se entorpece para la emisión de ideas desinteresadas y el encanto del intercambio intelectual se desvanece ante los devaneos efímeros del deseo y de la pasión instintiva […]. Yo he pensado varias veces cuál sería la hora más propicia para ejercer la conversación; quizá la de la sobremesa, después de la comida cordial; hora dilatada y rebosante en que –¡quién lo creyera!– el espíritu aparece singularmente ligero y la imaginación, excitada por esa peculiar satisfacción que se experimenta entonces, vuela exaltada hacia los espacios azules. También es propicio el atardecer ciudadano en el rincón del café en que nos hemos sentado siempre con los amigos; es propicio el paseo de árboles, casi solitario en las mañanas de verano; y el balcón nocturno que da sobre la calle callada, mientras todo duerme en torno […].
En: Gotas de tinta. Bogotá, Biblioteca Básica Colombiana, 1977, pp. 335-339.
El trabajo En todas las mitologías el trabajo es considerado como una maldición del cielo. El hombre, desde las edades remotas, ha simbolizado su ideal de vida en una quimérica palabra: Paraíso. Pero la primera condición que se requiere siempre para que ese Paraíso sea verdaderamente Paraíso, es que no haya necesidad de trabajar en él. Nadie se figura que en el Paraíso se pueda cargar piedra en zurrones, o llevar contabilidades, o manejar maquinarias. No. Los que están en el Paraíso han de ser, ante todo, unos seres ociosos que viven extendidos sobre la grama o sentados bajo los árboles, con las frutas al alcance de las manos y llenas de paz las almas. La humanidad ha concentrado en esa bella fábula todo su sueño de felicidad, felicidad que debe ser la única perdurable y completa puesto que está basada en la pereza, el instinto más firme, noble e indestructible en el hombre. Los tipos de perfección suma que la imaginación concibe –los dioses– son personalidades eminentemente
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Como los mejores vicios y como las pasiones más aberrantes, la conversación hace perder las nociones del tiempo y del deber. Olvidamos las citas, posponemos las visitas, llegamos tarde a la oficina o a la casa, porque la conversación nos ha detenido en algún secreto escondrijo ejerciendo sobre nosotros su influjo irresistible […].
perezosas que, o permanecen estáticas en sus tronos de nubes, o se divierten entregadas a juegos ociosos o a placeres sibaritas. Entonces la pereza es en cierto modo una virtud esencialmente divina; pero ¿qué son los dioses? Son, simplemente, hombres perfectos en su sentido ideal. Por eso, entre el tipo terrestre, el más puro, el más elevado, el que más se acerca a esa perfección, es el que tiene más arraigada y frecuente la virtud de la pereza. El vagabundo, el gitano, el mendigo voluntario y algunos aristócratas de pura sangre, constituyen dentro del mundo actual los últimos conservadores de la gran dignidad humana y de la tradición del ocio como cualidad suprema, que nos dejó la civilización antigua.
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Yo sé que trabajar es necesario, según el orden de cosas que se ha creado y que se hace desgraciadamente cada vez más indestructible. Pero eso no quiere decir que trabajar no sea una mala costumbre, una de las peores costumbres que pueden adquirirse. Ante todo, trabajar no es bello ni digno, ni siquiera conveniente. Al mismo tiempo que hasta en una aceptación mística significa humillación y relajamiento del orgullo viril, el trabajo constituye el gran elemento degenerador de las razas. De las fábricas, de las oficinas, de las minas, de los laboratorios, de los bufetes salen las legiones de neurasténicos, de miopes, de tuberculosos, de mancos, de locos, de raquíticos, de melancólicos, de histéricos, de tantas categorías de enfermos que llenan las ciudades modernas. Sin embargo, esta capacidad exterminadora no es realmente un argumento en contra del trabajo, como la muerte de los soldados no lo es en contra de la guerra. La diferencia esencial que hay entre el trabajo y la guerra, es que el trabajo es una actividad oscura y forzosa, algo en que hay que encorvarse y sufrir para alcanzar al fin objetos innobles y mezquinos: alimentarse, vestirse, acaparar oro. La guerra, en cambio, puede hacerse o no hacerse y esa libertad de elegir deja a salvo la dignidad humana. Además, la guerra es más bella y más viril mientras tenga menor razón de ser y menos objetivos persiga, porque así evidencia simplemente un capricho, un arrebato de la voluntad soberana del hombre. Yo confío en que el porvenir que se anuncia traerá para los trabajadores una disminución gradual de trabajo y un aumento proporcionado de paz y de divina ociosidad. Hasta ahora se ha trabajado mucho en un afán insensato de acumular millones. Pero en una forma todavía vaga, está llegando a las gentes el convencimiento de que tener demasiados millones es una circunstancia no sólo inútil, sino evidentemente peligrosa. Hay que esperar en que al fin llegará al mundo una saludable cordura. Todos nos convenceremos de que lo más espiritual, lo más hermoso y noble será luchar apenas lo estrictamente necesario para llevar una existencia modesta y sobria. Entonces nos aficionaremos un poco al delicado placer de no hacer nada y nos convenceremos de que, en realidad, no se debe perder el tiempo trabajando tanto. Nota escrita en los años veinte, en El Espectador.
