Dossier 2009 Pasadizo.com (Cine fantástico)

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DOSSIER2009 PASADIZO.COM

CINE FANTÁSTICO


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Impreso en España – Printed in Spain


Índice Presentación ............................................................................... 7 Fantasías animadas ...................................................................... 9 Del cómic al cine ........................................................................ 35 Operación secuela ..................................................................... 47 Remakes sin fin .......................................................................... 67 Adaptaciones literarias .............................................................. 95 Fantastik USA .......................................................................... 133 Europa fantástica ..................................................................... 195 Otras latitudes .......................................................................... 215 Hecho en España ..................................................................... 225 Clasificado X ........................................................................... 233 Lo mejor del año ...................................................................... 239



Presentación n año más estamos reunidos ante ti, amigo lector, para ofrecerte la glosa de lo que ha deparado el 2009 con respecto al cine fantástico en nuestro país. En este dossier dispones de reseñas de prácticamente todos los estrenos habidos el año pasado, para confrontar con tu propio criterio, y tenemos los cuadros de puntuaciones para resumir el parecer de muy diversas personas al respecto. Con todo, cabe resaltar el estupendo resurgir que está teniendo el cine de animación estos últimos años, a tal punto que el nivel medio cualitativo es el más alto con respecto a los distintos bloques en que hemos dividido este dossier. Bloques conformados con el fin de otorgar cierto ritmo a la maquetación, y que no son etiquetas estrictas referentes a su contenido. Así, una película en concreto podría figurar en dos o más de esos apartados, y la hemos ubicado en uno determinado donde creemos que mejor es definida por sus características intrínsecas. Observará el lector una ausencia; en efecto, hemos eliminado el apartado dedicado a la televisión. Ello ha sido debido a dos factores. Por un lado, para ofrecer mayor extensión en los comentario de estrenos: el dossier del año anterior ofrecía 149 páginas en total, en formato Word; mientras escribo esto, tengo aquí ahora mismo 163 páginas, y quizás aumente algo más. Por otro lado, esa ausencia del apartado de televisión se debe a que, pese a su importancia, tenía una representación demasiado breve en dossieres anteriores. Así pues, lo hemos arrancado de aquí con el fin de crear un dossier propio, otro de características similares al presente, pero centrado sólo en televisión: habrá muchas más series, y con comentarios más pormenorizados. Así, podremos ocuparnos de ellas con la extensión que requieren. Además, ese dossier aparecerá mediado el año, para de ese modo aprovechar los calendarios de programación que manejan las cadenas (en especial las anglosajonas, las más tratadas por nuestra parte), que finalizan la temporada hacia mayo o junio.

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Hay otra ausencia más. En un principio, habíamos incorporado aquí la sección, ya presente en dossieres previos, de estrenos directos a dvd. Sin embargo, en nuestro intento de ofrecer una perspectiva medianamente amplia, nos tememos que hemos pecado de exceso, lo que provocaba un grosor de este dossier excesivo. Así pues, también hemos desgajado ese apartado, que os ofreceremos en breve como otro dossier especial. Sólo resta por agradecer al lector el seguimiento que nos concede, y prometerle que seguiremos intentando aportar la visión del género fantástico del pasado, presente y futuro más completa que podamos, e informar que siempre tendrá abierto el acceso a este pasadizo al reino del terror, la fantasía y la ciencia ficción, y también, a partir de ahora, del cine de género en su globalidad. Seguimos adelante.

Carlos Díaz Maroto Febrero de 2010

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FantasĂ­as

Animadas


Ice Age 3: El origen de los dinosaurios Título original: Ice Age: Dawn of the Dinosaurs. Dirección: Carlos Saldanha, Mike Thurmeier. Productores: John C. Donkin, Lori Forte para Blue Sky Studios, 20th Century Fox Studios. Guión: Peter Ackerman, Michael Berg, Yoni Brenner, Jason Carter Eaton, según argumento de Mike Reiss. Música: John Powell. Montaje: Harry Hitner. Dirección artística: Mike Knapp. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO) de Chris Wedge (Scrat), Karen Disher (Scratte), Ray Romano (Manny), John Leguizamo (Sid), Denis Leary (Diego), Josh Peck (Eddie), Queen Latifah (Ellie), Seann William Scott (Crash), Simon Pegg (Buck), Eunice Cho, Harrison Fahn, Maile Flanagan, Jason Fricchione... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 94 min. color 1.85:1. Ellie está embarazada, y todos esperan con ansia el nacimiento de su criatura. Sid siente también el gusanillo de formar familia y no se le ocurre otra cosa que recoger tres huevos de dinosaurio que encuentra por casualidad en una cueva. Las crías nacen, pero cuando mamá dinosaurio descubre el robo, recoge aquéllas y de paso secuestra a Sid, llevándoselos a un mundo perdido en el interior de la Tierra donde perviven los de su especie.

a manada más famosa ha regresado, con la ardilla Scrat y su inseparable bellota como reclamo. Pero a diferencia de las anteriores entregas, llega vacía de contenido. Corren malos tiempos en Hollywood, y la máxima de “si algo funciona, exprímelo todo lo que puedas” no excluye a las cintas de animación, que tienden a apostar por lo seguro y a repetir situaciones y estereotipos que no les ocasione un cataclismo en la taquilla. En este caso, la cinta original presentaba a una serie de variopintos personajes, algunos de ellos enemigos naturales en la escala alimenticia, condenados a entenderse y a trabajar en equipo. La segunda, con el claro mensaje ecologista sobre el cambio climático, era una película divertida y fresca. Todo lo contrario ocurre en esta tercera entrega en la que, a pesar del gran avance en la calidad de la animación, se muestra a los personajes como una burda caricatura de sí mismos. Todo ello en un escenario nuevo, un mundo subterráneo cálido y poblado por dinosaurios, plantas carnívoras y seres de la era jurásica. Si el gran Jules Verne levantara la cabeza, seguramente les habría puesto una demanda por plagio de su excelente obra Viaje al centro de la Tierra. Despropósito = 1; originalidad = 0. La película parte de una situación en la que el conservador ideario norteamericano relativo a la familia (como el único y verdadero cohesionador de todo núcleo social) hace su irrupción de una forma sonrojante: la ardilla Scrat (a la que, intencionadamente o no, siguen sin querer hacer formar parte de la trama principal) conoce a una sensual fémina de su es-

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pecie mientras continúa batallando por conseguir su ansiada bellota; Manny, el mamut, ya ha formado familia y tiene a su compañera Ellie embarazada y a pocos días de dar a luz… y el resto de miembros de la manada comienzan a sentir que algo les falta en sus vidas. Diego, el dientes de sable, piensa por enésima vez en continuar su camino en solitario cuando nota que sus instintos de cazador se están desvaneciendo paulatinamente; el perezoso Sid, más odioso y tonto que nunca, se dedica a buscar a su pareja mientras construye un parque infantil para los retoños de sus amigos… y para los que él vaya a tener. En este primer cuarto de hora de metraje, la película ya se ha dado un enorme batacazo del cual no se recuperará. Despropósito = 2; originalidad = 0. Si la cosa podía ir a peor… lo consigue. La manada se adentra en una cueva que da paso a un nuevo escenario, en el cual todos ellos se sienten extraños. Hace su aparición la comadreja Buck (con un horroroso doblaje español que no hace honor a la estupenda voz que originalmente le otorga Simon Pegg). El personaje es un vergonzoso cruce entre Tarzán, Jack Sparrow y el Gato con Botas de la saga Shrek, que será quien les ayudará a encontrar al imbécil de Sid que, en su ansia de formar familia, ha robado tres huevos de dinosaurio y ha desaparecido cuando mamá dinosaurio ha descubierto su fechoría. La comadreja, que sólo vive para cazar a Rudy, un dinosaurio albino que años atrás le 9


arrancó un ojo (otro plagio descarado de Moby Dick de Melville), se convierte rápidamente en el acaparador de los gags del film, todos ellos completamente previsibles y a cual más estúpido. Un firme candidato a ser el personaje más odiado del cine de animación moderno. Despropósito = 3; originalidad = 0. Llegados a este punto, no obstante, no todo en esta película es deleznable. La calidad de la animación, como ya se ha apuntado al principio, da un salto de calidad notable, y a ello contribuyen de forma sobresaliente los excelentes paisajes de fondo, herederos de la excelente cinta de los años ochenta En busca del valle encantado. Las escenas de acción, aunque no aportan nada nuevo en el género, son muy agradables de visionar, e incluso algunas (como la del vuelo del pterodáctilo con la comadreja a sus lomos) pueden considerarse como magníficas, aunque caminan sobre la fina línea que separa el lenguaje cinematográfico del del videojuego. Lástima que la narración tenga tantos altibajos, lo cual provoca que el film parezca una especie de “mix” de varios episodios de una serie de televisión, en la que las subtramas entran, se interrumpen, salen y vuelven a irrumpir sin orden ni control alguno. Y, por medio, la ardilla Scrat y su bellota, que ahora tiene en su amada Scrattie su dulce rival por el ansiado trofeo. Queridos padres, vuestros hijos la disfrutarán como enanos. Pero cuando acabéis de verla con ellos (si no os han despertado del sopor con sus gritos), por favor devolvedles al mundo real, explicadles qué es tener una familia, y cuando los acostéis, hacedlo con su peluche de Scrat, que con el tiempo será el único personaje que perdurará en el imaginario colectivo de esta saga. PD: Pixar, ¡te adoro! Fernando Martínez (Barcelona, España) 10


Lluvia de albóndigas Título original: Cloudy with Chance of Meatballs. Dirección: Phil Lord, Chris Miller. Guión: Phil Lord, Chris Miller según la novela de Judi Barrett y Ron Barrett. Música: Mark Mothersbaugh. Dirección artística: Michael Kurinsky. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO) de Bill Hader (Flint), Anna Faris (Sam Sparks), James Caan (Tim Lockwood), Andy Samberg (“Baby” Brent), Bruce Campbell (alcalde Shelbourne), Mr. T. (Earl Devereux), Benjamin Bratt (Manny)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 90 min. color 2.35:1. Un adolescente con ínfulas de científico loco, Flint Lockwood, proyecta la invención de una máquina capaz de convertir el agua en comida, con la esperanza no tanto de redimirse con su padre, que considera que la ocupación de su hijo no le llevará a ningún sitio, sino con el resto de su comunidad, visiblemente molesta de las consecuencias desastrosas que llevan aparejadas todos sus inventos.

luvia de albóndigas (Cloudy with Chance of Meatballs, 2009) participa de una nueva tendencia en el mainstream de corte infantil– juvenil consistente en remedar, hasta el hartazgo, los estereotipos que otrora hicieron del medio cinematográfico un espectáculo genuino, además de cimbreante, del mismo modo que ocurre en cintas coetáneas como Monstruos contra alienígenas o Planet 51, ambas deudoras del ambiente retro de los cincuenta que tan bien parodió —y tantos dividendos generó— el cine teen de los ochenta. Lluvia de albóndigas, de forma más expresa que aquéllas, dirige toda su inventiva (y no es poca) a los cimientos

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del american way of life estadounidense trasladando los epítomes de las perfectas (y pulcras) comunidades W.A.S.P. del extrarradio californiano a una isla de pescadores (y de perdedores) ubicada en mitad de la nada, repleta de excedentes de sardinas, trabajadores desempleados, y de arquetipos que nos resultan extraordinariamente familiares no tanto por lo que son, representantes solemnes de una sociedad que se presume ideal, sino por lo que quieren una vez se desvelan todas sus cartas: perpetuar su modus vivendi a costa de los demás, incluidos aquéllos que les votan. Puestos todos sus ingredientes en un recipiente formal de indudable naturaleza evocadora, los directores Phil Lord y Chris Miller (que dirigieron para la MTV, en 2002, la cáustica serie Clone High) adaptan el libreto epónimo de Judi Barrett, un clásico de la literatura infantil en los setenta, renunciando a buena parte de su argumento (y espíritu) pero no a su título (ciertamente ilustrativo en su versión original), así como a su premisa más atractiva. También aquí la comida cae del cielo, pero no lo hace por cuenta de un capricho de la naturaleza sino gracias al tesón de un científico sin edad suficiente como para serlo, enamorado de una joven a la que no puede besar (sus respectivas narices se lo impiden), hijo de un padre que no lo comprende, amigo de un mono que sí lo hace, vecino de una conurbación pesquera que lo último que espera de aquel científico díscolo es que la surta todos los días (y a casi todas horas) de una ingente porción de comida que, literalmente, llueva del cielo. El resto del argumento, de cosecha propia, lo resumen políticos codiciosos, meteorólogas acomplejadas, padres desempleados, policías paranoicos, héroes de instituto disfrazados de pollo asado, montañas de helado, hamburguesas gigantes, albóndigas no en remojo y un sinfín de gags de naturaleza inspirada (especialmente hilarante resulta la destrucción de la Torre Eiffel o el Monte Rushmore) y/o sarcástica (el pueblo perece aplastado por una avalancha de residuos orgánicos). Su humor (imparable, des12


bordante, finalmente olvidable) es protagonista, incluso, de sus secuencias más acarameladas (caso de la montaña de gelatina en que los dos personajes principales desvelan sus verdaderos rostros, o de esa tormenta de helado y chocolate que acaba enfermando a la mitad de la población infantil), alcanzando su cenit justo en al final: cuando el padre, que se comunica con su hijo mediante refranes y analogías pesqueras, se apropia del traductor automático que porta el mono para poder decir, de una vez por todas, lo que piensa respecto de su hijo. Vehículo de vocación redentora travestida de slapstick de sci-fi y crítica social (insistimos que, a pesar de su apariencia intrascendente, el ataque que realiza contra la clase política es ciertamente despiadado), Lluvia de albóndigas ofrece una lúcida revisitación de los códigos que definen al cine de vocación cómico-familiar; en manos del dueto Lord & Miller va a repletarse, además, de soluciones eminentemente simpsonianas, quizá por ello mismo resultando su obra un término medio entre la parodia tipo spoof y el guiño ingenioso (también cinéfilo: Tiburón, Regreso al futuro…), utilizando el resto de su tiempo en indagar en las posibilidades técnico-narrativas que les ofrece, a un alto costo, el medio animado en su vertiente tridimensional, especialmente en lo que atañe a las perspectivas y a la profundidad de campo (dos de los aspectos que hacen de esta película un ejercicio virtuoso). Es, en fin, un hilarante producto de acción gastronómica para todos los públicos que aprovecha todos sus márgenes y subtextos para darle una patada en el culo a una sociedad —ahora nos referimos en términos empáticos—, rescatada de su decadencia por alguno de sus elementos más disfuncionales. Aunque suene extraño, una constante en el cine infantil en estos tiempos. J. P. Bango (Ávila, España) 13


Mi vecino Totoro Título original: Tonari no Totoro. Dirección: Hayao Miyazaki. Productor: Tohru Hara para Tokuma Japan Communications Co. Ltd., Studio Ghibli, Nibariki. Productor ejecutivo: Yasuyoshi Tokuma. Guión: Hayao Miyazaki. Montaje: Takeshi Seyama. Música: Jo Hisaishi Dirección artística: Kasuo Oga. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO japonesa) de Noriko Hidaha (Satsuki), Chika Sakamoto (Mei), Shigesato Itoi (Tatsuo Kusakabe), Sumi Shimamoto (Yasuko Kusakabe), Hitoshi Takagi (Totoro), Yûko Maruyama (Kanta no okâsan)… Nacionalidad y año: Japón 1988. Duración y datos técnicos: 86 min. color 1.85:1. Un profesor de universidad y sus dos hijas cambian su residencia de la ciudad por una vieja casa en el campo para poder estar más cerca de su madre, que está siendo tratada de una enfermedad en un hospital cercano. La casa se encuentra muy cerca de un bosque donde habitan criaturas mágicas…

inalmente estrenada en España en el año 2009, Mi vecino Totoro es probablemente la película más representativa de la obra del genial Hayao Miyazaki. A pesar de que no fuera un gran éxito comercial en el momento de su estreno, es un punto de inflexión en su carrera y marca un estilo a seguir en el resto de las producciones futuras del legendario estudio Ghibli, fundado por él mismo con su socio y mentor, el no menos mítico Isao Takahata. Tanto es así que desde entonces el propio estudio adoptó como mascota la figura de Totoro, el espíritu del bosque que da título a la película. Más que un simple cambio de logotipo puede verse casi como una declaración de intenciones. La película es una fábula sobre dos niñas que accidentalmente descubren los espíritus y criaturas mágicas que habitan en un bosque cercano a su casa. A través de los ojos de sus dos protagonistas, pendientes de la recuperación de su madre que está hospitalizada, nos adentramos en un mundo habitado por criaturas imaginarias, donde destaca Totoro, un ser bondadoso aunque de aspecto un tanto amenazador, parecido a un conejo de gigantesco tamaño. La historia tiene cierto componente dramático, la inquietud de las niñas por el estado de salud de su madre permanece como un ancla de sujeción a la realidad mientras recorren ese extraño y mágico mundo, pero la película en ningún momento cae en la sensiblería gratuita y logra transmitir satisfactoriamente una especie de viaje epistemológico que cambiará las vidas de las protagonistas para siempre. A pesar de ser un autor japonés y, al igual que su compatriota Akira Kurosawa, Hayao Miyazaki bebe de ciertas influencias de la cultura occidental que se adivinan en gran parte de su trabajo, Alicia en el País de las Maravillas es quizás la más evidente en esta película, y probablemente esa sabia mezcla de culturas y mentalidad abierta sea lo que dote a sus obras de re-

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conocimiento universal, permitiéndole poco a poco exportar sus trabajos a los mercados de todo el mundo con una gran aceptación. Existen ciertas características afines en la filmografía de Miyazaki, que aunque ya quedan patentes en producciones anteriores se repiten sobre todo a partir de esta película. Sus personajes protagonistas son casi siempre niñas, ya que le interesa la inocencia e imaginación de esas edades porque le da pie a mostrar todo tipo de criaturas fantásticas tan propias de los cuentos infantiles. Los niños, al ser “limpios de corazón”, suelen ser los únicos que pueden percibir a dichas criaturas, ya que los adultos están cegados por cuestiones mundanas y salvo excepciones no recuerdan que una vez fueron niños. Además, sus obras son de un marcado carácter ecologista y critican con dureza el materialismo y la industrialización excesiva, invitando al respeto por la naturaleza. Mi vecino Totoro es cine de animación artesanal, alejada de las producciones actuales con la omnipresente (y casi inevitable) infografía; aquí el proceso de animación es casi manual, a la vieja usanza, dibujado con mimo por sus artistas y supervisado minuciosamente por el propio Miyazaki. A pesar de esta laboriosa forma de trabajo es destacable la atención y cuidado por los pequeños detalles que encontramos en cada 15


plano de la película (y podría decirse que en cualquier obra del estudio Ghibli). Miyazaki hace de esta manera de trabajar un estilo de marcado carácter personal que contrasta con el resto de ofertas de cine de animación. A día de hoy el director sigue confiando en este tradicional proceso de creación, como demuestra con su última obra Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2009), en cierta forma heredera directa de la película que nos ocupa. Otro de los aspectos destacables de la cinta es la banda sonora creada por Jo Hisaishi, una pequeña maravilla que complementa con solvencia las imágenes redondeando el producto final. A ratos es nostálgica, vibrante en ocasiones, pero siempre adecuada. Este músico es un habitual colaborador de Miyazaki y me atrevo a atribuirle gran parte del éxito de las películas en las que participa. Miyazaki nunca dejó de ser un niño, jamás olvidó soñar y su imaginación es lo que alimenta ese talento especial que se materializa en sucine. Mi vecino Totoro es posiblemente su obra más relevante, pero también la más accesible para todas las edades, y nos recuerda que nuestro mundo es algo más que la rutina diaria, que vivimos para imaginar, que las historias nos aprovisionan para el largo y a veces tortuoso camino de nuestra existencia. Álvaro Díaz (Madrid. España) 16


Monstruos contra alienígenas Título original: Monsters Vs Aliens. Dirección: Rob Letterman, Conrad Vernon. Productores: Jill Hopper, Latifa Ouaou, Lisa Stewart para Dreamworks Animation. Guión: Maya Forbes, Wallace Wolodarsky, Rob Letterman, Jonathan Aibel, Glenn Berger. Música: Henry Jackman. Montaje: Joyce Arrastia, Eric Dapkewicz. Dirección artística: Scott Wills. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces en la VO de Reese Witherspoon (Susan Murphy / Genormica), Seth Rogen (B.O.B.), Hugh Laurie (Dr. Cucaracha), Will Arnett (El eslabón perdido), Kiefer Sutherland (General W.R. Monger). Rainn Wilson (Gallaxhar), Stephen Colbert (Presidente Hathaway), Paul Rudd (Derek Dietl), Julie White (Wendy Murphy), Jeffrey Tambor (Carl Murphy), Amy Poehler, Ed Helms… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 94 min. color 1.44:1. Susan está a punto de casarse cuando, alcanzada por un meteorito, comienza a crecer hasta alcanzar los quince metros de altura. Recluida a partir de ese momento en una base secreta de los Estados Unidos como si fuera un monstruo, es reclamada por el gobierno, junto con otras criaturas mutantes, para hacer frente a un gigantesco robot alienígena que se cierne sobre el país.

ay que reconocer que el punto de partida de Monstruos contra alienígenas resulta, en principio, de lo más apetecible para el espectador cinéfilo: se trata de rendir homenaje a las viejas películas de ciencia ficción de los años 50, emulando el artificio técnico del 3D, utilizado como reclamo en multitud de ellas, pero adaptándolo a los nuevos y más exigentes tiempos. Esta técnica, que no pasó en su día de ser una mera curiosidad pasajera causante de más dolores de cabeza que de verdadero divertimento, es solventada hoy con las más avanzadas técnicas, llegando a crear una sensación de profundidad nunca antes conseguida en largometrajes estrenados en salas comerciales. Otra cuestión es si la técnica estereoscópica tiene el suficiente atractivo en la audiencia como para justificar el gasto que supone tanto por la parte de producción como de exhibición, de forma que en el futuro sea la norma en el cine, como pretenden sus responsables. Solventado de forma airosa el bache técnico, queda comprobar si de hecho estamos ante una técnica al servicio de la historia o, como viene sucediendo con demasiada frecuencia, es al revés. En este aspecto, el espectador cinéfilo del que hablábamos quedará algo decepcionado, pues el pretendido homenaje se queda en la superficie, lejos de captar el espíritu de ese cine de serie B lleno de mutantes y gigantescos monstruos que llenaban las sesiones matinales y los auto-cines en la época de la Guerra Fría. El protagonismo de émulos de ciertos personajes reconocibles en aquellas películas –la mujer que crece a un tamaño gigantesco de Attack of

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the 50 Foot Woman (1958), el hombre-insecto de La mosca (The Fly, 1958), la criatura que no es ni hombre ni animal de La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954), la masa gelatinosa de The Blob [tv/dvd: La masa devoradora, 1958], así como el colosal bicho que podría ser un trasunto de Godzilla y toda su troupe, en especial Mothra–, así como la parodia de algunos de sus clichés –el grito omnipresente cada vez que se menciona alguna de aquellas absurdas criaturas, el genial vídeo que explica el proceso por el que cada una de ellas llegó a convertirse en lo que son, el sensacionalismo con el que los medios de comunicación tratan esos asuntos–, son los únicos vestigios del cine al que homenajea, reciclados en un guión adaptado a los espectadores que hoy en día van a ver Shrek (Shrek, 2001) o El espantatiburones (Shark Tale, 2004). Se abusa, por lo tanto, de chistes y chascarrillos contemporáneos, haciendo que el espíritu de serie B quede difuminado en medio de una película concebida para el marketing de sus personajes y la venta de sus figuras en cadenas de hamburguesería. Queda, pues, un producto de entretenimiento que, si bien cumple su función lúdica, desaprovecha una premisa llena de posibilidades: ¿qué pasaría si el gobierno de los Estados Unidos hubiese recluido todas aquellas criaturas resultantes de la contaminación radiactiva, aberraciones evolutivas o mutaciones científicas, y tuviese que hacer uso de ellas para enfrentarse a una amenaza aún mayor? El hilo conductor de todo ello es Susan, que tras ser alcanzada por un meteorito crece hasta proporciones descomunales en un arranque que sin duda es lo mejor de la película. Convertida a partir de ese momento en un monstruo, es confinada en un gigantesco y aséptico recinto en uno de los momentos más logrados: la protagonista, tras ser abatida por el ejército, despierta en lo que, bajo su punto de vista, parece ser una simple habitación vacía, pero que se revela en un espacio descomunal cuando, a sus pies, tropieza con un diminuto mobiliario. La angustia sufrida por Su19


san (ahora Genórmica) recuerda a la misma que sufre el coronel Glenn Manning en los primeros momentos de agigantarse en The Amazing Colossal Man [tv: El asombroso hombre creciente, 1957]. En el transcurso del filme, y a partir de su victoria cuando es reclamada para convertirse en un trasunto de intérprete de una kaiju movie (películas protagonizadas por grandes monstruos enfrentados en medio de la maqueta de una ciudad, con Godzilla como principal representante), la joven aprenderá a aceptar su condición de freak, e incluso la reivindicará junto con sus nuevos compañeros, lanzando un mensaje de aceptación de lo diferente por encima de la homogeneidad y, en el caso concreto de Susan, de su condición de mujer independiente por encima del sometimiento a su prometido, rechazando el tipo de vida que le esperaba (cuya personalidad hubiera quedado anulada por su emparejamiento con el machista marido) a favor de su individualidad. El personaje protagonista experimenta, así, una evolución desde el miedo que le produce su nuevo estado hasta aceptarlo como una oportunidad para empezar de nuevo y librarse de las ataduras de la sociedad. Lástima que los aspectos más interesantes del filme queden desaprovechados y prime la espectacularidad, concebida para sacar partido a la técnica estereoscópica, y el entretenimiento juvenil. Mientras esto siga así, seguirá siendo cierto aquello de que la primacía en el cine de animación la tiene Pixar, por ser los únicos que conjugan entretenimiento y calidad a partes iguales, haciendo sus películas mucho más cercanas sin necesidad de aportarle realismo con la estereoscopia –hasta que se estrene Up (2009)–, por mucho que otros pretendan utilizarla como truco de feria para atraer al público hacia un divertimento pasajero, vacío y, en definitiva, sin alma. Sami Natsheh (Alicante. España) 20


Los mundos de Coraline Título original: Coraline. Dirección: Henry Selick. Productores: Claire Jennings, Mary Sandell para Laika Entertainment, Pandemonium, Focus Features. Guión: Henry Selick, basado en la novela homónima de Neil Gaiman. Fotografía: Pete Kozachik. Música: Bruno Coulais, They Might Be Giants. Montaje: Christopher Murria, Ronald Sanders. Efectos especiales: Gentle Giant Studios, Mechinations. Intérpretes: Muñecos animados, con las voces (en la VO) de Dakota Fanning (Coraline Jones), Teri Hatcher (madre/otra madre), John Hodgman (padre/otro padre), Keith David (gato), Robert Bailey Jr. (Wybourn “Wybie” Lovat), Jennifer Saunders (Miss Spink), Dawn French (Miss Forcible), Ian McShane (Mr. Bobinsky), Aankha Neal, George Selick, Hannah Kaiser, Harry Selick, Marina Budovsky, Carolyn Crawford... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 100 min. color 3-D 1.85:1. Coraline Jones es una niña que se ha mudado a una casa nueva con sus atareados padres. Dentro de su nuevo hogar descubre una pequeña puerta que la lleva a otro mundo donde habita su otra madre, con mucho tiempo para dedicárselo a ella. Pero no todo es tan feliz como aparenta…

oraline, la novela corta juvenil que ha adaptado el realizador Henry Selick, fue escrita por Neil Gaiman, un conocido y reputado guionista de cómic inglés, cuya más famosa creación, junto al dibujante Sam Kieth, es el personaje The Sandman, que comenzó su andadura en 1989 en una serie de comic books, y tras 75 números finalizó en 1996. Gaiman es además un afamado escritor de novelas de fantasía, que alterna con sus trabajos en la historieta, con obras como Buenos presagios (Good Omens, 1990) co-escrita con Terry Pratchett, que fue su primera novela, o American Gods (American Gods, 2001), entre otras. Para esta película, Selick, que ya dirigió Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993) y James y el melocotón gigante (James and the Giant Peach, 1996), ha vuelto a utilizar la técnica del stopmotion como en las anteriores, pero con la añadidura del 3-D. Siguiendo la obra de Gaiman, el realizador ha construido una nueva fantasía de muñecos dotados de ese extraño hálito de vida, demostrando que es un maestro en esta técnica y que por alguna razón consigue hacer creíbles a unos seres de plastilina y que el espectador disfrute de las aventuras de los personajes, llegando a sobrepasar la suspensión de la credulidad de éste y subyugarlo de tal forma que no aparte la mirada de la pantalla. Para ello ha desarrollado unos personajes atrayentes y seductores, como la propia Coraline o la Otra Madre, en especial cuando advertimos su verdadera apariencia, así como a Wybourn “Wybie” Lovat, que no aparece en la novela y fue creado para que la protagonista interactuase con él y no hablase sola.

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El trabajo de Selick como diseñador de la cinta es espectacular, asombroso, y por sí solo mantiene la expectación en presenciar lo que acontece, sin embargo la historia no está del todo conseguida y falla en algún momento. Sin duda todo proviene de la obra original, siendo en realidad un argumento bastante simple, tópico y manido, y hasta con una moraleja un tanto pueril. Se dice que la novela recuerda a Alicia en el País de las Maravillas (Alice’s Adventures in Wonderland, 1865), de Lewis Carroll, y de hecho la película parece una mezcla de esta obra y El laberinto del fauno (2006), mostrando algunos elementos muy parecidos al film de Guillermo del Toro, aunque también ofrece ciertas reminiscencias al libro de Clive Barker El ladrón de días (The Thief of Always, 1992), otra novela juvenil oscura con niño protagonista. En definitiva, una película de factura cinematográfica impecable, que se recomienda ver en 3-D, una técnica que embelesa los sentidos y apabulla (positivamente) en todo instante, pero con una historia algo fallida y trillada que ensombrece un poco el magnífico espectáculo visual, dejando al público un tanto desilusionado por no ver una obra perfecta. Luis Alboreca (Madrid. España) 22


Planet 51 Dirección: Jorge Blanco, Javier Abad, Marcos Martínez. Productores: Ignacio Pérez Dolset, Guy Collins para Ilion Studios, Antena 3 Films, Chuck & Lem, Lem Films. Guión: Joe Stillman. Fotografía: Jorge Blanco García. Música: James Seymour Brett. Montaje: Alex Rodríguez. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO inglesa) de Dwayne Johnson (Chuck), Jessica Biel (Neera), Justin Long (Lem), Seann William Scott (Skiff), Gary Oldman (Grawl), John Cleese (Kipple), y en la española de Eduard Farelo (capitán Charles T. Baker), Nuria Trifol (Neera), Roger Isasi-Isasmendi (Lem), Camilo García (general Grawl), Luis Posada (Skiff), Juan Fernández (profesor Kipple)... Nacionalidad y año: España, Reino Unido 2009. Duración y datos técnicos: 91 min. color 2.35:1. El capitán Charles “Chuck” Baker es un astronauta americano que aterriza en Planet 51 pensando que es la primera persona en pisar el planeta. Para su sorpresa, descubre que está habitado por pequeñas criaturas verdes que viven felizmente en un mundo plagado de cercas blancas, reminiscencia de la alegre inocencia de la Norteamérica de los años 50, y cuyo único temor es el de ser invadidos por alienígenas… ¡como Chuck!

on este título nos encontramos ante un caso de privilegio crítico frente a un género hasta hace poco infravalorado como es el cine de animación, dado el carácter eminentemente español del equipo de producción, enfrentado a la cada vez más fortalecida Pixar o, lo que es lo mismo, a la todopoderosa factoría Disney. El éxito de tal reto, en lo que se refiere al apartado técnico, es indiscutible, pues los efectos son brillantes, a la altura de lo que se puede esperar de una producción estadounidense de estas características. Estadounidense, así es, porque a pesar de estar liderada por españoles, el resultado final no podía ser más típicamente norteamericano, que esa es su intención. Así, el equipo encabezado por Jorge Blasco, Javier Abad y Marcos Martínez en la dirección (labor en la que demuestran un buen oficio) comete el error –quizá voluntario, esperemos que no– de dejarse apadrinar por Joe Stillman, coguionista de las dos primeras entregas de Shrek, y su huella se hace palpable a lo largo de un guión que denotado un considerable amor a la ciencia ficción, pero desvirtuando lo que podría haber constituido un muy sólido aporte al camino abierto por la excelente y subvalorada Monstruos contra alienígenas a la hora de proporcionar aire fresco a los caminos surcados por la ci-fi clásica. El inicio, de por sí, es prometedor, aunque no novedoso, ni siquiera dentro de los esquemas de su autor: si en Shrek Stillman trataba de subvertir los valores tradicionales de los cuentos de hadas, aquí la inversión se centra en los tópicos sobre invasiones alienígenas; pero con-

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vertir a los (presuntos) invadidos en (presuntos) invasores y viceversa no es nada nuevo dentro de un género habituado al juego con los puntos de vista como es la ciencia ficción. Ya la literatura –con autores como Richard Matheson o Fredric Brown a la cabeza– y el cómic –¡aquellas historias de la EC!– han recurrido a ello con frecuencia, e incluso el cine y la televisión han dado ejemplos (sin ir más lejos, el episodio “First Contact”, de Star Trek. La nueva generación, donde los tripulantes de la Enterprise son tomados por aliens peligrosos). Los guiños, cuando no referencias directas, a clásicos antiguos y modernos abundan, con mayor o menor acierto, en el desarrollo de la trama, con un simpático toque “retro” que, a la manera de la trilogía Regreso al futuro, recrea los 50 en una sociedad de alienígenas asexuados paralela a los Estados Unidos de aquella década. Durante el primer cuarto de hora la fórmula funciona, y aunque los personajes no resulten muy prometedores, al menos el planeamiento hace creer que la historia puede dar de sí, mas en el momento en que el astronauta con rostro de Dennis Quaid y voz de Dwayne Jhonson abre la bocaza, la huella de Stillman queda en evidencia y todo comienza a derivar peligrosamente hacia la obviedad y el trazo grueso, con chistes 24


escatológicos incluidos, eso sí, precedidos por un gag anacrónico/musical que resulta uno de los más brillantes de todo el film, no apto para fans de La Macarena. Por fortuna, otros aportes más interesantes no desfallecen a lo largo de la historia, lo que hace que el resto del metraje bascule entre el guiño lúcido al aficionado y la ramplonería más absoluta, derivando en un entretenimiento simpático que, sin duda, no pasará a la historia, pero tampoco –y a pesar de todo– resulta insultante. No es poco, en estos tiempos. Manuel Aguilar (Madrid. España) 25


Ponyo en el acantilado Título original: Gake no ue no Ponyo. Dirección: Hayao Miyazaki. Productor: Toshio Suzuki para Studio Ghibli, Nippon Television Network Corporation, DENTSU Music And Entertainment, Hakuhodo DY Media Partners, Mitsubishi, Toho Company, Asahi Soft Drinks Company, Lawson, The Yomiuri Shimbun. Productores ejecutivos: Hayao Miyazaki, Koji Hoshino. Guión: Hayao Miyazaki. Fotografía: Atsushi Okui. Música: Joe Hisaishi. Montaje: Hayao Miyazaki, Takeshi Seyama. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO) de Yuria Nara (Ponyo), Hiroki Doi (Sosuke), Tomoko Yamaguchi (Risa), Jôji Tokoro (Fujimoto), Yûki Amami (Guranmamare), Kazushige Nagashima (Kôichi), Akiko Yano, Shinichi Hatori, Tokie Hidari, Eimi Hiraoka, Rumi Hîragi, Tomoko Naraoka... Nacionalidad y año: Japón 2008. Duración y datos técnicos: 103 min. color 1.85:1. Sosuke vive con su madre, Risa, en un faro; su padre es capitán de barco y cada vez que pasa junto a ellos se cruzan mensajes en morse. Un día rescata a un extraño pez con rostro humano y lo bautiza como Ponyo. Entre ellos surgirá una amistad capaz de superar cualquier barrera.

n estos tiempos de desafuero digital y persecución de la espectacularidad más allá de cualquier medida, muchas veces sin más objetivo que deslumbrar al espectador con fuegos de artificio sin contenido, Miyazaki (como un clásico que es) nos propone una vuelta a la esencia: una historia sencilla, plena de emociones y sentimientos, y bien narrada. Cine de verdad, sin necesidad de alardes tecnológicos o guiños específicos para los sufridos adultos. Una historia que funciona por sí misma para todos los espectadores, que adopta, eso sí, un tono de fábula, de cuento infantil, sin que suponga demérito alguno. Para este cuento Miyazaki vuelve, si es que alguna vez abandonó, a la animación más tradicional, hermosamente cuidada –fondos que diríamos pintados al pastel– y una estética entre lo realista y lo mágico–simbólico, que permite suavizar la amenaza que representa el mundo sobrenatural sin llegar a una simplificación infantiloide. Con esta aparente sencillez formal1 se centra en las emociones de los personajes y en la historia para lograr que todos veamos, de nuevo, con los ojos de un niño. El núcleo de la historia (que desprende magia por los cuatro costados) es una amistad que no repara en nada y que alcanza en determinados momentos un romanticismo desaforado: la emocionante secuencia de Ponyo cabalgando las olas embravecidas para encontrarse con Sosuke, acompañada por la música de Joe Hisaishi con claras reminiscencias wagnerianas, o la declaración de Sosuke: “Ponyo me gusta cuando es un pez, cuando

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_____________ 1. La película requirió más de 160.000 dibujos para ser animada.

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hace magia, cuando es una niña…”. Como todos los chicos, Sosuke ve la esencia de las cosas, no le importan el origen inhumano ni las transformaciones que pueda sufrir: Ponyo es Ponyo. Que Miyazaki adopte un tono de fábula o una imaginería infantil no hace que se escamoteen los aspectos diarios de la realidad en que se mueven los personajes humanos: las discusiones de pareja entre Risa y el padre de Sosuke, resueltas con brillantez a través de las señales luminosas en morse entre el faro y el barco, son propias de la mejor comedia romántica, la caracterización de los ancianos de la residencia donde trabaja Risa y la soledad que se percibe en ellos, o la crítica –habitual por otra parte en muchas de sus películas– a la contaminación y a los excesos del 27


hombre para con la naturaleza, en una visión muy relacionada con el sintoísmo tradicional del Japón. De igual modo, la caracterización del mundo mágico huye de la excesiva infantilización y oscila entre lo hermoso y encantador, y lo terrible y amenazador (y así se muestra en pantalla). El padre de Ponyo se erige como un ser amargado, capaz de utilizar fuerzas oscuras para recuperar a su hija, fuerzas que se manifiestan a través de los elementos y amenazan a los humanos (la inquietante secuencia de la pérdida de Ponyo) o el poder desatado de Ponyo al adoptar forma humana y querer regresar junto a Sosuke. El último tercio del filme es quizás excesivo, con la explosión del mundo sobrenatural y su invasión del mundo humano sin grandes consecuencias (se mantiene el tono de fábula o cuento en la aceptación de los hechos), pero propone una resolución de los conflictos apelando a lo hermoso y bueno que todos tenemos dentro (personajes y espectadores). El excelente guión, el dominio narrativo y del tempo (muy clásico, sin estridencias) y el tono logran algo realmente difícil en lo que otros fracasan debido a un sentimentalismo impostado y forzado por la dirección. Consiguen emocionar al espectador a través de la pureza y sencillez de los sentimientos de los personajes y de una historia clásica de amistad y de redención. Ponyo en el acantilado es una combinación magistral entre realidad y fantasía, entre el mundo adulto y el infantil, que hará las delicias de cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad. Miguel Valle García (Madrid. España) 28


Up Título original: Up. Dirección: Pete Docter, Bob Peterson. Productor: Jonas Rivera para Pixar Animation Studios, Walt Disney Pictures. Productores ejecutivos: John Lasseter, Andrew Stanton. Guión: Pete Docter, según argumento de P. Docter, Thomas McCarthy, Bob Peterson. Diseño de producción: Ricky Nierva. Música: Michael Giacchino. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces, en la versión original, de Edward Asner (Carl Fredricksen), Christopher Plummer (Charles Muntz), Jordan Nagai (Russell), Bob Peterson (Dug/Alpha), Delroy Lindo (Beta), Jerome Ranft (Gama), Elie Doctor (Ellie joven), John Ratzenberger, David Kaye, Mickie McGowan... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 96 min. color 1.85:1. Carl Fredricksen es un anciano de 78 años que, presionado por el rodillo urbano, decide abandonar la ciudad y acometer un viaje con destino a las cataratas Paraíso, un lugar en Sudamérica que siempre quiso visitar su esposa, Ellie, en vida. Ahora, el protagonista recurrirá a la tremenda para conseguirlo, dado que usa, como vehículo, su propia casa a la que engancha multitud de globos como dispositivo propulsor. A bordo de su peculiar hogar volante, se dirige a cumplir un sueño aventurero… con la compañía inesperada de Russell, un niño aprendiz de explorador al que es imposible dar esquinazo.

a última película de Pixar, codirigida por Pete Docter y Bob Peterson, supone la constatación de que esta mágica factoría sigue asumiendo riesgos y cumpliendo a rajatabla las premisas básicas de su brillante producción. Así, lo que importa por encima de todo no es la exhibición de un virtuosismo hueco y una acumulación de personajes llamativos embarcados en relatos funcionales, sino el desarrollo de una historia tan apasionante como imaginativa y sorprendente, además de la apuesta decidida por el tratamiento de los caracteres, a los que se ha de dotar de espesor dramático y de una personalidad definida. Se trata, por lo tanto, de establecer unas bases sólidas para que el espectador se involucre en lo que ve, se crea lo que sucede en la pantalla, causando que la animación supere el artificio y logre respirar vida propia a través de unos entes caricaturizados (humanos, animales) que, desde bien pronto, sintamos como seres de carne y hueso. Al igual que sucedió en la anterior joya de Pixar, la sofisticada y antológica WALL•E (WALL•E, 2008, Andrew Stanton), en este caso también asistimos a unos primeros minutos sensacionales, incluso desconcertantes, en los que se vuelca el mayor genio de sus responsables al sugerir un golpe emocional ajeno a cualquier subrayado. Mediante una narración puramente visual y en buena parte muda, Up nos hace partícipes de la historia personal de Carl Fredricksen desde su infancia, cuando conoció a una chispeante chica, Ellie, con la que compar-

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tía una ingenua pasión por la aventura. En un corto intervalo que dura escasos minutos somos testigos de la evolución de la pareja a lo largo de los años, con sus alegrías y tristezas, con sus subidas y bajadas, lo que compone un retrato humano breve e intenso. El comienzo, deslumbrante en su magistral uso del lenguaje cinematográfico más depurado, es una síntesis perfecta que permite, rápidamente, situarnos en antecedentes y conocer las circunstancias que detonan la acción, la aventura y, sobre todo, la necesidad de una liberación y de cumplir el deseo no consumado de Ellie. Un anciano viudo, algo huraño y gruñón y que podría ser un cruce entre Spencer Tracy y Walter Matthau, es el protagonista del alocado viaje hacia un enclave ignoto a bordo de un vehículo delirante: su vivienda, llena de recuerdos como último espacio vital íntimo, es impulsada por innumerables globos hacia el cielo. Acosado por el todopoderoso gi30


gante urbanístico que monopoliza el terreno con sus modernas edificaciones, ha de abandonar tierra firme para despegar y dirigirse al lugar tantas veces soñado. Acompañado por Russell, un orondo niño explorador al que en principio rechaza, a la odisea de Carl posteriormente se unirán dos componentes más: una extraña ave exótica, que se diría un fascinante émulo multicolor del mismísimo Correcaminos, y un perro bonachón pero despistado. En la interacción de estos personajes, tan diferentes entre sí, se producen las mejores notas cómicas del conjunto. El reto emprendido por Carl se traduce en una especie de peregrinaje en tanto se produce, al fin y al cabo, un costoso desplazamiento a pie hacia un lugar “sagrado” en la memoria y el sentimiento del personaje. Las cataratas Paraíso, en América del Sur, es el sitio que su esposa, Ellie, anhelaba en vida, de forma que ir allí es, para el hastiado anciano, un modo de escapar de una civilización urbana que nada le aporta ya y, al mismo tiempo, de saldar una cuenta pendiente para que su amada certifique su visita póstuma. También, este trayecto emprendido a la tremenda, con una casa a cuestas a través de la selva que podría remitir a la desquiciada Fitzcarraldo (Fitzcarraldo, 1982, Werner Herzog) por obra y gracia del obsesivo Klaus Kinski, tiene para el protagonista un valor como aprendizaje moral: aunque duela una pérdida, es necesario continuar adelante y disfrutar de lo que nos ofrezca la vida en grandes o pequeños tarros. Resulta, por otro lado, de lo más interesante la desmitificación que la película propone de la aventura exploradora, que aquí aparece 31


idealizada tanto por el Carl infante, que se zambulle en el noticiero que narra los avatares de su admirado Charles Muntz, como por ese Russell boy scout, ataviado con multitud de objetos, al que la situación supera a pesar de su entusiasmo. Existe, entonces, un encontronazo con la realidad al esfumarse lo que creíamos cierto de niños, pues ni Muntz es el explorador ideal que merezca honores ni la naturaleza es tan amable como esperaba Russell. En verdad, todo resulta más fiero y salvaje de lo que se preveía, y en este sentido se observa que los personajes, desengañados, menos inocentes, serán conscientes de cómo son las cosas al haberlas vivido (y sufrido) en sus propias carnes. A fin de cuentas, Up ofrece aquello que esperábamos de Pixar: perfección técnica, sentido del ritmo, empaque de los personajes y un combinado de drama, comedia, acción, aventura y fantasía que no renuncia a la introspección conmovedora y la reflexión vital en medio del puro desafío que conlleva un viaje a lo desconocido y sin tregua alguna. La fusión de la lírica de las emociones humanas y la épica del sense of wonder condimentada con elementos pulp. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 32


Del c贸mic al cine


Los Sustitutos Título original: Surrogates. Dirección: Jonathan Mostow. Productores: Max Handelman, David Hoberman, Todd Lieberman para Touchstone Pictures, Mandeville Films, Road Rebel, Top Shelf Productions, Wintergreen Productions. Guión: Michael Ferris, John D. Brancato basado en el cómic de Robert Venditti y Brett Weldele. Fotografía: Oliver Wood. Música: Richard Marvin. Montaje: Kevin Stitt. Efectos especiales: Industrial Light & Magic (ILM), The Layersmith Digital, Lidar Services, Moving Picture Company (MPC), Sandbox F/X, Synthespian Studios. Intérpretes: Bruce Willis (Tom Greer), Radha Mitchell (Peters), Rosamund Pike (Maggie Greer), Boris Kodjoe (Stone), James Francis Ginty (Canter, sustituto), James Cromwell (Canter), Ving Rhames (El Profeta), Jack Noseworthy (Strickland), Devin Ratray (Bobby), Michael Cudlitz (Coronel Brendon), Jeffrey De Serrano, Helena Mattsson, Michael Phillip, Danny F Smith, Brian A. Parrish, Jennifer Alden , Ari Mostow, Nathan Mostow… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 104 min. color 2:35.1. En el futuro, gran parte de la humanidad se relaciona entre sí sin salir de sus casas por medio de los Sustitutos, robots con la apariencia idealizada de sus “propietarios”. Pero el asesinato de estos androides y sus contrapartidas humanas podría ser el comienzo de algo peor.

as adaptaciones cinematográficas de personajes e historias de los tebeos no sólo se focalizan en los superhéroes, sino que otros también obtienen su traslación al séptimo arte. En el caso de esta película, su origen se halla en la miniserie de cinco números escrita por Robert Venditti y dibujada por Brett Weldele, editada por Top Shelf Production en 2006 –la versión en español fue publicada por Glenat en un único tomo titulado The Surrogates–, una historia de ciencia ficción ambientada en el año 2054, con pinceladas de William Gibson y Philip K. Dick. Según comentaba José A. Serrano en la Guía del Cómic, el argumento tiene ciertas similitudes con otras obras: “El concepto de Surrogate (…) ya había sido usado por el escritor de ciencia ficción Hugo Correa en el libro Los títeres (1969), donde se refiere a este invento como títere, sosia o alter ego. El libro de Correa está formado por cuatro relatos, el primero de cuales, “Alter Ego”, apareció en inglés en diferentes publicaciones, por lo que es posible que Vendetti lo hubiera leído. (…) También se pueden encontrar antecedentes del concepto de Surrogate en la obra de Phillip K. Dick, dentro de dos obras menores de este autor clásico de la ciencia ficción: Los clanes de la luna alfana (Clans of the Alphane Moon, 1964) y Los simuladores (The Simulacra, 1964)”. Véase también, a este respecto, en el blog de Juan Carlos Planells: http://pfjcplanells3.spaces.live.com/blog/cns/

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La cinta adapta con bastante libertad el cómic, aunque el argumento básico es el mismo, si bien hay elementos que han cambiado para peor. Y eso es lo malo del film: los guionistas, Michael Ferris y John D. Brancato, han pergeñado una aventura policíaca bastante primaria, dejando que la fascinante idea central se diluya dentro de las persecuciones y los tiros. El mundo donde los humanos se han recluido dentro de sus casas, y que sólo interactúan con los demás a través de los robots humanoides con las apariencias idílicas creadas por los dueños, es sólo el envoltorio donde trascurre la trama policial. Todo esto, y las muchas lagunas del argumento, hacen que los protagonistas no estén del todo desarrollados, y que la trama resulte simplista e intrascendente. El guión parece escrito de manera precipitada, dejando sin explicar muchos elementos y cometiendo errores de notable importancia. La película no es un fracaso total gracias a la maña del director, Jonathan Mostow, muy desdeñado por lo general por su trabajo, principalmente por Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Terminator 3: Rise of 35


the Machines, 2003), que en esta cinta demuestra su buen hacer con las escenas de acción o las de diálogo. Por tanto, su trabajo conduce a que el espectador se distraiga y a veces obvie algunos errores de la trama y la disfrute sin mayor problema. También los actores realizan un meritorio trabajo; Bruce Willis y Radha Mitchell cuando interpretan a los sustitutos semejan androides sin expresión alguna, aunque Willis en su faceta humana muestra una inseguridad bastante palpable que le viene muy bien al personaje, demostrando que es un buen intérprete. Qué decir del gran James Cromwell, que en su pequeño papel está magnífico. Los Sustitutos es una irregular, pero no desdeñable, película que con un guión más trabajado podría haber resultado bastante mejor. Una historia de ciencia ficción con muchas posibilidades que gracias al realizador no se transforma en algo mediocre, algo que por desgracia pasa muy a menudo en el cine actual. Luis Alboreca (Madrid. España) 36


