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Mis amores con la Piloto

NÚMERO

018

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PÁGINAS AUTOR Óscar Domínguez G. 04

Por años, la BPP fue la única

biblioteca pública de la

ciudad y, al mismo tiempo,

biblioteca personal de miles

de lectores.

esde niño tengo relaciones íntimas con una biblioteca, La Piloto. Soy un deudor moroso (y amoroso) de sus servicios. En 1954, cuando empezó a culturizar gente llevando libros a los barrios en los famosos Bibliobuses, yo era uno de los usuarios. Los extraños carros de La Piloto, que parecían venidos de otros mundos, llegaban a la cuadra y, en plena calle, dejaban en manos infantiles o adultas el maná de la lectura. 15 días después repetían el ritual. Prestaban libros como quien regala el pan y la leche, artículos de primera necesidad… como los libros. La gente era buena como el pan. O la leche que dejaban en botellas en la puerta de las casas. Allí permanecían hasta que los legítimos dueños las retiraban.

Dicho con el poeta-tallerista Jaime Jaramillo Escobar, La Piloto era la biblioteca personal de cada uno de nosotros. Entonces, como ahora,

Los jugadores de ajedrez, de manera anecdótica y sin proponérselo, llenaron de personalidad la sala de lectura Pedro Nel Gómez. AI-BPP.

las casas se hacían sin espacio para los libros, es decir, para lo importante. En esto no hemos evolucionado mucho.

No faltaban, eso sí, los libros de la Alegría de leer de Evangelista Quintana, el eterno best seller. A la Alegría llegábamos después de aprender a juntar vocales y consonantes de la mano de alguna maestra, soltera perpetua. Tampoco faltaba el Catecismo del padre Astete, que nos aprendíamos con preguntas y respuestas.

Y como el mundo estaba tierno, muchos de los libros nos entraban por los oídos. Los escuchábamos en radionovelas como Lejos del nido de Juan José Botero, o El derecho de nacer de Félix B. Caignet. Obras que nos esperaban en La Piloto.

Por esas calendas (años 50), cuando tenía la sede en La Playa, la montaña de libros iba a nosotros. Desde 1974 nosotros vamos a la montaña en su actual enclave entre la autopista y la calle Colombia, en el barrio Carlos E. Restrepo, convertido en pulmón y zona de distensión cultural. Rompe el paisaje una funeraria que nos recuerda nuestra condición de mortales. Nada que ver con la vocación de eternidad que tienen las novelas.

Un pajarito me contó que los personajes de los libros que habitan La Piloto vivieron dos años

El famoso Bibliobus llevaba los servicios bibliotecarios a muchos barrios de la ciudad. AI-BPP

más aburridos que una cacatúa, sin nadie que los leyera. Don Quijote y Sancho se desesperaban en su forzoso sabático. Estaban que tiraban la toalla a la espera de que concluyeran las necesarias tareas de latonería y pintura a que fue sometida la vieja estructura.

La Torre de la Memoria le ha dado una mano a la hermana mayor. No tiene cara de torre, pero tiene la memoria de Funes, el personaje de Borges: alberga la Sala Antioquia y el Archivo Fotográfico. Ah, y nunca ha dejado ser el auditorio que tiene a la entrada, temporalmente, el bronce de Barba Jacob, obra de Óscar Rojas. Cerca está el de Otto Morales de Arenas Betancur.

En los alrededores de La Piloto me parece ver deambulando a Montaigne, Wilde, Molière, Víctor Hugo, Aristófanes, Dumas, Verne, Salgari, Carrasquilla, Mejía Vallejo, García Márquez y otros creadores que han hecho mejores nuestros propios mundos. Estos inmortales se confunden con otros desparchados: anónimos lectores de la prensa diaria y revistas, talleristas y jugadores de ajedrez que se han tomado locales vecinos para no faltar a las citas con la diosa Caissa los martes y jueves, fans de películas del Hitchcock, Fellini, o del oeste, las mismas que veíamos en los cinemas paradisos de nuestra infancia, la única época en la que todos somos inmortales. Un tallerista, Jairo Morales Henao, recuerda que al comienzo de los trabajos “veía uno a esos usuarios caseros, tradicionales, rondando frente a la entrada, sumidos en la ‘güerfandá’, según decía el viejo Carrasquilla”. Morales Henao dicta su taller en la Torre.

Cierro el departamento de citas con Janeth Posada, que heredó de Lucía Donadío la conducción de otro taller de creación que funciona en Los Colores: “… quizás las puertas abiertas de uno de los símbolos de desarrollo cultural de Medellín nos devuelvan un poquito de esperanza”.

Los lectores de prensa, otros de los personajes habituales de la BPP. AI-BPP.

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