1 minute read
TU LECTURA DEL MIÉRCOLES
Cleofás y su acompañante le contaron a Jesús que algo raro había pasado esa mañana. No estaban muy seguros. Según las mujeres, un ángel les había dicho que Jesús había resucitado. Pedro y Juan vieron que la tumba estaba realmente vacía. Pero nadie podía demostrar que hubiera resucitado porque nadie le había visto. Seguramente dijeron esto porque salieron de Jerusalén antes de que María Magdalena llegara con la noticia de que había hablado con Jesús.
Ahora le tocaba el turno de hablar a Jesús. ¿De qué habló? (Lee Lucas 24:27).
Jesús les dio un «estudio bíblico» muy completo. Les demostró con las Escrituras que Jesús era el Mesías y que, si confiaban en él, debían estar seguros de su resurrección. Intentó animarlos, pero ellos no se estaban dando cuenta de quién era ese viajero. Los dos discípulos escuchaban encantados. ¡Qué bien se explicaba! ¡Se explicaba tan bien como Jesús!
Cuando llegaron a Emaús, lo invitaron a quedarse en su casa a pasar la noche y él aceptó. Cleofás y su acompañante ya no estaban tan tristes. Ahora tenían esperanza. Tal vez era verdad lo que habían dicho las mujeres y Jesús podría estar vivo en algún lugar de Jerusalén. Con esa esperanza se sentaron a comer.
Ya en la mesa, invitaron a su nuevo amigo a que partiera el pan y bendijera la mesa. En el momento que vieron a Jesús partir el pan… ¡Era Jesús! ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? Su corazón comenzó a latir muy fuerte. ¿Qué ocurrió en ese momento? (Léelo en Lucas 24:31) y marca la respuesta correcta.
• Hizo una oración
• Desapareció
• Les recordó la Santa Cena
• Les dio un trozo de pan a cada uno
• Fue a buscar la bebida
¡Sí, era Jesús y era real! No había sido su imaginación. Habían hablado y caminado con él. ¡Jesús estaba vivo!
Sin esperar ni un momento más, sin importarles que se hacía tarde y que estaban cansados, regresaron otra vez a Jerusalén, lo más aprisa que pudieron. Tenían una gran noticia que dar a los demás discípulos.