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La biblioteca de los niños
from Biblioteca Pública Piloto. Un Puente Entre Tiempos
by Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina
NÚMERO
015
Advertisement
PÁGINAS AUTORA Mónica Palacios Chamat 05
Desde hace décadas,
en la sala Pedrito
Botero leen los niños,
los que tocan un libro
por primera vez.
n 1975, cuando la Biblioteca Pública Piloto empezaba a ser reconocida como centro de encuentro de distintas expresiones ciudadanas alrededor de la cultura, destacados artistas nacionales comenzaron a engrosar su colección de arte con la donación de obras. Uno de ellos fue el maestro Fernando Botero, quien donó el óleo que había dedicado a su hijo Pedro, en un formato de 1,23 por 1,62 metros. Desde entonces, el nombre de esta obra ha identificado la Sala de Lectura Infantil de la Biblioteca.
Dicen casi todos los grandes escritores y, por norma, todos los buenos lectores, que sus inicios en el mundo de la literatura se remontan a la infancia, ya fuera a través de colecciones familiares privadas, lecturas obligadas o voluntarias de la etapa escolar, o de préstamos en las bibliotecas públicas. Durante muchos años La Piloto
fue casi la única oferta de este tipo en Medellín. Esto llevó a que confluyera una amplia variedad de lectores de diferentes sectores de la ciudad, con distintos intereses y múltiples edades. Para los más pequeños está la Pedrito Botero.
En esta sala los visitantes encuentran una colección de literatura infantil en constante crecimiento dirigida a niños desde los cero hasta los 17 años. Textos que pueden ser leídos en el lugar o que pueden ser llevados en préstamo mediante el sistema de afiliación.
Pero no hay un solo camino para llegar a la literatura infantil, explica Kelly Johanna Marín, encargada de la sala. Para los primeros lectores la sala, ofrece La Hora del Cuento y el Taller de Iniciación a la Lectura. Así mismo, a partir de los siete años los niños pueden participar en un club de lectura para intercambiar su experiencia lectora con sus pares, igual que lo hacen los jóvenes y los adultos en sus correspondientes clubes de La Piloto. Otro camino para acercarse a los libros son los talleres de artes plásticas o música que se dictan en este entorno. Recuerda la escritora Claudia Ivonne Giraldo, tallerista durante 22 años de literatura para jóvenes, que “la sala Pedrito Botero era una zona nuclear de la Biblioteca porque era donde estaban los niños. Yo la recuerdo en esa época, había poquitas
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colecciones, unos cojincitos tirados en el piso, unas carteleritas hechas a mano, pero eso era el paraíso terrenal para muchos niños. Muchos de ellos de La Iguaná, que les quedaba ahí cerca”. Por fuera de la sala, la literatura infantil también encuentra formas para llegar a quienes quieran disfrutarla, ya sea en las filiales de la Piloto o mediante las actividades que los promotores de lectura llevan a diferentes instituciones
Los clubes de lectura infantil comenzaron a formarse desde los primeros años de operación de la BPP. AI-BPP. Además de la lectura, la oferta infantil de la BPP también ha incluido exposiciones. AI-BPP. 1. 2.
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educativas. Una de estas actividades, que ha logrado involucrar a un público amplio, es el Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero. Con la creación de esta figura la Biblioteca encontró una herramienta de promoción para la lectura y la escritura muy efectiva. La primera edición se realizó en 2005 y participaron un poco más de 100 niños de instituciones educativas de Medellín y el Área Metropolitana. Hoy, 14 ediciones después, el concurso cuenta con la participación anual de entre 1500 y 3000 niños de toda Antioquia.
La creciente y constante participación de los niños del departamento en este concurso es un útil medidor tanto de la apropiación que hacen de las lecturas a las que se acercan como de las
La sala infantil fue nombrada luego de la donación de la pintura Pedrito, de Fernando Botero. AI-BPP.
creaciones, de las narraciones que son capaces de hacer. Según Cruz Patricia Díaz, una de las gestoras del concurso, “hay situaciones narradas que lo llenan a uno de mucha felicidad y hay otras que son desgarradoras. Estos cuentos también permiten poner en evidencia lo que es la ciudad vista desde los niños. Si bien muchos se remiten a unas historias que son muy fantasiosas, hay otras que son como una catarsis o un descargo de lo que quieren decir y lo hacen expresándolo con la palabra”.
