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DOS HOMBRES RICOS
Aprende y Comprende
Tu Lectura Del Domingo
Cuando Jesús terminaba de predicar, muchas personas se acercaban y le preguntaban personalmente todas las dudas que tenían. Una vez, un hombre tenía una pregunta importante. ¿Quién era? (Búscalo en Lucas 18: 18)
No era una persona cualquiera. Era dirigente. Pero nos llama la atención el que Mateo refiera a él como a un joven (ver Mateo 19: 16).
«Dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme»
(Mateo 19: 21)
¿Qué le quería preguntar a Jesús? (Vuelve a leer Lucas 18: 18) . La pregunta parece muy normal, pero Jesús se dio cuenta de que detrás de esa pregunta había muchas dudas.
Le preguntó qué podía hacer para heredar la vida eterna. Y esta es una pregunta muy extraña. Una herencia se recibe, es un regalo. Nadie tiene que hacer nada para heredar. El joven reconocía que la vida eterna es un regalo de Dios. Pero los fariseos y los sacerdotes le habían enseñado que, para ser salvo, tenía que hacer cosas buenas, buenas acciones. Él no entendía cómo Jesús decía que la vida eterna era un regalo y a la vez los fariseos decían que si quería ser salvo se lo tenía que ganar.
Jesús, que vio su corazón y todas las dudas que tenía, le contestó de una forma que le haría pensar. (Lee la respuesta de Jesús en Mateo 19: 17).
Al principio eso tranquilizó al joven. Era lo mismo que le habían enseñado los fariseos. Pero pronto se dio cuenta de que Jesús quería hacerle pensar un poco más. Había muchos mandamientos. Los judíos habían hecho cientos de normas y mandatos que tenían que cumplir para ser un buen judío. Había normas para el sábado, para el Templo, para relacionarse con las mujeres, para sentarse a la mesa…
Por eso el joven le pide a Jesús que se explique un poco mejor. (Lee la pregunta del joven y la respuesta de Jesús en Mateo 19: 18, 19).
Sigue el camino de la derecha en la cuadrícula de la izquierda y sabrás qué quería el joven rico.
Tu Lectura Del Lunes
La respuesta de Jesús al joven rico debía haberle tranquilizado.
Todas esas cosas las había aprendido desde pequeño. Sus padres lo habían educado para guardar la Ley y él, cuando había crecido, había tomado la decisión de ser obediente a todas las normas de los sacerdotes y fariseos. El joven no robaba, ni mataba; era honesto, buen hijo y no mentía.
Según lo que le decía Jesús, él se había ganado la vida eterna.
Pero su corazón le decía otra cosa. (Lee la réplica del joven a Jesús en Mateo 19: 20).
El joven le pregunta a Jesús qué más le falta. Se daba cuenta de que no bastaba con cumplir los mandamientos y ya está. Se daba cuenta de que su vida no estaba completa. Tenía dinero, familia, un trabajo importante y era buena persona ¿qué más le podía faltar? (Lee la respuesta de Jesús en Mateo 19: 21).
¿Recuerdas cuál era el resumen de los seis últimos mandamientos de la Ley de Dios? Todos se refieren a nuestra relación con los demás y Jesús lo resumió en «ama a tu prójimo como a ti mismo».
Si el joven de verdad amaba a sus prójimos como a sí mismo debía demostrarlo con actos de verdadero amor y le pide algo muy sencillo: comparte con los demás lo que tienes. Demuestra tu amor con actos de amor.
¿Cuál fue la reacción del joven? (Lee Mateo 19: 22).
El joven obedecía las normas, sí, pero no lo hacía por amor. Entonces, ¿había estado cumpliendo la Ley de Dios? (Lee Romanos 13: 10 y contesta a la pregunta).
Partiendo de la imagen del joven rico marca un camino que siga la serie que te proponemos. Descubrirás qué es lo que escogió el joven.
Piensa un poco
¿Quieres mucho a tus padres? ¡Claro que sí! ¡Vaya pregunta tonta! Pero ¿les demuestras cuánto los quieres? ¿Cómo te portas con ellos?
El cariño, el amor, se demuestra día a día con nuestra conducta. Piensa en formas de demostrar tus sentimientos de cariño hacia tus padres, tus hermanos o tus amigos.
Tu Lectura Del Martes
A Jesús le entristeció la reacción del joven rico. Jesús le había pedido dos cosas. (Vuelve a leer Mateo 19: 21).
Jesús le había pedido una demostración de que cumplía la Ley de verdad, pero también le había pedido que le siguiera, que se convirtiera en su discípulo. Y el joven se marchó.
Los discípulos se quedaron sorprendidos de que el joven rechazara la invitación de Jesús.
Entonces les dijo algo que suena muy duro. (Léelo en Mateo 19: 23).
Seguramente los discípulos se miraron los unos a los otros. En el grupo había personas ricas, por ejemplo, Mateo. Jesús tenía amigos ricos como Nicodemo, Simón o algunas de las mujeres que lo seguían. Lázaro y sus hermanas tampoco debían ser muy pobres si tenían una casa grande donde hospedar a Jesús y a todo el grupo que le acompañaba. Había gente rica que sí seguía a Jesús.
Inmediatamente Jesús pone un ejemplo. (Mateo 19: 24)
¿Pasar por el ojo de una aguja? Es probable que Jesús no se estuviera refiriendo a una aguja de coser sino a una puerta pequeña que había en la muralla de Jerusalén que se llamaba el «ojo de aguja». Era una puerta estrecha para que pudieran pasar las personas cuando las puertas grandes se cerraban por la noche. Para que un camello pudiera pasar, tenían que quitarle toda la carga y hacer que el camello se arrodillara, bajara la cabeza y hacerle entrar poco a poco. Era una tarea muy laboriosa para el animal y su camellero, pero no imposible.
Para muchas personas, sean ricos o no, el amor al dinero puede ser una verdadera carga porque se preocupan más de sus posesiones materiales que de Dios.
Tener una casa, un coche o un equipo de música, hacer un viaje o tener los mejores estudios NO es malo. Pero si la casa, el coche, el equipo de música, el viaje o los estudios son más importantes que Dios, ¿cómo vamos a seguirle?
Encuentra 7 diferencias entre los dos dibujos.
Piensa un poco
Dios no nos pone la condición de ser pobres para seguirle y ser buenos cristianos. Abrahán, Isaac, Jacob, José, David, Salomón, Ester y muchos más personajes y héroes bíblicos eran ricos pero antepusieron su amor a Dios a las riquezas. El problema no son las posesiones o las riquezas sino cambiar el amor a Dios por el amor al dinero. Lee 1 Timoteo 6: 10.