4 minute read

EL ESCAPE

Next Article
HERENCIA

HERENCIA

Jimena Jiménez

Entonces, es así como la Ley de Murphy se ha establecido una vez más, o solo es una profecía autocumplida a causa del estrés que conlleva esta misión. Aun así, no puedo desviar mi mente del objetivo principal antes de que sea demasiado tarde, hablando en términos relativos del tiempo inexistente en este punto particular.

Advertisement

Aunque esa fracción de segundo extra en condiciones normales hubiese ofrecido una gran ventaja para evitar esta situación, no he de pensar en el hipotético caso de un resultado diferente. Lo hecho, hecho está. Aceptar que el rango de probabilidad fue mayor a lo estimado es la mejor opción que tengo para continuar.

Si mis cálculos son correctos, debería encontrar la avería en el punto de refrigeración en el ala oeste. En efecto, ahí está. Pero el daño es significativo y no es seguro intentar una reparación manual. Será mejor que haga una inspección primero.

Sin comunicación con el centro de operaciones.

A un radio lejano de la base más cercana.

Sin respuesta con el sistema de conexiones inalámbricas.

Con el combustible al límite.

Con daños severos en el área vital de los suministros alimenticios y regulaciones en la temperatura del interior.

En resumen: el límite previsible de fallo ha superado todas las expectativas. Resulta risible pensar que ni siquiera con toda la tecnología más avanzada se haya calculado un evento masivo como este, más no he de actuar de forma tan irracional para descargar la responsabilidad en un ordenador. Después de todo, no puedo exigirle la perfección a un objeto creado por seres imperfectos. Que irónico. Como sea, mis planes de la A a la D han sido descartados y tengo que analizar de nuevo mi estado actual.

Según el protocolo, hallar otras alternativas de solución es el eje por seguir. Sin embargo, considero que a estas alturas la misión puede catalogarse como un rotundo fracaso. No. Ya estaba predestinada a ser un fracaso desde el momento en el que fui seleccionado como candidato.

Este ni siquiera era mi sueño, y no estoy seguro de si alguna vez tuve un sueño propio que cumplir. Porque, incluso si lograra volver, no sería más que otro hombre que ha estado donde otros ya han estado. Y eso no me convierte en alguien extraordinario.

Solo soy un hombre ordinario que lleva el título de “Doctor” frente a un nombre común por el simple hecho de conocer conceptos y teorías que puede poner sobre un papel, pero que escapan de su control cuando se trata de la realidad.

No quiero rendirme tan pronto. Pues incluso si me considero como una marioneta ahora, siento que debería, por lo menos, hacer un único y quizás último intento para lograr siquiera el éxito en una tarea y, a pesar de todo pronóstico en contra, demostrar que siquiera valgo lo suficiente para enfrentarme a lo desconocido. Tengo que salir de aquí.

Personalmente, no me agrada estar encapsulado. Escuchar mi propia respiración no es interesante. Creo que es una parte del trabajo a la que nunca logré adaptarme, a diferencia de mis colegas. Es muy probable que alguno de ellos ocupase el sitio que ahora ocupo yo, de no haber sido por aquel incidente… Quizás, ellos sabrían qué hacer justo ahora.

La sensación de ingravidez ya no es una novedad. Mi cuerpo se siente tan ligero como la espuma mientras doy saltos en, literalmente, el medio de la nada. Aunque claro, fe de erratas aquí. Científicamente hablando, estoy rodeado de materia oscura que se desplaza a medida que mi volumen va deformando el espacio infinito o finito mientras me dirijo hacia el punto X, a falta de una orientación cardinal precisa.

Creo que, en el mejor de los casos, podría cerrar la abertura si el brazo hidráulico aún responde, pero… Es peor de lo que estimaba.

Ni siquiera la más avanzada herramienta podría repararlo. Se convertirá en chatarra y probablemente se desintegre si es que en algún momento logra llegar a la atmósfera, aunque lo dudo. Así que mis opciones se han visto reducidas a un evidente exilio. Sin posibilidades reales de volver, considero que lo único que puedo hacer es dejar que mi mente divague hasta que deje de pensar.

Entonces, recapitulando… Soltarme del cordón fue el adiós definitivo a la existencia. Desde mi posición, soy un ser privilegiado. Un solo segundo más y hubiera acabado envuelto en medio del destello que puedo reconocer como mi hogar temporal. Resulta bastante gracioso, ahora que lo pienso, la situación que me trajo aquí: con una condición incurable, escapé de la Tierra buscando la vida, solo para que, al final, me encontrara cara a cara con mi condena. Abandoné un ataúd vacío en el cual Mary llorará, escapé de mi ataúd de metal en el espacio, y, ahora, estoy en un gran ataúd conocido como el universo observable.

Esto me recuerda a una muñeca Matrioska, donde hay muerte que encapsula a la muerte y, al mismo tiempo, vida que encapsula a la vida, pues la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Y es así como mi cuerpo volverá a su estado primigenio: polvo de estrellas. Me desintegraré, y desde el átomo más simple de mi ser se compondrá una molécula orgánica que viajará a miles de años luz hacia la tierra.

Pero ahora son estos mismos átomos lo que han dictado mi pena capital.

Un pedazo de meteorito rasgó mi manga. De seguro forma parte de la misma lluvia que averió la misión. Me quedan diez segundos terrestres antes de perder el conocimiento. Si he de despedirme así, sería prudente que deje alguna frase para la inmortalidad, pero me cuesta demasiado pensar con coherencia.

Me asfixio.

Necesito oxígeno.

Necesito volver a casa con Mary.

Necesito seguir pensando. Necesito seguir luchando.

This article is from: