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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55
Todas las imágenes publicadas en este número son de la página de Facebook: El mundo en blanco y negro
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INDICE
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EDITORIAL Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz POESÍA Anamaría Mayol Mercedes Eleine González Aleqs Garrigóz Carlos Carbone José Ramón Castaño Diez María P. Comorera Victoriana Díaz Lominchar Paco Déniz Bruno Tomás Sánchez Rubio María Cristina Sorrentino Isabel San José Socorro Carranco Ana Romano Cecilia Ortiz Ruth Sánchez Marianela Puebla Graciela Diana Pucci Lucas Damián Cortiana Isabel Rezmo Carlos Enrique Cartolano María Ester Chapp Frank Pereria Hennessey Elías D. Dana Edilberto Cárdenas Amelia Arellano Zaida Giles de Quirós Sandra Gudiño Alicia Corrado Mélin Daniel Montoly Elisabeth Santiago Isabel Pisani Inma Ferrero Elvira Duarte Araceli García Martín Gloria Gayoso Rodríguez Estela Molinas Báez Mar de Fondo Carmen Membrilla Olea Myriam Colombotto de Seia Elisabet Cincotta Jorge Lacuadra
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Invisibilidad Recuerdos Recuerdos de la escuela secundaria Recuerdo Cáustico deseo Recuerdos hermosos Qué tendrás que me recuerdas Recuerdos Aquellos días Vestigios Recuerdos Recuerdos el rocío Y se balancea Apenas un eco Amistad Recuerdos Recuerdos Quedan días evasión III Nostalgia Infancia adentro Lo que de ti extraño Melodía de agua De espuma Carnaval Ayer Transfiguración del recuerdo Desempolvando el tiempo La casa El confín de los labios Sentimientos sumergidos ¡Despacito entrando en mis recuerdos! Recuerdos Es tu recuerdo Nel mezzo del cammin Una maleta de recuerdos Recuerdos III Recuerdos 4
10 12 14 16 17 19 21 24 26 28 30 32 33 34 36 37 39 41 43 44 45 47 48 52 54 56 58 60 61 62 63 65 67 69 71 72 74 75 76 78 79
Rosa Lía Cuello Isablack Rose Consuelo Jiménez Nydia Ovalle Julián Gómez de Maya Carlos Negrón Isabel Pérez Aranda Ana Maritza de Schwarzl Dana Laila Aymara Aruwiri Romina Dziovenas Jorge Serra Miriam Álvarez Belkys Sorbellini Ana Aguirre Icela Elizalde Mabel Coronel Cuenca Mavi Gómez Sergio Trentino María Marta Liébana Gladis Mereles Pererira Cecilia Isabel Pérez Graciela Mosquera Yolanda Ferrera Sosa Alejandro Rivadeneyra Pasquel Patricia Corpas Gutiérrez RELATO Marta Graciela Trainini Carlos Torrijos Julia del Prado Raquel Piñeiro Mongiello Maite Glaría Juan Idiazabal Rodolfo Torres Ethel Saavedra García Graciela Arbiser Ana Lucía Montoya Rendón J. Javier Terán Diez Adri Delfini María Teresa Fandiño Issa Martínez Llongueras Roxana Rosado Sara Brussa Margarita Polo Viamontes
Te recuerdo… Dormida Ausencia Horizonte de recuerdos Resaca Recuerdos Custodiando los recuerdos Rasgué recuerdos Lú Dicen que volveré Las mareas hablan el lenguaje del inicio y del final Recuerdos Palabras A dónde van los recuerdos Niña De tu mano los recuerdos… Penumbra Recuerdos Soy el hijo Tenías razón Mi recuerdo más bonito eres tú Un despertar… Hansel y Gretel ¡Ah, los recuerdos! Yo recordaba la vejez de la abuela
Mariposa Recuerdos Refugios (Recuerdos) La cuatrera Cajita de música Sylvester Stallone Los recuerdos también son muy buenos refugios Esta tarde Como perro y gato Desde la tierra Una lágrima atrapada en el recuerdo El recuerdo no acaricia Una rosa azul En algún lugar El regreso A la deriva ¡Caramba con los recuerdos! 5
81 83 84 85 87 88 89 90 91 93 95 97 98 100 101 103 105 107 108 110 112 114 115 116 117 119
121 123 125 127 129 132 135 141 142 144 146 148 150 152 153 158 160
EDITORIAL
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En nuestro Nº 30 planteamos como tema “RECUERDOS”. Recuerdo es la imagen del pasado que se tiene en la memoria. Por tanto buscamos otro tiempo. Buscamos entre todas aquellas cosas que una vez fueron parte de nuestra vida. Buscamos rostros, emociones, amores, personas que de alguna manera marcaron nuestra existencia. En definitiva en este nuevo número buscamos mantener viva la memoria. Recordar proviene del latín: recordis (volver a pasar por el corazón) Al recordar volvemos a sentir la emoción, el dolor, la alegría. Y escribir sobre ello es poner en palabras algo que no era estético, ocurrió a su manera. Y en el poema o el relato, ordenamos estéticamente los hechos. Los revivimos y tomamos una parte, que seleccionamos para poder dejar fuera de nosotros, y lo plasmamos en un papel. 7
Les proponemos escribir para recordar o recordar para escribir. Gracias por acompaĂąarnos con sus recuerdos, por formar parte de la familia gealitterana que tiene sus propios recuerdos. Ustedes, gealitteranos que han forjado una historia en 30 episodios.
Somos Gealittera Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz
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POESÍA
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ANAMARÍA MAYOL INVISIBILIDAD
Lo que más me perturba no es la muerte ni esa forma de irse con los ojos intactos y la certeza de haber sobrevivido a tantos naufragios lo que más me perturba es el silencio oscuro cavado en las entrañas lejos del fuego que nos prestó su nombre lo que más me perturba no es la muerte es esta frágil luz detenida en el cuerpo esta precaria manera de estar esta cruenta sensación de no ser 10
de in -existir ante los otros estos pájaros solos en mi sombra que se despiden de mí y lentamente se llevan los recuerdos Anamaría Mayol- San Martín de los Andes- Argentina
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MERCEDES ELEINE GONZÁLEZ RECUERDOS
Para el recuerdo el olvido, Para el olvido el despecho, “vaya mi pájaro preso” En búsqueda de algún nido. Para aquel que un día me quiso Con promesas temerarias Como lisonjas agrarias, Mala ventura le aviso. Para el vil olvidadizo Que de mi amor se olvidó, Sepa que le guardo yo Un recuerdo advenedizo. “Y para el cruel que me arranca” El corazón de mi pecho, Sepa usted que esta deshecho Como jirones del alma. No hay ni huellas en mi cuerpo De ese amor mortal maldito, 12
Ni una niebla en el recuerdo De aquello que ya no habito. Recuerdo que fue borrado, Por el tiempo que pasรณ, Quedamos en paz los dos, Pues nuestro amor se deshizo Mercedes Eleine Gonzรกlez Miami-01-15-2017.
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ALEQS GARRIGÓZ RECUERDOS DE LA ESCUELA SECUNDARIA
Recuerdo mi escuela secundaria y sus canchas mal pintadas. Recuerdo los harapos del conserje, la delgadez de su pequeño hijo. Recuerdo la sonrisa estropeada de algunos niños y su forma burlona de llamarme "raro". Recuerdo a mis maestros jugando baraja en su sala privada y el día en que sorprendí a uno inhalando cocaína. Recuerdo una niña llamada Diana y el salón polvoroso de las arañas. Si las clases eran más aburridas que siempre, 14
recuerdo que iba a los baños a escribir ESCAPAR en las paredes. Recuerdo el árbol torcido que crecía justo a mitad del patio. —Yo odiaba ese árbol, lo golpeaba, lo hacía "sangrar" a palos. — Hoy, después de mi trabajo en la funeraria, opté por ir caminando a casa. Sin planearlo, pase por mi vieja escuela primaria; entré, recordé. Tantas cosas recordé... El viejo salón de las arañas era ya una gran oficina. Y, lo juro, al ver al gran árbol del patio, no pude evitarlo: lo abracé y lloré en su regazo. Aleqs Garrigóz- México
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CARLOS CARBONE RECUERDO
Ella me dijo que quería mostrarme algo y mordiendo sus labios desabrochó su blusa. Hace cuarenta años que todos los días recuerdo su sonrisa. Carlos N. Carbone- Buenos Aires- Argentina
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JOSÉ RAMÓN CASTAÑO DIEZ CÁUSTICO DESEO
Te miro, y no pareces ser tú; mas mi mirada se llena de tu mirada. Adivino en tus ojos un cáustico deseo. Hay playas donde el mar viene a morir, recuerdos que ciegan la memoria, carbones encendidos coronando los ocasos y amores que, tan solo, han sabido de querellas. En mi pecho aún anida una alondra de lívida tristeza cuando tus manos tientan la oscuridad de mi cuerpo. Tu boca se cierra, entonces, sobre mi boca, y ascendemos en la noche como un viento que con el humo se llevar las cenizas. Amarte tiene un precio 17
en ese disfrutar del goce lento de las cosas, en ese dolor tibio que queda contenido cuando al final conquistamos nuestros cuerpos. José Ramón Castaño Diez. Oviedo – Asturias – España http://www.islaserrantes.blogspot.es
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MARร A P. COMORERA RECUERDOS HERMOSOS
Recuerdos hermosos que se quedan grabados dentro del alma, recuerdos que no se podrรก llevar nunca la parca.
Aunque te arrancรณ de mi vida, no lograrรก quitarte de mis pensamientos, ni llevarse nuestros hermosos momentos.
Recuerdos de nuestras salidas preciosas descubriendo lugares nuevos, recordando 19
los cisnes de aquel estanque de ensueño.
Cogidos de la mano me llevabas al parque en otoño, para pisar como una colegiala las hojas con colores, rojos intensos
Recuerdos que atesoro como un avaro lo hace con su oro, yo los acuno dentro del pecho, son lo mejor que tengo, todos esos recuerdos que tuve a tu lado, cuando tenía la suerte de tenerte, cuando podía amorosamente abrazarte.
Recuerdos amor, recuerdos que nunca podrán esfumarse.
María Comorera. Segur de Calafell. (Tarragona) España
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VICTORIANA MARÍA LOMINCHAR QUE TENDRÁS QUE ME RECUERDAS
Que tendrás que me recuerdas Pensé manoseando esa foto amarilla Removí el rescoldo candente de mi alma Y mi mente enfrascada acunó los recuerdos Chapoteé en grandes charcos de colores Abrí el cerrojo de esa etapa bien guardada Y te miré, y vi el arco iris en tu mirada… Pero que tendrás que me recuerdas… Las noches claras y el ardor del verano A mi padre y sus pies descalzos cansados, Tú, sonriente alrededor de tus nietos Reflejos de luna en tu cabello cano Tus manos resecas del duro trabajo Hoy con todo ese albor cubro mi vano… Pero que tendrás que me recuerdas… Los campos cargados de mies y amapolas 21
El pozo del patio que sollozaba alegría Las paredes blancas con zócalo de azulete A mi madre que con agujas de plata tejía Y a los pajarillos cantando en el poyete… Hoy hilvano ese tiempo y tejo aquellas horas….
Pero que tendrás que me recuerdas A todos reunidos alrededor de la chimenea Al viento sano que me resecaba tanto la piel A rosquillas fritas, a pan y chocolate A tu ojito derecho regando el arriate A la leche de cabra endulzada con miel Ahora conforto días tenues con ese cimbel Pero que tendrás que me recuerdas A tierra húmeda y perfume de primavera A calles de barro y a tejados llorando Al campanario de la torre y a su cigüeña viajera A mi hermano y sus castillos y al canario cantando A mi jersey blanco cardado por tus manos Ahora brumas y tormentas voy mitigando… Pero que tendrás que me recuerdas A la propina de tu desgastada faltriquera Al quiosco de la plaza y a ricas milhojas A pipas tostadas y a carteleras de cine Al parque dorado y al crujir de sus hojas Al jergón con cojines y al atardecer en declive Hoy soplo entre mis dedos y ahuyento las sombras… Pero que tendrás que me recuerdas A ricas migas y a gachas de azúcar, A campos dormidos y alegres viñedos A lindes pobladas y almendros en flor A mis geniales amigas trotando y jugando A mi tímida hermana y a su bonito rubor… Ahora al tiempo dormido voy maquillando Pero que tendrás que me recuerdas 22
A maestros de escuela y recreos A ropa soleada, a jabón y a losa A lavado de lana, juerga y amores A noches en familia, a azafrán y rosa A mi sediento y callado Riánsares… Hoy quisiera retornar libre y airosa… Pero que tendrás que me recuerdas A mi amada tierra y a mi Virgen de la Muela A tu esportillo de paja y a bolitas de anís A tus ojos de luto que se desvivían por mí… A tardes de risas, arrumacos y juegos A besos robados y noches pasadas contigo Hoy velo con recelo embistes y desvelos… Pero que tendrás… qué me recuerdas…, A mis años de luz y a la flor de mis épocas…
Victoriana María Lominchar- Toledo- España Reside en Madrid
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PACO DÉNIZ BRUNO RECUERDOS
Al recordarte, me sobresalto, como el primer día, de nuestro divino enlace. Te añoro con furias, con el solo recordarte. Pues mi alma se empaña, como aquella dulce mañana primaveral, donde me juraste para siempre, tu amor global, bajo la hermosa luna llena, de aquel mes primaveral. Fastuoso y dulce amor, agraciado en noche clara, con un firmamento estrellado, romances de enamorados. Galanteos deseosos, 24
piropos primorosos; deliciosos y escogidos, versados por tu linda voz, para agraciar a todos mis sentidos, en noche bella de puro amor.
Paco DĂŠniz Bruno- Islas Canarias- EspaĂąa
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TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO AQUELLOS DÍAS
Aquellos días de luz, ligeros y claros como brisa tenue de madrugada, a la manera de iniciados en algún extraño rito mistérico y cabalístico, 26
repletos de complicidad y dudosas intenciones, nos aplicábamos a la ardua tarea de desentrañar el más profundo sentido de las cosas.
Entre vasos a medio vaciar, en un intercambio de inquietudes y anhelos, mezclando risas de niño con reflexiones de hombre, pasábamos el tiempo en conversación jugosa: hechos y noticias recientes, amores correspondidos y sin corresponder, razones y sinrazones varias…
Y al final, La amistad más pura que podía caber en tres corazones de quince años.
Tomás Sánchez Rubio -Sevilla-España
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MARÍA CRISTINA SORRENTINO VESTIGIOS
Te encontré una tarde de húmedas ventanas escondida entre estrofas ya leídas. Qué recuerdo olvidado pretendías recrear con tu presencia. La herrumbre de los pétalos ocultó el breve fulgor de tu hermosura. Acaso blanco era el color o un amarillo indiferente orlaba la corola. Hacías gala de tu nombre: rosa.
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Quedó tu marca en las viejas páginas del libro, pero en mí no dejaste huellas.
María Cristina Sorrentino. Cdad. de Buenos Aires- Argentina Papeles en reunión III, ed. Eder, Bs. As. 2014.
