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Epílogo
El ciego vive en la intimidad de lo táctil y lo espacial. Jean-Claude Lemagny1
“Hay una línea que se ve está escrita por un ciego. Cuando tiene que describir el mundo, dice In this dark world and wide, ‘en este oscuro y ancho mundo’”. 2 Recupero estas palabras que Jorge Luis Borges, citando a John Milton, pronunciara la tarde del 3 de agosto de 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, como parte de sus reflexiones sobre las construcciones culturales alrededor del ciego y la ceguera. A lo largo de la historia se han utilizado distintas retóricas —míticas, religiosas y seculares— para comprender o encontrar los fundamentos acerca de un tema que nos parece hasta cierto punto inexplicable: la ceguera. También se ha recurrido a la alegoría, la metáfora y al razonamiento filosófico con el fin de articular los argumentos que la sustenten. En estas narrativas se ha valorado incluso a la ceguera como producto de la culpa o del castigo, de ahí que se incorpore a nuestras tragedias y nuestra memoria personal e íntima, en algunas ocasiones; y en otras, a nuestra memoria general, colectiva y compartida.
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Al indagar en las representaciones que sobre la ceguera se han realizado en la fotografía mexicana, es claro que estas imágenes son unidades simbólicas en las que se encuentran algunas construccio-
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2 Jean-Claude Lemagny, “Cómo hacerse vidente”, en Benjamín Mayer Foulkes (comp.), El fotógrafo ciego. Evgen Bavcˇar en México, trad. Claudia Itzkowich Schnadower, México, Conaculta, Col. Diecisiete, 2014, p. 266. Jorge Luis Borges, Siete noches, México, FCE, 2005, p. 156.
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nes culturales con las cuales hemos reconfigurado esta condición. La fotografía es “una fuente de recuerdo y emoción”,3 afirma Boris Kossoy, y se suma indudablemente a aquellos objetos que utilizamos para construir memoria. Una memoria sobre la ceguera está poblada por un amplio y notable discurso iconográfico elaborado durante los siglos XV, XVI y XVII, a través del cual maestros de la litografía y la pintura representaron tanto temas mitológicos como pasajes bíblicos. Por esa razón, estas obras son fundamentales para comprender la retórica y la poética contenidas en las fotografías que reproducen el tema.
En el decurso de mis reflexiones vertidas en este libro he intentado dar constancia de lo anterior. La poética de ciertas imágenes me obligó al uso de la écfrasis como recurso retórico en el cual la imaginación posee un papel trascendental, que me permitió adentrarme en ese universo simbólico para tratar de entender el mundo de los ciegos y los débiles visuales. Mi aproximación a la ceguera ha sido principalmente cultural y está habitada por palabras, iconografías e imágenes mentales, que de acuerdo con la estructura del árbol genealógico propuesta por Mitchell son ideas, memorias, sueños.4 Mi memoria guarda imágenes de ciegos memorables y entrañables, entre ellos, algunos de mis familiares que ocupan ese mundo incómodo. Para mis tías, mi madre y sus hermanos la ceguera y la debilidad visual no se limitan a la alegoría o la metáfora, pues distintos niveles de deterioro de la vista las determinan en algún modo. Se debe a los recuerdos que la ceguera suscita en mí, que elegí un acercamiento antropológico para estudiar el ensayo elaborado por Marco Antonio Cruz. Más que artificios, son alusiones, documentos, evocaciones, recuerdos íntimos.
Si bien, a lo largo de este volumen he dado constancia de las retóricas que sustentan estas reconfiguraciones visuales, además de describir la poética de las imágenes —sin desarrollar un análisis pormenorizado de su composición, sino sólo acentuando aquellos elementos
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4 Boris Kossoy, Lo efímero y lo perpetuo en la imagen fotográfica, Madrid, Cátedra, 2014, p. 100. Véase W. J. T. Mitchell, Iconology: Image, Text, Ideology, Chicago, University of Chicago Press, 1986, p. 10.
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iconográficos vinculados a la ceguera, principalmente—, considero necesario puntualizar sobre la manera en que he abordado el tema.
