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Qué significa ser una biblioteca piloto

NÚMERO

02

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PÁGINAS AUTOR Esteban Duperly07

La gente le dice La Piloto.

O también la be pe pe,

la expresión fonética de

la sigla del extenso Biblioteca

Pública Piloto. ¿Cuál es

la historia detrás de este

nombre largo y formal?

a designación real es Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina, y seguro por eso, a lo largo de los años, los usuarios han preferido llamarla con términos que les resultan más fáciles, o más cortos, o más cercanos. La Piloto es el más común y funciona como una suerte de “apócope cariñoso” y espontáneo. ¿Hay alguna razón para que el nombre oficial sea tan extenso? Y en especial, ¿por qué Piloto?, ¿por qué América Latina? Todas esas preguntas tienen respuestas y están relacionadas con el origen de la Biblioteca, su creación y su vocación.

La historia comenzó en 1952 en París y la documenta muy bien la historiadora Constanza Toro en un texto de 2015, escrito con motivo de los 60 años de la BPP. Allí cuenta que el 10 de noviembre de ese año el Gobierno de Colombia y el director general de la Organización

“Nos encontramos en La Piloto”, fue una frase que acuñaron de manera espontánea usuarios y lectores. AI-BPP

de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) firmaron un acuerdo*. Ese fue el momento exacto en el que nació la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina.

Se trataba del segundo esfuerzo de la Unesco para crear bibliotecas en países en desarrollo. Unos años antes, la ONU había planteado que un sistema de bibliotecas públicas gratuitas era una buena herramienta para luchar contra el analfabetismo y masificar la educación en el mundo. La idea podía funcionar muy bien en casi toda Europa y en Estados Unidos, pero países menos ricos y desarrollados planteaban retos muy complejos. De ahí que surgiera la necesidad de crear modelos diferentes para estados diferentes. El objetivo era este: si un modelo bibliotecario lograba ponerse en funcionamiento y operar en un país con limitaciones de recursos e infraestructura, luego podría replicarse en territorios con características similares. A estos proyectos la Unesco los denominó bibliotecas piloto.

La primera de todas se inauguró en Nueva Delhi, India, en 1951. El modelo funcionó tan bien que permitió establecer las bases para crear una réplica en el hemisferio occidental, concretamente en América Latina. Colombia inició una campaña diplomática y política ante la Unesco para ganarles la puja a otros países opcionados como Guatemala, Cuba, Chile, Costa Rica y Brasil, y al final se quedó con el proyecto.

Naciones Unidas envió, entonces, a un observador argentino para que analizara el país por unos meses y, al final, emitiera un concepto sobre qué ciudad debía acoger a la Biblioteca. En un principio punteó Manizales, pero la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín consiguió que el asesor externo cambiara de opinión con un argumento cierto y potente: Medellín era un centro industrial y tenía una población obrera bastante nutrida. Las características que buscaba la Unesco apuntaban precisamente a ese espectro social, con todo lo que una clase proletaria en aumento significaba: trabajadores, niños y amas de casa con grandes necesidades de educación y esparcimiento.

En 1952 Medellín representaba, en cierto sentido, la ciudad próspera latinoamericana, con todas su carencias e insuficiencias, pero también con más de 400 industrias, 14 librerías y una fuerte voluntad de desarrollo. Así fue como el proyecto piloto se le adjudicó a la ciudad.

El acuerdo planteaba que la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina debía

* En la investigación Constanza Toro dice: “documento firmado por José Manuel Mora Vásquez, delegado permanente del país ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en representación del Gobierno de Colombia y por el Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; Jaime Torres Bodet en representación de esta institución”.

Reunión de trabajo de directivas de la BPP en la primera sede del Palacio de Bellas Artes. AI-BPP.

funcionar bajo la dirección de una junta directiva compuesta por representantes del Gobierno nacional y del departamental, de la Sociedad de Mejoras Públicas, así como dos miembros designados por la Unesco. Durante cinco años, entre 1952 y 1957, la Biblioteca estaría apadrinada, pero luego ella misma debía asumir toda la operación. La Unesco enviaría un asesor técnico externo durante 15 meses y el Gobierno nacional nombraría un director general, quien viajaría becado a otros países para aprender sobre el funcionamiento de las bibliotecas modernas. Luego regresaría a la ciudad para trabajar durante un tiempo en compañía del asesor.

Julio César Arroyave, secretario de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, fue designado director en enero de 1954; en efecto, estuvo en Estados Unidos durante seis meses de ese año, cuando la Biblioteca se inauguró. Aunque ya había comenzado a operar a puerta cerrada desde marzo, mientras se clasificaban 10.000 títulos iniciales y se entrenaba al personal. Escribe Constanza Toro:

“En el edificio de Bellas Artes, en la avenida La Playa con Córdoba (calle 52 con carrera 42), se instaló un aviso luminoso de una sola cara, con la leyenda ‘Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América

Latina’, que llevaba el escudo de la Unesco en neón azul, ‘Biblioteca Pública Piloto’ en neón blanco y ‘de Medellín para América Latina’ en neón oro, mientras era remodelada una gran casona al frente que ocupó la sede de la Biblioteca por un quinquenio, mientras se construía el cómodo edificio que sirve de sede definitiva”.

Los proyectos piloto de la Unesco terminaron por diluirse y perdieron fuerza. Aunque en 1958 se inauguró una tercera biblioteca, esta vez en África, al parecer una vez terminado el período de apadrinamiento y supervisión, las instituciones quedaron abandonadas a su suerte. A la fecha ni Nueva Delhi ni Enugu (en Nigeria) tienen la relevancia para la que fueron creadas. ¿Y para el caso de América Latina? Pues la Biblioteca Pública Piloto de Medellín ha continuado operando sin interrupción desde 1954, que no es poco tiempo. Sin duda, es el ejemplo más próspero y exitoso de aquellos tres principales proyectos bibliotecarios de la década del 50. La Unesco los creó para que fueran replicados en otros territorios. De manera que cabe

1.

El letrero en neón blanco, oro y azul sobre la fechada de Bellas Artes. Gabriel Carvajal. Ca 1954. AF-BPP. 2.

Vista del terreno donde se construiría el edificio para la sede principal para la BPP a principios de la década de 1960. AI-BPP.

preguntarse qué tanto cumplió Medellín. Solo para nombrar algunos casos: en 1958, el departamento de Antioquia creó una red de bibliotecas rurales que estuvo asesorada por la BPP. Ha prestado asistencia técnica a Bello, Marinilla y Sonsón. Ha acompañado el montaje de bibliotecas en cárceles y colegios. El Ministerio de Educación Nacional le encomendó la tarea de asesorar al departamento de Caldas. La Biblioteca Pública de Santa Marta recibió su asesoría, así como la de Sincelejo y la Universitaria de Cartagena. Barranquilla, Montería, Bucaramanga y Pereira también han recibido asistencia técnica. Y a lo largo de los años, muchísimos bibliotecarios latinoamericanos han visitado la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina con el fin de conocer el modelo de operación y llevar todos esos aprendizajes a sus países.

¿Le hace, entonces, justicia La Piloto a su nombre largo, complejo y formal? Juzgue el lector.

El libro más antiguo es Las siete partidas de Alfonso X, un cuerpo normativo redactado en la Corona de Castilla en el siglo XIII.

La población infantil era uno de los segmentos a los que, desde sus inicios, le apuntó el proyecto piloto de la Unesco. AI-BPP.

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