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Del terror a la paz
Comprende y memoriza:
Si algo daba miedo a los seguidores de Jesús era el nombre de Saulo. Saulo era un hombre que había estado presente en el juicio de Esteban y había guardado la ropa de los que lo apedreaban.
Para los padres
Explicad a vuestros hijos que no pueden ser como Saulo. Aunque pensemos que otra persona esté equivocada debemos respetarla.
Saulo había nacido en Tarso, el sur de la actual Turquía, en una familia judía. Sus padres quisieron que Saulo estudiara y le dieron una buena educación. Sabía hablar en al menos tres lenguas: griego (la lengua de Tarso), arameo (la lengua de Israel) y latín (la lengua del Imperio). En cuanto tuvo la edad suficiente, sus padres lo enviaron a Jerusalén para que terminara sus estudios como fariseo. Eligieron al maestro más sabio y respetado entre los fariseos: Gamaliel. ¿Lo recuerdas? Es el que habló ante el Sanedrín diciendo que dejaran en paz a los apóstoles.
Gamaliel le enseñó bien. Saulo conocía las Escrituras cuidadosamente y cumplía todas las leyes de los fariseos. Él se creía un hombre perfecto porque cumplía todas las leyes. Y quería que todos los israelitas fueran perfectos.
Saulo amaba mucho a Dios. Pero creía que era un insulto a Dios decir que Jesús era el Mesías.
Por eso, después de escuchar a Esteban persiguió a todos los seguidores de Jesús. Los metía en la cárcel y los maltrataba porque creía que estaban equivocados y que le faltaban al respeto a Dios.
TU LECTURA DEL LUNES
Debido a la persecución dirigida por Saulo, la mayoría de los seguidores de Jesús abandonaron Jerusalén. Muchos fueron a otras ciudades vecinas y otros se fueron más lejos, a ciudades fuera de Israel. Ahora se predicaba la historia de Jesús en muchos más sitios, y la iglesia creció en todas las ciudades.
Cuando Saulo se enteró que había seguidores de Jesús en otras ciudades, se enfureció.
Se enteró de que, en Damasco, en la región de Siria, hasta les dejaban predicar en las sinagogas. Entonces, Saulo fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para los dirigentes de las sinagogas de Damasco. ¿Qué intenciones tenía? (Lee Hechos 9:2)
El sumo sacerdote firmó las cartas y Saulo se puso en camino hacia Damasco con un grupo de soldados. Después de una semana de camino, cuando ya casi estaban llegando a Damasco, ocurrió algo. De repente, Saulo se detuvo. Una luz brillante, inmensamente brillante, hizo que cayera al suelo. Y se oyó una voz. ¿Qué decía la voz? (Lee Hechos 9:4)
Saulo sabía que la voz provenía del cielo, y esa voz solo podía ser de Dios o de un ángel. ¿Quién le hablaba?
¿Por qué le decía que le perseguía?
Cuando Saulo preguntó que quién le hablaba, la respuesta lo dejó helado.
(Lee lo que oyó Saulo en Hechos 9:5).
Tu Lectura Del Martes
En ese momento, Saulo se dio cuenta de repente del tremendo error en el que vivía. Los apóstoles tenían razón y él estaba equivocado. Jesús estaba vivo. Jesús estaba en el cielo. Jesús era el Hijo de Dios. Reconoció el daño que estaba haciendo a personas inocentes. Pero en vez de lamentarse y esconderse, se puso al servicio de Dios de nuevo. Pero esta vez lo haría, no a su manera, sino a la manera de Dios. ¿Qué le preguntó Saulo a Jesús? (Lee Hechos 9:6; 22:10).
• Sustituye los dibujos por las letras correspondientes y sabrás qué le dijo Saulo a Jesús.
Saulo estaba dispuesto a cambiar y a hacer lo que Dios le dijera. Y Jesús le decía que llegara hasta Damasco y esperara allí. Saulo necesitaba tiempo para pensar en lo que había hecho hasta ese momento y en lo que debería hacer a partir de ahora. Necesitaba esperar.
Cuando intentó ponerse en pie, ¿qué había ocurrido? (Lo sabrás si lees Hechos 9:8). Saulo el fuerte, el valiente, el que hacía todo lo que quería, se encontró de repente ciego y dependiendo de los demás para caminar. Saulo entró en la ciudad y esperó, pero estaba muy triste. Pensaba en todas las personas a las que había hecho sufrir tanto.