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El cuento del barbilampiño

El cuento del barbilampiño

¡Buenas tardes, Señor mío!

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Erase una vez un barbilampiño casado, cuya mujer, hallándose en cinta, lo exigió que le comprase queso tierno. Salió á la calle mi buen hombre, y encontrando á un pastor, le dijo: −«¿Tienes queso tierno?» −«No, querido barbilampiño, ¿cómo lo he de tener? Cuando ordeño mis cabras y cuezco la leche, viene un dragón y se la bebe. ¡Que me caiga la maldición de Cristo si tengo tiempo para hacer quesos!» −«¿Es verdad lo que dices? Yo castigaré al dragón. Cuando ordeñes las cabras y vayas á hacer la cuajada llámame». −«Si me libras de él te llevaré mucha leche y queso, y te le todo de balde».

Cuando llegó la hora acostumbrada, el dragón se preparó para ir al cercado del pastor. Adelántase el barbilampiño, arroja por el suelo ceniza quemada, cierra con llave y se queda dentro con la leche cuajada en la mano. Llega el dragón y mira si el pastor hacia la cuajada para entrar á comérsela, Le dice desde adentro el barbilampiño: −«¿Quién eres?» −«¡El dragón!», contesta. −«¿Qué es el dragón? Me pareces una mosca y dices el dragón!»

Trata éste de abrir la puerta, pero observándole por la cerradura el barbilampiño, exclama:

Desde este suelo que al pisarlo brota fuego, te engulliré, como hago salir agua de esta piedra que exprimo, porque ya te he dicho que en mi presencia no eres más que una mosca».

El dragón poseído de espanto le replica: −«Si quieres, de hoy en adelante seremos hermanos».

Desde aquel momento quedaron amigos: el dragón seguía al barbilampiño, y el pastor vendía la leche y el queso. Un día dice el dragón á su amigo: −«Vamos en busca de caza para poder comer, tomemos distinto camino y veamos quién trae más piezas».

Marcha por su lado el barbilampiño, y luego se encuentra con un jabalí en actitud de acometerle. Se sube á la cima de un árbol y el jabalí intenta romper con sus dientes el árbol para hacer caer al joven y devorarlo, pero se le clavaron los dientes de tal modo, que quedó muerto y colgado. Entonces baja tranquilo el mozo y después de pensar un rato llama al dragón y le dice: −«¡Mira, mira mi casa! Y tú ¿qué has hecho? −«Yo todavía no he hallado nada». −«Pues yo he cazado un pequeño jabalí y lo he colgado en este árbol; cógelo y guísalo, que luego voy allá». Decía eso porque no era capaz de llevar una fiera tan pesada, pues el animal era muy corpulento. Tomó el dragón el jabalí y lo desolló, y al ver llegar al joven, después de un largo rato, le dijo: −«¿Vaya, qué haces? ¿Cómo has tardado tanto? Llévate el pellejo y tráelo lleno de agua para que podamos lavarnos las manos y guisar».

Toma el joven el pellejo vacío y lo llena de agua, pero no puede ni siquiera moverlo. Comienza entonces á golpear el pellejo y á gritar: −«¡Ay, ay, ay! ¿Quién me hiere?» Oye el dragón las voces y los lamentos y corre á ver lo que pasa. −«¡Mira!

le dice el joven. ¿No los has encontrado? Vinieron diez hombres á quitarme el agua y los he apaleado de lo lindo, y han huido heridos. Cárgate tú el pellejo, que yo voy á apalearlos de nuevo, pues me arrepiento de haberles tenido compasión y no haber acabado con ellos». El dragón le creyó y dijo: −«Déjalos querido: ya me llevo yo si pellejo, y tú trae leña para guisar, porque tengo hambre». −«Bien, ya voy, pero dame una cuerda grande para atar los leños».

Ata con la cuerda hasta diez árboles y tirando grita: −«¡Aaah, arriba! ¡Aaah, arriba!» Viendo el dragón que no venía, va en su busca y de lejos lo ve, pero el barbilampiño le dice: −«Pist, pist», para que callase. Admirado el dragón exclamó: −«Haces una tontería. ¡No puedes con uno y quieres llevar diez!» −«Querido dragón –replicó– te he significado que no hablaras porque quería llevarte delante de tu caverna la montaña con todos sus árboles, tal como está aquí. Ahora me has interrumpido y puedes coger la leña que quieras, pues yo me desdeño de llevar un árbol, porque creería rebajada mi dignidad».

