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TU LECTURA DEL LUNES

En una de las puertas del templo se sentaba un mendigo. Era paralítico. Había nacido con un problema en las piernas y nunca había podido caminar. Seguramente este hombre había oído hablar de Jesús y de sus curaciones. Deseaba hablar con él y conocerlo. Y a lo mejor Jesús lo podía sanar. Pero vivía lejos de Jerusalén y necesitaba que alguien lo llevara hasta Jesús. Es posible que, cuando oyó que Jesús estaba en Jerusalén, convenciera a algún familiar o amigo para que lo llevara a la ciudad. Pero cuando llegó, se encontró con la terrible noticia de que Jesús había sido crucificado. ¡Había llegado tarde!

Aquel hombre tenía cuarenta años. Había nacido paralítico y moriría paralítico porque Jesús había muerto. Y él era su única esperanza. ¡Qué triste! No podía caminar. No podía trabajar. No servía para nada, solo para dar problemas a su familia. Decidió quedarse en Jerusalén y esperar a que las personas que entraban al templo le dieran algunas monedas o algo de comida para poder sobrevivir. Lo que no sabía es que Jesús había resucitado. Lo que no sabía el mendigo es que siempre hay esperanza porque Jesús vive para siempre.

Para los padres

El relato de hoy está basado en el comentario de Ellen G. White sobre el texto en su libro Hechos de los apóstoles.

Para los padres

Explicadles a vuestros hijos qué significa esperanza. Significa confiar en que Jesús cumplirá todo lo que nos ha prometido.

Tu Lectura Del Martes

Un día, Pedro y Juan llegaron al templo y entraron por la puerta llamada «la Hermosa». Allí estaba aquel mendigo, triste, mirando al suelo y sin fuerzas.

Al ver pasar a los dos hombres, el mendigo pidió una limosna, sin levantar la cabeza.

Entonces Pedro, conmovido, se detuvo ante el mendigo y le habló. Pedro le pidió que levantara la mirada y que se animara porque iba a suceder algo bueno. Aquel mendigo pensó que Pedro y Juan le iban a dar una buena limosna. Pero quedó profundamente sorprendido por lo que Pedro le dijo:

—Yo no tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy.

—¡Bueno! —debió pensar el mendigo—. Entonces, me darán algo de comida, o ropa.

—En el nombre de Jesús de Nazaret… —continuó diciendo Pedro.

¡Jesús de Nazaret! El mendigo abrió los ojos como platos. Él había querido conocer a Jesús de Nazaret. Y aquellos hombres le hablaban en el nombre de Jesús. ¿Qué tendrían que decirle de parte de Jesús?

—¡Levántate y anda! —ordenó Pedro.

El corazón del paralítico se llenó de esperanza. Él creía que Jesús podía sanarlo y esos hombres le hablaban en el nombre de Jesús. ¡Y le decían que se levantara! (ver Hechos 3:6).

El mendigo tenía fe en Jesús. Confiaba en que Jesús habría podido sanarle.

Al oír el nombre de Jesús recuperó algo que había perdido: LA ESPERANZA.

• En la sopa de letras encontrarás palabras que tienen que ver con lo que sentimos cuando tenemos esperanza. Encuéntralas.

Ilusión, Confianza, Certeza, Seguridad, Anhelo, Creencia, Promesa, Optimismo

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