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ISABEL SAN JOSÉ MELLADO RECUERDOS
Si no fuera por los recuerdos preguntas dulce ambrosía, si no fuera por los recuerdos, nadie escribiría en poesía. Recuerdos bellos, hermosos, que trasladan al alma a situaciones y momentos llenos de felicidad y de calma. Recuerdos llenos de esperanza, viviendo en la dulce espera, de que, lo que es añoranza se vuelva real y no quimera. Recuerdos agrios, amargos, 30
que arrancan de tu mirada lágrimas de rencor, de odio o de felicidad no consumada. Si no fuera por los recuerdos, preguntas amor de mis amores, si no fuera por los recuerdos, no existirían los desamores.
Isabel San José Mellado-Madrid- España Derechos de autor.
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SOCORRO CARRANCO RECUERDO EL ROCÍO
Te recuerdo, fresca gota de rocío, mojar mi sombra. Socorro Carranco- Tuxtla Gtiérrez- Chiapas- México
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ANA ROMANO Y SE BALANCEA
Despuntan cementerios en los pasos desorbitados Arpones atacan la congestiรณn de recuerdos Es en el infierno donde el silencio chorrea y se balancea descascarรกndoseEugenia. Ana Romano- Argentina
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CECILIA ORTIZ APENAS UN ECO
He olvidado la memoria. Mis vestiduras de estrella. Los atávicos encajes de un sin fin de recuerdos amarrados a la vida. Apenas un eco vuelve sobre mi escritura (la figura blanca de aquella que una vez fui y tarda en el regreso. He olvidado la memoria. Busqué los disfraces del cuerpo. Un cristal cubierto de blondas desdobla misterios de arena y pájaros. 34
No reconozco este cuerpo de plumas al aire . He olvidado la memoria. Le prohĂbo el regreso al sentir.
Mi rostro aparece detrĂĄs de una mĂĄscara. Las manos dibujan en silencio el deseado milagro. La herida cerrada.
Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina
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RUTH SÁNCHEZ AMISTAD
(dedicado a Ezequiel Cámara y Justina Cabral)
Alma desnuda de sueño y realidad, semejante a mí, pero no igual... eso es lo mejor de la amistad pura, entre risas forjando al camino, dejando recuerdos al andar (que las olas lleven nuestros secretos al fondo del mar). Una perla, hermano me das, si caigo me levantas, y tus palabras, aún duras pero sinceras me dirán siempre la verdad. 36
Ruth Sánchez- Argentina
MARIANELA PUEBLA RECUERDOS
Recuerdos, suave polvillo de memorias caen sobre el calendario deshojado, sólo tu nombre yace indeleble señalando tu pertenencia en la primera hoja del cuaderno. La brisa pasa revolviendo los cabellos de las ortigas, acaricia los delicados pétalos de la madre selva y busca tal vez, entre las ajadas páginas de tu diario aquel pensamiento oculto deshecho en llanto. La sábana de la primavera navega sobre el jardín florido, las amapolas abren sus pétalos cuando pronuncio tu nombre, y se sonrojan al primer suspiro. Existe en el aire un leve soplo de nostalgia, acompaña el zumbar de las abejas empecinadas en libar el néctar del abandono. 37
Vuelan invisibles pequeñas hadas, dejando un aroma inolvidable de recuerdos y gnomos asoman sus empinados sombreritos por sobre los alelíes, en busca de alguna sílaba perdida entre los helechos y así completar el poema. Y mientras camino por el senderito, tu nombre estalla en una rosa, abre sus brazos sonrojados, titilando por escapar hacia mis labios. Me conmueve la sutileza de los pétalos arrancados en un afán de atraer mi paso hacia una evocación, una, recostada entre reminiscencias y olvidos. Las hojas de tu diario se esparcen por el jardín como si fueran polen, y los insectos atraídos por su fragancia las llevan de flor en flor, dejan pequeñas metáforas endulzadas de memorias para la eternidad de un recuerdo.
Marianela Puebla Chilena.
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GRACIELA DIANA PUCCI RECUERDOS
A Guelfo Pucci Estás aquí -como cuando niñate veía sólo por las noches el día una sucesión de muñecas sin sentido no estabas y estabas en el olor de la almohada en los pantalones impecablemente colgados en el saco al que abrazaba cuando me dolía más allá del pecho Estás aquí -como cuando adolescentetu mirada de ave mutilada hacía nido en mis ojos -Impotente ante la autoridad que desautorizaba39
Estás aquí -como cuando era casi adultame negué a vestirme de blanco (¿te acordás?) volviste a callar ¿qué podías hacer? tu alma comulgó con la mía cómplice de un error Estás aquí -como cuando te regalé tres solesiluminaron la dura tarea que te impuso la vida arrastrabas dolores antiguos lastimaban tus sueños te borraban sonrisas también te regalé mis palabras transformadas en poemas -las eché a volar junto a tu nombrellegaron a destino, sin destiempo Hoy no estás pero estás conmigo acompañás mi sueño –inquieto como el tuyotu figura me sigue guiando estás a mi lado ¿por qué dicen que no estás vivo?
Graciela Diana Pucci- Buenos Aires- Argentina
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LUCAS DAMIÁN CORTIANA
Te suelto para evocarte a momentos de tu inexistencia, a esa nulidad, a ese algoritmo pasivo, donde tus átomos aún están en la memoria futura de dios. Te enjaulo para desempolvarte de nubes las alas. El recuerdo se parece a un pájaro soberbio que se provoca a las alturas aunque en su vuelo tiemble moribundo. Te oculto para abrazarte en la apocalíptica tormenta. El recuerdo se parece a un sótano a un aquí abajo a un aquí abajo siempre, donde el cataclismo es el ruido de los que mueren afuera. 41
El fin del mundo se parece a un día en que he perdido la memoria. Te acaricio para arrugarme las manos con olvidos; dios te acaricia para eternizarte el alma. En ese pretencioso descaro yo también entiendo que dios te roza para asegurarse de que todavía no te ha extraviado.
Lucas Damián Cortiana - Chivilcoy - Argentina
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ISABEL REZMO QUEDAN DÍAS
Quedan días. Quisiera retenerte en el suspiro. Quisiera amarte en el abrazo. En la mirada que confunde palabras. Eres un verso escrito, y una lágrima impresa. Respóndeme, ¿Quedan días? Eres verso libre, en una mirada cálida, verso amargo, verso al fin y al cabo, en poemas rotos de mi propia imaginación.
Extraído de Paisajes de Una Dama, 2013 Isabel Rezmo- Úbeda- España 43
CARLOS ENRIQUE CARTOLANO evasión
quién somete a cuál/ qué color cubre al otro es ese recuerdo que marca ritmo al nuevo día la palabra que ronda tábanos reclamando juez el pendiente/ los cuestionarios sin fin abiertos un blanco a penetrar en muros como diálogos en curso/ el placer que abandona aquel dolor reconocido y viceversa otra vez en justo medio al punto de satisfacción/ el dolor evapora opaca entonces restan puertas tres ventanas que baten cortinados/ y por allí mis pájaros remontan Carlos Enrique Cartolano- Mar del Plata- Buenos Aires
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MARÍA ESTER CHAPP III
recuerdos me sorprenden imágenes vivencias figuras objetos al azar ¿cómo mirar? ¿desde qué ángulo? ¿a qué velocidad? ¿detenerse en la materia? ¿la solidez de los cuerpos? ¿darle un lugar a esas memorias? entornar los ojos para ver un animal me está destinado el arco iris le da la bienvenida me busca el fabuloso está en el vientre de madre a punto de nacer no es espejismo el bello animal palpita en un recoveco de mi conciencia 45
come de mi corazĂłn yo
del suyo
MarĂa Esther Chapp- Ciudad de Buenos Aires- Argentina Del libro: El ojo peregrino- Ediciones El Mono Armado
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FRANK PEREIRA HENNESSEY NOSTALGIA
Quizás la ilusión de la lluvia abandona el acantilado de una estrella donde alguna vez habitó el misterio y las fieras desnudas del trigal rompen las vertientes del cielo desgarrando el sueño del oeste. Que derrama con afán su maleza de nieblas detrás de una línea de sal. Recuerdo ahora tus labios en flor igual que un náufrago cambia su piel, los ocasos guardan latitudes enredadas al fuego, sobrevive la desnudez del olvido con sus cortinas de su fulgor y sus pasados onerosos desatan caminos nublados.
Frank Pereira Hennessey- Barranquilla- Colombia
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ELÍAS D. DANA INFANCIA DENTRO
A mis padres Aún respiro enredado en la silenciosa admiración de aquellas flores de alfalfa erguidas en los campos de mi infancia. Vuelvo a esperar, paciente, el posar de la mariposa blanca, la llegada de las ráfagas de néctar sobre los verdes cultivos germinados con sudores humanos. Aún, vivo volviendo a buscar aquel sol niñera y la lejana brisa y su sal -caricias para una piel aún sin manchasal entrar la tarde a su final. Y, sin poder evitarlo, cuando menos lo espero, vuelvo la cabeza a todos lados, buscando el aroma a vuelo de gaviotas frente a lunas insinuadas. Vuelvo a esperar, impaciente y a la sombra, a que llegue mi hora, la de bañarme en la orilla, y, espero, y espero, e invento otra vez el mismo juego: 48
contar doblados segundos que se me hacen días, mientras, de cuando en cuando, dejo de mirar la espuma de las olas y alzo mis ojos anhelando tu mirada aprobatoria. Aquellos juegos estivales con sus niños (algunos primos) no sé dónde están -ya no llaman a la ventana-, pero yo aún comparto el pan con ellos y, a regañadientes, también algún juguete. Todavía hoy, -estómago ulcerado de presentes y futuros-, sigo viviendo esos días en los que desayuno churros con chocolate y almuerzo dos huevos fritos; ayeres en los que miro, con la boca abierta y el estómago contento, manteles de cuadros siempre nuevos que no debo manchar; pido mi merienda (imaginaria ya) de pan con chocolate y se me pega al paladar igual que antes. Mientras escribo esto reconozco una vez más el aroma que llega a casa desde la vaqueriza lejana: ¿estercolan?: son notas de acre y dulzor en el éter de la madrugada. Arrastro pasos autómatas por la avenida ensuciada con carencias de amores, con depresiones maltratadas, con indelebles errores, y me detecto, de repente, buscando el alargado mugir de un buey barroso. Respira mi animal efímeras neblinas de cálido y húmedo aliento que un día me atreví a rozar con mi mano menuda, hoy transmutada en enorme extremidad casi insensible. No sé si cambia algo que ahora conozca sus nombres, los de esos pájaros que cantaban en el ocaso: me acercan sus conversaciones y antes de que sus voces arriben a mi memoria, antes de sentir el sol en sus colores, me ha recorrido ya 49
un suave estremecimiento… como la primera vez. La noche envuelve una coral de grillos (combatientes armados solo con su arte) y sigo sin atreverme a entrar en el almendral oscuro, ejército de sombras retorcidas, alargadas y ramosos brazos puntiagudos que vislumbro; pero desde la frontera de lo reseco los localizo uno a uno con mi oído fino de niño que ya no está; subo corriendo, (de dos en dos los escalones) contento, a contárselo al abuelo y a papá. Es hora de acostarse pero antes de desplegar la sábana de esta cama adulta que ha ido creciendo cada año hasta hacerse infinita, in-o-cu(l)pable, subo las escalerillas de la litera porque me he pedido arriba, y, esta vez, al menos ésta, nadie lo impide. Me arropo yo, pero eres tú, padre, y no quiero que te vayas porque el miedo me acecha. Con ojos que se entornan, comienzo mi sueño nocturno con un balón de fútbol: -¿Me dejas mamá?, ¿me dejas papá?, por favor, solo un ratito más. Antes de ser vencido, escucho atento al viento frío recorriendo mi memoria de extremo a extremo, una y otra vez, grutas no exploradas, paredes revestidas de yeso…mojado. (Eterno es un segundo) Llegan de vuelta el viento y mi respuesta:
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-Vale, hijo, pero solo un ratito más-, y entonces paro otro gol en la misma portería que ayer me hice con dos piedras robadas a aquellas huertas milenarias, hoy convertidas en sedientas e infinitas avaricias de hormigón.
©Elías D. Dana (Sevilla) [Corto, por favor: https://corto-por-favor.blogspot.com.es] [Haikus y pensamientos: http://haikus-y-pensamientos.blogspot.com.es]
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EDILBERTO CÁRDENAS LO QUE DE TI EXTRAÑO
¡Que tanto haré con tu recuerdo! Si cada vez más distante de mi alma te presiento. Estrella te pierdes lejana en tu universo, mi esperanza ya no te alcanza, cercenadas mis alas, sedentario muero. ¡Es tanto lo que de ti extraño! Que me parece asombroso verte extensa en este otoño persistente sonriendo al viento, que aun disfrutas de las cosas más sencillas de la vida y que tu risa sigue siendo poesía. ¡Yo te pienso recuerdo perdido! Como no recordarte después de todo lo vivido, tu luz aun alumbra en el silencio de la noche y aunque el amor nos contemple desde lejos, yo te pienso en el crepúsculo de nuestra vida. 52
¡Tu voz perdida en el tiempo! Ajenas a mi oído más pudo el embrujo negarme tu voz cual metáfora ausente, que no hubiera dado por escucharte a ratos estaría más completa mi existencia.
Edilberto Cárdenas García- Arequipa- Perú Reside en California. U.S.A.
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AMELIA ARELLANO MELODÍA DE AGUA
Y os será toda visión como palabra de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer ,y le dijese: Lee esto ahora; él dirá: No puedo porque está sellado. (ISAÍAS, XX 11.)
Eras melodía de agua. Niña siesta sedienta. Te amaba tanto, tanto. Pero tanto. Que quizá por eso nunca pude decirlo. Nunca pude decirlo, y te lo digo ahora Ahora, que has partido. Recordar. Perpetuar. Eras... ah, cuantos cielos eras. Libro sellado: solo para él abierto. 54
Una leyenda de mariposas blancas. Blanco guardapolvo. Blanca tiza. Un campanario de pájaros. Pájaros libando ausencia. Un mito frágil de amapolas. Amapolas de escarcha en la garganta. Una fábula de iluminadas trenzas. Trenzas que encendían el borde de tus sueños. Desde esta vocación de orate, yo te nombro. Y me miro y te miro y no es sueño ni espejo. Es, simplemente. Una melodía de agua clara en el arroyo de mi sangre. Recordar. Perpetuar. Amén
Amelia Arellano- San Luis- Argentina
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ZAIDA GILES DE QUIRÓS DE ESPUMA
Ahora que la memoria aún viene a visitarme entre sábanas y sales cuento tu historia: Noviembre ya no es el mismo, es un mes que referente en mis días de poeta tatuado, a fuego lento entre estrellas, por ocasos lleva tu nombre bordado, y en cada esquina alumbrando por el ámbar, por rubíes de tu verso, marioneta de otros tiempos de sangre y un ahora de conciencia... 56
Noviembre cambió el color de mis labios verticales azarosos, innombrables entre añiles y sabores de inocencia , de pasiones. Sigue siendo noviembre en mis sentires perennes: sin figura, abertura de otros pórticos de viento donde sigues siendo brisa y yo, tu hembra de espuma. Zaida Giles de Quirós, Sevilla España Copyright ©
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SANDRA GUDIĂ‘O CARNAVAL
A Antonela Domingo sin rimmel. Verano ladra ladra tras puertas y ventanas. Es tarde. Porvenir cargado de lo que nunca fue se agazapa entre tu ropa y te muerde el cuello: cruel dulzura de carnaval sin albahaca. Un cernĂcalo en vuelo abisal grava tu sino 58
y agota cantos antes de la tormenta. Mundo de miseria el pan que tu mano amasa. Es tarde. Calendario del despojo el amor no cose las dos orillas rotas por el hambre. ¿Puede una sonrisa remendar agujeros del recuerdo? No me pidan más. Es tarde para miércoles también para cenizas. El ángel escondido en la alacena tiene ganas de llorar pero aguanta.
