Gealittera 9

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com http://revistagealittera.blogspot.com.es/ IBSN: 14-08-2014-55

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INDICE EDITORIAL Carmen Membrilla Olea

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Cecilia Ortiz

8

POESÍA Anamaría Mayol

Árbol en algún bosque

10

Oscar Vicente Conde

Los árboles

13

Marianela Puebla

Otoño en el bosque

15

Alba Estrella Gutiérrez

17

Tomás Sánchez Rubio

Árboles de esperanza

19

Gloria Marecos

Hacia los montes luminosos

21

Carmen Rubio López

La muerte vegetal

23

Isabel Pérez Aranda

Alharrúba

25

Cecilia Ortiz

Mírame

27

Isabel San José Mellado

Los árboles

29

Daniel R. Jaime

Amor natural

31

Amalia Abaria

Al aguaribay

33

Alicia de león Epp

Transmutación

35

Isabel Rezmo

Almendros

37

Araceli García Martín

Cuidemos los árboles

39

María Elena Espinosa Mata

Réquiem por un árbol

42

Mar de Fondo

Besos callados

44

Julián Gómez de Maya

Flores de tipuana

46

Isabel Pisani

Los suplicantes

49

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Isabel Llorca Bosco

Jacarandá

51

Amanda Espejo

Bajo el sauce

54

Asunción Caballero

A un amigo asesinado

57

Emilia Marcano Quijada

El huerto de mi hermana

60

Adri Delfini

Podemos ser como un árbol

62

Elisabet Cincotta

El Tilo

64

Silvia Aída Catalán

Árbol de mis padres

65

Mónica Ivulich

Soy árbol

68

Marianela Puebla

Árbol

70

Custodio Tejada Cruz

El sauce y la mar

73

Gloria Gayoso

Encina

75

Säo Gonçalves

Es aquí…

77

Antonio Pérez Cózar

Los árboles de Benedetti

79

Ana Maritza Aguirre de Schwartzl

El árbol viejo

82

Pura Fernández Segura

Cortijo

84

Teresa Palazzo Conti

El cedro del camino

86

Sara Brussa

Entre las hojas

88

Graciela Romero

90

Inma Ferrero

Bóreas

93

Ana Saavedra

Silueta Vacía

95

Magda Robles

Corteza

97

Mar Blanco Larrosa

99

Mabel Coronel Cuenca

Acacia

101

Mariel Monente

Donde anido

103

Lazara Nancy Díaz

El árbol del amor

106

Carmen Membrilla Olea

El árbol

108

Juan Miguel Idiazabal

Venganza de un árbol

110

RELATO

4


M. José Riazuelo

El hayedo

112

Mía Pemán

Un guiño, una sonrisa

114

Tomás Soler Borja

Él, es

121

Ana Lucía Montoya Rendón

¿Recuerdas?

125

Graciela Amalfi

Kumiko… piensa

127

Javier Terán Díaz

Cristina y el viejo cerezo

130

Margarita Polo Viamontes

Mi árbol y yo

135

Mayte Álvarez

La semilla del árbol de la conciencia

139

Graciela Arbiser

Los tilos

145

Rita Bedia Lizcano

La selva suicida

147

Roxana Rosado

Ela y el árbol negro

150

José Javier Ramos Alcocer

Veinte años más tarde

161

Los árboles sagrados

164

ENSAYO Ana María Manceda

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EDITORIAL 6


Imagen: Cedric Blanchon

Desde que llegué a Gealittera escribo. Hablo y escribo. Hablo de armonía, de pájaros, de agua, de piedras y lamentos, de sombras cristalinas. Hablo del otoño, del sueño y la locura, de la memoria de los árboles, de la humedad de los relámpagos. Hablo y escribo…Escribo y hablo…e interrumpo así el curso del silencio.

Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España

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Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Las palabras alineadas, árboles que cambian de vestuario, se multiplican para entrar. El espectáculo no puede detenerse, como un teatro de memorias, de paisajes vistos. Cada uno, con sus propios gestos, encuentra la escena. Aquí, sin maquillaje, el corazón recupera latidos, límite de poema o punto final de un relato. Y suena una sinfonía hecha de follajes, el viento se expresa, busca la página y dibuja nuevos trazos hechos de emociones. Un juego delicado sobre el que escribimos.Y el sol en lo alto sobre nuestros árboles gealitteranos. Siempre .Gracias por acompañarnos. Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina 8


POESÍA

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ANAMARÍA MAYOL ÁRBOL EN ALGÚN BOSQUE

Imagen: David Silva

Tal vez antes de ser mujer fui árbol en algún bosque

y mis ramas crecían hacia el cielo siempre intentando ver el horizonte

y estuve allí por siglos 10


enraizada aferrada a la tierra bebiendo el cielo habitada de pájaros y estrellas

Tal vez antes de ser mujer

diseminé retoños dejé semillas

y el viento fue mi amante en los silencios

mi piel era corteza mis colores símbolos del transcurso del tiempo en crecimiento

A veces pienso en ello y el bosque

no es un lugar extraño

11


Tal vez antes de ser mujer fui árbol en algún bosque

aún siento el latido de la tierra en mis venas

y hay días que regresan los pájaros y anidan

Anamaría Mayol- San Martín de los Andes- Argentina

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OSCAR VICENTE CONDE LOS ÁRBOLES

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Allí están ellos fijos a la tierra con los lamentos sobre la brisa aún se ven desde la ventana austera donde mis ojos se regocijaban con las sombras

Allí están con la lozanía de los veranos inolvidables la tristeza de los otoños con ausencias y nuestras incasables risas siempre vívidas 13


Mi viejo bajo sus sombras siempre una distinta mate en mano y el cigarro negro que envolvía todo como un manto

Mi madre tendiendo sogas las sábanas como banderas blancas al aire matutino su voz suave y afable cantando morriñas y el pañuelo de lunares blancos en su cabeza blanca

Allí están plenos como si los años se hubieran detenido en su ramas grandes y fuertes como brazos de marineros en el astil y los ojos descubriendo puertos lejanos

Allí están los árboles de la vieja casa que ya no existe como guardianes gigantes bajo un cielo que les rinde culto

©Oscar Vicente Conde -Buenos Aires- Argentina

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MARIANELA PUEBLA OTOテ前 EN EL BOSQUE

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

El euro pasa arrastrando sus alpargatas sucias de barro, deja una larga huella sobre la piel tierra. Quiere que lo siga, su invitaciテウn cae desde un テ。rbol, una hoja tornasolada roza suave mi rostro y se aleja tras la cola del cierzo insinuando con mudas palabras a que lo siga. Las hojas caen sobre la huella, alfombra multicolor, y me deslizo sobre ellas cual gacela, 15


apenas tocándolas, mariposa de alas argenta en una tarde de otoño.

La húmeda tierra después de la lluvia huele a sandia, dulce y perfumada, es una metáfora de olor naturaleza, una algarabía de trinos, y el sonido pasajero del viento y su mágica trompeta.

De pronto, me detengo, digo adiós al bosque, a los árboles que me despiden susurrando desde sus copas mientras el céfiro ulula entre el ramaje. Les envío un beso a la distancia y abrazo al primer árbol que encuentro, le cuento un secreto que guarda en su corazón de roble. El abrego revuelve mis cabellos y se aleja estallando en una carcajada de hojas. Mañana vendré a soñar en la inmensidad de su reino.

Marianela Puebla- Valparaíso- Chile

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ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

árboles indescifrables

y con las alas del viento levanto mi dignidad y soy esa pequeña historia de olvidada memoria 17


me descalzo de pie con las alas del aire y estoy frente al milagro de vivir el instante he muerto muchas veces y he vuelto a renacer en los párpados ciegos de la noche sobre árboles quietos indescifrable enigma y en las alas del viento erguida vertical sola de enigmas volveré a creer

y a ser

Alba Estrella Gutiérrez- Buenos Aires- Argentina

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TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO ÁRBOLES DE ESPERANZA

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Otra vez domingo y me despiertan voces negras, roncas como lanzas de mármol que me atraviesan y me rompen, que desordenan las ganas y el vivir.

No veo el sol de que hablan quienes pasean por la calle. Me llueve dentro, cada vez más dentro.

19


Cierro los ojos despacio y juego al triste juego de ser otra persona para verlo todo desde fuera.

Ser alguien y dejar de ser la nada. Me imagino lejos: al otro lado de la luna del armario, o en el fondo del tercer cajón de la mesita de noche. Cuento diez veces hasta diez, por diez y por diez más.

Y no desaparece el mundo, ni los gritos, ni desaparezco yo con mis fantasmas vivos.

A ratos sueño que soy un árbol, pero no un árbol de ciencia irreal y difusa; tampoco un árbol perenne de cementerio, atado a la muerte, roja muerte.

Quiero ser frondosa copa viva y perecedera. Quiero dar sombra a las amapolas y a la sonrisa de mi hija. Quiero ser todo un árbol de esperanzas.

Tomás Sánchez Rubio. Sevilla –España-

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GLORIA MARECOS HACIA LOS MONTES LUMINOSOS

Imagen: Krzysztof Browko

Como pájaros que emigran partiremos un día en ascendente vibración buscando las utópicas selvas luminosas, donde los susurros de los árboles sintonizan con los ecos del silencio, que son ecos que concilian con otros ecos de otras voces jamás percibidas, hasta que todo encastre 21


con el Todo que espera. Y árbol y selva, cause y torrente, contenido y continente, hallarán su perfecta metáfora para morir y renacer en los montes eternos del asombro y el embeleso.

Gloria Marecos – Lambaré - Paraguay

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CARMEN RUBIO LÓPEZ LA MUERTE VEGETAL

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Ese perfil de álamo abatido por la furia de un viento sin frontera, se recorta de azul contra el ocaso con los brazos tendidos, verdecientes, hacia el monte en demanda de ayuda.

Surgen corteza y savia de lo oscuro, en temprano dolor de pecho núbil 23


que se cruza un instante con las luces y las sombras que al trazo se acumulan. Con un encanto tal que él mismo ignora, levanta sus cien brazos sin destino.

De la copa lejana se desprenden oleadas de hojas como lágrimas. El viento sigue loco de bramidos en un ciego oleaje de cabellos que siegan las gargantas. Todavía resiste su cintura la batalla y el árbol, contraídas ya las vísceras, su pupila levanta hacia los astros que, vidriosos, gravitan en la sombra.

De mi libro "Rumores" Premio "Lunara" 1992 Elche (Alicante)

Carmen Rubio López- Madrid- España

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ISABEL PÉREZ ARANDA ALHARRÚBA

Imagen: Sherry Akrami

Mírate, fuerte, robusto, casa y cobijo de vidas, sosteniendo la dura existencia de los años, en absoluta soledad.

Mírate, libre, altivo, 25


enraizando nuevos brotes, absorbiendo la riqueza de la tierra, transportando el perfume de tus frutos, al sexto sentido.

Mírate, como vaina, como rama, como árbol, como sombra protectora y universo de alados. Mira tu fruto, el pan de San Juan, saciante de almas errantes con semilla de quilate.

Mirate y recuerda, que tu esencia perdurará por los siglos, pero ahora...... quien te protegerá.

Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm - España

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CECILIA ORTIZ MÍRAME

Imagen: Enma McEvoy

Mírame árbol estoy ligada a las voces de un poema con estas letras de tinta y los sueños gozando la lluvia de mi tarde grisceleste y nueva. 27


Mírame en el agua derramada sobre todo diluida en el vértigo de esas ilusiones azulnoche en la orilla del mundo que aletea entre nieblas. Mírame que he visto preguntas al borde mismo de la esperanza imperceptible voces de nuevas alegorías para ser repetidas hasta hacerlas piel nueva. Mírame árbol desde la orilla del sol cuando sobre blanco mis manos hechas palabras estallen en el corazón del minuto.

© Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina Zona de fuego

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ISABEL SAN JOSÉ MELLADO LOS ÁRBOLES

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

¿Por qué gustan del otoño los silenciosos árboles? ¿Por qué desechan sus hojas sin remordimientos, y con gran valentía aguantan del frío sus rigores dejando desnudarse por la fuerza de los vientos?

Porque saben que muy pronto la sutil primavera poco a poco los cubrirá con un nuevo follaje, tiernos brotes, flores y hojas de gran frescura harán que se sientan orgullosos de su coraje, 29


deseando así dar a las personas buen ejemplo, para cuando sus amores se vean traicionados, aguanten con dignidad y valor el gran tormento de ver que sus corazones han sido desgarrados.

Y confíen en que la llegada de otra primavera les volverá a colmar de bellos y tiernos amores, dejando en el suelo las traiciones como hojas secas llevándose como fuerte viento, penas y desamores.

Isabel San José Mellado Madrid (España) Derechos de autor

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DANIEL. R. JAIME AMOR NATURAL

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

El rocío caía suave la mañana despertaba el paisaje se poblaba de colores el perfume de los arboles se colaba por tu ventana. Los pajarillos daban ritmo a la mañana abetos, alerces y acacias agitaban sus brazos al son de la brisa que soplaba. 31


El perfume de tu pelo el brillar de tu mirada tu sonrisa alegre, amalgamaba la majestuosidad de la verde arboleda que mis ojos contemplaban. Jamás olvidare esa mañana cuando al tomarte en mis brazos sentí tu corazón palpitando algo intrigado, pleno, acelerado… Así nació esta historia bajo la mirada atenta de nobles arboles colmados de madera fresca y la frescura del rocío de aquella clara mañana. El escenario ya montado anunciaba el inicio nuestras almas se fundieron sellando nuestro amor con un beso inmortalizando la escena de una amor eterno.

Daniel R. Jaime - La Banda - Santiago del Estero – Argentina 32


AMALIA ABARIA AL AGUARIBAY

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Con tu caudal de copa espesa, con tus bordes de delicadas plumas pendulares, con tu enorme curva de copa que cae, llegas al perfecto mundo de la espera.

Como un manto de pequeñas cascadas, las breves hojas, penden su silencio de árbol cóncavo, como la sombra, 33


la sombra que abajo se derrama y nutre la fina alfombra del suelo seco.

Si el pájaro busca su refugio o cuando la lluvia late su honda transparencia en las pequeñas ramas, apenas la inmóvil forma se desplaza, desgajándose apenas.

Sólo el viento hamaca definitivamente su multitud infinita y parece, entonces, un muelle solo y perdido.

