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Personaje Externo
María Antonieta Alva es bachiller en economía por la Universidad del Pacífico, magíster por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy y ex Ministra de Economía. Actualmente se desempeña como directora de proyectos en Acasus. Sin embargo, su liderazgo se evidencia desde su época universitaria, como presidenta del CEUP y miembro de BOCETO. Con una diferencia de seis horas, desde Suiza, esta notable egresada nos concede una muy ansiada entrevista. Como siempre, portando su collar con un dije en forma del mapa del Perú.
Para comenzar, si te pidieran describirte, ¿cómo dirías que es María Antonieta?
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Antes que nada, creo que soy una persona bastante racional, trato de encontrarle una explicación a las cosas, una lógica detrás de todo y creo que eso puede ser muy agotador. Soy bastante sensible y, como dicen, de lágrima fácil cuando veo a alguien pasando por un momento difícil. Como ministra tuve que aprender a controlarlo; fue muy duro. Teníamos que actuar rápido, no había tiempo para lágrimas. Muchas veces, sobre todo en la mitad de la crisis del COVID-19, se me hizo difícil, pero al final creo que logré separar el cargo de mi forma de ser.
Tampoco soy muy social, de querer siempre estar, como dicen, donde revienta el cohete; prefiero mil veces quedarme en mi casa leyendo, viendo una película o conversando en un lugar tranquilo con mis amigos. Además, creo que antes que nada me considero ciudadana, después funcionaria pública y, finalmente, economista. En estos roles una de mis principales obsesiones es la búsqueda del bien común. La realidad me ha dado golpes muy fuertes, como diría Vallejo; creo que soy muy perseverante en este objetivo.
La crisis del COVID-19 que me tocó enfrentar al mando del MEF ha tenido efectos en la forma en la que veo el mundo. Antes, me estresaba muchísimo por cualquier aparente problema, pero la dureza y la persistencia de la crisis me ayudaron a identificar qué cosa es un problema y qué cosa no lo es. Aprendí que hay algunos tipos de problemas que, sin importar lo que hagas, igual van a estar ahí, mientras que hay otros donde sí puedes actuar. Esto definitivamente te ayuda a modular tus esfuerzos. Estos últimos meses al mando del MEF, en medio de esta crisis, me han enseñado sobre cómo ver las cosas en perspectiva.
También he aprendido, con muchas heridas de guerra, a prestar menos atención a lo que se dice sobre mí. Siempre voy a estar abierta a escuchar comentarios y consejos cuando tienen un origen bien intencionado, para mejorar mi rendimiento o mejorar alguna política en beneficio del país, pero en nuestro querido Perú es muy fácil dañar reputaciones sin evidencia ni sustento. Estamos acostumbrados a repetir lo que se dice de otros sin molestarnos en verificar su veracidad. En algún momento aprendí a diferenciar estos comentarios bien intencionados de estos malintencionados que buscan afectar tu motivación o regular tu actuar.
En mi esencia, me sigo sintiendo como esta alumna universitaria que tenía muchas ganas de entender
el país y de encontrar aliados para remar juntos contra la corriente. No tenemos un país fácil, la crisis me ha ayudado a comprenderlo mejor y creo que remar contra la corriente requiere de un equipo, tener muchos aliados. Creo que mi esencia sobre lo que sentía como universitaria se mantiene.
Conversemos sobre tus inicios universitarios: ¿por qué decidiste estudiar economía?
Creo que se espera que desde muy jóvenes tengamos claro a qué queremos dedicarnos, esa es mi primera reflexión. Me gradué del colegio en el 2001, con menos de 17 años, yo soy del ‘85. Tuve la suerte de que desde chica viajé mucho por el Perú, acompañando a mi papá, un ingeniero, que tenía mucho trabajo a nivel de todo el territorio. Lo acompañaba visitando carreteras, puertos, centrales hidroeléctricas. Conocí con él casi toda la costa, gran parte de la sierra y también de la selva. Un factor adicional es que mi mamá es de Pacasmayo y desde que soy niña todos los veranos los pasaba en la casa de mis abuelos, en el valle de Jequetepeque. Mi abuelo era agricultor. Salir de Lima con tanta frecuencia, poder ver claras diferencias en las cosas que yo tenía respecto a lo que yo veía que tenían otros niños en otras ciudades me hizo ser muy consciente de estas diferentes realidades.
Entendí que el aparato público era la forma que teníamos para nivelar el piso para todo. ¿Por qué el aparato público? Porque en mi familia hay muchos funcionarios públicos: muchas mujeres en mi familia son profesoras, mi abuelo era profesor en San Marcos, mi papá también es docente universitario de la UNI. Estaba ahí esa motivación de querer entrar el sector público, entonces el tema era cómo podía entrar: podía ser abogada, ingeniera, economista.
En 5to de secundaria, mi papá quería que yo fuera a la UNI; estuve todo el verano ahí llevando cursos de trigonometría, álgebra, aritmética, física, química y confirmé que en verdad no quería una carrera 100% cuantitativa. Me gustaban los números, pero también me gustaban mucho las letras y la economía me parecía el balance entre ambos. Además, me parecía muy potente porque me podía dar herramientas para trabajar en el Estado, que siempre fue mi vocación.
¿Consideras que pertenecer a una organización estudiantil como BOCETO o el CEUP te ayudó en tu desarrollo personal y profesional? ¿De qué manera?
Definitivamente. Cuando estaba en la universidad estuve dos veces en el CEUP,
en la revista Boceto y formé con varios estudiantes de otras universidades una asociación que se llama Coherencia. Siempre he tenido este enorme interés por entender el Perú; no necesariamente puedo decir que lo he logrado, pero esta aspiración está siempre ahí.
El Perú es, al final del día, sus personas y, en el caso de las organizaciones estudiantiles, te encuentras con personas que vienen de diferentes contextos y perfiles. Personas que trabajan horas extra, en muchos casos no a cambio de un pago material, sino por esa sensación de estar trabajando por una causa de interés común, colectiva, algo que va más allá de los propios intereses.
Las organizaciones a las que he pertenecido me han permitido conocer personas increíbles que frecuento hasta hoy y que me dieron enormes lecciones sobre trabajo en equipo y, sobre todo, sobre la construcción de consensos. A veces, estos son más costosos cuando son personas que tienen diferentes perfiles y vienen de diferentes contextos. Esta idea de poder renunciar a tus creencias y tus puntos de vista para poder llegar a un punto satisfactorio para todos es un ejercicio que se presenta mucho en estos espacios.
¿Cuál es una de las anécdotas que recuerdas haber vivido en la universidad?
En el 2006, yo fui presidenta del CEUP. Ofrecíamos un montón de servicios para los estudiantes, pero los que eran más esperados eran las fiestas de parciales y de finales. Las semanas de parciales y finales eran super estresantes y todos esperaban con ansias el fin de semana, por el famoso tono UP. Gente de otras universidades se pasaba la voz; las fiestas tenían un gran prestigio, ya que era una mega producción con auspiciadores y presupuestos por encima de los 20 mil dólares.
Todos teníamos algún rol, no solamente el área de actividades que hacía las fiestas. Nosotros también estábamos en exámenes, estresados, pero igual teníamos que hacer un espacio en la agenda para estar en la plaza vendiendo entradas. El día terminaba agotado de tu propia semana de exámenes, pero ese día de la fiesta tenías que estar desde temprano en el centro de estudiantes.
Usualmente, las fiestas eran lejos de Lima, se tenían que alquilar buses, uno tenía que hacerse responsable de algún bus. Luego, en la fiesta teníamos turnos para vender entradas en la puerta, revisar que los quioscos funcionaran bien. Incluso teníamos turnos de dormir en los carros, porque varios teníamos que estar totalmente lúcidos a partir de las 5 o 6 de la mañana para cuadrar cajas y pagar a los proveedores. Nosotros trabajábamos duro, pero era muy divertido en medio de este caos y este estrés.
En una fiesta de parciales alquilamos un local en Lurín, recuerdo que era una casa enorme de un empresario ganadero. La casa tenía obviamente una parte donde estaba el ganado, pero era enorme la casa y la fiesta iba a ser en el jardín. Estábamos en la fiesta y en eso escuchó que alguien dice “Oye, creo que se me pasaron los tragos porque acabo de ver un toro”. Se había
escapado un novillo del corral y había comenzado a correr por toda la fiesta. Felizmente que era un novillo y lo atraparon al toque. Realmente nos asustamos bastante, también nos reímos, pero en ese momento fue bien estresante.
¿Cuál ha sido el curso más retador en tu etapa en la UP y por qué?
No sé si ustedes conocieron al profesor Jorge Cortez, a quien conocíamos como el famoso “Negro Cortez”. Él me enseñó matemática para economistas y econometría. Definitivamente, el curso más retador ha sido matemática para economistas. En esa época, había una parte de la universidad que llamábamos “La Pecera”, una sala enorme debajo de la plaza, con un montón de escritorios para que te sentaras a estudiar, todo era con lunas; literalmente parecía que estuvieses en una pecera.