Sandra Gudiño- Santa Fe- Argentina Núcleo Editorial de l’aire, 2016
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ALICIA CORRADO MÉLIN AYER
Soy tierra pan en las manos llamarada. Soy pueblo entre la multitud de máscaras testigo del vapor silencioso temblor, travesía armando palabras. Soy escarcha de aquella calesita con carcajadas mareadas en exilio. Rayo amarillo huella del recuerdo sonoro. Soy mil pájaros mojados en un ritual de ceremonia furiosa pupila con ausencia sin aviso. Soy grito barrilete en la multiplicidad de caminos racimos metálicos de un nido distante. Soy cielo laberinto duende relámpago viaje de puños y caricias. ©Alicia Corrado Mélin Argentina. Mar del Plata. 60
DANIEL MONTOLY TRANSFIGURACIÓN DEL RECUERDO
También se aleja mi compañía/ mujeres de ghetto/ juglares de tabernas/ entre los que pasé tanto tiempo./ Salvatore Quasimodo Impávido con los pedazos de cristales de la ciudad aun resbalándome por los ojos le dije adiós al silencio pesado de tus manos, al calor embravecido de tus noches y con un labio mordido por tu figura desaparecí en la última telaraña de correos electrónicos que tejiste. Daniel Montoly. Rep. Dominicana/ U.S.A. 61
ELISABETH SANTIAGO DESEMPOLVANDO EL TIEMPO
Desempolvé los días que dejaste en mi recuerdo: un ramo de minutos amarillos pintados por el tiempo. Me extravié en la añoranza de sus restos. Se llenaron de luciérnagas mis ojos sedientos. Adoré cada esquina de sus pétalos secos. Agonicé en sus bordes de júbilo y embeleso, pensando si en tu memoria deambulan esos momentos. Desempolva los días que dejé en tu recuerdo, para ver si le encuentras la mitad a este beso. Elizabeth Santiago. Santiago de Cuba- Cuba Derechos de autor. 62
ISABEL PISANI LA CASA
Fue mi casa natal, una de las tantas sureñas: puerta, portón y ventana, un largo zaguán de eco solitario, jardín, huerta y corral temerario. La casa, espaciosa y compasiva, fresca en los largos veranos, tibia en los inviernos desolados. Fue escondite audaz de mis amigas furtivas, y confesionario bajo el parral y sus retoños. ¡Cuántas melodías en ese piano tan lustrado, cuántas telenovelas grises de asuntos leves, y azoteas llenas de sol …y espías con tacos y moños! Fluía ruido de agua y perfume de retamas. Ciruelas, higos y reventonas granadas merodeaban los ojos, las manos y manteles. 63
Tantas risas y juegos, en la infancia… Tantas penas y dolores, con los años… Hoy… los históricos vecinos se han mudado, han muerto, han emigrado; y los rostros familiares se esfumaron. Ahora, lejos de ella, me visita su recuerdo, a veces en temores arraigado, a veces con palabras que no fueron, o con llanto que entre mis labios muerdo.
Isabel Pisani –Buenos Aires- Argentina © Todos los derechos reservados.
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INMA FERRERO EL CONFÍN DE LOS LABIOS
Es tan largo el día en este desvelo. En este esperar de llanto que sólo vive para verte. Las calles lloran como lloran mis besos, y el gemido eterno 65
del silencio me llama en sombras por las esquinas. Sólo tengo tu nombre para defender mi suerte. Para escapar de esta angustia que desborda mis ojos. El día no ha muerto en estos ventanales, en esta ciudad lejana vestida de indiferencia. Odio al día y a la noche que acompaña sus pasos. Al ruido de esta distancia, que cobarde intenta cegarme. Odio la sonrisa obligada en el confín de mis labios. Al latido de la lluvia que me trae a tu recuerdo. Inma J. Ferrero- Madrid - España Poemario: El amanecer en este sombrío ISBN-13: 978-1511727648 ISBN-10: 1511727640 66
ELVIRA DUARTE SENTIMIENTOS SUMERGIDOS
“El recuerdo es el perfume del alma” GEORGE SAND
En el inmenso rio de la vida, sus afluentes, los recuerdos, fluyen como sutil susurro. Emergen como rayos de luz invisibles, o en un silencio atronador. Fuertes corrientes, sucesivas, caudalosas, sobrepujan los desagradables, 67
por el rígido canal. Guardados celosamente, los agradables, prevalecen con gracia, con movimientos cautivantes y pintorescos. Nada se pierde, en la agitación temporal. Nada se pierde. Luces y sombras en sintonía, se equilibran.
Escenario azul. Escenario de cielo. Colmado de emociones, crean un diálogo interno. La inteligencia, presente. Las dudas, resueltas. Recuerdos, evocaciones. Surgidos como un pacto con la vida, para que no se escapen. Hacen vibrar nuestras células, recuperar la inocencia. Dulcificando la vida, Con la certeza de lo no modificable.
Elvira Duarte- Buenos Aires- Argentina
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ARACELI GARCÍA MARTÍN ¡DESPACIO ENTRANDO EN MIS RECUERDOS!
Un año más entrando despacio al mismo lugar La tarde en distancia se acorta. Ojos, águilas Imperiales con gesto de sueño baten sus alas sobre nichos yertos. Y de nuevo abren la boca para cantarle nanas mientras riega el lugar ¡ la llorona! limpiando letras difuminadas por el tiempo y por el sol de un mármol carcomido. Mira su nombre en el olvido junto al eterno abrazo de la Virgen Madre. se le revuelve en el recuerdo su nombre ... Juan Diego ...¡Su hijo! Revocando remembranzas en el dolor de otra madre 69
ya sin esperanza, ,años atrás quedó, pisando, tragando el barro de una tierra, roja ensangrentada Recordando todas las ilusiones que se quedaron embarradas. Ahora tras dejar las flores blancas nardos y azucenas. A tan solo pocos metros se adentra en el Jardín de los Alixares ... ¡Allí está, si, allí se encuentra, quieto, inmóvil igual que años atrás... ¡El banco! Es el banco, con su corazón de madera, que siempre le aguarda ¡Todo un ritual! Con la sierra de plata al frente...Viento, suave, latente. Tarde de primavera brotando semillas rozan su frente. Las golondrinas revolotean el estanque. Rompen de sus entrañas en el espacio-tiempo ¡Las telarañas! Por segundos lacrimales acortan distancia entre banco y acequia ¡Ay! llorosos, ojos, lloroso, tambor de corazón ¡Dulces de leche de madre llorona.!.. Pide abrazar una vez más, su cuerpo hermoso sin poner corona… Entre un rayo de sol furtivo del atardecer, se han unido. Es un rayo serio y cálido, que se hace el sordo e invisible no ve como las pequeñas nubes algodonosas, se acercan suaves a las almas de hijo y madre. La brisa atrapa el momento con su capa de media luna Luna, que se asoma despacio poco a poco tocando la lira deja notas entre pinos y chopos, Por segundos, ¡sólo por segundos! ¡Sus almas se alcanzan! ¡Se besan, se sienten, se acarician! ¡Se acarician, se besan, se abrazan! Ella le mira, le susurra, le tranquiliza… y una sonrisa Le acuna le duerme y sus lagrimas de alegría otra vez vuelven a saber ...a colonia de bebé Araceli García Martín Granada España 70
GLORIA GAYOSO RODRÍGUEZ RECUERDOS
Me abismo sobre el calendario, me asomo a la ventana de mis días y destejo la trama, concibo extraños garabatos, proyecto soles sobre mil casillas. Los número se reinventan, cansados del murmullo de los siglos. Bajo al sótano de las reminiscencias escondidas, desovillo las nubes de otras lluvias, saco trastos del jardín imaginario, bailo con el ayer, no yerro el ritmo. Desanudo un paquete de postales que suelta nombres. Me bebo las burbujas del festejo, acaricio los ecos de sus voces y dejo al garete los recuerdos, mientras trato de adivinar qué nueva historia pintará en mi vida el duende que señala los senderos... ©Gloria Gayoso Rodríguez- Buenos Aires- Argentina Todos los derechos reservados 71
ESTELA MOLINAS BÁEZ ES TU RECUERDO
Es tu recuerdo el que me deja en espera, hasta que renazca una nueva primavera, para desbordar tus besos en mi frontera, entre caricias, de suave lluvia mañanera, y en libertad, de recordarte como quiera, voy amándote, cual si fuera vez primera. Es tu recuerdo el que alimenta mi pasión, en coreografía que inunda mi habitación, en eco de tu voz al ras de mi respiración, y al aspirar tu aroma entre la respiración, voy amándote, incluso en la imaginación, sin permitirme, perder una sola ocasión. 72
Es tu recuerdo el que intensifica mi amor, casi al borde de la locura, sentir tu sabor, una ternura inmensa, al imaginar tu calor, mientras mi calidez tropieza con tu sudor, y entre, los espacios de mi mente tu olor, hace fiesta con tu presencia multiplicador. Es tu recuerdo el que con dócil insistencia, me tiene pendiente, al pie de tu ausencia, en la sombra de tu imagen cuya presencia, justifica incluso, diariamente mi existencia, y es tu recuerdo el que, con permanencia, te trae, justo aquí, siendo la reminiscencia.
[02/02/2017] © Estela Molinas Báez Juan León Mallorquín – Paraguay
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MAR DE FONDO NEL MEZZO DEL CAMMIN
Ambientes congelados en la estela de un susurro, confusión de vivencias pixeladas: al final del túnel concluyen las imágenes, los recuerdos…, ¿o viven aún? Mientras… me bebo las partículas de polvo, se colaron ensuciando mi café, trago el pasado y enjabono la taza, intentando limpiar este presente, turbio, viscoso, sin posible retroceso. Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España. 74
CARMEN MEMBRILLA OLEA
Puedo leer tu nombre en todos los lugares que me son desconocidos. Algo de mí se escapa entre las sombras de un recuerdo… La belleza de tus besos reside aquí; en los rincones de miles de recintos deshabitados … Es imposible el olvido y es imposible la ausencia mientras exista tu nombre.
Carmen Membrilla Olea. España.
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MYRIAM COLOMBOTTO DE SEIA UNA MALETA DE RECUERDOS
Partida, descentrada, me desprendo del avance inexorable de mi tiempo rechazo el escĂĄndalo de ritmos prefijados destruyo relojes de mecanismos perfectos en un mundo ajeno al pulso de mi pulso. (Desde un punto Omega crearĂŠ bandadas que me presten su aire y su donaire 76
para saber el cielo) Crecen los pasos de luz. Me fijan horarios y emociones, salen a buscarme y no hallan sino el grito metido en el silencio exterior de mi cuerpo. Parto hoy. Lleno una maleta de recuerdos, me visto de aromas olvidados, enfundo muebles y prejuicios… Antes de echar llave me acuerdo del espejo, nigromante sin piedad, me da la imagen real. Marca un rostro surcado de ansiedades y en un juego de luz y sombras, en la frente una cruz de ceniza me coloca. Es el signo que deshace el viaje… Al volverme, ingreso al vértigo real.. ... Y deshago la maleta de recuerdos.
Miryam Colombotto Seia – Santa Fe- Argentina
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ELISABET CINCOTTA RECUERDOS III
Niebla prendida en mi andar sin rumbo, por la vereda rota del antiguo barrio que guió los pasos de la niñez. Buscando algo que no existe he llegado hasta su puerta y sólo hallo el viejo árbol encorvado por los años. Ya no existe la casa. La niebla se convirtió en llanto. (¡Estoy sola de recuerdos!) Elisabet Cincotta. Hudson-Argentina 78
JORGE LACUADRA RECUERDOS
Ya hace medio día, o media tarde, desde que se enfrió la taza de café, y sigo escribiendo sobre un vidrio y descubro pájaros por la ventana. Versos que son como lluvia mansa escurriendo por los viejos imbornales huyendo de mi cuerpo adormecido en el ímpetu oportuno de olvidarte. Ya hace medio día, o medio siglo, abandoné al naufragio mis recuerdos, y continúo esfinge celando la arena, infecundo el vértice y cifro mi caída. 79
Soy pasajero de un poema viviente es el latir de un corazón en la mano, un mapa de las simonías de las horas que se agotan en la osadía de perderte. Ya hace medio día, o medio milenio desde que el minuto de ayer caducó, y sigo escribiendo estrofas mustias y despliego las pupilas del recuerdo.
Jorge Lacuadra- Córdoba- Argentina
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ROSA LÍA CUELLO TE RECUERDO…
Recuerdo como eras. Sobre tu cabeza navegaban gaviotas parlanchinas y en tu pecho se adivinaba un corazón mendigo. Ni la desesperada certeza de la distancia desnudaba tu boca de ese rictus extraño. Tus manos mariposas de lienzo y cobardía se movían en el intento de atrapar silencios. Eras el calor en mi piel una sombra feliz en las ventanas la respuesta a todas las dudas las lunas infecundas el hombre que no fue feliz.
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Después aprendiste a sonreír en el borde de una cornisa a soñar con tu cabeza apoyada en mi pecho a confiar en vos a sentirte pájaro en el cemento. Qué será de tus ojos húmedos de tu cuerpo frágil y longilíneo de tu ternura recién inaugurada de las gaviotas que al final anidaron en tu corazón.
Rosa Lía Cuello-Cañada de Gómez-Santa Fe -Argentina
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ISABLACK ROSE DORMIDA
Quiero yacer como dormida, eternamente entregada a la ensoñación de un laberinto de imágenes y sensaciones ya vividas, anidar cuantas veces sea posible en un brumoso e irremediable letargo, hasta burlar la realidad amarga que me invade… Los ojos cerrados para mirarme por dentro; un interior exhausto y flagelado por apatía que no aspira más que tatuarse en tu memoria como el recuerdo más bello, sin haber sido el primero, fue por demás idealizado… Con suerte tal vez el más amado. Quiero ir y venir en la añoranza de las flores de tu jardín, paraíso destruido, erosionado; lúgubre páramo donde sobrevive llena de soledad la melancólica rosa abrazando sus espinas, deseando permanecer sólo recordando… Recordando, para siempre dormida. Isablack Rose. Texcoco, México, México.
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CONSUELO JIMÉNEZ AUSENCIA
Ausencia, imposible ignorarte, empañas los cristales de mis lentes. Estás en la tarde de todas las mañanas, escuchas la noche que llega lenta. Te dibujo sostenida en la orilla de una sonrisa que aguarda la blanca espuma del mar. A veces, te espero en mi pecho, instante en el que el latido hace nido. Estás aquí, en la templanza de viejos pensadores, ajenos al silenciar de tu susurrar. Pronto, ya pronto vendrás ligera, tal vez creas encontrarme asomada al abismo de lo perdido. Sostenida en mi regazo, adivinarás que tu recuerdo se yergue en la palabra, abre los ojos en cada verso, me atiende. Consuelo Jiménez- Barcelona- España 84
NYDIA OVALLE HORIZONTE DE RECUERDOS
En la ausencia de nuestros cuerpos, la memoria ríe en el silencio del tiempo, reescribe en el árbol de la vida, donde las hojas lloran primaveras sin sol y los pájaros trinan en los sueños concluidos como estrellas de esperanza. Caen una tras otra las hojas del recuerdo; pensamientos que acicalan 85
nuestras mentes y oprimen el corazón. Pequeños retoños que giran en tristezas y alegrías que permanecen o se diluyen en el naciente horizonte… creando historia o creando olvido en esta estepa soleada que es la memoria, la lluvia de remembranzas, riega, mira, entristece y dulcifica el paisaje.