Magazín SPN Nro. 29: Punto cadeneta punto El diccionario define retahíla conjunto de cosas puestas en fila o seguidas. Los artículos de este número de Magazín SPN son ejemplos lúdicos de este género discursivo. La retahíla, casi siempre, brinda una sensación fruitiva de la cual el lector exquisito es merecedor.
El cuento del gallo capón
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Gabriel García Márquez Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia —ASOPRUDEA— No. 52 • Diciembre de 2014
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os que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.
El loco soy yo Kinito Méndez
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HAY UN HOYO Hay un Hoyo HAY UN HOYO EN LA ORIILLA DEL MAR hay un hoyo en la orilla del mar HAY UN PALO hay un palo HAY UN PALO SEMBRADO EN EL HOYO EN LA ORILLA DEL MAR hay un palo sembrado en el hoyo en la orilla del mar UN RAMA una rama UNA RAMA INCRUSTADA EN EL PALO SEMBRADO EN EL HOYO EN LA ORILLA DEL MAR una rama incrustada en el palo sembrado en el hoyo en la orilla del mar UNA CHICA una chica EN BIKINI en bikini UNA CHICA EN BIKINI SENTADA EN LA RAMA DEL PALO SEMBRADO EN EL HOYO EN LA ORIILLA DEL MAR una chica en bikini sentada en la rama del palo sembrado en el hoyo en la orilla del mar HAY UN LOCO hay un loco HAY UN LOCO CHEQUIANDO A LA CHICA EN BIKINI SENTADA EN LA RAMA DEL PALO SEMBRADO EN EL HOYO EN LA ORILLA DEL MAR hay un loco chequiando a la chica en bikini sentada en la rama del palo sembrado en el hoyo en la oriilla del mar Y EL LOCO SOY YOOO. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=vjob9xVGYik
El círculo del odio El dueño de una empresa gritó al administrador, porque estaba enojado en ese momento. El administrador llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de gastar demasiado al verla con un vestido nuevo. La esposa gritó a la empleada, porque rompió un plato. La empleada dio un puntapié al perro, porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la acera, porque obstaculizaba su salida por la puerta. Esa señora fue al hospital a vacunarse contra la rabia y gritó al joven médico, porque le dolió cuando le aplicó la vacuna. El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.
Luego lo bendijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos… En ese momento, se interrumpió el círculo del odio, porque chocó con la tolerancia, el perdón y el amor.
Burundanga Celia Cruz Songo le dio a Borondongo Borondongo le dio a Bernabé Bernabé le pegó a Muchilanga le echó a Burundanga les hinchan los pies. Abambelé practica el amor defiende a tus hermanos porque entre hermanos se vive mejor.
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La madre le acarició los cabellos diciéndole: “Hijo querido, mañana te haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y necesitas de una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que descanses con tranquilidad. Mañana te sentirás mejor”.
Por qué fue que Songo le dio a Borondongo porque Borondongo le dio a Bernabé Y por qué Borondongo le dio a Bernabé porque Bernabé le pego a Muchilanga Y por qué Bernabé le pego a Muchilanga porque Muchilanga le echó a Burundanga Y por qué Muchilanga le echó a Burundanga porque Burundanga les hinchan los pies. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=BEY-bw8LGB0&spfreload=10
Estaba la rana cantando
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Estaba la rana sentada cantando debajo del agua cuando la rana salió a cantar vino la mosca y la hizo callar. La mosca a la rana que estaba cantando debajo del agua cuando la mosca salió a cantar vino la araña y la hizo callar. La araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando la araña salió a cantar vino el ratón y la hizo callar. El ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el ratón salió a cantar vino el gato y lo hizo callar. El gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca
la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el gato salió a cantar vino el perro y lo hizo callar. El perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el perro salió a cantar vino el palo y lo hizo callar.
