Revista de literatura Ptyx N° 007

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Para estudiar a César Vallejo/ Un viaje hacía el nuevo principio/ Un inolvidable pueblo. Una cartografía literaria del migrante andino/ Dos escritores conversan/ Ernesto Ramos en San Marcos/ Tulio Mora: «Ya me quiero ir»/ Tulio Mora, el ángel trovador/ Veneno de escorpión azul/ Domingo de Ramos: «Ya no quiero escribir»/ Poemas de Domingo de Ramos, Vanessa Martínez y Roy Vega Jácome/ ptyx 1


ptyx Revista de literatura N° 007 - Año 04 Mayo - 2019 CONSEJO EDITORIAL Jaime Víctor Bravo Gaspar Roberto Salazar Solano Sergio Miguel Castillo Falconí ARTE Y DISEÑO Amadeus DIRECCIÓN Jr. Junín 565 El Tambo-Huancayo EMAIL: informacionbravazas@gmail.com FOTO DE PORTADA: Herbert Salas

INVITADOS

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VANESSA MARTÍNEZ (Lima 1979). Ha publicado los poemarios: La hija del carnicero (Lima, Zignos, 2007), Coraza (Trujillo, Av. de Sapere, 2009), Carne (Buenos aires- Melón, 2012) y Cartografías de la carne(Guayaquil- La one hit wonder, 2012), Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (Vallejo & Company).

OMAR ARAMAYO (Yunguyo, Puno-1947). Pertenece a la Generación del 60 de la poesía peruana. Ha publicado los poemarios: Los Túpac Amaru 1572-1827; La historia del ciego Rodolfo Mandoqueo y otros cuentos; Humareda; La estirpe del viento; El gallo de cristal; Carlos de Oquendo de Amat.

JULIO NORIEGA BERNUY (Acochaca, Ancash, 1956) es especialista en literatura quechua, peruana y latinoamericana. Ha publicado la antología Poesía quechua escrita en el Perú (1993), Caminan los Apus: Escritura andina en migración (2011); Escritura quechua en el Perú (2011).

MAYNOR FREYRE (Lima - 1941), Docente universitario, periodista, escritor y poeta. Ha publicado: Poligenio psicoterapéutico, novela experimental (1971), El trino de Lulú (1973), Ratón de un solo hueco, (1981), De cuello duro (1991), Puro Cuento (1996), Altas voces de la literatura peruana y latinoamericana (2000).

DOMINGO DE RAMOS. (Ica, Perú, 1960). Ha publicado entre otros libros: Arquitectura del espanto (1988), Pastor de perros (1993); Ósmosis (1996); Las cenizas de Altamira (1999); Erótica de klase (2004); Dorada apocalipsis (2008); Cartas desde la azotea (2011) y Los salvajes del Sur (2018).

ROY ALFONSO VEGA JÁCOME (Lima, 1988). Ha publicado: Rumores de un arpa retorciéndose en la hoguera (2014); Muestra de arte disecado (2016) que obtuvo el Premio Copé de Plata de la XVII Bienal de Poesía de Petroperú) y Etapas del espíritu / Runas grabadas en la piel (2017).

VICTOR QUEZADA. (Antofagasta, Chile, 1983). Autor de: Veinte (2004), Muerte en Niza (2010), Yoko (2013), Bulto (2016), Contra el origen (2016), Compost (2013), e Insistencia del día (Komorebi ediciones, 2018). En la actualidad, desarrolla el proyecto en línea Diario abierto.

JUAN CARLOS SUÁREZ REVOLLAR (Huancayo, 1982). Es narrador, editor, cronista y columnista de opinión. Además se ha desempeñado como gestor cultural y, a través de Acerva Ediciones —sello del que es fundador—. Cautivos de mar y tierra (2017) es su primera novela.


Para estudiar a

Vallejo ¿Es Vallejo el mejor poeta del mundo, como aseguran los que solo han leído a Vallejo o no han leído nada? Tal afirmación se basa en una poco conocida encuesta realizada en España el año 2000, en el ámbito literario, donde se concluía que era el poeta más importante de la lengua al finalizar el milenio. Escribe: OMAR ARAMAYO

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l margen de cualquier anecdótica información, lo que sí es posible es reconocer que el vate santiaguino desplegó una poética original, profunda y renovadora, comparable solo a las que en su tiempo implementaron Quevedo y siglos más tarde Darío. Tres hitos que marcan el desarrollo del idioma, tres padres que cuestionan la gramática, el ritmo, y la semántica, y por lo tanto el espíritu, replanteado como fuente de contenidos que la realidad social cambiante lo exige, que hacen de la lengua una posibilidad del ser y del ver las cosas más allá de lo que son, más allá o más adentro. Porque el idioma no solo describe e interpreta la verdad y debe por lo tanto ser verdad, sino la belleza, y eso está directamente en la fragua, en el horno, en el corazón de los grandes creadores, que sobre intuiciones primigenias

van a desbordar y transformar el vehículo que los transporta verso a verso, silencio a silencio, hacia un final que al iniciar sus obras tal vez ni ellos mismos calcularon. Debemos recordar que, en 1922, hace noventa años, se publicaron obras capitales y renovadoras de la literatura universal: Tierra Baldía de Eliot, Ulises de James Joyce, y por cierto Trilce, de César Vallejo; año el mismo y en enero, se realizó la semana de arte moderno en Sao Paulo y la antropofagia, que marca la renovación de las artes en el mundo portugués. No se trata de concluir en una telaraña de coincidencias, sino de observar con justicia que la originalidad de Vallejo es paralela al mundo europeo, nítida, fresca, glamorosa, dentro de un estado de ánimo universal, parte de una masa crítica evidente, donde la expresión artística no pertenece tanto a la

persona sino que es expresión de un élan vital cósmico y social, como sugería John Lennon, la música está en el ambiente, el individuo es un receptor; para recusar la teoría de los “préstamos” de la cual algunos jóvenes académicos echan mano alegremente para explicar la obra de Oquendo o de los indigenistas del grupo Orkopata, como tributarios fatalistas de las vanguardias europeas, clara expresión de la mentalidad colonial, que jamás podrá explicarse la existencia del mundo sino como parte de Europa. Obviamente Vallejo tenía un profundo conocimiento de la gran renovación mundial del arte y la literatura, conectó y bebió de esa fuente globalizante, pero lejos estuvo de ser acólito, tributario, colono, de ese movimiento de energía, vitalidad, y alegría. La palabra préstamo patina en seco y siete veces se-

guidas. Vallejo tenía su propio fulgor, y lo mismo que aquellos jóvenes innovadores como Huidobro o José Juan Tablada, y más antes Souza Andrade, y más antes aun, Simón Rodríguez. En su irreverencia ante la sociedad, el pasado y el sistema, la vanguardia desata fuerzas creativas insospechadas, el nuevo arte con su semilla de rebeldía se siembra como un huracán y las viejas formas del arte cesan puntualmente, como si un árbitro deportivo o la sirena de una fábrica señalaran de pronto el final del partido, el fin de la jornada, el acabose del crepúsculo. Y empieza un tiempo nuevo. Ese impulso creativo, regenerador, está nutrido de una alegría liberadora de fuerzas contenidas; cuando observamos Trilce, podemos ver fundamentalmente el júbilo interior, Trilce es el júbilo, la alegría de crear y de

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ser. Es obra de gozo íntimo y de sumo humor, más allá del tema existencial y de la duda metafísica que alienta en el contenido; indubitablemente, desdice eso, la superstición que Vallejo era un hombre triste y depresivo, que sus versos invitan a la angustia o la melancolía. Vallejo lo dice, paradójicamente, con alegría. En todo caso, se establece un doble juego, paralelo, lo que dice se relativiza a través de la forma, o adquiere otro relieve, una especie de supra oxímoron; paralelo, opuesto y complementario. Es, pero no es, lo garantizo con la forma, lo digo, pero tú sabrás comprender, reflexiona y nos pone a prueba. Vallejo no se “prestó” el ultraísmo, lo entrevió, lo intuyó, y lo desarrolló de manera personal, lo enriqueció, como ocurrió con otros creadores, porque la vanguardia estaba en el aire. Y se adelantó de tal modo, que muchos lo incomprendieron o solo no lo entendieron; Mariátegui, su primer sabio apologista, acogió a Trilce en su ensayo sobre literatura peruana, el Amauta era difusor y analista de las tendencias en boga; aparte de las polémicas que suscitó y que fue asumida solo por Orrego y León Barandiarán, a favor de Vallejo y sus detractores provincianos. Trilce fue un libro subversivo, que puso en cuitas a los críticos, que les hizo dudar de su teoría y de su práctica estética y de su condición humana, hasta llegar finalmente a la pregunta ¿Para qué sirve la poesía? ¿Esto es poesía? ¿Entonces, qué es la poesía? El mensaje de Trilce, es el cambio en sí, cambio vertiginoso.

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La poesía de Vallejo tiene voces, matices, registros diversos, no es unísona ni monocorde. Los Heraldos Negros o Nostalgia Imperiales, corresponden a dos formas absolutamente distintas ya en su primer libro, esta manera de ver el mundo y ver la poesía nos permite distinguir hasta seis maneras de producir la voz poética, en ese tejido incansable de contenido y forma. La poesía nativista, o indigenista, donde la evocación y la exultación de su lar nativo, Santiago de Chuco, Trujillo, el pasado prehispánico, un indigenismo sui generis, que años más tarde se convertirán en los himnos de la solidaridad, son el capital poético inicial de Vallejo, su herencia romántica; pero además su yo identitario. La poesía intimista, la del yo y de la familia, aquella inagotable épica de los ojos cerrados y el recuerdo inagotable, las hermanas, los padres, la ternura, los amores infantiles y juveniles, inconclusos y reminiscentes, la cárcel lacerante, los recuerdos que lo persiguen como fantasmas, la conciencia y Dios y la muerte que lo acosan y no lo dejan tranquilo, ni siquiera pensar en el bruto libre/ que goza donde quiere, donde puede. La ropa que lo acompaña y de la cual no puede desprenderse, y no podrá hacerlo sino hasta su última etapa. La poesía intelectual, la construcción de las grandes metáforas, Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos, el alambique, la

escultura lingüística, el lucimiento del idioma, la herencia conceptista del aquel bravo dinamitero del siglo de oro; esa que le ha arrebatado el sueño a tanto estudioso de la literatura, lo que dijo y lo que no dijo, que a veces es tan especialmente interpretado localmente por Jorge Díaz Herrera, Danilo Sánchez Lihon o Manuel Velázques Rojas. El enigma, la superstición y la inteligencia, un coctel bravo y exquisito, engañoso y brillante. El tiempo hace que esos versos barrosos, difíciles, con el tiempo se vuelvan diáfanos, cristalinos, clásicos; irrepetibles, además porque toda repetición es una ofensa. Estruendomudo, lagrimal trifurca, y tantos. Poesía que resemantisa, que renueva sentidos, donde dos palabras se juntan inusualmente, como a nadie se le había ocurrido, la aparición de un nuevo sema, la impronta de un nuevo somos. La poesía lúdica, expansiva, donde no le importa ser surrealista, él que fue tan duro con el surrealismo como escuela o secta, o estridentista (una versión mexicana criolla del futurismo, al cual Roberto Bolaño ha destinado al basurero de la historia literaria, pero que en Vallejo es savia fresca) o naif, o solo ultraísta como Girondo, Borges, o Cansinos Assens; donde solo le interesa jugar con la palabra y a partir de ese juego arma su estrategia. 999 calorías/ Rumb… Trrraprrr… chaz/ Serpentínica u del biscochero/ engrifada al tímpa-

