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TU LECTURA DEL JUEVES

Los sacerdotes y los demás miembros del Sanedrín estaban furiosos. ¿Cómo se atrevía ese hombre a decirles a ellos, que eran los maestros más importantes de Israel, que estaban haciendo las cosas mal? Y por si eso no fuera poco ¿qué ocurrió? (Léelo en Hechos 7:55,56)

¡Eso ya era demasiado! ¡No podían consentirlo más! ¿Cómo se atrevía él a decir que veía a Dios? ¿Cómo se atrevía a decir que Jesús de Nazaret, el que ellos habían matado, estaba sentado, vivo, al lado de Dios? Algunos comenzaron a gritar escandalizados por lo que decía Esteban. Otros se tapaban los oídos para no escuchar y otros llegaron incluso a usar la violencia contra Esteban. ¿Qué hicieron? (Lee Hechos 7:57,58).

Pero Esteban, a pesar de todo, confiaba en Dios. Y mientras lo apedreaban todavía tuvo fuerzas para orar. ¿Qué fue lo último que Esteban pidió a Dios en oración? (¡Impresionante! Lee Hechos 7:60).

Esteban no odiaba. Amó a sus enemigos hasta el punto de pedir a Dios que los perdonara, aunque lo estaban matando. Esteban había dejado que Jesús transformara su corazón y había hecho lo mismo que Jesús antes de morir, perdonó a sus asesinos.

Cuando el amor de Jesús llena tu corazón no cabe lo malo. El amor es capaz de transformarlo todo. • Escribe en las piedras los sentimientos que aparecen cuando amas a Jesús, como lo amaba Esteban.

Tu Lectura Del Viernes

Durante el juicio había un joven que fue testigo de todo lo que ocurría. También fue testigo de la muerte de Esteban, pero no le dejaron tirar piedras. Ese joven se llamaba Saulo. Saulo fue el encargado de guardar la ropa de los asesinos de Esteban (ver Hechos 7:58)

Saulo había sido educado como fariseo y estaba tan enfadado como los demás por lo que había dicho Esteban. Y aunque no participó en su muerte sí que estaba completamente de acuerdo con lo que estaba sucediendo (ver la primera parte de Hechos 8:1)

A partir de ese mismo día los dirigentes judíos decidieron acabar con todos los seguidores de Jesús en Jerusalén. ¿Qué les ocurrió? (Lee la segunda parte de Hechos 8:1).

Los seguidores de Jesús tuvieron que huir de Jerusalén. Solo quedaron allí los apóstoles.

Los sacerdotes encargaron a Saulo la misión de acabar con todos aquellos que creían en Jesús. Pronto se corrió la voz de la maldad de este joven. No le importaba si eran hombres o mujeres. Para él todos eran enemigos de Israel. Cuando sabía dónde había seguidores de Jesús, entraba en las casas violentamente y los llevaba a la cárcel (ver Hechos 8:3).

A pesar de la persecución, las personas que huían de Saulo llevaron el mensaje de Jesús a otras ciudades de Judea y Samaria, porque allí donde iban no podían dejar de contar a otros lo que Jesús había hecho.

• Encuentra en la ciudad a seis seguidores de Jesús escondidos.

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