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TU LECTURA DEL MARTES
Los discípulos llegaron con el burro hasta donde Jesús se había quedado esperando. Lo cubrieron con mantas y Jesús lo cabalgó. En cuanto la multitud vio a Jesús montado en un burro, en un pollino que no había sido nunca montado, comenzaron a gritar. ¿Qué gritaban?
(Puedes leerlo en Juan 12: 13. Y compáralo con los gritos que registran los demás evangelistas en Mateo 21: 9, Marcos 11: 9, 10 y Lucas 19: 38).
Fíjate que todos hacen referencia al rey, o al rey David o al rey de Israel. ¿Por qué de repente todos empiezan a aclamar a Jesús como rey?
Parece ser que la cabalgadura real en Israel no era un hermoso caballo o un camello. Los reyes en Israel montaban en burros. Cuando ven a Jesús montado en un burro, enseguida lo relacionan con un rey que se dirige a la ciudad real, a la capital del reino. De hecho muchos recuerdan una profecía de Zacarías en relación al Mesías. (Puedes leerla en Zacarías 9: 9).
Además de vitorear a Jesús, la gente improvisó una alfombra extendiendo sus capas por el suelo o ramas de árboles y arbustos que habían cortado como si fuera una alfombra vegetal. Otros también agitaban ramas de palmera para mostrar su alegría.
Todo este cortejo acompañó a Jesús por el camino hacia la ciudad.
Tanto era el jaleo y el alboroto que se produjo en el camino que mucha gente que ya estaba en la ciudad quiso salir a recibirlo.
Piensa un poco
Jesús nunca había dejado que lo proclamaran rey, ni siquiera después de la alimentación de los 5.000, ¿recuerdas? Pero ahora Jesús accede a que lo llamen «rey», aunque no permite que lo lleven a ningún palacio ni le pongan ninguna corona porque él insiste en que su reino no es de este mundo. Jesús sabía que le quedaba poco tiempo de vida y quería que la gente que no había tenido la oportunidad de conocerle, ni había oído hablar de él, se interesara por saber quién era ese Jesús de Nazaret al que todos seguían y alababan.