no. Vallejo como Oquendo de Amat, supo troquelar un vanguardismo sui generis, crisol de todos los ismos, propio, humano y jubiloso; y en el caso de Vallejo a veces inmersos en su lectura nos olvidamos que no es vanguardismo sino solo un juego, es decir poesía. La poesía mántrica, cerradamente anafórica, en base a la repetición, como un tambor o los latidos del corazón, en busca del ritmo y la persistencia, como una lluvia que no se retira o la voz que llama a los dioses sin cansancio; en fin, en busca de un estado de ánimo: Era era. Es una tendencia de poesía fonética, a veces clara otras difusa, en Yuntas se puede distinguir esta manera, en alta resolución. Varios días, Guijón; muchos días, guijón; mucho tiempo, Gijón; etc. o tanto otros de España. La poesía donde se encarnan los grandes himnos de la agonía y la solidaridad, donde Vallejo ha transmutado la duda metafísica por el amor al ser humano, visibles en Poemas Humanos y en España Aparta de mí este Cáliz. Poetas como Walt Whitman o Saint Jhon Perse, o pintores como Orozco o Siqueiros, de frescos, que trascienden la circunstancia y hablan en nombre de la especie. Esta es una manera de ver su poesía, existen muchas otras, más oportunas y completas, más dedicadas y profundas, que podrán encontrarse en este libro; a Vallejo debemos verlo con ojo de mosca y tratarlo con mano de cirujano, inmensa es su riqueza.


Un viaje hacia el nuevo principio* ¿Qué es Génesis sino un contrapunto, una coreografía de dos personajes cuya oposición crea cadencia y empatía su similitud? En la obra teatral de María Teresa Zúñiga Norero abundan los duetos que sostienen todo un relato, sean Zoelia y Gronelio (1993), Mades Medus(1999) o la más reciente, Una hora bajo el puente (2017). Escribe: JUAN CARLOS SUÁREZ REVOLLAR

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ción; y Una hora bajo el puente en un entorno marginal, tras una gran derrota que ha arrojado de la sociedad a sus protagonistas. Génesis y Victoria, la nieta y la abuela, recorren una tierra en ruinas donde el peligro usual de guerras y desastres las mantiene cerca de la muerte. De los diversos temas abordados por la autora a lo largo de su obra, es acaso en Génesis donde la condición de mujer toma, más que en otras, el centro de la trama. Sin tratarse de un manifiesto feminista, es una historia que pone en agenda algunos de los males que por siglos han aquejado al género femenino. Pero en vez de mostrarse como víctimas, abuela y nieta afrontan el mundo con esa determinación de mujeres fuertes, muy recurrentes en la obra de María Teresa Zúñiga. En vez de la busca y hallazgo de una nieta perdida, el otro tema de fondo en Génesis es la propia guerra con todas sus consecuencias: desde la pérdida del Estado de derecho y la anarquía hasta la destrucción y la muerte. Génesis y Victoria apenas se conocen, pues solo llevan tres días de haberse reencontrado (una reunión, empero, que saben no puede durar). Las

Foto: Juan Carlos Suárez Revollar

ero mientras los ancianos Zoelia y Gronelio son esposos a los que la convivencia ha acabado por nivelar sus caracteres; y el joven Medus ha adquirido una cierta visión del mundo de Mades, el viejo; Power y Mouse, de Una hora bajo el puente, mantienen una causa común, lejana e inútil por la derrota. En su novela La casa grande (Acerva, 2016) ya encontramos a dos personajes femeninos en una relación de complementariedad-oposición. Igual a Génesis, es la historia de una abuela y su nieta, pero contada desde el punto de vista de esta última, quien además es una niña (a diferencia de la joven Génesis) y alter ego de la autora. Así, el lector ingresa de su mano a un mundo infantil que se contrapone al de los adultos regido por la abuela. La obra teatral de Zúñiga Norero destaca por sus personajes de rasgos peculiares en un ámbito alejado del convencional donde nosotros, gentes de carne y hueso, nacemos, vivimos y morimos. Zoelia y Gronelio ocurre en un contexto posapocalíptico; Mades Medus en un espacio circense, de actores itinerantes donde confluyen la realidad real con la de la fic-

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diferencias entre una y otra rebasan sus respectivas generaciones. Tienen una percepción del mundo muy propia, reflejada en el significado que cada una da a acciones sencillas como la de cerrar los ojos: en Victoria sirve para eludir la horrible realidad, en Génesis para transformarla en un lugar mejor. O la muerte reflejada en una lápida cualquiera: irrelevante para la nieta, el rastro de una vida y su existencia en la memoria de sus deudos para la abuela. Pero la mayor confluencia de ambas reside en su condición de mujer. Una condición, además, largamente sometida por una sociedad patriarcal, a la que se critica en la obra. Pone en boca de Génesis, por eso, que “una cosa es nacer mujer y otra hacerse mujer”. No es gratuito que otra arista de la relación entre abuela y nieta sea, precisamente, la de maestra y alumna. En La casa grande y en Génesis se percibe una vaga empatía y rasgos comunes de Zúñiga Norero con ambas abuelas, que ejercen la docencia, igual a ella. Quienes conocen a la autora estarán de acuerdo en una cierta propensión suya, formadora y pedagógica —también maternal—, con sus amigos cercanos y principalmente con los demás miembros del Grupo de Teatro

Expresión. Expresión ha sido clave en su producción teatral de los últimos 32 años, no solo por la logística para el montaje de sus obras, sino por la retroalimentación y el soporte emocional y familiar. Junto con ella y varios más, el grupo lo han integrado por todo ese tiempo su esposo Jorge Miranda y sus hijos Jorge Luis y Marco Antonio. Ellos asumen el rol de primeros lectores y críticos con una misma percepción estética del teatro como texto literario y guía para la construcción e interpretación de personajes y de la puesta en escena. En este proceso, la labor creativa suele ser conjunta y constante. Alguna vez María Teresa Zúñiga me dijo que sus piezas teatrales siempre estaban sujetas a cambio y mejora. Entendemos que esto se refiere más bien al montaje: he visto repetidas veces algunas de sus obras —unas son dirigidas solo por ella y otras por Jorge Miranda— y cada puesta en escena difiere de la anterior. Se trata de diferencias mínimas, claro, pero que refuerzan ligeramente el mensaje y el efecto sobre el espectador. Facilita estas variaciones que la autora recurre poco a la acotación, lo cual otorga mayor libertad de adaptación.

El teatro de María Teresa Zúñiga es pródigo en símbolos de cierta ambigüedad, que en el futuro permitirá versiones diversas y acaso opuestas según la percepción e interpretación de cada director. En Génesis, por ejemplo, podría mencionarse varios: la aparición del teléfono celular, a través del cual se manifiestan “ellos”, entidades omnipresentes e invisibles; el significado de los nombres “Génesis” y “Victoria”; o la idea de lo femenino asociado al color blanco: lejos de la carencia de mácula, en la obra adquiere el carácter de fragilidad porque es fácil de manchar, de deteriorar, de destruir. Esto se refuerza con la permanente evocación de las violaciones como otro de los riesgos. Se trata de un peligro cuasiexclusivo para la mujer y la mayor muestra de una vulnerabilidad determinada por el género, aun en tiempos de paz, pero crítica en situaciones extremas como una guerra. ¿Qué es Génesis, entonces? La abuela Victoria define esa palabra como “el origen de un nuevo nacimiento”. Pero la pieza teatral podría tomarse como un tributo a las millones de mujeres que, a lo largo del tiempo, debieron afrontar la guerra en calidad de supervivientes, víctimas o heroínas.

Esas mujeres violadas o muertas de Nankín, Rusia y Berlín; del África Central y también las cautivas del ISIS; o las más cercanas de Manta y Vilca, en el Ande peruano, nos recuerdan que la violencia de género siempre se usó como acto de guerra. Entonces ella, la mujer, hace surgir un camino, el renacer constante de un nuevo principio. Así, la obra se une a esa estirpe de la literatura que rebasa el plano artístico y hace visibles los grandes problemas que persiguen desde sus inicios a la humanidad. *Prólogo del libro Génesis (Lima, 2018), de María Teresa Zúñiga, editado por el festival de teatro Sala de Parto.

Foto: Juan Carlos Suárez Revollar

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Un inolvidable pueblo: Una cartografía literaria del migrante andino

Como ciudad capital y monopolio del poder centralizado, Lima es, en palabras de Ángel Rama, el Perú letrado. Las provincias constituyen, en cambio, la hojarasca que de vez en cuando hace bulla, levanta un remolino de voces extrañas y amenaza, a contracorriente, con institucionalizar la experiencia andina. Escribe: JULIO NORIEGA BERNUY

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e ese remolino en las letras y las artes salieron los maestros y pintores indios Diego Quispe y Santa Cruz Pumacallao de la Escuela Cusqueña (XVII-XVIII), cuyas obras introducían el sincretismo de la religiosidad andina durante la Colonia y circulaban con éxito desde Chile hasta México. Siglos más tarde, en medio de movimientos campesinos, obreros y estudiantiles, surge también un grupo de intelectuales provincianos en Puno que, agrupados en torno a su Boletín Titikaka (1926-

30), inaugura otra forma muy original de modernidad periférica al fusionar artística y creativamente el indigenismo con el vanguardismo literario1. Ahora mismo, en momentos en que se experimenta un renacimiento de la narrativa peruana sobre la violencia política de las últimas décadas, se percibe la presencia marginal de muchos narradores provincianos, quienes no han alcanzado la difusión ni han merecido la atención que siempre tienen aquéllos que escriben desde Lima (Alonso Cueto), España (Santiago Roncagliolo,

Jorge Eduardo Benavides) y los Estados Unidos (Daniel Alarcón)2. Ernesto Ramos Berrospi, nacido y radicado en Huancayo, pertenece a la generación de escritores contemporáneos de provincia que han sufrido el impacto de la violencia mucho más cerca, escritores que, habiendo sido testigos directos de la guerra entre la subversión y el gobierno, cuentan con fuentes de primera mano y, por tanto, no necesitan recurrir a libros, periódicos o informes mediatizados de ninguna comisión para fabular sus relatos.