El fuego al palo el palo al perro el perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el fuego salió a cantar vino el agua y la hizo callar. El agua al fuego el fuego al palo el palo al perro el perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña
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El palo al perro el perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el palo salió a cantar vino el fuego y lo hizo callar.
la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el agua salió a cantar vino el hombre y lo hizo callar.
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El hombre al agua el agua al fuego el fuego al palo el palo al perro el perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua cuando el hombre salió a cantar vino la suegra y lo hizo callar. La suegra al hombre el hombre al agua el agua al fuego el fuego al palo el palo al perro el perro al gato el gato al ratón el ratón a la araña la araña a la mosca la mosca a la rana que estaba sentada cantando debajo del agua CUANDO LA SUEGRA SALIÓ A CANTAR NI EL MISMO DIABLO LA HIZO CALLAR.
Magazín SPN Nro. 30: La crónica periodística Magazín SPN le rinde un pequeño homenaje a Juan Gossaín: continuador de la crónica periodística y, por lo tanto, resemantizador del ‘artículo periodístico’. Mire otra vez el texto del Magazín SPN nro. 16 (“El lenguaje juvenil es todo un reto”) y los dos de este último número de Magazín SPN, para que vea que sí.
L
a Biblia tiene casi ochocientas mil palabras, pero una de las más repetidas, a lo largo de sus páginas, es ‘corrupción’.
Un lector insaciable, el periodista Javier Ayala, me envía de regalo una auténtica joya de la curiosidad humana: un resumen de tres páginas que descubrió en algún recoveco de Internet sobre lo que dice la Biblia en torno a la corrupción, incluyendo las páginas del Antiguo Testamento, que son anteriores a Cristo. Imagínese usted desde cuándo andamos en esas. Estoy por creer que el oficio más viejo del mundo no es la prostitución sino el robo. ¿Los que la Biblia menciona son delitos o son pecados? Bueno: siempre he tenido la impresión de que no hay mucha diferencia entre una cosa y la otra. El delito es un pecado penal; el pecado es un delito moral. Empiezo a sentirme filósofo. Hablemos en serio. La Biblia no es solo un libro de oraciones para invocar a Dios, ni un catálogo de consejos espirituales para hacer que suspiren las beatas. Es un profundo tratado sobre las miserias y grandezas de la condición humana. Escrito, además, y al margen de sus valores religiosos, con una incomparable belleza literaria y una asombrosa exactitud periodística.
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Secuestro, testigos falsos: parece Colombia, pero es la Biblia
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Moisés y la corrupción Pero yo no he venido aquí a echar un sermón sino a demostrarles que nada se parece tanto a la situación que vivimos en la Colombia de estos días como las denuncias que campean en la Sagrada Escritura: extorsiones, sobornos, secuestros, jueces venales, fraude, injusticia, trampas. El primero que lo menciona es el propio Moisés, nada menos, el hombre que recibió los Diez Mandamientos de manos de Dios en la península de Sinaí y que escribió los primeros cinco libros de la Biblia. Es un regaño a los comerciantes tramposos, escrito mil trescientos años antes del nacimiento de Cristo, y figura en las páginas del Levítico, llamado así porque era un manual para el uso de los levitas, primeros sacerdotes de la religión judía. Dios dijo al pueblo: “No cometerás injusticia en medida de tierra, ni en medida de comercio, ni en ninguna otra medida. Tendrás pesas justas y medidas exactas. Yo soy tu Dios, el que te sacó de la esclavitud en Egipto”.
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Parece que los comerciantes mañosos son temibles desde aquellos tiempos, cuando se trata de la báscula para pesar el cordero y los garbanzos, porque más adelante el libro de los Proverbios vuelve sobre el mismo tema: “El Señor aborrece las balanzas falsas y le gustan las pesas exactas”. Y el profeta Oseas, ejerciendo su magnífico oficio de periodista, los denuncia con nombre propio: “Canaán maneja una balanza tramposa y estafa a los pobres”.