Watchmen Título original: Watchmen. Dirección: Zack Snyder. Productores: Lawrence Gordon, Lloyd Levin, Deborah Snyder para Warner Bros. Pictures, Paramount Pictures, Legendary Pictures, Lawrence Gordon Productions, DC Comics. Guión: David Hayter, Alex Tse, según el cómic de [Alan Moore] y Dave Gibbons. Fotografía: Larry Fong. Música: Tyler Bates. Montaje: William Hoy. Efectos especiales: CIS Hollywood, Drac Studios, Gentle Giant Studios, Intelligent Creatures… Intérpretes: Malin Akerman (Laurie Jupiter. Silk Spectre II), Billy Crudup (Dr. Manhattan. Jon Osterman), Matthew Goode (Adrian Veidt. Ozymandias), Jackie Earle Haley (Walter Kovacs. Rorschach), Jeffrey Dean Morgan (Edward Blake. The Comedian), Patrick Wilson (Dan Dreiberg. Nite Owl II), Carla Gugino (Sally Jupiter. Silk Spectre), Matt Frewer (Edgar Jacobi. Moloch the Mystic), Stephen McHattie (Hollis Mason. Nite Owl), Laura Mennell (Janey Slater), Rob LaBelle (Wally Weaver), Gary Houston (John McLaughlin), James M. Connor, Mary Ann Burger, John Shaw, Robert Wisden, Jerry Wasserman, Don Thompson, Frank Novak, Sean Allan, Ron Fassler, Stephanie Belding, Chris Burns, Nhi Do… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 163 min. color 2.35:1. Tiempo atrás los super-héroes fueron declarados ilegales por medio de la Ley Keene. Ahora, alguno, como Rorschach, actúa en la clandestinidad, y otros se dedican a diversos menesteres. Cuando el Comediante es asesinado, Rorschach comenzará a sospechar que existe una conspiración para acabar con los super-héroes. Al mismo tiempo, una amenaza de guerra nuclear se va haciendo cada vez más patente…

asi desde el mismo momento en que se editó la monumental y magnífica Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons (entre septiembre de 1986 y octubre de 1987) surgieron los rumores de una adaptación al cine. También se decía que la obra, con todo, era por completo “infilmable”, algo con lo cual no estoy de acuerdo: la misma concepción del cómic semeja un story-board, con una estructura por completo cinematográfica, y como ejemplo tenemos mismamente la primera entrega (en su versión original de doce números seriados), que comienza y termina con un espectacular movimiento de grúa. Al final, tras un sinfín de entradas y salidas, el director fue Zack Snyder, responsable de un apreciable remake con Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004) y de una pésima adaptación de otro cómic como es 300 (300, 2006). Con estos precedentes, uno no sabía muy bien con qué se encontraría en esta esperadísima (y temidísima por muchos) versión. Al final, Snyder hizo lo que uno, personalmente, pensaba que debía efectuarse, y un tanto al estilo a como había realizado en 300, sólo que aquí, en lugar de intentar reproducir con fidelidad el look del cómic, su objetivo ha sido tanto la trama como la planificación. Y lo dicho: ha

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trasladado el cómic con una fidelidad apabullante. Ello ha implicado una concisión que no da respiro al espectador, que puede sentirse un tanto abrumado ante tanta información (y eso que el film dura casi tres horas, y en la versión del director eso se amplia aún más), si bien a veces el montaje provoca que las escenas semejen set pièces con principio y final, pero sin homogeneidad en el total de la narración, en particular en su primera hora. Hasta cierto punto, uno piensa que debiera sumarse a Alan Moore, e incluso al dibujante Gibbons, como co-director de la película, pues la composición de planos es en la práctica la que él concibió en su muy minucioso, como siempre, guión de cómic. En lo que respecta al guión de la cinta, la fidelidad podría decirse que es de un noventa y cinco por ciento, con algunas variaciones insignificantes, ciertos momentos retrasados en su aparición (como el atentado contra Ozymandias), pero con un cambio ostentoso como es la catástrofe final (que no concretaré demasiado para quien aún no haya visto el film), que sin convencerme en exceso tampoco me disgusta. El guión, por tanto, me parece una buena resolución, pese a esa sobresaturación de información que refería al inicio que, por otra parte, también está presente en el cómic. ¿Qué aporta, pues, Zack Snyder por sí mismo? Por un lado, digamos la manera de ilustrar las imágenes, sobre todo por medio de subrayados musicales, algunos muy bien elegidos (como la canción de Nat King Cole durante el asesinato del Comediante) y otros por completo ridículos, en39


tiéndase el guiño a Apocalypse Now en la escena de Vietnam, con “La cabalgata de las valkirias” wagneriana de fondo; pero, en general, puede decirse que el resultado es más que convincente. Respecto a los actores elegidos, vistos en las revistas uno se mostraba muy escéptico dado el aspecto juvenil y poco agreste de los intérpretes, pero comprobados en situación y en movimiento, ha de decirse que dan el tipo, en especial un magnífico Rorschach; en contraposición, quizás se pueda considerar a Ozymandias como el peor de todos ellos, que no convence sobre todo en los momentos finales. Digamos que, también, en las pocas escenas que dan motivo a la acción se ha exagerado un tanto esta con visos a hacer el film más comercial, algo absolutamente comprensible pero, al menos, bien resuelto. Al conjunto le falta emoción, en cierto modo, si bien se ha tenido el acierto de que, en los momentos finales, los personajes, en lugar de asistir impávidos a las explicaciones y consecuencias de todo, tal y como acontecía en el cómic, aquí se muestren más humanos, se cabreen, griten, lloren…, algo mucho más consecuente, y que proporciona al film una mayor vitalidad. En resumen, sin ser una obra maestra, y aún disponiendo de elementos que chirrían un tanto, puede decirse que en esta ocasión Snyder ha salido vencedor de tan difícil reto, y Watchmen – la película es un buen film, que logra convencer a quienes conocemos su precedente, y que en su conjunto consigue implicar y turbar. Que no es poco. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 40


X–Men orígenes: Lobezno Título original: X–Men Origins: Wolverine. Dirección: Gavin Hood. Productores: Hugh Jackman, John Palermo, Ralph Winter para Twentieth Century-Fox Film Corporation, Marvel Enterprises, Donners’ Company, Seed Productions, Dune Entertainment. Guión: David Benioff y Skip Woods basado en el personaje creado por Len Wein, John Romita Sr. y Herb Trimpe. Fotografía: Donald McAlpine. Música: Harry Gregson-Williams. Montaje: Nicolas De Toth, Megan Gill. Efectos especiales: CEG Media, Cinesite, Hatch Production, Hydraulx, Image Engine Design, Lola Visual Effects, Matte World Digital, Rising Sun Pictures, Soho VFX, Vital Distraction. Intérpretes: Hugh Jackman (Logan / Lobezno), Liev Schreiber (Victor Creed / Dientes de Sable), Danny Huston (William Stryker), will.i.am [William J. Adams] (John Wraith), Lynn Collins (Kayla Silverfox), Kevin Durand (Frederick J. Dukes / La Mole), Dominic Monaghan (Chris Bradley / Bolt), Taylor Kitsch (Remy LeBeau / Gambito), Daniel Henney (David North / Agente Zero), Ryan Reynolds (Wade Wilson / Masacre), Tim Pocock (Scott Summers), Julia Blake (Heather Hudson), Max Cullen (Travis Hudson), Troye Sivan (James Howlett), Michael-James Olsen (Dog, Creed de joven), Peter O’Brien (John Howlett), Alice Parkinson (Elizabeth Howlett), Aaron Jeffery (Thomas Logan), Tahyna Tozzi (Emma, hermana de Kayla Silverfox), Scott Adkins (Arma XI)... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 107 min. color 2.35:1. Territorios del Noroeste, Canadá, 1845. Un niño descubre su atroz legado. Años después, batalla tras batalla, será consciente de su condición inmortal, o casi, y que sólo sirve para matar… Cuando cree hallar la paz junto a una mujer, que lo re-bautizará como Lobezno, el pasado funesto regresa a él…

espués de las tres películas de La Patrulla X nos llegó la de Lobezno, el personaje más carismático de la saga y, todo hay que decirlo, el mejor desarrollado, en detrimento de sus compañeros, por los guionistas. La presente obra nos relata los orígenes del mutante, desde su nacimiento hasta su paso por el proyecto ultrasecreto que le dotó de las garras de adamantium. Para ello ha tomado elementos de varios cómics del personaje, entre ellos Lobezno: Origen (Origin), una miniserie de seis números editados entre 2001 y 2002, con guión de Bill Jemas, Joe Quesada y Paul Jenkins, siendo dibujado por Andy Kubert, aunque en esta historieta “Dog” Logan no es Dientes de Sable como en la película. El argumento central del film está sacado de la historia “Weapon X” creada por el magnífico Barry Windsor-Smith y publicada en Marvel Comics Presents 72 al 84 en 1991, aquí publicado como Arma X, pero ahora más localizable como Lobezno: Arma X por Panini. Aunque también hay elementos de Grant Morrison en su trabajo para los tebeos New X–Men en 2002, como que la X de “Arma X” no hace referencia a la letra, sino el número romano, el 10.

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Wolverine, o Lobezno, fue creado por el guionista Len Wein y los artistas John Romita Sr., quien fue el creador del uniforme original, y Herb Trimpe, dibujante del tebeo donde el personaje hizo su primera aparición, The Incredible Hulk nº 180, con fecha de portada de octubre de 1974. Aunque Chris Claremont y John Byrne, en su larga etapa dentro de la serie de La Patrulla X, fueron los que mejor desarrollaron al personaje y caracterizaron la personalidad que ahora se conoce. En la primera miniserie del personaje editada entre septiembre y diciembre de 1982, Wolverine, de Claremont y Frank Miller –aquí un mero dibujante, aunque otras fuentes refieran lo contrario–, se pronuncia por primera vez la frase “Soy el mejor en lo que hago, pero lo que hago no es muy agradable”. Como ya ocurría en las películas de X–Men, el personaje de los cómics poco se parece al mostrado en el cine: se toman ideas que parecen interesantes, se escogen otras para cambiarlas y se hace un batiburrillo para ver qué sale. Como ya hemos visto antes, X–Men orígenes: Lobezno bebe de muchas fuentes, pero no consigue transmitir la esencia 42


del tebeo por ningún lado; tenemos a un Agente Zero, también conocido como Maverick en el cómic, que no se parece en nada a su modelo. La Mole poco parecido refleja, más bien hay un atisbo, o un Chris Bradley que no es Pico. A los Hudson los han convertido en “los Kent”… John Wraith podría ser la única excepción. El espectador no se espera una fidelidad perfecta de lo adaptado, pero sí un respeto por los personajes, espera ver algo que se parezca a lo que ya conoce, y los productores saben, o deberían saberlo, cómo se suelen molestar estos cuando los trastocan demasiado. Los guionistas de este film deberían haber trabajado un poco más la historia, que resulta pésima en todos los sentidos, con argumentos muy manidos y giros nada inesperados, más bien obvios, con personajes poco desarrollados, y que con cualquier otro nombre habrían sido lo mismo; por ejemplo Masacre, que en lo único que se parece a su émulo del cómic es en que no se calla nunca (una constante, por otro lado, de mucho cine contemporáneo: el parloteo constante aunque no se diga nada). Otro fallo es un villano poco atrayente (otra cosa es el actor, pero de eso ya hablaremos más adelante), y sin demasiada prestancia. Pero lo peor de todo es el director, Gavin Hood, actor reconvertido en guionista y realizador que consiguió bastante fama con su tercera cinta, Tsotsi (Tsotsi, 2005), que precisamente es la que convenció a Hugh Jackman para contratarle, y que es por completo lamentable y carente de 43


estilo, que no sabe dotar de ritmo a la película y hacerla avanzar de forma adecuada, sobrecargando todo de estruendo y peleas, pero a su vez rodando de una forma monótona, cansina. Si el guión está rodeado de tópicos lo mismo sucede con las secuencias: hay planos vistos en cientos de referencias previas, en especial con Lobezno, que repite varias veces. Lo más salvable de X–Men orígenes: Lobezno son los actores, en especial Danny Huston como William Stryker, personaje heredado de Brian Cox, que lo interpretó en X–Men 2 (X2, 2003) –aunque Brad Loree ya interpretó a un Stryker de cuarenta años durante un flashback en esta misma película–, y que consigue con su magnífica voz y prestancia convertir al acartonado villano en un ser de carne y hueso; en manos de otro intérprete, este personaje sería hasta ridículo. Jackman es un buen actor que sabe dotar a Lobezno de la chispa necesaria para convertirlo en el centro de la trama y que sea un héroe creíble, aunque tener a otros menos capacitados a su alrededor provoca que algunas de sus escenas no estén del todo logradas. Liev Schreiber es un versátil intérprete que ha sabido dotar a su personaje de un carisma que no tiene en los cómics, y menos aún en la primera película; gracias a él hay momentos que demuestran que con un buen director se habría visionado una cinta mejor. Lástima que la cuarta aparición de Wolverine no llegue a la altura de sus anteriores, sobre todo las dirigidas por el estupendo Bryan Singer. En ellas había algo en el tratamiento del personaje que no existe en esta, una fiereza contenida y una melancolía que hacía mucho más interesante a Logan, un lobo que, a pesar de ser una bestia, no la dejaba salir del todo, sabiendo que si así lo hiciese no habría forma de detenerlo. En este film el lobo está amansado aunque enseñe las garras. Luis Alboreca (Madrid. España) 44


Operaci贸n

Secuela


El destino final 3D Título original: The Final Destination. Dirección: David R. Ellis. Productores: Craig Perry, Warren Zide para New Line Cinema, Practical Pictures, Parallel Zide, FlipZide Pictures. Guión: Eric Bress, según personajes creados por Jeffrey Reddick. Fotografía: Glen MacPherson. Música: Brian Tyler. Montaje: Mark Stevens. Efectos especiales: Amalgamated Pixels, CafeFX, Cinema Production Services, Gradient Effects, Hybride Technologies. Intérpretes: Bobby Campo (Nick O’Bannon), Shantel VanSanten (Lori Milligan), Nick Zano (Hunt Wynorski), Haley Webb (Janet Cunningham), Mykelti Williamson (George Lanter), Krista Allen (Samantha Lane), Andrew Fiscella (Andy Kewzer), Justin Welborn (Carter Daniels), Stephanie Honore (Nadia Monroy), Lara Grice (Cynthia Daniels), Jackson Walker, Phil Austin, William Aguillard, Brendan Aguillard, Juan Kincaid, Monique Detraz, Chris Fry, Tina Parker, Cecile Monteyne, Stacey Dizon, Dane Rhodes, Gabrielle Chapin, Eric Paulsen... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 82 min. color 2.35:1. Mientras asiste en grupo a una carrera de coches, Nick tiene una visión de una catástrofe que ocurre en el lugar. Hace salir a sus amigos, así como a un conjunto de gente, tras lo cual se produce el desastre. Pronto, sin embargo, Nick, con nuevas visiones, comprueba que quienes debieran haber muerto siguen en la lista del destino final.

uarta entrega de la célebre saga de terror en la cual el serial killer es la mismísima Muerte, que se busca los más retorcidos accidentes con el fin de procurarse víctimas. La primera entrega, Destino final (Final Destination, 2000), de James Wong, era una película fresca y divertida, que desarrollaba un ingenioso guión por medio de un humor negro y cruel. Las sucesivas entregas fueron perdiendo fuelle y la presente ha perdido ya por completo el interés, dado que el factor sorpresa ha desaparecido. Así, la construcción del guión por parte de Eric Bress –ya presente en la segunda entrega, y co-guionista asimismo de la curiosa El efecto mariposa (The Butterfly Effect, 2004), dirigida por él mismo junto a J. Mackye Gruber, así como de diversos episodios de la serie Kyle XY (Kyle XY; 2006-2009)– es prácticamente un remake de los títulos anteriores, sólo que con otros personajes (es un decir) y nuevos trucos. Lo de los personajes viene a cuento porque, en cierta medida, están tan escasamente desarrollados que podrían ser los mismos de las previas, pues su perfil psicológico responde al mismo esquema: grupo de jovencitos que viven la vida, hasta que uno de ellos accede al poder de presagiar lo que acontece; lo que sigue es el intento de desbaratar el destino al tiempo que éste va pasando de víctima en víctima. La novedad en el presente título son los métodos mediante los cuales van muriendo los personajes. Siguiendo con una de las características de

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la saga, algunos de los accidentes son digamos de carácter casero, pero hay preponderancia también hacia los que conectan el film con el género de catástrofes, aquí con un espectacular inicio de un multitudinario accidente de coches de carreras que caen sobre el público, amén de derrumbarse el estadio en ese mismo instante, así como el final en un centro comercial. Las muertes son retorcidas y aparatosas, con profusión de efectos gore –resalta, al inicio, una muchacha a la cual le cae una rueda encima y acaba literalmente hecha papilla–. Por lo demás, aquí lo retorcido de los planes de la Muerte llegan a tal punto que la diversión se trueca en fastidio, y sólo puede uno asistir impávido a las aparatosas vueltas de tuerca del guión para seguir provocando unos accidentes en donde la casualidad ya adquiere proporciones exageradas, amén de diversas trampas de guión. El otro punto novedoso representa el rodaje en formato 3D, para que de este modo los objetos sean lanzados sobre el público y provocar un nuevo modelo de diversión dentro de la mecánica fórmula. El clímax, por cierto, acontece en un cine donde se está proyectando una película en 3D. Dirige todo David R. Ellis, proveniente del campo de los especialistas, así como ayudante de dirección en gran cantidad de títulos, y ya responsable como realizador del segundo título de la saga, así como de la popular Serpientes en un avión (Snakes on a Plane, 2006). Su puesta en escena es plana y funcional, con esa tendencia del cine de terror juvenil actual de imágenes pulcras y estéticamente elaboradas como para un anuncio televisivo. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 47


Noche en el museo 2 Título original: Night at the Museum: Battle of the Smithsonian. Dirección: Shawn Levy. Productores: Michael Barnathan, Chris Columbus, Shawn Levy para Twentieth Century-Fox Film Corporation. Guión: Robert Ben Garant, Thomas Lennon. Fotografía: John Schwartzman. Música: Alan Silvestri. Montaje: Dean Zimmerman, Don Zimmerman. Intérpretes: Ben Stiller (Larry Daley), Amy Adams (Amelia Earhart), Owen Wilson (Jedediah), Hank Azaria (Kahmunrah), Robin Williams (Teddy Roosevelt), Christopher Guest (Iván el Terrible), Alain Chabat (Napoleón), Steve Coogan (Octavio), Bill Hader (general Custer), Ricky Gervais (doctor McPhee)... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá 2009. Duración y datos técnicos: 105 min. color 2.35:1. El vigilante jurado Larry Daley se ve obligado a decir adiós a todos sus amigos cuando deciden hacer el Museo de Ciencias Naturales más “interactivo” y sustituyen todas las figuras por hologramas. Sus amigos históricos son empaquetados y enviados a los archivos del famoso Smithsonian, en Washington, DC., el museo más grande del mundo.

arry, el antiguo guardia nocturno del Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, ha dejado de ser un fracasado para convertirse en un solvente y exitoso empresario; todo gracias a sus inventos. En una de sus visitas melancólicas a su antiguo lugar de trabajo descubre como todos sus “amigos” van a ser trasladados a Washington, para ocupar algún polvoriento lugar en los sótanos del Smithsonian, donde se almacenan las piezas que han dejado de exponerse. Ahora que cree ser alguien influyente, tratará de que las cosas se queden como están. La precedente Noche en el museo (Night at the Museum, 2006, Shawn Levy) constituyó, para el que esto escribe, una auténtica sorpresa. El visionado de la misma no tenía más justificación que la necesidad de actuar de forma seria y responsable ante la obligación de reseñar su segunda parte, Noche en el museo 2. Los prejuicios son así de traicioneros; cuando uno no esperaba ver más que un recital de estupideces sin gracia y de concesiones a la galería, me encuentro con un entretenimiento blanco, honesto, equilibrado en sus premisas y objetivos, no del todo infantil, pues muestra problemas bien adultos y por desgracia muy generalizados (como las dificultades con el empleo o los derivados de las separaciones conyugales), siendo, además, muestra patente de que es posible tropezar en la cartelera con un cine comercial –animación aparte– respetuoso con la inteligencia del público, incluso del aún apegado a la infancia por edad o por mentalidad, a quienes algunos parecen atribuirles directamente el encefalograma plano por defecto. Con ese poso de optimismo es con el que se enfrenta el espectador a Noche en el museo 2, de nuevo dirigida por el canadiense Shawn Levy tres

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años después. Si bien se mantienen aquellos presupuestos tonales que hacían atractiva a su predecesora, varios elementos propios de este nuevo argumento confluyen en hacer de esta segunda parte un entretenimiento digno, igualmente respetuoso, pero con el que es más difícil llegar a la empatía. Por un lado, el Larry interpretado por el simpático Ben Stiller ya no es un perdedor, un continuo abonado al fracaso afectivo (tanto con su pareja como con su hijo) y económico (aceptó el puesto de guarda nocturno como la única vía posible de salir de las listas del desempleo). Larry es ahora todo un triunfador en los negocios. Por fin sus aparentemente descabellados e inútiles inventos han tenido éxito y le han convertido en un potentado. Además, su hijo –que al comienzo de la primera parte poco menos que le despreciaba por su ineptitud– se ha convertido en su mano derecha, en su amigo más cercano. Por otro lado, su ex mujer, que anteriormente servía para ilustrar y no dejar en el olvido su fracaso sentimental, ha desaparecido del mapa y no hay rastro de su existencia. Larry es ahora alguien capaz de dominar la situación, de hacerse con las riendas de su vida e incluso de conquistar algún que otro corazón (sea o no 49


de cera). Así, la inevitable predisposición del público hacia el eterno perdedor deja de existir, y ya sabemos que es mucho más difícil sentirse identificado con los ganadores. El nuevo argumento pierde de esa manera el fuelle más valioso que tenía su original previo, para únicamente encontrar una excusa que le permita seguir trabajando con los mismos personajes y en idéntico o similar contexto. La acción adquiere un decisivo peso del que carecía su más reposada antecesora, y la fantasía elegante que exhumaba la primera parte pierde ahora el elemento sorpresa y el sense of wonder que tanto atraían en aquella y que ahora se dan parcialmente por desaparecidos. Los personajes del museo, que cobran vida durante la noche, se vulgarizan ahora y abandonan su carácter fabuloso para convertirse en sencillos protagonistas de tebeo, especialmente en el caso del malvado faraón. Sí hay que dar gracias a los responsables de la película por conseguir mantenerse en esos límites de lo aceptable, resistiendo la tentación de caer en lo chabacano y lo carente de inteligencia, a lo que tan apegado parece sentirse el actual cine más comercial; mucho más cuanto más cerca (por arriba o por abajo) está su público objetivo de la adolescencia. Juan Andrés Pedrero Santos (Madrid. España) 50


Transformers: la venganza de los caídos Título original: Transformers: Revenge of the Fallen. Dirección: Michael Bay. Productores: Ian Bryce, Tom DeSanto, Lorenzo di Bonaventura, Don Murphy, para DreamWorks SKG y Paramount Pictures. Productores ejecutivos: Michael Bay, Brian Goldner, Steven Spielberg, Mark Vahradian. Guión: Roberto Orci, Alex Kurtzman, Ehren Kruger. Fotografía: Ben Seresin. Música: Steve Jablonsky. Montaje: Roger Barton, Tom Muldoon, Joel Negron, Paul Rubell. Intérpretes: Shia LaBeouf (Sam Witwicky), Megan Fox (Mikaela), John Turturro (agente Simmons,) Josh Duhamel (mayor Lennox), Tyrese Gibson (sargento Epps), Ramón Rodríguez (Leo), Kevin Dunn (Ron Witwicky), Julie White ( Judy Witwicky)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 150 min. color 1.44:1. Desde hace siglos una raza alienígena de robots convive a escondidas entre los humanos. Una de sus facciones, la más amistosa –los Autobots–, permanece como aliada de los hombres; en cambio, los Decepticons escudriñan nuestro planeta, desde el cielo y mediante espías in situ, en busca de algo que creen debe encontrarse entre nosotros y que les dará el poder más absoluto. El joven adolescente Sam tiene la respuesta.

ichael Bay continúa su andadura como abanderado del peor prototipo de cine de consumo; y hablamos de él de manera despectiva precisamente porque es eso lo único que busca, además sin ningún tipo de complejos: el consumo. En su cine no reside el menor ápice de pretensión, ya no artística, sino buscadora de la más mínima trascendencia. No es ni mucho menos malo que el cine tan sólo pretenda ser un entretenimiento, hay decenas de obras maestras que sólo han pretendido eso. Lo censurable por quien entienda el cine como algo más que una industria –en mi caso como una forma de arte, más o menos ligero, según el caso– es esa concepción del cine como un objeto de consumo de usar y tirar, pues a duras penas resiste más de un visionado. Se trata de un envoltorio totalmente vacío, que limita sus virtudes a la invasión y embrutecimiento de los sentidos: imágenes frenéticas, sonido insoportable y acción sin emoción. Si con unos muñequitos con los que muchos hemos visto jugar a nuestros hijos y sobrinos se es capaz de montar este follón, es que cualquiera puede utilizar otra excusa para similar jugada. Con Transformers: la venganza de los caídos, Michael Bay riza el rizo y consigue el paradigma, el modelo más esencial de lo que parece ser su concepto del cine. Una historia cuyo argumento da para poco más que un mediometraje de animación infantil sin pretensiones, aquí se convierte en una epopeya pantagruélica. Si en muchos casos el adjetivo “infantil” puede asemejarse a “primario”, aquí esa elementalidad adquiere visos más adultos con la pre-

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sencia (espectacular) de Megan Fox. Desde el primero al último de los planos que protagoniza esta señorita parece integrarse en un catálogo de fotos de macizas de esos que empapelaban (o empapelan) en tiempos los talleres mecánicos. Es indiferente qué tipo de situación esté interpretando la actriz en cada momento, lo principal es despertar con sus posturas y cada rincón de su jugosísimo rostro las más bajas pasiones del respetable. Y es ese precisamente el mayor logro de la película, el transportarnos a un mundo interior desprejuiciado que sea capaz de ver a la mujer sólo como un objeto sexual, algo absolutamente común pero de muy mala prensa en estos tiempos de corrección política. Entiéndase esto en su justa medida, no como una opción retrógrada y reaccionaria. Tan sólo es la plasmación en pantalla y el sentir desde la butaca de una eterna y generalizada fantasía masculina; que es ahí donde debe quedarse, en el terreno de la fantasía (sobre todo porque a la mayoría no nos queda otro remedio). La desbordante atracción sexual que irradia cada poro de la piel de Megan Fox se completa con una serie de chistes subiditos de tono que convierten este Transformers: la venganza de los caídos en una chiquillada para 52


adultos; aunque intuyo que ver darse de hostias a unos robotijos también tendrá algo de interés para el público infantil; además, como no hay sangre (en todo caso un poco de aceite) se maquilla el asunto de la violencia ante los niños; o ante los padres que los llevan al cine y se fían de la paternalista función protectora del Ministerio de Cultura, en otros tiempos y lugares –en lo referente a este asunto– denominado “comité de censura”. ¿Y todo este rollo a que viene?, se preguntarán muchos. Pues a que poco más se puede comentar sobre esta película que, vista ayer, hoy está completamente olvidada; con la excepción de lo único que todavía permanece en mi recuerdo: los labios de la Fox (vaya apellido) y el siempre buen hacer de Shia LaBeouf. Juan Andrés Pedrero Santos (Madrid. España) 53


Star Trek Título original: Star Trek. Dirección: J. J. Abrams. Productores: J. J. Abrams, Damon Lindelof para Bad Robot, Spyglass Entertainment, Paramount Pictures. Productores ejecutivos: Bryan Burk, Jeffrey Chernov, Alex Kurtzman, Roberto Orci. Guión: Roberto Orci, Alex Kurtzman, según los personajes de Gene Roddenberry. Fotografía: Daniel Mindel. Música: Michael Giacchino. Montaje: Maryann Brandon, Mary Jo Markey. Efectos especiales: Evil Eye Pictures, Industrial Light & Magic, Kerner Optical, Lola Visual Effects, Persistence of Vision Entertainment, Quantum Creation FX, Svengali Visual Effects, Tinsley Transfers. Intérpretes: Chris Pine (James T. Kirk), Simon Pegg (Scotty), Winona Ryder (Amanda Grayson), Jennifer Morrison (Winona Kirk), Eric Bana (Nero), Zachary Quinto (Spock), Zoe Saldana (Nyota Uhura), Karl Urban (Dr. Leonard ‘Bones’ McCoy), Bruce Greenwood (capitán Christopher Pike), Ben Cross (Sarek), Rachel Nichols (Orion), Tyler Perry (Presidente de la Academia de la Flota Estelar), John Cho (Hikaru Sulu), Anton Yelchin (Pavel Chekov), Diora Baird (esclava de Orion), Leonard Nimoy (Spock anciano), Clifton Collins Jr. (Ayel), Majel Barrett (voz del ordenador de la Enterprise), Brad William Henke (tío Frank), Greg Ellis (jefe de ingenieros Olsen), Jimmy Bennett (Kirk joven), Chris Hemsworth (George Kirk), Scottie Thompson (esposa de Nero), Christopher Doohan (oficial de la Flota Estelar), Spencer Daniels (George Samuel Kirk Junior), Jacob Kogan (Spock adolescente), T. J. Storm, Paul McGillion, Faran Tahir, Lucia Rijker, Kelvin Yu, William Morgan Sheppard, Margot Farley, Tania Gunadi, Lorenzo James Henrie, Jessica Lauren Richmond, Jeff Chase, Marlene Forte, Darlena Tejeiro, Bob Clendenin, Sonita Henry, Pavel Lychnikoff, Kimberly Arland, Sabrina Morris, Elizabeth Ingalls, David Jean Thomas, Jeffrey Byron, Massi Furlan. Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 126 min. color 2.35:1. Una nave de la Federación es atacada al tiempo que un bebé nace, un bebé llamado James Tiberius Kirk; en batalla muere su padre. Años después, convertido en un joven rebelde, el capitán Pike insta al muchacho a alistarse a la Flota Estelar. Ahí conocerá a dos personas que, con el tiempo, se convertirán en sus dos más grandes amigos, el doctor McCoy y el señor Spock. Pero para que eso se produzca aún deben pasar algunos acontecimientos, entre ellos enfrentarse a aquel que acabó con su padre.

espués de una gran expectación y dudas por parte tanto de trekkers como de no trekkers, J. J. Abrams por fin nos expuso su visión de Star Trek y todo el misterio quedó desvelado. Con todo, la polémica que arrastró esta elección no se disipó con el estreno, y una nueva polémica surge, desde los que defienden la película como una renovación del mito que toma la única vereda posible, hasta quienes sostienen que el resultado es un mero blockbuster más lleno de ruido que de nueces y que trivializa la idea que forjó Gene Roddenberry hace casi medio siglo.

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Por un lado, debe reconocerse que el resultado es más fiel a lo que cabía esperar desde un inicio. Parte de un postulado muy atrayente, no por lo que plantea (una variación en la línea temporal), sino cómo lo plantea: la narración se inicia desde dentro de ese cambio, estamos pues emplazados en un universo alterno en el cual la historia ha sido ya alterada, de ahí que observemos determinadas permutaciones en la continuidad. Un truco, en todo caso, para enfocar esta nueva Star Trek desde la disposición que interesa a sus responsables, pero buen truco al fin y al cabo. El film también escudriña componentes que aludan a la continuidad, como es el examen por parte de Kirk con la prueba del Kobayashi Maru, o la infancia de Spock humillado por sus compañeros (detalle este referido en la serie animada). El film, sin embargo, fracasa de forma estrepitosa en el momento en el que comienza a “desarrollar” los personajes, algo esencial en una película de esta índole. La psicología de todos persiste ahí, pero ha sido distorsionada hasta alcanzar rasgos hiperbólicos y caricaturescos. Kirk es más chulo que nunca, Spock más cerebral que nunca (aunque se 56


intenta tan desesperada como inútilmente reflejar la lucha entre su parte vulcana y humana), Scotty más cínico que nunca, Chekov más ruso que nunca, Uhura más voluptuosa que nunca... Los personajes son definidos a pinceladas gruesas, con una obviedad simplificante y una elementalidad de parvulario. Da la impresión de que el objetivo de Abrams y sus guionistas no estaban fijados en el público trek o no trek, sino en el público preadolescente. De ahí que el resultado se pudiera calificar como un Star Trek Unlimited. Esta última idea se amplía en el sentido de que la película sobresatura la historia de escenas de acción sin parar, tanto batallas espaciales como peleas a puñetazos, elemento este último cansino en su sobreabundancia. Las escenas de acción, por lo demás, están rodadas con el procedimiento tan de moda en la actualidad como es exhibir una cámara epiléptica, a tal punto que resulta difícil percibir en muchas ocasiones lo que está aconteciendo. Y otro componente más que se ha buscado añadir al conjunto es humor; un humor pueril, primario e infantil que minimiza aún más los resultados. En el aspecto positivo cabe referir lo bien que están, en general, los actores (destaquemos como el mejor a Karl Urban como McCoy, y el peor a un sobreactuado Simon Pegg como Scotty), dentro de los perfiles semi-caricaturescos por los cuales se les hace discurrir, con una buena integración en sus papeles, y una aparición mayestática de Leonard Nimoy en un papel que ya se sabe de memoria. Como película de ciencia ficción repitamos la idea inicial, la del universo alterno en que se integra todo. Buena idea que, sin embargo, apenas es expandida. Pese a algunos momentos interesantes, la narra57


ción busca más desarrollar, como dijimos, escenas de acción, a tal punto que los guionistas se olvidan de muchas situaciones y dejan infinidad de cabos sueltos. ¿Quizás para proseguirlos en la segunda entrega, cuyo estreno está previsto para 2011? –truco que también emplean Abrams y su equipo en la dispersa Perdidos–. Esperémoslo, porque si no la presente cinta estaría mucho más coja de lo que ya aparenta, aunque como obra artística homogénea es un fallo inadmisible. La película, por lo demás, se encuentra interceptada en su narración central por incidencias constantes que buscan complicar las situaciones pero que en realidad poco aportan al conjunto. La pésima escena de los paracaídas (que recuerda a una de las descartadas en Generations), o la excelente del monstruo de las nieves (puro sabor pulp) están ahí sólo para introducir acción en lugar de hacer avanzar la historia. Además, hay constantes sensaciones de déja vu a lo largo de la narración, con elementos tomados de las entregas previas, como el inicio, que es puro borg, o el malo (Nero, un correcto pero algo anodino Eric Bana), que recuerda en demasía al de Némesis, o incluso el bichito que introducen a Pike, y que rememora enormemente al que se suministraba a Chekov en La ira de Khan. Pese a los muchos errores de forma y fondo que exhibe esta Star Trek, al menos reconozcamos que es un producto de cierta solvencia visual, con una excelente fotografía y que, siquiera, entretiene y se deja ver como un espectáculo pirotécnico. Espectáculo que, una vez finalizado, apenas deja poso en el recuerdo. Una gran caja de palomitas, en fin, antes que un buen guisado, detalle este hacia el que últimamente el cine de género está derivando. Es el signo de los tiempos. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 58


Terminator Salvation Título original: Terminator Salvation. Dirección: McG. Productores: Moritz Borman, Derek Anderson, Victor Kubicek, Jeffrey Silver para The Halcyon Company, Wonderland Sound and Vision, Warner Bros. Pictures. Guión: Michael Ferris, John Brancato. Fotografía: Shane Hurlbut. Música: Danny Elfman. Montaje: Conrad Buff IV. Efectos especiales: Industrial Light & Magic, Kerner Optical, Matte World Digital, Pixel Liberation Front, Plowman Craven & Associates... Intérpretes: Christian Bale (John Connor), Sam Worthington (Marcus Wright), Moon Bloodgood (Blair Williams), Helena Bonham Carter (Dra. Serena Kogan), Bryce Dallas Howard (Kate Connor), Anton Yelchin (Kyle Reese), Common (Barnes), Jadagrace (Star), Jane Alexander (Virginia), Michael Ironside (gereral Ashdown), Ivan G’Vera (general Losenko), Beth Bailey (Lisa), Chris Browning, Dorian Nkono, Victor J. Ho, Buster Reeves, Kevin Wiggins... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 115 min. color 2.35:1. Año 2018. John Connor ha sido elegido para liderar la lucha de los humanos contra las máquinas. Sin embargo, el futuro que estaba previsto para Connor es modificado cuando aparece en escena Marcus Wright, un extraño cuyo último recuerdo es estar en el corredor de la muerte en la época actual. Al mismo tiempo, Skynet prepara su ataque final...

l estreno de Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Terminator 3: Rise of the Machines, 2003) provocó no pocos disgustos en los seguidores de la franquicia, después de que el sosainas de Jonathan Mostow reemplazara al sobrevalorado James Cameron en la dirección de la saga. Una nueva entrega era obvia para cualquiera, y después de muchos dimes y diretes, al fin, esta nueva película se halló disponible, con dirección de McG (Los ángeles de Charlie 1 y 2) y guión de Michael Ferris (The Game, Catwoman, así como la entrega previa) y John Brancato (habitual colaborador del anterior, que de hecho también trabajó en las citadas). A mí, para ser sinceros, Terminator 3 no me disgustó, pese a la falta de estilo de su realizador, pero al menos argumentalmente aportaba rumbos de interés. En todo caso, creo que será innegable, inclusive para quienes echaron pestes de la previa, que al lado de la presente aquélla es toda una joya. Es irrefutable la apabullante solvencia técnica de este film (aunque ambas películas se dice que tuvieron idéntico presupuesto: doscientos millones de dólares). En ese sentido, cabría decir que Terminator Salvation es un excelente producto industrial, pese a que poco más positivo se pueda decir sobre él. Sorprende el escaso esfuerzo de los guionistas en hacer evolucionar dramáticamente la saga, a tal punto que es una de las películas con menos argumento que uno haya podido ver en las pantallas de cine desde hace

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tiempo. Da la impresión de que el guión ofrezca doce páginas a lo sumo, intercalado con advertencias del tipo “meter persecución de siete minutos” a cada momento. Si el guión es lastimosamente pobre, la dirección del video-clipero McG no le va a la zaga, prescindiendo de desarrollar unos personajes que podrían dar más juego y centrándose única y exclusivamente en confeccionar un espectáculo pirotécnico hipertrófico y aburrido, donde la sobreabundancia de ruido se hace, literalmente, insoportable. El resultado es una persecución interminable, un modelo de non stop action que poco más aporta al apabullado espectador que espera que le cuenten algo. La fotografía, que McG refiere es un tratamiento innovador, en sus resultados prácticos semeja un plagio del proceso aplicado a la spielberguiana Salvar al soldado Ryan. De hecho, este Terminator Salvation semeja una especie de cruce entre la referida cinta del autor de La guerra de los mundos y Mad Max II o, más bien, de las imitaciones italianas de ésta, pero a lo grande, junto con un detalle robado directamente de esa adaptación citada de la novela de H. G. Wells. 60


Más sorprendente aún es la confluencia de actores solventes, como Christian Bale, que prácticamente nada hace con su personaje, o Helena Bonham Carter, por completo grotesca en su brevísimo papel, o Jane Alexander, magnífica y veterana actriz que es infrautilizada en un cometido casi de extra. Terminator Salvation no es sólo un producto insatisfactorio que se queda por debajo de sus posibilidades y creado únicamente con destino a adolescentes más interesados en los juegos de psp que en el cine como medio de comunicación artística. No es sólo eso, decía, sino que es uno de los más apabullantes bodrios que uno ha podido encontrarse en pantallas desde hace tiempo. Y eso que el nivel no está alto, precisamente. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 61


Underworld – La rebelión de los licántropos Título original: Underworld: Rise of the Lycans. Dirección: Patrick Tatopoulos. Productores: Gary Lucchesi, Tom Rosenberg, Skip Williamson, Len Wiseman, Richard S. Wright, Richard Wright para Sketch Films, Intelligent Creatures, Lakeshore Entertainment, Screen Gems, UW3 Film Productions. Guión: Danny McBride, Dirk Blackman, Howard McCain, según argumento de Len Wiseman, Robert Orr, D. McBride, basado en los personajes creados por Kevin Grevioux, L. Wiseman, D. McBride. Fotografía: Ross Emery. Música: Paul Haslinger. Montaje: Peter Amundson, Eric Potter. Efectos especiales: Duran Duboi, Element FX, Forêt Bleue, Furious FX, Gentle Giant Studios, Intelligent Creatures, Patrick Tatopoulos Design, Proof, Tatopoulos Studios. Intérpretes: Michael Sheen (Lucian), Bill Nighy (Viktor), Rhona Mitra (Sonja), Steven Mackintosh (Tannis), Kevin Grevioux (Raze), Kate Beckinsale (Selene), Shane Brolly (Kraven), David Ashton (Coloman), Geraldine Brophy, Leighton Cardno, Alex Carroll, Elizabeth Hawthorne, Jared Turner, Jason Hood, Mark Mitchinson, Tania Nolan, Craig Parker, Timothy Raby, Larry Rew, Peter Tait... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Nueva Zelanda 2009. Duración y datos técnicos: 92 min. color 2.35:1. Viktor es el líder de los vampiros, y tiene entre sus esclavos a Lucian, primer licántropo nacido como tal, y que un día salva la vida a Sonja, hija de aquél. Paulatinamente, surge el amor entre estos, mientras Viktor intenta crear una nueva raza de guardianes que les proteja de los salvajes licántropos que moran en los exteriores de la fortaleza.

l gran éxito comercial de Underworld (Underworld, 2003) y Underworld: Evolution (Underworld: Evolution, 2006), ambas dirigidas por Len Wiseman, condujo a esta película, que no continúa la historia, sino que se adelanta a ella, suponiendo un (amplio) prólogo a lo que ya conocemos: el último plano de Underworld – La rebelión de los licántropos (Underworld: Rise of the Lycans, 2009) es el primero con el que comenzaba la saga, con Selene (Kate Beckinsale) encaramada en una gárgola observando la ciudad (y repicado de esa película). Así pues, lo que suponía la excelente escena inicial de la segunda entrega aquí es desarrollado en su conjunto, narrando el comienzo de todo, si bien de un modo erróneo, pues se ambienta la situación cerca de mil años después de cuando en la película inauguradora se dice; en realidad, la cinta debiera haberse ambientado, más o menos, en un ambiente de péplum, con la consiguiente singularidad de que el resultado hubiese desvelado más a las claras el armazón sobre el cual se sostiene la historia, que no es sino una especie de remake licantrópico de Espartaco (Spartacus, 1960), de Stanley Kubrick. Para dirigir todo tenemos a Patrick Tatopoulos, excelente diseñador de efectos especiales, y que como tal ejerció esa labor en los dos títulos an-

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teriores; aquí repite esa tarea, pero también toma las riendas de realizador, reemplazando a Len Wiseman, que aquí se escuda cómodamente en la labor de productor y argumentista. Tatopoulos –que ya hizo con anterioridad un cortometraje, Bird of Passage (2000)1–, se desvela como un director sin estilo ni personalidad, que repite religiosamente los vicios inherentes en Wiseman, desde las aburridas coreografías a lo Matrix hasta _____________ 1. Después de la presente tiene dos nuevos largometrajes en cartera como director, Yellow Rose of Savona, una comedia de aventuras, y Angel Hair, una cinta de acción, y ambas en proceso de pre-producción. Como creador de efectos especiales tiene a punto otros dos productos de aspecto más atractivo, Gallowwalker, dirigido por Andrew Goth, una mezcla de western y terror protagonizado por Wesley Snipes, y Solomon Kane, de Michael J. Bassett, adaptación del mítico personaje de Robert E. Howard encarnado por James Purefoy (Roma), y que podría tener un tono muy similar al de la presente película.

