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Piensa un poco

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Para saber más

Para saber más

La cena pascual requiere una serie de preparativos y los discípulos están preocupados porque Jesús parecía estar olvidándolo. Pero no, Jesús ya lo tiene todo planificado. Jesús siempre está preparado. No improvisa.

Tú también deberías tenerlo todo bien planificado. En tu agenda debes apuntar lo más importante: las fechas de exámenes, los cumpleaños, las visitas a los amigos, etc. para que nada se te olvide.

Tu Lectura Del Martes

Al anochecer llegó Jesús con el resto de los discípulos. Si hubiera sido una cena o una fiesta normal hubiera habido un criado en la puerta para recibirlos. Les habría recogido los mantos y les hubiera lavado los pies para que estuvieran cómodos y frescos. Pero esa noche no había criados que sirvieran la mesa ni que atendieran a los comensales. Así que no había nadie en la puerta para recibirlos.

Todos entraron en la sala y se recostaron inmediatamente delante de la mesa que ya estaba preparada, seguramente buscando el mejor sitio y sin preocuparse por los demás.

Entonces Jesús, en silencio, se levantó, se quitó el manto, llenó una vasija con agua, cogió una toalla y ¿qué hizo? (Léelo en Juan 13: 5).

Imagínate al Maestro haciendo el trabajo de un criado porque a ninguno de los discípulos se les había ocurrido pensar en la comodidad y el bienestar de los demás. Ni siquiera se le había ocurrido a nadie cogerle el manto a su Maestro y lavarle los pies.

Todos aceptaron, en silencio y medio avergonzados, que el Maestro les lavara los pies con cariño y sin regañarles.

Hasta que le llegó el turno a Pedro. Pedro, como siempre tan impulsivo, se negó a que Jesús le lavara los pies (ver Juan 13: 6). Él había comprendido que Jesús se estaba humillando al arrodillarse delante de sus discípulos haciendo el trabajo de un siervo. Eso no era digno de un Maestro y Pedro no permitiría que Jesús hiciera algo tan humillante.

Pero Jesús insistió. Le dijo que se dejara lavar los pies y que luego le explicaría lo que significaba (ver Juan 13: 7).

Pero Pedro era un cabezota. (Lee la primera parte de Juan 13: 8). ¡No, no y no! ¡Ese era el trabajo de un esclavo y no de un Maestro!

Así que Jesús se puso muy serio y le regañó.

—Si no te dejas lavar los pies no puedes participar de esta cena ni de nada que tenga que ver conmigo (ver la segunda parte de Juan 13: 8).

Con esa respuesta, Jesús le «bajó los humos». Pedro se dio cuenta de que necesitaba que Jesús lo limpiase, y aún más por dentro que por fuera.

¡Este Pedro siempre tan impetuoso y exagerado! Si lees solo las letras rojas sabrás qué le pidió a Jesús que le lavara además de los pies. (Juan 13: 9)

Piensa un poco

¿Cómo te habrías sentido si hubieras sido uno de los discípulos?

¿Crees que lo que hizo Jesús surtió más efecto que si los hubiera regañado por ser orgullosos? ¿Por qué?

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