De secuestro a soborno Hay veces en que el relato bíblico es tan preciso que uno se queda perplejo. Algunos de sus pasajes parecen copiados de la realidad colombiana. No se escapan ni los secuestradores. Encontré estos versículos en el capítulo 10 del libro de los Salmos: “El malvado acecha en su escondrijo como el león en la guarida. Acecha al humilde para secuestrarlo, secuestra al humilde y lo lleva a su madriguera”. El soborno, entendido como la compra de funcionarios gubernamentales, es duramente condenado. Ochocientos años antes de Cristo, el profeta Isaías lo pregona con admirable elocuencia en su capítulo 33: “El que camina con justicia y habla lo recto; el que rehúsa la riqueza obtenida con violencia y sacude su mano rechazando el soborno, ese morará en las alturas. Una fortaleza de rocas será su aposento”. Era tan abominable comprar los favores de un funcionario, que en uno de los salmos el hombre honrado le implora a Dios: “No permitas, Señor, que muera entre pecadores, cuya mano está llena de sobornos”.
La injusta justicia ‘Justicia’ es una de las palabras más repetidas a lo largo de la Biblia. ‘Injusticia’ también, en consecuencia, refiriéndose especialmente a los jueces venales. Es célebre el episodio de la casta Susana, la esposa de Joaquín, una muchacha bella y virtuosa que fue calumniada por mujeres envidiosas y por hombres cuyos devaneos había rechazado, incluyendo a dos ancianos que eran jueces de la tribu. “Aquellos miserables –relata el Antiguo Testamento– la condenaron a muerte acusándola falsamente de adulterio”. La mañana en que iban a ejecutarla, salió de la muchedumbre un jovencito de 14 años, que tenía fama de sabio, y se atravesó en el camino de los verdugos. Era el profeta Daniel, que luego sería también víctima de la iniquidad humana, cuando lo arrojaron al foso de los leones, en Babilonia. Daniel le sirvió de abogado espontáneo a Susana, interrogó a los testigos, desbarató testimonios. La salvó. “Jueces infames y descarriados”, les gritó, “ustedes son capaces de matar al inocente, así como perdonan al culpable, porque tienen depravado el corazón”. Cualquier parecido con...
A su vez, el libro del Deuteronomio, que en griego antiguo significaba “la segunda ley”, hace estas recomendaciones a los magistrados: “Te nombrarán juez para que juzgues al pueblo con justicia. No violarás el derecho ajeno, no serás parcial ni aceptarás sobornos, que el soborno ciega los ojos del sabio y falsea la causa del inocente”. Hablando acá, en la cocina, propongo que escriban esa sentencia, con letras de oro, en la entrada de cada juzgado colombiano. Y de cada tribunal.
Cartel de testigos falsos Si hasta ahora les ha parecido sorprendente la semejanza entre los textos bíblicos y la realidad que nos rodea, encontré lo que faltaba: un cartel de testigos falsos, similar al que se ha denunciado recientemente en Colombia, lo que confirma, como decía el rey Salomón, que no hay nada nuevo bajo el sol. Y que los criminales ni siquiera tienen imaginación. En el capítulo 6 de Hechos de los Apóstoles, ya en el Nuevo Testamento, se relata lo que le sucedió a Esteban, el primer cristiano que fue martirizado por sus creencias. “Entonces los miembros de la sinagoga sobornaron a algunos para que declararan
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Para mi gusto, uno de los pasajes más ejemplares es la narración de Samuel, el prestigioso juez de Israel, que ya anciano delega el cargo en sus dos hijos, Joel y Abías. A su propio padre no le tiembla la mano para condenarlos por corrompidos: “Atentos solo al provecho propio, aceptaban sobornos y pervirtieron la justicia”.
haber oído a Esteban blasfemando contra Moisés y Dios. Amotinaron al pueblo y, con esos testigos falsos, lo condenaron”. La cosa empeora a medida que pasan los días. La siguiente víctima del cartel de los falsos testigos es el propio Jesucristo, que no fue presentado ante la Fiscalía General de la Nación, sino ante los sumos sacerdotes, la víspera de su sacrificio. Lean a San Mateo en su extenso capítulo 26: “Buscaban testimonios contra Jesús. Al final comparecieron dos testigos falsos que declararon haberle oído decir que él podía derribar el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días”. Con esos testimonios, tal como había sucedido con Esteban, lo condenaron a muerte. Tres días después, a propósito de la resurrección, se repitió el episodio de los falsos testigos. Sigue contando Mateo: “Los guardianes del sepulcro fueron a la ciudad y dijeron a los sumos sacerdotes que Cristo había resucitado. Los sacerdotes ofrecieron a los soldados una buena suma para que declararan en falso que no hubo ninguna resurrección, sino que, por la noche, mientras ellos dormían, los apóstoles robaron el cadáver de Jesús. Así lo hicieron”.