Nydia Ovalle Ciudad de Guatemala- Guatemala, C.A.
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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA RESACA
Por mí parece haber pasado todo con bien, mas me amohína en cambio un día después sañudamente y sordo el síndrome de sobreexposición, de hartazgo y cosas así… Por mí parece haber pasado todo, pero acá sigue todo al otro día, peor que en vísperas, ya hecho bola, por mis pecados, en la espuria garganta y no me pasa y no lo trago… Julián Gómez de Maya. Cehegín, España. 87
CARLOS NEGRÓN RECUERDOS
Hay cosas que echo de menos sin que nunca sucedieran, a veces creo que prefiero recuerdos que me mintieran. Los que oculto y los que encierro me dan forma a su manera; ¿qué pasa con los que encuentro sin ser míos en mi cabeza? Carlos Negrón “Conato”. Puerto Rico 88
ISABEL PÉREZ ARANDA CUSTODIANDO LOS RECUERDOS
Mantengo ilusiones de talante involuntario, de los tiempos más lejanos rescato sus semblantes, de manera resguardada imagino los momentos eternamente en presencia los retengo, enunciando uno a uno sin hacer siquiera esfuerzo. No me abruman ni me pesan, me apaciguan, y sin más la lista asciende. Retrocedo hasta el umbral manteniendo sus figuras, preservando su visión frente al olvido, amparando evocaciones, custodiando sus recuerdos, simplemente, envolviéndolos conmigo. Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm – España 89
ANA MARITZA DE SCHWARZL RASGUÉ RECUERDOS
Hoy te he pensado tanto, rasgué recuerdos del pasado, a golpes laten en mi pecho y de nuevo revolotean mariposas. El tiempo se ha empolvado. Lloré con ganas. Estación caprichosa que por recordarte, humedezco. Desamor que estuvo escondido en hojarascas muertas. No fue como alzar la mirada, ni estuvo detrás después del fin.
Ana Maritza de Schwarzl. De Perú.Residente en Alemania. Copyright © derechos reservados 90
DANA LAILA LÚ
Recuerdo tu mirada llena de dulzura y armonía. Recuerdo tu pelo negro como la noche. Recuerdo las enseñanzas y sabiduría que me dabas. Estabas consciente de que tu momento estaba cerca. Aún no olvido aquella mañana en la que te fuiste. Te marchaste para que no viéramos 91
tu vida terminar y el dolor no fuera más. Te amaré y recordaré por siempre, mi pequeño Lú.
Dana Laila Edad 11 años Ciudad de México. Página de Facebook: El Mundo de Dana.
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AYMARA ARUWIRI DICEN QUE VOLVERÉ
Dicen que volveré con el viento y la marea a mis espaldas cargada de laureles y espadas doradas. Dicen que me fuí y abandoné mis palabras dejé que el viento se las comiera. Que nunca les dije adiós que enmudecí todos los labios que mi delirio se perdió en el vacío. Dicen que ellos quisieron detener mi voz en unas letras, en muchas páginas en las calles en la brisa en la espuma 93
en un poema. Dicen que todas las tardes se sentaban con las aves y el cantar de las campanas.... en espera de mis pasos. Dicen que ellos continuaron inventando palabras en cada sombra de las noches en cada sueño de los días. Ellos.... también querían alcanzar el cielo. Dicen que unos cuantos de ellos se han ido, se han conjugado con los recuerdos se han vuelto transparentes.... sus párpados han caído para siempre. Dicen que la historia en un poema ya no es igual. Como aquellos tiempos, que se nos fueron se calcinaron se derritieron..... se difuminaron entre la arena. Dicen que ya nadie canta, ya nadie llora, ya nadie escribe. Dicen que volveré caminando en medio de dos guerras, con mi espada resplandeciente a escribir infinitos versos, por aquellos tiempos por los que vienen por los que están. Dicen que escribiré la sangre de las dos guerras. Que aún pretendo alcanzar el cielo. Dicen que volveré.... Yo también..... me estoy esperando.
Aymara Aruwiri Ciudad de México Página Facebook: El Corazón en la barbarie.
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ROMINA DZIOVENAS LAS MAREAS HABLAN EL LENGUAJE DEL INICIO Y DEL FINAL
A MarĂa Caratozzolo llueve y el mar extiende sus brazos para llevarse los gestos antes de que sean enterrados bajo la arena la orilla resplandece es blanca y serena sostengo tus manos 95
libres de manías y labores mientras los años las vuelven transparentes naciste un día de invierno cuentan que tu padre te bañó en el mar para modelar bajo el agua las astillas de los primeros sonidos hasta convertirlas en susurros en el barco que partió de tu tierra natal un ala dorada rozó tu pecho la madera crujía debajo de tus pies y caminabas descalza por el inicio de una vida posible el viento sopla y todo permanece en su lugar llueve y tu mirada busca un espacio entre las gotas para esconderse del cielo. Romina Dziovenas- Buenos Aires- Argentina 96
JORGE SERRA RECUERDOS
“No vivo de recuerdos pero admito que los recuerdos me ayudan a vivir” JS Como me halaga sentir que los recuerdos bailan en mi memoria su danza de caricias y lujurias. Cómo me halaga poesía saber que fuiste mía que en momentos de gloria jugamos a desatar con las palabras millones de emociones contenidas. Cómo me halaga poesía sentir que cerrando los ojos vuelvo a gozar de los recuerdos dulces que fuiste dibujando con palabras , palabras que abrazaban confundidas los cuerpos y las mentes que desataban sobre la piel y el intelecto vivo, una tormenta. Gracias poesía sigues siendo un motor, desde dentro de mí sigues brillando y en cada esquina azul de los recuerdos tus labios siguen bordando letras en mi cuerpo. Jorge Serra- Buenos Aires- Argentina 97
MIRIAM ÁLVAREZ PALABRAS
Un sonido profundo cava descalzo y se embarra los pies como un equilibrista recorre el borde de la sábana -hilvanada con la piel de nuestras cicatricesse sienta en el límite de la pregunta y no recuerda la respuesta 98
nuestras palabras se encogieron como silbidos colgados de los labios
Miriam Álvarez – Clorinda – Formosa – Argentina
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BELKYS SORBELLINI ¿A DÓNDE VAN LOS RECUERDOS?
Busqué en mis recuerdos tus caricias, tu perfume acariciando mis mejillas, tu piel rozando mis límites, tu mirada en mis ojos. Y no encontré nada… ¿Adónde van los recuerdos que se pierden? Los que el manto del olvido cubre cual telarañas de pasado. ¿Adónde van los recuerdos que forman nuestra historia? Cuando la memoria ha decidido que se vayan, que se escondan. ¿Y que pasaría si todo mi pasado se borrará? ¿Quien sería yo sino mi historia? ¿Quien sería yo, ya sin historia? ¿Adónde van los recuerdos? Los recuerdos de amor, y nuestra historia. Belkys Sorbellini- Santa Fe- Argentina 100
ANA AGUIRRE NIÑA
Niña de los ojos de coco, de los cocoteros, despeinados por el viento. ¿Dónde estás? que ya no te veo tras los ventanales grandes, y es donde me aprieta tu recuerdo y siento tu ausencia, y en mi pensamiento, te veo correr, con tus cabellos al viento, por el arroyuelo, formando burbujas blancas, matizadas de sol y color. Estoy en ese recuerdo, como si ayer fuera hoy. Niña flor de cardo, en qué momento de la vida, desnortaste tu camino del mío, sé que cada uno ya tiene trazado su destino, y ya nada que hacer para atajarte en mi mundo. Y sólo quedaron los ecos de tu risa, y miro el cielo con el corazón lleno de angustias, y no te encuentro; sólo ese cielo azul mostrado de blanco, que ya fueron los puntos cardinales, tuyo y mío. Pero tú, niña sólo naciste para un momento, y ser estrella para alumbrar, 101
el negro camino de quienes estamos luchando con las horas, en este tiempo que vuela y la misión nuestra se resbalan en los talones. Tierno corazón que pulsaba sangre de amor, y corría en tus venas, no eras para este mundo, pues tu tiempo corría saltando sobre el mundo, venciendo a los vientos convertidos en remolinos. Eras vida, eras esperanza, sólo sé que todo pasó como un relámpago, golpeando la tierra. Fuiste como un suspiro al encuentro de tu destino, la luz divina te llevó y te mezclo en él, ¿cómo fue? yo no sé eso, mi niña de los ojos de coco, sólo sé que esa mirada de adiós, aún vive en mí como si sólo eso esperabas, y te separaba un suspiro de la inmortalidad. Te fuiste dejando tus sueños y el mío, tuvo que ser así, fuiste elegida, y desde ese día mis ojos se secaron de tantas lágrimas vertidas, pensé que el tiempo se encargaría de apaciguar mi dolor, pero no el tiempo si se encarga de que los recuerdos, sean cada vez más vivos y llenos de luces, y tampoco existe remedio para el dolor, de ausencia que queda de lo vivido a tu lado. Cada mañana el sol con su luz trae consigo, tu aroma, el eco de tu riza pícara, y pienso que ese adiós, no fue adiós definitivo, sólo un ir; y preparar el gran encuentro que cada día se aproxima.
© Ana Graciela Aguirre Núñez Pedro Juan Caballero – Paraguay
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ICELA ELIZALDE DE TU MANO Y LOS RECUERDOS...
Ahora va vestida de momentos, de los lienzos más profundos que se enredan a la vida. De luceros vagabundos, parpadeando noche y día... de sabores tan amargos, que llegan sin desmedida. El ayer de la memoria, se detuvo aquí, a mi lado... para ver cortometrajes que despiertan del letargo. Hago pausa al mediodía, de mis pocas primaveras, allá donde compartimos un amor que no se entierra. En tus ojos fui el reflejo que anidando va conmigo, a pesar de tanto tiempo... 103
no se convierte en olvido. Y tomada de tu mano aún me siento protegida, porque en mí vive la niña, que a veces... no ve salida. Aún conservas en tu rostro, la dulzura tan querida y en tu pecho hay mil retoños, que te aferran a la vida.
Icela Elizalde (México) Derechos Reservados de Autor. Febrero 06 2017
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MABEL CORONEL CUENCA PENUMBRA
En la quietud de la noche, en la penumbra de una lámpara, frente al ordenador sentada, husmeando archivos, en busca de nada y TODO a la vez. Entre el clic y el deslizar del mouse, allí estabas tú, fresco y tímido llamándome a dar de nuevo un paseo por parajes tan conocidos.
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Sin rehusarme, te acompañé. En cada página abierta zigzagueaban imágenes, puertas cerradas de un ayer por asesinos de ideales. Contemplando todo en penumbra. Una luz incandescente surge emergiendo nuevos pensamientos, -sin más resentimientospor ti, mi fiel recuerdo.
©Mabel Coronel Cuenca Hernandarias – Paraguay
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MAVI GÓMEZ RECUERDOS
Hilvano recuerdos. Bicicletas, niños que danzan bajo una lluvia de pajaritas de papel. Muere el estío engullido por olas de añoranza. Llegó el otoño.
Mavi Gómez- Madrid- España 107
SERGIO TRENTINO SOY EL HIJO
En memoria de mi Madre, dedicado a su luz eterna.
Soy el hijo de sus desvelos, de su simpleza, de su Hermosura… Soy el hijo de su andar constante De sus manos simples, de su mirada consternada, De todo su cariño Soy el hijo de su tristeza y de su llanto, De su ternura, de su devoción y de su amparo, De su risa prolongada… Estas en mí, vives en mí, lates en mí Mis recuerdos se debaten entre tu ausencia Y el símbolo de lo que fue mi vida, Desconozco algunos de tus rostros y eso me atormenta, Habré vagado intacto y sin pecados en tú 108
Conciencia de niña… En el desconsuelo en que se abren Mis heridas, soy el hijo de tus juegos De los sueños que arropaste en tu infancia De tu amor de adolecente, de tus temores… Por lo tanto, soy el hijo de aquella felicidad que fue tuya Y ahora es solo mía, Soy el hijo de todo tu legado… Hay un horizonte donde viven los recuerdos, Aquellos que me hieren con tu ausencia Hay enseñanzas, momentos vividos, alegrías, desvelos Sensaciones que danzan y se debaten en mi dolor, Tu imagen es un ángel que me cuida, Persistente en tu ausencia, llenando de dicha mi alma.
Sergio Trentino / San Carlos Centro / Santa Fe / Argentina
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MARÍA MARTA LIÉBANA TENÍAS RAZÓN
Tenías razón, amor de mi vida, mis besos ya no sabían a miel esas caricias ya no complacían las cuales supe dar el tiempo aquel. Tenías razón, caballero mío, las tardes no tenían el color que pintamos con trazos de ilusión, se convirtió en tristeza nuestro amor. Sí, las noches se tornaron vacías los sueños se quedaron inconclusos las risas no mostraban alegrías 110
ocultaban mas bien nervios confusos. Cruel destino, sentimientos enjutos, tus labios que no sabían mis besos tu piel que no sentía mis caricias no querías tardes ni noches juntos. Hoy, mi alma está sujeta a los recuerdos la esencia, de las manos, se esfumó. Tenías razón, no ansiamos querernos tu corazón vuela libre a otro amor.
María Marta Liébana Resistencia, Chaco – Argentina
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GLADIS MERELES PEREIRA MI RECUERDO MÁS BONITO ERES TÚ
Cae la noche y llegan tus recuerdos en silencio golpeando fuerte mi alma y corazón, cómo duele estar sin ti, cómo duele gritarle a la noche mi dolor, mis angustias y mi amor por ti, mis ganas de verte. Cómo duelen estos recuerdos que giran en mi mente, que me lleva al delirio de una noche entre tú y yo. ¡Ah! Cuánto deseo abrazarte! La brisa está suave y a luna ya se escondió entre una nube y otra, dejándonos un perfecto escondite para amarnos otra vez. 112
La brisa sabe a ti, me envuelve, cierro los ojos, me imagino entre tus brazos, que sensación maravillosa, se me eriza toda la piel, y así estoy amándote desde aquí, desde nuestro rincón que fue testigo de tantas pasiones, en noches como está. Testigo de dos almas que se amaron tantas veces, bajo la tenue luz de la una, ahora estoy aquí en esta penumbra ahogándome en dulces recuerdos, con inmensa ganas de abrazarte, cómo te extraño amor mío! En esta noche hermosa, la suave brisa llega con tu aroma, me roza la piel, me llena de ternura, de mágico momento donde sólo te busco a ti, pero tú no estás aquí amado mío, estoy tan sola sin tu amor, sólo tengo recuerdos tuyos y míos.
Gladis Mereles Pereira. La Eterna Soñadora. Derechos Reservado. Paraguay. 07/02/2017.