La Cumbre, 2003

De “Caminos”, Botella al Mar, 2009 Amalia Abaria- Buenos Aires- Argentina

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ALICIA DE LEÓN EPP TRANSMUTACIÓN

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

La tierra elevó una oración y la oración fue árbol la brisa soñó una lira y la lira fue árbol el cielo quiso un pilar que sostuviera su azul y el pilar fue árbol el niño quiso treparse a la alegría 35


y la alegría fue árbol el ave soñó un santuario donde descansar sus alas y el santuario fue árbol la naturaleza quiso ser buena y su bondad fue árbol el otoño compuso una melodía multicolor y la melodía fue árbol el invierno soñó ser valiente en lo adverso y su valentía fue árbol la primavera le mostró al mundo su más tierno milagro y el milagro fue árbol el estío quiso un fresco remanso y el remanso fue árbol el poeta escribió un poema vivo y el poema fue árbol.

Alicia de León Epp- Uruguay/ Canadá

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ISABEL REZMO ALMENDROS

Imagen: Mamiko Irie

La flor del almendro coloca sus manos entre sonidos del cielo. Entre la bruma del día. Entre la cúspide del tiempo, la risa del niño. Mientras dormimos a la sombra de los olivos, el aire se agita, inspiro la facción de tu nombre. La nebrina inunda el azahar, 37


Los pájaros anuncian la llegada. Pálido rostro afincado en un pensamiento, Frío y glacial como la poda del árbol sin atreverse a silenciar lo humano. He guardado mis pretéritos como simples ranuras de una tarjeta caducada por tu olvido. Y diviso de nuevo el almendro. El árbol que acentúa recuerdos, átomos del cuerpo, del pasado, del presente. Estirpe, sólo estirpe de grandeza entre tanto fusilamiento a la palabra abandonada a la suerte de las treguas y los idilios.

Isabel Rezmo- Úbeda- España

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ARACELI GARCÍA MARTÍN CUIDEMOS DE ESOS ÁRBOLES

Imagen seleccionada por la autora

Por todos esos árboles con la mirada hacia arriba allá en la montaña un árbol se olvida, rugoso, retorcido, pero no vencido vientos huracanados, crudas heladas, 39


grandes nevadas.

No posee la elegancia del esbelto olmo ni las hojas atractivas de los álamos plateados. El sol y la brisa le calmaron con dulces mecidas haciéndole caer las hojas de sus frágiles ramas. Profunda belleza, infinita, se la dieron los años de luchas y dolor, a esos monstruos, elementos de la naturaleza siempre contra él, sus grandes raíces, garras enlazadas, amarradas a la tierra con amor.

El único calmante para su sed, el rocío, en ocasiones la lluvia, afanada barre los parásito a su paso, esos que pegados a su corteza le chupan voraces la savia.

Parece fuerte, "solo parece", ha desafiado al tiempo cual gigante mitológico, sigue plantando cara a la furia del viento.

Miradle, miradle bien, está sin aliento, herido le retó una tormenta terrible, que le caló hasta las mismísimas raíces removiéndolas de la tierra, deprendiendo su corteza.

Sigue aguantando 40


con la mirada hacia arriba allá en la montaña un árbol se olvida rugoso, retorcido, pero no vencido.

Vientos huracanados, crudas heladas, grandes nevadas. ¡Cuidemos esos árboles antes que caigan!

Araceli García Martin - Granada - España

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MARÍA ELENA ESPINOSA MATA RÉQUIEM POR UN ARBOL

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Yo vi caer desnudo tu cuerpo estremecido por el hacha. Decantado de verdes primaveras /bajo la avariciosa luz de los malditos/ un frondoso Goliat fue derrotado.

Bestias de avara sangre asomaron sus fauces por el bosque, sus dientes desgarraron tu existencia. Lúbricas lenguas 42


ambiciosas lamieron tus despojos.

Héroe de mil batalles contra el viento: la codicia que repta por el suelo levantó su influencia para herirte. Miserables criaturas esgrimen el metal cortan de tajo, de su propia existencia, los pulmones.

¡Oh, la mano que siega a sus hermanos! ¡Oh, la mano asesina! ¡Oh, los hombres heridos sin saberlo danzan bajo las ramas del patriarca!

María Elena Espinosa Mata.- San Nicolás de los Garza, Nuevo León. México

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MAR DE FONDO BESOS CALLADOS

Imagen: Old&timer

No te pertenezco ni me perteneces, pero hablamos el idioma de los ĂĄrboles, ambos nos resguardamos bajo sus hojas, captando los rayos de sol que se filtran para dibujar extraĂąas sombras en nuestra piel. Dejamos fluir los sentimientos del instante, la llamada al silencio de los abetos, ficus y alcornoques. Nos abrigamos con flores de almendro, 44


reímos desde el tiempo de la savia y la clorofila. Crecemos prolongando nuestras ramas, alcanzando una empatía que nadie más puede entender. No me perteneces, no te pertenezco, mas ambos nos sabemos traductores de una carne, un mensaje, una historia, un alma tripulando un cuerpo. Somos pasajeros, un envío, un paquete indivisible que viaja, piensa, medita los besos callados entre los árboles.

Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.

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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA FLORES DE TIPUANA

Imagen: Google

Tanto asedio frente al tedio donde orillo tanto acoso pegajoso y amarillo, tus amores como flores de tipuana, 46


tu empalago yo lo pago con desgana…

Tanto enojo cuanto arrojo contra el cerco de tu abrazo que rechazo…: terca y terco. Tus amores como flores de tipuana, mis desdenes…; di: ¿qué obtienes?, di: ¿quién gana?

Tanto hastío, tanto frío ante el fuego de tus labios, mis agravios a tu ruego, todo el burdo, triste absurdo 47


que me aplana, tus amores como flores de tipuana…

Julián Gómez de Maya. Cehegín, Murcia, España.

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ISABEL PISANI LOS SUPLICANTES

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Clama bajo la tierra la raíz con sus manos nutricias.

Yergue el tronco febril su corteza en ásperas resinas.

Hamaca la rama ululante el cómplice secreteo de la brisa. 49


Surcan los frutos el infinito y la mies, en la luz, su miel eterniza.

Ciprés ,roble y manzano, aún vestidos de fiesta, aún poblados de nidos, suplican del aire su misa, por la ingratitud heridos.

Isabel Pisani- Buenos Aires- Argentina © Todos los derechos reservados

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ISABEL LLORCA BOSCO JACARANDÁ García Lorca dijo que lo que más le había impresionado de Buenos Aires eran los jacarandás.

Imagen seleccionada por la autora

Brizna de nube de tormenta, tarde ni celeste ni azul, desmigajada en lila. Lila es su sombra, lila su perfume 51


y cae como lluvia de otoño en primavera. Dicen que la joven española, a quien mató su padre por querer al guaraní, tenía los ojos de un azul violeta. Fue flor múltiple, para mirarlo con reproche por no saber amar lo diferente. Él fue árbol. Jacarandá lo llaman y une lo fuerte y lo ligero. En Corrientes pasó y se multiplicaron. En la ciudad nos miran y los contemplamos como a estatua viviente. Cuando la plaza es rosa de los vientos, sutil se clava su fragancia densa desde los cuatro ángulos. Cubren la tierra flores, los caminos, los pies, como ella lo cubrió, pero los dos cayeron para levantarse al otro día 52


y ser jacarandĂĄ, con algo fresco de sueĂąo y de congoja y la grandeza del amor que vence.

Isabel Llorca Bosco- Buenos Aires- Argentina

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AMANDA ESPEJO BAJO EL SAUCE

Imagen: Google

Habrรก que aceptarlo: el tiempo asola causando a su paso estragos en el huerto. La tierra... (mi tierra) cansada, yerma y dormida bajo los tranquilos rayos del sol

54


ya no calienta... ya no provocan sus entrañas las erupciones de antaño. La semilla cae, lenta tan lenta, que se disgrega en el aire aun antes de besar la era.

Ya no copulan surco y azadón.

Habrá que aceptar, por lo tanto que el huerto está en veda, arbitraria, absoluta y perpetua durante un otoño interminable. Sus contornos armoniosos se los ha sorbido el viento y la curva de sus deslindes se repliega ante el tranco salvaje del invierno. El huerto agoniza en SOLO arrimado a la vera del único árbol (¿un sauce tal vez?) 55


con la esperanza leve de que una, una sola de sus verdes de lĂĄgrimas le caiga encima y le bese la frente para entonces, anulada la sed de la espera (ĂŠl pueda...) congraciarse consigo mismo y disolverse en paz.

Amanda Espejo. Quilicura/Enero - 2006

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ASUNCIÓN CABALLERO A UN AMIGO ASESINADO

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

La tarde se entristece y la luna se asoma al día quiere acompañar el duelo de los solidarios, hombres y mujeres que aclaman contra tus verdugos sitiando el hueco, donde algunas raíces se niegan a morir.

Observo tus alas removidas por el viento, visten su manto de verde primavera y su estampado presagian flores abortadas por la soberbia 57


de quienes pretenden economizar seres y llenar con las rentas sus bolsillos.

He visto el renacer de tus brotes y tus verdes puntas me interrogan desde el silencio. No hay razón para tu condena y yo, respondo con rabia, no puedo callar, ni quiero, que esta eutanasia es un vil asesinato.

¡A sangre fría, cortan tu talle! …Y te vemos caer entre sollozos y quejas, acariciando el lecho que fue tu hogar. Naciste para dar sombra al bulevar del Arte, mas hoy lloran, hasta los palacios centenarios que crecieron junto a ti y a tu vera, embellecieron la ciudad con el runrún de tus ramas: música tañida por la brisa del aire de Madrid. ¡Si, amigo árbol! Ya he visto cómo desgarran tu historia y renace en mí la melancolía.

Tu augurio risueño, ¡tu instinto vital! sigue floreciendo en las ramas que yacen apretadas a tu tronco, 58


sobre ése camión que abre la marcha fúnebre. ¿Qué será de nosotros sin tus caricias? ¿qué sin tu sombra por el bulevar? ¿Dónde se citarán los enamorados que vieron nacer bajo tu cobijo el amor? ¿Dónde anidarán los mirlos en marzo? Y ¿adónde llevarán el banco de los ancianos que cada mañana se sentaban para oírte murmurar?

Es día de luto. Y los madrileños seguimos tu séquito Paseo del Prado abajo, gritando asesinos a los gobiernos que no sufren, al verte morir.

Mascab - Asunción Caballero – Madrid (España)

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EMILIA MARCANO QUIJADA EL HUERTO DE MI HERMANA

Imagen: Google

Amanece, el patio cementero decorado de alambre dulce y ganchos de ropa luce hoy una nueva apariencia. El rincón lleno de piedritas secas y tierra comprimida le da el pasaporte al cebollín recién nacido y a la fragante albahaca cultivadas en hermoso recipientes de refresco de cola. Mi hermana es la terrateniente de los tréboles de la buena suerte, de las ensaladas frescas y el guiso ecológico; 60


aunque debe batallar con la creciente codicia de las hormigas rojas, los guaripetes abusivos y algunos machorros ladrones que toman por asalto su incipiente huerto. Yo me siento a escribir un poema sobre el milagro de los dĂ­as, sobre la caja de cartĂłn llena de orĂŠgano y esperanzas. Yo; al igual que ella, he pataleado muchas lloviznas para ver crecer el fruto de las manos y la perseverancia, e igualmente celebro como una gran victoria que el verdor prolifere sobre el cemento y la piedra.

Emilia Marcano Quijada- Isla de Margarita- Venezuela

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ADRI DELFINI PODEMOS SER COMO EL ÁRBOL

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Cobija a los pájaros que hacen nido que conversan en sus ramas con sus trinos no juzga, no emite juicio ni discrimina, guarece con su sombra al desvalido.

Invita al largo y amoroso abrazo, por su energía y complacencia, 62


adorado por todos su presencia consuela al más desamparado.

Se deshace en otoño de sus hojas para revivir sus mejores frutos que entrega…da sin un disgusto con alegría inmensa se despoja.

Todos podemos ser como el árbol… que soporta con fortaleza, echar raíces es su logro, no da jamás la espalda, no tiene apegos, su mirada siempre se dirige al cielo.

Adri Delfini- Buenos Aires- Argentina

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ELISABET CINCOTTA EL TILO

Imagen: Google

Cuando el tilo florece recuerdo su mirada, encuentro furtivo y manos unidas en el lúdico deseo. Cuando el aroma del tilo aprisiona pensamientos su figura de espaldas resurge por detrás del espejo, mis ojos lo siguen, respiran en cada movimiento. Cuando el tilo enmudece los labios lo buscan, se pierden tras el paso del tiempo. Cuando el tilo llora el invierno canto melancolía. ©Elisabet Cincotta- Buenos Aires- Argentina

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SILVIA AÍDA CATALÁN ÁRBOL DE MIS PADRES

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Casa de pájaros, asilo de indigentes. A tu amparo lloramos despedidas encumbrando peldaños de ensueños. Por verdes viajamos a beber tu copa y en la bondad de tus frutos percibimos vida. ¡Árbol de los “Sentires”! 65


Tronco firme cual las manos de mi PADRE. Raíz asida a la Madre Tierra do hurgamos frescores del génesis. Do fuimos labrando historias sin nombres. Bosque de soledades… ¡Éramos satélites de luciérnagas danzando! Tú: Resistir de alas, lunas y tormentas, confeso de la abuela, testigo del beso primero. ¡Yérguete en la memoria de los míos! Sobreviviente a la bitácora despuntan dantescos los vástagos Árbol enhiesto: efigie del Padre Nuestro Árbol ilustre: “savia” en la Madre Nuestra. Segmentada por desdichas vago cincelándote la dermis mis pupilas. Árbol Esperanza deja de llorarme en la partida. Es la vida que pasa y Tú 66


quedas en manos de DIOS como testigo.

Silvia Aída Catalán- Buenos Aires- Argentina FUNDADORA DEL TALLER ARTÍSTICO “ALAS ROTAS””ALITAS DE AMÉRICA” EN HOMENAJE A JUAN FACUNDO, MI HERMANO

67


MÓNICA IVULICH SOY ÁRBOL

Imagen: Toni Cornish

Llamo a las sombras del antiguo bosque las que hablan lenguas pretéritas de los animales y plantas salvajes. Soy árbol en el bosque misterioso brindando la savia aromática para mágicos brebajes y pócimas 68


que hadas llevan en sus cuencos y en sus labios transparentes. Pido a las brisas que te acompa帽en al canto de las aves de la aurora y a los seres protectores y sabios para que cuiden tu paso valeroso.

M贸nica Ivulich- Francia http://moninautta.blogspot.com.es/ http://desdelaventanademonica.blogspot.fr/

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MARIANELA PUEBLA ÁRBOL

Imagen: Krzysztof Browko

Silva el Cauro a través de tus robustos brazos protectores de pájaros e insectos, vidas insignificantes para algunos. Tu sombra acaricia el sueño del que cansado se apega a tus faldas: hombre o animal. 70


En invierno desnudas tu cuerpo de todo verano y adormecen tus raíces duendes y hadas de un largo bostezo. El viento sopla soledades por entre tu leñoso esqueleto, pasa su áspera lengua con besos gélidos y secos.

