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¡JESÚS ESTÁ VIVO!
Aprende y Comprende
Tu Lectura Del Domingo
¿Era realmente necesario que Jesús muriera? ¿Por qué decimos que la muerte de Jesús nos salva?
Reflexionemos primero en la situación del ser humano sin Dios. Desde que Adán y Eva decidieron desconfiar de Dios y escuchar las mentiras de Satanás, todos los seres humanos hemos pecado, es decir, nos hemos separado de Dios y lo necesitamos para vivir. Y la consecuencia del pecado es la muerte. Todos los seres humanos estamos condenados a morir porque hemos pecado.
«Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida al resucitar a Cristo. Nos hemos salvado gracias al amor de Dios»
(Efesios 2: 5, Traducción en Lenguaje Actual)
Pero ese no es el deseo de Dios. Dios ha buscado, por todos los medios, romper la maldición de la muerte porque «no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios» (2 Pedro 3: 9, Dios Habla Hoy).
¿Cómo conseguir que nos volvamos a Dios? (Lee Hebreos 1: 1, 2). Durante toda la historia, Dios envió mensajeros, profetas. Pero, a pesar de los profetas, las personas no terminábamos de entender el amor de Dios. Por eso Jesús se convirtió en ser humano, para demostrar cuál era el verdadero carácter de Dios y hasta qué punto nos ama. Es fácil demostrar amor cuando la gente te trata bien. Y Jesús trató bien a todo el mundo. Pero cuando te tratan mal ¡qué difícil es ser bueno!
Pues Jesús demostró que, aunque lo trataran fatal, él siguió amando. Su amigo lo traicionó, le hicieron un juicio injusto, le pegaron, se burlaron de él, lo torturaron y lo mataron. Y él siguió amando.
Y cuando entendemos que, por mucho daño que le hayamos hecho, Dios nos ama hasta el extremo de dar su vida por nosotros, es cuando queremos volver a Dios.
Pero ahí está Satanás. Nos acusa ante Dios de que, como hemos pecado, debemos morir. Y entonces se levanta Jesús y muestra su vida y su muerte. Jesús nos dice:
«Reconozco que has pecado, pero yo quiero perdonarte los pecados, porque sí, porque te amo (eso es lo que la Biblia llama “Gracia”) y quiero hacerlo. Y tengo derecho a perdonarte porque yo lo he dado todo para demostrarte cuánto te amo» (ver Romanos 3: 23-25).
Jesús murió, primero para demostrar la bondad suprema de Dios, después para que tú y yo volvamos a confiar en su amor, y por último para devolvernos la vida eterna que perdimos con el pecado.
¿Eres capaz de contar los corazones que aparecen en el dibujo sin equivocarte?
Pues Dios te ama infinitamente más de lo que podamos expresar con dibujos o palabras.
Tu Lectura Del Lunes
Mateo, Marcos y Lucas sitúan la muerte de Jesús como a las tres de la tarde, en la hora novena, del viernes de Pascua. Normalmente los criminales muertos eran enterrados sin ningún cuidado en algún lugar fuera de la ciudad. Antes de que se llevaran el cuerpo de Jesús, un hombre fue a ver a Pilato con una petición extraña. (Lee en Mateo 27: 57, 58 quién era ese hombre y qué quería).
José era miembro del Sanedrín, pero también era seguidor de Jesús y no había tomado parte en el injusto juicio que condenó a Jesús. Posiblemente ni siquiera lo avisaron para la reunión (ver Lucas 23: 50, 51).
Así que fue hasta el Gólgota y pidió a los soldados que le entregaran el cuerpo de Jesús. Junto a él había más personas. La Biblia menciona que Nicodemo, también miembro del Sanedrín y al que tampoco debieron avisar para el juicio, trajo los aromas que se necesitaban para
Curiosidades
preparar el cuerpo (ver Juan 19: 39). Algunas de las mujeres que se habían quedado en el Gólgota hasta la muerte de Jesús como María Magdalena y otra María, también acompañaron a José y a Nicodemo (ver Mateo 27: 61 y Lucas 23: 55).
