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TU LECTURA DEL VIERNES
Mientras hablaba con los griegos, Jesús comenzó a preocuparse. Sabía que los judíos lo apresarían y lo matarían. Era cuestión de tiempo. Él no quería sufrir. Nadie quiere sufrir. Y eso le producía angustia (ver Juan 12: 27).
En un momento determinado pidió ayuda a Dios para que le diera fuerzas. Necesitaba una señal para saber que no estaba solo.
Y entonces ocurrió algo. (Puedes leerlo en Juan 12: 28).
¿Puedes recordar en qué otros momentos de la vida de Jesús se oyó una voz del Cielo? La primera fue con ocasión de su bautismo. La segunda en el momento en que se aparecieron Elías y Moisés.
En esta ocasión todo el mundo pudo oír algo. Pero no todos oyeron lo mismo, o no quisieron oír lo mismo. ¿Qué oyeron unos y otros? (Lee Juan 12: 29).
Seguramente entre los que oyeron la voz de un ángel estaban los griegos que hablaban con Jesús. Aquellos hombres fueron testigos de cómo Dios reconocía a Jesús como su Hijo, y creyeron en él. Al contrario que muchas otras personas, que a pesar de todas las señales, de todos los milagros y de todas las enseñanzas de Jesús, nunca creyeron en él. Pero no podemos decir que los judíos en general no creyeran en Jesús. Las multitudes que se reunían para escucharlo sí que creían en Jesús; la multitud que acompañó con cánticos y alabanzas a Jesús hasta Jerusalén, creyó en Jesús. Incluso personas importantes de la sociedad creyeron en Jesús. (Como podrás comprobar si lees Juan 12: 42). Pero tenían miedo de que los sacerdotes y los fariseos pudieran amenazarlos. Tenían miedo de perder su prestigio y lo guardaban en secreto.
Durante los tres años y medio que Jesús llevaba predicando, mucha gente creyó en él. Encuentra en la sopa de letras los nombres de algunas personas que la Biblia menciona: