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Scarl

Geraldine Oquendo Correa

14 años

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Institución Educativa Yermo y Parres

Medellín

Ganadora

-¿Estoy loco? …No, por supuesto que no lo estoy, sólo que ellos no lo entienden, sólo tienen envidia de que yo pueda salir de esta realidad, de que sea único, de que no tenga una mente ordinaria —sonreí— No voy a dejar que sus palabras me afecten, yo no tengo nada malo, estoy seguro de eso, ya verán que cuando me vuelva famoso no les daré ni una moneda. No, espera, ahora que lo pienso… No puedo ser igual que ellos, yo sí los quiero de verdad y tengo que demostrarles que soy un genio, pero que también soy amable, así no me llevarán a un reformatorio, así me querrán más.

— ¿Quiénes te querrán más?

Rápidamente giré la cabeza y la vi, era una pequeña niña, no mucho menor que yo, tal vez por uno o dos años, tenía el cabello rizado y negro, aunque sus ojos eran color avellano, y su piel era demasiado blanca casi al punto de parecer enferma, sin embargo, esto le daba un toque especial, la hacía ver como una delicada muñeca, ella también traía una taza en la mano, aunque estaba completamente vacía.

— ¡Tú!, ¿Cómo entraste?

Contemplé la puerta que permanecía cerrada, y luego volví a mirar a aquella niña, tenía una sonrisa tan radiante que no pude evitar sentir terror, era como si me viera hasta el alma, sin embargo, no se dignó a responderme, y prefirió quedarse viendo todo el lugar, como buscando algo.

— ¡Te hice una pregunta!, ¡además, yo no estaba hablando en voz alta!

— Bueno, estoy aquí ya hace bastante tiempo y no pude evitar verte caminar de un lado a otro, así que decidí esforzarme y escuchar que pensabas, oh y ¿Cómo te llamas?

— Es imposible, nadie puede leer los pensamientos, nuestra tecnología no está lo suficiente avanzada para eso — dije con seguridad.

— Para una persona normal lo es, pero para mí no, pero ahora yo quiero saber ¿por qué no me dices cómo te llamas?, te diré mi nombre primero, yo soy Scarl, ahora tú.

— Soy Daniel, aún no me convence tu respuesta, pero la aceptaré por ahora.

— Genial, ah y espérame un poco ¿sí?

Vio a su taza ya completamente vacía y la sostuvo con ambas manos con algo de tristeza, luego fue hacia la cocina y no mucho después regresó con ésta completamente llena, probablemente del té que mi madre me había dejado esta mañana.

— ¡Sabes!, el té de tu madre es delicioso, ¿con qué lo hace?

— No lo sé, pero aún quiero saber cómo entraste.

— ¡Vaya!, es una lástima, me encantaría poder hacerlo yo misma.

— ¡No evadas mi pregunta!, ¿Cómo entraste?

— No tuve que entrar, yo vivo aquí, aunque es la primera vez que te veo a ti.

— ¡Claro que no!, nunca te había visto y esta es la casa de mis padres.

— Pues parece que no te quieren mucho, o ¿por qué quieren enviarte a un reformatorio?

— Eso no es de tu incumbencia.

Refunfuñé molesto, ¿por qué tenía que recordármelo?, inmediatamente me entraron unas ganas terribles de echarme a llorar en ese momento, ¿y si ellos en realidad no me quieren y sólo quieren deshacerse de mí?, ¡no! imposible, ellos sólo creen que eso será lo mejor para mí, debe ser eso.

— Mira Scarl, ellos me quieren ¿vale?, ahora si me disculpas debo intentar evitar que me envíen a ese lugar.

79

Tomé todos mis materiales de arte y los metí a mi mochila, Scarl me observaba en silencio, parecía sorprendida de que pintara, sin embargo, decidí no prestarle importancia, iba a salir a buscar algo que me inspirara lo suficiente, incluso si Scarl se quedaba allí, no permitiría que arruinara mi trabajo, más tarde tendría que preguntarles a mis padres que hacía ella ahí.

— ¡Yo puedo ayudarte!

— ¿A sí?, Y ¿Cómo?

— Sígueme…

Dichas esas últimas palabras, abrió la puerta y salió tendiéndome la mano sonriente y aunque por lo general me hubiese rehusado, tomé mi mochila y la seguí. No sabía exactamente a donde me llevaba, pero ella parecía muy segura de sí misma, así que me inspiró confianza, y por más que intenté hablar con ella en el camino, sólo me ignoraba y me decía que fuera paciente. Ya no estaba consciente de cuánto habíamos caminado, pero se me hacía eterno, y cada paso más pesado… Cuando, a punto de irme por lo cansado que estaba, finalmente paramos y me soltó la mano, se veía muy emocionada, aunque yo no podía entender el por qué, sólo estábamos parados frente a un gigantesco baobab con un pequeño hueco - que, a propósito, tenía bastantes ramas enredadas -. Era extraño ver un baobab con esa pequeña cicatriz, parecía que alguien le hubiera hecho el hueco y luego hubiera intentado ocultarlo con esas ramas, lo cual en mi opinión era algo que no tenía sentido alguno, no obstante, se veía muy claramente que solo era un pequeño escondite y no llevaría a ningún sitio. Mas, justo antes de que pudiera preguntarle cómo ese árbol iba a ayudarme, ella se metió en el pequeño hueco y para mi sorpresa desapareció como si hubiese caído por allí.

— ¿Scarl?, ¿estás ahí?