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Epílogo con pregunta Los ejemplos abundan. Qué tal los sobornos de Simón, el mago, que ofreció comprarles a los apóstoles el secreto para hacer milagros porque pensaba que eso era un truco. (Les recomiendo que busquen en el diccionario lo que significa, desde entonces, la palabra simonía). “Malditos sean tú y tu dinero”, le contestó Pedro. Porque también había alguna gente honrada, naturalmente, como ahora. Pablo, el más grande entre los escritores del cristianismo, prefirió que lo metieran preso antes que pagarle un soborno al juez Félix, aunque tenía con qué. De manera, pues, que luego de repasar estos episodios, que son apenas una muestra entre los incontables casos que aparecen en las Escrituras, he terminado por pensar, dicho sea de manera literal, que la corrupción en Colombia está tomando proporciones bíblicas. ¿O será, más bien, que la corrupción bíblica está tomando proporciones colombianas? Publicado en eltiempo.com el 28 de mayo de 2013.
Perdone la pregunta: ¿de dónde proviene la palabra ‘carajo’? Voy caminando por el sendero que bordea la bahía de Cartagena y, de repente, me detiene una señora sudorosa, que trota en sentido contrario, vestida con un pantalón corto y zapatos deportivos. Alguien le dijo que soy miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. –Excuse usted –me detiene, jadeando–. ¿Cuál es el origen de la palabra carajo? Desde esa tarde estoy metido de cabeza, investigando aquí y rastreando allá. Las leyendas abundan, las fábulas se multiplican, los cuentos son incontables, las teorías crecen, pero hasta el día de hoy nadie sabe con exactitud cuál es su procedencia, eso que los eruditos y los refinados llaman “la etimología”: origen de las palabras, motivo de su existencia, razones de su significado.
Que yo sepa, es la única palabra castellana que tiene al mismo tiempo su sentido propio y el contrario. Es antónima de sí misma. Es casi hermafrodita. Puede significar, simultáneamente, lo negativo y lo positivo. ‘No valer un carajo’ es lo contrario de ‘valer un carajal’. Todo depende del sentido de la frase, pero, sobre todo, de la entonación que le pongan. ‘Estar del carajo’ es un elogio que se hace por igual a una novela, un vestido o una muchacha. ‘Irse para el carajo’, en cambio, es una desgracia. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, el término perdió su connotación de palabrota y se volvió imprescindible en el lenguaje cotidiano, incluso en las charlas de familia. Ya tiene hasta un sentido de ternura: ‘Ahí te mando esa carajadita de regalo. No será mucho, pero es con cariño’. No existe otro caso en el idioma español que permita, con una sola palabra de seis letras, expresar todos los estados de ánimo, los sentimientos y los pensamientos humanos. Tanto así que don Roberto Restrepo, el admirable gramático paisa, escribió: “Pongan sobre la tierra un hombre que, con distintas entonaciones, sepa decir carajo. No necesitará nada más, porque ya se sabe todo un idioma”.
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Parece mentira, y es una verdadera ironía del destino: la expresión más usada del idioma y ni siquiera sabemos de dónde salió. No ha sido posible establecer con precisión en qué parte fue que nació el término carajo, ni cómo ni por qué, siendo, como es, uno de los vocablos más comunes de nuestro idioma, de los más expresivos y útiles, al que la gente recursiva acude para decir cualquier cosa, tanto buena como mala.
El diccionario de la Real Academia Española, que en el Caribe llaman ‘mataburro’ porque sirve para desasnar a la gente, pero también para romperle la crisma a un cristiano por su peso y su tamaño, se limita a decir, en la primera definición, que carajo es voz malsonante, empleada como sinónimo del miembro viril masculino. Es lo único que le faltaba.
La canastilla del marinero Los portales más populares de internet, como Google y Wikipedia, recogen abundante material sobre una viejísima historia según la cual se le llamaba ‘carajo’ a una especie de canastilla que había en lo más alto del palo mayor en las antiguas naves marinas. Afirman que allí eran enviados, en señal de castigo, los marineros que cometían alguna falta.
