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Ciudad Real-Agosto 2020
Ayer y hoy de...
Pastelería-Confitería
La Manchega
Ciudad Real
El sabor insustituible de una dulce tradición guiada por el buen hacer de tres generaciones icen que cuando a alguien le apasiona su trabajo se nota, y si encima lo hace bien, mejor que mejor, pero si hablamos de tortas, mantecados, pasteles y tartas -todo hecho de forma artesanal por las manos de Emeterio, tanto padre como hijo-, ya no les cuento las maravillas que pueden salir y han salido del obrador de la Pastelería-Confitería La Manchega, una de las históricas de Ciudad Real, surgida de una familia que ha cuidado al detalle las tradiciones de un negocio familiar del que se ha oído hablar –y bien- en España y parte del extranjero. Pero hoy no vamos a vender pasteles, vamos a contar la historia de la familia López Cañizares, un pedacito de su historia, salpicada de algunas anécdotas y vivencias. Tres generaciones que han respetado a la anterior, siguiendo a pie juntillas las mismas recetas, añadiendo algunas nuevas pero con la base de bizcocho que hacía el abuelo, utilizando incluso la misma maquinaria, con las básculas en la actual tienda testigo mudo de otros tiempos y de otras manos…, muchísimos recuerdos que se acumulan en el devenir de una pastelería que ha visto pasar por su puerta la vida de Ciudad Real de al menos los últimos 75 años. La historia de la pastelería La Manchega comienza a escribirla Sacramento López, panadero de Almagro, abuelo del actual propietario, que se establece junto con su mujer Práxedes Cañizares en la calle Jacinto, 19, de Ciudad Real donde instala un obrador
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con horno de leña. Básicamente elaboraba pan, magdalenas, bollos y mantecados. No solo se vendían en la tienda, Sacramento aprovechaba la feria taurina de Almagro para vender sus productos en la plaza, “iba con sus hijos y llevaban mojicones, tortas y bollos que vendían a los aficionados y con lo recaudado se quedaban a ver la corrida de toros”, nos cuenta Emeterio López Plaza, tercera generación y actual dueño de la pastelería La Manchega, junto con su mujer Ascensión Moya Lillo. En tiempos de guerra, la harina escaseaba, por lo que acudían al estraperlo para obtener unos kilos, que el ‘proveedor’ dejaba enterrada en la tapia del cementerio de Ciudad Real y que Sacramento desenterraba llegada
la noche, poniendo a cambio pan y magdalenas. No se sabe si de forma autodidacta o con ayuda de su padre, uno de los hijos de Sacramento, Emeterio López Cañizares –Emeterio padre-, se aficiona a preparar tartas para bodas, de varios pisos, “hechas fundamentalmente con bizcocho, merengue y poco más, no había nata ni mantequilla ni cosas así”, apunta Emeterio hijo. En las bodas de antes, explica Ascensión, se distribuían los 2 o 3 pasteles del convite, milhojas los más pudientes, y la tarta nupcial, mientras que para bautizos y comuniones se solían preparar bollos suizos y bizcochos de soletilla. Con la boda de Emeterio padre con Carmen Plaza Muñoz en 1948, se instalan en otra casa y otro obrador en la calle Záncara, estableciendo la Confitería-Bollería La Manchega en el Mercado de Abastos, en el puesto número 1 de la planta de arriba, donde se hacían tartas por encargo y muchos más pasteles y bollos, incluso figuras de chocolate. Muy recordado por los más ancianos del lugar es la estampa de Emeterio padre con sus cestas de tortas y mantecados Carmen Plaza Muñoz y Emeterio López Cañizares en el puesto del mercado sobre los años 50-60. En las fotos de la derecha, una de las tartas que elaboraba el abuelo de los actuales dueños y documento del año 1963 en el que se especifican los gastos e ingresos de la pastelería con el objeto de cotizar a Hacienda