José sabía que había un sepulcro nuevo y vacío, excavado en la roca, cerca de allí. Así que, sin perder más tiempo, compró el sepulcro y lo llevaron allí. Se acercaba la puesta del sol y estaba a punto de comenzar el sábado. Todos tenían que respetar las leyes que los fariseos habían impuesto sobre el sábado, así que apenas les dio tiempo a envolver el cuerpo de Jesús con una sábana, dejarlo en el sepulcro y hacer rodar sobre la entrada una gran piedra. Tendrían que esperan a la mañana del domingo para amortajar* el cuerpo de Jesús.
Amortajar* un cuerpo muerto es prepararlo para enterrarlo. Cuando alguien moría, había que preparar los cuerpos de una forma especial. Se lavaba, se untaba de aceites y aromas y se envolvía cuidadosamente en lienzos o sábanas. Era costumbre también el velar durante algunas horas para que todo el mundo pudiera despedirse del muerto antes de colocarlo en el sepulcro.
Ayuda a José de Arimatea y a Nicodemo a colocar el cuerpo de Jesús en el sepulcro.
Tu Lectura Del Martes
Pero los sacerdotes y fariseos estaban todavía preocupados. Ellos estaban presentes cuando Jesús había dicho que iba a resucitar a los tres días. Le habían visto hacer tantos milagros que sabían perfectamente que Jesús podría resucitar.
Entonces fueron a ver a Pilato con otra petición.
(Puedes leerla en Mateo 27: 64).
Fíjate qué retorcidos eran. Le dicen a Pilato que si el cuerpo de Jesús desaparecía no era porque hubiera resucitado, sino porque los discípulos lo podían robar y decir que había resucitado.
Pilato, ya un poco harto de ellos, accedió a poner una guardia de soldados junto al sepulcro donde habían colocado a Jesús. Y para que no hubiera ninguna duda de que nadie abría la entrada, sellaron la piedra.
Con la puesta del sol comenzó el sábado. Todo el mundo volvió a sus casas impresionados por lo que habían vivido durante todo el día. Necesitaban descansar. Y en aquel sepulcro cerrado y custodiado descansaba también Jesús.
Solo una de las siluetas del soldado es exactamente igual al modelo. ¿Puedes encontrarla?
Tu Lectura Del Mi Rcoles
Aquel fue el sábado más triste de la vida de los discípulos. Habían visto cómo hicieron sufrir a su Maestro y cómo lo mataban. Y ellos estaba tristes, muy tristes, y tenían miedo. La tristeza, el cansancio y el miedo son los peores enemigos del pensamiento. Estaban bloqueados. Llevaban muchas horas sin dormir. No sabían a dónde ir por miedo a que los sacerdotes y fariseos los pudieran perseguir también a ellos y matarlos como lo habían hecho con Jesús. No se atrevían a salir a las calles de Jerusalén porque todo el mundo los podía reconocer. Solo podían pensar en que Jesús estaba muerto y que ni siquiera habían podido despedirse de él con un funeral.
Su mente estaba llena de pensamientos negativos. Eran incapaces de recordar ni siquiera las palabras
Esperemos que nunca sientas esta sopa de letras en tu vida. Son sentimientos que NO pertenecen al reino de Dios, pero que nos invaden muchas veces como también sintieron los discípulos después de la muerte de su amigo Jesús.
Angustia Tristeza Temor de Jesús mientras cenaban el jueves. (Tú puedes recordarlas leyendo Juan 16: 20, 22).
Tampoco podían recordar que en varias ocasiones Jesús los había avisado de que lo iban a matar pero ¿qué pasaría después? (Lee Marcos 8: 31).
Incluso habían comparado su muerte con los tres días que Jonás pasó en la barriga del gran pez (ver Mateo 12: 39, 40). Ni siquiera podían recordar todos los milagros que Jesús había hecho y que ellos mismos también habían podido hacer gracias al poder de Dios.
Lo único que recordaban era cómo habían huido y lo habían dejado solo.
Aquel sábado en el que debían celebrar la liberación de Israel de la esclavitud lo pasaron llorando, sin saber que, gracias a la muerte de Jesús, se estaba produciendo una liberación todavía mayor: la liberación de la esclavitud del pecado no solo para Israel sino para toda la humanidad. Piensa
Además del miedo, los discípulos tenían mala conciencia. Ellos habían abandonado al pobre Jesús dejándolo solo. En sus pensamientos creían que habían hecho lo peor de lo peor y que no tenían perdón por haber renegado de Jesús. Olvidaron que Jesús nos ama a todos, incluso a los más pecadores.