Con Un inolvidable pueblo, Ramos Berrospi emprende el ambicioso proyecto de escribir un texto fundacional, una novela casi bíblica en la cultura andina. Mediante la traducción al español del nombre quechua Goyllarisquizga (“Pueblo Donde la Estrella Había Caído”), mitifica el origen de todo un pueblo y la existencia del carbón en la zona como resultado de los restos de esa estrella incandescente que se apagó al caer a la tierra por azar. Una vez ambientado el pueblo en las alturas de Cerro de Pasco, consigue

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que en la memoria de Enrique, recuerdo nostálgico y evocación de un narrador testigo que vive la ausencia del destierro, Goyllarisquizga se convierta en un paraíso en los Andes, del que el mismo Enrique y su pareja Susan Susan fueron expulsados por haber cometido en la adolescencia, y sin saberlo, el pecado del incesto. Si Goyllarisquizga en la novela funciona como paraíso y la pareja de adolescentes corre la misma suerte que Adán y Eva, el carbón también se sacraliza, es el cuerpo quemado de la misteriosa estrella que se tornó en montaña negra y, como tal, fruto prohibido que no debe ser extraído por los mineros. Por eso, por haber explotado el carbón sin respetar el designio mítico, los pioneros en la extracción de este producto, Augusto Loayza y su gente, fracasan de inmediato, se quedan sin recursos y, buscando ayuda, se van a Lima para nunca más volver. Poco después, se instala como sucesor el ingeniero Richard Conrad con mejores equipos, pero también él fracasa, enloquece y muere vencido por las rocas. La destrucción apocalíptica de Goyllarisquizga por el castigo del despoblamiento se hace entonces inevitable. Los que no se van, se mueren. La abuela Rafaela es la única que sobrevive. Se salva porque, desde los tiempos de su propio padre, quien había llegado a Goyllarisquizga víctima del despojo de tierras por parte de un terrateniente italiano sin escrúpulos, privilegió la agricultura artesanal en “las chacritas [que] producían hasta tres veces por año”, se opuso al saqueo indiscriminado de minerales a manos de mineros foráneos y hasta lideró un levantamiento de mujeres contra los abusos de un prefecto corrupto. Así, más viva que nadie, ella esperó que el pueblo renaciera o, al menos, que los hijos se la llevaran a Huancayo, “hermoso valle de retamas en flor”. De modo que el núcleo narrativo de la novela se encuentra entre dos polos míticos: el origen y la destrucción, el pecado y el castigo, el éxodo y el retorno.

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Ernesto Ramos Berrospi en la plaza de La Constitución de Huancayo, Perú. Foto: Guillermo Joo.

El nomadismo es una condición común a la mayoría de los personajes de la novela. Ellos recorren distintos lugares del mundo. Los peruanos se desplazan generalmente entre Lima y las provincias, aunque algunos, como en el caso de Enrique, inclusive llegan a viajar al exterior. Los dueños y los pocos profesionales en los centros mineros más importantes vienen de Alemania o de Estados Unidos. Contadas son las excepciones de quienes no experimentan esa condición de migrantes: Rafaela, Mitzi (salvo

su temporada de estudiante en Lima) y Margarita Lila. Pero, a pesar de no haber salido de su tierra natal, también ellas se ven afectadas en sus relaciones por el trauma que les causa la migración3 y el desarraigo. La abuela Rafaela vivió encerrada, en solitario retiro, desde que su novio, el otrora paramédico y ahora médico americano, el Dr. Robert Window, la dejara embarazada al volver a su tierra y ella se negara a acompañarlo. El príncipe azul de Mitzi, Rodolfo, prefirió irse a vagar con los gitanos que quedarse a vivir con

ella. Margarita Lila quedó de un momento a otro abandonada en Lima, amenazada por la miseria y la prostitución, ante la súbita desaparición de su prometido Francisco. La mujer parece ser, a primera vista, la única perdedora, a quien no le queda ninguna alternativa que elegir, ni siquiera la de irse fuera, ya que, con la excepción de lo ocurrido con Cristina, la emigración es un privilegio reservado a gente rica, extranjera, y en general a los hombres, quienes pasan, además, por un proceso de aprendizaje útil durante el viaje


y realizan sus sueños personales: Rodolfo se hace torero profesional, Robert Window llega a ser médico y hasta el palomilla y pandillero Francisco sube de rango en sus acciones criminales. Por fortuna, sucede con la mayoría de ellos aquello que no siempre consigue todo emigrante: retornar a su lugar de origen aunque sea para morirse. Sin embargo, cuando vuelven al lugar que un tiempo abandonaron, el paraíso ya no existe y, aunque en ciertos casos recuperan la relación interrumpida hace tiempo, el momento en que pudieron haber sido felices, la posibilidad de formar una familia estable se ha desvanecido. Por el contrario, la vuelta inesperada de los emigrantes no sólo problematiza, sino que agrava la situación. El secreto que guardan Robert y Rafaela, padres de Mitzi, conduce al incesto porque, al ser rechazado por Rafaela ante su pedido de continuar la relación que antes tuvieron, Robert decide formar otra familia gringa, en la que concibe a Susan Susan, hermana de Mitzi y futura novia de Enrique que, a su vez, resulta ser hijo de Mitzi. Igualmente, la inesperada presencia del torero Rodolfo en Goyllarisquizga y la reaparición de Francisco en Lima terminan por agudizar y destruir el matrimonio que tanto Mitzi con Enrique (padre) como Margarita Lila con Enrique (hijo) aún mantenían mientras esos hombres del pasado estuvieron lejos de sus vidas. Considerando los detalles mencionados y sus implicaciones

dentro de la novela, es viable afirmar entonces que detrás de cada migración, no importa la causa voluntaria o forzada que la motive, hay un paraíso perdido y por más que el retorno pueda revivir el pasado, la memoria de plena felicidad, jamás recuperará aquel paraíso. En otras palabras, si el retorno es posible en la migración, la redención simplemente no lo es. La novela Un inolvidable pueblo también es fundacional porque ofrece al lector una versión novelada de cartografía andina. En sus páginas se encuentra no sólo un inventario detallado de pueblos y ciudades importantes en la zona central del Perú, sino información sobre las rutas y el itinerario de trenes, juntamente con una guía específica de carreteras, restaurantes, hoteles, cines, bares y otros centros de entretenimiento para todo tipo de gente. Llama la atención, por ejemplo, el mapeo de las dos emblemáticas ciudades peruanas: Lima y Cusco. El mapa urbano de Lima se elabora desde el punto de vista múltiple de tres distintas experiencias y perspectivas: la experiencia de un migrante andino acomodado (Enrique), la de una mujer urbana y marginal (Margarita Lila) y la de un asaltante improvisado de bancos en los barracones del Callao (Francisco). Lima se perfila por primera vez ante los ojos de Enrique, estudiante recién llegado a la capital, como un centro caótico, donde abundaban pensiones de mala muerte para estudiantes provincianos;

pero poco después, cuando ya profesional y próspero empresario está de vuelta del extranjero, se le abren las puertas de la Lima elegante y moderna4. Hay, sin embargo, otra Lima monstruosa y aterradora en el fresco que la memoria de Margarita Lila pinta de los lugares por los que Francisco, ella y su familia solían andar5. En el caso del Cusco, la única ciudad del sur peruano que aparece en la novela, se resalta más bien el apogeo del comercio, tanto lícito como ilícito, que disfrazado de turismo ha logrado crear un mercado lucrativo de sexo y drogas, “donde sus artistas disfrazados de incas representaban exóticas escenas” para gringos y limeños pitucos. Pero, esta visión sociológica o antropológica de las ciudades desde la perspectiva del migrante andino es sólo un componente del mapa, ya que la parte física o geográfica está elaborada de manera puntual a partir del recorrido que hacen Enrique, Francisco y Cristina en sus viajes de ida y vuelta. Enrique proporciona el nombre de los pueblos, las estaciones de tren y las carreteras que unen Huancayo con Lima (Desamparados, Matucana, San Mateo, Casapalca, La Oroya, Jauja, Concepción), Francisco narra su peregrinaje por Tingo María, Pucallpa, Aguaytía, y Cristina, por su parte, entrega una lista de pequeños pueblos alrededor de Cerro de Pasco, a los que llegó en los viajes de negocios que, de joven, hacía en compañía de su tío: “Chango, Ticlayán, Rancas, Tusi, Chapur”. Por tanto, la

contribución más importante de esta primera construcción literaria de un mapa para el Perú, esbozado por Ramos Berrospi en Un inolvidable pueblo, radica, sin lugar a dudas, en haber detectado con minuciosidad el itinerario del migrante andino a partir de la experiencia misma del viaje y, sobre todo, en haber propuesto, contra la institucionalizada práctica colonial del requerimiento en la fundación de ciudades, rebautizar las principales ciudades andinas usando nombres de tradición histórica y popular: La Ciudad Imperial (Cusco), La Incontrastable (Huancayo), La Ciudad de los Caballeros de León (Huánuco), La Bella Durmiente (Tingo María), La Ciudad del Metal (Cerro de Pasco), La Ciudad de las Chimeneas (La Oroya) y La Ciudad de los Tísicos (Jauja). Tal vez así, en el mito que encierran los diferentes nombres de cada una de estas ciudades, se podría recuperar en parte la memoria del migrante en el mundo andino.

La novela fue publicada en 2010.

NOTAS:

1. Ver el libro de Cynthia Vich, Indigenismo de van-

guardia en el Perú: Un estudio sobre el Boletín Titikaka. Lima: Fondo Editorial FUCP, 2000. 2. Para una aproximación sobre este tema son útiles la tesis doctoral de Gabriel Saxton-Ruiz, Ambigüedades éticas y estéticas: La narrativa peruana contemporánea y la violencia política (Knoxville: University of Tennessee, 2010), y el trabajo de Robert Ruz, Contemporary Peruvian narrative and popular culture: Jaime Bayly, Iván Thays and Jorge Eduardo Benavides (Rochester: Tamesis, 2005). 3. Consciente de la diferencia que hay entre los distintos términos, empleo, sólo para los fines de este artículo, migración, destierro y nomadismo con el mismo sentido de corrientes de desplazamiento humano en-

tre un lugar y otro. 4. Esa Lima donde se puede acudir a “cines de estreno del centro, a las pollerías miraflorinas, a los elegantes salones de baile de la Costanera de Magdalena del Mar y de San Miguel, a los parques de diversiones de Jesús María, a las playas limpias de Ancón, a los chifas del Barrio Chino, a los paseos campestres de Chaclacayo y Chosica” (p. 41). 5. “Tristemente veía prostituirse a mi madre por el Parque Universitario y las plazoletas de los cines Conde de Lemos y del Bolívar, cerca al cuartel de Santa Catalina [… y buscando a Francisco], temerariamente entré a las orgías de los fumones de Barrios Altos, y nada, me aventuré a los cuchitriles de los borrachos y rateritos de la Parada, y nada, crucé intrépida los fa-

mosos callejones maleados de Surquillo, y nada, me metí valientemente a la Huerta Perdida, y nada, llegué angustiada a Montecristo, y nada, vi admirada los jardines pulcros de la Quinta Heeren, y nada, rebusqué rincón por rincón el Campo de Marte y el Parque de Reserva, y nada, levanté uno a uno a los drogadictos de los jirones viejos de El Cercado, y nada, fui a los salones de baile de Malambito, y nada, anduve confundida con las lesbianas y homosexuales de las avenidas 28 de Julio, Méjico, Arequipa y Petit Thoaurs, y nada, indagué en los prostíbulos de la Victoria, y nada, recorrí los pueblos jóvenes de Canto Grande, y nada, vagué por los arenales de Boca Grande y Ventanilla, y nada, pagué peso a peso mi entrada a los complejos folclóricos de Yerbateros y Huachipa, y nada” (pp. 51, 53).

