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Slow food, la comida del alma

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LOS DIRECTORES DE UN POPULAR MOVIMIENTO ALIMENTICIO EUROPEO HAN DICHO "BASTA"

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Por Juliana Atxuri

La moda de la comida rápida (Fast Food) se ha apoderado de la cultura moderna. Poco tiempo para comer, la sobrecarga de trabajo y la pereza que para muchos implica dedicarle tiempo a la cocina, han colaborado con que cada vez sean más los adictos a este tipo de preparaciones. Todos alguna vez hemos caído en la tentación de una hamburguesa o de un sánduche, de una pizza o un burrito, pero, ¿se ha dejado tentar usted por una preparación lenta? Así como lo oye, el Slow Food (comida lenta) es un movimiento que desde 1986 está invadiendo los paladares y gustos de muchas personas. Poco conocido en Latinoamérica, este trend gastronómico, nacido en Francia e Italia durante los años de 1986 a 1989, se dio a conocer como una alternativa al frenesí de la vida rápida. Era una invitación a gozarse la vida a partir de los placeres del paladar. Veinte años después de su fundación, el pensa- miento y las lecciones de Slow Food se han hecho más complejas: la educación del gusto, el nacimiento de una agricultura sostenible y la preocupación por el medio ambiente y la biodiversidad del planeta son sólo algunos de los pilares esenciales de la ideología del grupo. Con la ayuda del representante de Slow Food en Italia, Alessandro Monchiero, y de Santiago Ribón, representante en Colombia, LA BARRA elaboró para ustedes un breve recuento de cómo, cuándo, por qué, dónde y de qué se trata el Slow Food . Una lectura para masticar lento. Para Alessandro Monchiero este movimiento se puede definir como una "ecogastronomía", es decir una manera de alimentarse sanamente al mismo tiempo que se cuida el entorno natural. Aunque actualmente cuenta con miles de socios a nivel mundial, es en los países en los que la alimentación es menos saludable donde el Slow Food está tomando más fuerza.

Estados Unidos, reconocido como la cuna del Fast Food , ha demostrado un crecimiento en las labores artesana- les de preparación de alimentos libres de preservativos y es pionero en los schoolsgardens (jardines infantiles) en donde los niños además de realizar las actividades típicas de los preescolares, siembran las frutas y las verduras que después se comen (una manera divertida de crear conciencia sobre la importancia del origen de los alimentos).

Las características principales para poder decir que un plato pertenece a la cultura Slow son que a) exista respeto por la materia prima y b) la manera de prepararlo sea de modo tradicional. No es que el mundo Slow rechace las nuevas tendencias, sólo que para llegar a éstas se debe tener un conocimiento y un respeto profundo por las técnicas más antiguas de preparación. Es una manera de conservar el servicio simple y hospitalario, la buena mesa y los precios razonables; es una forma de darle nueva vida a las maneras clásicas adecuándolas a los gustos contemporáneos.

Una cena Slow , es una que se huele, se siente, se disfruta, donde los aromas y las preparaciones que llegan a la mesa recuerdan a nuestros antepasados; una cena donde se habla, se divierte y no sólo se come para luego levantarse rápidamente y volver al trabajo. Es un momento en el que los ingredientes y los lazos que unen a los comensales se fusionan para dar lugar a un espacio para el dialogo.

Con respecto a la posición del Slow Food en cuanto al Fast Food , Monchiero reconoce que en la definición de la segunda hay un dientes y su preparación es de gran valor gastronómico es histórico. error de fondo: "Hay dos tipos de comida rápida, una que tiene historia y una que no. En la primera se encuentran los diversos tipos de panini italiani, las tapas españolas, los carangueijos de Bahia o la sopa kwei tiew en Bangkok, entre otras preparaciones": son rápidas ya que se pueden comer de paso, pero conservan una tradición en sus ingre-

"La comida rápida que no tiene historia es la que no nos gusta; no nos gusta lo que es rápido y no es sano". Aunque los conocedores de Slow Food no son nutricionistas, dietistas o médicos, lo cierto es que aseguran que quien sabe elegir la mejor comida puede vivir de manera más sana.

Si bien en Latinoamérica no se oye hablar mucho del movimiento, lo cierto es que toma fuerza en países como Argentina y México. La campaña de la cultura Slow en Colombia se está llevando a cabo lenta pero determinadamente: desde proyectos para divulgar la ideología (de manera impresa y oral), campañas para educar a la gente en las bondades del mundo Slow, la creación de un cuaderno de recomendaciones dirigido a centros de culinaria y a lugares de restauración, hasta la inauguración de "laboratorios de gusto", para enseñar al publico en general las virtudes de diferentes alimentos, son sólo algunas de las iniciativas. ❖

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