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CECILIA ISABEL PÉREZ UN DESPERTAR…
Y se empezó a quedar; se levantaba conmigo bostezaba, elegía que pierna apoyar para no tener ninguna preferencia. Llegaba al baño en 15 pasos se miraba en el espejo y me guiñaba el ojo; yo respondía.- Buen día. Cepillaba mi pelo, me secaba la cara. Y se empezó a quedar; a veces tibia, a veces fría. Llegando a la cocina. Abríamos la ventana no queriendo hacer ruido pero haciéndolo. Y se empezó a quedar anidándose en el hábito. Pava, agua, hornalla, fuego apoyaba mi cuerpo en la mesada. Mientras un poco de yerba, cáscara de naranja...hoy tocaba (sino un poco de café en el mate cuando volvía triste). Respiraba hondo hacia el horizonte de la ventana…me cebaba los primeros mates. Y se empezó a quedar…lo que vive de mí en tu recuerdo. Cecilia Isabel Pérez .Villa A. Fortabat. Partido de Olavarría, Buenos Aires. Argentina 114
GRACIELA MOSQUERA HANSEL Y GRETEL
HabĂamos corrido Los laberintos de papel nos deshojaron y llegamos cansados al umbral hambrientos errabundos solitarios de estrellas Esparcimos migajas por el bosque para que nuestras voces se comieran las huellas y quedamos perdidos para siempre en un mundo de cuentos Graciela Mosquera- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 115
YOLANDA FERRERA SOSA ¡AH, LOS RECUERDOS!
Llegan como oleadas. Sólo precisan de una leve provocación. Entonces se instalan en la cotidianidad de cada cual, fugaces muchas veces, impertinentes siempre. No son exigentes. Pueden prescindir de las palabras o del mutismo más severo. Fieles acompañantes en la brevedad de cada vida, la docilidad cuando se les evoca marca pautas, arranca sonrisas o lágrimas. Conozco, y bien que conozco, de sus andares por segundos, minutos, horas, días, meses y años de mi existencia. Arriban muchas veces sin permiso, para llenar algún vacío…para amargar alguna plenitud. Inmateriales y, a la vez, tan perpetuos, como labrados a fuerza del propio deseo de invocarles, los recuerdos hacen de la muerte una gran mentira.
Yolanda Ferrera Sosa – Cuba/ Miami
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ALEJANDRO RIVADENEYRA PASQUEL YO RECORDABA LA VEJEZ DE ABUELA
Yo recordaba la vejez de la abuela como esas pinturas antiguas bien acabadas, de colores ventilados y aires coloridos, con las manos renegridas por el trabajo pero que le dan limpieza a la vida; el matiz de su piel a costa de vivir en su lecho mostraba todas las veredas del mapa de su vida, un puerto donde desembarcaron sus sueĂąos, y donde sucesivamente anclĂĄbamos sus nietos. 117
Alguna ocasión fui confidente de sus memorias, de sus flirteos con la ilusión en los parques, del temblor de sus manos por asaltar un corazón, un alma como el aire, la luz y sus noches de abandono, que avisaban la marisma de la plenitud del ocaso. A menudo soñaba con el pasado, que no era nada, solo un instante durante el lapso del brillo de sus ojos, otras se soñaba así misma mirándose al espejo entre rostros apagados por las sombras, entonces miraba al abuelo repleto de nombramientos y un rosario de felicidades compartidas. Una mañana soñó con la presencia de Dios y como mística de otros tiempos asumió su ignorancia; un día de resurrección logró reunir la fuerza de sus palabras en un poema en un vocablo en una locución de miradas, hasta lograr decirme un “acércate” con tinta lágrima, y cogiéndome la sonrisa me dijo “¿tú quién eres?”.
Alejandro Rivadeneyra Pasquel- México
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PATRICIA CORPAS GUTIÉRREZ
Billete para un tren con incierto destino destino de un avión que vuela hacia el sol sol que amanece en cualquier atardecer atardeceres lluviosos detrás de un cristal cristal de una ventana por la que entraba el sol donde se dirigía el avión que cambió su destino por una vieja estación donde te espera el tren cargado de recuerdos. 21.01.17 (P.C.G) Patricia Corpas Gutiérrez- Barcelona- España 119
RELATO
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MARTA GRACIELA TRAININI MARIPOSA
Una evocación que me traslada a una de mis aventuras con aires de libertad. Libertad que asimilé desde pequeña y que siendo joven adquirí el aprendizaje que se va dando en el transcurso de la vida. Pues nunca me olvidaré de mi tan querida Mariposa, qué estará seguro danzando en algún río luminoso de una bella estrella. Ella era arisca como esa libertad de "Unamuno" o esa frase de Platón que dice "Los pensamientos son las riendas y los sentimientos los caballos". Era esquiva como ninguna: su sangre dejaba delatar a esa madre ganadora de varias copas ecuestres y yo, acercándome despacio y con la mansedumbre necesaria para cobrar confianza. Todos estaban allí y mi amigo observante y tenso sin parpadear. Él me había visto obrar en otras circunstancias, pero sabía que atrás de aquella musculatura nerviosa casi exaltada evidenciaba un envanecido ímpetu. Sin embargo desde esa primera vez que me acerqué sin dejar de mirarla a los ojos, pactaríamos una amistad. Amistad cauta y firme en mis caricias por sus crines en vistas de su suspicacia y pese a saber que tiraba a cualquiera que hubiera querido montarla, acerqué mi delgado cuerpo hacia sus ancas y en un salto ayudada por mi amigo, me asenté sobre la montura y sin que me 121
diera tiempo a sujetarme de las riendas, comenzó el galope y fue tiempo de entender que su aguerrida inteligencia puso a prueba esa confederación vinculante entre ambas. La mañana siguiente se presentó serena y a distancia se escuchó por primera vez el relinchar de Mariposa hacia la ventana donde me hospedaba en aquella estancia de Corrientes. Me esperó airosa a que saliera y allí supe que desde aquel momento donde bastan las miradas, jamás nos olvidaríamos, la una de la otra. Me apenaba la despedida, pues sabía que no volvería más a Corrientes por mi alergia a ese clima y fue en aquella despedida tras la aventurada acompañada por mi amigo, su primo y una criada, nos dirigimos por la estepa y la cañada. Llegamos al río y con Mariposa tomábamos la cabecera y sin dudarlo sofrenando las riendas nos adentramos en lo bajo del río. El resto desmontó perplejo, mientras ella levantaba en cada trote sus finas patas como el delicado aletear de una mariposa. Era toda una estampa, los caballos sudados por el excesivo calor y la corrida y nosotras disfrutando de la chapuzada. Lentamente bajé y lanzándole agua con mis manos por su cabeza para refrescarla, observaba como su mirada pudo entender que esa era nuestra despedida. De pie y ante ella, no pude distinguir si fue el llanto del río, esa hebra brillante y acuosa que se desprendía de su lagrimal, cayendo sobre su cara humedecida. Sus músculos ya no se movilizaban con el frenesí del primer encuentro ni tampoco al júbilo de la llegada al río, estaba demasiado mansa y su mirada entristecida no me abandonaba ni por un instante y su cabeza a modo de gratitud se acercó a la mía, para acariciarme. La tarde declinaba y todos volvimos a paso lento, creo que fue la primera vez que Mariposa no ocupaba la delantera y tomando distancia con el resto inclinaba su cuello para tratar de verme. La tarde caía y al llegar a la estancia nos esperaban para marcharnos. Bajé con la lentitud que tienen las tristezas de las partidas y mirándola a los ojos tomé su cara y apreté la mía en ella para dejarle un beso, de los que poco recuerdo, haber dejado en mi retentiva. Entonces un peón tomó sus riendas y la vi dejarse llevar cabizbaja y a paso triste hacia el cobertizo, como un prisionero a su celda. No se si al llegar, giró su cabeza hacia mí, pues con mis ojos humedecidos y con la valentía de un guerrero, entré a la casa para no sacar la cobardía de tener que correr hacia ella para dejarla sufriendo, luego de otro resignado abrazo.
Marta Graciela Trainini, Argentina
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CARLOS TORRIJOS RECUERDOS
Paseando por el solitario parque, bajo la tibia lluvia. Carlota, con su mano derecha, sujeta el paraguas que protege del agua su precioso moldeado recién hecho. Junto a ella, bien pegado, rozando su pantorrilla ,Dumbo su amigo fiel, (un dachshund de grandes orejas y cuerpo alargado). Ella ya está acostumbrada a ser mirada con una extraña mezcla de pena y asombro por aquellos que se cruzan en su camino. El tener un ojo de cristal, no le impide darse cuenta de la falta de valentía o tal vez de la prudencia, ante las ganas de preguntar que le ha pasado. En su rostro y cuello, aún persisten las cicatrices producidas por el ácido sulfúrico y sus cejas pintadas intentan dar forma a la cuenca de sus ojos, que reposan sobre una nariz desfigurada. Recuerdos de un día que jamás podrá olvidar. Tal vez ese día, que con la intención de quitarle la vida, aquel mal hombre, hizo renacer en su alma las ganas de luchar, las ganas de vivir. 123
Carlota baja la mirada, inclina la cabeza, para mirar a Dumbo. Camina con desparpajo moviendo su rabito al compás de de sus cortas patas y cuando se nota observado alza su carita y ladra pidiendo un cachito de rosquilla, que sabe que Carlota siempre leva en el bolsillo de su abrigo. Dumbo, ese amigo fiel, el que cada noche, duerme sobre la alfombra de lana a los pies de su cama, atento a cualquier ruido, para que nada ni nadie perturbe el sueño de su compañera de viaje. (Una lágrima de alegría recorre su pómulo izquierdo al recordar aquella mañana). Tras varias semanas ingresada, le daban el alta hospitalaria. Era una mañana fría, una casa vacía la esperaba. En su andar pausado, observaba a una sociedad cambiante ante esa lacra que la consumía. Un cambio que llegaba demasiado tarde para ella y muchas otras. Un cambio demasiado lento, para esas adolescentes que salían de aquel instituto. Un cambio necesario, para el que nadie, parecía tener prisa. En un rincón, agazapado, tiritando, un cachorro de grandes orejas la miraba con ojos tristes. Se acercó a él, lo acarició, quitó la chaqueta guateada de encima de sus hombros para envolverlo en ella antes de en sus brazos apretarlo contra su pecho y juntos irse a casa. Ya no estaba vacía. Esas primeras sopas de leche puestas al fuego serían compartidas por los dos. Era cuestión de supervivencia. Nadie más que ellos podían darse lo que necesitaban. Nadie, solo ellos dos, podían entender lo que sentían. Carlos Torrijos C.a.r.l. (España)
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JULIA DEL PRADO REFUGIO (Recuerdos)
Era ese un refugio de afectos que viene a la memoria de aquellos días en que los niños jugaban con cabriolas y mundos en aquella casa. La abuela dejaba que Aposento abriera su despensa y los frutos y verduras ahí guardados se transformarán en pelotas de trapo. El no podía creer lo que miraba pero acogía en sus manos esas pelotas para su deleite y el de sus primos. Cuando finalizaba este juego, otra vez estas pelotas volvían a ser frutos y verduras con las que las primas de Aposento hacían exquisitas ensaladas en una lata. Aposento no quería las ensaladas, sólo las niñas y sus muñecos se alimentaban de ellas. Luego la esencia de travesuras de sábados y domingos terminaba y la despensa era cerrada con un candado que tenía las iniciales 666. 125
De lunes a viernes la abuela controlaba la despensa y nadie nadie la podía abrir. Aposento un día se fue ya crecido, como se fueron algunos de sus primos. La casa de la abuela se vendió pero el candado luce cerrado en el pórtico de esa casa entre nubes. 666
Julia del Prado- Perú Lima. 15 de enero del 2017. Desde mi casa ostra
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RAQUEL PIÑEIRO MONGIELLO LA CUATRERA
Seguro que existió, no hay ninguna duda y esta historia siguió fiel a mi cerebro durante años. Tuve deseos de traerla al presente y contar este recuerdo, bañado de nostalgias. Ella tenía catorce años y no quería soltar su infancia. Delgadita como un fideo, sensible, traviesa, muy llena de vida. Su personalidad escondía mucha timidez, su carita se sonrojaba muy a menudo. Su pelo castaño medio enrulado. Tenía amor por la escuela, nunca quería faltar. De vez en cuando se miraba al espejo y nada decía de sus dudas. Ir al secundario, era jugar y reírse, su delantal almidonado y su nueva gran etapa, la asustaban mucho. En primer año, rindió todas las materias, no entendía nada, además que era eso de que la trataran de señorita. Tantas materias para estudiar y recién salida de un sexto grado. Según pensaba, era mejor lavar el patio de su casa en patas y cantar alegremente, pero recordaba lo que tanto le había dicho su papá. Su mamá, le puso un profesor para que la ayudara, incluida la materia, 127
Escritura. Rindió todas, pero se llevó dos previas para el año siguiente. Así simplemente, pasó a segundo año. Cuando terminaba de rendir iba a la casa de su profesor y le contaba que había sacado cuatro. El profesor se reía mucho y cuando terminó de rendir su última materia le dijo: - ¡Sabía que ibas a sacar otro cuatro, porque sos una cuatrera de ley! y la abrazó. Ella suspiró y supo, que había empezado a crecer. Raquel Piñeiro Mongiello- Funes, Santa Fe. Argentina
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MAITE GLARÍA CAJITA DE MÚSICA
Andaba por la casa sin saber qué hacer. Era uno de esos solitarios días en que la lluvia cae penosamente como si el cielo estuviera llorando al recordar una vieja canción. Era un día gris, o era yo la gris.
De pronto tropecé con algo, y resultó ser mi vieja cajita de música que no sé cómo llegó hasta el centro mismo de la sala, aunque tengo una “ligera” sospecha sobre mi perro que le encanta husmear en los cajones de cosas 129
guardadas y agarrar alguna cuando dejo mal cerrada la puerta de mi closet. Tomé aquella diminuta cajita de madera laqueada de color marfil entre mis manos, la abrí y le di cuerda. A pesar de los años, la pequeñita bailarina vestida con un adorable tutú rosa comenzó a dar vueltas mientras sonaba esa encantadora pieza musical para piano solo, del compositor alemán Ludwig van Beethoven conocida como Para Elisa "Für Elise” (aunque algunos dicen que realmente su nombre era Para Teresa «Für Therese»), y yo recordé que alguien en mi pueblo cantaba una versión que decía más o menos así:”qué solito está mi corazón, desde que tú no estás, qué tristeza hay en mi existir, sin tu amor no sé vivir...”
Una especie de laxitud se apoderó entonces de mí y me encontré de pronto recostada en el sofá con las manos aferradas a la sonora cajita. Los recuerdos de una época lejana asaltaron mi mente, abrazaron mi cuerpo, y empezaron a hablar desde mi garganta con una voz diferente, más aguda y aniñada. Miré de nuevo la cajita y vi, detrás de la bailarina pequeñita con su tutú rosa, un minúsculo espejo que reflejaba un rostro algo conocido pero demasiado juvenil para ser el mío propio. Caí entonces en una especie de sopor y creí despertar en un dormitorio muy amplio, con dos camas, una grande y otra más chica. Tres niñas jugaban a los yaquis sentadas en el suelo en el medio de la habitación y una se parecía a mí de alguna manera. Entonces miré bien aquel cuarto, sus paredes pintadas de celeste, las doradas lamparitas de noche, las cortinas de raso azul cobalto semiabiertas sobre las ventanas enrejadas por fuera, el simpático oso de peluche blanco sentado en mi silloncito de madera jaspeada, los cuadros familiares en las paredes, y recordé que esa era mi habitación y la de mis hermanos cuando éramos niños. De repente, escuché la voz de mi madre llamándome desde la sala. Corrí hacia ella pero solo alcancé a ver sus manos entregándome una diminuta cajita de música de madera laqueada de color marfil, y de pronto una luz como un flash de cámara fotográfica.