Me la pasaba en La Pecera estudiando matemáticas para economistas, pero a la hora de los exámenes me bloqueaba. Yo creo que es porque mi inteligencia espacial no está tan desarrollada y esto es mucho de matrices y vectores y dimensiones. Si estoy manejando sola y me tengo que estacionar y solamente hay un lugar para estacionar en paralelo, no estaciono en paralelo. Si estoy con mi novio, me bajo del carro y él lo estaciona.
Es un curso que me costó bastante, me fue fatal en el parcial y, para variar, me estaba ahogando en un vaso con agua. Le decía a mi papá que iba a jalar, que no era lo suficientemente inteligente para esta carrera y recuerdo que un día me dijo algo que se me ha quedado grabado hasta hoy: “¿Sabes qué, hija? Ojalá que jales. Creo que te haría bastante bien, porque me doy cuenta de que no sabes lidiar con la frustración. En la vida vas a tener muchas caídas y no te puedes derrumbar”.
Para mí en ese momento era un gran problema, pero si lo ves en perspectiva con todos los problemas que hay en la vida, “irte a la bica” en un curso no es tan grave como yo pensaba. Tuve la suerte de tener un grupo de estudio y amigos que frecuento hasta ahora, gente muy capa, pero además con gran sentido de colectividad. Realmente queríamos que todos aprendiéramos, que todos pasemos bien los cursos. Finalmente logré la nota que necesitaba en el final, con lo cual estuve invicta.
Ya nos contaste el cómo surge tu vocación, ¿podrías ahondar más en el por qué decidiste avocarte al sector público?
Yo creo que el Perú está en un equilibrio muy perverso, donde el sistema funciona para pocos. No funcionan los servicios públicos y de cierta manera se ha privatizado todo lo público. La educación o la salud pública ha quedado relegada; casi todos nos hemos ido a los colegios, a las clínicas privadas, así sean colegios de garaje o clínicas malas. Como no hay seguridad, en algunos distritos se ponen rejas en las calles para salvaguardar la seguridad, pero es un espacio público. Hay una lógica o enormes
incentivos para sacar tu tajada del Estado. Lo digo desde el médico del hospital público que cobra el sueldo completo cuando en verdad solo estuvo la tercera parte del tiempo o el alto funcionario que se pone una vacuna a escondidas o incluso los empresarios que contratan estudios de abogados tributaristas para encontrar los vacíos de la ley para pagar menos impuestos. Yo sentía que teníamos que hacer que se recupere este concepto de interés público, de la búsqueda del interés común y quería formar parte de eso. También tuve la intuición de que el Estado era un lugar estratégico para hacer eso y los años me han confirmado que estaba en lo cierto.
El gran reto que tiene todo funcionario público tiene que ver con la búsqueda del interés común. Las decisiones más difíciles para mí son aquellas donde la posición en dónde está el bien común no está muy clara y creo que eso debe tenerlo claro cualquiera que quiera ser funcionario público. Algo que me ha funcionado siempre es irme a dormir todos los días con la conciencia tranquila, en términos de que ese día obré con honestidad y que ese día di lo mejor de mí en mi trabajo. Esa tranquilidad, esa idea de irse a dormir con la tranquilidad de haber dado lo mejor de ti y de haber actuado con honestidad te va a ayudar también en los momentos difíciles.
En tu experiencia, ¿cuáles consideras que son los principales retos del sector público?
Yo creo que al sector público le falta a gritos un sistema que promueva la excelencia y el alto rendimiento entre los funcionarios públicos. No tenemos una carrera pública estructurada ni meritocrática. Tenemos profesionales que trabajan con ética, con motivación intrínseca, que están orientados a resultados. Ellos lo hacen a pesar del sistema, porque el sistema no te promueve, no te orienta a hacer eso.
Así como tenemos al profesor que camina cuatro horas diarias para llegar a una escuela en malas condiciones, también tenemos al funcionario del ministerio que trabaja 15 horas diarias. En ese mismo sistema convive el médico que marca asistencia y se va a su consultorio privado o el policía que te pide una coima para no ponerte una multa.
Necesitamos un sistema, una carrera pública que promueva la ética profesional, que promueva esta motivación intrínseca que hace que los funcionarios públicos trabajen mucho y que sancione a los que no dan la talla, a aquellos que utilizan su función con agendas personales. Eso es fundamental para mejorar la calidad de los servicios públicos en los próximos años. Hemos avanzado de una manera muy tímida en algunos sectores, como por ejemplo en educación con la implementación de la carrera pública magisterial.