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Ernesto Ramos en San Marcos

Ernesto Ramos ingresó al Programa de Literaturas Hispánicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1976. Los ingresantes de ese año éramos un grupo de 25 nuevos estudiantes, pero, al año siguiente, quedamos reducidos a menos de la mitad porque muchos de ellos acabaron trasladándose a otros programas de mayor demanda en el mercado laboral. Escribe: JULIO NORIEGA BERNUY 10 ptyx

unque ya nos conocíamos, mi amistad con Ernesto comienza en esa época e intimamos aún más cuando, en el segundo año de nuestra carrera, empezamos a asistir a algunas clases avanzadas. Desde entonces, como buenos amigos y compañeros, compartimos nuestra vida de estudiantes provincianos en Lima y tomamos juntos casi todas nuestras asignaturas hasta completar los créditos necesarios para graduarnos. Los sanmarquinos de provincias en esos años andábamos ocupados en buscarnos la vida y, algo avergonzados de nuestro marcado acento andino o serrano, también tratábamos de pulir nuestro castellano a través de la lectura. Generalmente trabajábamos en cualquier oficio durante el día y estudiábamos de noche, por eso, la mayoría de los programas académicos en San Marcos ofrecía sus clases en dos turnos, en el día y en la noche, o únicamente en las noches. Uno de estos programas nocturnos era Literaturas Hispánicas. La vida académica en San Marcos era irregular. Por ejemplo, nuestro calendario académico nunca coincidía con el cronológico. Un semestre podía durar más de un año, debido a continuas huelgas tanto de personal docente como administrativo. Así, las clases para los ingresantes del 76 empezaron un año más tarde y el último semestre académico del 82 lo hicimos en realidad el 85, año en que Antonio Cornejo Polar fue elegido rector sin renunciar a su carga lectiva de un curso por semestre. Por eso, las promociones se contaban por el año de ingreso, más que por el de su graduación. Mientras no hubiera huelgas, Ernesto y yo seguíamos una sencilla rutina diaria de lunes a viernes. Nos veíamos en el comedor universitario de la calle Cangallo a mediodía; de ahí, después del almuerzo, caminábamos a la Avenida Grau en busca de libros usados; pasábamos luego a la estación de los autobuses de la universidad que nos llevaban a la ciudad univer-


La casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Foto: Archivo de la UNMSM.

sitaria, donde tomábamos una siesta forzosa en mi cuarto de estudiante para renovar energías antes de asistir a nuestras clases nocturnas impartidas por críticos, escritores y poetas como Washington Delgado, Antonio Cisneros, Francisco Bendezú, Edmundo Bendezú, Antonio Bravo, Francisco Carrillo, Edgardo Rivera, Tomás Escajadillo y Antonio Cornejo Polar, de los que, tal vez, no supimos aprovechar suficientemente la sabiduría y el tiempo que tan generosamente nos dedicaron. Ernesto era muy querido y solicitado. Lo buscábamos para salir de cualquier apuro. Cada vez que yo necesitaba un libro, unos apuntes de clase o algunas fotocopias, podía contar con él y con su apoyo para conseguirlos. Cuando una vez me vi en la urgencia de fraguar un trabajo monográfico de un día para otro y no contaba con una máquina de escribir disponible, recuerdo que Ernesto me dio la oportunidad de irme a su habitación de El Agustino, única habitación construida en la azotea de la casa de una familia huancaína y a la que se accedía a través de una escalera caracol de metal, y de pasarme la noche entera allí tecleando su vieja Olivetti, mientras él dormía sin importarle el martilleo inmisericorde que yo hacía al teclear. También recuerdo cómo, en una ocasión, al ver que yo no tenía dinero para mi pasaje

de vuelta a casa en el último bus nocturno, y que él tampoco podía ayudarme porque solo disponía para el suyo, prefirió venirse conmigo caminando un par de horas. En el trayecto, con la única moneda que le quedaba, compró un par de cigarrillos como pequeña gratificación a la obligada caminata. Además, Ernesto sabía que el sacrificio de solidarizarse conmigo esa noche también implicaba renunciar a la comodidad de su habitación y atenerse a pasar la noche en la mía, menos espaciosa y además compartida con otro compañero mío. Pero, como los sacrificios a veces tienen alguna recompensa y los festejos pueden aliviar penas, apenas llegamos decidimos armar una reunión con otros estudiantes vecinos. Ya a medianoche, cuando cantábamos huaynos de distintas provincias al compás de una guitarra, tocaron la puerta llamando a mi compañero de cuarto. Era el poeta y bohemio Cesáreo Martínez, el popular Chacho para sus amigos. Yo suponía que venía a la reunión pero no, según él, se trataba de saldar cuentas. “Mira Raulín — le suplicó a mi compañero que sacaba fuerzas por cerrarle el paso e impedir que entrara—, tienes razón para estar emperrado conmigo y para intentar echarme de tu casa, sé que te fallé, que no te devolví los diez soles, que te dejé sin comida ese fin de semana y que no te pa-

gué el préstamo como te había prometido, ni ese viernes de hace meses ni después. Lo que no sabes es que te pagaré el doble, sí, el doble. El doble porque te fallé y porque ahora mismo, hermanito lindo, me vas a dar otros diez soles más”. No sé si mi compañero Raúl se acordará de esta deuda. Lo que sí sé es que Ernesto, a pesar de que su fuerte no eran los huaynos porque prefería los tangos, se divirtió aquella noche de bromas y música entre amigos, como tantas otras veces ocurriría. Al final, debo admitir que nuestra experiencia en San Marcos fue una experiencia influida por la literatura en sentido amplio. Poetas fueron nuestros amigos, nuestros compañeros de estudio y, sobre todo, muchos de nuestros profesores. En las clases se respiraba un ambiente libre de convenciones académicas. Gracias a sus clases magistrales a las que asistía gente de otras universidades y también de otros países visitando el Perú, Antonio Cornejo, Washington Delgado y Edgardo Rivera convirtieron en aula magna un salón abandonado del último piso del pabellón de Letras, al que habíamos bautizado como “el gallinero”. También se improvisaban clases originales en departamentos privados, como el de Paco Carrillo en Barranco, cafés, restaurantes y bares entre tragos y bocanadas de humo de

cigarro. Algunas clases podían haberse llevado a cabo en cualquier lugar y a cualquier hora de la tarde. En este ambiente muchas cosas se podían arreglar recurriendo a la literatura. No faltó un alumno que recibiera una buena nota en un curso de ensayo por haber escrito un poema ni un poeta profesor que rehusara dar clases con la idea peregrina de compensar su labor de docente con la creación literaria. Por aquel entonces, Ernesto, que había leído casi la mayoría de los clásicos de la literatura europea e hispanoamericana, se inició como narrador con su primer relato, El enterrador, y más tarde recrearía parte de esta realidad sanmarquina en algunos pasajes de su novela Ilusiones perdidas. Me gustaría apelar a esta vivencia sanmarquina para enfrentar la muerte de Ernesto. Pensar y creer que no ha muerto. Que duerme tranquilo mientras escribo esta nota como aquella noche en que mecanografiaba mi trabajo en su cuarto. Que anda por allí fumándose un cigarrillo comprado con el último centavo de una noche bohemia y que no deja que la gente que no puede pagarse un pasaje en autobús camine sola. Que todavía me espera en la cita que habíamos acordado, poco antes de su muerte, para vernos, de nuevo, en Lima. Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.

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Dos escritores

conversan

El extinto escritor huancaíno Ernesto Ramos Berrospi (Huancayo, 1955-2019), conversó con el escritor, Alberto Chavarría Muñoz (Tayacaja, Huancavelica, 1959), para el desaparecido diario El sol de los andes, en abril del 2012. con motivo del Día Internacional del libro. En la charla, ambos hablan de sus preferencias en literatura, de la tradición literaria en Huancayo, la nueva generación generación de escritores, entre otros tópicos. Aquí, un extracto, a manera de homenaje al autor de Cuentos amargos. Entrevista: JAIME BRAVO

Ernesto Ramos Berrospi (izq.) y Alberto Chavarría Muñoz (der.). FOTO: Jaime Bravo.

Pregunta: ¿En Huancayo se avizora una literatura urbana propiamente dicha? Alberto Chavarría (ACH): Huancayo es una ciudad cosmopolita, lo ha sido desde 1822, incluso 50 años antes. En una sociedad posmoderna sí hay lugar a una literatura urbana, que toque todos esos temas, pero que aún en buena parte es todavía incipiente y al mismo tiempo tiene algunas dificultades temáticas y de lenguaje. Ernesto Ramos Berrospi (ERB): Creo que en Huancayo se da esta literatura, analizando a diversos autores vemos que estos ya utilizan técnicas literarias

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con estilos muy diferentes, en comparación de hace algunos años, incluso hay otros temas que van desarrollando, como la ciudad se ha vuelto grande, cosmopolita. Eso exige una literatura nueva. Pregunta: ¿Creen que hay una continuidad en la tradición literaria de Huancayo? ACH: No hay tal tradición, porque aquí ha habido un fenómeno social importante para la historia nacional y regional, que es la violencia política. En 1972, Julio César Alfaro gana el premio Ciudad Huancayo IV Centenario, y parecía que iba ser una continuidad de lo que

ya venían trabajando Alfonso Lazarte con su novela “El antro de las brujas” y también con el grupo Cantar o morir, que empezó a trabajar con la temática urbana con más fuerza y con otros grupos literarios, pero resulta que la guerra interna vino a trastocar todo esto, y la tradición no se recuperó. ERB: En efecto, la literatura urbana tuvo algunos avances con Julio César Alfaro, también con Carlos Villanes Cairo, pero esto se perdió por más de una década, pues en los ochenta no se publicaban libros, pero nuevamente en los noventa con la entrada de la globalización se

empezó a publicar y empezamos a escribir a pesar de que seguimos con estos problemas políticos. ACH: Claro habría que precisar, que en el año 90, cuando Ernesto publica “Cuentos amargos” hay un inicio de visualizar esto, pero no está muy claro que si en algunos cuentos el espacio era huancaíno o podía ser cualquier parte del país, pero eso ya se ha desarrollado mucho mejor en una segunda edición del libro y en las novelas que ha publicado. Pregunta: ¿Cómo es visto Huancayo en sus respectivas obras?


“Ernesto toca temas de su generación, que no solo buscan transmitir sensibilidades, sino también ideas al respecto.”

“Los cuentos de Alberto me parecen interesantes, en el que incluye buenas técnicas, pero en cuanto a la novela puedo ver algunas deficiencias.”

