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Descentralizar el Arte: El Poder de la Imaginación Popular en la Era de la Web3

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Descentralizar el Arte: El Poder de la Imaginación Popular en la Era de la Web3

POR FEDE VIOLA
IMAGEN DE KOHJI ASAKAWA EN PIXABAY

Quien no se ha preguntado alguna vez por qué la música de muchos cantantes de moda suena tan similar; o por qué las películas de Hollywood parecen seguir la misma fórmula todo el tiempo. Si te planteaste alguna vez la pregunta entonces habrás notado que las expresiones artísticas actuales parecen estar en un ciclo interminable de repetición y reciclaje. ¿por qué ocurre esto? ¿Y qué se puede hacer al respecto?

Para responder a estas preguntas, necesitamos retroceder un poco en el tiempo, hasta la antigua Atenas en el siglo IV a.C., para ver que en aquel entonces, el arte era una actividad eminentemente comunitaria. Las tragedias, en efecto, se presentaban durante festivales religiosos, eran vistas y participadas por gran parte de la ciudadanía. Eran una forma de expresión religiosa, una forma de explorar y debatir cuestiones éticas y políticas, y una forma de enseñar a los ciudadanos sobre su historia y su cultura. El arte era auténtico, personal y, sobre todo, accesible a todos, independientemente de su estatus social o económico. Esto contrasta fuertemente con la forma de hacer arte en nuestra época actual. Hoy en día, en efecto, el arte se produce mayoritariamente en serie, con el objetivo principal de generar ganancias puramente económicas. Si bien hay artistas que logran expresar sus convicciones personales, a menudo tienen que lidiar con las presiones comerciales y las expectativas del mercado. Además, el arte, las más de las veces, es accesible sólo para aquellos que pueden permitirse comprarlo o consumirlo, creando una brecha

cada vez mayor entre los que pueden y los que no pueden acceder a los bienes culturales. Si uno buscara una manera para cambiar esto, creo que la respuesta más atinada a esta situación es la descentralización. La descentralización implica desplazar el poder y la influencia de las grandes corporaciones y distribuirlo entre los artistas y el público. Esto podría permitir que el arte vuelva a ser una expresión auténticamente popular, de la gente, en lugar de ser un producto meramente diseñado para maximizar ganancias. Esto podría fomentar, sin dudas, una mayor diversidad en el arte, permitiendo que se escuchen una variedad de voces y estilos innovadores y mucho más heterogéneos. Haciendo del arte una actividad mucho más accesible y, sobre todo más democrática, en la que todos tendrían voz (isegoría, decían los antiguos atenienses).

Pero la descentralización no consiste solo en cambiar quién tiene el poder en la industria del arte. También se trata de cambiar cómo pensamos la creatividad. En un sistema descentralizado, la creatividad no se limita a un pequeño grupo de artistas firmados por grandes sellos discográficos o galerías de arte, sino que se extiende a una multitud de artistas independientes y autónomos que tienen la libertad de explorar y expresar su propia visión artística. Esto puede dar lugar a una forma de creatividad mucho más auténtica y popular, que refleje las experiencias, emociones y perspectivas de una gama mucho más amplia y plural de personas.

La época actual nos desafía y sitúa en este cruce de caminos entre el arte industrializado y la creatividad popular. El camino a elegir depende, sin dudas, de todos y cada uno de nosotros. Pero no se trata, sin embargo, de afirmar simplemente que todo el arte industrializado sea malo y que todo el arte popular sea bueno. Basura hay en todos lados… y joyas también. Lo que se necesita recobrar es un arte que no sea meramente redituable, sino también, y más que nada, significativo.

Para esto es necesario que el arte sea mucho más que una mercancía de consumo de masas, es decir que sea ante todo un ámbito de participación plural y popular. Necesitamos, en último término, una forma de arte que no solo sea producido por unos pocos, sino también por todos los que se lo propongan.

Y aquí es donde entra la Web3. Es decir el Internet que está naciendo en este momento de la mano de la tecnología blockchain, la cual ofrece la infraestructura necesaria para descentralizar efectivamente la música y el arte en general. Con la Web3, los artistas pueden publicar su mú-

sica directamente en la web, sin necesidad de intermediarios como las grandes discográficas. Los fans, asimismo, pueden apoyar directamente a sus artistas favoritos, sin que la mayor parte de su dinero vaya a los intermediarios. Y todos podemos participar en la creación y disfrute de la música, en lugar de ser meros consumidores pasivos. Es por esto que nos animamos a afirmar que la Web3 no representa un mero progreso tecnológico, sino que representa una forma innovadora de pensar el arte y la creatividad misma. Es asimismo una forma de resistir la visión del mundo puramente utilitaria y mercantil que a menudo domina nuestra sociedad. Y por eso es una manera de recordarnos a nosotros mismos que somos más que simples productores y consumidores, que somos seres humanos capaces de crear y apreciar la belleza, de expresar y experimentar emociones, de vivir una vida que va más allá de lo meramente útil y rentable. He ahí la invitación. Una invitación a participar, a crear, a resistir. Porque el arte no es solo algo que consumimos. Es algo que vivimos. Y en un mundo donde el arte se ve reducido principalmente a un producto para el consumo masivo, es esencial recordar que, en tanto actividad humana, el arte es mucho más que eso. Es una forma de resistencia, una expresión de nuestra humanidad y una vía para la construcción comunitaria y colectiva. Nietzsche, dijo una vez: la vida sin música sería un error. Entonces, en un mundo lleno de errores,¿no sería maravilloso hacer algo bien?

“Lo que se necesita recobrar es un arte que no sea meramente redituable, sino también, y más que nada, significativo.”
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