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TU LECTURA DEL MIÉRCOLES
Cuando Jesús regresó a la mesa todos esperaban impacientes que les explicara por qué había hecho aquello.
La mayor preocupación de Jesús era que sus discípulos todavía no habían aprendido a cuidar los unos de los otros. Estaban más preocupados de ver quién sería el más importante en el reino de los Cielos que en ayudar a los demás.
¿Cuántas veces habían hablado de esto durante los tres años y medio que llevaban juntos? ¿Cuántas veces les había dicho que el mayor honor que podemos tener es el de ayudar a los que nos necesitan?
¿Cuántas veces les había dicho que los «últimos serían los primeros», o «el que quiera ser mayor que sirva al más pequeño»?
Hacía unos minutos Jesús les había vuelto a explicar lo mismo pero esta vez de forma mucho más personal. (Lee Juan 13: 14-16). Jesús les está diciendo: Aquí no hay siervos ni señores. Todos vosotros sois siervos de los demás porque esa es vuestra tarea, ayudar a los que os necesiten, cuidar los unos de los otros. Aquí nadie es más importante que el que está sentado a vuestro lado.
Jesús les había estado dando ejemplo sobre cómo tratar a las personas. Durante los tres años y medio que habían vivido juntos, había hablado con gentiles, con mujeres, con publicanos y pecadores. Había tocado a enfermos, incluso a enfermos de lepra. Se había preocupado por si tenían hambre o si tenían miedo. Y ahora les pide que sigan su ejemplo.
Y no solo que ayuden a los demás desinteresadamente, sino que también se dejen ayudar por otros. Que no hagan como Pedro que no quería dejarse lavar los pies. Cada uno de nosotros necesitamos en algún momento ayuda. Y algunas veces por orgullo o por vergüenza ni pedimos ayuda ni dejamos que otros nos la presten. Jesús quería que fuéramos una comunidad, una familia y para poder ayudarnos debemos dejar que nos ayuden.
Sigue el camino de la izquierda en la cuadrícula de la derecha y aparecerá la conclusión de Jesús registrada en Juan 13: 17 (NRV 2000)
Piensa un poco
¿Alguna vez te ha pasado que no entendías los deberes del colegio y te daba vergüenza reconocerlo porque creías que se iban a burlar de ti? Lo que te habrá pasado es que te habrás quedado sin entenderlo y no habrás podido hacer bien los deberes. Si nadie te lo explica no podrás comprenderlo nunca. Todos, en algún momento, necesitamos que otros nos ayuden.
Tu Lectura Del Jueves
Mientras comían, Jesús bendijo el pan sin levadura, lo partió y lo repartió entre sus discípulos. Luego dijo unas palabras que sonaron muy extrañas. (Léelas en Mateo 26: 26).
Jesús ya les había dicho que él era el «pan de vida» (ver Juan 6: 35, 48). Igual que el pan, que es un alimento, nos mantiene con vida, Jesús nos da a todos nosotros la vida eterna.
Luego hizo lo mismo con la copa de mosto. (Lee en Mateo 27: 28 qué significaba aquella bebida).
Hasta ese momento en la historia de Israel, la sangre del cordero sacrificado, la vida del cordero, era la que simbolizaba el perdón de los pecados. Ese era el pacto que Dios había hecho con los seres humanos desde el principio del mundo, desde el primer sacrificio de Adán y Eva. Ahora el Mesías-Cordero iba a entregar su vida para el perdón de los pecados. El símbolo se iba a hacer realidad con la muerte de Jesús. A partir de entonces, comenzaría un nuevo pacto. Ya no harían falta más símbolos de corderos sacrificados.
Encuentra 15 diferencias entre los dos dibujos.
Tu Lectura Del Viernes
Los adventistas, y otros cristianos, recordamos esa noche mediante el rito de la Santa Cena. Un rito es una ceremonia que se repite siempre de la misma manera. Eso nos ayuda a comprender y a recordar algunas lecciones como las que Jesús quiso enseñar en la cena de Pascua.
Cada cierto tiempo se organiza en la iglesia un culto especial recordando esos momentos.
Comenzamos con un lavamiento de pies. Cuando nos lavamos los pies los unos a los otros seguimos el ejemplo de Jesús y obedecemos literalmente las palabras de Jesús en Juan 13: 15: «Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también lo hagáis».
Pero no solo eso. Con el lavamiento de pies recordamos que ninguno de nosotros es mayor que el otro, que en el reino de Dios todos somos siervos, que todos debemos ayudar y dejar que nos ayuden. Eso es humildad. Y por eso lo llamamos «rito de humildad».
Después, se procede a tomar pan sin levadura que representa a Jesús. Se bendice y cada persona coge un trocito y lo come. Cuando comemos ese pan reconocemos que Jesús es nuestro «pan de vida», que él es quien nos da la vida eterna. Reconocemos que no podemos tener la vida eterna por nosotros mismos. Es un regalo de Jesús.
Luego bebemos mosto. El mosto simboliza la sangre de Jesús que limpia nuestros pecados y nos perdona. Simboliza que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador.
La Santa Cena no tiene ningún valor mágico. No nos vamos a convertir de repente en buenos cristianos por lavarnos los pies, por tomar el pan y beber el mosto. Lo hacemos para recordar que Jesús es nuestro Salvador, que entregó su vida para salvarnos, y que algún día vendrá a buscarnos. Entonces podremos tener una Santa Cena especial con él, la celebración final de nuestra salvación.
(Lee Mateo 26: 29). El rito nos hace también recordar lo agradecidos que tenemos que estar hacia él, por su gran sacrificio al ofrecer su vida para salvarnos y darnos vida eterna.
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