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Agregan, y se quedan tan frescos, que eso era lo que se denominaba ‘mandar a alguien para el carajo’ o ‘irse para el carajo’. Bonita historia, emocionante y llena de aventuras. Lástima que sea falsa, aunque la hayan recogido hasta libros serios y diccionarios de medio pelo. La enseñan en algunos colegios como si fuera auténtica. Sin embargo, nunca existió en las embarcaciones sitio alguno al que le dijeran ‘carajo’. A los marineros díscolos simplemente se los encerraba en el calabozo, a pan y agua. Más agua que pan. Y la famosa canastilla, que sí existe, es en realidad el puesto del vigía y en castellano se llama ‘cofa’. Pero la mitología popular es infinita. En tiempos de Cristóbal Colón, los navegantes inventaron que el carajo ya no era una canastilla, sino una isla lúgubre perdida en mitad del mar Caribe, en la que bajaban a los tripulantes indisciplinados, abandonándolos a su suerte. Puras embusterías. La única relación comprobada que hay entre el mar y el carajo es una vela cuadrada, llamada ‘caraja’, que los pescadores mexicanos despliegan cuando sopla mucho viento.
¿Es palabra americana? Entonces, ¿de dónde carajo proviene carajo? Repito que su cuna es incierta y que sus padres son desconocidos. Contra lo que piensan muchas personas, inclusive eruditos, se ha demostrado que no es palabra inventada en América, pues aparece mencionada con sentido picaresco en el Cancionero de Baena, una colección de poemas recogidos en España hacia 1405 por Juan Alfonso de Baena, para regalárselos al rey Juan II. En ese momento faltaba casi un siglo para el Descubrimiento. Cristóbal Colón ni siquiera había nacido. La reina Isabel, tampoco. Como si fuera poco, filólogos minuciosos detectaron que hace casi un milenio, en el año 1247, vivía en la villa de Madrid un hombre al que apodaban Pedro Carajo o Carajuelo. Tampoco se sabe por qué.
En Colombia, por allá en los años 30 del siglo pasado, existió el ilustre profesor López de Mesa, que no solo era historiador, sino médico, psicólogo, político, ministro varias veces, y que además pasaba fácilmente de lingüista a biólogo y genetista: un día llegó a sostener que el hombre desciende de la sardina. El profesor también afirmó que la palabra carajo es de origen vascuence porque, según él, los primeros que la trajeron a Colombia fueron unos soldados vascos que llegaron en tiempos de la Colonia. Lo que no dice el profesor es cómo diablos hizo la palabrita para extenderse por el mundo entero de habla hispana. Debe de ser que había soldados vascos en todas partes. El legendario padre Revollo, en su estupenda obra Costeñismos colombianos, informa que hace trescientos años, en la ciudad de Riohacha, las gentes decentes usaban el disimulo ‘caracha’ para no decir ‘carajo’, y que en Mompox decían ‘caracho’ por la misma razón.
Carajillo, carajito, carajear…
Ha llegado, incluso, a sentarse en los restaurantes más exquisitos, en España como en América, donde la palabra carajillo describe un café bien caliente que se mezcla con algún licor. Carajada, a su turno, es una cosa insignificante, pero también una réplica tajante: ‘¿Qué es la carajada suya?’, pregunta el agraviado, en tono retador. Carajadita, como dijimos al comienzo de esta crónica, viene siendo una pequeñez cariñosa. Carajear pertenece a los verbos de la primera conjugación, que son los terminados en -ar. En Colombia significa ‘echar vainas’, ‘ofender a alguien con palabras soeces’, pero en otros países se lo usa para describir el hecho de andar por ahí profiriendo groserías sin ton ni son. Carajete o carajeto, ya en desuso, era el calificativo que le daban en tierras del Huila y Tolima al bobo del pueblo. Carajito, en cambio, es el calificativo cariñoso para referirse a un niño. ‘Ganarse unos carajazos’, de otra parte, es merecerse una reprimenda. Cuando yo era niño, a comienzos de la Edad Media, los vecinos de San Bernardo del Viento decían: ‘Me importa un carajo a la vela’ para referirse a algo que solo merecía desprecio o indiferencia. Avergonzados por la grosería, comenzaron a decir, con cierto pudor, que les importa ‘un chorizo a la vela’.
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Hijo expósito, sin un padre que responda por él, como los huérfanos, y sin una familia que lo reclame, con el paso del tiempo carajo se fue convirtiendo en adjetivo y sustantivo, en exclamación o interjección, en verbo y también adverbio, en agravio y elogio por igual. Sirve hasta para medir las distancias: todos conocemos a alguien que vive más lejos que el carajo.