El estudio de determinadas obras pictóricas en las que se encuentra representada la ceguera, me llevó a analizar y rememorar piezas clásicas como las de Francesco del Cossa, Jacques-Louis David, José de Ribera, John Everett Millais, Pieter Brueghel y Per Wickenberg. En ellas predomina una visión empática, grotesca, piadosa e incluso sentimental, que me permitió aproximarme a las distintas poéticas contenidas en las imágenes fotográficas. Así, entendí que la imaginación como facultad está presente en el discurso iconográfico de las imágenes sobre ciegos realizadas en México, y que éstas nos conducen al territorio de la ceguera por medio de la alegoría, el mito, la comparación y el símbolo. En el conjunto de fotografías analizadas en este libro es posible apreciar seis modos de producción poética, que a continuación enumero.
Ceguera como metáfora del laberinto
El ciego como personaje inscrito en un universo de formas, líneas y contrastes tonales vive inmerso de manera permanente en la dicotomía entre la luz y la sombra. En imágenes de Marco Antonio Cruz y José Hernández-Claire, la ceguera es representada como una metáfora del laberinto, y el ciego como un sujeto “extraviado” dentro de un espacio de juegos geométricos que encierra líneas diagonales, horizontales y verticales para crear un efecto de tensión visual. En ese laberinto, donde confluyen baldosas, escalones, enrejados de hierro forjado, muros y losetas, el ciego encarna la metáfora del héroe trágico, y la ceguera la encrucijada que habita.
En un principio el ciego permanece desconcertado e inseguro en el laberinto de las tinieblas, y a causa de ello, se ve obligado a desarrollar su percepción espacial, es decir, una “memoria del tacto”. Mediante este recurso el ciego reconoce su entorno con ayuda de sus manos, con las cuales va palpando muros, muebles y objetos que encuentra a su paso; hace un conteo asimismo del número de pasos que debe dar para reco-
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rrer distancias como en los largos pasillos, o entre un obstáculo y otro; identifica el sitio exacto donde debe virar a la derecha o la izquierda, o la cantidad de escalones que debe subir o bajar para llegar a su destino.
En este laberinto metafórico, la ceguera es “una condición de existencia y un proyecto de supervivencia, como estructura de un soporte mítico-figural”,5 en el que no hay dioses que conduzcan al ciego por el camino ni monstruos míticos a derrotar, pero sí un hilo figurado de Ariadna que poco a poco se va desenredando para guiar al ciego a encontrar el camino. En las fotografías con tomas abiertas de Cruz se muestra a éste como una persona solitaria, cuya silueta recortada a contraluz se asemeja a una sombra definida que habita la tiniebla. Se trata de un individuo obligado a desarrollar una memoria particular en relación con el espacio que lo rodea y que percibe a través de sus sentidos —tacto, olfato y oído— agudizados por causa de la pérdida de la vista.
El ciego, guía del ciego
Otras fotografías autoría de Marco Antonio Cruz y José Hernández-Claire encierran la retórica del ciego guiando a otro ciego, en las que se representa a este sujeto apoyando sus manos sobre los hombros de otra persona ciega para conducir sus pasos durante el trayecto. La poética contenida en estas imágenes dialoga con obras pictóricas como La parábola de los ciegos (1568) de Pieter Brueghel, y está asociada también con la retórica de la ceguera como destino trágico, aquella ocasionada por la culpa que lleva a cuestas un individuo. De igual modo, la construcción de determinadas imágenes es resultado de la elección de recursos técnicos, como la baja velocidad de obturación y el desplazamiento de la cámara para obtener la sensación de movimiento. Estamos ante fotografías que tanto Cruz como Hernández-Claire desarrollaron en ámbitos escolares y protestas sociales. Recordemos aquellas de las manifestaciones de los
5 Corrado Bologna, “Kerényi en el laberinto”, en Corrado Bologna (ed.), Karl Kerényi. En el laberinto, Madrid, Siruela, Col. El Árbol del Paraíso, 2006, p. 9.
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José Hernández-Claire. La culebra, Instituto de Capacitación para el Niño Ciego, Guadalajara, Jalisco, 1984. Cortesía del artista
ciegos en contra de la prohibición del comercio ambulante en el Centro Histórico de la Ciudad de México en 1993. Al encontrarse en ese laberinto de caminos intrincados, el ciego parece preguntarse sobre lo perdido:
¿Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue, la venturosa o la de triste horror, esa otra cosa […]
dónde el azar de no quedarme ciego, dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? […] 6
6 Jorge Luis Borges, “Lo perdido”, en El oro de los tigres, Buenos Aires, Emecé, 1996, p. 29.
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Poética de la inclusión social
A esta poética la relaciono con las reflexiones filosóficas planteadas por Denis Diderot, John Locke, William Molyneux y Oliver Sacks, en las que los pensadores abordan tanto el tema de la obtención de la episteme por medio del tacto como las habilidades extraordinarias que desarrollan los ciegos, además de su inclusión social. En esta poética también está presente la narrativa de los estudios sobre la discapacidad (disability studies) que indagan sobre la naturaleza, el significado y las consecuencias de la ceguera.