Alberto Chavarría Muñóz

Ernesto Ramos Berrospi

ACH: Huancayo en literatura, es urbana y posmoderna, y se desarrolla asumiendo códigos urbanos que cada vez aparecen más, como el mundo gay, nocturno y contracultural. En cuanto a lo posmoderno, muestro también el vacío ideológico y el desarrollo del mundo de las drogas. ERB: Creo que mi literatura, estéticamente ya es posmoderna, pues antes estábamos con lo andino, lo indigenista, pero ahora no, porque estamos aplicando otro tipo de lenguaje, aparte de las técnicas, y con tema sobre las drogas, la sexualidad, y también la violencia política, que aún se sigue escribiendo. Lo mío ahora está enfocado a las cuestiones más crudas, más realistas. Pregunta: ¿Cómo ven el panorama actual de la literatura regional escrita por jóvenes? ACH: Lo que nos alegra es que haya más jóvenes interesados en la literatura. En los años 70 había en Huancayo, solo tres escritores: Carlos Villanes Cairo, Julio César Alfaro y Félix Huamán Cabrera. Han pasado 40 años y solo fíjate cuántos escritores hay, pues a vuelo de pájaro habrá cerca de 30, y de todas las áreas. La única diferencia sería que los jóvenes son posmodernos y no acentúan algunos temas fundamentales de la sociedad, pero hay otros también que quieren la fama; están en su derecho. ERB: Aparte de los escritores, creo que hay un creciente interés de los alumnos de los colegios que se quieren vincular con la literatura, que quieren ser escritores y no son de esta generación, sino de una nueva, de ahí la importancia de reforzar el plan de lector. Pregunta: Alberto ¿Qué piensas de la literatura de ERB? ACH: En la evaluación que

Ernesto Ramos Berrospi falleció de manera sorpresiva. Estaba escribiendo una novela sobre las guerrillas.

tengo de Ernesto, es que toca temas de su generación, que no solo buscan transmitir sensibilidades, sino también ideas al respecto. Si bien todavía hay problemas de tipo estructural, en algunos casos me parece que hay una literatura que se va construyendo sólidamente en función de algunas ideas, y de algunos ideales literarios. Yo puedo definir a Ernesto como un escritor que plantea temáticas sin temor, pero al mismo tiempo esgrimiendo sus ideales literarios en acción. Pregunta: Ernesto ¿Qué piensas de la literatura de ACH? ERB: Los cuentos de Al-

berto me parecen interesantes, en el que incluye buenas técnicas, pero en cuanto a la novela puedo ver algunas deficiencias. Alberto ya le entró de lleno a la narración, y espero que adelante se ubique como un de los más grandes representantes de la literatura y sobre todo en el campo de la cuentística. Pregunta: ¿Cuál va ser el futuro de la literatura? ACH: Si los planes lectores, se van desarrollando como debe ser, y si hay mayor inversión en eso, tanto en la escuela pública como privada, yo creo si va haber futuro, además de otras razones. La ciudad crece y

necesita que haya gente que lo exprese, y el crecimiento de aspectos culturales y educativos, hace que la perspectiva sea mayor. Lo que sí veo es que aún los jóvenes no están asumiendo la literatura con criterio profesional. ERB: Hay futuro para la literatura. Ahora se están vendiendo más libros que antes; vemos escritores que están publicando dos o tres ediciones de sus mismos títulos, entonces se podría decir que hay lectores. Una de las grandes fallas es que algunos profesores no difunden a los escritores porque existe un desconocimiento de estos.

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Tulio Mora:

«Ya me quiero ir» Tulio Mora realizó su última mención a Hora Zero: “Jorge, Hora Zero ya la hizo y ya está bueno. Ya me quiero ir”. Escribe: MAYNOR FREYRE

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ueron las últimas palabras que Tulio Mora (Huancayo1948-Lima 2019) le dijo con apagada y ronca voz a su amigo de toda su vida poética, Jorge Pimentel, un día antes de perecer. Acababa de publicar Oncecielos (1919), poemario en la línea de su primer libro de poemas titulado Mitologías, editado en 1977 en Lima luego de retornar de México, donde durante cinco años alternara con el Grupo de los Infrarrealistas –nacido bajo la inspiración de horazeriana– fundado por el chileno Roberto Bolaño (el de Los detectives salvajes) y Mario Santiago Papasquiaro a quien Tulio dedica un relato maravilloso en su libro Hora Zero. Los broches mayores del sonido (2da. Edición 2019, Fondo Editorial Cultura Peruana) bajo el título

“Mario Santiago. Un zapatista disfrazado de pachuco”. Justo Los broches… es su obra post mortem con una extensión de 710 páginas que reúne la obra poética, narrativa, ensayística, testimonial y gráfica del movimiento que nuestro recordado polígrafo ayudó a refundar en 1977, pues antes solo se habían dedicado a polemizar y a hacer recitales populares por doquier descuidando la creación libresca que se iniciará con tres libros y reempezara con Mitologías presentado por el poeta Pablo Guevara en el hotel La Casona de Miguel Burga, el narrador del grupo. Antes de Los broches…, en él Tulio escribe un polémico prólogo de casi 70 páginas donde se explica el porqué de las ac-

tuaciones y creaciones de Hora Zero, había antologado junto con Roberto Bolaño, a su vez autor del prólogo, Hora Zero. La última vanguardia latinoamericana de poesía (Caracas, Venezuela ….), y luego de la primera edición también efectuó Hora Zero / Infrarrealismo la última vanguardia. Es imposible dejar de mencionar que su poemario Cementerio general resultó ganador del Concurso Latinomaericano de Poesía 1987, organizado por el CICLA, seleccionado por unanimidad por el jurado que conformaran Enrique Lihn, Carlos Germán Belli y Alberto Escobar, entre numerosos concursantes y que luego alcanzará hasta

cinco ediciones, corregidas y aumentadas, siendo considerado por muchos como el mejor poemario de los últimos 50 años, e inclusive traducido al inglés y publicado en Inglaterra bajo el título de A mountain crowned by a cementery. Fue autor de seis poemarios más: Oración frente a un plato de col, Zoología prestada, País interior, Simulación de la máscara, Ángeles detrás de la lluvia y Aquí sobra la eternidad, además de los ya mencionados. Escribió tres obras de investigación periodística sobre derechos humanos y fue brillante periodista, crítico literario y guionista cinematográfico, recorriendo casi todos los rincones de su amado Perú.

Foto: Nancy Chapell

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Tulio Mora,

un angel trovador

Foto Archivo Jaime Bravo

Ángeles Detrás de la Lluvia, es el título de un cuidado libro hecho con mucho esmero, aprecio y dedicación que revela un gusto especial por producir, crear poesía íntegra. Escribe: SERGIO CASTILLO

“…Echado entre sus libros, con una fractura en la clavícula, Mario se ve rodando por los escalones de mármol Del palacio de Bellas Artes: ganosa, gansosa de un crimen. De letras, la poesía mexicana se defiende. Una navaja reluce bajo el solemne faro de su fama y el agridulce autista es expulsado por su lengua de Pachuco saltando entre…” ptyx 15


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ojo este fragmento del texto concebido por Tulio, para morder el término de los comienzos o los inicios de una poética que se valida muy buena, dedicada a los insignes poetas: Carlos Oquendo de Amat, y Mario Santiago Papasquiaro (mexicano), y al amigo ausente como fue al abogado “Pocho” Ríos. Ángeles detrás de la lluvia (ADDLLL), es un libro maduro, ideal para albergar el contenido, que está dividido en tres apartados cada uno dedicado a los personajes citados y que constituyen el alter ego del autor -poeta constructor de sueños- que vacía su talego creador de palabra con la voz del ángel juglar cantando trovas dedicadas a sus seres emblemáticos y paradigmáticos que ya no están en este valle de lágrimas, que renacen gracias a este romance contemporáneo reivindicando su fruto literario y esplendido. Y el poema se extiende de tres en tres dividido cada verso en veinte a veintitrés silabas melódicas asonantes, que dan una música interior con ritmo y compás de jazz o “chicha” que creo, no se lo propuso el autor conscientemente ya que la música y este conversar con uno mismo va muy dentro, sale del corazón sintiéndose el poema como un zumo franco y sincero de música, talento y conocimiento. Hablar y comentar obra y vida de un poeta amigo es cosa difícil en el compromiso honrado. Él, sin lugar a dudas es el más importante poeta de la Región Central de Perú en

EL poeta Tulio Mora, en Huancayo, por los años 70. Foto: Archivo

esta época. Ha logrado el cenit que es inevitable y se cumple en decir y comentar la génesis del mismo. Contemporáneo nuestro, Tulio pertenece a esa excepcional generación que comienza a dar su creación y obra literaria en el año 65 del siglo pasado, rige las publicaciones de sus primeros poemas y escritos que editó la revista “Kachasmiragmi” por los años setenta, que creara Rosina Valcárcel y otros jóvenes: José Rosas Ribeyro, Elqui Burgos, Julio Nelson, poetas de la Universidad Mayor de San

Tulio Mora en entrevista con motivo de la publicación de ADDLLL.

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Marcos (UNMSM). Aquellos años mozos, estudiante de Literatura, asiduo de los cursos de Antropología, Historia y Ciencias políticas. El poeta Carlos Oquendo de Amat, (huancaneño, muerto en Guadarrama –España- en 1936, en la guerra civil a lado de una columna de guerrilleros republicanos). El Angel detrás de la lluvia, abre las páginas de este libro, ahí Tulio Mora inicia: “En ese sueño Oquendo mira tras la lluvia su tortura” … Los dos siguientes de esta

triada es un canto, donde se vislumbra cómo estos personajes en su afán de iniciar una propuesta y ética literaria contraria a los cánones de la moda, pugnan en encontrar una salida que a la larga es convertida en un vanguardismo de primera línea como es el caso de Oquendo y Papasquiaro, poeta infrarrealista. “Pocho” Ríos, es la propuesta del turbulento ángel amigo que con sus actos nos interpola con los dos poetas, la forma como se atreven a construir la moderna estructura de un cambio, de una revolución que haga digno al marginal semejante que no tiene acceso al poder, y que solo se basta como fuerza de trabajo y de sostén a una sociedad oprimente, en un país tercermundista. Esos son los contenidos que en la forma del poeta Tulio Mora se van dando de tres en tres versos que se encadenan con una fuerza interna intimista pero, que augura una explosión hacia afuera, creando una conmoción de critica reflexiva arrasando dentro del poema y haciéndonos pensar a quienes lo leemos con aplicación; aquí Tulio Mora colma su propuesta y se hace más humano, al convidarnos esta nueva forma que toma su verso haciéndola poesía suya, para quienes escuchamos su palabra horazeriana. Este es el principal aporte especial de este libro, de Mora donde brilla su nato talento. Libro que calientito me entregara con una recomendación: “Aquí dejo mi forma y contenido de mi poesía: apréciala, te va servir siempre”.

César Gamarra, Maynor Freyre, Tulio Mora y Sergio Castillo.


[Veneno de * escorpión azul] Las notas que siguen surgieron de una invitación: a un diálogo en torno a Un puño de brasa (Editorial Virus, 2017), reunión de ensayos sobre la obra del poeta Gonzalo Millán, pero también a una relectura, una invitación a regresar al diario de vida y de muerte (Veneno de escorpión azul, que Millán emprendió una vez conocido su diagnóstico de cáncer), el regreso al hogar y la montaña. Escribe: VÍCTOR QUEZADA.

Veneno de escorpión azul “Diario morir / Diario vivir Diario de vida / Diario de muerte Hechos consumados / Desechos consumados El día a día. Células grandes En el umbral de la muerte / Cerca del fin Poemas a la muerte / Poemas de despedida de la vida Jisei Adiós al pasado Testamento / Preparación para el viaje” Gonzalo Millán (1947-2006).