Las salas de lectura infantil, la Pedrito Botero en particular, con sus actividades literarias y artísticas dentro y fuera de ellas, establecen, entonces, ese primer acercamiento que puede poner a tantos en el camino de la literatura desde sus primeros años. Afirma Claudia Ivonne: “Estoy segura de que ese recuerdo de la salita tiene que ser entrañable para muchos adultos jóvenes de hoy, porque para muchos fue su refugio”; y lo es en la actualidad, cuando el espacio continúa fomentando en los niños la lectura, la escritura y la imaginación.
Los libros más prestados son Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, Crimen y castigo de Dostoievski, El secreto de Byrne y Álgebra de Baldor.
NÚMERO
TÍTULO
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AUTOR
Actividades artísticas como la pintura ayudan a facilitar los primeros acercamientos con la literatura. AI-BPP.
El piloto que abrió nuevos rumbos
NÚMERO
016
PÁGINAS AUTOR Alfonso Buitrago Londoño 05
Los artistas de Medellín
vieron en La Piloto
la oportunidad de tener
un refugio. ¿Es capaz una
biblioteca de albergar toda
la cultura de una ciudad?
mediados del siglo pasado Medellín era el centro industrial de Colombia: con más de 400 industrias y una población obrera de más de 25.000 trabajadores. Su desarrollo universitario y cultural iban en auge, pero el acceso a los libros era restringido para las clases sociales menos privilegiadas.
Había 14 librerías, pero carecía de una biblioteca pública que satisficiera la creciente demanda y prestara material bibliográfico a cualquier persona que buscara instrucción o entretenimiento. Los trabajadores, los niños y las amas de casa no contaban con un lugar abierto que fomentara la lectura.
La inauguración de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina, el 24 de octubre de 1954, significó una verdadera revolución cultural y democrática en el paisaje de producción fabril y de agitación comercial de la capital de Antioquia.
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4.
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1. Jorge Luis Borges en el auditorio colmado de la BPP en 1978. AI-BPP. 2. Manuel Mejía Vallejo y Fernando Vallejo de tertulia durante la década del noventa. AI-BPP. 3. Atrás, fuera de foco, Gloria Palomino, Manuel Mejía y Elkin Obregón. En primer plano Antonio Caballero y Juan José Hoyos, que tapa a Jaime Jaramillo. Reunión después de un ciclo de literatura dictado en la BPP. 1985. Archivo Jairo Osorio. 4. El periodista Carlos Bueno junto a los escritores Gustavo Álvarez Gardeazábal y Juan Rulfo. 1979. Archivo Jairo Osorio. 5. Camilo José Cela, en las oficinas de la BPP, invitado por la Alcaldía de Medellín. 1979. Archivo Jairo Osorio. 5.
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Si en estas tierras de topografía difícil y de pensamiento rígido los gestores culturales tuvieran la misma preponderancia social de los ingenieros, Julio César Arroyave, el primer director de la BPP, sería tan famoso como Alejandro López o Francisco José Cisneros, adalides del Ferrocarril de Antioquia. No es exagerado decir que la apertura de la BPP fue como atravesar otro túnel de La Quiebra, pero en el terreno intelectual.
Pronto fue el centro neurálgico de la cultura antioqueña. Había conciertos, teatro, coro, danza, tertulias, reuniones de clubes de autores, de cine y de fotografía. En 1955 se inauguró la sala de arte con la “Exposición colectiva de pintores antioqueños”, con 22 cuadros de artistas como Eladio Vélez, Horacio Longas y Luis Vieco. A partir de esa fecha, y luego con dos salas de exposiciones, fue el nido donde se incubaron importantes bienales.
Y empezaron a aparecer nombres que marcarían una época: la niña Teresita Gómez, tocando piano; el maestro Pedro Nel Gómez, dando cátedra de arquitectura; Héctor Abad Gómez e Ignacio Vélez Escobar, hablando de la misión social de la universidad; y Manuel Mejía Vallejo, de literatura y de la cultura de los países centroamericanos.
Dice el escritor Juan Diego Mejía, quien muchos años después sería director de la Fiesta del Libro de Medellín, que el año 1980 partió su vida en dos. A finales de ese año llegó al Taller de Escritores que Manuel Mejía Vallejo dirigía en La Piloto desde 1979. “Es mi historia fundacional”, dice Mejía. Allí encontró su “verdadero amor” y decidió convertirse en escritor.