El otro tema que me parece fundamental es mejorar la calidad del gasto público. Yo era Directora General de Presupuesto Público, que es la dirección general del MEF que se encarga de dirigir todo el proceso de formulación presupuestal. La economía crece, aumenta la recaudación, por ende, aumenta el presupuesto, pero lo que estamos viendo es que los incrementos presupuestales en los últimos años no están mejorando las condiciones de vida de las personas o no están mejorando los servicios que el Estado entrega.
En presupuesto por resultados hemos tenido mejoras. La reducción de la desnutrición crónica que tuvo el Perú es un buen ejemplo de cómo el presupuesto se moviliza para tener mejores resultados. Todos los
funcionarios públicos debemos preocuparnos de que cada sol que se invierta realmente mejore la vida de los peruanos.
¿Cuáles fueron tus primeros pensamientos cuando te propusieron ser la ministra del MEF?
Mi primera reacción fue decirle al entonces presidente que yo creía que no tenía el perfil indicado para la coyuntura que estaba atravesando el país. El Congreso había sido cerrado y había mucha incertidumbre. Pensaba mucho en la señal que debíamos dar a los mercados: un perfil conocido por el sector empresarial, que diera tranquilidad.
Mis funciones en el sector público han estado muy vinculadas a finanzas públicas, donde tus clientes son entidades del sector público. Yo trabajaba con ministros, con alcaldes, pero no interactuaba mucho con el sector privado. En ese momento se necesitaba de un ministro conocido por los mercados.
Le dije eso al entonces presidente Vizcarra y que trabajaría en una lista de nombres, claro que luego tendría que aproximarse a saber si estaban interesados. Me dijo: “De acuerdo, trabaja en la lista, pero quiero que tu nombre esté en esa lista”. En ese momento trabajaba en el MEF como Directora General de Presupuesto, a una cuadra y media de Palacio de Gobierno.
Recuerdo que salí con el estómago revuelto por el hecho de trabajar en la lista y además de pensarme como una opción. Trabajé en la tarea que me dio, pero también conversé con personas importantes para mí sobre esta propuesta que se me había hecho. Casi todos con los que conversé eran funcionarios públicos con amplia experiencia, que yo admiraba y admiro muchísimo, que habían sido mis jefes y todos me ofrecieron apoyo y me alentaron a dar una respuesta positiva. Esto definitivamente me dio mucha confianza para tomar esta decisión.
Creo que hubo una conversación especialmente importante, donde la persona con la que yo estaba hablando sobre esto me dijo: “¿El presidente es consciente que no eres el perfil ideal para este momento?” Yo le dije que sí, que de hecho fue lo primero que le dije. Esta persona me respondió: “Si aún te quiere en el puesto, entonces tienes que apoyarlo”. Fue esta sensación de que al final del día un funcionario público tiene que estar al servicio del país. Con esta confianza que me dieron estas personas que yo admiraba, que me dijeron que me iban a apoyar, di una respuesta afirmativa.
Obviamente la noche anterior a la juramentación no dormí nada. Creo que nadie se siente preparado para una responsabilidad de esa envergadura, pero lo primero que hice al día siguiente fue convocar al equipo y decidir quiénes serían mis viceministros y directores generales. Siempre he creído que las personas que convoques tienen que ser mejores que uno. Creo que armamos un equipo muy sólido que diseñó e implementó un plan económico sin precedentes durante la crisis.
Ahora que estás en Acasus, ¿qué es lo que esperas lograr en esta nueva etapa?
Acasus es una firma consultora que tiene mucha experiencia en la implementación de reformas de educación y salud, sobre todo en países de África y Asia. Su objetivo es lograr que las cosas sucedan y darles todo el apoyo a los gobiernos, a la vez que se construyen capacidades. Lo interesante es que utilizan mucha data y tecnología para lograr
efectos muy concretos. Por ejemplo, en regiones de Afganistán y de Pakistán, el incremento de la cobertura de la vacunación de polio es impresionante, con herramientas, con data y trabajando de la mano con el Estado.
Acasus ya venía trabajando en temas de vacunación, ya tiene experiencia en eso y el reto de nuestros tiempos es la vacuna contra el COVID-19, un reto enorme. Se estima que el mundo tiene que vacunar 10 veces más a la cantidad de población de la que vacuna año a año en un plazo récord. Este esfuerzo de la vacunación contra el COVID-19 es un esfuerzo sin precedentes en términos de escala y de tiempo. Los gobiernos están enfrentando retos técnicos, todo lo que tiene que ver con la aprobación de las vacunas que han sido desarrolladas muy rápido, retos logísticos, también; por ejemplo, cómo llegan a los lugares más alejados con dos dosis de vacunas y también hay retos políticos.