* Tuve dos encuentros con Gonzalo Millán o más propiamente uno. En el auditorio Rolando Mellafe de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, quizás en el año 2004, asistí a una lectura pública de poesía, seguramente propiciada por la profesora Soledad Bianchi, en la que Millán leyó en solitario. El auditorio estaba relativamente lleno y relativamente sombrío, era un día brumoso de invierno en Santiago. Me impresionó su manera de fumar un cigarrillo tras de otro: “No un hombre, ¡una nube en pantalones!”. En el año 2006, unas semanas después de su muerte, me invitaron a participar en calidad de joven poeta en el Congreso de Poesía de la Universidad de Chile. En esa oportunidad, uno de los otros invitados recitó un hermoso poema luctuoso en su memoria, frente a un auditorio conmovido.

* Esta manera (casi trágica) de comenzar podría ser un género en sí misma: el relato cursi del poeta sobreviviente que ante la muerte individual rememora la amistad con el difunto, la muerte del lazo social o la injusticia de un mundo en que, también, la poesía ha muerto. * Yo solo quería decir que una vez vi y escuché a Millán y fue de lejos, cuando miraba desde más adentro de mí mismo, con los ojos que están detrás de los ojos. * Ante este montón de hojas, cuál es el factor que decide qué pertenece al diario, qué al ensayo, qué al poema, qué entra en el libro. Estas notas, formas breves que de lejos parecen sino un montón de hojas, no pretenden ser una escritura homogénea o, menos, el producto de una subjetividad “fuerte”, “anclada”. Muy por el contrario. * A lo lejos, la escritura es mantillo, capa sensible del mundo. * Me invitaron a participar de una conversación en torno a un conjunto de ensayos sobre la obra de Gonzalo Millán (Un puño de brasa. Santiago de Chile: Virus, 2017). Agradezco la invitación pues me permite leer nuevamente Veneno de escorpión azul, su diario de muerte, el libro de despedida, el jisei-no-ku. Me llama la atención antes que todo, una actitud que parece transversal al conjunto: la muerte de Millán. Sin embargo, ninguno de los ensayos trata en particular sobre Veneno de escorpión azul, sino que abundan en la compleja dinámica de la despersonalización de su escritura. Creo, no obstante, que el diario está presente, muy presente,

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en cierto deseo de los autores de manifestar una relación personal con el muerto. * “Gonzalo buscaba algo, por eso repetía, por eso coleccionaba. Quizá nunca lo encontró, y nosotros, yo en este caso, no sé muy bien qué era, tal vez era solo salvarse o curarse de una obsesión. Tomó al fin la oportunidad de confrontarse con el umbral vida/muerte. Se le hizo corto el tiempo, pero le opuso palabras, las palabras de Veneno de escorpión azul. Quizá solo buscaba hacer una llamada, como esa llamada que esperaba Marilyn Monroe en el poema de Ernesto Cardenal. Acaso por eso, al revés, en alguna tarjeta del Archivo Zonaglo, hay anotados números telefónicos de personas que quizá aún esperan la llamada de Gonzalo, ese umbral o abismo ante el cual nos detenemos” (Walter Hoefler, p. 72). * “La conjunción de ambos textos [‘El presagio’ y ‘A story about the body’ de Claro/oscuro] sugiere sin sombra de duda la amenaza de un tumor cancerígeno, que sin embargo no se nombra: primero como presagio y luego como causa médica de una amputación de ambos pechos. Este motivo adquiere una resonancia diferente para quienes sabemos que Gonzalo Millán moriría de cáncer algunos años después de publicar estos poemas” (Fernando Pérez, p. 139). * [Santa Águeda] “sueña que está desnuda palpándose los pechos y buscando algo, algo duro como un botón o un hueso” (“El presagio”). * Estos ensayos, de alguna manera, en mayor o menor medida, parecen motivados por la muerte de Millán. Su muerte parece ser el signo que hace legible la obra. Ahora bien, desde el punto de vista de la enunciación, la muerte como signo hace

también legible una imagen: la de quien escribe mostrándose más o menos cercano al muerto. Hay un signo-disparador (que ilumina un conjunto de libros): la muerte; y hay también un ethos, una presentación de sí: la imagen del ensayista como testigo. Un testigo que con su testimonio quiere hacernos a nosotros testigos indirectos de su cercanía, de su sinceridad. * Recuerdo que a Manuel Bilbao (que escribió en 1866 la biografía de su hermano Francisco) se le reprochaba (Zorobabel Rodríguez, entre otros) una “adhesión ilimitada al muerto y a cuanto el muerto amó”. “Me dedicaré a escribir mi epitafio en los ratos libres” (Veneno, p. 17). El diario de muerte, el libro de despedida: jisei-no-ku. * El jisei o poema de despedida fue muy popular en la tradición de la poesía japonesa. Usual entre monjes del budismo zen y samuráis, estos poemas eran escritos en el lecho de muerte o cuando la muerte ya parecía cercana. El antecedente más antiguo de un poema de despedida, según Yoel Hoffmann (Japanese death poems, 1986), apareció en el primer registro de la historia del Japón, el Ko-jiki (712 d.C.), donde se relata la muerte de Yamato Takeru-no-Mikoto y su transformación en un pájaro blanco. * El jisei, que se escribía usualmente en la forma del tanka, implicaba una cierta concepción de la transitoriedad de la vida, un cierto saber sobre la muerte y su inminencia. * “El mundo: ¿a qué lo comparo? A los campos en Otoño iluminados tenuemente al anochecer por relámpagos” Minamoto-no-Shitago (911-983)

* Según K. Ogawa y T. Ogawa (A short study of Jisei, 2016), para comprender la popularidad que vivió el jisei, entre el periodo Heian (794-1185) y el Edo (1603-1868), se debe considerar como un antecedente que el promedio de vida entre los japoneses oscilaba entre los 20 y 40 años. “Entonces, es entendible que nuestros ancestros, que vivían vidas efímeras como las ilusiones, trataran de expresar sus últimos sentimientos haciendo uso de nuestro familiar estilo tanka” (p. 322-323). * “La vida fue algo así como la luz de la luna reflejada apenas en el agua que recogí en mis palmas” Ki no Tsurayuki (868-945).

* Me parece mejor, sin embargo, esta respuesta alternativa. Para Matsuo Basho (1644-1694), todo ku es un jisei: todo verso / todo poema es un poema a la muerte, un poema de despedida. = Si la vida es transitoria, todo poema / todo acto es una despedida. * “Si no hubiera sabido que estaba ya muerto habría llorado la pérdida de mi vida” Ota Dokan (1432-1486).

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“Tanto el vencedor como el vencido no son sino gotas de rocío rayos de luz. Así deberíamos ver el mundo” Onchi Yoshitaka (1507-1551).

* Frente al sentimiento de transitoriedad, de lo efímero de la vida, reflejado en las breves formas del jisei, la escritura de Veneno da la sensación de querer prolongar el tiempo, anotando la rutina diaria del moribundo. * Existen momentos en que las notas parecen indicar no más que el hecho de estar siendo escritas, por ejemplo: “2 de septiembre de 2006 (…) 16.00 Después del almuerzo (pizzas de Telepizza). 16.30 Fin galleta”. Hay sin embargo una diferencia entre ambas anotaciones, mientras a las 16:30 se indica una acción realizada en un tiempo preciso, la nota de las 16 horas pareciera simplemente constatar que “escribo esto, que (todavía) estoy aquí”. * Las notas. Algunas actitudes: escribir aquí y ahora, como quien está aquí y ahora / indicar / constatar / recordar / acordarse: despertar. * “Trabajo mi epitafio cuando duermo; al despertar, al recordar lo olvido. Estará escrito el día que no despierte del sueño. Estará escrito en mi casa cuando no despierte” (p. 140). * Según Hoffmann, hasta el siglo XVI, casi toda la poesía escrita en japonés tomó la forma del tanka. El tanka es un poema corto de 5 versos que ocupa la siguiente estructura silábica: 5-7-5 y 7-7. Usualmente, el tanka muestra dos imágenes complementarias a manera de espejos: en el primer espejo se refleja la naturaleza y, en el segundo, la figura del poeta. * La forma del haiku, por otro lado, encuentra sus raíces en la introducción del poema encadenado o renga, una especie de poesía que se escribía entre dos o más poetas. Los poemas encadenados del renga se componían por turnos, siguiendo estructuras de tres versos de 17 sílabas (5-7-5) y de dos versos de 14 sílabas (7-7). Cada poema se entrelazaba con el otro de distintas maneras, a partir de las imágenes representadas, asociaciones o juegos de palabras. Con el tiempo, estos poemas encadenados derivaron en dos estilos en la tradición del renga: primero, el que seguía reglas formales y trataba asuntos “graves” o “serios” con un lenguaje refinado; y segundo, un estilo formalmente menos riguroso y de tono más popular, conocido como haikai-no-renga, cuyo impulsor de mayor renombre en Occidente fue Basho. De este último estilo habría nacido la forma de 17 sílabas distribuidas en 3 versos (5-7-5) conocida como haiku. * El haiku no es un tanka compactado, aunque, en algún sentido, esas 14 sílabas del tanka ausentes en el haiku representan el espejo que refleja al poeta. Sin complemento meditativo, si el haiku es un espejo, solo refleja la naturaleza. * En el haiku existe un intento de decir algo sin decirlo.

“Se oscurece el mar: el graznido de un pato suena apenas blanco” Matsuo Basho (1644-1694). “La luna en el agua da una vuelta de carnero y se va con la corriente”

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Oshima Ryoti (1718-1787).