En ese taller, que había sido creado en febrero de 1978 por iniciativa de Alejandro González, quien había hecho una residencia de escritores en Iowa, Estados Unidos, aparecieron otros
Antigua Sala de Arte. AI-BPP. La Biblioteca Pública Piloto se inauguró el 24 de octubre de 1954, en la sede de la avenida La Playa (calle 52 n. o 42-37).
como Luis Fernando Macías, Jairo Morales, Sergio Viera, Margarita María Santamaría, Édgar Trejos, Orlando Gallo y Lucía Victoria Torres.
Atraídos por el magnetismo de Mejía Vallejo, quien ya había ganado el Premio Nadal (1963), por su taller también pasaron escritores reconocidos como Leonel Góngora, R. H. Moreno Durán, Fernando Cruz Kronfly y Álvaro Cepeda Samudio. No existían entonces en la ciudad las
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ferias y fiestas del libro que conocemos hoy y la Piloto se convirtió en el lugar ideal para recibir a escritores e intelectuales nacionales y extranjeros. Jairo Morales, quien fue monitor del taller desde sus inicios y quien lo dirige desde 1994 (cuando Mejía Vallejo tuvo que abandonarlo por razones de salud), recuerda la presencia de escritores como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Camilo José Cela, Manuel Puig. “Rulfo era muy
Las exposiciones de arte pictórico y escultórico han nutrido por años la agenda cultural de la BPP. Fabio Restrepo. 1977. AF-BPP.
silencioso, Cela muy exuberante y Puig muy chistoso”, dice Morales y destaca la importancia del Fondo Editorial de la BPP, que cuenta con un catálogo de más de 150 títulos y fue donde se publicó por primera vez la producción del taller. La Piloto fue una vitrina abierta donde albergar, compartir y exhibir parte del conocimiento del mundo. Un ombligo piloto para América Latina que ataba a Medellín a una matriz universal. La demostración de que una biblioteca puede cambiar el rumbo de una ciudad.
Impresos
Boletín Los días uno tras otro: órgano informativo mensual de la Oficina de Comunicaciones y Asuntos Culturales, fundado y dirigido por Jairo Osorio Gómez, director entonces de esa oficina. El primer número se publicó en junio de 1987 para cubrir mayo-junio, y su última entrega, la número 17, salió a la luz en marzo de 1989, cubriendo los meses de febrero y marzo. Aunque su carácter era esencialmente informativo, agregaba aquí y allá comentarios sobre las exposiciones artísticas individuales y colectivas, los ciclos de conferencias y de lecturas, las representaciones teatrales, ciclos de cine, muestras de videos, conciertos, recitales poéticos, exposiciones bibliográficas, presentaciones de libros, talleres literarios y audiciones de pedagogía musical. Le daba espacio también a las reseñas de libros de autores colombianos, además de divulgar la actividad normal de la biblioteca y de sus diferentes secciones.
Pluralismo, educación pública y libertad, valga decir, La Piloto
NÚMERO
017
PÁGINAS AUTOR Carlos Mario González 04
Íntimamente pública, esa
podría ser una descripción
de la BPP. Desde siempre
ha estado abierta a quien
quiera entrar.
omos tantos en esta ciudad los que tenemos atravesada La Piloto en la memoria de nuestros primeros y juveniles escarceos con la cultura y luego a lo largo de toda nuestra vida. Sin exageración y sin alabanzas fáciles, he de decir que ninguna institución pública es tan entrañable para la gente de Medellín que ha frecuentado sus modestas instalaciones (¡nada que ver con la majestuosidad, solemnidad y belleza de muchas grandes bibliotecas del mundo!) como nuestra siempre querida Piloto. Decimos su nombre como lo más familiar, sin extrañarnos de él, sin la sorpresa de un amigo mío recién llegado a Medellín, quien sin poder entender preguntó sin ambages: “¿Qué quiere decir eso de ‘Piloto’ para una biblioteca?”. Nada, nosotros nos referimos a algo muy propio y cercano cuando decimos a alguien “¡listo!, nos vemos en La Piloto en la tarde”, sin
preguntarnos por el origen del nombre de nuestra preciada Biblioteca.
