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Introducción
1916. Paul Strand caminaba por las calles del Lower East Side en la ciudad de Nueva York, llevando consigo un hermoso artefacto de metal fabricado en la Gran Bretaña por la compañía Houghton-Butcher: una cámara Ensign All Distance de medio formato. “Su deseo era hacer grandes copias al platino, adecuadas para las exposiciones de arte”.1 El joven fotógrafo había modificado su equipo, usando un lente prismático para apuntar hacia un lugar imaginario con un ángulo imprevisto de 90 grados. Tal artilugio óptico le permitía elaborar retratos sin que las personas a su alrededor se dieran cuenta de sus intenciones; eran propiamente portraits volés, portraits sans autorisation.
En una de las calles de aquel pujante barrio de Manhattan habitado por trabajadores e inmigrantes, Strand observó a lo lejos a una anciana recargada sobre el muro de un edificio. Se acercó a ella de manera furtiva y concentró su atención en la faz adusta de la mujer, cuyo ojo izquierdo miraba fijamente a un punto distante, mientras el derecho permanecía prácticamente cerrado. Un letrero que colgaba del cuello de la anciana enunciaba su discapacidad: Blind, y de su abrigo, una pequeña placa metálica identificada con el número 2622. En ésta se concentraba todo un cuerpo jurídico que normaba la actividad de los mendicantes en deter-
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1 Strand sostenía la cámara “a la altura de su abdomen, mientras miraba a través de un visor para hacer […] negativos de 3¼ × 4¼ pulgadas”. Véase Peter Barberie,“La modernidad de Paul Strand”, en Peter Barberie y Amanda Block (eds.), Paul Strand, Madrid, Philadelphia Museum of Art, Fundación MAPFRE, 2015, pp. 1-23.
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minadas ciudades estadounidenses, pues para pedir caridad sin ser amonestados por la policía, los mendigos debían contar con un permiso otorgado por el gobierno metropolitano.
Este retrato intitulado Blind Woman fue captado hace más de una centuria y ha formado parte de nuestras narraciones culturales sobre la ceguera. Es valorado como documento visual pero también como artefacto estético en el que Strand reconfiguró a aquella mujer mediante un artilugio, imprimiendo en la imagen un “sello misterioso”.2
Siguiendo la profunda reflexión de Geoff Dyer, se puede afirmar que el ciego es el sujeto ideal para un fotógrafo que desea ser “invisible”. La “lógica del medio” y el anhelo de éste por pasar inadvertido ante su retratado son motivos suficientes para que se hayan tomado tantas fotografías de ciegos. A lo anterior es menester agregar el espíritu humanista del que abrevaban algunos fotógrafos interesados en exponer diversos problemas sociales a través de la práctica documental, como fue el caso de Jacob Riis, Lewis Hine y August Sander, pioneros en la documentación del ciego y sus avatares.
Además de la obra de estos autores, la ceguera se encuentra presente en imágenes de André Kertész, Dora Maar, Garry Winogrand, Henri Cartier-Bresson, Joan Fontcuberta, Philip-Lorca diCorcia, Sophie Calle, Sebastião Salgado, Tim Hetherington y Walker Evans, entre muchos otros. Esta amplia presencia invita a pensarla como un tópico común para la práctica, que pertenece a una especie de taxonomía, a ese momento infinito de la fotografía del que habla Dyer.3
Este preámbulo sobre la reconfiguración de la ceguera a través de la imagen fotográfica es indispensable para señalar el propósito de este libro: estudiar la retórica y la poética en las representaciones que sobre el ciego y la ceguera se han desarrollado en la fotografía mexicana, donde destacan tanto imágenes de carácter coyuntural como cuerpos de tra-
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3 “Sello misterioso” es una frase tomada del antiguo tango escrito por el poeta y compositor Homero Manzi (1907-1951), que con el título de Viejo ciego (1926) narra la azarosa vida de un cantante que recorre los bares de Buenos Aires, interpretando sus tangos con pesar. Geoff Dyer, El momento interminable de la fotografía, México, Ediciones Ve/Conaculta/Fundación Televisa, Col. Serie Ve, 2010, pp. 21-23.
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bajo de largo aliento. A mi memoria personal, a “ese quimérico museo de formas inconstantes, a ese montón de espejos rotos”, como enuncia Jorge Luis Borges,4 acuden imágenes pertenecientes a la Colección Archivo Casasola de la Fototeca Nacional del INAH; las realizadas por Lola Álvarez Bravo y sus alumnos; y la versión secular de la Santa Lucía, de Manuel Álvarez Bravo. Además de dos notables trabajos documentales: el primero de ellos elaborado por José Hernández-Claire entre 1984 y 1989, y publicado en su libro De sol a sol en 1997. El segundo es el impresionante periplo que Marco Antonio Cruz emprendió durante cerca de dos décadas (1988-2005) y que culminó en la conformación del archivo Ensayo sobre ciegos. De éste, una rigurosa selección de imágenes dio pie al libro Habitar la oscuridad, en cuya edición participaron Pablo Ortiz Monasterio, Alfonso Morales y el propio Cruz.