* “Me dedicaré a escribir mi epitafio en los ratos libres”. ¿Cuál es ese tiempo libre? Un tipo especial de tiempo (la ausencia del futuro como proyección) y un tipo especial de escritura (la que no se puede anhelar o recordar, por demasiado íntima, demasiado presente). Sin futuro o pasado, este deseo: que el encuentro entre tiempo y escritura posibilite la libertad. * ¿Cuándo?, el epitafio, por un lado; el tiempo de la libertad, por otro. * “Me voy de viaje. No sé cuándo. Parto de muerte” (p. 17). Y se escribe “parto” como quien dice parto de viaje, como quien dice que nace a la muerte. * “Trato de acostumbrarme a la idea de que ya no emprenderé aven-

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turas nuevas. En adelante solo retoco y corrijo lo escrito, completo los libros inconclusos. Me faltará seguramente el tiempo. Recibirán esos títulos la marca de lo incompleto y lo truncado” (p. 24). La marca del tiempo que falta: que es el único del que se dispone. * “Escribir Veneno de escorpión azul es hacer algo antes de morir, luchar por tu vida” (p. 40). Son las 10 AM del 5 de junio de 2006 y Millán se refiere por primera vez a este conjunto de notas por un título. * En el diario anotamos lo inminente –lo que amenaza con presentarse–. A veces, en la forma de lo biográfico: un reconocimiento (nuevo) de quienes somos en el presente, bajo la luz del pasado. Otras, con una nostalgia pura y triste, ideológica, por odio a la muerte y contra la vida (pues la nostalgia es la negación de la vida). He leído tres veces Veneno de escorpión azul. La primera, impaciente, con vergüenza ajena, con indignación por lo que entendí como un aprovechamiento editorial. La segunda, a saltos, unos años después, por una motivación, digamos, académica, tratando de entender qué era aquello, ese deseo de escritura (de trabajo) que sobreviene cuando se descubre que la muerte es “algo real y no solo temible”(Barthes). La tercera, con detalle y calma, con un saber nuevo, “golpeado” por la vida: como hermano. * Este saber, una obviedad: tomar conciencia de la muerte es hacerse consciente de sí mismo en tanto que mortal. * “Este es el último día en que veré a los patos graznar en el Lago Iware luego desapareceré en las nubes” Príncipe Otsu (663-686)

* “La muerte como una bienvenida. Como un regreso al punto de partida, al origen” (Veneno de escorpión azul, p. 275) * Partir como parir: El salmón que remonta el río hasta su muerte. Ir a morir a los santuarios (práctica antigua del sintoísmo) ubicados en las montañas: el lugar de donde la vida surge y resurge. * En la naturaleza no se muere solo. En el sintoísmo el problema de la salvación individual no existe por lo que la pesadez de la muerte se esfuma. En un mundo de continuidades cíclicas, se surge y resurge, se vuelve a lo natural, al clan, a la familia. * Es la muerte como proceso la que permite entender la muerte propia como un retorno. Es la muerte que participa de la vida (familiar / cotidiana / natural), la que permite entender la propia muerte como bienvenida. * Gonzalo Millán desea (escribe: en este plano, escribir es manifestar un deseo / fantasear) pasar agosto, morir en primavera: “En primavera hay que vencer las ganas de treparse a los árboles, el llamado de la madre arbórea a participar en el brote, partero de las hojas sin orejas” (Veneno, p. 307). * “Deseo morir en primavera bajo las flores de cerezo cuando la luna está llena” Saigyo (1118-1190) *

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Libro inclasificable, publicado póstumamente por Ediciones UDP.

“Sigue el ladrido y encontrarás al perro que será tu acompañante. Abre los oídos del árbol y encontrarás al pájaro que te mostrará el camino” (Veneno, p. 311). * Un deseo que deberá ser recibido como sorpresa por mi yo futuro: que la escritura “ensayística” y la del diario / que el poema y la “novela” sean de una misma especie, distinguibles solo de cerca, por la arruga sobre el ceño la una, por la mancha en el hombro el otro, por sus pecas y por sus cicatrices. *** Adenda “Siete meses, tres semanas y un día después encuentro una pestaña sobre la superficie blanca de la bandeja de patas de madera (…) Enferma, en cama, releyendo la última prueba del Veneno, una leve pestaña en el rincón derecho, ese pegado a mi cuerpo” Mané Zaldívar. Luna de Capricornio (2010). *Texto publicado originalmente el 15 de mayo de 2019, en la web: http:// www.lacallepassy061.cl/p/la-calle-passy-061-literatura-y-critica.html; y cedido geltilmente port su autor para la presente edición.


Ahora él es verde Domingo de Ramos

Y ella estaba delgada abismada Casi cielo sonriendo tendida Enfundada en su negro pantalón Acariciando a un hombre O lo que era un hombre El primero que vio era solar y viejo Lo despreció con toda su piel y su sexo Al segundo Ella danzo tomo fotos juntos Como si fueran dos raíces repeliéndose infinitamente Hasta que lo ahogo y lo vomito como un camión en un basural Y llego el tercer hombre como un cuadro expresionista Como un Orson Welles borracho y peludo Y ella sacudió sus hombros Sus blancos y horrorizados hombros Y en su mente las diapositivas giraban y se disparaban Como si fuera una bipolar morsa Y lo borro para siempre bajo la sombra de sus labios Quemantes Como su sexo negrísimo Arrullado por el rocío De una lata de cerveza Tirada al viento

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Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza Vanessa Martínez ¿Por qué las coronas? ¿Por qué obstaculizar con hiel el peldaño del valor? Hemos perdido el balbuceo El resoplar en la meta es un ahínco sobre los ojos vividos Transporta rezos de fuego para humedecer las mejillas y desacelerarnos sobre el trecho del recuento ¡Oh lánguida sombra! ¡Oh lánguida y travestida patria! Ocultando el corazón Marcapaso de mi ávido devenir ¿Podré perderme entre las razas sin dejar derramar mi luz? ¿Podré cantar, yo, olvidada voz, la desmemoriada letanía que nos incendia? ¡Esta sirena que chilla paralizará las marchas de los escudos! Y los ojos vividos como coros orgullosos nos escrutan con disimulo felino Como si no supiéramos también sobre la tristeza de los gatos que lloran nocturnos desde su sexo bajo el brillo de la única perla Circulamos sobre criptas donde Mona Lisa Esculpida Se vuelve infinita y roza las incertidumbres de las aflicciones

Es cierto: ¡todos han muerto! Van eunucos de nuestra pasión Procesión de la insalubre vergüenza pasiva, para llegar y preguntarnos, cristianos, en el calvario de sus ojos: “¿Por qué me has abandonado?” Los tristes somos de izquierda noble antagónicos de la real condición Vestimos una frontera de juncos amarillos donde insectos en sus puntas defecan y destilan sus venenos Lo chupamos todo Ebrios e inexcusables Vibramos ante la sobredosis publicitaria de las urnas Con las venas inundadas por el torrente de lo que significa ser una cruz El índice es una noche sin perlas ni diamantes Que oculta la ciudad con su chorreada dactilar Color del hematoma profundo que nos traga Tal vez la devoción etílica solo sea el torbellino

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que los amigos ansían siempre para destruir las grandes fiestas Ni todo el color del hematoma que nos empobrece impide el incendio de: Roma Roma que es igual al amor invertido Se nos incendia Y el dolor de un género no desarrollado o muy desarrollado Como mirarte extinto de lo que nunca se tuvo Tocarse, verse, en los órganos, el sentido uniforme Casi universal, sentir el xxy del cerebro entre las piernas Templar la piel, esconder el bulto o poner el bulto ------------------------------------------------------Ejercicios: 1, 2, 3 huye 1, 2, 3 esconde 1, 2, 3 contorsión Modula la voz: do-re-mi-fa-sol-la-si & viceversa Ahora solo quédate en mi-fa o si quieres del otro amor en do-re ¡Ya lo estás haciendo muy bien! Ahora: Con el sexo en la mano y el cuerpo kitsh rellenemos con nylon o silicón el amortiguamiento del deseo Antes de los golpes paternos, las horas de cuarto, los días de cuarto, tantas veces las paredes como espejo la madre la más hermosa siempre la más hermosa sus ojos lo más hermosos sus piernas y la tela en caída sobre sus hombros sacudiendo a su Helena y volamos a atraparla en el aire en su perfume en su seno o su castigo la madre muchas veces como el primer símbolo y como la primera mano del perdón para nuestra ambición que crece minúscula desde nuestro paraíso que se torna en infierno

Roma Roma que es igual al amor invertido Se nos incendia Esta ciudad siempre distinta Es para ti y para mi Ha sido inspirada por una guerra Y la culpa de una manzana Para el mal hermano Es una culebra, un laberinto del cual solo se conoce la entrada Y en cambio la idea es arruinarnos por completo Mordernos la cola para cerrar el círculo Dejar de fingir pequeñas hecatombes cascabel Los modales no son una verdad El tercer ojo es una vagina o la punta de un pene que te mira para que nos miremos La tristeza es aquel ojo que se cierra por el olvido.

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← de la acción y el repliegue → Roy Alfonso Vega Jácome

¡como si no fuéramos todos unos suicidados de la sociedad! ANTONIN ARTAUD

/ no somos nosotros los suicidas / / es la sociedad la que nos suicida / / la que se levanta greñuda y azarosa / / a preparar el café matutino para echárnoslo en la cara / / la que se cambia de medias / / y nos ahorca con el nailon del desamor / / la que germina bichos en nuestra cabellera / / y divulga el aroma del carbón apagado / / ella nos suicida con sus espejos de esmog / / con sus dientes de carne y gallinazos / / ella nos enferma / nos aniquila / nos seduce con su canto de sirena / / deberíamos culparla de contaminar a nuestras familias / / de exterminar el cielo de noviembre / / solo queremos salir a caminar / / sin automóviles ni sicarios apostados en las esquinas / / su mirada turbia nos vigila / / sedienta y carente de memoria / / repetitiva hasta el cansancio / / sería ideal pintar grafitis / / para burlarnos de sus entrañas / / para convertir un trozo de esta urbe de tecnología melancólica / / en un espacio multicolor de pesares y emociones / / ella nos quiere suicidar / / pues démosle la contra / / y seamos nosotros los suicidas / / por primera vez en toda la historia / A ALAN VEGA JÁCOME

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«A estas alturas de mi vida me canso escribir; ya no quiero escribir» El poeta Domingo de Ramos (Ica-Perú, 1960); estuvo en Huancayo, para presentar su último libro de poemas, Los salvajes del Sur (Editorial Horizonte, 2018), asimismo para reencontrarse con sus entrañables amigos. Domingo es una reconcida figura de la generación del 80. Además fue co-fundador de la grupo poético Kloaka. Aquí, un extracto de la entrevista que concedió a la revista Ptyx. Entrevista: SANTIAGO LHIMMA. ¿Cuáles son las impresiones personales de tu poesía? En realidad, es muy difícil hablar de mi propia poesía. No se puede. ¿Pero tienes una conciencia sobre la construcción de tu propia obra? No es una conciencia. Podré tener alguna noción de lo hago ¿no? de donde voy, al tratar los temas, por ejemplo. Si puedo tenerlas, pero a veces hay cosas que salen que sin yo me lo proponga, y después me doy cuenta. Pero que yo vaya así seguro, hacia algo, no. Yo creo que los poetas no tenemos eso, lo que si tienen esa actitud son los narradores, los novelistas, porque ellos sí construyen, no solo personajes, situaciones, etc., un mundo en realidad. La poesía es algo mucho más abstracto, pero a la vez más terrenal, las dos cosas juntas, dialécticamente hablando. Las novelas son de tesis, la poesía es espontánea, es inmediata, viene a ser algo con espíritu, son, flota, salen, pero no tiene explicación. ¿Cuáles son tus principales influencias en la poesía que desarrollas? En realidad hay muchas entradas, se puede decir, desde la poesía occidental, hasta la poesóia nuestra, incluso ancestral, es que uno ha tenido muchas lecturas. Creo que de una u otra manera, todas las lecturas se filtran en lo que uno escribe. Sin darse cuenta. Para salir de tu pregunta. Mi poesía no es tanto una poesía marginal, o una poesía culta, sino es simplemente poesía. Lo que uno quiere hacer es una poesía buena. ¿Hay algun poeta al que siempre retornas? Yo retorno a los clásicos siempre. Pero a mí me gusta más la poesía anglosajona, poesía en inglés. Me intersa porque es más experimental, en todo caso. ¿Cómo asumes la progresión de tus publicaciones? Pienso que, desde mi primer, a este ultimo libro, hay una distancia, no solamente por el hecho del tiempo transcurrido, sino simplemente que uno cada tiempo dotándose de experiencias que no lo tenia hace diez o quince años, ya uno ha viajado, conoce más mundos, etc. Eso sí, nada es estático. Yo creo que, desde mi primer libro a este último, he progresado bastante, ósea he progresado con la construcción de mi poética. ¿Haciendo un gesto anacrónico, te consideras un poeta social o poeta puro? Ninguno de los dos. Eso ya sido superado. Las vanguardias de los años 20, lo superaron. Es una dicotomía