Árbol, ancestral pariente, callado y sabio, has sido parte del humano, como otra piel en su piel formando parte de sus moradas, sus lechos, confidente de pesares y alegrías, has estado presente en el nacimiento y en el adiós, siempre parte importante del último sueño.

Árbol, sin voz, sufres el atropello día a día del hombre, ambicioso y despiadado predador, que te derriba aun en la plenitud de tu destino, 71


sin protección que te libere de su cruel asedio. Tal vez en otro mundo seas venerado por tu sabiduría y nobleza. Pero aquí, en este planeta azul, serás siempre amado y perjudicado porque eres necesaria víctima inmediata de la carencia y la lujuria del homo sapiens.

Marianela Puebla- Valparaíso- Chile

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CUSTODIO TEJADA CRUZ EL SAUCE Y LA MAR

Imagen: Google

En el cauce de un río lleno de curvas y piedras, una mimbre llorona observa la lejanía de unos chopos macilentos que alineados como un ejército de bayonetas esperan la llegada del otoño y su camuflaje 73


sepia de hojarasca en fuga. En el cauce de los relojes hambrientos llora el sauce el tic-tac de su alegría, una corriente de agua brava que arrastra hacia la mar un manantial sonoro de lágrimas y hojas secas como espuelas en los ojos que escapan río abajo en busca del oleaje milenario donde cabalgan los corceles blancos.

Custodio Tejada Cruz-Guadix- Granada-España

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GLORIA GAYOSO ENCINA

Imagen: Google

Árbol, coloso erguido en bosque mítico, compendio de voces y de ayeres, ofrenda de nocturnos desvelados, hito primario para el homo en patíbulo , refugio del patriarca solitario, sueño de gnomos evadidos, copa ritual de danzas en suspenso, oráculo de druidas, 75


desgarro amorfo de un gemido extinto. JeroglĂ­fico en pie rugoso, testigo afĂłnico de siglos. Encina...basto pilar viviente , savia que sabia vuelve al infinito.

ŠGloria Gayoso- Buenos Aires- Argentina Derechos reservados

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SÄO GONÇALVES ES AQUÍ…

Imagen: Silena Lambertini

es aquí donde te captura mi vista en un desierto lejano contemplando la ternura verde de tus brazos

es aquí donde te rezo una oración silenciosa intensa 77


invocando los dioses las lunas nuevas y los que te abrazan en el reflejo del río

es aquí que respiro tu fuerza árbol gigante abrazando las orillas del destino

es aquí que te sueño un libro abierto silencioso donde escribo la vida y la libero al mundo

Säo Gonçalves- Luxemburgo Traducción del portugués: Cecilia Ortiz

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ANTONIO PÉREZ COZAR LOS ÁRBOLES DE BENEDETTI

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Como en un mar de rumores...

fueron memoria viva en sus versos húmedos mirando siempre a las estrellas, destiladores álgidos de los poetas sobre la verde hierba cientos de años antes de haber nacido 79


el montículo del páramo desierto.

Pensamientos en los ojos limitados como brisas de viento, como madera que suaviza la piel del que los observa, disfrazados a mediodía con el color del arco iris y el semblante de velo antiguo.

Es un jardín de deshechos parecidos, con ojos parecidos, con caras y pechos de aglomerados sueños, en ellos perdidos, plantados en un cielo distendido, sempiternos de aromas y de escritos sobre las hojas de agua, plenas de silencios en un raso de nubes, de algodón.

De ellos siempre vuelve, de su rostro noble, el poeta 80


se encarna de fortuna, de miedo favorable, en el calor de la noche sin tregua recorriendo el cuerpo erguido donde las raĂ­ces dispersas recobran la vida de los deshechos.

Antonio PĂŠrez Cozar- Isla de Mallorca- EspaĂąa

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ANA MARITZA AGUIRRE DE SCHWARZL EL ÁRBOL VIEJO (al abuelo Cristóbal)

Imagen: Google

Tú eres el árbol viejo plantado en la avenida, tan profundo por dentro, tan lleno de energía. El roble algo inclinado, se amarga de la vida, y a veces es difícil, 82


dibujarle una sonrisa. Ramas que son suyas, y por su altura, pocos se atreven a darle una caricia. Llegó el tiempo, en la alameda cortan los viejos árboles, lamentos se escuchan, y mi abuelo muere cada día. Árbol, abuelo, ancestros, sabiduría eterna de vida.

Ana Maritza Aguirre de Schwarzl. (Alemania)

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PURA FERNÁDEZ SEGURA CORTIJO

Imagen: Sebastián Sánchez. Álamos negros. Cortijo de Luchena. Purullena. Granada.

A los mayores

Vivos recuerdos de ayer, acercamos al alma y en ella se detienen sanadores. La escuela, el Cerrillo, las Boticas. Alamedas, melocotoneros en flor. 84


Secaderos, otoño. Rio, madera cortada, acequia, lumbre. Y los mayores, allí, bajo los álamos negros, magnánimos y protectores .

Ubre nutricia la niñez.

Del Poemario Zona Próxima. Ed Dauro

Pura Fernández Segura. Guadix. Granada. España

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TERESA PALAZZO CONTI AL CEDRO DEL CAMINO

Imagen: Google

Era vuelo en el aire. Un abrigo de invierno y un refugio de alas para el ave que empluma. Y fue nido de lluvias. Casa de vendavales. Y en la siesta de enero, morada de la sombra. Se visti贸 de veranos y un vapor perfumado 86


engalanó sus ramas. Pero lo desnudó el hacha del hombre. Y un sordo escalofrío se le plantó en el alma. Desmayaba en las máquinas, tiritó en los metales y vertía sobre un mármol la sangre de sus brotes. Clausuró la mirada con sed de primaveras. Un llanto principiante lo despertó otra vez esta mañana. Y fue cuna de nuevo.

Teresa Palazzo Conti- Buenos Aires- Argentina

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SARA BRUSSA ENTRE LAS HOJAS

Imagen: Robert Fabroo

A solas con vos..... Despierta el trueno entre las hojas y me convoca por todos los tiempos.

A veces una húmeda sensación sube a mis muslos y las inquietantes hormigas invaden mi interior. El escozor arde y es cuando más pienso si la raíz es negra o la tierra roja. 88


Susurra el viento tranquilo y me invita a aquietar los temores. Esperando la dulce mixtura.

A solas con vos... se callan los pĂĄjaros y se acerca el enemigo. Despierta el trueno entre las hojas y calladamente se deshoja el tiempo... Es cuando mĂĄs pienso si la raĂ­z es negra o la tierra roja.

Sara Brussa- Santa Fe- Argentina

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GRACIELA ROMERO

Imagen: Unknown

Caminá hasta el parque. Acostate sobre el césped debajo de un árbol. Detenete en sus hojas tiernas. Mirá sus ramas sostenedoras. Dejate envolver por su sombra. Cerrá los ojos y mantenete atenta. Permití que el árbol llegue a vos descubriendo tus sensaciones. 90


Dejá que te habite esos rincones corporales, donde, como en un libro sagrado, atesoras tus historias. Quizás caiga de sus raíces una gota de principios sobre el pie descalzo que aloja la huella de tus padres, un color asustado se moverá por dentro del latido inesperado, un aroma florecido quedará destinado a tu valle uterino. Un desequilibrio histórico en repetición malhumorada pondrá surcos en tu espalda, un grito quita ganas sacudirá el paraíso de tu boca. Dejá lo ajeno de lado, dedicate a lo propio, recreá tu cuerpo en estado de metáfora. Aparecerá esa pluma de esperanza, pasajera que no habita ningún cuerpo, es solo el árbol que fluye acariciando en reconocimiento que llega a tiempo. 91


Exhalarรกs un suspiro de ยกya estรก! que como brisa te despeinarรก de nuevo el cuerpo.

Graciela Romero-Ciudad Autรณnoma de Buenos Aires (CABA) Argentina

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INMA FERRERO Bร REAS

Imagen: Sherry Akrami

Mirรกndote, mil suspiros a tus ojos, sentimientos que pierdo y despojo, para no perder la esencia de tu sombra.

En lรกgrimas de carne sedienta, regalo suspiros amorosos, al agua del amor hambrienta que tiene fuente en tus ojos.

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Y tú, Bóreas, eres tristeza infinita con paso pausado y sereno, eres sendero largo y duro por el que peno.

Tristeza de tu caminar suave, que como el viento se va extendiendo, que suena y juega en los árboles e impide paso a mi vuelo.

Inma Ferrero- Madrid- España Título original: El leve suspiro de un poema Editorial: Bubok ISBN: 978-84-686-0617-0 ISBN ebook: 978-84-686-0618-7

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ANA SAAVEDRA SILUETA VACĂ?A

Imagen: Piet Mondrian

Dura coraza protege tus raĂ­ces, dulce salvia guardan tus secretos. Son tus ramas abanicos de aprendices, sus finas hojas pinceles en el cielo.

Guarda en las sombras pasados recuerdos, ante el sol brillan futuros aciertos. 95


Dador de vida, guardián de sueños. Personaje omnipresente de todos los cuentos.

Árbol joven, alma vieja, Tu transitas este mundo sereno, y al partir secas tu centro, mueres lento, dejando en tu silueta vacía un dulce recuerdo.

Ana Saavedra©, Querétaro, México.

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MAGDA ROBLES CORTEZA

Imagen: Marian Skapski

Se diluye en las aguas de un ocaso cada poro de tu piel que rozó la mía.

Y la lluvia limpia a la par que llora las mil sílabas dispersas (ya nunca pronunciadas) que quedaron abandonadas por el camino.

Como hojas que lentamente abandonan el árbol 97


y quedan transformadas en manto bajo su sombra, hemos convertido los cuerpos en musgo

y el alma, vacĂ­a ahora, en simple corteza...

(De En penumbras se hizo verbo, 2013)

Magda Robles LeĂłn, Granada (EspaĂąa)

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MAR BLANCO LARROSA

Imagen: Kathleen Weinheimer

Recrear la historia de la nada, Y para eso el รกrbol es la infancia, un hilo inevitable que tira del vientre de la tierra. 99


Espejos colgando de la rama necesaria. Plumajes verdes, entrañas en fuga hacia lo azul. Llamaradas, raíz del universo en el patio de recreo. Y para eso regresar al bosque los niños -no ciegosa trepar poemas frescos. Temblor de una cometa -sin perder el equilibriosujeta por la mano de madera. Y para eso avanzar el bosque y habitarlo hadas de piel esmeralda. Los pájaros me llaman… saber que Árbol, es el título de un cuento Y yo, un personaje de sus páginas.

Mar Blanco Larrosa-Zuera- Zaragoza- España

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MABEL CORONEL CUENCA ACACIA

Imagen: Seleccionada por la autora

Van cayendo las hojas con los otoños vividos, Renacen hojas verdes perennes de esperanza Cada vez que el sol anuncie que ha amanecido. Nacen grietas en el tronco por la desconfianza De los vientos fuertes, la mentira de sus silbidos. En un bosque dominado por olmos y quebrachos Nacerá serena la acacia, de raíces fuertes, inertes. 101


Vendrán leñadores, depredadores de árboles… Pero será la acacia capaz de sobrevivir a la muerte.

©Mabel Coronel Cuenca- Hernandarias – Paraguay

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MARIEL MONENTE DONDE ANIDO

Imagen: Pedro Díaz Molins

Bajo la sombra del paraíso transitar ambiguo a la libertad la mano en el encaje áspero, rugosa corteza, encontrando signos del olvido en su sombra.

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Lo pálido interno prepara sus jugos. Asemeja un vientre con vetas oscuras donde anido. El consuelo de lo que vendrá es menos lágrima que este invierno cosido en palabras huecas.

Rogar al crepúsculo un instante de sensatez y esperar el día, la hora, la armonía rota en promesas ajadas, asemeja a un vientre de vetas oscuras y entre su espiral dolida la savia fluye donde anido.

Mariel Monente- Buenos Aires- Argentina

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RELATO

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LAZARA NACY DÍAZ EL ÁRBOL DEL AMOR

Imagen seleccionada por la autora: Google

Caían las verdes hojas de un árbol frondoso,no eran comunes, estas hojas tenían forma de corazón, todos los niños miraban el arbol con mucha curiosidad ¡Qué belleza ¡ Decían… mientras Andrew las recogía una a una. ¡ Tonto trabajo ¡ Pensaron algunos. ¿Para que las querrá ? murmuraban otros, pero el muchacho parecía no escuchar los rumores , continuaba poniendo una hoja encima de la otra . Una vez que había colectado muchas , llamó a sus amigos … los invitó a sentarsebajo el árbol

y

les regaló una hoja a cada uno. Los

muchachos , aun no lograban entender que misterio había en esas 106


hojas y con un gran deseo de saberlo , se detuvieron a mirarlas atentamente , fue entonces que Christopher vio que la hoja tenia forma de corazón ,rápidamente se puso de pie y la mostró a sus amigos. ¡Que hermoso gesto ha tenido el árbol ¡ Comprendieron que el árbol le había permitido a la brisa que lo deshojara. Pues sus hojas eran preciosas . Fueron niños los que lo habían plantado y durante muchos años les ofreció su sombra . Regalar sus hojas , era como repartir su corazón agradeciendo a los muchachos todo el tiempo que lo habían cuidado. Andrew, Christopher , Matthew junto a los demás niños se sintieron muy felices… Pero el árbol estaba más feliz que ellos. Había repartido amor.

Lazara Nancy Díaz- Cuba/Nueva York. USA.

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CARMEN MEMBRILLA OLEA EL ÁRBOL

Imagen: Logan Zillmer

Siempre

decía

"abrazos",

porque

los

abrazos

pueden

decirse,

pronunciarse; son una sucesión de fonemas extraños que se mezclan con manos poderosas y eternas. Miraba el mundo con los ojos de un niño; imaginando cielos perfectos y tiempos futuros donde ninguna canción se asociaba a ninguna despedida. Así, era capaz de enterrar todas las bobadas y todas las heridas y todos los abusos y todas las muertes.

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A veces percibía cierta debilidad en los árboles y volvía a su lugar solo para diseñar juguetes sin ninguna prisa. En otras ocasiones dejaba escapar de sus labios la palabra "amor" y la mezclaba con sol, olas y luces de colores. Sus ojos devoraban tebeos ante los que seguía sintiéndose joven. Los días perdían así gran parte de su capacidad absorbente y pasaban lentos, como si fuera posible que estiraran. De pronto, sobre una de aquellas páginas vio dibujado un árbol de donde colgaban los pronombres Tú y Yo. Entonces lloró desolado y la sensación de ausencia fue absolutamente irreparable.

Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España

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JUAN MIGUEL IDIAZABAL VENGANZA DE UN ÁRBOL

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Las tablas que llegaron a mi orilla, me contaron tu historia. Triste, desgarradora, pero al final de cuentas sanadora. Fuiste majestuoso roble que un marinero asesinó para intentar llegar a esta orilla prohibida. Frente al resto de tus hermanos hiciste un pacto secreto, mudo, un pacto de savia. Un pacto que el viento llevó por los bosques. Te dejaste cortar, mutilar, pero nunca dejaste que tu alma se marchitara. Así, con tu promesa grabada en tu corteza te convertiste en buen bote. Así le diste confianza, a ese que te asesinó. Al hereje que para llegar a esta costa prohibida por sus ancestros, te mató. Las olas inmisericordiosas, sabiendo sobre tu pacto secreto, sin más poder que el de una hoja al viento te dejaron pasar. El marinero se confió, pensó que todo estaría bien. Que sí 110


las olas, el mar lo dejaba zarpar entonces llegar a esta prohibida costa mal no debía de estar. A mitad de camino tú voz se levantó alta, poderosa, majestuosa, hermano roble. A los vientos, nubes y olas pediste ayuda. En poco tiempo, el hereje marinero comprendió su error. Un pandemonio desatado. Truenos, rayos, olas gigantescas, vientos huracanados y un bote que agua comenzó a hacer. El pánico le ganó. Con ayuda de las majestuosas olas vuelta te fuiste a dar. La marejada hacía el fondo al asesino hereje envió, y antes de tocar la tierra que todo lo sana, antes de volver a la Pachamama allí solo y desesperado se ahogó. Luego la calma. Deshecho, arribaste al final de tus días maderos, tú que otrora fueras majestuoso roble. En esta costa prohibida encontrarás paz. Hermanados por la Pachamama, otra vez, no uno sino un bosque de robles serás. Pues la madre tierra me contó, a mi tu costero y despeinado primo que de tu semilla tus hijos florecerán y en estas tierras germinarán en paz.

Juan Miguel Idiazabal Mar del Plata, Bs. As., Argentina

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M. JOSÉ RIAZUELO EL HAYEDO

Imagen: M. José Riazuelo

Los hayedos son misteriosos y mágicos, crean sus luces y sombras, son frescos e invitan a pasear y meditar, las cortezas de las hayas son suaves, grises, lisas y sus raíces a veces, asoman a la superficie formando caprichosas figuras. María está sentada bajo su haya, ve a sus nietos jugando alrededor… Su mamá y ella jugaban allí también, cantaban y reían, comían algunas frutas…, mamá cosía y ella saltaba. Cuando se tumbaba le gustaba escuchar el sonido del viento entre las hojas, era la música del árbol.

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Cuando su mamá murió le dijo: “Nunca te dejaré sola, ve a nuestro árbol y hablaremos”. La música del haya era la voz de su mamá, dulce y sosegada, voz que acoge, que acompaña..., y estaba allí esperándole siempre. María sentía que su mamá cuidaba de ella., se abrazaba al tronco y notaba cómo se llenaba de energía: “Mamá, te quiero”. Las hojas temblaban tamizando la luz del sol y ella se sentía querida y acompañada. Ha pasado muchos años y sigue viniendo aquí, a su haya, a sus raíces… Ahora ve con orgullo el respeto de sus hijos y nietos por la Naturaleza y sonríe. Se levanta despacio, se abraza al árbol y dice: “Gracias, mamá”.

María José Riazuelo- Huesca- España

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MÍA PEMÁN UN GUIÑO, UNA SONRISA

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

En mi calle, precisamente no hay árboles, sin embargo, al final de la misma y al principio, se divisan frondosos y esbeltos. Dos parques existen, de hojas anchas y finas, a la par son y se conviven, tienen de todo, les visitan a menudo, les dan la vuelta, les dejan sin sentido, y lo más de todo, los niños salen de su asombro, al ver cómo van creciendo y que su sombra les cobija en verano. Los más menudos se quedan absortos, no comprenden al principio, al igual que ellos mismos también la tienen, y hasta que descubren que no os movéis, sustos de campeonato se suelen llevar, no es malicia, es inocencia. 114


En el rellano que yo vivo, hay macetas con plantas, unos son arbolitos tiernos e ingeniosos y otros ni se llegan a saber qué no son árboles, tan solo el acompañamiento de sus aposentos más refinados, los que se quisieran acercar, pero no pueden ser verdades a ciertos linderos, se quedan en la retaguarda, nada más. Somos una ciudad pequeña, que tiene enormes metros cuadrados de arbolado en sus parques y avenidas, también en calles, aunque no todo es plenitud como en muchas ciudades. Plantan grandes cantidades de árboles y luego, son incapaces de tener personal para poderlos cuidar como nuestras arboledas se merecen. Qué, al cabo de un tiempo, se les ocurre la genial idea de sustituirlos por campos de golf, ya que dan más expectativas al dinero que recaudan, y no se dan cuenta, que si quitan la vida que nos hace respirar y que da aire y esencias a nuestro existir, luego más tarde, cuando se echen las manos a la cabeza, ya será demasiado tarde y no habrá nada que hacer, por qué, todo lo que tocan sin sentido, lo destruyen por muchos puñados atolondrados de monedas, que servir para algo, no es así tan cierto. Todo es un gran engaño que inculcan a todo el mundo, sin ver más allá de sus grandes naipes, por qué, su propia existencia es nula en saberes de la naturaleza. Si nos faltan los árboles, se nos hace la vida más corta, porqué perdemos esa vista que nos une a ellos, a su olor agradable, a su espesura, la que nos da aliento, la qué nos sirve de apoyo, la qué nos hace llegar a nuestro cerebro lo que es nuestra existencia y lo que en realidad vale nuestro caminar por su alrededor, aunque a veces, pasemos a su lado y los toquemos, eso nos hace coger sus energías, por qué nos transmiten sus deseos de ser y seguir viviendo a nuestro lado, aunque nosotros no nos demos cuenta de ello. Y, no hay que ser más egoístas y pensar, que sin ellos, no tenemos nada… en parte así es, por qué si no los tenemos, nos falta todo… a pesar de qué les infringimos maldad con nuestra forma de obrar y de herirles en su más íntimo interior, al sacarles de su hábitat natural y darles hachazos con nuestros útiles endiablados, esos que les parten por la mitad y luego les sierran los pies, las ramas, las hojas y su sentir al completo, 115


convirtiéndoles, en árboles cortados, maltratados, dañados, abandonados, astillas, muebles, papel, serrín, fustas, bastones, ventanas, techos, objetos y muchas cosas más que quizás no lleguemos imaginas en un momento dado. Desaparecerán los senderos, los caminos, los bosques, los huertos se quedarán huérfanos de sus padres, que son ellos, los primeros… Si hablas a las plantas y árboles que tienes en tu terraza, rellano o jardín y les pones música para que se sientan bien y crezcan hermosos y fértiles, por qué no hacerlo en presencia de ellos mismos en sus parques y en el campo, donde tienen absoluta libertad. Cuando les ves decaídos y tristes, son como las personas, necesitan una sonrisa para seguir estando alegres y contentos, si les damos un guiño, les hacemos cómplices de nuestro alrededor, y ellos… más contentos que unas pascuas. En los parques, alamedas, jardines, avenidas y demás lugares donde los árboles estén arraigados, se les debería de dar unas atenciones más delicadas. No basta solo con regarles y podarles, necesitan que se les quiera y se les mime con cuidados especiales, y las gentes que nos gobiernan, no entienden esas cosas, pasan automáticamente, por qué no les observan con detenimiento. Si lo hiciesen más a menudo, se darían cuenta, que la población de árboles que hay en todas las ciudades, estarían más risueños y joviales, si les pusieran música ambiental, sería un buen refuerzo para su existencia y crecimiento, de esa manera, es como darles vitaminas adicionales, que no quiere decir que no se les dé por vía terrenal, que también las necesitan, al igual que nosotros las tomamos. El solo hecho de pasarles la mano, ya es un reconocimiento a su sentir diario, el caminar entre ellos, te permite sentir que la vida está presente, que no solo eres tú la que pasa por su lado, que son ellos los que también están ahí, mirándote, viendo como les devuelves un guiño, una sonrisa, una caricia, y ellos a su vez, con un leve soplo, te están dando las gracias, a su manera. 116


Una caricia, no solo es darla, es saber ver lo que son y cómo nos responden, es estar cerca de ellos, mirarles con el corazón en la mano, no en un puño, y tener los pensamientos claros y no enturbiados. Estar a gusto con ellos, es cómo darles la mano de vez en cuando. A veces, solo basta, con decirles… “Guapo, qué bonito estás” y seguro, que se les alegra todo su ser, aunque no lo veamos y no sepamos sentirles… pero, si de nuevo pasas, les ves de otra manera diferente, es cómo que les han dado un ungüento distinto, tienen el alma de viajeros, y se les aprecia brillantes y relucientes, cuando les coges la mano y les dedican palabras chulas.

Largos como ellos solos, saben ser pacientes y se entretienen, hablándose Observan su alrededor y por más que lo deseen, no saben salirse de su asombro Sienten apego por su entorno, más pocas gentes les admiran

Asómanse a la vera de los caminos ondeando su vista y se gustan Recoger quisieran, aplausos y abrazos para más contentos estar Buenos como el pan de cada día, así son ellos Originales los veo y me gustan, a veces les digo algo, y les agrada Libres como los pájaros, se visten y se contonean con el aire Entretenidos están todo el año, siempre reciben visitas Salir mucho, no salen, saben que no pueden moverse, pero se comparten

Tenéis habitantes que viven con vosotros, son los que a tus ramas y lomos se acercan, adosando sus nidales, entre alas y plumas, que a las alturas suben para guarecerse de depredadores que les acechan y los hay que 117


diminutas guaridas hacen en tu tersa piel acorchada y en ocasiones os vestís de hiedras y enredaderas, cuando suben en libertad, como para protegeros y daros más seguridad. Muchas veces, os hieren al instalaros casetillas para animalillos que viven muy cerca de vosotros, por qué así, los humanos nos creemos con ese fatal derecho de invadir todo lo que nos rodea sin ningún miramiento, y como no se os puede preguntar, se hacen cosas que no deberíamos de acometer sin vuestro permiso. Nos tomamos el bosque por nuestra casa y allá vamos, sin mirar si hacemos daño o no, a nuestras anchas más de una vez. Hay una gran mayoría que no ven más allá de sus naipes, y se piensan han de hacer lo que les viene en gana, y no es así. Se ha de ver que los árboles tienen vida propia, pero de otra manera a la nuestra y hay que poder comprender que se les hace daño y no darlo todo por conquistado, siempre se anda de esa manera y no es necesario ser tan sumamente desleales a nuestra madre tierra, que es la que nos alberga y que nos pone en contacto con ellos, para que sepamos cuidarles y vivir rodeados de todos ellos, al igual que de sus congéneres. Nos ayudan en nuestra vida cotidiana, así podemos subsistir y tener una existencia segura y completa.

Una Sonrisa y Un Guiño

Dejáis que os mire, y al revés os veo si desde abajo intento subir la vista, la distancia... a veces marca es simple y sencilla, una sonrisa y un guiño, 118


me haces y lo recibo

En las charcas te reflejas, cuando tus copas frondosas miran de reojo las nubes, les cambia el color viendo pasar ese azulado cielo

Don Sol, baña tu cara para darte brillo y realce tus hermanos los frutales, nos regalan sus frutos y flores al sacarle los colores al bosque, mientras vosotros sombra nos dais y con los frutos que tenéis recetas ricas hacemos y saboreamos, piñones enclaustrados protegidos en su piñas, bellotas verdes y resabidas van adornadas por sombreros marrones saben amarguillas, castañas que descansáis entre las que se pueden comer 119


y las qué no, unas nos dan calor sabores exquisitos probamos, cuando las que no podemos tomar si nos permitís recoger esas energías limpias que guardáis

©Mía Pemán – Palencia – España

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TOMÁS SOLER BORJA ÉL ES.

Imagen: Josh Adamski

En la soledad de su hogar, enfadado con el mundo que le rodeaba, descargó su ira dando un puñetazo sobre la mesa. Casi al instante, un dolor sordo trepó por el alba de su espalda. Y una vez allí, recorrió todo su espinazo, para venir a morderle con saña el crepúsculo de su cuello. Este repentino bocado sin dientes que acababa de sufrir, aparte de dejarle medio doblado, provocó en él un sentimiento de desconcierto que nunca antes había sentido. No era natural, aquel dolor, todo lo más, y no tan fuerte, lo debería haber sentido en su mano. Pero ésta, aunque enrojecida por el impacto, no tenía

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el más mínimo rasguño. Y además, apenas si le dolía. ¿No era sorprendente? Cegado por el dolor, que lejos de disminuir, no dejaba de aumentar, atormentándole toda la parte posterior de su cuerpo, se dejó caer al suelo. Y una vez ahí, estando con los párpados bien apretados, buscando paliar así ese sufrimiento, un punto de luz comenzó a tomar cuerpo en mitad de la oscuridad de sus ojos cerrados. Ese punto crecía y crecía sin medida. Iba ocupando todo el espacio, llenando por completo el orbe oscuro de su no visión. Se sobresaltó, e instintivamente, olvidando casi el sufrimiento de su maltrecha espalda, abrió los ojos intentando situarse en el espacio. Mas una vez abiertos fue cuando de verdad comenzó a sentir pánico. Ese punto, lejos de disiparse en lo que él quería pensar, que había sido una reacción biológica de su cuerpo, seguía creciendo y creciendo, más y más, no cesaba. E iba engullendo todo a su alrededor, amenazando incluso con tragarlo a él. Preso de la angustia, pensó que aquello debía de ser un agujero negro. Era inexplicable aquella suposición, pero la desesperación. Un agujero negro, come materia, que repentinamente se había formado en la cocina de su hogar y que terminaría absorbiéndolo todo. Pero aquella explicación tampoco le convencía, un agujero sí que era, y sí que estaba tragándose: paredes, techo, suelo, mobiliario... Mas nada de oscuro: era un agujero de luz que engullía sombras. Inmóvil y casi resignado a su fatal destino, el miedo y la angustia de sentir su fin tan cercano, fue dejando paso a un estado de conformidad que le llevo a una paz interna que nunca antes había sentido. Y en ese momento comenzó a percibir que, justo en el centro del luminoso agujero, había algo. Mejor dicho: había mucho, había todo. Y vio. 122


