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La risa, remedio infalible

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Más risas

Más risas

LA RISA’

REMEDIO infalible

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“Si hay un modo de entrar, lo encontrarán”.

Creo que ser un astronauta rumbo a la Luna sería el peor momento para descubrir que también eres un hombre lobo. —Leonard Chan, comediante

“Si amas algo, déjalo libre”. —Yo, gastando dinero. —@ALYSSALIMP

Hay muchas teorías respecto a por qué necesitamos dormir los seres humanos, pero estoy casi segura de que es para cargar nuestros teléfonos. —@ALISPAGNOLA

En un restaurante, no podía recordar la palabra “aperitivo”, así que le dije al mozo “primer acto de la comida” y creo que es algo bastante acertado. —@SVERSHBOW

Un médico entra a la sala de revisión y pone

la mano sobre el hombro de su paciente. —Me temo que tengo malas noticias —le informa—. Sus días están contados. —¡Ay, no! —exclama el sujeto— ¿Cuánto tiempo me queda? —Diez —responde el galeno. —¿Diez? —pregunta, aterrado, el paciente— ¿Diez qué? ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses?

Con toda tranquilidad, el médico dice: —Diez, nueve…

Un viudo y una viuda

asisten a una reunión de exalumnos después de 70 años y se reaviva una antigua chispa entre ellos. Al final de la noche, el hombre le pregunta a su acompañante: —¿Quieres casarte conmigo? —¡Sí! —exclama ella, entusiasmada.

Por la mañana, el anciano se despierta preocupado por no recordar cuál fue la respuesta. Confundido, llama a la mujer por teléfono y le pregunta: —¿Anoche dijiste “sí” o “no” a casarte conmigo? —¡Dije sí! Y me alegro de que hayas llamado, porque la verdad es que no recordaba quién me lo había propuesto —responde la viuda. —thechattanoogan.com

Es injusto decir que Scar asesinó a Mufasa en El rey león. Los gatos simplemente tienen una necesidad natural de tirar las cosas de las repisas. —@PATSATWEETIN

El niño le dice a su tío al regresar de la escuela: —Tío, tío, hoy estudiamos geometría.

Su tío le dice: —A ver, dime, ¿Qué son los ángulos? —Sonángulos son las personas que caminan dormidas. —visto en la web

Con todo el debate actual sobre la necesidad de enseñar más matemática en la escuela, no puedo evitar pensar en dos de mis compañeros de clase. Uno de ellos era el niño más brillante de la clase y fue elegido por todos como el que probablemente resultaría más exitoso en la vida. El otro era bastante corto de entendederas para la escuela. Sin embargo, mientras que el brillante nunca logró más que un salario modesto, el otro se hizo muy rico.

Cuando me topé con el rico en una reunión de reencuentro no hace mucho tiempo, le pedí que me contara el secreto de su éxito. —Es muy simple. Tengo un restaurante. Compro carne por un dólar y la vendo a cuatro dólares. De esa manera —explicó—, siempre me quedo con el tres por ciento”.

—Fred Milham, octubre de 1959

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