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inventada aquí en el Perú. No entiendo por qué en la década del 50, se tenía que proponer, una poesía pura, y una poesía social. Parece que ellos, habían negado a vallejo y a Eguren, Martin Adán. Que ellos no tienen ni de puros ni social. Simplemente escriben poesía. Kloaka proponía la liberalidad absoluta Si. Y sigue proponiendo. Pero el problema es que cuando hay un retroceso en el mundo, viene un señor llamado Donald Trump, vienen el neoliberalismo total, entonces significa no solo en términos estéticos, sino en también términos espirituales, retroceder, se vuelve conservador y no propone más cosas. Se vuelve conservador en la medida de que ya no va a experimentar varias cosas, sino de conformarse con lo que hay, y desarrollar lo que es más destructivo, aquello que es globalizado, esas cosas del mercado y que va degenerando a la humanidad. ¿Kloaka nunca hizo política partidaria? No. Era más grupal las cosas; pero también individual, porque en el fondo queríamos tener nuestros proyectos personales, por eso se acabó muy rápido, por eso duró dos años. Después de ese furor colectivo, nos aburrimos nosotros mismos de vernos la cara, y decimos que cada uno se vaya, además coincidió que cada uno se iba fuera del país, y entonces ya para qué. Ahora dicen que quieren replantearle nuevamente en Europa, una refundación en París, que en Lima. Yo francamente me va y me viene, no me entusiasma mucho una refundación de Kloaka Muchos críticos han definido tus poemas como poemas ensayo, ensayo sociológico. ¿Cómo asumes ese estilo? Yo estudie sociología en San Marcos. Que de una u otra manera lo uso, solamente por una forma de orientación. Pero eso tiene un techo, nada más. Y después se me acaba los temas sociales, entre comillas, los temas que la sociología plantea, entre comillas. ¿Qué hago? ¿Me quedo ahí? Es como si yo fuera un poeta erótico, que todo sea puro erotismo, o sea sería monótono. Ya se acabaron esos temas, y ahí surgirá otra cosa. Lo estético va a definir todo. ¿Cómo es tu sistema de composición poética? Me levanto un día y me pongo a escribir, después me olvido de lo que he escrito, y al día siguiente hago otra cosa, y así sucesivamente, hasta que me acuerde de qué estaba escribiendo, ese es mi estilo; porque me canso, me canso; a estas alturas de mi vida, me canso escribir, ya no quiero escribir, pero no puedo vivir sin ello, y gran parte de esa poesía que habré escrito lo tengo ahí amontonado, y está bien porque de ahí saco cosas que me interesan para después

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más adelante revisarlo nuevamente y desde ahí partir, y hacer un libro; yo mismo me asombro y me digo: “¿esto he escrito? ¡Qué loco!”, entonces rescato eso y de lo que hay ahí, lo contemporizo. Por ejemplo, ahora estoy planteando una escritura. Hace poco estuve en Nazca y me fui hasta Ayacucho, y mi madre es ayacuchana, pero ya murió, entonces sentía que le debo algo. Nunca fui a su tierra, es la primera vez que fui. Ella salió a los 13 años, y se fue a Nazca, de ahí hasta Ica, y de Ica a Lima, entonces yo quise hacer esa trayectoria, pero esa trayectoria va acompañada de una relectura y lectura de Huamán Poma de Ayala; quiero establecer un dialogo entre mi madre y Huamán Poma, entre ambos; ese es mi proyecto ahora. ¿Crees que Los salvajes del sur es tu canto de cisne? No. Creo que es una parte de mi experiencia europea, occidental, mientras que lo de Huamán Poma y el diálogo con mi madre es mucho más familiar, pero también es una trayectoria de muchas generaciones de familias que se han establecido en Lima. ¿Te consideras un poeta cronista de tu tiempo? Sí, de todas maneras, porque registro lo que pasa en el mundo, sin quererlo. ¿No tienes temor que en algún momento el lenguaje poético que utilizas puede considerarse anacrónico? No lo pienso así. Pienso que de repente en algún momento yo mismo me voy a dar cuenta, decir: “Oye, me estoy repitiendo”, creo que ya debo parar, debo pensar qué cosa voy a hacer. No sé si estoy haciendo algo anacrónico o no, eso no me importa, lo que me importa es escribir. Eso los críticos dirán, o mejor dicho el tiempo lo dirá. Yo tengo un poemario nuevo que no está por publicarse, que se llama Los sicarios del tiempo, yo creo que ese libro me va a decir haber hasta dónde avancé. ¿Te consideras un poeta canónico? No, no. Eso depende de los sicarios del tiempo. No tengo nada que ver con esas cuestiones. ¿Te sientes satisfecho con la vida, Domingo? Claro, hasta ahora sí. Tengo dos nietos, mi hijo; estoy casado. Estoy bien. A pesar de todas las cosas que puedan suceder, y lo que pueda necesitar, lo que pueda faltar, me siento bien. Estoy produciendo, que es lo más importante, estoy escribiendo. ¿Cuánas veces te haz enamorado? Cinco mil veces. Y me seguiré enamorando.


Quinta exhumación de

Cuentos relámpago

E

I

Cementerio general

s extraño en el Perú que un libro de poesía alcance una quinta edición tres décadas después de haber tenido su primera publicación (Lluvia Editores, lima 1989). Esta quinta edición (Sin Fin Ediciones, Barcelona 2018, a cargo de Ana María Chagra y Bruno Montaner) aparece revisada y aumentada, tal como lo anuncian los créditos del texto (al respecto me confundó porque se señala como 1ra. edición española, y es la 5ta. en español). En realidad el poemario Cementerio general precisaba esta nueva circulación, no sólo por ser ganador del Premio Latinoamericano de Poesía en 1987, con un jurado conformado por el poeta chileno, ya fallecido, Enrique Linh, por Washington Delgado, Carlos Germán Belli y por el destacado crítico y escritor nacional Alberto Escobar, también extinto. ¿Por qué leer Cementerio general de Tulio Mora? La mayoría de gente piensa que la poesía es algo trasnochada, cursi, llena de palabras bonitas y figuras lingüísticas –metáforas, tropos–, y que preferible es escuchar un bolero o una balada, que al fin y al cabo vienen con música. Lo último no es cierto, pero también es verdad que existe una poesía distinta, nada edulcorada, más bien desafiante y fuerte, pues nos enfrenta con nuestra realidad no sólo cotidiana sino histórica. El caso del libro en mención es ese; una exhumación de personajes sepultados por la historia oficial. Personajes, provenientes desde 20 mil años antes de Cristo, pasando por las etnias preíncas: Piquimachay, Toquepala, Chilca, Kotosh, Chavín, Mochica y Wari: «Fui joven de sangre sublevante,/ me agradó la guerra,/ el tronar de caracolas en las pampas,/ los muchos tambores que batimos mientras duraban las batallas...», canta Mora con la voz de un guerrero wari. Son fardos funerarios rescatados de sus chulpas para aplicarles una necropsia, como al general inca Calcuchímac, quien habla resurrecto: «Y llamé a mis dioses/ chapuceros e inservibles/ antes que Pizarro me atizara/ el fuego en las narices... y me entregué a la hoguera/ como a una forma de odio». Es la guerra de resistencia frente al colonizador español, como la que ejerciera Manco Inca: «Por

años los extraños lamentaron sus escarnios./ Parecía el inca a caballo entre su gente con una lanza en la mano./ Entonces mi pueblo respetó/ mi decisión y besó mis huellas en la tierra». También surgen los conquistadores, como Lope de Aguirre «Feo, contrahecho, rengueante.../ prefiero que me imaginen/ escribiendo a la luz de una botella/ –que mis hombres llenaban de luciérnagas–/ panfletos contra el rey Felipe II». Tulio ha ejercido el periodismo desde muy joven así como editorialista, guionista de videos, esa simplificación del cine. Hago mención a ello porque a lo largo del poemario se nota la presencia de un lenguaje cinematográfico. Autor de ocho libros de poesía –de la buena–, en este libro concreta el postulado de poesía integral sostenido por el Movimiento Hora Zero, sobre el cual ha realizado tres importantes antologías premunidas de sesudos estudios. En verdad, Cementerio general podría bien ser una ampliación de la Cripta de los Héroes, aunque muchos de estos héroes sean hombres sin mayor prosapia, sin linaje. No sólo peruanos, porque hallamos a un Ku Chio de la lejana China en Pativilca, a la francesa Flora Tristán en Arequipa, al estadounidense Henry Meiggs. Recupera a un poeta como José María en Lima o a Florencio Aliaga, el primer mártir obrero del Perú; como a Manuel Barreto, el aprista que tomó el cuartel O’donovan en Trujillo, causa de cinco mil fusilamientos en Chan Chan. Lucha Reyes aparece con su dulce voz. Eudocio Ravines con sus desengaños. Pablo Chang con su entrega, Antonio Díaz Martínez con sus tribulaciones y Bárbara D’Achille tan amante del Perú y sacrificada en este amor. Seguramente las exhumaciones proseguirán y el poemario se convertirá en un libro interminable. ¿Logro de la pregonada poesía integral de Hora Zero? Es un camino, si observamos los trabajos de Enrique Verástegui, Jorge Pimentel, Carmen Ollé. El movimiento horazeriano cumplirá medio siglo el próximo año 2020. Poemarios como Cementerio general de Tulio Mora nos hacen comprobar que en el Perú se escribe una poesía mayor a todas luces. (Maynor Freyre)

saac Lindo Vera ha escrito un libro de relatos cuya intención, según percibo, no se agota en el ánimo de narrar ciertas anécdotas que con el tiempo ha ido acumulando. “Relámpago de pasiones” es un documento con aires de crónica, una miscelánea de breves acontecimientos que retratan la cotidianidad en nuestra ciudad. Isaac Lindo, tal como lo señala en la advertencia que abre su libro, es de aquellos escritores que nutren sus ficciones con el germen de la realidad cruda, sórdida y los mil y un episodios luctuosos que aderezan las calles. Con un aire que recuerda a Oswaldo Reynoso, a Ribeyro, Zavaleta, a Congrains, Isaac Lindo ha articulado once relatos, casi siempre en primera persona, donde al parecer nada es invención (la rigurosidad de los datos así lo delatan), pues todos los elementos de cada historia son propensos a la comprobación, cualidad propia de la anécdota. Excepto en el cuento que le da título al libro, ya que, quizá a propósito, el autor ha desviado la línea naturalista, fiel a la realidad, predominante en todo el libro, para proponer un cuento de final fantástico, mágico, si se quiere. (Hugo Velasco)

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Ernesto Ramos Berrospi Ernesto Ramos Berrospi -IN MEMORIAM-

(Huancayo, 1955-2019)

“Mi literatura, estéticamente es posmoderna. Lo mío ahora está enfocado a cuestiones más crudas, más realistas.”

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