Epílogo Seguiré averiguando. Vale la pena porque se trata de la palabra más expresiva del idioma castellano, la más variable y provechosa, la que cambia de ropa todos los días. Sirve para todo de indistinta manera, para elogiar y condenar, para pelear o departir, para odiar y amar, para felicitar o regañar, para reír y llorar, para gozar o sufrir, para criticar y ponderar, o para referirse a alguien sin mentarlo (‘ese carajo’). Expresa alegría o tristeza con el mismo vigor. Censura o aprobación. Satisfacción y disgusto a la vez. Sorpresa, asombro, complacencia, perplejidad. Es el recurso apropiado para salir de aprietos cuando uno no recuerda ese término esquivo que se le escapa de la memoria, aunque lo tenga en la punta de la lengua. Pero su verdadero origen sigue siendo un misterio. Antes de terminar, y a propósito de la palabrita que nos ocupa y del descubrimiento de América, vale la pena recordar aquellos versos de un poeta festivo antioqueño: “Salió Colón para abajo / haciendo navegación. Y nos descubrió, carajo / por pura equivocación…”. Publicado en eltiempo.com el 31 de marzo de 2014.
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El gallo capón –Vaya a contarle a su madre el cuento del gallo capón!– No te he dicho que me digas “vaya a contarle a su madre el cuento del gallo capón!”, sino que si quieres que te cuente el cuento del ga... Un amigo me hace llegar el recorte que reproduzco arriba. Se trata, como ustedes pueden observarlo, de una carta publicada por un periódico de Bogotá, el domingo 24 de febrero, en la sección destinada a las inquietudes de los lectores. A propósito, y dicho sea entre paréntesis: los diarios deberían reservarle un espacio más considerable a esa correspondencia. Por algo un proverbio latino dice que la voz del pueblo es la voz de Dios. Esas cartas representan, ciertamente, la conciencia ciudadana, el palpitar del país, las pulsaciones del corazón colombiano. En fin: no me distraigo más en divagaciones y, como dicen en Montería, a lo que venimos vamos. Mi amigo me llama por teléfono y pregunta: “¿Recibiste el recorte?”. Le doy las gracias. El, haciéndose el gracioso, agrega: “¡Nada de gracias! A mí me pagas el favor contándome el cuento del gallo capón”. Le digo que se prepare. Ya está listo. –¿Quieres que te cuente el cuento del gallo capón? –¡Claro que sí! –exclama él, emocionado.
–No te he dicho que me digas “¡claro que sí!”, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo capón. –¡Hombre, por Dios, obviamente! –replica él. –No te he dicho que me digas “¡ hombre, por Dios, obviamente!”, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo capón. –¿Me estás tomando el pelo? –pregunta él, con perspicacia. –No te dicho que me digas “¿me estás tomando el pelo?”, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo capón. –Ponte serio, hermano –musita él. Está molesto. Lo percibo. –No te he dicho que me digas “ponte serio, hermano”, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo capón. –Vea: mejor lo llamo en otro momento –Ha cambiado el tuteo por el usteseo, o como se llame eso. Está furioso. –No te he dicho que me digas “vea: mejor lo llamo en otro momento”, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo capón.
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–¡Vaya a contarle a su madre el cuento del gallo capón!
¡Pum! El telefonazo me suena como una ráfaga de recámara en la oreja. Oigo el zumbido a lo largo de la semana. Mi mujer tiene que ponerme unas gotas medicinales porque empiezo a creer que me quedaré sordo por el lado derecho. Está complacido, señor Peña Orozco, firmante de la carta de Barranquilla, el hombre que me desafió cariñosamente a contar el cuento del gallo capón. Y quedan enterados, además, aquellos lectores que no conocían esta maravilla de historia. Siempre he creído que entre todas las leyendas y tradiciones, entre novelerías e imaginaciones, entre inventos y charadas, entre jerigonzas y prodigios de la gente costeña, el cuento del gallo capón es la mejor de todas esas historias. Tiene, como se observa a simple vista, una gracia formidable, pero tiene también algo más profundo: tiene filosofía. El cuento del gallo capón es, simplemente, eso: un callejón sin salida, dar vueltas, no concretar nada, no responder, subirse por las ramas, bajarse por las orejas, acabarle la paciencia al interlocutor, hacerlo que pierda los estribos, pero el narrador del cuento mantiene su serenidad por una razón muy sencilla: porque sabe que él tiene la sartén por el mango; porque sabe, en fin, que el cuento del gallo capón no se acaba nunca. Es un estupendo recurso para quitarse de encima a esa gente impertinente que viene a preguntar lo que no le importa, que sonsaca confesiones y chismes.