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Desperté deslumbrada mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. El corazón me latía apresuradamente y sentí una especie de nostalgia cálida unida a una inmensa tristeza porque no pude, dentro de aquel hermoso recuerdo, ver el rostro de mi madre que se me fue hace ya tanto, y solo alcancé a oír su voz, dulce como su propio nombre de Dulce María.
Volví a mirar la cajita y noté algo que no había visto antes. El interior estaba dividido en dos espacios iguales. Uno libre, destinado para guardar cosas pequeñas, y el otro donde está el mecanismo que hace brotar la melodía. En el espacio de guardar cosas pequeñas había una foto muy chica y sentí una profunda ternura al ver en ella la imagen de mi madre conmigo a su lado y algo en mi mano, que de momento no logré reconocer. Detrás de la foto, una dedicatoria de su puño y letra rezaba: “Un recuerdo de mi pequeña hija junto a mí, con su cajita de música”.
Maite Glaría. Cuba-USA
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JUAN IDIAZABAL SYLVESTER STALLONE
Hace unas semanas fui a ver a mi psiquiatra. Al entrar a la sala de espera de su consultorio, me percaté de que todos los que estaban esperando su turno ahí me miraban fijo, estupefactos. Pensé, entonces, qué podría llamarles tanto la atención en mi persona, y recorrí mentalmente mi aspecto por sí acaso había algo en mí que llamara tanto la atención y no me había dado cuenta: 1. 2. 3. 4. 5. 6.
Pelo: peinado. Dientes: cepillados y brillantes. Zapatos: ambos del mismo color. Camisa: puesta. Medias: del mismo color. Cierre del pantalón: subido.
Todo en orden, recuerdo que pensé, ¿Qué corno están mirando estos giles entonces? La escena me resultó familiar, pasó lo mismo cuando 132
iba caminando al consultorio, lo mismo pasaba cuando hacía las compras en el supermercado cerca de casa. Además, todas las noches sueño que la gente se me queda mirando a donde quiera que vaya o algo parecido. Sin prestarle mucha más atención a lo qué podían estar viendo o pensando esa gente en/sobre mi persona, me dirigí con mayor resolución en mí andar hacia la secretaria y le hice saber que tenía turno con el doctor Csywensky a esa hora. La secretaria no se sorprendió de verme como el resto de los presentes. Me informó que debía esperar al médico unos minutos porque había varios pacientes antes que yo. Al final la espera resulto ser de casi dos horas, por suerte había comprado en un quiosco antes de entrar una copia del semanario Armamento de Alto Calibre para Masacrar Insurgentes Asiáticos. Recuerdo que ese número en particular tiene un artículo muy interesante en el cual se explican varias formas de contrarrestar una ofensiva soviética en Afganistán sólo con un cuchillo de campaña y otro artículo muy bueno sobre cómo lograr que un solo cargador de balas calibre 120 mm surta el efecto de 200 cargadores sin trabar un arma semiautomática en el calor de la batalla. Excelente número que releí horas más tarde ya en mi casa. Me dio varias ideas geniales. La anciana secretaria me invitó a tomar asiento para esperar más cómodo. Cuando me senté en uno de los no tan cómodos asientos de la sala de espera, la señora sentada junto a mí me dijo sonriente en voz casi inaudible, creo que le daba vergüenza. -Usted me recuerda a Sylvester Stallone, Además, mi nieto siempre soñó con ser como el Rocky Balboa ese.Sonreí e incliné mi cabeza sin saber que responderle a la viejita. Por un momento, creo que comprendí por qué todo el mundo me observaba estupefacto. Tenía algo que ver con Sylvester Stallone pero en ese momento no podía recordar qué era. Debo haberme quedado dormido un rato, pues desperté cuando la secretaria me gritaba enojada que era mí turno. Entré al consultorio de mi psiquiatra disculpándome. Una vez dentro de la habitación, el doctor Csywensky me saludó efusivamente, me ordenó recostarme y me preguntó mi nombre. Pero no le pude responder, de pronto recordé mi problema. Pronuncie casi balbuceante con un fuerte acento ítaloamericano -Am... Amnesia.El doctor Csywensky cabeceó afirmativamente y me recordó con un tono paternalista,
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-Usted es el famoso actor estadounidense Sylvester Stallone. Sufrió un golpe en la cabezota esa dura suya mientras filmaba una toma de la segunda entrega de una película sobre boxeadores y este golpe le descuajeringó las neuronas y ahora usted sufre una clase de amnesia que viene y va. Recuerda algunas cosas como en un flashback pero no quién es usted. Tendría que haber venido a verme hace una semana, pero se le olvidó y lo tuvo que traer su mujer a sacar el turno.Toda la situación me causó gracia, comencé a reír. Le contesté en tono jocoso mientras me paraba y me acercaba a un espejo que colgaba de una de las paredes. -A sí. Y usted es Caperucita Roja, déjese de joder hombre.Pero para mi sorpresa, el espejo me reveló que yo era en efecto Sylvester Stallone. Me senté estupefacto en el diván y todo volvió a mí. El accidente durante la filmación de Rocky 2, quién era yo, la fama mundial, mi millonaria fortuna, mi vida de ensueño. El resto de la hora, charlé con el doctor Csywensky y luego salí sintiéndome un hombre nuevo. Después de todo, no es usual entrar al consultorio del psiquiatra una mañana cualquiera sin saber quién es uno y salir siendo Sylvester Stallone. Un fenómeno ese psiquiatra. Re buena onda además, imagínate sí me hubiera dicho vos sos Carlos Eduardo Robledo Puch, qué hago. Porque entrar siendo nadie y salir siendo un Stallone musculoso, rico, y respetado es un golazo. Ahora, imagínate entrar siendo nadie y salir siendo, no sé, digamos Fernando De la Rúa, o sea un tipo con nariz de chupete, argentino y aburrido. Con qué cara miro yo a mi familia y amigos, cualquier cosa a eso, antes Gandhi o Bob Marley. Pero por suerte el psiquiatra era buena onda y me batió Sylvester Stallone. Un fenómeno mi psiquiatra el doctor Csywensky. Sí sufren de amnesia se los recomiendo, quién sabe, por ahí tienen suerte y salen siendo John Lennon o Nelson Mandela o Diego Maradona.
Juan Idiazabal-Mar del Plata, Argentina
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RODOLFO TORRES LOS RECUERDOS SON TAMBIÉN MUY BUENOS REFUGIOS
Estimadas Carmen y Cecilia, me vi imposibilitado de participar en la edición No. 29, de vuestra Revista Digital Gealittera, con el tema “Refugios”, a causa de un viaje a Cuba y la laboriosa preparación del mismo. Como me parece interesante cuanto hicimos deseo ponerlo a la consideración de ustedes. Lo esencial era que queríamos disfrutar allá y junto a toda la familia de una sonada fiesta de fin de año como la hacían mis padres en mi niñez. Otro propósito era huir de las gélidas temperaturas que invadían Europa por lo que igualmente nos refugiamos algunos días en la paradisíaca Playa Pilar, extendida a lo largo de buena parte de cayo Guillermo, al norte de Ciego de Ávila, mi ciudad natal; y lo mejor, con sol ardiente las veinticuatro horas!!! Lo digo exageradamente porque el tiempo en Berlín por esta misma época es muy frío además de oscuro las veinticuatro horas!!! Allí recargamos las baterías personales pues el invierno pasa factura a los habitantes de esta parte del mundo, de 135
ahí que quienes no nos suicidamos --lo que es muy cierto y debido a la fuerte depresión invernal-- andamos gruñones el año entero, lo contrario de los habitantes de la cuenca del Caribe donde las economías no son boyantes ni mucho menos pero ríen y bailan a tutiplén para disfrutar de la vida como en ningún otro lugar. Y para eso nos fuimos allá. Lo primero que hicimos fue seleccionar la vestimenta adecuada. Nos íbamos de temperaturas por debajo del cero grado centígrado para, luego de volar durante diez horas, desembarcar en más de treinta grados sobre cero. Aunque lo peor iba a ser al regreso pues el “congelador” que dejábamos atrás seguía a toda máquina y debíamos enfrentarlo sin los pesados y voluminosos abrigos de invierno para que no ocuparan espacio y poder llevar más obsequios a la familia y los amigos. Así, nos convertimos en “cebollas” lo cual significa vestirnos con numerosas prendas ligeras para lograr varias capas lo que a su vez y con más razón nos llevó a aplicar la “ingeniería de la maleta”. Para ejecutar la tal ingeniería es preciso armar tres pilas agrupadas así: 1ra) Lo imprescindible y que de ninguna manera puede quedarse fuera. Aquí entra todo lo que es personal y los compromisos con gente muy allegada. 2da) Lo que pudiera y hasta debiera irse si todavía hay espacios vacíos y serían cosas destinadas a ciertas personas. Y 3ra) Lo que pudiera quedarse fuera, aunque si de puro milagro persiste algún hueco serviría para afirmar lo siguiente en caso de que se nos hubiera olvidado alguien: “Traje esto especialmente para ti”. Debo aclarar que en “nuestra” línea aérea el equipaje grande y que va en la barriga del avión ha de pesar 23 kilógramos, más otros 10 kg para el de mano al que se suma una cartera que pudiera tener hasta otros 2 kg. Tales medidas de peso, unidas a las de volumen para el de mano --22 x 30 x 52, expresadas estas últimas en centímetros-- nos conducen con más razón a ejecutar la “ingeniería de la maleta”. Porque si lamentable es sobrepasarse en cualquiera de las medidas y que la línea aérea nos multe, peor aún es llevar un vacío en el equipaje que pudiera ser rellenado con cualquiera de los muchos pantalones o camisas o zapatos o medias o blusas o faldas o pulóveres o juguetes que se amontonan alrededor nuestro y vendrían bien a varias personas. De ahí la aludida ingeniería que consiste además en verificar cien veces el peso del equipaje hasta alcanzar 136
los 23 kg exactos, lo mismo atiborrando esquinas como eliminando el medio kilogramo de más o sustituyéndolo por algo igual de necesario o superfluo pero que va a sacar sonrisas de satisfacción en quienes reciben esos regalos y sobre todo en quienes los llevamos. Pues bien, luego de meses ideando detalles para el viaje, llegó el ansiado momento que era despedir el año viejo en medio de la familia grande y desearnos lo mejor para el año entrante, con besos y abrazos y copas alzadas llenas de cidra burbujeante. Reímos y brincamos hasta saltársenos las lágrimas la noche del 31. Pero, perdón, aquí falta algo pues luego de la comelata de cerdo asado en el mismo patio de la casa donde siempre habíamos festejado y, sin dudas, acompañados de quienes ya no están físicamente…, nos esperaba la despedida de “Mr. Pepe”, nombre con el que mis sobrinas bautizaron el muñeco que representaba el Año Viejo y que volaría por esos aires llevándose los deseos de todos cuando le prendieran fuego, pero antes haría un viajecito más corto, digamos para que no olvidara el lugar de donde se iría en pocos minutos. Habían fabricado a “Mr. Pepe” con camisa y pantalón rellenados de papeles estrujados, careta bien pintada y sombrero campechano y lo tuvieron sentado algunos días en un balance ante el gran ventanal que da a la calle para que se despidiera de quienes pasaban. O quienes pasaban se despidieran de él susurrándole todo tipo de peticiones. Daba gusto observarle a través de la alargada ventana, del suelo al techo y con barrotes, pues permanecía echado hacia atrás en aquel sillón de aluminio y con sus piernas cruzadas, satisfecho de sí mismo, con personalidad propia. No me cabía la menor duda de que iba a ser un magnífico mensajero de las esperanzas de todos… El primero y más corto de los viajes de “Mr. Pepe” tuvo lugar al filo de la medianoche del 31 montado en una carretilla metálica y quienes le asistíamos íbamos armados de cantos, de risas y de objetos metálicos que golpeábamos para animarlo a que nos escuchara y fuera portador hasta de los más nimios deseos. Algunos de éstos eran evidentes pues fraguaban en maletas vacías que varios hacían rodar o cargaban en una especie de súplica que fuera tenida en cuenta y se cumpliera a lo largo del año a punto de inaugurarse. Otras personas ajenas a nuestro grupo iban en la misma dirección y también a la contraria arreando todo tipo de 137
bártulos entre los que pude ver, a la manera de los campesinos de épocas pasadas, de aquellas cajas de cartón llamadas de “leche condensada” amarradas con sogas y llenas sobre todo de muchos sueños... Yo también, por supuesto, iba en medio de la comitiva echando al vuelo un callado ruego. Mi solicitud estaba relacionada con el bienestar de los animales porque en el caso de los seres humanos tenemos al menos la capacidad de decidir a favor nuestro y hasta a la contraria, pero perrosgatos-chivos-caballos-toros-gallos-conejos-monos y demás no pueden hacerlo. Dependen de nosotros. Y quién lo iba a decir, porque al menos mi petición se consumó en solo par de días después cuando yo mismo me empujara a ser el cumplidor, lo que hice con mucho gusto. En efecto, cuarenta y ocho horas más tarde fuimos a comer en un restaurante de rústica fábrica ubicado cerca de “La turbina”, lago artificial nada pequeño al noroeste de la ciudad de Ciego de Ávila. Cuando nos acercábamos al lugar vimos, pegado al tronco de un árbol, un pequeñísimo gato que secaba su pelambre con escasos resultados pues era poca su edad y escasa la maña en la tarea. Algún desalmado le había zumbado al agua y él garrapateó como pudo hasta aquel sitio. Lo sentimos por el pobrecito pero no podíamos hacer nada, hubiera molestado en la comida y la conversación. Para buena suerte suya sin embargo no se había movido del lugar en más de tres horas y le descubrimos a pesar de la tremenda oscuridad y por el empeño que pusimos en ello, gracias a las linternas de los teléfonos celulares. Yo no pude aguantarme y sin pensar en consecuencias futuras lo cargué contra mi pecho porque siempre he pensado que quien salva una vida salva un mundo. Temblaba pero no de frío aunque seguía húmedo en algunas partes. Me parece que temía por lo que pudiera ocurrirle y muestra de ello era el más rápido ritmo de su corazoncito. Pero como era una larga caminata desde aquel sitio hasta la casa llegó un punto en que se relajó hasta serenarse del todo para terminar durmiéndose en mis manos. Estaba cansado del mucho miedo pues no hay nada que fatigue más que el temor sostenido y peor cuando se es tan pequeño con un mundo inmenso y desconocido en derredor. Deseo aclarar, sin que me sienta viejo ni mucho menos, que he llegado a un punto de mi existencia en el que me considero ampliamente 138