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la estética azulada del conjunto, si bien esto último, imaginamos, era preciso para otorgar una cierta unidad visual a la saga. En todo caso, cabe resaltar lo atractivo, en general, de los momentos centrados en los licántropos salvajes, como los planos de las criaturas brincando entre los árboles del bosque, su uso de madrigueras para atacar, y o el bellísimo plano al final de todo su ejército avanzando. El guión ofrece una estructura fácil y predecible, con cierta redundancia en lo que se refiere a escapar, ser atrapado, escapar otra vez..., si bien lo más llamativo son los fallos de coherencia interna que salpica todo, como la capacidad de Lucian de convertirse en lobo en todo momento, que sin embargo no utiliza en momentos cruciales que hubiesen sido precisos para no ser atrapado, o la facilidad con que los licántropos salvajes escalan el muro de la fortaleza al final, lo cual previamente no se les ocurre en momento alguno. Amén de ello, la condición vampírica de los personajes parece ser algo superfluo en la trama, y sólo es abordada en tres o cuatro leves instantes. La historia, pues, es facilona, elemental y formularia, y no supera los estadios del más accesible cine comercial; y la puesta en escena, por su parte, resulta servicial, sin fuerza ni estilo; con todo, supera con amplitud en resultados (lúdicos, estilísticos) a la atroz primera entrega. No es una buena película, pero tampoco es el desastre con que se le ha saludado por todas partes. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 64


Remakes sin fin


Hermandad de sangre Título original: Sorority Row. Dirección: Stewart Hendler. Productores: Darrin Holender, Mike Karz para Karz Entertainment, Summit Entertainment. Guión: Josh Stolberg, Pete Goldfinger, según el guión original de Mark Rosman. Fotografía: Ken Seng. Música: Lucian Piane. Montaje: Elliott Greenberg. Intérpretes: Teri Andrzejewski (hermana Bra-Clad), Adam Berry (Danny), Megan Wolfley (hermana Trampoline), Briana Evigan (Cassidy), Rummer Willis (Ellie), Jamie Chung (Claire), Audrina Patridge (Megan), Carrie Fisher (Mrs. Crenshaw), Matt Lander (Kyle)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 101 min. color 2.35:1. Durante una fiesta, una broma entre las amigas de una hermandad universitaria acaba con el asesinato de una de ellas. Temerosas de que el accidente arruine sus respectivas carreras, el resto decide ocultar el cuerpo de la joven en un pozo abandonado. Ocho meses después, una serie de mensajes al móvil referidos a lo que ocurrió aquella noche pondrán en jaque los cimientos que definen dicha hermandad.

onformada por mil y un retruécanos efectistas y cuatro giros de guión, todos previsibles, la cinta de Stewart Hendler sabe mejor cuanto más lejos queda su punto de partida, la resolución de un conflicto vengativo de nulo interés, y se entrega a una orgía de sangre (sin aditivos) y golpes bajos (todos ellos dialécticos), asesinatos extemporáneos (bien planificados), humor negro (más o menos cómplice, siempre grueso), y situaciones dramáticas dignas de un vodevil (esta es la peor noticia). Semejantes caracteres no impiden, empero, su consideración de cinta vibrante, incluso divertida, durante buena parte de su metraje; así las cosas, su primer objetivo parece cumplido. El segundo, hacerse un lugar recordable dentro de la iconografía moderna del cine de terror, muere por inanición a partir del minuto diez. Hermandad de sangre (Sorority Row, 2009) se revela, a partir de entonces, como una más que rutinaria representante de esta nueva modalidad en el cine de género contemporáneo que busca no tanto provocar, en términos de identificación, una mínima empatía para con alguno de sus personajes, como promocionar la perspectiva contraria: presentando una serie de arquetipos detestables, a más no poder, de los que el espectador no puede desear otra cosa que su pronto exterminio. El receptor del mensaje, víctima de una encrucijada moral que, sin pretenderlo, va a hacerle cómplice del asesino, obtiene por el precio de la entrada un doble premio: por un lado asistirá al visionado de una película de terror invirtiendo los términos de su angustia; de otro, disfrutará de los ingeniosos artificios que el asesino pergeña para consumar los homicidios; lo que, por otro lado, también acerca esta película a la propia época que la ve na-

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cer: con los videojuegos en primera persona como indiscutibles referentes conceptuales. Impreciso remake de Siete mujeres atrapadas (House of Sorority Row, 1983) de Mark Rosman, tópica pero simpática serie B surgida al albor del éxito del género slasher en plena década de los ochenta, aunque construida sobre caracteres más propios del cine de terror italiano de la década anterior, Hermandad de sangre está repleta de continuos guiños a Viernes 13, El asesino de Rosemary, Sé lo que hicisteis el último verano o, incluso, a Scary Movie, presentando como única novedad el arma que emplea el asesino para consumar sus ejecuciones: una llave de cruz tuneada, como bien apunta una de las protagonistas en mitad del clímax. Los segmentos de humor negro se apropian de todo el tramo final, no hay más que verlo, incluyendo un retrato, bastante siniestro, de las hermandades universitarias de alto standing; no en vano, va a ser la naturaleza castradora para con sus miembros que ostentan este tipo de asociaciones la que impulse y justifique buena parte del argumento. En el gaznate queda una película que inaugura un nuevo subgénero en la modalidad más prescindible del cine de terror, una especie de mix67


tura entre el slasher de perfil bajo y el grindhouse inspirado por Russ Meyer, convenientemente reciclado para la ocasión: son otros tiempos, con chicas soltando tacos, desnudos casuales, ninfómanas auto-conscientes, estudiantes con alma de arpías, políticos de porte amenazante, novatas de escaso cerebro, cuidadoras de residencias con voz y porte de Carrie Fisher, y más de una decena de personajes prescindibles, todos masculinos. Reclamos arquetípicos de carácter menor que, sin embargo, no han impedido su estreno en los cines por delante de más de una decena de productos que –es una reflexión en voz alta–, por méritos propios, deberían haber ocupado con preeminencia su cuota de pantalla; sirvan como por ejemplo: Amusement, The Hills Run Red [dvd: Colinas sangrientas] o Trick ‘r Treat [dvd: Truco o Trato. Terror en Halloween], pruebas en formato celuloide del mejor cine de terror de pretensión medida que se realiza en la actualidad. Un carácter que le queda muy lejos a esta Hermandad de sangre, dicho sea de paso. J. P. Bango (Ávila, España) 68


La montaña embrujada Título original: Race to Witch Mountain. Dirección: Andy Fickman. Productor: Andrew Gunn para Walt Disney Pictures, Gunn Films. Productores ejecutivos: Mario Iscovich, Ann Marie Sanderlin. Guión: Matt López, Mark Bomback, según una adaptación de M. López de la novela de Alexander Key. Fotografía: Greg Gardiner. Música: Trevor Rabin. Montaje: David Rennie. Efectos especiales: Jason Barnett, Damien Fisher, Anthony Grow, Werner Hahnlein. Intérpretes: Dwayne Johnson (Jack Bruno), AnnaSophia Robb (Sara), Alexander Ludwig (Seth), Carla Gugino (Dra. Alex Friedman), Ciarán Hinds (Henry Burke), Gary Marshall (Dr. Donald Harlan), Tom Everett Scott (Matheson), Chris Marquette (Pope), Billy Brown (Carson), Kim Richards (Tina), Ike Eisenmann (sheriff Antony), Tom Woodruff Jr. (Siphon), Paul Darnell, John Duff, Bob Koherr, Kevin Christy, Bob Clendenin, Sam Wolfson, Bryan Fogel, Robert Torti, John Kassir, Beth Kennedy... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 98 min. color 2.35:1. Una nave espacial aterriza violentamente cerca de Las Vegas. Sus ocupantes son dos adolescentes que han de cumplir una trascendental misión en la Tierra antes de regresar urgentemente a su planeta. Ayudados por un voluntarioso taxista y una astrofísica tratan de lograr su objetivo mientras son perseguidos por agentes del gobierno con aviesas intenciones y por un violento cyborg enviado para destruirlos.

ediados los años 70 las producciones de la factoría Disney con actores reales no atravesaban ya su mejor momento. La repetición de esquemas argumentales y recursos visuales aportaban a sus películas la apariencia de una serie de televisión debido a lo mimético de sus entregas, ya fueran aventuras, comedias o una mezcla de ambas, y a una estética anacrónicamente anclada en los sesenta. De entre las producciones que se estrenaron por entonces, La montaña embrujada (Escape to Witch Mountain, John Hough, 1975) alcanzó un moderado éxito, aunque en principio no se diferenciara demasiado de otros intentos del estudio: niños en fuga, millonario malvado en su persecución y la ración habitual de unos muy discretos efectos especiales, tan repetidos como avejentados, basados sobre todo en objetos que levitan y se desplazan titubeantes por la escena, vistos ya otras veces en anteriores títulos (Mary Poppins, Mi amigo el fantasma, La bruja novata...), que a pocos podían sorprender. Sin embargo, la buena acogida del público animó a relizar una segunda parte, Return from Witch Mountain [tv/vd/dvd: Los pequeños extraterrestres, John Hough, 1978], con Bette Davis y Christopher Lee como dueto malvado en el reparto. Posteriormente se realizaría otra secuela para televisión (Beyond the Witch Mountain, Robert Day, 1982) y, para el mismo me-

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dio, un remake del original (Escape to Witch Mountain, Peter Rader, 1995), lo que da idea de la popularidad de la historia. La base literaria era una novela de Alexander Key, reconocido ilustrador y popular autor de ciencia ficción juvenil cuya obra incide especialmente en la marginación social de los que son considerados “diferentes” y en la noción de que todas las especies, terrestres y extraterrestres, son capaces de transmitir señales y códigos mediante las que podrían conectarse y entenderse entre sí telepáticamente. Ambas constantes constituirían el núcleo del famoso E.T., el extraterrestre (E.T., the Extraterrestrial, 1982) de Spielberg. Del mismo modo, el “punto de encuentro” en una montaña escarpada, solitaria y de resonancias místicas sería el leit motiv de Encuentros en la tercera fase (Close Encounters on the Third Kind, 1977). Pero antes de que Spielberg insertase algunos de los ingredientes básicos de los argumentos de Key en su propia obra, la Disney probó suerte adaptando directamente al novelista. No he conseguido localizar el libro originario –ninguna editora se ha animado a sacarlo al mercado aprovechando el estreno de la película– y, por tanto, no puedo evaluar el grado de fidelidad del guión al texto; algunas referencias señalan que se simplificó la trama y se eliminaron elementos siniestros, lo que concuerda con la actitud básica de la productora. En cualquier caso, la versión Disney pretende mantener un cierto enigma sobre los dos protagonistas, un niño y una niña con poderes inexplicables, que perdieron a su familia y apenas recuerdan nada de su pasado. En el remake, sin embargo, se nos muestran desde el primer momento como extraterrestres procedentes de una nave espacial accidentada y con una misión trascendental que cumplir. Se sustituye al apacible campista interpretado por Eddie Albert en el original por un duro taxista que arrastra problemas con la mafia; al millonario malintencionado encarnado por Ray Milland se le desdobla en dos enemigos poderosos para facilitar abundantes secuencias de persecución: un organismo gubernamental empeñado en capturarlos y un belicoso ser enviado desde su planeta para destruirles. El macguffin de la historia es lo de menos, y pronto descubriremos que la originalidad o la coherencia argumental tampoco importan demasiado. Los protagonistas lo mismo se sienten impotentes y amedrentados ante los agentes del gobierno, que dan rienda suelta a sus poderes extraterrestres haciendo explotar coches o atravesando paredes. El perseguidor galáctico, un siphon, híbrido de Terminator y Depredador, exhibe una de las peores punterías de la historia del cine, disparando continuamente a sus objetivos sin acertarles jamás, para obtener así la terrestre calificación PG. Las secretas, vigiladísimas y herméticas instalaciones gubernamentales resultan ser de fácil acceso y, una vez en su 70


interior, todos los pasillos y conductos parecen conducir a donde interesa, por implausible que ello resulte. La dirección corre a cargo de Andy Fickman, cuyos poco estimulantes antecedentes incluyen Ella es el chico (She’s the Man, 2006) y Papá por sorpresa (The Game Plan, 2007), que se limita a cumplir con solvencia estándar, sin más novedades ni inspiración que las que se pueden encontrar en docenas de películas de acción de la última década. En cuanto a los personajes, que los niños extraterrestres, inteligentes y preocupados por su misión, resulten despectivos, condescendientes y directamente antipáticos tiene congruencia interna y no compromete el funcionamiento argumental. Que el personaje de Dwayne Johnson (The Rock) sea tan soso cuando se pretende que funcione como conductor no sólo del taxi sino de la acción, como contrapunto humorístico y como héroe de la historia, resulta más crítico para obtener el resultado que se pretende. Su relación con la astrofísica interpretada por Carla Gugino tampoco introduce ingredientes que excedan los límites de lo meramente funcional. 71


Muy previsible, aunque no aburrida, se puede objetar que los destinatarios de la película son público infantil, pero ello no debería excusar el tópico ni excluir el mantenimiento de una mínima lógica. Eso sí, para camuflar las debilidades de la trama encontramos muchas secuencias de acción, coches que se persiguen, derrapan, vuelcan y estallan; disparos en interiores y exteriores, en casas, en campos, en gasolineras o carreteras; abundantes planos cortos, cámara en permanente movimiento y algunos encuadres temblorosos. También tenemos, cómo no, cameos de los protagonistas de la primera versión, guiños a nombres de actores y personajes de producciones Disney y “homenajes”: uno al clímax de Alien, discreto; y otro al desenlace de E.T., vergonzoso. Significativamente, la primera versión cinematográfica de La montaña embrujada contiene una situación que Spielberg retomaría en su película emblemática: en un determinado momento, el vehículo de los fugitivos es interceptado por dos coches y, al llegar a ellos, despega del suelo y emprende vuelo rasante sobre sus frustrados perseguidores. En su discreta mediocridad, la adaptación Disney ofrecía alguna idea que se retomaría, mejorada y más efectiva, más tarde. No se puede decir lo mismo de este remake en el que prácticamente todo parece de segunda mano, usado con anterioridad en productos más sustanciosos, pero reciclado y niquelado con mucho presupuesto y publicidad para acaparar la desprevenida taquilla del primer fin de semana... ¿Acaso existe algo más allá? (Ah, sí, el dvd con estuche vistoso para coleccionistas). Francisco Jerez (Almería. España) 72


El mundo de los perdidos Título original: Land of the Lost. Dirección: Brad Silberling. Productores: Marty Krofft, Sid Krofft, Jimmy Miller para Universal Pictures, Relativity Media, Sid & Marty Krofft Pictures, Mosaic Media Group. Productores ejecutivos: Daniel Lupi, Julie Wixson Darmody. Guión: Chris Henchy, Dennis McNicholas, según la serie televisiva creada por Sid Krofft y Marty Krofft. Fotografía: Dion Beebe. Música: Michael Giacchino. Montaje: Peter Teschner. Efectos especiales: CafeFX, Gentle Giant Studios, Hammerhead Productions, Rhythm and Hues, Spectral Motion. Intérpretes: Will Ferrell (Dr. Rick Marshall), Anna Friel (Holly Cantrell), Danny McBride (Will Stanton), Jorma Taccone (Cha-Ka), John Boylan (Enik), Matt Lauer (él mismo), Leonard Nimoy (voz del Zarn), Bobb’e J. Thompson, Sierra McCormick, Shannon Lemke, Stevie Wash Jr., Brian Huskey, Kevin Buitrago, Noah Crawford, Jon Kent Ethridge, Logan Manus, Ben Best, Scott Dorel... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 101 min. color 1.85:1. Rick Marshall es un científico venido a menos que, junto a la investigadora Holly y a Will, queda atrapado en un vórtice que los lleva a un pasado lejano. Tendrán que sobrevivir en un universo alternativo que está plagado de criaturas peligrosas, como algunos dinosaurios. Allí tienen la oportunidad de conocer a un primate llamado Cha-Ka, quien quizás sea el único que pueda ayudarles a regresar a su hogar.

as adaptaciones cinematográficas de series de televisión están a la orden del día; parece que cualquiera es susceptible de sufrir tal tránsito, y esta vez le tocó el turno a la ignota en España Land of the Lost. La serie infantil original se estrenó el año 1974, durando tres temporadas, y en 1991 tuvo un remake que sí llegó a estrenarse en nuestro país como La tierra de los perdidos (Land of the Lost), con Timothy Bottoms, de manos de los mismos productores, Marty Krofft y Sid Krofft, que también están detrás de esta versión para cine. La película ofrece una trama parecida a la de las series, pero variando a los protagonistas, así, la familia perdida ha sido sustituida por un desacreditado paleontólogo bastante mentecato, que es acompañado por otros dos personajes de igual pelaje, una asistente de investigación y el dueño de un cutre parque de atracciones llamado The Devil’s Canyon Mystery Cave. El accidente que les hace viajar al mundo perdido es producido por la utilización de un aparato, un amplificador de taquiones, mientras que en la primera serie entraban por un portal dimensional escondido en una catarata, y en la segunda era debido a un terremoto que les hace caer por el portal temporal. Esta comedia está centrada en la supuesta habilidad del actor principal, Will Ferrell, para hacer reír al público por medio de un humor in-

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fantilmente sexual, con alusiones bastantes chuscas y la utilización de la mujer como mero objeto de las chanzas libidinosas; un ejemplo claro es el personaje de Cha-Ka, un hombre-mono habitante de ese mundo que no para de acosar a la universitaria, llegando a posar sus manos en los pechos de ella con asiduidad como recurso humorístico recurrente. El guión, por ende, es bastante obvio, convirtiendo la trama en una excusa para pergeñar gag tras gag con nula gracia y peor gusto, saturando al espectador con carreras, peleas y humor de sal gruesa, con varias escenas con un tiranosaurio que son por completo lamentables. La dirección resulta plana, rutinaria y reiterativa, donde lo que prepondera es retratar las gansadas de los intérpretes, con un ritmo espasmódico y ruidoso, pasando de una persecución de bicho gigantesco a otra igual de estrepitosa, ya sea con las monerías y gritos de los protagonistas o una pelea con los Sleestak. Por lo demás, el diseño de producción es bastante bueno, al igual que los efectos especiales, y la apariencia de los reptilescos Sleestak está muy lograda, pero el realizador, Brad Silberling, que ya demostró su “talento” en City of Angels (City of Angels, 1998), entre otras, no sabe sacar partido de nada, o tal vez en verdad no lo pretende, creyendo que el protagonista salvará el entuerto. En realidad, los actores en su totalidad resultan insoportables, si bien los peores son, sin ninguna duda, Will Ferrell y Jorma Taccone, que interpreta a Cha-Ka, y que llegan a cansar al espectador con la acumulación de sandeces. 74


No se sabe muy bien en qué pensaban los productores al realizar este remake, ya que no se parece en nada a las series precedentes; con otro título y sin mencionar nada de éstas, la película sería la misma y tal vez los aficionados o nostálgicos no se sentirían estafados pensando que todo no es sino una soberana burla. Se supone que un producto semejante se realiza para atraer a los conocedores de las series y para que vayan al cine con sus hijos, pero al ofrecer algo distinto, el público desechará el film y este será un fracaso, como así ha sido. Como siempre, se demuestra que algunos productores viven en un mundo perdido y alejados de la realidad. Luis Alboreca (Madrid. España) 75


Presencias extrañas Título original: The Uninvited. Dirección: Charles Guard, Thomas Guard. Productores ejecutivos: Doug Davison, Casey Grant, Michael Grillo, Ivan Reitman, Tom Pollock para Cold Spring Pictures, DWBC Productions, DreamWorks SKG, MacDonald/Parkes Productions, The Montecito Picture Company, Vertigo Entertainment. Guión: Craig Rosenberg, Doug Miro, CarloBernard, srgún el guión de Ji-woon Kim para la película Changhwa, Hongryeon. Fotografía: Dan Landin. Música: Christopher Young. Montaje: Jim Page, Christian Wagner. Efectos especiales: Simon Ager, Steven Hodgson, Bruce Woloshyn. Intérpretes: Emily Browning (Anna), Arielle Kebbel (Alex), David Strathairn (Steven), Elizabeth Banks (Rachel Summers), Don S. Davis (Mr. Henson), Maya Massar, Kevin McNulty, Jesse Moss, Dean Paul Gibson, Lex Burnham, Matthew Bristol, Danny Bristol, Heather Doerksen, Alf Humphreys... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá 2009. Duración y datos técnicos: 87 min. color 1.85:1. Tras su estancia en un sanatorio para recuperarse de la traumática muerte de su madre, Anna regresa a la casa familiar. Durante su ausencia, su padre ha planeado casarse con la enfermera que cuidó a la fallecida. Por diversos indicios, Anna y su hermana Alex empiezan a sospechar que la muerte de su madre no fue accidental...

nspirándose en el argumento de la producción surcoreana 2 hermanas (Janghwa, Hongryeon, Ji-Woon Kim, 2003), aunque sin pretender una ajustada fidelidad al mismo, Presencias extrañas reelabora el material hacia esquemas más conocidos y convencionales. Lo que en la cinta asiática era un drama doméstico y psicopatológico revestido de película de terror, en el que lenta y equívocamente se destilaba la locura, en ésta pasa a ser un thriller con insertos sobrenaturales y tentativo final sorpresa, sintetizando bastante –87 minutos frente a los 115 del original– la por momentos excesivamente contemplativa película asiática. En principio tal labor de transformación y síntesis es una opción más respetable y estimulante que el mero remake, la fotocopia retocada, occidentalizada, del producto original. Ya que la voluntad de los artífices de la película ha sido esa, parece preferible dejar a un lado comparaciones y enumeraciones de similitudes y divergencias respecto a su precedente para centrarse en el resultado obtenido. The Uninvited se presenta como una medianamente entretenida pero insatisfactoria mezcla de ingredientes ya usados en mejores recetas. Sin entrar en especificaciones que puedan revelar la trama, se podrían señalar fácilmente media docena de títulos de los que se han recogido elementos dramáticos muy reconocibles para componer el guiso. Lo lamentable es que, a estas alturas, y aunque los tres guionistas y dos directores a cargo de la operación lo intentan, no se consigue remediar

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lo obvio del procedimiento, de tal modo que cualquier espectador experimentado detecta la estrategia argumental casi desde el principio y, por tanto, va por delante de los acontecimientos, por mucho que el guión trate de enmascarar para sorprender. Como es frecuente en los últimos años, las películas parecen exclusivamente destinadas a un público neófito, sin experiencias cinematográficas (o literarias) previas a las que remitirse o sobre las que estar advertido. En consecuencia, si el espectador desconoce virginalmente todos los referentes, si es incapaz de prever el tinglado, Presencias extrañas podrá parecerle solvente y resuelta con cierta habilidad; sin destellos de inspiración o un gran pulso narrativo, pero también sin estridencias formales excesivas. Si, por el contrario, percibe pronto el persistente olor a refrito, los defectos del producto se harán evidentes en exceso y la corrección devendrá en impotente atonía donde los trucos son previsibles y deudores de mejores empeños, pues ni estilística ni argumentalmente encontrará sorpresa o innovación alguna. Con variable habilidad, no exenta de algún acierto puntual, se trata de disimular el artificio recurriendo en demasiadas ocasiones a la trampa directa, presentando secuencias que hubieran precisado de mayor sutileza 77


y ambigüedad, algo que ilustres precedentes consiguieron con irreprochable meticulosidad. Aquí, en cambio, se aprovecha el filón de las socorridas apariciones fantasmales –cada vez menos eficaces por su recurrencia– para tratar de despistar al espectador con un ingrediente que habrá de revelarse en algunos aspectos (los niños asesinados y su filiación, por ejemplo) excesivamente forzado. Los británicos hermanos Charles y Thomas Guard, tras filmar publicidad para prestigiosas marcas y un par de apreciados cortos, debutan en el largometraje con esta película. Mejor dirigida que otros intentos recientes, correctamente interpretada, y con mucho acierto en las localizaciones de exteriores que convienen perfectamente a las incidencias del guión, las proyecciones de prueba, sin embargo, evidenciaron cierta insatisfacción entre el público, que se tradujo en los acostumbrados añadidos y remontajes, por fortuna poco evidentes. Puede ser que alguno de los golpes de efecto incluidos sean achacables a estos ajustes de última hora. Quizá también explique la desconcertante incongruencia entre la apariencia de los hermanos Wright y las fechas de alguna de sus tumbas. Pero no excusa el superfluo montaje explicativo de planos ya vistos pero convenientemente modificados para aclararle al espectador menos capaz lo que ha ido sucediendo, quizá mientras compraba palomitas. Con todo, el mayor reproche que cabe hacerle a Presencias extrañas es un guión innecesariamente marrullero para acabar resultando demasiado transparente en sus intenciones, de confección voluntariosa pero escasamente capaz de generar la inquietud que se pretende o siquiera asestar algún sobresalto aislado al espectador. Francisco Jerez (Almería. España) 78


Quarantine Título original: Quarantine. Dirección: John Erick Dowdle. Productores: Sergio Agüero, Clint Culpepper, Doug Davison, Carlos Fernández, Julio Fernández, Roy Lee para Andale Pictures, Screen Gems, Vertigo Entertainment. Productores ejecutivos: Drew Dowdle, Carlos Fernández, Julio Fernández, Glenn S. Gainor. Guión: John Erick Dowdle, Drew Dowdle, según el guión de Jaume Balagueró, Luis Berdejo, Paco Plaza. Fotografía: Ken Seng. Diseño de producción: Jon Gary Steele. Montaje: Elliot Greenberg. Efectos especiales: Almost Human (efectos de maquillaje y animatronics), Lola Visual Effects (efectos visuales). Intérpretes: Jennifer Carpenter (Angela Vidal), Steve Harris (Scott Percival), Jay Hernandez (Jake), Johnathon Schaech (George Fletcher), Columbus Short (Danny Wilensky), Andrew Fiscella (James McCreedy), Rade Serbedzija (Yuri Ivanov), Greg Germann (Lawrence), Bernard White (Bernard), Dania Ramirez (Sadie), Elaine Kagan, Marin Hinkle, Joey King, Jermaine Jackson, Sharon Ferguson, Denis O’Hare, Stacy Chbosky, Jeannie Epper, Barry Sigismondi, Rosine ‘Ace’ Hatem, Christian Svensson; Doug Jones, Benjamin Stockham... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 89 min. color 1.85:1. Un equipo de televisión parte a realizar un reportaje nocturno con una brigada de bomberos. Reciben una llamada de que una urgencia médica acontece en un piso de vecinos, y hacia allí se trasladan. Lo que en principio parecía una labor rutinaria se convierte en el mayor de los horrores…

l cine norteamericano está en crisis de imaginación. Últimamente realiza remakes de películas cada vez más actuales, y su saqueo de ideas de otras cinematografías es constante. En esta ocasión le toca el turno a nuestro cine y a la estupenda [REC] (2007) de Paco Plaza y Jaume Balagueró. Supongo que todo este tipo de operaciones son una buena labor comercial: al público norteamericano masivo no le gusta visionar películas extranjeras, así pues se toman estas y se copian casi plano por plano, variando escasos elementos, y el espectador acude en masa a ver un film que de la otra manera sería minoritario. En todo caso, para quienes hayamos visto ya [REC], ¿qué aporta Quarantine? Más bien poco, uno diría que prácticamente nada. ¿Para qué ver una fotocopia en mal papel si puedes ver el original todas las veces que quieras? De todas maneras, conviene matizar y referir algunas cuestiones que diferencian el original de la copia. Más que nada, porque poco más queda por analizar. Lo más destacado podría decirse que es el arranque, cuando la reportera está aún en la sede de los bomberos, donde la interactuación con estos es por completo distinta, y el motivo de todo, que aquí se explicita con mayor precisión como un virus mutado, una cepa creada para la guerra bacteriológica.

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El resto sería más una cuestión de matices. Así, lo más llamativo es en el plano interpretativo. Quarantine ofrece un plantel de intérpretes solventes, pero que da la impresión ante el espectador de ser actores interpretando, con lo cual el acento realista que se busca se pierde (desaparecen, por cierto, el argentino gay y el matrimonio oriental, lo peor por otra parte del film español, reemplazados respectivamente por un profesor de ópera que es de suponer se beneficia a una alumna y un matrimonio africano, apenas desarrollados todos ellos). También cabe referir que momentos míticos del original aquí han perdido fuerza e intensidad, así, el momento en el cual el bombero cae de pronto por el hueco de la escalera, o cuando la vieja gorda se abalanza pasillo abajo, que carecen del impacto que tenían en el precedente. Es, para entendernos, como ver una película doblada después de haberla visto subtitulada: pierde matices, credibilidad, fuerza, emoción, intensidad… Sin embargo, dado que es una fotocopia casi literal del original, y el original era un buen film, el resultado no es malo, intrínsecamente. Sólo que, conociendo lo que le precede, la copia es tan mimética y, al tiempo, tan desvaída con respecto a lo antepuesto, que el mérito de este producto es sólo coyuntural. Puede que al público norteamericano le convenza, pero a quienes conozcamos las dos versiones es innegable a todos los niveles la superioridad de nuestra versión a la de ellos. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 80


San Valentín sangriento 3D Título original: My Bloody Valentine 3D. Dirección: Patrick Lussier. Productor: Jack L. Murray para Lionsgate. Guión: Todd Farmer, Zane Smith, según el guión de John Beaird, Stephen Miller. Fotografía: Brian Pearson. Música: Michael Wandmacher. Montaje: Cynthia Ludwig, Patrick Lussier. Efectos especiales: Gary J. Tunnicliffe (diseño de maquillajes especiales). Intérpretes: Jensen Ackles (Tom Hanniger), Jaime King (Sarah Palmer), Kerr Smith (Acel Palmer), Betsy Rue (Irene), Edi Gathegi (Martin), Tom Atkins (sheriff Jim Burke), Kevin Tighe (Ben Foley), Megan Boone (Megan), Karen Baum, Joy de la Paz, Marc Macaulay, Todd Farmer, Jeff Hochendoner, Bingo O’Malley, Liam Rhodes, Michael McKee, Andrew Larson, Jarrod DiGiorgi, Selene Luna... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 101 min. color 1.85:1 3D. Un minero se vuelve loco y asesina a varios compañeros de trabajo. Aunque todos creían haberle matado, años después reaparece para volver a cometer atroces asesinatos coincidiendo con el día de San Valentín. Tom Hanniger, el muchacho propietario de la mina, heredada de su padre, vuelve a la localidad en que se encuentra la mina y donde ocurrieron los terribles hechos con objeto de venderla, reencontrándose además con su antigua novia, ahora casada con el sheriff. La presencia de Tom en torno al lugar de algunos de los siguientes asesinatos hace recaer en él todas las sospechas.

a creciente presencia de las nuevas tecnologías aplicadas al formato 3D en el cine se estaba haciendo de rogar precisamente en el género en que más partido se le puede sacar: el terror. No en vano los antiguos intentos de explotar este sistema, en sus más arcaicas versiones, en varias ocasiones (mas no en todas) se centró en dicho género. Cualquier aficionado al cine de terror ha imaginado cómo las salpicaduras de sangre, los hachazos y demás “exquisiteces” propias del slasher podrían ganar en intensidad con la utilización de esta renovada técnica. San Valentín sangriento 3D cumple sobradamente esas expectativas. El problema, aunque era de esperar en estos comienzos de la explotación del sistema, es que prácticamente ese sea el único objetivo que parece tener la película y, por lo tanto, el único que satisface. Todo transcurre sobre un argumento típicamente ochentero en el que se deja a un lado la lógica, la credibilidad y la moderación, abusándose (en el buen sentido) de los excesos y de unas gotas de picante. Tal y como hizo Sam Raimi en su reciente Arrástrame al infierno (Drag Me To Hell, 2009) –ciertamente desde una perspectiva más sutil (dentro de lo que cabe) y sofisticada–, se recuperan las sensaciones y texturas que caracterizaron al cine de terror de los ochenta; cine que, en términos generales, no destacó particularmente por su gran calidad y por su exceso de pretensiones –más bien todo lo contrario–; siempre hablando en relación con la variable genérica que inundó las pantallas de todo el mundo por

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aquel entonces: el slasher. Por otro lado, los personajes, por llamarlos de alguna manera, cumplen categóricamente con la función que se espera de ellos; esto es, ser los objetos sobre los que se condensan los peores deseos por parte del espectador; un body count como Dios manda. Existe en San Valentín sangriento 3D una agradable complicidad con el espectador a partir del momento en que se le ofrece exactamente lo que espera recibir; eso si el único anhelo de éste es pasárselo en grande con los efectos y los sustos que las imágenes le ofrecen –por disparatadas o ridículas que sean–, ya sean dichas expectativas sinceras o simplemente impuestas como una opción única ante las pobres esperanzas puestas en el producto por parte de un aficionado algo más exigente que el primero. Dado lo evidente del objetivo a conseguir, no se puede reprochar ningún tipo de carencia, pues es obvio que sólo lo que recibimos es aquello que se pretende dar, sin trampa ni cartón. Desde ese punto de vista la honestidad de la propuesta es indudable e irreprochable. Este acuerdo tácito entre película y espectador queda así resuelto en un convenio a todas luces cristalino. No obstante, poniéndonos finos, sí se le puede echar en cara una patente falta de ritmo, al dejarse sentir el vacío entre un efecto y el siguiente. Otra cosa la hubiera convertido en un producto sobredimensionado propio de Michael Bay, yendo quizás en contra del carácter falto de pretensiones que exhibe San Valentin sangriento 3D. Aun asumido todo ello, el desequilibrio entre los minutos iniciales de la película –donde se concentran los efectos más apabullantes– respecto al resto del metraje es patente, cosa que hace que la sensación de que todo se desinfla sin remedio, cada minuto que pasa, sea muy perceptible. Juan Andrés Pedrero Santos (Madrid. España) 83


La última casa a la izquierda (2009) Título original: The Last House on the Left. Dirección: Dennis Iliadis. Productores: Wes Craven, Sean S. Cunningham, Marianne Maddalena para Rogue Pictures, Film Afrika Worldwide, Midnight Entertainment. Guión: Adam Alleca, Carl Ellsworth, según el guión de Wes Craven. Fotografía: Sharone Meir. Música: John Murphy. Montaje: Peter McNulty. Efectos especiales: Jamison Scout Goei. Intérpretes: Garret Dillahunt (Krug), Michael Bowen (Morton), Joshua Cox (Giles), Riki Lindhome (Sadie), Aaron Paul (Francis), Sara Paxton (Mari Collingwood), Monica Potter (Emma Collingwood), Tony Goldwin (John Collingwood), Martha MacIsaac (Paige), Spencer Treat Clark (Justin)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 110/114 min. color. Mari y Page, dos adolescentes, caen en las garras de unos criminales despiadados tras ser atraídas por el inocente Justin, hijo del sádico Krug, el líder del grupo. Perseguidos por la justicia, no pueden dejar escapar a las dos chicas, que ya han visto sus rostros, y la situación degenerará hasta la violación, la tortura y la muerte. Después, por un caprichoso azar del destino, los malvados acabarán por buscar refugio en la casa del lago de los Collingwood, los padres de la vejada Mari, que acogen a los extraños sin conocer, aún, lo sucedido. No tardarán en descubrirlo…

ay quien considera que rehacer una película de culto como La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, 1972), una obra tan esclava de su tiempo, carece de sentido e interés en la actualidad por considerar que el efecto primigenio es casi irrepetible. Fuera del agitado contexto de su época, el rabioso periodo de finales de los sesenta y principios de los setenta, este descenso a los infiernos cimentado en la violencia, la crueldad y la venganza, que a su vez seguía el perverso esquema de la magistral El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960, Ingmar Bergman), corría el riesgo, según algunos, de perder su potencial aterrador en clave camp, su capacidad de impacto en las audiencias menos curtidas, al estar despojada, en el remake, de las circunstancias y condiciones en las que fue rodada la original habida cuenta no sólo de lo intrínsecamente cinematográfico, sino también de la situación política y social de la América convulsa de aquel momento. No en vano, al parecer sus máximos responsables, Wes Craven, como realizador debutante, y Sean S. Cunningham, en el cargo de productor, pretendieron crear un filme atrevido y contestatario en contraposición al cine de Hollywood y aprovechando influyentes factores externos como el desencanto de una sociedad sacudida por la guerra de Vietnam, las vicisitudes del movimiento hippie o el crimen perpetrado por Charles Manson. En realidad, para el abajo firmante, a favor de la cinta de 1972 se puede argumentar que su (irritante) tosquedad era, curiosamente, be-

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neficiosa para dotar de un realismo amateur, espontáneo, bruto, a lo que allí acontecía. Si bien las interpretaciones de los actores se antojaban, en el mejor de los casos, mediocres, y las acciones y reacciones de los personajes ciertamente demenciales, lo que generaba algo delirante e incluso inverosímil, se daba la circunstancia de que su muy imperfecta plasmación visual y los escasísimos medios de producción contribuían a contagiar al espectador una sensación de desconcierto, de filmación no profesional, de sordidez y suciedad desquiciantes. Todo ello, junto al contexto de la época y a su violenta sinrazón (vista hoy, excesivamente mitificada y menos turbadora de lo que su fama promulga), dio como resultado que el producto fuera situado, en algunos círculos, al nivel de un clásico de inexcusable referencia a pesar de su deficiente acabado y su chirriante voluntad de epatar. Ahora, Dennis Iliadis, en su remake producido por las mismas cabezas visibles de la original, Craven y Cunningham, actualiza el material incorporando determinadas variaciones que otorgan mayor solidez y plau85


sibilidad al relato, limando aristas y dotando al conjunto de una entidad más convincente y de una progresión dramática mejor hilvanada y lograda en ritmo y densidad. También en cuestiones de puesta en escena se produce un gran salto cualitativo al apostar por una oscuridad atmosférica que casi todo lo envuelve y manejar con destreza los puntos de vista y los espacios, la dosificación de los instantes más furiosos y la cadencia en la administración del suspense que desemboca en lo atroz. Más allá de que los medios técnicos actuales le permitan elaborar una factura formal correctísima, parece evidente que el conocimiento del lenguaje cinematográfico de Iliadis supera, en mucho, al que poseía el, por entonces, iniciático Craven. Cabe reconocer que la nueva película se decanta, en cierta medida, por el llamado torture porn, signo de los tiempos que corren en buena parte del cine de terror actual, que tiende a lo explícito, es decir, a la exhibición gráfica, ruidosa y esteticista del horror aliñado con elementos sexuales. Pero, por fortuna, aquí se elude la tentación moderna y demasiado frecuente de encadenar una simple retahíla de meros golpes de efecto propulsados sin ton ni son, puesto que existe una lógica interna que sirve de soporte y espacia con sorprendente calma la barbarie, además de tener la habilidad de construir instantes emotivos (véase la desesperada huida a nado). Esta versión, pues, reexplora con contundencia, turbiedad moral y sin ápice de sentido del humor la pesadillesca vorágine de abusos, vejaciones y torturas por la que han de pasar unas chicas a manos de unos villanos de gran peligrosidad, cuya maldad se encuentra sublimada ya desde la inesperada y bestial escena en la que irrumpen los secuaces del 86


líder. Estos delincuentes sin escrúpulos encabezados por el temible Krug merecen todo nuestro rechazo, lo que nos coloca, por lo tanto, en una postura de odio hacia esos personajes desalmados, y es en la segunda mitad de metraje, que contiene el ajuste de cuentas de los Collingwood como consecuencia de sus ansias de venganza y la necesidad de ejercer una autodefensa pasando al ataque, cuando sentimos una liberación y sentimos que la justicia se ha cumplido, concibiendo la salvaje ejecución como la solución inevitable. En tal brete y en el rol de público que observa los acontecimientos, aplaudimos, en definitiva, el ojo por ojo. Tal vez Iliadis recurre a lo obvio en el sentido de que define a los personajes de un modo maniqueo con el fin de provocar el choque entre clases y el dilema de cómo proceder ante el conflicto. La protagonista, así, está caracterizada como una joven limpia, atlética, pura, angelical, de fina figura, mientras que los malvados, por su parte, son escoria, gente enfermiza, demonios terrenales. El mal mancilla al bien de tal modo que el contraste se hace evidente y deriva en un enfrentamiento saldado con una catarsis liberadora (para los “buenos” de ficción y para el espectador) tan previsible, dado que ya conocíamos la historia, como, en el fondo, eficaz por su componente visceral. Si incidimos algo más en la cuestión, hemos de citar, estemos o no de acuerdo, la intención del director griego, que en declaraciones asegura 87


que su película conduce a que nos cuestionemos que no todo es blanco o negro, que incluso los personajes civilizados incurren en la violencia en límites extremos, lo que denota que este “virus” corre, en realidad, por la sangre de todos. Nadie parece estar exento: así es la naturaleza humana. Y es entonces cuando la línea que separa a los unos de los otros se difumina, dado que entra en juego la supervivencia como catalizadora de la emisión de nuestros instintos primitivos. Porque yendo más lejos, se puede pensar que la animalización experimentada por los padres de la víctima se ve empeorada por un factor únicamente humano: el sadismo, la sed de infligir un daño, un castigo, que en verdad duela al enemigo para satisfacer nuestros impulsos. Pero dejándonos de lecturas éticas, morales, patológicas o sociales más o menos discutibles, estamos ante una película sombría, incómoda, vigorosa y, en ocasiones, hasta enervante, al alcanzar un grado tortuoso en pasajes como el de la dilatada violación rodada en fragmentos que sugieren una prolongada agonía. De hecho, hay que reconocer que, con independencia de la validez o no de sus instrumentos, crea tensión y perturbación, virtudes que no se han de despreciar. Y que la innecesaria y burda escena final, casi a modo de epílogo, dé la impresión de ser un postizo, una concesión de cara a la galería, un retal añadido muy mal enlazado e integrado en la narración, no estropea las fortalezas de un filme, como mínimo, estimable que dignifica el derecho a rehacer horrores setenteros y ochenteros siempre y cuando se cubran unos mínimos de calidad. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 88


Viernes 13 (2009) Título original: Friday The 13th. Dirección: Marcus Nispel. Productores: Michael Bay, Andrew Form, Bradley Fuller para Crystal Lake Entertainment, MTV Films, New Line Cinema, Paramount Pictures, Platinum Dunes. Productores ejecutivos: Sean S. Cunningham, Toby Emmerich, Brian Witten. Guión: Damian Shannon, Mark Swift, según argumento de D. Shannon, M. Swift, Mark Wheaton, basado en los personajes creados por Victor Miller. Fotografía: Daniel Pearl. Música: Steve Jablonsky. Montaje: Ken Blackwell. Intérpretes: Jared Padalecki (Clay Miller), Danielle Panabaker (Jenna), Amanda Righetti (Whitney Miller), Derek Mears (Jason), Aaron Yoo (Chewie), Travis Van Winkle (Trent), Julianna Guill (Bree), Jonathan Sadowski (Wade), Ben Feldman, Arlen Escarpeta, Ryan Hansen, Willa Ford, Nick Mennell, America Olivo, Kyle Davis... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 97 min. color 2.35:1. Buscando a su hermana desaparecida, Clay se dirige al espeluznante bosque del legendario Crystal Lake, donde tropieza con los viejos y decrépitos restos de una cabaña. En contra del consejo de la policía y las advertencias de los habitantes de la zona, Clay continúa con su búsqueda, ayudado por una joven mujer que ha conocido entre un grupo de jóvenes estudiantes. Sin embargo, están a punto de encontrar algo más que no habían tenido en cuenta: Jason Voorhees.

ay sagas que se adaptan al curso del tiempo y otras que prefieren cerrarse en sí mismas, porque son conscientes de que no importa cuándo estés contando la historia –en los 70 o en el siglo XXI– sino cómo la cuentes. Por eso, a veces encontramos más arriesgados unos remakes por encima de otros, sin tener demasiado presente el potencial que guardaban los propios originales. Supongo que este es un buen motivo para justificar por qué Viernes 13 (Friday the 13th, 2009) es un remake aceptable y una película mediocre a la vez. Pero creo que aún podemos ir un poco más lejos y pensarlo desde otro punto de vista; es decir, a la luz de la fuerza de un icono del miedo como Jason en el imaginario del cine de terror. Es curioso cómo Freddy Krueger o Michael Myers, habiendo ambas franquicias derivado hacia la parodia o el desgaste, conservan cierto grado de interés intacto. Quizá esto se deba a que el primero opera desde el terreno de los sueños y el otro es una abstracción del mal –the shape/la forma– sin rasgos destacables, un puro ejercicio de fuerza. Si a Jason Voorhees hubiésemos de ubicarlo en uno u otro grupo, formaría parte del segundo. A su favor tiene el hecho de carecer, como Michael Myers, de la dialéctica a menudo insufrible de Krueger, potenciando la contundencia y la fuerza física como arma para sembrar el pánico; en otras palabras, entrando en nuestra realidad y violentándola a partir de su fuerza. Sin embargo, en

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Jason puede más su brutalidad antes que la turbiedad de sus acciones. Es, digamos, su madre, la señora Voorhees, la que conduce los aspectos malsanos de la historia, la que más asusta cuando imita la voz de su difunto hijo y muestra, de frente, el horror tras la imagen bucólica de Crystal Lake. Quizá porque la madre era el verdadero capital de la saga –o, como mínimo, lo que destacaba en el filme original–, la fuerza de este remake sólo está presente durante el primer cuarto de hora. La cámara de Marcus Nispel conserva aún la agresividad y la atmósfera de otros escenarios. Los árboles son azotados por el viento y la lluvia convierte en cenagal un entorno que tras los créditos volverá a aparecer como un sueño hecho realidad. Nispel abre la película repescando la muerte de la señora Voorhees para, en principio, señalar que lo suyo no va a ser una copia sensu stricto, sino una apropiación de los motivos de la serie. Por eso, el primer grupo de excursionistas constituye el bloque más interesante del filme. En primer lugar, por el escenario, una acampada alrededor de una fogata en un bosque cualquiera. En segundo lugar, por la fuerza del mito. Uno de los protagonistas aprovecha el sitio para, en la mejor de las tradiciones, narrar la historia que oyó una vez sobre un niño que se ahogó en el lago. Son sólo palabras, pero, de algún modo, el hecho de pronunciarlas en ese lugar les da 90


un valor especial, apelan a un mito tan hondo y profundo que funcionan como un conjuro tan potente como para hacer realidad un relato oral más o menos tenebroso. De este modo, unos minutos después comienza otra vez la historia; el universo de Jason, el del cobertizo lleno de muñecos quemados, el de la cabeza putrefacta de la madre, vuelve a hacerse realidad. Por desgracia, ni Damian Shannon ni Mark Swift, guionistas del filme, tienen interés en continuar esa veta –más metacinematográfica que otra cosa– y aplican a Jason el mismo filtro que aplicaron en su anterior Freddy vs. Jason (Freddy vs. Jason, 2003). El sentido del humor es lo que mata a Freddy, no tanto por las carencias de sus chistes, sino porque hace nuestro un universo de crueldad como el del asesino de la garra afilada. Su mundo no posee las reglas del nuestro y en él se ha autoproclamado Dios, hasta el punto de hacer y deshacer según sus deseos. En cambio, el hecho de darle un aire más grotesco, más cómico, lo acerca de forma peligrosa al moralista ajuste de cuentas, en el que el sueño deja de ser algo que se distancie claramente de la realidad, y la principal virtud de Freddy acaba por dejar de importarnos. Y esto, en parte, es lo mismo que sucede con Jason. Pronto, el puritanismo de Jason deja de importar más que el asesinato consecutivo de todo aquel que se cruce por medio. Al fin y al cabo, Jason acaba siendo un autómata cada vez menos teledirigido por el furor materno para derivar en un robot programado para matar, pero que no acaba de convencernos con sus razones. La base del horror podría radicar en la importancia –para protagonistas y espectadores– de lo que está sucediendo. No sufrimos del mismo modo cuando somos espectadores pasivos de una tortura y no podemos hacer nada para evitarla, que cuando lo que deseamos es que esa tortura 91


se lleve a cabo. En ambos casos, nos dejamos llevar por nuestras emociones, porque la obra también nos plantea alguna clase de conflicto: acabar con el villano, liberar a los buenos, resolver algún dilema moral, etc. Sin embargo, en Viernes 13, el remake, nada de esto está presente. La violencia no es ni tan retorcida ni tan esterilizada como en otras sagas; simplemente está. Los personajes no importan tanto como en otros slashers, pero tampoco sentimos especial interés por su muerte. Tal vez el error parta del enfoque de no haber una reflexión ni sobre el género ni sobre el miedo, pero sin apostar del todo por un filme de violencia. La indeterminación es lo que mata a este remake, por encima de la atmósfera sórdida ocasionalmente apuntada por Nispel. En el fondo, nos hemos convertido en unos viciosos en potencia, y cada vez más nos gusta ver expuestas nuestras partes oscuras de la moral en pantalla. Ya hemos perdido el gusto por la sexualidad más chabacana –que en Viernes 13 está presente– y preferimos que nos den un poco de estopa psicológica, que nos lo hagan pasar mal retorciendo nuestros imperativos y nuestras leyes; en definitiva, destripando nuestra forma de ver el mundo. Probablemente, a Jason todo esto le dará igual, porque él sigue despertando una y otra vez, década tras década, y matando a todo el que pilla por delante. Pero, mientras en él, el deseo de matar siempre se traduce en los mismos términos, en nosotros, el deseo de sufrir muta en otras formas. Jason no actualiza sus métodos cuando hasta los zombies, paradigma de seres sin voluntad, han modificado sus características según los tiempos que corren. Y esta es, precisamente, la flaqueza de la serie iniciada por Sean S. Cunningham. Marcus Nispel no es un mal realizador. Su gusto por las atmósferas recargadas y tenebristas le otorga un poso de incertidumbre a su cine. Sabemos que algo va a pasar, pero hay tantos elementos en pantalla que nos vemos incapaces de predecirlo. La pena es que ni tan siquiera este recurso puede con la sensación de aburrimiento que desprende Viernes 13. No hay intensidad en los asesinatos o en el sexo, y la mente de los protagonistas –de los pocos que sobreviven– sigue en su sitio, como si nada, una vez cesa la matanza. Es posible que de esta idea podamos extraer otra: cómo el verdadero asesinato del filme es el que sufre su espectador, que observa pasivamente cómo le eliminan sus impulsos y le dejan tan tranquilo hasta que acaba la película. En otras palabras, cómo el slasher ha acabado eliminando a su espectador, a través de su conservadurismo y de su incapacidad por abrirse al mundo y ver qué nos asusta aquí, ahora. Viernes 13 sólo es una muestra más de esta idea. Óscar Brox (Valencia. España) 92


Adaptaciones

Literarias


A ciegas Títulos originales: Blindness / Ensaio sobre a cegueira. Dirección: Fernando Meirelles. Productores: Niv Fichman, Andrea Barata Ribeiro, Sonoko Sakai. Guión: Don McKellar, basado en la novela Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Fotografía: César Charlone. Música: Uakti. Montaje: Daniel Rezende. Efectos especiales: Andre Waller. Intérpretes: Julianne Moore (mujer del doctor), Mark Ruffalo (doctor), Alice Braga (mujer con gafas oscuras), Yusuke Iseya (primer ciego), Yoshino Kimura (mujer del primer ciego), Maury Chaykin, Danny Glover (hombre del parche negro), Gael García Bernal (el rey del Ala Tres), Don McKellar (ladrón). Nacionalidad y año: Canadá, Brasil, Japón 2008. Duración y datos técnicos: 121 min. color 1:85:1. Una extraña epidemia de ceguera azota todo un país. Los afectados son puestos en cuarentena, pero resulta imposible contener la enfermedad y las calles acaban llenándose de ciegos que son víctimas de este inexplicable mal consistente en una infinita ceguera blanca.

nsayo sobre la ceguera (Ensaio sobre a cegueira, 1995) de José Saramago presentaba, en forma de cristalina metáfora, cómo el ser humano es capaz de hacer de su visión de la realidad una manera de catalizar el sufrimiento o la felicidad; en otras palabras, explicar la capacidad de ver entendida como una liberación o una cárcel, del papel de cada uno en su propio camino o en el de los demás. Para ello se sirve de una historia en forma de cuento para adultos con moraleja que, dado su tratamiento cercano a una ficción irreal, se adscribe en el apartado de literatura fantástica. Los paralelismos con la épica El día de los trífidos (The Day of the Triffids, 1951) no son pocos. Quizás John Wydham nunca se moverá en la misma liga que José Saramago, pero el fondo de su novela, sobre una Humanidad que deambula por un mundo devastado por plantas reptantes del espacio exterior, trata muchos temas paralelos con la obra del brasileño. Y lo hace describiendo la misma sociedad de ciegos en la que, tras un desastre mundial, los supervivientes deben esquivar los peligros del peor de los monstruos, el hombre. Fernando Meirelles afronta la adaptación de la obra desde el respeto escrupuloso, enfermizamente fiel. El director parece haber asimilado a la perfección el mensaje de su compatriota (lo cual no es difícil, dada la reiteración recalcitrante sobre su condición de parábola de Ensayo sobre la ceguera) y no trata de evitar atacar el concepto desde una perspectiva lateral, sino plasmar el original, ya digerido, al medio cinematográfico actual. El director de la plomiza Ciudad de Dios (Cidade de Deus, 2003) afronta la visión de una sociedad colapsada por la ceguera colectiva tomando nota del punto de vista del Cuarón de Hijos de los hombres (Children of Men, 2006) y otros acercamientos realistas a la ciencia ficción recien-

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tes como Código 46 (Code 46, 2003) o 28 días después (28 Days Later, 2002). La cámara de Meirelles sigue la estela realista del resto de su cine y añade nuevos filtros y texturas para, según el autor, ponernos en los ojos de un ciego: recursos de objetivo, quemados de imagen y constantes empañamientos de atmósfera hasta sumergir la cámara en la nube lechosa en la que se ven envueltos los protagonistas. La película empieza con brío y concluye con soltura los primeros pasajes del libro. Juegos de montaje y elipsis muy bien situadas hacen sencilla la entrada al núcleo de la historia. Mientras tanto, queda constancia de la habilidad de Meirelles para convertir planos aparentemente sencillos en composiciones de gran poder visual. Sin embargo, durante el desarrollo del segundo acto de la película se produce una descompensación en la narración del relato y los hechos pierden interés al distanciarse del espectador. De vez en cuando, una escena con gran fuerza recupera el ritmo de forma momentánea, pero no logra que el espectador recupere la atención a lo que sucede en pantalla. Es de agradecer la singularidad de la mirada de Meirelles hacia el lado fantástico de la historia, pero en ocasiones determinadas elecciones resultan chirriantes con el tono de las imágenes. La 95


selección musical resulta inapropiada, e insertos, como la voz en off de uno de los personajes, en momentos ciertamente arbitrarios, no acaban de cuajar con el tono semi-documental del conjunto. En realidad es una película con factura impecable, y alguna actuación más que notable como la de Julianne Moore, con momentos desgarradores, que transmite a la perfección el espíritu de la novela, calcando algunos pasajes clave. Pero como en otras obras del director, no logra fluidez en la narrativa y, si bien no es torpe, resulta desapasionada, provocando que no sea la gran película que hubiera podido ser con un poco más de garra. Jorge Casanueva Sánchez (Salamanca. España) 96


Ángeles y demonios Título original: Angels and Demons. Dirección: Ron Howard. Productores: Ron Howard, John Calley, Brian Grazer para Columbia Pictures, Imagine Entertainment. Productores ejecutivos: Dan Brown, Todd Hallowell, Marco Valerio Pugini. Guión: Akiva Goldsman, David Koepp, sobre la novela de Dan Brown. Fotografía: Salvatore Totino. Música: Hans Zimmer. Montaje: Dan Hanley, Mike Hill. Efectos especiales: John Fleming, Negin Bairami, Angus Bickerton, Adam Gascoyne. Intérpretes: Tom Hanks (Robert Langdon), Ayelet Zurer (Vittoria Vetra), Ewan McGregor (Camarlengo McKenna), Stellan Skargard (comandante Richter), Armin Mueller-Stahl (cardenal Strauss), Pierfrancesco Favino (inspector Olivetti), Nikolaj Lie Kaas, Thure Lindhardt, David Pasquesi, Cosimo Fusco, Victor Alfieri, Franklin Amobi, Curt Lowens, Bob Yerkes, Marc Fiorini, Carmen Argenziano, Howard Mungo, Rance Howard... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 138/146 min. color 2.35:1. El robo en el CERN de una cantidad sustancial de antimateria y el rapto de cuatro candidatos al papado son reivindicados por una milenaria secta cristiana: los heréticos Illuminati. La Santa Sede requiere los servicios del simbólogo Robert Langdon para tratar de neutralizar una venganza que planea ejecutar a los secuestrados y destruir el Vaticano. Langdon y la científica Vittoria Vetra sólo dispondrán de veinticuatro horas para desactivar la conspiración.

