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TU LECTURA DEL LUNES
Como el primer hijo le había dicho que no quería ir a trabajar, el padre habló con su segundo hijo. Le pidió lo mismo y la respuesta del segundo hijo tranquilizó a su padre: le dijo que iría a trabajar en la viña.
En cuanto su padre se alejó, ¿qué hizo el segundo hijo? (Léelo en Mateo 21: 30).
El segundo hijo es ‘listo’. Delante de su padre pone cara de buen chico, de obediente, de hijo preocupado por su padre. Pero en realidad ni es buen chico, ni es obediente ni le preocupa en absoluto el trabajo de su padre. Lo único que quiere es quedar bien.
Los dirigentes con los que está hablando Jesús entienden perfectamente lo que es correcto y lo que está mal. Y se dan cuenta enseguida que Jesús está hablando de ellos.
Cuando Jesús les pregunta cuál de los dos hijos hizo la voluntad de su padre, ellos contestan rápidamente que el primero (ver la primera parte de Mateo 21: 31).
—Pues vosotros no sois el primer hijo, —les explicó—. Sois como el segundo. Vosotros decís, de boquilla, que hacéis la voluntad de Dios. Pero luego sois egoístas y crueles con las personas que os rodean. Sin embargo, otras personas que parecen muy pecadoras, a las que vosotros despreciáis, sí están dispuestas a arrepentirse como el primer hijo y a cambiar de vida. Ellos creyeron en lo que predicaba Juan el Bautista sobre el arrepentimiento y se pueden convertir en mejores personas. Ellos sí son como el primer hijo, el que hace la voluntad de Dios. Vosotros, como pensáis que ya sois buenos, nunca cambiaréis… y sois malos (ver Mateo 21: 31, 32).
Piensa un poco
¿Alguna vez tu mamá o tu papá te han pedido que les ayudes en algunas tareas de la casa? Te contaré la historia de un padre que tenía dos hijos, Juan y Laura. Un día el papá entró en el cuarto de Juan y lo encontró jugando con la play. Le dijo:
—¿Podrías colocar la mesa mientras mamá y yo terminamos de hacer la comida?
—Ahora no puedo, estoy a punto de terminar el juego.
El padre salió y encontró a Laura viendo la TV. Le preguntó lo mismo y Laura le respondió:
—¡Claro que sí, papá!
Los papás terminan y llevan la comida al comedor donde la mesa ya está preparada.
—Gracias, Laura por prepararla.
—No fui yo, fue Juan quien puso la mesa. Es que yo estaba terminando un programa y no quise perderme el final.
¿Qué hermano hizo lo correcto?
Tu Lectura Del Martes
Hasta el último momento de su vida, Jesús intentó que los dirigentes, sacerdotes y fariseos se dieran cuenta de su error y lo aceptaran como el Mesías prometido. Para hacerles ver el mal que estaban haciendo les contó otra parábola.
En esta historia, Jesús presenta al dueño de la viña. Es un hombre que planta la viña, la cuida, la rodea de una cerca para protegerla de animales que se coman el fruto o de ladrones que la estropeen. Construyó un lagar para pisar las uvas y sacar el mosto y por último edificó una torre. La propiedad tenía todo lo que un campesino necesitaba (ver Mateo 21: 33).
Pero el hombre tuvo que marcharse y arrendó la propiedad a unos campesinos para que la cuidaran, la cultivaran y vivieran cómodamente de los beneficios de la viña. Pasó el tiempo y llegó el tiempo de la cosecha. El dueño de la viña envió a sus siervos para que los campesinos le dieran su parte del fruto, para que le pagaran el alquiler. ¿Qué ocurrió entonces?
(Lee Mateo 21: 35).
¡Es increíble lo que la avaricia puede hacer!
Pero el dueño sigue reclamando lo que es suyo. Y esta vez manda a más siervos. Tal vez si eran muchos, los labradores no se atreverían a agredirles y pagarían el alquiler. ¿Les hicieron caso esta vez? (Lee Mateo 21: 36)
Los pequeños detalles sí importan. Solo uno de los dibujos pequeños es exactamente igual al grande del centro. ¿Sabes cuál es?
Piensa un poco
El problema de no dar importancia a los pequeños errores o pecados que cometemos es que podemos llegar a acostumbrarnos a ellos y ya no los consideramos errores. Muy posiblemente los campesinos de la viña al principio nunca pensaron en quedarse con ella como dueños. Pero empezaron a ganar mucho dinero y llegaron a pensar que todo aquello era fruto de su propio esfuerzo y que les pertenecía porque si ellos no la hubieran cuidado ahora la viña sería una ruina por falta de cuidados.
Tu Lectura Del Mi Rcoles
Pero el dueño de la viña tiene una paciencia extraordinaria. En vez de enviar a la policía o al ejército para que sacaran de allí a los labradores asesinos, todavía intenta razonar con ellos. Intenta convencerlos. Para ello, ¿qué hace? (Lee Mateo 21: 37).
Esa es ya la última oportunidad para los labradores malvados. Si escuchan al hijo y pagan su alquiler podrán seguir trabajando la viña sin problema. El dueño de la viña todavía confía en que los campesinos se arrepientan y hagan lo correcto.
¿Qué ocurre cuando el hijo del dueño llega a la viña? (Lee su horrible plan en Mateo 21: 38, 39).
Fíjate bien en el razonamiento que tienen los labradores: si matan al hijo, ellos se quedarán con la propiedad. ¿Es esto correcto? ¡No! La viña seguirá siendo propiedad del dueño. Ellos serán ladrones y asesinos, pero la propiedad nunca será de ellos.
Entonces Jesús pregunta a los dirigentes judíos que le estaban escuchando:
—¿Qué tendría que hacer entonces el dueño de la viña?
¿Qué contestaron ellos? (Lee su rotunda respuesta en Mateo 21: 41).
Demasiada paciencia había tenido el dueño de la viña. Se merecían un castigo. En algún momento hay que poner límites a tanta maldad.
¿Cómo saber quién es el heredero? Sigue estas pistas y señala al hijo del dueño de la viña:
Es varón · No es pobre · No es canoso · Tiene barba · No tiene bigote
Viste de rojo · Lleva algo en la cabeza · No lleva gorro