cumplido: tengo hijos, libros publicados y muchos árboles plantados. Vaya, que son cada vez menos mis deseos personales y los pocos que afloran dentro de mí tienen que ver con la compasión. Es que el ser humano es cada vez menos generoso o más correctamente dicho “no” se da cuenta de lo que ocurre en sus inmediaciones, menos aún un poco más allá. Yo no sé si tiene que ver con la globalización, la robótica o la velocidad en la que vivimos pero lo cierto es que avanzamos adelante en pos del horizonte, sin mirar a los lados y menos aún hacia abajo. Aunque desmintiendo esa nada amable visión del mundo, fuimos varias las personas las que prohijamos al minino. Llegado a la casa, Peluche --porque así le bautizó una de mis sobrinas-- despertó para ir a esconderse detrás de un tiesto. Allí le dejamos, merendándose un pedacito del asado; ni que hubiera volado al celestial paraíso de los gatos. Temprano en la mañana y recriminándome por haber traído un animal de la calle a una casa ajena, fui a ver qué era de la vida del fulano a la vez que me daba cuerda para resolver cuanto antes el problema que había contribuido a crear. Pues me lo encontré dormido detrás del mismo tiesto, pero entonces sobre una mullida colcha y con un platico de loza con restos del asado. Vaya, que alguien de allí mismo empezaba a integrarlo al hogar, lo que luego confirmé al saber que lo llevaron al veterinario, lo desparasitaron y es un machito… Y para no alargar el cuento acabo de saber, vía electrónica, que Peluche corre detrás del jefe del clan familiar --digo el esposo de mi hermana y de quién todos creíamos que le daría camino a la menor oportunidad--, cuando él le llama con el nombre de Bartolo. Pobre gato, jejeje. Lo cierto es que el micifuz va detrás de él, enredándose en sus piernas con gran regocijo para ambos y hasta se mete en una caja que antes le ha preparado allí, siempre a su lado, para que pueda descabezar una siestecita. Ahora son inseparables y eso me llena de satisfacción. Este feliz relato coloca ante mis ojos un hecho acaecido veinte años atrás. Eran los días en que recababa información, junto a la historiadora Magaly Cabrales Benítez, para la elaboración del libro “Un cementerio que agoniza”. Me entrevistaría con uno de los sacerdotes que oficiaban en el templo de la necrópolis. El anciano me esperaba temprano en la mañana y yo corría en mi bicicleta con el buche de café en la garganta cuando, al 139
trasponer Avenida Zapata, ante la portada principal del cementerio, vi que arrojaban “algo” en un tanque de la basura. Ya al otro lado de la muy concurrida vía me di cuenta de que se trataba de un ser vivo, y no pude contenerme: me apuré al recipiente del que retiré un pequeñísimo y débil gato necesitado de alimento, acicalaran su pelambre y sobre todo de un poquito de amor. Olvidándome de la entrevista, corrí con aquella vidita a nuestro apartamento en el piso 24 del edificio FOCSA. Mis dos enormes gatos, Gris y Bembón, se asombraron de que existieran seres tan pequeños y vinieron a investigar. Yo coloqué ante el nuevo inquilino algo de comida seca para felinos, digo de la que comprábamos por dólares y en las tiendas habilitadas para ello. Pues, a pesar del ínfimo tamaño y las escasas fuerzas, el pequeño separó sus manitos para abarcar el plato, gruñó a los otros como un grande para tragar con desespero. Minutos después y lleno a reventar cayó en profundo sueño. Decidí entonces, con mi esposa, esperar par de días que se repusiera para llevarlo a la vieja y descontinuada piscina del FOCSA, en cuyos agujeros vivían montones de gatos a los que muchas personas alimentaban. Tal cual hicimos. Paralelamente, el gato de Paz Díaz, la bailarina española que residía en el piso 21, se había caído del balcón para morir en la calle 19 y ella lamentaba esa pérdida. Andaba triste. Pero al otro día de que yo bajara con el micifuz, la vi feliz y me contó que ya tenía nuevo y precioso minino, como caído del cielo. Me invitó a su apartamento para verlo mientras decía que, para su buena fortuna, se había cortado el suministro eléctrico o estaba roto el ascensor y ella bajaba por la escalera cuando casi aplastó una bolita negra y peluda que subía trabajosamente… Fue cuando vi al mismo chiquitico que yo había rescatado: ¡Por supuesto que regresaba a nuestro piso 24 para seguir saboreando de aquellas deliciosas galleticas! Tuvo suerte sin embargo pues además del alimento seco, que tendría en adelante, terminó volando a Osaka, en Japón, a dónde aquella bailarina española tenía un contrato. Increíble, de la basura a las estrellas. Éste último será para mí uno de esos recuerdos que constituye un buen refugio. Rodolfo Torres, cubano que vive y trabaja en Berlín, Alemania 140
ETHEL GARCÍA SAAVEDRA ESTA TARDE
¿Cómo no trasladarme a otras tardes, cuando nos tomábamos de las manos y yo contemplaba tus ojos? ¡Cómo los amaba! ¿Cómo no recordar tu risa que tanto alegraba mis días y que a veces yo te la compraba? ¿Recuerdas aquella vez que te dije que necesitaba tu sonrisa y tu seguías muy serio? Entonces puse una moneda encima de la mesa y el resultado fue perfecto. Aún recuerdo esa carcajada sonora que tanto me gustaba escuchar. Y a pesar de vivir tardes grises arropadas por la lluvia, el frío no anidaba en nuestros cuerpos porque nuestro amor lo ahuyentaba. Nuestro fuego calentaba el aire frío. Esta tarde gris me trae tu recuerdo y siento cómo la lluvia humedece mis ojos y se escurre por mi alma. Ethel Saavedra García Cali, Colombia
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GRACIELA ARBISER COMO PERRO Y GATO
a mi padre
Conozco a Ángela y Luis desde que éramos pibes. Íbamos a bailar al mismo club. Calculo que llevarán unos cuarenta años de casados, porque cuando nació mi Raulito, ellos ya se habían comprometido. Siempre se llevaron como perro y gato, cualquier tema resulta suficiente para que discutan. Son discusiones absurdas, largas, inútiles… Discuten en la casa, en la calle, en el cine, en el colectivo…también por teléfono. Sin embargo, cuando van a una fiesta, bailan. Primero discuten, porque a ella le gusta más el bolero, y a él, el fox-trot. Hasta que pasan un tango, si es por Pugliese, mejor y si es Yuyo verde, mejor: Ángela y Luis ya no son perro y gato, no se enfrentan, no se insultan… Ángela y Luis se abrazan, se entrelazan y mantienen una conversación, sus cuerpos dialogan armoniosos. Ochos, giros, pausas… parecen ensayados y a la vez espontáneos, recién inventados, imaginados para su placer, su entrega, sin conflictos, sin contratiempos. …brotó ese yuyo verde del perdón… 142
Ángela y Luis se perdonan, se aman, se sienten. Con suerte pasan más tangos y su encuentro continúa. Puede ocurrir que se retiren de la fiesta muy agarraditos y secreteando. Al poco tiempo, vuelven a su rutina. Para mí, Ángela y Luis necesitarían que, en su casa, en la calle, en el cine, en el colectivo y por teléfono, estuviera sonando de fondo Yuyo verde, y si fuera por Pugliese, mejor.
Graciela Arbiser- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 2001
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ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN DESDE LA TIERRA
Hace tiempo me esperan el río, sus orillas y un canto jubiloso de azulejos y gorriones. Desde hace tiempo conocieron ellos las espaldas de mis sueños y el palpitar desnudo de mi pecho. Hoy está abrasada mi cintura y tropeles de recuerdos ahogan mi garganta. Desde hace muchos amaneceres la neblina, sobre las faldas de la Cordillera de los Andes, cobijó mis embelesos y caprichos. Sí… Hace tanto tiempo hubo una niña contemplando el fuego y algunas veces, un hombre junto a él sentado en un banco bajito pelando plátanos y yucas para ponerle al caldo de carne que ya hervía perfumado de cebollas y cilantro cimarrón, caldo bendito para cuidar a su amada y a sus hijos. Y, mientras la madre hacía arepas de maíz, la niña jugaba a amasar mil veces un trocito que, finalmente, ya no sería blanco sino oscuro de tanta mugre de sus manos pequeñitas. De todo eso hace ya tanto, pero tanto tiempo.
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Hoy me miro como siempre, fundida con el verde y los trinos, con el azul y la bruma, con el rocío y el crepitar perfumado de la leña seca, con las mariposas nocturnas y las velas. Hoy, como tantas otras veces, regresa el tintineo de las gotas de lluvia sobre el techo de zinc de la elda tibia, donde las almendras de café perdían su humedad a favor del paladar de tantos —qué manera dulce de morir de amor—. Hoy, en estas fracciones de segundos, sé que ese entorno acarició a la niña, estimuló a la mujer, formó a la madre y las juntó para prolongar hasta el infinito las huellas de la hembra. Sí, hoy, siempre hoy, el alma tiene nostalgias de pasto húmedo, de café tostado y de las manos de la madre peinando los cabellos de la niña, para hacerle trenzas. Ana Lucía Montoya Rendón Colombiana.
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JOSÉ JAVIER TERÁN DIEZ UNA LÁGRIMA ATRAPADA EN EL RECUERDO
Aquí, en el anaquel de mi librería, ocupando un lugar preferente en la misma, guardo todavía con inmenso cariño aquel primer libro que me regalaste, y que he releído una y mil veces, porque me recuerda a ti todo él, en cada una de sus páginas. Luego vendrían muchos más libros, coincidiendo con los más variados motivos, o incluso sin ningún porqué añadido. Y así, los libros fueron llenando mi biblioteca uno tras otro, hasta completar una muy amplia librería que atesoro con inmenso cariño.
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Pero ninguno como aquel primero. Porque con él, se inició a la par el camino de nuestro amor. Y ¡cómo no iba a surgir el amor!, si sus páginas estaban impregnadas del más puro romanticismo a través de cada uno de sus versos, convertidos en mágicos poemas de amor. Cada tarde nos citábamos en aquel parque junto al río y, en aquel banco que ya era un poco nuestro, releíamos algunos de aquellos poemas del libro, a los que uníamos casi de común algún otro que la noche anterior se nos había ocurrido a cualquiera de nosotros. Porque, de pronto, a los dos nos dio por escribir poemas, sobre todo de amor y romanticismo elevado; fruto, a buen seguro, del amor real que sentíamos el uno por el otro… Hoy, después de algún tiempo de no hojearlo, he tomado de nuevo tu libro en mis manos y, sólo con abrir la primera de sus páginas, la emoción me ha podido. Porque las palabras allí escritas por ti de tu puño y letra en el pasado, a modo de dedicatoria, me han traído tantos recuerdos de un tiempo en el que fuimos felices de verdad, que no he podido por menos que dejar escapar una lágrima, que se ha deslizado rauda hasta el libro, dejando una huella visible sobre el mismo. Y así, con la lágrima apresada en el interior del libro, lo he cerrado y le he vuelto a colocar en su lugar de preferencia en el anaquel de mi librería. Y siempre con tu recuerdo muy presente, me ha envuelto la melancolía.
©J. Javier Terán-Palencia (España).
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ADRI DELFINI EL RECUERDO NO ACARICIA
Danilo se había propuesto encontrar el amor, esto le había llevado casi toda la vida, a pesar de haber alcanzado la madurez de edad (en la inmadurez del no compromiso) se iba el tiempo aguerrido, seguía buscando sin método pero con elocuencia, enarbolando con seguridad su hombría y vivía a la deriva a pesar de los años. Nada lo ataba a nada, se sentía libre a pesar de arrastrar su sombra de errores, a pesar de extender todas las mañanas sus alas no podía volar por el peso de sus miedos. Por eso su búsqueda se tornó eterna, olas de incertidumbre inundaban su ser- sin darle importancia- porque nada significaba para su corazón razonador…seguía viviendo su paso sin cosecha, se bebía sus tiempos de 148
entusiasmo para ir apagando la sed de los desencuentros y las esquirlas disparadas por los desaciertos de la soledad. Y conoció a la muerte… no del cuerpo…porque existen otras muertes como la del corazón sin dueño, la muerte del alma lo esperaba en la oscuridad (porque ella ve bien en ese ámbito) y lo sedujo porque lo visitó desnuda y lo encontró…evocando recuerdos vividos que para nada le servían en su presente, porque no tenían consistencia, ni manos que lo acariciaran, ni labios que lo besaran, ni que lo acurrucaran…desde aquel día, nadie más pudo verle la luz en sus ojos nocturnos.
Adri Delfini- Ciudad de Buenos Aires-Argentina
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MARÍA TERESA FANDIÑO UNA ROSA AZUL
Huele a rosas azules y bizcochos caseros; a su perfume, a sal del Océano Atlántico. Huele a él. Un día de sol me ofreció un beso, un abanico de canciones, la alegría en dos corazones y una sonrisa de amor. ¡Qué frescura! Me iluminó la esperanza de conseguir un sueño, me sorprendió una rosa azul y el tacto de su piel, me enamoró un poema para un niño… ¡Qué armonía! ¡Qué ternura! Ahora, pasa ante mi espejo una arruga ¡Me incomoda esa arruga prematura! ¿Dónde está la niebla? Emerge una tristeza solapada, un abanico de problemas, una lucha contra el tiempo encarnizada. ¡Qué tortura! Recuerdos en unas fotografías, miradas y caricias de mi niñez. Una vieja caja de galletas vacía exporta sonrisas, poemas y melancolía. Todavía perdura mi abanico de canciones.
