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Recuperando mi tiempo perdido

Luciana Gómez Cano

8 años

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Colegio Jesús María

Medellín

Finalista 2

Esta es mi historia, aunque no toda, pero sí una parte muy importante de mi vida. Soy María Torres, tengo 8 años y vivo en la provincia de las Flores en Brasil; toda mi vida he vivido aquí. Mis padres se separaron hace unos pocos meses, fue duro no ver a mi papá, él se fue a vivir a Colombia por su trabajo. Es ingeniero de Sistemas en este país en la ciudad de Medellín, le han dado un excelente trabajo con un buen pago. El 24 de marzo de 2020 viajé a esta ciudad a visitarlo por primera vez, era un día muy feliz, el vuelo estuvo un poco movido, pero llegué bien. Él me esperaba en la puerta de pasajeros del aeropuerto. Cuando lo vi no lo distinguí, pues llevaba unas lindas gafas de sol y un gran sombrero, al verme grito mi nombre y así pudimos abrazarnos nuevamente.

Su nombre es Miguel, es un hombre apuesto y trabajador, no sé por qué mamá se separó de él. Caminamos hacia el carro, era un carro nuevo, olía delicioso. Mi papá sonreía al verme a su lado, manejó hacia su apartamento, era un lugar muy pequeño, pero muy aseado; tenía todo en su lugar, como mi mamá le había enseñado, comimos pizza. Yo estaba cansada, me dormí rápido a su lado.

Al otro día, cuando desperté, olía a desayuno, mi papá tenía prendido el TV en las noticias, hablaban de una horrible enfermedad, se veía muy preocupado; todos los aeropuertos y lugares públicos estaban cerrados, el presidente habló y dio indicaciones sobre el cuidado. Yo no entendía lo grave que era el problema, mi papá se sentó a mi lado y mirándome me dijo -Hija todo va a estar bien, pero quiero que sepas que no sabemos, cuándo podrás volver a tu casa a estar con tu mamá, lloré mucho, pero sabía que él estaba conmigo.

Este día paso muy rápido, en la noche empecé a sentir un dolor de cabeza muy fuerte, pero no quería preocupar a mi papá, dormí poco esa noche. En la mañana me sentía peor, mis oídos me dolían y sentía mucho calor, abrace a

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papá y él se asustó al sentir que tenía fiebre, al rato sonó el teléfono, era una señora del aeropuerto, habían aislado a todos los pasajeros del avión donde yo venía, tenía que cumplir un tiempo aislada, ya que presentaba los síntomas de la enfermedad.

Mi papá llamó muy asustado a mi mamá a contarle todo, ella lloraba sin parar, mi papá trataba de calmarla, pero ella no se calmaba.

Me llevaron al hospital, me hicieron muchos exámenes, todas las personas se alejaban de mí, solo estaba papá. Luego de unas horas me dejaron volver a casa con mi papá, dándome recomendaciones, entregaban el resultado en 2 días.

Cuando el resultado llego confirmó lo que temíamos, estaba enferma, pero ya mis síntomas habían desaparecido; en el hospital me esperaban para revisarme, fuera del virus ellos encontraron en mi sangre anti-

cuerpos del virus, que podían servir para curar a otras personas, esto me hizo muy feliz, sabía que todo era muy difícil, pero iba a ayudar con mi cuerpo a otras personas, que estaban muriendo por esta horrible enfermedad que atacaba al mundo.

A partir de este momento fui fuerte y valiente, trajeron un abuelito para inyectarle un poco de mis anticuerpos, lo vi y recordé a mi abuelo. Sabía que, si él tenía nietos, se pondrían felices de saber qué se curaría, todo era un camino difícil, pero había esperanza.

Pasaron los días, me sentía cansada, pero mi mamá había logrado llegar para estar conmigo. Ella no estaba de acuerdo con todo esto, pero al ver a ese lindo abuelito recordó a su papá y decidió apoyarme con todo, como siempre.

Esa tarde era muy importante, todos en el hospital estaban nerviosos por el resultado. Una enfermera con cara de enojada, se me acerco me abrazo y dijo, -Eres una bendición, gracias a ti todo será más fácil-

Todos estaban contentos, menos yo, ya habían pasado muchos días. Yo había venido de vacaciones, pero en nada parecía vacaciones o diversión, encerrada, acostada, sin poder salir a jugar, nadie entendía lo que sentía. Esto parecía sin fin, todos los días lo mismo, chuzones, muestras e inyecciones. Al otro día les llore a mis padres para que todo terminara, quería volver a casa, mis padres se veían raros, más cariñosos de lo normal. La doctora me dio de alta y podía volver a casa, mi familia estaba feliz, todo comenzó a mejorar, mis padres volvieron a enamorarse, parecía que todo esto malo había traído un lindo final para mi familia.

Pensé que había perdido tiempo, pero en realidad lo que había pasado era que había recuperado mi hogar.

Fin

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