El caso peruano es el claro ejemplo de cómo el no ser transparente puede generar enormes consecuencias políticas. Desde Acasus lo que estamos haciendo es apoyar a gobiernos, como el de Chad, Afganistán, Pakistán, Mozambique, República del Congo para que implementen con éxito la vacunación del veinte por ciento de la población, que es la cantidad de vacunas que estos países van a recibir del COVAX Facility. Mis energías están concentradas ahí, en que podamos, como Acasus, dar a esos gobiernos la asistencia técnica necesaria para que puedan entregar con mucho éxito este servicio a su población.
En un plano más general, ¿cuáles son tus próximas metas?
Yo soy una funcionaria pública por vocación. Cada paso que he tomado, ya sea irme a la Escuela de Gobierno de Harvard o incluso estar en Acasus, siempre los he tomado como experiencias formativas para ser una mejor funcionaria pública en Perú. Espero este año sacar el máximo provecho de mi experiencia en Acasus, también contribuir con toda mi experiencia como funcionaria pública en mi Perú.
Quisiera aprovechar esta experiencia en términos de ver cuáles son las intervenciones efectivas, cuál es la mejor forma de fortalecer y construir capacidades en los gobiernos, cómo podemos entregar mejores servicios a la población. Luego de esta experiencia, quiero volver a Perú para poder implementarlo cuando me una de nuevo al servicio público. Soy una funcionaria pública de vocación, entonces siempre me voy a sentir con ganas de trabajar en el sector público peruano.
Finalmente, ¿qué mensaje le dejarías a la comunidad UP?
La primera es que tenemos que contribuir a desterrar del Perú este mal que es la inequidad de trato, la inequidad de ingresos. Lo hemos mejorado en los últimos años, aunque ahora, con la pandemia, se ha debilitado y hemos retrocedido. Un terreno en el que realmente siento que no hemos avanzado mucho tiene que ver con este mal que está enraizado en la sociedad, que es la inequidad del trato, que termina en muchos odios y muchas fobias: el racismo, la homofobia, la xenofobia. Tiene que ser una lucha que, me parece, tu generación tiene que tomar desde las aulas. No podemos permitir que ningún miembro de la comunidad sienta algún tipo de discriminación en nuestra casa de estudio.
Lo segundo, que me ayudó muchísimo mi experiencia en Harvard, tiene que ver con preocuparnos un poco más por nuestra salud mental y la de nuestros
compañeros. Creo que cada persona es un universo; detrás de un compañero que tiene un mal rendimiento en un curso o que hace bromas pesadas puede haber un hijo que no se siente querido o una chica una joven que siente que no es suficiente. En Harvard, estos temas de la salud mental eran súper importantes y creo que la UP ha avanzado muchísimo en eso.
Así como nuestro cuerpo a veces enferma, también esto le puede pasar a nuestra psique. Cuando nuestro cuerpo se enferma, vamos al médico; cuando nuestra psique necesita ayuda, tenemos que ir al psicólogo a que nos ayude. Creo que este es un tema todavía muy tabú en el Perú. Tenemos que estar con los ojos bien abiertos a cómo está nuestra salud mental, cómo está la de nuestros compañeros, porque creo que abordar este tema realmente puede hacer la diferencia en el desempeño como estudiante y como trabajador. Es un tema que me parece puede hacer la diferencia.
Finalmente, invitarlos a reflexionar sobre el enorme privilegio que implica que, en un país como Perú, podamos ir a la Universidad del Pacifico; a veces lo damos por sentado. Tampoco estoy segura de que seamos totalmente conscientes de la enorme fuerza de nuestros padres, tutores, abuelos o quien se encargue de brindarnos esta educación. Es un enorme esfuerzo el que hacen y, si no se lo han agradecido hasta ahora, yo les invito a que lo hagan.
Tenemos que ser conscientes de lo que implica ir a la Universidad del Pacífico en el Perú, tenemos que ser profundamente agradecidos con la vida, por esto que se nos ha dado. Este enorme privilegio viene con una enorme responsabilidad con el país, de sacarlo adelante. Yo creo que los chances de haber nacido en la casa en la que naciste, o de haber nacido en una comunidad rural en la Amazonía son 50/50, y creo que la vida te ha dado esta oportunidad. Hay que ser agradecido con la vida y tomar este privilegio como una enorme responsabilidad en el país.