De acuerdo con Mark Paterson, “hay un gran diálogo histórico entre la filosofía, la medicina y la literatura respecto a la ceguera, la visión y el tacto. Dentro de la historia de la filosofía, por ejemplo, muchas preguntas sobre la ceguera van y vienen periódicamente, pero rara vez son centrales para las teorías en boga o para los debates filosóficos”. Y agrega que, “muchas cuestiones clave sobre la ceguera han sido utilizadas como experimentos pre-sicológicos por los filósofos para elaborar asuntos epistemológicos, con el fin de determinar cómo es que llegamos a conocer el mundo y los objetos a través de los sentidos”.7 En relación a lo anterior, las imágenes pertenecientes a la Colección Archivo Casasola del INAH y aquellas autoría de Lola Álvarez Bravo, José Hernández-Claire y Marco Antonio Cruz muestran a niños ciegos participando en múltiples actividades académicas y cívicas, quienes por medio de sus manos reconocen desde un modelo anatómico, los muros de las aulas o el barandal de una resbaladilla hasta la textura y el relieve de una pieza prehispánica. Por su discurso iconográfico, algunas de estas imágenes nos remiten a la obra pictórica de José de Ribera, El sentido del tacto, la cual he analizado en el primer capítulo.
Asimismo, tanto la imagen de Giovanni Soriano Ortuño quien lleva a cabo el reconocimiento táctil de la serpiente de fuego en la sala Mexica
7 Mark Paterson, Seeing with the Hands. Blindness, Vision, and Touch after Descartes, Edinburgo, Edinburgh University Press, 2016, p. 1. Traducción propia.
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del Museo Nacional de Antropología —realizada por Marco Antonio Cruz—, como aquella otra en la que un niño identifica con sus dedos el nombre de Ignacio Trigueros grabado en una escultura en la Escuela Nacional para Ciegos —elaborada por Raúl Abarca—, se vinculan a la llamada “memoria del tacto”.
Otra fotografía en la que se reconfigura el interés filosófico sobre la adquisición de conocimiento por parte de los ciegos, es el retrato que Cruz le hizo a Porfirio Moreno Martínez, en el que se muestran sus manos son el medio a través del cual se genera la episteme. A decir de William Paulson, ese interés sobre los ciegos y su capacidad para obtener conocimiento estaba motivado por la creencia de que las ideas tienen su origen en las sensaciones y que el aprendizaje es semejante a la percepción, específicamente al sentido de la vista. Más que ningún otro en la cultura occidental, este sentido “se ha asociado con la presencia de un mundo exterior al sujeto y con la representación del sujeto de ese mundo. Las palabras idea (del griego eidos, vista), teoría (del griego theorein, observar) e intuición (del latín intueri, observar a) implican que los objetos del pensamiento son concebidos como análogos a las imágenes vistas a través de los ojos […]”.8
En las fotografías captadas en las instalaciones de la Escuela Nacional para Ciegos, el Centro de Atención Múltiple, el Instituto Nacional para la Rehabilitación de Niños Ciegos y Débiles Visuales, en la Ciudad de México; la Escuela para Débiles Visuales y Ciegos de Xalapa, Veracruz; y el Instituto de Capacitación para el Niño Ciego en Guadalajara, Jalisco, pertenecientes a la Colección Archivo Casasola y a los repositorios de Marco Antonio Cruz y de José Hernández-Claire, se hace evidente la retórica de la inclusión social que más allá de un discurso iconográfico, presenta ciertas semejanzas con las fotografías tomadas por August Sander para la serie People of the Twentieth Century.
8 William Paulson, Enlightenment, Romanticism, and the Blind in France, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1987, p. 11. Traducción propia.