an Brown es un escritor que parece escoger ingredientes para sus best sellers en las revistas de divulgación científica aunque tenga que encajarlos en los argumentos a martillazos, persiguiendo antes una sensacionalista solapa del libro que una novela plausible. El código Da Vinci, argumentalmente, no pasaba de ser un amasijo de material reciclado proveniente de ensayos y elucubraciones de toda laya mezclado con una trama de thriller más bien insensata. La labor de Ron Howard al frente de la adaptación cinematográfica no fue precisamente brillante, situando el resultado entre lo peor de su filmografía; sin embargo, la taquilla no se resintió con el cúmulo de críticas negativas, y el abultado éxito económico propició el rodaje de otra entrega. Ángeles y demonios partía así con los peores augurios, pero también tenía fácil superar la baja cota de su antecesora. La novela fue publicada en el año 2000, tres antes que El código Da Vinci, y recoge la aventura que estableció el prestigio del criptólogo protagonista. Aunque Sony adquirió simultáneamente los derechos cinematográficos de ambas obras, el éxito de ventas de la segunda aconsejó invertir el orden y plantear este primer caso de Langdon como una secuela. El argumento, algo más convencional que el del famoso Código, se acerca al relato detectivesco tradicional, aunque añadiendo el morbo de una presunta aniquilación masiva y de situar la intriga en el seno del Va-

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ticano, con todo lo que esto conlleva (ritos ancestrales, pulsos de poder terrenales y escasamente píos, secretos guardados bajo siete sayos y camisas de once varas, etc.). Por más que se barnicen de innovación y atrevimiento, los ingredientes son clásicos: un ingenio explosivo (pero no cualquiera: la antimateria), un grupo terrorista (pero proveniente del siglo XVI: los heréticos y procientifistas illuminati), cuatro rehenes condenados a muerte (pero candidatos al papado) y la consiguiente carrera para acertar adivinanzas y tratar de rescatarlos (pero en la ciudad-estado del Vaticano). Elementos suficientes para componer un thriller en el que, paradójicamente, lo que peor funciona es su pretensión de trascender aquello que no pasa de ser una excusa funcional, más o menos llamativa o estridente, para urdir una trama típica –falso inocente incluido–, la mayor parte del tiempo improbable e inconsistente. De unos años a esta parte los guiones para thriller apuestan más por la originalidad del entorno y la acumulación de secuencias espectaculares que por una construcción sólida. La película resultante, sin ser buena, es menos pretenciosa y bastante más entretenida que su antecesora. Según parece, muchas críticas contra El código Da Vinci incidían en acusarla de una literalidad mal entendida que habría dado como resultado un guión prolijo y lastrado por datos y diálogos densos. No es ese el recuerdo que tengo de la película, más bien consecuencia de un argumento desequilibrado y poco convincente, al que ayudaba muy poco la mediocre realización. El caso es que, tal vez basándose en la experiencia anterior, parece habérsele dado mucha más libertad a Akiva Goldsman –entre cuyos “créditos” se encuentran estropicios como Batman y Robin, Perdidos en el espacio o Soy leyenda– y a David Koepp, que parece haber actuado como “médico” de la versión definitiva del guión, para efectuar modificaciones sustanciales en la novela de Brown (es de suponer que con la aquiescencia de éste, co-productor de la adaptación cinematográfica). Lógicamente, los lectores han rechazado de plano la película, acusándola de saquear ideas del texto sin el menor respeto por las líneas argumentales ni por la naturaleza de los personajes y las relaciones entre ellos establecidas por el autor. La vieja polémica sobre las adaptaciones literarias en la que, además, en este caso, parece haber influido en alguna medida la hostilidad del Vaticano hacia la película precedente y sus reiteradas negativas a colaborar durante el rodaje, impidiendo usar algunos de los escenarios naturales previstos (hábilmente sustituidos por réplicas virtuales y decorados). Así, cualquier atisbo de enfrentamiento entre ciencia y religión es soslayado, la animadversión clerical contra Langdon apenas se insinúa, el pulso jurisdiccional entre la policía y la Guardia Suiza se difumina, la relación entre el Papa y el camarlengo –detonante del desenlace de la novela– es modi98


ficada, el propio personaje del camarlengo es alterado, primero para hacerlo encajar con el actor escogido para el papel, y después para cederle mayor protagonismo en la secuencia del clímax, etc. Al margen de fidelidades y divergencias respecto a la novela, la historia que se nos presenta es suficientemente entretenida, pero descaradamente artificiosa y un tanto mecánica. Inverosímil como argumento realista y excesivamente contenida como película de superhéroes, la mixtura de elementos da como resultado un guión serie C revestido con ropajes de superproducción, con exceso de trucos y truculencias baratas y subrayados fastidiosos con destino a espectadores con déficit de atención (por ejemplo, el reiterado recordatorio de que se está interrumpiendo de forma selectiva la energía eléctrica para localizar la señal emitida por los secuestradores). Es imposible no rememorar empeños detectivescos más humildes, menos tremendistas, pero resueltos con más persuasión, verosimilitud y sobriedad, a cargo de Conan Doyle o Agatha Christie, por ejemplo. Quizá las diferencias más sustanciales con los antiguos maestros radiquen en el descuido a la hora de mantener la imprescindible lógica interna y, una vez más, la muy deficiente caracterización de personajes (eso que los viejos guionistas sabían establecer con maestría en un par de secuencias, conocedores de que gran parte de 99


la efectividad de lo que iban a contar dependía de a quién le sucediese: ingrediente básico que ahora, casi en solitario, suele aplicar Pixar con buenos resultados). Tom Hanks vuelve a encarnar al simbólogo y criptólogo Robert Langdon, algo más dinámico y menos abotargado que en la entrega anterior, pero su protagonista sigue resultando desdibujado y carente de personalidad, incapaz de vehicular con la efectividad que se requiere la tensa situación propuesta. Ni él ni ninguno de los demás actores pueden llevar sus cometidos más allá de la mera corrección porque carecen de verdaderos personajes que desarrollar, resultando prácticamente anecdóticos, insustanciales, meros monigotes sin más trasfondo ni funcionalidad que servir de sospechosos en un momento dado o morir en la situación comprometida de rigor. Como consecuencia, al igual que en El código Da Vinci, la química entre los actores es nula, incluyendo a la co-protagonista, una desvaída Ayelet Zurer interpretando a la improbable científica, privada de las motivaciones descritas en el original literario, en permanente carrera para salvar cardenales y recuperar la antimateria. Ewan MacGregor y Stellan Skarsgård lidian como pueden con personajes que han de ser determinantes en el desarrollo de la trama pero cuyos papeles parecen haber olvidado escribirse. Poco 100


ayuda la mecánica de resolución de unos enigmas supuestamente herméticos, pero que parecen sacados de una guía de viajes: la facilidad de Langdon para descifrarlos (o equivocarse) aplicando suposiciones, ocurrencias y conocimientos más bien de cultura general, los convierten en acertijos pueriles y banales. Cierto es que todo ello es achacable al estilo simplón de Dan Brown, muy dado a la falsa complejidad y al disparate supuestamente espectacular (véase al respecto toda la estrambótica trama y, más concretamente, la secuencia del helicóptero), pero un buen guionista debería saber detectar aquello que no va a funcionar en pantalla y solventarlo adecuadamente mediante la adaptación, que no consiste sólo en eliminar todo lo que no sean momentos de acción resultones y confiar en que las viñetas sueltas restantes suelden y cobren intensidad y significado por sí solas. Apoyado por un brillante diseño de producción y una excesivamente recargada partitura de Hans Zimmer, Ron Howard se limita a ilustrar con oficio y cierta pericia un esquema argumental que, sin evolución dramática, deviene en mera sucesión de secuencias de pretendido impacto, unas mejor resueltas que otras. Por encima de un guión que no brilla precisamente por ingenio, lógica o capacidad de sorprender, el ritmo mantenido genera la suficiente dinámica para que las inverosimilitudes y las costuras entre los set pieces (fuego, tierra, aire, agua) aparenten una coherencia y justificación de la que en buena medida carecen. Francisco Jerez (Almería. España) 101


The Box Título original: The Box. Dirección: Richard Kelly guión: Richard Kelly, según el relato corto “Button, Button” de Richard Matheson. Productores: Richard Kelly, Dan Lin, Kelly y Sean McKittrick para Warner Bros. Fotografía: Steven Poster. Música: Win Butler, Régine Chassagne y Owen Pallett. Montaje: Sam Bauer. Intérpretes: James Marsden (Arthur Lewis), Cameron Díaz (Norma Lewis), Frank Langella (Arlington Stewart), James Rebhorn (Norm Cahill), Holmes Osborne (Dick Burns), Sam Oz Stone (Walter Lewis), Gillian Jacobs (Dana). Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 115 min. color. 2:35.1. Norma Lewis es profesora en un instituto privado y su marido, Arthur, es ingeniero de la NASA. Son, en todos los aspectos, una pareja normal que lleva una vida normal en las afueras de la ciudad con su hijo Walter, de nueve años... hasta que un hombre misterioso con un rostro horrible y desfigurado aparece en su puerta y presenta a Norma su propuesta de vida alternativa: la caja.

l filósofo estadounidense George Santayana decía que “un hombre es moralmente libre cuando, en plena posesión de su humanidad (living humanity), juzga al mundo y a los otros hombres con toda sinceridad”. Sin embargo, es aquello que nos pertenece, esa humanidad, la que parece escapar de entre nuestros dedos. Lo que nos constituye queda, prácticamente, como un elemento frágil y delicado, en peligro de desaparición a consecuencia de nuestras acciones. O quizá no. Tal vez, aunque obremos bien o mal, nuestra humanidad siempre esté ahí reflejando como una pantalla de cine en qué nos convertimos con el paso del tiempo. Tal vez no exista la inhumanidad o la mala fe, y el hecho de sentir más o menos profundamente nuestra humanidad sea precipitado por el efecto de una buena o mala decisión. El tipo de decisión que nos permite juzgar al mundo con toda sinceridad. Richard Matheson no es el tipo de escritor fácil de adaptar. La prueba no está en comparar las adaptaciones más o menos afortunadas con las fallidas. La prueba es su obra, el esmero que presta a los conceptos, pequeños detalles que como bombas de relojería siembran la inquietud del lector. En una historia tan sencilla como la que plantea The Box (2009) es necesario mirar qué hay detrás de cada palabra, qué desprende cada pensamiento de sus protagonistas, para entender la medida de sus decisiones, el conflicto moral que plantea accionar el botón de un dispositivo, recibir una suma económica en compensación y sacrificar la vida de un inocente desconocido. Sólo tres movimientos, pero tan intensos que contaminan las vidas de sus personajes. Tres pasos que trastornan la humanidad de un matrimonio de clase media que, de repente,

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percibe cómo una decisión singular puede alterar la forma de ver el mundo, el hombre, la vida; a ellos mismos. La obra de Richard Kelly, aunque breve, se puede decir que gira en torno a las alteraciones. En Donnie Darko (Donnie Darko, 2001) el barrio residencial es un espacio que, como en el mejor Lynch, esconde bajo su imagen unas fuerzas ocultas que certifican que no todo es lo que parece. Y el mismo Donnie, mezclando su educación sentimental con su alteración emocional, representa ese deseo explícito de hallar una respuesta que colme las ausencias de nuestra cotidianidad. De hecho, viajar en el tiempo, como en Regreso al futuro (Back to the Future, Robert Zemeckis, 1985) es el instrumento para conciliar esa parte de nosotros que se resiente en un presente traumático y necesita escapar a otra realidad en la que poder solucionar esa imagen desordenada del presente. En esencia, la idea que Kelly explotará definitivamente en su monumental Southland Tales (2006), filme suicida e incomprendido que plasma la herida, la ruptura entre sujeto y realidad, que sólo puede cerrarse resucitando un pasado fantasmagórico. The Box es, en este sentido, un nuevo paso adelante. Aquí, como en el original mathesoniano, está en juego el elemento nuclear de la vida: las relaciones, la complicidad, todo aquello que imprime cualquier afecto sobre la otra persona. En el relato, era el desconocimiento real de Norma el que precipitaba la muerte de Arthur, un auténtico extraño al que su mu103


jer, por mucho que se empeñase, nunca reconocía como esa persona con la que deseaba estar. Sin embargo, ese grado de confianza que hacía explícito el cuento de Matheson es reinterpretado en el filme de Kelly. En este caso, no existe una separación en el matrimonio; todo lo contrario. De hecho, la deformidad –exterior, pero escondida, como la humanidad– de Norma funciona como elemento cohesionador del matrimonio. De ahí que la visita del señor Stewart, otro ser deforme, pero no escondido, funcione análogamente al mecanismo de la caja; aceptarle, tenerle en su hogar implica desafiar los vínculos que les unen como pareja. Norma y Arthur son como el hombre según Santayana, porque se piensan unidos cuando todavía no han visto tambalear su vida. Por eso, la visita del señor Stewart es como la alteración en las otras obras de Richard Kelly; a partir de aquí, ya nada puede volver a ser lo mismo. En ese punto, Kelly toma de la mano la frialdad expositiva del cine conspiranoico de Alan J. Pakula, y le hace dialogar con una atmósfera que a veces parece heredera del mejor De Palma, en la que la tensión emana de cada uno de los movimientos de sus personajes, del ritmo en que las certezas desaparecen y la apuesta por seguir viviendo una realidad que se derrumba se hace cada vez más dramática. En el fondo, Kelly tiene un punto cruel y humano, pues no hay algo mejor que cuestionar eso que algunos llaman buena voluntad para hallar las lagunas de nuestra moralidad y, en consecuencia, de nuestro mundo. Además de por su estupenda banda sonora, The Box mantiene un cierto aire hitchcockiano en su manera de mostrar las relaciones entre los personajes. Los entornos fríos del cine de Hitchcock –la Cuba de Topaz (Topaz, 1969) es, prácticamente, un espacio fúnebre por el que pasean un amor a punto de desaparecer André Deveraux y Juanita de Cór104


doba– con sus emociones profundas aparentemente simplificadas, se corresponden con la manera en que Kelly dibuja a su matrimonio como una pareja sobre la que pesa su futura desaparición. Matheson intuía desde el principio su destrucción y, por ende, la eventual deshumanización de nuestro mundo. Pero Kelly lo interpreta dando otro paso, mientras muestra cómo el cariño entre los dos personajes no resiste los envites de una alegórica desaparición final: la transformación de todos nosotros en autómatas, como los ultracuerpos que imitan una forma de la que desconocen su espíritu. En El existencialismo es un humanismo, Jean-Paul Sartre manifiesta, a propósito de la angustia, que “muchos creen que al obrar sólo se comprometen a sí mismos, y cuando se les dice: «Pero ¿y si todo el mundo procediera así?», se encogen de hombros y contestan: «No todo el mundo procede así». Pero en verdad hay que preguntarse siempre: ¿Qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?”. Para Sartre está la angustia de responsabilizarse, así como la conciencia de nuestras acciones, que no son tanto acciones como valores universalizables al hombre –es decir, que puede y seguramente haga cualquier hombre o mujer–. Por eso, la decisión final de Norma en el filme responde a ese temor profundo sobre el que escribía Matheson: cuando acabamos convertidos en otros, en medios para un fin, cómo evitar pensar que hasta una decisión singular no trastocará nuestra completa existencia. Empezaba citando a Santayana y acabo con Sartre. Lo bueno del filme de Kelly es que supone un término medio entre ambos: intuye que en nosotros está presente la clave para hacer de nuestro mundo el mejor de los mundos posibles… o la visión de una humanidad agotada en su falta de confianza. Óscar Brox (Valencia. España) 105


City of Ember: en busca de la luz Título original: City of Ember. Director: Gil Kenan. Productores: Gary Goetzman, Tom Hanks, Steve Shareshian para Playtone, Walden Media, 20th Century Fox. Productor ejecutivo: John D. Schofield. Guión: Caroline Thompson, según la novela City of Ember de Jeanne DuPrau. Fotografía: Xavier Pérez Grobet. Música: Andrew Lockington. Efectos especiales: Amalgamated Pixels, BUF, Below The Radar, Filmworks/FX, Luma Pictures, The Visual Effects Company. Montaje: Adam P. Scott, Zack Staenberg. Intérpretes: Saoirse Ronan (Lina Mayfleet), Harry Treadaway (Doon Harrow), Bill Murray (Cole), Tim Robbins (Loris Harrow), Martin Landau (Sul), Toby Jones (Snode), Mackenzie Crook (Looper), Marianne Jean-Baptiste (Clary), Liz Smith (Granny)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 101 min. color 2.35:1. Una ciudad subterránea construida por el hombre del pasado con vistas a salvaguardar a la humanidad de un inevitable cataclismo medioambiental sobrevive a duras penas en el interior de la Tierra, más de doscientos años después, con un generador a punto de reventar y un pueblo, sometido a los caprichos de su alcalde, incapaz de revertir el proceso involutivo que lo condena a la destrucción.

daptación de la novela epónima de Jeanne DuPrau por parte de la guionista Caroline Thompson, una habitual en estas lides temáticas, cuya película más reconocida sigue siendo el guión original (repleto de elementos evocadores y, por tanto, ajenos) de Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990) de Tim Burton. City of Ember: en busca de la luz (City of Ember, 2008) de Gil Kenan deambula entre el cuento juvenil de línea clara y la narración de aires dogmáticos, constituyendo su conjunción una lúcida aventura, esta sí, para todos los públicos, a pesar de que una parte sustancial de su argumento se pervierta de proclamas subversivas, ya sea mediante denuncias sucintas hacia estamentos públicos corruptos o por mostrarse en constante oposición a todo aquello que represente conformismo. No hay en esta película adolescentes con poderes telequinéticos y/o habilidades nigrománticas, pero sí con una gran determinación para cambiar el estado de las cosas. Nada nuevo en el mundillo de las adaptaciones juveniles de ascendencia fantástica, pero sí de lo más saludable dada la saturación que el cine actual ofrece de alguno de los arquetipos antedichos. Ecos de El Mago de Oz de L. Frank Baum y del espíritu de sociedad recicladora de Los Borrowers de Mary Norton se mezclan, en el subconsciente del espectador más ilustrado, con el de Super Mario Bros. Con la olvidada adaptación de Annabel Jankel y Rocky Morton (Super Mario Bros., 1993) le une, alcantarillas aparte, el carácter artificioso, casi de cartón piedra, que va a definir los decorados de este sub-

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mundo oscuro donde se ubica Ember, el último reducto de la Humanidad desde hace siglos, no en vano repleto de inquilinos que no tienen ningún contacto con la superficie, resultando más justa su comparación, entonces, con la sociedad morlockiana de la novela de H. G. Wells que con la de Metrópolis de Fritz Lang (habitual referencia de este tipo de producciones distópicas), Demolition Man (Demolition Man, 1993) de Marco Brambilla o Matrix (The Matrix, 1999) de Larry y Andy Wachowski. Una coctelera de referencias, más o menos impostadas, en fin, cuyo mayor punto en común podemos encontrarlo desgranando su entramado y comparándolo con el de TXH 1138 [tv/dvd: TXH 1138, 1971] de George Lucas, incluyendo algunos planos de su final. Deudor de un argumento cuyos cimientos se nutren de un itinerario de búsqueda y superación (una fórmula prototípica de este tipo de historias), City of Ember: en busca de la luz va a ofrecer una resolución extrañamente previsible, incluso desposeída de emoción, como si, de veras, tanto director como guionista fueran conscientes de que lo importante en esta película no es su conclusión (a pesar de lo que los propios personajes crean) sino el viaje, aquí generosamente preñado de referencias ecologistas, denuncias anti-despóticas y amistad adolescente. Su aspecto de cinta prefabricada, casi artesanal, nos va a recordar, además, las pretensiones de aires entrañables que persigue una historia que no busca tanto embelesar al espectador con soluciones tecnológicas de última generación (mal endémico del cine contemporáneo en su vertiente fantástica) como seducirle con una historia de corte lúcido y recurrente, que aboga por el 107


afán explorativo antes que por la explotación de sus constantes. Lo que nos puede dar una pista del porqué de su sonoro fracaso al otro lado Atlántico… Y eso a pesar de un reparto a todas luces esplendente (así como desaprovechado), repleto de rostros (re)conocidos, hasta tal punto que la propia mención del currículum de cada uno de ellos (Tim Robbins, Martin Landau, Bill Murray…) podría provocar un empacho, resultando, sin embargo, su actuación relegada gracias al excelente desempeño del resto de los protagonistas, todos ellos impúberes, mereciendo una mención especial la joven actriz Saoirse Ronan, nominada al Oscar por su papel de Briony Tallis en Expiación (Atonement, 2007) de Joe Wright, afortunado (y talentoso) clavo al que agarrarse cuando de defender el desempeño interpretativo de esta película se trata (y es que sí: Bill Murray resulta tan insoportable como siempre). El británico Gil Kenan, director de Monster House (Monster House, 2006), pierde un tiempo excesivo en la resolución del puzzle que se plantea (y cuyo secreto ya queda explicado, además, en voz en off cinco minutos después de su inicio) y poco en la vertiginosa montaña rusa que sucede a dicha circunstancia, apostando, empero, por la promoción de un ideal romántico que defiende el ímpetu adolescente, su voluntad arriesgada e inconformista, como génesis y esencia de toda revolución. Un punto de partida conceptual que entusiasmaría al mismísimo Hayao Miyazaki, ya lo digo. Y esto sí que es hablar de palabras mayores. J. P. Bango (Ávila, España) 108


Corazón de tinta Título original: Inkheart. Dirección: Iain Softley. Productores: Cornelia Funke, Ileen Maisel, Diana Pokorny, Iain Softley para Internationale Filmproduktion Blackbird Dritte, New Line Cinema. Productores ejecutivos: Toby Emmerich, Andrew Licht, Ileen Maisel, Mark Ordesky. Guión: David Lindsay-Abaire, según la novela de Cornelia Funke. Fotografía: Roger Pratt. Música: Javier Navarrete. Montaje: Martin Walsh. Efectos especiales: Cinesite, Double Negative, Millennium FX, Peerless Camera Company... Intérpretes: Brendan Fraser (Mo ‘Silvertongue’ Folchart), Sienna Guillory (Resa), Eliza Bennett (Meggie Folchart), Richard Strange (dueño de la tienda de libros antiguos), Paul Bettany (Dustfinger), Helen Mirren (Elinor Loredan), Rafi Gavron (Farid), Matt King (Cockerell), Steve Speirs (Flatnose), Jamie Foreman (Basta), Andy Serkis (Capricorn), Jennifer Connelly (Roxanne), Stephen Graham, Mirabel O’Keefe, John Thomson, Lesley Sharp, Tereza Srbova, Jim Broadbent, Roger Allam... Nacionalidad y año: Reino Unido, Estados Unidos, Alemania 2008. Duración y datos técnicos: 106 min. color-B/N 2.35:1. Los Lengua de Plata son personas con la capacidad de dar vida a los personajes y acontecimientos de los libros que leen. Algunos mantienen en secreto esa facultad, otros no son conscientes de poseerla; Mo Folchart es uno de estos últimos. Al nacerle una encantadora niñita empieza a ser consciente de esa aptitud. Cuando la chica tiene doce años, su madre ha desaparecido misteriosamente, y viaja en compañía de su padre buscando libros antiguos. Pronto dará inicio una excitante pero terrible aventura donde ambos hechos tienen relación.

esde el gran éxito comercial de la saga de Harry Potter, tanto la literaria como la cinematográfica, la industria del cine ha ido escarbando en busca de otras sagas fantásticas con las cuales repetir la jugada, tanto algunas clásicas como recientes, tanto grandes obras literarias como subproductos comerciales. En este caso, han echado ojo a Corazón de tinta (Tintenherz, 2003) libro escrito por la alemana Cornelia Funke y dirigido al público infantil-juvenil, que es el primer volumen de la serie “Mundo de Tinta”, al que siguen Sangre de tinta (Tintenblut, 2005) y Muerte de tinta (Tintentod, 2008). No lo he leído, pero que la edición española venga de manos de la prestigiosa editorial Siruela hace presagiar un nivel de calidad superior a la media. Para su versión cinematográfica contamos con el protagonismo de Brendan Fraser, que tras la pueril saga de La Momia y la execrable adaptación de Viaje al centro de la Tierra parece haberse especializado en cine fantástico “ligero” de gran presupuesto. De todas maneras, no es elección suya en este caso, ya que el papel le vino impuesto. Cornelia Funke escribió el libro pensando como protagonista en Brendan Fraser, e incluso el segundo volumen de la saga se lo dedicó personalmente y se lo hizo lle-

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gar. A la hora de hacer la película, los productores querían a una gran estrella con más nombre, pero ella insistió en que el protagonista fuese Fraser, y no cejó hasta conseguir su empeño. Como director fue escogido Iain Softley, realizador londinense que debutó con el biopic musical Backbeat (Backbeat, 1994), al que seguiría un pequeño puñado de variadas películas de todo tipo: Hackers: piratas informáticos (Hackers, 1995), Las alas de la paloma (The Wings of the Dove, 1997), K–Pax, el visitante (K–PAX, 2001) y la cinta de terror, muy valorada en ciertos medios, La llave del mal (The Skeleton Key, 2005). Gran parte de su escasa filmografía la ha hecho en co-producción con Alemania, por lo cual no es sorprendente la elección. Una vez nos hallamos ante la película, lo primero que descubrimos es un amor tremendo hacia los libros, algo bastante insólito en estos días, lo cual incita la simpatía e invita a seguir con atención lo que acontece. La trama está salpicada de ideas muy interesantes, como esa capacidad de extraer situaciones de los libros y trasladarlas al mundo real, si bien en ocasiones algo de este mundo salta al otro; o también que, cuando el salto no es completo, los personajes muestren en su piel las letras del libro grabadas. Así, en la historia confluirán criaturas mitológicas, como el unicornio, el 110


Minotauro, el cocodrilo de Peter Pan, los monos voladores de El mago de Oz, o inclusive, de ese mismo libro, Totó, que tendrá una participación importante –la película está plagada de pequeños guiños que ponen a prueba la cultura literaria del espectador–. También tenemos la atrayente idea del personaje que, consciente de ser sólo la creación de una mente, intenta librarse de esa atadura y forjar su destino por sí mismo; el encuentro entre creado y creador provoca, pues, un gran temor en el primero. En todo caso, lo principal es lo que acontece en un libro ficticio, que es el que da título a la película (y a la novela original), sobre un mundo de cierto aura tolkieniano donde mora una entidad maligna llamada la Sombra; su acólito ha quedado atrapado en este mundo, e intenta traerla aquí para que la Tierra se sumerja en un reinado sombrío. También tenemos otro personaje del libro atrapado aquí, Dustfinger, el clásico pillo simpático, que intenta regresar a su lugar. La historia se ve salpicada de personajes que resultan atractivos, desde el protagonista, un héroe a su pesar y que habrá de hacer acopio de valor para enfrentarse a lo que su poder ha provocado (un pletórico y estupendo Brendan Fraser), hasta la niña, inteligente, sensible y llena de decisión (una solvente y prometedora Meggie Folchart), hasta el referido Dustfinger, un personaje al que Paul Bettany saca un excelente provecho, otorgando el equilibrio perfecto en un ser lleno de matices. Lo peor de la película son los malos. Una caterva de individuos malencarados que parecen matones de discoteca, liderados por el clásico villano tan propio del último cine, esto es, Capricorn, un individuo mezquino 111


y cobarde que no para de hacer frasecitas y muecas, encarnado por un Andy Serkis al servicio de estas convenciones. Lástima, porque si los malos hubiesen sido concebidos con la misma solidez y seriedad que los personajes positivos la cinta hubiese ganado puntos en convicción, y el tono oscuro que impregna la trama habría adquirido más potencia e intensidad. El clímax ofrece la aparición, al fin, de la Sombra, criatura muy bien concebida, como una especie de densa nube de polvo de forma vagamente humanoide, y ojos y boca de fuego, en una creación del equipo de efectos especiales muy lograda. Las criaturas antes referidas, como el Minotauro o los monos alados, también son una consecución muy estimable, y esto último hace desear una adaptación por parte de este equipo de El mago de Oz concentrada en sus perfiles más lóbregos. Corazón de tinta es una película para niños que no provoca hastío en un espectador adulto, realizada con solvencia y vigor, y que despierta el interés en leer el libro del cual es origen y seguir conociendo lo que acontece en este universo. Que no es poco, dado el nivel medio de este tipo de cine y literatura. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 112


El curioso caso de Benjamin Button Título original: The Curious Case of Benjamin Button. Director: David Fincher. Productores: Ceán Chaffin, Kathleen Kennedy, Frank Marshall para The Kennedy/Marshall Company, Paramount Pictures, Warner Bros. Pictures. Guión: Eric Roth, sobre un relato de F. Scott Fitzgerald. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Kirk Baxter, Angus Wall. Diseño de producción: Donald Graham Burt. Maquillaje Jean Ann Black. Intérpretes: Brad Pitt (Benjamin Button), Cate Blanchett (Daisy), Julia Ormond (Caroline), Taraji P. Henson (Queenie), Faune A. Chambers (Dorothy Baker), Elias Koteas (Monsieur Gateau), Jason Flemyng (Thomas Button), Jared Harris (Capitán Mike), Tilda Swinton (Elizabeth Abbott). Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 163 min. color 1.85:1. Cuando nace, su padre, al ver su rostro deforme, lo abandona, y es acogido por una mujer negra que lo bautizará como Benjamin. A medida que crece, va quedando en evidencia de que está envejeciendo “hacia atrás”, y de un aspecto de niño anciano vivirá su existencia al revés del resto de los seres humanos.

avid Fincher lleva años demostrando ser uno de los baluartes de la modernidad (bien entendida) dentro del cine norteamericano, siempre moviéndose dentro de los parámetros de la comercialidad, pero al mismo tiempo sabiendo imprimir su personal sello de distinción. Independientemente del tipo de historia que nos cuente, sus trabajos se caracterizan por un acabado férreo y poderoso. Así, tras haber demostrado ser capaz de abordar el género del thriller en muy distintos registros (Seven, Zodiac), siempre con notables resultados, o adaptar a la perfección los materiales ajenos (El Club de la Lucha) utilizando una narrativa rabiosamente actual, puede decirse que con El curioso caso de Benjamin Button nos presenta un ejercicio de mimbres distintos, mucho más cercanos al clasicismo de las grandes tramas románticas de siempre, a pesar de su evidente carácter de obra audaz, dado el peculiar punto de partida argumental. No estamos ante la primera muestra de híbrido entre historia de amor y narración con tintes de ciencia ficción, desde luego. Ahí tenemos ejemplos tan distinguidos como la clásica e imperecedera Jennie de Dieterle, o la más moderna En algún lugar del tiempo de Jeannot Szwarc, sobre una novela de Richard Matheson. Y a poco que uno se fije, encontrará en todas ellas un elemento común, insoslayable a la hora de determinar el rumbo de la trama. Esto es: el paso del tiempo. No en vano, siempre ha sido éste un aspecto recurrente, dentro del Romanticismo, como estilo artístico. El curioso caso de Benjamin Button es eso, esencialmente: un ejercicio de romanticismo total. Desde la propia naturaleza de la historia, hasta el

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modo que tiene Fincher de plasmar visualmente determinados pasajes narrativos, pasando por el carácter de buena parte de los personajes secundarios de la película. Sirvan como ejemplos de esto el relojero que aparece en el fastuoso y excepcional arranque del filme (todo ese pasaje, de hecho), el capitán de barco vitalista y borrachín, o el pigmeo igualmente inconformista y entrañable, con los que Button se relaciona en diferentes etapas de su vida. Del mismo modo, encontramos hermosas pinceladas de realismo mágico, que evidencian la capacidad de Fincher para lo visual, así como su versatilidad como director, si nos acordamos del tenebrismo de Seven, o de aquella pesadilla urbana y nihilista que fue El Club de la Lucha. Si hemos de referirnos a las virtudes principales de la obra, resulta inevitable alabar la prestancia de muchos de los segmentos que conforman el cuerpo del filme. Desde la etapa primeriza del personaje en esa residencia de ancianos donde es acogido (como recién nacido-anciano que es él), pasando por un tramo final que es imposible no ver con un nudo en la garganta (no me puedo resistir a hacer mención a un plano en el que se puede ver a una Cate Blanchett ya envejecida, de la mano de un Benjamin Button que apenas se levanta dos palmos del suelo, que viene a representar en un par de segundos todo el fondo de la historia y que cinematográficamente logra un efecto tan dramáticamente devastador como inquietante, incluso). Sencillamente magistral. O el propio reencuentro de los dos protagonistas, tras muchos años, en la academia de baile que ella re115


genta, en una secuencia que puede llegar a recordar, por su atmósfera y su tono de irremisible fatalidad ante el efecto del paso del tiempo, al reencuentro de Robert De Niro y Elizabeth McGovern en el camerino de ésta, hacia el final de Érase una vez en América, de Sergio Leone. Tampoco hay que olvidar ese interludio protagonizado por el personaje de Tilda Swinton que, a primera vista, puede parecer que no termina de encajar del todo en el conjunto de la narración, pero que sin embargo se acaba revelando fundamental, a la hora de caracterizar la maduración del personaje de Brad Pitt, así como su propia relación con Blanchett. A nivel interpretativo, no hace falta descubrir a esta última. Fincher lo sabe y saca provecho al máximo de la gran actriz australiana, en ese personaje femenino tan rico y bien dibujado. De Brad Pitt logra arrancar con aceptable éxito distintos momentos de indudable nivel, gracias sobre todo a una cierta mirada melancólica, muy bien trabajada, aspecto que 116


contrasta con algún otro pasaje más discutible en el que da la sensación de que el personaje puede quedarle algo grande a Pitt. Un personaje que es, desde su propia concepción, un auténtico reto, si tenemos en cuenta que debe mostrar ingenuidad e inocencia tras un aspecto de anciano, así como serenidad y madurez tras sus rasgos juveniles. Todo ello, el rubio actor lo consigue a ráfagas, en lo que acaba siendo una interpretación indudablemente esforzada, pero con todo imperfecta. En cualquier caso, obligado reconocimiento para las labores de maquillaje y caracterización, deslumbrantes. Llegados a este punto, entramos en el apartado de defectos de la película. Una película con la que hay que ser exigente de forma obligada, a causa de la demostrada capacidad de su director, así como al inmenso potencial de la trama. Es evidente que resultaba inevitable que el filme fuese extenso. Nada significa el hecho de estar basado en un relato, puesto que el medio literario es mucho más maleable y permite una narración fragmentaria o episódica y un manejo del tiempo mucho más flexible. En cine eso no es así. Para abarcar todo el fondo de la historia, necesitamos asistir de manera continuada al devenir de los personajes y de las cosas que les ocurren, puesto que de otro modo no vamos a poder contagiarnos de manera 117


efectiva con el aliento dramático requerido. Por así decirlo, necesitamos “sentir” el paso del tiempo. Dicho todo ello, el mayor pecado de Fincher es no ser capaz de sostener el mismo nivel de intensidad a lo largo de los ciento sesenta minutos. Haciendo un a modo de guiño, podría decirse que El curioso caso de Benjamin Button no difiere en el fondo de Seven, La habitación del pánico o Zodiac, en el sentido de tratarse de otro thriller. Un thriller emocional, si se quiere, pero thriller al fin y al cabo. Es ahí donde seguramente radica el punto débil del que el cineasta estadounidense no sabe salirse. Y es que el espectador parece estar más interesado en encontrar el siguiente nivel de evolución de los personajes que de disfrutar de esa pasión que viven y que, finalmente, se nos muestra como excesivamente fugaz e inconsistente. De ahí la analogía con el género del thriller: pesa más el próximo acontecimiento, el elemento intrigante, que el presente propiamente dicho. Junto a ello, otro aspecto que puede chirriar es el desequilibrio entre los niveles de “almíbar” y los de socarronería que revisten distintos momentos del filme. Así, contrasta en exceso el tratamiento que se hace de la muerte, casi burlesco, con otros innecesariamente lacrimógenos o “de postal”. Ahí es posible que quepa achacar la culpabilidad de todo ello al guionista Eric Roth, al que recordamos de excelentes trabajos como El buen pastor, Ali o Munich, pero también de Forrest Gump, que vendría a encajar en esos mismos parámetros. Por otro lado, la banda sonora de Alexandre Desplat es bella y funcional, pero no alcanza el nivel de sus mejores trabajos. Asimismo, el modo elegido para contársenos la historia, a través del diario del protagonista y de lo que el personaje de la Cate Blanchett mo118


ribunda le narra a su hija, (en el marco de una Nueva Orleans a punto de ser sacudida por el huracán Katrina, por cierto), nos suscita un irreprimible déja vu con respecto a otras modernas y célebres narraciones románticas, como Titanic, Los puentes de Madison, Tomates verdes fritos, etc. En esa línea, también los flashbacks se acaban haciendo demasiado cargantes, por lo numerosos, interrumpiendo de manera algo cansina la acción en ciertos momentos. Por último, aunque mucho más discutible y seguramente no tan determinante, a la hora de establecer el valor intrínseco de la obra está esa facilona e insustancial filosofía existencialista que pretende transmitirle el personaje de Button a su hija, que parece casi sacado de un folleto de autoayuda de hipermercado. De nuevo la sombra de Forrest Gump planea por ahí, así como también la de los productores Kathleen Kennedy y Frank Marshall, habitualmente asociados a cineastas como Spielberg o Zemeckis. En definitiva, no podemos hablar en ningún caso de una nueva obra maestra a la altura de Seven o El Club de la Lucha, pero tampoco se trata de un ejercicio simplemente correcto y mucho más trivial, como eran The Game o La habitación del pánico, por situar comparativamente el nivel de El curioso caso de Benjamin Button en el contexto de la carrera de Fincher. De manera que podemos hablar de un trabajo notable, con indudables valores, que la sitúan por encima de la media, pero que, ya sea por decisiones y/o déficits creativos puntuales, o por no ser capaz de extraer y llevar a buen término todo el potencial existente, se queda en puertas de ese peldaño que va de lo bueno a lo magistral. Javier Garrido López (Palma de Mallorca. España) 119


Disney Cuento de Navidad Título original: Disney’s A Christmas Carol. Dirección: Robert Zemeckis. Productores: Jack Rapke, Steve Starkey, Robert Zemeckis para Walt Disney Pictures, ImageMovers. Guión: Robert Zemeckis, según el cuento de Charles Dickens. Fotografía: Robert Presley. Música: Alan Silvestri. Montaje: Jeremiah O’Driscoll. Diseño de producción: Doug Chiang. Intérpretes: Jim Carrey (Scrooge / Fantasmas de las Navidades Pasadas / Scrooge de niño / Scrooge de adolescente / Scrooge de hombre joven / Scrooge a la edad media / Fantasma de las Navidades Presentes / Fantasma de las Navidades Futuras), Gary Oldman (Bob Cratchit / Marley / Tiny Tim), Colin Firth (Fred), Cary Elwes (caballero 1º / Dick Wilkins / violinista / invitado 2º / hombre de negocios 1º), Robin Wright Penn (Fan / Belle), Bob Hoskins (Mr. Fezziwig / Old Joe), Fionnula Flanagan (Mrs. Dilber), Steve Valentine (dueño de la funeraria / Topper), Daryl Sabara, Sage Ryan, Amber Gainey Meade, Ryan Ochoa, Bobbi Page, Ron Bottitta, Sammi Hanratty, Julian Holloway, Jacquie Barnbrook, Lesley Manville, Molly C. Quinn, Fay Masterson, Leslie Zemeckis, Paul Blackthorne, Michael Hyland, Kerry Hoyt, Julene Renee, Raymond Ochoa, Callum Blue, Matthew Henerson... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 98 min. color 1.44:1 (versión IMAX) 2.35:1 (versión standard) 3D. Ebenezer Scrooge es un hombre tacaño, ruin e ignominioso, que tiene a su empleado viviendo en la miseria y desprecia los acercamientos de su sobrino, que desea celebrar la Navidad con él. Una noche se le aparece el fantasma de su antiguo socio, Marley, quien le avisa que a partir de la una de la madrugada le visitarán tres fantasmas, los de las navidades pasadas, presentes y futuras…

anción de Navidad (A Christmas Carol, 1867) es un clásico escrito por Charles Dickens que, desde que el inglés Walter R. Booth dirigió en 1901 la primera adaptación cinematográfica, conocida como Scrooge; or Marley’s Ghost, ha disfrutado de un sinfín de versiones. A todas ellas se suma esta de Robert Zemeckis que, por supuesto, no será la última. ¿Qué aporta esta nueva versión a las ya existentes? No muchas novedades a nivel argumental, pues las líneas narrativas ya conocidas permanecen, incluidos algunos míticos diálogos del original dickensiano. Si acaso, en ese sentido, podemos mencionar la inclusión de algunas escenas muy típicas del cine contemporáneo como son las vertiginosas carreras que se monta Scrooge por el aire y las callejuelas londinenses, para otorgar de algo de acción a una historia que, sospecho, conecta poco con las actuales generaciones que van de forma masiva al cine. En el apartado técnico Zemeckis ha procedido al ya célebre sistema de captura de movimiento para otorgar una fisicidad apabullante a una película de dibujos animados tradicional, donde no se intenta disimular en absoluto la concepción clásica de los diseños, sino que podría decirse

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que se pretende animar, en su totalidad, las ilustraciones que adornan los libros que ofrecen este clásico cuento no necesariamente infantil. Muchos seguidores de este cineasta quizás puedan opinar que la película supone un retroceso en lo que se refiere a su evolución técnica como cineasta, en continuado proceso de incorporación de nuevas tecnologías a su procedimiento de contar historias. Con todos estos precedentes que he enumerado podría intuirse que pretendo referir que A Christmas Carol, en versión Zemeckis, es un film sin interés. En absoluto. Puede que, en sentido estricto, la película no aporte novedades en determinados sentidos, salvo tal vez el que, al final, es el más importante de todos: la calidad intrínseca del resultado. Y en este sentido puede decirse que la cinta que nos ocupa es sencillamente magnífica. Zemeckis demuestra cómo la técnica puede estar al servicio de la narración, y no al revés, como hemos podido comprobar en innumerables ocasiones en los últimos tiempos. El film emociona, divierte, conmueve y estremece por medio de unos dibujos de un realismo apasionante, gracias al sistema de captura de movimiento, como dijimos, pero también al 121


modo en que está integrado al diseño de los personajes (donde los actores que proveen el modelo son reconocibles en los ojos, pese a la alteración total de sus proporciones físicas) y la escenografía a la cual todos se circunscriben. Cabe resaltar la asombrosa mímica gestual de todos los personajes, así como la admirable rotundidad de los cuatro fantasmas que vemos, circunscritos a la iconografía ya conocida por adaptaciones previas, iconografía que procede, sospecho, de las ilustraciones clásicas del libro, si bien destaca en especial el Fantasma de las Navidades Futuras, con el clásico atuendo de la Muerte. Destaca el excelente uso por parte de Zemeckis de las sombras, de los elementos premonitorios, y el empleo de la profundidad de campo. Otra de las labores encomiables del film supone la aportación de los actores, que no sólo suministran la referida mímica gestual, sino que además efectúan una labor de interpretación vocal de altísimo nivel; además, algunos de ellos, caso de Jim Carrey, Gary Oldman o Cary Elwes, se las ven con muy variados personajes, proporcionando a todos ellos una idiosincrasia característica, un matiz vocal diferente, mostrando una ductilidad actoral digna de mérito, en especial Jim Carrey, quien soporta el mayor peso del film, y al que muchos habíamos etiquetado como un intérprete de valores muy limitados. El director de Regreso al futuro confiere a todo ello su sabiduría cinematográfica, impregnando el film de un tratamiento narrativo propio de una producción de imagen real, pero ayudándose de la libertad creativa que otorga la animación, logrando así toda una joya del género que puede ser cita obligada en un futuro en lo que se refiere al ejemplo ideal de cómo aunar arte y espectáculo. Que otros aprendan. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 122


Harry Potter y el misterio del príncipe Título original: Harry Potter and the Half-Blood Prince. Dirección: David Yates. Productores: David Barron, David Heyman. Productor ejecutivo: Lionel Wigram. Guión: Michael Goldenberg, según la novela de J. K. Rowling. Fotografía: Slawomir Idziak. Música: Nicolas Hooper. Efectos especiales: ILM. Montaje: Mark Day. Intérpretes: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Emma Watson (Hermione Granger), Rupert Grint (Ron Weasley), Alan Rickman (Severus Snappe), Maggie Smith (Minerva McGonagall), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Helena Bonham Carter (Bellatrix Lestrange), Jim Broadbent (Horace Slughorn), Elarica Gallacher, Robbie Coltrane, Bonnie Wright, James Phelps, Oliver Phelps, Julie Walters, Mark Williams, David Thewlis, Natalia Tena, Dave Legeno, Timothy Spall, Helen Macrory, Warwick Davis… Nacionalidad y año: Estados Unidos, Reino Unido 2009. Duración y datos técnicos: 153 min. color 2.35:1. Tras el final de la última entrega, Harry Potter se enfrenta al poder cada vez mayor del malvado Voldemort, dispuesto a atacar directamente el corazón de Hogarths. Sólo un secreto oculto en el pasado podrá acabar con las ambiciones del señor oscuro, pero puede que el precio sea demasiado alto…

exta entrega de la saga del joven mago, que continúa en la línea de la precedente, si bien aquí se acabó el cuento de hadas y la saga va volviéndose cada vez más oscura, dentro, claro está, de los parámetros de cine juvenil y comercial. Por desgracia sufre de los mismos defectos de las previas, defectos que son probablemente inevitables en adaptaciones de esta índole (y que quizás se mitiguen en la siguiente entrega, dividida en dos partes): alargamiento a veces excesivo de ciertas tramas mientras otras pasan a toda velocidad, algunos personajes algo desdibujados que aparecen y desaparecen sin ton ni son, y altibajos de ritmo debido precisamente a esta necesidad de narrar toda una novela en algo más de dos horas. Salvando estos escollos, la verdad es que la película se ve con agrado, la trama aumenta en interés, y aunque los momentos de romances y calentones adolescentes pueden fastidiar a más de uno, no resultan tan negativos si comprendemos el contexto en que se mueve el film y la saga, y por fortuna tiene también momentos oscuros y secuencias asombrosas, como la escena de la caverna y el lago subterráneo, que es realmente aterradora ,aunque deudora en cierta manera de la trilogía de El señor de los anillos de Jackson, con un Dumbledore cada vez más Ganfdal. Eso sí, la entrega fracasa de nuevo en lograr momentos realmente épicos y emotivos, como ocurrió en la previa con la muerte de cierto importante personaje, e igualmente en la reseñada con la desaparición de otro, que carecen de fuerza e intensidad, restando muchos enteros al resultado final.

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Vuelve a dirigir David Yates de forma más que correcta en la línea iniciada por Alfonso Cuarón en Harry Potter y el prisionero de Azkaban, y los ya no tan jóvenes protagonistas vuelven a estar arropados por un fantástico elenco de secundarios ya habituales en la saga (Alan Rickman, Michael Gambon, Maggie Smith...) a los que se une el extraordinario Jim Broadbent y un gran descubrimiento, el inquietante Frank Dillane como el joven Tom Ridler, esto es, Voldemort. Si gustaron las previas (en especial las dos últimas) está será igualmente disfrutable. Carlos F. Cenalmor Pascual (Madrid. España) 124


La posibilidad de una isla Título original francés: La possibilité d’une île. Dirección: Michel Houellebecq. Productores ejecutivos: Eric Altmeyer, Nicolas Altmeyer. Guión: Michel Houellebecq, basado en su propia novela. Fotografía: Eric Guichard, Jeanne Lapoirie. Música: Mathis Nitschke. Montaje: Camille Cotte. Dirección artística: Benoìt Bechet. Intérpretes: Benoît Magimel (Daniel), Patrick Bauchau (el Profeta), Jordi Dauder (Gérard), Jean-Pierre Malo (Jerome), Ramata Koite (Marie 23), Andrzej Seweryn (Slotan), Fernando Arrabal (emperador), Serge Larivière, Arielle Dombasle, Marie De Biasio, Juan Carlos Valera... Nacionalidad y año: Francia, España, Alemania 2008. Duración y datos técnicos: 95 min. color 2.35:1. Obsesionado con la muerte y la inmortalidad, Daniel, un popular cómico francés, se pone en contacto con una secta que promete la vida eterna a través de la clonación, a medida que conocemos las relaciones del personaje con su entorno. En el futuro, su clon, Daniel 25, despertará en una célula subterránea en un mundo que parece abandonado…

no de los escritores más polémicos de las últimas décadas, Michel Houellebecq es amado y odiado a partes iguales por fans y detractores, situación que parece disfrutar el propio autor de obras como Las partículas elementales (1999) o Plataforma (2002) (ambas por Anagrama), el cual parece tener a punto para aportar siempre un nuevo comentario nihilista, deprimente o racista en sus apariciones en público, y no digamos ya en sus novelas. Como una estrella del rock consciente de que su obra proviene tanto de su imagen pública como de sus discos, el autor sigue alimentando el interés, para bien o para mal, alrededor de su figura a cada nuevo paso en su carrera. Así, con su debut en la dirección, como quedó demostrado durante el pase en el Festival de Sitges 2008, la expectación en torno a su obra (literaria o cinematográfica) parece seguir intacta. Ahora bien, las repercusiones de su obra ya no parecen dividir a partir de este film: el número de detractores de la película parece superar enormemente al de sus seguidores, en gran parte debido a la enorme decepción que se llevaron los incondicionales de la novela original. No es para menos: Houellebecq se salta con pasmosa arrogancia las bases mínimas estructurales para que su historia tenga sentido, obligando al espectador a cambiar de tema interno a tratar de una escena a otra, como si solo “rascara” muy por encima las inquietudes de su libro, para terminar dando la sensación de que, a) o perdió el interés por dirigir al poco de empezar su obra y terminó haciendo el trabajo con una desgana enorme, o b) la opción que creo más factible, a Houellebecq solo le interesaba plasmar en imágenes ciertos momentos de su libro, no nece-

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sariamente los que le hubiera otorgado a la obra una solidez de la que carece, sino aquello que probablemente él cree que son los mejores o los merecedores de tal honor. Es decir, casi se podría plantear como un título que solo interesará a los lectores del libro original, y no a todos, sino a aquellos que quieren un complemento en imágenes de algunos segmentos. Una colección de fotografías de un universo mucho más amplio (y mucho más estimulante, lo cual no es muy difícil). Se salvan del desastre, y de paso le otorgan de un cierto interés ocasional, las buenas interpretaciones de sus actores principales, el siempre más que solvente Benoît Magimel, Patrick Bachau y nuestro Jordi Dauder. También algunos momentos situados en los pasajes futuristas del libro, donde Houllebecq parece haber cuidado bastante el diseño de producción y la fotografía, y donde a pesar de su austeridad tiene un cierto toque a fantástico de los años 70, una cierta mirada a un Nicolas Roeg o a un Peter Weir. Pero en el primer caso, ver a actores interpretando papeles que conocen (puesto que han hecho los deberes y se han leído la novela original) y saben llevar a buen puerto no sirve de nada si están metidos en escenas de nulo interés para el espectador, y en el segundo bonitas instantáneas del día de mañana no aportan nada si durante todo el metraje hemos llegado hasta allí sin mucho sentido por parte del narrador, ni ganas por la del espectador. Un plato farragoso y de difícil digestión, solo recomendable para verdaderos fanáticos de su autor sin miedo a dejar de creer en su presunta infalibilidad. Javier J. Valencia (Barcelona. España) 126


La saga Crepúsculo: Luna nueva Título original: The Twilight Saga: New Moon. Dirección: Chris Weitz. Productor: Wyck Godfrey para Imprint Entertainment, Summit Entertainment, Sunswept Entertainment, Temple Hill Entertainment. Guión: Melissa Rosenberg, sobre la novela de Stephenie Meyer. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Peter Lambert. Efectos especiales: Cam Waldbauer. Intérpretes: Kristen Stewart (Bella Swan), Robert Pattinson (Edward Cullen), Taylor Lautner (Jacob), Billy Burke (Charlie Swan), Ashley Greene (Alice Cullen), Anna Kendrick (Jessica), Christian Serratos (Angela), Peter Facinelli (Dr. Carlisle Cullen), Michael Sheen (Aro), Dakota Fanning (Jane), Rachelle Lefevre (Victoria)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 130 min. color 2.35:1. La historia de amor entre un vampiro “vegetariano”, Edward, y una humana introvertida, Bella, sigue adelante con dificultades. Él, convencido de que la relación es imposible, ya que, de continuarla, ella podría resultar dañada irreversiblemente, decide marcharse y alejarse de su amada, a la que pide, con todo el dolor de su corazón, que le olvide. Bella, después de sufrir un periodo de depresión y soledad, se acerca a otro chico, Jacob, que se siente atraído por ella. No obstante, su amor por Edward no se ha extinguido y desea volver con él…

n numerosas críticas y reseñas, uno de los principales defectos que se achacaron a Crepúsculo (Twilight, 2008), la primera de las películas de la mediática y taquillera saga cinematográfica basada en las novelas de Stephenie Meyer, era su visión aséptica, melancólica, blandengue y juvenil del mito vampírico. Podemos entender perfectamente tal queja, pero, al mismo tiempo, hemos de concluir que no tiene nada de malo per se el hecho de concebir este personal enfoque que despojaba de ferocidad a un vampiro incapaz de amar a una humana por su temor a convertirla en una de los suyos, lo que le llevaba a reprimir de continuo sus instintos. No en vano, su directora, Catherine Hardwicke, logró, contra todo pronóstico, reflejar la angustia existencial de dos outsiders, de dos personajes amargados y encerrados en sí mismos que se sentían fuera de lugar, a partir de una mirada intimista y pausada efectuada con la mayor de las convicciones. El inicio del romance aparentemente imposible entre el casi etéreo Edward y la introvertida Bella proyectaba la sensación de que la película creía en lo que contaba y cómo lo contaba. Sin embargo, cuando se decantaba por moverse en el género fantástico más acusado, esto es, cuando entraban en liza los inanes enfrentamientos entre rivales vampíricos, hacía aguas debido a la nula pericia en estas lides de Hardwicke, el bajo nivel de los efectos especiales y la muy débil definición de los personajes secundarios, reducidos a la condición de sosos comparsas. Tanto es así que se estropeaba la virtud inicial para acabar en el naufragio.

