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JESÚS EN JERUSALÉN 4
Aprende y Comprende
Tu Lectura Del Domingo
Se acercaba la fiesta de la Pascua y Jesús quería ir a Jerusalén a celebrarla. Los discípulos estaban preocupados porque los fariseos y los sacerdotes estaban buscando una excusa para arrestar a Jesús y si pudieran, matarlo (ver Juan 11: 53, 57).
Una semana antes de la fiesta, Jesús y sus discípulos llegaron a Betania, la ciudad de Marta, María y Lázaro.
«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Mateo 21: 9)
¡Qué alegría ver de nuevo a Jesús!
La noticia de que Jesús estaba en la aldea llegó a todas partes. Enseguida todo el mundo fue a ver a Jesús, el Jesús que había resucitado a Lázaro.
La noticia llegó también a Jerusalén. Como Betania estaba muy cerquita de Jerusalén, mucha gente quiso ir a ver a Jesús. ¿Por qué? (Léelo en Juan 12: 9).
La noticia de que Jesús había resucitado a un muerto de cuatro días impresionó mucho a todo el mundo. Todos querían verificar que Lázaro estaba vivo y escuchar de primera mano su historia.
Los jefes de los sacerdotes también fueron a Betania pero no con la intención de admirar el milagro de Jesús sino para ver cómo reaccionaba la gente. No les gustó nada lo que estaba pasando. Cuando Lázaro contaba su historia muchas personas empezaban a creer en Jesús.
¿Cómo reaccionaron los jefes de los sacerdotes? (Lee su horrible decisión en Juan 12: 10, 11).
Piensa un poco
Los enemigos de Jesús estaban muy preocupados. La resurrección de Lázaro había sido un éxito para la popularidad de Jesús. Nadie puede resucitar a un muerto salvo Dios, el creador de la vida. Esa resurrección ponía en evidencia que él era Dios.
Ya que Jesús es Dios, todopoderoso, ¿no te parece muy torpe enfrentarse a él? ¿Verdad que tú nunca estarás en contra de Dios? Esa actitud no es muy inteligente.
Aunque sabía el peligro que corría, Jesús quiso ir al Templo. La Pascua era la fiesta que más gente atraía a Jerusalén. Personas venidas de todos los rincones de Palestina viajaban a Jerusalén para pasar los días de fiesta. Pero también venían judíos que vivían en otras partes del mundo. Por eso los caminos estaban llenos de gente.
Cuando alguien se dio cuenta que en uno de los caminos también estaba Jesús de Nazaret quisieron acompañarlo. Pronto Jesús se vio rodeado por una multitud. Cuando llegaron cerca del Monte de los Olivos, Jesús se detuvo. Había una pequeña aldea. Entonces Jesús llamó a dos de sus discípulos y les pidió un favor. ¿Qué debían hacer? (Lee Marcos 11: 2, 3).
¿Cómo podía saber Jesús que allí habría un burro que no había sido montado todavía por ninguna persona?
Cuando los discípulos se acercaron, efectivamente, allí había un burrito joven, atado junto a una puerta.
Los discípulos obedecieron, desataron al burro y se lo llevaron.
Pero enseguida llegaron los dueños. Y no estaban nada contentos de que unos desconocidos se llevaran al burro.
Los discípulos hicieron lo que Jesús les había dicho. Les dijeron que Jesús de Nazaret necesitaba el burro y que se lo devolverían enseguida.
¿Qué hicieron los aldeanos? (Lee Marcos 11: 6). Seguramente aquellos hombres habían oído hablar de Jesús y no pusieron ninguna pega a que el Maestro pudiera utilizar su burro para llegar a Jerusalén. Aquellos hombres confiaron en Jesús y le prestaron el burro.