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Marco Antonio Cruz. Músico ambulante frente a la tienda de ropa High Life en la calle Francisco I. Madero, Centro Histórico, Ciudad de México, 2 de julio de 1987. Cortesía del artista
Poética del ciego mendicante
Ésta se fundamenta en la retórica mítico-religiosa, en la cual la ceguera se vuelve una alegoría o metáfora de la corrupción espiritual y sobreviene como un castigo divino o una forma de castración física producto de la mano del hombre. Muestra de ello son las imágenes en las que se representa a Jesús sanando a un ciego mendicante, o aquellas relacionadas con la tragedia del general romano Belisario. La retórica del ciego viviendo en la mendicidad se incluye en los estereotipos que se han creado alrededor de él, y se encuentra presente en la narrativa de mitos grecorromanos, las retóricas del destino trágico y las reflexiones de las teorías de la discapacidad en discursos sociales, así como en ciertos pasajes de los evangelios en los que Jesús devuelve la vista a un mendigo ciego: Juan 9:1-34. Marcos 8:22-26 y Lucas 18:35. En estas narrativas, la ceguera se convierte incluso en una metáfora para señalar a aquellos que no reconocen en Jesús al Mesías, como sucede en Mateo 23:16.
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En las fotografías aquí analizadas, la poética del ciego mendicante es recurrente tanto en imágenes del Ensayo sobre ciegos como en las de la Colección Archivo Casasola, y conserva además otros antecedentes iconográficos con The Blind Girl de John Everett Millais, The Blind Beggar de Jacob Riis, y Blind Woman de Paul Strand, como ya lo he mencionado. Son imágenes que se distinguen por el uso de ciertos elementos, como la mano extendida para recibir caridad, los rótulos que se utilizan para enunciar la discapacidad del portador o el uso de artefactos, como bastones o instrumentos musicales que advierten sobre la discapacidad del necesitado. Son documentos visuales que nos permiten observar la pobreza en la que se ven obligados a vivir algunos ciegos.
Poética del destino trágico
Esta poética guarda relación con la retórica de la tragedia de Edipo, en la que prevalece la noción de la corrupción espiritual del ciego o su incapacidad para comprender su presente y devenir. Está contenida en las fotografías realizadas por Marco Antonio Cruz en los estados de Chiapas y Oaxaca, en el contexto de las campañas que encabezó la Secretaría de Salud para erradicar y eliminar infecciones como la oncocercosis y el tracoma. A estas imágenes las incorporo además en lo que he llamado poética de El paraíso perdido, pues en ellas podemos apreciar decisiones discursivas —tomas abiertas para ubicar al ciego como un individuo frágil en un entorno que podría parecer idílico, por ejemplo— que les otorgan cierta cualidad estética, cuyas reminiscencias me llevan a la pintura de Caspar David Friedrich, El caminante sobre el mar de nubes. En ella se representa al ser humano como una figura diminuta, delicada, enmarcada por un paisaje imponente. De esta forma, la conjunción de elementos alude al concepto de lo sublime, desarrollado por Edmund Burke y posteriormente por Immanuel Kant. Ambos pensadores coinciden que el sentimiento de lo sublime oscila entre placer y displacer, y que sin embargo, no se encuentra en la naturaleza propiamente, sino en el ánimo del sujeto que contempla los fenómenos.9
9 Véase Roberto R. Aramayo y Salvador Mas, “Estudio preliminar. Estética y teleología. La matriz
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En estas fotografías de Cruz el paisaje es un recurso estético y al mismo tiempo una metáfora del paraíso perdido que incide en el estado de ánimo de los ciegos que viven en el campo, donde se enfrentan a un sinnúmero de dificultades como desplazarse por caminos agrestes, tal cual sucede con aquellos que habitan entornos urbanos. Para trasladarse de un lugar a otro en zonas rurales, el ciego o débil visual debe apoyarse no sólo en un artefacto como el bastón, sino que necesariamente debe ser conducido por un lazarillo que en muchas ocasiones resulta ser un familiar más joven. Sin duda, la ceguera en estas imágenes se asocia también con la pobreza material.
De igual forma, la poética del destino trágico se configura en otras imágenes de Cruz, como el retrato icónico de Andrea Islas García, la mujer campesina que vivió en la comunidad de Buenavista en el municipio de Otumba, Estado de México. Se trata de un documento y un símbolo. ¿Qué nos dice aquella imagen? ¿Qué nos grita? Andrea da la espalda a la nopalera, negándonos su mirada, y en ella se concentra una metáfora sobre la ceguera y la pobreza.
Poética del ciego extraordinario
En el mito griego de Tiresias y en las reflexiones filosóficas planteadas por pensadores como Diderot y Sacks, es que esta poética encuentra sus referencias. Décadas posteriores a las especulaciones filosóficas elaboradas por Descartes respecto a la visión, la ceguera fue tema de intensos debates entre intelectuales europeos en los que participaron George Berkeley, Francis Hutcheson, William Molyneux, Étienne Bonnot de Condillac, Gottfried Leibniz y el propio Diderot, entre otros.10
10 de todas las antinomias”, en Roberto R. Amayo y Salvador Mas (eds.), Immanuel Kant. Crítica del discernimiento (o de la facultad de juzgar), Madrid, Alianza, 2012, p. 93. Véase Mark Paterson, Seeing with the Hands. Blindness, Vision, and Touch after Descartes, Edinburgo, Edinburgh University Press, 2016, p. 33.
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De esta poética la fotografía más representativa en la obra de Marco Antonio Cruz es aquella donde el sanador, Don Chonito, toca con una mano el pecho de un paciente, y con la otra la cabeza para diagnosticar sus males. Una escena que nos evoca a Tiresias, el adivino ciego con poderes sobrenaturales otorgados por la gracia de los dioses, cuya historia constituye parte de nuestras narraciones culturales sobre la ceguera: la capacidad de predecir el futuro. En este retrato, el tacto cumple un papel fundamental pues es a través de las manos que el ciego percibe lo que resulta de su interés, una imagen que también se se asocia a la retórica de la “memoria del tacto”. De la misma forma, la poética contenida en otras fotografías que tanto Cruz como Hernández-Claire captaron en diversas escuelas de enseñanza para personas ciegas me permite vincularlas a la retórica del ciego dotado de poderes extraordinarios.
Esta aproximación antropológica, junto con la interpretación ecfrástica que propuse para analizar el conjunto de fotografías sobre ciegos aquí presentadas, me permitió destacar sus distintas retóricas y poéticas, y al mismo tiempo observar las semejanzas y reminiscencias con respecto a otras imágenes en las que se ha reconfigurado la ceguera. Al emplear este recurso, que no consiste en un método como tal, lo hice con la intención de ir más allá del carácter documental de la fotografía: estudiar su poética a fin de vincularla con reflexiones míticas, filosóficas, sociales y científicas alrededor de la ceguera. En otras palabras, comprender la fotografía como parte del amplio mundo de las imágenes, con el cual representamos distintos temas a lo largo de la historia.
Llevar a cabo un estudio de carácter antropológico supuso indagar sobre las retóricas clásicas en torno a la ceguera para entender la poética contenida en las imágenes fotográficas. Este camino me condujo a las alegorías, los mitos y las metáforas de orden religioso, a la retórica de las tragedias griegas y a las narrativas de carácter secular; es decir, a memorias de tiempos heterogéneos, en los que la razón y la emoción confluyen. Como unidades simbólicas las imágenes sobre ciegos y dé-
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biles visuales pertenecen a nuestra memoria personal y colectiva, y en algunos casos, constituyen la reconfiguración de sucesos y metáforas. Podemos pensarlas como historias cercanas a mitos y leyendas sobre dicha condición, sin embargo, más allá de su poética debemos tener en cuenta que en ellas hay una impronta documental que nos obliga a reflexionar alrededor de los diversos avatares que conlleva la discapacidad visual en estas sociedades oculocéntricas.
Las reflexiones generadas desde la antropología, la ciencia, la filosofía, la historia del arte, la historia social, la literatura, los discursos religiosos y las teorías sobre la discapacidad fueron fundamentales para este análisis. Alain Blanc, David Bolt, Denis Diderot, Edward Wheatley, Henri-Jacques Stiker, John Locke, Kate Tunstall, Mark Paterson, Moshe Barasch, Susan Schweik, William Molyneux y William Paulson, por nombrar sólo a algunos, han construido una amplia historia cultural sobre la ceguera que comprende periodos históricos concretos como la Edad Antigua, la Clásica y la Tardía, la baja Edad Media y la época moderna o bien, movimientos culturales como la Ilustración, el Romanticismo y el Realismo, recuperando para sus indagaciones los mitos, las leyendas, las parábolas, los prejuicios o los avances clínicos.
En muchas ocasiones la reconfiguración de los ciegos elaborada en las imágenes fotográficas se ajusta a diversas construcciones culturales, en las que son representados no como víctimas ni mendigos, sino como sujetos activos y autónomos que poseen distintas habilidades que les permiten aprender, estudiar, asistir a terapias, protestar en las calles, ejercer el arte de la curación, jugar, sanar el alma y tener la capacidad para ejecutar instrumentos musicales con gran destreza.