Vio todo y a todos: vio lo que había sido, lo que estaba siendo y lo que sería. Vio el inicio mismo del Universo y también el final, que tan sólo era un nuevo comienzo. Vio como nació la vida y como, poco a poco, fracaso tras fracaso, éxito a éxito, fue evolucionando. Y cómo, también esa evolución, terminaba una y otra vez. Y una y otra vez volvía a comenzar de nuevo. Y vio como la célula se transformó en organismo, y en individuo, y en especie. Y vio como la semilla en tallo. Y éste en tronco, y en árbol. Y lo que más le desconcertó, en mueble. Y vio como pasaba el tiempo, un tiempo de miles, de millones de años y él lo contemplaba en su totalidad. Veía un eslabón del tiempo y al mismo tiempo la cadena entera. Veía alba y ocaso de todo momento habido y por haber. Y entonces pudo ver como ese primer organismo de vida se iba haciendo cada vez más complejo. Y llegados a este punto no solo lo vio, también lo sintió. Sintió que era él y esto le asustó y al mismo tiempo le reconfortó. De ahí en adelante, ya no solo veía con sus ojos: veía y sentía con cada célula de su ser, con cada punto de su espíritu. No había duda, la carne no era el fin. Ya tranquilo, continuó disfrutando de esa visión, aunque aún no sabía, a qué venía aquella experiencia sobrenatural, mística, que le estaba sucediendo. Pronto, muy pronto lo iba a saber. Liberado de la angustia contempló ―si es que así se le podía llamar lo que le estaba sucediendo, porque ahora ya daba lo mismo que cerrase sus ojos, pues igual era consciente de todo― como fue océano, y viento, y barca, y horizonte, y bosque, e incluso puerto. Sí puerto y allí arribaba y a la vez marchaba. Lo era todo y todos. Y lo más difícil de entender, en un mismo tiempo que no tenía tiempo. Entonces, sin levantarse del suelo, estuvo en pie y a la vez acostado, y fue suelo y techo. 123


Y sí, seguía siendo él, también él. Y aunque el dolor había desaparecido por completo, seguía doliéndole, pero ya no la espalda y se percató que le dolía la mesa. Sí, la mesa. Y aquel pedazo de madera, que él creía inerte, estaba llorando. Y cada lágrima de esa mesa corría por sus mejillas. Y ese llanto le consoló y a la vez consoló a la mesa. Porque él también era la mesa. Y cuando ese llanto cesó, y con él marchó su dolor de espalda, y de mesa, la visión, igual que había venido marchó. Y quedó toda la cocina igual que estaba, en la penumbra de un atardecer que para él pasó a ser un nuevo amanecer a la vida. Hoy los que le conocen dicen que está medio loco, pues siempre sonríe, y por sus ojos mana una paz interior que a muchos atemoriza. Él no dice nada al respecto y nunca tiene un mal gesto, una mala palabra, una mala acción para con nada ni con nadie. Él lo sabe y ya nada teme. Él es él y a la vez es todos. Él es el Universo y es infinito.

Tomás Soler Borja- Águilas. Murcia

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ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN ¿RECUERDAS?

Imagen: Paul O´Flanagan

Era un día soleado, horas antes del ocaso. El río bajaba bramando y azotando aquellas peñas, formando copetes de blanca espuma. ¿Recuerdas aquella furia? ¿Recuerdas aquella roca que nos sirvió de lecho? Y aquellos pájaros con cola en forma de tijera... Danzaba el agua remolinos de cristal que se teñían divinos con el verde del follaje. Árboles adornados con pájaros de colores, nos miraron coquetos e incitaron más sueños y vuelos. ¿Recuerdas cómo cantaban celosos arrullos los brazos de la arboleda? La hojarasca era tendido lujurioso, era coro y aplauso y susurro que también quería unirse al embrujo. Nudo de curtidos cuerpos. Imborrables tardes de arreboles, de siluetas y leyendas dibujadas... 125


Suspiró el paisaje como nosotros, dormido. El río siguió bajando. Rugiendo, retorciéndose, aclamando y reclamando más verde, más rosa y más sal.

Ana Lucía Montoya Rendón Colombiana.

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GRACIELA AMALFI KUMIKO…PIENSA

Imagen: Art Pinturas Vucong Dien

Kumiko está sentada en su sillón de paja, debajo del árbol más añoso de su casa. Piensa Sus pensamientos recorren imágenes de un pasado hecho niño.

_Abuelo, ¿tiro la semilla en este lugar?_grita la voz de la pequeña Kumiko. Mirándola el anciano le responde: “Sí, hijita, ahí está perfecto”. La pequeña aprieta la tierra con sus manos y sus pies. La semilla se va internando lentamente hacia lo profundo de un mundo oscuro. 127


Hoy, después de setenta y cinco años, la misma Kumiko _quien eligió esa semilla entre una docena de ellas_, está debajo de su sombra enarbolada al viento. Y sigue acariciando su sombrero, y sigue sobre ese sillón que la acurruca. Piensa. Su sillón de paja arrugada la transporta a su vida de niña. A las carreras, a las escondidas, a los juegos con sus primos. A… su abuelo. Ella ve sus años proyectados delante de ese sol, que brilla y daña sus ojos, a pesar de sus gafas oscuras. Y todo pasa así de repente. Ese árbol ahora la aprieta con su sombra desdibujada y dañina. Las ramas simulan acariciarla pero rasguñan su piel como espinas puntiagudas y vengativas. Siente que un sacudir de hojas le taladra el cuerpo. Mira a ese gigante con recelo. Desprotegida.

Piensa. Deberá enfrentarlo. La lucha será impar. Una anciana y un árbol. Será un dios externo quien arbitre esta batalla. Batalla de tiempos y de ausencias, de alegrías y sinsabores, de nostalgias y pasiones. Cierra los ojos, su cuerpo se empieza a deslizar por el sillón arrugado. Y cae. La sombra libera una carcajada de alegría acompasada por un viento del sudeste y aprisiona a la anciana. La asfixia.

No piensa. 128


El aliento de Kumiko decide irse a otro lugar. Huye.

Más tarde, se ve al final del jardín a una anciana tirada en el pasto, debajo de la sombra de un árbol añoso… en paz.

Graciela Boticaria Amalfi. Buenos Aires. Argentina. (Extraído de la novela “Kumiko, mujer sin tiempo”). Blog: www.boticaria-graciela.blogspot.com

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JAVIER TERÁN DIEZ CRISTINA Y EL VIEJO CEREZO

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Alguien, cuya autoría parece perderse en la “noche de los tiempos”, dijo una vez que hay tres cosas que las personas debieran hacer a lo largo de su paso por la vida, a saber: “Escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo”. Esta frase, llegada a mis oídos desde muy temprana edad, desde que la maestra nos la mencionase en la escuela, me quedó grabada para siempre. Y quizás ahí mismo surgió mi amor por los árboles, en especial por uno, que siempre vieron mis ojos formando parte del paisaje del huerto de la casa, un viejo e inmenso cerezo. Que, además, los años que lograba que su fruto llegase a término, producía una gran cantidad de cerezas –dulces y apetitosas por demás-, dado su espectacular tamaño. Al cobijo de su sombra, hube pasado muchas tardes del estío cuando niño, jugando a mil y un juegos diferentes, sólo y con amigos. Luego, en mi 130


etapa adulta, siempre le dirigía una mirada antes de salir de casa o cuando regresaba a ella… Llegó la edad de comenzar a trabajar y no me fue difícil encontrar un trabajo en la Comarca. Pero, andando los años, la situación cambiaría, desgraciadamente... Por ello, reconozco que andaba un tanto perdido y desconcertado durante aquellos días posteriores a que me despidiesen del trabajo. La desolación había hecho mella en mí. La empresa que un día me acogiese como trabajador al alcanzar mi mayoría de edad, había decidido poner fin a su actividad. La extracción de carbón de forma tradicional, había dejado de ser rentable en la Comarca. Pero el recuerdo es casi siempre el que aparenta ser; viene y va, se reaviva, se olvida, florece de nuevo y nos traslada hasta el pasado de cada cual con alguna repetida frecuencia. Y mi mente volaba muchas veces hasta el viejo cerezo de casa. Pasaron los años y, en el plano personal, aquella mañana pude comprobar cómo la policía había vuelto a rondar en torno a las proximidades de nuestra casa okupa. Y, de inmediato, volvió a crecer la preocupación en todos nosotros... Ocupando un edificio un tanto antiguo de tres plantas y semiderruido casi, con los mínimos de subsistencia, y casi agotado en ocasiones el cupo de la carencia de muchas cosas, conseguíamos desenvolvernos mal que bien día a día, en medio de aquella pequeña comuna de "okupas". En este orden de cosas, quizá sea este el momento de señalar que mi incorporación al grupo ocurriría un día por azar. Más en concreto, una mañana en la que, acarreando bajo el brazo mi libro de poesía favorito, paseaba por el interior de un parque de un barrio indeterminado de la ciudad donde había terminado por llegar, tropezándome con ellos. Formaban una especie de grupo de músicos callejeros con bastante buena conjunción en sus voces, y muy bien acompañadas éstas por los sonidos perfectos, casi mágicos diríase, que dos muchachas más bien jóvenes, conseguían sacar a sendas guitarras. Me detuve ante el grupo y, a medida que alguien lo abandonaba, yo conseguía ganar un puesto en el corro, 131


hasta llegar a colocarme en una muy particular preferencia. Fue entonces cuando mis ojos la descubrieron con detalle por primera vez. Su larga y espesa cabellera negro azabache, que el ligero viento de la mañana hacía batir a ratos sobre su cara en una y otra dirección, mientras su mano derecha rasgaba con particular gracia las cuerdas de su ya gastada guitarra, le añadía un encanto especial a su rostro, bello ya por sí solo. Las canciones se iban sucediendo unas a otras, mientras las monedas iban cayendo con bastante asiduidad hasta el fondo de un sombrero excesivamente raído ya. En un determinado momento, llegué a percatarme de que me encontraba solo frente a ella. Me obsequió de repente con una prolongada sonrisa, a la cual yo supe corresponder, regalándole además una sucesión de aplausos. El negro azabache de sus cabellos me trajeron de pronto, tras una extraña interconexión, el recuerdo de aquellas pesadas vagonetas de carbón que habían formado parte inseparable de mi vida. Y el viejo cerezo de casa. Tras hacerse el silencio por unos instantes, me espetó sin ningún apuro: <¿Te gusta quizá cómo suena mi vieja guitarra?>. <Me encanta, -le dije-; pero más aún me gusta el brillo de tus ojos y tu pelo al aire.>. <Haces que me sonroje... ¿Cuál es tu nombre? -inquirió ella a continuación.>. <Mi nombre es Carlos. ¿Y el tuyo? -le repuse de inmediato.>. <El mío es Cristina, pero todos me llaman Cris. ¿Quieres conocer a mis amigos?. <Me gustaría conocerlos, claro que sí; pero no sé si debo; además, tengo que volver a casa -me disculpé de pronto.>. <¿A casa dices?. ¿Te gustaría quizá conocer nuestra casa?. Está muy cerca de aquí, -añadió ella, todo sonriente.> Y así fue como aquel mismo día tomé contacto con aquella pequeña comuna de músicos ambulantes y "okupas" por necesidad. Por lo que respecta al orden de mi vida personal, recuerdo que estaba comenzando a encontrarme un tanto inseguro en aquella época y cayendo en una constante monotonía. Nada me seducía lo suficiente como para dedicarme a ello con alguna constancia, e iba conduciéndome de tumbo en tumbo, hasta convertirme quizá en una especie de bohemio demasiado

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espiritual, por aquello de que comenzó a gustarme leer poesía. Mientras a mi mente me venía el recuerdo casi constante del viejo cerezo de casa. Y fue entonces cuando el propio destino puso en mi camino a Cris. Acepté aquel mismo día su amable y generosa invitación sin necesidad de pensarlo. Y me fui encontrando ciertamente feliz viviendo en su pequeña comuna, a pesar de las carencias porque, a cambio y como contrapartida, la tenía a ella como dulce gratificación diaria. Aquellos últimos días, le había estado comentando a Cris que no me gustaba nada que estuviese la policía rondando por el lugar con tanta insistencia. Y ella me repetía siempre lo mismo, que no me preocupase, que nos haríamos fuertes frente a ellos. Yo, sin embargo, me temía lo peor, aunque no quería hacérselo saber a ella con excesiva crueldad. Y en más de una ocasión, estuve tentado de decirle a Cris que huyésemos de allí los dos juntos antes de que fuese ya demasiado tarde; que yo conocía un lugar donde podríamos comenzar una vida juntos... De nuevo el viejo cerezo planeaba sobre mi mente… Algunos días después, postrado en la cama de una fría sala de hospital, y cuando me faltaba Cris a mi lado, las últimas imágenes de nuestra vida en común pasaban ante mí demasiado de prisa. Intentaba en vano ralentizarlas para tratar de observar con alguna meridiana claridad la sucesión de los hechos de aquel día "D", en aquella intempestiva y fatídica hora "H" de la madrugada; pero al final no conseguía diferenciar del conjunto de la nebulosa más que una imagen fija, que me tenía sobrecogido el corazón. Y era la visión de Cris y mía propia arrojándonos al vacío desde una de las ventanas del primer piso de la casa. Luego, todo transcurriría ya demasiado de prisa: carreras, gritos, sollozos, alguna voz conocida demandando auxilio y, más tarde, nada, el silencio. Y silencio que volvería a aparecer de nuevo cuando, ante mi reiterada insistencia, algunos de los compañeros me comunicaron que, triste y desgraciadamente, Cris no iba a estar ya nunca más junto a nosotros. ¡Ella, siempre tan llena de vida!. Y, sobre todo, ¡tan mía desde el mismo instante del encuentro...! Había fallecido casi en el momento, al ser materialmente aplastada en la huida precipitada y sin ningún tipo de orden que hicimos a la desesperada. 133


No podía hacerme a la idea de que Cris no fuera a estar ya nunca más a mi lado. ¡Si al menos alguien hubiese conseguido traerme su guitarra...! Entonces tal vez... Aunque el negro azabache de su cabellera no dejaba de perseguirme en el recuerdo. De nuevo regresaba el color negro… Y con él el viejo cerezo, mi árbol de cabecera, que no cejaba de reclamarme atención de una o de otra manera…

J. Javier Terán Palencia (España)

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MARGARITA POLO VIAMONTES MI ÁRBOL Y YO

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“Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” asegura un refrán español que me lo repetían infinidad de veces mis padres en la niñez, tanto que lo creía un dicho inventado por ellos, para no buscarme problemas. El consejo llevaba implícito encontrar las mejores influencias para el porvenir, en el aula con amigos inteligentes y estudiosos, en el barrio al unirme a los más respetuosos y hacendosos, en fin, juntarme a buenos hijos de buenos padres…

¿Eso no estaba en contradicción con ayudar al prójimo, a los más necesitados, como me decían en la iglesia? ¿Cómo hacer si yo no era muy virtuosa que digamos, pues de hecho se me acercaban más los problemáticos, que los “abelarditos” es decir, los estudiosos? A lo mejor 135


ellos tenían el mismo consejo de sus padres y les resultaba yo una buena opción ¿Quién sabe?…

Así razonaba cada día mientras hacía mis tareas, en el lugar favorito: a la sombra de la mata de guayaba en el patio de la casita rosada de Mami, sitio donde se cumplía el refrán, bajo la sombra perfumada de las flores del guayabo, en la que encontraba además el fruto más delicioso a mi paladar de infante. ¡Qué ricas guayabas comía!