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Con esta segunda parte, La saga Crepúsculo: Luna nueva (New Moon, 2009), se profundiza en el romance ya puesto sobre la mesa, sí, pero lo que en la primera era contención e incluso contemplación, ahora es solemnidad, gravedad y exceso al tratar sobre el amor, la ruptura y los sentimientos verdaderos no en clave de subtexto, sino de subrayado sobretexto. Se pierde la pequeña escala en beneficio de un discurso emocional que irrita por querer ir más allá, por expandirse, por meterse en un berenjenal pretencioso que anula toda sutileza y que se precipita hacia los abismos del cliché juvenil. En otras palabras, mientras Edward y Bella se dedicaban miradas y mantenían las distancias, Crepúsculo funcionaba, ya que hacía uso del misterio, la sugerencia y la voz baja; en cambio, cuando aquí ambos verbalizan constantemente su estado mediante ridículas peroratas y situándose en poses afectadísimas, se cae en el pozo de la impostura: frases hechas, topicazos, cursilería y una enorme superficialidad. Se renuncia, en fin, a lo implícito y se recurre a lo explícito. Conforme avanza, los defectos aumentan. Desaparece Edward, de retiro voluntario al ser consciente de que alejarse es lo mejor para ambos, y Bella sufre una larga depresión y una honda tristeza. Continúa deseando a su amado, y cualquier oportunidad puede ser buena para recuperar su compañía. En este sentido, es necesario resaltar una muy desafortunada escena en la que Bella, pensando que Edward la protege a distancia, decide correr un peligro para forzar la reaparición del vampiro. Entonces, ella se presta a pasear a solas con un motero, se supone, poco recomen128


dable, y de repente surge su amado por medio de una estampa, digamos, espectral, advirtiendo a su abandonada de que tenga mucho cuidado. Tal y como está planteada y desarrollada la escena, es digno de sonrojo que en el guión se idee una situación “de peligro” tan descafeinada y es lamentable la visualización de Edward, que a modo de Pepito Grillo se materializa. Un ejemplo, en fin, de por dónde van los tiros. Tiempo después, ella se acerca a otro chico, un imberbe musculoso que guarda un secreto, y entre ellos parece brotar algo más que una simple amistad. Él, Jacob, exhibe sus duros abdominales a la mínima ocasión por obra y gracia, insisto, de un guión repleto de despropósitos y que, a fuerza de estupideces, casi se parodia a sí mismo inconscientemente. De hecho, la primera vez que vemos el torso desnudo de Jacob es cuando Bella se cae de una moto de la que pierde el control al pilotarla demasiado deprisa. En primer plano, y desde el descaro gratuito, él se quita la camiseta, el sonido subraya el acto de despojarse de la prenda y, acto seguido, la aplica sobre ella. Una excusa como cualquier otra para que los personajes se comporten como títeres de un director y unos guionistas que se dirigen al camino fácil, sin en ningún caso trabajar la lógica, la coherencia o la psicología de los seres que tienen entre manos. El quid de la cuestión a nivel argumental acontece en torno al insípido triángulo amoroso que se construye entre Edward, Jacob y Bella, y que provoca la rivalidad entre los dos primeros, quienes, por si fuera poco, pertenecen a dos razas antagónicas. La resolución del dilema amoroso, como 129


era de esperar, no logra importar en absoluto debido a la fragilidad de la definición de los personajes y el tratamiento infantilizado de esta suerte de amor en trío que se ha de reducir a dúo. Aparte de lo anterior, existen otros sucesos que ponen en presunto riesgo a la pareja estelar de vampiro y humana, y que tienen que ver con la amenaza que representan unos nuevos enemigos: una familia de vampiros que reside en Italia. Sin embargo, me permitirán que corra un tupido velo y que obvie realizar comentarios más detallados al respecto, dado que esta declinación de la historia me parece, directamente, espantosa, y para más inri aporta el plus de hundir en la miseria, al menos por unos instantes, a Dakota Fanning y Michael Sheen, cuyos papeles son más que olvidables. Tampoco los actores principales salen indemnes del desaguisado. En primer lugar, Kristen Stewart muestra un único registro dramático que consiste en mirar hacia abajo y proyectar un semblante lánguido y frustrado, lo que, de tanto repetir, acaba agotando, y más si tenemos en cuenta que en una segunda película de la saga como es ésta sería recomendable variar un tanto esa actitud. Porque lo cierto es que sorprende que la actriz no refuerce su rol con más matices interpretativos, pues a tenor de su correctísima actuación en Adventureland (Adventureland, 2009) uno diría que esta intérprete tiene más facultades de las que aparenta. Y por lo que se refiere a Robert Pattinson, su presencia cercana a lo fantasmal y su gesto monocorde podían ser eficaces en Crepúsculo por aquello de introducir a un personaje poco expresivo al que habíamos de ir descubriendo; pero no ocurre lo mismo en esta secuela, sobre todo porque la reiteración produce un efecto que se torna cansino. El desenlace, ya para rematar la faena, parece extraído de un culebrón. Se trata de un desvergonzado gancho que deja al espectador en ascuas de cara a la siguiente e inminente entrega, que, por cierto, ha rodado David Slade, un realizador, en principio, no afín al estilo de esta saga si nos basamos en sus anteriores y agresivos filmes, Hard Candy (Hard Candy, 2005) y 30 días de noche (30 Days of Night, 2007). No me resisto, antes de finalizar, a hacer mención al único elemento que me seduce: la excitante escena de la huida a través del bosque de Victoria, la pelirroja vampira, que es perseguida por los lobos. Con la selección de la canción “Hearing Damage”, de Thom Yorke, elevando el poder de las imágenes y aprovechando el escenario natural y el movimiento al ralentí de Victoria, este momento alcanza un grado de fascinación que, aunque no memorable, parece ajeno a tan pésima película. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 130


Fantastik USA


17 otra vez Título original: 17 Again. Dirección: Burr Steers. Productores: Jason Barret, Adam Shankman para Offspring Entertainment, New Line Cinema. Productores ejecutivos: Keith Goldberg, Jason Barrett, Mark Kaufman. Guión: Jason Filardi. Fotografía: Tim Suhrstedt. Música: Rolfe Kent Montaje: Padraic McKinley. Intérpretes: Matthew Perry (Mike O’Donnell de adulto), Zach Efron (Mike O’Donnell de adolescente), Leslie Mann (Scarlett O’Donnell de adulta), Michelle Trachtenberg, (Maggie O’Donnell), Thomas Lennon (Ned Gold), Tyler Steelman (Ned Gold de adolescente), Sterling Knight (Alex O’Donnell), Adam Gregory, Hunter Parrish, Mario Cassem, Katerina Graham, Tiya Sircar, Melissa Ordway, Melora Hardin, Brian DoyleMurray, Josie Loren, Jim Gaffigan... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 102 min. color 2.35:1. Un hombre, hastiado de una vida que considera desaprovechada, recibe una segunda oportunidad, y vuelve a tener 17 años. Pero no es su vida la que deberá volver a encauzar…

nofensiva película de argumento más que conocido: hombre adulto que arrepentido de la forma en que ha transcurrido su vida desea una segunda oportunidad y la consigue, reencontrándose en el proceso consigo mismo y viendo que lo que ha vivido no fue tan negativo. En esta ocasión la trama tiene un giro al menos curioso cuando el protagonista, un más serio de lo habitual Matthew Perry (Chandler en la exitosa serie Friends) es devuelto de forma “mágica” y por obra y gracia de un misterioso conserje a los diecisiete años (siendo interpretado entonces por un más que competente Zach Efron) y se da cuenta de que no es para recuperar su adolescencia, perdida a raíz del embarazo de su novia, sino para ayudar a sus dos hijos, el mayor con baja autoestima y siendo blanco de las bromas del matón del instituto, y la menor metida en una relación destructiva con dicho matón; de paso, procurará recuperar a su esposa. El film no se sale de los cauces marcados y resulta bastante previsible, pero está dirigido con corrección y sin abusar de recursos cómicos chabacanos, salvo en el amigo freaky del protagonista, que acapara los chistes y situaciones más tontas del film, siendo un personaje que da bastante vergüenza ajena en casi todas las escenas (salvando un par de homenajes a Star Wars) y totalmente prescindible. Por lo demás, destacar la labor de Zach Efron, estrella juvenil por obra y gracia del exitoso telefilm High School Musical y secuelas, pero que demuestra un talento superior a la media de la reciente hornada de estrellas televisivas que, pese a concesiones a la galería (el baile con las animadoras al inicio), realiza una solvente interpretación de su personaje,

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similar a la de Michael J. Fox en Regreso al futuro (Back to the Future, 1985), película con la que por cierto este film tiene más de una similitud. En definitiva una cinta intrascendente que destaca sobre todo por la buena actuación de Zach Efron y algún momento puntual, pero tan disfrutable como olvidable. Carlos Cenalmor (Madrid. España) 133


2012 Titulo original: 2012. Dirección: Roland Emmerich. Productores: Roland Emmerich, Larry J. Franco, Harald Kloser para Columbia Pictures, Centropolis Entertainment, Farewell Productions, The Mark Gordon Company. Guión: Roland Emmerich, Harald Kloser. Fotografía: Dean Semler. Música: Harald Kloser, Thomas Wanker. Montaje: David Brenner, Peter S. Elliot. Efectos especiales: Double Negative, Animal Makers, Crazy Horse Effects, Digital Domain... Intérpretes: John Cusack (Jackson Curtis), Amanda Peet (Kate Curtis), Chiwetel Ejiofor (Adrian Helmsley), Thandie Newton (Laura Wilson), Oliver Platt (Carl Anheuser), Thomas McCarthy (Gordon Silberman), Woody Harrelson (Charlie Frost), Danny Glover (presidente Thomas Wilson), Liam James (Noah Curtis), Morgan Lily (Lilly Curtis), Zlatko Buric (Yuri Karpov), Beatrice Rosen (Tamara), Alexandre Haussmann (Alec), Philippe Haussmann (Oleg), Johann Urb (Sasha), John Billingsley (profesor West), Blu Mankuma (Harry Helmsley), George Segal (Tony Delgatto), Patrick Bauchau (Roland Picard), Chin Han, Osric Chau, Chang Tseng, Lisa Lu, Stephen McHattie, Jimi Mistry, Ryan McDonald, Merrilyn Gann, Henry O, Patrick Gilmore, Dean Marshall... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá 2009. Duración y datos técnicos: 158 min color 2.35:1. El profesor Adrian Helmsley y un colega descubren que unas mareas solares están repercutiendo en la interioridad de la masa terrestre de manera letal, y que una catástrofe global es inminente. En ese contexto, el escritor de novelas utopistas Jackson Curtis intenta llevar a sus hijos de acampada…

a desde sus inicios en su Alemania natal, la carrera de Roland Emmerich se ha visto marcada por un doble filo a la hora de enjuiciar sus trabajos: por un lado, el menosprecio de la crítica debido a su confesa vocación por el cine fantástico y, por otro, la admiración de un (pequeño) sector del público, agradecido tanto por abordar el género sin prejuicios como por mantenerse fiel a unas normas narrativas clásicas cada vez menos apreciadas. De hecho, el propio Emmerich se situó en el filo de la navaja cuando, a partir de Independence Day, decidió revisitar algunos de los más notorios subgéneros del fantastique a través del lenguaje del macro-espectáculo, terreno en el que directores como Lucas o Spielberg se habían hecho reyes de la industria hollywoodiense, pero muy peligroso por lo fácilmente que se pueden rebasar los límites. Hasta el momento, nuestro director/productor había logrado mantener un digno equilibrio –incluso con su película antepenúltima, la catastrofista El día de mañana, había logrado cierto beneplácito del sector crítico–, todo lo cual le ha llevado a dar un paso más allá, incrementando por mil las premisas visuales y argumentales contenidas en el referido título; pues bien, en esta ocasión ha sucedido lo peor, y los límites se han rebasado con amplitud.

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Un apodo muy frecuente con el que Emmerich tuvo que lidiar es el de “aprendiz de Spielberg”, hasta ahora injusto a todas luces, pues el director alemán sabía mantener en sus fuegos de artificio una personalidad creativa muy diferente a la del director de E.T., basada sobre todo en la sobriedad a la hora de concebir la narración y el montaje. Ahora, la comparación sigue siendo injusta, no por demérito a Emmerich sino a Spielberg, ya que esta nueva cinta recuerda más a un discípulo de Michael Bay que al creador de Indiana Jones. Lo que en un principio parece que va a mantener el esquema habitual en las películas del director –un grupo de personajes de diversa índole interconectados por un acontecimiento extraordinario–, deriva con brusquedad en una exhibición pirotécnica de tan desmedido grado que ahoga por completo cualquier posibilidad de construir una trama, unos personajes a los que puedan aferrarse las imágenes, por muy brillantes que algunas resulten. No cabe duda, en efecto, de que, aisladamente, algunas escenas, algunos planos, resultan contundentes. Pero ni siquiera en la mera exhibición de efectos, que es la verdadera base del film, éste llega a funcionar, pues no sólo resultan harto evidentes los añadidos digitales –por mucho que Emmerich presuma de lo contrario–, sino que la nula consistencia del guión se hace tan palpable como para llegar a perder interés por lo que está sucediendo en la pantalla, sobresaturada por tal acumulación de desastres, en todos los sentidos de la palabra. Todo está resuelto a base de estereotipos y caminos trillados que, por previsibles, fácilmente devienen en el aburrimiento más absoluto. Los personajes no son tales, sino meras marionetas al servicio de situaciones imposibles y resoluciones descabelladas que, si en títulos previos podrían aceptarse con una cierta complicidad, aquí aumentan el absurdo generalizado de toda la producción, 136


por no hablar de una presunta denuncia sociopolítica que no tarda en adquirir roles paródicos, al igual que la rancia moralina inherente al desarrollo de las situaciones, en las que todo conduce a la reconciliación de familias disfuncionales –faceta habitual, por otra parte, en las producciones de Emmerich–, pero de las que aquí, casualidades de la vida, son los que se interponen entre ellas los que se llevan siempre la peor parte; destaca, en este sentido, la media hora final, una especie de mixtura entre La aventura del Poseidón y Armageddon, joya del disparate guionístico perlada con la misma colección de despropósitos de esta última, como soltar un discurso mientras la humanidad está a punto de hundirse. Incluso los escasos aspectos positivos, como la interpretación de Danny Glover como idealista presidente de los Estados Unidos –¿referencia, quizá, a Obama?–, se ven influidos por la ineptitud de un planteamiento global desproporcionado, cuya mejor síntesis resulta la expresión estupefacta del –en otras ocasiones excelente– John Cusack mientras se le cae una ciudad encima. Esperemos, en fin, que esto represente para su director/coguionista/productor una lección de humildad que le sirva para contenerse un poco más en posteriores trabajos (aunque las reacciones en taquilla y la previa producción de 10.000 hacen temer lo peor); al fin y al cabo, hasta los mejores directores han tenido malas películas, y Emmerich ha demostrado la suficiente capacidad y talento como para superar los baches y merecer un voto de confianza. Pequemos, pues, de ingenuidad, y deseemos que efectivamente aprenda de Spielberg, pues con un solo Michael Bay el Séptimo Arte tiene más que suficiente. Manuel Aguilar (Madrid. España) 137


Arrástrame al infierno Título original: Drag Me To Hell. Dirección: Sam Raimi. Productores: Sam Raimi, Grant Curtis, Robert G. Tapert para Buckaroo Entertainment, Ghost House Pictures, Mandate Pictures, Universal Pictures. Guión: Sam Raimi, Ivan Raimi. Fotografía: Peter Deming. Música: Christopher Young. Montaje: Bob Murawski. Efectos especiales: KNB EFX Group (maquillajes), Bruce Jones (supervisor efectos visuales). Intérpretes: Alison Lohman (Christine Brown), Justin Long (Clay Dalton), Lorna Raver (Sylvia Ganush), Dileep Rao (Rham Jas), David Paymer (Jim Jacks), Adriana Barraza (Shaun San Dena), Chelcie Ross (Leonard Dalton), Reggie Lee (Stu Rubin), Molly Cheek (Trudy Dalton), Bojana Novakovic, Kevin Foster, Alexis Cruz, Ruth Livier, Shiloh Selassie, Flor de Maria Chahua, Christopher Young, Ricardo Molina, Joanne Baron, Fernanda Romero, Ted Raimi... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 99 min. color 2.35:1. Christine tiene un novio al que adora, y su futuro profesional en el banco tiene muy buenas perspectivas. Cuando una anciana se presenta para solicitar que le prorroguen un préstamo, ella se niega, y la vieja le lanza una terrible maldición.

arece ser que, un tanto cansado del enorme trajín que supone la saga Spider-Man, Sam Raimi prefirió intercalar entre ésta una película más “pequeña” en todos los sentidos, y echó el ojo a un guión que preparó con su hermano Ivan poco después de finalizar Terroríficamente muertos (Evil Dead II, 1987), por aquel entonces tituladoThe Curse, y que había dejado de lado para centrarse en otros proyectos. Retomada ahora, no sabemos las diferencias que supone ese ínterin de más de diez años, y cómo podría haber sido de haberse rodado por aquel entonces. En todo caso, cabe referir que el resultado es puro Raimi, y es por completo reconocible para el aficionado. Es más, intuyo que la presente película no está destinada al público de cine mainstream, que no entrará en el film en absoluto, pues está propuesta para los aficionados al cine fantástico, entusiastas y cómplices, y no a los que se tomen el género con seriedad. Arrástrame al infierno (Drag Me To Hell, 2009) es una tremenda cachondada, una película cómplice destinada a su público, un entretenimiento puro que no busca otra cosa que la diversión. Podría decirse que es un grand guignol excesivo, irónico y regodeante, que se vuelca a usar las constantes del género para llevarlas a su punto extremo. Es como un cómic Creepy, o como un episodio largo de Cuentos de la cripta, algo que no se toma a sí mismo en serio. Raimi hace uso de su gran talento visual para desarrollar una historia imparable, sin tiempos muertos, donde todo se acumula (pero no amontona) para no dar descanso al espectador. La

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magnífica fotografía de Peter Deming refleja un entorno brillante después mancillado por los elementos macabros típicos del género de terror (magistrales los planos del cementerio), suponiendo una especie de re–visión cachonda de Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986), diríase. El lenguaje narrativo que Raimi emplea en la cinta recuerda mucho a la referida Evil Dead II, y el realizador hace uso de los encuadres inclinados para turbar el ambiente, otorgando fuerza a las imágenes y sin que la táctica suponga un recurso estético vacío y sin justificación. El estilo de Raimi, pues, rememora a su obra previa, y hemos de destacar en ese sentido cómo repite el excelente recurso que aparecía en Darkman, los mil rostros del terror (Darkman, 1990), realizando una elipsis de transición por medio de un fundido con el personaje situándolo en dos ambientes distintos variando el fondo; aquí acontece con la protagonista azotada por la lluvia que, de pronto, se halla duchándose, todo en un soberbio primer plano. Resaltemos también el excelente empleo como elemento inquietante de las sombras, dotadas literalmente de vida y que acosan a la protagonista. 139


Argumentalmente la historia se podría definir una especie de mezcla entre Thinner – Maleficio (Thinner, 1996), la adaptación por parte de Tom Holland de la novela de Stephen King firmada como Richard Bachman Maleficio (Thinner, 1984) y nada menos que La noche del demonio (Night of the Demon, 1957), la obra maestra de Jacques Tourneur basada en el soberbio cuento “El maleficio de las runas” (“Casting the Runes”, 1904), de M. R. James. En esta ocasión, sin embargo, la protagonista es acosada por una lamia, y durante gran parte del metraje quedará la duda de si todo sucede en realidad o si por el contrario acontece en la mente de la protagonista, pues todo es minuciosamente narrado desde su perspectiva, salvo el potente prólogo, hablado totalmente en español. En suma, una película que sólo busca ser una diversión, sin más complicaciones, fresca, divertida y directa, que como elemento más positivo ofrece una magistral partitura del habitual en estas lides Christopher Young. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 140


Avatar Título original: Avatar. Dirección: James Cameron. Productores: James Cameron, Jon Landau para Twentieth Century-Fox Film Corporation, Dune Entertainment, Giant Studios, Ingenious Film Partners, Lightstorm Entertainment. Guión: James Cameron. Fotografía: Mauro Fiore. Música: James Horner. Montaje: James Cameron, John Refoua, Stephen E. Rivkin. Diseño de producción: Rick Carter, Robert Stromberg. Efectos especiales: ILM, Weta Digital, Stan Winston Studios, Giant Studios... Intérpretes: Sam Worthington (Jake Sully), Zoe Saldana (Neytiri), Sigourney Weaver (Dra. Grace Augustine), Stephen Lang (coronel Miles Quaritch), Michelle Rodriguez (Trudy Chacon), Giovanni Ribisi (Parker Selfridge), Joel Moore (Norm Spellman), CCH Pounder (Moat), Wes Studi (Eytukan), Laz Alonso (Tsu’tey), Dileep Rao, Matt Gerald, Sean Anthony Moran, Jason Whyte, Scott Lawrence, Kelly Kilgour, James Pitt, Sean Patrick Murphy, Peter Dillon, Kevin Dorman... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Reino Unido 2009. Duración y datos técnicos: 162 min. color 1.78:1 3D. El planeta Pandora está siendo colonizado por los humanos. Para conocer mejor las costumbres de los indígenas, los na’vi, se ha elaborado el proyecto Avatar, que consiste en la creación de clones de los indígenas combinados con ADN del humano que se “alojará” en su cuerpo. Un parapléjico verá así las posibilidades de andar, pero también de conocer una cultura completamente nueva...

odo aficionado al cine, fuese o no fan de James Cameron, aguardaba con expectación Avatar (Avatar, 2009), para comprobar si el amo del mundo había creado el film revolucionario que tanto proclamaba. Tras muchos rumores no exentos de polémica al fin tenemos aquí el resultado, y sospecho que la polémica, con ello, no ha acabado, sino que se ha reanimado. ¿Qué es, pues, Avatar? ¿Es una grandiosa película que sumerge al espectador en un mundo antes nunca visto, o es una millonaria operación comercial para vender una amalgama de nuevos sistemas técnicos a la industria? Pues uno diría, aunque con matices, que ambas cosas; pero, ante todo, Avatar es un mediocre film. No vamos aquí a descubrir, a estas alturas, la escasa imaginación de Cameron para los argumentos, y en esta ocasión de nuevo tenemos esa molesta sensación de déjà vu a lo largo del film, que sinceramente distrae en la contemplación, a tal punto que prácticamente cada instante (narrativo y visual) retrotrae a cosas vistas con anterioridad. En su estructura argumental podríamos decir que Avatar es una mezcla entre una serie de clásicos del anime, en especial La princesa Mononoke (Mononoke–hime, 1997), de Hayao Miyazaki, y de una serie de clásicos del western, en especial Flecha rota (Broken Arrow, 1950), de Delmer Daves, todo ello impregnado de un vergonzante tufo de filosofía new age de parvulario. A ello se suma un diseño de personajes de lo más elemental, funcionando todos

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a base de arquetipos, donde destaca el militar cerril y obcecado (Stephen Lang como el coronel Miles Quaritch, sin duda lo peor de la película en todos los sentidos), la científica abnegada (Sigourney Weaver como la doctora Grace Augustine, en un cometido escasamente esforzado), el hombre de negocios sin escrúpulos (Giovanni Ribisi como Parker Selfridge, en un desaprovechamiento flagrante de tan excelente actor, con un papel émulo de otros previos films de Cameron), la joven militar masculinizada (Michelle Rodriguez como Trudy Chacon, en una repetición de la Vasquez de Aliens) o el jovencito idealista (Sam Worthington como Jake Sully, anodino, profundamente anodino), junto a otros topicazos como el indígena que ve que su pareja le es arrebatada por el extranjero, y que mostrará desconfianza hacia él. El diseño de personajes, pues, es muy pobre, con lo cual la identificación que Cameron pretende no llega a establecerse en momento alguno, y los momentos emocionales que se buscan hacia el final no llegan a desarrollarse (sinceramente, la cursilería de algunos momentos llegan a provocar sólo estupor y vergüenza ajena, sensaciones estas que me asaltaron 142


de forma constante a lo largo de la proyección). La técnica, por otro lado, en lugar de lograr esa inmersión en la historia no hace sino el efecto contrario, en lo que se refiere a los personajes. Por un lado, tenemos los extraterrestres, tan humanizados que no resultan reales; los movimientos son tan naturales que les eliminan de todo aura de irrealidad alienígena que han de mostrar, semejando sólo personas pintadas de azul y con alteraciones por CGI. Por otro lado, los humanos, que quizás sea debido al tratamiento fotográfico, con los habituales retoques informáticos que hoy día se aplican a las imágenes, pero que acaban semejando más diseños por ordenador que personas reales, en particular el coronel Miles Quaritch, encarnado por Stephen Lang como dijimos, mediocre actor que, además, no parpadea apenas, con lo cual su semejanza con una creación artificial es mucho más acusada. Además, no sé si intencionado o no, ideológica y fí143


sicamente es idéntico al jefe los soldaditos de juguete de Pequeños guerreros (Small Soldiers, 1998), de Joe Dante. Tenemos, pues el clásico producto cinematográfico norteamericano del momento, con un cinco por ciento de argumento y un noventa y cinco por ciento de espectáculo. No puede negarse, en el sentido técnico la película es apabullante y los efectos 3D son excelentes, aunque con un presupuesto estimado de doscientos treinta millones de dólares y tan largo tiempo de producción es lo menos que puede exigirse. La puesta en escena de Cameron, por lo demás, resulta tan plana como un telefilm, y únicamente se dedica a retratar lo que acontece ante la pantalla, buscando que resalte el espectáculo por medio de leves panorámicas laterales para destacar la fisicidad del conjunto. Así pues, a nivel narrativo y emocional el film no funciona en absoluto, siendo una mera sucesión de estampas bellamente rodadas pero carentes por completo de alma y vida. El resultado es más cercano a un espectáculo de parque temático que a un film que busque desarrollar una narración mínimamente trabajada. Es una lástima, porque escasos, muy escasos momentos logran activar por segundos la magia que toda la película precisaba. Al final, Avatar no es sino un espléndido catálogo de imágenes para vender la técnica a futuras producciones que, esperemos, sean artísticamente lo que Avatar quiere y no puede ser. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 144


Bienvenidos a Zombieland Título original: Zombieland. Dirección: Ruben Fleischer. Productor: Gavin Polone. Guión: Rhett Reese, Paul Wernick. Fotografía: Michael Bonvillain. Música: David Sardy. Montaje: Alan Baumgarten. Efectos especiales: Tony Gardner. Intérpretes: Woody Harrelson (Tallahassee), Jesse Eisenberg (Columbus), Emma Stone (Wichita), Abigail Breslin (Little Rock), Bill Murray (Bill Murray), Amber Heard (406), Derek Graf (zombi payaso), Ann Margaret Swindall, Jacob G. Akins, Hunter Aldridge, Elle Alexander, Michael August, Melanie Booth, Daniel Burnley... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 88 min. color 2:35:1. Columbus y Tallahassee deben encontrar el modo de sobrevivir en una tierra infestada de zombis. Durante su viaje se encuentran con dos hermanas, Wichita y la pequeña Little Rock, dos pícaras que utilizan otro tipo de armas para conseguir mantenerse con vida en un mundo donde nadie confía en nadie.

l cine zombi ha conquistado el mainstream en la primera década del nuevo milenio; si bien ha vivido un resurgir de oro en la mitad de ésta, en producciones como Zombieland no se vislumbran síntomas de decadencia. Y es que el debut de Ruben Fleischer entra de lleno en los cánones de la comedia norteamericana más tradicional, aquella donde no es raro ver a algún cómico del Saturday Night Live haciendo cameos, llevándola a terrenos romerianos con un presupuesto holgado, visualmente impecable. Entre toda la avalancha de cine sobre o con muertos vivientes de estos años no faltan las comedias y parodias que, como Zombie Party (Shaun of the Dead, 2004) o Slither – La plaga (Slither, 2006), diluyen el horror implícito del contenido con una fórmula plagada de sarcasmo y diversión. En esta producción, la Norteamérica post-apocalíptica y sus muertos se combinan con historias de amor adolescente y perdedores simpáticos, la cinefilia y los guiños con la acción y el gore. Una mezcla no demasiado original, pero que resulta plenamente satisfactoria al convertirse un espectáculo vertiginoso con una historia sencilla que fulmina su metraje en un abrir y cerrar de ojos. Ante la saturación de títulos sobre muertos vivientes del último lustro, Zombieland logra bordear alguno de los convencionalismos más trillados, ofreciendo una road movie que se sostiene en un guión más mimado de lo que se acostumbra a ver en este tipo de cintas. Los personajes son el acento de la historia y los muertos pasan a segundo plano en casi todo el eje central de los acontecimientos, aunque no faltan planos sangrientos, mala baba y zombis viscosos y amenazantes para satisfacer la demanda de los amantes del género.

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El debut de Ruben Fleischer en la pantalla grande fortalece la figura del zombi como icono de la cultura popular del siglo XXI. La película presenta un mundo colapsado que se asocia de forma inequívoca al muerto viviente. Este escenario está reinventado en videojuegos, cómics, best-sellers y relatos que no cesan de aparecer en el mercado y han elevado al muerto viviente a la categoría pop que tuvieron, por ejemplo, las criaturas de la Universal en los años 30. La diferencia de Zombieland con otros cocktails de géneros de su especie es que presupone el conocimiento de ciertos clichés por el espectador para jugar con ellos e inventar ciertas reglas, como si de un juego de rol se tratase. Porque en Zombieland todo lo que hace que una película gane fama de Serie B está tratado no sólo con los medios de una Serie A, sino con la agilidad de montaje y aspecto de una teen movie al uso, recursos musicales que componen pequeños videoclips (empezando con la secuencia de títulos de crédito, una pequeña maravilla) y una dirección que muestra la poca intención de Fleischer de convertirse en el nuevo realizador splattspic de moda. En el fondo, sus pasos parecen guiarle tras gamberros como John Landis o Harold Ramis, cuyos picoteos con el fantástico eran tan geniales como puntuales. Jorge Casanueva Sánchez (Salamanca. España) 146


Exorcismo en Connecticut Título original: The Haunting in Connecticut. Dirección: Peter Cornwell. Productores: Paul Brooks, Daniel Farrands, Wendy Rhoads, Andrew Trapani para Gold Circle Films, Integrated Films & Management. Guión: Adam Simon, Tim Metcalfe. Fotografía: Adam Swica. Música: Robert J. Kral. Montaje: Tom Elkins. Efectos especiales: Tom Storvick (coordinador efectos especiales). Intérpretes: Virginia Madsen (Sara Campbell), Kyle Gallner (Matt Campbell), Elias Koteas (reverendo Popescu), Amanda Crew (Wendy), Martin Donovan (Peter Campbell), Sophi Knight (Mary), Ty Wood (Billy Campbell), Erik J. Berg, John Bluethner, D. W. Brown, John B. Lowe, Adriana O’Neil, ill Woytowich, James Durham, Darren Ross, Sarah Constible... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 102/92 min. color 2.35:1. A consecuencia de los problemas de salud de uno de los hijos, una familia se traslada a vivir a un nuevo domicilio. Al poco, en la casa comienzan a manifestarse extraños fenómenos que parecen de origen sobrenatural.

presente filme, ya desde la aparente sencillez de su título, ofrece toda una declaración de intenciones: así, estamos ante dos formas antitéticas de entender la narrativa fílmica; por un lado, la cotidianidad urbanita de una gran ciudad, Connecticut en este caso, y por otro, las connotaciones sobrenaturales que la palabra “exorcismo” conlleva, y así, se nos ofrece una mixtura entre el terror más tradicional y la crónica costumbrista basada en un hecho “real”, como ostensiblemente anuncia su publicidad, sin duda en un intento de aprovechar el éxito de crítica y público de El exorcismo de Emily Rose, de premisa similar; desafortunadamente, en esta ocasión la propuesta no ha conseguido cuajar, debido ante todo a un guión zozobrante que la desapegada puesta en escena del director, Peter Cornwell, no logra sacar a flote. En efecto, la atonía domina el conjunto de la narración desde el primer momento, y nada de lo que se nos muestra consigue apenas transmitir la emoción y/o las sensaciones pretendidas, en la línea de aquellos soporíferos telefilmes aleccionadores de tarde dominguera. El punto de partida, en esencia, nos ofrece la característica intrusión de la irrealidad en un marco cotidiano, en este caso el de una familia de clase media que se ve obligada a trasladarse a una residencia campestre para superar una tragedia, pero a medida que la narración avanza, la fusión terror/drama no sólo no termina de afianzarse, sino que pierde el rumbo por completo, quedando la angustia del joven protagonista frente a un cáncer supuestamente terminal olvidada a mitad de la trama, sin que nadie parezca recordar lo que en principio parecía iba a ser el eje a través del cual pivotara la trama.

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Por otra parte, la propuesta sobrenatural, más relacionada con la temática espiritista que con una historia de exorcismos al uso (de hecho, no se hace referencia a posesión diabólica alguna, si exceptuamos un plano calcado directamente de otro, famosísimo, de El exorcista), deviene en una mezcla de elementos ya icónicos –la casa poseída, el niño vidente, las fotos de los muertos–, que proporcionan una curiosa fusión de El resplandor y Los otros, con toques incluso de Lucio Fulci adecuadamente despojados de gore –algunos planos y la base argumental remiten claramente a El más allá–, mas todo ello tampoco llega a resultar convincente, al adolecer, con muy escasas y breves excepciones, de la misma atmósfera rutinaria que domina el conjunto, tan deudora de la estética plana y minimalista propia del cine de terror actual, pareciendo las secuencias de espiritismo plagiadas de las recreaciones del equipo de Iker Jiménez para Cuarto Milenio. En resumen, estamos ante una propuesta muy interesante sobre el papel, anulada por el escaso talento o la falta de convicción por parte de sus responsables a la hora de materializarla. Solamente, en el terreno interpretativo, sobresale la labor de Elias Koteas como un otoñal sacerdote, émulo evidente de Max von Sydow, pero una vez más se constata que los actores, por sí solos, no pueden hacer milagros cuando no hay base en la que apoyarse. ¿La causa de esta ausencia? Es de temer que haya que vigilar la carrera de su director para poder averiguarlo. Manuel Aguilar (Madrid. España) 149


Expediente 39 Título original: Case 39. Dirección: Christian Alvart. Productores: Steve Golin, Kevin Misher para Paramount Pictures, Misher Films, Anonymous Content, Case 39 Productions. Guión: Ray Wright. Fotografía: Hagen Bogdanski. Música: Michl Britsch. Montaje: Mark Goldblatt. Efectos especiales: At The Post, Custom Film Effects, Lola Visual Effects, Rainmaker Animation & Visual Effects, Rainmaker (. Intérpretes: Renée Zellweger (Emily Jenkins), Jodelle Ferland (Lillith Sullivan), Ian McShane (detective Mike Barron), Kerry O’Malley (Margaret Sullivan), Callum Keith Rennie (Edward Sullivan), Bradley Cooper (Douglas J. Ames), Crystal Lowe (Julie), Adrian Lester (Wayne), Georgia Craig (Denise), Cynthia Stevenson, Tiffany LyndallKnight, Cindy Sungu, Philip Cabrita, J. Winston Carroll, Mary Black, Domenico D’Ambrosio... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá 2006. Duración y datos técnicos: 109 min. color 2.35:1. Una trabajadora social idealista rescata a una niña de diez años de unos padres maltratadores que estaban a punto de hornear a la criatura cuando son descubiertos. La mujer logra conseguir que la custodia de la chica le sea adjudicada, y se la ve tan feliz con su “hija” nueva, hasta que comienza a percibir inquietantes indicios.

xpediente 39 (Case 39, 2006) no pasa de ser otro intento de prolongar la ya larga serie de películas que explotan el tema de la posesión demoníaca infantil desde posiciones oportunistas. El oportunismo se concreta en esta ocasión en su rampa de salida: el maltrato infantil. Sobre ese “colchón” de alarma social se nos presenta frontal y directamente a la niña inocente que en apariencia está siendo maltratada por unos padres retratados y perfilados moral y físicamente como depredadores, con una presencia en pantalla amenazadora y desafiantes ante las autoridades. En este punto el espectador ya debería adivinar cuál es el giro que se le va a dar a los acontecimientos. En el otro lado tenemos la figura sensible y concienciada de una profesional de Servicios Sociales que rescata, literalmente, a la niña cuando está a punto de ser eliminada por sus padres de la manera más cruel y despiadada. Así se conforma la pareja ideal entre la profesional, convertida a voluntad por ingeniería burocrática en tutora o madre adoptiva, y la criatura que despliega sus encantos dejando entrever al espectador que no van a salir gratis. A partir de aquí ya sólo nos queda asistir al paulatino proceso de reconversión y maldad anunciada. La fórmula elegida es a través de terceras personas que, por supuesto, han de tener vínculos emocionales y profesionales con la protectora para que ésta vaya despertando y atando los cabos que le desvelen la verdadera identidad de su protegida.

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Uno de los rasgos que todo manual de niños endemoniados ha de explicitar es que, junto a la maldad, venga equipada con una inteligencia abrumadora y exasperante para que todo el entorno tome por loca y disparatada a su víctima cuando empiece a sospechar de su pupila. Superada esta fase, el enfrentamiento ya es encarnizado, los enemigos toman posiciones, las víctimas que han ido cayendo ya dejan su lugar a las verdaderas antagonistas, y la presencia diabólica se hace carne y voz. La batalla ha comenzado. Andamos también aquí por caminos muy frecuentados por el inventario del género, aunque se nos dé una clave de lectura algo diferente: no es al alma poseída a la que hay que derrotar, sino al propio miedo; “esto no es verdad” –grita la incauta tutora– momentos antes de envolverse en su capa de heroína y deshacerse del maligno en un alarde de cualidades físicas. Aunque terminemos concluyendo, generosamente, que no hay nada nuevo bajo el sol, es interesante observar las diferentes aristas que pueden separar este título de sus precedentes más emblemáticos, El exorcista y La profecía (obviando secuelas y remakes que siguieron a las piezas de Friedkin y Donner). Expediente 39 no se sumerge en ningún momento en hallazgos arqueológicos, en misterios bíblicos o anuncios apocalípticos. Prescinde por completo de los entornos místicos, de iconografía religiosa o mediadores sobrenaturales. La película toma el camino más corto y directo: hay una niña poseída y hay que combatirla. Justamente por ello, el camino de la derrota no puede ser un arcano, una incógnita buscada en libros o un destino universal que corregir. La incongruencia viene después, de esa lec151


tura psicologista y muy personalista de conquistar el miedo para derrotarlo, que culmina con una derrota física, de combate cuerpo a cuerpo que, aunque pueda servir de metáfora a lo anterior, trivializa al extremo esa emoción del miedo. Renée Zellweger conserva en este personaje esa indolencia, que para algunos parece atractiva, de sus papeles cómicos: es una asistenta social solitaria, simpática a los ojos de todos, que no sabe cómo enfocar su soledad sentimental pero resuelta a volcarse en su vida profesional hasta el punto de fundirla con la personal y resultar un tanto “pastelosa” en su vínculo con la niña. Algo más convincente aparece en su evolución final hacia el lado visceral y combativo, pero no acredita mucho más que una interpretación apta. La niña, Jodelle Ferland, garantiza con su presencia física ese recelo del espectador hacia la criatura encantadora pero repelente, unos ojos muy expresivos y un hieratismo en cada plano suficientemente estremecedor y meritorio. Es lógico que la inmediatez y cercanía con la que está tratada la vertiente demoníaca no se ofrezca a juegos visuales y transfiguraciones espectaculares. La metamorfosis hacia la figura maligna se presenta de forma muy sutil –cuando se revela a su tutora– y más torpemente en la lucha final. Más efectista es la muerte en el baño de uno de los personajes que cae víctima de una fobia personal: las abejas. Por lo demás, la acción maligna queda humanizada por estar delegada en terceras personas en forma de susurro hipnótico. Destacar como excepción –algunos hablarán de homenaje– el gran perro que en la soledad de un garaje le sirve como sicario. Antonio Luis Cano Hernández (Cartagena. España) 152


G. I. Joe Título original: G. I. Joe: The Rise of Cobra. Dirección: Stephen Sommers. Productores: Lorenzo di Bonaventura, Bob Ducsay y Stephen Sommers para Paramount Pictures, Spyglass Entertainment, Hasbro, Di Bonaventura Pictures. Guión: Stuart Beattie, Paul Lovett y David Elliott, según una historia de Michael Gordon, Stuart Beattie y Stephen Sommers. Fotografía: Mitchell Amundsen. Música: Alan Silvestri. Efectos especiales: Ken Cornett, Chris Bond, Greg Butler Montaje: Bob Ducsay, Jim May. Intérpretes: Channing Tatum (capitán Duke Hauser), Dennis Quaid (general Hawk), Marlon Wayans (Ripcord), Rachel Nichols (Scarlett O’Hara), Sienna Miller (Ana de Cobray/La Baronesa), Joseph Gordon-Levitt (Rex Lewis/El Doctor), Christopher Eccleston (Destro/James McCullen), Adewale Akinnuoye-Agbaje (Heavy Duty), Byung-hun Lee (Storm Shadow), Ray Park (Snake Eyes), Jonathan Pryce (Presidente de los Estados Unidos), Arnold Vosloo (Zartan), Grégory Fitoussi (Baron de Cobray)... Nacionalidad y año: Estados Unidos, República Checa 2009. Duración y datos técnicos: 118 min. color 2:35.1. G. I. Joe es el nombre en clave de una fuerza especial altamente entrenada cuya misión fundamental es defender la libertad humana y la paz mundial. Los valerosos Joe’s son hombres y mujeres de coraje, dueños de una mezcla dinámica de talentos especiales, personalidad e ingenuidad. Dotados de algunas de las armas más sofisticadas que puedan concebirse, estos individuos constituyen la fuerza más formidable de combate del mundo. Los G. I. Joe se enfrentan a muchas sombrías organizaciones, pero están siempre inmersos en una lucha constante con COBRA, su maligna némesis que pretende dominar al mundo.

or su carácter artesanal, el cine de aventuras no puede existir en armonía con la sociedad contemporánea. El cine de acción ha sintetizado el aspecto viril, el esfuerzo de los héroes por sobrevivir a empresas imposibles, dentro de un rico y variado mosaico de representaciones visuales proporcionadas por la potente industria digital. En otras palabras, la simulación de esa fuerza, de ese valor que filtraban las escenas con los protagonistas al borde del peligro, ha desencadenado que los nuevos héroes se preocupen más por discutir sobre la realidad de sus percepciones que por la valía de sus actos. En este sentido, todo personaje de acción tiene, actualmente, un punto de ensayo sobre el funcionamiento de sus mecanismos internos. No hay un personaje que no se cuestione su heroísmo, que no se retrate irónicamente o que no acabe por descubrir lo que se esconde tras el escenario de cartón piedra. En definitiva, no hay un personaje que no sea definible como consciente de su papel en el corazón de la ficción. Y esa conciencia afecta al género, a sus productos, que parten con una complicidad para con el espectador que resta fuerza y añade escepticismo. La obra de Stephen Sommers hunde sus raíces en este territorio híbrido entre la barraca de feria y el relativismo cultural. Por un lado, sus

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producciones son visualmente apabullantes, excitantes en cada plano y saturadas de referencias y gestos que transportan al espectador a un pasado cinematográfico definitivamente fenecido. Pero, asimismo, hay en su cine una sensación de cálculo, de vigilancia y cuidado por hacer obras inofensivas, en las que la complicidad con el espectador enmascare la molesta operación de mercadotecnia llevada a cabo. Es, en la mayoría de los casos, un cine que hace de su opción estética un cúmulo de imágenes bellas que liquidan la sensación de fantasía, que restan relieve a la ilusión, a pesar de animar los aspectos imposibles sobre los que se asienta el cine fantástico. Sommers es una prolongación posmoderna de los Lewis Gilbert o John Glen –ambos, realizadores vinculados a la serie de James Bond–, un artesano que eleva lo digital al cine como la ilustración de un género, la aventura, completamente redefinido. Así, Sommers emplea todos los detalles que han nutrido al cine de acción, del serial hasta el revival de los 80, y los va acumulando dentro de sus películas; llenando su caudal hasta abrir las compuertas y soltar lastre una vez alcanzado el último tercio de filme. Con La momia (The Mummy, 1999) y su posterior secuela condujo al emblema del aventurero romántico hacia los límites del pastiche y la parodia. En Van Helsing (Van Helsing, 2004) fundó, definitivamente, la idea de cine de aventuras como espacio en el que la fantasía se traduce en pura experiencia física, en una aventura más cercana al parque de atracciones, al estímulo físico y no al intelectual; al entretenimiento en bruto. G. I. Joe 154


(G. I. Joe: The Rise of Cobra, 2009) es, en este sentido, una versión refinada de todo el cine de Sommers. La visión de lo que podría dar de sí un filme de espionaje en sus manos y, al mismo tiempo, una relectura de la acción novelesca –tramas cruzadas, dramas tintados por relaciones sentimentales, personajes que aman u odian en mitad de una conspiración para destruir el orden del mundo, etc.– ceñida a esa imaginería digital que hace aún más irreales los escenarios imposibles en los que se desenvuelve la acción. A diferencia de Van Helsing, donde la sensación de montaña rusa audiovisual era consciente, en G. I. Joe la aparatosidad de su envoltorio resta eficacia a una trama bien urdida, llena de elementos pop –la esquizofrenia de la villana, inmejorablemente explicada como el efecto de un desengaño amoroso– pero fallida en un desarrollo incapaz de extraer el menor atisbo de drama, de emoción a todos los elementos convocados. G. I. Joe es, por así decirlo, la visión tenebrosa de esa barraca de feria que constituían los anteriores trabajos de Stephen Sommers, porque en su narración, aunque repleta de ruido y furia, existe la responsabilidad, la intención de conectar emocionalmente con un público que conoce el triángulo romántico construido en torno a sus tres protagonistas. Pero, disponiendo de las mejores oportunidades, Sommers es incapaz de sacarlo adelante, de implicar a un espectador entregado a su hábil lectura de ele155


mentos propios de un cine muerto, alocado y anacrónico, que resucita en forma de pastiche posmoderno por obra y gracia de la CGI. La perspectiva del tiempo dirá si hay hueco para Sommers en algún lugar de la geografía cinematográfica. Su dilatada experiencia y el gusto por un colosalismo digital de baja estofa –rápido, directo y efectivo, paradigma del consumo masivo– hacen de él un artesano del nuevo cine de acción que, a diferencia de los Joe Johnston o Breck Eisner, ha renunciado a crear imágenes viejas con la nueva tecnología para, eso sí, rehabilitar el fondo de armario en forma de experiencia visual única. Con G. I. Joe ha fracasado al derrumbar el castillo de naipes antes del final explosivo, pero indirectamente ha triunfado en otro espacio: su cine es la demostración de que en el simulacro las imágenes carecen de relieve, y las emociones, pegadas como la carne al hueso, son tan irrelevantes como la fuerza de su contenido. Al final la atribulada vida de los espías y hombres de acción acaba muriendo por culpa de su identidad borrosa. Tan borrosa como la del último cine de aventuras. Óscar Brox (Valencia. España) 156


G-Force: licencia para espiar Título original: G-Force. Dirección: Hoyt Yeatman. Productor: Jerry Bruckheimer para Jerry Bruckheimer Films, Walt Disney Pictures, Whamaphram Productions. Productores ejecutivos: Duncan Henderson, David P.I. James, Chad Oman, Mike Stenson. Guión: Cormac Wibberley, Marianne Wibberley, según argumento de Hoyt Yeatman Jr. Fotografía: Bojan Bazelli. Música: Trevor Rabin. Montaje: Mark Goldblatt, Jason Hellmann. Efectos especiales: Asylum VFX, Hatch Production, Sony Pictures Imageworks (SPI). Intérpretes: Bill Nighy (Leonard Saber), Sam Rockwell (voz de Darwin), Will Arnett (Kip Killian), Jon Favreau (voz de Hurley), Zach Galifianakis (Ben), Nicolas Cage (voz de Speckles), Kelli Garner (Marcie), Penélope Cruz (voz de Juárez), Tyler Patrick Jones (Connor), Steve Buscemi (voz de Bucky), Piper Mackenzie Harris (Penny), Gabriel Casseus (agente Trigstad), Tracy Morgan (voz de Blaster), Jack Conley, Niecy Nash, Justin Mentell, Loudon Wainwright III, Chris Ellis, Travis Davis, James Huang... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 88 min. color 2.39:1 (negativo) 1.85:1 (positivo en 3D y 2D). El FBI dispone de un equipo especial de animales para participar en misiones secretas, pero está a punto de cancelar el proyecto por sus altos costes y, en teoría, escasos resultados. Para demostrar su valía, el equipo G–Force, formado por cuatro conejos de indias, un topo y una mosca intentarán desbaratar los planes del maquiavélico industrial Leonard Saber.

esde hace un tiempo están de moda las películas de animalitos que hablan. No al estilo de los antiguos dibujos animados de Disney, con Donald, Mickey y compañía, ambientados, diríase, en un universo alterno en que los animales han adquirido características antropomorfas, sino intentando integrarlos en el mundo real. En unos casos esas cintas están rodadas con animales auténticos, cuyas voces se escuchan en off o, en ocasiones, por medio de animación de sus bocas. En otros casos, como el presente, los adelantos en materia de animación informática permiten crear las criaturas al completo y hacerlas interactuar con personajes reales. G–Force (2009), co-producción entre Jerry Bruckheimer y la Disney, es una especie de mezcla entre Misión: imposible, las películas, en lo que respecta al equipo de agentes secretos (sólo que aquí son animalitos adorables), y la saga James Bond, en lo que se refiere al megalómano de turno en sus ansias de dominar el mundo, mezclado todo ello con diversos elementos de ciencia ficción; así, por un lado, tendríamos el elemento de los animales que hablan, gracias a unos adminículos acoplados a ellos, amén de una “preparación” especial; y, por otro, el de los electrodomésticos que cobran vida y atacarán a la humanidad, conformando además una serie de transformers acoplándose entre sí.