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Está presente el recuerdo de un pasado cercano, donde habita el sentimiento y la nostalgia de la juventud; en un claro-oscuro de la infancia anhelo ser niña, el paso del tiempo no cura el recuerdo. ¡No, no tiene cura! Mas todavía habita, en los rincones más incógnitos de mi alma, el tacto de su piel entre la niebla. María Teresa Fandiño A Coruña, España
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ISSA MARTÍNEZ LLONGUERAS EN ALGÚN LUGAR
Había estrellas a plena tarde columpiándose entre el polvo del sol. Mi voz leía incansable arrullando su parte niña y mi lengua se había cansado de hacerle el amor sin tocarla. Sonreía el silencio de las paredes mientras todo desaparecía y, sólo quedábamos ella y yo, en un universo condenado a muerte. Y no, no me importaba, antes habíamos estado juntas por mil años, y nuestras almas eran un solo molde donde la perfección se hacía carne, suspiro y lujuria. Esa tarde se convirtió en un siglo con su propio reloj, y en segundos morimos y renacimos hasta la libertad absoluta porque, amándonos tanto, aquellas horas crepusculares fueron definitivas para entender que nada era nuevo aunque lo parecía. Yo le entregué mi rosa inmortal, ella me regaló su lluvia fresca, y en alguna línea del tiempo sin calendario nos hicimos viejas en algún recuerdo, quizá porque posiblemente sólo nos soñamos, tal vez porque simplemente necesitábamos recordarnos de nuevo y para siempre: acaso porque en algún lugar seguimos juntas. Issa Martínez Llongueras. México 152
ROXANA ROSADO EL REGRESO
Sacó el llavero de su bolso e introdujo las llaves, una a una, en las cerraduras. La puerta crujió sobre sus goznes y un olor rancio salió de la casa, golpeando su nariz. Respiró profundo, como alguien que se sumerge en una piscina. Entró en la casa y miró a su alrededor. Todo estaba tan viejo, empolvado y atrapado en el pasado… Antes de que la invadiera el pánico, corrió las cortinas y abrió las ventanas. Quitó la tela que cubría los muebles y se dirigió al patio. Regresó con una escoba y barrió cada una de las habitaciones. Después, con una cubeta y un trapo húmedo limpió los muebles, los adornos y los libros. Al terminar llevó la maleta a su alcoba. Sacó del clóset que se ubicaba en el pasillo un juego de sábanas sin estrenar. -Por lo menos están en su empaque y se conservaron limpias-. Hizo su cama, se quitó la ropa y se recostó. 153
Se quedó dormida de inmediato. Al día siguiente acudió al pueblo a comprar víveres. Había algunas caras nuevas atendiendo a los clientes, pero en la caja estaba la dueña. Parecía que el tiempo no había pasado por ella. Siempre se había peinado con el cabello recogido y usaba una capa que jamás se quitaba. -Buenas tardes le dijo sonriendo. Le extendió la nota y el dinero. La miró con desprecio. Por un segundo sus miradas se encontraron y pudo sentir el rechazo profundo. Recibió el cambio y salió apresuradamente sin voltear. Lo mismo sucedió en la panadería y en la florería. -No importa que tenga que abordar el camión e ir al otro pueblo. No volveré a comprar aquí- dijo en silencio mientras caminaba con las bolsas al hombro. Conectó el refrigerador y funcionó. Lo mismo sucedió con la licuadora, el radio y la televisión. -No tendré que comprar aparatos nuevos. Eso me da gusto- pensó. -Ahora, a poner esto en orden-. Tardó quince días en sacar las cosas que decidió no conservar. Sacó ropa, zapatos, papeles, cacharros de la cocina, cosas que ya no tenían ninguna utilidad para ella. Arregló el jardín, cortó la hierba y sembró flores. Confeccionó cortinas nuevas, reparó los muebles rotos, quitó el tapete roído y pintó las paredes y las puertas. Cuando terminó miró el resultado. Todo se veía distinto. Parecía que la casa tenía vida y le sonreía. Se preparó una taza de té y se sentó en la mecedora de la entrada. Habían pasado tantos años desde la última vez que contempló el atardecer en libertad. Lo último que arregló fue el desván. ¡Había tantos recuerdos! Encontró una caja con fotografías. Se sentó en el suelo a revisarlas. Ahí estaban sus abuelos, sus tíos, sus hermanos, los vecinos con sus fiestas infantiles, pasteles con mordidas y globos. Y entre ellas encontró la foto de una niña de coletas. La tocó con los dedos como si acariciara el rostro. Una lágrima salió de sus ojos. El dolor volvió. Los recuerdos se arremolinaron en su mente y sintió la desesperación. Recordó a la policía, la gente tratando de 154
romper la valla para entrar, su hermana gritándole que jamás volvería a ver a su hija… Bajó corriendo las escaleras y salió al porche. Necesitaba aire fresco, renovado, algo que la motivara a seguir. -¿Dónde estás?- gritó dirigiendo su mirada hacia el cielo. -¡Quiero que me la devuelvas! Sé que cometí un error pero ya lo pagué. Lo pagué durante muchos años. ¡La quiero de vuelta! La necesito. Quizás hasta me he topado con ella y ya no la reconozco-. Se arrodilló y por primera vez desde su regreso lloró con fuerza, con furia y desesperación, con dolor. Deseó en un instante regresar el tiempo pero estaba de más gastar sus fuerzas en ello. Recordó las palabras de su abuela. -No mires atrás porque el pasado esta muerto. Tampoco mires hacia el futuro porque aún no llega. Solo ve tus pies y nunca los pierdas de vista. El presente es lo que importa-. -Tienes razón abuela. El presente es lo que importa pero no sé cómo manejarlo. Constantemente pienso en el pasado, en lo que pude hacer para cambiar mi camino. También se que ya no hay remedio, pero quisiera las cosas buenas de vuelta. Abrazarte y besarle la mejilla a mi pequeña Emily por ejemplo. Sólo espero que esté bien y poder verla algún día-. Por la noche mientras hacía cuentas pensó que era momento de buscar un empleo. -El dinero no es para siempre. Mañana cuando compre la comida buscaré trabajo-. En la farmacia del pueblo donde hacía sus compras requerían una empleada. La paga era poca pero suficiente y el horario cómodo. Trabajaría de lunes a viernes y los sábados medio turno. Lo aceptó. Su ánimo mejoró. Hasta se sentía más saludable. Era muy bueno trabajar. Le daba energías. Por las tardes cuando volvía a su casa se sentaba a leer y pintar. Los domingos llevaba sus cuadros a otro pueblo, a un mercado donde el arte podía exhibirse y ponerse a la venta. Se compró un auto usado. Le era muy útil pues con él viajaba hasta el pueblo para trabajar y los domingos se trasladaba hasta el siguiente pueblo (como a dos horas de su casa), y ya en el parque acomodaba los cuadros en los caballetes y se sentaba bajo una sombrilla. Siempre vendía dos o tres cuadros. A veces ganaba más en ello que en la farmacia. La vida tranquila le sentaba bien. 155
Uno de esos domingos mientras esperaba a los clientes una joven se acercó a mirarlos. Se veía tan bonita y llena de vida. Escogió varios cuadros y los pagó al momento. No llevaba auto, así que los recogería el domingo siguiente. Le pareció conocida su cara, sintió algo especial cuando estuvo platicando con ella. Al llegar a su casa sacó la fotografía de Emily. -Se parece un poco a la chica que conocí hoy. Esa edad debe de tener ahora-. La semana transcurrió con la rutina tranquila, del trabajo a la casa, a la lectura y a sus cuadros. Llegó el domingo y la joven acudió a la cita, pero la señora de los cuadros no estaba. Tampoco fue al domingo que siguió, ni al otro. Preocupada, empezó a pedir información. Nadie la conocía, salvo la señora que vendía flores. Ella sabía bien quién era. -Te daré su dirección. Es tiempo de que te encuentres con ella-. La joven no entendía lo que había querido decir con esa frase. Tomó el papel y subió a su auto. Manejó casi dos horas hasta que llegó a la casa. Se estacionó y subió los escalones. Sus pasos se escucharon antes que sonara el timbre. -Espere, ya voy- se escuchó una voz que venía de adentro. Abrió la puerta y la miró. -Pasa. Prepararé un poco de té. Tus cuadros ya están empacados-. Conversaron durante varias horas. Las visitas continuaron y entre ambas se creó un lazo fuerte, un lazo de amistad. La tarde de Navidad sonó la campana. Era la joven cargando varias cajas de regalos. Mientras bebían té la miró y le dijo -es tiempo de que sepas quién soy-. Entonces le contó todo. Se había casado muy joven. Amaba a su esposo profundamente. Al año de la boda nació su pequeña Emily. Pero después de eso empezaron los malos tratos, las borracheras y los golpes. Un día borracho confundió a 156
Emily con un coyote. Intentó clavarle un cuchillo pero ella se adelantó y le clavó unas tijeras en el cuello. Murió desangrado en la entrada de la casa. Su familia la juzgó con mayor dureza que el juez. No la apoyaron en nada. Le quitaron a la niña y la abandonaron a su suerte. -Cumplí mi condena. Pagué mi pecado y perdí casi todo, a mi familia y a mi mayor tesoro. Lo único que me quedó fue esta casa y mis ahorros. Dejé de ir al bazar porque te reconocí y no quería que supieras quién era-. -No debes sentir vergüenza. Mi tía me contó todo antes de morir. Ella no entendía lo que había pasado pero yo si lo comprendí. No tengo recuerdos de esa tarde, sólo imágenes sin sentido. Gracias a lo que hiciste estoy viva. Ahora que has regresado no me separaré de ti. Nuevamente gracias madre-. Ambas se abrazaron. -Ahora iremos ambas al parque a vender tus cuadros. ¿Te parece?-Claro que sí- dijo suspirando al tiempo que le acariciaba la mejilla. -Claro que sí Emily-.
Roxana Rosado- Ciudad de México- México
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SARA BRUSSA A LA DERIVA
A pesar de hoy la propiedad está incluida en la zona céntrica, hace más de medio la zona era un basural del centro. Hablo de mi casa .La casa de mi infancia. Los terrenos aparecían bajos e inundables, con una vegetación exuberante de paraísos, madreselvas, zarzaparrillas, cicutas, cafetos, recinos y otras malas hierbas. Papá decidió construir allí, por un plan del banco hipotecario una sólida casa antisísmica, cuyo destino era San Juan y quién sabe porqué designio político terminó siendo construida en el llano. Cuando llovía las calles de tierra se inundaban, como así también los patios traseros y jardines pues nada estaba delimitado hasta entonces. Podíamos cruzar el patio “DEL HECTOR CARPIO” y escuchar a su padre el Guitarrero O VER TEJER A DOÑA ELIDA. 158
Cuando el invierno Chelito Antonín, contaba sus interminables historias chaqueñas en un castizo cruzado, acompañado de tortas fritas y mates. Mi hermano Luis, el muy guacho se mataba de risa .No eran las tortas fritas lo que más nos convocaba sino, reímos de aquel santo y querido hombre. Recuerdo un día lluvioso de enero, como siempre el agua había tomado el patio trasero y se perdía en los terrenos lindantes confundiéndose con las calles paralelas. El agua venía de lo de Volken, cruzando las vías del tren, de más allá todavía, de la cañada, de la curva de Gon, del “Puente” decían… Las culebras, asomaban sus cabezas plateadas, curiosas, ante el tropel de los muchachos que chapoteaban en el agua tratando de cazar tortugas. Mi hermano Luis, que siempre fue medio aventurero, tomó gran una madera cubierta de alquitrán, que papá había comprado como desguace en el puerto para la construcción. Nos subió a las tres a la balsa y como Tom Sawyer, provisto de un palo de sauce para tomar impulso, salió a la deriva, mientras la correntada nos arrastraba con fuerza, fuera de los límites alcanzables. Nuestro padre, trataba de correr desesperado con el agua por encima de sus rodillas, gritando enojado a nuestra travesura, mientras nos reíamos sin que nos importara absolutamente nada, su estado casi demencial.
Sara Brussa –Santa Fe – Argentina
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MARGARITA POLO VIAMONTES ¡CARAMBA CON LOS RECUERDOS!
No entiendo por qué me presionan para que les cuente tales cosas. Solo son recuerdos de mi niñez ―le digo yo a mis hijos y nietos, cada uno en su tiempo exacto, pero siempre debo repetir las mismas historias, a veces hasta me parecen irrealidad, salidas de mi mente “novelera” como la llamaba mi madre, cuando me escuchaba contarlas a los demás: Cuando era pequeña, me encantaba subir a la mata de guayaba del patio, jugar con las lagartijas, ponérmelas de aretes, leer y escribir. Era mi oficina. Detestaba jugar a las muñecas, esas de ojos de vidrio que te miraban fijos, o las que cerraban y abrían sus pestañas al moverlas. ¡Me aterraban! Tampoco me gustaba jugar a las casitas como a mi sobrina, dos años menor que yo (hermana de crianza) donde yo debía ser la mamá, sacrificándome inmóvil para no despertar aquella muñeca idiota. 160
Prefería jugar a las casitas con dos vecinas de mi barrio, contemporáneas conmigo, haciendo “cocinaitos” en el patio de su casa en las horas de siesta de los mayores. Donde también servía de narradora de novelas y películas a su mamá, quien se embelesaba tanto que se quedaba dormida en su balance, momento en que escapábamos nosotras al patio en libertad. También me encantaba “mateperrear” con mis sobrinos varones, correr por el barrio, jugar a las bolas, el trompo, la pelota, empinar papalotes y hasta boxear… LIBRE de ataduras hogareñas que imitaba mi sobrina en sus juegos, creo que mi rebelión interna tenía que ver con el llamado feminismo, pero nunca lo practiqué después. En realidad, los demás me necesitaban para hacer el dúo o la cuarteta en el juego del equipo. Yo pichaba bien y bateaba de home run casi siempre, además daba unos piñazos que los chicos que venían a burlarse de mis sobrinos pequeños, a quienes llamaban Alfeñiques, tenían que vérselas con mis puños, era más semejante a los camorristas del barrio que a las ideales niñas buenas y educadas. Por eso, supongo que “las comadres” del barrio, comentaban que yo era un marimacho, sin mucho futuro como mujer de hogar. Mi hermana y madrina, muy estricta en las tradiciones camagüeyanas, donde la mujer era una especie de figura inmaculada y dama de sociedad, como era su deber por maestra de profesión, correctísima en disciplina, insistía en que había que “tomar riendas en el asunto”. Como era deber, según su manera de ver el mundo, cuando yo estaba en su casa “me entraba en cintura” Literalmente también, pues me compró una faja para “afinar mi cuerpo de tortuga”. En realidad, era la más gordita del grupo, comparado con los hijos casi famélicos de mi hermana, era diferente mi aspecto, denominado por ellos como “barril de leche”. Ella me vestía a su gusto, me amoldaba hasta el carácter ―acorde a su criterio. Luego, cada domingo en la misa el padre cura, me leía la cartilla, donde debía velar por mi “comportamiento inapropiado”. Así que cuando yo caía en las manos de mi hermana, veinte años mayor, era bien serio el asunto. Mi hermano, catorce años mayor, me tenía como su juguete preferido. Siempre me contaba, que cuando yo tenía meses de edad, él me paseaba por su pecho hasta llegar a su cara cantándome: “caminando, caminando…que la niña ya va caminando…” en fin, llegaba hasta su cabeza con mis pies regordetes, pero un día yo me hice caca en el pañal y seguí caminando machacando mis heces sobre su cara… Increíblemente se reía a carcajadas contando la historia. Pienso que eso era simbólico. Mi hermano era capaz de dar su vida por mí. 161
Así crecí entre la casa de mis padres, y los préstamos en las de mis hermanos. Reprimida y aliviada por etapas, según la casa del hermano en que me tocaba pernoctar. Mis padres tuvieron dificultades económicas y la escuela del barrio se fue a pique, lo cual solucionaron con las estancias en casas de mis hermanos y la mudanza a la escuela donde trabajaban como conserjes mis dos tías, hermanas de mi madre, al otro lado de la ciudad. Una tan dominante como mi hermana, la segunda con su mirada melancólica siempre escondiendo mis travesuras de hablar en clases y tirar taquitos de papel con una liga tensa a la cabeza de los demás. Creo que todas, niñas de “sucasa” pues entonces no eran mixtas las escuelas primarias públicas, que yo frecuentaba, tanto en mi barrio, como en el centro de la ciudad. Una de esas escuelas estaba en el antiguo cuartel de caballerías español, museo de la ciudad, allí también hice el comienzo de la secundaria. Mirando ensimismada por los ventanales de altas rejas comencé a urdir mis historias novelescas. Caminando mentalmente a través de la fortificación hasta llegar por un túnel, que aseguraban existía bajo los pisos del lugar, hasta la calle y un antiguo hospital. A mí me bastaba con ir muy cerca, solo al cine para ver las matinés dominicales que tanto disfrutaba. Así me descubrían las maestras y el reglazo en el pupitre me hacía despertar de la ensoñación. Todo este tiempo andaba yo, entre mis deseos de ser libre y mis constantes reprimendas por ser “fuera de lo establecido para una niña bien educada” En eso, llegó el Comandante y mandó parar… ¡Caramba con los recuerdos!
Margarita Polo Viamontes- Cubana que reside en Miami
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