Desde entonces el joven deseaba tener ocasión de huir del dragón, porque veía que no siempre podría engañarlo y que á su lado acabaría mal. El dragón arranco de raíz un árbol y se lo llevó, y después de guisado el jabalí, sentáronse á comer. Echa entonces á discurrir que nada valía su compañero, y le dice: −«Oye, joven». −«¿Qué quieres?» −«Vamos á luchar al campo para ver quien vencerá al otro». −«Estas bien» -contestó, lleno interiormente de miedo.

Comienzan á luchar, y al primer golpe cae el joven en tierra. −«¿Donde está la fuerza que decías?» −«Es que he resbalado, dragón».

Al segundo golpe le hinca el dragón las rodillas y vuelve á decirle: −«Eh, joven, ¿Dónde está tu fuerza? ¿Por qué tienes los ojos desencajados? −«¿Porque los tengo desencajados? -contestó mirando hacia donde acababa de sentarse el dragón. –Porque pienso dónde te arrojaré, si al Occidente, o al Oriente, pues me pareces una mosca».

El dragón cree que es capaz de ello y le replica: −«No hombres, no. ¡Ya sabes que somos hermanos! ¡Pero explícame como tu amo te hizo tan bravo». −«Voy á decírtelo. Hizome cavar la tierra y cuando hube hecho un gran foso me dijo que saltase de un brinco arriba. Viendo que no podía, me advirtió que volviese la oreja para echarme unas gotas de agua, encargándome que mientras me arrojaba el agua exclamase guialóbafo, guialóbafo, guialóbafo18! De este modo comencé á adquirir la fuerza que tengo y la agilidad para brincar».

El dragón le manifestó su deseo de adquirir agilidad por ese medio, y como el barbilampiño no esperaba otra cosa, comenzó á hacer un gran foso. Cuando lo hubo acabado dijo al dragón: −«Ya puedes bajar». El dragón bajó en seguida. −«Salta ahora afuera». Al momento saltó fuera. −«Ahondaré más», −dice el joven.

Cuando hubo profundizado más, ya no pudo saltar el dragón, y entonces le gritó: −«Vuelve ahora tu oreja, y cuando te eche el agua exclamas tres veces guialóbafo».

18 Salpicado de agua (Nota de Trad.).

Volvió el dragón la oreja, y el imberbe, que tenía preparada agua hirviendo, se la echó al principio poco á poco, pero después en grancantidad. El dragón exclama una vez guialóbafo, pero como se escaldaba ya no continuó diciendo guialóbafo, guialóbafo, sino gurlóbafo, gurlóbafo, gurlóbafo19, imberbe de mi alma!» Así acabó con el dragón.

Corre en busca del pastor y le dice: −«¡Ea! Ya te he librado del dragón. ¿Qué me darás?» −«Lo que quieras», −le responde. −«Pues quiero una de tus mejores ovejas». −«Escógela y llévatela».

El imberbe toma una oveja de las más grandes y se va á su casa, pero le sale en el camino un zorro y se le lleva la oveja, y aunque lo persigue, nada alcanza, porque el zorro se metió en su madriguera. Discurre un rato y exclama: −«¡Verás, Bromomaria (este era el nombre del zorro) cómo me vengaré de ti!» Toma dos calabazas vinateras y las cuelga de un palo sobre el hoyo del zorro. Sopla con fuerza en dirección del aire y zumban las calabazas, produciendo este sonido: uh, uh, uh. Pensó el zorro que era el joven quien gritaba, y así después de haber devorado la oveja, se aguantó la sed tres días; pero al fin se dice: −«Para perecer de sed más vale salir á ver que es lo sonaba». Ve las calabazas en vez del joven, é irritado las ata á la cola y se va á arrojarlas al mar; pero al volverse para echarlas al agua le vence el peso y cae al mar con las calabazas, y cuando lo sacaron, el pobre zorro estaba muerto.

Y se acabó el cuento.

19 Saturado de agua (Nota de Trad.).

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