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Como en muchas películas de estas características, tiene todo el aspecto de no contentar a nadie, y su fracaso en Estados Unidos parece confirmarlo: es demasiado infantil para interesar a un público adulto, y la trama es excesivamente enrevesada para unos chiquillos de seis u ocho años, hipotéticos destinatarios del producto. No sólo eso, sino que analizando la cinta en sí, y desde la perspectiva del que firma, pues no puede ser de otra manera, ofrece algunos de los elementos más insoportables inherentes a gran parte del cine comercial norteamericano de los últimos tiempos, a saber, una verborrea constante e imparable (los animalitos no es que hablen, es que no se callan en ningún momento), acción desenfrenada y en muchas ocasiones gratuita (véase la absurda escena de los fuegos artificiales a los sones del Carmina Burana nada menos), gritos estridentes y una insoportable música marchosa. Se adorna todo ello con un humor elemental, en el que no falta siquiera el personaje que se tira pedos apestosos, y tendremos un producto comercialoide pueril, tonto, insufrible y por completo prescindible. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 158


Gamer Título original: Gamer. Dirección: Neveldine y Taylor. Productores: Tom Rosenberg, Gary Lucchesi, Skip Williamson, Richard S. Wright para Lionsgate. Guión: Neveldine y Taylor. Fotografía: Ekkehart Pollack. Música: Robb Williamson, Geoff Zannelli. Montaje: Peter Amundson, Fernando Villena, Doobie White. Intérpretes: Gerard Butler (Kable), Amber Valleta (Angie), Michael C. Hall (Ken Castle), Kyra Sedgwick (Gina Parker Smith), Logan Lerman (Simon), Alison Lohman (Trace), Ludacris (Humanz Brother). Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 95 min. color 1:85.1. En un futuro, por medio de un juego denominado Slayers, uno de los participantes puede controlar a millones de seres humanos a través del sistema multijugador. En el Slayer, juego y espectáculo están envueltos en un híbrido aterrador. Humanos controlados por humanos a gran escala, juegos en red donde personas representan a personas para siempre. La tecnología del control mental que permite proyectar las fantasías más salvajes de cada uno ante un público global, utilizando prisioneros reales como avatares que luchan contra la muerte.

a ciudad es un tejido urbano desordenado. O eso es lo que algunos directores subrayan con sus geografías desconectadas, descentralizadas y autónomas, como pequeños microcosmos independientes de su conjunto. La imagen representa –y recrea– la ausencia de cohesión social entre los diferentes colectivos que pueblan un área. La falta de un sentimiento de unión, del elemento que vincule a todo el mundo bajo un mismo paraguas. Por eso, las realidades en red, las cybersociedades o las agrupaciones virtuales regladas y normativizadas aparecen como una muestra armoniosa de todo lo que las sociedades reales han perdido por el camino. Un ejemplo de construcción de un entorno ideal y edénico en el que desarrollar una extensión de nuestra vida. El cine está repleto de ejemplos al respecto. Olvidando la imagen hostil proyectada por la literatura de raigambre orwelliana –es insoslayable admitir que en toda red hay un control sobre los usuarios; el programador observa, a la manera del panóptico, los movimientos de los usuarios–, no son pocos los filmes que han narrado los avances de esta manera de entender el mundo. Desde The Nines (John August, 2007) hasta Sleep Dealer (Álex Rivera, 2008), el cine ha erigido un discurso a propósito de la progresiva inmersión del hombre en la realidad virtual, bien como un reflejo de la sociedad –o, de las sociedades estilo Second Life–, bien como un instrumento de trabajo que, lejos de adelantar, retorna al individuo a un estado de esclavitud pre-industrial, como señalaba Rivera en su filme. Todo ello como un paso previo a la zambullida definitiva, es decir, la vida entendida como una coexistencia armoniosa

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entre lo real y lo virtual, tal y como han manifestado en su cine desde Satoshi Kon hasta Mamoru Hosoda. Gamer (Neveldine y Taylor, 2009) supone la inmersión en un universo seccionado en tres esferas: una sociedad desconcentrada, que ha constituido en cada hogar, en cada ordenador, en cada empresa, un núcleo de poder; y dos realidades paralelas que excitan los dos ejes de nuestro tiempo, sexo y violencia. Así, mientras unos consumidores anestesian su conciencia ante el violento espectáculo que propone el universo slayer –presos peligrosos asesinándose en horribles juegos de supervivencia–, otros viven de la mascarada y el disfraz manejando cuerpos bellos como avatares y simulando en ellos todo ese catálogo de placeres que ya sólo pueden realizar a distancia. Pero no hay que engañarse, el punto de vista de Neveldine y Taylor es exagerado, grotesco y divertido, pues todas esas esferas no dejan de proyectar juntas la miseria moral de una sociedad que avanza tecnológicamente e involuciona en los aspectos más humanos. Por eso, todos esos mundos tienen algo de febril y enloquecido, de espídico lugar de recreo para una parte de nuestro ser que ha conseguido representarse en avatares, descargarse en programas o prolongarse en vicios secretos hechos públicos. Con el cine de Neveldine y Taylor no hay medias tintas. O te gusta o te llevas un puñetazo de propina directo a desencajar la mandíbula. Todo es inmenso, brutal y directo; sin freno. Pero siempre chabacano e indeseable; gracioso, porque no para de reírse de toda esa impostura emocional tan propia de unas buenas costumbres perdidas. Porque importa otros modelos audiovisuales en los que la amistad puede entenderse a la manera de Paris Hilton en su Best Friend Forever; en los que el sexo guarro, sucio e inmediato –véase Crank: veneno en la sangre 160


(Crank, 2006)– toma la forma del Pornotube; en los que, en fin, la acción es la exaltación, cuando no la hipertrofia, de esa virilidad más propia de un levantador de pesas hiperdopado que del hombre común contemporáneo. En definitiva, el mundo que Neveldine y Taylor representan podría entenderse como una extensión de aquel radical sentido de la acción que preconizaron las mejores cintas de acción de los Stallone o Schwarzenegger, con las que guardan ese aspecto tan violento, desmedido y, sin embargo, cercano, al buscar la complicidad de un espectador que aguarda su momento para proyectar las fantasías bárbaras de destrucción y autoafirmación en el cuerpo de superhombres asesinos e hipersexualizados. Lo bueno de Gamer es que refleja la locura de una sociedad preocupada por acumular más y más hedonismo con un discurso que hunde sus manazas en un lodazal de hedonismo y culto a los placeres individuales. Neveldine y Taylor, encantados de haberse conocido, hacen de su filme la clave, burlona y grosera, de lo que sucederá cuando para poder follar construyamos otro mundo con avatares personalizados que nos permitan armarla mientras estemos sentados cómodamente en nuestro sillón devorando comida basura. Porque Gamer, más allá de su lenguaje soez y altanero, de sus deudas temáticas obvias y de la planicie de algunas de sus reflexiones, apunta el principal mal endémico de la sociedad actual: la vida artificial, virtual como presente –y futuro– anestésico de la vida humana. La cosificación definitiva de un hombre que, tarde o temprano, acabará asimilado al tejido del videojuego y hará de su experiencia y tiempo cuestión de cuánto le dure su barra de energía. Óscar Brox (Valencia. España) 161


La huérfana Título original: Orphan. Dirección: Jaume Collet-Serra. Productores: Leonardo DiCaprio, Susan Downey, Jennifer Davisson Killoran, Joel Silver para Warner Bros. Pictures, Dark Castle Entertainment, Appian Way, Studio Babelsberg Motion Pictures, Studio Canal, DCP Orphan Productions, Don Carmody Productions. Productores ejecutivos: Don Carmody, Michael Ireland, Steve Richards. Guión: David Johnson, según argumento de Alex Mace. Fotografía: Jeff Cutter. Música: John Ottman. Montaje: Timothy Alverson. Efectos especiales: C.J. Goldman, Paul Jones, Jonathan Lavallée, George Tucci (efectos de maquillaje). Intérpretes: Vera Farmiga (Kate Coleman), Peter Sarsgaard (John Coleman), Isabelle Fuhrman (Esther), CCH Pounder (hermana Abigail), Jimmy Bennett (Daniel Coleman), Margo Martindale (Dr. Browning), Karel Roden (Dr. Värava), Aryana Engineer (Max Coleman), Rosemary Dunsmore (abuela Barbara), Jamie Young, Lorry Ayers, Brendan Wall, Genelle Williams, Mustafa Abdelkarim, Landon Norris, Julien Elia, Leni Parker, Gemma James Smith, Pia Ajango... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia 2009. Duración y datos técnicos: 123 min. color 1.85:1. Un joven matrimonio con dos hijos, que perdió al tercero antes de nacer, deciden adoptar a una niña crecida. Así pues, se hacen cargo de Esther, con la cual conectan de inmediato en el orfanato. Pero una vez en casa, la muchacha comenzará a dar muestras de un comportamiento inquietante...

a huérfana (Orphan, 2009), que podría definirse como una mezcla entre El padrastro (The Stepfather, 1986), de Joseph Ruben –un personaje va de familia en familia, buscando la que le colme, y la que no...–, y The Bad Seed [tv/dvd: Mala semilla, 1956] de Mervyn LeRoy –una niña maligna se dedica a quitarse de en medio a quien le fastidie–, comienza con una escena onírica aparatosa e inquietante, quizás para que el espectador impaciente se dé cuenta de que sí, que lo que está viendo es una de miedo, y no se ha equivocado de sala. Después, mientras va mostrando los personajes y las situaciones que les afectan, existen determinados golpes de efecto, como música violenta o apariciones bruscas. Son efectismos baratos, que van en detrimento de una película que arranca muy bien, estupendamente, de hecho, y que no precisa de estas triquiñuelas para mantener la atención. En todo caso, podría decirse que el film parte de un argumento manido bien desarrollado por su guionista. Expliquémonos: la trama de Alex Mace resulta bastante obvia y predecible para cualquier espectador, salvo, obviamente, la vuelta de tuerca final, que pese a estar basada en hechos reales destroza por completo toda la fuerza que hasta ese momento tenía el film, desarticulando su poder corrosivo y trivializándolo por completo. Sin embargo, el guión de David Johnson (en su primera labor en ese cometido, tras ser ayudante de Frank Darabont, ojo al dato) hila bastante más alto de

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lo que su elemental trama sugiere. Así, el arranque del film nos muestra un joven matrimonio en teoría perfecto; sin embargo, a medida que transcurren las escenas, se nos van aportando paulatinamente datos que nos hacen observar que ese idílico entorno no lo es tanto, y que detrás de esa aparente felicidad acechan fantasmas del pasado. De esa manera, la aparición de Esther no sería tanto un desestabilizador de la paz familiar, sino más bien un catalizador de los problemas que subyacen a ésta. De igual modo, el personaje de Esther está muy bien definido, puntuado por detalles pequeños que conforman una psicología enferma y maligna, aunque cabe apuntar que gran parte de la fuerza de la película estriba en la colosal interpretación por parte de Isabelle Fuhrman como la niña maligna, quien hasta ahora sólo había aparecido en una película, un par de episodios de series, y en el show de Jay Leno en varias ocasiones. Esperemos que los productores sepan aprovechar el talento de esta chica de doce años. Sin embargo, no echemos sobre los hombros de la muchacha todo el mérito, pues la película tiene la virtud de exhibir un reparto bastante sólido. Quizás el más flojo de todos pudiera ser Peter Sarsgaard como el padre, sin resultar, con todo, deleznable, y cabe destacar a la estupenda CCH Pounder como la religiosa al cargo del internado. Los niños se mues163


tran de una espontaneidad y naturalidad apabullantes, en especial la pequeña Aryana Engineer como Max, y que en realidad, tal como su personaje, es sordomuda. Quizás todo ello sea causa de que Jaume Collet-Serra es un excelente director de actores (es su primera película que veo), o que ha sabido –él y su equipo– realizar una labor de casting muy atinada. De todas maneras, Collet-Serra demuestra ser un director con muy buen ojo para los detalles, con un estilo centrado en la planificación cortada que otorga intensidad a los planos, algo comprensible sabiendo que procede del campo del spot publicitario y los vídeos musicales, y mantiene muy bien el ritmo y la intensidad, y las dos horas de metraje no se hacen largas, al tiempo que retrata maravillosamente los ambientes nevados canadienses. Lástima de su gratuita vuelta de tuerca final, que destroza todo el ambiente de sugerencia y desasosiego que hasta el momento imperaba, pues si no podríamos estar hablando de una película más que estimable. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 164


Infectados Título original: Carriers. Dirección: Álex Pastor, David Pastor. Productores: Ray Angelic, Anthony Bregman, Robert Velo para Ivy Boy Productions, This Is That Productions, Paramount Vantage, Likely Story. Guión: Álex Pastor, David Pastor. Fotografía: Benoît Debie. Música: Peter Nashel, Brick Garner. Montaje: Craig McKay. Efectos especiales: Anibrain, Brainstorm Digital, Creative Character Engineering, Great FX. Intérpretes: Piper Perabo (Bobby), Christopher Meloni (Frank), Chris Pine (Brian), Emily VanCamp (Kate), Lou Taylor Pucci (Danny), Kiernan Shipka (Jodie), Josh Berry (primer superviviente), Mark Moses (doctor), Dylan Kenin (Tom), Tim Janis, Dale Malley, LeAnne Lynch, Jan Cunningham, Mary Peterson... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2007. Duración y datos técnicos: 84 min. color 2:35:1. La humanidad ha sucumbido a un virus mortal. Cuatro jóvenes se dirigen a una apartada playa del Golfo de México para refugiarse hasta que pase la epidemia. Lo que empieza como un viaje seguro se transformará en una huida en la que se enfrentarán a infectados y a supervivientes.

n plena eclosión de la gripe A vivimos una auténtica pandemia de infectados, zombis, contagiados y otras variantes que copan las pantallas como única alternativa original a los constantes remakes de películas de género. La década que agoniza se confirmará como la era del “Horror Vírico”, y conforme proliferan las muestras de este género, el escenario donde tiene lugar sus historias se muestra más postapocalíptico. El monstruo de esta década, como en los ochenta, vuelve a ser el muerto viviente, pero en su versión de ser enfermo, como medio de transmisión de la peste. Infectados deja de lado al zombi para crear un monstruo de la misma familia: el portador. Su característica principal es que no presenta un peligro de forma directa, sino que es el medio, la vía que permite que la muerte se propague. Lo más peligroso de estos Infectados es su capacidad de crear sentimientos de compasión en la persona sana y su facilidad para contaminar a otros seres humanos. La película de los hermanos Pastor intenta explotar las implicaciones dramáticas del contagio a través de las relaciones personales de los supervivientes y sus reacciones ante la infección de un ser querido. El peligro crea ciertas reglas para sobrevivir, y el guión se centra en seguir cómo éstas se cumplen o se obvian según las situaciones. En realidad es una road movie poco accidentada que acaba resultando un viaje demasiado plano, ya que, pese a la eficacia de algunos actores, nunca logramos implicarnos con esos personajes tan lejanos y algo prefabricados. Esto, junto a una iluminación y empaque muy del gusto de Hollywood, la convierte en un extraño híbrido que no acaba de encontrar su foco.

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Infectados es una versión seria de Cabin Fever (2002) o The Ruins (2008), cambiando sus emplazamientos por una autopista, y La carretera (2007) es una versión seria de esta misma película, que sugiere que los hermanos Pastor leyeron la novela de McCarthy, publicada en 2006, antes de comenzar el guión. Falta de originalidad aparte, la película está bien facturada, quizás el look americano enmascara aún más esa tendencia al drama que no ayuda a definir los sustos baratos como sombras que cruzan el plano a toda velocidad. Un viejo truco incomprensible si hablamos de unos portadores sin ánimos homicidas. Pequeñas incongruencias aparte, el resultado final es una película con buenas intenciones pero que resulta perjudicada por un enfoque un tanto equivocado al tema que no sabe definirse entre el drama y la pura película de género, cuyos personajes parecen salidos de una serie juvenil y no poseen la profundidad que los autores pretenden hacer parecer. Jorge Casanueva Sánchez (Salamanca. España) 166


Jennifer’s Body Título original: Jennifer’s Body. Dirección: Karyn Kusama. Productores: Daniel Dubiecki, Mason Novick, Jason Reitman para Dune Entertainment, Fox Atomic, Hard C. Productora ejecutiva: Diablo Cody. Guión: Diablo Cody. Fotografía: M. David Mullen. Música: Stephen Barton, Theodore Shapiro. Montaje: Plummy Tucker. Efectos especiales: KNB EFX Group. Intérpretes: Megan Fox (Jennifer Check), Amanda Seyfried (Needy Lesnicky), Johnny Simmons (Chip), Adam Brody (Nikolai Wolf), Sal Cortez (Chas), Ryan Levine (Mick), Juan Riedinger (Dirk), Colin Askey, Chris Pratt, Juno Ruddell, Kyle Gallner, Josh Emerson, J.K. Simmons, Amy Sedaris, Cynthia Stevenson, Nicole Leduc, Aman Johal... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 102 min. color 1.85:1. Jennifer y Needy son dos amigas desde la infancia que van al mismo instituto. Un día asisten al bar de la localidad para presenciar a un grupo de rock que viene de la ciudad. Jennifer se irá con el líder del grupo con el fin de perder la virginidad, y ciertamente regresará muy cambiada...

sta película es un magnífico ejemplo del bajísimo nivel artístico e imaginativo del actual cine norteamericano. Está realizada por Karyn Kusama, neoyorquina que debutó escribiendo y dirigiendo Girlfight (2000), un drama deportivo protagonizado por Michelle Rodriguez; le siguió Æon Flux (2005), célebre producción de ciencia ficción con Charlize Theron, para dirigir después un episodio de la serie lésbica The L World (2004-...). La presente está realizada con un estilo vacuo y ampuloso, con la dirección desmayada y el esteticismo fútil de películas de terror al estilo Sé lo que hicisteis el último verano, haciendo uso de igual modo de los arquetipos narrativos de este tipo de cine, con movimientos de cámara presuntamente sugerentes, ruidos sorpresivos y atmósfera de diseño. En todo caso, la cinta está erigida en honor a dos grandes estrellas. Por un lado, la protagonista, Megan Fox, o más bien, el cuerpo de Megan, ya que la intérprete de Transformers está aquí únicamente para exhibir su rotundidad física, pues su interpretación puede ser considerada de las peores vistas en los últimos años. La otra estrella es Diablo Cody, rutilante ganadora de un Oscar por su debut como guionista con Juno (2007), y erigida desde entonces en la enfant térrible del Hollywood actual, y cuya segunda película es la presente, que no es una comedia, pese a lo que pueda aparentar por el trailer. Podría definirse realmente como un drama existencial que hace uso de los esquemas del cine de terror para plantear las dudas e inseguridades de la actual juventud de instituto, las luchas por subsistir en el feroz mundo combativo de la relaciones sociales que se erigen a esa edad, y las traiciones que van abriendo los ojos al mundo a las adolescentes como las que presenta el film.

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Todo ello, narrado por medio de un guión que semeja escrito por una chica de trece años, con muchos pájaros en la cabeza y menos madura de lo que ella misma se cree. Se narra aquí la conversión de la despampanante Jennifer en una zombi poseída por el diablo que devora los higadillos a los compañeros del instituto cuando su belleza comienza a marchitar; mientras, su amiga íntima irá percibiendo paulatinamente el cambio, aún cuando tanto antes como después de la conversión Jennifer era igual de cretina. El tono de la historia podría definirse como una especie de mezcla entre las series Embrujadas y Sensación de vivir, con un ojo puesto en El diablo metió la mano, mediocre comedia fantástica dirigida por Rodman Flender en 1999, pero en clave femenina y con gore y palabras guarras. Se le incorpora unos diálogos pueriles que pretenden aparentar trascendentes o atrevidos, a lo cual se suman planos pretenciosos que son como una mala digestión del cine de Lars von Trier, como aquel del cervatillo devorando las vísceras de uno de los asesinados, o de las flores marchitándose junto al cuadro del fallecido. En realidad, esa apariencia de comedia viene 168


representada debido a la enorme superficialidad del conjunto, aún con la pretensión de que está planteando grandes temas en clave de ironía. Sólo hay dos detalles de cierto interés que descollan pues en esta ridícula mediocridad. Por un lado, el presentar a los adolescentes follando con toda naturalidad y desinhibición, en lugar de mostrarles asustados ante el sexo, como en tantas otras películas, y relegando pudibundos su estreno para el momento en que estén preparados. Por otro lado, la verdadera revelación de la película, Amanda Seyfried en el papel de la relegada amiga Needy, una actriz llena de espontaneidad y energía, y que logra alcanzar todos los diferentes registros por los que desfila su personaje, aportando el único toque de frescura en este artificio presuntuoso. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 169


Más allá de los sueños Título original: Bedtime Stories. Dirección: Adam Shankman. Productores: Jack Giarraputo, Andrew Gunn, Adam Sandler para Gunn Films, Happy Madison Productions, Offspring Entertainment, Walt Disney Pictures. Guión: Matt Lopez, Tim Herlihy, según argumento de M. Lopez. Fotografía: Michael Barrett. Música: Rupert GregsonWilliams. Montaje: Tom Costain, Michael Tronick. Efectos especiales: RotoFactory, Cinesite, Gentle Giant Studios, Hydraulx... Intérpretes: Adam Sandler (Skeeter Bronson), Keri Russell (Jill), Guy Pearce (Kendall), Russell Brand (Mickey), Richard Griffiths (Barry Nottingham), Teresa Palmer (Violet Nottingham), Lucy Lawless (Aspen), Courteney Cox (Wendy), Jonathan Morgan Heit (Patrick), Laura Ann Kesling (Bobbi), Jonathan Pryce (Marty Bronson), Nick Swardson, Kathryn Joosten, Allen Covert, Carmen Electra, Tim Herlihy, Thomas Hoffman, Abigail Droeger, Melany Mitchell, Andrew Collins, Aisha Tyler... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 99 min. color 2.35:1. Skeeter Bronston es hijo del dueño de un delicioso motel que, sin embargo, da pérdidas, por lo cual su padre lo vende al señor Nottingham, quien le promete que, cuando crezca, dará a Skeeter un puesto de responsabilidad: ahora es el chico para todo que arregla cualquier avería en el gran hotel en que se convirtió el parador. Cuando su hermana le encarga que cuide a sus sobrinos durante una semana, por las noches les narra un cuento en que los niños intervienen; al día siguiente, Skeeter comprueba que lo narrado se va haciendo realidad.

dam Sandler es un actor muy venerado en Estados Unidos, si bien en España su fama es muy inferior. Es sorprendente cómo los gustos de un público generalizado pueden variar tanto de un lugar a otro. Por mi parte, no comprendo la predicación que se le dispensa, siendo el clásico actor sobreactuado pero, en el fondo, de muy limitados recursos interpretativos; el problema también estriba en la mediocridad de los filmes en que se ve envuelto, característicos por otra parte del bajísimo nivel cualitativo de la comedia norteamericana del momento. Más allá de los sueños (Bedtime Stories, 2008) parte de una idea de Matt Lopez, que él mismo se encarga de convertir en guión junto a Tim Herlihy. El punto de partida no está realmente mal: un individuo idealista y torpe en sus relaciones descubre el poder mágico de la fantasía, que en realidad consiste únicamente en tener fe en uno mismo. Los cuentos que se va inventando, inspirados en sus propias frustraciones, y que son creados con ayuda de sus dos sobrinos, al día siguiente se ven plasmados en la realidad con una fidelidad asombrosa, aunque a veces sólo sean provocados por un accidente casual. Todo ello reconduce la actitud de Skeeter Bronston, luchando contra los impedimentos y haciendo uso de su esfuerzo propio para salir adelante.

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Muy aleccionador para los niños, en todo caso, a quienes el producto, en última instancia, está dirigido, aunque a veces tiene elementos un tanto complejos para críos de ocho años; en cuanto a los adultos, el exagerado infantilismo de muchos momentos enturbia la conexión para éstos. El problema se acrecienta por el propio protagonista, cargante e insufrible, a tal punto que el resto del reparto brilla a un nivel altísimo comparado con él. Otro de los inconvenientes es que, pese al halo de fábula moral, en realidad se trata de una comedia, y como tal actúa a un nivel muy primario, funcionando algo así como el cinco por ciento de los chistes que la inundan. ¿Qué nos queda, pues? Poco, muy poco en realidad. Un film comercial al servicio de un actor de recursos muy limitados que construye la película en su propio beneficio, arropado por un nivel de producción algo esmerado y dirigido con total falta de estilo por Adam Shankman, uno de esos típicos realizadores todoterreno, proveniente del campo de la coreografía en este caso, que sirven para cualquier producto manufacturado con destino a rellenar las salas de cine con algo que no ofrezca demasiado esfuerzo al espectador. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 171


Me ha caído el muerto Título original: Ghost Town. Director: David Koepp. Productor: Gavin Polone para DreamWorks SKG, Paramount Pictures, Pariah, Spyglass Entertainment. Guión: David Koepp, John Kamps. Fotografía: Fred Murphy. Música: Geoff Zanelli. Montaje: Sam Seig. Efectos especiales: John Stifanich. Intérpretes: Ricky Gervais (Bertram Pincus), Greg Kinnear (Frank Herlihy), Téa Leoni (Gwen), Billy Campbell (Richard), Kristen Wig (cirujana), Bill Campbell, Aasif Mandvi, Alan Ruck… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 102 min. color 1.85:1. El doctor Pincus es un dentista misántropo y maniático cuya vida cambia tras una rutinaria operación quirúrgica durante la cual permanece unos minutos clínicamente muerto. Como consecuencia de ello, Pincus adquiere la capacidad de ver los fantasmas que pululan por la ciudad en busca de resolver los asuntos que dejaron pendientes al fallecer. Cuando descubren que el quisquilloso dentista puede verlos y oírlos, reclaman su ayuda para poder descansar en paz; el más insistente, Frank Herlihy, pretende influir en la nueva relación sentimental que ha establecido su viuda.

avid Koepp es un afamado y versátil guionista, involucrado en conocidas superproducciones taquilleras, y también, desde 1994, un director de obras con presupuestos modestos y algunos apreciables resultados, desde la eficacia de un planteamiento apocalíptico en tono minimalista –El efecto dominó (The Trigger Effect, 1996)–, a una clásica y bien resuelta historia de fantasmas adaptada de una novela de Richard Matheson –El último escalón (Stir of Echoes, 1999)–. Su afinidad con historias que incluyen elementos fantásticos provocaba bastante curiosidad acerca de los resultados que pudiera conseguir en esta comedia de la que es tanto co-guionista como director. Lo primero que sorprende de Me ha caído el muerto (horrendo título español) es la descarada mezcla de componentes argumentales y situaciones provenientes de obras previas muy conocidas, hasta el punto de hacer pensar al espectador que Koepp partió efectivamente de la idea de hacer un remix tras revisar otras películas (algo así como “¿qué pasaría si al protagonista de Mejor...imposible le ocurriese lo mismo que al chaval de El sexto sentido y uno de los fantasmas le pidiese ayuda para su esposa como el de Ghost y el efecto de tal relación recordase Cuento de Navidad...?”). El guión juguetea con tal planteamiento sin complejos ni aparente incomodidad ante el evidente saqueo de ideas ajenas (a los ya citados podríamos añadir otros largometrajes e incluso series como Entre fantasmas), tratando de ensamblar y capitalizar las distintas ocurrencias en un conjunto correcto, suficientemente hábil para hilvanar las costuras, aunque previsible e intrascendente. Y no es tanto que las incidencias de la historia resulten poco originales, sino que tampoco están jugadas hasta sus últimas

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consecuencias y las escenas finales resultan en exceso acomodaticias en busca del final feliz y políticamente correcto. Tal vez el título original de la película también hiciera concebir mayores expectativas: Ghost Town sugiere algo más complicado y ambicioso que la intermediación entre un fallecido y su esposa, que es en lo que en realidad se centra la película, pues el resto de fantasmas de la trama son meros comparsas para generar equívocos o momentos cómicos puntuales y para mostrar la redención por amor del inicialmente cínico y egocéntrico protagonista. En cualquier caso, Koepp se inclina por la confección de una comedia amable, sin más pretensión que entretener y tratar de hacer sonreír. Dados los caminos por donde deambula actualmente el género (la ebullición hormonal con tendencia escatológica o el romanticismo más cursi), es de agradecer que trate de mantenerse fiel a unos moldes más cercanos al clasicismo que a la estridencia, más apoyados en la situación y en los diálogos que en el gag exagerado o la exhibición digital. Ayuda a ello la interpretación de Ricky Gervais (conocido protagonista de series de televisión: The Office, Extras) como el atribulado doctor Pincus, sin gesticulaciones desencajadas, y de unos eficaces Greg Kinnear y Téa Leoni. El conjunto final es un tanto irregular, alternando secuencias que funcionan muy bien 173


(las incidencias del hospital, la cena en el apartamento...) con otras que, peor medidas o desgastadas por usos anteriores, dispersan innecesariamente el interés. El doctor Pincus, ese odontólogo inglés egoísta, insolidario y huraño –pero también intransigente y contestatario contra determinadas convenciones–, que emigró a Nueva York en busca de un mayor anonimato, persona de intereses indefinidos, sin espíritu, en un mundo de presencias remanentes con motivaciones muy concretas y sentimientos que se intuyen intensos, es un personaje bien trazado, con muchas posibilidades, que hubiera agradecido un mayor desarrollo de sus disolventes características en las interacciones con los fantasmas o, al menos, una transformación más acorde con un devenir convincente que con un desenlace “conveniente”. Pero, obviamente, esa hubiera sido otra película. Francisco Jerez (Almería. España) 174


Pandorum Título original: Pandorum. Dirección: Christian Alvart. Productores: Paul W. S. Anderson, Jeremy Bolt, Robert Kulzer, Martin Moszkowicz para Constantin Film Produktion, Impact Pictures. Guión: Travis Milloy, sobre un argumento de T. Milloy, Christian Alvart. Fotografía: Wedigo von Schultzendorff. Música: Michl Britsch. Montaje: Philipp Stahl, Yvonne Valdez. Efectos especiales: The Stan Winston Studio. Intérpretes: Dennis Quaid (Payton), Ben Foster (Bower), Cam Gigandet (Gallo), Antje Traue (Nadia), Cung Le (Manh), Eddie Rouse (Leland), Norman Reedus (Shepard), André Hennicke, Friederike Kempter, Niels-Bruno Schmidt, Asia Luna Mohmand, Delphine Chuillot, Wotan Wilke Möhring, Julian Rappe, Domenico D’Ambrosio... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Alemania 2009. Duración y datos técnicos: 108 min. color. 2.35:1. Debido a la catastrófica situación que se vive en la Tierra, donde casi se han agotado los recursos naturales, la gigantesca nave Eliseo ha sido lanzada al espacio con la misión de alcanzar el muy lejano planeta Tanis, cuyas condiciones pueden ser idóneas para salvar a los 60.000 tripulantes que viajan en la misma en estado de hibernación. La acción comienza cuando el teniente Payton y el sargento Bower despiertan confusos en la nave y, al sospechar que algo anda mal, tratan de averiguar qué ha pasado. Mientras que el primero mantiene su posición, el segundo se aventura a adentrarse en los conductos de ventilación en busca de respuestas.

n principio, no cabe oponer reproches a las películas que se nutren de títulos anteriores para, sobre esta base, edificar propuestas de interés que suponen una variación, en alguna medida, respecto a las fuentes originales. Y es que no es posible, en todos los casos, exigir originalidad absoluta, así que a menudo nos encontramos con re-mezclas más o menos inspiradas en las que identificamos elementos ya vistos anteriormente pero, eso sí, pasados por un tamiz propio, manejados con cierta personalidad y esmero e imbuidos de algún carisma. El problema, no obstante, acontece cuando nos enfrentamos a un mero pastiche indigesto y torpe, como Pandorum, que absorbe desvergonzadamente y en su beneficio múltiples detalles de forma y de fondo procedentes de filmes como Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), Horizonte Final (Event Horizon, 1997), Resident Evil (Resident Evil, 2002) o The Descent (The Descent, 2005), por nombrar, de manera no exhaustiva y en un primer vistazo, algunos posibles referentes identificables. Por consiguiente, Pandorum introduce en su coctelera numerosos aspectos ya vistos antes en determinadas vertientes del género fantástico y, a continuación, los agita compulsivamente sin respetar las proporciones, dando como resultado un producto hecho a retales de aquí y allá y combinando, sin tacto alguno, el despertar intrigante en una nave inmensa y que parece avanzar a medio gas, el cuestionamiento de la identidad, la claus-

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trofobia del espacio cerrado y opresivo, la amenaza de unas criaturas monstruosas, la aparición de una heroína de acción, la inquietud de no conocer cuál es el estado exacto de la misión emprendida o la enajenación mental. Todo ello se funde y confunde en un todo de carácter impersonal que parece un monstruo de Frankenstein compuesto de miembros y pedazos pertenecientes a otras películas. Lo que se observa, por lo tanto, es que se han unido las piezas de cualquier manera con tal de conformar un producto de explotación que sobrevive a costa de los hallazgos ajenos y que progresa a partir de ideas deshilvanadas que se atropellan y superponen. La impresión no es otra que la de asistir a un batiburrillo desarrollado sin orden ni concierto que incluso se podría etiquetar como una recopilación de grandes éxitos entrelazados en un remix grotesco y deslavazado. A pesar de todo, no es despreciable el arranque, cuando los personajes interpretados por Dennis Quaid y Ben Foster despiertan desorientados en una nave, la Eliseo, que, en la inmensidad del espacio, se desplaza, en teoría, hacia el planeta Tanis debido a la situación apocalíptica de la Tierra. El comienzo, pues, contiene una sensación de extrañeza y hasta de inquietud que nos hace preguntarnos por lo que en realidad está sucediendo en un escenario dotado de tintes atmosféricos. El enigma está servido desde el comienzo. Poco después, el sargento Bower (Ben Foster) inicia un recorrido a lo largo de los estrechos conductos de ventilación, esto es, de las tripas de una nave oscura, sucia y sórdida, que promete, en algún momento, ofrecer emociones fuertes. Como es previsible, nada bueno puede hallar. Y en efecto, no tardaremos mucho en descubrir que el camino emprendido está sembrado de peligros y que el personaje se topará con dificultades que habrá de encarar tal y como si estuviéramos inmersos en un aparatoso videojuego en el que uno ha de ir superando pruebas y pantallas apresuradamente. Toda una tropa nos aguarda: 176



una horda de criaturas salvajes, una heroína (la gélida germana Antje Traue) experta en el combate cuerpo a cuerpo que carece de cualquier entidad, un guerrero oriental de una pieza (encarnado por el vietnamita Cung Le, campeón mundial de artes marciales) y hasta una especie de delirante y mezquino pícaro (Eddie Rouse) que invita, casi, a la carcajada. La presencia de unos y de otros no parece estar muy justificada dado que no son más que peones de diversa naturaleza que habitan un tinglado saturado y en verdad vacío que pretende abarcar correcalles, peleas, carnicerías, paranoias, reflexiones trascendentales y misticismo en un conjunto espasmódico, lejano a una mínima coherencia argumental y extraño a una dosificación de acciones y sucesos. Y mientras que el discurrir del sargento Bower, aunque demencial y desequilibrado, no descansa en virtud del efecto acumulativo, el colmo de lo cansino corresponde a la línea narrativa que se centra en el teniente Payton, en cuya piel se encuentra un Dennis Quaid con cara de circunstancias y en plena afectación, y cuya odisea mental es desaprovechada sistemáticamente hasta culminar en un desenlace de puro despropósito que, sospechamos, promete secuela. Al fin y al cabo, tampoco podíamos esperar demasiado del realizador alemán Christian Alvart, quien, tras obtener cierta popularidad con el thriller Antikörper (2005), fracasó en su debut en el cine americano con Expediente 39 (Case 39, 2007). En Pandorum no sólo se muestra incapaz de cohesionar los elementos sobre los que trabaja, sino que, además, luce un pésimo sentido de la planificación al esclavizar sus imágenes a la fragmentación y la dispersión, lo cual está en consonancia con el caos argumental, descriptivo y narrativo de este prescindible refrito. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 178


Paranormal Activity Título original: Paranormal Activity. Dirección: Oren Peli. Productores: Oren Peli, Jason Blum para Blumhouse Productions. Guión: Oren Peli. Fotografía: Oren Peli. Montaje: Oren Peli. Efectos especiales: KNB. Intérpretes: Micah Sloat (Micah), Katie Featherson (Katie), Mark Fredrichs (el psíquico), Amber Armstrong (Amber), Ashley Palmer (Diane), Randy McDowell (teniente Randy Hudson), Tim Piper (Richard), Crystal Cartwright... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2007. Duración y datos técnicos: 86 min. color 1.85:1. Cuando una joven pareja de clase media se muda a lo que parece ser la típica casa de barrio de nueva construcción, empieza a ser perturbada por un espíritu que se muestra muy activo durante las noches, especialmente cuando la pareja duerme. La presencia parece obsesionada muy en concreto por Katie. Su novio Micah, operador de bolsa, se obsesiona con investigar a fondo el fenómeno. Conocedor de las tecnologías, Micah compra una cámara de vídeo de alta definición que coloca a los pies de la cama, consiguiendo así grabar lo que pasa realmente mientras duermen.

as teorías sobre la llegada de la posmodernidad al cine de horror han fecundado diversas divagaciones en torno a la efectividad de la falta de medios, los méritos de la publicidad viral o la importancia de internet en el devenir en las taquillas de pequeñas producciones que en principio no tienen nada que perder. Hay algo romántico en estas milagrosas historias de independientes que periódicamente se enfrentan a grandes artefactos de estudio como David contra Goliat, venciendo, demostrando, complaciendo a quienes pretenden aclarar que una película no necesita de grandes presupuestos para atraer a la gran masa que desea ser asustada y entretenida por el mismo precio de la tercera parte de la última multimillonaria saga de moda. Centrándose en el éxito de público en relación a su presupuesto, Paranormal Activity figura como el mejor ejemplo de cómo una película que renuncia a los mecanismos básicos que sostienen el Séptimo Arte (montaje, guión, fotografía...) puede convertirse en un fenómeno numérico y en una película en la que el boca-oreja genera una obligación ficticia para con el potencial espectador, que siente una curiosidad brutal por ver lo que sucede en esos misteriosos fotogramas azulados que muestran los tráileres de otra cinta que explota el aspecto documental para desarrollar una trama vista otras muchas veces. Sin entrar a comparar con recientes éxitos del mismo calibre, se puede afrontar esta nueva muestra de terror documental como el equivalente al cine de poltergeist como [REC] (2007) lo pudiera ser al de zombies o Monstruoso (Cloverfield, 2007) al kaiju eiga. Mucho más rentable que éstas, Paranormal Activity se benefició del sistema de marke-

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ting que depuraron las anteriores, siendo casi imposible valorar el fenómeno de las rentables videoproducciones sin que se las asocie a un gran diseño publicitario. Pero, lejos de los números, los datos y la recomendación de su visionado por el vecino del tercero o la peluquera de turno, cabe preguntarse qué hay detrás del ruido y las páginas de los foros. Más allá del cómo, en el celuloide queda el relato de una pareja que decide dejar constancia del asedio que sufre por parte de alguna entidad demoníaca, que se manifiesta de forma más o menos violenta en su propia casa. Nada nuevo ni original, salvo por su calculado desarrollo climático que satura la narración con episodios nocturnos en la habitación de los protagonistas. Una idea narrativa con aspiraciones a un “menos es más”, que en esta ocasión genera cierta sensación de tedio en su narrativa autoespecular, donde el juego de las cinco diferencias sobre un mismo plano se eterniza con minúsculos sucesos que, si bien consiguen inquietar, se apoyan en una demasiado adocenada serie de excusas entre escena y escena que pretenden apoyar la progresión y virulencia de los ataques con un trasfondo ocultista que aporta poco y abre demasiadas líneas sin final. La mirada naturalista del día a día de una pareja como cualquier otra es creíble pero endeble, tan realista como poco excitante, pero funciona en la mayor parte del metraje, tanto como elemento de aproximación como propia excusa para el formato. No son pocos los logros de una película como Paranormal Activity. Asusta y logra crear tensión en su irregular y excesivo metraje, pero no supone ningún avance en el manejo de los engranajes del suspense ni se erigirá en abanderada del nuevo cine de terror. No entraremos a juzgar si el hype está justificado o no, es sólo otra muestra de ese celuloide crudo que recurre a la vena hiperrealista para conseguir inmutar al espectador. Jorge Casanueva (Salamanca. España) 180


Pequeños invasores Título original: Aliens in the Attic. Dirección: John Schultz. Productor: Barry Josephson para Josephson Entertainment, New Upstairs Productions, Regency Enterprises, Twentieth Century-Fox Film Corporation, Upstairs Canada Productions. Guión: Mark Burton, Adam F. Goldberg, según argumento de M. Burton. Fotografía: Don Burgess. Música: John Debney. Montaje: John Pace. Efectos especiales: CIS Vancouver, Gentle Giant Studios, Image Engine Design, Proof, Rhythm and Hues, Soho VFX. Intérpretes: Carter Jenkins (Tom Pearson), Austin Robert Butler (Jake Pearson), Ashley Tisdale (Bethany Pearson), Ashley Boettcher (Hannah Pearson), Henri Young (Art Pearson), Regan Young (Lee Pearson), Doris Roberts (Nana Rose Pearson), Robert Hoffman (Ricky Dillman), Kevin Nealon (Stuart Pearson), Gillian Vigman (Nina Pearson), Andy Richter (tío Nathan Pearson), Tim Meadows (sheriff Doug Armstrong), Megan Parker, Maggie VandenBerghe, Doug MacMillan, Warren Paeff, Thomas Haden Church, Josh Peck, Ashley Peldon, Kari Wahlgren, J. K. Simmons... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Canadá 2009. Duración y datos técnicos: 86 min. color 1.85:1. La familia Pearson se traslada a pasar unos días a una casa junto a un lago, donde se les unirán el tío, los sobrinos y la abuela, así como el bobo novio de la hermana mayor. Tom, sin embargo, está a disgusto, pues está harto de recibir la etiqueta de “cerebrito”, por lo cual ha suspendido a propósito. Sin embargo, una invasión extraterrestre de seres de treinta centímetros, que aterrizan en el ático, variará el rumbo de tan aburridas vacaciones.

as películas, opino yo, no hay que juzgarlas en una única globalidad; sería absurdo, por ejemplo, tener el mismo rasero para juzgar La pasión de Juana de Arco de Dreyer que La fiera de mi niña de Howard Hawks. Cada film tiene unas intencionalidades concretas, y está más o menos conseguido dentro de esas coordenadas precisas, no pidiéndole peras al olmo, en una frase hecha tan convencional como efectiva en este caso. Pequeños invasores (Aliens in the Attic, 2009), pretende ser una comedia fantástica juvenil. Nada más. El punto de partida, diríase, semeja tomado de uno de los mejores episodios de la mítica serie Dimensión desconocida (The Twilight Zone; 19591964), y en concreto el titulado “Los invasores” (The Invaders, 1961), de Douglas Heyes, en el que, a partir de un guión obra de Richard Matheson, una anciana (espléndida Agnes Moorehead) ha de combatir con un grupo de pequeños alienígenas que se han posado sobre el techo de su cabaña. Aquí, todo ello es trasladado al concepto del cine familiar norteamericano del momento, con adolescentes con problemas, y con el concepto de la familia tradicional como eje vertebrador de las relaciones. El caso es que, dentro de esas limitaciones, dentro de ese enfoque cabría decir, el film funciona; es honesto y utiliza sus reglas con convicción.