Pero a La Piloto no la queremos y le guardamos gratitud caprichosamente; todo lo contrario: es en gracia a su tenaz, perseverante y casi silenciosa labor en pro de la formación de las personas de la ciudad sin discriminación de nadie, por su continua labor, por elevar el nivel de sensibilidad y reflexión de los habitantes de Medellín y de quienes la siguen virtualmente.
Una de las características de La Piloto que más profundamente me ha impresionado es su carácter verdaderamente público, es decir, su disposición a acoger a todo aquel que quiera traspasar sus puertas, sin exigir más que el deseo del visitante para estar allí. ¡Cuán diferente el paisaje humano que uno observa en La Piloto en comparación con, por ejemplo, el que se contempla en las bibliotecas universitarias de la ciudad! Mientras las universidades, cerradas como un fortín a la población, llenas de vigilantes, controles y exigencias, con perentorias normas que solo facilitan sus libros y materiales a quienes formen parte de la institución, repelentes de todo aquel que no pertenezca a ella, solo ofrecen a la vista la rutinaria imagen de profesores doctos y estudiantes en vías de serlo, ¡cuán diferente es el paisaje humano en La Piloto!; aquí se ven niños ante sus libros de literatura infantil, desempleados haciendo buen uso de su tiempo, jubilados de cara a un texto que copa sus horas, estudiantes de escuela, de colegio, de universidad realizando una consulta, el asistente habitual que lee el periódico, el animado por la voluntad de erudición leyendo su enésimo libro del mes, los que en la sección de préstamos presentan los libros que van a llevar a casa o los que van a devolver, porque La Piloto es un testimonio permanente de confianza en la gente, no solo por facilitarle el ingreso libre a quien quiera, sino por prestar sus libros o materiales con el único requisito de un documento de identidad y un número telefónico de un conocido, sin discriminación ni elitismo. Por eso La Piloto es pública de verdad y por eso contribuye a la cualificación cultural de la población; así cumple un verdadero cometido social, cosa que otras instituciones con más recursos no hacen por el espíritu de élite que las rige.
Pero hay otro aspecto del papel social (y cuando digo social digo, en este caso, la ciudad sin exclusión) que juega La Piloto y que es obligatorio destacar. Se trata de la función formadora que lleva a cabo por medio de eventos que se conciben como continuos en el tiempo. Cuando se habla de educación, se habla de procesos que
Lucio Calle fue el primer lector registrado en la base de datos, el 25 de octubre de 1954.
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Afiches y programaciones culturales y académicas de la BPP. SA-BPP.
se despliegan de forma perseverante e hilada, pues es lo que permite que se conforme un auditorio habitual que siga, física o virtualmente, una temática definida, gracias a lo cual puede avanzar y profundizar progresivamente en dicha temática o conocer diversas perspectivas desde donde es abordable. En 2017, por poner un ejemplo, en La Piloto se realizaron programas continuos tales como Diálogos en la Ciudad, Conmemoremos, Cátedra Luis Antonio Restrepo y Aula Abierta (estos dos últimos del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia). Estos programas atraen un público heterogéneo y asiduo que consigue hacerse a elementos de juicio a propósito de la temática desarrollada a lo largo del año, de donde deriva un efecto educativo que contribuye a elevar el nivel de conocimiento, reflexión y crítica de los asistentes fieles.
Pero al carácter pluralista y a la función educativa La Piloto suma una tercera característica, que explica por qué es una institución que ha ganado en aprecio y valoración tanto en nuestra ciudad como fuera de ella. Se trata de su indeclinable respeto por la libertad de pensamiento y de expresión. Exigente en cuanto al rigor teórico de lo que ofrece en sus espacios, es, al tiempo, real garante de ese principio democratizador por excelencia del lazo social: la liberad de decir lo que se piensa, de hacer pública la concepción de la que se es portador, sin más requisito que la solvencia teórica y argumentativa para sustentar lo que se expone.
En fin, por su irrestricto pluralismo, por la seriedad de su labor educativa y por su fidelidad con la libertad de pensamiento, La Piloto se ha sabido ganar siempre un lugar en el afecto de quienes algo hemos tenido que ver con ella; por todo lo dicho, la valoramos como una institución ejemplarmente democrática en una sociedad como la nuestra, frágil y restringida.
80 Un puente entre tiempos La BPP tiene 207.623 libros. Esto equivale a más de la mitad del total de materiales disponibles en distintos formatos.