No hubo respuesta, y durante unos segundos consideré irme, pero luego recapacité y me dije a mi mismo que no podía dejarla allí, tenía que entrar y ver qué había sucedido, pero tampoco me permitiría morir por caer desde una gran altura, no sabía que le había podido ocurrir a Scarl, y eso lo hacía todavía más complicado, así que busqué algo lo suficientemente resistente y largo para servir de soga, y cuando lo encontré lo até a un árbol cercano y lo lancé al interior, esperé un poco para asegurarme que estuviera tocando tierra, y en cuanto lo comprobé, entré algo nervioso.

La distancia era realmente larga, así que tardé al menos 8 minutos en bajar y tocar tierra, y en cuanto me giré y observé el lugar no pude evitar quedarme boquiabierto. Era literalmente como uno se imaginaría un mundo de hadas, si no mejor, habían miles de árboles, si es que se podrían llamar así, su tronco se veía bastante normal, pero sus hojas eran las más hermosas que había visto en toda mi vida, habían desde violetas azuladas hasta rosadas carmesí, todas tenían un brillo especial, que las hacía ver mágicas, la tierra era toda de un tono azul pálido, y las flores tenían diversas formas, algunas de corazón y otras tan puntiagudas como un cuchillo, pero suaves como el algodón, el cielo era de un color blanco puro dándole una sensación de paz y las estrellas eran tan azules como suele ser el cielo normalmente, los ríos eran de color azul tan puro que juraría que podría quedarme dormido allí.

— Este lugar es tan…

— Hermoso, ¿verdad?, ¿crees que esto podría inspirarte?

— Scarl… claro que sí, pero ¿por qué quisiste ayudarme así?

— No lo sé, pero me gusta ver a las personas felices, y

me imaginaba que tendrías una sonrisa hermosa, ¡oh! ven a ver la mejor parte de este lugar.

— ¿Hay más?

No me respondió, pero sonrió y luego me tomó de la mano para guiarme a ese lugar que tanto la emocionaba, ni siquiera en mis mejores sueños me habría imaginado algo así, era como si todo esto fuera precisamente eso, un sueño. Cuando llegamos vi a varias criaturas, al principio me asusté un poco, pero Scarl me apretó la mano indicándome que estaba bien, una de las criaturas tenía las pupilas rojas, pero el pelaje era igual de blanco que la mismísima nieve, tenía hocico y una pequeña nariz negra en la punta, similar a la de un perro, pero caminaba en dos patas y su forma era similar a la de un oso, pero realmente se veía igual de tierno que un conejo. Había muchas más criaturas y cada una era más única que la otra, a la pequeña criatura de pupilas rojas le llamé Nieve, por su hermoso color blanco; se me acercó y me permitió acariciarla, no hablaba, pero con su mirada podía entender lo que quería decirme. Scarl, por otro lado, parecía feliz con el nombre que le puse a aquella criatura.

— Debes caerle muy bien, no suele acercarse a extraños.

— ¡Ja!, qué halago.

Volví a acariciar a Nieve, y esta no hacía más que revolcarse, era divertido verla así. Pasaron unas 3 horas y todo ese tiempo jugué con Nieve y Scarl, sin embargo, el tiempo se sentía tan lento, y tampoco quería irme. De la nada, el cielo comenzó a tornarse de un violeta rojizo, y tanto Nieve como Scarl me observaron tristes, Scarl comenzó a llorar, no podía comprender el por qué, pero intenté consolarla; ella se alejó con una sonrisa bastante triste, y ambas me veían como si fuera a desaparecer de la nada.

— Debes irte ya… —dijo Scarl con la voz quebrada.

— ¿Por qué?, no quiero irme, ni siquiera he pintado todavía.

— No puedo explicártelo, pero prométeme algo…

— Dime, no me gusta esto, pero adelante.

— Prométeme que no nos olvidaras y cuando llegues a casa nos retratarás, ¡promételo!

Scarl me observaba con una inmensa tristeza, tanto que podía contagiarla en unos segundos, corrió a abrazarme, se veía tan devastada, Nieve también se restregaba contra mí. Sabía que les volvería a ver, al menos eso quería creer, haría lo que pudiera para verlas de nuevo, es tan increíble la manera en la que te pueden robar el corazón en tan poco tiempo.

— Lo prometo…

— Ahora, cierra los ojos por favor…

Y tal como dijo, los cerré, escuché por última vez los llantos de Scarl, intenté abrazarla una vez más pero ya simplemente no había nada.

Cuando abrí los ojos estaba en casa, y a pesar de que me sentía fatal, empecé a retratarlas junto al hermoso río y los árboles. Tardé bastante tiempo, no quería decepcionarlas, y si las retrataría lo haría lo mejor que pudiera. Cuando mis padres regresaron y les enseñe la pintura comenzaron a llorar, mientras no paraban de decir que lo sentían, que se habían dejado llevar por mis maestros, que debieron haber creído en mi talento. Y aunque les perdoné, siguieron en ese mismo estado durante un largo rato más.

Días después ya habían publicado mi obra y realmente iba muy bien, pero extrañaba de una manera insoportable a Scarl y a Nieve, me sentía tan solo, quería verlas de nuevo, lo deseaba con todo mi corazón, incluso viendo la pintura mil veces no me quitaría esa sensación de encima.

— Realmente las extraño tanto… —Dije mientras veía una copia de la pintura.

83

— Me alegro mucho, me entristecería ser la única que te extraña.

— Esa voz… Scarl.

Me giré rápidamente, allí estaba ella, con la misma taza en la mano y la misma sonrisa que me había aterrado el día en que la conocí, ¡cielos!, sentí como toda la tristeza se desvanecía, ¡cuánto la he extrañado!

Fin

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