Tu Lectura Del Jueves
Apenas comenzó a amanecer el domingo, las mujeres discípulas de Jesús, ya se habían levantado. Prepararon los aceites y aromas que Nicodemo les había entregado y comenzaron a caminar hacia el sepulcro donde estaba Jesús. No podían dejar que su maestro descansara el sueño de la muerte sin lavar su cuerpo ensangrentado y amortajarlo.
Mientras estaban de camino, el suelo templó. ¡Otro terremoto! ¡Vaya susto! Pero en cuanto pasó, continuaron caminando.
Los soldados que estaban haciendo guardia delante del sepulcro también lo sintieron y se despertaron. Pero ellos sí vieron qué causó el terremoto. ¿Qué ocurrió?
(Lee Mateo 28: 2-4).
Los soldados salieron huyendo, dejando tras de sí el sepulcro sin vigilancia.
Al poco tiempo llegaron las mujeres y se encontraron con el sepulcro abierto y vacío y un ángel sentado a la entrada, esperándolas. ¿Qué noticia tenía para ellas?
(Lee Mateo 28: 5, 6).
HABÍA RESUCITADO!!!
Las mujeres con una mezcla de no entender lo que estaba pasando y a la vez con alegría por la noticia fueron corriendo a ver a los hombres.
Pedro y Juan, no se lo creían. Salieron corriendo hacia el sepulcro. Cuando entraron, ¿qué encontraron? (Lee Juan 20: 6, 7).
Fíjate en el detalle. Si se hubieran llevado el cuerpo muerto de Jesús, se lo habrían llevado con la sábana en la que estaba envuelto. Pero la sábana estaba allí, perfectamente doblada. ¿Quién se entretiene en doblar la sábana que lo cubría?
En ese momento, se dieron cuenta de lo ciegos que habían estado por culpa de la tristeza y del miedo. En ese momento creyeron que Jesús había resucitado (ver Juan 20: 8, 9).
Piensa un poco
Los lienzos en los que había estado envuelto Jesús no estaban tirados en el suelo, sino que Jesús mismo los había dejado bien doblados. Los discípulos se dieron cuenta de que a Jesús le gusta el orden. ¿Eres tú cuidadoso con tu ropa? ¿Ayudas a tus padres a mantener limpio y ordenado tu cuarto? ¿De qué otra manera puedes ayudarles?
Tu Lectura Del Viernes
Los discípulos volvieron a casa, pero junto al sepulcro se quedó María Magdalena. Según el relato de Juan, ella no había visto al ángel, por lo cual no sabía que Jesús había resucitado; solo sabía que el sepulcro estaba vacío.
Cuando ella entró en el sepulcro ¿qué vio? (Lee Juan 20: 12). María no los reconoció como ángeles, pero se puso a llorar. ¿Por qué lloraba? (Lee Juan 20: 13).
Ella no sabía qué había pasado. Conociendo la maldad de los dirigentes judíos se imaginaba que se habían llevado el cuerpo como otra forma de castigo.
Cuando fue a salir del sepulcro, se encontró con otra persona que también le preguntó que por qué lloraba. Ella, pensando que era el cuidador del jardín del cementerio, le pidió por favor que le devolviera el cuerpo de Jesús.
Los ojos de María estaban tan llenos de lágrimas que no pudo distinguir que era Jesús el que le estaba hablando. Pero cuando Jesús dijo su nombre: «¡María!», lo reconoció enseguida. (¡Qué sorpresa! Lee Juan 20: 16, 17).
¡Te imaginas la gran sorpresa de María! Solo acertó a decir: «¡Maestro!». ¿Te imaginas lo feliz que estaba al haberlo visto? Con una alegría que no le cabía en el corazón, corrió para decírselo a los demás discípulos.
¿Cuál de los dibujos pequeños es exactamente igual al grande central?
Piensa un poco
Jesús tenía muchas cosas qué decirles a esos discípulos a los que tanto quería. Pero si hubieran sabido quién era habrían estado tan emocionados que no hubiesen logrado prestarle atención.
¿Te imaginas si pudieses pasear y hablar tranquilamente con Jesús? Ahora lo hacemos mediante la oración, pero algún día podremos hacerlo cara a cara.