Es todo un privilegio cobijarse a su sombra, comer su fruto, cuyo nombre científico es Psidium guajava, de la familia botánica es Myrtaceae y saber de ella mucho más… En los potreros camagüeyanos, casi pululan cimarrones las matas de guayaba, pues las vacas, cerdos, los pájaros… se alimentan con su fruto mientras descansan a su sombra, o se albergan entre su ramaje, luego esparcen sus semillas por doquier entre sus desechos fecales… también en los patios cubanos es indispensable la mata de guayaba... muchos cargamos al guayabo, al lugar donde emigramos, heredamos la costumbre de los abuelos españoles.

Por ese peregrinar, la guayaba se expande en los más diversos puntos del planeta, sobre todo en lugares tropicales, donde florece todo el año y subtropicales con floración de marzo a setiembre. Por lo que he leído, crece en las islas del Pacifico, el Sur de la Florida, México, Centroamérica, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Perú y hasta en Hawai. Incluso los colonizadores españoles la llevaron consigo fuera del área americana. Llegó al continente asiático y se cultiva actualmente en la India y China. Se ha extendido por Estados Unidos, Egipto, Filipinas, Nueva Zelanda, Malasia, Fiyi y el Sur de África.

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¿Quién no ha visto alguna vez donde crece la guayaba? ¡Qué hermoso árbol! El guayabo es muy ramificado, dibujando una copa abierta, al florecer tiene tanta fragancia como cuando maduran sus frutos. Recuerdo siempre su tronco peculiar, color amarillento a rojizo, con una superficie que descorchaba con mis uñas, como nuestra piel tras el intenso sol. No por ese detalle su madera se rompe con facilidad, todo lo contrario, su estructura es fuerte y de gran flexibilidad, sus ramas resultan ideales para trepar y acunarse en ellas, abrigándose del sol entre sus hojas… Por eso se convirtió en mi escritorio para idear mis novelas mentales en la niñez.

Mi infancia estuvo muy ligada al guayabo, no solo por ser mi mejor escondite, sino que aprendí a amarlo, observando cómo papi confeccionaba con parte de sus ramas, una especie de bastón llamado garabatos para cortar la hierba, la apresaba con éste y luego cortaba de un solo tajo el pasto para los conejos. También servía la madera como horqueta para asentar la palangana, crear objetos de artesanía y hasta para hacer carbón. Luego supe por mi padre que su corteza se utiliza en el curtido de los cueros por su alto contenido de tanino.

Deliciosos productos naturales surgían de las manos de Mami con sus frutos, cocinando los casquitos de guayaba, la dulce mermelada, pasteles, batidos, helados… Siempre mi madre decía que el jugo de su fruta es rico en vitamina C y caroteno, como también son medicinales sus hojas y raíces por su poder astringente natural, utilizado desde la antigüedad para la disentería y la diarrea. Hasta para teñir telas de seda y algodón sirven sus hojas porque poseen un colorante negro potente.

Cuando rememoro mi niñez, pienso en mi árbol y yo, creo que de tanto habitar bajo la sombra de una mata de guayaba, tuve los mejores momentos, compartí con los mejores amigos y logré alcanzar mis más caros anhelos, obtuve la máxima de sembrar árboles, tener mis hijos y 137


escribir mis libros. Así que mis padres tenían razón: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” Margarita Polo Viamontes- Cuba/Miami. USA.

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MAYTE ÁLVAREZ LA SEMILLA DEL ÁRBOL DE LA CONCIENCIA

Imagen:Krzysztof Browko

Mittenwald, Baviera, Alemania, 3 de Mayo de 1945. Retumbaban en el bosque el eco de los cañonazos. Bajo tierra, en la gruta, también se oían en la lejanía, hasta convertirse en un monótono y desagradable sonido de fondo; lo que no llegaba eran los gritos de muerte, estaban demasiado lejos. El más anciano de todos tomó la palabra en la asamblea extraordinaria que, con carácter de urgencia, se había convocado. 139


Así comenzó: -Hermanos todos, los gritos de los árboles no cesan, el ataque a nuestra madre tampoco y este es el preciso momento elegido para tomar decisiones que salvarán a nuestra madre en el futuro y con ella a nuestras especies, incluyendo a la de los que la hieren, los humanos, y que todavía lo harán más, por eso hemos sido todos convocados. Prosiguió haciendo un breve resumen de lo que los asistentes ya sabían, que la proliferación de la raza humana con su implícita avaricia (algo que ellos no entendían ni sentían), no respetando a su planeta progenitor ni a sus hermanos, incluso de especie, estaba volviendo a verter destrucción en un ciclo repetido otras veces, pero que ni recordaban ni constaba en la historia de los humanos, mas sí en la de los seres del bosque. Algo tan obvio como que sin árboles no existiría la vida… los malditos efímeros humanos, tendían a ignorarlo cada vez que su población se desbordaba. El anciano hizo un repaso a las zonas de la geografía que habían sido invadidas, arrasadas de toda vida para colocar en su lugar esas horrorosas construcciones de piedras en las que los humanos se hacinaban. Ellos no entendían porqué para habitar una zona tenían antes que destruirla en lugar de adaptarse a ella y cuidarla, pero les constaba que este era el comportamiento humano, lo habían visto desde siempre, era uno de los motivos por el que se escondían de ellos, los otros motivos eran su ignorancia para comprender que no eran sino una parte de la misma Tierra, su prepotencia al tratar a todas las criaturas vegetales y animales como si les pertenecieran y esa crueldad que hacía que se mataran hasta entre ellos por imperceptibles diferencias. Al acabar con el preámbulo dio el mensaje de las estrellas, que no era un mensaje, sino una orden, ésta vez sí que lo era. Cuando lo dijo en voz alta para todos los asistentes reinó la confusión. Entre los murmullos, algunos decían que era imposible, o que el planeta

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estaba perdido, otros que habría que pensar, que habría que pensar, pero… ¿qué? Puso la atención sobre sí: -Hermanos, los árboles nos han pedido que los socorramos, y unidos podremos hacerlo. Los volcanes son los aliados de nuestra madre, que también ayudarán rugiendo y explotando para regular la capa de aire que nos sostiene a todos cuando el número de bosques descienda tanto que los árboles no puedan hacerlo solos. Recordad, ya ha pasado otras veces. Y las estrellas nos han dicho que somos nosotros, los seres del bosque, los que tenemos que “crear” la semilla del árbol de la salvación, parece difícil, sí, pero está escrito que lo haremos. Hay otra información del lenguaje de las estrellas que tenemos para comprender por qué es este y no otro el momento de dirigir el rumbo de nuestro salvamento. Ese ruido de fondo… ¡ah, muerte!... a esta gran masacre la llamarán “segunda guerra mundial”, sin embargo, ni los mismos humanos van a comprender, que cuando empezó la anterior, recientemente, la “primera guerra mundial”, ya estaba empezando la segunda y la tercera, pues los recursos del planeta ya pertenecen a unos pocos humanos, que lo tramaron de antemano, a ellos les venderán sus vidas el resto, y las de sus hijos y las de los hijos de sus hijos, a cambio de un puñado de lo que han inventado para intercambiar, el dinero, pero solo tendrán acceso al suficiente para subsistir, no más. Esa es la forma de perpetuar el dominio. Las dos primeras guerras se han hecho asesinando con las bolas de metal que salen de los artilugios que han creado, ésta segunda está acabando, por ello comienza la tercera, la que más dolor causará a nuestra madre, porque la atacarán a ella para que, lenta y silenciosamente lleguen al momento en que los humanos mueran por no poder acceder a los recursos devastados antes, y la inanición acabe con la mayoría. Los poderosos harán que sus esclavos destruyan todo para destruirse ellos mismos ¡y ni sabrán que lo están haciendo! ¡ni siquiera llegarán a saber que son esclavos de nacimiento!

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Si no fuera por lo crueles que son, me darían lástima éstos humanos. Ahora los tenemos bien cerca, como ardillas bobas que en lugar de esconder semillas esconden piedras, está bajo tierra un grupo de ellos escondiendo metal amarillo, así que si no tenemos incidentes y se acercan más, en la próxima luna, nos reuniremos aquí mismo, para que los representantes de cada especie coloquen en el arcón de las soluciones sus propuestas para salvar el planeta y salvarnos todos. Luego las leeremos juntos, deliberaremos y tomaremos decisiones al respecto. Una de todas las soluciones será la adecuada, lo han dicho las estrellas. Procedamos, pues. Una luna después, allí estaban todos los representantes de los seres del bosque. Uno a uno se fueron acercando al arcón de las soluciones, mas… nada llevaban en las manos, honestamente, cada uno de ellos exponía sus conversaciones con los de su especie para hallar la fórmula que creara la semilla del árbol de la salvación, sus investigaciones y el trabajo realizado en ese tiempo, las conclusiones sacadas, pero… ni con todos sus conocimientos, que eran muchos, habían sabido hacerlo. Se lamentaban, se lamentaban… desfilaron ante el arcón los representantes de ninfas, hadas, duendes, elfos, dragones verdes, gnomos, ents… hasta que se alzó la representante de las dríadas, que sí portaba un rollo en la mano, hecho que llamó la atención de todos. La dríada se acercó y así habló: -No traigo una fórmula, traigo un compromiso, perpetuo, de toda mi especie. Nosotras somos las defensoras del roble, damos nuestra vida por él si peligra, pero ya no son solo los robles los que nos necesitan, son todos los árboles, y podemos hacer bastante más que dar nuestras vidas. El futuro pertenece a las siguientes generaciones, el futuro son los jóvenes y los niños; la salvación está en la concienciación de lo que somos todos, seres del bosque, de las aguas, humanos, volcanes, en definitiva, todos, todos somos parte de la naturaleza, eso nunca parece entenderlo el humano, y hay que enseñárselo. 142


Nosotras tenemos la capacidad de poder aparearnos tanto con elfos como con humanos. Nuestro compromiso, si así lo aceptáis, es el de procrear solo con humanos, eligiendo bien los que mayores virtudes tengan para ser los padres de nuestras niñas, y ya que solo tenemos hembras, ellas serán la semilla de la conciencia. Las educaremos en el firme e inquebrantable respeto a todo ser viviente, entre humanos, para que ellas también eduquen a los que tengan alrededor, y les haremos entender este compromiso y el sacrificio que conlleva a las dríadas para que lo acepten y sean, a su vez, madres de nuevas semillas de conciencia, que generación tras generación formará un árbol genético desde cada una de nosotras, hasta que el bosque sembrado de semillas de conciencia repueble este planeta. Nosotras, nuestras hijas, nuestras nietas, nuestras biznietas… seremos las semillas del árbol de la conciencia y las semillas del árbol de la salvación. Esta es la propuesta de las dríadas, en este rollo está el compromiso sellado. Serena la dríada, era diana de todas la miradas. Tras un silencio corto, comenzaron a inclinarse, en señal de aprobación, uno tras otro. Nadie de los allí presentes sabía que el sacrificio de las dríadas ya había comenzado, con ella misma, la portadora del rollo, nadie a excepción del último en inclinarse brevemente para alzar la cabeza rápidamente, donde los bellísimos ojos claros de ambos reflejaron la mirada más amarga jamás vivida en la larga historia de los seres del bosque. Amor fundido en dolor. Entonces ella puso el rollo con el compromiso de las dríadas en el arcón de las soluciones, dando así por válido el quorum, a la vez que rompía el compromiso de matrimonio adquirido hacía tan poco. Fue la noche en que llegaron a los subterráneos de Mittenwald, cuando el elfo y la dríada hicieron el amor, por primera y última vez. Cuenta la leyenda que desde entonces las dríadas evitan encontrarse con los elfos pues tienen tendencia a enamorarse, y también cuenta la leyenda que ninguna dríada ha llegado a ser feliz con su pareja humana, pero todas, sin excepción, han entrado a formar parte en la creación de la saga 143


del árbol de la conciencia que tejerá el sostén de la vida en el futuro, el respeto entre los seres vivos.

Mayte Álvarez. Meliana. Valencia.

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GRACIELA ARBISER LOS TILOS

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A Herminia En esta época del año aroman los tilos, hoy a Paula le traen el recuerdo de su suegra. Paula no los conocía, Doña Celina, que vivió durante años en La Plata, se los presentó; le contaba que allá hay muchos de estos árboles, le decía: yo amo los tilos, amo su follaje… su perfume… su forma… ¿no los conocés? Acá a la vuelta cerca de la vía hay uno enorme, fijate… lo malo es que atraen muchas moscas. Ah, si algo odiaba Doña Celina eran las moscas, 145


por eso su casa tenía todas las ventanas protegidas con mosquiteros, por eso vivía en la penumbra. Bichos de la humedad y hongos en las paredes también tenía, que se crían en la penumbra y la humedad. Paula extraña a su suegra cuando ve el tilo de la vía; la extraña cuando en su casa acomoda un mosquitero y cuando hace penumbra. Cuando la molesta una mosca, siente que la angustia le invade el pecho. Un tilo aroma la cuadra y Paula recuerda… recuerda las tardes de charlas y mateadas en el patio, rodeadas por los malvones pensamiento… las alegrías… los helechos… que tanto cuidaba Doña Celina, tardes de mate dulce y pastafrolla casera. Hace ya dos años que murió Doña Celina.

Hoy gracias al aroma de los tilos Paula no se siente tan sola.