La iconografía de las imágenes que he seleccionado para este volumen, me permite afirmar que éstas no sólo son registros visuales logrados bajo determinadas circunstancias, o trabajos de investigación producidos con un fin documental, sino que su discurso es resultado de las decisiones compositivas y técnicas del fotógrafo en busca de un registro autoral. En ellas se hacen presentes las experimentaciones estéticas que constituyen la poética de la imagen, la cual permite apreciarlas en su carácter multidimensional y valorarlas como documentos históricos y artefactos estéticos. Entender el carácter multidimensional de la fotografía resulta básico para comprender que en la práctica documental subsisten valores informativos y estéticos.
Me explico, algunas fotografías sobre ciegos trascienden la “estética transparente” de la práctica documental en la que las imágenes son consideradas documentos visuales y testimonios históricos, mediante la poiesis que aplica cada autor al momento de elaborarlas. Concepto que entiendo como un proceso creativo, un método o modo de fabricación sensible; es decir, una poética que se observa en el ángulo de la toma, en el contraste tonal, en los encuadres, en la elección de los planos y en el recurso de figura-fondo, o en la fragmentación del cuerpo, así como en la distancia focal
4 Jorge Luis Borges, Elogio de la sombra, Buenos Aires, Emecé, 1996.
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elegida. En suma, en las decisiones compositivas y técnicas de cada fotógrafo que son producto de su conocimiento y su destreza. Dicha poética se apoya en la retórica imperante sobre un tema, o en construcciones culturales y narrativas de otros tiempos. Así, en la poética de las fotografías sobre ciegos realizadas en México advierto entrelazamientos retóricos con relatos de carácter mítico y religioso, pero también con prácticas discursivas de índole secular que surgieron de las disquisiciones científicas y filosóficas originadas en la Ilustración; mientras que otras imágenes se apoyan en la narrativa de la práctica documental.
Para los fines de este trabajo he seleccionado un conjunto de fotografías coyunturales que utilizaré como un exordio para profundizar en la poética y la retórica del Ensayo sobre ciegos de Marco Antonio Cruz. Un archivo indispensable para estudiar la representación del ciego y la ceguera que tuvo lugar en México, particularmente, desde el último tercio del siglo pasado hasta el primer lustro del siglo XXI.
Entre los recursos poéticos que observo en las imágenes aquí publicadas destaca el uso de la luz y la sombra, que como elemento alegórico vincula a la ceguera con el conocimiento y la ignorancia. Se presenta lo mismo en el género del retrato como en novedosas propuestas iconográficas que subvierten las representaciones simbólicas tradicionalmente conocidas, las cuales asocian a la ceguera con la metáfora del laberinto. En el discurso iconográfico de las imágenes se recoge, reconoce y, en parte, se transforma la poética tradicional sobre la ceguera. Mientras algunas ofrecen al espectador nuevos puntos de vista, otras se ajustan a parámetros poéticos y retóricos observados con anterioridad.
He organizado este libro en cinco capítulos y un epílogo. En el primero, desarrollo una explicación sucinta sobre la propuesta del historiador Hans Belting, quien sugiere una aproximación antropológica para estudiar el amplio mundo de las imágenes. Su planteamiento propone una mirada interdisciplinaria para el estudio de las imágenes a las que considera unidades simbólicas. En el segundo, elaboro una descripción de aquellas retóricas formuladas sobre el tema y cómo éstas se han reconfigurado en las imágenes fotográficas. Para ello me baso en las obras pictóricas de Pieter Brueghel, John Everett Millais, Per Wickenberg, José de Ribera, entre otros.
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En el tercero, concentro mi interés en las representaciones del ciego y la ceguera en daguerrotipos y tarjetas de visita —conocidas también como tarjetas de caridad—, además de fotografías producidas por Jacob Riis, Paul Strand y August Sander. En estas imágenes se aprecia tanto al ciego mendicante como a aquellos sujetos inscritos en instituciones de asistencia, o desempeñando un rol como artistas callejeros o comerciantes. Este capítulo sirve a su vez de breve introducción para estudiar la representación que sobre el tema se ha desarrollado en la fotografía mexicana, en la que se muestran tanto afanes documentales como experimentaciones estéticas. Para ello, indago en una selección de imágenes preservadas en la Colección Archivo Casasola, así como en fotografías de Lola Álvarez Bravo y Raúl Abarca; me enfoco en el trabajo documental de José Hernández-Claire y cierro con el análisis de una imagen creada por Manuel Álvarez Bravo.
El cuarto capítulo está dedicado al estudio de las poéticas contenidas en el complejo Ensayo sobre ciegos que Marco Antonio Cruz conformó a lo largo de diecisiete años en la República mexicana. Sin duda, uno de los trabajos más memorables en la historia de nuestra fotografía. Finalizo este ensayo con un epílogo, acompañado de una recapitulación, en el que desarrollo un sumario sobre las poéticas que han dado sentido a la representación del ciego en las distintas obras aquí estudiadas. En este punto el lector encontrará una relación entre las construcciones culturales y las producciones iconográficas sobre la ceguera. Posteriormente subrayo la importancia de la aproximación antropológica y la interpretación ecfrástica para estudiar la fotografía más allá de su valoración documental; es decir, comprenderla como una unidad simbólica y multidimensional en cuyo discurso están presentes retóricas y decisiones autorales que inciden en su poética.
Este libro representa una travesía personal: mi acercamiento a la ceguera a través de una aproximación cultural y, por tanto, una forma de evitar una mirada franca a lo inevitable, quizás.
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