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El arranque podría parecer temible, y de hecho lo es, pero en cuanto los extraterrestres entran en función la cosa se anima en todos los sentidos, y los niños, tratando de impedir una invasión alienígena en masa mientras buscan por todos los medios que los adultos no se enteren, hacen uso del ingenio por encima de la fuerza, y en suma la película supone un panegírico al uso del intelecto por encima del borreguismo institucionalizado, como suele ser costumbre en otros productos similares. La película está plagada de gags a partir de ese momento, y en una época en la cual la comedia está tan de capa caída, esa supeditación al slapstick clásico la verdad es que resulta positiva, y recuerda más a las comedias clásicas de la Disney con adolescentes de por medio, digamos Te veo y no te veo (Now You See Him, Now You Don’t, 1972), de Robert Butler, que a lo que suele prodigarse en estos tiempos. No podía ser menos, como es habitual en el cine paródico de hoy día, se aprovecha para meter guiños cinéfilos del género, desde E.T. el extraterrestre (E. T. the Extra-Terrestrial, 1982), de Steven Spielberg, hasta la ya mítica frase “Toda resistencia es fútil”, pasando por los humanos convertidos en zombis por efecto de los alienígenas. En suma, no es una obra maestra, ni pretende serlo, sino un honesto esparcimiento familiar que, dentro de sus convenciones, también debe tener su lugar en las salas comerciales. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 182


Push Título original: Push. Dirección: Paul McGuigan. Productores: Bruce Davey, William Vince, Glenn Williamson para Summit Entertainment, Icon Productions, Infinity Features Entertainment. Guión: David Bourla. Fotografía: Peter Sova. Música: Neil Davidge. Montaje: Nicolas Trembasiewicz. Efectos especiales: Digiscope, Peerless Camera Company. Intérpretes: Chris Evans (Nick Gant), Dakota Fanning (Cassie Holmes), Camilla Belle (Kira Hudson), Djimon Hounsou (Henry Carver), Maggie Siff (Teresa Stowe), Ming-Na (Emily Hu), Nate money (“Pinky” Stein), Xiaolu Li (Pop Girl), Joel Gretsch (padre de Nick), Colin Ford (Nick de niño), Hal Yamanouchi, Corey Stoll, Scott Michael Campbell… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 111 min. color. 2.35:1. El joven Nick Gant verá como un grupo que les persigue mata a su padre. Años después, en Hong Kong, una adolescente le pedirá ayuda para salvar a su madre de una organización que utiliza a personas con poderes como agentes, que la tienen secuestrada.

on la proliferación de película de superhéroes venidos del tebeo era muy factible que los productores de la industria cinematográfica se planteasen hacer sus propios superhéroes, aunque no sean así llamados. Siguiendo las pautas creadas por Tim Kring para la serie televisiva Héroes (Heroes; 2006-...) el guionista, David Bourla, crea unos personajes con poderes que son perseguidos por una organización que quiere controlarlos, en una trama muy parecida a la de Ojos de fuego (Firestarter, 1984) de Mark L. Lester, basada a su vez en la novela de Stephen King. Lo poderes de estos “héroes” no son tan llamativos como sus hermanos de los cómics, pero la premisa es semejarlos a estos. El guión de Bourla, director de las graciosas parodias con pulgares Frankenthumb, Bat Thumb y The Godthumb, es bastante superficial y conciso, lleno de incidencias pero sin aportar nada interesante a la historia. No hay ningún desarrollo de personajes, así como una falta de empatía que repele al espectador, mostrándonoslos como personas antipáticas y desagradables; de esta forma lo que les sucede no interesa al público, provocando rechazo hacia estos y, por ende, hacia el mismo film. Se ha olvidado que el espectador debe sentir cierta afinidad con el protagonista para que este pueda mantener su atención en lo que se narra; al faltar esto, la cinta es desechada y olvidada por el público. Que la historia sea un poco obvia o repetitiva puede ser relegado si los personajes son interesantes o atrayentes, como no sucede con esta película. La realización de Paul McGuigan, director de, entre otras, El caso Slevin (Lucky Number Slevin, 2006), demuestra una casi nula pericia, mostrándose torpe en la mayoría de las secuencias, sobre todo en las de acción,

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sin saber dotar al conjunto de un ritmo que no parezca ir a trompicones. El director dice que estaba más interesado en los personajes, a los que considera mejor desarrollados que en otras películas del género, que en la acción, pero su incapacidad por producir algo de interés en el espectador es igual a su apatía en mostrarnos viveza en los acontecimientos que se visionan. No hay nada de interesante en los personajes ni en lo que cuenta, y, sobre todo, su sentido de la puesta en escena es tan caótico como, a veces, incomprensible. Esto nos conduce a los actores, que parecen por completo perdidos, hasta la excelente Dakota Fanning, que hace un trabajo decente a pesar de todo, pero que no puede sacar partido a su exiguo personaje, resultando antipática y bastante irritante: sólo hay que ver la escena donde se emborracha. Chris Evans, que ya hizo de La Antorcha Humana en Los Cuatro Fantásticos (Fantastic Four, 2005), se muestra insoportable, con tics y muecas que no aportan una interpretación lograda, provocando que el personaje no caiga bien al espectador. Una película que, bien planteada y escrita, podría ser una interesante muestra del cine de superhéroes actual, acompañando a SpiderMan o Batman en su deambular por la gran pantalla. Esperemos que algún otro creador pueda mostrarnos su visión de los superhombres de los tebeos con un enfoque más atrayente. Luis Alboreca (Madrid. España) 184


Repo! The Genetic Opera Título original: Repo! The Genetic Opera. Director: Darren Lynn Bousman. Productores: Mark Burg, Daniel J. Heffner, Oren Koules, Carl Mazzocone para Burg/Koules Productions, Twisted Pictures. Productores ejecutivos: Troy Begnaud, Peter Block, Jonathan McHugh, Darren Lynn Bowsman. Guión: Darren Smith y Torrance Zdunich, basado en su propia obra. Fotografía: Joseph White. Música: Darren Smith y Torrance Zdunich. Montaje: Harvey Rosenstock. Efectos especiales: Switch VFX. Intérpretes: Alexa Vega (Shilo Wallace), Paul Sorvino (Rotti Largo), Bill Moseley (Luigi Largo), Paris Hilton (Amber Sweet), Anthony Head (Nathan Wallace. Repo Man), Sarah Brightman (Blind Mag), Nivek Ogre, Terrance Zdunich, Sarah Power, Jessica Horn… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2008. Duración y datos técnicos: 98 min. color 1:85:1. Una epidemia de fallos orgánicos devasta el planeta causando millones de muertos. El pánico se desata y los científicos buscan soluciones para crear una “cosecha de órganos”. De la tragedia surge un salvador, GeneCo, una compañía biotecnológica que brinda la salvación a cambio de un precio. GeneCo ofrece una financiación para todos aquellos que se enfrenten a la cirugía y se recuperen. Pero si los “afortunados” no son capaces de hacer frente a los pagos, la compañía se reserva el derecho para cometer acciones legales contra el individuo... incluso recuperar los órganos ofrecidos a cualquier precio...

l género musical no se caracteriza precisamente por inundar a cada día nuestras carteleras, si bien en los últimos años, y eliminando de la ecuación las periódicas cintas de animación –cada vez más escasas– trufadas de canciones, ha experimentado un cierto auge. Hemos asistido a éxitos de público considerables como Chicago, que recolectó su debida retahíla de oscars en una maniobra claramente orquestada por Hollywood en pos de la revitalización del género, al bombardeo mediático que supuso en su momento Moulin Rouge, o al reciente empecinamiento de los medios más comerciales en su empeño de convencernos de que High School Musical significaba un punto y aparte en la vertiente. Capítulo aparte merecerían empresas como Mamma Mia o El Fantasma de la Ópera, una un vehículo de nostalgia para los fans de ABBA (en una jugada que recuerda, salvando las distancias, al mucho más interesante musical We Will Rock You, aún sin versión cinematográfica), y la otra una nueva adaptación de la célebre novela de Gaston Leroux por parte del célebre Andrew Lloyd Weber, a partir de su versión escénica. Todo esto, si algo deja claro, es que el musical ha conseguido su cuota de público en los últimos años, y como género de potencial comercial redescubierto, es normal, amén de predecible, su mixtura con el resto de géneros disponibles, en busca de bolsillos que desvalijar. El caso que nos ocupa acerca el musical al terror, mezcla, probablemente, de las más escasas vistas a lo largo de su historia; salvo la inamo-

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vible y más bien humorística Rocky Horror Picture Show, el único título con trazas de terror que servidor puede recordar en este momento es la también reciente Sweeney Todd, El barbero diabólico de la Calle Fleet, del excéntrico Tim Burton, que ya había tenido dos aproximaciones al género con sus cintas animadas Pesadilla antes de Navidad y La novia cadáver. En tímido intento se quedó una rareza como Atomik Circus, con una Vanessa Paradis que deseaba vivir en un musical pero se ve atrapada en una invasión alienígena con toque gore. Con el terreno especificado tan relativamente virgen así pues, Repo! The Genetic Opera llega con una pomposa y desafiante campaña publicitaria en la que se afirma que derrocará a la mismísima Rocky Horror Picture Show, obteniendo así estatus de culto. Ello tras un discreto paso por los dos grandes festivales especializados españoles, Sitges y Donosti, donde quedó mucho más marcada la impronta de sus polémicos y engorrosos pases, en los que se sometió a detector de metales a los asistentes y se suspendió más de una proyección por miedo a los piratas, que la calidad del film. Y es que, tras tanta historia y tanta pretendida expectación, lo que nos topamos, no sin sospecharlo conociendo la más que mediocre trayectoria de su director especialista en secuelas Darren Lynn Bowsman, es con uno de los musicales más sosos y aburridos que servidor ha tenido la desgracia de padecer. Apenas ninguna de las canciones se sale del esquema que ya escuchamos en los primeros compases, con riffs monocordes de guitarra eléctrica repetitivos y machacones que no dejan lugar alguno al lucimiento o simple diversidad en las líneas vocales de unos actores que ha186


cen lo que pueden, muy poco, salvo tal vez en el caso de un Anthony Head a quien ya vimos en Buffy cazavampiros –la serie– desenvolverse muy bien en temas musicales, y un acertadamente teatral Paul Sorvino, que ejerce de villano de la función. Sobre la capacidad del resto del reparto, solo diremos a modo ilustrativo que Paris Hilton no nos pareció lo peor del elenco. Saquen sus propias conclusiones. Canciones aparte, la historia, que avanza con la lentitud que le imponen los repetitivos números musicales, es terriblemente aburrida, tópica y previsible, la estética, aunque cuidada, está plagiada de decenas de referentes con la ciudad de Blade Runner a la cabeza, y sólo fragmentos narrados al estilo cómic enriquecen una narración que, si bien no esperábamos que sorprendiera u ofreciera la sorpresa e icono generacional que su productora promete, al menos no se convirtiera en una hora y media de puro sopor, por mucho (y de hecho, mucho no hay) gore de actitud festiva con que se sazone ocasionalmente la pantalla. En definitiva, y aunque estoy seguro de que aceptación, y tal vez hasta cierta porción del culto que pretende, la película obtendrá, aunque solo sea por la escasa competencia estilística que puede encontrarse, por mi parte tildaría la cinta de decepcionante, si no fuera porque ya se veía venir lo que daría de sí: muy poca cosa. Francisco José Corral Leo (Madrid. España) 187


La semilla del mal Título original: The Unborn. Dirección: David S. Goyer. Productores: Michael Bay, Andrew Form, Bradley Fuller para Rogue Pictures, Platinum Dunes, Phantom Four. Guión: David S. Goyer. Fotografía: James Hawkinson. Música: Ramin Djawadi. Montaje: Jeff Betancourt. Efectos especiales: Asylum VFX, KNB. Intérpretes: Odette Yustman (Casey Beldon), Gary Oldman (rabino Sendak), Meagan Good (Romy), Cam Gigandet (Mark Hardigan), Idris Elba (Arthur Wyndham), Jane Alexander (Sofi Kozma), Atticus Shaffer (Matty Newton), James Remar (Gordon Beldon), Carla Gugino (Janet Beldon), C.S. Lee (Dr. Lester Caldwell), Michael Sassone (Eli Walker), Ethan Cutkosky, Craig J. Harris, Rachel Brosnahan, Kymberly Mellen, Brian Boland, Mindy Bell, Roslyn Alexander, Maury Cooper, Mandy Schneider, Guy Van Swearingen, Ericka Ratcliff... Nacionalidad y año: Estados Unidos 2009. Duración y datos técnicos: 87 min. color 2.35:1. Una adolescente que vive con su padre, tras el suicidio años atrás de su madre, que se ahorcó, comienza a tener visiones de un niño aterrador, que le suministra inquietantes avisos. Un problema ocular le hace descubrir que era melliza, pero que su hermano murió antes de nacer, estrangulado por el cordón umbilical.

e vez en cuando surgen películas de terror cuya única función es narrar una historia típica de género y servir de recreo a los aficionados al mismo. Esta es una de esas. David S. Goyer, guionista y director, habitual en el cine fantástico, concibe esta película de breve duración y que va directa al asunto, sin retóricas superfluas y dejando a las claras desde el inicio las reglas del juego. El resultado es una película franca y honesta, no especialmente destacada pero tampoco desdeñable. Lo que más despunta es el intento de hacer uso de unos elementos poco habituales en el cine de terror para otorgar una pátina de cierta frescura. Así, tenemos todo inducido por dispositivos provenientes de la mitología judía, en concreto nos las hallamos frente a un dybbuk, espíritu nonato que fluctúa entre este mundo y el del más allá, y que pretende volver a morar aquí, tomando posesión de algún cuerpo. La cinta está plagada de simbolismos que van aportando pistas de lo que acontece, así, la muerte de la madre, provocada por ahorcamiento, al igual que la del feto, estrangulado por medio del cordón umbilical. También los espejos suponen un elemento a considerar dentro de estas simbologías, que van conduciendo directas al asunto que concierne. Buenas ideas. El caso es que, después, todo se queda digamos en agua de borrajas. Quizás esa concisión a la que aludíamos es la que, al final, ocasiona que todo se quede demasiado en la superficie, sin ahondar. Además, los me-

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canismos inductores de lo que acontece, pese a partir de esos elementos novedosos que referíamos, al final se desenvuelven de una manera ya conocidas por los aficionados al género, a quien la sensación de déja vu asalta de continuo, con una historia que, en el fondo, no es sino una reestructuración de El exorcista (The Exorcist, 1973) de William Friedkin, con destellos visuales tomados de La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978) de Philip Kaufman, así como la escena de la “araña humana” del remontaje efectuado al film de Friedkin. El clímax, acontecido en el hospital abandonado, sufre también de ese defecto de concisión, y todo se desenvuelve de un modo obvio y poco llamativo. El, por el contrario, largo epílogo, aporta detalles que ya resultan fehacientes para el espectador, por lo cual no es precisa tanta redundancia. En resumen, una película sencilla, que se queda muy por debajo de sus posibilidades, pero que tampoco disgusta en su llaneza, y que a lo largo de su metraje al menos resulta entretenida. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 189


Señales del futuro Título original: Knowing. Dirección: Alex Proyas. Productores: Todd Black, Alex Proyas, Jason Blumenthal, Steve Tisch para Summit Entertainment, Escape Artists, Mystery Clock Cinema, Goldcrest Pictures, Kaplan/Perrone Entertainment, Wintergreen Productions. Guión: Ryne Douglas Pearson, Juliet Snowden, Stiles White, según argumento de R. D. Pearson. Fotografía: Simon Duggan. Música: Marco Beltrami. Montaje: Richard Learoyd. Efectos especiales: Animal Logic, BUF, Postmodern. Intérpretes: Nicolas Cage (John Koestler), Chandler Canterbury (Calek Koestler), Rose Byrne (Diana Wayland), D.G. Maloney (el desconocido), Lara Robinson (Lucinda Embry / Abby Wayland), Alan Hopgood (reverendo Koestler), Adrienne Pickering (Allison), Joshua Long, Danielle Carter, Alethea McGrath, David Lennie, Tamara Donnellan, Travis Waite, Ben Mendelsohn, Gareth Yuen, Lesley Anne Mitchell, Liam Hemsworth, Raymond Thomas... Nacionalidad y año: Estados Unidos, Reino Unido 2008. Duración y datos técnicos: 121 min. color 2:35:1. El resultado de un perspicaz juego escolar se resuelve, cincuenta años después, con una investigación que enfrentará a un profesor de Astronomía con dudas de fe, recién enviudado, padre de un hijo de sentidos agudizados y mirada despierta, con un misterio numerológico en cuya solución se encuentran no ya las claves que parecen explicar algunos sucesos acaecidos en el pasado reciente, sino también de un futuro, de repente, amenazado por un acontecimiento singular y de proporciones apocalípticas…

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ohn Carpenter, convertido por los nostálgicos en un ave fénix en perpetuo estado de regeneración, Roland Emmerich, hastiado de pergeñar —sigue siendo su hobby— la manera más espectacular y efectista con la que destruir la Tierra ad aeternum, y Paul Anderson y su cuenta corriente, felices de los generosos beneficios que les comportan la explotación cinematográfica de los videojuegos demodé, han terminado de convertir a David Twohy (el gran tótem del género en su versión más evocadora) y, sobre todo, a Alex Proyas, en las únicas cabezas visibles a la hora de captar la atención de la mass media en torno a productos más o menos inspirados en la ciencia ficción de altos vuelos, un asunto nada menor (y elogiable) en una época oscura cuyos conceptos más próximos al género van a nutrirse de superhéroes atribulados por su exceso de ímpetu, de remakes que pretenden evocar viejos tiempos, de dilemas ecológicocatastrofistas de perfil bajo y de monstruos alienígenas de andares robotizados y voces solemnes, adictos a las palomitas y al ruido. No cuenta, pese a todo, el director de Dark City, del beneplácito del espectador de género más refinado, que tampoco le considera el clavo en el que debe apoyarse el futuro del cine fantástico si quiere permanecer aprehendido a un escalafón próximo a la Serie A. Y, sin embargo, no deja 190


de poseer el bueno de Alex Proyas una filmografía repleta de productos notables, la mayoría dedicados, más que tangencialmente, al desarrollo de la ciencia ficción cinematográfica, al menos en su vertiente estética, denotando una rara habilidad para convertir argumentos trufados de ingredientes ajenos en lúcidos technothrillers de aroma apocalíptico (Yo robot), en invasiones marcianas híbridas de los universos de Philip K. Dick y Kafka (Dark City); en superhéroes malditos porque nunca llegaron a serlo (El Cuervo)…, y lo sigue haciendo en su última película, Señales del futuro (Knowing), un film con el que renuncia, sólo parcialmente, a sus constantes ornamentales pero no a esa rara habilidad para saber ocultar entre los márgenes de su trabajo, entre el fasto y la pirotecnia que le imponen, no pocas dosis de fatalismo y otras subtramas de carácter melancólico, del todo punto ajenas a su naturaleza de producto para todos los públicos y gustos, que es justo lo que prometen –de forma equivocada, y así lo festejamos— los afiches promocionales de su última cinta. Repleta de referencias cinéfilas (algunas tan obvias como vindicables, caso de The Day the Earth Caught Fire de Val Guest, otras más ignotas como Mimzy. Más allá de la imaginación de Bob Shaye, de la que coge parte de su trasfondo dramático y toda su moraleja), a los seguidores de la ciencia ficción literaria, sin embargo, puede llegar a recordarles el excelente relato “El fin de la evolución” de Robert Arthur, si bien Alex Proyas es capaz de encontrar una identidad de forma autónoma en su propio trabajo, aún transcurriendo por caminos altamente transitados con anterioridad, y a pesar de contar con el protagonismo de un Nicolas Cage que ya se ha 191


visto antes en alguna parecida (a estas alturas ya sabemos que a Cage le gustan más los enigmas que los asesores estilísticos), nunca tan lúcida. Lo hace a través de un entramado que mezcla, también de forma delirante, diferentes subgéneros y texturas; del terror que sugiere su espeluznante prólogo al suspense más sofisticado (personificado, es un decir, en la figura de los “Susurradores”) y efectista, pasando —será esta su vertiente más valiosa— por el cine fantástico de corte antropológico, con la fe y la ciencia como referentes conceptuales en pugna. Se recrea en sus cuitas existenciales, otorgándole un protagonismo excesivo tanto a los problemas familiares que sacuden al protagonista como al propio Nicolas Cage (tan insoportable como casi siempre, tenía que decirlo); tarda demasiado en poner fin al debate entre la razón y la fe; pero apenas esto importa. Nos queda, sin embargo, una película preñada de dogmas religiosos (pienso en Orson Scott Card), provenientes de no menos adscripciones teológicas, mientras se desgrana un argumento cimentado sobre una estructura de cajas chinas y vasos comunicantes, resultando la sorpresa siguiente de mayor impacto que la anterior (alguna ciertamente epatante, ya en su parte final), permitiéndose la audacia de incluir en su desarrollo una de las escenas de catástrofes de mayor enjundia cinematográfica de los últimos tiempos, un (¿falseado?) plano-secuencia —tan bien ejecutado como pleno de eficacia— que va a terminar con nuestro protagonista rodeado de humo, desconcierto y trenes de aterrizaje envueltos en llamas. Es, en fin, el punto álgido, que no su conclusión, de una nada condescendiente historia cuyos mayores estímulos conceptuales se resuelven en sus márgenes. Lo que no es poco, podéis creerme. J. P. Bango (Ávila. España) 192


Europa Fantastica


El albergue rojo Título original: L’auberge rouge. Dirección: Gérard Krawczyk. Productor: Christian Fechner para Les Films Christian Fechner, TF1 Films Production, Fechner Audiovisuel, Canal+. Guión: Christian Clavier, Michel Delgado, según argumento de Jean Aurenche, Pierre Bost, basado en el guión de Jean Aurenche, Claude Autant-Lara. Fotografía: Gérard Sterin. Música: Alexandre Azaria. Montaje: Nicolas Trembasiewicz. Efectos especiales: Jacques-Olivier Molon (maquillajes especiales). Intérpretes: Christian Clavier (Pierre Martin), Josiane Balasko (Rose Martin), Gérard Jugnot (padre Carnus), Jean-Baptiste Maunier (Octave), Sylvie Joly (Condesa de Marcillac), Anne Girouard (Marie-Odile de Marcillac), Urbain Cancelier (Philippe de Marcillac), François-Xavier Demaison (Simon Barbeuf), Jean-Christophe Bouvet, Laurent Gamelon, Christian Bujeau, Olivier Saladin, Igor Skreblin, Juliette Lamboley, Frédéric Epaud, Jan Rouiller... Nacionalidad y año: Francia 2007. Duración y datos técnicos: 95 min. color 2.35:1. El maduro matrimonio propietario de un albergue suele asesinar a sus clientes para robarles. Al lugar llega una diligencia ocupada por un grupo variopinto de personajes, entre ellos un monje y su joven pupilo. Pronto decidirán que todos han de ser sus nuevas víctimas.

principios del siglo XIX aconteció un terrible suceso en un albergue de Peyrebeille (Ródano, en los Alpes); en 1831 Honoré de Balzac escribió una novela a partir de esos sucesos, El albergue rojo (L’auberge rouge). Esta novela sería llevada al cine en dos ocasiones, una en 1910, dirigida por Camille de Morlhon y con guión de Abel Gance, y otra en 1923 escrita y dirigida por Jean Epstein. En 1951, el realizador Claude Autant-Lara llevó a cabo otra versión de idéntico suceso, narrado en clave de parodia y protagonizada por Fernandel en el papel del monje. Ahora, Gérard Krawczyk, director de Taxi 2, 3 y 4, Wasabi y Fanfan la Tulipe (remake este de otro gran clásico del cine francés de los años 50), ha decidido rodar una nueva versión de la película de Autant-Lara. Lo más llamativo de esta nueva versión con respecto a su original es su cambio de punto de vista, centrándose más en el matrimonio causante de todo el desaguisado que en el monje, quien toma un papel ligeramente más secundario. Amén de ello, resulta muy peculiar advertir el enorme parecido de la presente con la versión que realizó Tim Burton de otros crímenes famosos, los de Sweeney Todd. Advirtamos que la película de Burton se estrenó en Estados Unidos en diciembre de 2007, y la presente en Francia el mismo mes y año, y llegaremos a la conclusión de que, ante la noticia del proyecto burtoniano, Krawczyk decidió llevar a cabo otra cinta en similar onda, pero sin canciones. Así, los propios títulos de crédito ofrecen una melodía (obra de Alexandre Azaria) que recuerda enor-

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memente a las compuestas por Danny Elfman para el realizador de Burbank, y el desarrollo del filme entrega también un tono de humor negro muy similar al del autor de Sleepy Hollow, mezclado, eso sí, con un talante parejo a El baile de los vampiros de Polanski. Así pues, aquí tenemos una cinta característicamente francesa, con un humor muy del país, y unos personajes, como es norma, un tanto tendentes a la desmesura y la agitación, uno de los cuales, por cierto, parece inspirado en el Alfredo Landa de No desearás al vecino del quinto (1970), de Ramón Fernández. Cuando mejor funciona la película es cuando da rienda suelta al humor cruel, como la escena en la cual un individuo está tumbado bajo una diligencia, arreglándola, y esta cae sobre él, aplastándolo, y las reacciones de los demás ante tal suceso, y cierto gag repetido insistentemente que recuerda a los dibujos animados del Coyote. Por lo demás, sorprende la puesta en escena de Krawczyk, algo sosegada teniendo en cuenta sus precedentes, y su interés en destacar visualmente el conjunto por medio de una magnífica fotografía y un uso espléndido de los paisajes naturales. Los actores, dentro de esa referida desmesura que aludíamos con respecto a sus personajes, ofrecen buenas interpretaciones, en particular el trío protagonista. No es una gran película, pero sí un simpático entretenimiento menor que se deja ver sin disgusto. Teniendo en cuenta que se trata, además, de un producto que, por una vez, no nos llega de Estados Unidos, es en cierto modo un soplo de aire fresco en nuestras carteleras. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 195


Antichrist Título original: Antichrist. Dirección: Lars Von Trier. Productora: Meta Louise Foldager para Zentropa. Guión: Lars Von Trier y Anders Thomas Jensen. Música: Fragmento del Rinaldo, “Lascia ch’io pianga” de Händel. Fotografía: Anthony Dod Mantle Montaje: Anders Refn. Intérpretes: Willem Dafoe (Él), Charlotte Gainsbourg (Ella). Nacionalidad y año: Dinamarca, Alemania, Francia, Suecia, Italia, Polonia 2009. Duración y datos técnicos: 105 min. color 2.35:1. Una pareja sumida en el dolor se retira a una cabaña perdida en medio del bosque, llamada “Edén”, con la esperanza de que el contacto con la naturaleza cure sus corazones rotos y su tambaleante matrimonio. Pero la naturaleza sigue su curso y las cosas empiezan a ir de mal en peor.

e entre las muchas notas teóricas que dejó escritas, Jean Epstein acabó concluyendo que el cine se había transformado en un arte de lo invisible. Por ello, su concepto de la fotogenia era fugaz y efímero; experiencia y emoción en movimiento que acaba consolidándose como el elemento constitutivo del cine. De un arte que se define por su carácter representativo –de la realidad, por ejemplo– y, sin embargo, no renuncia a encontrar una poética propia; una identidad individual que module las inquietudes de cada artista. Dar vida a los fantasmas de nuestro interior; exponer en la pantalla nuestras impresiones más profundas, más íntimas, más difíciles de plasmar porque apenas las conseguimos intuir. Abrirnos hacia fuera para observar lo que hay dentro. En Antichrist (Antichrist, 2009), Lars Von Trier combina naturaleza con naturaleza humana, como si éstas fueran dos entidades independientes y, a la vez, formasen parte del mismo conjunto. Agita los cuerpos de sus protagonistas hasta bordear la ribera del torture porn y, en cambio, desprende una lástima y un desconsuelo que produce mayor incomodidad que cualquier violencia explícitamente gráfica enunciada. Quizá porque, lejos de sus obviedad, de sus eventuales salidas de tono; lejos de su aspecto de titiritero engañosamente distante que aparece y desaparece de sus filmes según le conviene, Von Trier está abriendo en canal su mente para que nosotros hagamos lo mismo. Para que toda esa intensidad dramática que pueda suscitar la muerte –la de cualquier ser, querido o no– no obstruya nuestra capacidad de analizar nuestros sentimientos, si es que los tenemos, y nuestras reacciones al duelo o a su falta. De alguna manera, nos proyectamos sobre la pantalla blanca como si los personajes no existiesen y nos contemplásemos a nosotros mismos; y nos revolvemos sobre la butaca. Porque lo que vemos, pasado el malestar inicial, nos anestesia –por su belleza formal, fea, hermosa, excesiva toda ella– y nos hace sentir como él

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(Willem Dafoe), una figura obsesionada por comprender la naturaleza de ella (Charlotte Gainsbourg) que, en su esfuerzo, acaba separándose de la capacidad de duelo de ésta –así como la naturaleza se independiza de la naturaleza humana, y ese bosque que encierra la cabaña Edén se convierte en territorio alucinado a medio camino entre la razón y lo ignoto– asimilando, no obstante, su imposibilidad de vivirlo de la misma manera. Von Trier habla de las emociones humanas de manera radical, porque dispara sobre la raíz, pero buscando que empaticemos con su discurso. Sabiendo que no lo va a conseguir, porque tememos bucear en nuestras interioridades y alcanzar una respuesta que nos amargue la existencia: que estemos vacíos, que las palabras que pronunciemos cuando amamos a alguien, o cuando estamos afligidos por un suceso, tengan una validez limitada exclusivamente a un registro del lenguaje; que fuera de ese lenguaje, mejor o peor razonado, la triste realidad sea que no estamos capacitados para sentir realmente todo aquello que sentimos. Un, en definitiva, terrible exorcismo sobre nuestros sentimientos que, a pesar de conocer su fracaso, Von Trier se obsesiona por recorrer hasta sus últimas consecuencias. De esta premisa es probable obtener un grado de desesperación –porque nos reconocemos en ese perfil, porque no queremos que nuestra intensidad emocional acabe arrollándonos, porque no tenemos los mimbres adecuados para vivirla– tan elevado como de molestia causada por el espectáculo que el realizador danés convoca a medida que avanza la película. 197


En El intruso (L’intrus, 2000), Jean-Luc Nancy reflexionaba sobre su cuerpo enfermo necesitado de un transplante de corazón, y de cómo ese nuevo órgano alteraría su percepción de sí mismo, haciéndole un intruso en su propio cuerpo, su propio yo, extrañándose hasta convertirse en algo simultáneamente ajeno y propio; en otras palabras, dándole un nuevo matiz a la propiedad. Antichrist exige que nos extrañemos para observarnos en ese proceso. Pero no a la manera de Cronenberg, con una mirada de entomólogo fascinado por su visión del mundo; quizá a la manera de Zulawski –aunque el realizador polaco sea más hiriente y libre en su visión del ser humano– o de Tarkovski; desesperadamente humana. Como si todo ese juego de crueldad y dolor que inspiran las imágenes del filme –desde su prólogo exquisitamente sádico, irónico y despiadamente humano, hasta los capítulos finales– lo produjésemos a causa de nuestra insistente necesidad de colocar esa emoción justa en el lugar –el entierro de un niño, una sesión de terapia, mientras hacemos el amor– que no corresponde. Sólo satisface nuestra impostura emocional, ese primer gesto tranquilizador de acompañar en el sentimiento y no tener ni idea de en qué radica ese determinado sentimiento. En síntesis, darnos cuenta de que vivimos nuestras emociones como extraños, y que hasta el sexo es visualizado como una mezcla de movimientos preciosistas marcados por su ausencia de autenticidad. La carrera de Tarkovski, dentro y fuera de la Unión Soviética, vino marcada por su deseo de hallar lo humano entre áreas; entre lo pernicioso y lo trascendente; entre el éxtasis de encontrarlo y la frustración de dedicar toda una vida a semejante empresa. En Antichrist el viento sopla, los 198


personajes se solapan con su entorno hasta participar cada uno de los dos roles asignados –naturaleza y naturaleza humana–, hasta conducirles a la simbiosis completa –en esa hermosa imagen de ella fundiéndose con la hierba verde. Pero, en cambio, no llegamos a tener la certeza de que consigan alcanzar esa conciliaridad –la libertad en armonía con el entendimiento, sea en el área que sea– anhelada por el realizador ruso. Quizá porque el tiempo ha pasado, la sociedad ha ido fracturándose paulatinamente y Antichrist participa de esa fractura casi insalvable. Lars Von Trier será un imitador –de Dreyer, de Brecht, incluso de Gene Kelly– y sus películas podrán o no participar de la impostura que muchas veces ahoga su gesto de verdadero artista. Incluso Antichrist podrá navegar en un ridículo consciente y asumido tanto como en una desbordante corriente salvaje de emociones primarias. De lo que no cabe duda es que consigue sacudir las telarañas de nuestra vieja moral, embargarnos en nuestra propia zozobra y jugar, a veces delicadamente, otras poniendo sus manazas, con nuestros sentimientos. Tal vez, porque nos sienta más extraños de lo que se siente él mismo. Tal vez porque ya nos lo sintamos nosotros; tanto como cuando lloramos sin explicación alguna, o cuando tenemos un motivo y no lo hacemos. Tanto como cuando investigamos en torno a nuestra naturaleza humana y nos aterroriza sentirnos patéticos al no tener posibilidad de describir por qué amamos a quienes amamos. Y eso, sea una buena o una mala película, es cada día más difícil de inspirar, porque cada vez es más fugaz. Óscar Brox (Valencia. España) 199


The Broken – Roto Título original: The Brøken. Dirección: Sean Ellis. Productor: Lene Bausager para Left Turn Films, Gaumont International, Thriller, Ugly Duckling Films. Guión: Sean Ellis. Fotografía: Angus Hudson. Música: Guy Farley. Montaje: Scott Thomas. Efectos especiales: John Rafique (supervisor). Intérpretes:Lena Headey (Gina McVey), Richard Jenkins (John McVey), Michelle Duncan (Kate Coleman), Asier Newman (Daniel McVey), Melvil Poupaud (Stefan Chambers), Ulrich Thomsen (doctor Robert Zachman), Daren Elliott Holmes, Howard Ward, Damian O’Hare, Dennis Banks, In-Sook Chappell, Peta Longstaff... Nacionalidad y año:Reino Unido, Francia 2008. Duración y datos técnicos: 88 min. color 2.35:1. Gina sigue a una misteriosa mujer hasta su apartamento. A partir de aquí, los acontecimientos van a tomar un giro inesperado, pues la mujer es totalmente idéntica a ella... y la realidad se tornará pesadilla.

he Broken – Roto (The Brøken, 2008) es una de esas películas que tienden a polarizar las opiniones de los aficionados, entre los que lo ven como un producto imperfecto pero sugestivo y aquellos que la perciben como una mera tomadura de pelo. Curiosamente, ambos “bandos” coinciden a la hora de señalar gran parte de los pecados y virtudes de la obra, sobre todo los primeros. Dejando constancia de este hecho y admitiendo, ya de base, que estoy más cerca del primer grupo que del segundo, trataré de dar una visión lo más objetiva posible de la cinta que ocupa estas líneas. The Broken se inicia como una película que aborda la temática del doble desde un punto de vista más o menos tradicional, al presentarnos a la protagonista encontrándose con una mujer extrañamente parecida a ella y entrando en su casa. Sin embargo, y tal vez ahí radica en parte su hándicap, pronto evoluciona hacia derroteros más complejos y cercanos a productos de ciencia ficción como La invasión de los ladrones de cuerpos, en cualquiera de sus versiones. Es decir, pasamos del conflicto personal de la protagonista a uno de carácter más global, al menos en apariencia, ya que la trama está enfocada desde la perspectiva de ésta y su familia, con lo que el trasfondo queda algo difuminado y el espectador intuye más de lo que realmente ve. Lo cierto es que esta sensación, de que se nos muestra menos de lo que se debiera, de que se deja una parte importante de la historia a interpretación del espectador, es una constante a lo largo del metraje y se ve acentuada por un montaje algo elíptico y cierto abuso de los flash backs, no siempre bien insertados en la historia. El espectador se ve obligado a rebobinar mentalmente lo que ha visto y a reinterpretar ciertos detalles de un modo diferente a como lo había hecho hasta entonces.

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Durante todo el metraje la película está teñida de una curiosa atmósfera de irrealidades que se ve acentuada por un uso de la fotografía de colores claros y algo difuminados, dotando, de este modo, al filme de cierto aire de ensoñación. También resalta la mencionada fotografía pequeños detalles, como un vaso de café, que se usa de nuevo para insinuar más de lo que se muestra y generar cierta inquietud en el espectador que ha entrado en el juego propuesto por Sean Ellis y enervar a los que no lo han hecho. En consecuencia, según el humor de cada espectador o sus gustos, la película puede percibirse bien como un globo vacío que intenta paliar con excesos estéticos lo raquítico de su guión, o bien como una cinta que no acaba de exprimir todo su potencial argumental, pero cuya narrativa, un tanto onírica, compensa la mayor parte de estos fallos. Lo único que tengo relativamente claro es que de haber contado con un guión menos ambicioso y hubiese narrado una historia a escala más pequeña (la familia) es probable que el resultado hubiese sido más homogéneo, aunque se hubiese perdido algún que otro momento bastante sugestivo. Ana Morán Infiesta (Gijón. España) 201


Déjame entrar Título original: Låt den rätte komma in. Dirección: Tomas Alfredson. Productores: Carl Molinder, John Nordling. Guión: John Ajvide Lindqvist, sobre su propia novela de título homónimo. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Música: Johan Söderqvist. Montaje: Tomas Alfredson, Dino Jonsäter. Efectos especiales: Jens Martensson, Kalle Schröder. Intérpretes: Kare Hedebrant (Oskar), Lina Leandersson (Eli), Per Ragnar (Hakan), Henrik Dahl (Eric), Karin Bergquist (Ivonne), Meter Carlberg (Lacke), Ika Nord (Virginia), Mikael Rahm (Jocke), Karl Robert Lindaren (Gösta)… Nacionalidad y año: Suecia 2008. Duración y datos técnicos: 115 min. color 2.35:1. Oskar, un niño solitario y de apariencia tranquila que sufre abusos por parte de sus compañeros y cuyos padres parecen ausentes, colecciona siniestros recortes de periódicos y posee un arma blanca que nunca se atreve a usar. En su vida aparece repentinamente una extraña niña de su misma edad, Eli, que se ha mudado al mismo bloque de viviendas. Entre ambos pronto surgirá una relación tan difícil como, en el fondo, irrompible, que se verá salpicada de víctimas colaterales.

n el cine de terror de los últimos tiempos, se antoja especialmente valiosa (y valiente) la apuesta por el tono minimalista, la sugerencia, el fuera de campo, la elipsis, la parquedad, la audacia visual en modo de juego de simbolismos formales, la ocultación con visos a ir edificando un conjunto que se revele con majestuosidad… Acostumbrados a un género proclive, en muchas ocasiones, al golpe de efecto, al exceso, al subrayado, al abuso de lo explícito, a la exhibición impúdica, resulta grato encontrarse con propuestas que creen en la fórmula del menos es más, aplicándola con mano firme y mediante una plena convicción en sus posibilidades. No se trata, pues, de asaltar al espectador a través de lo obvio o de lo enteramente visible, sino de desgranar con cuentagotas y de forma esquinada detalles que componen un todo y que van perfilando un universo regido por el silencio, la contención, la soledad, la frialdad… En lugar de una sobre-explicación o de una ostentación innecesaria, se invoca al espectador, en definitiva, para que interprete, para que extraiga una lectura de lo visto sin necesidad de ofrecerle un ejercicio del todo evidente que presente el material ya masticado y regurgitado. Tomando como base la novela homónima de John Ajvide Lindqvist, Déjame entrar contiene numerosas ramificaciones temáticas en su relato: acoso escolar, rabia reprimida, soledad, miedo, incomprensión, necesidad de afecto, ausencia de los progenitores, disfunción familiar, desprotección, incomunicación, venganza, amor eterno, fin de la inocencia, fascinación por lo siniestro, fragilidad de los sistemas de seguridad, sacrificio, autoexilio y, en suma, muchos más focos de atención susceptibles de ser citados. Así, la aparente sencillez de la propuesta, fruto de su transcurso

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en voz baja que sólo se rompe por puntuales alaridos, engloba, en verdad, una multitud de cuestiones que se dirimen en un universo gélido, impoluto, aislado, en cuyo seno bullen pasiones y violencias soterradas que, tarde o temprano, estallan con fuerza. Desde lo íntimo, desde una mirada a pequeña escala que se enfoca a los márgenes, la película se expande y, a partir de los códigos del fantástico, nos somete a un escrutinio: la naturaleza humana, percutida por la monstruosidad, es objeto de estudio. Ya los primeros minutos sintetizan y anticipan de manera ejemplar las líneas maestras que luego desarrollará la película. En el arranque está todo. A saber: nieva. Vemos el reflejo en una ventana de un chico rubio y blanquecino. Se acerca un taxi. En el interior del vehículo, un hombre mayor, de rostro lleno de surcos, ladea la cabeza y sonríe a una niña que está a su lado. Ella no le devuelve la mirada. Volvemos al chico, que está en casa, y apoya su mano en el cristal de la ventana, adelantando su intención de comunicarse y la conexión futura con alguien que se aproxima. El taxi llega a su destino. Baja una niña y se introduce en el edificio. El chico la 203


observa por una ventana, con curiosidad, y acto seguido blande un arma blanca, pronunciando una frase amenazante sin destinatario físico. Sólo está fantaseando. A continuación, el hombre mayor, que ya se ha hecho cargo del equipaje, tapa con cartón las ventanas de la vivienda que comparte con la niña. Este párrafo resume a la perfección la condición de los personajes: un niño sólo visto a través de un cristal y mediante una imagen borrosa, signo de su carácter algo fantasmagórico, aislado y cerrado en sí mismo; un hombre que se ocupa y preocupa, que carga las maletas y previene que la luz del sol invada la vivienda; y una niña misteriosa mostrada sólo en fragmentos. Uno tiende a pensar que la nacionalidad sueca de la película ha sido un factor fundamental para concebir Déjame entrar según lo anteriormente expuesto: como un cuento macabro, romántico, intimista y de implicaciones terribles, que, aún así, no necesita de aspavientos ni de grandes algarabías para golpear, puesto que su poder se mantiene agazapado, oculto, listo para salir propulsado ante nuestras narices con ferocidad. Un silencio, un sutil sonido o un pequeño gesto son suficientes para comunicar algo; una gota de sangre, una ventana tapada o un gato en estado de alerta, también. Tan gélido es el ambiente en el que se desarrolla la película como sobria y precisa es la plasmación de una puesta en escena ajustadísima a las necesidades narrativas. La gramática visual de Tomas Alfredson luce una elegancia y una exquisitez que sólo pueden ser calificadas como maravillosas. Con qué aplomo avanza, con qué exactitud plasma la historia y la contagia de una atmósfera glacial y según un soporte de rea204


lismo social. Y yendo más lejos, tampoco cabe desdeñar la definición de unos personajes interesantísimos que vagan, solos, en un entorno que promete cerrazón (paredes, puertas y ventanas como elementos divisores de espacios físicos y vitales de difícil acceso) a pesar de los paisajes abiertos. Resulta conmovedora y compleja la relación de ese niño que es objeto de burlas y abusos por parte de sus compañeros y esa extraña e inquietante niña que un buen día aparece y se convierte en la vecinita de al lado. A su alrededor, todo es desapacible y la sensación es de desamparo. Pero existe una unión entre ellos inquebrantable, que quema. Ambos tienen, en teoría, la misma edad, aunque ella hace mucho que continúa en los doce años. Él colecciona recortes de periódicos concernientes a brutales sucesos e imagina, hundiendo su arma en la corteza de un árbol, la posibilidad de herir con sadismo a los que le importunan. Una bestia parece estar agazapada en su interior a la que sólo hay que desatar. Es posible que Oskar, que entra en proceso de madurez y de auto-asimilación de sus rasgos primitivos, y Eli, animalizada cuando entra en liza su sed de sangre, sean las dos caras de una misma moneda, es decir, dos seres capaces de amar y matar. Y como parte accesoria, los adultos prácticamente son un telón de fondo, un elemento secundario, casi un “objeto” más del decorado. Reducidos a jugar el papel de meras comparsas, sólo refuerzan la sensación de que la pareja protagonista no puede apoyarse en ellos. El tratamiento del vampirismo aquí expuesto se ha de considerar respetuoso, ya que, sin pervertir los cánones tradicionales del mito, explora la vertiente trágica y maldita del mismo sobre parámetros emocionales muy 205


creíbles, a lo que contribuye de manera decisiva la primorosa interpretación de los dos actores principales y la medida dirección de Tomas Alfredson, un realizador siempre alejado del cine de terror que, ajeno a los tics habituales de muchos otros, acierta a la hora de hacer uso de la cotidianidad y la normalidad para otorgar mayor empaque a esta fantasía que combina liberaciones, tristezas y amores suicidas y condenatorios. Cabe señalar, al menos, una escena como candidata mayor para lucir el sello del recuerdo permanente: el clímax, localizado en la piscina, de modélica y atípica resolución, exprime el fuera de campo como pocas veces hayamos visto, componiendo una culminación de la catarsis que quita el aliento. Y el final, tan abierto como coherente, tan romántico como evocador, supone un colofón idóneo, pues ya nos permite imaginar cómo continuarán las vidas de estos amantes. No creo muy aventurado afirmar que la película, premiada y alabada con merecimiento en multitud de citas internacionales, puede ser, fácilmente, uno de los máximos referentes del género fantástico del nuevo siglo y, desde luego, no hay duda de que se ha erigido en la rutilante última sensación del cine europeo. Manel Lledó Bertomeu (Altea. Alicante. España) 206


En el nombre del rey Título original: In the Name of the King: A Dungeon Siege Tale. Dirección: Uwe Boll. Productores: Uwe Boll, Dan Clarke, Shawn Williamson. Guión: Doug Taylor, basado en un argumento de Jason Rappaport, Dan Stroncak y Doug Taylor sobre el videojuego Dungeon Siege. Fotografía: Mathias Neumann. Música: Jessica de Rooig, Henning Lohner. Montaje: Paul Klassen, David M. Richardson. Efectos especiales: SFX Studio. Intérpretes: Jason Statham (Granjero), John Rhys-Davies (Merick), Ray Liotta (Gallian), Matthew Lillard (duque Fallow), Leelee Sobieski (Muriella), Burt Reynolds (rey Konreid), Will Sanderson (Bastian), Ron Perlman (Norick), Claire Forlani (Solana). Nacionalidad y año: Alemania, Canadá 2006. Duración y datos técnicos: 127 min. color 2.35:1. La vida de un hombre muy trabajador, conocido simplemente como Granjero, cambiará para siempre cuando una banda intrusa de Krugs arrase a su paso la tranquila localidad de Stonebridge, asesinando a su hijo y secuestrando a su mujer. Movido por el dolor, el pacífico campesino lidera a su mentor y a su cuñado en busca del ejército Drug. Durante la invasión Krug, Merick, el mago real, descubre el verdadero origen de su fuerza: su viejo rival Gallian, un hechicero formidable y hambriento de poder. Gallian planea utilizar su infernal milicia para derrocar al rey Konreid y colocar a su títere en el trono. Mientras los ejércitos del rey cabalgan a su encuentro con los sanguinarios Krug, Granjero y sus compañeros pasan desapercibidos por los traicioneros puertos de montaña de Ehb con destino a tierras desconocidas.

ucho se ha dicho ya que el alemán Uwe Boll es el Ed Wood de la actualidad, y la verdad es que finalmente uno decide por curiosidad comprobar el grado de credibilidad que pueden tener tales comentarios típicos y se dispone a ver uno de los títulos de su filmografía que a priori pueda tener más atractivos de cara a su “visionado experimental”, resultando en esta ocasión la película aquí reseñada... Y he aquí que uno, si no confirma el ya tan manido comentario, sí que afirma que debe estar muy cerca, porque lo visto no se puede decir que sea una película fallida o mala, es un bodrio con todas las de la ley y, lo que es peor, con pretensiones no artísticas, sino de producto de evasión para adolescentes plagado de acción de videojuego (de hecho, gran parte de la filmografía de Boll son adaptaciones de estos) que resulta totalmente insufrible. La lista de despropósitos es larga: un guión que, a poco que uno se fije, se limita a ser un refrito de usurpaciones de la adaptación fílmica de la saga de El Señor de los Anillos, una puesta en escena que se mueve a golpe de efecto y acción ralentizada, brotes de humor chusco que surgen bruscamente, personajes maniqueos y estúpidos en su total integridad, con incoherencias supinas como supuestos granjeros que luchan como auténticos guerreros profesionales…

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La lista podría ser muy larga, pero prefiero ahorrarles sufrimiento, porque Uwe Boll demuestra ser todo lo que se dice sobre él, un patán que logró dirigir películas, si se le puede llamar dirección a derrochar cien millones de dólares y un elenco de actores populares (solo reservaré talento para Rhys-Davies, Perlman y, en ocasiones, Reynolds y Liotta) totalmente perdidos en la nada, en un engendro así. José María Miralles Aznar (Aspe, Alicante. España) 208


El imaginario del doctor Parnassus Títulos originales: The Imaginarium of Doctor Parnassus / L’imaginarium du docteur Parnassus. Dirección: Terry Gilliam. Productores: Terry Gilliam, Amy Gilliam, Samuel Hadida, William Vince para Davis-Films, Grosvenor Park Productions, Infinity Features Entertainment, Parnassus Productions, Poo Poo Pictures. Productores ejecutivos: Patrice Theroux, David Valleau. Guión: Terry Gilliam, Charles McKeown. Fotografía: Nicola Pecorini. Música: Mychael Danna, Jeff Danna. Montaje: Mick Audsley. Efectos especiales: FB-FX, Matte Painting, Peerless Camera Company. Intérpretes: Heath Ledger (Tony), Christopher Plummer (Dr. Parnassus), Johnny Depp (Tony, 1ª transformación), Colin Farrell (Tony, 3ª transformación), Jude Law (Tony, 2ª transformación), Lily Cole (Valentina), Tom Waits (Mr. Nick), Verne Troyer (Percy), Andrew Garfield (Anton), Quinn Lord, Verne Troyer, Paloma Faith, Carrie Genzel, Michael Eklund, Brad Dryborough, Ryan Grantham... Nacionalidad y año: Reino Unido, Canadá, Francia 2009. Duración y datos técnicos: 122 min. color 1.85:1. El Dr. Parnassus, con su extraordinario espectáculo ambulante “Imaginario”, ofrece al público la irresistible oportunidad de entrar en un universo repleto de maravillas e imaginación, pasando a través de un espejo mágico. Pero el Dr. Parnassus está maldito por un oscuro secreto. Jugador empedernido, hace miles de años hizo una apuesta con el Diablo, Mr. Nick, en la que ganó la inmortalidad. Siglos después, al conocer al amor de su vida, el Dr. Parnassus hizo otro trato con el Diablo, cambiando su inmortalidad por juventud, con la condición de que cuando su hija alcanzara la edad de dieciséis años, pasaría a ser propiedad de Mr. Nick. Ha llegado la hora de pagar el precio…

ras el punto muerto al que Terry Gilliam parecía haber llegado con sus últimas películas, no puede resultar más gratificante comprobar como el ex-Monty Phyton ha tomado buena nota retornando a sus orígenes, al peculiar delirio barroco que ha convertido en su sello inequívoco y personal, la hibridación –que no pastiche– de hallazgos visuales y narrativos ajenos felizmente fusionados en un todo único que sólo un verdadero autor podría lograr. Son muchos, en efecto, los rasgos definitorios que el director inglés nos brinda en este fascinante viaje en el que la realidad más sórdida puede ocultar la fantasía más desbordante a través de un espejo: resultan perceptibles los ecos de Fellini, Dalí, Lewis Carroll o Goethe, entre otros muchos, en un calidoscopio de ideas e imágenes que, retrotrayéndonos al propio Gilliam, podría definirse como una revisión de la magnífica Las aventuras del Barón Munchausen combinada con El rey pescador y el “corto” que iniciaba El sentido de la vida, con el pacto con el diablo como punto de unión y una moraleja –también constante en su filmografía– que lo resume todo: es la imaginación la que mueve el mundo, el poder de la fantasía puede transmutar la realidad, idea similar, por otra parte, a la que el otro

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gran mago del cine actual, Tim Burton, nos ofreció en Big Fish, pero aquí presentada con un poso más amargo, pues como en la obra maestra de Guillermo del Toro El laberinto del fauno, la realidad, en esa constante apuesta diabólica, acaba imponiendo su precio. No es, por desgracia, perfecta, esta nueva propuesta de Gilliam: abrumado quizá entre tan gran profusión de referencias, el argumento aparece liviano, zozobrando en más de un momento, como si de un pulso entre la historia y la idea se tratara. Mas, por fortuna, son momentos muy breves, y la historia no tarda en recuperar su ritmo y podemos continuar disfrutando la enorme belleza plástica de esta fábula (a pesar de la infografía y los efectos digitales, que tampoco faltan). Evidentemente, ni siquiera un cuentacuentos nato como es Gilliam puede renunciar a las exigencias del moderno espectáculo cinematográfico, pero su carrera ha sido una constante apuesta por la ruptura, y aquí, del mismo modo que el diablo –soberbio Tom Waits– juega con el doctor Parnassus –no menos espléndido Christopher Plummer, al igual que todo el resto del colosal reparto–, el director acaba llevando al espectador hacia los terrenos por él deseados, en el que, al menos visualmente, es su más equilibrado vínculo entre innovación y tradición. Es puro Gilliam. Pura magia. Manuel Aguilar (Madrid. España) 210


Imago mortis Dirección: Stefano Bessoni. Productores: Sonia Raule, Álvaro Augustín para Pixstar, Telecinco Cinema, Industrial Illusions Distribution, Ministero per i Beni e le Attività Culturali, Film Commission Torino-Piemonte. Guión: Stefano Bessoni, Luis Alejandro Berdejo, con la colaboración de Marcello Paolillo, Giulia Blasi, Richard Stanley, a partir de una idea de S. Bessoni, Giulia Graglia, Filippo Meneghetti, Antonio Marchesi, Piero Tomaselli. Fotografía: Arnaldo Catinari. Música: Zacarías M. de la Riva. Montaje: Raimondo Aiello. Dirección artística: Briseide Siciliano. Intérpretes: Alberto Amarilla (Bruno), Oona Chaplin (Arianna), Leticia Dolera (Leilou), Geraldine Chaplin (condesa Orsini), Alex Angulo (Caligari), Francesco Carnelutti (Astolfi), Silvia De Santis (Elena), Francesco Martino (Richard), Kenji Kohashi (Ozu)... Nacionalidad y año: Italia, España, Irlanda 2008. Duración y datos técnicos: 109 min. color 2.35:1. Bruno, estudiante en la Escuela Internacional de Cine Murnau, se enfrenta, junto al resto de sus compañeros, a la prueba de final de curso del temido profesor Gustav Olinski, conocido por el sobrenombre de Caligari por su fijación por el cine expresionista. Después de un turno de noche trabajando, el joven empieza a percibir cosas extrañas, visiones, en las que hay una presencia recurrente, un chico ensangrentado que parece guiarle para que descubra algo.