Graciela Arbiser. Ciudad Autónoma de Buenos Aires- (C.A.B.A )– República Argentina

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RITA BEDIA LIZCANO LA SELVA DE LOS SUICIDAS

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“Logramos atravesar gracias a la ayuda del Centauro Neso”, pero nos encontramos ante un tenebroso bosque, donde imperaban árboles retorcidos. Allí anidan las brutales Arpías: tienen alas anchas, cuellos y rostros humanos, pies con garras y vientre cubierto de plumas; subidas a las ramas, lanzan 147


extraños lamentos. No había camino, tuvimos que hacerlo. Veía con recelo aquellos endemoniados seres, cuando de un ruido fuimos sorprendidos. Escuchamos un jabalí y a la jauría. Oíamos a las bestias y un crepitar de frondas. Cuando miro a dos que vienen por la izquierda, desnudos y arañados, que en la huida, de la selva rompían toda mata y el de adelante: — ¡Acude, acude, muerte! La otra, que más lenta gritaba: — Horacio, no fueron tan vertiginosas tus piernas. Y cuando ya el aliento le faltaba, de él mismo y de un arbusto formó un nudo. La selva estaba llena detrás de ellos de negros canes, corriendo y ladrando cual lebreles soltados de las correas. El diente echaron al que estaba oculto y lo despedazaron trozo a trozo; luego llevaron los miembros dolientes. Fuimos al encuentro del arbusto que lloraba, por los sangrantes rotos, vanamente. Decía: — Oh, Alfonsina, ¿qué te ha valido de mí hacer refugio? Culpa tengo de tu mala vida. El maestro se paró a su lado: — ¿Quién fuiste, que por tantas puntas con sangre exhalas tu habla dolorosa? — Oh, almas que llegadas sois a mirar el vergonzoso estrago, que mis frondas así me ha desunido, recogedlas al pie del triste arbusto. Yo fui de la ciudad de Salto, quien a la astucia de mi arte y bella palabrería encantaba lo mismo a damas sensibles, locos, embajadores, detractores y creativos del arte. La tragedia oscurecía mis días viendo morir a mis seres queridos, el cielo parecía mantener encono sobre todo lo que amara. De sombras y sangre se teñía el destino a mi paso, creí que al despojarme de la vida todo sufrimiento quedaría atrás, con amargura veo que mi alma atormentada seguirá.

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En mis labios quedó el deseo de una pregunta más, sin embargo a la señal del maestro callé y dejamos al doliente y abandonamos la selva de los que abrazan la muerte por su propia mano.

Basado en La Divina Comedia – Infierno de Dante Alighieri Rita Bedia Lizcano- Apodaca- México

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ROXANA ROSADO ELA Y EL ÁRBOL NEGRO

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Ela corría y corría sin parar, intentando esquivar las sombras que intentaban alcanzarla. Estaba atrapada en ese bosque oscuro y silencioso, en donde lo único que se escuchaba era su respiración agitada. Sabía que tenía en sus manos la cura para ese mal, pero tenía que terminar antes de que la encontraran. Si la atrapaban, todo terminaría. Todo, incluyendo la humanidad. El pergamino que tenía entre sus manos decía, entre otras cosas, lo siguiente: -La humanidad está llegando a su fin. Si este sobre ha llegado a ti, es porque eres la elegida. Los conocimientos que aquí encontrarás te 150


han sido legados por ancestros que, habiéndose sentido incapaces de detener el mal, decidieron plasmarlo en este papel para que alguien más joven y fuerte pudiese hacerlo. Lucha contra tu propia ignorancia. Sólo así podrás vencerlos-. Ela provenía de una familia con cierta posición, sin embargo, habían tenido tiempos de prosperidad y de pobreza a lo largo de los años. Sabía que la vida era como una balanza. Según cómo te portaras, ésta se inclinaba a tu favor o en contra. En su árbol genealógico había de todo. Personajes eclesiásticos, rufianes, creyentes, brujos, militares y personas comunes como ella, que se dedicaban a trabajar y a aprender. Quería estudiar todo lo que el mundo le ofreciera. Ansiaba salir de su pueblo y conocer otras ciudades, otras civilizaciones. Su padre la instaba a hacerlo. Su madre no. Le hubiera gustado que su hija se contentara con tocar el arpa y bordar. Pero Ela era inquieta, adelantada para su época. Cuando pidieron su mano, se negó rotundamente. El casarse significaba atarse a un esposo, acatar sus órdenes. Y no estaba dispuesta a hacerlo. Prefería morir que encadenarse a un hombre sólo por su posición. Con el apoyo de Waldron, su padre, se había salvado de caer en manos de un marido tradicional. El hombre indicado estaba en alguna parte, esperando conocerla. Y no tenía prisa alguna. Antes de eso, tenía que aprender muchas cosas. En ese año la cosecha fue generosa y a su familia le fue bien. Llenaron sus arcas y compartieron sus ganancias con los obreros, campesinos y sus sirvientes. Waldron pensaba que de esa forma le serían fieles y además era una manera de agradecer la bonanza. Pero esa riqueza atrajo la mirada de algunos envidiosos. Gente improductiva que vivía en la oscuridad, interesada sólo en arrebatar lo que, según ellos, les fué quitado. Alrededor ya estaba tejiéndose una tela de araña, y muchos serían la presa. Entre los maestros de Ela se encontraba Marelda, una mujer sabia que trabajaba con energía tomada del entorno. Conocía las energías de luz – positivas- y las oscuras –malignas-. Estas últimas las trataba con cuidado. Decía que hay que conocer el lado oscuro para poder manejarlo. Su casa 151


estaba escondida en el bosque, en uno de los claros, cerca del castillo. Rodeada de una espesa vegetación, no era fácil llegar a ella. Era una manera de protegerse de los intrusos, ya que en el pueblo y los alrededores se le conocía como “la bruja”. Ahí Ela aprendió a preparar pociones, estudió libros antigüos, mapas dibujados por personas que habían viajado. Marelda le enseñó secretos que nadie más sabía y le habló del cofre donde había cosas que era mejor tener guardadas. Podían caer en manos ignorantes que les darían mal uso. La mujer había elegido a Ela dadas sus cualidades, para pasarle sus conocimientos. Sería una buena guardiana. Le encantaba leer y el saber le daría alas. Alas protectoras. Entre los pobladores estaba Dwing . Era un muchacho que trabajaba en el campo. También le gustaba aprender. Admiraba a Ela, aunque los demás se burlaran de ella por ser tan seria y tener siempre un libro en sus manos. No se atrevía a hablarle. Era la hija del patrón y además su presencia imponía a cualquiera. El era bien parecido, pero de familia pobre. Se contentaba con verla de lejos. Quizás algún día, cuando tuviera algo que ofrecerle, le hablaría. Sprage, Merril y Paxton llegaron de lejos y se establecieron en el pueblo. Derrocharon el dinero que tenían en vino. No les gustaba trabajar, pero sí vivir bien. Siempre andaban metidos en problemas y estafaban al que podían. Como no podían pagar el alquiler, ahora vivían fuera de la muralla que protegía el pueblo, en una casucha abandonada. Tenían vigilado al patrón y a su familia. Sabían que tenían dinero en el castillo, así que planearon durante varias noches el ataque. Aprovecharían que el Waldon saldría de viaje para entrar a la casa, robar lo que pudiesen y de paso, llevarse a Ela. A los demás, los matarían. Se marcharían sin dejar rastro alguno. Después pedirían rescate. Y eso lo harían la noche siguiente, en luna llena. El día del viaje llegó. Solía ir dos veces a año al pueblo más cercano – situado en el norte- para comprar telas para los vestidos de su hija y su mujer y cargar algunas provisiones, como frutas para elaborar mermeladas y tartas. Cargó lo necesario y se despidió de su familia, 152


abordando el carruaje. Sería un largo viaje que le tomaría algunos días, aunque esperaba regresar pronto. Ela y su madre quedaban al cuidado de algunos trabajadores. Entre ellos, se encontraba Dwing, quien miraba la escena detrás de algunos arbustos. Cuando dijeron su nombre, brincó de susto. No esperaba que lo tomaran en cuenta para esa tarea. Pero Waldron sabía quién era ese muchacho. Su familia, muy trabajadora y honesta, le era fiel. Sería un buen cuidador. Y tal vez, en un futuro, un buen marido. La puerta del castillo se abrió y salió cabalgando. Apenas amanecía. Al cerrar la puerta, un sapo entró por una rendija. Los sapos eran animales de mal agüero y si alguien los veía, se santiguaban y los sacaban a escobazos. Pero todos se habían retirado a sus casas. Ela sintió un viento distinto y un olor acre. Al voltear, vio que el sapo se escondía en los arbustos. Algo malo estaba en camino. Esa noche, entraron los maleantes escalando por las paredes. Llevaban sogas fuertes, arcos, flechas y cuchillos. Eliminaron a varios guardias y entraron al castillo sigilosamente. Mientras tanto, Ela estaba en casa de Marelda aprendiendo. La mujer se sentía cansada, avejentada y sabía que le quedaba poco tiempo. Le pidió a la muchacha que quitara una mesa de su lugar y le ayudara a levantar unas tablas del suelo. Metió la mano y sacó una caja de madera. En ella, había una capa y un vestido negros y un cofre. –Debes leer lo que dice la carta que está aquí dentro -dijo señalando el cofre-. Las fuerzas oscuras ya están en el pueblo y en tu casa. Debes saber todo para poder defenderte. Y esta ropa es para que te confundan. Es el negro, el color de la elegancia, de la noche. Con él podrás escapar si lo necesitas- . Ela sintió un escalofrío. Sabía, en su interior, que algo estaba pasando. Leyó el manuscrito a la luz de las velas y lo guardó entre su ropa. –Debes tener cautela. No olvides lo que has aprendido-. La mujer se quitó una cadena del cuello con una cruz. –Era de mis antepasados. Te protegerá- dijo al tiempo que se la colocaba en el cuello. –Ahora debes irte. Te espera tu madre-. 153


Ela cerró la puerta de la humilde vivienda y caminó entre los árboles hasta llegar a la puerta principal de la ciudad. Al alzar la vista, vislumbró unas llamas que salían de una de las torres. Corrió hasta la entrada del castillo y se horrorizó al ver a los guardias acuchillados. Subió rápidamente las escaleras y entró a la habitación de su madre. Lo que ahí pasó la dejó completamente helada. Su madre yacía en la cama, crucificada en la cabecera. Con pasos cautelosos, se acercó. Su frente estaba helada. Le zafó los clavos de las muñecas, la envolvió en una sábana y rezó en voz baja. Escuchó unos pasos fuera del cuarto. Recorrió con la vista las paredes. Detrás de la cortina había una puerta camuflada con una pintura. Era una salida secreta. Su padre se la había mostrado una vez, hablando con ella sobre la gente mala que había en los alrededores. Su madre y ella debían salir por ahí en caso de emergencia. Lamentablemente, ella estaba en otro lugar y no tuvo tiempo de salvarla. Pero no podía quedarse ahí. Su madre había cruzado hacia el otro lado y no había nada que pudiera hacer. Caminó hasta el cuadro y, moviendo el marco cuidadosamente, pudo ver la perilla de la puerta. Las pisadas se acercaban aún más y con ellos unas sombras largas y tenebrosas cubrían todo a su paso. Ela abrió la puerta y la cerró sin hacer ruido. Al entrar al pasadizo, unas teas se encendieron en las paredes para mostrarle el camino., que siguió en silencio. Detrás de ella, la puerta desapareció y en su lugar quedó un muro de piedra. Las sombras malignas que acompañaban a los hombres invadieron la habitación. Sabían que Ela había estado allí. Sentían su presencia. Los hombres buscaron por todas partes. Ni rastro. Una puerta, del otro lado del castillo, se abrió. Ela salió, protegida por la negrura de la noche, al bosque. Caminó un trecho, y una mano le tapó la boca por detrás, jalándola detrás de unos árboles. -¡Tienen que encontrarla. Sin ella, estamos perdidos. El viejo regresará en unos días y no pagará el rescate!- dijo Paxton muy molesto. Los demás salieron del cuarto, presurosos. Las sombras también dejaron el lugar. Paxton miró alrededor. El cuerpo de la madre ya no estaba. Sólo había una 154


pluma, blanca como la nieve, sobre la cama. ¿De un ángel? ¡Tonterías! Pensó para sí. Ela forcejeó con el hombre. Una voz desconocida le habló al oído, quedamente. –No luches, no soy tu enemigo. Me llamo Dwig. -No te conozco. ¿Quièn eres?- dijo mirándolo. –Soy un campesino. Tu padre me asignó la tarea de cuidarte. Cuando llegaron los hombres, nos sorprendieron. Escalaron las paredes y mataron a los guardias. Yo estaba con ellos. Aniquilé a varios, pero me hirieron. Perdí el conocimiento. Cuando lo recuperé, todo era un caos. Sin embargo, la herida ya había desaparecido inexplicablemente. Me levanté y corrí al cuarto de tu madre. Pero ya era muy tarde. Entonces pensé en ir a tu encuentro. Supuse que estarías con la mujer del claro en el bosque, y fui allí. Pero solamente la encontré a ella. Ya había fallecido. Entonces regresé por ti y te vi saliendo del castillo. No sabía que existía ese pasadizo. –Mi padre me lo enseñó hace mucho tiempo-. Dijo suspirando. ¿Y esas ropas? Ela no recordaba que las llevaba en el brazo. –Debo ponérmelas. Voltéate- le ordenó. Dwig obedeció y cerró los ojos, aunque la curiosidad lo apremiaba a mirar. Cuando por fin los abrió, Ela estaba vestida de negro, con la capa sobre sus hombros. Lucía muy hermosa, con su largo cabello negro saliendo de la capucha y sus grandes ojos marrones brillando a la luz de la luna. – Enterremos mi ropa antes de que la encuentren-. Las sombras tenebrosas no dejaban de recorrer las calles y las casas vecinas al castillo. La gente gritaba presa de terror. No sabían qué estaba pasando. – ¡Es el fin, es el fin!- gritaba una mujer jalando sus cabellos con desesperación. Los hombres golpeaban y acuchillaban a cualquiera que se atravesara en su camino. Les preguntaban por la chica. Nadie la había visto desde el día anterior. Pero no se quedarían conformes con ello. – Vayamos a la casa del claro, seguramente ahí está- dijo uno de ellos. Montaron sus caballos y salieron presurosos del pueblo. Las sombras los siguieron. Dwig y Ela continuaron caminando por entre los árboles. Un cuervo se posó en el hombro de ella, mirándola fijamente y supo de inmediato que 155