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–No te he dicho que me digas “vaya a contarle a su madre el cuento del gallo capón!”, sino que si quieres que te cuente el cuento del ga...
Uno, simplemente, les cuenta el cuento del gallo capón que es el único cuento del mundo, que no dice nada, pero que no se agota jamás. Lo malo –o lo poético de este episodio– es que los costeños hemos resultado víctimas de nuestro propio invento. Gobernantes y dirigentes nos han devuelto el cuento del gallo capón. ¡Córdoba pide ayuda para atender a los damnificados del invierno! –clama la gente de por allá. –No hemos dicho que nos digan “¡Córdoba pide ayuda para atender a los damnificados del invierno!”, sino que nos digan si Córdoba pide ayuda para atender a los damnificados del invierno.
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El cuento del gallo capón es la expresión suprema del arte de mamarle gallo a la gente. Yo no he dicho que el cuento del gallo capón es la expresión suprema del arte de mamarle gallo a la gente, sino que el cuento del gallo capón es la expresión suprema del arte de mam... Ustedes verán hasta cuándo nos quedamos aquí, con esta espiral interminable, con este incomparable ritornello. Publicado en semana.com el 3 de abril de 1989.
Índice de autores Abad Faciolince, Héctor. Género masculino para el plural. 23: 145-146. Aguilar, Antonio. La envilecida. 24: 153. Agudelo, Pedro. Clasificación de jurados. 24: 150. Alcaraz, Noelia. Debate teórico sobre los conceptos de “competencia” y “competencia lectora”. 5: 35-38. Alma Máter. ¿Y por qué temerle a la matemática? 8: 56-58. Arreola, Juan José. Corrido. 18: 113-114. Aterciopelados. Baracunátana. 24: 153. ________. La estaca. 24: 152. Ávila, Fernando. Género. 23: 143-144. ________. Yo me ensimismo. 15: 95-9 6.
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Baena, José Gabriel. De la onirofilia y sus viciosas prácticas. 13: 86-88. Balac, Esther. Lengua y sexo: dos placeres iguales. 22: 137-138. Botero, Juan Carlos. Crear realidad con palabras. 4: 33-34. Burgos, Andrés. Así me fue con el nuevo Icfes: crónica de un domingo desperdiciado. 6: 45-46. Caballero, Antonio. La lengua bífida. 7: 51-52. Cabral, Facundo. Clasificación de pendejos. 24: 151. Cortázar, Julio. Manual de instrucciones. 26: 161-165. ________. Instrucciones para amar a una persona. 27: 168. Cruz, Celia. Burundanga. 29: 181-182. De Zubiría, Julián. La jornada única y la calidad de la educación. 15: 98-100. Díez, Pablo M. Crean zapatos y gafas con sensores para guiar invidentes. 25: 159160. El Caballero Gaucho. Alma de mujer. 24: 152-153. El Tiempo. El poder de las palabras y su impacto en el cerebro. 10: 68-69.
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Blanco, José Fernando. Pentavocálicas. 11: 75.
Emporio celestial de conocimientos benévolos. Clasificación de animales. 24: 149. Escobar, Eduardo. Un vicio complejo. 12: 77-80. Espinosa y Bedoya. Cuatro preguntas. 18: 117. Fauquié, Rafael. Las palabras. 4: 31-33. ________. El juego de la palabra. 11: 71-73. Fernández, Carlos F. Ocho refranes de amor que la ciencia explica. 17: 107-109. Fernández, Vicente. La tienda. 19: 124-127. García, Álvaro. Lenguaje y discriminación sexual. 23: 146-148. García Márquez, Gabriel. Algo muy grave va a suceder en este pueblo. 18: 115-117. ________. El cuento del gallo capón. 29: 179. ________. El poder de la palabra. 10: 69-70.
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Gossaín, Juan. El lenguaje juvenil es todo un reto. 16: 101-104. ________. El gallo capón. 30: 192-194.
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La Palabra No. 52 se terminó de imprimir en noviembre de 2014 en los talleres de Todográficas Ltda. Cra. 72 45E-128 Tel.: 411 5046. todograficas92@gmail.com de Medellín, Colombia. Se usaron tipos de 11 puntos Humnst777 Cn BT para los textos y 24 puntos Garamond para los títulos, papel Bond de 75 gramos y cartulina Propalcote 1 lado de 250 gramos.