El estudio de la poética fue un recurso fundamental para explorar las distintas propuestas de los fotógrafos al momento de abordar el tema, es decir, aquello que consigue generar en el espectador una experiencia estética. Esta aproximación implica reconocer las habilidades compositivas y técnicas que posee un autor al utilizar la cámara como una extensión de su imaginación. Por ello, en la configuración de la poética de las imágenes sobre ciegos se reúne además información y sensibilidad del propio fotógrafo. Si como enuncia Hanna Arendt, la imaginación es la facultad de hacer presente aquello que está ausen-
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te,11 estas imágenes son resultado de un acto dinámico y complejo que invita a múltiples lecturas.
En este sentido, no sólo valoro la fotografía en su cualidad de documento histórico, sino también como una metáfora de la realidad, tal como sostienen Parvati Nair y Boris Kossoy. Al respecto, el historiador señala que en las imágenes producidas con fines documentales existe una creación de atmósferas y preocupaciones plásticas, es decir, valores estéticos, pues “[…] hay una mirada y una elaboración estética en la construcción de la imagen fotográfica. La imaginación creadora es el alma de esa forma de expresión; la imagen no puede ser entendida solamente como un registro mecánico de la realidad llamada factual”.12
La poética de las imágenes reunidas en este libro permite que el espectador penetre a un universo que por lo general le es ajeno y desconocido, al que accede regularmente desde los mitos y los prejuicios. La representación contenida en ellas muestra los vasos comunicantes entre las construcciones culturales, con las cuales se ha reconfigurado a esta otredad que se antoja incomprensible y misteriosa. Algunas de estas imágenes hacen una gran diferencia en la historia de la representación del ciego que ha sido juzgado o victimizado la mayor parte de las veces. Sobre esto Moshe Barasch apunta que en el pasado “la figura del ciego oscilaba entre el mendigo de clase baja, el cual se asociaba con el pecado y la culpa, y el adivino o cantor mítico, poseedor de dones sobrenaturales”.13
Marco Antonio Cruz, José Hernández-Claire, August Sander, Lola y Manuel Álvarez Bravo no se limitaron a un registro instrumental o prosaico de los sujetos, sino que ejercieron su facultad para crear, producir e inventar. Esto puede observarse en las composiciones de las imágenes fotográficas, en la empatía con los sujetos retratados y en la
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13 Véase Hanna Arendt citada en Aurora Fernández Polanco, “Historia, montaje e imaginación: sobre imágenes y visibilidades”, en Valeriano Bozal (ed.), Imágenes de la violencia en el arte contemporáneo, Madrid, Antonio Machado Libros, 2005. Boris Kossoy, Lo efímero y lo perpetuo en la imagen fotográfica, Madrid, Cátedra, 2014, pp. 53- 54. Moshe Barasch, La ceguera. Historia de una imagen mental, Madrid, Cátedra, (col. Ensayos Arte Cátedra, Col. Ensayos Arte Cátedra, 2003, p. 195.
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nobleza y dignidad con la que se les representa. De atmósferas lumínicas, penumbras, sombras mortecinas y tenues, estas fotografías nos introducen a un universo complejo. Son documentos gráficos, historias de tenacidad y coraje, imágenes multidimensionales, poéticas visuales elaboradas para una mirada franca y para aquellos que podemos ver, o al menos tenemos esa certidumbre.
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Marco Antonio Cruz. Recuperación de pacientes por cirugía de catarata Programa “Extramuros” organizado por la Asociación Mexicana para Evitar la Ceguera, A.C. Tepic, Nayarit, 24 de julio de 1999
Captada el 24 de julio de 1999 en el estado de Nayarit durante un programa extramuros organizado por la Asociación para Evitar la Ceguera en México, esta imagen como documento visual representa la metáfora de aquella alegoría sobre la caverna de Platón, en la que un grupo de hombres encadenados contemplan las sombras de objetos proyectadas sobre el muro por el fuego que se filtra detrás de ellos. En el discurso iconográfico contenido en este retrato de Marco Antonio Cruz se aprecia a tres pacientes sentados en el piso recuperándose de una cirugía de cataratas, cada uno con un vendaje en el ojo mientras el otro permanece cerrado. Sobre la pared en la que descansan se proyecta la silueta de una mujer. Quizás sea la enfermera encargada de atender a estos individuos, una vez que se liberaron de las ataduras de la caverna, en sentido metafórico, la ceguera.