entro del actual panorama del cine europeo y, más concretamente, del ámbito mediterráneo, puede considerarse a Stefano Bessoni, coguionista y director de la presente cinta, como una verdadera rara avis; apasionado por el cine de género, de situación aún más paupérrima en su país natal que en el nuestro en la actualidad, este ilustrador y director italiano ha decidido olvidarse de cualquier tendencia doctrinaria y volcarse en el tipo de cine que realmente quiere hacer. Para ello, ha tomado como referencia la cinematografía más cercana –cultural y geográficamente– en la que poder inspirarse que, por increíble que parezca, ha resultado ser la nuestra. Así, con los thrillers psicológico/terroríficos de Aménabar, Balagueró y Guillermo del Toro como referentes, Bessoni plantea, en unión con Luis Berdejo –guionista de [Rec]–, un enigma metalingüístico con los orígenes del cine como base, más aún, con la misma esencia que define el arte cinematográfico como plasmador de la vida y los secretos que las cámaras capturan y reproducen, planteamiento por cierto que no ha dejado de tener notables precursores: el influjo de El fotógrafo del pánico planea constantemente sobre cada fotograma y, dentro del cine patrio, además de proyectar rasgos de Angustia (Bigas Luna, 1987), la premisa no deja de ser muy similar al de la reciente y soberbia No+Do. De tal modo, se narra la espiral de terror en el que un estudiante de la escuela de cine Murnau se ve envuelto al descubrir los misterios de la tanatografía, técnica capaz de im-

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primir la última imagen impresa en la retina de una persona al morir, descubierta por un científico loco del siglo XVII que no dudaba en sacrificar a personas vivas en sus experimentos, y cuyo estigma parece revivir en la tenebrosa escuela. Tan fascinante premisa, por fortuna, se ve servida por una puesta en escena acorde con sus planteamientos, y así, el homenaje al expresionismo alemán y las vanguardias europeas no se limita sólo a guiños referenciales –Murnau no es el único nombre que reconocerán los cinéfilos, en la escuela deambulan igualmente un doctor Caligari y un estudiante llamado Orfeo–, sino que la atmósfera destilada por las imágenes, la propia arquitectura de los edificios, corredores y pasillos que jalonan nuestra historia recuerdan por doquier tanto los hallazgos visuales de los maestros alemanes como de sus aventajados alumnos de la factoría Universal (atención, en este sentido, al plano final), logrando un muy estimable conjunto sólo desbaratado por el muy irregular trabajo de un reparto eminentemente juvenil en el que sin embargo descuellan actores más veteranos (con Geraldine Chaplin y Álex Angulo a la cabeza). Bessoni, de esta forma, demuestra ser un alumno aplicado, conocedor de las claves que dan cuerpo a una buena historia. Es una lástima que el guión, tanto por un desarrollo en exceso convencional como, sobre todo, por el evidente afán de conjugar el gusto erudito con las tendencias que puedan atraer al tan ajeno público actual –las imágenes, de este modo, no son parcas en elementos gore–, no llegue a resultar todo lo redondo que cabría esperar. Y es que no están los tiempos para platos demasiado refinados, y el presente, mucho nos tememos, se ve demasiado distinguido como para permanecer en las pantallas más allá de un tiempo fugaz. Manuel Aguilar (Madrid. España) 212


Otras

Latitudes


District 9 Título original: District 9. Dirección: Neill Blomkamp. Productor: Peter Jackson para Key Creatives, QED International, WingNut Films. Guión: Neill Blomkamp, Terri Tatchell. Fotografía: Trent Opaloch. Música: Clinton Shorter. Montaje: Julian Clarke. Efectos especiales: The Embassy, Image Engine Design, Weta Workshop, XYZRGB. Intérpretes: Sharlto Copley (Wikus van der Merwe), William Allen Young (Dirk Michaels), Robert Hobbs (Ross Pienaar), Jason Cope (Grey Bradnam), Kenneth Nkosi (Thom), Vanessa Haywood (Tania van der Merwe), Nathalie Boltt (Sarah Livingstone), Sylvaine Strike (Dr. Katrina McKenzie), John Summer (Les Feldman), Nick Blake (Francois Moraneu), Jed Brophy (James Hope), Louis Minnaar (Piet Smit), Vittorio Leonardi (Michael Bloemstein), Marian Hooman (Sandra van der Merwe), Mandla Gaduka (Fundiswa Mhlanga), Johan van Schoor (Nicol van der Merwe), Stella Steenkamp (Phyllis Sinderson), David James (Kobus Venter), Tim Gordon (Clive Henderson), Jonathan Taylor (el doctor)… Nacionalidad y año: Nueva Zelanda, Sudáfrica 2009. Duración y datos técnicos: 112 min. color 1.85:1. A la Tierra, en concreto a la ciudad de Johannesburgo, llega una nave espacial. En su interior se encuentran hacinados montones de extraterrestres en pésimas condiciones, y para ocuparse del asunto se crea la MNU, una oficina de control del asunto alienígena. Veinte años después, los extranjeros viven en chabolas y segregados por la población humana, que se considera superior.

eill Blomkamp es un cineasta de origen sudafricano, versado en efectos especiales, sobre todo en televisión, donde debutó con la serie StarGate (StarGate SG–1; 1997-2007); datando su última labor en este campo en 2001 con Smallville (Smallville; 2001-…). En 2005 dirigió, escribió y creó los efectos visuales de un corto de apenas seis minutos de duración titulado Alive in Joburg, que en tono documental narraba la aparición de extraterrestres en Johannesburgo. Tras este abordó otros dos cortos, uno inscrito de nuevo dentro de la ciencia ficción, Tempbot (2006), y otro, Crossing the Line (2008), co-dirigido con Peter Jackson. Su siguiente propósito era saltar al largo dirigiendo una adaptación del juego HALO: Combat Evolved, que debía ser producida por Jackson, pero cuando el proyecto fue cancelado, el director de Mal gusto (Bad Taste, 1987) le ofreció treinta millones de dólares para que hiciera realidad lo que él quisiera. Así pues, Blomkamp tomó la idea base de su corto Alive in Joburg y lo infló hasta casi la duración de dos horas, conformando con ello el largo District 9 (District 9, 2009). El resultado para nada es original. La base de la historia es muy similar a la de la película Alien nación (Alien Nation, 1988), pero narrada desde una óptica hiperrealista, no al estilo de [REC] (2008), de Paco Plaza y Jaume Balagueró, como se ha señalado, sino más bien con la estructura de ejer-

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cicio metalingüístico que supuso Asesinos natos (Natural Born Killers, 1994), de Oliver Stone, no tanto en su sucesión de texturas como en la alternancia entre el tono documentalista con una narración cinematográfica más convencional. En todo caso, la estética que Blomkamp le imprime al conjunto es la del más reciente cine de ciencia ficción de tono cotidiano, un tanto con el talante de la espléndida Hijos de los hombres (Children of Men, 2006). Lo original, pues, no es lo que se narra, sino cómo todos estos referentes están hilvanados, componiendo con ello algo, eso sí, fresco y original, espontáneo y vivaz. Argumentalmente, la película se centra en lo que acontece alrededor de Wikus Van De Merwe (Sharlto Copley), un burócrata de la oficina de asuntos alienígenas, la MNU, un individuo plagado de prejuicios, al igual que el resto de los humanos de la película, pero que se cree el sumo protector de esos indeseables gambas (así llamados según parece por su apariencia, aunque a mí me recordaban más a saltamontes). Una vez un hecho fatal se descargue sobre él, en la forma de un misterioso fluido que hace fusionar su ADN con el de los extraterrestres, se convertirá en un fugitivo de aquella ley que defendía, y acabará transformado en lo que despreciaba y, de rebote, y sin quererlo, devendrá en un héroe y, sobre todo, irá encontrando la humanidad que le faltaba a medida que va perdiendo sus rasgos humanos más evidentes. En todo caso, cabe referir también el estupendo personaje del alienígena Christopher y la hermosa relación que se establece entre él y su hijo, un superdotado intelectual. De nuevo, los mayores rasgos de humanidad en la película se dan por parte de los personajes que, a priori, menos capacitados parecen para ello. 215


Lo más llamativo del producto, en todo caso, es la curiosa mixtura que se produce al emplear esa inflexión hiperrealista, potenciada por un inicio rodado totalmente al modo documental, con personajes entrevistados que refieren información a la cámara, seguido de una narración por completo inmersa en la serie B más desprejuiciada, incluso delirante, donde no faltan siquiera unos leves toques de humor, cruel además, que emparenta de algún modo este debut en el largo de Blomkamp con los primeros trabajos de su mentor. Es sorprendente el desparpajo con el cual el director maneja toda esa variedad de recursos, a los cuales cabe sumar una influencia nada disimulada del cine de Paul Verhoeven: el robot controlado desde dentro por el protagonista recuerda no poco a RoboCop (RoboCop, 1987), y los planos de los soldados en combate saltando despedazados por los aires remiten de forma irremisible a Starship Troopers – Las brigadas del espacio (Starship Troopers, 1997). Todo ello, además, Blomkamp lo integra en una narración inspirada en sucesos reales que él vivió en su juventud en Johannesburgo, como es el consumo de comida para gatos por parte de los parias de la sociedad que representan los extraterrestres, los cuales no son sino una poco disimulada parábola sobre el nefasto y vergonzante apartheid ejercido en Sudáfrica sobre la población de color durante tantos años. Tal vez en exceso subrayado este último elemento, ello en todo caso no exime unas consecuencias gozosas, emanando en una película de ciencia ficción nada original en el fondo pero sí en la forma, lo cual la condiciona de manera positiva, aportando un toque de frescura al género y derivando en un producto que, quizás, sea de los más estimulantes que se nos puedan ofrecer dentro del mismo a lo largo del presente año. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 216


Mad Detective Título original: Sun taam. Dirección: Johnnie To, Ka-Fai Wai. Productores: Johnnie To, Ka-Fai Wai. Guión: Ka-Fai Wai, Kin-Yee Au. Fotografía: Siu-keung Cheng. Música: Xavier Jamaux. Montaje: Tina Baz. Efectos especiales: Raymond Man Intérpretes: Ching Wan Lau (Chan Kwai Bun), Andy On (Ho Ka On), Ka Tung Lam (Ko Chi Wai), Kelly Lin (May Cheung), Kwok-Lun Lee (Wong Kwok Chu), Choi-ning Lee (Gigi), Flora Chan (May Cheung a los ojos de Bun), Suet Lam (Fatso), Jay Lau (mujer calculadora: personalidad oculta de Chi Wai)… Nacionalidad y año: Hong Kong 2007. Duración y datos técnicos: 89 min. color. 2.35:1. Bun es un detective con un don especial: puede ver lo que se oculta dentro de las personas, sus miedos, sus ansias, sus distintas personalidades. Un arma infalible para resolver los trabajos que se le encomiendan pero que amenaza con volverle loco. Retirado del servicio, un colega le pedirá su ayuda para resolver el misterio que involucra a dos policías y una pistola. Ambos entraron en un bosque y sólo uno de ellos salió.

l detective Bun tiene un don: es capaz de ver las personalidades ocultas de los demás y de averiguar lo sucedido simplemente entrando en contacto con el lugar de los hechos o con algún objeto relacionado. Su formidable capacidad extrasensorial le ha permitido resolver multitud de casos, pero su locura le jugó una mala pasada y se vio obligado a dejar el oficio. Tiempo después, el detective encargado de un caso que implica la extraña desaparición de un policía y de su pistola, un arma que está siendo usada para perpetrar crímenes, reclama a Bun que le ayude en la investigación. Se ha tildado a Mad Detective (Sun taam, 2007) de título quizás menor en la filmografía de un Johnnie To que, justo antes, había alcanzado su mayor reconocimiento internacional a raíz de las magistrales y despiadadas odiseas gangsteriles Election (Hak se wui, 2005) y Election 2 (Hak se wui yi wo wai kwai, 2006), basadas en las violentas rivalidades y conflictos de intereses en el seno de las Tríadas de Hong Kong, y de ese interesante ejercicio de estilo iconográfico con aroma a noir melvilliano y western (a caballo entre Leone, Peckinpah y Boetticher) titulado Fong juk [dvd: Exiled, 2006]. El director, tras una larga trayectoria en la que ya destacó ofreciendo encajes de bolillos formales como Cheung fo [The Mission, 1999] o Daai si gin [Breaking News, 2004], había dado el salto cualitativo hacia una madurez estilística encomiable que evidenciaba un dominio abrumador de la puesta en escena, del espacio y el tiempo, y del movimiento de las figuras en un encuadre estudiado al máximo. A estas virtudes se unía el más que probable parentesco del prolífico To con el cine, entre otros, de JeanPierre Melville, Sergio Leone, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese,

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Sam Peckinpah o Budd Boetticher, como ya apuntamos. Vínculos ilustres, en temas y formas, para un cineasta sobrado de talento visual, sensible a la armonía y la composición y cuyo pulso narrativo cada vez se estima más firme y preciso según crece su ya considerable filmografía. Mad Detective, que podríamos encuadrar en el thriller, el cine negro y el policial, se adscribe en alguna medida al género fantástico en tanto que su pintoresco y excéntrico protagonista, el detective Bun (Ching Wan Lau, sensacional), ostenta el don de visualizar las personalidades internas de los demás y de poder revivir lo ya sucedido simplemente estando en el lugar de los hechos o tocando un objeto relacionado. Esta facultad especial de percepción le permitió a Bun resolver casos complicados en el pasado, pero también lo ha situado en el desequilibrio mental, lo que supone el rechazo de su entorno. Ahora, fuera del cuerpo de policía, es reclamado por otro detective, mucho menos curtido y experimentado, para que le ayude a esclarecer un misterio: la desaparición de un policía y de la pistola de éste, que alguien está usando para cometer crímenes y robos. Retomando el comienzo de esta reseña, no han faltado las voces que han considerado esta película como escasamente relevante en la obra de 218


To debido a su aparente ligereza. En efecto, no estamos ante una propuesta del calado, la amplitud y la gravedad del díptico Election, por ejemplo, ya que Mad Detective tiene dentro de sí un ánimo de desmelene, de divertimento, de filme desacomplejado, refrescante y libre que no teme las extravagancias ni el sentido del humor, en este caso procedentes del citado detective Bun, un personaje sui generis de lo más curioso, un antihéroe que ronda el drama personal, el destino trágico y la locura. Se trata, en verdad, de una cinta más pequeña y menos ambiciosa en cuanto al objeto de lo narrado. Y no por ello, evidentemente, creo que debamos tenerla en menor aprecio. Sea como fuere, parece obvio que no puede haber reticencia alguna en cuanto a su extraordinario aspecto visual, que ofrece un uso excelente de la profundidad de campo, de las luces y las sombras, del travelling y las panorámicas y de la dinámica de la cámara, caracterizada por unos movimientos suaves y exactos; y más admirable aún resultan las imaginativas y audaces soluciones que emplea To (y Ka-Fai Wai, codirector, coguionista y coproductor) para mostrarnos físicamente, y esto es un hallazgo, las distintas y múltiples personalidades de un policía sospechoso: así, vemos a diversos actores que representan, valga la redundancia, las personalidades de un mismo policía. Envidiable es el control del montaje, la ubicación de los caracteres en el plano, el encadenado de planos, la capacidad para establecer varios puntos de atención en una misma escena, la fluidez del progreso narrativo… Todo un compendio, en defi219


nitiva, de recursos de una elevada belleza formal en perfecta sintonía; una coreografía de personajes y acciones a partir de un ramillete de hermosas decisiones estilísticas que riman unas con otras. Y no nos llevemos a engaño: no se descuida en absoluto la definición psicológica de los personajes, que son perfilados no verbalizando ni mediante subrayados, sino a partir de sus gestos, actitudes, acciones, omisiones y posturas, a lo que se añade, hay que insistir, la visualización de las personalidades ocultas antes mencionadas, lo que da pie a una originalidad sorprendente. A ojos de Bun, el complejo Chi Wai, sospechoso máximo del caso en proceso de investigación, tiene en su interior un conflicto esquizoide entre siete personalidades, siendo algunas de ellas una mujer calculadora, un ingenuo gordinflón o un matón sin escrúpulos, de modo que se comporta y actúa según el dictado de esa complejidad. Y aquí, para ilustrar aún más lo expuesto, hemos de citar este fragmento perteneciente a la crítica de la película que Roberto Cueto escribió en la revista Cahiers du Cinéma España (número 23, mayo de 2009): “(…) nos hallamos ante un cineasta poco dado a la profundización psicológica a través de los procedimientos recomendados en todos esos manuales del buen guionista. En el cine de To esa percepción surge de otros matices, de la gesticulación, de la manera de moverse o coger una pistola, de la poderosa iconicidad de unas criaturas que nos emocionan por la inaprensible belleza de su superficie. No es raro entonces que, cuando el director se plantee filmar lo que está dentro de la cabeza de sus personajes, recurra a esa misma corporeidad, a la contundencia de una imagen estrictamente física y en absoluto simbólica.” Como guinda de este artilugio lleno de desparpajo y encabezado por el poder de la imagen depurada, el negrísimo clímax final conlleva un particular homenaje a los espejos de La dama de Shanghai (The Lady from Shanghai, 1947), donde Orson Welles orquestó un laberinto de reflejos que refrendaba bien a las claras las dobleces de sus personajes. Aquí, el espejo es el detalle idóneo que refuerza, rizando el rizo, la esquizofrenia de los implicados, que zanjan el enfrentamiento en un irónico y nada acomodaticio desenlace. Mad Detective, soberbia de principio a fin, satisfactoria de cabo a rabo, forma parte de la vena juguetona del virtuoso cine de Johnnie To, quien recientemente nos ha brindado otra magnífica película, Fu chou [Vengeance, 2009], que consiste en una nueva fusión estilizada del polar francés, el western crepuscular y el costumbrismo en un relato reducido a la esencia de la venganza, la nostalgia del pretérito, el sacrificio épico y la grandeza de los iconos que actúan conforme a un código. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 220


Ong Bak 2 Título original: Ong Bak 2. Dirección: Tony Jaa y Panna Rittikrai. Productores: Panna Rittikrai y Prachya Pinkaew. Guión: Panna Rittikrai. Fotografía: Nattagut Kittikhun. Intérpretes: Tony Jaa, Sorapong Chatree,S arunyu Wongcrachang, Nirut Sirichanya, Santisuk Promsiri, Primorata Dejudom, Natdanai Kongthong, Pathamma Pandong, Petchtai Wongkamlao, Dan Chupong, Supakorn Kitsuwon. Nacionalidad y año: Tailandia 2009. Duración y datos técnicos: 110 min. color 2.35:1. Un niño es secuestrado por unos bandidos que le entrenan para ser el mejor asesino. En realidad, ese niño en su día fue heredero de la corona y su familia fue brutalmente asesinada. Ahora, su sed de venganza será imparable.

l cine te da muchas opciones para que tú mismos elijas. Es más, hay veces que puedes escoger dentro de un abanico muy amplio y dependiendo del momento que tengas puedes elegir si ver una película romántica, un western o un film de acción. No sé para qué momento te podríamos recomendar ver esta película de acción sin aparente guión y con más clichés establecidos que una película de Disney. Quizás para un día de resaca donde no importa mucho lo que tengas delante. Ong Bak 2 no es capaz de igualar a su infumable primera parte, creada a partir de la explotación de películas de artes marciales que se generaron a partir del buen resultado de películas como Tigre y Dragón (Wo hu can long, Ang Lee, 2000) o Hero (Ying Xiang, 2003). La diferencia reside en que, mientras las anteriores mencionadas muestran con un exquisito trato el significado de las artes marciales involucrándolas dentro de un contexto social y cultural, el díptico Ong Bak se muestra como una versión oriental de las películas de Seagal, Van Damme o Chuck Norris. La película que nos compete, la segunda parte de la saga, empieza con un niño que es secuestrado por unos bandidos que le entrenan para ser el mejor asesino; conforme pasa el film y a través de continuos flashbacks vamos descubriendo que ese niño en su día fue heredero de la corona y su familia fue brutalmente asesinada. Su sed de venganza marcará el desarrollo del film. Sí, estarás pensando que el guión está muy visto, pero la venganza es un recurso de guión muy frecuente e incluso a veces de algo tan visto y simple surgen grandes películas; lo hizo Tarantino con Kill Bill o Clint Eastwood con Gran Torino. Pero estos juegan en otra división y las pretensiones son diferentes. Lo más destacable del film es su magnífica fotografía, destacando la pureza de colores que caracteriza el cine oriental y el claro matiz animalista y naturalista que se desarrolla a lo largo de todo el metraje, dándole un ambiente menos urbano y más ancestral.

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Ong Bak 2 está dirigida y protagonizada por Tony Jaa, artista marcial, coreógrafo y actor que protagonizó la primera parte y aquí se pone a dirigir. Las comparaciones con Bruce Lee son más que justificadas, aunque el matiz digital que se le da a este film le resta pureza y aumenta la sensación de estar viendo un videojuego. Su juventud (nació en 1976) hace pensar que en unos años nos encontraremos con más películas de esta promesa de las artes marciales orientales. Quizás como actor su carrera acabe despegando; después de Ong Bak apareció en Thai Dragon (Tom yun Goong, 2005), otra macedonia de golpes sin más pretensiones que la exhibición atlética de su protagonista, que luego tuvo una precuela llamada The Bodyguard 2 (Thai Dragon 2, 2007), y que sitúa a su protagonista años atrás defendiendo a su país de un presunto ataque antiterrorista. La secuela costó ocho millones de dólares, algo realmente costoso para el cine tailandés, y fue rodada en Australia y con partes de diálogo en inglés para aprovecharse del tirón comercial. El rodaje sufrió un parón, ya que el director desapareció durante un tiempo. Algunas fuentes apuntan a que se fue a unas cuevas en Tailandia a meditar y aprender magia negra, y otras fuentes más realistas apuntan a que se quedó sin dinero y fue en busca de más financiación. En definitiva, una secuela mucho peor que la primera, que sin ser una película excepcional por lo menos resultaba más entretenida. Sergio Valbuena (Gijón, España) 222


Hecho en

Espa単a


Paintball Dirección: Daniel Benmayor. Productores ejecutivos: Julio Fernández, Carlos Fernández para Filmax. Guión: Mario Schoendorff. Fotografía: Juanmi Azpiroz. Música: Jens Neumaier, Mike Alemany, Xavi Capellas. Montaje: Marc Soria. Efectos especiales: DDT, EFE-X, SPUTNIK. Intérpretes: Brendan Mackey (David), Jennifer Matter (Anna), Patrick Regis (Eric), Neil R. Maskell (Frank), Felix Pring (cazador), Claudia Bassols (Claudia), Peter Vives (John), Anna Casas (Brenda), Iaione Pérez (Iris), Josep Seguí (presentador), Lada Rudakova (presentadora), Joyce Müller (jugadora 1), Joshua Zamrycki (jugador 2). Nacionalidad y año: España 2009. Duración y datos técnicos: 85 min. color 2.35:1. Ocho desconocidos coinciden en una partida de paintball extremo. Lo que para todos comienza siendo un juego, pronto se convertirá en su mayor pesadilla. Las reglas han cambiado y ahora todo vale. Poco a poco los jugadores son asesinados sin ninguna explicación aparente. Quien quiera sobrevivir no tendrá más remedio que jugar hasta el final, aunque llegar al último nivel no garantice nada.

ada vez son más frecuentes las películas que de cine sólo tienen el soporte sobre el cual son filmadas. Por el contrario, son más abundantes la cintas que, en realidad, suponen únicamente una partida de juego de ordenador trasladada a la pantalla, sin más: no hay argumento, no hay personajes, sólo una persecución constante. La española Paintball (2009) es una de esas. El punto de partida, como puede comprobar el lector por la sinopsis, no es despreciable. Sin embargo, ahí queda todo: en la exposición. El guión se limita a plantear esa premisa y luego desplegarla por medio de unos personajes inexistentes que se pasan todo el rato hablando a gritos y corriendo sin parar, y el director rueda todo cámara en mano sin otro recurso estilístico. Analizando las dos primeras escenas del filme queda claro de por dónde irán los tiros: la primera es un anuncio cutre invitando a la gente a participar en una partida de paintball; la segunda son una serie de planos del bosque en el que todo acontecerá que se pretenden inquietantes, rodados cámara en mano, cuando hubiese tenida más fuerza unos planos estáticos y fijos: la quietud de los bosques oculta algo... Al final, todo no es sino la enésima copia de El malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932), de Ernest B. Schoedsack e Irving Pichel, con alusiones directas a una de sus variantes, Depredador (Predator, 1987), de John McTiernan –inclusive se ofrecen planos subjetivos del visor de calor corporal del cazador–, todo ello mezclado con la idea base de Hostel (Hostel, 2005), de Eli Roth. Y nada más. Reincidiendo en esos planos subjetivos referidos, son usados también para ocultar lo más gore de las escenas, imaginamos para aportar

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cierta sutileza. Sin embargo, el recurso se hace redundante, y la labor de los técnicos en efectos especiales queda por completo oculta por medio de esa técnica. Escenas ridículas, como la pataleta del gordito, o la de las minas, no ofrecen otro resultado que hacer caer aún más bajos los resultados. Pésimamente rodada –pese al tour de force que pretenden ser los planos secuencia con los cuales está filmada–, supone la ópera prima en el largo de su realizador, Daniel Benmayor, con anterioridad director de spots publicitarios, lo cual es la explicación de la carencia de garra en la narrativa y la privación de unidad del conjunto. En realidad, la película semeja el clásico serie Z directo a dvd realizado por gente como Jim Wynorski. La historia es servida además por unos actores deplorables que impiden cualquier identificación con ellos por diversos motivos: el infantil perfil psicológico que se les suministra, y que la filmación espasmódica –auténticamente mareante– impide incluso que percibamos sus rasgos, haciendo desear que mueran cuanto antes y acabe el suplicio. Suplicio no de los personajes, sino del espectador. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 225


[REC]2 Dirección: Jaume Balagueró, Paco Plaza. Productor: Julio Fernández para Filmax. Guión: Jaume Balagueró, Paco Plaza, Manu Díez. Fotografía: Pablo Rosso. Música: Carlos Ann. Montaje: David Gallart. Efectos especiales: David Ambit, Santi Gijón, Juan Olmo, Paula Requena (maquillajes). Intérpretes: Jonathan Mellor (Dr. Owen), Óscar Sánchez Zafra (jefe), Ariel Casas (Larra), Alejandro Casaseca (Martos), Pablo Rosso (Rosso), Pep Molina (padre de Jennifer), Andrea Ros (Mire), Àlex Batllori (Ori), Pau Poch (Tito), Juli Fábregas (bombero), Manuela Velasco (Ángela), Carlos Olalla (comisario), Ferran Terraza (Manu), Javier Botet (niña Medeiros), David Vert (Álex), Leticia Dolera, Ana Isabel Velásquez, Nico Baixas, Raul Moya Juarez... Nacionalidad y año: España 2009. Duración y datos técnicos: 85 min. color 1.85:1. La periodista Ángela es arrastrada en la oscuridad por una criatura indescriptible. Mientras, en el exterior, un grupo de GEOS llega al edificio con el fin de internarse en él y hacer frente a lo que en su interior mora. Les acompañará un hombre que dice ser un enviado del Ministerio de Sanidad.

os directores Jaume Balagueró y Paco Plaza han declarado en las entrevistas promocionales del film que la relación entre [REC]2 y [REC] es la misma que había entre Aliens y Alien. Y no se trata de una mera frase publicitaria, pues verdaderamente así es; simplificando mucho, se podría argüir que la presente es un remake de la sobrevalorada película de James Cameron, pues en esencia narran lo mismo: un grupo de soldados se interna en un entorno cerrado para hacer frente a unas criaturas monstruosas que acechan en su interior. Sin embargo, ahí queda todo el parecido. Esta secuela arranca en el mismo instante en que finaliza la previa, con cuyas imágenes conclusivas comienza. Si se hiciese una versión conjunta de ambas en forma de libro o cómic, habría que iniciar esta segunda parte con un “Mientras tanto...”. La primera sección de la película, de las tres en que se divide, supone una especie de relectura del film previo, con el equipo de GEOS, acompañados del civil, tomando el lugar del grupo de reporteros de la primera película, y rodado en el mismo estilo, diríase, pero que en realidad da un paso más allá. Cada uno de los soldados lleva en su casco una cámara, y esa cámara variará de forma constante el punto de vista, realizando un muy atractivo montaje que imprime dinamismo y vigor a la narración. Puede decirse que esta es la mayor innovación, en el aspecto técnico, con respecto a su precedente. También en esta ocasión se da mayor preponderancia a efectos técnicos como es el desenfoque, o la distorsión de la imagen y el sonido, o largos momentos rodados con la cámara cabeza abajo, a tal punto que casi podría decirse que la película se interna en los terrenos del cine experimental, que no sé yo si eso gustará

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mucho al público global que vaya a las salas de proyección. La cinta también juega, en ocasiones, con la sugerencia, componiendo momentos de gran belleza, como es la “danza” de sombras que en algunas ocasiones se ven proyectadas sobre la pared, componiendo un ballet macabro de gran poder sugestionador. La segunda sección varía radicalmente el tono y estilo de película, incorporando un punto de vista externo: un grupo de niñatos que se dedica a hacer bromitas con una muñeca hinchable en el tejado de un edificio cercano, y que casualmente se internará en aquel en el que habita el horror. Es una lástima, porque en cuanto arranca esa sección la tensión y la atmósfera, auténticamente angustiantes, que imperaban hasta ese momento, se disipan de golpe, y ya no volverán a reaparecer hasta casi los momentos finales. El intento de “airear” la película, en más de un sentido, ha ido en detrimento de esta, y los logros globales caen en picado. Ello es aunado a lo inverosímil de muchos momentos, como la facilidad con la cual un grupo de críos descerebrados logra colarse en el edificio cercado férreamente por las fuerzas de seguridad (qué pocas luces tenéis, maderos, no vigilar eso). Por tanto, todo ese apartado con los críos corriendo de un lado para otro es por completo prescindible, y hace caer el film en picado. 227


La tercera sección es la que hace aunar la primera con la segunda, retornando los GEOS, con su peculiar acompañante, y uniéndose a los muchachos, que de forma paulatina irán desapareciendo, de un modo u otro, de la narración. Es aquí donde, tímidamente, reaparece la tensión que se había disipado, pero me temo que ya es demasiado tarde. El guión, además, está inundado de guiños a clásicos del género, para crear complicidad con el espectador; así, aparte de la referencia a Aliens a la cual aludía con anterioridad, podemos detectar influencias de La cosa, El exorcista, Demons o Hidden, por poner unos pocos ejemplos, en unos casos con mayor peso que en otros. El film ofrece, por lo demás, otro componente peculiar con respecto a la previa, que es la naturaleza real de los infectados, que varía por completo la adscripción temática no sólo de esta, sino lógicamente de la anterior. Esta tercera y última sección, por fin, va reconduciendo la historia, que había quedado congelada, hacia una resolución, con un golpe de efecto final conseguido, no por lo sorpresivo, sino porque, pese a todo, el espectador logra sumergirse en los hechos y no le da tiempo a reflexionar sobre una aparición sorpresa y lo que ello conlleva. No puede negarse la capacidad visual de los dos directores, la fuerza que imprimen a la narración y cómo logran sumergir al espectador en lo que plantean. Sin embargo, también es una lástima que el guión haya claudicado a la intrusión de elementos ajenos para dispersar una trama densa y concentrada que debía seguir un rumbo fijo. A veces, introducir especias exóticas en un delicioso guiso que no lo requiere termina por estropear el plato. Carlos Díaz Maroto (Madrid. España) 228


Spanish Movie Dirección: Javier Ruiz Caldera. Productores: Álvaro Augustín, Eneko Lizarraga. Guión: Francisco Cabezas, Eneko Lizarraga. Fotografía: Óscar Faura. Música: Fernando Velázquez. Montaje: Alberto de Toro. Efectos especiales: Pau Costa, Rodrigo Valverde. Intérpretes: Alexandra Jiménez (Ramira), Silvia Abril (Laura), Carlos Areces (Pedro San Antón), Joaquín Reyes (Fauno), Eduardo Gómez (Diego), Michelle Jenner (Hada), Laia Alda (Ofendia), Leslie Nielsen (doctor), Joselito, Jordi Vilches, Chiquito de la Calzada, Luis Zahera, Juana Cordero, Fernando Gil, Lorena Castell… Nacionalidad y año: España 2009. Duración y datos técnicos: 89 min. color 2:35:1. Spanish Movie es la segunda película española que parodia los últimos grandes éxitos de nuestra cinematografía, utilizando como modelo de inspiración películas como El orfanato, Los otros, Volver, Alatriste o El laberinto del fauno. También han facilitado un material fabuloso y altamente parodiable títulos como Los lunes al sol, Abre los ojos y [REC]. Un homenaje en tono de comedia a los mejores títulos del cine español.

alorar una película de parodias (spoof movie) puede ser tan fácil como realizar una sencilla operación aritmética. Basta con sumar los gags buenos por un lado y los malos por el otro, restar los dos resultados, y ver si el saldo es positivo o negativo. Algo así como las matemáticas aplicadas a la crítica cinematográfica. En el caso de Spanish Movie el resultado es positivo... por muy poco. La primera película española dedicada a este subgénero contiene chistes realmente conseguidos. Por ejemplo, el hilarante flashback que une en forma de parodia No es país para viejos y Abre los ojos, pequeños y divertidos detalles como el del doble que descaradamente cae en la bañera en vez de Silvia Abril o, sobre todo, el memorable segmento dedicado a qué fue de Espinete una vez acabado Barrio Sésamo. Pero también tiene chistes malos, muy malos. Momentos tan poco inspirados como la (ridícula) parodia del “fantasma” de Carmen Maura en Volver, todo lo referente al personaje de Alatriste, o las tediosas secuencias dedicadas al hada de El laberinto del fauno. Un balance irregular pero suficiente para aprobar, aunque sea por la mínima, esta importación genérica que, a juzgar por los resultados en la taquilla, promete ser un pequeño pero jugoso filón para la futura comedia española. Pero no sólo es la calidad de los gags lo susceptible de ser valorado en una spoof movie (aunque sí lo más importante). También es digno de reseñar, en el capítulo de méritos, la interpretación de sus tres actores principales —destacando a una excelente Silvia Abril—, la pericia con la que están engarzadas las películas parodiadas, y el buen nivel de producción exhibido, emulando con notable acierto los aspectos visuales de los filmes

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originales. Y, por encima de todas estas, la feliz idea, por significativa, de hacer bascular todo el filme sobre el encuentro entre un personaje de Almodóvar, la Raimunda de Volver, con los que pueblan las películas de Amenábar. A este respecto, el excelente arranque de la película es un ejemplo revelador. En cuanto al capítulo de deméritos, hay que reseñar un exceso de cameos inoportunos (Berto y Buenafuente, por ejemplo), mucha escatología de parvulario y la poca, muy poca, mala uva de su discurso crítico. Por momentos Spanish Movie resulta tan bienintencionada, tan atenta a no herir sensibilidades, que parece una parodia hecha por los mismos que realizaron las películas parodiadas. Carlos Joric (Madrid. España) 230


Clasificado

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Saw VI* Dirección: Kevin Greutert. Productores: Mark Burg, Oren Koules para Twisted Pictures, A Bigger Boat. Guión: Marcus Dunstan, Patrick Melton. Fotografía: David A. Armstrong. Música: Charlie Clouser. Montaje: Andrew Coutts. Efectos especiales: John MacGillivray. Intérpretes: Costas Mandylor (Mark Hoffman), Tobin Bell (Jigsaw/John), Mark Rolston (Dan Erickson), Betsy Russell (Jill Tuck), Shawnee Smith (Amanda Young), Peter Outerbridge (William Easton), Athena Karkanis (agente Pérez)… Nacionalidad y año: Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Australia 2009. Duración y datos técnicos: 90 min. color 1.85:1. Regresan, una vez más, los juegos macabros de tortura heredados de Jigsaw, azotador de almas pecadoras a través de la degradación de la carne. Mark Hoffman, en su condición de policía a la luz y cruel verdugo en la sombra, continúa el trabajo emprendido por el fallecido iniciador. A pesar de su muerte, los tentáculos de Jigsaw parecen no tener fin y su legado aún sigue coleando. Nuevos personajes de cartón-piedra serán sometidos a las pruebas y otros, supervivientes de entregas anteriores, continúan enredados en el tinglado.

omo es bien sabido, la polémica se ha cernido sobre la sexta entrega de la saga Saw debido a la incomprensible y sorprendente decisión del Ministerio de Cultura español de relegarla a la proyección en salas X. Al parecer, tal calificación procede del contenido violento de la película, lo que ha llevado a que algún que otro “censor”, y no se me ocurre mejor término, haya tomado la determinación de arrinconarla al ghetto de las salas de contenido pornográfico o, lo que es lo mismo, a prácticamente boicotear su estreno comercial en España. Y es que más allá de lo discutible que resulta aplicar calificaciones, las cuales no dejan de formar parte de un criterio subjetivo, el absurdo alcanza su máxima expresión cuando, tras verla, uno comprueba y certifica que nada diferencia a esta secuela de las anteriores: de hecho, el nivel de violencia y de gore es muy parejo a las películas previas de una serie que, en tanto responda la taquilla, tiene visos de prolongarse ad nauseam desde que en 2004 comenzara su andadura (Saw, James Wan). Dejando de lado la ironía manifiesta que consiste en que Saw VI haya obtenido una repercusión popular y una publicidad gratuita enorme gracias, precisamente, al despropósito cometido por el Ministerio de Cultura, falso e innecesario guardián del buen cine y la moral (risas), este

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_____________ * Añadimos esta última reseña de una película no estrenada durante 2009 en nuestros cines, pero que debiera haberlo sido. Sin embargo, la calificación X por parte del Ministerio de Cultura ha impedido el estreno. Para información de nuestros lectores, sin embargo, ofrecemos la reseña.

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nuevo filme sigue a pies juntillas y sin rubor alguno la irrenunciable fórmula que es marca de la casa: el sadismo aplicado sobre el ser humano, cuyo cuerpo es despedazado de los modos más rebuscados y macabros que los guionistas de turno puedan imaginar. Ya se recibe con indiferencia la cruzada personal de Jigsaw, cuyo mismo concepto está hecho jirones y llevado, casi, a la caricatura. En realidad, esta serie de películas ha alcanzado la esencia de su auténtico propósito, que no es otro que el destrozo indiscriminado de personajes de derribo, de pedazos de carne puestos al servicio de una maquinaria que tritura vidas. Y, por lo tanto, habría que plantearse el truculento camino recorrido, siempre en función de la instrumentalización del cuerpo como carnaza, como presa atrapada, para regocijo de ese cierto espectador entregado al placer de presenciar cómo se lleva a término la aniquilación de todo ente viviente. Como decía, la coartada argumental que auspicia la violencia ha dejado de importar. Jigsaw es, únicamente, una sombra que planea, y la justificación del castigo por actos pecadores es del todo gratuita. A estas alturas no existen motivaciones creíbles sobre las que se apoye la tarea de someter a prueba a las marionetas capturadas, reducidas, en fin, a ser un mero vehículo para hacer propulsar un efectismo descarado que tiene como consecuencia la exhibición de litros de sangre, huesos e higadillos. Conforme avanza la saga, es más evidente el objetivo final y principal al que se ha reducido: montar y hacer funcionar un circo que divierta y entretenga al público sediento, voyeur, dentro del que muchos nos encontramos. Por consiguiente, parece baladí tratar de seguir el hilo de una trama que a lo largo de las seis entregas ha experimentado giros, quiebros y lo233



curas de catadura grotesca, demencial y verdaderamente propensa a la parodia. Ni siquiera es básico seguir la narración, esclava de la pretendida sorpresa y que aquí está plagada de flashbacks que tratan de atar cabos en un intento de unidad, sino, más bien, lo que importa es la monstruosidad de todas aquellas situaciones que derivan en el dolor de los planos personajes, cuyo patetismo está, además, acentuado por el mediocre, por no decir pésimo, nivel de los actores. Es de reseñar, no en vano, la sensación de que responden al puro capricho las apariciones y desapariciones de tales personajes y los comportamientos de los mismos, exentos de toda coherencia interna. Aquí todo cabe, y lamentarse de ello carece de sentido dado que un producto trash como este, honesto donde los haya, es fiel a su condición y no engaña a nadie. La producción, obviamente, continuará y es posible que se eternice. La estructura industrial impuesta es férrea. Los responsables se saben la lección, y aquí el realizador, Kevin Greutert, es otro conocedor perfecto de la idiosincrasia, ya que se ocupó del montaje de las cinco entregas previas. No en vano, es un desafío diferenciar a los directores y guionistas que han intervenido en la saga, pues cada secuela continúa la línea de las precedentes siguiendo el mismo patrón temático, estilístico y narrativo. La factoría Saw no ha decidido, por el momento, parar la fabricación de celuloide clónico. Y nosotros, aunque sólo sea por curiosidad (o morbo), seguiremos ahí, pendientes, y picando del cebo. Porque algún pequeño atractivo, digo yo, tendrá el desaguisado cuando muchos terminamos, a pesar de los pesares, consumiéndolo tarde o temprano, sobrellevando el hartazgo que, en el fondo, nos genera la repetición de la fórmula. Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España) 235



Lo mejor del año según pasadizo os colaboradores habituales de pasadizo han votado todos los estrenos del año que pueden encuadrarse dentro de la categoría de cine fantástico (véase apartado “Estrenos fantásticos del año”). Han votado las siguientes personas pertenecientes al staff de pasadizo: Manuel Aguilar, Luis Alboreca, Silvia Alvarado, J. P. Bango, Óscar Brox, Jorge Casanueva Sanchez, Carlos F. Cenalmor Pascual, Álvaro Díaz, Carlos Díaz Maroto, Javier Garrido López, Francisco Jerez, Manel Lledó Bertomeu, Santiago López-Pastor Rodríguez, Fernando Martínez, José Mª Miralles Aznar, Sami Natsheh, Juan A. Pedrero Santos, José Luis Salvador Estébenez, Miguel San José Romano, Sergio Valbuena, Javier J. Valencia, Miguel Valle, Juan Carlos Vizcaíno. De igual modo, hemos contactado con algunos simpatizantes de la página, quienes también han aportado sus puntuaciones; son los que siguen: Tonio L. Alarcón (Dirigido Por), Pedro Calleja (El Mundo, Fotogramas, 2000 Maníacos), Raúl Cerezo (cortometrajista, director de Escorto), Tomás Fernández Valentí (Dirigido Por, Imágenes de Actualidad), Ángel Gómez Rivero (escritor cinematográfico y novelista), Ángel Gómez Hernández (cortometrajista), Darío Lavia (Cinefania), Carlos Losilla (Cahiers du Cinéma-España, diario Avui), Hilario Rodríguez (Dirigido Por), Antonio Trashorras (guionista). A partir de las puntuaciones, tenemos el siguientes resultado (hemos adoptado como criterio un mínimo de tres puntuaciones para elaborar este resultado con una puntuación del 1 al 5):

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Las diez mejores películas fantásticas de 2009: 1. Déjame entrar: 3,88 2. District 9: 3,50 3. Ponyo en el acantilado: 3,40 4. Up: 3,38 5. Presencias extrañas: 3,36 6. Mi vecino Totoro: 3,30 7. El curioso caso de Benjamin Button: 3,28 8. Vamos a la Luna: 3,27 9. Monstruos contra alienígenas: 3,23 10. Arrástrame al infierno: 3,16 237


MSJ CDM MA ¡Me ha caído el muerto! [REC]2 17 otra vez 2012 A ciegas Alvin y las ardillas 2 Ángeles y demonios Antichrist Arrástrame al infierno Avatar Bienvenidos a Zombieland City of Ember: en busca de la luz Corazón de tinta Cuento de Navidad Déjame entrar District 9 Donde viven los monstruos Dragonball: Evolution El albergue rojo El curioso caso de Benjamin Button El destino final 3D El imaginario del doctor Parnassus El mundo de los perdidos En el nombre del rey Evangelion: 1.0. You Are (Not) Alone Exorcismo en Connecticut Expediente 39 G-Force: Licencia para espiar G.I. Joe Gamer Harry Potter y el misterio del príncipe Hermandad de sangre Ice Age 3: El origen de los dinosaurios Imago mortis Infectados Jennifer’s Body Kika superbruja La huérfana La montaña embrujada La posibilidad de una isla La saga Crepúsculo: Luna nueva La semilla del mal La última casa a la izquierda 238

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Lluvia de albóndigas Los mundos de Coraline Los sustitutos Mad Detective Más allá de los sueños Mi vecino Totoro Monstruos contra alienígenas Moon Nico, el reno que quería volar NO+DO Noche en el museo 2 Ong-Bak 2: La leyenda del rey... Paintball Pandorum Paranormal Activity Pequeños invasores Planet 51 Ponyo en el acantilado Presencias extrañas Push Quarantine Repo! The Genetic Opera San Valentín sangriento 3D Señales del futuro Shorts: la piedra mágica Spanish Movie Star Trek Street Fighter: la leyenda Terminator Salvation The Box The Broken Transformers: La venganza... Underworld: la rebelión de los... Up Vamos a la Luna Viernes 13 Watchmen Winky y el caballo mágico X–Men orígenes: Lobezno

MSJ CDM MA

LA

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2 2

3 3 3

3 0

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0 1 2 1 2

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3

2 4 3 0 1 4

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1 3

1 3

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1 3

1 3

2

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1

2

1 0

2 3

2 5 1

2 2 1

PUNTUACIONES DEL 1 AL 5. 5: OBRA MAESTRA / 4: MUY BUENA / 3: BUENA / 2: INTERESANTE / 1: MEDIOCRE / 0: BODRIO

240

OB JMA MLB

5

0 1 2 4 3 2 4

5

0 0 2

2 1 2 3

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0 4 1 1

1

0


JCV

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JGL JSE SN

SLP SA CCP ADB JCS 2

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2 2

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3

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SV

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MSJ: Miguel San José Romano; CDM: Carlos Díaz Maroto; MA: Manuel Aguilar; LA: Luis Alboreca; FJ: Francisco Jerez; OB: Óscar Brox; JMA: José Mª Miralles Aznar; MLB: Manel Lledó Bertomeu; JCV: Juan Carlos Vizcaíno; MV: Miguel Valle; JPS: Juan A. Pedrero Santos; FM: Fernando Martínez; JGL: Javier Garrido López; JSE: José Luis Salvador Estébenez; SN: Sami Natsheh; SLP: Santiago López-Pastor Rodríguez; SA: Silvia Alvarado; CCP: Carlos F. Cenalmor Pascual; ADB: Alvaro Díaz Barrosol; JCS: Jorge Casanueva Sanchez; SV: Sergio Valbuena; JPB: J. P. Bango; JJV: Javier J. Valencia.

241


TFV PC RC TLA CL AT ¡Me ha caído el muerto! [REC]2 17 otra vez (17 Again) 2012 (2012) A ciegas (Blindness) Alvin y las ardillas 2 Ángeles y demonios Año uno Antichrist Arrástrame al infierno) Avatar (Avatar) Bienvenidos a Zombieland City of Ember: en busca de la luz Corazón de tinta Cuento de Navidad Déjame entrar District 9 Donde viven los monstruos Dragonball: Evolution El albergue rojo El curioso caso de Benjamin... El destino final 3D El imaginario del doctor... El mundo de los perdidos En el nombre del rey Evangelion: 1.0. Exorcismo en Connecticut Expediente 39 G–Force: Licencia para espiar G.I. Joe Gamer Harry Potter y el misterio del... Hermandad de sangre Ice Age 3: El origen de los... Imago mortis Infectados Jennifer’s Body Kika superbruja La huérfana La montaña embrujada La posibilidad de una isla La saga Crepúsculo: Luna nueva La semilla del mal 242

2 3

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1 2


TFV PC RC TLA CL AT La última casa a la izquierda Lluvia de albóndigas Los mundos de Coraline Los sustitutos Mad Detective Más allá de los sueños Mi vecino Totoro Monstruos contra alienígenas Moon Nico, el reno que quería volar NO+DO Noche en el museo 2 Ong–Bak 2: La leyenda del rey... Paintbal Pandorum Paranormal Activity Pequeños invasores Planet 51 Ponyo en el acantilado Presencias extrañas Push Quarantine Repo! The Genetic Opera San Valentín sangriento 3D Señales del futuro Shorts: la piedra mágica Spanish Movie Star Trek Street Fighter: la leyenda Terminator Salvation The Box The Broken Transformers: La venganza... Underworld: la rebelión de... Up Vamos a la Luna Viernes 13 Watchmen Winky y el caballo mágico X–Men orígenes: Lobezno

2

3 2 2

5 2 2

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5 2 2 1

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DL HJR ÁGR ÁGH 1 3 1 2 5 2 4

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TVF: Tomás Fernández Valentí; PC: Pedro Calleja; RC: Raúl Cerezo; TLA: Tonio L. Alarcón; CL: Carlos Losilla; AT: Antonio Trashorras; DL: Dario Lavia; HJR: Hilario J. Rodríguez; AGR: Ángel Gómez Rivero; AGH: Ángel Gómez Hernández.

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esde hace más de diez años, Pasadizo.com está presente en la red ofreciendo contenidos para el lector aficionado al género fantástico. En nuestro empeño por seguir mejorando día a día publicamos este Dossier 2009, realizado por más de veinte colaboradores del portal, y en donde encontrarás un amplio repaso a todo lo que nos ha dejado el género a lo largo del año.

Un repaso por medio de completas e ilustradas críticas, dividiendo la producción por temáticas y nacionalidades: cine de animación, adaptaciones del cómic y literarias, secuelas y remakes, cine americano, europeo y de otras latitudes, fantaterror español, así como tablas de puntuaciones de todas las películas estrenadas en 2009 por nuestro equipo de críticos y diversos especialistas en género fantástico de la talla de Carlos Losilla, Pedro Calleja, Tonio L. Alarcón, Tomás Fernández Valentí, Antonio Trashorras o Hilario J. Rodríguez, entre otros. Carlos Díaz Maroto (Ed.)

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