AULA 7 NÚMERO 29 / DICIEMBRE DE 2016

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:: COMUNICACIÓN Cristianismo y política: De derecha a izquierda, pasando por Jesús

Juan Ramón Junqueras Teólogo y periodista

P

aconfesional español desmarca suficientemente el fenómeno religioso de la acción de gobernar. Porque está admitiendo, intrínsecamente, que es un estado de fe, que no profesa ninguna confesión en concreto, pero que se sabe creyente. Un estado en el que, cuando sus ministros juran o prometen su cargo, pueden hacerlo sobre una Biblia. ¿En qué lugar quedan los musulmanes, los budistas, los judíos, todas religiones consideradas de arraigo por el estado? ¿Dónde quedan los agnósticos, los ateos? Cuando de instituciones hablamos, cuanto más lejos la religión del estado, mejor. Vaya eso por delante.

ara empezar, diré que la primera vez que expuse el embrión de esta comunicación en una iglesia cristiana adventista, hace ya algunos años, una hermana me hizo la primera pregunta del tiempo de intervenciones. Fue la siguiente: “¿Por qué se titula tu charla «De derecha a izquierda, pasando por Jesús», y no «De izquierda a derecha, pasando por Jesús»”? Así está el patio… ¿Qué relaciones pueden establecerse entre el cristianismo y la política? Si Jesús de Nazaret dijo que su Reinado no era de este mundo, ¿es oportuno que el cristiano preste atención a los aspectos políticos de la vida? ¿Qué ocurre cuando esto pasa de forma institucionalizada? El cristianismo, por naturaleza, ¿debería ser conservador o progresista, en el ámbito político? ¿Dio Jesús, en su mensaje, pautas que nos ayuden a optar por una u otra propuesta política? En la comunicación que presentaré intentaré contestar a estas y a otras preguntas. Pero, ante todo, descubriremos a un hombre, Jesús de Nazaret, comprometido con su tiempo… y con el nuestro. Un Maestro que no quiso pasar de puntillas sobre nada de lo que concierne al ser humano. Un hombre extraordinario que se enfrentó al poder para defender los derechos de los débiles, pero que propuso, a la vez, una solución suprapolítica a los problemas de este mundo. Nos encontraremos, frente a frente, con el hombre cuya propuesta política —si es que pudiera llamarse así— fue que el Reinado de Dios gobierne los corazones de ciudadanos y servidores públicos.

1. LOS PRINCIPIOS DEL REINADO DE DIOS COMO PROYECTO POLÍTICO 1. Premisa: responsabilidad social del creyente El vínculo entre el evangelio y la responsabilidad social de los cristianos se manifiesta claramente en el proyecto de Jesús de Nazaret. La Biblia entera insiste en que, cuando predominan la pobreza, la injusticia y la opresión, la fe que habla solo a las necesidades espirituales de la gente, fallando en demostrar una férrea voluntad de cambiar las cosas, es una adoración falsa (Isaías 58). Como lo expresó Gandhi: «Debemos vivir en nosotros mismos los cambios que queremos ver en el mundo.» Un seguidor y verdadero creyente en Jesús de Nazaret no puede tratar con indiferencia las desigualdades, ni la manifestación de poder y privilegios que hiere a tantos y conduce al empobrecimiento de muchos. El Evangelio invita a solidarizarse con todos los que sufren, para juntos recibir, incorporar y compartir las buenas nuevas de Jesús, y mejorar la vida. Hay veces cuando la indiferencia puede llegar a ser la más atroz de las violencias. Los pobres, los marginados, los discapacitados, los inmigrantes, los refugiados son personas. Esta es la gente de la que habla Jesús vez tras vez en su enseñanza y en su predicación. Busca dignificarlos, y desafía a los cristianos a asumir su deber de constituirse en una bendición para ellos. Los programas políticos que no lleven entre sus prioridades más básicas esta premisa, no deberían ser votados ni apoyados por los seguidores de Jesús de Nazaret.

PREMISA Para empezar habrá que aceptar que cuando el estado y la religión se acercan demasiado, al primero le salen alas y a la segunda dientes. Porque una religión unida al poder se convierte en un monstruo devorador e insaciable, que si no convierte… tortura; y si no convence… descuartiza, decapita y quema públicamente en la hoguera. Pocas cosas hay que tengan que estar más lejos del poder que la religión. Porque las emociones que concita no son compatibles con el ejercicio del gobierno humano. A mi entender, solo un estado laico garantiza la práctica en libertad de la religión escogida por cada creyente. Ni siquiera nuestro modelo

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