la bruja lo había enviado, o tal vez era su espíritu. -Debes buscar a mi padre y contarle lo que ha sucedido. Que no regrese aquí, o lo matarán- El cuervo pareció entender el mensaje y graznó, emprendiendo el vuelo. Dwig contempló la escena y quedó fascinado. Ella era más interesante de lo que había pensado. Caminaron durante todo el día, únicamente haciendo pequeñas paradas para beber agua del río o comer algún fruto. Mientras tanto, los hombres habían llegado a la cabaña. La mujer yacía acostada en su cama, muerta. Buscaron por todos lados. Sabían de la existencia del cofre y del poder que tenía el pergamino. Pero por ningún lado lo encontraron. Destrozaron todo y al salir, prendieron fuego a la casa. Las llamas consumieron hasta la última piedra. El viento sopló con fuerza, llevando restos de las cenizas consigo. Ela estiró la mano para sentir el aire y una minúscula parte de la casa cayó en su mano. –Debemos apresurar el paso, o nos encontrarán-. Dwig la siguió, pensando la forma de defenderla en caso de que los encontraran. Caminaron en silencio hasta llegar a una cueva. Decidieron pasar la noche en ese lugar. Recogieron ramas secas y encendieron una fogata para protegerse del frío. –Será difícil regresar, debemos avisar a las autoridades para que los atrapen- dijo el muchacho frotándose las manos para entrar en calor. Ela tenía la vista perdida en algún punto lejano. –A los hombres podemos denunciarlos. O matarlos. Pero hay que acabar con las sombras. Ellas se extenderán por el mundo y sumirán a la humanidad en el pandemónium. No puedo permitirlo- Sacó entre sus ropas un papel, amarillo y sucio. Extendió el pergamino y empezó a leer en voz alta. –Sólo así podrás vencerlos- y luego seguían una serie de descripciones del mal en todas sus formas y la manera de acabar con él. Debía ir al centro del bosque y encontrar el árbol negro. Ahí recitar algunas palabras, y de su interior saldría la luz. -¿Un ángel en un árbol negro? Suena disparatado- dijo Dwig encogiéndose de hombros. –La mejor manera de esconder algo es ponerlo a la vista, dentro de lo obvio. Por eso no lo han encontrado. Está aquí, entre ellos. Ahora debemos descansar. Mañana nos espera una larga 156


caminata- Se recostaron en el duro suelo. Ella no pudo dormir. Pensaba en su madre, en su casa, y en toda esa gente sumida en la oscuridad. Al día siguiente, después de tapar las cenizas con unas piedras, continuaron su camino. A su paso salían animales desconocidos. Un ave de dos cabezas, una rata del tamaño de un conejo, un sapo grande como una hogaza de pan. –Todos ellos son presa del mundo negro. Si encontramos el árbol, podremos liberarlos también- dijo en voz alta. Dwig estaba asombrado. Nunca había visto esas bestias, jamás. Ni siquiera hubiera podido imaginarlas. Su abuela le habló de ese mundo que caminaba paralelo al de la luz. En algún momento, ambos se mezclaban y pasaban del otro lado. Era entonces cuando surgía el caos. Si alguien era lo suficientemente sabio como para descubrir el punto de fuga de energía, y lograba sellarlo, los mundos quedarían como originalmente estaban. Hasta que llegara alguien a quebrar la dimensión nuevamente. Los hombres llegaron al bosque oscuro y las sombras que antes se situaban detrás de ellos, ahora encabezaban el grupo. –Están en su territorio. Ahora serán ellos quienes nos guiarán hasta ella- dijo Paxton a los otros. A Ela y a Dwig les dolían los pies y seguían sin encontrar el árbol negro. El cielo, antes claro, estaba brumoso y amenazaba con llover. Debían encontrarlo antes que ellos –pensó Ela-. Se detuvo y le hizo una seña a Dwig para que lo hiciera también. Le pidió que cerrara los ojos, y pasara lo que pasara, no dijera una palabra. Ela pronunció unas palabras en un idioma desconocido, alzando la voz cada vez más fuerte. La tierra tembló bajo sus pies y pareció girar sin control. Apenas podían estar de pie. Continuó rezando, levantando cada vez más la voz. Sapos y víboras salieron debajo de sus pies. Unos truenos parecieron resquebrajar el cielo, y la lluvia cayó estrepitosamente sobre ellos. Ella abrió los ojos y en ese momento un gran rayo de luz azulada cayó en algún punto del bosque. Agradeció moviendo la cabeza, y tomó de la mano a Dwig, quien abrió los ojos sobresaltado. ¿Qué pasa, ya terminó todo? Ela soltó una risa discreta. –No, no ha terminado. Apenas empieza-. 157


El rayo de luz le indicó dónde se encontraba el árbol. Pero al otro lado del bosque, el grupo encabezado por las sombras también lo vió. Ahora, sólo era cuestión de tiempo y destreza que Ela y su acompañante llegaran antes al lugar señalado. El camino parecía no tener fin. Estaban cansados, mojados y hambrientos, pero no podían darse el lujo de detenerse. Era una lucha contra el tiempo. Y no habría clemencia para el más débil. Dwig subió a la copa de un árbol para ver el camino. Parecía que no estaba lejos. Llevaban más de la mitad del trayecto recorrido. Abajo, el cuervo salió al encuentro de Ela. Supo que su padre estaba bien. Ahora con mayor razón debían encontrar el árbol. Waldron no podía regresar porque lo apresarían. Debía hacerlo ya. Las sombras vieron al cuervo mientras bajaba hacia donde estaba la chica. Los hombres picaron a sus caballos para que avanzaran con mayor velocidad. No podían ser más rápidos unos pies que unas herraduras – pensó Sprage. Esto lo hizo reír un poco. Tenía unas ganas tremendas de poseer a la chica antes de darle su merecido. Ella, tan sabia, tan bonita, y tan lejana a él, un miserable vagabundo, hijo de una prostituta muerta en el parto y de un herrero borracho. Por fin tendría lo que durante tanto tiempo había anhelado. Riqueza y poder. Mujeres. Todo eso les había prometido Paxton, una vez que el padre pagara el rescate. Sólo así podía cobrarse lo que la vida le debía desde su nacimiento. Ela y Dwig vieron a lo lejos las sombras. Ela sintió que la sangre se le helaba. El mal estaba muy cerca, esos eran sus dominios y llegarían antes que ellos. Le pidió a Dwig que la siguiera y empezó a correr. Corrieron lo más rápido que sus pies les permitieron. El árbol estaba cerca, podía sentirlo. El viento y la lluvia arreciaron, la capa negra que la cubría parecía volar, como un velo negro, tras de ella. Las ramas crujían bajo sus adoloridos pies. El aliento les faltaba. Pero no podían dejar de correr. No ahora que estaban tan cerca. En eso, se escuchó un lamento. Ela se detuvo un momento y volteó hacia atrás. Dwig estaba luchando con las sombras. Almas de muertos sin descanso, de gente que no había sido buena en vida, ahora estaban al servicio del mal. Ela regresó por el chico. Lo tomó del brazo y extendió la cadena con la cruz. Las sombras se 158


alejaron rápidamente. –Ahora debemos apurarnos. Regresarán por nosotros- Dwig se dobló sobre su estómago. –No puedo más. Continúa tu sola. Yo te sigo. Así los distraigo-. Se quitó la cadena del cuello y se la puso a él. –Esto te protegerá del mal. No pares de correr- dijo y emprendió la marcha. El viento soplaba con una fuerza descomunal. La lluvia caía a torrentes arrasando todo a su paso. Los animales, de luz y oscuros, corrían a esconderse. La poca gente que quedaba en el pueblo sabía que el fin se acercaba. Les rezaban a sus muertos dentro de sus casas, viendo como la lluvia lavaba la sangre de las calles y arrastraba a los cadáveres hasta el río, cuya corriente los desaparecía sin misericordia. Ela estaba, sin aliento, al pie del árbol. Por fin lo había encontrado. Sus ramas se mecían con violencia. Un rayo cayó del cielo, iluminándolo todo. Se veía negro, imponente. Sus ramas, sus hojas, su tronco, todo tenía diferentes tonalidades de negro. El viento le arrancó la capucha de la cabeza. Su cabello, negro como la noche, volaba junto con la capa y le daba una apariencia sobrenatural. Su piel, muy blanca, se veía pálida, casi traslúcida a la luz de la luna. Posó su mano en el tronco, en algo que parecía una marca hecha a propósito. El tronco crujió, emitiendo un sonido ensordecedor. Se tapó las orejas tratando de evitar que el sonido entorpeciera sus pensamientos. Más que un crujido, parecía un grito. Mil gritos, mil voces, mil lamentos al mismo tiempo. De las raíces del árbol, salió un ente luminoso. Un unicornio precioso, grande, que emitía una luz plateada, maravillosa. La tierra tembló con una furia indescriptible. El unicornio se alzó, alcanzando casi la copa del árbol con su estatura imponente. En ese momento, Paxton y el grupo llegaron al lugar. Las sombras huyeron despavoridas. Un río de lodo llegó hasta donde ellos estaban y la corriente los empujó hacia el acantilado. Ela no podía dejar de ver al unicornio. Y él tampoco. Había algo en sus ojos que le parecía familiar. Casi podía jurar que era… su padre. Había estado mucho tiempo camuflado con cuerpo de hombre, conviviendo con ellos, viviendo como ellos para no ser descubierto. Se había enamorado de una humana, Ida, y juntos procrearon una hija que 159


heredó los poderes y la sabiduría de su padre. Ida, sabedora del peligro que les acechaba, quería que Ela tuviera una vida normal, pero no podía negar su destino. Por eso había sido la elegida. Su nombre lo decía todo. – Ama lo oculto, lo que puede ser y es, autosuficiente, perseverante. No dará un paso atrás. Pero también tendrá clemencia con los demás. Tiene una férrea voluntad y sabrá lo que quiere siempre- le dijo la bruja a Waldron. Y lo confirmó cuando empezó a enseñarle los secretos. Y ahí estaba ella, de frente al árbol negro, viendo el espíritu de su padre, sintiendo al igual que él la misma fuerza y luz en su interior, percibiendo la tierra crujir bajo sus pies, y el agua, como impulsada por su propia fuerza, limpiando del mal la faz de la tierra. La lluvia y el viento cesaron. Los habitantes del pueblo salieron de sus maltrechas casuchas. Todo era un desorden. Empezaron la reconstrucción del lugar. Todos regresaron al pueblo y Waldron dispuso de una gran cantidad de dinero para su reconstrucción. Después de la boda, que se celebró en la siguiente luna llena, Ela salió al balcón del brazo de Dwig. La gente les aplaudió, contentos de tenerlos de regreso. Todos sonrieron. La calma reinaría hasta el próximo pandemónium. Y el unicornio saldría nuevamente de su escondite para disipar las sombras.

Roxana Rosado. D. F. México

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JOSÉ JAVIER RAMOS ALCOCER VEINTE AÑOS MÁS TARDE…

Imagen: Hafiz Ismail

Veinte años más tarde he vuelto a aquel lugar, nuestro árbol sigue allí. ¿Te acuerdas de nuestros cuentos bajo sus ramas en primavera? Todo ha cambiado, pero la esencia de aquel sitio, sigue siendo la misma que cuando jugábamos a robarnos besos y a citarnos cuando sus hojas empezaban a caer. Te echo de menos, ¿tú sigues pensando en lo que pasó entre nosotros?

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La inscripción sobre el tronco del árbol, de aquel trece de marzo está todavía en nuestro rincón. Solo tú sabes lo que significa, y me gustaría que me lo descubrieras de nuevo, para poder darle el final que se merece a nuestra historia.

José Javier Ramos Alcocer- Guadix-Granada- España

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ENSAYO

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ANA MARÍA MANCEDA LOS ÁRBOLES SAGRADOS

Imagen seleccionada por la autora

Sólo después de que el último árbol sea cortado. Sólo después de que el último río sea envenenado Sólo después de que el último pez sea apresado. Sólo entonces sabrás que el dinero no se puede comer. Profecía india

Los “Seres Humanos” somos parte de la naturaleza, dentro de la jerarquía alimentaria necesitamos comer y respirar como todo ser vivo y para eso dependemos de los seres verdes, “ Los Vegetales”. Ellos son una maravillosa fábrica que capta la energía solar. A través de sus hojas 164


absorben el dióxido de carbono y la luz, por sus raíces el agua del suelo, en una alquimia biofísico-química transforman estos elementos en alimento y oxígeno. Hace miles de millones de años que nacieron en la Tierra, nosotros los “ Homo Sapiens” hace solo 100.000 años( si bien los Homínidos que nos antecedieron tuvieron su origen unos pocos millones de años antes). En la cadena alimenticia somos consumidores, si ellos desaparecen, nos extinguimos. Las algas verdes marinas son las mayores productoras de oxígeno y en la tierra los bosques son los pulmones del mundo. Podemos decir que un árbol es un mundo en sí mismo; nos da sombra, frutos, oxígeno, madera para nuestros muebles, papel, refugio a algunas especies animales, belleza, leyendas historias. Es imposible enumerar todas las funciones biológicas de un árbol, pero hay una especial que nos hace comprender otra importancia de los árboles añosos “ abuelos” de doscientos años o más. El tronco de un árbol es un testigo viviente de los cambios climáticos que sucedieron en sus años de vida, en el interior del tronco se encuentra el leño propiamente dicho, en él se individualizan tantos anillos concéntricos como años de vida del tronco. Anualmente el árbol, a medida que completa su desarrollo, encierra en una especie de abrazo su pasado, formando en su entorno un nuevo anillo de materia viva, por lo tanto su tronco es el producto de una labor tan antigua como el propio árbol. De esta manera los especialistas pueden " leer y reconstruir” mediante el número de anillos, espesor, morfología y tonalidad, la aventura de la vida del árbol, a partir del clima y las adversidades meteorológicas a las que ha estado expuesto, de las condiciones de la asociación en las que ha vivido y del aprovechamiento 165


del que ha sido objeto por parte del hombre y de los animales. ”Los anillos de crecimiento son por lo tanto un registro inmediato e imperecedero de todos los acontecimientos que se han producido en las proximidades del árbol”.” Fue Leonardo Da Vinci, quien con su mente enciclopédica, intuyó que no sólo podía discernirse la edad de un árbol a través de sus anillos sino también, mediante su diversa amplitud, era posible conocer las condiciones climáticas de una época determinada. La influencia del clima sobre los anillos es completamente singular al igual que las huellas digitales.

Quedaría para otro comentario la importancia sagrada de los árboles en los pueblos antiguos. Cuando talen un árbol ( Asesinen), sobre todo si es un “ Abuelo” no seamos indiferentes a tal acción, por ahora “ HAGAMOS SILENCIO, EN ALGÚN LUGAR DE LA TIERRA ESTÁ NACIENDO UN ÁRBOL”

Ana María Manceda. San Martín de Los Andes. Patagonia Argentina

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